Chaos | Penélope

por **Kaethe** Jue Oct 31, 2013 8:31 am

Danzaba hermosa la lluvia bajo la melodía irregular de los truenos, que habían hecho huir rápidamente al gentío que hacía apenas unos minutos adornaba con colores brillantes las callejuelas de la ciudad de París. Kaethe correteaba tranquilamente bajo las gotitas de lluvia que la traspasaban sin desviarse nunca de su trayectoria, marcada por la gravedad. Una de las cosas que más le fastidiaba de estar muerta, entre tantas otras, era el hecho de no poder percibir nuevamente la frescura de la lluvia al pegarse sobre su piel. Y aunque se hiciera corpórea, la sensación nunca sería la misma. Cuando era niña, solía perderse por el bosque junto a su padre, cuando la tormenta se hallaba en su momento más poderoso. Acampaban bajo la fina tela de una tienda de campaña vieja y descolorida, y observaban maravillados cómo el llanto de los cielos azotaban con fiereza las ramas de los árboles, teñidos de diferentes tipos de rojo y marrón, a causa del otoño. Pronto lucirían pelados por acción del cruento invierno, que los despojaba de su protección y de su hermoso vestido otoñal. Era un espectáculo grandioso. Casi tanto como ver la nieve caer en copos pequeños, amontonándose sobre el pavimento. Y allí estaba, lejos de casa, de sus seres queridos y de todo cuanto alguna vez amó.

Finalmente, y cuando no vio a nadie cercano, se atrevió a hacerse corpórea de forma repentina. Caminó a paso lento, apreciando el contacto con el suelo que pisaba, sin saber bien hacia dónde dirigirse. Sacó la lengua esperando saborear la lluvia, y ladeó el rostro al notar el contacto, sin llegar a apreciar a qué sabía exactamente. No, jamás sería lo mismo. Paseó durante horas, dejando que la lluvia fuera empapándola lentamente. ¿Qué pasaba con el frío? ¿Nunca necesitaría volver a abrigarse? Algo que en otras circunstancias parecería una ventaja, ahora le resultaba francamente fastidioso. Sentía su vello erizarse, sentía su cuerpo temblar levemente... Pero, ¿Tenía frío? No podía decirlo. Cuando su corazón aún latía, todo se percibía diferente, más intenso. Se sentía apática, ajena al mundo sobre el que caminaba -o más bien, vagaba- como un alma en pena... Y aquella apatía, aquel anhelo por experimentar todo como si nunca hubiese muerto, provocaba dos efectos opuestos en su persona: la más profunda tristeza, y la más intensa rabia. Aquella noche, la ira tomó las riendas. Comenzó a aporrear las puertas de los comercios y hogares por los que iba pasando, presa de una emoción tan intensa como incontrolable. Soltó a los caballos que aguardaban, atados a los carros, la llegada de sus amos. Destrozó ventanas y macetas... Y de pronto, se detuvo, encarando al cielo con los ojos entornados, retándolo. Un rayo descendió y tocó tierra a escasos metros de ella, como respuesta a su silenciosa provocación. Suspiró, y regresando a su natural estado de incorporeidad, continuó caminando por la ciudad dormida, tarareando una melodía fantasmagórica.

por **Brün Rothschild** Jue Nov 07, 2013 4:07 pm

“Soy un fantasma que desea lo que todos los fantasmas -un cuerpo- después del largo tiempo que estuve cruzando avenidas inodoras del espacio sin vida al no olor incoloro de la muerte...”
William Burroughs

Que cobardes era la gente, pensaba Penélope, mientras los veía huir de la lluvia y temblar por los atronadores truenos, ellos no estaban hechos de papel o de azúcar, que se dañaría de la lluvia. ¿Por qué huían? Era su pregunta, que fue respondida por su fiel amigo brujo, quien tranquilamente le explico, mientras era acuchado en los brazos de la doncella sucumbida, que no huían de la lluvia, si no de las consecuencias de mojarse. Enfermedades, era lo principal que hacia mover sus cuerpos hacia un lugar seguro y fresco, pero como ella ya no tenía las necesidades de un humano normal, no podría fácilmente saber lo que movía a sus corazones a temer a la muerte. Que sabio parecía Brujo, para solamente ser un perro, que se comunicaba con ella de una manera más universal, no se necesitaba palabras, ni expresiones corporales, los dos eran seres vivos, solamente eso necesitaban para entenderse.

