Le Chat Noir 20:00h. [Joshua y Sashenka]

-Eh, Kurt, vamos, despierta es hora de salir.- Escuchaba la voz de Natalia como en sueño lejano que amenazaba por arrastrarme a la realidad…ese extraño lugar al que sin duda no quería volver-¡que te levantes!- enseguida sentí el frio suelo de la dichosa realidad y el dolor de haber caído de los brazos de Morfeo.

-gr...-Un gruñido salió de mi garganta y apoye los brazos en el suelo para incorporarme.- ¿Por qué me has tirado de la cama? Eso es maltrato...

-Maltrato es obligarme a hacerte despertar! Eres peor que un muerto, anda vístete y largo.
Me reí entre dientes cuando estuve de pie y me estire desperezándome del todo, recogí mi ropa del suelo y comencé a vestirme.

-¿No vendrás conmigo? Es mucho trabajo para que lo haga yo solo. – Natalia me tiro la camisa en la cara.

-Tengo cosas que hacer y no es para tanto, de todas formas ya sabes que yo hare mi parte.- Ella también salió de la cama vistiéndose.

No respondí y me coloque la ropa mirándome al espejo, vi su reflejo riéndose al verme.

-Creo que eres más presumido que yo y todo.- Me dio un beso en la mejilla.- Vamos lárgate.

-Nos vemos más tarde.- Le di un beso en los labios y salí de la habitación. Me encendí un cigarrillo y enseguida me encontré en la calle cerrándome el jersey que llevaba.

Llevaba un saco pequeño hasta arriba de hojas con un anuncio importante, al menos para mí.
Camine por las calles más concurridas de Paris pegándolo en arboles y paredes, también diciéndoselo a taberneros y comerciantes, eran mejores que los pregoneros del pueblo, si quieres dar a conocer una noticia esa es la mejor vía.

Solamente me quedaba uno y lo deje en un árbol del barrio Pigalle, podía leerse:



Satisfecho por el trabajo bien hecho camine el mercado de aquel barrio para comer algo, estaba hambriento, llevaba todo el día caminando sin probar bocado. Compre algo de fruta y después entre a una taberna a ver si tenían algo de comer.

Un buen plato y unas cuantas copas más tarde por un buen precio me devolvieron a la calle por la que camine hasta volver a la casa de Natalia, la cual ya me esperaba con la parte de su trabajo también hecho.

-¿Tú crees que vendrá mucha gente con solo un día de anticipación?- Me pregunto no muy convencida.

-Claro que sí, ya verás que mañana tendremos bastantes candidatos esperando una oportunidad.

Ella suspiro como intentando creerme sin conseguirlo, solo sonreí, ya vería que tendría razón y si no lo repetiríamos, tiempo era lo que más teníamos.

No sé qué es lo que estoy haciendo aquí. Ni siquiera sé por qué tomé el afiche de aquel árbol. Tengo un trabajo estable, una paga no tan buena, pero que me permite sufragar mis gastos, un lugar donde vivir… Y sin embargo la curiosidad ha podido más que mi raciocinio. No pude resistirme al “llamado” el lugar al cuál he venido a parar, no se parece en nada a aquella oficina en el teatro en la cual hice una pequeña audición. Es una taberna completamente rebosante de sujetos ebrios, que no hacen masque insultarse los unos a los otros. No es que nunca haya pisado un sitio como éste, pero siempre he preferido evitarlos porque no es un ambiente que me agrade. Es precisamente por ésta razón, que estoy dudando en entrar. En realidad no me hace falta experimentar algo nuevo… Debería dar media vuelta e irme hacia mi casa, que es donde se supone debería estar en estos momentos.  Por otra parte, allá nadie me espera. Sería otra noche más en soledad, leyendo aquél viejo  libro que me rehúso a terminar. <<  No vas a perder nada, y quizás un trago no te haga mal  >>

