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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Elise Vranken Jue Mar 24, 2016 9:47 pm

"En la venganza, como en el amor, la mujer es más bárbara que el hombre."
Friedrich Nietzsche

De todos los lugares del mundo, Miklós –si es que de verdad se llamaba así– había elegido la peor de las opciones para mudarse. Escogió un lugar en el que se encontraría con el pasado, uno que para él no había significado nada y que probablemente, ni siquiera recordaría. Caso contrario para Elise, quien años atrás fuera una jovencita ingenua que cayera en sus manos, como muchas otras. Había cedido a sus palabras dulces y frases bien planeadas, se había dejado convencer de un cambio de forma imponente y oscuro, como el mismo corazón de su portador. El cambiante, tan hábil en la seducción, se había hecho con todo lo posible de ella: Sus emociones, su cuerpo, e incluso su dinero. Y era justamente eso lo que ahora iba a pagar.

No había sido difícil enviar a un buen sujeto a investigarlo. De hecho, había contratado a otro cambiante, alguien capaz de camuflarse con cualquier ambiente con tal de obtener lo que se le pedía. Tenía elevados costos, sí, pero nada era demasiado cuando se trataba de él ¿Acaso a Miklós le había importado timarla o incluso hacerla a su antojo en varios aspectos? Pagaría cualquier cantidad de francos con gusto para obtener su venganza. Por supuesto, los frutos vinieron con prontitud, y lo importante llegó a sus oídos. Después de tanto, al Húngaro no le había servido mucho ser un ladrón, porque eso es lo que era. Estaba en la ruina y prácticamente vendía su fuerza y bienestar a cambio de unas buenas monedas que, al parecer, no le duraban lo suficiente.

Planeado sobre la marcha, Elise contrató a un par de hombres fácilmente corruptibles; traficaban con armas, vendían cosas robadas y no tenían escrúpulos a la hora de mentir ¿Qué mejores herramientas que tipos como esos? Eran embaucadores, mentirosos y cínicos, tal como lo era él. Si había cambiado o no, a ella no le importaba. El investigador no había mencionado mujeres, y se había limitado a decir que el cambiante se dedicaba a cazar recompensas sin hacer preguntas o poner objeciones distintas al pago. Miklós se servía en bandeja de plata, y un hombre de elevada estatura e hijo de la licantropía, apareció en su vida para enviarlo a misiones suicidas, todas a cambio del dinero suficiente para ejecutarlas en silencio. No más, no menos, lo importante es que tuviera que esperar varios días para poder repetir una misión como esa. Lo importante era pagar cada segundo de mentiras con golpes, y cada mentira con sangre.


—Está dudando. Quiere saber quién lo contrata— le dijo unos días atrás el licántropo — ¿Qué quiere que le diga? — preguntó dispuesto. Era increíble que en un abrir y cerrar de ojos, la rubia tuviese a una buena cantidad de tipos dispuestos a servirle. El dinero lo compraba todo, de eso no cabía duda. Pero pese a ello, Elise ya había tomado medidas. —Estaba tardando— se mofó ella —Llévalo a la armería y átalo con cualquier cosa que la que se pueda contener a una bestia. Debe esperar con los ojos vendados y dispuesto a lo que a mí se me dé la gana. Indícale las condiciones y, si acepta, iré. Si se niega, le daremos otra misión, por más dinero, aunque sea la última— el gusto que aquello le producía se reflejaba en su voz. Esperaba con ansias que aceptara, quería que supiera que ella era quien había patrocinado cada paliza. Nunca importó si él ganaba o perdía, lo importante en realidad, siempre se reducía a lo mal que podría salir él, y lo mucho que aún le faltaba por pagar.
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Mensaje por Invitado Sáb Mar 26, 2016 6:11 am

A veces, solamente a veces, daba la impresión de que a Miklós tantos golpes lo habían vuelto estúpido e incapaz de ver la realidad que tenía delante. Era eso o pensar que, efectivamente, el hombre constantemente cubierto de heridas que estaba consumiendo rapé, uno de sus vicios más sanos y baratos pese a que no lo fuera en absoluto, era sadomasoquista, pero la gente eso no solía contemplarlo. Era preferible pensar en él como en alguien sin demasiadas luces que, ¡pobrecito!, buscaba la muerte en cada rincón, a golpes con seres de calaña aún peor que la suya, que darse cuenta de que eso le daba la vida que le habían quitado hacía cinco años, cuando casi lo habían matado de verdad. A decir verdad, ¿en qué cabeza razonable cabría pensar que un golpe, el dolor, la presión y la sensación de ardor explosivo momentáneo que se extendía por el hueso de uno y que terminaba en molestia resultaba agradable para alguien? ¿Quién pensaría que era lógico, pues realmente no lo era, que hubiera un hombre que disfrutara de casi ser asesinado a golpes en una pelea que sólo terminaba ganando él porque era un maldito sobrehumano? La misma persona que considerara como normal que él, al terminar, se transformara en pantera, porque bien sabido era que no hay nadie como los felinos para lamerse sus propias heridas en soledad. Miklós hacía tiempo que había dejado de plantearse preguntas estúpidas acerca de una naturaleza suya que conocía a la perfección; a él le gustaba pelearse, aceptar misiones peligrosas a cambio de una paga sustanciosa que convertía en rapé, alcohol, opio y, a veces, alimentos. Cuando iba a caer muerto si no comía algo, únicamente; la mayor parte del tiempo, ignoraba el tema o se alimentaba en su forma animal, devorando y destrozando como una bestia. Como la bestia que él era.

Miklós disfrutaba de lo sucio de la vida, del peligro y del riesgo, como los niños aman los caramelos; le hacía sentirse vivo, y así había sido en la primera de aquellas misiones que casi le cuestan la vida. En la segunda, la diversión había empezado a desvanecerse; en la tercera, su naturaleza de felino desconfiado había salido a la luz y, tras casi terminar muerto por un margen demasiado ajustado para lo que acostumbraba, empezó a hacer preguntas. No es que siempre confiara ciegamente en sus clientes, de hecho tendía a no hacerlo en absoluto, pero cuando había el suficiente dinero de por medio aprendía a callarse la boca y centrarse en cumplir con sus vicios, que eran realmente el único motivo que lo llevaba a hacer lo que hacía. Podía vivir como hasta hacía cinco años, seduciendo y robando a mujeres y a algunos hombres, todos ellos lo suficientemente estúpidos para caer en sus redes, pero ese no era su estilo. El de su madre, puede; el suyo, en absoluto. Y había cierto mérito en reconocer como propio el placer de dar golpes y recibirlos, de atreverse a desconfiar del dinero cuando en principio no tenía por qué hacerlo, de enfrentarse al intermediario del sin duda rico pero pusilánime hombre que lo había contratado. Sin duda para él, claro, que no tenía ni idea del rostro de aquel hombre: sólo conocía parte de su billetera, y más concretamente, la proporción que le había ofrecido a él. Para Miklós, tampoco había mucho más que necesitara saber; su identidad le daba igual, siempre y cuando le pagara y le dijera por qué lo enviaba constantemente a misiones suicidas de las que salía más o menos airoso. Por ello, cuando el intermediario le expuso las condiciones (que debía dejarse atar como un animal, con cadenas de plata y con los ojos vendados), él no tuvo reparos en aceptar y en ser llevado hasta la armería clandestina.

Sólo cuando se encontró en la habitación, amordazado, atado y cegado, y pudo captar un aroma que le resultaba vagamente familiar, empezaron a entrarle los reparos.
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Mensaje por Elise Vranken Dom Abr 24, 2016 6:10 pm

"Los hombres prefieren pagar un perjuicio a un beneficio,
porque la gratitud es una carga, y la venganza, un placer."

Tácito

Había llegado vestida como si fuera a asistir a la mejor de las galas, porque para ella, ese era un evento importante. Se había peinado y maquillado con cuidado, porque había esperado ese día con ansias. Miklós era su primer deseo de todo, incluida la venganza, pero también era el mayor de sus pendientes.