Era bueno estar junto con alguien en tu muerte, aunque fuera solamente un animal, ellos eran tan fieles, que te seguían hasta la tumba, por eso amaba tanto a brujo y dejaba que este hiciera lo que quisiera, pero siempre y cuando estuviera ella a su lado, pues como estaba atada a su hermano León, estaba atada a su perro, eran dos, pero a la vez finalizaban siendo uno. Era un extraño fenómeno, poco común, pero a ellos no le importaba, el destino había decidido que los dos pasarían su eternidad vagando juntos, siendo espectros, que vagarían juntos. Sentadita, en un banco, apostaba que ya la última persona que se había ido hace unos minutos, ya debía estar en casa o en algún lugar calentito y fresco, disfrutando la compañía de otros seres vivos. Noto como el ánimo de Brujo decayó levemente, su hocico hacia buscado apoyo en su regazo, mientras sus orejas bajaban y se quedaba mirando hacia el infinito, para luego dar un leve suspiro.

— No te molestes con León — susurro acariciándolo dulcemente, mientras escuchaba al perro refunfuñar — Si, yo también odio estar muerta, pero mira el lado bueno, hay lados buenos para todo, hasta para estar en el mas allá — le rasco la parte de atrás de la orejita para contentarlo, al parecer había funcionado, Penélope sonrió suavemente, no le gustaba verlo deprimido, aun brujo no se había acostumbrado del todo a estar muerto. El animal siempre seguiría siendo más sensible que la joven, su rostro se puso alerta, apenas noto que brujo se mostro interesado, su cuerpo tensado, mientras miraba hacia una dirección, en donde pudo notar como algo extraño se movía entre la soledad de aquella noche lluviosa. Aun escondidos en su forma más antinatural, miraban la reacción de la figura, que se había atrevido a volverse más visible, mas física. Penélope bufo, brujo suspiro, los dos entrecerraron sus ojos, mientras la española seguía acariciando a su can.

No necesitaba ver lo que hacia la joven, para entender que aun no había descargado toda la ira que tenía en su alma. No le dio mucha importancia a lo que pudiera provocar, pero al parecer brujo estaba interesado en ayudarla — Déjala, que vague por el mundo, haciendo estupideces de niños traviesos, como los que está haciendo en este momento — el estruendo del rayo, la altero un poco, haciéndola saltar, hacia arriba, en donde el animalillo también llego a parar. Se estabilizo para no ir a caer hacia el suelo, moviéndose como su fuera una pluma en una ráfaga de viento. Brujo parecía pez en el agua, caminando por la nada, para gruñirle a su dueña — Esta bien, entiendo que ella no tenga a alguien con la que pueda compartir sus penas, pero no debes recordarme mis tiempos oscuros — musito suavemente, mientras dejaba que su cuerpo flotara tranquilamente, hasta estar debajo de la mujer, quien seguía caminando sin rumbo alguno, pero esta vez, “invisible” como ellos.

Brujo bajo y la saludo, poniéndose al frente de ella, pronto la española también descendió, tenía un vestido crema, que ella misma había creado; Penélope manejaba muy bien la materia, para cambiar de color o figura, pero solamente lo utilizaba de manera vana, como cambiarse de ropa o desaparecer esta. Sujeto al animal, para volverlo a acunar en sus brazos — Perdone, a veces se le olvida que yo solamente puedo entenderle — dijo suavemente al otro ente, al mismo momento que sus pies tocaban el suelo y dejaba de flotar por el aire. Brujo bufo, no le gustaba estar tanto tiempo en los brazos de Penélope, lo hacía sentir como niño pequeño, algo que no era, aunque, para los humanos, las mascotas eran siempre como hijos traviesos.

por **Kaethe** Vie Dic 13, 2013 9:59 pm

La muerte, aun siendo la compañera más leal con la que te puedas topar, es demasiado fría y silenciosa para considerarla una buena compañía. Al final, la soledad de las almas en pena se hacía tan grande, que incluso los vivos parecían poder percibirla. Quizá por eso los cementerios siempre estaban tan vacíos. Recordaba que, estando una tarde visitando la tumba de su abuela, se notó incómoda rodeada de féretros y ángeles de piedra. Sentía como si, de alguna forma, la pesada niebla de su ausencia se hiciese más patente en aquel lugar. Las personas, cuando son felices, dicen que compartiendo las alegrías eres incluso más feliz... ¿Pero qué ocurre cuando todo lo que tienes para compartir, es soledad y tristeza? Pues que estos sentimientos se hacen tan grandes, tan densos, que atrapan tu alma y la arrastran a los oscuros confines del resentimiento, de la pena, de la soledad. Siempre pensó que la gente no va a los cementerios porque les recordaba a aquellos que se habían ido. Pero ahora, estando su cuerpo ya descompuesto y formando parte de la tierra de aquella ciudad maldita, sabía que la tristeza que las personas sienten cuando entran en el camposanto, no es más que un reflejo de la inmensa soledad que sienten los muertos que yacen bajo sus pies.

