AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Hunter [libre]
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The Hunter [libre]
La vampira siempre había definido su vida como triste, sola y aburrida. Si alguien le hubiera venido a contradecir, por más sólidos que fuesen sus argumentos, jamás habrían vencido la terquedad infantil de Summer. En realidad, sí había estado deprimida y sola desde el asesinato a su forma humana, mas estos últimos meses le habían abierto los ojos a la realidad, tan clara y pura para cualquiera menos para ella misma: su vida –si se le puede llamar así- era plana y gris porque ella misma así se lo había buscado. Como le decía ella misma a los niños del orfanato: “las aventuras están en tu puerta, solo debes ir tras ellas”. Nadie iba a rescatarla del aislamiento al que se había condenado, solo ella tenía ese poder.
Fue así que de un día al otro abandonó su mansión y su ropa, con todas las joyas y las ropas que tanto amaba, para desprenderse de lo material e iniciar un largo viaje en busca de sí misma. ¿Quién era Summer Juliette Abadie en realidad? ¿Era la hermosa y famélica humana parisina? ¿Era la retraída y cínica vampira de clase alta que aparentaba ser frente a los contados privilegiados que se la encontraban en algún callejón? ¿O acaso era ambas y ninguna a la vez? De a poco se había convertido en el prototipo de persona que en su lugar de origen tanto detestaban.
“-Mira, allí van de nuevo. Paseándose por París como si fuera la extensión de sus mansiones y palacios, mirándonos a todos como si fuéramos basura, no más que ratas miserables. Se creen que tienen más derecho sobre esta ciudad que nosotros solo porque tienen un honrado apellido, un título y mucho dinero –el tono amargo en la voz del chico destilaba veneno. Ese que hablaba era el Elliot resentido, el que sentía tanta impotencia por la situación en la que se encontraban como todas las demás familias de ese humilde barrio.
Summer lo entendía, tampoco le gustaba tener que robar, pedir limosnas y recoger migajas del suelo para ganar un poco más de tiempo para sus padres, hermanos y para ella misma. Cada vez que se alimentaba con algo sólido, por pequeño y escaso que fuera, sentía que solo alargaba su sufrimiento y aplazaba su fecha de muerte por un par de días más. No había planes a futuro, como mucho se pensaba en los próximos diez días y en cómo cubrir sus necesidades hasta entonces. Sin embargo, esa capacidad de resentir y envidiar nunca había sido propia de ella. Le era imposible odiar a aquellos que habían corrido la fortuna de nacer en cuna de oro.
Entonces el elegante carruaje, que estaba evidentemente perdido si rondaba por aquellas zonas de la ciudad, pasó unos pocos metros delante de ellos, huyendo por la estrecha calle en dirección al centro parisino. El tumulto de gente famélica, sucia, enferma pero sobre todo tan molesta como Elliot, se colgaba de sus puertas y ventanas, tironeando de las cortinas e intentando rescatar cualquier cosa que fuese de valor de adentro de aquel carro. Desde adentro solo se escuchaban quejidos femeninos e insultos en tonos graves y viriles.
La rubia espectadora solo suspiró, no era nada a lo que no estuviera acostumbrada. En ese momento lo que más le importaba era saciar las necesidades de su minúsculo y vacío estómago. Tendría que haberse imaginado que su hermano menor saldría detrás de la multitud, y así lo hizo. Su delgado y escurridizo cuerpo se mezcló entre la multitud, perdiéndose entre caras huesudas a pesar de los vanos intentos de la chica por detenerlo. No había nada que hacer, ese odio y rencor no iba a conducirlo a ninguna parte…”
Necesitaba volver a sus raíces, organizar sus prioridades. Ya se había subido a un carruaje rumbo al norte de Francia cuando, pensativa y aferrada al colgante de su abuela, se iluminó. Nunca había salido de su amado país, era el momento perfecto. ¿Y qué mejor lugar que visitar que Inglaterra, el país de su familia materna?
Pasó un día antes de que el carruaje se detuviera. Milagro. Por suerte, solo viajaba con tres pasajeros más: una mujer con su niño de no más de diez años y hombre en sus cuarenta, bien vestido pero con los zapatos de cuero negro demasiado gastados para ser de buena familia. No molestaron en absoluto y tampoco se quejaron del cierre de las cortinas durante el día. En este momento el niño y la mujer dormían, y el hombre, aunque su rostro estaba oculto detrás del periódico de ayer, se encontraba en un estado entre la vigilia y el sueño.
Algo dentro de su pecho se encogió y tuvo esa incómoda y urgente sensación de que algo iba mal. Afuera ya era noche cerrada así que se animó a abrir las gruesas cortinas de un rojo desteñido por el Sol para espiar la ciudad, pero no fue Le Havre lo que se encontró en el exterior. El paisaje era completamente oscuro, solo la luz de los faroles a ambos lados del coche iluminaban el camino. Aún con su buena visión nocturna le costaba ver algo más que árboles con pocas hojas, con sus retorcidas figuras cortando sombras tenebrosas contra el cielo azul-grisáceo. Ocasionalmente algunas afortunadas ramas con un remanente de hojas perennes oscilaban a causa de una corriente de aire que, aunque estando protegida dentro del carruaje, podía adivinar que no era nada cálido.
Un grito y un sacudón del carro fue lo necesario para despertar de golpe a los pasajeros humanos. Luego, silencio. El patético mortal adulto estaba casi más asustado que la criatura en los brazos de su madre. Un minuto y medio más de silencio; solo se escuchaba el viento de afuera y los gemidos y lloriqueos internos. Nadie se movía. El conductor no asomó su cabeza al vidrio ni se acercó a la puerta, no daba ninguna señal de vida. Los gritos tenían que ser de él, no había otro hombre afuera probablemente en varios kilómetros. ¿O acaso no estaban solos como creían?
