Freja Heìke Schültz | ID

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Dura, agresiva, directa y sumamente clara en sus decisiones. Puede pecar de ser demasiado borde en ocasiones, pero en lugar de disculparse se limitará a decir que ella es así. Y no miente. Nunca miente. Lo odia, lo considera de débiles. Y ella no es débil, ni lo ha sido ni lo será. De pulso firme y con la cabeza siempre bien alta. Nunca flaquea, siempre sigue el rumbo que su mente o su corazón le dicten. Y no hay margen de error. Confía en sí misma más que en cualquier otro, siendo difícil para ella mostrar los sentimientos a los demás.

Irresponsable, desorganizada, impuntual, y olvidadiza. Alma de artista, según muchos dicen. Las obligaciones y los mandados siempre son atrapados por alguna especie de agujero negro que cumple en su mente la función de absorber todo aquello que no se relacione con el ocio, y la malsana diversión que Freja encuentre como la más adecuada para ella. Y cuando finalmente se dispone a hacer algo productivo, su perfeccionismo ataca hasta agobiarla por completo, obligándola a dejar las tareas a medio realizar; pues sigue rigurosamente la regla de "lo haces bien, o no lo haces". No es de extrañar que decida optar por lo último en el noventa por ciento de los casos.

Inteligente, analítica, sarcástica, solitaria y gran estratega. Ella se ha hecho a sí misma, se ha forjado en la adversidad, sin necesitar la ayuda de nadie, y sin pedirla nunca. No por ello ahora se muestra como una mujer interesada en ayudar a los demás, aun sin atreverse nunca a pedirla para sí. Amable y agradable, aunque su cara externa pueda causar temor debido a la dureza que denotan sus gestos, siempre firmes y rígidos. Parece que vaya a pegarte una paliza repentinamente, y aunque pudiera, no suele hacerlo. A menos que le des motivos. El caos se apodera de todo lo que hay a su alrededor. Un caos controlado, divertido, pero caos, al fin y al cabo.

→ Diez años después de emigrar de su país natal para establecerse en Alemania, Gregory Bykova contrajo matrimonio con la mujer a la que había decidido convertir en su legítima esposa: Evelyn Schültz. El matrimonio tenía todo lo que necesitaba, cualquiera podía verlo... Pues hasta ese momento habían prometido amarse frente a cualquier adversidad. Y aquella promesa se vio renovada el ocho de octubre de mil setecientos cuarenta, cuando nacía bajo el nombre de Freja, la primogénita de la familia.

→ Con la promesa de nacer rodeada de las comodidades que podían permitirse aquellos pertenecientes a la clase media, más el amor incondicional de dos padres que vivían dispuestos a entregarle todo lo que precisara para crecer fuerte, sana y feliz, la única hija del matrimonio contó durante el plazo de tres años con la garantía de tener un futuro brillante. Sin embargo, pasado aquél tiempo, todo lo que se podía predecir para ella se desmoronó tan rápido como el matrimonio de sus padres. Las constantes peleas y discusiones entre ambas partes, les llevó a optar por la única salida que consideraron viable: separarse y seguir cada uno con sus vidas.

→ Apenas un año después de aquél acontecimiento que separaba a los Bykova-Schültz de una manera que parecía ser definitiva, Freja se encontraba iniciando su etapa de infante alocada bajo el sólo cuidado de su madre. Pues, tras renunciar a sus derechos como padre, el hombre de quien ni el apellido conserva, las abandonaba con la promesa de no reaparecer nuevamente en sus vidas, mudándose de regreso a Rusia.

→ A pesar de los hechos acontecidos en su infancia, Freja creció sin sentirse afectada en lo más mínimo por la falta de un padre. Por supuesto, las cosas se volvían un poco más complejas cuando a aquella falta se le agregaba, además, la ausencia de una madre atenta y cariñosa que estuviese dispuesta a apoyarla un cien por ciento en todo lo que se propusiera. Siempre la instó a estudiar "cosas de mujeres", cosa que a ella jamás le hizo la menor gracia. Buscó por su cuenta un tutor de música, y se especializó en el violín.

