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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Valkiria Dom Oct 25, 2015 5:53 am

”El hombre grande es aquel que en medio de las muchedumbres mantiene, con perfecta dulzura, la independencia de la soledad.”
- Emerson

Habían pasado ya meses desde su llegada a París y sin embargo no había encontrado alma alguna a la que hubiera deseado acercarse, como resultado de ello quedaba poco de la joven que una vez fue. Los restos de su simpatía y ojos llenos de vida se difuminaban entre las sombras de los árboles bajo los que paseaba. Su destino en la vida era acabar con todos los seres que atormentaban a Dios, a todas las creaciones del diablo, pero ¿cómo hacerlo si ella misma era una ahora? Aquel fatídico día en que fue mordida marcaría el carácter de esta joven para siempre. No era capaz de entender el motivo por el que Dios había permitido que una de sus más devotas y fieles sirvientas fuera convertida en uno de aquellos monstruos. Su ligera cojera al caminar era claro signo de que aquella noche el cilicio había permanecido clavado durante horas en su muslo como penitencia a su actual naturaleza. En ocasiones era capaz de soportar haberse convertido el licántropa, sobre todo cuando su físico le ayudaba a luchar contra otros seres, pero en cuanto tenía tiempo libre y se dedicaba a pensar y cavilar sobre su futuro la cosa cambiaba. ¿Quién iba a querer contraer matrimonio con ella siendo lo que era? Y no es que fuera una de esas mujeres que soñaban con el matrimonio, pero cuando sus fuerzas flaquearan y ya no sirviera para luchar en nombre de señor y patrón, en nombre de Dios… ¿qué sería de ella? Las preguntas azotaban su atormentada mente sin darle tregua alguna. Echaba de menos a su familia cada día que pasaba en París, pero no había tenido más remedio que abandonarles, tan sólo sus superiores en la iglesia supieron de su transformación y así debía continuar. Nadie más sería consciente nunca de que Freya Larsson ya no existía, de que aquella joven había muerto junto al licántropo que la había maldecido para siempre.

Ahora era Valkiria quien recorría los campos desolados de las afueras de la capital francesa. Era una de sus zonas favoritas en esa estación del año pues nunca se encontraba con nadie por allí, eran zonas inservibles que pronto se cubrirían por las primeras nevadas del invierno. Los pasos de la menuda castaña apenas dejaban marcas por donde pasaba y aun así ella disfrutaba echando la vista atrás para avistar el reguero de huellas, así fue como se dio cuenta de que alguien la estaba siguiendo. Una figura oscura y claramente más corpulenta que ella se encontraba a unos cuantos metros por detrás de sí misma. Trataba de esconderse entre los silos pero la agudeza visual, olfativa y gustativa que Valkiria había conseguido desarrollar desde que era licántropa no daba pie a dudas respecto a aquel hombre. La estaba siguiendo y no de una manera muy meticulosa a decir verdad. Fue ella quien, en el siguiente silo, agazapó su cuerpo sacando la daga de plata que siempre llevaba consigo; esperando así a que la figura masculina la alcanzara.

Todo a continuación sucedió con una rapidez sobrecogedora. La figura acudió a su encuentro en cuanto la vio desaparecer y Valkiria sin dudarlo saltó contra su cuerpo bloqueándolo contra el suelo posicionando la daga en el cuello de su oponente. Lo cierto es que este no había opuesto resistencia alguna, cosa que llevó a Val a pensar que, o bien se esperaba el ataque o que no le había dado tiempo a reaccionar. Pero… ¡oh Dios! Sus ojos se abrieron como platos al ver el rostro de aquel que no era desconocido para ella ni mucho menos. - ¿Dimitri? - no podía ser real, qué motivo iba a tener él para estar en París, era el primer rostro conocido que se cruzaba en aquella ciudad, ¡y qué rostro! Habían compartido más que charlas años atrás, mucho antes de que ella fuera convertida, antes de que su fe en Dios fuera lo suficientemente estricta como para impedir aquella relación, Dimitri y Freya –como él la conoció- mantuvieron una relación de, ¿cómo llamarlo? Amigos con derecho a roce quizás… Muchas fueron las noches que ella se escapó para dormir apegada a aquel hombre y muchos fueron los problemas que él se buscó por andar rondando a una joven de familia inquisidora. En aquellos años poco les importaba y lo cierto es que se lo pasaron en grande disfrutando el uno de la compañía del otro. Ahora todo había cambiado para Valkiria y suponía que también para él. Siguió en su posición sobre las caderas del lobo sin poder reaccionar ante tal aparición.