Con decisión abrió la puerta del carruaje. Nadie se movía ni nadie se iba a mover, por lo visto. Odiaba los retrasos y si solo se trataba de que el hombre había visto algún insecto, iba a llevarlo amenazado hasta Le Havre donde acabaría con su vida de forma lenta y dolorosa. Los tres otros pasajeros la siguieron incrédulos con la mirada. Afuera estaba más frío de lo que aparentaba, incluso estaba fresco para ella, que tenía la temperatura de un muerto. Dejó la puerta abierta y, con cuidado de no tropezar con ninguna rama en el camino, se asomó hasta la parte delantera donde iría el cochero.
Nada.
Se acercó hasta el asiento y palpó con la yema de los dedos la fuente de ese tenue olor delicioso que el viento intentaba alejar de ella. Sangre. Summer recorrió el oscuro bosque con la mirada. El camino hacia adelante estaba bien marcado, pero ¿cuánto quedaba hasta la ciudad? Había algo allí asechando, podía sentirlo, y no se creía capaz de guiar el coche hasta la ciudad.
Los caballos se encabritaron y el coche volvió a sacudirse. Esta vez los gritos duraron menos tiempo. Sintiéndose víctima de un juego macabro, se dirigió hasta la parte trasera del coche. Los pasajeros ya no estaban; ni el niño, ni la mujer, ni el hombre. El único rastro era el olor cada vez más fuerte a sangre. Pero no solo venía del coche, lo sentía hacia su derecha y hacia su izquierda. Y con ello, un fuerte y desagradable olor a putrefacción.
Fue así que de un día al otro abandonó su mansión y su ropa, con todas las joyas y las ropas que tanto amaba, para desprenderse de lo material e iniciar un largo viaje en busca de sí misma. ¿Quién era Summer Juliette Abadie en realidad? ¿Era la hermosa y famélica humana parisina? ¿Era la retraída y cínica vampira de clase alta que aparentaba ser frente a los contados privilegiados que se la encontraban en algún callejón? ¿O acaso era ambas y ninguna a la vez? De a poco se había convertido en el prototipo de persona que en su lugar de origen tanto detestaban.
“-Mira, allí van de nuevo. Paseándose por París como si fuera la extensión de sus mansiones y palacios, mirándonos a todos como si fuéramos basura, no más que ratas miserables. Se creen que tienen más derecho sobre esta ciudad que nosotros solo porque tienen un honrado apellido, un título y mucho dinero –el tono amargo en la voz del chico destilaba veneno. Ese que hablaba era el Elliot resentido, el que sentía tanta impotencia por la situación en la que se encontraban como todas las demás familias de ese humilde barrio.
Summer lo entendía, tampoco le gustaba tener que robar, pedir limosnas y recoger migajas del suelo para ganar un poco más de tiempo para sus padres, hermanos y para ella misma. Cada vez que se alimentaba con algo sólido, por pequeño y escaso que fuera, sentía que solo alargaba su sufrimiento y aplazaba su fecha de muerte por un par de días más. No había planes a futuro, como mucho se pensaba en los próximos diez días y en cómo cubrir sus necesidades hasta entonces. Sin embargo, esa capacidad de resentir y envidiar nunca había sido propia de ella. Le era imposible odiar a aquellos que habían corrido la fortuna de nacer en cuna de oro.
Entonces el elegante carruaje, que estaba evidentemente perdido si rondaba por aquellas zonas de la ciudad, pasó unos pocos metros delante de ellos, huyendo por la estrecha calle en dirección al centro parisino. El tumulto de gente famélica, sucia, enferma pero sobre todo tan molesta como Elliot, se colgaba de sus puertas y ventanas, tironeando de las cortinas e intentando rescatar cualquier cosa que fuese de valor de adentro de aquel carro. Desde adentro solo se escuchaban quejidos femeninos e insultos en tonos graves y viriles.
La rubia espectadora solo suspiró, no era nada a lo que no estuviera acostumbrada. En ese momento lo que más le importaba era saciar las necesidades de su minúsculo y vacío estómago. Tendría que haberse imaginado que su hermano menor saldría detrás de la multitud, y así lo hizo. Su delgado y escurridizo cuerpo se mezcló entre la multitud, perdiéndose entre caras huesudas a pesar de los vanos intentos de la chica por detenerlo. No había nada que hacer, ese odio y rencor no iba a conducirlo a ninguna parte…”
Necesitaba volver a sus raíces, organizar sus prioridades. Ya se había subido a un carruaje rumbo al norte de Francia cuando, pensativa y aferrada al colgante de su abuela, se iluminó. Nunca había salido de su amado país, era el momento perfecto. ¿Y qué mejor lugar que visitar que Inglaterra, el país de su familia materna?
~*~
Pasó un día antes de que el carruaje se detuviera. Milagro. Por suerte, solo viajaba con tres pasajeros más: una mujer con su niño de no más de diez años y hombre en sus cuarenta, bien vestido pero con los zapatos de cuero negro demasiado gastados para ser de buena familia. No molestaron en absoluto y tampoco se quejaron del cierre de las cortinas durante el día. En este momento el niño y la mujer dormían, y el hombre, aunque su rostro estaba oculto detrás del periódico de ayer, se encontraba en un estado entre la vigilia y el sueño.
Algo dentro de su pecho se encogió y tuvo esa incómoda y urgente sensación de que algo iba mal. Afuera ya era noche cerrada así que se animó a abrir las gruesas cortinas de un rojo desteñido por el Sol para espiar la ciudad, pero no fue Le Havre lo que se encontró en el exterior. El paisaje era completamente oscuro, solo la luz de los faroles a ambos lados del coche iluminaban el camino. Aún con su buena visión nocturna le costaba ver algo más que árboles con pocas hojas, con sus retorcidas figuras cortando sombras tenebrosas contra el cielo azul-grisáceo. Ocasionalmente algunas afortunadas ramas con un remanente de hojas perennes oscilaban a causa de una corriente de aire que, aunque estando protegida dentro del carruaje, podía adivinar que no era nada cálido.
