Dark side [privado]

por **Roxanne Aimerich** Dom Oct 20, 2013 8:58 pm

La peor desdicha del trabajador es que el azar le depare el estar subordinado a un mal jefe.
Jorge González Moore

La noche daba paso a la vida oscura de París, todo aquello que por la mañana no podía apreciarse salía a hacer gala, mostrando cual pavoreal aquella oscuridad.
De alguna manera ella se encontraba segura entre tanta oscuridad pues pasaba sus noche en aquel burdel al que le debía enteramente la manutención de su familia; más muy a su pesar en ese lugar en el que creía que difícilmente le encontraría la oscuridad era observada sin saberlo y esa noche se volvería en una ausente de luz para la cortesana.

Estaba abandonando aquel sitio en el que las cortesanas estaban sentadas sobre piernas masculinas y todos gritaban y se divertían a su modo, pues a ella le habían mandado llamar a un cuarto, esos lugares donde ocurría toda una danza en muchas ocasiones prohibida; ella no había ido llamada para danzar al lado de alguien más, por el contrario a lo que ella creía le esperaba una sorpresa respecto a ese cliente bastante peculiar que poseía.

Camino de manera despreocupada, ya estaba acostumbrada a todo aquello, pero salir de la rutina era entretenido algunas ocasiones. Llegó después de atravesar a sus compañeras cortesanas y varios hombres que te tocaron el cuerpo aprovechando que pasaba cerca de ellos; como respuesta ante eso no hizo más que dedicarles sonrisas amables pues responder de alguna otra manera estaba en contra de todo lo que allá estaba bien visto. Era curioso como trabajaban los burdeles, todo lo que no se permitía en otros sitios era el pan de cada día en ese sitio.

Logro salir del montón de gente y veloz se dirigió a los cuartos, en busca de aquel al que le habían enviado. Solo una vez que llego a las afueras de la habitación fue que el nerviosismo que solía atacarla antes de atender a algún cliente se hacía presente; respiro profundo entonces, terminando por tocar antes de hacer cualquier otro movimiento.
– Me han dicho que mis servicios son necesarios – dijo, solo para esperar cualquier clase de respuesta proveniente del interior.

por **Darwyn Moriarty** Dom Oct 27, 2013 11:26 am

La noche daba paso a los caminantes nocturnos. Habían pasado apenas unas semanas desde la muerte de su hermana, aun tenia la ira dentro de el, que parecía consumirle, hasta el punto de sentir que estaba siendo destruido. Todas las noches cuando se levantaba y la recordaba, sentía las ganas de llorar, que lo invadían, hasta hacerlo apenas un pedazo de bestia, que buscaba algún cuerpo para consolarse, pero la sangre de cualquiera parecía no saciarle la sed que tenia, pues estaba mezclada, con el deseo de ver a Berenice hecha cenizas.

Buscaba, experimentaba, analizaba y desistía, de cualquier método diferente de diversión, para obtener un poco de distracción. No era su estilo ir a aquellos lugares, pero estaba en su lista de posibles cosas que podrían ayudarlo a sentirse satisfecho y distraerse. Suspiraba largamente, había dado una bolsa llena de francos al encargado, para que le diera el último cuarto, en donde las luces fueran pocas y la interrupciones mínimas, sus ordenes claras habían sido claras — Sin importar lo que escuchen no vayan a la habitación — el encargado asintió, pensando que era solamente otro cliente excéntrico de los que a menudo llegaba.

La joven había sido seleccionada por él, al azar, pues en realidad, nunca le había interesado una mujer de ese bajo por su belleza, apenas las veía como pedazos de carnes, con los cuales podía jugar tranquilamente, sin sentir tanta culpa al momento de matarlas. Le gustaba su sabor diferente, aquella sangre mezclada con el placer de un orgasmo, le encantaba, era una de sus mezclas favoritas, un placer carnal, sin necesidad de los fluidos innecesarios.

El estaba sentado, cerca de la ventana, dejando que la luz pegara un poco en su rostro, apenas habían unos pocas velas encendidas, que le daba un aire de misticismo — ¿La verdad? — el podría mirar a la joven de donde estaba, con tanta claridad y facilidad, que le era aburrido tener las cosas tan fáciles, pero era lo que era. Entrecerró levemente sus ojos — Cualquiera seria perfecta, así que no te sientas especial — le hizo una señal con la mano para que pasara y cerrara la puerta tras ella. El se levanto, dando unos pasos hacia delante, la única joven con la que había logrado hablar siendo cortesana, había sido con Gene y aquella vez se había alimentado muy bien, por eso había tenido una actitud pasiva, pero aquella noche era diferente, se podría decir, que era lo contrario, el otro lado el espejo.

