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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Marishka Marquand Sáb Oct 12, 2013 1:27 am

"Los grandes derechos no se compran con lágrimas,
sino con sangre."
José Marti




A lo lejos, quien poseía los dones de un inmoral, podría oler la sangre podrida de ambas entrañas regadas por todos lados. El escenario era una perfecta obra de arte, dispuesta a ser apreciada por el mejor escritor, quien relatara en líneas crudas una muestra del terror "fantasioso" que simplemente era la realidad misma. La ciudad de Paris es la reina de de la maldad, del misterio, y el nido de vampiros, licántropos, y un sin fin de criaturas que incluso siendo humanas, buscaban sólo una pequeña señal para ponerse al ataque. Por esa misma razón nadie se había acercado al perímetro, incluso el más fuerte de ellos prefería pasar de lado de tales peleas, pues jugar con fuego puede quemarlos, y el ardor de la piel siempre quedará, o incluso una muerte pronta. El sol se oculta permitiendo al animal salir de su cueva, de su hogar, de su escondite, de la manera en que le llamaran, y éste, quien goza de libertad, y de grandes terreros, buscaba el poder, hacer a un lado a los otros imponiéndose en la punta de la escala jerárquica.

Ella, quien había perdido la movilidad de un brazo, se mantenía de pie, con la barbilla mirando al cielo, de manera soberbia e imponente, nadie podría verla caer, incluso si le faltaran partes de su cuerpo, su rostro se mantendría sereno. No demostraría debilidad a quien no merecía, estando siempre en la punta del peldaño no se permitía tales debilidades. Aquella noche estaba a dolorida. Su rival la había conseguido cansar, e incluso infringido dolor, sus piernas se mantenían ligeramente flexionadas, dispuesta a volver a atacar. Su oponente por su parte, tenía medio rostro desfigurado, la ropa destrozada, y sangre por doquier. Él había perdido la batalla, aquello estaba claro, pero no se confiaría hasta verlo caer. Y así paso. No tardó más de cinco minutos cuando el lobo cayó contra las rocas punzantes del bosque, de un momento a otro dejó de respirar.

Era su garganta la que ahora le exigía reponer sus heridas. Avanzó ignorando el protocolo humano, sólo dejándose llevar por sus instintos de depredador. Se adentró al poco tiempo a las calles parisinas, y ahí no tardó en encontrarse a un vagabundo. Ella nunca tomaba de esa clase de sangre, pero no estaba para andarse con rodeos. Sus caninos se clavaron con fuerza en la curva del cuello del hombre, estaba tan borracho que su muerte ni siquiera le fue dolorosa. La vampiresa le había hecho un favor, y ella nunca hacía tales cosas. Con nadie, absolutamente nadie; cuando su cuerpo sintió la vitalidad, dejó que el cuerpo cayera sin vida sobre el concreto. Y se volvió a mover, pero ahora sus exigencias de alimentación subieron de rango. Buscó ese patrón que la caracterizaba, piel blanca, cabello negro, ojos claros, igual que su hermano. Ese que había sentenciado el inicio de su inmortalidad. Ese que odiaba y agradecía, Lo último en silencio.

Marishka no estaba dispuesta a pasar más tiempo con esa facha tan deplorable. Necesitaba limpiar su cuerpo, cambiar sus ropajes, verse hermosa, y extremadamente sensual, con esa pizca de inocencia que tenía siempre, por esa razón decidió ir a ese lugar que había adquirido hace nomás de una semana, y que, nadie sabía se había vuelto su lugar favorito. La vampiresa se había hecho poseedora de un moderado teatro en el centro de la ciudad. Era muy viejo, pero seguía funcionando, cómo si fuera el primer día de su apertura. A ella le gustaba lo antiguó pues le daba un toque especial a las cosas. Las obras se volvían más atractivas, incluso tétricas, y muchos los visitaban por esa fama adquirida.

Lo cierto es que ella aún se sentía cansada, con dolores, y necesitaba un poco más de tiempo para sacar sus golpes, heridas, y regresar su brazo a su lugar. Ya dentro del lugar, se quito esas ropas, pero no las dejó dobladas sobre una mesa, simplemente las puso dentro del bote de basura. Buscó ropa nueva, y se enfundó en ella, pero Marishka sintió un efluvio conocido, uno que en ocasiones le hacía perder la razón, no cómo la tentación que le era la sangre de Craig, pero lo suficiente para lograr que sus ojos tornaran del azul al azabache de nueva cuenta, y querer salir corriendo para marcar su territorio. Sus colmillos se desplegaron, dio la espalda a la puerta dónde se estaba cambiando, y evitó voltearse, sabía que alguien venía, sabía quien era, se debía tranquilizar, debía mantener la compostura para no cometer alguna locura, no estaba dispuesta a tales cosas. Y en el tiempo que llevaba cómo vampiresa, aunque fuera muy corto, nunca había perdido la cabeza por nadie, sabía controlarse a su conveniencia, esa noche no sería su excepción.


