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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Eyra Erikdóttir Jue Oct 24, 2013 6:43 am


El festivo ambiente inundaba cada rincón de mi extenso jardín. Yo sonreía de oreja a oreja, disfrutando de aquella agradable velada en la que todo discurría a la perfección. La orquestra animaba a los múltiples invitados que se distribuían entre las distintas mesas redondas y de manteles blancos, todas ellas con sus centros de flores y frutas y a su alrededor, los platos compuestos por distintos aperitivos que los comensales se dejaban fundir en sus bocas parlanchinas, sosteniendo con la otra mano una de aquellas copas de cristal en el que el champán burbujeante salpicaba sus comisuras sonrientes. Algunos bailaban en parejas, dando vueltas de campana al ritmo de la frenética canción, riendo y dejándose guiar los pies al son de la música que acompasaba sus gestos.
 
La noche empezaba a caer y pronto nos sumimos en la más estricta oscuridad, por lo que me dirigí hacia las distintas antorchas que previamente había clavado en el perímetro del jardín, encendiéndolas para que iluminaran tenuemente la fiesta que allí se vivía. La brisa me dificultó un poco aquella labor, pero finalmente, el fuego empezó a devorar el algodón usado como mecha.
 
De pronto, un joven y apuesto rubio de ojos castaños se ofreció a bailar conmigo, por lo que asentí y deposité en una mesa la copa de vino tinto que había elegido para saciar mi sed aquella noche. Juntos danzamos, pero a los escasos segundos, la melodía cambió y yo me separé de él, acomodando el chal negro que caía por mis desnudos hombros.
 
- Se la echará de menos, madame.- me susurró al oído mientras fingía acercarse a mí para besar mi mejilla.- Ha sido una velada preciosa... pero nada puede superar su belleza ésta noche. Es más radiante que la luna que desde allí nos alumbra.
 
Reí tímidamente, acomodando su pajarita como excusa para desviar la mirada de sus centelleantes ojos.
 
- Fue un placer conocerte, Fenrir. Algo me dice que nos veremos a menudo, ahora que no pienso despegarme de tu padre.- añadí con un guiño de ojos que pronto supe que había causado un impactante efecto en él.
 
El vampiro quiso interceder de nuevo en la conversación, pero el sonido de un carruaje llegando ya a la parte trasera del jardín dónde se encontraba la puerta rejada, captó mi atención y tuve que despedirme de mi buen amigo, a quién le deseé que siguiera disfrutando de la fiesta.
 
Me dirigí a paso firme hacia la entrada posterior, cuidando de no arrastrar demasiado mi vestido carmín por las sendas pedregosas. Detuve mi avance cuando el cochero lo hizo, dirigiéndose hacia las puertas del carruaje del que bajaron mis últimos invitados, la familia Délvheen casi al completo. ¿Por qué no había traído al resto de sus hijos? ¿No le habría llegado la invitación a mi fiesta? Quizás esperaba más intimidad...
 
El cochero cerró la reja y desapareció sin que yo me preocupara por él, así que aguardé a que los recién llegados se dirigieran a mí, saludándoles con algunos besos y encajes de mano. Los tres eran muy apuestos y habían venido a la fiesta ataviados elegantemente. La joven muchacha estaba radiante, con aquél vestido turquesa repleta de pedrería. ¡Y qué decir del padre y el hijo! Parecían dos gotas de agua con los trajes elegidos, sólo cambiaba el color de sus corbatas y del pañuelo que finamente habían dispuesta en sus respectivos bolsillos pectorales.
 
Recuperé mi compostura y les señalé el centro de la fiesta, dónde los comensales empezaban ya a ir desapareciendo de a poco, preocupados por las altas horas de la noche. Pocos invitados quedaban ya, y mi estudiada estrategia de evitar quedarme mucho tiempo a solas con la familia Délvheen para impedir posibles incomodidades por su parte, empezó a flaquear. Sólo restaban ya Achilles, Fenrir, el cochero, y un puñado de parejas que apenas conocía y que probablemente, no estaban allí para despedirme, sino por el banquete ofrecido. Miré entonces a Kahlan, acercándome a su oído para que me escuchara, pues la música seguía y dificultaba llevar a cabo cualquier conversación normal.
 
