AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
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Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Otro día pasa, el sol se va ocultando lentamente por el poniente alejando todo rastro de la mirada del “Altísimo” de entre las sombras de ataúdes oscuros con aroma a muerte se van levantando los hijos de la noche, los seguidores de la luna y es por eso que no mantienen vidas unidas a mortales porque la sed puede traicionarles o su secreto puede ser develado a la luz de lo que repudian.
Aun así de entre las sombras un hombre en una mansión a lo lejos de la ciudad abre sus ojos, aun el astro sol no se oculta del todo desafiando la norma de “mientras más años más tardas en despertar” él no ¿por qué? Porque tiene un motivo que posee faldas y un carácter temperamental, una mujer pero no cualquier fémina es una dama con la piel más caliente de todos, con un corazón que late y siente lo que él ya no puede sentir, si es una mortal de la cual ambos se han unido una noche sin saber el gran secreto de la muerte, una alianza en el dedo anular representa esa unión de “por toda la eternidad” solo que para él la eternidad ya no es nada y teme perder lo único que le hace bien, su amada esposa y su temor le lleva a pensarla en hacerla como ella, pero luego las palabras de la mujer en cuanto a tener hijos y ser madre le frenan porque él nunca podría darle eso y como vampira sería peor ella estaría más descontrolada y fiera y sería una guerra campal la de ellos dos.
–Oh mi ghazala, mi felicidad, mi sol de dunas, mi adorada Felicity, ¿Cuánto más debo mentirte?– susurra alistándose para salir de su escondite, aquella humilde morada que lo acoge todas las mañanas y que le sirve para enterrar a sus cadáveres, al salir de su pequeña mansión una mujer de la vida alegre y promiscua es su bocadillo, no puede llegar a su verdadero hogar viéndose hambriento, debe tener una apariencia de todo un Gentleman, y así llega con la excusa de “trabajo” una mentira de tantas que le esconde a su mujer, sabe que pronto llegará su Leon a casa, Felicity trabaja en el área de psiquiatría en el hospital mental de parís y Dastan es director del hospital general de parís misma área diferente rama pero comprenden cada uno que la vida de un doctor no es de uno si no de los pacientes por lo que eso le sirve de excusa a Dastan para salir de noche a trabajar realmente en el hospital y así quedarse de día en su otra casa alejada de todos para ocultarse, diciéndole a su mujer que estaba trabajando hasta tarde por lo que ciertas noches se toma como libre y otras solo desaparece para alimentarse y regresar al hospital a ser de director o turno de doctor.
Espera en el salón sentado en su sillón bien acogido con una copa de oporto en la mano y la chimenea crepitando, se ha dado un baño para quitarse el aroma a mujer barata de su cena, sabe bien que su mujer tiene un olfato para los perfumes femeninos, y eso le hace sonreír porque aun cuando no le gusta pelear con su amada le encanta ponerla celosa porque la recompensas luego son las más gratas y al final ella sabe que hombre más fiel que él no encontrara.
Las manecillas del reloj van dando las ocho de la noche, su ansia lo consume lentamente, la doncella de la mansión irrumpe sus pensamientos. –Monsieur desea ya cenar o esperará a su señora– Él no contesta solo bebe la joven se sonroja por lo obvio y se retira a la cocina. No hay mejor manera de comenzar la noche que con una velada total y humanamente posible concebida como normal, aun cuando uno de los comensales no lo sea.
Aun así de entre las sombras un hombre en una mansión a lo lejos de la ciudad abre sus ojos, aun el astro sol no se oculta del todo desafiando la norma de “mientras más años más tardas en despertar” él no ¿por qué? Porque tiene un motivo que posee faldas y un carácter temperamental, una mujer pero no cualquier fémina es una dama con la piel más caliente de todos, con un corazón que late y siente lo que él ya no puede sentir, si es una mortal de la cual ambos se han unido una noche sin saber el gran secreto de la muerte, una alianza en el dedo anular representa esa unión de “por toda la eternidad” solo que para él la eternidad ya no es nada y teme perder lo único que le hace bien, su amada esposa y su temor le lleva a pensarla en hacerla como ella, pero luego las palabras de la mujer en cuanto a tener hijos y ser madre le frenan porque él nunca podría darle eso y como vampira sería peor ella estaría más descontrolada y fiera y sería una guerra campal la de ellos dos.
–Oh mi ghazala, mi felicidad, mi sol de dunas, mi adorada Felicity, ¿Cuánto más debo mentirte?– susurra alistándose para salir de su escondite, aquella humilde morada que lo acoge todas las mañanas y que le sirve para enterrar a sus cadáveres, al salir de su pequeña mansión una mujer de la vida alegre y promiscua es su bocadillo, no puede llegar a su verdadero hogar viéndose hambriento, debe tener una apariencia de todo un Gentleman, y así llega con la excusa de “trabajo” una mentira de tantas que le esconde a su mujer, sabe que pronto llegará su Leon a casa, Felicity trabaja en el área de psiquiatría en el hospital mental de parís y Dastan es director del hospital general de parís misma área diferente rama pero comprenden cada uno que la vida de un doctor no es de uno si no de los pacientes por lo que eso le sirve de excusa a Dastan para salir de noche a trabajar realmente en el hospital y así quedarse de día en su otra casa alejada de todos para ocultarse, diciéndole a su mujer que estaba trabajando hasta tarde por lo que ciertas noches se toma como libre y otras solo desaparece para alimentarse y regresar al hospital a ser de director o turno de doctor.
Espera en el salón sentado en su sillón bien acogido con una copa de oporto en la mano y la chimenea crepitando, se ha dado un baño para quitarse el aroma a mujer barata de su cena, sabe bien que su mujer tiene un olfato para los perfumes femeninos, y eso le hace sonreír porque aun cuando no le gusta pelear con su amada le encanta ponerla celosa porque la recompensas luego son las más gratas y al final ella sabe que hombre más fiel que él no encontrara.
Las manecillas del reloj van dando las ocho de la noche, su ansia lo consume lentamente, la doncella de la mansión irrumpe sus pensamientos. –Monsieur desea ya cenar o esperará a su señora– Él no contesta solo bebe la joven se sonroja por lo obvio y se retira a la cocina. No hay mejor manera de comenzar la noche que con una velada total y humanamente posible concebida como normal, aun cuando uno de los comensales no lo sea.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 21/03/2014
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Con la vista fija en el horizonte, Felicity contempla el atardecer desde el carruaje que la guía a su hogar, lugar donde sabe le estará esperando el hombre a quien ama, aquel a quien ha decidido entregarle su vida, Dastan Dittmar. Una sonrisa asoma a los labios de la psiquiatra, que alejando su mirada de los colores rojizos del cielo, centra toda su atención en la alianza que lleva en el dedo y que simboliza la promesa que hizo de permanecer al lado de su esposo, hasta que la muerte los separe.
– La muerte o los secretos – susurra aquello para si misma y la alegre expresión de su rostro se vuelve una más lúgubre. Felicity, como toda profesional de la salud mental sabe que es imposible que una persona comparta con otra todo lo que existe en su mente y en su vida, sabe que es ridículo exigirle a su esposo que comparta todos sus secretos con ella, porque ni siquiera ella le ha compartido los suyos; sin embargo, no puede evitar sentir que sea lo que sea que su amado esposo le oculta, los esta alejando y en lugar de lucir como una feliz pareja casada, parecen ser ahora dos desconocidos que viven en la misma casa, si es que se le puede llamar vivir a verse pocas horas bajo el mismo techo..