Decidido, abro la puerta. El calor y el olor del interior me reciben de frente, como si de una bofetada se tratase. Respiro hondo, buscando una mesa desocupada que pueda tomar, pero la suerte parece no estar a mi favor. Todas están ocupadas. Éste debería ser el momento de la retirada, pero ya estoy empecinado a terminar lo que apenas comienza. Suspiro resignado. Creo que lo único que puedo hacer, es ir a la barra y permanecer de pie hasta que el reloj marque las 20:00 y entonces, aclararme la garganta y pronunciar con voz alta, el nombre que está escrito en la publicidad. Quizás él ya esté ahí, esperando en algún rincón. Hay muchos hombres por todas partes, alguno de ellos debe ser. Los hay de todas “formas”.  Unos obesos, otros delgados, otros más allá calvos… Ninguno parece cubrir el perfil de alguien que sea una especie de empresario, busque actores. Tal vez y sólo fue una tomadura de pelo, como suele ocurrir en Paris.

–Whiskey, por favor – pido con cortesía, sacando algunas monedas para pagar con prontitud. No espero quedarme más allá del tiempo necesario. La bebida me es entregada más pronto de lo que me imaginé, arrancándome un imperceptible ¡oh! De sorpresa. Se ve que saben manejar bien el negocio ¿y cómo no? Si el alcohol siempre ha sido un negocio jugoso y redondo. Tomo un par de sorbos, sintiendo como me raspa en la garganta, haciéndome toser un poco. Definitivamente no estoy acostumbrado a la bebida. Para tal caso, ya han pasado cinco minutos desde mi arribo; en cinco más, me armaré de valor y seguiré con el pequeño plan que he trazado en mi mente.

No aparto mi vista del reloj que descansa por encima del espejo de la barra. El segundero parece marchar tortuosamente lento, jugando con mi paciencia. Tamborileo los dedos… Estoy notoriamente nervioso e impaciente  <<  Vamos, avanza más de prisa… tres minutos, dos minutos… uno… >>Dejo descansando el pequeño vaso ya sin líquido en su interior, giro sobre mis talones y me aclaro la garganta:

–E-Estoy buscando a Callahan – Alzo la voz para ser escuchado –¿Señor Callahan?Busco impaciente con la mirada algún movimiento que me indique, que no ha sido una pérdida de tiempo el haber venido.

Tras llamar al señor Maloney me apoye en la mesa cruzando los brazos esperando que volviera a entrar. Estaba nervioso aunque no sabía exactamente por qué ¿y si no aceptaba? Era absurdo pensar eso, al fin y al cabo había venido, ¿no? Más dudas comenzaron a perseguirme, como por ejemplo ¿terminaríamos a tiempo? ¿Habría otros como él, preparados y capaces? ¿Y si todo aquello estaba siendo una locura? Otra más de mi inestable cabeza, no sería la primera vez que cometía un error al fin y al cabo. Al parecer había creado un silencio del que no era consciente. Natalia me miro de reojo y decidió hablar.

-Bueno señor Maloney, mi compañero y yo hemos tomado una decisión, su prueba nos ha gustado mucho y quisiéramos ofrecerle trabajo.- Mire a Natalia, ella ya lo decía todo por mí, sonreí de lado y la deje continuar- El señor Callahan considera que es usted perfecto para el papel de Hamlet y si lo quiere es suyo. –Otra vez el silencio, se me hacia pesado.

-Empezaríamos casi de inmediato, ¿qué me dice?- No pude evitarlo, estar en silencio me incomodaba.

Alivio, fue lo que me recorrió en ese momento y toda la habitación pareció respirar conmigo, incluso el aire cerrado e impregnado de madera me resulto más fresco.

-Fantástico- Sonreí y le estreche la mano al señor Maloney.- Empezamos la semana que viene.- Me acerque nuevamente al escritorio y tome un papel que tenía preparado con la dirección, la hora y el dia exacto en el que debía presentarse. Se le tendí –Bueno, ya hemos terminado por hoy.- Volví a abrir la puerta para dejar pasar al siguiente.
- Josep, ¿Quién es el siguiente?- Mire hacia las personas que aguardaban, su número había aumentado considerablemente desde la última vez que abrí.

