AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Con sangre y tinta
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Con sangre y tinta
Silencio…
Que lo llena todo, que lo es todo. Silencio así como soledad. Por extraño que todo fuera era como si ambas cosas fueran de la mano.
Los días pasados habían sido demasiado demenciales para entenderlos siquiera. Y lo cierto es que no quería pararme a pensar, pese a que aquella tarde me sintiera mas muerto de lo que me había sentido en mucho tiempo.
Las aguas permanecías estáticas, quietas, mientras yo miraba a través de ellas sin fijarme en nada realmente. Hasta que un perfil borroso apareció ante mí.
¿Cuándo tiempo llevaba en sumergido en las aguas de mi gran bañera, simplemente ido? Por lo visto…el suficiente para que Johannes viniera a ver si me habia cortado las venas o alguna tragedia similar como las que describía en mis historias.
Mi cabello flotaba en el agua, como si estuviera sumido en una realidad lenta. ¿Por qué tenia que renunciar ya a un placer tan mínimo?
“Glhoooblaa…”
El confuso saludo que salió en forma de burbujas desde mi boca hizo sonreír a mi primogénito, quien acerco su cigarrillo a sus labios cerrando los ojos para dar una profunda calada, expulsando el humo con suavidad por la boca. Su ceño estaba fruncido y su silencio sumado al tabaco me hacía saber que estaba preocupado. Me senté poco a poco hasta quedar con la cabeza fuera de las aguas.
Extendí mis cabellos hacia atrás mientras apoyaba mi cabeza en el borde de la bañera.
Key lleva media hora aporreándote la puerta, le tienes preocupada.
Cuanto…
Llevas mas de dos horas. Llegas tarde
Torcí una sonrisa mientras le miraba. Estirando el brazo hacia él para arrebatarle el cigarrillo que se estaba fumando.
¿Desde cuándo fumas?
Desde hoy.
Ah…
Johannes me acerco una toalla mientras yo acababa su tabaco. Apagándolo en el mismo borde de la bañera. Me puse en pie para salir mientras aceptaba la toalla. Lo cierto es que toda la familia estaba al tanto de lo sucedido. Y todos sabían que me había mostrado mas “ido” de lo normal. Y es que no podía decir que me sintiera bien por el dia que estaba viviendo, supongo que porque siempre pensé que las cosas podían arreglarse, cuando a veces ya no hay vuelta atrás.
Después de secarme, de vestirme y abotonar el ultimo botón de mi largo y oscuro abrigo negro salí de mi habitación, bajando las escaleras. Biél no estaba allí, supongo que no sabia como tomar la situación, si como un festejo o un funeral, mientras que Johannes y Kahlan se mantenían a los pies de la escalera, los dos de brazos cruzados mientras charlaban en voz baja. Baje la cabeza y sonreí mínimamente, lo cierto es que no sabía que decirles. Ya les había dicho lo sucedido, que su madre realmente no tenia culpa de nada, que todo había sido fruto de hechizos…y muchos malos entendidos. Pero supongo que era demasiado difícil de entender y más aun de hablar de ello como si nada.
Cuando llegue hasta abajo, los dos se acercaron como queriendo decir algo, sin que realmente sus labios llegaran a proferir palabra alguna. Acaricie la mejilla de Johannes y luego me gire para besar la frente de Key.
Vamos, vamos. No pongais esas caras. No os preocupéis.
Todo irá bien. Nos irá bien.
La normalidad es buena, pero está sobrevalorada.
Vi cierto atisbo de sonrisa en sus rostros que me fue suficiente antes de calzar mi sombrero de copa y salir por la puerta que Sam me abría.
Fuera, la noche se mostraba más nítida que alguna otra que hubiera contemplado esos días. El cielo estaba despejado, la luna blanca, llena y radiante… Si, era una hermosa noche, y su frescura me inundo de camino al carruaje. Era cierto, llegaba tarde, pero no me di prisa, aquella noche me permití el lujo de llegar tarde al elegante y viejo edificio donde mis abogados nos esperaban seguramente desde hacía algunos minutos. Y es que no me sentía con ganas de preocuparme por la excesiva puntualidad protocolar.
Al llegar, las puertas del elegante edificio se abrieron ante mi y fui conducido por un lúgubre pasillo hasta el despacho central, cuya puerta fue abierta por dos de los siervos.
Saque mi sombrero y se lo extendí a uno de ellos, pasándole también los guantes y un bastón recientemente estrenado, quedándome con el abrigo, pues realmente no pensé que aquello fuera algo que se alargara en exceso.
Ella estaba allí, frente al escritorio, de pie, leyendo mientras uno de mis abogados le explicaba algunas de las clausulas en voz baja. Sin embargo se giro en cuanto me sintió entrar. Sus ropajes eran de algún modo mas sencillos, aunque no se si es esa la palabra, o si mas bien la palabra era “recatado”. No lo se, fuera por su ropa, por su pose, o por su rostro, se me hizo extraño, como si no mirara a la misma persona. Quizas porque en el fondo no lo era.
Bonne nuit.
Perdonad mi retraso. Indique acercándome al escritorio para saludar a a mis abogados estrechando sus manos. Había silencio entre ellos, quizás demasiado o quizás simplemente me lo pareció. Como si al llegar yo ya no susurraran nada. Podría haber leído sus mentes, pero ni siquiera me tome la molestia. Ellos sacaron y extendieron diversos papeles delante de nosotros y me acercaron la pluma y el tintero a la vez que comenzaban a leer parte de nuestros derechos y condiciones.
El Barón Jerarld Johannes Délvheen de Vries, de forma libre, acepta las condiciones aquí presentes para confiscar a madame Erikdottir sus bienes asi como su titulo como miembro de la realeza ya que este fue conferido ante el sagrado acto del matrimonio y…
No. El abogado dio un respingo.
Salvo los castillos de Isla Engel y París, ella puede quedarse con lo que desee. Indique sin mirar a los abogados quienes se miraban entre ellos un tanto confusos, -y seguramente alarmados al estar ahí algunos de los gestores y administradores de mi patrimonio- a la vez que yo sujetaba el documento, leyéndolo más atentamente.
Pero eso no es lo que se suele acordar barón. El divorcio además, necesita un motivo que aun no nos ha facilitado. Y los bienes son…
Este acuerdo será personalizado. Y no necesitáis un motivo. Indique elevando la mirada para que cada uno de ellos se encontrara conmigo visualmente mientras manipulaba sus mentes para evitar más preguntas. Por lo que asintieron mientras yo -sin mirar a mi acompañante-, hundía la pluma en el tintero, eliminando el exceso de tinta para llevarlo al papel. Mire de reojo a Eyra, quien observaba mis movimientos, pero ella no había hablado siquiera, por lo que antes de rasgar el papel con la tinta, deposite la pluma sobre la mesa, lo cierto es que no quería encontrarme con su mirada. Estaba seguro que esta situación era tan extraña para mí, como para ella.
…
Madame…Me temo que aun no me ha comunicado los bienes que desea conservar, si es que hay algunos. Por lo que le daré un momento para que lo reflexione y éstos sean agregados a los documentos que firmar. Indique con un tono de voz más suave y menos severo que el utilizado anteriormente con mis abogados, gestores y demás trajeados.
Regreso enseguida.
No lo pude evitar, tenia que salir. Me encamine hacia la salida del despacho y camine por el pasillo mientras daba un resoplido, estaba abrumado. Abrí una puerta al azar, encontrando otro despacho más pequeño y vacio, por lo que entre allí mismo sin invitación alguna para apoyarme sobre el escritorio, mientras tomaba un cigarrillo del tabaco que su dueño habría dejado allí.
Negué con la cabeza. Me sentía disgustado, pese a que no entendiera el porqué. Por lo que simplemente me quede allí, mirando por la ventana con el cigarrillo entre los dedos, pero mientras esperaba -sosegarme- el crujido de la puerta sonó y esta volvió a abrirse. No quise mirar a ver quién era, su aroma ya me lo advertía, por lo que seguí contemplando por la ventana, hasta que la oscuridad del cristal se tiño de colores, mostrándome en su reflejo el dibujo de su rostro ahora más cerca de mi…
Que lo llena todo, que lo es todo. Silencio así como soledad. Por extraño que todo fuera era como si ambas cosas fueran de la mano.
Los días pasados habían sido demasiado demenciales para entenderlos siquiera. Y lo cierto es que no quería pararme a pensar, pese a que aquella tarde me sintiera mas muerto de lo que me había sentido en mucho tiempo.
Las aguas permanecías estáticas, quietas, mientras yo miraba a través de ellas sin fijarme en nada realmente. Hasta que un perfil borroso apareció ante mí.
¿Cuándo tiempo llevaba en sumergido en las aguas de mi gran bañera, simplemente ido? Por lo visto…el suficiente para que Johannes viniera a ver si me habia cortado las venas o alguna tragedia similar como las que describía en mis historias.
Mi cabello flotaba en el agua, como si estuviera sumido en una realidad lenta. ¿Por qué tenia que renunciar ya a un placer tan mínimo?
“Glhoooblaa…”
El confuso saludo que salió en forma de burbujas desde mi boca hizo sonreír a mi primogénito, quien acerco su cigarrillo a sus labios cerrando los ojos para dar una profunda calada, expulsando el humo con suavidad por la boca. Su ceño estaba fruncido y su silencio sumado al tabaco me hacía saber que estaba preocupado. Me senté poco a poco hasta quedar con la cabeza fuera de las aguas.
Extendí mis cabellos hacia atrás mientras apoyaba mi cabeza en el borde de la bañera.
Key lleva media hora aporreándote la puerta, le tienes preocupada.
Cuanto…
Llevas mas de dos horas. Llegas tarde
Torcí una sonrisa mientras le miraba. Estirando el brazo hacia él para arrebatarle el cigarrillo que se estaba fumando.
¿Desde cuándo fumas?
Desde hoy.
Ah…
Johannes me acerco una toalla mientras yo acababa su tabaco. Apagándolo en el mismo borde de la bañera. Me puse en pie para salir mientras aceptaba la toalla. Lo cierto es que toda la familia estaba al tanto de lo sucedido. Y todos sabían que me había mostrado mas “ido” de lo normal. Y es que no podía decir que me sintiera bien por el dia que estaba viviendo, supongo que porque siempre pensé que las cosas podían arreglarse, cuando a veces ya no hay vuelta atrás.
Después de secarme, de vestirme y abotonar el ultimo botón de mi largo y oscuro abrigo negro salí de mi habitación, bajando las escaleras. Biél no estaba allí, supongo que no sabia como tomar la situación, si como un festejo o un funeral, mientras que Johannes y Kahlan se mantenían a los pies de la escalera, los dos de brazos cruzados mientras charlaban en voz baja. Baje la cabeza y sonreí mínimamente, lo cierto es que no sabía que decirles. Ya les había dicho lo sucedido, que su madre realmente no tenia culpa de nada, que todo había sido fruto de hechizos…y muchos malos entendidos. Pero supongo que era demasiado difícil de entender y más aun de hablar de ello como si nada.
Cuando llegue hasta abajo, los dos se acercaron como queriendo decir algo, sin que realmente sus labios llegaran a proferir palabra alguna. Acaricie la mejilla de Johannes y luego me gire para besar la frente de Key.
Vamos, vamos. No pongais esas caras. No os preocupéis.
Todo irá bien. Nos irá bien.
La normalidad es buena, pero está sobrevalorada.
Vi cierto atisbo de sonrisa en sus rostros que me fue suficiente antes de calzar mi sombrero de copa y salir por la puerta que Sam me abría.
Fuera, la noche se mostraba más nítida que alguna otra que hubiera contemplado esos días. El cielo estaba despejado, la luna blanca, llena y radiante… Si, era una hermosa noche, y su frescura me inundo de camino al carruaje. Era cierto, llegaba tarde, pero no me di prisa, aquella noche me permití el lujo de llegar tarde al elegante y viejo edificio donde mis abogados nos esperaban seguramente desde hacía algunos minutos. Y es que no me sentía con ganas de preocuparme por la excesiva puntualidad protocolar.