→ Entrada en la etapa adolescente, Freja pasaba tanto tiempo fuera de su casa como lo hacía su madre. Ésta última justificaba su ausencia con asuntos de trabajo, y reuniones "importantes" con hombres a los que la niña consideraba como posibles candidatos en convertirse en sus nuevos padrastros. Le parecía incomprensible la manera en que su madre se esforzaba por eliminar cualquier rastro de aquél amargo sabor que su anterior matrimonio le dejaba en la boca, a través de anotarse voluntariamente en la lista de las solteras más desesperadas por conseguir una pareja. Regresaba a casa a la hora de la cena, y se iba a la cama antes de tener oportunidad de cruzarse con su madre, quien permanecía fuera hasta horas después del momento en que se daba inicio a su horario de sueño. De alguna manera lo prefería así. Pues en aquellas contadas ocasiones en las que algún motivo extraordinario llegaba a casa cuando su madre ya se encontraba allí, los reclamos hipócritas y las escenas absurdas de una mujer que repentinamente recordaba que debía preocuparse por el bienestar de su hija, se hacían presentes.

→ A sus dieciocho años se vio rodeada de desconocidos que habitaban en su propia casa. Dentro de ellos se placía de incluir a su propia madre, con quien jamás había podido establecer un lazo tan fuerte como para considerarla tal cosa. Y sumándose al grupo, se encontraba su flamante novio, con quien las cosas parecían ir más rápido de lo común. No tardó mucho en descubrir las razones que explicaban la rapidez con la que habían decidido convivir, acabando por completo con la escasa paz que conseguía encontrar en los momentos en que permanecía encerrada en su casa: la mujer estaba esperando un segundo hijo.

→ Desde el momento en que a Adael llegó a su casa, se convirtió inesperadamente en la única persona por la que podía sentir algo de simpatía dentro de su hogar. De alguna manera descubrió que no sería difícil para ella el permitirse adorarlo mientras la inocencia le durara, pues no había forma en la que él pudiese influenciarla a sentir lo opuesto. Aquellos sentimientos se vieron acrecentados en el momento en que, tal y como su pesimismo le había repetido a lo largo de la relación que su madre sostenía con su novio, las diferencias entre la pareja acabó por hacerlos llegar al mutuo acuerdo de distanciarse de manera definitiva, llevando la relación a su fin.

→ A sus veinte años, ante el fiasco sufrido por la relación, y constituyéndose ya como una música bastante conocida y lo suficientemente buena como para ganarse la vida con ello, se marchó de la casa, dejando a una madre profundamente desestabilizada, que esperaba un tercer hijo con otro hombre diferente.

→ Y aquí se inicia la etapa más turbulenta de su vida. Con veintiún años y un futuro brillante al alcance de la mano, conoció a quien sería su peor pesadilla durante los siguientes tres meses. Cédrick. Un hombre en el que confió sin tener motivo, dándole en bandeja su vida, su alma, y su corazón... Y él se lo pagó convirtiéndola en lo que más odió a partir de entonces.

→ Le mordió cuando acabó una de las giras más importantes, que le aportó el reconocimiento necesario para forjarse un nombre en el mundo de la música. Y la abandonó a su suerte, sin saber qué narices le estaba pasando. Nadie le explicó qué era ser un licántropo, ni por qué no podía controlar su carácter, o sus fuerzas... Nadie le explicó por qué ya nada podría ser como antes...

→ Tras seis años de retiro, volvió a los escenarios como una mujer hecha y derecha, una mujer con carácter, fuerza y una larga vida por delante. Sabiendo controlar sus impulsos y manejando un tanto mejor el don de la licantropía que le dieron a la fuerza, aun sin sentir simpatía por los que eran como ella.

→ Se instaló en París, cuna del arte según ella, en otoño de 1788, y desde entonces vive en una modesta casa en las afueras de la ciudad. Sola, a excepción de un perro llamado "Rik".