In my way || Privado

Me encantaba salir por las noches, realmente me relajaba. La acumulación de gente en mi camino era bastante incómodo y de lo más molesto, pues no me gustaba tener presentes mientras cargaba mi traje negro con mis armas listas para matar. Ahora, en cambio, con el frío podía caminar tranquilo y bastante abrigado por mi parte gracias a esa gran gabardina que, aunque no lo pareciese, enseguida me protegía de aquel frío espantoso que azoraba las calles parisinas desiertas.
No había nadie en mi camino, a penas dos personas que no se acercaban al lado de mi persona debido a ese silencio sepulcral que arrastraría ante mi. ¿Daba tanto miedo? A veces me preguntaba si era por eso por lo que las putas que habían en el burdel se quedaban con las ganas de huir, aunque casi ninguna se quejaba por lo que le hacía... y menos si les pagaba. Con el dinero se podía hacer millones de cosas... pero no resucitar a los muertos.

Mis pensamientos se volcaban a la tranquilidad y el silencio que habían en esa calle, pero al cruzar ese camino secundario y pasar a aquella calle principal de París, el ambiente era un poco más cargado de gente, a pesar de que eran casi la hora de las brujas -la madrugada-. Borrachos danzando en las calles, niños pasando frío... escenas llenas de pena y que me recomcomían el corazón, pero yo no podía hacer nada por ellos, no podía darles nada, pues primero tenía que ver por mi.
Seguía caminando por esa calle con aquel manto blanco de nieve y frente a mi vi a una niña vestida con algunos harapos mientras saltaba y danzaba en la mano de un hombre, el cual vestía más formal que ella. ¿La habría adoptado o cogido de la calle? Aun así, no me importaba, sino más la escena de peculiar que pasó unos pasos después cuando se encontraron con un pequeño perrito que suplicaba un hogar, quizá algo caliente para abrigarse esa noche y un lugar donde morir tranquilo. Me agitó el corazón ver como esa niña exclamaba que quería ese cachorro y el hombre, con amabilidad, le decía que no podían, pero no hizo nada. ¿Tan egoísta era la gente? Vale, reconocía que yo lo era más, pero... por Dios, era un animal, ellos no tenían la culpa de los humanos.
Quisé evadir de los pensamientos y las preguntas de que haría Katherine y pasé de largo... pero las súplicas de aquel pequeño perrito me detuvieron al a tercera vez, girando mi rostro para mirarle debajo de esa capa negra que tenía colocada a método de ocultar mi cara.
Tragué saliva y me acerqué al perrito, sin pensar en nada. Me arrodille frente a este. Era tan adorable con ese color claro y esa ilusión de ver como alguien se preocupaba por él. Esos movimientos inocentes hacían que lo cogiese con una leve sonrisa y lo acercase a mi.

- Va-vaya, joder, es la primera vez que cojo un animal de la calle. Normalmente era Kat quien los cogía, pero es que eres muy mono. -Le hablaba a él, como si me fuese a contestar. Me di cuenta a los segundos de estar acariciándole y carraspee la voz, suspirando.- Supongo que te llevaré conmigo, no tienes otra cosa mejor que hacer, ¿No?

Me sentía como identificado con el perrito: solo, abandonado en medio de la calle sin nada y sin nadie, pero fuerte y valiente... pero la diferencia es que yo no pedía ayuda de nadie, sino que le daba ayuda a aquellos más débiles sin que nunca supiesen mi identidad, menos espe perrito, el cual supongo que ya me habría visto y me vería unos días más hasta que encontrase a alguien que lo quisiese. ¿O me lo quedaría yo y me lo llevaría a mi casa, a unos metros de aquí?