Poco quedaba ya de lo que él había conocido. Si para entonces ella era exigente por cómo lucía, ahora lo era tres veces más. Si antes tenía algo de dinero, lo había duplicado por año al tomar el control de los negocios que antes llevara su padre, al que Miklós pudo ver en algún momento sano. Y si antes era desconfiada, podría decirse que era poco con lo que era capaz de hacer en el presente. Y eso, pronto sería comprobado, y no sólo por Miklós, sino también por el licántropo de nombre Jules, que ahora se decía su pareja pero que moriría en apenas un par de días. La bestia cretina la engañaba con una humana, un ser digno de menosprecio y tan insignificante como cualquier roedor rastrero. Ya deberían de estar advertidos, porque apenas un par de noches atrás, Elise casi había devorado al hermano de ésta, un cazador que fuera tras ella sin tener demasiada información. Su paga final, fue terminar destrozado pero no irreconocible, y envuelto como un enorme regalo a las puertas de su propia casa. Era su culpa, por haber sido tan idiota como sus secuaces y, si Jules había enviado a alguien a matarla, pagaría con más veras hasta el más mínimo intento. Por ahora podía disfrutar las pocas noches disponibles, porque la belga lo mataría una noche antes de la luna llena, a él, y a su amante.


— ¿Dejaron preparados los elementos que les pedí? — preguntó ella una vez hubo entrado al recinto, pero estando aún lo suficientemente lejos de Miklós —Así es. Está atado con plata y vendado como lo pidió ¿Se le ofrece algo más? — Una simple negación con la cabeza bastó para comprenderlo. No necesitaba más que a él y a los objetos que él mismo le había enseñado a utilizar con fines distintos ¿Qué tan rápido adivinaría la identidad de su contratante? El perfume que ahora usaba era diferente al que él conociera, pero su esencia no podía ser oculta bajo unas cuantas gotas de alcohol modificado. Sin pensarlo dos veces, se retiró los zapatos de tacón que llevara puestos, porque no los necesitaba. Medía casi un metro con ochenta y no pretendía delatar en un primer sonido que se trataba de una mujer. —Escuchen lo que escuchen, no quiero que ninguno se acerque, a menos que yo lo pida muy claramente— solicitó con tono imperativo, pero con una calma impropia para lo que pretendía hacer. A leguas, se notaba que disfrutaba en exceso con aquella casualidad del destino, o más bien, causalidad.

La puerta que daba a él, se abrió lentamente y rechinó en su vejez. Pasos suaves se movieron cerca de él, pero aún no pretendía tocarlo. El lugar estaba a media luz, pero era más que suficiente para poder reconocer con detalle su figura. Así merecía estar, controlado como el miserable que era. Pero ¿Podrían contenerlo esas cadenas? Elise pretendía provocarlo lo suficiente, al punto que la curiosidad y el desespero lo llevaran a forzar esas cadenas, marcándole las muñecas para siempre por el quemar de la plata sobre la carne. Él también merecía recordarla con cicatrices, aunque en el caso de ella no se notaran.

Sobre una mesa alta y metálica, se encontraban objetos del mismo material, hurtados de cazadores de distintas especies. También se encontraba una única arma, cargada con tres balas comunes y dos más de plata, al azar. Y en una esquina, colgaban tiras de cuero retorcido con las que empezaría a jugar. No obstante, no iba a empezar de inmediato, por lo que sus dedos recorrieron el metal de las pequeñas piezas, logrando que generaran un sonido que le dejara claro a él lo que ahora pasaría. Era una lástima que no pudiera hablar por ahora. A menos, claro, que en algún momento, él declarara su nombre.
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Mensaje por Invitado Vie Mayo 20, 2016 6:16 am

Miklós podría haber hecho una lista de las cosas que le estaban haciendo daño en aquel preciso momento, pero era un hombre práctico y prefería ir al grano: todo dolía. Desde la silla en la que estaba sentado, que se le clavaba en la espalda, hasta los grilletes, que al ser de plata le escocían con cada mínimo movimiento, hasta si respiraba, nada de aquel ambiente le era favorable, todo era hostil y estaba apuntado contra él, pero Miklós ni se había inmutado. Los reparos existían, desde luego (¡solamente un tonto no los habría sentido!), pero aparte de mantenerse tenso y de agudizar sus sentidos válidos, oído y olfato, no se movía y, desde luego, no se quejaba. A simple vista parecía que su actitud era dócil y sumisa, y si bien en algunas ocasiones se había caracterizado por serlo, especialmente con vendas en los ojos y una cantidad de ropa semejante a la que portaba (¡con razón la situación le era tan familiar…!), un observador atento notaría que no lo estaba, en absoluto. El húngaro se encontraba a la espera, aguardando cada movimiento de quien fuera que le hubiera arrastrado hasta allí de forma totalmente (más o menos) voluntaria, y con una paciencia que se estaba empezando a consumir, aunque no dejara que aquello saliera a la luz. Antaño todo apariencia, algo de ese caballero que había fingido ser seguía existiendo en la bestia parda que estaba encadenada para impedir que atacara; Miklós sabía comportarse, si quería, y en aquella ocasión lo estaba haciendo más tiempo del que cualquiera, por manso que fuera, lo haría en su situación. Y si algo caracterizaba al cambiante húngaro, por cierto, no era precisamente que se dejara domar como un gatito doméstico al que le ofrecían un plato de leche y ya estaba tranquilo; más bien, era lo contrario.

– Te gusta jugar. – comentó, y no fue una apreciación, fue una auténtica sentencia, dicha en su francés correctísimo con un deje húngaro que hacía de su voz algo aún más profundo que el pozo de miseria en el que estaba atrapado, si es que eso aún era posible. – Pero jugaríamos mejor si pudiera ver qué quieres y qué estás haciendo. – continuó, con un poco de provocación, que podía interpretarse o bien como una proposición indecorosa, revelando que a Miklós lo mismo le daba de qué tipo fueran los genitales de la otra persona, o bien como una advertencia de que estaba bien cerca de plantearse perder el control, y eso no beneficiaría a ninguno de los dos. Si bien se había mostrado receptivo ante la petición de acudir allí, más por curiosidad acerca de quién demonios habría querido casi matarlo con encargos que por otra cosa, las ganas de saber se estaban esfumando y dando paso lenta pero inexorablemente a una molestia que disimulaba, sí, pero a duras penas. Por suerte para él, la molestia se le esfumó en cuanto llegó el primer golpe, dado con un arma que no pudo identificar aunque sí que notó en sus carnes, en sus carnes quemadas mejor dicho, que se trataba de algún tipo de herramienta hecha de plata. Así que quien fuera deseaba ir duro… Bueno, Miklós solía preferir algún tipo de juego preliminar, pero no sería la primera vez que también iba a lo loco. Con una sonrisa tras aquel primer golpe, recibió los que siguieron con la mente ausente y la boca en una mueca, mientras su psique consciente intentaba recordar dónde narices había olido ese aroma que la fuerza de los golpes impregnaba por el aire que él respiraba. Le sonaba mucho, demasiado; sabía que lo había catado incluso con la lengua porque casi podía paladearlo, pero no terminaba de ubicarlo, más allá de saber que se trataba, su atacante, de una mujer. De una mujer cambiante, a juzgar por su fuerza y por el almizclado aroma animal que sí era capaz de reconocer, tanto él como sus feromonas. Una felina. Una mujer, cambiante y felina que pudiera tener algo contra él… Tachó enseguida a varias de la lista mental que había trazado y sonrió de forma tan amplia que casi era obsceno al alcanzar la información en su complicado cerebro. – Mademoiselle Vranken. ¿O prefieres Elise? Gatita, como antes, asumo que no, ¿no?

Así, con la misma tranquilidad que antes, Miklós le hizo cosquillas a una tigresa enfadada que estaba pagando con él su propia ingenuidad y que, con aquello, sólo lo haría con más fuerza. Como él estaba deseando que hiciera, contra todo instinto de supervivencia que pudiera existir en él.
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Mensaje por Elise Vranken Dom Jul 10, 2016 11:43 pm

"Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros."
Hermann Hesse

“—La mayor culpa recae sobre ti, Elise. —“ Le había dicho su padre cuando se enteró de todo, pocos días antes de tener el primero de muchos episodios que vendrían de locura “—No debiste dejar que te engañara, pero prestaste tus oídos a sus palabras dulces e hiciste lo que a él se le dio la gana ¿Qué más hubiese pasado si no es él quién desaparece? ¿Le ibas a entregar acaso todo lo que he construido para ti? Quiero que tengas algo muy claro, Elise Vranken, debes comportarte como lo que eres, porque no hay ningún otro cambiante que pueda superar el poder que has heredado ¿Acaso has visto que los perros dominen a los leones? Eres mi hija, la única mujer que ha heredado la condición albina y un tamaño similar al de los varones en nuestra familia, y no te crie para ser débil, sino para que seas tú la que domine. Recuerda siempre esto, no te eduqué para que fueses manipulada—“. Esas palabras aún permanecían en su mente, porque precisamente su padre, le había hecho caer en cuenta que no sólo hubo perdido dinero, sino también orgullo. Desde ese momento, sabía que Miklós debía pagarlo, tarde o temprano. Desde entonces, esa había sido su meta.