Dastan pasa poco tiempo en casa, algo que es comprensible debido a su trabajo como director en el hospital. La psiquiatra sabe que la responsabilidad de su esposo es mayor que la suya y por eso se siente incapaz de recriminarle nada; después de todo, ella sale rumbo a su trabajo apenas el sol ha salido y no es, sino hasta que el sol se ha ocultado cuando ella vuelve a casa, esperando tener la fortuna de encontrarse con el hombre a quien ama. Es quizás también el estilo de vida que llevan y que desde que se casaran vuelve más evidente su distanciamiento, lo que preocupa a Felicity, que en un intento de comunicarse más con Dastan le ha pedido en múltiples ocasiones que platiquen, que si cree que necesitan ayuda la busquen, pero cada una de esas peticiones, ha caído en saco roto.
Tan enfrascada se hallaba la mujer en sus pensamientos, que no fue sino hasta que el cochero le llama que se da cuenta de que ha llegado hasta su hogar. Una sonrisa aparece en sus labios y con sinceridad agradece al Markus, que se encarga de llevarla siempre a los lugares que necesita. De manera apresurada, Felicity baja del carruaje y dirige sus pasos a la entrada de su hogar, esa entrada que una de sus doncellas ya ha abierto para ella.
– El señor se encuentra en el salón – comenta la joven, solo para ver como la psiquiatra avanza de manera veloz hasta el lugar donde se le ha dicho, se encuentra su amado.
– Dastan – le llama al verlo en el sillón, concentrado en quien sabe que cosas. La fémina sabe que su relación tiene muchos problemas, sabe que no es lo que se imaginaba y sospecha que quizás nunca lo será, pero lo que si sabe, es que no importan las dificultades que se vea obligada a atravesar, su amor por Dastan no decae, por el contrario, incrementa. Es entonces cuando sonríe y avanza hasta el sillón para observar a su esposo – Luces cansado, ¿Tuviste un día pesado? – pregunta de manera ignorante, pues para un vampiro, el cansancio no es más que una ilusión.
– La muerte o los secretos – susurra aquello para si misma y la alegre expresión de su rostro se vuelve una más lúgubre. Felicity, como toda profesional de la salud mental sabe que es imposible que una persona comparta con otra todo lo que existe en su mente y en su vida, sabe que es ridículo exigirle a su esposo que comparta todos sus secretos con ella, porque ni siquiera ella le ha compartido los suyos; sin embargo, no puede evitar sentir que sea lo que sea que su amado esposo le oculta, los esta alejando y en lugar de lucir como una feliz pareja casada, parecen ser ahora dos desconocidos que viven en la misma casa, si es que se le puede llamar vivir a verse pocas horas bajo el mismo techo..
Dastan pasa poco tiempo en casa, algo que es comprensible debido a su trabajo como director en el hospital. La psiquiatra sabe que la responsabilidad de su esposo es mayor que la suya y por eso se siente incapaz de recriminarle nada; después de todo, ella sale rumbo a su trabajo apenas el sol ha salido y no es, sino hasta que el sol se ha ocultado cuando ella vuelve a casa, esperando tener la fortuna de encontrarse con el hombre a quien ama. Es quizás también el estilo de vida que llevan y que desde que se casaran vuelve más evidente su distanciamiento, lo que preocupa a Felicity, que en un intento de comunicarse más con Dastan le ha pedido en múltiples ocasiones que platiquen, que si cree que necesitan ayuda la busquen, pero cada una de esas peticiones, ha caído en saco roto.
Tan enfrascada se hallaba la mujer en sus pensamientos, que no fue sino hasta que el cochero le llama que se da cuenta de que ha llegado hasta su hogar. Una sonrisa aparece en sus labios y con sinceridad agradece al Markus, que se encarga de llevarla siempre a los lugares que necesita. De manera apresurada, Felicity baja del carruaje y dirige sus pasos a la entrada de su hogar, esa entrada que una de sus doncellas ya ha abierto para ella.
– El señor se encuentra en el salón – comenta la joven, solo para ver como la psiquiatra avanza de manera veloz hasta el lugar donde se le ha dicho, se encuentra su amado.
– Dastan – le llama al verlo en el sillón, concentrado en quien sabe que cosas. La fémina sabe que su relación tiene muchos problemas, sabe que no es lo que se imaginaba y sospecha que quizás nunca lo será, pero lo que si sabe, es que no importan las dificultades que se vea obligada a atravesar, su amor por Dastan no decae, por el contrario, incrementa. Es entonces cuando sonríe y avanza hasta el sillón para observar a su esposo – Luces cansado, ¿Tuviste un día pesado? – pregunta de manera ignorante, pues para un vampiro, el cansancio no es más que una ilusión.
Felicity Dittmar- Humano Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 29/01/2017
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Quédate a mi lado y la soledad eterna nunca te abrasará
Junto a mi tu vida será más emocionante, se que te gustá ¿lo ansías?
Siempre al llegar a casa tu cuerpo cubierto de sábanas me calma
No hay sangre que me llene como verte en mi cama
Quiero ser tu enfermedad y tu cura, tu locura y tu cordura
¿No lo ansías también? Saber que puedes perder…perder la razón
Piérdete conmigo, juega conmigo pero nunca…nunca pienses
En alejarte tanto que pierdas el camino de regreso a mí lecho
Junto a mi tu vida será más emocionante, se que te gustá ¿lo ansías?
Siempre al llegar a casa tu cuerpo cubierto de sábanas me calma
No hay sangre que me llene como verte en mi cama
Quiero ser tu enfermedad y tu cura, tu locura y tu cordura
¿No lo ansías también? Saber que puedes perder…perder la razón
Piérdete conmigo, juega conmigo pero nunca…nunca pienses
En alejarte tanto que pierdas el camino de regreso a mí lecho
Los minutos van pasando tan lento para los ojos del vampiro que aguarda a una mujer, no, no es solo una mujer, es LA mujer, aquella que despierta lo que nadie había despertado y a la vez lo que muchos anhelan ver ese lado dulce y salvaje, amor y odio, que dualidad de vida pero le llena, lo entretiene, siente que hay una esperanza de continuar su inmortalidad de mejor manera con ella, su inspiración, su musa su bella Ghazala, una mujer que le recuerda al desierto de su amada tierra, por lo fuerte y arrebatadora que resulta ser y a la vez lo apacible que se vuelve en ciertas noches, y no olvidemos de las tormentas que suscitan que cubren todo, así era ella, su tormento, su vida y su cólera, pero siempre, siempre la dueña de su marchito corazón.
Sentado en su sillón favorito con el sonido del fuego, el aroma del alcohol, sus ojos van y viene de la puerta al líquido ambarino que se mece suave como las olas del mar, el gran reloj del salón anuncia la hora de llegada de su mujer justo con el sonido de su dulce voz que lo embriaga hasta la locura, cierra los ojos guardando en lo más profundo de si ese hermoso sonido que pocas veces puede escuchar, la adora, la ama locamente y por eso le miente. Traga en seco mirando a su amada tan hermosa como la primera vez que la conoció, se levantó del sillón acercándose a ella pero al extender la mano deseoso de poder acariciar aquel rostro, de besar aquellos labios, que Iblis lo matara en ese momento, pero solo pudo bajar la mano pasando junto a ella aspirando su fragancia, ese aroma que lo enloquece y mata.