¿Por qué lo sabía? Porque ya no sentía nada. Formaba parte de aquel infinito abismo de oscuridad donde los muertos, olvidados por sus seres queridos, yacían sin remedio. No había un cielo para ellos, ni un infierno. Sólo había un inmenso e inabarcable vacío que parecía tragárselo todo. Todo cuanto percibía era engullido por aquella desagradable sensación de saberse perdida en un lugar que desconoces. Estaba atrapada, perdida en una especie de limbo entre dos mundos. Ni descansaba, ni vivía. Y no era capaz de discernir entre cuál de las dos cosas anhelaba más. Le hubiese gustado cerrar los ojos y que, al abrirlos, ya no hubiese nada a su alrededor. Que todo se hubiese terminado, por fin, para siempre. Pero los muertos no pueden morir. ¿Qué fin aguardaba a alguien que ya había terminado sus días bajo la tierra? Nada de lo que en vida le hubiese servido para morir, tenía sentido estando ya muerto. ¿Acaso podía haber castigo más terrible que saber que no vas a poder marcharte nunca?

Su rabia denotaba un profundo rencor acumulado. Y si ella, muerta hacía apenas unos tres años antes, era incapaz de mantener bajo control aquel sentimiento tan destructivo, no quería ni imaginar cómo se sentiría alguien que llevase mucho más tiempo caminando sobre la tierra sin volver a encajar en ella nunca. Casi hubiese preferido quedarse estancada en un limbo en el que nada hubiese, que caminando por las mismas calles que alguna vez recorriese, acompañada por aquellos que lloraron su muerte solo para olvidarse de ella después. Pero no había marcha atrás, ni salida posible a aquel inmerecido calvario. Sólo le quedaba intentar calmar sus ansias y su enfado, enfocándolas hacia todo cuanto la rodeaba. Sabía que no era capaz de dañar a personas concretas, pero los objetos materiales estaban ahí para eso. Eran dianas fáciles que ni se quejaban, ni sentían. Podía golpearlos todo cuanto quisiera y seguirían estando allí. Se desquitaría hasta quedar exhausta, a sabiendas de que se sentiría mejor, aunque fuese solo por unos instantes.

Varias cabezas se asomaron tras las cortinas, tratando de ver al causante de aquel alboroto. Todo cuanto vieron fueron cristales volando y una rápida ráfaga de viento arrastrándolos. Su cuerpo, oculto de sus miradas, se relajaba destrozando aquello que sí podía destruir. A ella le habían destruido la existencia, ¿acaso alguien podría reprochárselo? Pero sus fuerzas menguaron rápido aquella noche, y tras tanto tiempo vagando bajo la lluvia, terminó por detenerse y sentarse en mitad de la calle desierta... Pero lo vio. ¿Un perro? se había acercado a ella, y la miraba como si realmente pudiese entender lo que estaba sintiendo. Ella nunca había tenido mascotas por haber sido alérgica, pero se sintió estúpida por no habérsele ocurrido adoptar a algún animal mucho antes. Si los muertos no pueden morir, tampoco pueden ser alérgicos, ¿no?

Tras el animal apareció su dueña, una chica que, para su sorpresa, le habló a ella directamente, como si fuese una más. Se rascó la cabeza un tanto confusa, incapaz de saber si estaba corpórea o no. Le costaba trabajo controlar sus poderes estando tan alterada como aquella noche. - Es extraño... Pero cuando me miró, sentí que me estaba entendiendo, aun sin haberle dicho nada... -Se levantó del suelo e hizo una grácil reverencia. No sabía si estaba teniendo alucinaciones y su soledad era tan grande que la había hecho imaginar a una chica y a su perro, pero juraría que ambos estaban levitando. Sólo entonces se dio cuenta de que la dueña del animal, y éste mismo, estaban tan muertos como ella. Abrió los ojos con una mezcla de alegría y pavor. ¿Qué pensaría de ella por estar armando escándalo? ¿Le regañaría por ser tan irresponsable? Tendió la mano para tocar al animal y esperó a obtener el permiso de su dueña, ilusionada por toparse con un ser igual a ella.

