AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Éthéré | Felicity
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Éthéré | Felicity
Etérea. Fugaz. Cambiante. Como una pluma que danza al son del viento que la mece, tal era la sensación de caminar por el suelo sin llegar a tocarlo nunca. Traspasando las paredes y los secretos que éstas guardaban. Era un sentimiento extraño aunque hermoso. El Sol brillaba en todo lo alto, riéndose de los mortales que paseaban bajo su luz. Se sentía tan ligera que casi le parecía extraño que las continuas corrientes de aire no la arrastraran nunca consigo... Pero el aire tampoco podía llegar a tocarla. No es ese estado. Caminaba entre la gente, que no podía verla, como si fuese una persona más. Fingía sentarse a comer en un restaurante, junto a las personas desconocidas. Fingía estar discutiendo con un hombre acerca de los hijos que nunca tuvieron y del servicio al que no podían pagar. Fingía seguir estando viva, mientras el mundo seguía girando a su alrededor como si nada. Pero lo hacía manteniéndose de forma incorpórea, porque pese a querer formar parte de aquel mundo lleno de luces y de matices variados, la realidad es que ya no pertenecía a él.
Y pese al tiempo que ya había transcurrido desde su muerte, muchas veces no recordaba que no seguía respirando... De que ya no podía seguir paseando tranquilamente bajo el Sol de media tarde... que ya no sentía el calor incidiendo sobre su piel. Estaba muerta, y quisiera reconocerlo o no, seguía siendo así. Nada cambiaría aquel hecho. O tal vez sí. De nuevo, la idea de acudir en búsqueda de un brujo que pudiera cumplir su petición, le apareció repentinamente en la cabeza. Quizá pudiera ser posible, y siempre se dijo que no perdía nada por intentarlo. Quizá podían ligar su alma a algún objeto... sin invadir un cuerpo ajeno, que era algo que nunca quiso hacer. Si bien era cierto que una de sus facultades concedidas por su nueva naturaleza, era la capacidad para poseer cuerpos humanos, mas nunca se había sentido cómoda al respecto. Ni siquiera pensarlo le parecía adecuado. No, ella nunca sería capaz... O no se sentía capacitada para ello.
Se desplazó por las calles abarrotadas sumida en sus pensamientos. "Chocaba" con las personas causándoles escalofríos repentinos. A veces, por inercia, se tambaleaba como si realmente impactaran contra su cuerpo en lugar de traspasarlo. Los observaba mientras ellos no eran capaces ni de percibirla. A veces, incluso se sentía tentada de aparecerse de golpe delante de la muchedumbre. ¿Qué expresión se dibujaría en sus rostros, siempre ajenos a todo cuanto acontecía a su alrededor porque no les afectaba? ¿Sorpresa? ¿Indiferencia? ¿Miedo? Cualquiera de aquellas opciones era plausible en la misma proporción que las demás. Aunque consideraba que dado lo ilógico e inusual de la situación, el miedo fuese la más probable.
Y pese al tiempo que ya había transcurrido desde su muerte, muchas veces no recordaba que no seguía respirando... De que ya no podía seguir paseando tranquilamente bajo el Sol de media tarde... que ya no sentía el calor incidiendo sobre su piel. Estaba muerta, y quisiera reconocerlo o no, seguía siendo así. Nada cambiaría aquel hecho. O tal vez sí. De nuevo, la idea de acudir en búsqueda de un brujo que pudiera cumplir su petición, le apareció repentinamente en la cabeza. Quizá pudiera ser posible, y siempre se dijo que no perdía nada por intentarlo. Quizá podían ligar su alma a algún objeto... sin invadir un cuerpo ajeno, que era algo que nunca quiso hacer. Si bien era cierto que una de sus facultades concedidas por su nueva naturaleza, era la capacidad para poseer cuerpos humanos, mas nunca se había sentido cómoda al respecto. Ni siquiera pensarlo le parecía adecuado. No, ella nunca sería capaz... O no se sentía capacitada para ello.