La serpiente tenía hambre, era peligroso

por **Roxanne Aimerich** Sáb Nov 02, 2013 1:41 am

Algo en el aspecto de aquel hombre hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo, como si acabara de toparse con lo peor que podía, pero aún así se obligo a sonreír, después de todo era un cliente y ellos siempre tenían la rasó, tenían el poder y ellas… bueno ellas solo estaban ahí porque eran necesarias y estaban necesitadas todas de algo, lo demás no importaba.

Le había costado trabajo adaptarse a ser solo una mera mercancía que era abandonada una vez que no les era útil por más tiempo, pero acostumbrarse era sencillo cuando entendías el secreto de todo aquello. Lo único que debían hacer era desconectarse, darse cuenta de que igual como cada hombre les usaba para saciarse a si mismo, ellas también le usaban para saciar lo que necesitaran que en el caso de la mayoría era precisamente el dinero; ese era el caso de Mélyna, que alejo las dudas de su mente, esas que sol lograrían que las cosas terminaran mal y se enfoco en el hombre sentado cerca de la ventana.

Las palabras de él no le sorprendieron en lo más mínimo, si a algo debían acostumbrarse además era que ser especial ahí no existía, todas eran simples muñecas a la disposición de cualquiera que decidiera tomarlas y jugar con sus cuerpos un rato.
– No… no lo haré – agachó la mirada un poco viendo apenas al hombre que entonces le llamo. Se giro entonces a cerrar la puerta, que había permanecido abierta a su espalda; pero al hacerlo él también comenzó a avanzar en su dirección y al volver a girarse dio uno pasos para quedar más cerca de él.

La cortesana no lo sabía pero al cerrar esa puerta se había entregado a si misma a alguien que no dudaría dos veces en lastimarle. Camino más, hasta quedar bastante cerca de él, aunque aún tenía algo de desconfianza de estar ahí y más por la manera en la que había hablado y le miraba, que solo confirmaban que aquel escalofrío había aparecido por algo.
Inhalo profundo, buscando convertirse nuevamente en muñeca, una que al salir de esa habitación estaría rota.

Todo pasaba por algo y ese… ese debía ser su castigo por algo que no recordaba.

por **Darwyn Moriarty** Miér Nov 06, 2013 2:31 pm

Irá hacia un país lejano de sátiros traviesos y de labios de sangre que conviertan en besos las cosas que no son...
Abraham Valdelomar

Tantas iguales, con una historia diferente, pero a la final, nadie destacaba de aquel grupo de mujeres que abría sus piernas para que los hombres le dieran algunos francos, que les ayudaría a sobrevivir en este mundo cruel en que les tocaba mantenerse, resistentes, siempre hacia adelante, aunque los golpes fueran tan duros que algunas personas no podrían levantarse. De cierta forma eran de admirar, pero, para Darwyn solamente eran bolsas de alimento andantes, con un sabor diferente, un coctel divino que se debía probar en ocasiones especiales, en este caso, para poder aliviar el alma marchita y maldita de un hermano decepcionado de su misma sangre.

¿Por qué no tomaba venganza? Porque sería perder a la única familia que le quedaba, no podría soportar ver la decepción en la cara de Freyback, si llegara a estar arrinconado por causa de Berenice, aun así, no podía dejar de odiarla con toda su alma, si era que aun se le podría llamar alma lo que lo mantenía vivo. Solamente quedaba suspirar y descargar la rabia que sentía dentro de el, en otra persona.

El podía percibir la sensación de temor y desconfianza que en este momento a la mujer, pero era natural y muy sensato tener aquel miedo que le hacía pensar, que tal vez era mejor detenerse y dar pasos hacia atrás, pero ella no podía, estaba ya en sus garras, había entrado a una dimensión diferente, ahora la pregunta era. ¿Cómo se comportaría él con Ella? Se levanto de su asiento como, aun con los ojos puestos en ella — ¿Qué la ha llevado a tal deshonra de su cuerpo? — pregunto ladeando su cabeza hacia un lado, hasta poder llegar frente a frente de ella. Sus ojos se encontraron con los de ella, podía escuchar su corazón latiendo de forma energética, diciéndole que estaba vivo y fuerte. Su mirada se fue hacia el cuello, al igual que su mano, que sin pensarlo, acariciaba una de las mejillas de la mujer, con cierta delicadeza.