-El señor Merchant – me dijo señalando a un hombre de unos treinta o treinta y cinco años, tenía la piel curtida por el sol y una barba de cuatro días.
-Se pronuncia Marchant – miro de reojo a Josep y me tendió la mano, se la estreche y ambos pasamos.

Comenzó la audición, Eugene Marchant, escribí en el encabezado de mi nueva hoja y junto a él mis anotaciones: Estatura media, fofo, le falta una muela derecha, voz correcta, lento, tiende a sobreactuar pero sin fallos que no se puedan corregir. Observaba en silencio y sin emoción, comprendí que debía ser mas objetivo y no dejarme llevar tanto. Debía hacer un trabajo concienzudo, elegir bien era fundamental.
Eugene fue el primero de muchos sin excesivo talento que pasaron por aquella habitación, las horas transcurrían sin cesar, el casación se notaba en mi capacidad de prestar atención, muchas veces ni si quiera oía o veía a las personas que tenía delante. Si no hubiese sido por Natalia mucho se hubiese escapado a mi percepción.
Algunos nombres se acumulaban en mi lista de elegidos “insuficientes” me decía a mí mismo, pero aun quedaban aspirantes fuera.

-Espero que el siguiente me despierte un poco..-le comente en voz baja a Natalia, ella me paso la mano por el cabello dedicándome una de esas sonrisas tan dulces.
-Animo, ya queda poco, vamos a conseguirlo- Me dio un beso en la mejilla-Y después vas a invitarme a una copa.- Nos reímos y guardamos silencio cuando paso el joven de las 00:16h.

-Buenas noches, mi nombre es Pierre Chavanel, tengo veintiocho años, ahora mismo estoy desempleado pero forme parte de una compañía de teatro en Italia.- Hizo una reverencia y comenzó con su audición. Sin duda me desperezo. Volví a tomar notas con interés: Complexión adecuada, barítono, ágil, profesional, arrogante…Leí mis propias palabras, no las pensaba simplemente escribía las sensaciones que me transmitía. También pude haber añadido, egocéntrico, altanero y posiblemente problemático. Todas las virtudes que a simple vista se observaban, escondían unas cuantas pegas, golpe mi lapicero contra la mera deliberando todas las pociones. Cuando se marcho Natalia me miro seriamente.

-Sé lo que estas pensando, pero es bueno.- La mire con una ceja enarcada, parecía que realmente sabía lo que pensaba y eso me sorprendió.
-Puede dar problemas y eso…-me estire desperezándome- me dará más trabajo del que necesito- eche el aire contenido por la nariz y mire hacia mis notas.
-Yo me ocupare de él si da problemas.- No pude evitar reírme, veía su expresión picara
-Puede que en ese caso los problemas los de yo si llegas a ponerme excesivamente celoso.- Bromeaba, realmente no tendría por qué estar celoso de ella. Ella se rio y pasamos unos minutos a solas, en silencio, esperando algo que aun no llegaba. Al siguiente candidato.
-Voy a ver qué ocurre- me levante dirigiéndome nuevamente a la puerta a comprobar que todo iba bien-¿No hay nadie más?- le pregunte a Josep.
-Los tres que esperaban se han marchado y…ha llegado una señorita –la señalo con la mirada, estaba algo escondida y por ello no la había visto al asomarme.
-Muy bien, pues hazla pasar.- Volví a entrar –Es la ultima
-¿Mujer?
-Si, a ver si lo hace mejor que Marjori- eso no era realmente difícil pues Marjori no era muy buena actuando y era demasiado mayor para el papel de Ofelia, pero había sido la única mujer que se presento a la prueba, lo cual resultaba algo frustrante. Tome asiento y espere, aunque no llegue a estar realmente preparado para esos ojos…seguramente nunca hubiese llegado a estarlo.