- ¡Espero que tenga hambre! Hay croquetas, pulpo, langostinos, tempura de verduras, salmón marinado, queso, foie gras, pato con frutos rojos, cocktails a su gusto... Vamos, vamos, sírvase.- la animé, dándole un pequeño empujón para que se adelantara y yo pudiera saludar debidamente a los caballeros, a los que les ofrecí dos copas de champán de las que un camarero transportaba sobre su bandeja de plata.- ¿Tuvieron un buen viaje hasta aquí? Sé que las sendas que nos separan son bastante tortuosas debido a mi ubicación, pero ojalá no se hayan mareado mucho.- comenté, guiándoles hacia un porche de la casa, un poco alejados del gentío.- Si tienen hambre, en la cocina tengo algo que les puede apetecer más que unos canapés y un poco de vino.- reí, viéndome de pronto interrumpida por un gesto de Achilles que me hizo en la distancia.- Discúlpenme, unos amigos se marchan ya y debo despedirlos. No tardaré, pero por favor, siéntense como en su casa.
 
Efectivamente, mis últimos amigos se despedían ya, puesto que tenían ciertos asuntos que tratar de suma importancia y Achilles había dejado sola a su mujer, algo que no le hacía demasiada gracia, puesto que parecía ser una persona muy predispuesta a correr riesgos innecesarios en lo que referenciaba a su vida. Así, les di un par de besos y les acompañé hasta la salida, regresando al punto de encuentro de los Délvheen ante la sorprendente desaparición de todos mis invitados. Incluso los camareros contratados para aquella velada y la orquesta se habían ido ya, así que el resto de la noche, era sólo mía y de los Délvheen. 

Tragué saliva, tomé aire y entré en el vestíbulo de mi mansión, segura de encontrarles en el salón, por lo que antes, fui directamente a la cocina para descorchar una de aquellas botellas de sangre que almacenaba en un estante de madera como si se trataran de añejas botellas de vino. Llevando conmigo tres copas de cristal y la botella, me dirigí hacia el salón dónde el crepitar de las brasas de la chimenea me indicó la presencia de mis invitados en ese punto de la casa. Pronto, el murmullo de sus voces confirmó mis sospechas y pinté en mis labios la mejor y más cálida de mis sonrisas. Entré en la estancia con paso firme y ellos callaron de pronto, por lo que me centré en servirles una copa a los caballeros y quedarme una para mí. Por suerte, no había desatendido a la joven muchacha, pues ella bebía entonces un sorbo de vino tinto. Me hizo gracia pensar en que quizás teníamos gustos en común. Me senté en el alféizar de la ventana, contemplando a mis tres últimos invitados con una mezcla de nerviosismo e ilusión. Finalmente, rompí el silencio con mi voz cantarina.
 
- ¿Alguien sabe de qué hablan una familia que tiene como madre a una amnésica?- bromeé, arrepintiéndome enseguida por el humor negro usado en aquél instante y que ahora más había intensificado el ambiente rígido que allí se respiraba. Suspiré, un tanto amargada. Aquello no saldría bien...


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Mensaje por Jerarld Délvheen Jue Oct 24, 2013 9:58 am

Dios mío hijo. Pareciera que te hubieras atado el pañuelo con los pies. Kahlan se sonrio mientras negaba con la cabeza, seguramente tampoco le habría dejado a ella ayudarle. Por lo que me adelante, acomodando el cuello de la camisa de Johannes.
Él suspiro.

¿Quien se supone que era toda esa gente? Nunca les vi en otras celebraciones…Ni en ninguna de nuestras fiestas.
Cuando tienes dinero y nombre dentro de la sociedad te salen amistades de debajo de las piedras.

Por eso me gustan las culturas indígenas. Si no perteneces a la tribu, te envían de una patada a la selva de al lado.


Tanto key como yo reímos con aquel comentario. Lo cierto es que pese a la extraña situación, los tres intentábamos actuar con normalidad, como si hubiéramos ido a una fiesta más aunque supieramos que no era asi. Claro que yo no sabía que era una fiesta, pensaba que simplemente tendríamos una sencilla “cena” los cuatro. Quizás era una forma de distraerse para ella también.
Pero entonces la anfitriona apareció con su sonrisa más reluciente, haciendo que los tres nos quedamos con una singular cara de póker ante su pregunta.

Hablabamos del tiempo… de si sabe mejor A+ o A-… ya sabe.  Esas cosas de cada día. Indique socorriéndola del tenso silencio. Intentando sonar espontaneo y relajado, con otra pequeña broma sobre el sabor de la sangre.

Me encamine hacia uno de los grandes sofás, sentándome en ellos mientras Kahlan se sentaba en el reposabrazos con su copa a medias, a su vez que Johannes se apoyaba cerca de la chimenea.

Es un lugar muy acogedor… Kahlan poso su mano sobre mi hombro y yo eleve la mia hasta posarla sobre la suya. Se había hecho un ligero silencio que no me incomodo tanto como pensaba. Después de todo estaba allí con mis hijos, y en este momento, ellos me inspiraban calma y fortaleza.
Como ve, estos son mis hijos. No es porque lo diga yo, pero...¿a que son realmente guapos? Eyra sonrió y ese gesto me relajo un poco más. Me alegra que accediera a esta reunión, hacia bastante tiempo que no nos encontrábamos solo los cuatro.