El miedo era delicioso, pero ya había probado demasiado ese sentimiento entre la sangre, quería algo mas, por eso trataba de verse menos atemorizante, aunque en realidad no sabía si su porte lograba dar algún miedo, pues él se consideraba nada aterrador, solamente una rata que se escurría por la soledad nocturna, escapando de la cruel realidad — Si llega a ser buena, puede que cosas buenas le sucedas — susurro acercando sus labios cerca a los de ella, entreabriéndolos un poco, como incitando a comenzar un apasionado beso entre dos desconocidos, pero a Darwyn no le gustaba el contacto y menos con una mujer, así que giro su rostro para mirar la cama, su mano se deslizo hasta su cuello, para sentir los pálpitos de la yugular en esa parte. — Desnúdate y ve a la cama — ordeno alejándose de ella, apartando el contacto de su mano con la cálida piel de la fémina, el volvería a sentarse en ese mismo lugar, en donde había estado antes, para contemplar como el templo se abría para el.

por **Roxanne Aimerich** Sáb Nov 16, 2013 9:31 pm

No le era necesario recibir aquel cuestionamiento de alguien como él, sabía que deshonraba su cuerpo, sus creencias, su familia y que gracias a aquel trabajo que le ayudaba a mantener viva a su familia más tiempo sería imposible que ella tuviese una propia. Cometió un error al estar en aquel lugar y al haber entregado su cuerpo por unas cuantas monedas a cualquiera que lo pidiera pero solo para eso servia y esa era una creencia que tenía grabada claramente en su mente.
Su mirada se desvió ante los ojos masculinos, ni si quiera se creía digna de mirar a alguien a los ojos y mucho menos después de que le preguntara de aquella manera sobre lo que tanto trabajo le costaba aceptar de si misma aún.
– Eso no es algo importante… al menos no creo que sea algo que desee usted saber – habló con voz suave que casi fue forzada a salir de sus labios pues se rehusaba a hablar sobre eso.

Si bien era su culpa haber decidido entrar a ese estilo de vida, no era para que todos le preguntaran el motivo por el cual ofrecía su cuerpo. De manera inevitable fue que pensó en su madre y en como ella le convenció para terminar en aquel sitio y una sonrisa que rayaba en una burla a la felicidad pensó que de tener hijas algún día jamás les enviaría a trabajar en un lugar como aquel pero eso no era más que deseos, los cuales no se cumplirían nunca, después de todo ¿Quién podía tomar a una cortesana en serio?. Respiro profundo, volviendo a enfrentarse con los ojos del hombre; no tenía tiempo para pensar en tonterías, el trabajo era lo primero y entonces después podía irse a romper en miles de pedazos fuera de la vista de cualquiera.

Asintió a las palabras del hombre, en definitiva ella no hizo nada bueno motivo por el cual le sucedía todo aquello, aunque si intentaba recordar en que parte de su historia estaba el falló le era imposible encontrarlo, lo cual le llevaba a pensar que quizás fuese solo la mala suerte la que le llevaba a aquel camino del cual ya no existía salida alguna.
Permaneció inmóvil cuando aquello labios se acercaron a ella para después rehuir de sus labios y un ligero suspiro escapo de ella por el frío que transmitía aquella mano por su cuello.
– Claro… – dijo en un susurró mirando como se alejaba él hasta regresar al lugar en el que en un inicio se había encontrado.

Sus finos dedos deshicieron la cinta que sujetaba la parte superior de su vestido, era lo bueno de los vestidos que usaban en aquel lugar, era sumamente sencillo sacárselos de encima y volver a ponérselos. Sus pies comenzaron su andar en dirección a la cama maltrecha y usada cientos de veces por diferentes personas en diferentes momentos. Si algo existía en el burdel era historia y cada una de esas historias permanecía oculta y silenciada entre las cuatro paredes en las que se encontraba presa; de la misma manera en la que cientos de veces había ocurrido también guardarían el secreto de ese encuentro. Después de que sus dedos hubiesen terminado la labor de la parte superior, se saco el corsé y sus manos fueron entonces a la falda que usaba la cual cayó al suelo casi de inmediatamente que fue tocada por ella.
Una vez que llegó cerca de la cama dirigió su mirada nuevamente a quien le miraba, esperando recibir la siguiente instrucción ya que hasta ese momento él se había mantenido al margen como si solo estuviese ahí para mirarla y nada más que eso. Encontrarse nuevamente con esa mirada aceleró una vez más sus latidos, era tan penetrante que le provocaba escalofríos, al igual que el tacto de ese par de manos frías.

por **Darwyn Moriarty** Lun Ene 27, 2014 8:35 pm

¿Que estaba haciendo? No lo sabía, en realidad no tenía idea de porque estaba manejando la situación de esa forma, el no era así, Darwyn siempre había sido un hombre tranquila, pasivo, pero algo dentro de el necesitaba salir, su lado más problemático, la ira y frustración que estaba dentro de el, debía ser liberada de alguna u otra forma. No tenía nada en contra de ella, de la cortesana, pero era mujer, una mujer que utilizaba cualquier u trabajo, pues no le quedaría de otra. Era eso lo que repudiaba, el libertinaje de creerse mejor que los hombres, cuando ellas debían estar sumisas y tranquilas. ¿Quién les daba el derecho de volverse fuertes? ¿Acaso querían compararse con un hombre? Algo imposible, siempre les faltarían algunas cosas entre sus piernas para superarles.