Un grito y un sacudón del carro fue lo necesario para despertar de golpe a los pasajeros humanos. Luego, silencio. El patético mortal adulto estaba casi más asustado que la criatura en los brazos de su madre. Un minuto y medio más de silencio; solo se escuchaba el viento de afuera y los gemidos y lloriqueos internos. Nadie se movía. El conductor no asomó su cabeza al vidrio ni se acercó a la puerta, no daba ninguna señal de vida. Los gritos tenían que ser de él, no había otro hombre afuera probablemente en varios kilómetros. ¿O acaso no estaban solos como creían?
Con decisión abrió la puerta del carruaje. Nadie se movía ni nadie se iba a mover, por lo visto. Odiaba los retrasos y si solo se trataba de que el hombre había visto algún insecto, iba a llevarlo amenazado hasta Le Havre donde acabaría con su vida de forma lenta y dolorosa. Los tres otros pasajeros la siguieron incrédulos con la mirada. Afuera estaba más frío de lo que aparentaba, incluso estaba fresco para ella, que tenía la temperatura de un muerto. Dejó la puerta abierta y, con cuidado de no tropezar con ninguna rama en el camino, se asomó hasta la parte delantera donde iría el cochero.
Nada.
Se acercó hasta el asiento y palpó con la yema de los dedos la fuente de ese tenue olor delicioso que el viento intentaba alejar de ella. Sangre. Summer recorrió el oscuro bosque con la mirada. El camino hacia adelante estaba bien marcado, pero ¿cuánto quedaba hasta la ciudad? Había algo allí asechando, podía sentirlo, y no se creía capaz de guiar el coche hasta la ciudad.
Los caballos se encabritaron y el coche volvió a sacudirse. Esta vez los gritos duraron menos tiempo. Sintiéndose víctima de un juego macabro, se dirigió hasta la parte trasera del coche. Los pasajeros ya no estaban; ni el niño, ni la mujer, ni el hombre. El único rastro era el olor cada vez más fuerte a sangre. Pero no solo venía del coche, lo sentía hacia su derecha y hacia su izquierda. Y con ello, un fuerte y desagradable olor a putrefacción.
Última edición por Summer J. Abadie el Jue Nov 28, 2013 10:55 am, editado 2 veces
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: The Hunter [libre]
Y estaba en camino a la ruta de París. Habían dejado la capital de Alemania hace ya varias semanas, y viajarían hacia París a preparar los planes contra la Inquisición. Había encontrado a un grupo interesante de gente que era capaz de enfrentarse a esta, y lo gracioso era que solo nos habíamos comunicados a través de trampas. Había hablado con mis amigos conocidos, y había decidido ponerme en marcha conjunto a algunos de mis sirvientes humanos hacia aquél lugar, después de todo, ser un duque merecía algo bueno. Recuerdo que habíamos andado ya diversos trechos, pero ya me había dado demasiada molestia que en cada puta ciudad a la que llegaba, me hacían una fiesta pomposa.
Por lo que en aquél viaje, decidimos separarnos. Iba con una armadura liviana negra bajo mis ropajes, mi espada al cinto a la derecha y mi caballo en silencio a través del paso de nieve. De la nada aquella noche me había dado una sed tremenda, y no tenía a nadie a mi alrededor…hasta que escuché el andar de un carruaje a la distancia, a lo que me sonreí, divertido. Dejé mi caballo amarrado entre los arbustos, y esperé a que pasara el carruaje, para hacerle una seña que se detuviera. Cuando el hombre me miró, provoqué una confusión en su mente, y de un simple gesto, me subí y lo desnuqué, luego había visto al resto de la familia por la ventanilla, y solo alcancé a oír sus gritos, pues como si nada me dediqué a matarlos, uno por uno.
Todo esto fue claro con mi sola mano, para luego tomarlos a todos y arrastrarlos hasta la parte cercana del bosque, pues no quería dejar ninguna prueba a la maldita Inquisición si es que llegaban a aparecer, y una vez allí, había empezado a beber la sangre de estos directamente, tragándomela a grandes sorbos, uno por uno, y extasiado por el maravilloso sabor de esta, y por lo que me producía, no prestaba atención a nada más.
Por lo que en aquél viaje, decidimos separarnos. Iba con una armadura liviana negra bajo mis ropajes, mi espada al cinto a la derecha y mi caballo en silencio a través del paso de nieve. De la nada aquella noche me había dado una sed tremenda, y no tenía a nadie a mi alrededor…hasta que escuché el andar de un carruaje a la distancia, a lo que me sonreí, divertido. Dejé mi caballo amarrado entre los arbustos, y esperé a que pasara el carruaje, para hacerle una seña que se detuviera. Cuando el hombre me miró, provoqué una confusión en su mente, y de un simple gesto, me subí y lo desnuqué, luego había visto al resto de la familia por la ventanilla, y solo alcancé a oír sus gritos, pues como si nada me dediqué a matarlos, uno por uno.
Todo esto fue claro con mi sola mano, para luego tomarlos a todos y arrastrarlos hasta la parte cercana del bosque, pues no quería dejar ninguna prueba a la maldita Inquisición si es que llegaban a aparecer, y una vez allí, había empezado a beber la sangre de estos directamente, tragándomela a grandes sorbos, uno por uno, y extasiado por el maravilloso sabor de esta, y por lo que me producía, no prestaba atención a nada más.
Alejandro Máximo- Vampiro/Realeza
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Re: The Hunter [libre]
"Piensa en frío" se ordenó a sí misma. Aunque su temperatura corporal fuera helada y el clima estuviera practicamente peor, no lograba congelar en su lugar sus propios pensamientos. Su mente trabajaba a mil por hora al punto de que a su alrededor todo parecía haberse detenido de un momento al otro. Lo que fuera que los acechara no era humano, eso seguro. Ningún humano podría haberla engañado de ese modo, ni ser tan rápido o tan efectivo. ¿Era un lobo? Por el olor, podía serlo. ¿Otro vampiro? Tampoco podía descartarlo. Aunque si pudiera elegir entre uno y otro, ojalá que fuera un vampiro desquiciado y no un licántropo salvaje. Al menos con el primero tenía alguna oportunidad de supervivencia.