Por la anfitriona.
Indique elevando suavemente mi copa, a la vez que los chicos me imitaban dando un ligero sorbo a sus copas. Era cierto que para ella era nuestro primer encuentro, pero para nosotros no.

Nuestro padre nos ha comentado que viajara en estos días. Es demasiada indiscreción preguntarle si es un viaje largo o si se le tendrá pronto de vuelta?
Johannes la miraba fijamente mientras daba un sorbo a su copa. Sus palabras eran incisivas y directas como su carácter y estaba mas que claro el doble sentido de su misma frase que venia a decir algo asi como... ¿Te vas, te vas ya? ¿Te vas sin mas? ¿cuanto tiempo? ¿voy a saber algo de ti o te vas y si te visto no me acuerdo?
Por lo que esperaba que no incomodara en exceso a su madre o la velada seria mas corta de lo que pensabamos…


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Mensaje por Eyra Erikdóttir Jue Oct 24, 2013 10:49 am

Di un respingo en el que caso vierto el contenido sanguinoliento de mi copa, atorada y atragantándome con el sorbo que aun degustaba en mi boca. Tras disimular una nerviosa carcajada que tiñera mi torpeza, dejé a un lado la copa y recogí mis piernas, que ahora quedaron también sobre el alféizar, apoyando mi espalda contra el muro de la pared. Durante unos segundos en los que pensé la mejor respuesta que darle al joven vampiro, dejé vagar mi mirada por el lienzo celeste que se me presentó. Por un instante, olvidé dónde estaba, con quién estaba. Olvidé hasta mi nombre y solamente pensé en el hermoso paisaje que se vislumbraba desde ese punto de la mansión. Unas cosquillas en las comisuras de mis labios lograron hacerlos sonreír.

- Mi viaje es un viaje sin retorno, mi señor.- respondí al fin, con un tono dulce aunque cordial, puesto que no podía olvidar que hablaba con el hijo de un barón neerlandés.- Pero ya se sabe… “Nunca digas nunca”. Quizás la vida me regresa a París más pronto de lo esperado.-y añadí, ahora mirando a mi interlocutor.- Dicen que los veranos aquí son muy suaves y mediterráneos.

Tras un guiño cómplice, detuve mi curiosa mirada sobre la muchacha y luego de nuevo sobre Johannes. Algo dentro mío cobró vida. ¡Ellos eran mis hijos! Llevaban mi sangre en sus venas, algunos de mis gestos, de mis gustos, de mi apariencia, incluso. Kahlan se parecía muchísimo a mí, y eso era una verdad irrefutable. Era mi vivo retrato a excepción de sus ojos, unos tan grises y brillantes como los del barón. Era muy hermosa, pues había elegido lo mejor de mí y lo mejor de su padre. Era como una versión mejorada de ambos y eso la convertía en un bellísimo ángel del que segura estaba, su familia se desvivía por ella. En cuanto al arqueólogo, poco de mí pude ver en él. Era una copia del barón, quizás con unos cuantos años de más y con el cabello ligeramente más castaño que pelirrojo. Su porte firme, alto, atlético y bien contorneado había hecho de él un hombre realmente apuesto. Por un momento, me pregunté si estaría casado, si tenía hijos… Oh, dioses… ¿nietos? Un nudo en mi garganta me indicó lo indispuesta que me sentiría de conocer semejante respuesta, por lo que preferí mantener a ralla mi curiosidad.

- Lo cierto es que se debe sentir realmente afortunado, señor Délvheen. Sus hijos son unas joyas.- comenté sonriente, dando un salto desde la ventana hasta que mis pies tocaron el suelo del salón, dirigiéndome a dónde descansaban silenciosas las cuerdas del arpa que tomé entre mis dedos, tomando asiento cerca de la chimenea y empezando así a tocar una melodía mientras proseguía en mi habladuría.- Extraño mi hogar.- susurré a Johannes, recuperando el hilo conversacional que manteníamos anteriormente.- Ojalá un día pudiera mostrarle la tierra que me vio nacer. Mientras tanto, quisiera mostraros un pequeño retal. Es un regalo que quisiera ofreceros antes de irme. Se trata de la canción de cuna que mi madre me cantaba cuando era pequeña, y dice así:

Huna blentyn yn fy mynwes,
Clyd a chynnes ydyw hon;
Breichiau mam sy’n dyn am danat,
Cariad mam sy dan fy mron;
Ni cha dim amharu’th gyntun,
Ni wna undyn â thi gam;
Huna’n dawel, anwyl blentyn,
Huna’n fwyn ar fron dy fam. Huna’n dawel, heno, huna,
Huna’n fwyn, y tlws ei lun;
Pam yr wyt yn awr yn gwenu,
Gwenu’n dirion yn dy hun?
Ai angylion fry sy’n gwenu,
Arnat ti yn gwenu’n llon,
Tithau’n gwenu’n ol dan huno,
Huno’n dawel ar fy mron?Paid ag ofni, dim ond deilen
Gura, gura ar y ddor;
Paid ag ofni, ton fach unig
Sua, sua ar lan y mor;
Huna blentyn, nid oes yma
Ddim i roddi iti fraw;
Gwena’n dawel yn fy mynwes
Ar yr engyl gwynion draw.