Sus escurridizos ojos se convirtieron en un misterio y deseosa curiosidad para mí. Apenas me miraba por lo que se me hacía difícil conocer más de ellos. Sonríe y por un segundo nadie dijo nada.
Me encontraba de pie apoyado ligeramente en la parte izquierda del escritorio, la mire de arriba debajo de la forma más sutil que pude para no hacerla sentir incomoda. Era momento de acabar con aquel suspendido silencio.

-Bienvenida señorita- hice una reverencia –Soy el señor Callahan y esta es mi compañera Sanz-dije refiriéndome a Natalia.
Camine bordeando el escritorio hasta tomar asiento, mire mis hojas rellenas con datos de mi interés y busque una limpia. Como ya era costumbre escribí el nombre de la candidata en el cabecero.

-Bien señorita Pratts, comencemos con la audición- Mire hacia mis papeles intentando centrarme, lo cierto es que me encontraba algo perdido, entre el cansancio de estar horas encerrado en esa sala viendo entrar y salir a mas de una docena de personas que aspiraban a un trabajo siendo o no profesionales en el campo, el día tan largo que había tenido ya de por sí y la visión de una magnifica mujer de rasgos extranjeros, curvas atrevidas y unos ojos que huían de mi, todo aquello en un solo cerebro era demasiado…

Respire profundamente, di un sorbo a la segunda copa de café que me había subido Josep aquella noche. El cálido líquido hizo su primer efecto en mí permitiéndome centrarme en mi trabajo. Sentí un ligero codazo por parte de Natalia, al parecer me había tomado más tiempo del que pensaba en aquella reflexiones creando un nuevo silencio incomodo.

-Perdón, la audición consta de tres partes-Me aclare la garganta- En primer lugar deberá interpretar esta canción-Natalia le acerco el papel con la partitura y la letra- Seguidamente necesitamos que interprete una escena de la obra Hamlet- Nuevamente Nats le paso un papel menos ajado con una de las escenas con la aparición de Ofelia- Representando el papel de Ofelia- Aclare- y finalmente..-Me quede un segundo pensando, la otra prueba consistía en un duelo de espadas pero no consideraba necesario algo así en su audición, al fin y al cabo en muy pocas ocasiones se veía a un personaje femenino tomar parte en un duelo de espadas, no era una habilidad que necesitase así que tuve que pensar en otra-Bueno…en la última prueba deberá enseñarnos alguna de sus habilidades, la que considere.-Apoye mi espalda en la silla y la observe atento- Bien, cuando quiera señorita.

Tomé tímidamente los documentos que el señor Callahan me obsequió, aunque nada de lo que me decía parecía tener sentido. No me era para nada familiar la melodía que tenía que cantar y desconocía la obra de Hamlet, ya que ni siquiera sabía que existía algo así. Lo último parecía ser lo medianamente aceptable para mí, porque únicamente necesitaba mostrarle parte de mis habilidades: ¿Cuáles eran? sabía cantar, bailar, tocar el pandero, pero no contaba con uno. El panorama no era muy favorecedor. Los papeles comenzaron a temblar en mis manos. No era apta para audicionar, y aspirar a un papel. ¿Qué habría tenido en la cabeza para haber tomado tan descabellada decisión? Mi estómago protestó, como si tuviera conciencia propia, recordándome que el hambre y la desesperación me habían llevado hasta ahí. Tragué saliva. Tenía que ser sincera ante los presentes, y así aún consideraban que al menos podían darme la oportunidad de cantar y bailar algo propio de mi raza y condición, les estaría eternamente agradecida. Tomé una gran bocanada de aire, para soltarlo poco a poco después por la boca. Me quité el grande y estorboso sombrero que me impedía verlos con más claridad, sosteniéndolo entre mis manos. Sacudí mi cabeza, ocasionando que mi larga y negra cabellera cayera graciosa y dócil hasta media espalda. Hasta entonces me permití alzar mi mirada, observándoles con determinación. Estaba muy nerviosa, demasiado, pero si de algo podía enorgullecerme, era que no era ninguna cobarde y fuera lo que fuere que ocurriera después de mi confesión, por lo menos me quedaría la satisfacción de haber sido sincera y de haber intentado lo imposible.