Última edición por Marishka Marquand el Jue Ene 23, 2014 9:36 am, editado 3 veces


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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Vie Oct 25, 2013 12:57 pm

Sunday is gloomy, my hours are slumberless.
Dearest the shadows I live with are numberless.
— Gloomy Sunday



Había algo fascinante en los entramados de los ventanales del teatro. Las formas de los marcos se enrevesaban y se desdibujaban, mezclándose las unas con las otras en una floritura compleja, digna de un espléndido artesano, o quizás , simplemente, de un proceso mecánico de la industria incipiente, cómo saberlo. Entre los extraños dibujos, los cristales empañados lloraban frente al reflejo de una vela moribunda, su llama bailoteaba torpemente, intentando luchar contra el frío de la sala. Mi mirada se clavaba en ella al tiempo que el vaho escapaba entre mis labios, sin embargo, no la miraba, no la veía, pues yo no estaba allí. Mis dedos permanecían congelados sobre las teclas del clavicordio; mi mente, como ya era costumbre, en blanco. Suspiré, y mis pulmones parecieron llenarse de esquirlas de hielo punzante.

Podría haber permanecido día y noche postrada ante el instrumento, podría haber estado horas intentando sacarle un sonido satisfactorio, pero qué sonido si en mi cabeza no había música. Lo único que siempre había permanecido a mi lado desde que tengo memoria parecía haberse esfumado al son del viento gélido que azotaba con crueldad los ventanales de mi camerino. No quedaban musas, sólo un silencio angustiante. Supongo que eso era lo que la gente llama soledad. Soledad de uno mismo. El reloj marcaba la medianoche y la madrugada abría sus brazos a todo tipo de criaturas que poco a poco colmaban con su presencia las calles parisinas. La inquietante atmósfera podía empezar a olerse desde allí adentro.

Me concentré en ello, en esa sensación, la calma antes de la tormenta. Mis dedos dubitativos acariciaron una tecla, luego otra, mis manos se introducían en su anatomía de la misma forma que se aman dos enamorados. Pero entre ellos ya no había pasión. Las notas parecían disnonantes a mis oídos y aún así me forcé a seguir tocando. Cerré los ojos, manteniendo aquella emoción, y elevé la voz, como en trance, poco a poco. Recuperaba algo de soltura. Nunca antes había salido tanta oscuridad de aquellas cuerdas. Un acorde, tres notas sueltas. Fuera de tiempo. Fuera de tono. Me forcé aún más. Grité toda la angustia que inundaba mi ser. Entonces mi voz quebró, mi mano calló sobre las teclas como un martillo y de golpe cerré la tapa.

¡Fjandinn! —Maldije, casi insultando al pobre clavicordio mutilado. Me estaba obsesionando con todo aquello. Y qué otra cosa iba a hacer si ya ni siquiera era capaz de conciliar el sueño como antaño. No era capaz de distraerme con nada, pues en toda mi vida aquella había sido mi única "distracción", ahora convertida en trabajo. Mi supervivencia dependía de esa capacidad, y de pronto se había anulado.

Me levanté del asiento y me llevé las manos a las sienes. Era muy tarde y me dolía la cabeza, llevaba horas allí haciendo nada, pero lo último que quería era regresar a casa. Cogí la vela en un pequeño candelabro y me decidí a deambular por el oscuro pasillo. Por supuesto, ya no había nadie allí, todos mis compañeros se habían ido a festejar lo buena que había sido la última actuación. Allí sólo quedaban los fantasmas de los recuerdos y eso era lo suficiente estimulante como para querer perderme en semejante lugar. Un poco de autodestrucción no es mala de vez en cuando, quién sabe, lo mismo se me cruzaba una musa.

Caminaba hacia las escaleras del final del pasillo, las que conducían directamente al escenario principal. Sentía curiosidad por ver cuán vacío se sentía sin luz, sin gente. A mi paso sólo seguía el rítmico golpear de las ramas contra las ventanas. Un escenario un tanto tétrico que en circunstancias normales hubiera alterado mis nervios, incitándome a salir de allí, mas mis pensamientos y mis sentidos estaban ya demasiado desgastados, apenas era capaz de sentir miedo y creo que incluso eso me hubiese encantado en dicho momento.

Me detuve en el cuarto anterior a las escaleras. Allí guardaba el arpa. Introduje en él la mano, alumbrando un poco la estancia. Las mantas blancas que cubrían los instrumentos parecían fantasmas aguardando pacientes a que llegara el amanecer para desaparecer. Me metí en la habitación, tratando de discernir cuál de todos sería el mío. Entonces, otras pisadas procedentes del pasillo contiguo me sorprendieron. El sonido de una puerta al cerrarse me heló la sangre. Algo en mi cabeza tiraba de mí, instándome a salir de allí, pero no sentía peligro, solamente curiosidad. Aquello podía ser mucho más interesante que todas las tardes muertas frente a un pianoforte. Mientras tanto, mi conciencia se dedicaba a insultar mi estúpido atrevimiento.

Volví sobre mis pasos hasta llegar al punto en que había escuchado el ruido. Podía ver la luz escapar por debajo de la puerta entreabierta. El contorno de una espalda femenina se dibujaba frente a la llama de la vela. A su lado yacían ropajes bañados de sangre. Fruncí el ceño y, ayudándome de la mano con que sostenía la vela para ver mejor, empujé levemente la puerta, sin emitir el menor sonido. A pesar de ello, estaba segura de que se había percatado de mi presencia.