No podía huír ya que no sabía como llegar a la ciudad. Tampoco quería darle la espalda al asesino; si venía a buscarla prefería verlo de frente y no que la tomara por sorpresa. "Si no puedes huír entonces ve por él, enfréntalo...", volvió a resonar la molesta vocesita en su cabeza. Quizás fuera producto de la adrenalina o solo un arrebato de locura, pero se dispuso a seguir el rastro de la sangre hacia el corazón del bosque. Se metió entre ramas torcidas y arbustos de todos los tamaños. Algunos incluso rasparon su piel de terciopelo, hecho que ignoró por la rápida regeneración de la misma.
Finalmente, los rastros de sangre se fueron haciendo más y más fuertes hasta que pudo ver los cuerpos delante de ella, a no más de tres metros. Una figura oscura sostenía a uno de ellos cerca de su boca. Los demás estaban a su alrededor tirados y ya disecados. Era un vampiro, pero por alguna razón no podía sentir ningún alivio.
Se agachó detrás de un arbusto, acomodando su vestido verde para que se camuflara y el vampiro no la viera. Procuró no hacer ruido y solo lo espío desde su lugar, esperando a decifrar si era una amenaza o no. ¿Qué lo diría? ¿Su rostro cuando llegara a verlo? Lo necesitaba para ubicarse en el bosque y llegar a alguna parte. Al menos tendría que seguirlo con sigilo.
De pronto vio descender frente a ella a una araña de unos cinco centímetros. Les tenía asco. Apretó los labios y le pegó al arácnido con su mano, pero en el movimiento exagerado su pie se movió y rompió una ramita a su lado, haciendo mucho más ruido del que hubiera deseado estando a tres metros del delicado oído de un vampiro desconocido.
No podía huír ya que no sabía como llegar a la ciudad. Tampoco quería darle la espalda al asesino; si venía a buscarla prefería verlo de frente y no que la tomara por sorpresa. "Si no puedes huír entonces ve por él, enfréntalo...", volvió a resonar la molesta vocesita en su cabeza. Quizás fuera producto de la adrenalina o solo un arrebato de locura, pero se dispuso a seguir el rastro de la sangre hacia el corazón del bosque. Se metió entre ramas torcidas y arbustos de todos los tamaños. Algunos incluso rasparon su piel de terciopelo, hecho que ignoró por la rápida regeneración de la misma.
Finalmente, los rastros de sangre se fueron haciendo más y más fuertes hasta que pudo ver los cuerpos delante de ella, a no más de tres metros. Una figura oscura sostenía a uno de ellos cerca de su boca. Los demás estaban a su alrededor tirados y ya disecados. Era un vampiro, pero por alguna razón no podía sentir ningún alivio.
Se agachó detrás de un arbusto, acomodando su vestido verde para que se camuflara y el vampiro no la viera. Procuró no hacer ruido y solo lo espío desde su lugar, esperando a decifrar si era una amenaza o no. ¿Qué lo diría? ¿Su rostro cuando llegara a verlo? Lo necesitaba para ubicarse en el bosque y llegar a alguna parte. Al menos tendría que seguirlo con sigilo.
De pronto vio descender frente a ella a una araña de unos cinco centímetros. Les tenía asco. Apretó los labios y le pegó al arácnido con su mano, pero en el movimiento exagerado su pie se movió y rompió una ramita a su lado, haciendo mucho más ruido del que hubiera deseado estando a tres metros del delicado oído de un vampiro desconocido.
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: The Hunter [libre]
El vampiro terminó de disecar el último cadáver, el del hombre más viejo con una amplia sonrisa. Esos bocados sorpresa eran realmente todo un festín, sobre todo, en unos momentos tan fríos como en invierno. Beber la sangre de personas en invierno era como tomarse el jugo de la carne asada de un animal, pero mucho mejor…bueno, mientras fuera sangre, todo era mejor, siempre mejor. Tomó el último cadáver y lo lanzó al piso, pensativo de que era lo siguiente que tenía que hacer.
Había dejado los cadáveres de cuatro personas allí, mientras el carro estaba a la mitad de camino. No tenía mucho tiempo, pero ya tenía en mente que debía hacer; soltaría a los caballos, botaría la carroza al piso y tiraría los cuerpos adentro, como si en un choque todos hubieran muerto. Aunque claro, recordé que esto me falló en el momento que los había arrastrado. Maldije entre dientes, aunque luego me recordé a mí mismo que en Francia solían haber muchos asaltantes de caminos, por lo que entre busqué en las ropas del hombre y saqué los francos que tenía, para al menos parecer que había sido un ‘’asalto agresivo’’.
Luego de eso moví el árbol que estaba frente a mí, botando toda la nieve que había sobre esta y ocultando los cuerpos de una forma bastante simple. Me aseguré de tirar un poco de ramas y cosas para que todo pareciera normal, y sonreí con gran alivio; misión cumplida. Entonces, de la nada, sentí el típico sonido de una rama quebrarse, y dándome vuelta, observé a quién se escondía entre las ramas. Me quedé mirando hacia allí unos segundos. ¿Por qué no había gritado? ¿A caso era miedo? ¿O acaso no le había importado ver la escena que estaba a su lado? Me acerqué hasta la posición de quién se escondía entre los arbustos, y le dije en francés;
-Anda, ve, muéstrame quién eres. –Dije, tranquilamente con mi mano puesta en la empuñadura de mi espada.
No tenía mucho interés en matar a alguien más, aunque probablemente, si era testigo de haber visto todo, tendría que hacerlo, no me dejaba muchas opciones, sobre todo, estando solo a mitad de un camino, pues no me interesaba enfrentarme a un grupo de cazadores esa noche…aunque no podía negar lo muy divertido que habría sido algo así, por lo que miró a su alrededor asegurándose de que no hubiera nadie más escondido por esa zona.
Había dejado los cadáveres de cuatro personas allí, mientras el carro estaba a la mitad de camino. No tenía mucho tiempo, pero ya tenía en mente que debía hacer; soltaría a los caballos, botaría la carroza al piso y tiraría los cuerpos adentro, como si en un choque todos hubieran muerto. Aunque claro, recordé que esto me falló en el momento que los había arrastrado. Maldije entre dientes, aunque luego me recordé a mí mismo que en Francia solían haber muchos asaltantes de caminos, por lo que entre busqué en las ropas del hombre y saqué los francos que tenía, para al menos parecer que había sido un ‘’asalto agresivo’’.