Las mujeres recibían, eran receptivas, esa era su naturaleza, no podía ser cambiada. Darwyn dejo que su mirada danzara con el cuerpo en movimiento de la muchacha, la verdad, sin mucho ánimo, no podía evitar, no sentir nada de atracción por ella, en solo pensar las manos que pasaron por ese cuerpo, le asqueaba, pero eso era bueno para él, pues no tenía ningún deseos de que ella despertara simpatía en el, los sentimientos que le provocaban eran buenos, pues le ayudarían a no sentir lástima por la cortesana. Su mirada se detuvo en la cama, miro un rato y volvió a desviarla hacia un punto determinado, como aquel paisaje de oscuridad fuera más interesante que una dama de buen cuerpo dispuesta a hacer todo por mantenerte feliz.

Pensó en Freyback, por alguna razón le recordó y eso le molesto aun más, entrecerró sus ojos, para volver a abrirlos cuando giro su cabeza a la dirección en donde estaba la joven esperando que Darwyn reaccionara. ¿Qué jugada era esa? Trato de levantarse, pero su cuerpo se sentía muy pesado, tal vez estar con una mujer no sería mala idea, aun así, aquella atroz sensación de miedo le lleno su cuerpo, opacando la ira que estaba en su interior como una llama incontrolable. Nunca había estado con una mujer, era algo que no había experimentado nunca, no se veía capaz, suspiro largamente, cuando pudo levantarse dio los pasos necesarios para estar cerca de la mujer.

—¿Qué hare contigo?— suspiro largamente, mientras se inclinaba un poco para quedar frente al rostro de ella — Bueno… no lo se… pero te aseguro que no meteré mi cosa en la tuya, de solo pensarlo me da un asco… — su gesto de molestia era notable, aun asi, poso su mano en su mejilla, acariciándole suavemente, mientras una de sus manos se dirigía a la mano de ella, la sujeto, para llevarla hacia su sexo, para que ella misma comenzara la estimulación, mientras el solamente se dedicaba a juguetear con su mirada, detallando su rostro, mientras su mirada bajaba hasta su cuellos, en donde la vena saltaba de forma hermosa, llamándolo incitándolo a morder y quitarle toda la vida, pero aun no era momento, no deseaba matarla, no, eso nunca había estado en sus planes, pero si destrozarla, para sentirse desahogado.

por **Roxanne Aimerich** Vie Ene 31, 2014 11:31 pm

Una sensación extraña le recorría la columna, estaba en una situación que ya había vivido varias veces antes pero sin embargo, en esta ocasión le parecía algo diferente y no estaba completamente segura de que era eso que le hacía diferente. Miraba el rostro masculino y encontraba en aquellos ojos una oscuridad que no había visto antes, tal vez esa fuera la clave para descubrir porque se sentía de esa manera. Busco de manera torpe taparse el cuerpo, que estaba siendo exhibido ahora frente a aquel hombre que se mantenía aun inmóvil, como sumido en sus propios pensamientos y problemas, ajeno a todo lo que estaba pasado en el presente.

Unas irremediables ganas de salir huyendo de la habitación le embargaron cuando le vio levantarse finalmente y con apenas unos pasos quedo cerca de ella. El cuerpo de Mélyna tembló ligeramente al sentir la cercanía de él y cuando aquella pregunto llego a sus oídos, cerro los ojos unos segundos; pero al abrirlos estaba frente a ella aquel hombre, más cerca que nunca y aquellos ojos le robaron por apenas unos segundos todas las esperanzas a la cortesana, que aún así se dispuso a responder a su pregunta.
– Puede hacer lo que quiera – esas palabras daban entrada a un sin número de posibilidades, no todas estaban en un rango de lo aceptable pero todo lo que pasara por la mente de aquel hombre ella estaba para cumplirlo.

Escucho entonces las palabras siguientes y no dijo nada más. ¿Tanta repulsión causaba? No lo sabía a ciencia cierta, o pudiera ser que aquel hombre estuviese buscado hacer con ella otra clase de “experimentos” aún así, permaneció silente. No podía escapar ya, ahora solo era cuestión de aceptar en lo que se había metido y soportar lo que él hiciera o le dijera hasta el final. Contra todo aquello que podía resultar ofensivo y dañarle seriamente, tenía la solución más sencilla del mundo, dejar de escuchar, dejar de pensar… dejar de ser.