¿Quién anda ahí? —pregunté en un susurro. Podía reconocer los rizos que libremente caían por su piel. — ¿Ma... Marishka?


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Mensaje por Marishka Marquand Miér Oct 30, 2013 12:03 am

Marishka se encontraba de mal humor, ¿Por qué en ese momento tenía que verse tan débil? Las ganas de beber sangre incrementarían, incluso le podría ocasionar cometer un acto imprudente, pero era una criatura experimentada, una mujer con las agallas de poder superar cualquier adversidad; su mirada se fue a un lado, después al otro, la sangre del vestido estaba expuesta, se notaba que lo había visto la intrusa, lo había dejado tan a la vista que cualquiera descubriría que un crimen atroz la había azotado, el problema ahí es que quien descubría su secreto no podía, ni siquiera tenía la esperanza de salir con vida ¿acaso ella sería la excepción? Pues claro que no.

- Pasa – Le pidió con su voz muy baja, casi muda pero que dejaba lo suficientemente audible para que la bruja la escuchara. – Pasa y ponte cómoda, pero antes cierra la puerta – Le indicó, pero no, aquello no era una sugerencia, se trataba de una orden, y como claro, la vampiresa no se encontraba con el humor dispuesto, más valía que se le hiciera caso o podría ser muy perjudicial. De todos modos intentó notarse de manera tranquila, mejor tener aliados a enemigos, si ella era bruja, si ella sabía utilizar con ventaja sus poderes no sería bueno para la joven neófita – Lo soy, soy Marishka – Aclaró con la voz tranquila, como si se tratara de dos amigas de toda la vida que se preocupaban por la otra – Tuve un accidente, el carruaje donde venía se volcó, mucha sangre de mis acompañantes, pero ya estoy de vuelta, y bien – Sonrió como si aquello fuera cualquier cosa. ¿Mentiras? Pero claro, ella se dedicaba a eso, simplemente a mentir.

¿Qué te hace estar a esta hora aquí? Se supone que deberías estar descansando, recuerda que es primordial para que funcione el negocio – Le sonríe, ¡Como si de verdad le importara! Maldita hipócrita, pero en fin, algo había en esa bruja que le hacía perder los estribos, que lograba que ella quisiera tener más de su esencia, que le desea querer protegerla y al mismo querer morderla, su sangre le serviría de estimulante, el líquido vital de los brujos siempre daban otras ventajas a los vampiros, momentáneas claro, o en su caso así había ocurrido, lo notó en el momento en que se tragó todo lo de un varón de esa especie por completo, pero no estaba para darle su conocimiento a la bruja, las lecciones le aburrían. - ¿A qué se debe el honor? – Preguntó de manera sarcástica, mostrándose por fin frente a ella, con el rostro perfecto, la belleza deslumbrante, la ropa bien colocada.

¿Algo de tomar? – Ofreció a la vampiresa acercándose a una mesa situada alado de un escritorio, tomó una vaso de cristal, dejó caer un poco del whisky, se aproximó de vuelta solo para darle el la copa en sus manos – Dicen que nuestro espectáculo, más bien los que se dan aquí son los mejores ¿tú lo crees? Estoy pensando en hacer cambios, siempre son buenos, quizás despida a un poco de personal. ¿Qué estás dispuesta a hacer para quedarte? – Preguntó, antes de cualquier otra cosa se llevó su propia copa a la boca, fingiendo el gusto por aquel líquido, se sentó a su lado esperando la respuesta – Muchos aquí quieren hacerme favores, brillar para que los deje ¿qué tendrías de diferente? – Insistió, las respuestas siempre le hacían sacar otras conclusiones, Marishka era una vampiresa dispuesta a ceder siempre y cuando recibiera algo de provecho, algo elevado, algo que le hiciera sentir más que poder ¿qué sería? Torció la sonrisa para hacerse ver de forma convincente, buscaba que la bruja olvidara el tema de la sangre, por supuesto, aunque si volteaba a ver seguramente lo recordaría y habrían miles de respuestas.

A veces debemos borrar el dolor que nos ocasionan algunas prendas, ese accidente fue trágico – Dijo de nuevo con esa actuación tan natural que tenía – Me hace recordar cuando perdí a mi hermano, lo sufrí demasiado – Otra mentira ¡Claro que no había muerto su hermano! ¡Tampoco le importaba si lo llegaba a hacer, aunque necesitaba que nunca se volviera un vampiro, porque sería darle un golpe duro de nuevo; Marishka se levantó, tomó el vestido visible del bote de la basura, y lo tiró por una de las ventanas, cuando se retirara lo pasaría a traer, nadie pasaba por ahí, aquel callejón se encontraba entre dos casas, era un espacio reducido donde solo un cuerpo pequeño como el de ella podría entrar.

- Entonces ¿En qué estábamos? – Musitó volviendo, pero esta vez se sentó rosando rodilla con rodilla.