-Vine aquí con la esperanza de poder participar en una audición, teniendo plena conciencia de que muy probablemente no sea lo que están buscando. -Observó al señor Callahan, de él, su mirada se deslizó a Natalia que parecía escrutarla con minuciosidad-:No soy una actriz profesional, no conozco la obra de Hamlet, pero aprendo rápido. -Su voz ahora parecía un poco más animada, tratando de expandir ese aire de tranquilidad propia de la raza gitana, que servía para calmar el ambiente y volverlo cordial...  Aunque el sombrero roído era estrujado con mucha fuerza por una de sus manos -. En la comunidad de donde vengo se estila mucho la representación de pequeñas obras comunales y he sido participante activa todos los años. No soy una improvisada, simplemente no… No estoy familiarizada con obras tan importantes como puede ser la de Hamlet. Había una extraño silencio en la habitación, que hasta el zumbido de una mosca podía escucharse con claridad-. Sé cantar, tocar el pandero, la guitarra y sé bailar, repito, aunque nada de lo que usted me está pidiendo lo conozco, sin embargo necesito, les suplico que me den una oportunidad.

Habiendo dicho esto, sentía que su corazón salía de su pecho dando grandes golpeteos. Las piernas temblaban, la respiración se agitaba, pero la determinación, y la fuerza de espíritu seguían latentes. Sashenka D. Pratts, era una guerrera, ella misma se consideraba así. Aquel instante podía ser considerado como una pequeña gran batalla particular, en donde los generales, eran un hombre muy joven y una mujer en igualdad de circunstancias, que se dedicaban a mover las piezas encima de un mapa. Ella quería encajar en el mismo y ser parte fundamental. Estaba desesperada y hambrienta.

Me distraje con mis anotaciones, esperando a escucharla cantar “ Sashenka Pratts, alta, morena…”
Pero su voz no llego, por unos segundos que me parecieron eternos la sala se quedo en silencio, volví a levantar la vista hacia la joven aspirante. Parecía nerviosa, se había quitado el sombrero y ahora podía observarla mejor, su cabello negro azabache y sus ojos de color indeciso me hicieron pensar en una yegua salvaje, suspire y espere a que se decidiese, a veces a algunos les costaba arrancar y presionarles no era la mejor forma de hacerles empezar.

Sin embargo lo que hizo a continuación no fue nada de lo que esperaba. Confesó que no era profesional. Me hubiese gustado interrumpirla y decirle que ni la mitad de los que se habían presentado lo era pero considere que era mejor que terminase de hablar. Fue una buena decisión, confeso más de una cosa, no era actriz, era una gitana que sabia cantar y bailar como otra cualquiera y que la necesidad era lo único que la había llevado hasta aquí, frente a mí. Eso no me gusto. El arte no debe hacerse por necesidad si no por amor, por amor al arte como decían. Hice una mueca dispuesto a decirle que no era lo que buscábamos pero Natalia pareció adivinar mis intenciones, como casi siempre hacia. Tomo mi mano y la apretó, eso significaba que no me precipitase en mis decisiones, quizá ella había visto algo en la joven que a mí se me paso de largo.

-Está bien- dije más para Natalia que para la aspirante. Mire a Sashenka –Bueno, agradecemos su sinceridad señorita y tiene razón, no es precisamente lo que estamos buscando pero dado que ha tenido cierta experiencia y está dispuesta…-mire mis papeles- Puede hacer la última prueba, muéstreme una habilidad suya, impresióneme- la mire- demuéstreme que puedo confiar en su capacidad.

Para mí la confianza era fundamental, no una confianza cualquiera si no una que le das a las personas que trabajan contigo, de saber que si necesitaba que ella fuese una reina del siglo V sabría interpretarlo, que no se acobardase y sobre todo que estuviese dispuesta a seguir mis directrices.