Una sonrisa develó en aquel momento al quedarse tras de ella pegando su cuerpo contra su espalda respirando el aroma de sus cabellos, la sensación de estos contra su rostro con un deseo interno “no te vayas nunca, no me dejes” pero se recompuso en ese momento –Todas las mañanas son cansadas en el hospital, Mi Ghazala, hibibe si por mi fuera me quedaría siempre contigo tu aroma me calma pero ahora solo vine para estar un momento contigo y luego partir de nuevo al hospital– deseaba contarle la verdad y en el momento en que iba a besarla es cortado.
La doncella apareció en ese momento interrumpiéndolos - ¿puedo servirles la comida ahora? Señores- [/b] preguntó la mujer con inocencia avergonzaba por haber interrumpido a los dos señores en aquel momento, Dastan se retiró de la espalda de su mujer invitándola a seguir al comedor - Sírvala, pero solo para la señora, para mí no. Vamos, querida señora Dittmar- pregunto con un rostro tan natural. Todos sus empleados sabían que aquel hombre no comía nada y todos creían que era porque ya venía cenando en otro lugar, en otra casa, pero no estaban del todo errados, venía cenando una buena mujer a la que quitó la vida sin más.
Se estaba volviendo duro ocultar su verdadera naturaleza.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 21/03/2014
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Los ojos de la psiquiatra contemplan el rostro del hombre a quien ama y ve cansancio en ellos, cansancio que algunas veces sea debido a ella, a que no le da lo que él espera y que aun no sabe ella. La sonrisa en sus labios se desvanece al ver que el no responde su pregunta y le mira inexpresivo.
– ¿Te encuentras bien? – cuestiona Felicity al verlo ponerse de pie y acercarse hasta donde se encuentra. La cercanía de su esposo provoca un escalofrío en su cuerpo, mismo que siempre la traiciona mostrando lo mucho que ama y necesita a aquel hombre, eso aunque de sus labios no salgan palabras de necesidad y su mente se reúse a depender completamente de él. Dastan parece querer tocarla y ella permanece quieta, expectante y ansiosa; pero nada pasa, su esposo decide no tocarla, no besarla y entonces pasa de largo junto a ella. Un suspiro sale de los labios de la psiquiatría, que verdaderamente ya no sabe como tomar las acciones de su esposo. Felicity no sabe leerlo y quizás eso es lo que más le frustra, poder ver en otros lo que en Dastan es incapaz.
Prueba fiel de que no sabe que esperar de él es el respingo que da cuando siente el cuerpo de su esposo contra el suyo y son las palabras que fluyen de los labios de Dastan las que la hacen sonreír y calman su alma, al menos de momento.
– Sé que el trabajo en el hospital es pesado, créeme que lo comprendo pero debes descansar un poco – suspira – Me halaga que vinieras a verme y me halaga saber que de serte posible te quedarías a mi lado, pero eso no es suficiente para mi – desde que se casaran, eran menos los momentos que pasaban juntos. Felicity era como otra pieza de decoración en aquella enorme mansión en la que cuando esta, se encuentra sola – Quédate esta noche Dastan, al menos un par de horas – pide, esperando que en esta ocasión su petición sea escuchada.
Dejándose envolver por el hechizo de su esposo, no notó la presencia de la doncella sino hasta que ella hablo, siendo aquel hecho lo que haría que Dastan se alejara una vez más. Frustrada, Felicity cruza los brazos a la altura del pecho y dirige su mirada a la chimenea y al fuego crepitante. De manera prudente, espera a que la doncella se vaya y es solamente cuando sabe que una vez más están a solas que habla.
– No comeré nada, no tengo hambre – responde secamente – Y si vas a irte es mejor que lo hagas ahora – gira el rostro, buscando los ojos de Dastan – No pierdas tu valioso tiempo aquí conmigo – así era siempre, de esa manera era como la pareja oscilaba entre el cielo y el infierno, como destinados a nunca estar verdaderamente en paz a nunca estar verdaderamente juntos.
– ¿Te encuentras bien? – cuestiona Felicity al verlo ponerse de pie y acercarse hasta donde se encuentra. La cercanía de su esposo provoca un escalofrío en su cuerpo, mismo que siempre la traiciona mostrando lo mucho que ama y necesita a aquel hombre, eso aunque de sus labios no salgan palabras de necesidad y su mente se reúse a depender completamente de él. Dastan parece querer tocarla y ella permanece quieta, expectante y ansiosa; pero nada pasa, su esposo decide no tocarla, no besarla y entonces pasa de largo junto a ella. Un suspiro sale de los labios de la psiquiatría, que verdaderamente ya no sabe como tomar las acciones de su esposo. Felicity no sabe leerlo y quizás eso es lo que más le frustra, poder ver en otros lo que en Dastan es incapaz.
Prueba fiel de que no sabe que esperar de él es el respingo que da cuando siente el cuerpo de su esposo contra el suyo y son las palabras que fluyen de los labios de Dastan las que la hacen sonreír y calman su alma, al menos de momento.
– Sé que el trabajo en el hospital es pesado, créeme que lo comprendo pero debes descansar un poco – suspira – Me halaga que vinieras a verme y me halaga saber que de serte posible te quedarías a mi lado, pero eso no es suficiente para mi – desde que se casaran, eran menos los momentos que pasaban juntos. Felicity era como otra pieza de decoración en aquella enorme mansión en la que cuando esta, se encuentra sola – Quédate esta noche Dastan, al menos un par de horas – pide, esperando que en esta ocasión su petición sea escuchada.
Dejándose envolver por el hechizo de su esposo, no notó la presencia de la doncella sino hasta que ella hablo, siendo aquel hecho lo que haría que Dastan se alejara una vez más. Frustrada, Felicity cruza los brazos a la altura del pecho y dirige su mirada a la chimenea y al fuego crepitante. De manera prudente, espera a que la doncella se vaya y es solamente cuando sabe que una vez más están a solas que habla.
– No comeré nada, no tengo hambre – responde secamente – Y si vas a irte es mejor que lo hagas ahora – gira el rostro, buscando los ojos de Dastan – No pierdas tu valioso tiempo aquí conmigo – así era siempre, de esa manera era como la pareja oscilaba entre el cielo y el infierno, como destinados a nunca estar verdaderamente en paz a nunca estar verdaderamente juntos.
Felicity Dittmar- Humano Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 29/01/2017
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Tus ojos son la calma donde quiero descansar, tus manos el oasis de mi tribulación
Tu cuerpo es el desierto de mi perdición…Pero tu corazón es el único a quien quiero conquistar y por quien vale la pena morir hasta ganar.
Tu cuerpo es el desierto de mi perdición…Pero tu corazón es el único a quien quiero conquistar y por quien vale la pena morir hasta ganar.