por **Brün Rothschild** Mar Ene 28, 2014 10:03 pm

Brujo había sido el afectado en la muerte de ellos dos, tal vez el que mas le costaba acostumbrarse a su nueva vida, pero penelope había una gran hazaña en mantenerlo tranquilo, aunque en ocasiones debía aguantar su estado deprimente, cuando se daba cuenta, que no podía perseguir animales de la misma forma o comer galletas, como siempre le había gustado, ahora eran diferentes, era difícil acostumbrarse, pero poco a poco lo ibas aceptando. Penelope tampoco era feliz de esa forma, pero por suerte ella se había acostumbrado, aceptado y comenzado a ver el lado bueno de todo eso, pues si no lo había, entonces. ¿para que existir? Había razones y ella había encontrado la suya, al menos.

La expresiones de la joven, la hacían reir, parecía que no captaba lo que tenia frente a ella, Penelope ladeo su cabeza, mientras ella parecía hablar sola, si, porque aunque ella estuviera al frente, tenía la impresión de que no entendía del todo lo que significaba. Vio que le hizo una reverencia, tal vez por educación o locura, pero Penelope hizo lo mismo, en ese momento pareció entender que si, eran iguales, Brujo también era igual que ella, habían pasado a otro estado, aun vivían, pero muerto.

A brujo le encantaba ser consentido, acariciado, por vivos o no, el Colín movio su cola enérgico mientras viea la mano de la contrario de manera positiva cerca de su cabeza — Dice que puedes acariciarlo — inquirió pénelope, al notar que el contrario se había detenido, brujo ansioso carraspeaba, quería saltar a sus brazos y consolarla, pues si, un consuelo era lo que necesitaba, tranquilizar su alma incomprendida, calmar el mar recio. Ella misma hacia ese tipo de cosas, pero ya estaba mas en paz, con el reencuentro que tuvo con su hermano Leon, el la llenaba de paz, de amor, lo que la hacia mas apacible, mas clamada.

— Me llamo Penélope y el es brujo — señalo al perro, ladeo su cabeza, mientras miraba como la gente, se apresuraba a limpiar el estrago producido por ella, el viento ya había cesado, Penelope entrecerró sus ojos, provocando ahora ella, un viento que hizo retroceder a la gente, que buscaba sujetar su objetos de valor y ligeros, para que no salieran volando. Abrió los ojos y rio ante la situación que se presentaba. — Son graciosos… ¿No crees? — ladeo su cabeza, para luego suspirar. — aunque lo hagas, no volveras a la vida, pero no importa ¿sabes? No estás muerta, solamente estas en otra forma, diferente materia, diferente espacio que los humanos — uno que solamente los brujos podían entrar fácilmente o hasta algunos humanos lo suficientemente sensibles, como para percibir al menos un poco. No sabia si lo que debía le estaba sirviendo, pero al menos le daba un poco de sentido a lo ilógico.

por **Kaethe** Mar Feb 18, 2014 1:13 pm

Las emociones, cuando son incontrolables, dejan de ser placenteras para convertirse en entes caóticos que, más que adornar nuestras vidas, las acaban controlando contra nuestra voluntad. Y no puede haber nada más peligroso que eso, para nosotros mismos, y para todo cuanto nos rodea. Pero claro, habiendo muerto siendo solo una adolescente, ese descontrol emocional que se supone se corrige con la llegada de la madurez, nunca terminaría para ella. O eso era lo que se temía. No podía decir que odiara comportarse de forma violenta con los objetos de otros, pero le disgustaba sentir que no era capaz de controlarse. Ella quería ser capaz. Necesitaba ser capaz. Porque solo de esa forma algún día lograría controlar al cien por cien los dones que su nueva naturaleza le había otorgado. Pero a veces la ira cegaba todo lo demás, y no era capaz de remediarlo por sí misma. Antes los escarmientos se los daban sus padres, pero ahora que habían huido asustados por la presencia de un fantasma en sus vidas, no había nadie que pudiese limitar su caos.