Sus ojos parecían querer llenarse de lágrimas al escuchar que le darían una oportunidad. Ahora dependía única y exclusivamente de su seguridad, de sus ganas de querer salir adelante, el quedarse con un papel en la obra. Así pues, haciendo una pequeña reverencia, se deshizo del sombrero, revolvió su cabellera y se plantó en medio de aquel pequeño espacio. Tomó aliento, cerró los ojos, se concentró. Alzando sus brazos por encima de su cabeza, comenzó a bailar como solo ella sabía hacerlo. Abrió lentamente sus ojos, haciendo contacto visual con los de él. Su rostro se mostró serio al principio. Conforme iba avanzando hacia el escritorio donde estaban ambos, comenzó a tararear una canción típicamente gitana en su idioma natal, pero que de vez en cuando mezclaba alguna que otra palabra en francés para darse a entender, sonriendo y curvando su cuerpo en ondas imposibles de hacer para un cuerpo no acostumbrado a tales movimientos.

Sashenka iba apoderándose poco a poco de la atención de los únicos presentes con su sensual baile. Prácticamente era otra persona. Ya no era aquella mujer tímida e insegura, como una gatita sin hogar que moría de hambre; ahora era una auténtica leona acorralando a su presa. Iba y venía de un lado a otro, moviendo las caderas, los brazos, las piernas, queriendo comerse con su mirada todo aquello que observara. Aquellos ojos verdes, enmarcados por un par de bellas y torneadas cejas, se mostraban decididos, hambrientos de reconocimiento, hambrientos de mostrar cuán ávida y deseosa de mostrar su arte estaba. Era una auténtica visión el observarle moviéndose de aquella forma tan sugerente. Una chica dulce, tímida, pero que dentro de su cuerpo, debajo de su piel y de las ropas raídas y muy pobres, era un auténtico diamante en bruto. Su belleza era diferente, salvaje, sugestiva, pero al mismo tiempo delicada y sumamente elegante; como un auténtico cisne. Sus brazos ondeando, sus piernas largas, fuertes y bien definidas. Su diminuta cintura...

Cuando terminó su interpretación - justo encima del escritorio mirando fijamente a Callahan, mientras su respiración trataba de regularse - parpadeó un par de veces antes de comprender, que había ido demasiado lejos al traspasar una barrera invisible, entre ellos y ella. Bajó inmediatamente, apenada, pero no arrepentida de lo que acababa de hacer, porque puso todo de ella, todo de su parte para abrirles los ojos. Que vieran algo más allá de lo que todos observaban o creían saber de su persona, que las apariencias engañaban. No había que juzgar la portada de un libro sin haberlo leído y aquella gitana, era un libro en blanco, dispuesta a escribir su propia historia a costa de lo que fuere. El paso ya se había dado, ahora solo faltaba la decisión final. ¿Le aceptarían? ¿La echarían a la calle? permaneció inmóvil, justo en el lugar donde había comenzado, esperando...

Me frote lo ojos, el cansancio hacia mella en mi. Observe a la joven de cabellos oscuros, al principio tenía los ojos cerrados pero luego los abrió y lo que vi en ellos…fue algo más que determinación, sus ojos verdes me hablaban de pasión, pasión por su arte, por sus raíces, por su cultura.

Comenzó a moverse, desafiante, perfecta y definida. Todos sus movimientos formaban parte de un compás silencioso y magnifico. Me miraba y me sonreía, consiguió que me estremeciese de arriba abajo.

Aparte la mirada carraspeando, ella no se detuvo, sus caderas onduladas se acercaban cada vez más a mí, acorralándome entre la silla y ella. Ciertamente me desconcertaba, no necesitaba música para que la oyese bailar.

Acabo sobre la mesa ligeramente dirigida hacia mí, nuestras miradas se encontraron por un segundo, vi como su expresión de total seguridad en sí misma se desvanecía entre la bruma de la timidez y el temor de haber traspasado el límite. Se separo de la mesa y se recompuso.