Al llegar, las puertas del elegante edificio se abrieron ante mi y fui conducido por un lúgubre pasillo hasta el despacho central, cuya puerta fue abierta por dos de los siervos.
Saque mi sombrero y se lo extendí a uno de ellos, pasándole también los guantes y un bastón recientemente estrenado, quedándome con el abrigo, pues realmente no pensé que aquello fuera algo que se alargara en exceso.
Ella estaba allí, frente al escritorio, de pie, leyendo mientras uno de mis abogados le explicaba algunas de las clausulas en voz baja. Sin embargo se giro en cuanto me sintió entrar. Sus ropajes eran de algún modo mas sencillos, aunque no se si es esa la palabra, o si mas bien la palabra era “recatado”. No lo se, fuera por su ropa, por su pose, o por su rostro, se me hizo extraño, como si no mirara a la misma persona. Quizas porque en el fondo no lo era.
Bonne nuit.
Perdonad mi retraso. Indique acercándome al escritorio para saludar a a mis abogados estrechando sus manos. Había silencio entre ellos, quizás demasiado o quizás simplemente me lo pareció. Como si al llegar yo ya no susurraran nada. Podría haber leído sus mentes, pero ni siquiera me tome la molestia. Ellos sacaron y extendieron diversos papeles delante de nosotros y me acercaron la pluma y el tintero a la vez que comenzaban a leer parte de nuestros derechos y condiciones.
El Barón Jerarld Johannes Délvheen de Vries, de forma libre, acepta las condiciones aquí presentes para confiscar a madame Erikdottir sus bienes asi como su titulo como miembro de la realeza ya que este fue conferido ante el sagrado acto del matrimonio y…
No. El abogado dio un respingo.
Salvo los castillos de Isla Engel y París, ella puede quedarse con lo que desee. Indique sin mirar a los abogados quienes se miraban entre ellos un tanto confusos, -y seguramente alarmados al estar ahí algunos de los gestores y administradores de mi patrimonio- a la vez que yo sujetaba el documento, leyéndolo más atentamente.
Pero eso no es lo que se suele acordar barón. El divorcio además, necesita un motivo que aun no nos ha facilitado. Y los bienes son…
Este acuerdo será personalizado. Y no necesitáis un motivo. Indique elevando la mirada para que cada uno de ellos se encontrara conmigo visualmente mientras manipulaba sus mentes para evitar más preguntas. Por lo que asintieron mientras yo -sin mirar a mi acompañante-, hundía la pluma en el tintero, eliminando el exceso de tinta para llevarlo al papel. Mire de reojo a Eyra, quien observaba mis movimientos, pero ella no había hablado siquiera, por lo que antes de rasgar el papel con la tinta, deposite la pluma sobre la mesa, lo cierto es que no quería encontrarme con su mirada. Estaba seguro que esta situación era tan extraña para mí, como para ella.
…
Madame…Me temo que aun no me ha comunicado los bienes que desea conservar, si es que hay algunos. Por lo que le daré un momento para que lo reflexione y éstos sean agregados a los documentos que firmar. Indique con un tono de voz más suave y menos severo que el utilizado anteriormente con mis abogados, gestores y demás trajeados.
Regreso enseguida.
No lo pude evitar, tenia que salir. Me encamine hacia la salida del despacho y camine por el pasillo mientras daba un resoplido, estaba abrumado. Abrí una puerta al azar, encontrando otro despacho más pequeño y vacio, por lo que entre allí mismo sin invitación alguna para apoyarme sobre el escritorio, mientras tomaba un cigarrillo del tabaco que su dueño habría dejado allí.
Negué con la cabeza. Me sentía disgustado, pese a que no entendiera el porqué. Por lo que simplemente me quede allí, mirando por la ventana con el cigarrillo entre los dedos, pero mientras esperaba -sosegarme- el crujido de la puerta sonó y esta volvió a abrirse. No quise mirar a ver quién era, su aroma ya me lo advertía, por lo que seguí contemplando por la ventana, hasta que la oscuridad del cristal se tiño de colores, mostrándome en su reflejo el dibujo de su rostro ahora más cerca de mi…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 476
Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Con sangre y tinta
Tras la desaparición del barón, se alzó el alboroto provocado por los abogados y el resto del cuerpo que formaban el equipo cuya función era dictaminar y testificar la validez de los documentos firmados que nos concederían la libertad mutua. Todos ellos parloteaban y discutían sin que ni él con su ausencia ni yo, con mis pensamientos muy lejos de aquella asfixiante sala, quisiéramos entender siquiera el motivo de tanta problemática. Al fin y al cabo, lo nuestro había sido un acuerdo mutuo. Pero entonces... ¿por qué se había ido de aquél modo? Me mordí los labios, por un momento, sobrecogida. ¿Y si yo había sido alguien importante en su vida? Quizás le costaba deshacerse del pasado, de los recuerdos que juntos habíamos compartido. Quizás le costaba comprender que yo no era yo, que aquellos recuerdos no eran los míos. Quizás le había presionado demasiado y necesitaba un respiro. Por ello, en aquél instante, me maldije internamente por mi escaso tacto, por mi escasa preocupación por el barón y sus hijos. Aunque para mí todos ellos fueran unos completos desconocidos, debía entender que yo había sido alguien importante para ellos. Al fin y al cabo, el barón se había casado conmigo y yo no dejaba de ser la madre de sus dos hijos y de otros tantos adoptivos. Aquella idea me hizo temblar de miedo. ¡Hijos! Y no uno o dos... ¡Incontables! Aunque él parecía un buen hombre, pese a sus dotes sementales.
- Discúlpenme un momento.- me excusé con una efímera sonrisa cortés y un movimiento de cabeza que silenció la sala por un momento, reiniciándose el alboroto en cuanto ajusté la puerta tras de mí. Suspiré, sintiendo mi cabeza un tanto presionada ante todo lo que acontecía a mi alrededor. ¿Cómo no volverme loca? Dos días antes me había escapado de Gríndavik y acababa de pagar una habitación en un hostal, dispuesta a pasar la noche allí hasta que las cosas se me complicaron tras conocer a un pelirrojo falto de luces que me envolvió en sus turbulentos asuntos, perdiéndonos en el bosque, acabando remojados en un estanque de lodo y finalmente, en una taberna, en la que, tras pelearse él contra un fornido vikingo, ambos nos dimos a la bebida y terminamos desnudos en mi lecho... Después de eso, él desapareció, las cosas se tornaron extrañas, el tiempo transcurrió deprisa y sin darme cuenta, acababa de parir a un niño que me fue robado de mis brazos y poco después... nada. Sólo me aguardó la oscuridad, la inconsciencia. Algunos destellos de realidad a veces podía recordar, pero entonces mi cabeza ardía a martillazos y el olvido me hacía regresas a las interminables lagunas de las que sabía que nunca podría escapar.
Pocos fueron los que me contaron mi obra durante todo aquél tiempo, y cuando lo intentaban, siempre terminaba frenándoles. Por algún motivo, pensaba que era mejor para mí seguir en la inocencia, por mucho que el temor y la curiosidad me azotaran a cada momento. De algún modo, sabía que sin saber realmente lo sucedido, podía auto-protegerme mejor. Quién sabe, quizás incluso de mí misma.
El aroma cálido y extrañamente familiar guió mis pasos casi de forma inconsciente, golpeando la puerta antes de entrar en un pequeño y lúgubre despacho en el que, de espaldas a mí, se encontraba el barón. ¿Por qué había ido en su búsqueda? Miré a lado y lado, como si buscara una excusa para mi intrusión, pues pensé que si estaba allí, solo, era porque anhelaba seguir así, ahí, solo. ¿Qué hacía yo allí entonces? ¿De pie, petrificada, sin decir nada? ¿Debía disculparme? ¿Irme sin más? Sí, quizás ni se había dado cuenta de mi entrada... Luego desestimé esa opción porque era consciente de que si yo, que era relativamente nueva en todo esto del vampirismo, me daba cuenta de hasta cuando una mariposa se posaba sobre una rama situada a cientos de metros de dónde yo me encontrara... el barón sabría de igual modo quién estaba tras él, a qué distancia y de qué modo. Quise refunfuñar algo, pero al final, sólo escapó de mis labios un avergonzado suspiro.
- Creo que no llegué a agradecerle que me salvara de aquél vikingo.- murmuré, como si retomara una conversación que había quedado pendiente de apenas unos días, cuando en realidad, habían transcurrido casi ochocientos años. ¿Sabría él de qué le hablaba? No, seguramente tampoco se acordaría de aquél incidente, ni de aquella noche, ni de nuestro encuentro. Por lo que sabía, él había sido tan engañado y manipulado como yo. ¿Podría entonces comprender mi situación? Meneé la cabeza, percatándome que aquél no era mi lugar y debía dejarle solo. Pero antes, quise aclarar algunas cosas, por lo que di unos pasos al frente mientras jugueteaba con los dedos de mis manos, un tanto nerviosa.- Barón Délvheen... verá, vine para aclarar con vos el asunto este de las cesiones territoriales y demás... -me aclaré la garganta, carraspeando para disimular mi nerviosismo. ¿Por qué me costaba tanto hablarle? ¿Por qué me intimidaba de ese modo? Debía pensar que era una pobre atolondrada, nada que ver con la mujer que guió mis pasos. ¿Le gustarían las mujeres con carácter...? ¡Pero qué cosas pensaba! Estuve a punto de zarandearme a mí misma, pero habría sido una situación muy absurda y en segundo lugar, no habría podido disimular el sonrojo que se apoderaba de mi rostro... Aunque, claro, siendo vampiresa, no podía sonrojarme. Entonces, ¿qué era aquél calor que irradiaba de mis mejillas? ¿Algo psicológico?
Lo mejor sería terminar con aquello y huir cuál bandida, que suficiente tenía el pobre Barón. Retomé aquél monólogo, hablándole a su espalda porque no se dignó a ladear su rostro para mirarme. En cualquier caso, pensé que así sería todo más fácil, pues de algún modo, algo me impedía incluso mirarle a los ojos, como si algo me avergonzara profundamente, como si temiera ver algo en su mirada capaz de... destruirme.- Quería comentarle que no tengo ninguna intención de apoderarme de nada que le pertenezca a vos o a su familia, le aseguro que no codicio nada suyo, mi señor. Una vez firme los documentos saldré de sus vidas para siempre y les prometo que no volverán a saber de mí, pues sé que de algún modo les lastimé y, bueno... En cualquier caso, sí que querría pedirle, si no es mucho, por supuesto... que sus dos hijos mayores, ya sabe... los que... en principio yo gesté... ehm... me gustaría, y es más una petición que una exigencia, que me escribieran de vez en cuando. Sé que no puedo considerarles mis hijos, pero... quizás sea por el vínculo de sangre que me une a ellos, siento la necesidad de... Oh, diablos... déjelo.- me enfurruñé al final, cruzándome de brazos a la altura del pecho, dedicándome a mí misma un mohín por ser incapaz de hablar con propiedad. ¿Por qué me alteraba tanto todo eso? Si al fin y al cabo, ellos no eran nada para mí... ¿verdad?
- ¿Me permite... hacerle una pregunta?- me mordí de nuevo los labios, arrepintiéndome en ese mismo instante de mi atrevimiento. No obstante, el barón hizo ademán de girar su rostro hacia mí y yo, casi instintivamente, agaché la mirada antes de susurrar aquello que me carcomía desde su salida del despacho.- ¿Por qué no firmó el divorcio?
Aguardé unos largos e intensos segundos, dándome por vencida ante su silencio y su mirada puesta en mí, estremeciéndome cuando alcé los ojos y quedé cautiva de su embrujo, robándome el habla, el pensamiento y la cordura.