Dolor punzante, agónico, ardiente como un puñal en llamas a rojo vivo clavándose en su muerto corazón, un corazón cuya dueña era la que enterraba aquel puñal en su pecho, era ella la que lo apuñalaba con sus palabras, con sus ojos, con el sonido de su voz tentando al guerrero a permanecer en el oasis por la eternidad. Cuanto acopio tuvo que tomar el vampiro para no agarrar a su esposa sentarla sobre la mesa y demostrarle cuanto deseaba quedarse con ella, no apearse de su cuerpo y decirle lo que era, pero algo frenó a sus pies y deseos incontrolables de conquistador solo limitándose a sonreír, era el miedo que sentía por ser rechazado por su amor al contarle lo que era, lo que siempre fue y siempre será, temía perderla y por ese egoísmo haría lo que fuera para tenerla junto a él aunque para ello él se tuviera que maldecir a los dioses mil veces.
Guió a su esposa embriagándose de su aroma de mujer, de su perfume dulce y fuerte, de todo lo que ella representaba para él. Le guío hasta el comedor sonriéndole negando con la cabeza ante su negativa de cenar, no quería hablar de trabajo por una sola razón, por su mentira, y por tener que cubrir esas mentiras con su presencia en la noche en el hospital. Como estaba costándole esas mentiras ahora –Lo que daría por quedarme a tu lado, no solo la noche sino también en las mañanas por toda la eternidad no solo por unas horas, pero…– toma la mano de su esposa depositando un beso en el dorso, invitándola de nuevo al comedor - mi deber como médico y director del hospital me impide darme esos lujos y deseos. Como médicos lo sabemos habibe, y como médico debo decirte que no debes dejar de comer, por eso vamos al menos por unos momentos a acompañarnos durante la cena al menos podré verte en ese tiempo que tengo para cenar, es lo único que tengo por esta noche- y por el resto de mis noches, era lo que le falta para decir.
Sujeto aquella mano deseando no soltarla mirándole con una mirada que súplica que acepte la comida, la sujeta de la cintura con la zurda tomando la mano de ella acercándola a besarla de nuevo en el dorso pero solo lo roza con los labios - Por ti perdería no solo mi tiempo si no también mi vida, por eso te lo suplico, cenemos esta noche, solo esta noche y luego me iré como el condenado que soy a encerrarme de nuevo en el hospital - [/b] antes de regresar al hospital pasaría de nuevo por un pequeño bocado de sangre en la casa de la perdición, aunque eso tampoco se lo diría a su esposa, aun con los rumores que siempre corren sobre él.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 78
Fecha de inscripción : 21/03/2014
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Y le sonreía, aquel hombre le sonreía como si realmente estuviera planeando quedarse a su lado, como si realmente ella fuera algo que necesitaba para vivir. Cuanto hubiera deseado ella ser una ingenua, cuantas ganas tenía de renunciar a su conocimiento sobre la mente de las personas, pues al menos de esa manera hubiera podido decirse que era una paranoica, que su esposo la amaba pero que realmente no podía estar demasiado tiempo con ella. Pero Felicity no era una mujer normal, ella había optado por el conocimiento y era precisamente ese conocimiento el que le llevó en primer lugar a su amado Dastan, a quien nunca hubiera conocido de no ser porque ambos eran médicos.
La mirada fría de la psiquiatra se posaba en su esposo, quien una vez más avanzaba hasta donde ella se hallaba para delicadamente tomar su mano y guiarla hasta el comedor. Mientras caminaban, los ojos de Felicity se posaban sobre la espalda de su esposo, quien movía la cabeza y sonreía.
Una vez en el comedor, Dastan habló. La sinceridad en la voz de su esposo, la manera en que la miraba y besaba su mano, llevaron a Felicity a suspirar y sonreír con tristeza.
– Soy consciente de lo demandante de nuestra profesiones y no es ese exactamente el problema. El problema es que, quisiera creer que tus palabras son sinceras, que verdaderamente debes volver al hospital y encargarte de los enfermos – levantó su mano derecha hasta posarla sobre la mejilla masculina – pero ya no puedo. Cada vez que te observo veo la mentira en tus ojos y me hace preguntarme, ¿En qué estoy fallando?, ¿Qué es lo que te hace dejarme aquí y no decirme la verdad? – alejó entonces la mano y observó el comedor. En aquella gran mesa solo había un plato, como siempre.
La mano de Dastan rodea su cintura y los ojos de la psiquiatra van a enfocarse en aquellos llenos de amor que le suplican.
– Cenare sola una vez más – comenta antes de suspirar – ¿De verdad vas al hospital? – pregunta, recordando entonces todos los rumores que ha escuchado, esos que no han hecho más que echar leña al fuego – Dímelo Dastan, ¿A dónde vas? – sus ojos son entonces los que se vuelven suplicantes – Confía en mi amor, puedes decirme lo que sea, yo nunca voy a juzgarte. Recuerda que estaré para ti en las buenas y en las malas.
La mirada fría de la psiquiatra se posaba en su esposo, quien una vez más avanzaba hasta donde ella se hallaba para delicadamente tomar su mano y guiarla hasta el comedor. Mientras caminaban, los ojos de Felicity se posaban sobre la espalda de su esposo, quien movía la cabeza y sonreía.
Una vez en el comedor, Dastan habló. La sinceridad en la voz de su esposo, la manera en que la miraba y besaba su mano, llevaron a Felicity a suspirar y sonreír con tristeza.
– Soy consciente de lo demandante de nuestra profesiones y no es ese exactamente el problema. El problema es que, quisiera creer que tus palabras son sinceras, que verdaderamente debes volver al hospital y encargarte de los enfermos – levantó su mano derecha hasta posarla sobre la mejilla masculina – pero ya no puedo. Cada vez que te observo veo la mentira en tus ojos y me hace preguntarme, ¿En qué estoy fallando?, ¿Qué es lo que te hace dejarme aquí y no decirme la verdad? – alejó entonces la mano y observó el comedor. En aquella gran mesa solo había un plato, como siempre.
La mano de Dastan rodea su cintura y los ojos de la psiquiatra van a enfocarse en aquellos llenos de amor que le suplican.
– Cenare sola una vez más – comenta antes de suspirar – ¿De verdad vas al hospital? – pregunta, recordando entonces todos los rumores que ha escuchado, esos que no han hecho más que echar leña al fuego – Dímelo Dastan, ¿A dónde vas? – sus ojos son entonces los que se vuelven suplicantes – Confía en mi amor, puedes decirme lo que sea, yo nunca voy a juzgarte. Recuerda que estaré para ti en las buenas y en las malas.
Felicity Dittmar- Humano Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 29/01/2017
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
No me condenes a vivir sin ti más de lo que los dioses me condenan… Tú siempre has sido mi horizonte no te vuelvas el fantasma que me atormenta y no el oasis que me alimenta
Una a una las palabras de su amada esposa, de la luz de sus ojos se volvían fieros puñales que se incrustaban en su carne revolviendo todo hasta arrancarle pedazo por pedazo. Su corazón marchito que ha tomado la forma de una mujer, lo siente latir por vez primera, pero lo siente como un latido de agonía, como un último grito de dolor y súplica ante la mujer que con sus ojos solo lo rechazan, lo aniquilan.