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Mensaje por Dimitri N. Levallois Mar Oct 27, 2015 3:54 am

Un día. Eso era la ventaja que había tomado Skyler al lobo, aunque en la práctica era bastante más. Horas después de su encuentro, el licántropo había vuelto al burdel, poco antes de que abrieran las puertas al público, esperando que al no estar arropados por la lujuria de la noche le fuera más fácil hablar con ella, contarle el motivo que lo había llevado hasta allí y, después, llevarla ante su tío. Pero no había ni rastro de la muchacha, aunque su aroma seguía presente en el local. No había ni rastro de ella, casi era como si se hubiera evaporado. Gruñó. Su malhumor comenzaba a hacer acto de presencia y eso le impedía pensar con claridad. Aunque puede que no lo hiciera desde la noche anterior, desde la primera vez que la silueta de la loba se dibujó ante sus ojos. Apretó los puños y se maldijo. Debería haber controlado sus impulsos y dejar lo que ella le provocaba a un lado, pero no había podido. Sucumbió al deseo de tenerla entre sus brazos, al deseo de arrancar gemidos de su garganta mientras se hundía más y más en su interior. Y ahora ella no estaba. ¿Dónde se habría marchado? No debía de llevar muchas horas de camino, pero sin ni una miserable pista de su destino, no sabía muy bien por donde empezar. El mundo era demasiado grande y las posibilidades casi infinitas. Fue ese el motivo que se quedó unos días más en Ámsterdan, intentando recopilar alguna pista que le indicara las intenciones de la muchacha, pero no encontró más que habladurías. Rumores sin fundamentos. Palabras vacías que se contradecían unas con otras. Unos decían que algo le había ocurrido, cosa que alarmó a Dimitri, pero en seguida desechó esa idea con el poco sentido común que le quedaba. Él la había dejado pocas horas antes de que desapareciera, no podía haberle pasado nada en ese corto lapso de tiempo, pero, por si a caso, estuvo indagando entre los clientes habituales y los gorilas que se encargaban de la seguridad.

Estuvo varias noches más en el burdel, cada una de ellas con una compañía distinta, pero no se acostó con ninguna de las muchachas. Todas le recordaban a Skyler, aunque ninguna llegaba ni a la altura de sus zapatos. Se escudó en esa excusa y la madame le prometió que encontrarían a otra chica de su gusto, pero él no se quedó para comprobarlo. Persuadió a una de las antiguas compañeras de Skyler para que le diera una prenda de ella y así poder rastrearla. No había olvidado su olor, pero temía que su subconsciente le jugara malas pasadas. Era mejor tener algo a lo que aferrarse. No le importó que la chica en cuestión pensara que se trataba de un depravado, estaba seguro de que había tenido que satisfacer peticiones más escandalosas y esta, al menos, no la implicaba a ella o a su cuerpo. La idea de que había escapado por sus propios medios comenzó a tomar forma, sobre todo cuando escuchó casi por casualidad mientras degustaba una buena copa de whisky de forma más lenta de la que le gustaría a los propietarios, que muchos de los diligentes habían estado al borde de la muerte, demasiado fríos como para que su sangre continuara circulando por su cuerpo.