Luego de eso moví el árbol que estaba frente a mí, botando toda la nieve que había sobre esta y ocultando los cuerpos de una forma bastante simple. Me aseguré de tirar un poco de ramas y cosas para que todo pareciera normal, y sonreí con gran alivio; misión cumplida. Entonces, de la nada, sentí el típico sonido de una rama quebrarse, y dándome vuelta, observé a quién se escondía entre las ramas. Me quedé mirando hacia allí unos segundos. ¿Por qué no había gritado? ¿A caso era miedo? ¿O acaso no le había importado ver la escena que estaba a su lado? Me acerqué hasta la posición de quién se escondía entre los arbustos, y le dije en francés;
-Anda, ve, muéstrame quién eres. –Dije, tranquilamente con mi mano puesta en la empuñadura de mi espada.
No tenía mucho interés en matar a alguien más, aunque probablemente, si era testigo de haber visto todo, tendría que hacerlo, no me dejaba muchas opciones, sobre todo, estando solo a mitad de un camino, pues no me interesaba enfrentarme a un grupo de cazadores esa noche…aunque no podía negar lo muy divertido que habría sido algo así, por lo que miró a su alrededor asegurándose de que no hubiera nadie más escondido por esa zona.
Alejandro Máximo- Vampiro/Realeza
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Re: The Hunter [libre]
Observó al vampiro deshacerse de los cuerpos con sumo interés. Podía deducir que era un vampiro con experiencia, quizás más viejo que ella. Era bastante pulcro. En cambio, Summer aún se manchaba cuando se alimentaba y de vez en cuando dejaba algún cabo suelto al deshacerse de los cuerpos que podía guíar a cualquier inquisidor hasta ella. Por suerte solo había pasado dos veces hasta el momento y en ambas oportunidades se había logrado deshacer de ellos sin mayores problemas. Estaba un poco traumatizada con aquellos insoportables "servidores de Dios" y durante un tiempo casi no había salido de casa, pero eso eran efectos secundarios, alimentados por su propia vulnerabilidad e inexperiencia.
Sin embargo, de esas pocas experiencias siempre había sacado la misma conclusión: los vampiros de muchos años de edad siempre resultaban ser potencialmente mortales. Mejor salía corriendo... hubiera creído que no la había oído hasta que se puso frente a ella, del otro lado del arbusto y le pidió que saliera. El corazón de la vampira se aceleró. ¿Qué planeaba hacerle? ¿Se habría dado cuenta de que era vampira? Las sombras de la noche la cubrían muy bien, probablemente aún lo ignorara. Eso era una ventaja, un as bajo su manga.
Lentamente se levantó de detrás del arbusto, sin quitarle, ni un momento, la mirada azul y cautelosa de encima. El pelo le caía sobre la espalda como una cascada dorada y ondulada. Como último recurso podía apelar a su inocente apariencia para salir de aquel embrollo, como hacía tan seguido.
La tensión no duró mucho; la rubia no dijo ni una sola palabra antes de la acción. Sus ojos cayeron sobre la mano del vampiro, apoyada en la empuñadura de su espada. Algo dentro de ella se disparó y ni siquiera se dio cuenta de lo que hacía hasta encontrarse lejos de él. Su mano derecha voló al arbusto entre ellos, arrancó una rama y la arrojó con la punta directo a su pecho. Entonces se dio la vuelta y comenzó a correr en dirección contraria a la mayor velocidad que podía. ¿A dónde iba? ¡No podía salir de allí sin ayuda! Pero no iba a quedarse a ver como un vampiro más grande utilizaba una espada para atravesar su corazón.
Sin embargo, de esas pocas experiencias siempre había sacado la misma conclusión: los vampiros de muchos años de edad siempre resultaban ser potencialmente mortales. Mejor salía corriendo... hubiera creído que no la había oído hasta que se puso frente a ella, del otro lado del arbusto y le pidió que saliera. El corazón de la vampira se aceleró. ¿Qué planeaba hacerle? ¿Se habría dado cuenta de que era vampira? Las sombras de la noche la cubrían muy bien, probablemente aún lo ignorara. Eso era una ventaja, un as bajo su manga.
Lentamente se levantó de detrás del arbusto, sin quitarle, ni un momento, la mirada azul y cautelosa de encima. El pelo le caía sobre la espalda como una cascada dorada y ondulada. Como último recurso podía apelar a su inocente apariencia para salir de aquel embrollo, como hacía tan seguido.
La tensión no duró mucho; la rubia no dijo ni una sola palabra antes de la acción. Sus ojos cayeron sobre la mano del vampiro, apoyada en la empuñadura de su espada. Algo dentro de ella se disparó y ni siquiera se dio cuenta de lo que hacía hasta encontrarse lejos de él. Su mano derecha voló al arbusto entre ellos, arrancó una rama y la arrojó con la punta directo a su pecho. Entonces se dio la vuelta y comenzó a correr en dirección contraria a la mayor velocidad que podía. ¿A dónde iba? ¡No podía salir de allí sin ayuda! Pero no iba a quedarse a ver como un vampiro más grande utilizaba una espada para atravesar su corazón.
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: The Hunter [libre]
Y entonces pasó lo que el vampiro no se esperaba. Una rama salió disparada a tanta fuerza desde el arbusto que chocó fuertemente contra su armadura, haciendo que sonara un leve ‘’krin’’ y se me enterrara un poco en la piel, pero por suerte, no lo suficiente como para hacerme un gran daño, sobre todo por los años que llevaba de entrenamiento en combate me habían hecho resistente de forma extrema al dolor físico. Me llené de ira al sentir ese golpe directo a mi armadura, y comencé a correr tras quién me había hecho semejante ataque a traición.