Y quizá fuera eso precisamente lo que más le había chocado del ente espectral que tenía frente a sí. Pese a aparentar una edad similar a la suya, parecía tener muchísimo más control sobre sí misma del que ella nunca había llegado a alcanzar. Y el perro también. ¿Es que se había quedado tonta, o simplemente necesitaba tiempo y práctica para conseguirlo? Conseguir controlarse y controlarlos, esa era la meta. Pero el proceso se le había atragantado hacía tiempo. Suspiró con cierta tristeza, para luego sacudir la cabeza a fin de sacarse todos aquellos pensamientos de la cabeza. Pensar tanto no podía ser bueno.

Cuando tocó al perro éste pareció sentirse feliz. ¿Lo habría sentido entonces? No se había encontrado nunca con un fantasma a tan poca distancia. ¿Era diferente cuando se tocaban entre ellos de cuando ella trataba de tocar a algún humano? Quien sabe. El mundo cada día parecía más raro y lleno de misterios. Nada era lo que parecía. Para su sorpresa, no sólo sintió la suavidad de su pelaje -o se la imaginó, no terminaba de tenerlo claro-, sino que también notó la rugosidad de su lengua y la humedad de la misma.

- ¿Brujo? Que nombre más... Curioso. ¿Tiene poderes, o algo así? -Sonrió al animal para luego mirar a su dueña con una sonrisa más tranquila. - Mi nombre es Kaethe, la alborotadora nocturna... -Dijo en tono bromista, aunque no le dio tiempo a decir nada más antes de que la mujer soplara y espantara a unos cuantos humanos que se habían atrevido a salir. Después de todo había logrado llamar la atención. En sus rostros aterrorizados encontró una siniestra diversión. ¿Se estaría volviendo maligna, o algo así? ¿Iría al infierno? - A mi solo me parecen idiotas -Se encogió de hombros para luego mirar al suelo, ante la realidad que acababa de decirle. - Ya sé que haciendo maldades no voy a resucitar... pero me siento mejor. Me ayuda a calmarme. Es como... una forma de hacerles ver que sigo estando aquí. Que no me he ido... No quiero desaparecer. -Esa era la irónica verdad que pesaba sobre sus hombros. Era una muerta con temor a ser invisible. Que absurdo. - Si ni siquiera puedo cambiarme de ropa. Solo quiero que el tiempo pase. Que las cosas cambien, que yo cambie... -Su imagen parpadeó nuevamente, seña de que volvía a alterarse. - ¿Cómo haces para controlarlo de forma tan perfecta? A mi me cuesta muchísimo.

por **Brün Rothschild** Mar Abr 08, 2014 7:27 pm

—Ohh… Yo me enojo, molesto a las personas, animales, cualquier cosa que se me atraviese, hasta he podido alterar los estados de ánimo de las personas, lo que hacen que se sientan mal, mareadas, tristes, disgustadas, para que puedan sentir lo que yo siento — no era diferente a ella, aunque quisiera decir lo contrario, hacerse sentir de otro nivel, alguien superior, pero no, era una simple humana; tal vez con cierta capacidad mágica superior a la de ella, pero que nunca pudo desarrollar por completo. Miro su cuerpo, como si tratara de ver con sus ojos y punta de vista, lo que ella se preguntaba.

Recordó cuando era apenas una masa de materia, que no podía unirse ni formar algo decente. Que lloraba y maldecía por los pasillos de la gran mansión matriz de los Amiano, preguntándose porque le habían pasado todo aquello a ella, arrepintiéndose de haberse suicidado, suplicando de que fuera solamente un simple sueño, del cual pronto despertaría, pero nunca lo hizo, luego de cierto tiempo; no se podría decir con exactitud cual tiempo, brujo y ella se encontraron, el fue en su búsqueda. Penélope comprendió que él nunca se había ido de su lado, no había sido locura de ella sentir una presencia que siempre trataba de consolarla, cuando estaba triste en vida.