Su mirada no se aparto de la del hombre. Aquella mano frío le provoco un escalofrío que se intensifico al darse cuenta de lo que estaba pidiendo que hiciera con aquel movimiento de su mano en dirección a su sexo. Ante aquella “orden” comenzó entonces a tocarse, a dejar que sus dedos jugaran con su femineidad sin saber realmente que era lo que aquel hombre quería al tenerle de esa manera y de hecho no estarle mirado más que el rostro. Un ligero sonrojo aparecía en sus mejillas y eso le apeno más que nada. Una cortesana con algo de vergüenza, que patética y triste historia.

por **Darwyn Moriarty** Miér Feb 26, 2014 11:33 pm

Ese era un gran error, entregarse fácilmente a un desconocido, era un riesgo que toda cortesana corría, solamente para ganarse unos cuantos miserables francos, que decepcionante podía llegar a ser el ser humano, pero más decadente era la vida misma que ya no valía nada. Pobre de los niños que nacían actualmente en tal miseria, si llegaban a morir en el parto, eran bendecidos, ya que no sufrirían tal situación. Le gustaba alimentarse de gente joven, sentía que estaba ayudándolos a alejarse de un mundo, en cual, a la final, terminaría matándolos de una manera aun más dolorosa que lo que él podría hacer.

Mutuamente se necesitaban, el les podría dar una libertad inmediata, ellos un calor necesario, para aparentar que aun vivía, que aun su corazón latía fuertemente, pero si llegaban a posarse cerca de su pecho, escucharían un gran silencia, una ausencia notable, que pocos entenderían al principio, pero cuando cayeran en cuenta, chocarían con una horrorosa verdad.

Ella era una cortesana, una muy buena, que había aceptado su cruel destino, como cualquier persona tenía miedo, le hubiera sorprendido no percibir aquella sensación de temor hacia lo desconocido y aun más, cuando la persona que te contrato para follar, al parecer no quiere follar. Estaba indefensa, lejos de su confort, mientras el simplemente hacia lo que quería, yéndose de los lineamentos estipulados por una sociedad corrupta. Llevo su mano hacia el cuello, luego de bajar por su mejilla, cual comenzaba a ponerse notablemente sonrojada.

— ¡Como te gusta que te miren! — dijo en una leve exclamación, mientras una sonrisa picarona aparecía en su rostro. Le encantaba ver los pigmentos ser coloreados por la sangre que subía apresurada a su rostro, eso le causaba gracia, fascinación, podría quedarse mirando cada poro enrojecido, por un largo tiempo, pero el calor de su cuerpo hizo estragos, dentro de el, la llama comenzaba a apagarse, necesitaba calor, vida, tenía que robarla y aun así, el calor que busco fue otro distinto.

Sus labios entreabiertos, mientras su mano se movía ágilmente por su mismo, que conocía a la perfección, hizo que su cuerpo se acercara a ella, sus colmillos sobresaliendo, sus caninos creciendo, desearon tocar aquella fuente de vida que era su boca. Así fue como se fusiono con ella en un extraño beso, en donde él buscaba mordisquear sus labios, mientras se oponía a que descuidara su zona o al menos hasta que llegara al orgasmo.

por **Roxanne Aimerich** Dom Abr 13, 2014 9:37 pm

No existía nada tan malo en aquel trabajo como cuando aparecía alguien a quien no esperaban, con planes diferentes a los usuales. En momentos así, Mélyna no tenía la menor idea sobre que hacer o como actuar pero con aquel hombre que ahora estaba las cosas eran bastante claras, solo debía seguir sus indicaciones sin protestar, esperar que aquello que llevara en la mente no fuera tan malo y antes de darse cuenta sería libre, todo estaría bien y no existiría nadie que le dañara de nuevo por aquella noche.
Un ultimo cliente, que él fuera el ultimo de la noche era lo que esperaba. Se negó a sí misma la posibilidad de hacerse ideas probables sobre el destino que le esperaba en manos de aquel hombre y se centro únicamente en tocarse la entrepierna mientras era observada con aquellos ojos que a momentos destilaban repulsión por ella y el acto que estaba llevando a cabo, eso a pesar de que fuera bajo las ordenes de él.

La sensación de frío de aquella mano era suplida por el calor del cuerpo de Mélyna. Era complicado asegurar que de todo era lo que le afectaba, pero de una forma un tanto extraña, se sentía excitada de saberse en poder de aquel hombre, con todo y que el no fuera a tocarla. Sus ojos se enfocaron en los ajenos en el momento en que se daba cuenta realmente de que ella no era muy diferente a todas aquellas mujeres.
Estaba por maldecir su destino, culpar a su cuna e incluso a sus hermanos por haberle llevado a aquel destino de una manera o de otra, pero antes de que alguna de esas cosas llegara a su termino dentro de su mente los labios ajenos se encontraron con los suyos en un beso. No era un beso que podía llamarse común porque podía sentir como el ligero sabor de su sangre le llenaba la boca ante las mordidas que recibía, no eran grandes mordidas pero aún así le lastimaban. Como el hombre no le indico detenerse, la mano de Mélyna continuaba encargandose de su sexo. Debido a la mezcla de la sorpresa por aquel beso su respiración se le dificulto y su cuerpo se estremeció de manera leve así que termino por dejar escapar un gemido entre los labios ajenos, muestra del placer que en esos momentos estaba experimentando.