Para él, querer conocer a su contratante podría convertirse en la peor de sus elecciones. Más valdría haber seguido haciendo un trabajo tras otro, a pesar de quedar al borde de la muerte de vez en cuando ¿No era dinero lo que siempre había querido? Esa ruta debió ser la que tomara de nuevo, porque al menos, cada una de sus víctimas no lo odiaba como lo hacía ella.

¿Qué le diría entonces cuando pudiese hablarle? Elise mantenía su identidad oculta, pero su venganza se podría medir en la intensidad de cada golpe que asestara. Con calma, sus dedos, recorrieron las tiras de cuero que colgaban para ser elegidas. Todas eran diferentes, con pesos distintos y algunas con complementos más violentos que otras. Algunas de ellas, elaboradas en cuero trenzado con bolas de metal entretejidas, provocaban fácilmente moretones o contusiones, las cuales se abrían con los demás golpes. Otras, tenían pedazos de hueso afilados, como las que usaran los antiguos romanos, las cuales cortaban la carne severamente. Pero su elemento favorito estaba ubicado aparte, se trataba de su preciado escorpión. Éste, al igual que los demás látigos, era muy fácil de usar, pese a tratarse de una creación terrorífica. Inicialmente, habían sido diseñados con unos ganchos de metal en cada una de sus colas, mismos que Elise cambió luego por plata. Estaban tan afilados que el efecto resultante era horrible. Si los garfios se clavaban en la carne y luego se retiraban de golpe, era fácil imaginar que causarían un daño bastante considerable; podría arrancar la piel a tiras, o incluso cortar o astillar los huesos. Para las leyes romanas, con este tipo de elemento se podrían propinar como máximo cuarenta latigazos, considerándose de este modo el castigo para un delito muy grave. Incluso, solían propinar treinta y nueve, para que en caso de error, evitaran la muerte de la víctima. Como era de esperarse, dejaría este último para el final, para poder usarlo luego de reconocer bien las cicatrices actuales en el cuerpo ajeno, y elegir esos lugares nuevos en los que ella dejaría las suyas. Las nuevas cicatrices en Miklós llevarían su firma, para siempre.

El rostro de Elise no denotaba nada distinto a la tranquilidad, lo que allí pasaba ya había sido pensado demasiadas veces, y esperado otras cuantas. No sentía prisa para empezar a lastimarlo, y el primer golpe vino en absoluto silencio. Un par de moretones era lo que quería para iniciar. Por el momento, no buscaba desgarrar más que la camisa, para poder ver con claridad el cambio que se iría sucediendo. Mientras lo golpeaba, el torso iba quedando desnudo, aunque todavía no era suficiente; sobre todo, considerando que el húngaro no había emitido ni siquiera un solo grito.
—Llámame gatita de nuevo y te arrancaré la lengua— espetó una vez fue pronunciado su nombre, acercándose a él y retirando con brusquedad la venda que aún lo cubría,  ya no tenía sentido ocultarse, finalmente quería que recordara muy bien a quien debería odiar cada vez que se mirara al espejo, o cada vez que alguna otra mujer le acariciara con horror las cicatrices. Eso era justamente lo que ella pretendía, que él tuviese claro que había elegido mal y que por lo mismo, aún mantenía una enorme deuda. Aquello, apenas comenzaba — No eres tan listo después de todo ¿Verdad? — La primera sonrisa apareció en sus labios, y con cinismo, sujetó con fuerza el mentón ajeno, levantándole el rostro para obligarlo a verla a los ojos —Soy yo por quien te has molido a golpes por otros, es mi dinero lo que se ha cobrado sangre y huesos. Esperaba que te mataran ¿Sabes? Pero las mayores pestes son las más difíciles de erradicar— agregó, abriéndole la camisa de golpe y arrancándola del todo de su cuerpo. — No entiendo cómo es que un parásito como tú logra vivir tanto. Por suerte, pronto te irás, porque no deseo que descanses en paz, eso es demasiado para ti—.
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Mensaje por Invitado Mar Jul 12, 2016 10:17 am

Cualquier otro hombre, en su situación, estaría absolutamente aterrorizado, consciente de que todo estaba a punto de empeorar y de que había una posibilidad real de no salir vivo de allí que le dolería si se tenía el más mínimo aprecio a la vida. En la mente de ese hipotético hombre, y la palabra clave aquí es precisamente hipotético, sólo existirían dos alternativas para salir de semejante embrollo de dimensiones mayúsculas: rogar y disculparse. Antes de ello, eso sí, se pasearían los pensamientos de forma frenética, en una auténtica carrera a contrarreloj, por los acontecimientos y errores pasados que llevaron a esa situación desastrosa, atrapado por una antigua amante y actual enemiga que estaba dispuesta a no mostrar ningún tipo de piedad por él. Ah, qué bueno sería ser un hombre normal... Pero Miklós no lo era. A Miklós no le aterrorizaba la presencia de Elise Vranken, la belga, su gatita aunque a ella no le gustara que se lo recordaran; a Miklós le excitaba la perspectiva del dolor, porque él siempre había sido así de extraño, y desde que casi lo matan más. ¿Qué podía decir? Se había vuelto un tanto adicto, aparte de al opio, a caminar por ese hilo fino trazado en el filo de un cuchillo que separaba la vida y la muerte, y el dolor era lo único que lo hacía sentir absoluta y dichosamente vivo desde que le habían arrebatado a su hermana Imara y la habían separado de él, que era el único que jamás la había querido. Consciente, desde entonces, de que el amor estaba sobrevalorado, algo que llevaba mamando incluso después de que su madre dejara de darle el pecho, Miklós había optado por pegarse a la otra cara de la moneda, al dolor, que le daba bastantes más satisfacciones, físicas incluso, y que lo llevaban a comportarse de forma un tanto extraña... especialmente para Elise. Porque, había que reconocerlo, el hombre que tenía delante no era más que una sombra del que había sido y del que ella había conocido, pero en esa sombra había algunas cosas interesantes, y que no pensara gritar nunca era una de ellas.

– Entonces he hecho lo mismo que hice entonces: de una manera o de otra, siempre terminas pagándome. – replicó, burlón, y a sabiendas de que estaba provocándola bruscamente y eso no terminaría bien para él. Sin embargo, ¿podía culpársele? Se trata de un adicto a la adrenalina de quien hablamos, y ella era una mujer hermosa y peligrosa a partes iguales que Miklós quería golpear al mismo tiempo que montar, y que incluso lo hacía querer ser golpeado por ella. Le daba igual que le quedaran al final nuevas cicatrices, que se sumarían a las que ya tenía: honestamente, hasta lo prefería, porque las hendiduras en su piel eran mucho mejores que su memoria para relatar historias de momentos que había vivido y que casi siempre él mismo se había ganado. Miklós se caracterizaba, entre otras muchas cosas, por enorgullecerse de lo que era, hasta si se trataba de un impúdico pecador que no siempre, en eso debía darle la razón, era demasiado inteligente, pero así era como lo habían parido y como el mundo lo había moldeado, y existía cierto mérito en aceptarse a uno mismo hasta si había realmente poco de lo que enorgullecerse. – A estas alturas deberías saber ya que es muy difícil matarme. Ya sabes lo que dicen de las malas hierbas, ¿no? Nunca morimos, no del todo. Incluso si consigues que mi corazón deje de latir, seguiré vivo en la imagen que tienes de mí y en los recuerdos de todos aquellos con los que me he cruzado y a quienes he dejado una impronta marcada. Sea cual sea la situación, Elise, no vas a poder conseguir nada de mí salvo golpearme todo lo que te apetezca, y te aseguro que no me va a resultar tan doloroso como piensas que será. ¿No te has fijado en mi cuerpo? Antes solías... – provocó de nuevo, esta vez con la verdad, y bajó la vista a su pecho, donde las cicatrices del fuego y de las heridas de cuando lo había perdido todo resaltaban de forma casi obscena. – Ni siquiera si no me hirieras descansaría en paz. Supéralo, Elise, mis errores han ido más allá de ti. – concluyó, encogiéndose de hombros.