Se desplazó por las calles abarrotadas sumida en sus pensamientos. "Chocaba" con las personas causándoles escalofríos repentinos. A veces, por inercia, se tambaleaba como si realmente impactaran contra su cuerpo en lugar de traspasarlo. Los observaba mientras ellos no eran capaces ni de percibirla. A veces, incluso se sentía tentada de aparecerse de golpe delante de la muchedumbre. ¿Qué expresión se dibujaría en sus rostros, siempre ajenos a todo cuanto acontecía a su alrededor porque no les afectaba? ¿Sorpresa? ¿Indiferencia? ¿Miedo? Cualquiera de aquellas opciones era plausible en la misma proporción que las demás. Aunque consideraba que dado lo ilógico e inusual de la situación, el miedo fuese la más probable.
Última edición por Kaethe el Jue Nov 21, 2013 5:12 am, editado 2 veces
Kaethe- Fantasma
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Re: Éthéré | Felicity
Ruidos, risas, conversaciones por doquier. Vida.
Demasiada gente quizás para alguien tan poco acostumbrado a encontrarse con tantas personas a la vez. Agarrando con firmeza su pequeño saquito con sus pocas pertenencias, vaga por las calles mirándolo todo con esa expresión de soledad y asombro que no se borra de sus ojos. Todos los que se cruzan con ella se van apartando, ya sea por su forma da andar, rápida y escurridiza, como por su apariencia desaliñada y estrambótica. En su enmarañado cabello rubio se reflejan los primeros rayos del atardecer, y en su piel cetrina el brillo del crepúsculo marca su palidez. Inconscientemente se queda mirando a todos los que por su alrededor vagan, ajenos a su presencia: niños gritando persiguiéndose en un juego inventado, jóvenes vestidas de oficio comprando los últimos productos para la cena de sus señores, algún que otro gran señor con sus ropas impolutas y su porte frívolo y por los arrabales sombras que se mueven haciendo desaparecer la mercancía de algún escaparate al aire libre.
Tan absorta está en sus pensamientos que no se da cuenta de la joven que se le acerca y al girarse y frenar para no chocarse con sus bellas ropas se pisa la falda y se resbala, quedándose sentada en el suelo entre los murmullos y risas ahogadas de los transeúntes.
-¡Disculpe! No era mi intención importunarla, perdone mi torpeza -. La joven, quitándose los alborotados mechones de la cara, sonríe amablemente a la señorita, en un quedo intento de ser simpática. Sin poder evitarlo se queda ensimismada mirándola, poco o quizás nada sorprendida de que la persona que está delante de ella es tenuemente traspasada por los rayos del sol y flota, como una cálida pluma en la brisa, a unos centímetros del suelo donde ella está tan ridículamente sentada.
Demasiada gente quizás para alguien tan poco acostumbrado a encontrarse con tantas personas a la vez. Agarrando con firmeza su pequeño saquito con sus pocas pertenencias, vaga por las calles mirándolo todo con esa expresión de soledad y asombro que no se borra de sus ojos. Todos los que se cruzan con ella se van apartando, ya sea por su forma da andar, rápida y escurridiza, como por su apariencia desaliñada y estrambótica. En su enmarañado cabello rubio se reflejan los primeros rayos del atardecer, y en su piel cetrina el brillo del crepúsculo marca su palidez. Inconscientemente se queda mirando a todos los que por su alrededor vagan, ajenos a su presencia: niños gritando persiguiéndose en un juego inventado, jóvenes vestidas de oficio comprando los últimos productos para la cena de sus señores, algún que otro gran señor con sus ropas impolutas y su porte frívolo y por los arrabales sombras que se mueven haciendo desaparecer la mercancía de algún escaparate al aire libre.
Tan absorta está en sus pensamientos que no se da cuenta de la joven que se le acerca y al girarse y frenar para no chocarse con sus bellas ropas se pisa la falda y se resbala, quedándose sentada en el suelo entre los murmullos y risas ahogadas de los transeúntes.
-¡Disculpe! No era mi intención importunarla, perdone mi torpeza -. La joven, quitándose los alborotados mechones de la cara, sonríe amablemente a la señorita, en un quedo intento de ser simpática. Sin poder evitarlo se queda ensimismada mirándola, poco o quizás nada sorprendida de que la persona que está delante de ella es tenuemente traspasada por los rayos del sol y flota, como una cálida pluma en la brisa, a unos centímetros del suelo donde ella está tan ridículamente sentada.