TRADUCCION:

Sonreí tímidamente, alzando la mirada de mis dedos para mirar a mi público, que parecía anonadado. ¿Les habría aburrido con aquella nana? Quizás había perdido mi talento... Las dudas se agolparon torno a mi pecho y finalmente, me excusé para regresar a la cocina y recuperar la compostura. ¿Por qué de repente me sentía tan abrumada? Quizás había sido una mala idea reunirme con ellos, dejar que vieran más de mí y yo de ellos. Quizás debí hacer caso a mi abogado y mantenerme al margen. Quizás... regresar a Gríndavik sería la cura de todos mis males.

Mientras esperaba el sosiego de pensamientos y emociones que martilleaban mi cabeza y cada poro de mi piel, me dediqué a cocinar una tarta de chocolate con fresas y nata, esperando que fuera del agrado de Kahlan, la única que realmente, se la comería. Así transcurrieron unos veinte minutos en los que, atareada preparando el postre y logrando ocupar mi mente con ideas distintas a las que me habían hecho huir del salón, logré sosegarme y recuperar mi compostura. Cuando al fin terminé de colocar la última fresa sobre la tarta, una presencia en el umbral de la puerta me sobrecogió. Sin girarme, me pronuncié al respecto.

- ¿Se le ofrece alguna cosa, barón?


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Mensaje por Jerarld Délvheen Jue Oct 24, 2013 12:19 pm

El estruendo de la copa de sangre contra la piedra de la chimenea hizo añicos el cristal caundo la lanzó. Los ojos de Johannes irradiaban una profunda rabia, que pareció ensombrecer sus ojos ante su rictus marcado y tenso.

¿Quién demonios se cree que es, para aparecer y desaparecer de nuestras vidas una y otra vez de esa manera?
Me puse en pie rápidamente, para ponerme delante suyo, posando una mano sobre su pecho, empujándole ligeramente hacia atrás.

¡Johannes! Su pecho se hinchaba de forma violenta con esa respiración agitada, y es que no me miraba a mi sino que miraba el marco de la puerta por donde ella había desaparecido. Como si quisiera ir en su busca.
Mírame…
MI-RA-ME.
Indique con un tono seco que no solía usar jamás con él. El aparto su mirada centrándose en mi. Ella no nos conoce, no sabe absolutamente nada ni de ti ni de nadie. Su vida ha sido una completa farsa y no puedes pretender que ella lamente algo que desconoce.

Johannes acerco su rostro rígido al mío, reaccionando a mis palabras. Mi hijo…siempre tan temperamental, tal y como había sido su madre un tiempo atrás, puede que su físico fuera mío, pero su carácter era definitivamente de ella.

¿Y qué pretendes. Que quieres realmente? ¿Para que nos has traído hasta aquí?
Aludiendo a su gesto amenazador, me acerque aun mas a su rostro como había hecho él momentos antes, susurrándole para que solo él y Kahlan pudieran oírme realmente.

Quiero que la miréis, quiero que compartáis esta noche con ella y quiero que asumáis el recuerdo de su mirada, pues es más que probable que esta será la última noche que volváis a verla en toda vuestra vida.
Johannes sostuvo mi mirada un instante, pero luego la desvio hacia un lado, aun con el ceño fruncido, contemplando a Kahlan.
Key se acerco para coger la mano de su hermano.

Lamento poneros en una situación así de complicada, sé que esto os hace un inmenso daño. Indique posando una de mis manos sobre el brazo de Johan, acercando la otra hacia la mejilla de Key. Pero sé que no haber asistido esta noche habría dejado una espina muy difícil de sacar.

Deberíamos irnos.
Deberíamos irnos. Comente asintiendo.
Me separe de ellos para encaminarme hacia la puerta, cuando su voz me interrumpió.