Podían decirse muchas cosas de Miklós, pero que no dejaba de sorprender era, probablemente, la más apropiada en aquel instante.
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Mensaje por Elise Vranken Dom Jul 31, 2016 10:22 pm

"El amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevan dentro."
Friedrich Nietzsche

—Quizás, aunque esta vez no es el dinero el que me importa. — respondió ella, correspondiendo también a la sonrisa en Miklós, que no denotaba otra cosa distinta a que sentía que de nuevo ganaba. Por lo mismo, se sentó en sus piernas, como hiciera tiempo atrás para buscar su atención, aunque las intenciones eran claramente diferentes —Verás, he tenido tiempo suficiente para multiplicarlo y para pagar ampones peores que tú para que te enfrenten, o para que te hagan la vida imposible si sobrevives a esta noche. De verdad que querrás morir hoy antes de lo que se avecina— agregó, con un tono bastante dulce que no encajaba en lo absoluto con lo que acababa de decir.

El muy maldito debía de recordarla violenta, pero al mismo tiempo dispuesta para él. Sin embargo, el comportamiento tranquilo que mostraba ella ahora, sólo podía ser la advertencia para la peor de las tormentas. Tal vez, era como estar en el engañoso ojo del huracán.
—Claro que lo sé— dijo, levantándose de nuevo y caminando para ubicarse tras él—Pero es que ninguno de los inútiles que te envié te odiaba como yo lo hago. — Sus dedos, tamborilearon sobre los hombros ajenos, mientras escuchaba atentamente y maquinaba al mismo tiempo —Voy a construir recuerdos nuevos, amor. Voy a reescribir tus gritos, tus jadeos y hasta cada movimiento de tu cuerpo. Pero todavía no sé cómo vamos a hacer— sus dedos se cerraron sobre los hombros de Miklós con tal fuerza, que los huesos se sintieron crujir bajo sus manos. De eso se recuperaría pronto, y lo tenía más que claro, pero eso no significaba que no pudiese hacerlo sufrir una vez tras otra, hasta que su cuerpo se cansara de reconstruir lo mismo en tantas ocasiones —Mmm veámos— susurró, caminando descalza como estaba hacia la mesa de acero, de nuevo, y cambiando el látigo por el revolver que allí reposara, y por una daga que acomodó justo entre sus pechos, para dejar sólo el arma en sus manos —Hay cinco balas aquí, unas son de plata, otras no. Si te disparo en… no sé, la columna, podría dejarte inválido si la suerte decide que sea plata lo que te dañe. Si no, dolerá mucho hasta que te recuperes. También hay cuatro espacios vacíos— una sonrisa enorme apareció en su rostro, y nuevamente caminó hacia él — ¿Te imaginas? ¡Miklós D’Grasso inválido! Lo que no sé, es como afectaría eso a la pantera ¿Cómo crees que quede? Supongo que se arrastraría del mismo modo que lo haría tu orgullo ¿No lo crees? — desesperarlo hacía parte de su plan, quería que temiera, que se viera a sí mismo destrozado y teniendo que enfrentar los años siguientes así, inservible, lisiado, despreciado y con el ego herido —Tus errores han ido más allá de ambos. Tú vas a lamentarlo, y lo que haga yo no es de tu incumbencia. La pregunta es ¿Qué harás mientras me entretengo contigo? Puedo encerrarte para siempre, estoy casi segura que nadie vendrá por ti. O puedo jugar con tu vitalidad hasta que te agotes, y luego, dispararé. Tampoco vendrá nadie a clamar venganza por tu causa— amenazó, dejando que la rabia le llenara la mirada, al igual que los recuerdos.

Estaba herida, eso era evidente, y Miklós jamás se justificaría para salvar su pellejo. Las horas que tenían por delante eran demasiadas, y las armas suficientes ¿Cambiaría él de forma? ¿Se agotaría ella y haría que lo encerraran hasta la noche siguiente? Podría incluso matarlo de hambre, pero casi sentía que nada sería suficiente, y que el orgullo que posiblemente quebrara en el cambiante le sería esquivo, y para él, privado.
—No te mereces nada, porque nada te importa. Pero te voy a cobrar el último recuerdo que quizás tuvo mi padre de mí: Tu engaño—  inquirió, y en un segundo, sacó la daga de su escote y la lanzó hacia uno de los muslos ajenos, a escasos centímetros de su entrepierna. No estaba jugando cuando se refería a su odio. Si alguna vez hubo pensado en darle todo, ahora estaba dispuesta a destruirlo. No hay mayor intensidad que la de un sentimiento que no sólo se destruye, sino que muta sediento de la peor de las venganzas.
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Mensaje por Invitado Vie Ago 12, 2016 5:57 am

¿Ella estaba casi segura? Miklós estaba totalmente seguro de que a nadie le importaba, porque ni siquiera le importaba demasiado a él mismo. Aunque era consciente de que ella podía matarlo, y también de que aunque no lo hiciera planeaba dejarlo para el arrastre y para que se muriera de la forma más patética posible, en el fondo... le daba igual. Y eso lo sorprendía un tanto, porque siempre había creído que con su vida en peligro podría tener algún tipo de sentimiento de esos que no mostraba casi ya en absoluto, pero a la vista estaba que no, pese a los constantes estímulos de Elise Vranken. También era cierto que el húngaro a veces podía ser de efecto retardado, y tal vez la lección que ella planeaba enseñarle le entrara mejor en la cocorota una vez dejara de dolerle todo el cuerpo sin excepción, como probablemente empezaría a hacer en breve. Quién sabía: a lo mejor Elise tenía razón y él era una escoria de persona que se merecía el castigo, o a lo mejor la razón la tenía él cuando pensaba que ella exageraba y que estaba sobrepasando la lógica hasta de él, que no se caracterizaba por ser razonable, precisamente. Con la mente ocupada en aquel feliz suceso, contempló con cierta atención (y no dejaba de ser sorprendente que pudiera mantenerla) cómo se le clavó el cuchillo en la ingle, bien cerca de la entrepierna, pero aún sin clavarse en ella. Elise era perfectamente capaz de dejarlo sin descendencia, pero no creía que fuera a hacerlo, porque entonces la pantera se volvería en contra de la situación y ni toda la plata del mundo sería capaz de frenarlo. De forma semejante a ella, él se rehacía con el dolor, se fortalecía porque bebía de él, sólo que ella no tenía ni idea de por qué había pasado él, y así le iba, menospreciándolo constantemente cuando sólo lo torturaba porque él se dejaba. En un arranque de adrenalina, podría liberarse y clavarle plata en el corazón para acabar con ella, pero no lo hacía... ni lo haría. No valía la pena la explosión que luego terminaría con él para que Elise muriera sin fastidiarla un poco más antes.

– Me avergüenza que seas tú quien me esté torturando. En serio, eres patética, no sabes ni por dónde empezar. Yo, en tu lugar, haría algo así. – espetó, y contorsionó su cuerpo para poder presionar y hurgar en la herida del puñal, de forma que la sangre empezó a mancharle la ropa y el dolor empezó, un poco, a reflejarse en su rostro. ¡Aleluya! Los milagros verdaderamente existían. Y gracias a aquel frotamiento, fue casi como si lo hiciera contra los pechos de ella, entre los que había encontrado refugio la daga que ahora se le había clavado por obra y gracia de su enemiga, así que, en el fondo, volvían a lo de siempre, aquella violenta atracción que incluso entonces seguía existiendo, porque si había algo que no había cambiado en Miklós eso había sido su atractivo. – Pero, ya que estamos, hagamos algo mejor. Ven aquí, ¿quieres? – pidió, y su voz sonó lo suficientemente suplicante para que el subconsciente le fallara a Elise, como mínimo, y obedeciera a su petición. Sólo cuando la tuvo cerca se aproximó a ella, pero en realidad no a su cuerpo, sino al cañón del revólver, que atrapó entre sus dientes, como si se lo estuviera comiendo. De aquella inusual manera aceptó el desafío de Elise, y apretaba el arma con tanta fuerza que ella no podría soltarla, por lo que si se decidía a disparar, lo haría a matar, no a herirlo de ninguna manera. En los ojos claros de Miklós, clavados en los también claros de Elise, solamente existía el desafío, como instándola a que lo hiciera de una maldita vez, y en sus cejas había un arqueamiento irónico, que la estaba provocando deliberadamente a que actuara para que se diera prisa y no le hiciera perder su valioso tiempo, que suficiente estaba malgastándolo ya. Y no supo si fue por eso, si fue por el convencimiento de su acto y la sorpresa que le había provocado, o simplemente porque ella quería librarse de él y vio su oportunidad grabada en oro en aquel instante, apretó el gatillo, con tan mala suerte que no hubo ninguna bala clavándose en Miklós. Decepcionado, soltó su agarre del arma y chasqueó, incluso un tanto molesto. – En fin, supongo que era demasiado fácil así, ¿no? Haz lo que te plazca, Elise, me da absolutamente igual. No vas a enseñarme ninguna lección que no sepa ya, ni vas a hacerme nada que no me haya hecho nadie ya. Así que no haré nada, sólo te miraré y te hablaré para molestarte porque es lo que mejor sé hacer, pero piensa en algo: sé que nadie vendrá a por mí, pero ¿a por ti sí? No eres mejor que yo. – afirmó, alto y claro, e incluso sonriendo.