Justo después de eso fue que el temor regreso a su cuerpo, existían hombres muy delicados al momento de tratar con cortesanas y era probable que hubiera hecho al gemir, algo que aquel que estaba aun tan cerca le hubiera molestado. De ser así pagaría las consecuencias.

por **Darwyn Moriarty** Mar Mayo 06, 2014 3:23 pm

Era obediente, debía aceptar que al menos hacia algo bien, Darwyn disfrutaba aquel dulce sabor de la sangre de la cortesana, se había extasiado entre esos besos de sangre, mientras ella seguía agitando su sexo con sus habilidosos dedos, sin quejarse en ningún momento de lo que él pudiera hacerle. Podía fácilmente sentir el calor de su cuerpo aumentar, el latir de su corazón acelerarse, su sangre fluía con más eficiencia por cada una de sus venas, podía sentir como su corazón bombeaba grandes cantidades de sangre.

¡Delicioso! Se sentía emocionado, todos sus problemas parecían haberse esfumado, solamente necesitaba jugar, eso era todo, que mejor juguete que una muñequita rota como ella, algunos llorarían su muerte, pero luego se olvidarían del asunto y seguirían con sus vidas normales. El gemido de la joven no lo interrumpió, siguió entre besos cada vez más profundos y agresivos, Darwyn comenzó a bajar hasta su cuello en donde lamio extasiado la parte exacta de su yugular “No aun no es tiempo” se regaño el mismo, mientras recorría su cuerpo con pequeños besos y mordidas, hasta llegar cerca de su pecho.

Allí estaba su corsé, apretando sus pechos, con un movimiento rápido saco el corsé, tirándolo a un lado, librando sus senos de aquella cárcel — No te detengas — ordeno, mientras salía de sus labios un leve jadeo, miro de reojo el rostro de la joven, estaba rojizo, podía escuchar sus leves gemidos que comenzaban a aumentar cada vez mas. Su cuerpo tembló, ya no soportaba mas, sus dientes quedaron expuestos y se deslizo cual serpiente venenosa hacia la yugular, se relamió los labios, mientras incrustaba sus colmillos, desgarrando su piel hasta llegar al elixir precioso que lo mantenía vivo.

por **Roxanne Aimerich** Lun Jun 23, 2014 10:54 pm

Se encontraba realizando su trabajo de una manera excepcional, hasta ella misma lo estaba creyendo de esa manera. Él hombre no se quejaba de ella ni la estaba maltratando, al menos no como otros habían llegado a hacerlo. Mélyna se relajaba, entregaba su cuerpo a quien le besaba cada vez con mayor intensidad y el sabor metálico de su propia sangre inundaba cada vez más su boca; hasta que las mordidas y los besos abandonaron sus labios, solo para ser repartidos por su cuerpo.

En esos momentos debió pensar en recordar las palabras del hombre, que no estaba ahí para tener sexo con ella y sin embargo, para ella le parecía que lo que estaba sucediendo era mucho más profundo que y delicioso para él que un mero acto como a los que ella estaba acostumbrada a entregarse noche tras noche.
No requirió de más palabras que le alentaran a seguir estimulandose, se estaba perdiendo a si misma ante aquellas sensaciones que solo aumentaban con el contacto ajeno. Sus ojos se abrieron, mirando al hombre que ya le había desprendido del corsé que llevaba encima, descubriendo por completo la parte superior de su cuerpo, provocando en ella un estremecimiento mayor al que antes había sufrido.

Estaba entregada, ausente al peligro que estaba corriendo en aquellos momentos en que el vampiro solo buscaba saciarse con su sangre, divertirse con ella de una manera diferente y no fue hasta que el placer fue suplido por el dolor que la cortesana sintió. Un gemido se ahogo en su garganta, trato de moverse para alejarse ligeramente del hombre pero le era imposible; él estaba aferrado a ella de una manera tan firme que sus esfuerzos eran completamente inútiles. El propio sabor de su sangre en su boca comenzó a marearle, sus manos se aferraron a él y se olvido completamente de que le había ordenado no detenerse aunque eso no debía de estarle preocupando ahora que su vida dependía enteramente de él, pues el depredador había caído sobre la presa y no parecía dispuesto a soltarla por nada del mundo.

por **Darwyn Moriarty** Dom Jul 27, 2014 9:39 am

Era una mujer que iba a conocer una forma más profunda de entregarse a alguien sin necesidad de profundizar un acto sexual, aquella sumisión que le daba a Darwyn era muy oportuna, era lo que necesitaba un hombre que siempre había sido un eslabón débil y nunca el dominante en una situación, el tener aquel poder dentro de la cama le daba un aire de superioridad que siempre había necesitado y mas en ese momento en donde no sabía hacia donde iba a ir su vida. Era un juego perverso que había podido atrapar a una presa fácil como era aquella puta, que aceptaba cualquier orden con tal de tener sus francos en mano.