Papá…Gire el rostro hacia él contemplando sus labios fruncidos, y negué con la cabeza al reconocer su gesto.
No. No lo sientas.  
...
La oscuridad de los pasillos me condujo por la desconocida mansión a la vez que seguía su aroma hasta llegar a las puertas de la cocina.
Le contemple torciendo una ligera sonrisa, lo cierto es que en todos aquellos años de convivencia jamás había visto a Eyra acercarse a la cocina para nada. De hecho era al revés, era yo quien me había interesado por los alimentos hacia más de veinte años, queriendo saber cómo se preparaban determinados platos con el afán de dar caprichos a los chicos, fingiendo por un instante que éramos una familia normal y no que nosotros, sus progenitores, éramos de todo menos normales, humanos  y mortales…
Su voz me saco de mis cavilaciones.

Disculpe que le interrumpa de este modo en su casa. Pero pensaba que quizás deberíamos marcharnos. Estará usted deseando librarse del trajín por la fiesta y los invitados a los que ha atendido hoy…
Ella ceso sus movimientos aun dándome la espalda. Mientras que yo tragaba saliva. Lo cierto es que no quería irme aun, quería aprovechar algo más del tiempo que nos daba, pero, ¿cómo hacer?
Sé que ayer, cuando firmamos los documentos le pedí que me escribiera pero…¿Sería demasiado por mi lado, pedirle que nos visitara de vez en cuando o que nos dejara verla a usted? Podría ser…cada quince años, quizás cada diez…Una sonrisa torcida, más parecida a un tic nervioso apareció en mis labios. Kahlan ya no sería la misma persona en diez años o en quince y Eyra se lo perdería, así como gran parte de su vida…
Kahlan ya había crecido gran parte de su infancia sin su madre y aun así, el hecho de pensar que Eyra estaría por ahí y que mi pequeña perdería su compañía, creciendo y envejeciendo sin tenerla siquiera cerca…me dolió de pensar.
La imagen de Eyra girándose con la tarta me hizo contemplar el plato entre sus manos y luego a ella.

Aunque ni siquiera sé si es algo que usted desearía… Después de todo, ¿qué le haría querer volver a vernos?  Empezaba a comprender la realidad, aunque fuera devastadora, por lo que, después de un momento de cavilación, le hice un gesto respetuoso con el rostro y me gire. No pensaba ya incordiarla más, pero su voz me detuvo en la salida, impidiendo que me adentrara en las sombras del pasillo.


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Mensaje por Eyra Erikdóttir Jue Oct 24, 2013 1:57 pm

El chasquido del cristal haciéndose añicos y los gritos alterados de Johannes me mataron y enviaron al infierno, dejándome las manos temblorosas arañando la encimera de mármol dónde entonces trabajaba en aquella tarta. Me sentí estúpida, me sentí sola, me sentí desamparada y dolida. Me pregunté entonces, ¿de qué servía todo aquello? ¿Qué era lo que pretendía realmente? ¿Esperaba formar parte de sus vidas? ¿O alzar un muro con ellos? Johannes tenía razón... yo no podía aparecer y desaparecer de aquél modo, no podía jugar con sus sentimientos. O me quedaba o me iba. Ahora o nunca.
 
Las palabras de Jerarld sólo hurgaron más en la brecha abierta. Se marchaban. Por supuesto. ¿Qué les retenía? Quizás era lo mejor, quizás esa era la señal del destino. Ellos debían partir, debían irse y continuar con sus vidas. Yo debía seguir con la mía en cuanto regresara a Gríndavik. Así pues, pensaba llevarle la tarta a la muchacha, les daría un par de besos a cada uno, les desearía suerte y les acompañaría hasta el carruaje, agitando mi mano para despedirme de ellos. Y todo habría acabado. Pasaría página y con ella, también olvidaría sus nombres con el tiempo, sus historias y el vínculo que una vez nos unieron. El tiempo pasaría, quizás irían muriendo, quizás moriría yo antes. Y un buen día, nuestra historia se vería reducida a cenizas. Como debía ser.
 
Tomé el plato con la tarta ya hecha y me giré poco a poco, tropezando con la mirada y las palabras del barón. No pude evitar fruncir el ceño y desviar la mirada, luchando internamente para mantener un idóneo timbre de voz mientras respondía a su petición, por muy difícil que eso fuera para mí. Con un poco de suerte, él ni siquiera cuenta se daría.
 
- Me temo, mi señor, que no puedo prometerle tal cosa. La vida tiene múltiples giros, muchos de ellos, ni siquiera podemos controlarlos. Me gustaría mantener cierto contacto con vos y su fantástica familia, por lo que esperaré que ese hecho pueda darse a menudo.
 
Pasé por su lado rozando su brazo con el mío, transportando el postre hacia el salón, pasando por el largo y lúgubre pasadizo que conectaba una estancia con la otra.
 
- Al menos es probable que los veranos los pase aquí, pues tengo a varios amigos y conocidos que querría visitar. Su familia podría ser uno de ellos, si gusta.- añadí con una sonrisa, intentando así limar las asperezas que podría haber causado al barón.
 