La apatía había vuelto a apoderarse de Miklós Laborc, y nada de lo que hiciera Elise conseguiría sacarlo de ello, por lo que, desde su misma concepción, su plan estaba destinado a fracasar, hiciera ella lo que hiciese.
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Mensaje por Elise Vranken Dom Oct 02, 2016 4:31 pm

Su odio denotaba que le había antes amado con fuerza,
y su ira no era otra cosa que la muestra de su frustración cansada.

Estaba más que claro que a Elise la movían las emociones, y eso mezclado con su carácter era una bomba de tiempo en la que ella misma podría salir afectada. Pero evidentemente no lo notaba, no le importaba otra cosa distinta que devolverle un poco a Miklós de lo que él, a su modo, le había dado. — ¿Vergüenza? Siempre creí que desconocías el significado de esa palabra, amor. Harías bien en callarte, siempre serás mejor así, en silencio— espetó con ironía, fingiendo que no le afectaba nada cuando en realidad quería golpearlo con toda su ira hasta dejarlo inconsciente, por lo menos. Pero eso no sería suficiente, y a cambio le daría la razón — ¿Qué me importa a mí lo que hubieses hecho tú en mi lugar? Seguramente te limitarías a actuar como siempre, como la mezcla de bestia y ladrón que eres— exclamó, manteniendo de nuevo esa extraña sonrisa aunque le temblaran las manos por el maldito enojo de vez en cuando.

En ese punto, ella no sabía si realmente el húngaro quería sufrir o fingía disfrutar del ardor de la daga sobre el músculo, siempre había sido un tipo extraño, con gustos diferentes y tan ocultos como su modus operandi. Miklós no era en absoluto predecible, y por eso había que cazarlo con mucho cuidado y con los ojos bien abiertos. Cuando la llamó, ella acudió de inmediato, más por curiosidad que por cualquier otra cosa, aunque retiró la daga de un solo jalón y la dejó caer al piso, ensangrentada y ahora para ella inútil. Así no tenía gracia, no tenía tampoco sentido si tanto disfrutaba él de eso, al punto que parecía estimularse a través de ese tipo de dolor; seguramente habría que darle alguna otra opción que no pudiese manejar tan fácilmente.
—Vamos a intentar con la ruleta, a tentar a esa maldita buena suerte que te gastas— casi apretó los dientes cuando lo dijo, como si lo odiara el doble por eso. Al mismo tiempo, elevó el arma y le apuntó al cambiante, a escasos centímetros de su cara, sujetando el revólver con firmeza. — ¿Es esto lo que quieres? ¿Tantas ganas tienes de morir? — susurró mientras él mordía el arma, dispuesto a recibir un balazo de una vez por todas. Elise no lo quería ahí para matarlo, sino para torturarlo, para dejarle su recuerdo para toda la vida; pero tanta provocación por su parte buscaba tener un resultado, y llevada por lo mismo de siempre, las emociones, Elise frunció los labios y apretó el gatillo.

Y de nuevo, nada
—Tal vez no tienes tan buena suerte ¿No has entendido que no te traje aquí para matarte? Mucho menos ahora que sé que lo deseas. Si morías en alguna de esas misiones absurdas hubiese estado bien. Pero no es lo busco ¿Qué sentido tendría hacerte semejante favor cuando puedo devolverte lo que he recibido hasta que deje de encontrarte? Eres un muerto de hambre, un fracasado que será igual durante toda su vida; yo misma voy a asegurarme de que así sea. No has cambiado Miklós DeGrasso, pero yo sí— agregó, justo antes de levantar apenas el revólver y disparar de nuevo, sin mirar. Esta vez, ella no había apuntado a ningún lugar en particular, pero a diferencia de la ocasión anterior, esta vez sí olía a pólvora, y el sonido indicaba haber traspasado la carne. En silencio, se dio la vuelta hacia la mesa y esperó por él. No había querido ver lo que atravesó la bala, pero aguardaba por un quejido, o una respiración más complicada, si es que no había muerto sin buscarlo —Nadie vendrá por mí, claro, porque quien espera por mí en casa, todavía no puede valerse por sí mismo para venir a buscarme— respondió, aún sin verlo, sin saber nada. Si estaba vivo, quizás esa respuesta le moviera un poco la imaginación. Ellos hace un tiempo considerable que no se veían ¿Qué sabía él de ella? A esas alturas podría tener un hijo, de él o de otro, eso no importaba. En efecto Elise hablaba de su padre, y lo hacía de ese modo porque esperaba que pronto se recuperara. No obstante, él podría creer lo que quisiera.

Lo mejor, para ambos, hubiese sido que Elise lo olvidara todo, igual que había hecho Miklós, pero había puesto tanta intensidad cuando le hubo conocido, que sentía que era una cuestión de honor el devolverle todo, el hacerle olvidar lo crédula y dispuesta que siempre había sido para él.
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Mensaje por Invitado Dom Oct 09, 2016 6:57 am

El disparo le dolió, pero como todos los dolores que Miklós sentía, había sido absolutamente buscado por él, esperado hasta el punto de que casi era menos doloroso que desearlo, y por tanto no le importaba lo más mínimo que le hubiera disparado, porque sabía que era lo que buscaba y lo que iba a conseguir. Elise, como cambiante, era plenamente consciente de que Miklós se curaría tarde o temprano, pues como bien había dicho su objetivo no era matarlo, sino que sufriera, aunque no lo estaba haciendo tanto como disfrutando del dolor que ella le había obligado a sentir con su propio beneplácito. Lo que no terminaba de comprender, porque absolutamente nadie lo hacía, era que ese afán suyo no se llamaban ansias suicidas, sino masoquismo puro y duro; Miklós quería sufrir por muchos motivos, y por eso no serviría de nada que le hiciera pagar sus ofensas con disparos, que solamente conseguían lo que él quería que consiguieran. – Lo he entendido, pero razonar contigo es imposible. Has cambiado, pero yo también: mientras no te des cuenta de eso, no podrás en ningún momento asimilar que no tratas con el mismo hombre de entonces. Eso te viene bien, porque tal vez ahora empieces a conocerme mínimamente, pero ¿quién soy yo para darte consejos? Pareces ser capaz de manejarte muy bien tú sola, definitivamente no me necesitas. – replicó, regodeándose en el dolor que le producía la herida, y aunque no era mortal, sabía perfectamente que, de tentarla lo suficiente, podría llegar a agravarla hasta el punto de convertirla en la razón de su deceso. A Miklós le gustaba jugar hasta llegar a ese punto, lo admitía, pero lo que amaba era bailar en el filo del cuchillo y destrozarse los pies a base de cortes, por lo que seguiría provocándola y pinchándola más y más hasta que saltara y le hiciera ver que merecía la pena su tiempo.