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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Mar Nov 19, 2013 5:22 am

Bastó una mirada furtiva en la profundidad de sus ojos para comprobar con certeza que era ella, sin necesidad de palabras siquiera. Apenas la habría visto un par de noches rondando por el teatro. Solía acudir a los grandes estrenos, saludando a toda la gente importante que de vez en cuando se dejaba caer por el lugar. Una sonrisa irresistible, un discurso encantador. Como jefa que era, debía dar buena imagen. Empujé la puerta con una mano para entrecerrarla, aunque no llegó al tope. Me senté tras ella, en una de las sillas allí dispuestas, y contemplé minuciosamente sus movimientos, tratando de discernir qué había ocurrido allí exactamente. Ese nerviosismo que trataba de ocultar la delataba sin que ella se diera cuenta. Si no hubiera vivido tantas veces escenas como aquella, probablemente me habría creído sus mentiras sin siquiera plantearme que lo fueran. Marishka era mejor actriz que la mayoría de la gente que trabajaba allí, supongo que por eso era la digna gerente del teatro.

Su voz era tan suave como de costumbre, como terciopelo. Relataba la historia sin el mínimo temblor en la voz, de esa forma que engatusaba con una facilidad apabullante. Daban ganas de acomodarse en el asiento y escucharla hablar durante horas. A pesar de ello, siempre se dice que el hecho de dar demasiadas explicaciones sin haberlas pedido es signo de que te están mintiendo.

Tuve un accidente, el carruaje donde venía se volcó, mucha sangre de mis acompañantes, pero ya estoy de vuelta, y bien.

O puede que simplemente tuvieras hambre. —Y eso era perfectamente normal. Al fin y al cabo, todo el mundo necesita cazar para vivir. Unos comen conejos y otros humanos, ¿acaso no somos la misma cosa? Un río de sangre envuelto en carne y piel blandita, caliente. Cada uno lucha por su supervivencia como puede, y la vampiresa no era la única en la sala que había asesinado a sangre fría más de una vez. Lo cierto es que puestos a contar detalles escabrosos, prefería el morbo de la matanza que el de la excusa, pero los vampiros nunca cuentan esas cosas, no si quieren seguir formando parte de la sociedad y no levantar sospechas. ¿Que cómo supe que era uno de ellos? Sólo hacía falta mirar su rostro fijamente durante un instante para poder ver el aura pálida que emanaba de su piel de forma tenue pero inevitable. Eso, y la elegancia natural con la que se mueven los inmortales, su semblante de porcelana, perfecto, frío e impoluto, y la sensualidad con la que hilaba las palabras, incluso sin pretenderlo. Sobra decir que siempre me fascinaron estos seres. Nada nunca se les cruza por medio y vive para contarlo. Me preguntaba si de repente me habría convertido yo en esa clase de estorbo y había llegado mi fin. En circunstancias normales, seguramente eso habría alterado mis nervios, pero, llegados a este punto, mi (in)consciencia consideró que aquello era de lo más entretenido que me había pasado en los últimos días.

Estaba practicando. Últimamente duermo muy mal y antes que perder toda la noche en vela intentando conciliar el sueño, consideré más productivo quedarme aquí y ensayar las obras para mañana. Si siento cansancio, me echo una cabezadita en algún sillón. Nadie me prohibió nunca que lo hiciera, y así me aseguro de que ningún ladrón potencial entre a robarnos, o que los fantasmas cobren vida —le dediqué una sonrisa socarrona, a modo de broma. Tan sólo habíamos tenido unas cuantas charlas informales en el pasado, pero por alguna razón me resultaba una de esas personas que sientes conocer de antes, como si fuera una amiga de toda la vida. Incitaba a confiar en ella, eso me gustaba, aunque a veces me preguntaba si no era más que otra de sus habilidades sobrenaturales. Acepté la copa de whisky que me ofreció, sin duda un poco de alcohol no me vendría nada mal. Lo que aconteció después, sin embargo, me hizo torcer el gesto.

Con todos mis respetos, señora, no pienso ofrecer nada que no haya ofrecido ya. Mi tiempo, mi vida y mi cordura se las entregué hace años a este lugar, mucho antes de que vos llegaráis. —Cuando algo me molestaba, pensaba más rápido de lo normal y mi acento islandés se remarcaba más de lo habitual. Seguramente había palabras que no se entendían bien, pero aún así trataba de mantener las distancias. No me gustaba aquella insinuación. Me preguntaba si se había dado cuenta de que últimamente las cosas no fluían del mismo modo que antes, si de verdad pretendía dejarme en la calle después de todo lo que había sufrido para conseguir este puesto. Sabía que aquello era algo pasajero y que podría sobrellevarlo, pronto se pasaría, pero quizás el más mínimo fallo se pagaba con el despido. No podía creer tanta intransigencia. Si lo que quería era desviar mi atención, lo había conseguido.— La decisión es vuestra, pero si esperáis conseguir algo de mí que no sea mi más sincera entrega al trabajo, os equivocáis completamente de persona.