— Brujo ya tenía unos dos años muerto — explico — Entonces él me ayudo de cierta forma a ver el mundo de los vivos y aunque no somos parte de él, podemos movernos entre un mundo y otro. — dio unos pasos hacia atrás, cuando sintió aquella energía que comenzaba a acumularse en la joven. — Debo admitir que cansa mucho, estar materializada o hasta cambiar de forma, en ocasiones, siento que puedo desaparecer, si no soy inteligente y descanso —

Sonrió suavemente, una pequeña brisa pareció rodearla, mientras su vestimenta cambiaba ante sus ojos, la tela parecía extenderse, la falda se volvía más pomposa, en el corsé se detallaban un diseño de pedrería y brillo, acentuando la figura de la española, su cabello también fue recogido en un moño. Aun tenía aquel aspecto fantasmagórico, el mismo vestido; aunque de un vivo color azul celeste con detalles blancos. Parecía tener algo, no estaba “vivo” — Hay pequeñas partículas a nuestro alrededor, esas cositas con materia, cuando eras humana, no podías verlas, tal vez si, como molestas cositas que se movían a tu vista —trato de explicarlo, aunque no sabía si lo hacía bien — Ahora no estás viva, se puede decir que estas en el mismo mundo que esas partículas, tu cuerpo está lleno de materia, puedes desaparecer, desprender alguna extremidad tuya, sangrar, si quieres — señalo la parte de su vientre, en donde comenzaba a realizarse un charco de sangre, que manchaba el hermoso vestido, esta también comenzó a gotear, cayendo al piso.

— Todas gracias a que puedes manejarlas, moverlas, formar cualquier cosa que quieras con ellas. — ¿cómo sabia todo eso? Brujo le había explicado una parte, de una forma, algo sencilla, pero luego, de que pudo encontrar a su hermano León, quien había resultado un brujo nigromante, pudo aprender mucho de cómo utilizar sus habilidades para sus beneficios, ahora era muy habilidosa, pero aun le faltaba mucho, al ser tan joven tenía poca energía, poco poder y se cansaba pronto. Toda la magia acabo, Penélope quedo con la misma ropa sencilla que traía antes, con un aspecto aun más trasparente, sus pues habían desaparecido, ahora quedaba cierta parte de ella flotando allí.

por **Kaethe** Mar Abr 29, 2014 7:40 pm

I'm scared to get close and I hate being alone
I long for that feeling to not feel at all
The higher I get, the lower I'll sink
I can't drown my demons, they know how to swim... -BMTH

Ahora que se encontraba frente a frente con otra "persona" igual a ella, el verdadero motivo de su comportamiento salía a la luz. Y se estaba quedando sorprendida enormemente. En el peor de los sentidos. Debería haberse rendido cuando sus padres, que siempre la habían amado, habían decidido que un fantasma era más de lo que podían soportar. Pero no. Seguía buscando una explicación. Seguía buscando un motivo, aunque fuese pequeño, para seguir morando por aquella tierra. Quería saber por qué le había tocado a ella, por qué, de entre todas las personas que se morían a diario, había tenido que ser precisamente ella quien tuviera que quedarse allí. De haber tenido la posibilidad de escoger, jamás hubiera elegido algo como aquello. Las personas estaban programadas para vivir sabiendo que morirán algún día... Prolongar su vida indefinidamente era la peor forma de tortura que se le ocurría. Y más si su forma de existencia implicaba ser invisible para otros. No había peor enemigo para alguien tan joven que la soledad. Acabaría por enloquecerla, por sacar todo lo malo que había en ella. Y eso no podía ser bueno.

Sin embargo, la nueva expectativa de que hubiese otros con las mismas características que ella, con los mismos temores o que hubieran pasado por las mismas etapas, le resultaba extrañamente reconfortante. Si había una posibilidad para otros, ¿por qué no podría haberla para ella misma? Cuando estaba viva, trataba de ser todo lo buena persona que podía. Y solo tras morir de aquella forma tan horrible e inmerecida se había convertido en lo que era ahora mismo. La "alborotadora nocturna" que había dicho. Porque sí, le aterrorizada no volver a tener un lugar nunca más entre los mortales. Tenía pánico siquiera de pensar que desaparecería de su vista, que nadie volvería a prestarle atención. ¿Podría haber algo pero si, además de estar muerta, todos te ignoran? Lo dudaba. Por eso sintió alivio. Por eso se sintió contenta, menos vacía. No sólo había más como ella, sino que había tantos que no podía imaginar una cantidad sin equivocarse. ¿Cuántos de esos humanos que veía a diario serían realmente muertos haciéndose pasar por vivos? ¿Cómo podía identificarlos? ¡Aquello era toda una revelación! Una estupenda revelación. Y si además compartían sus sentimientos con ella, tal y como hacía aquella hermosa fantasma... Estaba deseando toparse con el siguiente.