Me quede en silencio, no sabía que pensar, desde luego lo había hecho de maravilla, nunca antes había visto bailar a nadie así, ni si quiera a las gitanas del circo o las que rondaban por las calles de Paris. Mire a Natalia y ella me miro a mi, también se había quedado muda.
Busque entre mis papeles a las otras candidatas que se habían presentado antes que ella, había una que no había descartado hasta el momento, mire a la señorita Pratts y lo vi claro, no dude mas, supe en ese momento que no me equivocaba con ella, que me ayudaría a hacer algo grande. Sonreí.

-Señorita Pratts, no suelo anunciar las decisiones antes de hablar con mi compañera en privado de las audiciones pero…tanto si ella está de acuerdo como si no- mire a Natalia- Espero que estés de acuerdo conmigo-le dije- Voy a darle el puesto- volví a mirar a Sashenka – Es suyo, se lo ha ganado.

Recogí todos los papeles de mi mesa juntándolos en un único tocho, les di unos cuantos golpes contra la mesa para igualarlos a todos en altura.

-Empezaremos la semana que viene, tome, esta es la dirección a la que debe acudir el día lunes- le tendí un trozo de papel con la información que necesitaría para llegar. –La esperamos – Sonreí a modo de despedida y volví a mis papeles, los guarde enrollados en un estuche de cuero.

Josep entro para informarme de que no quedaba nadie mas como suponía le dije que podía irse, era muy pequeño y tarde para él. También le facilite una notada del siguiente punto de encuentro.

-Estoy agotado- Le dije por fin a Natalia cuando nos quedamos solos

-Creo que por fin lo tenemos- se puso en pie y paso su manos por mis hombros- va a salir bien, será la mejor interpretación de Hamlet en Paris de todos los tiempos – me beso en la mejilla- Me voy, mañana vendré para celebrarlo –Me guiño un ojo- Descansa hoy- Me dio un beso en los labios y salió de la habitación.

Me quede solo, las velas poco a poco se fueron consumiendo del todo, solo quedaba una que aun aguantaba invicta mis pocas ganas de moverme de aquella silla.

En ese momento llego el dueño del despacho.

-¿Aun aquí chico?- me sonrió amablemente pero supe que era el momento de irse.

-Sí, lo siento, el tiempo pasa muy rápido- sonreí y me puse en pie con todas las fuerzas que fui capaz de reunir- Muchas gracias señor, ha sido muy amable- deje un par de cigarrillos sobre su mesa como parte del agradecimiento y me fui hacia mi habitación con la única intención de abrazarme al sueño reparador.

Dejé escapar un suspiro cuando el empresario que se había presentado como Callahan me indicó de manera sobria pero muy convincentemente, de que estaba dentro. Lo había conseguido... ¡Lo había conseguido! sentí un tremendo calor interno recorriendo todo mi cuerpo. Sentía quemarme, pero no era otra cosa más que la alegría del momento, el saber que mi esfuerzo había valido la pena. Mordí mi labio inferior. Casi tuve el impulso de besar su mano. ¡Habría incluso besado sus pies de ser necesario! estaba tan agradecida que no cabía de alegría.

-Muchas gracias señor. Muchas gracias señorita... gracias - Hice una pequeña reverencia tomando la pequeña hoja que se me ofrecía. Mi mano temblaba, la otra la llevé hacia mi estómago que estaba apunto de protestar por la falta de alimentación. Habría sido demasiado deshonroso y bochornoso rebelar tal situación. -Nos veremos muy, muy pronto. -Hice una nueva reverencia un poco más pronunciada despidiéndome de la mejor manera que pude de la pareja.

Tomé mis escasas pertenencias que descansaban sobre la silla, y salí de la habitación aprovechando que el pequeño que me había dejado pasar estaba al habla. Bajé las escaleras casi flotando. Volví a revisar la dirección de la hoja que se me había proporcionado. Sonreí haciendo caso omiso a la sarta de obscenidades que los bebedores de la taberna dirigían hacia mi persona. No iba a permitir que nada ni nadie arruinara mi noche. Salí de la taberna aspirando el aire parisino. Quizás no iba a tener con qué alimentarme en la noche, quizás no tendría un techo donde dormir, pero ya no importaba. Mañana sería otro día. Un nuevo día.