Maldito secreto, es al que maldice en silencio tratando de cambiar semblante, pero no puede, el que tiene es el de un hombre sumido en un dilema, un debate de su vida y amor. Sabe el camino espino que recorre pero no le importa con tal de ver al final de todo el dolor aquella luz en los ojos de su gran y único amor. Suspiró con tristeza, realmente estaba triste por varios factores, el primero era no poder hacer feliz a su esposa, el mentirle y tener que mantenerse en silencio cuando lo que él quería era amarla sin tapujos ni reservas.
Llevo a su esposa al comedor, la sirvienta miró a sus señores y con el gesto de Dastan ella se retiró sirviendo la comida en la mesa. Una crema de legumbres acompañada de un plato de carne con una salsa de hongos con porción de arroz y la copa de vino y agua que no podía faltar en la mesa. Mientras que para el señor, solo había una copa de vino que él nunca tomaría, pero jugaría con bocados en la boca y en sus manos.
La guió hasta ayudarla a sentarse a la mesa, todo en silencio, y no porque necesite una mentira, el simplemente no sabía que decir en ese momento. La tristeza era tal y el dolor que sentía no se comparaba con ningún otro. Tomó su lugar junto a su esposa mirándola tomando su mano con una fuerza humana, tratando de controlar su propia fuerza, besó aquellos nudillos sin dejar de ver aquellos claros ojos que lo seducen día a día –¿Crees que podría engañarte?– mira a los sirvientes que se marchan huyendo de su señor - No podría hacer, mi dulce Ghazala, yo vivo y muero por ti, día a día, noche tras noche. No hay minuto que no llenes mis pensamientos y por Iblis que jamás podría pensar en otra mujer que no seas tu ¿sabes cuantas noches pienso en ti?- acarició aquel suave rostro matándose él mismo por aquella brecha de distancia que había entre los dos.
El recuerdo de los votos es solo la última daga que su corazón muerto necesitaba, le insiste con la cabeza a que coma delante de él, al menos con esos pocos minutos para unos mortales para él eran la mejor eternidad, ver cada facción de su adoración, de sentir su perfume, su calor. Retiró la mano que comenzó a ponerse fría por la falta de sangre, ocultándola en tomar la copa con vino que agitó un poco acercándola a su esposa - En la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe. Esas palabras faltaron, Ghazala, pero no, no hay secreto alguno. Iré al hospital a cubrir mi turno, pero, si tengo papeleo que hacer lo haré rápido para volver en la madrugada unos instantes junto a ti - [/b] no podía decir la verdad de esa promesa, no podía decir “antes de ir a dormir hasta la noche”.
Desvió la mirada al gran reloj que sonaba tan fuerte para sus oídos - Jamás te mentiría Habibe, confío tanto en ti que ciego te entregaría mi vida si me lo pidieras, por ti haría todo, todo lo que tú me pidas sin negarte nada - [/b] suspiro por esa mentira que acaba de decir, al menos en la parte final, porque era cierto que él entregaría todo a ella, pero no podía darle aquello que más quería y a él le dolía.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Obligada a sentarse frente a una mesa que es demasiado grande para dos personas, observa el plato de comida, después de lo que había dicho no tenía ganas de mirar a Dastan o mejor dicho, tenía miedo de mirarlo, de descubrir en aquellos ojos el engaño y de darse cuenta de que en su matrimonio quizás no eran solo dos personas. ¿Cómo es que se había convertido en una mujer tan débil? La respuesta era simple, el amor por su esposo la había tornado una mujer blanda, una que se pasaba las noches sumergida en pesadillas en las que su amado no regresaba a ella y su vida se convertía realmente en un tormento. Sintió como la mano de su esposo sujetaba la suya, así como también sintió los labios masculinos posarse sobre sus nudillos una y otra vez. Escuchar lo que Dastan pregunta incrementa su curiosidad, esa que ya no puede contener más y que la obliga a girar el rostro para mirarlo. No ve mentira en sus ojos, por el contrario, ve y escucha el dolor de su amado.
– No… – susurra – no creo que me engañes pero ya no sé entonces que es lo que sucede – cierra los ojos un par de segundos, permitiendo que sus pensamientos vuelvan a torturarla ya que si él no la engaña, ¿Qué es lo que oculta? – Seguramente piensas en mi tanto como yo en ti – abre los ojos para enfrentarse una vez más a la mirada del hombre a quien prometió acompañar por el resto de su vida – pero en lugar de pensar el uno en el otro, deberíamos estar juntos, ¿No quieres estar a mi lado? – una sonrisa triste aparece en los labios de la psiquiatra.
Sus suplicas, su enojo… nada de lo que hacía o decía poseía efecto sobre Dastan que una vez más menciono el hospital y su deber. Felicity suspira y aleja la mano que aún se mantenía entre las de su esposo. Con calma toma una cuchara y comienza a comer la sopa de su plato, el único plato en aquella mesa.
– Vete entonces, cubre tu turno, encárgate de que los enfermos y los trabajadores estén bien – dice antes de tomar otro bocado, tras el cual, deja la cuchara solo para enfocar una vez más sus orbes en los ajenos. El cansancio en su mirada se vuelve evidente. Felicity esta cansada de dar todo por un matrimonio que se desmorona a pasos agigantados pese al amor que se profesan aún los casados – No te apresures con tu papeleo, lo último que queremos es que cometas un error – por las últimas palabras de Dastan es que ella podía decir que él realmente la amaba pero de nada le valía el amor cuando no existía confianza, al menos no para ella, que ejercía una profesión donde la confianza era lo primordial. Con calma se levanta de la silla y toma un tragó al vino tinto servido en la copa que le pertenecía – No te molestes en volver a casa hoy Dastan – deja la copa – y tampoco te molestes en buscarme cuando tu falta de sinceridad me aleje completamente de ti – dicho eso se aleja, provocando ante sus bruscos movimientos que la silla caiga al suelo pero eso a la psiquiatra poco le importa, pues lo que quiere en ese instante es salir del comedor.
– No… – susurra – no creo que me engañes pero ya no sé entonces que es lo que sucede – cierra los ojos un par de segundos, permitiendo que sus pensamientos vuelvan a torturarla ya que si él no la engaña, ¿Qué es lo que oculta? – Seguramente piensas en mi tanto como yo en ti – abre los ojos para enfrentarse una vez más a la mirada del hombre a quien prometió acompañar por el resto de su vida – pero en lugar de pensar el uno en el otro, deberíamos estar juntos, ¿No quieres estar a mi lado? – una sonrisa triste aparece en los labios de la psiquiatra.
Sus suplicas, su enojo… nada de lo que hacía o decía poseía efecto sobre Dastan que una vez más menciono el hospital y su deber. Felicity suspira y aleja la mano que aún se mantenía entre las de su esposo. Con calma toma una cuchara y comienza a comer la sopa de su plato, el único plato en aquella mesa.