Felicity Shalott-Banshee- Hechicero Clase Media
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Re: Éthéré | Felicity
Dolor. Pasión. Amor. Terror. Vida. Muerte. Todo formaba parte de todo. Cada elemento perteneciente al mundo, influía en el resto de forma irremediable. El universo era un continuo de energías que se afectaban las unas a las otras, cambiando, modificándose, destruyéndose. Dejando de ser algo, para convertirse en otra cosa. Y no había nadie que pudiera saberlo mejor que ella. Había muerto, dejando atrás una vida, una identidad y un cuerpo, para convertirse en un ente que vagaba por la tierra sin ser visto. Y no era la única. Nada desaparecía sin más en aquella realidad cruel y dura que sacaba lo peor de las personas. Veía a los vivos caminar despreocupados por las calles, mirándose de forma altiva los unos a los otros... Y no sabía bien qué pensar. ¿Acaso no se daban cuenta de lo sencillo que era alterar aquel estado de tranquilidad? Un día cualquiera vas de paseo, y nunca más regresas a casa. Lo mismo que le pasó a ella. Y cuando mueres, piensas que se acordarán de ti siempre y que nunca dejarán de amarte. Pero luego te das cuenta de que es mentira. Y te desilusionas. Te hundes. Te amargas. Y solo albergas rencor en tu corazón. Rencor y tristeza.
Se sentó sobre una farola, consciente de que el mundo entero era su escenario de marionetas. Podía influir en él sin ser vista, y, sin embargo, pudiendo hacer lo que cualquier vivo desearía, para ella nunca sería suficiente. Podía reírse de la simpleza con que ellos veían el mundo, pero no podía dejar de añorar formar parte de él. Quería seguir siendo aquella mortal ingenua que caminaba despreocupada, sin pensar en nadie. Sin pensar en nada. Quería seguir siendo lo que nunca debería haber dejado de ser. Se había quedado atrapada allí, entre dos mundos, demasiado pronto para partir. Tenía todos los cabos desatados. Ya nunca habría luz para ella a la que seguir. Y cuando el más allá y el más acá se confunden, la locura aflora como una enfermedad altamente peligrosa. Y la estaba corroyendo. Y ella lo sabía. Pero no podía hacer nada para remediarlo.
Y así, vagando entre el gentío lamentándose por lo desgraciada que se sentía, no se dio cuenta de que volvía a ser parcialmente visible para aquel mundo al que ya no pertenecía. Y la vio. Una muchacha que acababa de "chocar" con ella. Y había caído. ¿La habría sentido? No, no era posible. Debería haber percibido un extraño escalofrío, como todos los demás. Había caído al suelo, y le hablaba directamente, como si el hecho de que no pudiera ser tocada fuese lo más normal del mundo. Se puso en cuclillas para estar a su altura y ladeó el rostro para mirarla fijamente. Había algo extraño en ella.
- No te vi. Pero tú a mi sí. ¿Por qué? ¿Por qué me estás viendo? ¿Por qué estoy dejando que me veas? -Acarició su rostro con un simple roce que traspasó su piel, cálida y brillante. - ¿Acaso no me tienes miedo? -Susurró acercándose aún más a la muchacha, de forma brusca y precipitada, invasiva, sin mostrar reparo por estarla molestando. Estaba muerta, ¿acaso podría hacerle algo?
Se sentó sobre una farola, consciente de que el mundo entero era su escenario de marionetas. Podía influir en él sin ser vista, y, sin embargo, pudiendo hacer lo que cualquier vivo desearía, para ella nunca sería suficiente. Podía reírse de la simpleza con que ellos veían el mundo, pero no podía dejar de añorar formar parte de él. Quería seguir siendo aquella mortal ingenua que caminaba despreocupada, sin pensar en nadie. Sin pensar en nada. Quería seguir siendo lo que nunca debería haber dejado de ser. Se había quedado atrapada allí, entre dos mundos, demasiado pronto para partir. Tenía todos los cabos desatados. Ya nunca habría luz para ella a la que seguir. Y cuando el más allá y el más acá se confunden, la locura aflora como una enfermedad altamente peligrosa. Y la estaba corroyendo. Y ella lo sabía. Pero no podía hacer nada para remediarlo.