- Discúlpenme un momento.- me excusé con una efímera sonrisa cortés y un movimiento de cabeza que silenció la sala por un momento, reiniciándose el alboroto en cuanto ajusté la puerta tras de mí. Suspiré, sintiendo mi cabeza un tanto presionada ante todo lo que acontecía a mi alrededor. ¿Cómo no volverme loca? Dos días antes me había escapado de Gríndavik y acababa de pagar una habitación en un hostal, dispuesta a pasar la noche allí hasta que las cosas se me complicaron tras conocer a un pelirrojo falto de luces que me envolvió en sus turbulentos asuntos, perdiéndonos en el bosque, acabando remojados en un estanque de lodo y finalmente, en una taberna, en la que, tras pelearse él contra un fornido vikingo, ambos nos dimos a la bebida y terminamos desnudos en mi lecho... Después de eso, él desapareció, las cosas se tornaron extrañas, el tiempo transcurrió deprisa y sin darme cuenta, acababa de parir a un niño que me fue robado de mis brazos y poco después... nada. Sólo me aguardó la oscuridad, la inconsciencia. Algunos destellos de realidad a veces podía recordar, pero entonces mi cabeza ardía a martillazos y el olvido me hacía regresas a las interminables lagunas de las que sabía que nunca podría escapar.
Pocos fueron los que me contaron mi obra durante todo aquél tiempo, y cuando lo intentaban, siempre terminaba frenándoles. Por algún motivo, pensaba que era mejor para mí seguir en la inocencia, por mucho que el temor y la curiosidad me azotaran a cada momento. De algún modo, sabía que sin saber realmente lo sucedido, podía auto-protegerme mejor. Quién sabe, quizás incluso de mí misma.
El aroma cálido y extrañamente familiar guió mis pasos casi de forma inconsciente, golpeando la puerta antes de entrar en un pequeño y lúgubre despacho en el que, de espaldas a mí, se encontraba el barón. ¿Por qué había ido en su búsqueda? Miré a lado y lado, como si buscara una excusa para mi intrusión, pues pensé que si estaba allí, solo, era porque anhelaba seguir así, ahí, solo. ¿Qué hacía yo allí entonces? ¿De pie, petrificada, sin decir nada? ¿Debía disculparme? ¿Irme sin más? Sí, quizás ni se había dado cuenta de mi entrada... Luego desestimé esa opción porque era consciente de que si yo, que era relativamente nueva en todo esto del vampirismo, me daba cuenta de hasta cuando una mariposa se posaba sobre una rama situada a cientos de metros de dónde yo me encontrara... el barón sabría de igual modo quién estaba tras él, a qué distancia y de qué modo. Quise refunfuñar algo, pero al final, sólo escapó de mis labios un avergonzado suspiro.
- Creo que no llegué a agradecerle que me salvara de aquél vikingo.- murmuré, como si retomara una conversación que había quedado pendiente de apenas unos días, cuando en realidad, habían transcurrido casi ochocientos años. ¿Sabría él de qué le hablaba? No, seguramente tampoco se acordaría de aquél incidente, ni de aquella noche, ni de nuestro encuentro. Por lo que sabía, él había sido tan engañado y manipulado como yo. ¿Podría entonces comprender mi situación? Meneé la cabeza, percatándome que aquél no era mi lugar y debía dejarle solo. Pero antes, quise aclarar algunas cosas, por lo que di unos pasos al frente mientras jugueteaba con los dedos de mis manos, un tanto nerviosa.- Barón Délvheen... verá, vine para aclarar con vos el asunto este de las cesiones territoriales y demás... -me aclaré la garganta, carraspeando para disimular mi nerviosismo. ¿Por qué me costaba tanto hablarle? ¿Por qué me intimidaba de ese modo? Debía pensar que era una pobre atolondrada, nada que ver con la mujer que guió mis pasos. ¿Le gustarían las mujeres con carácter...? ¡Pero qué cosas pensaba! Estuve a punto de zarandearme a mí misma, pero habría sido una situación muy absurda y en segundo lugar, no habría podido disimular el sonrojo que se apoderaba de mi rostro... Aunque, claro, siendo vampiresa, no podía sonrojarme. Entonces, ¿qué era aquél calor que irradiaba de mis mejillas? ¿Algo psicológico?
Lo mejor sería terminar con aquello y huir cuál bandida, que suficiente tenía el pobre Barón. Retomé aquél monólogo, hablándole a su espalda porque no se dignó a ladear su rostro para mirarme. En cualquier caso, pensé que así sería todo más fácil, pues de algún modo, algo me impedía incluso mirarle a los ojos, como si algo me avergonzara profundamente, como si temiera ver algo en su mirada capaz de... destruirme.- Quería comentarle que no tengo ninguna intención de apoderarme de nada que le pertenezca a vos o a su familia, le aseguro que no codicio nada suyo, mi señor. Una vez firme los documentos saldré de sus vidas para siempre y les prometo que no volverán a saber de mí, pues sé que de algún modo les lastimé y, bueno... En cualquier caso, sí que querría pedirle, si no es mucho, por supuesto... que sus dos hijos mayores, ya sabe... los que... en principio yo gesté... ehm... me gustaría, y es más una petición que una exigencia, que me escribieran de vez en cuando. Sé que no puedo considerarles mis hijos, pero... quizás sea por el vínculo de sangre que me une a ellos, siento la necesidad de... Oh, diablos... déjelo.- me enfurruñé al final, cruzándome de brazos a la altura del pecho, dedicándome a mí misma un mohín por ser incapaz de hablar con propiedad. ¿Por qué me alteraba tanto todo eso? Si al fin y al cabo, ellos no eran nada para mí... ¿verdad?
- ¿Me permite... hacerle una pregunta?- me mordí de nuevo los labios, arrepintiéndome en ese mismo instante de mi atrevimiento. No obstante, el barón hizo ademán de girar su rostro hacia mí y yo, casi instintivamente, agaché la mirada antes de susurrar aquello que me carcomía desde su salida del despacho.- ¿Por qué no firmó el divorcio?
Aguardé unos largos e intensos segundos, dándome por vencida ante su silencio y su mirada puesta en mí, estremeciéndome cuando alcé los ojos y quedé cautiva de su embrujo, robándome el habla, el pensamiento y la cordura.
Eyra Erikdóttir- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/07/2011
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Re: Con sangre y tinta
Pasaron muchos segundos en silencio mientras yo le miraba y ella a mí. Le contemple a la distancia, deleitándome por un instante con aquella mirada cálida y otoñal, tan brillante y viva pese a la oscuridad. Mis ojos quizás parecerían demasiado fríos, demasiado grises… quizás ya ni siquiera le gustaban. Aunque eso era una absurdez…¿ya que mas daba si a ella no le gustaban? ... Por absurdo que fuera, aun me importaba algo tan mínimo como eso. Necesitaba un zarandeo con cierta urgencia, pero como darme un bofetón a mi mismo habría sido demasiado extraño ante la dama, intente aterrizar y centrarme en la realidad. mirando su rostro que me esperaba expectante, pues sus ojos me contemplaban atentos y un poco desorbitados. Su postura era ahora un tanto rígida, y casi podía sentir el aliento congelado en sus fosas nasales ante la contención de su respiración. ¿Por qué estaba tan nerviosa?
¿Por qué no firmé?
“…Porque me duele pensar que mi matrimonio se destruye con una firma que siento que es de sangre en vez de tinta. Porque me duele pensar que algo en mi familia se rompe…Porque ésta (…) es mi peor pesadilla…” Me habría encantado decírselo, pero no podía hacerle eso. No cuando ella no sabia nada, no cuando ella tenia una oportunidad de empezar de nuevo una vida feliz sin mi.
Tendrá que perdonarme. Yo…Creo me ha abrumado todo aquel alboroto y los documentos en si….
El tabaco aun encendido entre mis dedos se consumía dejando un hilo de humo que ascendía y se perdía en el aire. Di una profunda calada, cerrando los ojos, sintiendo el crepitar del tabaco mientras lo aspiraba con suavidad. No podía evitarlo, me sentía como ese humo.
Deje que escapara por mis labios y entonces recordé sus palabras anteriores.
¿Vikingo? …Por un momento me extrañó aquello. Pero entonces, con brevedad, recordé aquel momento, al principio de todo en aquella taberna…¿Cómo olvidar esa noche, cuando nos conocimos? Pese a ayudarla, me rompí los nudillos y dos dedos con ese puñetazo, lo note durante varios de los meses restantes, sobre todo cuando escribía, a veces incluso tembloroso por el dolor sin que aquello apagara mis ganas de escribir. Le di un instante la espalda, para apagar la colilla en un cenicero, sonreí, pero ahogue con rapidez mi sonrisa para que ella no viera que recordaba esa vida con nostalgia. Después de todo yo era el “Barón”, el hombre con el que ella había venido a hablar, pese a que se me hiciera extraño que me llamara de ese modo, pues mi presentación con ella, había sido algo así como… “Llámame Jerarld…o llámame idiota” me daba igual como lo hiciera mientras lo hiciera.
No hay de que, cuando necesite que le de atice a alguien llámeme e iré encantado, bromee para romper un poco el tenso ambiente que sus nervios y mi silencio habían formado a nuestro alrededor, adelantándome para mover una silla y ofrecérsela por si quería estar mas comoda mientras yo seguía apoyado en el escritorio.
Mi señora, lo cierto es que quería hablaros de lo que recién me habeis comentado.
Yo entiendo que vuestra situación es difícil y se que mantener correspondencia con ellos quizas seria…Mas prudente. Pero me gustaría que al menos conocierais a mis hijos. Ahora, ya tenia la autoridad suficiente para llamarlos mis hijos y solo mios… Aunque no me opondre si es para usted algo demasiado precipitado o traumatico.
Aunque no le negare que también quisiera de usted…
Ahm…
Aquello era extraño, yo era quien estaba tranquilo. Quien se había sosegado, pero por un momento contuve la respiración, quizás porque su negativa me asustaba…
Intente no titubear.
Quisiera saber de usted…Aunque fuera cada cierto tiempo. Yo…
Creo que me sentiría más tranquilo si se que le va bien… “quiero saber si puedes encontrar lo que no te di, quiero saber que estarás bien sin mi, que ya no me anhelas, que ya no me necesitas…”
Mi rostro quizás me había delatado, pues creo que no pude ocultar la angustia que me provocaron mis mismos pensamientos pese a que no los dijera en voz alta, ella me miro intrigada. Trague saliva, sintiendo mi cuerpo tenso y mi dientes apretados. No tenia autoridad para pedirle eso, no debia hacerlo...Y sin embarlo lo formulé.
Si su brazo no se hubiera posado sobre el mio no habría saltado, pero tampoco habria salido del extraño trance en el que me sumi unos instantes...
¿Por qué no firmé?
“…Porque me duele pensar que mi matrimonio se destruye con una firma que siento que es de sangre en vez de tinta. Porque me duele pensar que algo en mi familia se rompe…Porque ésta (…) es mi peor pesadilla…” Me habría encantado decírselo, pero no podía hacerle eso. No cuando ella no sabia nada, no cuando ella tenia una oportunidad de empezar de nuevo una vida feliz sin mi.
Tendrá que perdonarme. Yo…Creo me ha abrumado todo aquel alboroto y los documentos en si….
El tabaco aun encendido entre mis dedos se consumía dejando un hilo de humo que ascendía y se perdía en el aire. Di una profunda calada, cerrando los ojos, sintiendo el crepitar del tabaco mientras lo aspiraba con suavidad. No podía evitarlo, me sentía como ese humo.
Deje que escapara por mis labios y entonces recordé sus palabras anteriores.
¿Vikingo? …Por un momento me extrañó aquello. Pero entonces, con brevedad, recordé aquel momento, al principio de todo en aquella taberna…¿Cómo olvidar esa noche, cuando nos conocimos? Pese a ayudarla, me rompí los nudillos y dos dedos con ese puñetazo, lo note durante varios de los meses restantes, sobre todo cuando escribía, a veces incluso tembloroso por el dolor sin que aquello apagara mis ganas de escribir. Le di un instante la espalda, para apagar la colilla en un cenicero, sonreí, pero ahogue con rapidez mi sonrisa para que ella no viera que recordaba esa vida con nostalgia. Después de todo yo era el “Barón”, el hombre con el que ella había venido a hablar, pese a que se me hiciera extraño que me llamara de ese modo, pues mi presentación con ella, había sido algo así como… “Llámame Jerarld…o llámame idiota” me daba igual como lo hiciera mientras lo hiciera.