Tuve la intención de levantarme, pero se quedó en un amago. Ella tiró la ropa por la ventana y se sentó a mi lado. Supe que ninguna de mis palabras tenía la más mínima importancia para ella. Me limité a observarla con el ceño fruncido, en una actitud más desafiante de lo que hubiese pretendido. La frustración traducida en rabia aumentaba en mi interior y algo empezaba a descontrolarse. Mis poderes, al igual que toda la inspiración, habían dejado de ser lo que fueron, permanecían latentes en mi interior, hasta que algo se desconectaba en mi cerebro y salía como un huracán. Ya lo había vivido antes y me preocupaba que ocurriera de nuevo. Deseé que la conversación cambiara de rumbo o no sería capaz de adivinar lo que podría ocurrir.



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Mensaje por Marishka Marquand Jue Dic 05, 2013 8:21 pm

- Ella lo sabe, estoy segura de eso, tiene conciencia de mi naturaleza, al igual que de algunas más - La sonrisa amplia, falsa y alargada se mantenía en el rostro de porcelana de la vampiresa - Claro que lo sabe, es una bruja, fue una tontería subestimarla ¿En que momento la creí tonta? De todas las mujeres que trabajan para mi, para mi teatro, ella es de las pocas que creo inteligentes, que valen la pena, que incluso sería capaz de convertir - Sus pensamientos eran claros, además, no todo el tiempo la vampiresa puede jugar a las mentiras para hacérselas creer a los demás. Existen seres inteligentes que la merecen, que les puede otorgar un poco de su valioso tiempo. Se podría decir que para ella la criatura frente a ella valía la pena, por eso mentía para no asustarla, por eso sonreía para parecer agradable, por eso intentaba no pensar en arrancarle la cabeza a mordidas.

Extrañamente, a Marishka le llamaba la atención ese físico distinto a todo lo que había visto, claramente no le resultaba la mujer más bella, pero lo era, la bruja lo era, hermosa, exótica, distinta, pero lo que asentaba más las cosas era la inteligencia extraordinaria que poseía. Suspiró, si acaso todos los humanos fueran de esa manera para ella, seguramente no los devoraría, estaría casi seca, sin sangre, desesperada, sin fuerza o velocidad, porque a un diamante se le debe sacar brillo para poder llamar la atención al mundo, para que se le aprecie, sin embargo le encanta saber lo inferiores que son los humanos, le encanta saberse en el otro nivel, el de los poderosos, el que vale la pena, el único que importa. ¿Marishka siempre fue así? No, pero cualquiera en las circunstancias en la que ella estuvo se habría perturbado de esa manera. Es triste y al mismo tiempo valioso, porque se supo levantar, sacar provecho y seguir adelante, existen tantos vampiros que no deben ser convertidos por su terror, por su poco valor a reconocer que beber sangre de humano es lo mismo a comer de un animal. Patéticos.

- Encima la gatita tiene carácter - Pensó, era todo un dialogo mentar el que se encontraba sosteniendo. No se aburre, tampoco se cree loca, para poder actuar de manera correcta muchas veces analiza lo que vive, lo que tiene frente a ella. Sus ojos se oscurecen de manera exagerada, tiene sed, quiere probarla, intentará hacerlo, pero Marishka no lo hará a la fuerza porque sabe que es una pieza valiosa en su tablero de ajedrez. Quizás la amistad puede solidificarse, ¿qué habría de malo en eso? Nada, absolutamente nada, o al menos eso desea; la vampiresa aspira un poco más el aroma femenino, encima puede percibir también la cantidad de magia que la criatura manera, la cual es demasiada, poderosa. ¿Qué pasa cuando se tiene la unión de una criatura inmortal y eterna como ella, con la magia que puede crear y tener esa mujer? Seguramente el poder y el miedo sería grande, podrían incluso convertirse en leyenda.

- Todas esas cosas que dices haber entregado para este santuario suena muy bonito, incluso hasta poético, pero quiero recordarte algo, bruja - Sonríe de forma mordaz, entretenida por la situación que tiene, porque ahora es momento de dejar caer caretas, de que ella hable con transparencia, además, si la situación se le iba de control, nada que un mordisco no pudiera arreglar. - Por más años o tiempo invertido que tengas, nadie es indispensable, la única que lo es soy yo, porque soy eterna, algo que tu no tienes la habilidad ¿Lo sabes, verdad? - Sonríe, aunque no lo hace de forma mezquina, lo dice de forma sincera, y ni siquiera quiere insultarla, solo mostrándole lo que podría pasar. ¿Verdad?

- Ahora bien, lo único que quería escuchar es que eres capaz de ofrecer, no planeaba tampoco que lo hicieras; riquezas, sexo, poder lo tengo, pero comprenderás que en la inmortalidad en ocasiones nos aburrimos - Sus palabras sonaban incluso vacías, dado que ella ni siquiera llevaba demasiado tiempo siendo una vampiresa - ¿No te emociona en ocasiones jugar al riesgo? ¿Jugar a actuar? No sólo para el teatro, te lo recomiendo, es divertido, incluso productivo - Y dio una palmada breve y rápida al muslo de la bruja.