Y así, vagando entre el gentío lamentándose por lo desgraciada que se sentía, no se dio cuenta de que volvía a ser parcialmente visible para aquel mundo al que ya no pertenecía. Y la vio. Una muchacha que acababa de "chocar" con ella. Y había caído. ¿La habría sentido? No, no era posible. Debería haber percibido un extraño escalofrío, como todos los demás. Había caído al suelo, y le hablaba directamente, como si el hecho de que no pudiera ser tocada fuese lo más normal del mundo. Se puso en cuclillas para estar a su altura y ladeó el rostro para mirarla fijamente. Había algo extraño en ella.
- No te vi. Pero tú a mi sí. ¿Por qué? ¿Por qué me estás viendo? ¿Por qué estoy dejando que me veas? -Acarició su rostro con un simple roce que traspasó su piel, cálida y brillante. - ¿Acaso no me tienes miedo? -Susurró acercándose aún más a la muchacha, de forma brusca y precipitada, invasiva, sin mostrar reparo por estarla molestando. Estaba muerta, ¿acaso podría hacerle algo?
Kaethe- Fantasma
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Re: Éthéré | Felicity
La joven se echa el largo flequillo hacia los lados, entornando los ojos a causa de la claridad que le incide directamente en los ojos, aunque sin perder la educada sonrisa. - No se preocupe, no me suelen ver casi nunca. No suelo tener importancia para la sociedad de mí alrededor -. Sonríe quedamente y se sonroja ante el contacto sutil de esa mano delicada y elegante. Inclina la cabeza hacia un lado, sonriendo.
Se intenta levantar y pisando el bajo del vestido se vuelve a a precipitar contra el suelo, cayendo completamente de espaldas. Algunas damas la miran sorprendidas, quizás ante el descaro de cómo se encuentra. Varios señores ríen quedamente de tan ridículo espectáculo y la miran de soslayo. La joven rubia se levanta, sacudiéndose el polvo de la falda y las pocas hojas que sin saber cómo aún mantiene entre los nudos de su pelo, y se queda mirando a los hombres que, fumando con altanería sus pipas, la miran con expresión burlona. La joven pasa de no tener expresión a sonreír ampliamente, rechinando quedamente los dientes, provocando un pálido estupor en las damas que jocosamente comentaban de ella momentos atrás. Como una pulsación o un destello, varios de los cristales de las tiendas se resquebrajan, las plantas en sus macetas se secan, y alguna que otra dama cae al suelo desmayada, entre el alboroto de los presentes. Sin prestar atención a los murmullos cada vez más altos del gentío, la joven gira la cabeza en ademán de saludo hacia la dama con la que se tropezó hace unos instantes.
- ¿Debería de tenérselo? Parece usted muy agradable -. La joven rebusca algo en su desaliñada bolsa remendada de trapo y, sin dejar de sonreír, le ofrece a la dama un desteñido y amarillento pañuelo de seda. - Siento si le he hecho algún fallo a su vestido, soy un desastre -.
Se intenta levantar y pisando el bajo del vestido se vuelve a a precipitar contra el suelo, cayendo completamente de espaldas. Algunas damas la miran sorprendidas, quizás ante el descaro de cómo se encuentra. Varios señores ríen quedamente de tan ridículo espectáculo y la miran de soslayo. La joven rubia se levanta, sacudiéndose el polvo de la falda y las pocas hojas que sin saber cómo aún mantiene entre los nudos de su pelo, y se queda mirando a los hombres que, fumando con altanería sus pipas, la miran con expresión burlona. La joven pasa de no tener expresión a sonreír ampliamente, rechinando quedamente los dientes, provocando un pálido estupor en las damas que jocosamente comentaban de ella momentos atrás. Como una pulsación o un destello, varios de los cristales de las tiendas se resquebrajan, las plantas en sus macetas se secan, y alguna que otra dama cae al suelo desmayada, entre el alboroto de los presentes. Sin prestar atención a los murmullos cada vez más altos del gentío, la joven gira la cabeza en ademán de saludo hacia la dama con la que se tropezó hace unos instantes.