– Tanto tiempo ha pasado, Elise, y sigues sin poder vivir sin mí. ¿Cómo explicas, si no, que estés conmigo y no con él? Jugar a ese juego de decir parte de la verdad es inteligente, lo admito, pero te conozco, y aunque ahora te hayas vuelto frígida, no puedes ocultarme que el único hombre de tu vida sigue siendo tu padre. Así que, dime, ¿cómo está? – provocó, plenamente consciente esta vez de que estaba metiendo las manos directamente en las llamas, pero en lugar de apartarlas, su lógica le dijo que debía avivarlas, y eso fue precisamente lo que hizo con su siguiente comentario. – Si yo fuera tú y tuviera a alguien a quien amo por encima de todo, no perdería el tiempo con tonterías y me preocuparía por gastar toda mi atención en ese ser. Me crees desalmado por lo que hice contigo, pero no sé cómo decirte que lo hice por el bien mayor, por otro ser, no por mí. Si ahora nos encontráramos y lo hiciera, sería totalmente por mí y mi supervivencia, porque ya no hay nada que ame ni nadie que me importe. Así que, Elise, dime: ¿de verdad quieres volverte tan parecida a mí que te da igual todo salvo causar dolor? Creía que eras moralmente superior… ¿Cómo, si estás replicando mi comportamiento? – inquirió, echando absolutamente toda la gasolina del mundo a la hoguera que él había comenzado, y mirándola sin un atisbo de sonrisa en el rostro, genuinamente preguntándole si de verdad no era consciente de que, en su venganza, se estaba volviendo demasiado parecida a él. Cuando la conoció, no solamente lo sedujo de ella el dinero, pues había otras mujeres que también estaban repletas de billetes en cantidades incluso superiores; cuando la conoció, lo sedujo su inocencia, la posibilidad de corromperla, y el hecho de que era diferente a él, pureza frente a su corrupta indiferencia con respecto a casi todo. Lo que quedaba de eso, sin embargo, de la Elise que había conocido, eran migajas, restos de piedra del edificio que se había derrumbado, y el húngaro contempló, atónito, que aun así lo atraía… tal vez incluso más que cuando la sedujo inicialmente.

Quién iba a decirle a él que, al final, iba a terminar siendo un narcisista aparte del nihilista en el que se había convertido a base de los golpes que ahora buscaba con todas sus malditas fuerzas, incluso estando tan arrastrado y hundido que apenas podía tenerse en pie.
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Mensaje por Elise Vranken Lun Nov 07, 2016 4:00 pm

Malditasea que la frustraba. Miklós sabía cómo alterarle las emociones de modos distintos y en situaciones diferentes; pero Elise empezaba a recordarse que el control de esa situación lo tenía ella, que el que permanecía atado y herido era él, y que la venganza para ese caso debería servirse helada. —No creo que entiendas nada, y sólo pareces haber cambiado de métodos. Antes obtenías dinero engañando mujeres, ahora, a los golpes ¿Será que tus métodos se volvieron obsoletos? — el tono de voz de nuevo le fluyó tranquilo, mientras se recostaba en la mesa que contenía los instrumentos que con tiempo había preparado y lo miraba de brazos cruzados —Pero es cierto, no te necesito, porque ya aprendí de ti lo suficiente. Como ya sabrás, no puedo creerte nada. Aunque sí puedo cobrarte cada franco que me debes; los parisinos pagan demasiado bien por las peleas clandestinas, sobre todo cuando hay sobrenaturales de por medio— una sonrisa de nuevo le cruzó los labios, el olor de la sangre le llegó con fuerza a las fosas nasales y supo que el masoquismo jamás le había llegado a tanto. Él quería provocarla, y lo estaba logrando hasta que ella comprendió su jugada. Era momento de mover una pieza más, un nivel más hasta que encontrara su límite, hasta que luchara por liberarse o incluso cambiara de forma. Sin embargo, toda esa manera de comportarse le daba nuevas ideas a Elise, porque de hecho las peleas clandestinas sí que se venían sucediendo en los suburbios parisinos. Allí, se veía gente de la clase media y alta pagando por ver a sobrenaturales peleándose como animales salvajes, debatiéndose con algunos humanos entrenados que buscaban de cualquier manera dinero. Era igual que Miklós, pero con más dinero y público de por medio, algo que seguramente a él no le importaría.

—Ay, mi querido Miklós, siempre pensé que la ingenua era yo— las cosas cambiaban de nuevo, y Elise, tomando uno de los instrumentos de la mesa en sus manos, caminó despacio hacia él y se ubicó detrás —Tal vez sí, tal vez no, tal vez lo mate después que a ti, no lo sé, no es asunto tuyo— respondió, omitiendo el tema sobre su padre, pero diciendo a medias la verdad. Elise tenía una pareja, un licántropo de ánimo feroz que había conocido unos cuantos meses atrás. Él, también la había engañado, pero había empezado a pagar tan pronto como ella se enteró. La desafortunada era una humana cuyo hermano era cazador, mismo que fue tras la belga y terminó destrozado en un encuentro cualquiera en medio del bosque. Al otro día, su cuerpo fue dejado en la puerta de la mujer, como la primera de muchas advertencias. Si Elise no planeaba mal, en esa semana tanto su aún pareja como su amante, estarían muertos y alimentando a cualquier animal salvaje. Con ellos no habría el mismo contemplamiento que con Miklós, pero la pregunta era ¿Por qué? —Qué vas a saber tú de amor, DeGrasso, a ti solamente te importa tu maldito bienestar. No me vengas con asuntos de moral cuando mentiste de todas las formas posibles tan sólo por un par de monedas. Daba igual si era yo o se trataba del peor adefesio de toda Europa, lo único que querías era llenarte los bolsillos para luego pagar tus vicios ¿O vas a decirme que no fue así? — sus manos se cerraron en el cabello ajeno y lo tiró con fuerza hacia atrás; quería que la mirara para responderle, aunque fuera a las malas. Casi de manera impulsiva, empuñó con la otra mano la daga de plata que había tomado minutos antes, y la apoyó con cierta presión en el cuello del cambiante. Aunque no lo cortara de manera letal, sí lograba lastimarlo lo suficiente como para conseguir que un hilillo de sangre lamiera el filo de aquel objeto —La diferencia entre nosotros es que yo no te miento para herirte, eso es mucho más de lo que te mereces. Pero mírame bien, porque soy lo que tú mismo sembraste. Si ahora soy un monstruo, es porque tú me volviste así— espetó, sintiendo de nuevo la ira, sabiendo que su venganza no podía ser tan fría como quisiera, pero que tenía que llevarla a cabo aunque por momentos la calma fuera fingida. Por lo mismo, suspiró y se inclinó hacia él, rozándole los labios en la mejilla para luego susurrarle al oído —Hace un par de días alguien me habló de un hombre que experimentaba con nuestra especie, que buscaba mantenerlos en su forma animal a través de un par de inyecciones ¿Te imaginas? Tendría una pantera para mi propio deleite, para dedicarme a verte mientras te desesperas sin poder volver a ser el mismo, sin que tengas otra cosa para odiar más que a mí, y para que lo único que tengas en tu mente sea arrepentimiento— amenazó con dulzura. Los experimentos del hombre del que hablaba ella no funcionaban por mucho tiempo, pero eso no tenía que saberlo él, sobre todo, porque de ser necesario, ella intentaría mil dosis, o las que llegara a necesitar hasta desesperarlo. En eso sí se parecían, porque el intento de los dos era llevar al otro al límite. Al final de todo eran extremistas, masoquistas bajo cualquier circunstancia.


Última edición por Elise Vranken el Lun Ene 02, 2017 7:04 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Mar Nov 22, 2016 3:07 pm

Sí, sí, ¡sí! Sus métodos estaban obsoletos, pero no los de ganarse la vida, pues de lo contrario se dedicaría a la profesión más antigua del mundo, sino también a los métodos de su existencia. Tal vez Miklós se encontrara en una crisis de media vida, ¿la de los cincuenta y ocho?, o tal vez todo el dolor que había experimentado, y de una forma más allá de la física incluso, lo había deformado hasta dejarlo irreconocible y ya no se identificaba con su yo pasado. Probablemente se tratara de eso, pero Miklós no se planteaba ciertas cosas lo suficiente para darse cuenta de ellas, pues consideraba que pensar en el pasado era inútil e infructuoso… además de doloroso. Tal vez por eso su hermana, protagonista indiscutible de su pasado más feliz, no dejaba de acudir a sus pensamientos, porque Miklós era masoquista y disfrutaba de forma retorcida con el sufrimiento, tal y como le había enseñado a Elise en el lecho no hacía tanto tiempo. Y dado que ella decía que no lo necesitaba y que había aprendido ya todo lo que podía saber de él, ¿por qué no se daba cuenta de la enorme falta de sentido y correspondencia entre sus palabras y sus actos…? – ¡Oh, demonios, no! ¡Permanecer por siempre en mi forma animal, qué tortura, qué gran pesadilla! ¡No me obligues, Elise, por Dios, no lo hagas! ¡Me veré obligado a suplicarte…! – gritó, el húngaro, con tanto sentimiento en la voz que Elise se volvió a detener por un instante, lo suficiente para ver cómo el rostro del cambiante se deformaba en una carcajada auténtica, que no hacía sino afilar aún más los rasgos fríos y cortantes que la naturaleza, su madre y Darko le habían regalado sin que él los pidiera. – Mujer, no me conoces en absoluto si piensas que convertirme en pantera hasta mi maldita muerte no será un regalo. – sentenció, y su cara volvió a convertirse en piedra, de la inexpresividad que volvió a aparecer en ella.