No hay de que, cuando necesite que le de atice a alguien llámeme e iré encantado, bromee para romper un poco el tenso ambiente que sus nervios y mi silencio habían formado a nuestro alrededor, adelantándome para mover una silla y ofrecérsela por si quería estar mas comoda mientras yo seguía apoyado en el escritorio.
Mi señora, lo cierto es que quería hablaros de lo que recién me habeis comentado.
Yo entiendo que vuestra situación es difícil y se que mantener correspondencia con ellos quizas seria…Mas prudente. Pero me gustaría que al menos conocierais a mis hijos. Ahora, ya tenia la autoridad suficiente para llamarlos mis hijos y solo mios… Aunque no me opondre si es para usted algo demasiado precipitado o traumatico.
Aunque no le negare que también quisiera de usted…
Ahm…
Aquello era extraño, yo era quien estaba tranquilo. Quien se había sosegado, pero por un momento contuve la respiración, quizás porque su negativa me asustaba…
Intente no titubear.
Quisiera saber de usted…Aunque fuera cada cierto tiempo. Yo…
Creo que me sentiría más tranquilo si se que le va bien… “quiero saber si puedes encontrar lo que no te di, quiero saber que estarás bien sin mi, que ya no me anhelas, que ya no me necesitas…”
Mi rostro quizás me había delatado, pues creo que no pude ocultar la angustia que me provocaron mis mismos pensamientos pese a que no los dijera en voz alta, ella me miro intrigada. Trague saliva, sintiendo mi cuerpo tenso y mi dientes apretados. No tenia autoridad para pedirle eso, no debia hacerlo...Y sin embarlo lo formulé.
Si su brazo no se hubiera posado sobre el mio no habría saltado, pero tampoco habria salido del extraño trance en el que me sumi unos instantes...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Con sangre y tinta
Me alegré de comprobar cómo el barón apagaba al fin su cigarrillo y el ambiente cargado se iba difuminando con el pasar de los segundos, regresando el olor a cerrado de aquél pequeño despacho en el que tomé asiento, acomodándome mientras seguía cada gesto de mi interlocutor con sumo interés.
- Se lo habrán dicho muchas veces, mi señor, pero debo decirle que su aroma me recuerda a las almendras tostadas. No se ensucie con el pestilente olor del tabaco.
No pude evitarlo, como si tuviéramos la confianza de quienes se conocen de toda la vida, no vacilé en dar mi humilde opinión sobre su… olor. Sólo entonces me di cuenta que ni nos conocíamos realmente ni había la confianza para comentar semejantes cosas. ¡Pero es que todo aquello era tan extraño para mí! ¿Cómo debía tratarle? Había sido mi marido, el padre de unos hijos en común, el hombre que también me desfloró, y sin embargo… no le conocía de más de una noche de lujuria. ¿Qué derechos me daba eso? Ninguno, por supuesto.
Agaché la cabeza, realmente avergonzada por mi comportamiento, pensando que probablemente le estaba robando demasiado de su preciado tiempo. ¿A qué se dedicaría un barón? Seguro que a cosas series y respetables: ir a bailes de etiqueta, tomar té con prestigiosos miembros de la realeza europea, invertir en proyectos del país, cuidar sus tierras y súbditos, velar por sus intereses económicos… Sí, sin duda, tendría muchos quehaceres, todos ellos, más importantes que hablar con una insulsa desmemoriada. Aquello me hizo sonreír tontamente. ¿Insulsa? Durante mi vida humana yo era la hija de un caudillo vikingo, uno de los más célebres. Yo fui algo así como una princesa vikinga. ¿Se habría fijado el barón en mí, con semejante posición social? Quizás me hubiera convertido en su reina…
- Oh, no se preocupe, ya ve que yo también tuve que huir de esa olla a presión. Antes la gente no era tan escandalosa…- reí entonces, queriendo dándole mi apoyo de algún modo y, de paso, queriendo desviar mis absurdos pensamientos que no harían más que confundirme y enloquecerme todavía más, si cabía.- Hablando del antaño…- balbuceé, llenándose mis ojos de viejos recuerdos que a mí me parecían muy cercanos.- ¡Ha cambiado vos mucho, señor!- reí con cierto atisbo de timidez.- Cuando nos conocimos era un aventurero en busca de problemas… o eso me lo pareció. Parece que la vida le ha sonreír mucho, ¿sabe? Mírese, ahora va bien vestido, con un porte firme y elegante. Parece un hombre muy serio y respetable.- añadí, envolviéndome de nuevo cierto nerviosismo al pensar que quizás por aquella misma razón, a él le incomodaba hablar conmigo. Antaño habríamos sido más iguales, pero ahora… él era un miembro de la realeza y yo… yo no era más que una inmortal con el norte perdido.
Quise cambiar de tema, recuperando uno que él mismo me había propuesto, recuperando de aquél modo, un carácter más serio y correcto para la situación en la que me tocaba vivir aquella noche.
- ¿Conocerles?- inquirí de pronto, dando un respingo en mi asiento. ¡Yo no me había preparado para algo así! En fin, mis abogados me habían alistado para contraatacar si las cosas se ponían feas, para responder a sus preguntas o exigencias, para seguir un protocolo establecido y todo lo demás, pero nadie me había preparado para semejante sugerencia. ¿Conocer a nuestros hijos? ¿Sus hijos? Oprimí mis labios, desviando la mirada hacia el cenicero humeante aun por el cigarrillo mal apagado.- Me encantaría, señor Délvheen, pero no querría yo importunar a su familia.- respondí en apenas un susurro audible, visiblemente nerviosa, imaginándome de mil formas distintas aquél hipotético encuentro. ¿Me mirarían con odio? ¿Con recelo? ¿Con indiferencia?
El barón me sacó de aquellas cavilaciones añadiendo algo más que tampoco esperaba, sin molestarme ya en ocultar mi rostro desencajado.- Oh, por supuesto, señor, no habría problema por mi lado en escribirle una carta de vez en cuando, siempre es grato conservar un viejo amigo en un mundo tan loco como éste…- reí de nuevo, relajándome sin querer ante aquella conversación. Sin embargo, su rostro pareció sumirse en las sombras de la angustia y mi risa quedó ahogada al instante. ¿Habría dicho algo que no debía? ¿Por qué parecía tan triste? Quise darle un aliento más, acariciando su mano con la mía y dedicándole una sincera sonrisa de apoyo.- No se preocupe, todo irá bien, ya lo verá.- le aseguré.- En tres días tomaré el barco que me regresará a casa, pero le prometo que le escribiré en cuanto llegue a tierra firme y, si le parece bien, antes de irme podría conocer a nuest… sus hijos.- tragué saliva ruidosamente, retirando mi mano de la suya y anhelando no ver el enojo en su rostro por el hecho de que se me escapara un “nuestros” que referenciaba a los niños. Desvié de nuevo la mirada, queriendo parecer distraída y sin darle demasiada importancia a aquél pequeño desliz.- Debería llevarles algún regalo… ¿se le ocurre alguna idea? No tengo ni idea de los gustos que pueden tener la juventud de hoy en día… ¿Quizás un broche para ella y un sombrero de copa para él? He visto muchos de esos por las calles…
El tema fue desviándose y pronto aquél nerviosismo dejó de hacerme tiritar, relajándome en una distendida conversación en la que cada vez me sentía más cómoda y relajada. Mal augurio para quién no quiere encariñarse con la tierra de la que pronto partiría en un viaje sin billete de vuelta.
- Se lo habrán dicho muchas veces, mi señor, pero debo decirle que su aroma me recuerda a las almendras tostadas. No se ensucie con el pestilente olor del tabaco.
No pude evitarlo, como si tuviéramos la confianza de quienes se conocen de toda la vida, no vacilé en dar mi humilde opinión sobre su… olor. Sólo entonces me di cuenta que ni nos conocíamos realmente ni había la confianza para comentar semejantes cosas. ¡Pero es que todo aquello era tan extraño para mí! ¿Cómo debía tratarle? Había sido mi marido, el padre de unos hijos en común, el hombre que también me desfloró, y sin embargo… no le conocía de más de una noche de lujuria. ¿Qué derechos me daba eso? Ninguno, por supuesto.
Agaché la cabeza, realmente avergonzada por mi comportamiento, pensando que probablemente le estaba robando demasiado de su preciado tiempo. ¿A qué se dedicaría un barón? Seguro que a cosas series y respetables: ir a bailes de etiqueta, tomar té con prestigiosos miembros de la realeza europea, invertir en proyectos del país, cuidar sus tierras y súbditos, velar por sus intereses económicos… Sí, sin duda, tendría muchos quehaceres, todos ellos, más importantes que hablar con una insulsa desmemoriada. Aquello me hizo sonreír tontamente. ¿Insulsa? Durante mi vida humana yo era la hija de un caudillo vikingo, uno de los más célebres. Yo fui algo así como una princesa vikinga. ¿Se habría fijado el barón en mí, con semejante posición social? Quizás me hubiera convertido en su reina…
- Oh, no se preocupe, ya ve que yo también tuve que huir de esa olla a presión. Antes la gente no era tan escandalosa…- reí entonces, queriendo dándole mi apoyo de algún modo y, de paso, queriendo desviar mis absurdos pensamientos que no harían más que confundirme y enloquecerme todavía más, si cabía.- Hablando del antaño…- balbuceé, llenándose mis ojos de viejos recuerdos que a mí me parecían muy cercanos.- ¡Ha cambiado vos mucho, señor!- reí con cierto atisbo de timidez.- Cuando nos conocimos era un aventurero en busca de problemas… o eso me lo pareció. Parece que la vida le ha sonreír mucho, ¿sabe? Mírese, ahora va bien vestido, con un porte firme y elegante. Parece un hombre muy serio y respetable.- añadí, envolviéndome de nuevo cierto nerviosismo al pensar que quizás por aquella misma razón, a él le incomodaba hablar conmigo. Antaño habríamos sido más iguales, pero ahora… él era un miembro de la realeza y yo… yo no era más que una inmortal con el norte perdido.
Quise cambiar de tema, recuperando uno que él mismo me había propuesto, recuperando de aquél modo, un carácter más serio y correcto para la situación en la que me tocaba vivir aquella noche.
- ¿Conocerles?- inquirí de pronto, dando un respingo en mi asiento. ¡Yo no me había preparado para algo así! En fin, mis abogados me habían alistado para contraatacar si las cosas se ponían feas, para responder a sus preguntas o exigencias, para seguir un protocolo establecido y todo lo demás, pero nadie me había preparado para semejante sugerencia. ¿Conocer a nuestros hijos? ¿Sus hijos? Oprimí mis labios, desviando la mirada hacia el cenicero humeante aun por el cigarrillo mal apagado.- Me encantaría, señor Délvheen, pero no querría yo importunar a su familia.- respondí en apenas un susurro audible, visiblemente nerviosa, imaginándome de mil formas distintas aquél hipotético encuentro. ¿Me mirarían con odio? ¿Con recelo? ¿Con indiferencia?
El barón me sacó de aquellas cavilaciones añadiendo algo más que tampoco esperaba, sin molestarme ya en ocultar mi rostro desencajado.- Oh, por supuesto, señor, no habría problema por mi lado en escribirle una carta de vez en cuando, siempre es grato conservar un viejo amigo en un mundo tan loco como éste…- reí de nuevo, relajándome sin querer ante aquella conversación. Sin embargo, su rostro pareció sumirse en las sombras de la angustia y mi risa quedó ahogada al instante. ¿Habría dicho algo que no debía? ¿Por qué parecía tan triste? Quise darle un aliento más, acariciando su mano con la mía y dedicándole una sincera sonrisa de apoyo.- No se preocupe, todo irá bien, ya lo verá.- le aseguré.- En tres días tomaré el barco que me regresará a casa, pero le prometo que le escribiré en cuanto llegue a tierra firme y, si le parece bien, antes de irme podría conocer a nuest… sus hijos.- tragué saliva ruidosamente, retirando mi mano de la suya y anhelando no ver el enojo en su rostro por el hecho de que se me escapara un “nuestros” que referenciaba a los niños. Desvié de nuevo la mirada, queriendo parecer distraída y sin darle demasiada importancia a aquél pequeño desliz.- Debería llevarles algún regalo… ¿se le ocurre alguna idea? No tengo ni idea de los gustos que pueden tener la juventud de hoy en día… ¿Quizás un broche para ella y un sombrero de copa para él? He visto muchos de esos por las calles…
El tema fue desviándose y pronto aquél nerviosismo dejó de hacerme tiritar, relajándome en una distendida conversación en la que cada vez me sentía más cómoda y relajada. Mal augurio para quién no quiere encariñarse con la tierra de la que pronto partiría en un viaje sin billete de vuelta.