- ¿Debería de tenérselo? Parece usted muy agradable -. La joven rebusca algo en su desaliñada bolsa remendada de trapo y, sin dejar de sonreír, le ofrece a la dama un desteñido y amarillento pañuelo de seda. - Siento si le he hecho algún fallo a su vestido, soy un desastre -.
Felicity Shalott-Banshee- Hechicero Clase Media
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Re: Éthéré | Felicity
Su respuesta la dejó paralizada, contrariada, como si el simple hecho de que la ignoraran teniendo piel y huesos fuese del todo absurdo para ella. Y ciertamente, así era. Entendía que a un fantasma no pudieran verlo -básicamente, porque no podían-, pero que no vieran a aquella chiquilla de rostro gentil y palabras amables... Eso no tenía ningún sentido. Se concentró lo suficiente para poder volver a controlar sus habilidades, y finalmente se hizo corpórea ante la mirada de la chiquilla de hermoso rostro. En aquel momento, su mano, que aún reposaba sobre el rostro ajeno, pudo palpar la verdadera calidez de la muchacha, lo que la hizo sonreír con sinceridad. Era extraña aquella chica, no le cabía la menor duda, y quizá por ello le agradaba. Miradas indiscretas se dirigieron a ambas, ya que la repentina aparición de Kaethe resultó un tanto chocante para los que pasaban cerca. No le importó. Era su culpa si no intuían que a su alrededor pasaba algo más grande que ellos mismos. Los fantasmas existen, asúmanlo. Fin. Quiso gritar para dar por zanjado el asunto, pero se limitó a observar a quien tenía delante, sin borrar la sonrisa.
- ¿Y por qué piensas eso? Todos somos importantes. Y aquellos que no quieren darse cuenta están condenados a dejar de serlo tarde o temprano. No te vi porque no veo a ninguno de los tuyos, de los mortales, de los humanos... Pero ahora te veo. Y me alegro mucho de hacerlo. -Tendió la mano a fin de que se la estrechara, en un saludo demasiado cordial para haberse dado después de una cercanía tan excesiva... Pero entonces. Pasó. Y no pudo más que carcajearse en honor a su nuevo descubrimiento. No pasó desapercibido para la fantasma ni su caída ni su demostración de fuerza para con el mundo atónito que ni cuenta se dio de lo que pasaba. Ella sí. No era tonta. Y ahora sabía por qué ambas se habían visto mutuamente, pese a pertenecer a mundos tan diferentes. Quitó algunas hojas del vestido de la muchacha con total naturalidad, como si no se hubiese dado cuenta de lo sucedido. La chica era un poco torpe, y le recordaba a ella, así que tenía todo para convertirse en su persona favorita. Al menos, por aquel día.
- Quizá tú no tendrías por qué, realmente... Tonta de mi al creer que eras como todos estos idiotas que atrevieron a reírse. -Negó con la cabeza ante el ofrecimiento del pañuelo, cerrando la mano ajena en torno a él. - ¿No lo notas? ¿No notas que estoy fría, y que mi corazón no late? Quizá por eso nos estamos viendo. No te preocupes con el vestido. Llevo teniendo el mismo durante varios años. Los inconvenientes de morir sin llevar todo el armario puesto... ya sabes. En el "más allá" no hay lugar para equipajes. -Sin más, depositó un suave beso en su mejilla como saludo, para luego presentarse diciendo simplemente su nombre: Kaethe.
- ¿Y por qué piensas eso? Todos somos importantes. Y aquellos que no quieren darse cuenta están condenados a dejar de serlo tarde o temprano. No te vi porque no veo a ninguno de los tuyos, de los mortales, de los humanos... Pero ahora te veo. Y me alegro mucho de hacerlo. -Tendió la mano a fin de que se la estrechara, en un saludo demasiado cordial para haberse dado después de una cercanía tan excesiva... Pero entonces. Pasó. Y no pudo más que carcajearse en honor a su nuevo descubrimiento. No pasó desapercibido para la fantasma ni su caída ni su demostración de fuerza para con el mundo atónito que ni cuenta se dio de lo que pasaba. Ella sí. No era tonta. Y ahora sabía por qué ambas se habían visto mutuamente, pese a pertenecer a mundos tan diferentes. Quitó algunas hojas del vestido de la muchacha con total naturalidad, como si no se hubiese dado cuenta de lo sucedido. La chica era un poco torpe, y le recordaba a ella, así que tenía todo para convertirse en su persona favorita. Al menos, por aquel día.