Al llegar al salón, no me sorprendió ver a los hijos de Jerarld ya abrigados y dispuestos a marcharse, pero tuve que fingirlo y mostrarme contrariada por su actitud, como si esperara poder retenerles un poco más pese a saber ya de buena mano que no era algo negociable. Me limité a entregarle la tarta a Kahlan, quién muy educadamente me agradeció el gesto y prometió escribirme dándome sus objeciones al respecto. A Johannes quise regalarle un pequeño cofre de oro y piedras preciosas que como ornamento lo tenía dispuesto sobre las brasas de la chimenea. En un susurro, sólo lo pedí que lo abriera cuando más triste o solo se sintiera, prometiéndole que el contenido del cofre conseguiría hacerle recuperar la sonrisa.
 
Ellos fueron los primeros en abandonar el salón, comunicándole a su padre que le esperarían en el carruaje. Nos quedamos solos el barón y yo, por lo que le di la espalda y empecé entonces a recoger los pedazos de aquella copa de cristal que Johannes había roto momentos antes. El silencio impregnó aquella sala y pronto, se volvió insoportable.
 
Me alcé con los retales de cristal entre mis manos, guardándolos en un pañuelo blanco que él mismo me ofreció sin siquiera hablarnos. Lo acepté, enrollando en él cada pedazo de vidrio. Uno me cortó, haciéndome sangrar muy levemente y manchar su pañuelo, dónde vi inscritas sus iniciales bordadas con hilo de oro.
 
Duele cuando sientes que las palabras son como cristales rotos que convierten en jirones mi piel, remendando mis heridas con reproches, mancillando mi conciencia...
 
- Ojalá no sea ésta nuestra despedida, mi señor.- comenté con una sonrisa, llevándome el dedo a mi boca para sanar la herida con mi saliva.- Venga, le acompaño al carruaje antes de que sus hijos se pongan ansiosos por su demora.
 
Y tomé entonces su brazo, guiándole hacia la puerta entreabierta que Johannes y Kahlan habían dejado tras su paso por ella.
 

Bueno, Eyra, despídete. Este es el fin de un capítulo de tu vida. Pero habrán más. Tienen que haber más, me dije a mí misma, intentando así infundirme ánimos para enfrentarme a aquella extraña situación. Pero... ¿por qué me parecía tan difícil? Sea como fuere, sabía que ya era tarde, que la vida es un tren que por estúpida había vuelto a perder. Ahora debía enfrentarme a la soledad y a aquella verdad que más odiaba. Había hecho ya demasiado daño y todo había sido mi culpa. Ahora era el momento de pagar con creces mis errores cometidos. Aquél era mi castigo, el verme sola en la inmensidad de la distancia, del frío eterno, tan amargo y cruel. El invierno ya había empezado a calar en mí y el jardín que una vez pude entregarles, quedó vacío tras su abandono.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Vie Oct 25, 2013 6:42 pm

Ella me condujo servicialmente hacia la salida, cual invitado desconocido al que se teme perder por el camino.
Los chicos nos miraron cuando llegamos al portal, pero ninguno de los dos había subido aun, me esperaban. Sin embargo les mire un instante, queriendo que me concedieran unos instantes, por lo que ambos comenzaron a pasear por el jardín alejándose un tanto hasta que les perdí de vista. Les agradecí en silencio el gesto pues quería tener un momento a solas con ella.

Mi señora,  quiero agradeceros la velada de esta noche. Sé que las cosas no han sido como hubiéramos deseado. Me habría gustado que al menos hubiéramos podido charlar un poco más. Pero las cosas no siempre son como uno desea, ¿verdad?
La brisa soplo con suavidad, trayéndome su aroma suave hacia mi, era como si incluso eso hubiera cambiado.
Suspiré.
Ella se marchaba en unos días. Su retorno posiblemente no seria algo que yo supiera pronto, pues tanto si lo hacia como si no, nada me garantizaba que ella quisiera volver a verme a mi o a los mios. Menos después de esta noche… Todo estaba claro, no éramos nada para ella, yo solo era un desconocido que le calo muy profundamente hacia ya demasiados siglos, cuando aun poseíamos un corazón palpitante.

Me gire hacia ella y le contemple fijamente hacia abajo. Le sonreí ya sin pesar, ni tristeza, sin dolor, ni angustia.
Me acerque un poco hacia ella tomando sus manos, gesto que quizás a ella le incomodaría ahora, lo cierto es que no lo se, simplemente lo hice, porque aunque ella no me conociera, para mi, ella no era una desconocida.
Mire sus ojos y me deleite con ese instante, con poder estar cerca y con poder tocar a esa Eyra, a la esencia de su persona, a la joven, a la niña.
Ella me miraba fijamente y yo, no lo dude…
Acerque mi rostro hacia el suyo suavemente, para acariciar esos labios en un beso que tan solo duro unos pocos segundos. Su sabor había cambiado, ahora era más fresco, más dulce que antes. Como si incluso sus propios labios se hubieran vuelto ahora mas tiernos, mas blandos, mas humanos que antes.  Segui manteniendo sus manos sujetas cuando me aparté después del robo, más que nada, porque siempre temi que me cruzara la cara, y en este preciso instante necesitaba que me escuchara y ya después que me agarrara a palos si quisiera.