Eyra Erikdóttir- Vampiro Clase Alta
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Re: Con sangre y tinta
No. No se preocupe…No tiene porque llevarles nada. Con su compañía bastaría si acepta ir, aunque solo fuera para que se despidieran de su...de usted. Podria organizar algo uno de estos días… Ella sonrio como si le pareciera curioso.
Y nu...ehm, mis hijos, son; el primogenito Arqueologo e investigador, ademas de director de arqueologia del Louvre… Y mi pequeña es periodista, aunque creo que en eso le malinfluencie yo cuando ella era pequeña. Ya que le enseñe a leer y a escribir a muy temprana edad, pues a ella le gustaban los "garabatos" que yo hacia cuando ella se sentaba sobre mis rodillas.
Ni siquiera me di cuenta de que sonreia cual bobalicon. Alardeando de hijos como esos padres de pelo canoso, grandes barrigas y largas barbas…
Pero pese a ese momento, me quede un instante en silencio. Lo cierto es que pese a que la conversación fuera distendida y ahora un poco mas relajada sabia…Sabia que había escuchado bien. Tres días, tres días y desaparecería de nuestras vidas como un recuerdo o como el mismo humo que se esfuma y lo deja todo atras.
Millones de pensamientos e ideas cruzaron por mi cabeza, cada cual mas loca e imposible. Pero las contuve o no podria centrarme en ella ni hablar con claridad.
Y yo que pensaba que quizás olería a tinta o a papel... Comente mientras estiraba mis cabellos hacia atras aun con la sorpresa.
Eyra me miro con un apice de duda. Por lo que le mire extrañado.
Oh!Acerque una de las sillas y me sente frente a ella.
Soy...soy escritor argumente sin ser conciente realmente de que ella no recordaria ni eso. Ademas de musico... Entreabri los labios, pero los volvi a cerrar con una sonrisa. Baje la cabeza un instante. Si no recordaba que era su marido, menos recordaría la piezas que había compuesto para ella en todo aquel tiempo.
Nunca pensé que parecería yo una persona seria. Usted me ha conocido antes, sabe como era, creo que en fondo no he cambiado tanto. Solo me he vuelto mas viejo…y mas insensato. Argumente encontrándome con aquella mirada que me robo una sonrisa, como antaño.
Mi señora. Yo…
Quisiera que sepa, que lamento todo cuanto le ha sucedido. Pese a que usted no recuerde nada, quisiera que sepa que pese a todo, intentamos ser felices y vivimos una vida intensa y plena, aunque fuera efímera.
Tome su mano y tras acariciar su dorso con mi pulgar, eleve su mano suavemente, besándola con dulzura.
Siempre estare en deuda con usted mi dulce señora, por todo cuanto me ha dado.
Senti que algo se removía en mi interior. Pero era asi como debía ser con ella. Respetuoso. No solo por lo que ella significaba para mi, sino por lo que significaría para ella todo este amargo y extraño momento. Yo ya no era nadie para remover las heridas del pasado. Lo único malo, es que pese a que me repitiera eso una y otra vez, seguía sintiendo un inmenso nudo que me ahogaba.
Mire hacia la puerta, debía ponerme en pie, pero quería alargar un poco mas mi estancia con ella. Pese a que esperaba no estar reteniéndole contra su voluntad.
Trague saliva mientras contemplaba el pomo de la misma puerta, sin poder quitar de mi mente un detalle importante para mi...
Ese anillo que lleva… Es muy bonito. ¿Recuerda algo de él?
Y nu...ehm, mis hijos, son; el primogenito Arqueologo e investigador, ademas de director de arqueologia del Louvre… Y mi pequeña es periodista, aunque creo que en eso le malinfluencie yo cuando ella era pequeña. Ya que le enseñe a leer y a escribir a muy temprana edad, pues a ella le gustaban los "garabatos" que yo hacia cuando ella se sentaba sobre mis rodillas.
Ni siquiera me di cuenta de que sonreia cual bobalicon. Alardeando de hijos como esos padres de pelo canoso, grandes barrigas y largas barbas…
Pero pese a ese momento, me quede un instante en silencio. Lo cierto es que pese a que la conversación fuera distendida y ahora un poco mas relajada sabia…Sabia que había escuchado bien. Tres días, tres días y desaparecería de nuestras vidas como un recuerdo o como el mismo humo que se esfuma y lo deja todo atras.
Millones de pensamientos e ideas cruzaron por mi cabeza, cada cual mas loca e imposible. Pero las contuve o no podria centrarme en ella ni hablar con claridad.
…
¿ perdon...Almendras tostadas? Aquello me hizo sonreír. Lo cierto es que nadie me había dicho eso. Me habían dicho que tenía un aroma cálido, agradable y en muchas ocasiones preguntado que que perfume usaba, cosa que realmente me hacia gracia pues nunca use nada de eso. Pero jamás me habían dicho -al menos a la cara- que olia de ese modo. ¿Sera por la leña de la chimenea? Últimamente estoy mucho en mi estudio y con la chimenea...Y yo que pensaba que quizás olería a tinta o a papel... Comente mientras estiraba mis cabellos hacia atras aun con la sorpresa.
Eyra me miro con un apice de duda. Por lo que le mire extrañado.
Oh!Acerque una de las sillas y me sente frente a ella.
Soy...soy escritor argumente sin ser conciente realmente de que ella no recordaria ni eso. Ademas de musico... Entreabri los labios, pero los volvi a cerrar con una sonrisa. Baje la cabeza un instante. Si no recordaba que era su marido, menos recordaría la piezas que había compuesto para ella en todo aquel tiempo.
Nunca pensé que parecería yo una persona seria. Usted me ha conocido antes, sabe como era, creo que en fondo no he cambiado tanto. Solo me he vuelto mas viejo…y mas insensato. Argumente encontrándome con aquella mirada que me robo una sonrisa, como antaño.
Mi señora. Yo…
Quisiera que sepa, que lamento todo cuanto le ha sucedido. Pese a que usted no recuerde nada, quisiera que sepa que pese a todo, intentamos ser felices y vivimos una vida intensa y plena, aunque fuera efímera.
Tome su mano y tras acariciar su dorso con mi pulgar, eleve su mano suavemente, besándola con dulzura.
Siempre estare en deuda con usted mi dulce señora, por todo cuanto me ha dado.
Senti que algo se removía en mi interior. Pero era asi como debía ser con ella. Respetuoso. No solo por lo que ella significaba para mi, sino por lo que significaría para ella todo este amargo y extraño momento. Yo ya no era nadie para remover las heridas del pasado. Lo único malo, es que pese a que me repitiera eso una y otra vez, seguía sintiendo un inmenso nudo que me ahogaba.
Mire hacia la puerta, debía ponerme en pie, pero quería alargar un poco mas mi estancia con ella. Pese a que esperaba no estar reteniéndole contra su voluntad.
Trague saliva mientras contemplaba el pomo de la misma puerta, sin poder quitar de mi mente un detalle importante para mi...
Ese anillo que lleva… Es muy bonito. ¿Recuerda algo de él?
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Con sangre y tinta
No podía mentirme, me agradaba la idea de conocer a aquellos que alumbré en mi inconsciencia, por lo que, sin disimulo alguno, mostré mis fervientes ganas de hacer realidad la propuesta sugerida por el barón.
- Podría organizar una cena mañana. ¿Qué le parecería?- inquirí con cierta ilusión, empezando a planear en mi cabeza la mejor cena posible, tanto a lo que referenciaba a la comida, como al lugar elegido… ¡el lugar! ¿Sería adecuada la casa que había comprado a las afueras de París? En ella aun colgaba el cartel de “Se vende”, pero por alguna razón, había rechazado todas las ofertas recibidas por aquella vivienda en la que solamente llevaba instalada unos pocos días.- Le enviaré a un cochero que les recojan a las ocho, ¿de acuerdo?
Luego, el barón me habló de sus hijos mientras yo le escuchaba con fascinación, atenta completamente a cada una de sus palabras. ¡Me era tan grato saber que sus vidas eran plenas y prósperas! Seguramente habrían vivido mil aventuras, cada uno en su terreno. Una familia inquieta, sin duda. Aquello me hizo sonreír, pensando en lo divertido que sería pasar una velada con aquella interesante familia. Luego recordé que una vez fui miembro de ella y el corazón se me encogió un poco, esbozando una mueca que rápidamente disimulé con más preguntas.
- En realidad… siempre le recordé con ese aroma, señor.- reí.- ¿Cómo olvidarlo? Es tan agradable y… familiar.
Cuando de pronto sentí que había hablado más de la cuenta, desvié la mirada y busqué algo que me permitiera escapar otra vez de aquella situación un tanto incómoda, planteándome incluso, el hablarle sobre el tiempo, sobre el tabaco o sobre la combinación de colores para una corbata. Finalmente, desistí, pues pronto se daría cuenta de lo estúpida que era y aunque era una realidad, me interesaba retrasar cuanto pudiera que él fuera conocedor de ello. Recordé entonces algo que me había dicho antes, así que recuperé mi mejor sonrisa y la ilusión de quién se ve atrapada por un emocionante relato.
- ¿Pero de veras es escritor? ¿Y qué escribe, si no es indiscreto preguntarle? ¡Oh, y músico! ¿Ha compuesto algo? Por sus dedos largos y delicados apuesto por el piano como su instrumento favorito… ¿me equivoco?- me interesé.
Pero, al final, pese a mis ganas por saber, conocer y descubrir sus más entrañables secretos, la conversación tomó un rumbo más serio cuando el señor Délvheen se disculpó por algo que realmente, no era su culpa. Pero entonces, comprendí que realmente no se disculpaba por mi situación. Sus palabras eran el lamento de un hombre que veía perder algo importante en su vida. Lamentaba que su vida matrimonial no hubiera sido próspera como esperaba. En su voz pude identificar la tristeza de aquél que ve sus ilusiones y esperanzas desmoronarse ante su frustración e impotencia. Una punzada atravesó entonces mi pecho y ni su mano sobre la mía pudo aliviar ese dolor profundo e hiriente cuya explicación no pude encontrar en aquél instante.
- Con todos mis respetos, barón Délvheen… No fue conmigo con quién vivió esa dicha.- susurré con un hilo de voz, trémula e incapaz siquiera de mirarle a los ojos. Me sentía como si evadiera mi responsabilidad, como si culpara a otro de mis errores. Sin embargo, mis palabras eran ciertas y verdaderas, por mucho que eso pudiera escocerle a aquél hombre de mirada triste y vacía. Quise entonces ahuyentar sus tormentos, por lo que oprimí mi mano sobre la suya y le dediqué una sonrisa conciliadora.- Mi señor… un día encontrará a quién agradecerle eso y más. Pero no soy yo a quién debe darle gracias. No fui yo quien le entregó esa plenitud, esa vida intensa de la que me habla, esa felicidad, esos hijos…- añadí, torciéndoseme la sonrisa hasta casi extinguirse. Ojalá pudiera darte algo así…
¿Por qué me sentía tan mal? ¿Por qué se me removía algo diciendo algo así? Intenté recordarme que él no era nadie, sólo alguien que conocí una noche y punto. Pero entonces… ¿por qué sentía el palpitar ficticio de mi corazón? Me acaloré, me asfixié, me abrumé y quise huir por la ventana. Por lo pronto, sólo aparté mi mano de la suya y tomé distancias, recostando mi espalda contra el respaldo del asiento y mirando fijamente el techo, llevándome las manos hacia mi rostro para luego peinar hacia atrás mi larga cabellera. En aquél simple gesto, el barón debió fijarse en aquello que brillaba en uno de mis dedos, preguntándome entonces por su origen. Sonreí entonces sin darme cuenta, llevando dos de las yemas de mis dedos hasta el radiante rubí carmín, acariciándolo con delicadeza, con apenas un roce bajo el que podía sentir cierto atisbo de electricidad, no como un chispazo que recorre el cuerpo en un molesto escalofrío, era más bien como si el anillo irradiara un campo magnético a su alrededor, uno cálido y embriagador, quizás por su belleza natural.