- ¿Alterar estados de ánimo? Nunca pensé que algo así fuera posible... Parece sacado como de un cuento de hadas... -Murmulló, escuchando con atención a todas y cada una de sus palabras. Estaba emocionada. Es decir, nunca había conocido un fantasma que fuese "experto" en la tarea de serlo. Y encima tenía un perro fantasma como mascota... ¿Cómo de estúpida había sido por frustrarse y no intentar siquiera mejorar en sus poderes? - Oh... debió ser terrible perder a tu mascota... ¿Crees que podría encontrar los míos en este lugar? Es decir... en el más allá... Es una tontería, pero sería reconfortante. Quiero decir, nada mejor para compartir la pena y las alegrías que tu mejor amigo... -Asintió ante lo que dijo acerca del cansancio. A menudo, si no estaba lo suficientemente concentrada -o centrada, a secas-, aparecía y desaparecía ante la vista de todos sin ningún tipo de control. Y luego estaba realmente agotada. Pero dormir se le dificultaba demasiado. ¿Sería también por culpa de estar muerta? Desde luego, el que dijo que los muertos sólo descansan era un estúpido. - Yo me canso todo el tiempo. Y apenas puedo controlar cuándo me ven y cuándo no. Es tan frustrante... Aunque se me hace divertido ver las caras de la gente... -Definitivamente, la muerte la estaba cambiando. Y mucho.

- ¿Materia? -Ella siempre había pensado que, al morir, todo cuanto tenía de materia se había quedado enterrado en aquel horrible lugar apartado de su hogar. ¿Había estado equivocada durante casi tres años? ¿Cuánto se había perdido por estar obcecada en que había perdido lo más importante que tuvo, su vida, ignorando todo lo demás? Estaba hecha de materia, de esas partículas diminutas que sentía que se le metían en los ojos. Miró atónita la mancha de sangre en la muchacha, preguntándose si también sería capaz, de alguna forma, de sentir dolor. Ella llevaba mucho sin sentir nada. Nada excepto rabia. ¡Deseaba tantísimo sentir simplemente la humedad de la lluvia, o el calor del Sol! Eso le devolvería un poco de su cordura, de su antiguo yo. Le ayudaría a seguir adelante. - Y... ¿Crees que yo también podría conseguirlo? -Cerró los ojos para concentrarse, pero todo cuanto pudo notar fue que una pequeña corriente de aire se alzaba a su alrededor, como solía ocurrir cuando se dedicaba a destrozar las propiedades ajenas. Claro que para hacer eso siempre empleó materia, pero nunca supo que se trataba de eso. La corriente de aire fue aumentando su velocidad, su fuerza. Y no fue hasta que abrió los ojos cuando se dio cuenta de los pequeños cambios en su aspecto. Su vestido era ligeramente más largo. Y sus zapatos eran aquellos mocasines que su madre le hubo regalado por su último cumpleaños. Llevaba lo que le parecía una eternidad sin sentirse tan feliz.

por **Brün Rothschild** Sáb Jul 05, 2014 12:44 pm

Asintió enérgicamente, todos los fantasmas tenían la misma habilidad solo cambiaba la edad y el estado de ánimo que podrían llegar a utilizar a su favor. Terminarían haciendo cualquier cosa que quisieran menos poder estar totalmente vivos, eran un recuerdo de lo pasado, que muchas personas recordaban o olvidaban con cierta dificultad. Todos eran seres distintos, no se había exactamente como se iba a reaccionar ante la muerte, gracias al tiempo y la compañía había podido superar fácilmente la muerte, aceptar su nuevo estado material y sacarle un buen provecho, pero como en el mundo terrenal cada ser era único.

— Cada uno de nosotros es diferente, no todos nos acostumbramos al mismo ritmo — explico tranquilamente, aun así la joven mostraba mucha señales de ser buena si se lograba concentrar y no había tanto escándalo innecesario — debes tener cuidado de no perder energía de forma inútil — suspiro suavemente. Nunca volverían a vivir, tenían dos opciones aceptar su condición o seguir vagando como almas en pena sin conciencia alguna.

De cierta forma Penélope la estaba rescatando de ser un fantasma vacio, aturdido por su muerte, enojado consigo mismo y con las personas que lo rodeaban — Si me dejas te puedo enseñar muchas cosas, todas las que quieras — le sonrió ampliamente. Podía ser fácilmente su amiga, su maestra en este mundo tan atormentado.

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