No me arrepiento de mi osadía…Espero que pueda perdonarme por ello.
Ella me miro con un gesto que sinceramente no supe describir.
Quiero despedirme de usted, pero no para siempre…
Me despido y no como su marido, no como el padre de sus hijos, no como su compañero de aventuras, ni mucho menos como su amigo o su confidente. Quiero despedirme y lo he haré simplemente como si aun fuera aquel chico lleno de ilusiones que una hermosa noche en Islandia, tuvo la suerte de conocerla y de sentirse en las nubes, ilusionado, enamorado, lleno de vida y feliz por saber que al menos por un momento su vida tuvo sentido y se sintió amado. Porque por un instante, por una noche, fuimos uno solo y no existió nada que nos pudiera separar. Porque aunque fuera por una noche, todo tuvo sentido, y nacieron ilusiones y esperanzas en una vida que parecía ser mucho mejor de lo que jamás pude imaginar….Porque aunque solo fuera por una noche, el dolor tuvo sentido, la desolación también…Y no importo ni el pasado ni el futuro, solo un presente que se llenó de amor.
Me llevare eso conmigo.
Indique llevando una de sus manos y posándola sobre  mi pecho, mientras la contemplaba. Porque es mi tesoro y mi secreto…Nuestro secreto perdido en el tiempo.
El principio del fin y el fin del dolor.

Algo me dice que esta no será la despedida. Algo me dice que nos volveremos a ver, ojala los cielos me concedan algún día esa oportunidad.


Deje que su mano se deslizara por mi pecho hasta que nuestros dedos dejaron de tocarse. Le hice una reverencia con la cabeza, y me dispuse a bajar los escalones que conducían hacia el jardín mientras caminaba por el camino pedregoso.
No pude evitar una sonrisa culpable por mi gesto, pues tampoco había esperado a que me cruzara la cara.


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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Eyra Erikdóttir Sáb Oct 26, 2013 3:56 pm

Las nubes azabaches escampaban al fin de aquél cielo encapotado, dejando tras su paso los charcos y la humedad  tras la fuerte tempestad que había azotado el pueblo aquella mañana de otoño. Me despegué entonces de las gélidas y acartonadas sábanas blancas y caminé descalza hacia el gran ventanal del dormitorio, abriendo sus puertas para asomarme más allá del alféizar. Cerré los ojos y aspiré profundamente la brisa matinal, feliz de poder llevar una vida más normal allí, pudiendo relacionarme con los vecinos comunes, pudiendo salir a pasear en pleno día o a comprar cualquier tontería a la ciudad de al lado. Me alegré de que en Gríndavik, pese a no mantener una sola piedra en pie de lo que fue mi pueblo, mantuviera su clima y tiempo, siempre con su cielo gris, siempre lluvioso. Todo era más fácil así, sin sol.
 
La brisa trajo a mis pulmones un aire fresco que pronto caló en mi ser hasta hacerme estremecer. Amaba el olor de la tierra húmeda de la calzada, del rocío matinal y de las flores que escalaban la fachada de mi casa. Era el aroma de la naturaleza, del paisaje puro y limpio.
 
Tras estirar un poco mis aun dormidas articulaciones, giré mi cuerpo mientras carraspeaba, tropezándome entonces con la pata del escritorio situado a un lado. Después de refunfuñar algo que ni recuerdo, me di cuenta de la hoja en blanco que allí descansaba desde hacía días, junto a una pluma negra y un tintero abierto cuya tinta pronto se secaría. Suspiré. ¿Por qué era incapaz de escribirle? ¿Por qué me preocupaba qué palabras elegir? Aquello tenía que ser sencillo, pero los múltiples papeles arrugados y desparramados por la mesa y el suelo indicaban lo frustrante y decadente que había sido para mí el intentar escribir una carta pendiente.
 
