Fechas de soledad [Privado]

por **Scarlett Duchannes** Lun Nov 30, 2015 9:55 pm

Los pasos de Janine resonaban en la oscuridad de la noche Parisina, aquella oscuridad que había extrañado tanto durante el tiempo que debió mantenerse oculta debido a su intento de asesinato. De hecho, la inquisidora realmente extrañaba muchas cosas, extrañaba su nombre real, a sombra, su casa, su antiguo puesto en la inquisición y a Patrick; eso y más es lo que se vio en la necesidad de abandonar para mantenerse a salvo y aunque ahora vivir era seguro para ella, se encontraba más vacía que nunca antes. Sus años como soldado inquisidor la habían vuelto hábil para enfrentar muchas cosas, menos la perdida absoluta de todo lo que alguna vez fue.

Caminaba pues en dirección a su nuevo hogar. Una residencia mucho más humilde que la anterior, una casa que no poseía calor de hogar y en la que carecía de servidumbre y compañero alguno. Pensando justamente en la soledad que le esperaba en su hogar fue que opto por detenerse en la Plaza Tertre y tomar asiento en una de las bancas que adornaban aquel lugar. La Plaza se hallaba completamente solitaria debido a la hora, aún así, no existía mayor soledad que la que cargaba ella en alma y como un ente se quedo en la banca durante mucho tiempo, sumergida únicamente en sus pensamientos que se enfocaban en un pasado y en una mujer que ya no existía más.

Janine no se dio cuenta del tiempo en que estuvo expuesta a las frías temperaturas o al menos no lo fue sino hasta que un copo de nieve floto frente a sus ojos, recordándole que era esa época del año donde todos se rodeaban de los seres queridos. Una sonrisa burlona para ella misma apareció en sus labios, pues si bien era una época especial, ella ya no tenía nadie especial.
– Eres una mujer muy patética – se dijo a si misma, ignorante de que en la oscuridad de la noche, ya había dejado de estar sola.

por **Cinderelle Orage** Mar Dic 15, 2015 2:38 pm

¿Una esclava podía vivir en libertad sin que ningún ser humano reclamara por sus servicios? ¿Acaso eso era posible?

Seguía caminando como hacía unos días. Había logrado sobrevivir limpiando a personas de maleficios que algunos hechiceros de mala muerte le habían “regalado”. Evidentemente, en esta ciudad no existía ningún Nganga para mantener la magia en su lugar. No era tarea mía ni mucho menos pero, me preguntaba si algún día podría ser una Nganga. Alguien con el poder suficiente como para mediar entre hechiceros de cualquier procedencia. Y aunque mis pensamientos me guiaban a una respuesta certera, bien sabía que eso era imposible. No. Jamás podría serlo. Yo era una Iyami. Una sacerdotisa protectora de las moradas de los sagrados Orisas. Era eso. No otra cosa. Era una Iyami, principio creador, natural, la naturaleza misma dentro de un cuerpo terrenal. Miré a mis costados. La noche era muy desierta en esta ciudad. Tanto que, a penas se podía escuchar la voz de una mujer. Abrí mis ojos como platos.

Después de haber divagado por el mundo de los pensamientos, comencé a sentir ese frío característico de esas tierras. Nunca había visto aquel fenómeno y me preguntaba si podía reproducirlo. Pero la verdad era que no estaba en condiciones para intentarlo. Me abracé para darme más calor. A lo lejos, una silueta femenina podía verse.

- Eres una mujer muy patética.- se dijo a ella misma.

Aquella mujer estaba tan ensimismada en su interior que difícilmente se había percatado de mi presencia. Sonreí.

- En la medida que te sientas de esa forma, lo serás.- dije recobrando la seriedad perdida.
Aún me costaba aquel idioma extraño pero lograría hablarlo con precisión. Sángó me cuidaría en aquel nuevo estudio y guiaría mis pasos para que pudiera aprender muchas otras cosas.