Destruí el arbusto con un solo movimiento observando como las pisadas se las llevaba la nieve que estaba por mi frente, por lo que corrí a gran velocidad siguiendo a la persona que huía a la misma velocidad que yo. Inmediatamente pude sacar a través de eso dos conclusiones; Primero, era un vampiro, pues la fuerza sobrehumana con la que había ido disparada esa rama solo era parte de uno de estos, y probablemente, sin mi armadura esa me habría atravesado limpiamente, además de que presentaba una velocidad sobrenatural. La segunda es que era mujer, pues a la distancia podía ver como su pelo revoloteaba en el aire al moverse.
Durante la carrera agarraría una rama más corta que la de ella, y, preparándome para un lanzamiento, se la tiraría exactamente hacia la cadera o la pierna, ya que, estando esta de espaldas, no la vería venir, y de paso, provocaría que se viera molesta por unos momentos precisos para poder taclearla y alcanzarla, o incluso, si esta llegaba a salir disparada con la suficiente precisión como para darle en la pierna, probablemente se caería al piso dando tumbos lo suficiente como para agarrarla.
No tenía idea por qué me había atacado, pero si era un miembro de la Inquisición, me aseguraría de darle un pago que jamás olvidaría: La muerte definitiva. Y si no…bueno, averiguaría que intenciones tenía con intentar atacarme, después de todo, ¡No le había hecho nada! Maldición. El enojo corroía mis antiguas venas con sed de venganza.
Destruí el arbusto con un solo movimiento observando como las pisadas se las llevaba la nieve que estaba por mi frente, por lo que corrí a gran velocidad siguiendo a la persona que huía a la misma velocidad que yo. Inmediatamente pude sacar a través de eso dos conclusiones; Primero, era un vampiro, pues la fuerza sobrehumana con la que había ido disparada esa rama solo era parte de uno de estos, y probablemente, sin mi armadura esa me habría atravesado limpiamente, además de que presentaba una velocidad sobrenatural. La segunda es que era mujer, pues a la distancia podía ver como su pelo revoloteaba en el aire al moverse.
Durante la carrera agarraría una rama más corta que la de ella, y, preparándome para un lanzamiento, se la tiraría exactamente hacia la cadera o la pierna, ya que, estando esta de espaldas, no la vería venir, y de paso, provocaría que se viera molesta por unos momentos precisos para poder taclearla y alcanzarla, o incluso, si esta llegaba a salir disparada con la suficiente precisión como para darle en la pierna, probablemente se caería al piso dando tumbos lo suficiente como para agarrarla.
No tenía idea por qué me había atacado, pero si era un miembro de la Inquisición, me aseguraría de darle un pago que jamás olvidaría: La muerte definitiva. Y si no…bueno, averiguaría que intenciones tenía con intentar atacarme, después de todo, ¡No le había hecho nada! Maldición. El enojo corroía mis antiguas venas con sed de venganza.
Alejandro Máximo- Vampiro/Realeza
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Re: The Hunter [libre]
Su mente aplicó la regla de "si no lo veo, no existe" mientras corría por entre los árboles. Sabía que la seguía y de cerca. Seguramente tendría piernas más fuertes y sus zancadas serían más largas así que solo podía apelar a que su pequeña figura resultara más aerodinámica y difícil de agarrar. Giró varias veces entre los árboles para poder desviarlo, confundirlo o por lo menos para dificultar que estirara un brazo y la agarrara del cuello si la seguía de muy cerca. No tenía idea de que a distancia estaba pues se negaba rotundamente a girar la cabeza, pero por su pesado andar y el quiebre de las ramas bajo sus pies, estaba mucho más cerca de lo que le hubiera gustado. Definitivamente no era un hombre acostumbrado a moverse por los bosques o demasiado grande para pasar desapercibido. Puesto que tampoco podía doblar muchas veces entre los árboles o él encontraría alguna forma de cortar camino y en dos zancadas más estaría muerta, quizás podría aprovechar que ella sí estaba acostumbrada al bosque, con sus pies ligeros y rápidos, para perderse en la oscuridad y esconderse en alguna parte donde él no lo encontrara. ¿Pero dónde?
Fuera por su estado de aparente negación o que estaba demasiado concentrada en hacer planes para encontrar una vía de escape rápida, no había esperado a que su ataque fuera tan rápido. Ya incluso había visto a unos cuantos metros un buen árbol al que treparse si tenía la suerte y ventaja en tiempo para llegar a los dos metros de altura sin que la agarrase, cuando sintió un fuerte dolor en el muslo. Algo se le enterró unos buenos centímetros dentro del músculo y la sorpresa de este ataque hizo que cayera de cara al suelo, enredándose entre raíces y hojas secas. Había experimentado heridas con muchos objetos en su vida y solo uno le provocaba tanto dolor en una herida proporcionalmente pequeña, la madera. ¿Estaba usando su propio ataque en su contra?
Ahora tenía el rostro todo sucio y un pequeño corte en la mejilla. Suerte que curaban rápido, el bosque en sí resultaba más traicionero de lo que parecía en un principio. Alzó la vista del suelo y se arrastró sobre la tierra blanca... ¿Blanca? Ya había comenzado a nevar y ni se había dado cuenta. Sabía que arrastrarse no la iba a llevar a ninguna parte, pero estaba desesperada por escapar de algún modo. Se puso de costado, pues aún tenía algo doloroso clavado en la pierna, y cubrió su rostro con los brazos. Quiso gritar pero su garganta se negaba a producir sonido alguno. Al menos si iba a matarla que lo hiciera rápido.
Fuera por su estado de aparente negación o que estaba demasiado concentrada en hacer planes para encontrar una vía de escape rápida, no había esperado a que su ataque fuera tan rápido. Ya incluso había visto a unos cuantos metros un buen árbol al que treparse si tenía la suerte y ventaja en tiempo para llegar a los dos metros de altura sin que la agarrase, cuando sintió un fuerte dolor en el muslo. Algo se le enterró unos buenos centímetros dentro del músculo y la sorpresa de este ataque hizo que cayera de cara al suelo, enredándose entre raíces y hojas secas. Había experimentado heridas con muchos objetos en su vida y solo uno le provocaba tanto dolor en una herida proporcionalmente pequeña, la madera. ¿Estaba usando su propio ataque en su contra?