– Vete entonces, cubre tu turno, encárgate de que los enfermos y los trabajadores estén bien – dice antes de tomar otro bocado, tras el cual, deja la cuchara solo para enfocar una vez más sus orbes en los ajenos. El cansancio en su mirada se vuelve evidente. Felicity esta cansada de dar todo por un matrimonio que se desmorona a pasos agigantados pese al amor que se profesan aún los casados – No te apresures con tu papeleo, lo último que queremos es que cometas un error – por las últimas palabras de Dastan es que ella podía decir que él realmente la amaba pero de nada le valía el amor cuando no existía confianza, al menos no para ella, que ejercía una profesión donde la confianza era lo primordial. Con calma se levanta de la silla y toma un tragó al vino tinto servido en la copa que le pertenecía – No te molestes en volver a casa hoy Dastan – deja la copa – y tampoco te molestes en buscarme cuando tu falta de sinceridad me aleje completamente de ti – dicho eso se aleja, provocando ante sus bruscos movimientos que la silla caiga al suelo pero eso a la psiquiatra poco le importa, pues lo que quiere en ese instante es salir del comedor.
Felicity Dittmar- Humano Clase Alta
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Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Tus ojos son mi perdición y tus labios mi salvación. Tu mano es la senda de mi muerte pero tu cuerpo es la tumba donde quiero yacer
Si su corazón latiera una vez más, sería por aquella mujer, aquella que sus ojos no paraban de ver y de la que se tiene que alejar con cada intento de pestañeo. Sus preguntas se vuelven el puñal más doloroso, al no poder responder, o desear hacerlo pero con la agonía del rechazo por el peso de lo que se oculta. Sonríe, y busca aferrarse a su oasis perdido que representa el amor de su vida, aquella luz de su oscuridad y que poco a poco se iba apagando y alejando de sus ojos…Ahí iba lo que más temía, enfrentarse a Shaitan solo para ser devorado por el pecado de ocultar lo que era al gran amor de su vida, una traición que ni él podría perdonarse.
Una daga dolorosa le llegó a su inexistente corazón, su pecho dolía pero eran las palabras y aquella mirada de su amada, ella era su corazón y la veía derrumbarse frente a sus ojos. Cuanto deseo estaba encerrado en el león de Persia. Cuanto deseo de tomarla entre sus brazos, besarla, abrazarla y decirle con palabras y acciones cuanto la amaba, pero su fuerza podría romperla. Que dilema se encontraba. Trataba de menguar aquel dolor al verla comer, pero era aún más doloroso cada bocado, que ella tomaba y no eran sus labios de los que ella se alimentaba.
Se mantuvo en silencio mirando a la nada, hasta que volvió sus ojos donde ella, buscó de nuevo su mano y echó hacia atrás la silla de golpe colocándose de rodillas ante ella, tomando entre sus manos la mano de ella –Dime, como no buscarte si tu eres a quien amo, no hagas esto mi ghazala, no me dejes sin tenerte. Yo sería capaz de hacer lo que fuera por ti, por verte sonreir como lo hacías antes. Yo por ti cruzaría el mismo infierno, como ahora lo estoy pasando con tus palabras. Mirame, solo soy un hombre que está de rodillas ante una mujer, tu eres mi mundo y quien me gobierna, no me apartes de ti, en los pocos momentos que tengo para verte, pues sería el mayor dolor que un hombre soportaría– suelta la mano de su esposa al ponerse de pie. La mira con un dolor grande donde debía estar su corazón.
El reloj suena, sabe que tiene que irse, pero no quiere, Que los dioses lo amparen. Frunció su ceño y sus huesos tronaron - No iré esa noche, me quedaré a tu lado hasta que el sol salga, no quiero que me odies más de lo que me odias por no estará presente, así que para compensarlo, pídeme lo que desees, lo que desees te lo daré- su mira se enternece en búsqueda del perdón y de mostrar sus sentimientos de lo que solo una mujeres es dueña.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Había tomado fuerza del miedo y la decepción, impulsándose para decir a Dastan que llegaría el momento donde la perdería para siempre y ni todo el amor que sintieran el uno por el otro podría retrasar lo inevitable. Una separación no era lo que ella más temía, de hecho, Felicity siempre estuvo segura de si misma, de su capacidad para salir adelante con o sin un marido, sin embargo, si temía a algo y eso era perder el amor de aquel hombre que la miraba con profundo dolor.
– Que tengas una buena velada en el hospital – quiso dar por finalizada la charla y comenzó a avanzar en dirección a la puerta de salida del comedor, pero sus intentos se vieron frustrados cuando de un movimiento repentino su esposo se incorporo y tomando su mano impido que se fuera – Dastan… – clamó su nombre, esperando que al escucharlo le soltara la mano pero eso no sucede.
Ante la mirada sorprendida de la psiquiatra, su esposo se arrodilla y suplicante le pide que no lo deje, que no le martirice de esa manera. Felicity permanece en silencio, asombrada por lo que esa noche esta ocurriendo. Verlo de aquella forma, con los ojos llenos de dolor y la esperanza puesta en cada una de sus palabras, la destrozaba. Lo amaba, de verdad que lo amaba y aunque sabía que existía un límite para lo que era capaz de soportar, su límite aun no era cruzado.
Una sonrisa ligera aparece en los labios de la psiquiatra, quien se acerca a su amado Dastan y le besa los labios, aferrándose a su camisa como un sediento que encuentra el oasis en medio de un desierto. Él era suyo, completamente suyo.
– Mi amado esposo – sus ojos buscaron los ajenos – Yo te amo como nunca podre amar a otra persona, lo sabes; así como sabes que confió plenamente en ti y que te he dicho todo respecto a mi vida, pero de la misma manera, quiero que me seas sincero, que me digas que es lo que me ocultas o que al menos me asegures que pronto me lo dirás – suspiro – No voy a juzgarte, no pensare mal de ti… pero por favor, habla conmigo y dime que pasa – aquellas ultimas palabras las susurró cerca de los labios ajenos – otra cosa – sonrió – saber que no te vas esta noche es suficiente para mi – y sin más, volvió a besarlo porque lo quería cerca de ella esa noche y las siguientes.
– Que tengas una buena velada en el hospital – quiso dar por finalizada la charla y comenzó a avanzar en dirección a la puerta de salida del comedor, pero sus intentos se vieron frustrados cuando de un movimiento repentino su esposo se incorporo y tomando su mano impido que se fuera – Dastan… – clamó su nombre, esperando que al escucharlo le soltara la mano pero eso no sucede.
Ante la mirada sorprendida de la psiquiatra, su esposo se arrodilla y suplicante le pide que no lo deje, que no le martirice de esa manera. Felicity permanece en silencio, asombrada por lo que esa noche esta ocurriendo. Verlo de aquella forma, con los ojos llenos de dolor y la esperanza puesta en cada una de sus palabras, la destrozaba. Lo amaba, de verdad que lo amaba y aunque sabía que existía un límite para lo que era capaz de soportar, su límite aun no era cruzado.
Una sonrisa ligera aparece en los labios de la psiquiatra, quien se acerca a su amado Dastan y le besa los labios, aferrándose a su camisa como un sediento que encuentra el oasis en medio de un desierto. Él era suyo, completamente suyo.
– Mi amado esposo – sus ojos buscaron los ajenos – Yo te amo como nunca podre amar a otra persona, lo sabes; así como sabes que confió plenamente en ti y que te he dicho todo respecto a mi vida, pero de la misma manera, quiero que me seas sincero, que me digas que es lo que me ocultas o que al menos me asegures que pronto me lo dirás – suspiro – No voy a juzgarte, no pensare mal de ti… pero por favor, habla conmigo y dime que pasa – aquellas ultimas palabras las susurró cerca de los labios ajenos – otra cosa – sonrió – saber que no te vas esta noche es suficiente para mi – y sin más, volvió a besarlo porque lo quería cerca de ella esa noche y las siguientes.
