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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Thalie De Rose Mar Jul 02, 2013 12:45 am

Nunca me había sentido más vulnerable o más expuesta que en esos momentos de mi vida, no podía encontrar la luz al final de ninguno de los caminos que aparecían frente a mi por más que me esforzara o avanzara en ellos. La muerte de parte de mis seres queridos y la desaparición de algunos otros me tenía confundida, expuesta… aquellos que creía estarían a mi lado siempre me habían sido arrebatados como las hojas eran arrancadas de los árboles por el viento.

La palabra seguridad había perdido su fuerza y la esperanza en un mejor mañana decaía junto a mi animo. ¿Qué pensaría mi padre de estar vivo?… ¿Qué diría mi madre?, probablemente diría que regresara al campo, a su lado donde las cosas estarían mejor y estaríamos juntas un tiempo; pero yo no podía hacer eso, no si quería que ella estuviera a salvo. Un montón de pensamientos y probables formas de sobrellevar todo eso cruzaban mi mente, pero la que me pareció la más conveniente vino de algo que una vez escuche de otro cambiaformas… o había sido un lobo… bueno en realidad daba igual pero desde ese momento me di la misión de encontrar a quien quizás sería el único capaz de hacerme recuperar un poco de la paz perdida en las ultimas semanas.

Sabía que los bosques debían de ser uno de los mejores sitios para encontrar alguien de nuestra raza y más a esa persona en particular que al parecer se dedicaba a ser maestro de otros cambiaformas. Nunca en todos mis años de vida pensé si quiera en otro maestro que no fuera mi madre, pero las circunstancias estaban cambiando y aprender de otros era un punto clave para la sobrevivencia de cualquiera.
Ese era el quinto día que me aventuraba a los bosques intentando encontrar pista alguna de la existencia real de aquel hombre, pero hasta el momento no tenía nada seguro y al parecer ese día tampoco habría nada que me guiara de alguna manera al sitio que debía ir. La poca esperanza que me quedaba se desvanecía con velocidad y no llevaba ni la mitad del tiempo que días anteriores en los bosques cuando se agoto y detuve mi andar de golpe.
- Eso es todo… ya no más - suspire mientras elevaba la vista al cielo para contemplar como los rayos de sol penetraban por entre las copas de los árboles - no existe razón para que haga esto más tiempo - di media vuelta justo donde estaba parada y una vez que había dado los primeros pasos para salir de ahí escuche movimiento a mi alrededor, provocando que permaneciera estática aguardando lo que pudiera venir.
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Mensaje por Charlemagne Noir Dom Jul 07, 2013 12:32 am



Era en un bosque: absorto
pensaba andaba
sin saber ni qué cosa
por él buscaba.

Vi una flor a la sombra,
luciente y bella,
cual dos ojos azules,
cual blanca estrella.

Wolfgang Goethe. ¡La encontré!
(Versión de Rafael Pombo)



Cerró el libro de un golpe seco, lo dejó en el escritorio y se dedicó a observar el paisaje.

Se paró frente al gigantesco ventanal y cruzó las manos a su espalda, mientras dejaba que el sol de la media mañana lo bañase por completo. Cuando por fin se hubo tranquilizado volvió a concentrarse en la lectura pendiente; no bien leyó el título, una sonrisa irónica se le dibujó en el añoso rostro, comprendiendo la pitanza que su propia mente le había jugado.

Durante años, Charlemagne había intentado leer “La Divina Comedia”, sin llegar a conseguir jamás pasar de la primera página. Hay hombres que rompen vasos, otros que gritan; el Cambiaformas, por su parte, ahogaba sus ataques de ira en el intento vano de no pensar en sus emociones. Dicho proceso no le tomaba más de media hora, en que, en vez de leer el libro, se dedicaba a mascullar hoscamente contra el motivo de sus más furiosas imprecaciones, luego de lo cual, olvidado el libro y Dante, salía el “Zorro” de la biblioteca como el hombre renovado que se purifica de sus faltas.

Pero esta vez, ni siquiera el mundo de Beatriz logró darle paz. La discusión con Jîldael había sido especialmente amarga; el Maestre intentó vanamente convencerla de que se fuera un tiempo de Francia, que se animara a hacer el viaje al este en compañía de la señorita Strauss; pero la joven aristócrata, acostumbrada a hacer lo que le placía, no escuchó razones y se empeñó en quedarse en París, contra todos los consejos de su buen criado. Ningún argumento valió la pena, ninguna súplica ablandó la decisión de la joven y el viejo Can perdió su tan característica paciencia.

Recordar el episodio sólo le provocaba el deseo de romper todos los ventanales de la casa; comprendió el anciano que estaba al borde de una terrible crisis de angustia, sentimiento que no experimentara desde la muerte de su amada Gaïa. Sabía lo que vendría después; era algo que prefería guardarse para su solitaria forma animal, así que sin demora y con el mayor sigilo, abandonó la lujosa mansión, apurando su paso hacia una de las tantas zonas boscosas que colindaban con la hermosa casa patronal.