- Quizá tú no tendrías por qué, realmente... Tonta de mi al creer que eras como todos estos idiotas que atrevieron a reírse. -Negó con la cabeza ante el ofrecimiento del pañuelo, cerrando la mano ajena en torno a él. - ¿No lo notas? ¿No notas que estoy fría, y que mi corazón no late? Quizá por eso nos estamos viendo. No te preocupes con el vestido. Llevo teniendo el mismo durante varios años. Los inconvenientes de morir sin llevar todo el armario puesto... ya sabes. En el "más allá" no hay lugar para equipajes. -Sin más, depositó un suave beso en su mejilla como saludo, para luego presentarse diciendo simplemente su nombre: Kaethe.
Kaethe- Fantasma
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Re: Éthéré | Felicity
La joven rubia se sonrojó ante aquella muestra gentil de afecto aunque sin dejar de sonreír, y entornó los ojos en direcciones opuestas, como queriendo evitar ese rubor que le cubría la cara y le enquistaba el pelo. Sonriendo quedamente se presentó, añadiendo a su estrambótica imagen un nombre no menos extraño, Felicity.
- Alguien que no tiene consideración ninguna para la gente no es importante. Para vivir hay que nacer, y a mí no se me dio ese lujo. Solo soy una más de tantas otras personas de las que pasan fútilmente por delante de la vibrante vida de los demás, simplemente soy más rara y estoy loca. O eso dicen...-. Sin prestar atención a la expresión de la joven, quizá por estar demasiado atenta a ese gesto que no conocía de antemano; se empiezo a reír ella sola, con una sonrisa estridente y grave.
Con cuidado estiró el brazo para aceptar el saludo, sin darse cuenta de que su raída camisa de mangas estiradas no daba a más y dejaba al descubierto una nívea y fina mano de largos dedos, a la vez que mostraba parte de su extenso brazo, arañado y pálido; pero, en vez de estrechar la mano de la dama, agarró con suavidad y los dedos arqueados el borde de la manga de su bonito vestido, a modo de un intento de saludo.
- Tampoco doy pie a pensar que no soy como el resto de la gente...- sonrío y se quedó mirando la mano que cerraba la suya – No lo noto, pues yo también emano frío y ahuyento el calor humano, y aunque su corazón no suene sigue siendo una persona como cualquiera de las que están en esta calle... Además, aunque no haya equipajes allí donde todo es eterno, quizás tenga fuerza o poder para crear lo que desee ¿no es así? -.
- Alguien que no tiene consideración ninguna para la gente no es importante. Para vivir hay que nacer, y a mí no se me dio ese lujo. Solo soy una más de tantas otras personas de las que pasan fútilmente por delante de la vibrante vida de los demás, simplemente soy más rara y estoy loca. O eso dicen...-. Sin prestar atención a la expresión de la joven, quizá por estar demasiado atenta a ese gesto que no conocía de antemano; se empiezo a reír ella sola, con una sonrisa estridente y grave.
Con cuidado estiró el brazo para aceptar el saludo, sin darse cuenta de que su raída camisa de mangas estiradas no daba a más y dejaba al descubierto una nívea y fina mano de largos dedos, a la vez que mostraba parte de su extenso brazo, arañado y pálido; pero, en vez de estrechar la mano de la dama, agarró con suavidad y los dedos arqueados el borde de la manga de su bonito vestido, a modo de un intento de saludo.
- Tampoco doy pie a pensar que no soy como el resto de la gente...- sonrío y se quedó mirando la mano que cerraba la suya – No lo noto, pues yo también emano frío y ahuyento el calor humano, y aunque su corazón no suene sigue siendo una persona como cualquiera de las que están en esta calle... Además, aunque no haya equipajes allí donde todo es eterno, quizás tenga fuerza o poder para crear lo que desee ¿no es así? -.