Algunos, muy pocos, habían sobrevivido, pero todavía se encontraban en peligro, intentando aferrarse a una vida que se les escapaba de las manos. Otros, simplemente no habían tenido tanta suerte y para cuando los comenzaron a echar en falta ya era demasiado tarde. Supo un par de días después de la desaparición de Skyler que todos pensaban que tenía mucho que ver, que era cosa suya, por lo que se quedó un poco más para asegurarse de que no planeaban ir en su búsqueda para ajustar cuentas. Cuando confirmó que estaban demasiado ocupados intentando ocultar el escándalo para recuperar el ritmo normal y que los clientes no dejaran de acudir, se marchó. Había pasado un mes cuando comenzó a desesperarse ya que el olor de Skyler comenzaba a desaparecer. Ya casi no lo percibía. No se quedaba mucho en las ciudades que recorría y comenzaba a estar cansado de perseguir a una persona que parecía un fantasma, pero no podía hacer otra cosa. Si le llegaba a decir a su mentor que no había traído a la chica porque en lugar de hablar con ella se habían acostado, como mínimo lo caparía. Estaba inmerso en sus pensamientos cuando una voz conocida hizo que volviera a la realidad tangible. Alzó la vista y se encontró con una mujer a la que había conocido muy bien, alguien que, instintivamente, le ponía de buen humor incluso en momentos como aquellos.-¿Freya?-preguntó, alzando una ceja. No necesitaba una respuesta, de sobra sabía que se trataba de ella, simplemente estaba sorprendido de encontrársela allí. Formaban una pareja extraña, era cierto, aunque tampoco se les podía considerar pareja. Había buscado la compañía mutua en un momento complicado de sus vidas, cuando era mucho mejor dejarse llevar que afrontar la realidad, al menos en el caso del lobo. Recorrió la distancia que los separaba y depositó un beso en su mejilla, acercando el cuerpo de la muchacha al suyo propio.-¿Qué haces aquí?-preguntó.-Bueno, en realidad eso no importa demasiado. ¿Qué tal si te robo un par de horas de tu tiempo?-formuló. Necesitaba descansar, dejar de pensar en el quebradero de cabeza en el que se había convertido Sky y no conocía a nadie mejor para ello que la muchacha que tenía delante.
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Mensaje por Valkiria Miér Oct 28, 2015 7:38 am

El choque con los orbes ajenos la devolvió a sus orígenes, a la época de su vida en donde todo tenía sentido y era totalmente feliz. Cuando le conoció estaba en plena formación para ser inquisidora, ni siquiera tenía claras sus prioridades motivo por el cual acabó manteniendo una relación con el licántropo que ahora tenía bajo ella. Cerró los ojos en el momento que sintió el beso, hacía demasiado tiempo que no tenía contacto físico alguno con nadie y él de una u otra manera significaba mucho para ella. Nunca fueron pareja como tal, no llegaron al vínculo afectivo necesario para ser novios o amarse, pero el apoyo que recibieron en aquellos años respectivamente les unió y el cariño era palpable, ni falta hace hablar de la tensión sexual. Dimitri era un hombre extraordinariamente masculino, fuerte y seductor aunque no se lo propusiera, de hecho ese era el motivo por el que Freya se sentía atraída por él, su forma de ser nada pretenciosa sino tranquilo y sencillo era característico solo de él. Sin aún poder reaccionar de todo, acabó por sentarse en el suelo dejando libre el cuerpo del lobo para que se moviera si así lo quería.

Se dio cuenta entonces de algo, cuando estuvo con él aún era Freya, aún era humana. Su actual naturaleza no podría pasar desapercibida para él, al igual que ella ahora percibía con una fuerza impresionante el olor a lobo que él desprendía. ¿Cómo le explicaría lo sucedido? Nada en su vida actual era favorable para que ellos pudieran tener una buena relación, pero tampoco permitiría a la Inquisición privarla del único amigo que la quedaba y el único que podría entenderla… al menos en cierta medida. Nada quedaba de aquella joven que él conoció, solo resquicios de la poca inocencia que pudo llegar a tener. Ni ella misma sabía cuál era su destino ahora, su juventud pasaba y no tenía conocimiento alguno de lo que era disfrutar, no iba a bailes, ni se relacionaba en sociedad a pensar de su posición, no se dejaba seducir y mucho menos tocar por nadie. A veces sentía lástima de sí misma y rezaba por encontrar su camino pero pareciera que Dios le había dado la espalda en el momento en que aquel licántropo la atacó. El semblante de Valkiria sin duda reflejaba el desamparo que sentía, no tenía por qué disimular con él y no quería hacerlo. No es que Dimitri hubiera tenido una vida fácil, era consciente de ello y sabía que hasta cierto punto podría ser un apoyo para ella. Justamente hasta el punto en que entraba la Inquisición, Dimitri no dejaba de ser un licántropo, una presa para ella como soldado de Dios. Suspiró sabiendo en la encrucijada en la que se encontraba en ese preciso momento, si alguien adivinaba esa amistad acabarían con ambos. Por ello lo guardaría como secreto, lo mantendría a salvo; nadie mejor que ella para saber si algún miembro más de la inquisición conocía su presencia en París y le tenía como objetivo. Dimitri era capaz de defenderse, era consciente de ello, pero en un ataque contra él, la fuerza de la Iglesia podía ser imparable y llegar a acabar con su vida.