Felicity Dittmar- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/01/2017
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Eres mis luz, mi sol. Mi luna y mi perdición. Tu voz es mi oasis y tus cuerpo mi condena, yacer entre tus manos es mi mayor bendición y si por ello debiera morir gustoso lo haría
Nadie antes había puesto al león de Persia de rodillas, y ahora una mujer, una sola mujer lo tenía delante arrodillado, suplicando misericordia de su agonía, pero no era más que solo la súplica de un condenado, pues el mismo se ha lanzado la cuerda por mantener su secreto de su esposa. Oir sus palabras, sentir su mano recorrer su rostro, sentir el corazón palpitante de quien es su mayor tesoro y de por quien daría la vida era una agonía, es como una espada al rojo vivo enterrándose en su muerto corazón y quien tenía esa espada era ella. No podía desviar la mirada de aquellos ojos claros y puros de quien amaba, cuanto deseo reprimido de apearla contra su cuerpo, levantarla y tomarla sobre la mesa hasta que todo arda, pero se contuvo, solo se puso de pie tomando las manos de su esposa, ocultando aun más en el fondo su verdadero ser.
¡Oh, como quería creer que su esposa lo aceptaría! Que ella no huiría de saber que se había casado con un monstruo, con una bestia bebedora de vida. Como quería poder creer y a la vez decirle todo sobre su vida, contarle cada una de sus cicatrices, pero temía, el vampiro temía perder lo único valioso para él, y eso era ella. Suspiró besando los manos humanas, la calidez y la sangre que corría por ella lo excitaba, lo calmaba y lo atormentaba cruelmente. Sonrió para ella y para él –No hay secreto más grande del que te amo, mis ojos solo te pueden ver a ti, mi ghazala, incluso en la noche más oscura mis ojos solo te buscarían, mis manos solo pueden tocarte a ti, mis labios no son de otra que tu. Felicity, yo te amo, y te amaré por toda la eternidad, no habrá nunca una mujer para mí que no seas tu, por ti iría donde Iblis con ojos cerrado, tu eres la dueña de mi corazón y de mi alma ¿cómo quieres que te lo demuestre? Yo haría todo, todo lo que tu me pidas habbibe– suspira perdiéndose entre los ojos de ella.
El reloj nuevamente suena entre las campanas, mientras él abraza la cintura de su amada, la levanta pegándola contra pared, sin dejar de besar aquellos labios que lo enloquecen, pero debe calmarse, debe hacerlo o de lo contrario su bestia interna saldría y lo que menos quería era asustar a su amada, Entre besos que recorre el cuello de ella y sube de nuevo por sus labios saboreándola, la abraza con fuerza llevándola a tomar asiento de nuevo en el comedor, teniéndola sobre sus piernas sentada abrazada tan cerca, en medio del silencio abrazándola como nunca antes han estado - Ves, como termino solo por ti, tú me enloqueces, tu aroma y toda tu, haces que me pierda- susurra besando la frente de su esposa, su cuerpo vuelve a demostrar el fío de su muerte y de lo que es, pero trata de disimularlo abrazándola más, pero con cuidado de no herirla b]- Mi ghazala, ves lo que haces a mi cuerpo, y no solo a él, si no a mi, seré conocido como un hombre irresponsable- [/b] ríe acariciando los cabellos castaños de ella, jugando entre sus dedos con ellos sintiendo la humanidad de su amada b]- Ni esta noche, ni la otra iré, estaré por dos días en la mañana en el hospital, solo por ti, solo para que me creas que estoy dispuesto a hacer todo lo que me pidas- [/b] alza el mentón de ella besándole tiernamente aquellos labios, besándole hasta la mejilla.
En medio del silencio de la noche, se sentía el peor esposo ocultando todo de él. Y era cierto, de ella sabía todo no había nada secreto de parte de ella, pero de él sí, porque temía perderla para siempre verla alejarse a manos de otros, y eso no solo le daba temor si no también lo llenaba de una furia desmedida.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/03/2014
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Sus manos cálidas, enceguecidas por el amor que sentía por aquel hombre no sintieron el frío de la piel ajena o más bien, no lo notaron extraño. La frialdad en la piel de su esposo era un detalle que a ella le había encantado desde el primer momento en que decidió abrirle una parte de su corazón. Una sonrisa fue lo que la psiquiatra le dedico a su amado, quien sin dejar de mirarla a los ojos se levanto del suelo donde se encontraba arrodillado, arrepentido. A la fémina le dolía verlo sufrir pero le dolía más darse cuenta que quien provocaba aquel dolor era ella y sus palabras, sin embargo, no se arrepentía de nada de lo que dijera, puesto que deseaba con todo su corazón y su cordura, hacer reaccionar a su esposo. Por esa noche y quizás durante unos días la vida marital estaría en supuesta paz, más pronto esa paz remitiría y Felicity volvería a considerar la terapia de pareja o la separación como una opción.
Verlo expresar su amor por ella, escuchar lo convencido que él se encontraba y sobre todo lo decidido que se mostraba a hacer cualquier cosa por ella, le sacaron una sonrisa a la psiquiatra. Felicity le creía, confiaba por completo en que para Dastan no existía otra mujer más que ella, sin embargo seguía siendo consciente de que as habladurías en torno a él eran por algo. ¿Qué era lo que llevaba a su amado a reunirse con otras mujeres aunque su corazón fuera solo suyo? ¿En qué estaba metido que no podía contarle? ¿No incluían sus votos matrimoniales estar el uno con el otro tanto en buenas como en malas?.
– Lo único que quiero es compartir todo contigo. Creo en tus palabras porque no detecto en ellas mentiras más aún así percibo que no me has contado todo. Preguntas qué es lo que quiero, pues la respuesta es simple, demuéstrame que me amas compartiendo los secretos que posees – acarició el rostro de su amado – Soy tu esposa Dastan y te amo, nada ni nadie me alejaría de ti – hizo una pausa – no me importa en que estés metido, no me importa si es que mi vida es puesta en peligro, lo único que deseo es conocerte del todo.
Y tal parecía que no importaba cuanto se esforzara ella por revelar los secretos de Dastan, de alguna manera, él siempre conseguía evadirla. ¿Importaba una noche más de secretos? La respuesta sensata en la mente de Felicity era que si importaba, pero los besos, el cuerpo de Dastan cerca del suyo y su mirada sobre la de ella, fueron capaces de hacer que la psiquiatra decidiera dejar el tema de los secretos para otro momento, en especial ahora que él aseguraba que permanecería a su lado. Sentada sobre las piernas de su esposo, los dedos de la psiquiatra acarician los labios masculinos y una sonrisa aparece en sus labios.