Darwyn la envolvía con su suave voz y besos que disfrazaban todo haciéndolo parecer que sería otro cliente mas, que la tomaría para irse al amanecer luego de que todo haya terminado, pero ya revelaba que no era cualquier hombre. Tomo con fuerza sus manos que se aferraban a su ropa, las llevo a la cama las dos mientras la sujetaba firmemente de las muñecas y él seguía bebiendo de su néctar que salía a brotes de la herida provocada por el que se situaba en la parte del cuello.

Dulce, carmesí, vital, que volvía loco a más de uno de su especie, incluyéndolo, el solamente comenzaba a disfrutar de la fascinación que era tener a una mujer desnuda en una cama mientras se exploraba ella misma. Su silueta se estremecía debajo de su cuerpo, podría apostar que comenzaba a sentir el mareo de haber perdido la cantidad de sangre que aumentaba a cada sorbida del vampiro. A regañadientes pudo soltarse, dejo salir un jadeo placentero para luego desviar su mirada a la jovencita pálida que tenía en su poder.

― Ohhh Mademoiselle― soltó una de sus muñecas para llevar su mano hacia su rostro y poder acariciarla lentamente ― tal vez no debiste venir a trabajar hoy ― realizo un leve puchero de falsa lastima, mientras se relamió una leve mancha de sangre que había quedado en su comisura de los labios. Volvió nuevamente la serpiente hacia su fuente de alimento lamiendo las gotas diminutas de la herida. ― ¿Quieres seguir? ― Rio en su cuello.

por **Roxanne Aimerich** Mar Jul 29, 2014 9:12 pm

¿Cómo no entregarse ante una situación así? Su cuerpo se acostumbro demasiado rápido a servir a otros para su placer, como si nunca en la vida hubiera sido algo diferente a eso. Parecía haber nacido únicamente para ser una mujer complaciente, por más que ella se negara y dijera que eso no era cierto, la verdad es que la manera en la que su cuerpo reaccionaba no dejaba dudas de eso.

El placer cambiaba a dolor por momentos, provocando que tratara de liberarse de él. Sus manos fueron sujetadas con fuerza, impidiendo que la libertad que buscaba le fuera concedida. Aún había creído poder salir airosa de los brazos masculinos, pero mareada como le tenía el sabor metálico de la sangre y mientras la debilidad de su cuerpo aumentaba paulatinamente, todo estaba terminando. La mujer no podría escapar de él a menos que así lo decidiera aquel demonio disfrazado de hombre.

Una vez que fue él quien se alejo de su cuerpo, un estremecimiento le recorrió entera. Se sentía pesada, cansada y débil. Respiraba con algo de dificultad y no era precisamente por lo que antes estuviese haciendo, sino por algo que era incapaz de reconocer y que le estaba arrancando la vida lento, apoderándose de su fuerza vital para ser aquel hombre quien pudiera gozar de la energía que antes poseía ella. La mancha de sangre en los labios ajenos, creyó que era de lo que quedo después de aquel beso salvaje que le había dado.
– Si, es lo que quiere usted… – Ese era su deber, continuar sin importar lo cansada que estuviera. Se jugaba la vida con aquel cliente pero lo más probable era que en cuanto la perdida de sangre fuera mayor, caería inconsciente y la muerte le llegaría sin dolor alguno, solamente como un sueño muy profundo.

– ¿Quiere seguir? – pregunto, sin temer de él y de lo que fuera a hacerle. La cercanía de los labios ajenos en su cuello le producía cosquilleo más que el ligero dolor de antes, así que dedujo que todo estaba bien.

por **Darwyn Moriarty** Lun Nov 10, 2014 6:09 pm

“ Tú estás vivo, Nad. Y eso significa que tienes infinitas posibilidades. Al morir desaparecen y no hay vuelta atrás.”
— Neil Gaiman

Era el elixir prohibido derramándose por su garganta, que le llenaba de vitalidad y de la fuerza que necesitaba para enfrentar los nuevos retos que venían a su vida. Aunque posiblemente luego de ella, habría muchas más, la joven que estaba ahora bajo su poder, era parte importante de su vida en este momento. Toda víctima de un vampiro terminaba siendo importante para él, porque se conectaban de una manera más allá de lo espiritual, él le daba un paso hacia su futura muerte, mientras ellos le entregaban a un ser necesitado la vitalidad que necesitaban para sobrevivir otra noche más.