Ser humano, lo había descubierto hacía tiempo, era considerablemente problemático, y todo en Miklós apestaba siempre mucho más a animal que a persona. ¡Si incluso su personalidad, para definirla, requería de la mención de animales, no de seres humanos…! Bien fuera reptil o gato, Miklós siempre optaba por uno o por el otro, sin término medio, y autodenominarse como un hombre era algo que solamente conseguía a veces, en situaciones muy específicas que, además, solían ser incluso tirando a breves. Desde luego, no lo suficiente para que Miklós no considerara su cuerpo humano como una maldición necesaria para no ganarse una muerte instantánea, aunque todo el mundo insistiera en que eso era lo que el húngaro quería: morir. Ello explicaría su comportamiento, incluida esa manera que estaba demostrando de hacerle cosquillas a la bestia que era Elise Vranken en el estado de molestia que presentaba, pero no podía evitarlo… En eso se había basado su relación cuando la había conocido y corrompido, en eso y en puros contactos carnales que él evidentemente había disfrutado, pero que no habían sido suficientes para evitar que ella se convirtiera en su víctima. – Aclárate, hazme el favor. ¿Te molesta que te robara o que te engañara? Porque tan pronto dices una como dices la otra, si es la primera te pagaré porque pronto podré hacerlo, pero si es la segunda, es un poquito más difícil compensártelo. Acepto sugerencias, aunque me da la impresión de que me dirás que quieres torturarme hasta el infinito, y honestamente, tengo cosas mejores que hacer que aguantarlo. – provocar en su inmensa apatía, Miklós vocalizó bien y trató de eliminar su acento lo más posible para ver si, así, a Elise le entraban las palabras en la cabeza profundamente, lo suficiente para que se le grabaran a fuego y las comprendiera, en ese momento o en otro posterior. No tenía la menor esperanza de que ello fuera a suceder, pero Miklós al menos lo intentaba, ¿no? – Monstruo o no, estás equivocada. Mis vicios no eran lo que financiaba entonces, aunque sí lo que financio ahora. Estás tan convencida en la ofensa que olvidas el contexto, y en el pasado, el contexto era diferente. Todo lo que hice fue por mi hermana. Incluso convertirte en un monstruo a ti.

Ah, la sinceridad finalmente hacía acto de presencia, ¡qué hermosura que hubiera esperanzas hasta para que él, gran mentiroso, pudiera sincerarse…! Aunque para el efecto que probablemente iba a tener, bien podía habérselo ahorrado, siendo totalmente fieles a la realidad.
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Mensaje por Elise Vranken Lun Ene 02, 2017 9:42 pm

—Pues debiste empezar a hacerlo antes— se quejó tras la carcajada de Miklós —Si realmente lo desearas podrías haberlo hecho hace mucho, hasta que se te olvidara que que podías volver a tomar esta maldita forma parlante— hasta donde Elise sabía, si un cambiante tomaba su forma animal e insistía en permanecer en ella, podía llegar a olvidar esa parte de humanidad cuando el animal lo consumiera. Eran historias al principio, pero se sintieron más cercanas desde que su padre empezó a pasar más tiempo como león. A veces, pasaban tantos días que la belga creía que no volvería jamás a escuchar la voz de su progenitor; y sería terrible, porque de tomar forma animal para siempre, moriría más pronto al permanecer en el encierro en el que ella lo mantenía. Era una pena, el hombre brillante y protector que tuviera durante tanto tiempo se le estaba yendo, de a pocos, en absoluto y tortuoso silencio.

Sin decir nada por unos minutos, Elise hizo que la daga se deslizara por el cuello ajeno hasta llegar al pecho, sin ser presionada demasiado; bajó por la camisa después, abriéndola a las malas y arrancando los botones
—Hace pocas horas que pagué para que te enfrentaras a un licántropo de grandes proporciones y algo demente. El tipo golpeaba a su mujer y a todo el mundo, supongo que ahora ya tiene una viuda feliz gracias a ti. Pero quiero ver las marcas que este trabajo ha dejado en tu cuerpo, porque quizás no me resulten suficientes— musitó, halando la camisa y desgarrando esa baratija de tela que se rompería hasta pasándole por encima las uñas. Lo miró con absoluto detenimiento, trayendo a memoria el cuerpo que conocía para compararlo con lo que ahora tenía en frente. Era evidente que antes tenía una mejor vida, y había sido un completo imbécil, porque había podido extender sus beneficios por mucho más tiempo. A propósito ¿Por qué si tenía lo que quería se había ido? Esa pregunta nunca se le ocurrió, porque creyó que él, habiendo obtenido lo suficiente de ella, había partido sin más. Quizás si era de ese modo, pero sus vicios le consumieron la vida, las decisiones y el dinero que le quedaba. —Las dos cosas, pero dudo que puedas compensar algo. O qué ¿Vas a decirme que encontraste otra mujer para timar y que me pagarás con lo que ella te dé? Tal vez después de todo no has cambiado tanto— El tono de voz de Elise parecía una conversación tranquila e incluso civilizada, de no ser porque se inclinó apenas frente a él y le desabrochó los pantalones. No tenía sentido dejarlo ir así, tan intacto, como si sólo lo hubiese hecho asistir para cuestionarlo. —Si te castrara ya no tendrías cómo responderle— dijo en burla, y soltó una carcajada tan fría que hasta él podría creer que lo que decía era cierto. Bromeaba, por supuesto, porque tenía más que claro que no era para tanto. No obstante, una vez abrió el pantalón con sus manos, apoyó de nuevo la daga y la deslizó desde el ombligo ajeno, bajando hasta detenerse justo sobre la entrepierna, sin dejar de mirarlo a los ojos — ¿Perderías tu nueva fuente de ingresos sin esto? — Agregó, susurrando — Supongo que ahora inventas que tienes una hermana para que te libere. Si eso fuera cierto la habrías mencionado cuando estabas conmigo, bien sabías que te creía absolutamente todo. Pero mentías antes, lo haces ahora y lo seguirás haciendo— la daga se movió de nuevo y Elise frunció el ceño. No quería mirarlo a los ojos ni encontrar nada que fuera verdad. Él había podido obtener todo de ella si alguna vez se hubiese atrevido a quererla, pero en cambio tomaba decisiones peores, que lo habían llevado a encontrar dinero a los golpes y que ahora lo mantenían fijo en un silla, mientras ella deslizaba la daga sobre sus piernas para romper los pantalones, sin importarle si el filo le acariciaba de paso la piel con la misma sutileza que ahora tenía ella.

Hasta ahora comenzaba todo, y Elise no iba a ceder, porque él mentía, siempre, y debía repetir eso para sí misma hasta el cansancio. Quizás eso que ella ahora hacía le haría bien a alguien más. Tal vez esa nueva mujer que creía Elise que él empezaba a engañar se salvara de creer en sus falsas promesas, o en la mentira que sea que Miklós estaba tejiendo.
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Mensaje por Invitado Mar Ene 03, 2017 5:43 pm