– Pues me pasa lo mismo cuando estoy contigo. Tu cercanía me impide ser prudente – le abraza de vuelta y suspira – No eres irresponsable, más bien eres demasiado responsable con los demás, tanto como para olvidar que también posees deberes conyugales – la felicidad inunda a la Dittmar al escuchar que su esposo permanecerá dos días en casa, dos días que le darán el tiempo necesario para interrogarle debidamente, porque si Dastan creía que todo el interrogatorio terminaba, estaba completamente equivocado – ¿Quieres que vayamos juntos a hospital mañana? – sonríe – La verdad es que nunca hemos llegado juntos de día y creo que eso hace que los demás doctores y enfermeras duden de nuestro matrimonio.
Verlo expresar su amor por ella, escuchar lo convencido que él se encontraba y sobre todo lo decidido que se mostraba a hacer cualquier cosa por ella, le sacaron una sonrisa a la psiquiatra. Felicity le creía, confiaba por completo en que para Dastan no existía otra mujer más que ella, sin embargo seguía siendo consciente de que as habladurías en torno a él eran por algo. ¿Qué era lo que llevaba a su amado a reunirse con otras mujeres aunque su corazón fuera solo suyo? ¿En qué estaba metido que no podía contarle? ¿No incluían sus votos matrimoniales estar el uno con el otro tanto en buenas como en malas?.
– Lo único que quiero es compartir todo contigo. Creo en tus palabras porque no detecto en ellas mentiras más aún así percibo que no me has contado todo. Preguntas qué es lo que quiero, pues la respuesta es simple, demuéstrame que me amas compartiendo los secretos que posees – acarició el rostro de su amado – Soy tu esposa Dastan y te amo, nada ni nadie me alejaría de ti – hizo una pausa – no me importa en que estés metido, no me importa si es que mi vida es puesta en peligro, lo único que deseo es conocerte del todo.
Y tal parecía que no importaba cuanto se esforzara ella por revelar los secretos de Dastan, de alguna manera, él siempre conseguía evadirla. ¿Importaba una noche más de secretos? La respuesta sensata en la mente de Felicity era que si importaba, pero los besos, el cuerpo de Dastan cerca del suyo y su mirada sobre la de ella, fueron capaces de hacer que la psiquiatra decidiera dejar el tema de los secretos para otro momento, en especial ahora que él aseguraba que permanecería a su lado. Sentada sobre las piernas de su esposo, los dedos de la psiquiatra acarician los labios masculinos y una sonrisa aparece en sus labios.
– Pues me pasa lo mismo cuando estoy contigo. Tu cercanía me impide ser prudente – le abraza de vuelta y suspira – No eres irresponsable, más bien eres demasiado responsable con los demás, tanto como para olvidar que también posees deberes conyugales – la felicidad inunda a la Dittmar al escuchar que su esposo permanecerá dos días en casa, dos días que le darán el tiempo necesario para interrogarle debidamente, porque si Dastan creía que todo el interrogatorio terminaba, estaba completamente equivocado – ¿Quieres que vayamos juntos a hospital mañana? – sonríe – La verdad es que nunca hemos llegado juntos de día y creo que eso hace que los demás doctores y enfermeras duden de nuestro matrimonio.
Felicity Dittmar- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/01/2017
Re: Castillo de arena cae suavemente || Privado – Felicity
Enfrentaría a Iblis nuevamente, por tener tu sonrisa un día más conmigo…
El veneno de su secreto lo estaba comiendo por dentro; si pudiera llorar, aquel león fuerte lo haría, aunque ahora solo era un cachorro en manos de la dueña de su vida, si, ella era su razón de ser, su luz, su alma perdida y corazón. Trató de mantenerse calmada y encontrar una mentira que fuera creíble para ella y que la calmara, por un tiempo. Pero, no había nada en su mente, cada una de sus engaños y argucias ya habían sido utilizadas antes y ahora estaba en cero, solo tenía que ser sincero, y eso le dolía porque entonces mostraría el monstruo que es, y ver esos de ojos de terror en el amor de su vida, era algo que no deseaba Dastan.
Abrazó mediando su fuerza para destruirla, beso su cuello subiendo por sus mejillas hasta la siente y la frente de su amada impregnándose del aroma de ella completamente. Quería gritarle y mostrarle la verdad, pero temía. Dastan tenía miedo perder su única razón de considerarse un humano. La besó en silencio, tomando esos labios con sumo cuidado, pero el deseo salvaje de poseer aquel cuerpo en las mil y una noches, no solo carnal si no también devorar su vida, su alma, fundirse en el fuego hirviendo del desierto hasta saciar su sed y la de ella iba creciendo haciendo más intenso el beso hasta que él mismo tuvo que cortarlo con un sonrisa, acariciando aquellos labios hinchados, aquellos labios que mantenían la calidez del beso, del aliento de la vida entregada al demonio.
Una sonrisa se escapó de aquellos labios ante la dulce confesión de su amada ghazala, y ahí encontró la puerta de salida para el momento –Habbibe, mi único secreto, es que soy un monstruo, soy un demonio que ha rechazado a varias mujeres porque mi corazón se detuvo cuando te conocí, porque todas las mujeres del mundo saben que yo pertenezco a una sola mujer y es la que tengo en mis brazos. Ese es mi secreto, ser odiado por las demás mujeres al no caer en sus encantos y hechizos, y por eso inventan rumores sobre mí, porque quieren que terminemos nuestro matrimonio, pero, aun así, yo nunca estaría con otro mujer que no seas tú, no yacería en cama con otro cuerpo que no sea el tuyo, no deseo ver otra sonrisa que no sean la tuya, oler otros cabellos que no sean tus rubias hebras sedosas. Si no eres tú, no me sirve otra mujer, y no quiero otra– suspira besando aquellos dedos que tocan sus labios devorando sus falanges primeros, saboreando la calidez de la sangre que corre sobre ella, esa sangre que lo enloquece.
Más pensó el León de Persia, que todo había quedado olvidado, ante la evidente calma del momento, más en un segundo se paralizó por completo ante la petición de su esposa de llegar juntos al hospital de día, algo que para él sería imposible. Apretó los dientes con fuerza al punto de sentir que estallaría en rayos. Tomó de la cintura de su esposa rozando su nariz por su cuello - Por dos días olvidemos el hospital, como has dicho he olvidado mis deberes conyugales y quiero demostrar a mi esposa y dueña, cuanto la amo, así que en dos días me dedicaré como un buen esposo a cumplir de mis deberes, te haré el amor por cada rincón de esta mansión, quiero que tu piel me recuerde así como llevar en mis labios y mis manos la calidez de tu cuerpo - susurra cargándola en brazos como si fuera una princesa, una reina.
Cerró las cortinas del salón, de cada una de las ventanas, sin dejar de sonreir ante los ojos de su amada - Luego iremos al hospital, de día o de noche, aunque me gustaría de noche, para de día yacer más junto a ti, tenerte despierta para mí- susurra tratando de con esa excusa salir del momento. No podía decir que no al salir al sol, pero aceptar lo pondría incomodo y haría dudar más a su esposa. Se acercó a ella poniéndose de rodillas tomando su mano besándola como un caballero antiguo - Acéptame esta noche, Felicity Dittmar- besa los dedos de su esposa atendiendo uno a uno y con los ojos hambrientos devorando a los ojos de su esposa.
Él sabía hasta donde podía llegar, y como controlar a la bestia, pero aquella mujer, aquella fuerza que tenía en frente era su único descontrol.
Dastan B. Dittmar- Vampiro Clase Alta
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