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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Mar Dic 10, 2013 7:18 pm

Como quien da cuerda un reloj, como la bailarina de una caja de música empieza a danzar al abrir la tapa, mis piernas parecían haber cobrado completa autonomía. Golpeaba el suelo con los pies inconscientemente, a tempo, como si de un metrónomo se tratase. Era un claro síntoma de nerviosismo y ni siquiera me había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Entrecerré los ojos, apenas convertidos en una ranura, y miré a la vampiresa, tratando de discernir cuál era su verdadero propósito en aquel asunto, a dónde nos podía llevar semejante conversación. Por alguna razón, todo el protocolo inicial se había ido al traste de pronto, sin tapujos, sin máscaras. Ella veía a través de mí y yo a través de ella y ambas deseábamos parte de la esencia opuesta. En mi caso era una sed de curiosidad insaciable, ¿en el suyo? No podía saberlo. Las palabras no delataban mucho más y eso empezaba a impacientarme. Caminando en círculos sin siquiera haber dado un paso.

Me recosté sobre el respaldo del asiento, destensando los músculos, cerrando los ojos mientras ella insinuaba lo sencillo que sería ponerme de patitas en la calle con tan sólo desearlo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro. Mis pies dejaron de taconear a su libre albedrío, recobraba la conciencia sobre mi cuerpo. —Está bien, actuemos.— Y acto seguido, me reacomodé, con el torso apuntando hacia ella y un brazo sobre el respaldo, en actitud despreocupada, relajada, como una amiga que le pregunta a la otra, intrigada, qué tal han ido los últimos días. Sosteniendo su mirada, eché un trago al whisky y bajé la mano, casi a modo de ofrecimiento. Sonreí con cierta picardía.

Me parece que hemos estado planteando mal la pregunta— sugerí, gesticulando con la mano que sujetaba la copa. Di un último trago largo y la dejé sobre la mesa, con un chasquido de lengua a causa del fuerte sabor. Volví a girarme hacia ella. Había algo en su rostro que imponía y al mismo tiempo atrapaba, de forma casi hipnotizante, como un imán. Lejos de querer huir, el magnetismo se hacía más fuerte, deseaba ahondar en ella. Al fin y al cabo, pocas veces teníamos la ocasión de encontrarnos cara a cara sin la presión social y la etiqueta convencional características de nuestra profesión. Ladeé levemente la cabeza y la miré fijamente, revelando la curiosidad que sentía—¿Qué es lo que deseas? ¿Qué quieres de mí exactamente?

Quería nadar en ellos, en esos ojos que por momentos se volvían oscuros, como un lago en la noche, como el abismo, como la más absoluta decadencia.


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Mensaje por Marishka Marquand Jue Ene 02, 2014 11:44 pm

Marishka sabe que tiene el control de la situación, lo sabe desde que tomó las riendas de aquel lugar, desde que hizo dueña de tal, primero que nada por su condición, pero también por saberse tener a todos los vampiros (trabajadores), babeando por ella, peleando por ella. Se siente poderosa por eso, pero también por más, aunque es una vampiresa joven, sabe lo que quiere. Aunque su inmortalidad apenas a empezado, la mortalidad le enseñó a actuar para poder obtener lo que quiere, de esa manera muchos beneficios pueden aparecen, y claro, sólo son para ella; Nói estaría acabada si la hace enojar, con sólo un suspiro le habría quitado la cabeza, pero ella, la vampiresa, la deseosa de sangre no desea hacerle daño, porque el daño lo prefiere hacer de otra manera, y ni siquiera sería para lastimarla. Todo placer tiene su dolor. ¿Lo obtendrán ellas esa noche? Quizás si, sería cuestión de verse con el transcurso del tiempo.

- Tal parece que sabes controlarte lo necesario, sin importar que tan perturbada estés, con razón trabajas para mi, una profesional aunque tu rama sea otra, deberías estar muy orgullosa de ti ¿lo estás? - Su mirada viaja a los rasgos de la mujer. Para Marishka es completamente exquisita, distinta, diferente. Todo lo que buscaba para poderse dar una nueva “aventura”. ¿La bruja querría hacer lo mismo que la inmortal o tendría que obligarla? Aunque la pequeña de los Marquand disfrutaba sometiendo, obligando, haciendo daño, lo cierto es que de vez en cuando que alguien demostrara su deseo por ella siempre incrementaba su ego de forma exagerada. ¿Podría volver a la bruja su amante? Eso lo deseaba, incluso podía sentir el palpitar de su vagina por el deseo que estaba teniendo. Una oleada fuerte, intensa, pero se controlaría, porque ella mantenía el control.

- Puedo desear de ti desde tu talento por la música, hasta tu inteligencia, o incluso tu sangre, o ¿qué me dices de tu cuerpo? Quizás hasta podría tener todo en estos momentos ¿qué dices? - Marishka caminó con cuidado hasta situarse detrás de la mujer de rasgos distintos. Sus manos se colocaron en los hombros de la mujer. Se acercó para aspirar su aroma. Olía bien, a frescura, a dulzura, incluso a magia. Si, porque eso se puede oler, lo distinto; sonríe con descaro, se relame los labios y lentamente acaricia la curvatura de su cuello con la nariz - Hueles bien, eso es bueno. - Las manos de la bruja ahora se deslizan por la cintura estrecha de su trabajadora. La atrae a ella - ¿qué estás dispuesta a darme? - Pregunta a su oído con sensualidad.