- Lo siento como si se tratara de una extremidad más de mi cuerpo, necesaria e imprescindible.- balbuceé sin alzar la mirada hipnotizada de aquél rubí, parpadeando luego y mirando entonces a mi interlocutor, escapándoseme una risa nerviosa y bañada en timidez.- Pensará vos que trata con una demente.- bromeé, quitándome el anillo con suavidad, haciéndolo deslizarse por mi dedo anular para depositarlo así sobre su mano que previamente había abierto sin que apenas él fuera consciente de ello plenamente.- Pero no debería haber nada indispensable, mucho menos, algo material.- sonreí con dulzura, cerrando su puño entre mis manos mientras sostenía su grisácea mirada.- Quédeselo como un recuerdo mío. Puede que algún día tenga a quién regalárselo.
Y le guiñé el ojo como gesto cómplice, alzándome entonces del asiento y dedicándole una cortés reverencia.
- Le esperaré en el despacho. No tarde…-y añadí en un susurro, exagerando la irónica situación en la que yo debía esconderme de aquellos que intentaban salvar mis intereses. - …¡Porque no aguanto a esos tipos!
- Podría organizar una cena mañana. ¿Qué le parecería?- inquirí con cierta ilusión, empezando a planear en mi cabeza la mejor cena posible, tanto a lo que referenciaba a la comida, como al lugar elegido… ¡el lugar! ¿Sería adecuada la casa que había comprado a las afueras de París? En ella aun colgaba el cartel de “Se vende”, pero por alguna razón, había rechazado todas las ofertas recibidas por aquella vivienda en la que solamente llevaba instalada unos pocos días.- Le enviaré a un cochero que les recojan a las ocho, ¿de acuerdo?
Luego, el barón me habló de sus hijos mientras yo le escuchaba con fascinación, atenta completamente a cada una de sus palabras. ¡Me era tan grato saber que sus vidas eran plenas y prósperas! Seguramente habrían vivido mil aventuras, cada uno en su terreno. Una familia inquieta, sin duda. Aquello me hizo sonreír, pensando en lo divertido que sería pasar una velada con aquella interesante familia. Luego recordé que una vez fui miembro de ella y el corazón se me encogió un poco, esbozando una mueca que rápidamente disimulé con más preguntas.
- En realidad… siempre le recordé con ese aroma, señor.- reí.- ¿Cómo olvidarlo? Es tan agradable y… familiar.
Cuando de pronto sentí que había hablado más de la cuenta, desvié la mirada y busqué algo que me permitiera escapar otra vez de aquella situación un tanto incómoda, planteándome incluso, el hablarle sobre el tiempo, sobre el tabaco o sobre la combinación de colores para una corbata. Finalmente, desistí, pues pronto se daría cuenta de lo estúpida que era y aunque era una realidad, me interesaba retrasar cuanto pudiera que él fuera conocedor de ello. Recordé entonces algo que me había dicho antes, así que recuperé mi mejor sonrisa y la ilusión de quién se ve atrapada por un emocionante relato.
- ¿Pero de veras es escritor? ¿Y qué escribe, si no es indiscreto preguntarle? ¡Oh, y músico! ¿Ha compuesto algo? Por sus dedos largos y delicados apuesto por el piano como su instrumento favorito… ¿me equivoco?- me interesé.
Pero, al final, pese a mis ganas por saber, conocer y descubrir sus más entrañables secretos, la conversación tomó un rumbo más serio cuando el señor Délvheen se disculpó por algo que realmente, no era su culpa. Pero entonces, comprendí que realmente no se disculpaba por mi situación. Sus palabras eran el lamento de un hombre que veía perder algo importante en su vida. Lamentaba que su vida matrimonial no hubiera sido próspera como esperaba. En su voz pude identificar la tristeza de aquél que ve sus ilusiones y esperanzas desmoronarse ante su frustración e impotencia. Una punzada atravesó entonces mi pecho y ni su mano sobre la mía pudo aliviar ese dolor profundo e hiriente cuya explicación no pude encontrar en aquél instante.
- Con todos mis respetos, barón Délvheen… No fue conmigo con quién vivió esa dicha.- susurré con un hilo de voz, trémula e incapaz siquiera de mirarle a los ojos. Me sentía como si evadiera mi responsabilidad, como si culpara a otro de mis errores. Sin embargo, mis palabras eran ciertas y verdaderas, por mucho que eso pudiera escocerle a aquél hombre de mirada triste y vacía. Quise entonces ahuyentar sus tormentos, por lo que oprimí mi mano sobre la suya y le dediqué una sonrisa conciliadora.- Mi señor… un día encontrará a quién agradecerle eso y más. Pero no soy yo a quién debe darle gracias. No fui yo quien le entregó esa plenitud, esa vida intensa de la que me habla, esa felicidad, esos hijos…- añadí, torciéndoseme la sonrisa hasta casi extinguirse. Ojalá pudiera darte algo así…
¿Por qué me sentía tan mal? ¿Por qué se me removía algo diciendo algo así? Intenté recordarme que él no era nadie, sólo alguien que conocí una noche y punto. Pero entonces… ¿por qué sentía el palpitar ficticio de mi corazón? Me acaloré, me asfixié, me abrumé y quise huir por la ventana. Por lo pronto, sólo aparté mi mano de la suya y tomé distancias, recostando mi espalda contra el respaldo del asiento y mirando fijamente el techo, llevándome las manos hacia mi rostro para luego peinar hacia atrás mi larga cabellera. En aquél simple gesto, el barón debió fijarse en aquello que brillaba en uno de mis dedos, preguntándome entonces por su origen. Sonreí entonces sin darme cuenta, llevando dos de las yemas de mis dedos hasta el radiante rubí carmín, acariciándolo con delicadeza, con apenas un roce bajo el que podía sentir cierto atisbo de electricidad, no como un chispazo que recorre el cuerpo en un molesto escalofrío, era más bien como si el anillo irradiara un campo magnético a su alrededor, uno cálido y embriagador, quizás por su belleza natural.
- Lo siento como si se tratara de una extremidad más de mi cuerpo, necesaria e imprescindible.- balbuceé sin alzar la mirada hipnotizada de aquél rubí, parpadeando luego y mirando entonces a mi interlocutor, escapándoseme una risa nerviosa y bañada en timidez.- Pensará vos que trata con una demente.- bromeé, quitándome el anillo con suavidad, haciéndolo deslizarse por mi dedo anular para depositarlo así sobre su mano que previamente había abierto sin que apenas él fuera consciente de ello plenamente.- Pero no debería haber nada indispensable, mucho menos, algo material.- sonreí con dulzura, cerrando su puño entre mis manos mientras sostenía su grisácea mirada.- Quédeselo como un recuerdo mío. Puede que algún día tenga a quién regalárselo.
Y le guiñé el ojo como gesto cómplice, alzándome entonces del asiento y dedicándole una cortés reverencia.
- Le esperaré en el despacho. No tarde…-y añadí en un susurro, exagerando la irónica situación en la que yo debía esconderme de aquellos que intentaban salvar mis intereses. - …¡Porque no aguanto a esos tipos!
Eyra Erikdóttir- Vampiro Clase Alta
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Re: Con sangre y tinta
Escuche ese pensamiento, pues ahí estaba...
Ella en su foro interno se lamentaba por no poder darme lo que yo le decía y pedia en el pasado…Y yo por mi lado me lamentaba por no poder acercarme a ella y zarandearla y decirle que tenía que recordarme y amarme como antaño aunque fuera un segundo, una vez más…
Apreté el puño con el anillo en el interior de mi mano, sintiendo la superficie dura del rubi, que brillaba y vibraba al tacto…No era una ilusión, era un objeto mágico, cuya historia aun recordaba perfectamente. ¿Como quedarme con algo que le regalé? Como dormir cada noche, teniendo cerca el recuerdo de todo lo que perdí, de todo lo que amé?
Me puse en pie y tras ella, extendí mi mano y sujete su brazo. Ella me miro y yo negué sin poder mirarla aun.
Aun…no…
…
Necesito que me dé un instante mas. Solo un…instante… mas…Indique mirando la joya que descansaba en mi mano, pasando asi unos segundos.
Me avergoncé de mi mismo. Yo no tenía derecho a hacer lo que estaba haciendo. Ni a pedir su tiempo ni a hacerme eso a mí mismo. Pero, ¿cómo hacer, como olvidar esa vida? ¿Cómo olvidar esas mañanas en las que ella despertaba con el pelo alborotado entre mis brazos? ¿Cómo olvidar esos paseos nocturnos, esos viajes, esas escapadas, como olvidar nuestros pasatiempos buscando reliquias? ¿Cómo olvidar los enredos en los que nos veíamos envueltos? ¿Cómo olvidar su aparición con aquel jazmín y aquel bebe? ¿Cómo olvidar su sonrisa y su rostro cuando ambos sostuvimos a nuestra pequeña Key entre nuestros brazos? ¿cómo olvidar aquel encuentro en la catedral, como olvidar como nos escondimos en el campanario, o como ella aterrizo en mis brazos cuando luchábamos mientras yo le pedía matrimonio de esa forma tan espontanea y descortés…?
Ya no tendría el sonido de su risa, ni sus dedos ajustando mi camisa, ni las caricias de consuelo cuando una partitura o un relato parecían quedarse estancados entre mis manos…
Ya no tendría tampoco su atención, ni seria yo su consuelo, ni quien la animara en aquellos días de tristeza o amargura, ya no sería a quien recurriría cuando no pudiera dormir, o a quien contara sus travesuras en el museo.
Negue, negué una y otra vez. Pues todo era mentira, todos los recuerdos, todos los instantes, todos los te quiero…No eran suyos, no salían realmente de sus labios carnosos. No era ella quien me decía eso. Ella no me amaba, no era yo su verdadero y consiente delirio.
Sujete su mano y puse muy lentamente el anillo en su dedo anular, donde antes descansaba. Su único y verdadero hogar.
Dicen que a veces toda una vida se resume al vislumbrar un solo objeto. Puede que en esta historia rota, este sea el símbolo de aquello vivido y olvidado.
Quédeselo, guárdelo, tírelo…Es suyo, siempre lo ha sido.
Eleve la mirada y le sonreí tímidamente.
No lo necesito para recordarla.
Mi corazón se rompió una vez más en aquel instante, como si realmente no estuviera ya demasiado polvoriento y ajado para sentir algo más.
Me di la vuelta y comencé a caminar por el funesto pasillo, hasta llegar a la puerta.
He compuesto mas de mil seiscientas partituras…La mayoría para piano. Es usted muy perspicaz…
Intriga, drama, misterio, terror, horror, pero sobre todo de amor.
… Sobre eso escribo…
Sobre eso compongo.
Indique girando el rostro para contemplarle una ultima vez. Queriendo quedarme con todos los detalles de su presencia, el tono de la luz, sus cabellos, su postura, la forma en que se mordía los labios, sus preguntas señaladas en su rostro, pero sobretodo su mirada...Siempre tan calida y hermosa. Le sonreí antes de volver la vista al frente, elevando mi mano como si el tiempo se hubiera relentizado, para posar mis dedos sobre el pomo del despacho…
Ella en su foro interno se lamentaba por no poder darme lo que yo le decía y pedia en el pasado…Y yo por mi lado me lamentaba por no poder acercarme a ella y zarandearla y decirle que tenía que recordarme y amarme como antaño aunque fuera un segundo, una vez más…
Apreté el puño con el anillo en el interior de mi mano, sintiendo la superficie dura del rubi, que brillaba y vibraba al tacto…No era una ilusión, era un objeto mágico, cuya historia aun recordaba perfectamente. ¿Como quedarme con algo que le regalé? Como dormir cada noche, teniendo cerca el recuerdo de todo lo que perdí, de todo lo que amé?