Notas de la User:

por **Scarlett Duchannes** Jue Ene 07, 2016 8:13 pm

Era definitivamente patética, su vida había dado un giro completo y ella fue incapaz de tratar de detenerlo. Janine se creyó intocable, capaz de lograr cualquier cosa y de una manera muy abrupta se percato de que eso era una tontería, que no era más que una simple humana y que cualquier cosa era posible. Recordar todo lo que una vez tuvo y de lo que ahora carecía le hicieron sentarse en una banca de la plaza Tertre y sumergirse en un pasado que ya no volvería todo con tal de evitar pensar en su presente sin embargo, fue el clima lo que la hizo salir de su ensoñación y volver a su realidad, realidad donde estaba sola y en la que probablemente siguiera así mucho tiempo más.

Creyéndose sola hablo para si, llevándose la sorpresa de recibir una respuesta inesperada y girando el rostro en la dirección de donde le llegaba una voz femenina con un acento bastante peculiar, Janine pudo observar a una mujer de piel oscura que estaba bastante cerca de donde ella se encontraba.
– Si bueno, es que estas fechas no son para pasarlas en soledad y mírame – dijo a la mujer – estoy aquí porque no quiero llegar a una casa completamente vacía – ni siquiera sabía porque estaba diciéndole aquello a la mujer, quien seguramente debía ser esclava de alguna familia rica. Un suspiro salió de los labios de Janine, quien sonrió ligeramente – Seguramente tus señores están esperándote así que simplemente ignora mis palabras y continua con tu camino – no quería seguir hablando de sus tristezas y mucho menos con una extraña que pronto debería irse.

por **Cinderelle Orage** Vie Ene 15, 2016 5:57 am

La escena se desarrollaba de manera lenta, como si el tiempo se detuviera para jugar con nosotras dos. Ella, sentada en un banco en medio de la plaza, como alma en pena, sumergida en sus pensamientos más oscuros y yo, perdida, sin lograr hacer pie. Porque ser extranjera, tomada por esclava, proveniente de África no era, para estos tiempos, una combinación agradable.

La mujer se dio vuelta: su rostro era bellísimo pero aquellos ojos, tan tristes, cansados de contemplar las miserias humanas, propias y ajenas, podían inspirar a los más tristes poetas.
Una casa vacía, un corazón lleno de amargura y una esclava perdida. Cualquiera podría tomárselo a la ligera, diría que las cuestiones sentimentales no valían tanto como para detenerse a observar un alma herida que necesitaba, desesperadamente, ayuda. Pero… ¿En qué podía ayudarla? Podía escucharla, acompañarla. El tiempo estaba detenido. Y seguiría así hasta que alguna de las dos accionara, allí correría, lento, rápido, no interesaba. Las historias, los recuerdos, nacían con una acción.

Hablaba de señores que me esperaban. ¿Alguien me esperaba? Negué con la cabeza.
- No tengo señor ni señora que me espere…- pude decir con cierta dificultad en mi lenguaje.

Con gestos torpes, indiqué si me podía sentar a su lado. Después de todo, la soledad solía encontrar las compañías más inesperadas.

por **Scarlett Duchannes** Mar Feb 16, 2016 6:06 pm

El clima de la noche, la carencia de personas en la plaza y el ánimo en el rostro de Janine, volvían toda aquella situación algo sumamente triste. La inquisidora de hecho no había querido atrasar a la mujer con sus obligaciones de la noche y le dijo que podía seguir su camino, algo que no fue del todo sincero. Janine no quería causar molestias pero tampoco quería quedarse nuevamente sola, así que una sonrisa apareció en su rostro al ver la figura femenina inmóvil y hasta la duda comenzó a formarse en la mente de la inglesa al escuchar a aquella amable mujer decir que no tenía quien la esperase. El color de la piel ajena hacía pensar a la inquisidora cosas que no eran la realidad de la mujer, pero que si lo eran para la mayor parte de personas de piel oscura.
– ¿No tienes quien te espere? Eso es algo sumamente inesperado – sus ojos se encontraron con los ajenos – Aunque debo dar gracias a eso porque de otra manera yo seguiría sola lamentándome de todo y tu presencia me ha distraído de eso.

Al ver los gestos realizados por la mujer para pedirle un lugar a su lado, Janine no pudo más que asentir.
–¿De dónde eres? ¿A dónde te diriges?– cuestiono admirando a la joven aquella, alguien que pese a tener toda una sociedad seguramente en su contra, trataba de animarla y le hacía compañía, recordándole de esa manera a la inquisidora que en aquel mundo, aún existían personas buenas.

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