Aún sujetaba la daba de plata en la mano, notaba el calor del metal junto a su pierna, donde estaba ahora apoyado y lo guardó sin decir más. Una asesina, es en lo que la habían convertido. Los ojos azules de Valkiria se posaron en los ajenos en busca de una paz inexistente para ella. Lo único que la salvaba era la presencia de Dimitri. A él lo único que le salvaba de ella, era el cariño que le tenía. Frágil equilibrio el que debían mantener. - Vivo aquí ahora -  para esas alturas el lobo sería perfectamente consciente de que Valkiria no era como la recordaba y de que era una congénere, y sin embargo no hizo gesto ni comentario al respecto, era de agradecer. - Vamos de caza  - sugirió, recordaba tardes enteras agazapada con él en los bosques en busca de conejos o incluso cervatillos a los que daban caza. Estaba claro que los dos necesitaban aislarse del mundo juntos una vez más. Se levantó y sacudió su ropa para que cayeran los restos de hierba que se habían quedado pegados en ella, extendió la mano y tiró de Dimitri haciendo que se irguiera también. Sonrió divertida por primera vez, la diferencia de altura de ambos era irrisoria. Dimitri era enorme, fuerte y de espalda ancha; ella sin embargo de constitución menuda y realmente no muy alta… Tan distintos y tan similares. Necesitaba sentirse como aquella chica que se entretenía horas con él, deseada una vez más y en familia. Puede que eso significara ahora Dimitri para ella, era la única persona a la que podía considerar familia y no permitiría que eso se rompiera tan fácilmente, mucho más que la Inquisición tendría que cruzarse en sus vidas para que continuara renunciando a los suyos por un Dios que llevaba mucho sin ayudarla.

De un salto se agarró al cuerpo ajeno dejando atrás miedos y convicciones. Los brazos de Val rodearon el cuello de Dimitri, así como las piernas lo hicieron con su cadera. Los ojos de la joven se achinaron por la sonrisa y esperó a que él emprendiera el camino hacia el bosque cercano como sabía que haría. Era un peso pluma para él, eso lo sabía por lo que apoyó la cabeza en su hombro y se dejó llevar por él. Agradecía el contacto con su cuerpo, sentir ese calor de nuevo contra ella era demasiado agradable y sabiendo cómo eran ambos cuando se juntaban, la conexión que poseían… no tardarían en verse sin ropa.


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Mensaje por Dimitri N. Levallois Lun Nov 02, 2015 4:22 pm

Dimitri no se esperaba saber de nuevo de esa muchacha, mucho menos encontrársela. Esa casualidad era la ejemplificación perfecta de lo pequeño que es el mundo. Sonrió de lado, dejando que vinieran a su cabeza cientos de imágenes en las que ella era la protagonista. Habían pasado muchas cosas juntos, se podría decir que era la única persona a la que consideraba una amiga, a pesar de haber estado entre sus sábanas. Era lo suficientemente importante para el lobo como para dejar apartado todo lo que tuviera entre manos en ese momento. Como para dejar de buscar a Skyler por unas horas y centrarse única y exclusivamente en ella. Se alegraba de verla, por supuesto que lo hacía y más ahora que eso significaba poder darle un respiro al dolor de cabeza en el que la loba se estaba convirtiendo. Estaba enfadado consigo mismo y con ella, por lo que dio gracias de que hubiera aparecido Freya porque necesitaba distraerse. Y no se le ocurría mejor persona para hacerlo que ella. Sí, se habían acostado, pero su relación, a pesar de no tener nada de romántica, no se había limitado a eso. Se complementaban, en cierta, forma. El uno era, precisamente, lo que el otro necesitaba y siempre estaban cuando se hacían falta. Hasta que sus caminos se separaron.