- Podemos comenzar el juego ¿qué dices? - Su lengua sale para seguir jugueteando en esa zona, sólo bastan unos lengüetazos, la suelta y sigue caminando. - ¿Acaso tienes miedo de lo que dicen los demás? ¿Eres una aburrida seguidora de la iglesia que cree que esto es un pecado? - Sonríe de lado, con descaro, de forma insinuante - Mi querida, Nói ¿qué estás dispuesta a hacer? Quisiera ver tu rostro entre mis piernas y disfrutar de tu lengua dentro de ellas - Marishka es descarada si, pero dice lo que desea porque de esa manera lo quiere obtener: sin rodeos.

- ¿Quienes un poco de whisky? ¿vino? Pide, ten confianza, dicen que eso levanta el libido de los mortales, lo cierto es que nunca lo experimenté - Pero quiere que ella lo haga, quiere que se caliente para poder disfrutar de su cuerpo. Ambas. ¿Serían entonces amantes? Si, lo serían, porque Marishka así lo quería, y porqué también la bruja lo querría con ella.


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Mensaje por Nói Runa Hauksdóttir Dom Ene 19, 2014 12:45 pm


And if you complain once more you'll meet an army of me

La vampiresa caminaba por la sala, ante mis ojos bailaba. Bailaba con esa gracilidad propia del depredador que cree tener en sus redes a su presa, altiva, segura de sí misma, poseía el control o al menos eso creía. Y es que nadie había osado interponerse nunca en su camino, de eso podía estar segura, sólo hacía falta que, por una vez, probara un poco de su propia medicina. Aquella noche no había lugar para sentimentalismos, no habría caricias tiernas ni cariño, sólo mordiscos y quizás un poco de sangre. Necesitaba algo que me hiciera sentir viva, dejarme caer y despertar con el cuerpo lleno de moratones. Deseaba la intensidad que me sacara de la monotonía, de ese estúpido estado de ánimo apático y cargante que no me dejaba pensar con claridad. Volver a respirar, al menos, un aire nuevo, ser consciente de que la noche anterior podría haberme enfrentado a la muerte y dar las gracias  por seguir viva todavía. Necesitaba sentir la decadencia bajo mi piel, la complicidad de saber que lo ocurrido la noche anterior es algo que nadie puede saber, guardar un secreto y reír al recordarlo, experimentar ese pinchazo en el pecho fruto de la degeneración pasada. Todos tenemos una bestia dentro y no es sano reprimirla durante tanto tiempo.

Así, bebí el último trago de mi copa de whisky. Sentía cómo el calor bajaba por mi garganta y se derramaba en mi estómago, caldeando mi vientre. Era una sensación desagradable en realidad, la que hacía que, las primeras veces que bebías, esbozaras una mueca de repugnancia, pero la placidez que dejaba tras de sí no tenía comparación a ninguna otra sustancia. La estancia empezaba a desdibujarse levemente ante mis ojos, mi mente se desligaba de mi cuerpo y las palabras de Marishka sonaban lejanas, oníricas. Le gustaba hablar y simplemente dejé que lo hiciera. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sus frías manos se posaron sobre mis hombros, cuando su nariz rozó mi cuello y su aliento erizó el vello de mi nuca, pero me mostré impasible. ¿Que qué  quería? Quería que me deseara aún más, quería que enloqueciera hasta perder la cabeza, quería saber de lo que era capaz la muy altiva, desatar su parte más oscura, quería que nos hiciéramos daño y que gritaramos de placer al mismo tiempo, lo quería todo y sabía que no iba a decepcionarme. Su falta de sutileza hacía que me creciera ante la evidencia. No la iba a dejar ganar tan fácilmente.

Tan pronto como se apartó de mí, me levanté del sitio, dejé la copa sobre la mesa y la miré de arriba abajo, en la distancia, postrada en la pared. Era hermosa, preciosa y su aspecto delicado la convertía en la más exquisita de las flores por desflorar. Aparentaba una inocencia que no le correspondía en absoluto y ese contraste, de algún modo, me excitaba. Sin embargo, no era más que plena atracción física, probablemente fruto de sus encantos inmortales que quedaban más allá de mi comprensión. No compartíamos mucho, no me fascinaba hasta el punto de querer desnudarla también mentalmente, pero sí para querer acariciar la totalidad su piel con la yema de mis dedos. Algo en mí me decía que ésa no era la clase de cosas que solía hacer, yo replicaba que cuáles eran pues, si hacía tiempo que ya no sabía ni quién era yo. Aquella sería, por supuesto, la excepción que confirmaba la regla, pero sabía que no me arrepentiría. Caminé hacia ella con paso decidido y me quedé mirándola a apenas unos centímetros de su rostro, mis ojos clavados en los suyos, mis manos sujetaban su cara para que no pudiera apartarse.