Pasé de largo, dirigiéndome a mi armario para tomar las primeras prendas téxtiles que encajaran en mi cuerpo, calzándome antes de tomar varios folios, la pluma y el tintero que introduje en un pequeño bolso de cuero. Salí de casa, saludando a Brigitte, la vecina que vivía a un par de casas más allá de la mía. Por lo visto, venía de la panadería y me ofrecía un trozo de pan que ella masticaba con timidez, viéndose incapaz de esperar hasta la comida. Le gustaba el pan caliente, decía siempre. Yo rechacé su ofrecimiento alegando que ya había desayunado y tras un intercambio de cotilleos sobre Lucy y su nuevo marido, me despedí de ella para bajar la cuesta que me llevaría hasta la rocosa playa dónde me acomodé en una roca cercana a la costa, salpicándome las olas al romper contra las rocas. Esperaba encontrar ahí la inspiración que escaseaba en mi casa, así que extendí mi arsenal de escritura a un lado y dispuse los folios sobre mis muslos, luchando contra la fuerte brisa marina que se alzaba a esas horas de la mañana. Así fue cómo empecé a redactar aquella carta:
 

Querido barón Délvheen,
Querido barón,
Querido señor Délvheen,
Estimado señor,

Lo prometido es deuda y aquí entre sus manos tiene la carta que Le escribo desde una playa cercana a mi nuevo hogar. Me habría gustado que estuviera aquí, ¿sabe? Las vistas son preciosas con el alba tiñendo sus aguas de ese característico color carmín ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo ha estado? Por éstos lares hace mucho frío... 

Quisiera empezar ésta carta con una disculpa. Lamento que nuestro último encuentro acabara de aquél modo, ciertamente, pero no esperaba aquél gesto osado por su parte. ¿Podrá vos comprender mi escasez de palabras entonces? Simplemente retrocedí, tomé asiento en aquellas escaleras y le vi marchar. Le confesaré algo: ¡me pasé horas ahí sentada! Mi cabeza parecía que me hablara en hebreo y mi corazón en malayo. ¿Puede vos creer lo extraño y confuso que resultó aquella charla conmigo misma? Se preguntará entonces, ¿qué sacó en claro? Y para ello, debo indicar el paradero en el que ahora me encuentro ¡Ojalá pudiera responderle! Supongo que primero debería aprender esas lenguas para luego poder comprender lo que me dicen. Y mientras tanto, aquí estoy, sentada ahora en las rocas de una hermosa playa desierta. Creo que le agradarían estas vistas, son preciosas. Aunque hace frío, o eso dicen los mortales con los que convivo a lo largo de mi calle.

Quisiera preguntarle por vos, por su familia. ¿Cómo se encuentran? Ojalá todo les siga yendo tan bien como antaño. ¿Le agradó a Kahlan la tarta que le preparé? Qué estúpida pregunta... ni siquiera recordará su sabor tras largos meses desde el último bocado. ¿Y Johannes? ¿Le mencionó algo sobre mi regalo? Imagino que seguirá molesto conmigo, así que quizás no sea adecuado preguntar por él. Pero, ¿y vos? Oh, diablos, empiezo a agobiarme de nuevo e imagino que esta carta será una más del montón de cartas arrugadas que habitan mi habitación sin destinatario que las lea. Pero, ¿cómo dirigirme a vos? ¿Cómo, después de todo lo sucedido? ¿Cómo, después de lo que me hizo sentir? En cualquier caso, sé que esto es lo mejor. Eso me consuela. Ojalá a vos también. Salude a su familia de mi parte.

Besos y abrazos,
 
 
Eyra

 
 
Doblé la carta en tres secciones justo a tiempo de que empezaran a caer de nuevo algunas gotas de agua que de otro modo, habrían borrado el contenido de aquellas letras bien definidas caligráficamente. Guardé el papel en un sobre que fabriqué yo misma con otro folio y apunté la dirección del castillo Délvheen en París.
 
Antes de llegar a Correos, pasé por el estanque, dónde compré un sello para Francia. Me hizo gracia ver el símbolo de una corona y no pude evitar pensar de nuevo en él, preguntándome tontamente, si como miembro de la realeza, también llevaría una corona en sus actos sociales. Tras ello, entregué la carta a Rudolf, el cartero del pueblo que con su sonrisa y a lomos de su caballo, puso rumbo a la gran ciudad con mi carta bajo el brazo, prometiéndome entregarla ese mismo día. Con un poco de suerte, caería en manos de Jerarld en menos de dos semanas. ¿Se acordaría entonces de mí? Muchos meses habían transcurrido desde aquella despedida. Quizás ya había pasado página. Quizás incluso ni recordaba mi nombre o mi rostro. Suspiré entonces, aumentando la velocidad de mis pasos para evitar mojarme con la lluvia.
 

Al llegar a casa, empapada de igual modo, alcé la vista de mis pies mojados y contemplé por un momento aquellas estancias. El silencio reinaba en todas ellas, la penumbra oscurecía cada rincón de las habitaciones y único aroma que pude identificar fue el mío. El mío y el de la más estricta y cruda soledad... mi única compañera.


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