Su rostro estaba notablemente pálido, mientras que el de Darwyn comenzaba a verse más cálido, hasta podía ver el rojizo de sus labios, como si fuera una flor surgiendo en plena primavera. Ella era una mujer inocente, que estaba dispuesta a perder su vida por satisfacer a un cliente, lo cual para el podría llegar a ser simplemente sorprendente hasta donde podía llegar la aceptación de la persona ante su futuro.

¿No iba a luchar? ¿No iba a buscar vivir? Posiblemente no se había dado cuenta la gravedad del asunto, gracias a que Darwyn parecía saber manejar la situación, ocultar sus verdaderos motivos muy bien. Pero era como si el lobo realmente no quisiera lastimarla. ¿Por qué no terminaba de desangrarla? Ya había tardado mucho y el apetito se arruinaba cada vez más.

¿Acaso no podía jugar con ella al señor seductor sin lastimarla? No lo sabía pero tampoco lo quería saber. Sin pensarlo Darwyn sujeto firmemente a la chica de su brazo. La arrastro fuera de la cama, los pies de la cortesana tocaron el piso, Darwyn la sujeto de la cintura, mientras sus ojos chocaban, pero luego hizo girar y termino abrazándola —Señorita... — Susurro en el oído de la débil muchacha, por la pérdida de sangre que había sufrido — ¿Cree en los hombres lobos y vampiros? — pregunto Darwyn. El cuerpo de la mujer era sumamente liviano, era ella como una muñeca la cual podía mover a su antojo —Espero que le guste los cuentos de hadas—dijo mostrando sus colmillos. La hizo girar nuevamente, sin dejar de tener un agarre fuerte en su cintura.

Lo que haría la chica, no lo sabía, pero tampoco estaba muy seguro de porque terminaba prolongando mas su tiempo, tal vez había sido porque le parecía muy bonita y había sido un desperdicio si la hubiera dejado morir tan rápido. Ahora era su muñeca de trapo, el vampiro comenzó a danzar al son de una melodía que solamente estaba en su cabeza.

por **Roxanne Aimerich** Vie Nov 14, 2014 10:57 pm

La mirada de Mélyna se encontraba en el hombre para quien e estaba esa noche. Después de él vendrían otros y las noches se le irían de esa manera, pero en esos instantes le pertenecía a aquel vampiro que se estaba llevando su vida de una manera lenta y casi ceremoniosa. Él había dejado sus reglas claras y ella solo tenía que acatarlas al pie de la letra para mantenerle satisfecho, pero la satisfacción ajena no dependía del todo de que la prostituta fuera sumisa y abnegada, sino de la cantidad de sangre que pudiera ofrecerle al inmortal.

La mano un tanto más cálida del hombre le tomo de manera más brusca de lo que ella había esperado y al estar de pie, todo a su alrededor dio vueltas, la realidad se tornaba borrosa y necesito parpadear un poco para concentrarse, decirse a si misma que se encontraba bien y que el mareo era simplemente debido al movimiento rápido de su cuerpo. La realidad era que al igual que la debilidad y el cansancio, el mareo se debía a la perdida de sangre. Sonrió apenas, demostrando de esa manera que se encontraba bien. Esa clase de actos eran por instinto, una manera de mostrar al cliente que no era necesario que se preocupara y de un movimiento su espalda quedo pegada al cuerpo del hombre, quien con voz demasiado llamativa se dirigía a ella. Mélyna observo en dirección a la pared a la que se encontraba orientada, escuchando esa primer pregunta que le dejaba sin saber que responder.

Toda prostituta había escuchado las historias de los seres de la noche que se llevaban la vida de cuanto pudieran, Mélyna era consciente de existían compañeras suyas que no sobrevivían al estar con determinados clientes y de ellos se hablaba mucho. Se decía que esos hombres eran vampiros, brujos, licántropos y muchas más cosas, pero como ella nunca tuvo nada que le asegurará esa clase de cosas no las creía del todo.
– No lo sé – respondió con sinceridad, para verse entonces encarando nuevamente al hombre. Los dedos masculinos sobre su cintura ejercían una presión demasiado intensa, una que lograba lastimar el cuerpo de la humana – ¿Existen los cuentos de hadas? Pensé que la mayoría eran pesadillas que tratamos de disfrazar para hacerlas más llevaderas – Sus palabras eran quizás un error, su mirada analizaba todo aquello que pudiera resultar extraño en el hombre. La debilidad y el mareo por la forma en que le movía, impedían que realmente prestara atención a lo que sucedía con el hombre. La prostituta era el juguete de un vampiro; alguien a quien él podría desechar a su antojo y nadie le diría nada – ¿Me dirá el cuento o es usted acaso parte de los cuentos de “hadas”? – Si su hora había llegado, que llegará de una vez.

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