La miró de arriba abajo y ladeó la cabeza. Había algo en ella que era diferente y su lobo interno comenzaba a ponerse nervioso. Respiró un par de veces, intentando ignorarlo y volvió a clavar su mirada en los ojos de la muchacha que una vez fue su amiga. Su cuerpo se tensó de forma involuntaria. Se había perdido demasiadas cosas de su vida, ahora se daba cuenta. Algo le había pasado, algo que la había transformado por completo y era posible que ya no quedara ni rastro de la joven que él había conocido. Podía ser que se tratara de una desconocida, que ni siquiera el vínculo que los había unido siguiera existiendo, pero a pesar de eso, a pesar de que, quizás, lo más sensato era marcharse, se quedó. Conocía a Freja, o al menos pensaba que la conocía, por lo que decidió darle una oportunidad. No lo había pasado mejor con nadie que con ella, aunque simplemente fueran de caza. Esos momentos habían sido uno de los mejores en su vida. Skyler volvió a su cabeza al pensar que su amiga no había conseguido despertar en él la necesidad que despertó Sky, pero se dijo que era normal. Al fin y al cabo...la sobrina de su maestro se dedicaba a ello. Chasqueó la lengua. No era hora de pensar en la otra noche, ni en ella. Comenzaba a molestarle no poder sacársela de la cabeza. Era algo que no podía controlar y odiaba no tener todo bajo control.-¿Freja?-preguntó en voz alta, aunque no se atrevió a formular el resto de preguntas que se le venían a la mente. Todo su ser se debatía en dos, como al principio de ser transformado. Los recuerdos de lo que una vez fueron acudían a él sin tregua, pero la chica que estaba viendo delante de sus ojos parecía muy diferente a la de sus recuerdos. Mismo envoltorio, distinto contenido. Él sabía muy bien que el pasado nunca volvía, pero...Esperaba que con ella no se repitiera su propia historia. No sabía cómo enfrentarse a una pérdida de nuevo, al desprecio de alguien importante para él.

No dijo nada sobre lo que veía, lo que intuía. Tal vez porque no sabía qué decir, tal vez porque temía escuchar una respuesta que le alterara. Asintió levemente ante lo que dijo.-Entonces es posible que nos veamos más-añadió, sin dejar de mirarla en ningún momento.-Me parece buena idea lo de ir de caza, recordemos viejos tiempos-susurró, antes de sentir los brazos de la muchacha rodeando su cuello. Respiró sobre su cuello. Incluso olía diferente, apreciaba notas que antes no formaban parte de su olor, pero la base seguía siendo la misma. Si cerraba los ojos y se concentraba...Todavía podía sentir la esencia de su amiga y eso logró calmarlo en cierta forma.

No esperó respuesta. Tomó la mano de la joven y comenzó a caminar, cada vez más rápido. Notar el aire en su rostro, revolviendo su cabello, mientras sus pies corrían más y más, lo hacía sentirse libre. Recordó la risa de Freja cuando comenzaban a cazar y deseó escucharla en ese preciso momento. No sabía lo que le había pasado a su amiga y tampoco se atrevía a preguntar porque, era posible, que fuera su culpa y eso no lo soportaría. ¿Le habría llamado pidiendo ayuda? ¿Habría estado en peligro? Carraspeó y apartó esos pensamientos. Para cazar tenía que tener la mente en blanco, mimetizarse con el entorno y no dejar que nada le distrajera, mucho menos él mismo. Miró de reojo a la chica y se mordió el interior de la mejilla.-Casi no  recuerdo la última vez que cazamos-comentó, dispuesto a romper el silencio que se había instaurado entre ellos dos. Era demasiado incómodo, insoportable. Siempre habían podido hablar de todo y ahora...Ahora todo parecía diferente.-¿Qué te apetece?-le pregunto-¿Conejos? ¿Ciervos?-se giró a mirarla, esta vez directamente.-Aunque creo que todo depende de si han mejorado o no tus habilidades culinarias. La última vez que probé uno de tus guisos estuve dos días enfermo-bromeó, riendo, intentando así suavizar el ambiente, volver a una realidad que no era muy lejana y que esperaba que no se hubiera terminado. Miró a su alrededor, buscando algo que les sirviera para cazar y de repente llevó sus manos a la boca de la muchacha para que no hiciera sonido alguno y con un movimiento de cabeza le señaló un ciervo que se encontraba a varios metros de distancia.-Creo que el bosque nos ha servido la respuesta en bandeja-le susurró al oído.
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Mensaje por Valkiria Lun Nov 09, 2015 7:32 am

Hasta cierto punto era gracioso estar en esa situación, ¿quién iba a haber adivinado que se encontraría con Dimitri en un país desconocido para ella? No creía en las casualidades, era demasiado religiosa como para ello y estaba segura de que Dios le había colocado en su camino por alguna razón, quizás porque le llevara a encontrar a alguna de las presas de la Iglesia o simplemente para darle tregua en la mala época que estaba pasando; lo único que tenía claro es que a él –salvo para defenderse si era preciso- no le tocaría jamás. Dimitri era el único lobo, el único ser sobrenatural que se podía saber a salvo de las manos de Valkiria, aunque en realidad… ni era consciente de la vida que ella llevaba. El silencio presionaba el pecho de la joven, la necesidad de contarle todo lo que le había sucedido desde su separación era inmensa pero ¿qué pasaría si él no podía soportarlo? Quizás el temor se adueñara de él y la confianza entre ambos desapareciera como un día ya hicieron ellos mismos. Ambos habían cambiado y lo notaban, el semblante de su amigo era más serio, incluso rozaba en enfado.