Ahora tenía el rostro todo sucio y un pequeño corte en la mejilla. Suerte que curaban rápido, el bosque en sí resultaba más traicionero de lo que parecía en un principio. Alzó la vista del suelo y se arrastró sobre la tierra blanca... ¿Blanca? Ya había comenzado a nevar y ni se había dado cuenta. Sabía que arrastrarse no la iba a llevar a ninguna parte, pero estaba desesperada por escapar de algún modo. Se puso de costado, pues aún tenía algo doloroso clavado en la pierna, y cubrió su rostro con los brazos. Quiso gritar pero su garganta se negaba a producir sonido alguno. Al menos si iba a matarla que lo hiciera rápido.
Summer J. Abadie- Vampiro Clase Alta
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Re: The Hunter [libre]
Estaba empezando a emocionarme con la cacería, hace mucho tiempo que no me enfrentaba a alguien que corría a mí misma velocidad y poseía las mismas habilidades que yo, era divertido ‘’cazar’’ vampiros…antes lo había hecho, pero eran vampiros Inquisidores. Recuerdo que yo y Kael nos habíamos visto rodeado por un grupo de cuatro, pero los dos, preparados para el combate, solo al desenvainar nuestras espadas nos habíamos deshecho de dos de ellos, provocando que los otros dos huyeran del miedo al solo ver como acabábamos con sus compañeros.
Recuerdo que esa noche perseguí a aquel vampiro de la misma forma que perseguía a la mujer, solamente que dando un momento, de un salto me subí a las copas de los árboles, y desde allí lo seguí en silencio, observándolo poco a poco, hasta que este miró hacia el cielo para encontrar a mi espada partiéndolo por la mitad.
Observé con una gran sonrisa como la mujer caía por el piso y se daba vueltas en estas, por lo que cuando estuve a unos pasos de ella dejé de correr, caminando con paso pesado hasta ella, quitándome la rama del pecho con la mano izquierda y tomando vuelo, al ver como se cubría la cara, pateé su abdomen para lanzarla a ella contra el árbol con muchas fuerzas, cosa de que ella quedara allí, y de un gesto, desenvainaría mi espada, apuntándola directamente a su pecho. Si la mujer no se resistía y no hacía ninguna acción para defenderse de mi ataque, la miraría a los ojos y le diría;
-Mi lady, es una lástima que una mujer como usted haya decidido atacarme sin previo aviso, sobre todo porque realmente no es parte de un caballero atacar a una mujer desarmada, ¿Lo sabía? Pues lo único que me importaría saber; ¿Usted pertenece a la Inquisición, mi lady? –Dije, mirándola a los ojos.
Luego de hacer eso revisaría con mi mirada sus ropas buscando alguna marca de arma, o algún tatuaje de la Inquisición, pues si ella se había dejado atrapar hasta allí podía encontrarme en una difícil posición, por lo que también miré de reojo a mí alrededor asegurándome que estuviera a salvo. De todas formas, estaría muy pendiente de la mujer, pues no tenía intención de que ella tuviera la oportunidad de estacarme otra vez.
Recuerdo que esa noche perseguí a aquel vampiro de la misma forma que perseguía a la mujer, solamente que dando un momento, de un salto me subí a las copas de los árboles, y desde allí lo seguí en silencio, observándolo poco a poco, hasta que este miró hacia el cielo para encontrar a mi espada partiéndolo por la mitad.
Observé con una gran sonrisa como la mujer caía por el piso y se daba vueltas en estas, por lo que cuando estuve a unos pasos de ella dejé de correr, caminando con paso pesado hasta ella, quitándome la rama del pecho con la mano izquierda y tomando vuelo, al ver como se cubría la cara, pateé su abdomen para lanzarla a ella contra el árbol con muchas fuerzas, cosa de que ella quedara allí, y de un gesto, desenvainaría mi espada, apuntándola directamente a su pecho. Si la mujer no se resistía y no hacía ninguna acción para defenderse de mi ataque, la miraría a los ojos y le diría;
-Mi lady, es una lástima que una mujer como usted haya decidido atacarme sin previo aviso, sobre todo porque realmente no es parte de un caballero atacar a una mujer desarmada, ¿Lo sabía? Pues lo único que me importaría saber; ¿Usted pertenece a la Inquisición, mi lady? –Dije, mirándola a los ojos.
Luego de hacer eso revisaría con mi mirada sus ropas buscando alguna marca de arma, o algún tatuaje de la Inquisición, pues si ella se había dejado atrapar hasta allí podía encontrarme en una difícil posición, por lo que también miré de reojo a mí alrededor asegurándome que estuviera a salvo. De todas formas, estaría muy pendiente de la mujer, pues no tenía intención de que ella tuviera la oportunidad de estacarme otra vez.
Alejandro Máximo- Vampiro/Realeza
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Re: The Hunter [libre]
Le pareció sentir el suelo temblar bajo su cuerpo por las pisadas fuertes de aquel vampiro inmenso. "Por favor, por favor, que tenga compasión". Los segundos se estiraron como si fueran de goma en la espera del golpe fatal. Ojalá fuera suave o tan fuerte que le quitara la cabeza del lugar en un instante. Así dolería menos. Cuando el tiempo volvió a su estado normal y la arena terminó de caer en el reloj del destino, arribó la patada en su abdomen. No se la esperaba allí. ¿La golpearía mucho antes de terminar con sus promesas de eternidad? La desesperaba no conocer a su oponente, no saber como pensaba.
Su espalda pareció golpear un muro de piedra a causa del impacto. No se fijó qué era en realidad, estaba demasiado ocupada, pero o era una roca o era un tronco realmente firme, tanto como para no caer derribado por la fuerza sobrehumana del golpe. Apenas pasado el impacto me puse de rodillas en el suelo, con las palmas de mis manos contra el piso en un acto reflejo que asimilaba en rapidez y gracia la de un felino. Estaba lista para escapar hacia mi izquierda cuando me di cuenta de que estaba entre la espada y la pared de un modo asquerosamente literal.