Me puse en pie y tras ella, extendí mi mano y sujete su brazo. Ella me miro y yo negué sin poder mirarla aun.
Aun…no…
…
Necesito que me dé un instante mas. Solo un…instante… mas…Indique mirando la joya que descansaba en mi mano, pasando asi unos segundos.
Me avergoncé de mi mismo. Yo no tenía derecho a hacer lo que estaba haciendo. Ni a pedir su tiempo ni a hacerme eso a mí mismo. Pero, ¿cómo hacer, como olvidar esa vida? ¿Cómo olvidar esas mañanas en las que ella despertaba con el pelo alborotado entre mis brazos? ¿Cómo olvidar esos paseos nocturnos, esos viajes, esas escapadas, como olvidar nuestros pasatiempos buscando reliquias? ¿Cómo olvidar los enredos en los que nos veíamos envueltos? ¿Cómo olvidar su aparición con aquel jazmín y aquel bebe? ¿Cómo olvidar su sonrisa y su rostro cuando ambos sostuvimos a nuestra pequeña Key entre nuestros brazos? ¿cómo olvidar aquel encuentro en la catedral, como olvidar como nos escondimos en el campanario, o como ella aterrizo en mis brazos cuando luchábamos mientras yo le pedía matrimonio de esa forma tan espontanea y descortés…?
Ya no tendría el sonido de su risa, ni sus dedos ajustando mi camisa, ni las caricias de consuelo cuando una partitura o un relato parecían quedarse estancados entre mis manos…
Ya no tendría tampoco su atención, ni seria yo su consuelo, ni quien la animara en aquellos días de tristeza o amargura, ya no sería a quien recurriría cuando no pudiera dormir, o a quien contara sus travesuras en el museo.
Negue, negué una y otra vez. Pues todo era mentira, todos los recuerdos, todos los instantes, todos los te quiero…No eran suyos, no salían realmente de sus labios carnosos. No era ella quien me decía eso. Ella no me amaba, no era yo su verdadero y consiente delirio.
Sujete su mano y puse muy lentamente el anillo en su dedo anular, donde antes descansaba. Su único y verdadero hogar.
Dicen que a veces toda una vida se resume al vislumbrar un solo objeto. Puede que en esta historia rota, este sea el símbolo de aquello vivido y olvidado.
Quédeselo, guárdelo, tírelo…Es suyo, siempre lo ha sido.
Eleve la mirada y le sonreí tímidamente.
No lo necesito para recordarla.
Mi corazón se rompió una vez más en aquel instante, como si realmente no estuviera ya demasiado polvoriento y ajado para sentir algo más.
Me di la vuelta y comencé a caminar por el funesto pasillo, hasta llegar a la puerta.
He compuesto mas de mil seiscientas partituras…La mayoría para piano. Es usted muy perspicaz…
Intriga, drama, misterio, terror, horror, pero sobre todo de amor.
… Sobre eso escribo…
Sobre eso compongo.
Indique girando el rostro para contemplarle una ultima vez. Queriendo quedarme con todos los detalles de su presencia, el tono de la luz, sus cabellos, su postura, la forma en que se mordía los labios, sus preguntas señaladas en su rostro, pero sobretodo su mirada...Siempre tan calida y hermosa. Le sonreí antes de volver la vista al frente, elevando mi mano como si el tiempo se hubiera relentizado, para posar mis dedos sobre el pomo del despacho…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Con sangre y tinta
Mi retención a manos del barón me sobrecogió por un instante, girándome bruscamente ante su agarre, contemplando sorprendida su gesto, su rostro descompuesto, sus ojos, ahora lúgubres como si hubieran perdido todo rastro de vivacidad. De pronto, nacieron de mí unas irremediables ganas de consolar su pena, aunque no comprendiera muy bien a lo que era debido, quise ser su apoyo, su vía de escape. Quise abrazarle y sosegar su tristeza, aquella que debilitaba su ser y le convertían en un hombre, meramente. Quise hacerlo, es cierto. Romper las distancias prudenciales y protocolarias, avanzar hacia él y enredarle entre mis brazos. Incluso me pareció bonita, la idea de acomodar mi cabeza sobre su hombro o aspirar su aroma muy disimuladamente. Aun así, no me correspondía a mí salvarle de sí mismo, no cuando en unos minutos, romperíamos el escaso vínculo que nos unía. Era mejor no trascender, impedir que nacieran sentimientos algunos que luego me mortificaran. Elegí desaparecer de su vida y ahora tocaba ser consecuente con mis decisiones.
No obstante, su gesto me desarmó. Aquél en el que el barón me colocó de nuevo el anillo en mi dedo anular mientras sus palabras calaban hondamente en mi ser y me hacían estremecer, empujándome ahora hacia él, quién ya se encaminaba hacia la puerta tras responder a una de mis insulsas preguntas que le había formulado un rato antes, ignorando su respuesta, pues había algo que quise añadir antes de perder la oportunidad de hacerlo.
- Aquella noche sólo eras un muchacho más, pero tras unos minutos, ya te convertiste en alguien especial. Sin siquiera conocerte ni tocarte, algo dentro de mí se encendió y pronto olvidé el reloj. Me enseñaste que no hay tiempo determinado para comenzar a amar, siendo algo profundo y difícil de explicar, algo que escapa de la razón y la lógica, algo que sólo el corazón puede entender.
Mordí mis labios aun sosteniendo su mirada, ahora con cierto deje brillante en ellos. Los pensamientos sustituyeron las palabras verbales y el resto, quedó solamente en la cárcel de mi cabeza...
Ojalá no escaparas de mi vida, ojalá pudiera yo mantener la puerta abierta para ti, sabiendo que en tus brazos no existen las noches desiertas, sabiendo ya cuánto te extrañaré, cuánto te necesitaré... Oh, Jer... Sólo fue una noche... Y sin embargo, ya no puedo volver atrás. En ese tiempo juntos, tú fuiste mi ilusión, el dueño de mi corazón, aquél que debía salvarme de mi perdición, de las horas agonizantes, del sin sentido... Tú fuiste mi...
Antes de que el barón pudiera girar el pomo de la puerta, ésta se abrió con cierta brusquedad y apareció mi abogado, ceñudo y mirando primero al señor Délvheen y luego a mí, alternándonos antes de dar largas zancadas hasta mí y rodear mi cadera con su brazo, guiándome así hacia el exterior de la sala mientras parloteaba sobre los derechos que debía reservar ante el abogado, lo inadecuado que había sido por mi parte reunirme a solas con el demandado y no sé qué cosas legales más. Lo cierto es que apenas le escuchaba, pues mis sentidos se volcaron en el barón, a quién dejé atrás, dispuesto a un lado de la puerta abierta, con la mirada fija en el vacío y una expresión indescriptible que craqueló mi alma en mil pedazos de escarcha que arañaron mi piel, haciendo brotar de aquellas heridas pequeñas lágrimas que quedaron reflejadas en mis ojos, empañando mi mirada justo antes de barrerlas con el dorso de mi mano.
El abogado me hizo regresar al habitáculo repleto de letrados y abogados, ofreciéndome un asiento frente al cual se encontraban los documentos del divorcio y junto a ellos, una pluma y su tintero. Tomé aire con la mirada gacha y pese a mi trémula mano, logré mojar la pluma en el tintero, escurriéndola luego y posándola sobre el manuscrito. Sólo elevé la mirada una vez, sólo una. Y allí estaba él, expectante, atento a los gestos de mi mano que ahora rasgaban el papel con la tinta de la pluma, perfilando con delicadeza cada contorno que conformaba mi nombre.
No obstante, su gesto me desarmó. Aquél en el que el barón me colocó de nuevo el anillo en mi dedo anular mientras sus palabras calaban hondamente en mi ser y me hacían estremecer, empujándome ahora hacia él, quién ya se encaminaba hacia la puerta tras responder a una de mis insulsas preguntas que le había formulado un rato antes, ignorando su respuesta, pues había algo que quise añadir antes de perder la oportunidad de hacerlo.
- Aquella noche sólo eras un muchacho más, pero tras unos minutos, ya te convertiste en alguien especial. Sin siquiera conocerte ni tocarte, algo dentro de mí se encendió y pronto olvidé el reloj. Me enseñaste que no hay tiempo determinado para comenzar a amar, siendo algo profundo y difícil de explicar, algo que escapa de la razón y la lógica, algo que sólo el corazón puede entender.
Mordí mis labios aun sosteniendo su mirada, ahora con cierto deje brillante en ellos. Los pensamientos sustituyeron las palabras verbales y el resto, quedó solamente en la cárcel de mi cabeza...
Ojalá no escaparas de mi vida, ojalá pudiera yo mantener la puerta abierta para ti, sabiendo que en tus brazos no existen las noches desiertas, sabiendo ya cuánto te extrañaré, cuánto te necesitaré... Oh, Jer... Sólo fue una noche... Y sin embargo, ya no puedo volver atrás. En ese tiempo juntos, tú fuiste mi ilusión, el dueño de mi corazón, aquél que debía salvarme de mi perdición, de las horas agonizantes, del sin sentido... Tú fuiste mi...
Antes de que el barón pudiera girar el pomo de la puerta, ésta se abrió con cierta brusquedad y apareció mi abogado, ceñudo y mirando primero al señor Délvheen y luego a mí, alternándonos antes de dar largas zancadas hasta mí y rodear mi cadera con su brazo, guiándome así hacia el exterior de la sala mientras parloteaba sobre los derechos que debía reservar ante el abogado, lo inadecuado que había sido por mi parte reunirme a solas con el demandado y no sé qué cosas legales más. Lo cierto es que apenas le escuchaba, pues mis sentidos se volcaron en el barón, a quién dejé atrás, dispuesto a un lado de la puerta abierta, con la mirada fija en el vacío y una expresión indescriptible que craqueló mi alma en mil pedazos de escarcha que arañaron mi piel, haciendo brotar de aquellas heridas pequeñas lágrimas que quedaron reflejadas en mis ojos, empañando mi mirada justo antes de barrerlas con el dorso de mi mano.
El abogado me hizo regresar al habitáculo repleto de letrados y abogados, ofreciéndome un asiento frente al cual se encontraban los documentos del divorcio y junto a ellos, una pluma y su tintero. Tomé aire con la mirada gacha y pese a mi trémula mano, logré mojar la pluma en el tintero, escurriéndola luego y posándola sobre el manuscrito. Sólo elevé la mirada una vez, sólo una. Y allí estaba él, expectante, atento a los gestos de mi mano que ahora rasgaban el papel con la tinta de la pluma, perfilando con delicadeza cada contorno que conformaba mi nombre.
Eyra Erikdóttir- Vampiro Clase Alta
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Re: Con sangre y tinta
"Amor…"
Indique completando la frase que ella no había dicho, que sus labios no habían pronunciado, lo que no había existido salvo en su cabeza que lo pensaba y en la mía que le escuchaba.
"Tu también fuiste mi amor. Lo supe allí, cuando te tenía delante de mí, cuando te desnude, cuando te envolví y te abrigué con mis brazos. "
Me adentre en la sala, cerrando la puerta tras de mí, mientras me acercaba al escritorio, donde mis abogados disponían el resto de documentos sobre la oscura mesa de nogal.
Suspire.
Dicen que la vida es difícil, que la vida es una incógnita, que es extraña, pero que tiene sus motivos para movernos de ese modo. Yo, quien mas había escrito y reflexionado durante todos mis largos años sobre ella, aun no podía encontrar las respuestas a las grandes incógnitas que me rodeaban y que me hacían dudar de cada momento de felicidad y de dolor. Porque…¿Por qué tenía que ser asi? ¿Realmente todo tenía un sentido?
Sonreí al pensar en mi destino cruel, quien me manipulaba de ese modo, queriendo que aprendiera una lección que no lograba entender.
Los abogados comenzaron a hablarme, sin que les hiciera caso realmente. No me senté, simplemente les espere mientras ellos recogían los documentos, acercándomelos mientras yo sujetaba la pluma con firmeza, sintiendo la punta metálica en la palma de mi mano.