No voy a ofrecerte nada —murmuré con decisión, esbozando una sonrisa plagada de picardía— voy a quitártelo todo.
Y presioné mis labios contra los suyos, aún con la mirada fija en sus pupilas. Podía leer la excitación que se abría paso a través de sus ojos, los cuales me quedé contemplando hasta que los cerró, entregándonos al placer. Bajé mis manos por su yugular, aflojando el cuello de su vestido con cierta violencia. Tiraba de los lazos, tiraba de la tela, mientras que la otra mano se precipitaba hacia su espalda, desatando los hilos del corset. Tanta ropa innecesaria. Y aún así, deseaba deleitarme en el profano ritual de desnudarla poco a poco. La empujé contra la pared y acerqué mi cuerpo al suyo con avidez, como si necesitara respirar a través de sus labios. Mientras buscaba apresurada su piel entre la tela, mi boca bajó hasta su cuello. Lo rocé con mi nariz, tal y como ella había hecho instantes antes, lo acaricié con mi lengua  y mordí donde quién sabe si años o siglos atrás la habían morido, arrebatándole la vida que dejaba atrás, recordándole quién o qué era realmente. El último atisbo de cordura pasó fugaz por mi cabeza, recordándome que ella, después de todo, era mi jefa y que aquello traería consecuencias, pero semejante figura de autoridad no hacía sino encenderme todavía más. Quería jugar, quería luchar por el poder como si no hubiese nada más allá afuera, como si la vida acabara en ese camerino.




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Mensaje por Marishka Marquand Jue Ene 23, 2014 9:39 am

De eso se trataba todo en realidad. Dejarse llevar por la vida, disfrutar de las pasiones que se originaban en el momento, no temer a las consecuencias porque probablemente con un vampiro aquellas no se presentarán, la vida se puede ir en un instante. Ella era de esas criaturas que se dejaba guiar por sus instintos, por su deseo, por las pasiones deliciosas que la hacían tener un motivo en la eternidad. Para ser honestos, quien no tiene motivos, intenciones, o metas, aún cuando la eternidad les espera para poder planearlas, es mejor tenerlo muerto, sólo ocupa espacio valioso. ¡Estorba! Ella no es así, tiene todo planeado, calculado, y por eso a cada instante busca la manera de poder gozar un poco de más momentos, cómo ese. No lo planeó, si lo deseaba, estaba ocurriendo. Todo estaba a favor de ambas, si se pensaba de mejor manera, la situación no sólo iba a favorecer a la vampiresa, también a la bruja.

La pasión no tardó en mostrarse. Los labios cálidos de la bruja abrazaban, danzaban los de la vampiresa, haciendo un baile perfectamente sincronizado, donde las dos piezas se complementaban y deslizaban por aquella pista llena de saliva femenina. A Marishka le pareció un sabor delicioso, porque encima de todo, se atrevió a rasgar con uno de sus colmillos parte de su labio. Una herida meramente superficial, tampoco estaba en ella lastimarla, porque lo que buscaba era el goce de ambas. Por primera vez en mucho tiempo estaba dejando de ser egoísta. Bien sabe que a algunas mujeres les gustaba empezar rudo aquel acto, aunque para ser sincera ella podía empezar suave, acariciar, calentar antes de tiempo los motores. ¿Qué tenía de malo? Mientras más paciencia tuviera, ambas llegarían a un feroz orgasmo, delicioso.

Las manos pequeñas de la vampiresa se deslizaron hasta posarse en la cintura ajena, la atrajo hacía ella. A diferencia de la bruja, la fuerza que ella tenía le facilitaba la tarea, tanta ropa encima molestaba. Sus uñas rasgaron con fuerza la tela, parecía que sólo estuviera quitando el papel de un regalo bien elaborado. El corsé cayó con rapidez, dejando que la figura de la mujer se mostrara bajo las transparencias de la blusa bajo aquel conjunto poco fino. Su empleada no es que fuera la más elegante al momento de vestir, quizás por eso también le atraía, por esa forma tan suya de mostrarse, porque le parecía genuina, sin necesidad de aparentar, de mostrar lo que no era. De las pocas cosas que valoraba Marishka ya fuera en una criatura de la noche, o en un humano (aunque a estos últimos no los valoraba), es la sinceridad que mostraban de ellos mismos.

- Despacio, no hay prisa - Susurró con la cabeza mirando al techo dados los besos que le repartía la mujer. Marishka le jaló el cabello con suavidad hacía atrás, incluso le subió el rostro para que se miraran a los ojos - Hay que disfrutar - Y de esa forma la empujó lentamente hasta el sillón que se encontraba detrás de ellas. Dado que Nói ya casi estaba sin ropa (a excepción de los interiores), y no era tan hábil desnudando a la bruja (aunque si buena, ¿quién tiene facilidad con los corsé? ) terminó por arrancarse cada prenda. - Vamos a preparar un poco tu cuerpo - Con lentitud se subió a horcadas sobre los muslos de la bruja. Sus manos se estiraron logrando que su corpiño quedara en la curvatura de sus pechos; sus manos se posaron en cada uno de ellos sin dejar de morirla, lentamente comenzó a dar masajes en torno a las manecillas del reloj. Su dedo indice y pulgar acarició con precisión el presión, con cuidado los comenzó a pellizcar.


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