Para Val analizar los gestos, cada uno de los movimientos de los demás era algo innato, un don del que bien se aprovechaban sus superiores eclesiásticos y que sin duda en más de una ocasión le había salvado la vida. La rapidez del muchacho sin embargo logró despejar su mente de todas aquellas ideas que la bloqueaban y salió corriendo con él hacia los árboles. Parecía mentira que algo tan simple como ir de caza le trajera tantos recuerdos… Las horas que habían pasado bajo los árboles, trepando, saltando y corriendo; aprendiendo a desarrollar sus habilidades como si de cachorros se trataran. - Mis guisos te gustaban igual que todo lo demás - devolvió la broma haciendo chocar su cuerpo con el masculino entre las risas de ambos.

La dureza de la mano ajena se instaló sobre sus labios sin previo aviso obligándola a doblegar sus protestas en cuanto siguió la línea recta que indicaba el índice del lobo. Sonrió y se agazapó junto a él entre la maleza, ahora era cosa de dos. Hacía mucho que no cazaba con nadie, por lo que los dos debían volver a los orígenes, complementarse para acabar consiguiendo el manjar. El silencio se adueñó de ambos lobos que se movieron en direcciones opuestas a paso lento, asegurándose de no hacer un solo ruido que pudiera espantar al animal. Valkiria no llevaba encima, pues aquello en un principio no iba a ser más que un paseo, ballesta ni nada más que la daga que siempre guardaba consigo; por lo que con cuidado se puso los guantes de cuero y sacó el arma de plata del cinto de su pantalón. Ciertamente ya la manera en que la joven vestía indicaba que no se trataba de una dama más. Los ropajes pesados y peripuestos no le eran en absoluto cómodos y tan solo los usaba cuando le era de obligado cumplimiento, por lo que esa mañana para dar el paseo había optado por unos pantalones de tiro alto y un jersey bien gordo de cuello alto. Lo único que indicaba que no era para nada un hombre era su figura menuda y femenina y su melena suelta por la espalda. Con cuidado, y agradeciendo que la distancia que les separaba hubiera evitado a Dimitri notar su uso de la plata, logró situarse en la parte trasera del animal. Ahora solo debía esperar la señal del lobo para asustar al ciervo y hacer así que fuera directo hacia él. ¿Tendría un arma con el que acabar con él? Seriamente lo dudaba, no recordaba a Dimitri cargando con armas aunque claro, tampoco ella solía hacerlo…

Se aseguró de estar en el lugar adecuado, así como veía a Dimitri hacer lo mismo. Los olores podían ser más traicioneros que el sonido en sí mismo, un bosque estaba siempre en continuo movimiento y los animales, aunque alerta, se sentían a salvo entre los troncos y las ramas del suelo. Los sonidos eran algo natural pero no así los olores. Si el ciervo captaba la esencia de humanos, o lobos…  todo aquello se iría al garete y perderían la pieza. El viento soplaba de lateral a ellos por lo que ni el olor de Dimitri ni el de Valkiria podría ser percibido por el olfato del herbívoro. El gesto de su compañero fue claro, estaba listo para que empezara la fiesta. Sin tardar ni un segundo, la joven saltó hacia delante situándose en un lateral trasero del ciervo clavando la daga hasta la empuñadura entre la nalga y el muslo del animal. El berrido de dolor fue seguido de una coz que por poco alcanza la cara de la joven. Como ambos habían esperado, salió corriendo hacia delante, en dirección a Dimitri. Quizás el corte no hubiera sido necesario para conseguir su propósito pero un rastro de sangre en caso de que consiguiera escapar de las manos del lobo, sería más que útil para volver a localizarlo. La fiera rugió en el interior de Val deseosa de hincar el diente al ciervo, las manos se curvaron en forma de garras, no toleraba aún el olor de la sangre y seguramente había sido demasiado evidente el gesto como para ser ignorado por Dimitri. Debía contarle la verdad, y lo haría. En cuanto dieran caza al animal y lo prepararan, ahí habría tiempo para hablar largo y tendido sobre su historia.
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