La cabeza me daba vueltas, me sentía un poco inestable. Demasiadas habían sido las emociones de aquella noche. Mire hacia la cama y sonreí agachando la mirada.
Me sentía feliz, y quería compartirlo con alguien…
No tenia mi maleta, ni mi bolsa. Los pergaminos, la pluma y la tinta se habrían quedado en mi habitación, pero realmente no podía volver a por ellas después del escándalo con aquellos a los que hice trampas en el póker.
Mire por la ventana y puse los brazos en jarras, el horizonte era hermoso, y pese a que no pudiera escribir aun al no tener mis utensilios, pensé en una carta que redacte mentalmente.
Después de todo.. le debía una explicación a un viejo amigo… ¿Qué le diría realmente?
Quizás algo así como…
“Mi querido Jäeger…
Me acabo de despertar, me acabo sobresaltar y me acabo de levantar. Estoy mirando por la ventana en un rincón perdido de Islandia.
He conocido a una extraña muchacha. Sus cabellos son salvajes y alborotados, su mirada es fiera y su sonrisa dulce como la miel.
Ha sido muy extraño lo que me ha sucedido con ella. Ni siquiera sé si me podre explicar…Y es que… He sido realmente espantoso con ella; Le he empujado, le he tocado un seno –por accidente, ¡dios me libre!- le he arrastrado y ambos hemos rodado por una cuesta, nos hemos caído a una charca de lodo, le he dado un cabezazo…
He sido un completo idiota con ella, y sin embargo no se ha marchado de mi lado. ¿Por qué? Creo que la suerte al fin me encontró.
Se que estarás pensando que estoy borracho o que perdí el norte por exceso de aguamiel y por escribir esta carta. Pero creo que me he enamorado.
Casi puedo ver tu gesto de indignación mientras lanzas mi carta al fuego por haber desaparecido de tu reino sin avisar, pero eso es otra historia, realmente no se lo que ha sucedido ni porque me fui asi de tu lado. Prometo volver a completar mi cometido como biógrafo en cuanto pueda si es que no me odias demasiado…Y hablando de lo de antes…Siento ser repetitivo ¡pero es así como me siento! Eufórico, feliz, emocionado, ilusionado…¡es lo que siento!. Y es que le miro y tengo ganas de de comprarle una sortija y casarme con ella, de que ambos tengamos una casa perdida en algún lugar entre las montañas… Ni siquiera me importaría dejar de escribir y comenzar a cultivar la tierra si así puedo sustentar sus deseos, o aunque me tuviera que ir a la guerra, nada me importaría si supiera que al volver ella me esperaría en nuestra casita junto a nuestros hijos…¿Te imaginas? Lo cierto es que nunca te lo comente, -por temor a tu reacción-, pero siempre quise tener una gran familia, pues siempre he pensado que el tesoro de todo hombre es aquello que puede crear, aquello que puede ver crecer, aquello que puede amar y cuidar…
Sé que crees que soy un demente o un soñador bohemio -como tantas veces me has dicho al redactar tu biografía, cambiando tus vulgares palabras por poesía-. Pero no puedo controlar lo que se ha encendido en mi corazón. ¿Quién me iba a decir que podía sentir así? ¿Quién me diría que podía amar tanto sin siquiera saber si algún día seré correspondido?
Tengo la sensación de que nada tenía sentido hasta esta noche, hasta este momento, en que ella descansa sobre el lecho que esta noche hemos compartido.
Puede que sea un simple demente, aunque me siento bendecido por algo que no comprendo. Como si al fin mi alma hubiera sido completada cual puzzle. Como si realmente el dolor y el sufrimiento tuvieran una buena finalidad.
Espero no equivocarme y si lo hago, realmente no me importa con tal de poder contemplar su sonrisa una vez más… y morirme sintiendo que en algun momento de mi insulsa vida, ella me devolvió la sonrisa, queriéndome aunque solo fuera por un pequeño instante…”
Un crujido me sobresalto haciéndome girar el rostro. “Mi señor”, “mein herr”, “mi creador” como a él le gustaba que yo le llamara, estaba allí… Negué con la cabeza, no quería verle. Siempre que le veía ocurría algo horrible…Pero ya era tarde, la oscuridad me engullo con su llegada, haciéndome perder todos los recuerdos, asi como el recuerdo de su sonrisa…lo único que ahora era la luz de mi vida…
Le sonreí y entonces desvié la mirada de su persona.
“Yo también te amé…Aunque tan solo fuera una noche… aunque el resto de nuestras vidas hubiera sido una simple y triste mentira.” Ella se sobresalto por escuchar mi voz en su mente, quizás ahora avergonzada de los pensamientos que yo mismo habia escuchado en su cabeza.
La pluma rasgo el papel con la caligráfica y exquisita letra que poseía, siendo mi título y mi nombre el que quedo plasmado en las hojas que ahora ponían fin a lo indescriptible.
Los abogados siguieron hablando, pero ni siquiera hice ademan de escucharles o fingir interés, simplemente deposite la pluma que aun mantenía un ligero resquicio de la sangre, mi propia sangre, con la que había firmado. Girándome para caminar hacia la salida, donde uno de los siervos me entrego mis guantes, mi bastón y mi sombrero de copa.
No hacia falta que explicara nada mas. No podia explicar nada mas.
Nos vemos mañana.
Indique completando la frase que ella no había dicho, que sus labios no habían pronunciado, lo que no había existido salvo en su cabeza que lo pensaba y en la mía que le escuchaba.
"Tu también fuiste mi amor. Lo supe allí, cuando te tenía delante de mí, cuando te desnude, cuando te envolví y te abrigué con mis brazos. "
Me adentre en la sala, cerrando la puerta tras de mí, mientras me acercaba al escritorio, donde mis abogados disponían el resto de documentos sobre la oscura mesa de nogal.
Suspire.
Dicen que la vida es difícil, que la vida es una incógnita, que es extraña, pero que tiene sus motivos para movernos de ese modo. Yo, quien mas había escrito y reflexionado durante todos mis largos años sobre ella, aun no podía encontrar las respuestas a las grandes incógnitas que me rodeaban y que me hacían dudar de cada momento de felicidad y de dolor. Porque…¿Por qué tenía que ser asi? ¿Realmente todo tenía un sentido?
Sonreí al pensar en mi destino cruel, quien me manipulaba de ese modo, queriendo que aprendiera una lección que no lograba entender.
Los abogados comenzaron a hablarme, sin que les hiciera caso realmente. No me senté, simplemente les espere mientras ellos recogían los documentos, acercándomelos mientras yo sujetaba la pluma con firmeza, sintiendo la punta metálica en la palma de mi mano.
…
Islandia…Hace ya demasiados años…La cabeza me daba vueltas, me sentía un poco inestable. Demasiadas habían sido las emociones de aquella noche. Mire hacia la cama y sonreí agachando la mirada.
Me sentía feliz, y quería compartirlo con alguien…
No tenia mi maleta, ni mi bolsa. Los pergaminos, la pluma y la tinta se habrían quedado en mi habitación, pero realmente no podía volver a por ellas después del escándalo con aquellos a los que hice trampas en el póker.
Mire por la ventana y puse los brazos en jarras, el horizonte era hermoso, y pese a que no pudiera escribir aun al no tener mis utensilios, pensé en una carta que redacte mentalmente.
Después de todo.. le debía una explicación a un viejo amigo… ¿Qué le diría realmente?
Quizás algo así como…
“Mi querido Jäeger…
Me acabo de despertar, me acabo sobresaltar y me acabo de levantar. Estoy mirando por la ventana en un rincón perdido de Islandia.
He conocido a una extraña muchacha. Sus cabellos son salvajes y alborotados, su mirada es fiera y su sonrisa dulce como la miel.
Ha sido muy extraño lo que me ha sucedido con ella. Ni siquiera sé si me podre explicar…Y es que… He sido realmente espantoso con ella; Le he empujado, le he tocado un seno –por accidente, ¡dios me libre!- le he arrastrado y ambos hemos rodado por una cuesta, nos hemos caído a una charca de lodo, le he dado un cabezazo…
He sido un completo idiota con ella, y sin embargo no se ha marchado de mi lado. ¿Por qué? Creo que la suerte al fin me encontró.
Se que estarás pensando que estoy borracho o que perdí el norte por exceso de aguamiel y por escribir esta carta. Pero creo que me he enamorado.
Casi puedo ver tu gesto de indignación mientras lanzas mi carta al fuego por haber desaparecido de tu reino sin avisar, pero eso es otra historia, realmente no se lo que ha sucedido ni porque me fui asi de tu lado. Prometo volver a completar mi cometido como biógrafo en cuanto pueda si es que no me odias demasiado…Y hablando de lo de antes…Siento ser repetitivo ¡pero es así como me siento! Eufórico, feliz, emocionado, ilusionado…¡es lo que siento!. Y es que le miro y tengo ganas de de comprarle una sortija y casarme con ella, de que ambos tengamos una casa perdida en algún lugar entre las montañas… Ni siquiera me importaría dejar de escribir y comenzar a cultivar la tierra si así puedo sustentar sus deseos, o aunque me tuviera que ir a la guerra, nada me importaría si supiera que al volver ella me esperaría en nuestra casita junto a nuestros hijos…¿Te imaginas? Lo cierto es que nunca te lo comente, -por temor a tu reacción-, pero siempre quise tener una gran familia, pues siempre he pensado que el tesoro de todo hombre es aquello que puede crear, aquello que puede ver crecer, aquello que puede amar y cuidar…
Sé que crees que soy un demente o un soñador bohemio -como tantas veces me has dicho al redactar tu biografía, cambiando tus vulgares palabras por poesía-. Pero no puedo controlar lo que se ha encendido en mi corazón. ¿Quién me iba a decir que podía sentir así? ¿Quién me diría que podía amar tanto sin siquiera saber si algún día seré correspondido?
Tengo la sensación de que nada tenía sentido hasta esta noche, hasta este momento, en que ella descansa sobre el lecho que esta noche hemos compartido.
Puede que sea un simple demente, aunque me siento bendecido por algo que no comprendo. Como si al fin mi alma hubiera sido completada cual puzzle. Como si realmente el dolor y el sufrimiento tuvieran una buena finalidad.
Espero no equivocarme y si lo hago, realmente no me importa con tal de poder contemplar su sonrisa una vez más… y morirme sintiendo que en algun momento de mi insulsa vida, ella me devolvió la sonrisa, queriéndome aunque solo fuera por un pequeño instante…”
Un crujido me sobresalto haciéndome girar el rostro. “Mi señor”, “mein herr”, “mi creador” como a él le gustaba que yo le llamara, estaba allí… Negué con la cabeza, no quería verle. Siempre que le veía ocurría algo horrible…Pero ya era tarde, la oscuridad me engullo con su llegada, haciéndome perder todos los recuerdos, asi como el recuerdo de su sonrisa…lo único que ahora era la luz de mi vida…
…
Rechace el tintero y saque la punta de la pluma que se habia enterrado en la palma de mi propia carne, apartando los recuerdos de esa noche. Acercando los documentos hacia mi antes de mirarla una sola vez. Le sonreí y entonces desvié la mirada de su persona.
“Yo también te amé…Aunque tan solo fuera una noche… aunque el resto de nuestras vidas hubiera sido una simple y triste mentira.” Ella se sobresalto por escuchar mi voz en su mente, quizás ahora avergonzada de los pensamientos que yo mismo habia escuchado en su cabeza.
La pluma rasgo el papel con la caligráfica y exquisita letra que poseía, siendo mi título y mi nombre el que quedo plasmado en las hojas que ahora ponían fin a lo indescriptible.
Los abogados siguieron hablando, pero ni siquiera hice ademan de escucharles o fingir interés, simplemente deposite la pluma que aun mantenía un ligero resquicio de la sangre, mi propia sangre, con la que había firmado. Girándome para caminar hacia la salida, donde uno de los siervos me entrego mis guantes, mi bastón y mi sombrero de copa.
No hacia falta que explicara nada mas. No podia explicar nada mas.
Nos vemos mañana.
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