En aquel momento le vino a la cabeza la fábula, eternamente recordada, narrada y modificada según quien hablara, de Pedro y el lobo, por la cual el mentiroso recibía el escarmiento de que nadie le creería si finalmente decidía decir la verdad. Si bien Miklós mentía tanto como decía la verdad, dependiendo de qué era exactamente lo que la situación requería, con Elise habían abundando más las mentiras teñidas de verdad que viceversa, por lo que ahora, ni siquiera notando la sinceridad en sus propios ojos, lo creería nunca. Oh, bueno, ¿qué podía hacer? No iba a insistirle porque era cosa suya la existencia de Imara, no algo que fuera a compartir con una amante; sin embargo, se le escapó la risotada al tiempo que Elise le destrozaba la ropa para dejarlo desnudo, como siempre le había gustado más verlo. En el fondo, suponía, algunas cosas jamás cambiaban del todo... – Claro, ¿y qué demonios querías que te dijera, eh? ¿Te voy a robar hasta el último céntimo para mantener a la medio hermana bastarda que mi madre murió pariendo? Sí, esa que bien podría ser cambiante como yo pero quién lo sabe porque su padre pueden ser varios tipos y que solamente me tiene a mí. Me habrías creído tanto como me crees ahora, y no te engañes diciendo que no por tu enamoramiento, porque nunca has sido tan estúpida. – reprendió, olvidando (o eligiendo ignorar, más bien, porque si algo tenían en común era que los dos eran inteligentes... aunque él se comportara de formas diferentes, habitualmente, y opuestas a cualquier atisbo de brillantez) su posición, y enfrentándola con frialdad. ¿Cómo, si no? Aunque sintiera rabia, era consciente de que le resultaba beneficioso que Elise no se creyera la existencia de Imara, porque, de hacerlo, tal vez la buscaría para ir contra él... Y si bien sabía que la familia estúpida que la había robado podría protegerla, Miklós conocía bien a la belga (¡y tanto que lo hacía, sobre todo desde hacía aproximadamente una hora y pico!), y sabía lo peligrosa que podía ser, especialmente si quería vengarse. Su cuerpo, ahora desnudo casi por completo, daba buena fe de ello, y si bien el húngaro no notaba particularmente el frío, sí que se daba cuenta de que carecía de ropajes que lo cubrieran. La principal diferencia que existía entre él y cualquier otro, sin embargo, era que Miklós no se avergonzó, sino que le sonrió tan falsamente como siempre.

– Sabía que me echabas de menos, pero ¿tanto? Ni siquiera puedes mantener las manos quietas a cada lado de tu cuerpo, necesitas verme como antes lo hacías. Pero, ¡eh!, lo del licántropo ha sido buena excusa. Podías haberme dicho que se trataba de un maltratador y lo habría eliminado sin necesidad de que nadie me pagara por ello, ¿sabes? – provocó, pero, una vez más, lo último que había dicho era cierto. Claro, ella no le creería porque había decidido que todo lo que salía de los labios del húngaro eran injurias y calumnias contra ella, como si fuera el centro de su universo, pero no por ello era menos cierto. No le gustaban los maltratadores, y eso que él maltrataba bastante, pero solía hacerlo con seres que se lo merecían de algún modo o en peleas donde él también recibía sus buenos golpes, iguales a los que mostraba en el cuerpo del que Elise estaba disfrutando, de forma distinta a la habitual eso sí. Dentro de su retorcida y casi rapada cabeza, eso era una justicia en la que creía y a la que podía adherirse sin que sus objetivos cayeran en perjuicio, así que ¿por qué no iba a alegrarse de haber hecho la buena obra del día...? De la semana o del mes, en realidad, pero no iba a ser él quien llevara la cuenta. – Además, Elise, sé realista, ¿quieres? ¿Te habría seducido igual si te hubiera dicho que soy medio gitano, más pobre que las ratas, bastardo de una familia que detesta mi existencia y cuidando de una niña a la que habrías confundido con mi hija porque sabes cómo envejezco y que sólo parezco un joven? – preguntó, en un último intento de poner lógica en la situación que carecía de ella, pero en cuanto ella rebatiera el argumento de la forma más estúpida posible (porque no podía ser de otra cuando él tenía razón, y era un hecho), se rendiría por completo, probablemente. En realidad, no tenía ni idea de si lo haría, porque esa era una de las ventajas de su personalidad y de su naturaleza: se resultaba, incluso a sí mismo, completamente impredecible, y eso garantizaba que siempre hubiera mucho espacio para la diversión en cualquiera de las relaciones sociales en las que participaba... hasta si consistían en su tortura por parte de una amante pasada.

Desde luego, si alguien le hubiera dicho a Miklós, precisamente cuando se había encargado de enviudar a una mujer maltratada, que su día iba a terminar así, se habría reído en su cara con tanta sinceridad que tal vez incluso habría retomado la esperanza de volver a sentir como una persona normal.
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Mensaje por Elise Vranken Dom Feb 12, 2017 6:16 pm

—Si hubieras pedido ayuda jamás se tomaría como robo, aunque claro, tus intensiones iban mucho más allá de eso; supongo que disfrutas mentir. Pero no creas que voy a ser más blanda sabiendo que tenías como madre a una cualquiera. A mí también me tocó una, pero tuvo la suerte de morir desgarrada por los dientes de mi padre— farfulló como respuesta, hablando un poco de algo que nunca le había contado a él pero de lo cual se enorgullecía. Ese día había muerto su hermana gemela, pero su padre se cobraba venganza de manera inmediata y enaltecía el orgullo de león que heredara su hija.

La ahora desnudez de Miklós no le resultaba de ningún modo incómoda a ella, porque no era la primera vez que lo veía de ese modo. Habían pasado muchos años, sí, pero los recuerdos se mantenían tan claros como lo hacía en su momento el aliento ajeno tibio sobre la espalda.
—No es para verte, antes estabas mucho mejor— aclaró, poniéndose de pie de nuevo sin soltar la daga con filos de plata —Todos los que mataste eran tan bastardos como tú. Unos eran golpeadores, otros sencillamente mentían o timaban, pero he cobrado por adelantado por ellas, y por mí, con cada marca que traes sobre tu cuerpo— de haberlo visto tan mal en otra época, se habría desvivido por sanarlo, por eliminar de su cuerpo cada moretón causado por otros y marcar mejores recuerdos sobre la piel maltratada. Ahora sólo quería ver más evidencias y causar heridas más profundas, que duraran más tiempo. —Con todo lo que me quitaste habrías podido darte una mejor vida, pero vives como una rata, como si la cantidad de dinero que ganas no fuera suficiente para mantenerte. Eres peor que un mendigo y lo sabes, tan bien como yo, que no puedo matarte porque eso para ti sería como un premio. Mereces vivir así, Miklós— susurró, lanzando un corte tan profundo en la muñeca que lograría que esa mano no pudiera moverse durante unos buenos minutos —Pero necesito vengarme, aunque sea un poco. Te recuperarás, lo sabemos, pero quiero verte aún más inútil mientras eso sucede— agregó sonriente y pinchando la espalda ajena con la punta de la daga —Voy a marcarte para siempre, para que cuando alguien te vea desnudo, sepa que mientes y que no se puede confiar en ti. Voy a permitirles conocerte tan sólo viendo tu carne—.

Elise de alguna manera sabía que podía estar exagerando, pero eso se le olvidaba cuando él habría la boca y terminaba de hundirse sólo, como si disfrutara ponerse al filo de un abismo y danzar al mismo tiempo. —Me da igual que seas medio gitano; y no me vengas con eso de cómo envejeces porque ambos vivimos en lo mismo ¿Se fue la creatividad al tiempo que tu ropa? — a ella realmente le habría dado igual su origen, y eso, se basaba en que Elise se avergonzaba de haber sido parida por una maldita humana que temía a los cambiantes y que por lo mismo, había matado a una de sus hijas en el primero y único de sus cambios.

Por un segundo lo miró, apoyándole las manos en la espalda ¿No estaba a su modo explicando lo que había sucedido? Sí, pero no se arrepentía. Por lo mismo, Elise relajó la presión sobre la daga y caminó de nueva cuenta hacia la mesa
—Nada te justifica, mentiste demasiado tiempo y luego te fuiste sin más. Pero en fin, hoy voy a equilibrar un poco la balanza. Mira esto— sugirió regresando con una jeringa en sus manos —El tipo que hace eso es un demente, cree que logrará quitarnos nuestra habilidad de cambiar de forma, pero no ha sido capaz de hacer esto permanente. No sé cuánto tiempo te hará permanecer como humano, pero si vas a cambiar de forma, te conviene hacerlo justo ahora, aunque claro, no podrás utilizar una de tus patas delanteras. Para empezar, por supuesto— invitó, sonando más cínica que antes y disfrutando más el rumbo que tomaba la noche. Ahí empezaba a tener más cosas en mente, pero quizás, con él, debería empezar a pensar en extremos para verlo reaccionando. Él tenía su temperamento, claro, aunque viéndolos a los dos, así, estaba más que claro que el control de Miklós era mayor al de ella. Probablemente él actuara por algún tipo de necesidad, y ella, por emociones. Esas mismas que querían ver que pasaba si él se soltaba.
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