Detrás mío, un muro natural; delante, la punta de una espada y su dueño, un vampiro desconocido y que no se había tomado su ataque al pecho con una ramita de buen modo. Fue entonces que oyó su voz grave y caballerosa y sus palabras cordiales a pesar de la posición. Sabía que entre líneas se deslizaba la amenaza, pero tenía una oportunidad de escape de aquel destino, podía verlo. Alzó la barbilla con orgullo y enfrentó su mirada con la suya, tan azul como un océano embravecido.
-No, señor. Yo con esa gente no mantengo buena relación... y al parecer usted tampoco-resaltó, observando el brillo plateado de su filosa espada. Le molestaba tenerla allí así que solo se dedicó a verlo con hostilidad. Él también la miraba... una mirada que ciertamente la inquietaba; una mirada que la recorría absorbiendo cada detalle. ¿Buscaba algo? ¿O solo se fijaba en su belleza con perversión, como todos los demás? -¿Y entonces? ¿Piensa matarme o es demasiado cobarde para eso?
Su espalda pareció golpear un muro de piedra a causa del impacto. No se fijó qué era en realidad, estaba demasiado ocupada, pero o era una roca o era un tronco realmente firme, tanto como para no caer derribado por la fuerza sobrehumana del golpe. Apenas pasado el impacto me puse de rodillas en el suelo, con las palmas de mis manos contra el piso en un acto reflejo que asimilaba en rapidez y gracia la de un felino. Estaba lista para escapar hacia mi izquierda cuando me di cuenta de que estaba entre la espada y la pared de un modo asquerosamente literal.
Detrás mío, un muro natural; delante, la punta de una espada y su dueño, un vampiro desconocido y que no se había tomado su ataque al pecho con una ramita de buen modo. Fue entonces que oyó su voz grave y caballerosa y sus palabras cordiales a pesar de la posición. Sabía que entre líneas se deslizaba la amenaza, pero tenía una oportunidad de escape de aquel destino, podía verlo. Alzó la barbilla con orgullo y enfrentó su mirada con la suya, tan azul como un océano embravecido.
-No, señor. Yo con esa gente no mantengo buena relación... y al parecer usted tampoco-resaltó, observando el brillo plateado de su filosa espada. Le molestaba tenerla allí así que solo se dedicó a verlo con hostilidad. Él también la miraba... una mirada que ciertamente la inquietaba; una mirada que la recorría absorbiendo cada detalle. ¿Buscaba algo? ¿O solo se fijaba en su belleza con perversión, como todos los demás? -¿Y entonces? ¿Piensa matarme o es demasiado cobarde para eso?
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Re: The Hunter [libre]
La miré con una mirada extremadamente fría, tanto como el hielo. ¿Qué planeaba provocándome? ¿A caso quería que la matara? Por qué si ella quería que lo hiciera, no me demoraría ni un segundo en hacerlo. La miré con una extremada frialdad, y dando un paso atrás, enfunde mi espada, y sin dejar de observar sus movimientos, le dije;
-La próxima vez no intentes ser soez con quien te apunta con una espada, o no te dejaría con vida. Seré ‘’benevolente’’ pero también tengo mi temperamento. Y tampoco intentad ser estúpida, ¿Por qué razón me atacaste? ¿A caso querías quedarte con aquellas presas o qué? Maldición mujer, no me gusta atacar a personas a menos que sea con una maldita razón, y tú no has sido el caso de esto. –Dice, aun con enojo.
Me quedaría unos segundos observando cuales serían sus movimientos, quería asegurarme de que no fuera a haber repercusiones de ella, como que me intentara atacar de nuevo, pero hasta ahora observándola no había visto ninguna señal de algún tatuaje de la Inquisición, por lo que al menos podía asegurarme tranquilamente de que no me atacaría con un arma que me provocara gran daño, después de todo, a veces las vampirezas eran vengativas, y no me quería andar con tapujos, menos con esta. Sin mirarla a los ojos miré hacia un costado, y le dije;
-Voy en dirección a París, pasando por el pueblo que está más cercano en su dirección. Fácilmente podrás tomar uno de los caballos de la carreta que había allí para ir hacia esa dirección si deseas, yo no te deseo ningún mal. –Dije, con frialdad, mirándola unos segundos, para luego arreglar mis ropas.
Lo que decía era completamente cierto, aunque ciertamente mis palabras ocultaban otra cosa tras ellas; estaba viendo si aquella vampireza me quería acompañar en mi camino, pues una charla amena nunca estaba de más.
-La próxima vez no intentes ser soez con quien te apunta con una espada, o no te dejaría con vida. Seré ‘’benevolente’’ pero también tengo mi temperamento. Y tampoco intentad ser estúpida, ¿Por qué razón me atacaste? ¿A caso querías quedarte con aquellas presas o qué? Maldición mujer, no me gusta atacar a personas a menos que sea con una maldita razón, y tú no has sido el caso de esto. –Dice, aun con enojo.
Me quedaría unos segundos observando cuales serían sus movimientos, quería asegurarme de que no fuera a haber repercusiones de ella, como que me intentara atacar de nuevo, pero hasta ahora observándola no había visto ninguna señal de algún tatuaje de la Inquisición, por lo que al menos podía asegurarme tranquilamente de que no me atacaría con un arma que me provocara gran daño, después de todo, a veces las vampirezas eran vengativas, y no me quería andar con tapujos, menos con esta. Sin mirarla a los ojos miré hacia un costado, y le dije;
-Voy en dirección a París, pasando por el pueblo que está más cercano en su dirección. Fácilmente podrás tomar uno de los caballos de la carreta que había allí para ir hacia esa dirección si deseas, yo no te deseo ningún mal. –Dije, con frialdad, mirándola unos segundos, para luego arreglar mis ropas.
Lo que decía era completamente cierto, aunque ciertamente mis palabras ocultaban otra cosa tras ellas; estaba viendo si aquella vampireza me quería acompañar en mi camino, pues una charla amena nunca estaba de más.
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