Felicity Shalott-Banshee- Hechicero Clase Media
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Re: Éthéré | Felicity
¿Qué es lo que tendrán las casualidades que, cuando ocurren, lo que menos piensas es que sea fruto de una coincidencia? Todo cuanto acontece, y que es más relevante que un simple tropezón con un bordillo, parece más cosa del destino que de un simple cúmulo de coincidencias. Y eso que ella no era muy dada a pensar que todas las cosas sucedían por algún motivo, pero el hecho de que se hubiese ido a topar precisamente con la persona más extraña de aquella concurrida calle, daba mucho que pensar. Quizá el universo quería unirlas a fin de gobernarlo... O lo mismo se había decidido de una vez por todas en otorgarle a alguien que pudiera ayudarle en su cometido. El cometido que todos los fantasmas tenían: ascender. Pasar al "otro lado". Pero al otro lado de verdad. En el que no hay preocupaciones, ni dolor, ni recuerdos. Algo así parecido al cielo, o al limbo. Le daba igual. Pero fuera de aquella tierra gobernada por mortales. Estaba harta de eso. De fingir ser uno y que le saliera mal. Y quizá eso fuera algo que las dos chicas tuviesen en común.
- Pues yo no creo que seas una persona más. ¿Les ves? Aburridos, grises y patéticos. Tan preocupados por sus propias vidas que no se atreven a dar un simple vistazo a la de los demás. Su falta de interés se me hace incluso insultante... Pero que eres rara es cierto. Y no es malo, sino al revés. Por suerte para mi eres "especial". O de otro modo esta tarde tenía pinta de convertirse en una de las más aburridas de mi no-vida. -Bromeó, luciendo una bonita sonrisa. Ladeó el rostro para escrutar la mirada ajena, a fin de comprobar si percibía algo que fuese similar al resto de personas. No encontrar nada la alivió enormemente. Tal vez fuese un fantasma, como ella, o si aquel fuese su día de suerte, se trataría de una bruja capacitada para ayudarla.
- Felicity es un nombre muy bonito. Te sienta bien. -Atrapó su mano con más seguridad, tratando de transmitirle confianza a la muchacha. Aunque dijese lo contrario, en sus manos había una calidez humana que no podía ocultar. Una punzada de envidia la recorrió de arriba abajo, aunque se trataba de una envidia sana en el fondo. - Bueno, gracias... La verdad es que siempre me parece agradable encontrar a alguien que considere que soy como cualquier otro. A veces siento que no se me da nada bien esto de estar muerta... Tengo poderes pero ni siquiera sé controlarlos bien. ¡Mucho menos lograr hacer cosas materiales! Me dijeron que se podía, pero yo no sé cómo. Creo que soy un fantasma de pena... -Murmuró poniendo un mohín bastante gracioso, soltando una carcajada al final.
- Pues yo no creo que seas una persona más. ¿Les ves? Aburridos, grises y patéticos. Tan preocupados por sus propias vidas que no se atreven a dar un simple vistazo a la de los demás. Su falta de interés se me hace incluso insultante... Pero que eres rara es cierto. Y no es malo, sino al revés. Por suerte para mi eres "especial". O de otro modo esta tarde tenía pinta de convertirse en una de las más aburridas de mi no-vida. -Bromeó, luciendo una bonita sonrisa. Ladeó el rostro para escrutar la mirada ajena, a fin de comprobar si percibía algo que fuese similar al resto de personas. No encontrar nada la alivió enormemente. Tal vez fuese un fantasma, como ella, o si aquel fuese su día de suerte, se trataría de una bruja capacitada para ayudarla.
- Felicity es un nombre muy bonito. Te sienta bien. -Atrapó su mano con más seguridad, tratando de transmitirle confianza a la muchacha. Aunque dijese lo contrario, en sus manos había una calidez humana que no podía ocultar. Una punzada de envidia la recorrió de arriba abajo, aunque se trataba de una envidia sana en el fondo. - Bueno, gracias... La verdad es que siempre me parece agradable encontrar a alguien que considere que soy como cualquier otro. A veces siento que no se me da nada bien esto de estar muerta... Tengo poderes pero ni siquiera sé controlarlos bien. ¡Mucho menos lograr hacer cosas materiales! Me dijeron que se podía, pero yo no sé cómo. Creo que soy un fantasma de pena... -Murmuró poniendo un mohín bastante gracioso, soltando una carcajada al final.
Kaethe- Fantasma
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