Cuando se hubo alejado lo suficiente, y habiéndose asegurado de que nadie le había seguido, Charles se dio a la tarea de quitarse la ropa para luego, en su masculina danza personal, dar paso al Coyote que vivía dentro de él. A diferencia de los pobres licántropos que eran sometidos a los caprichos de Selene, y mutaban en dolorosa transición desde el pensamiento humano hacia la animalidad primitiva del lobo, Charles pertenecía a la privilegiada raza de los Cambiaformas, hijos de Diana y Virbio, quienes les concedieron longevidad, belleza, fuerza, inteligencia... y la capacidad mística de tomar forma animal. De tal suerte, los Cambiaformas no saben lo que es el dolor al transformarse, jamás pierden su capacidad de pensamiento y, por supuesto, suman a su condición intelectual todos los dones y virtudes de su tótem animal. El avatar de Charles era nada menos que un Coyote, cuya forma tomó sin demora, gracias a la cual podría deambular por los salvajes bosques parisinos sin temor de otros animales.

Practicó movimientos de caza; hizo un rastreo rápido para dar con Cazadores e Inquisidores y salvó a tres conejillos de crueles trampas humanas; en definitiva, siguió ocupando su cabeza hasta que finalmente la ira cedió a su paz interior. Sólo entonces, era momento de volver a casa. Estaba listo para dar ese paso, para recuperar su forma humana y volver como el perro arrepentido que era, cuando un aroma embriagó sus sentidos.

El Coyote enarcó sus orejas y erizó el lomo en actitud defensiva, listo para el ataque si era necesario. No gruñó, como lo haría un can ordinario, sino que más bien se agazapó y olfateó a su alrededor. No le tomó demasiado tiempo para comprender que se trataba de una chica, bastante joven e inexperta si había llegado tan lejos en el bosque, Se arrastró, valiéndose de la maleza y los árboles caídos hasta que la tuvo a tiro de piedra. Parecía que la muchacha esperaba algo... o a alguien.

Y entonces el látigo de un presentimiento lo sacudió.

La muchacha estaba allí por él, por rumores acerca de su persona, con la esperanza infantil de que él... Se habría reído de haber tenido su forma humana. ¡Menuda broma le gastaban los dioses! Él era un can, ¡un orgulloso can!, pero el destino se empeñaba en rodearlo de gatas. No tuvo más que mirarla moverse para saber que era una Cambiaformas; los movimientos elegantes, sutiles y refinados le revelaron al viejo el tipo de animal que tutelaba a la extraña e intentó imaginar la cara de Jîldael si llegaba a casa con otra felina. Se deleitó con esa imagen mental, sabiendo que en el corto plazo su celosa aprendiz no podría enterarse de lo que estaba a punto de suceder.

Fue una especie de fatum, así que salió de su escondite y, sin abandonar su forma animal, se plantó ante ella. Si iba a convertirse en su discípula, tendría que aprender a ver más allá de lo evidente. Y sólo si superaba esa primera lección, la extraña tendría como recompensa encontrar a quién buscaba con tanta vehemencia.

Le ladró para captar su atención y se quedó frente a ella, con los ojos clavados en su juvenil mirada. De ella dependía lo demás.

***


Última edición por Charlemagne Noir el Lun Ene 20, 2014 10:10 am, editado 5 veces
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Mensaje por Thalie De Rose Mar Jul 09, 2013 11:37 pm

La duda sobre lo que había provocado el sonido inicial se disipo como el humo en un campo abierto al ver pasar corriendo frente a mi una liebre. Suspire siguiendo el animal con mi mirada hasta que desapareció entre la vegetación del bosque.

¿Qué había estado esperando? Que mágicamente apareciera a quien buscaba o incluso mejor que eso, ¿Qué entre los árboles apareciera Maryeva?… sonreí a mi pesar, porque siempre que pensaba en ella intentaba que fuera de esa manera; si es que ella me observaba desde otro lugar quería que supiera que al recordarla no pensaba más que en los alegres momentos que habíamos pasado juntas. Pero las imágenes que pudiera evocar de ella no eran más que memorias, recuerdos que nunca se compararían a la Maryeva real, a la amiga que ya nunca más escucharía reír o llamarme y de quien nunca más sentiría la compañia.

Estaba por sumirme de nueva cuenta en toda la oscuridad que últimamente se empeñaba en rodearme y devorarme lentamente, era como si me dijera que había sido demasiado feliz durante mucho tiempo y que ahora era el tiempo justo para que le conociera en sus formas más crudas, recordé el cuerpo de Maryeva y…. entonces un ladrido desvio mi atención de esa imagen que no me agradaba evocar pero que con todo y eso aparecía en mi sin que hiciera el menos esfuerzo.

Gire mi rostro para poder observar entonces a un coyote que estaba sentado bastante cerca y que no apartaba la vista de mi. Estaba tan calmo mirando en mi dirección que solo pude girarme para que quedáramos de frente.
Era bastante peculiar que un coyote actuara de esa manera por lo que sonreí e hice una leve inclinación, era más que obvio que ese no era un coyote normal y el olor me lo confirmo; después de que creí haber hecho el saludo correspondiente avance en su dirección y sin estar demasiado cambie de forma.

La verdad es que antes me estaba importando donde dejaba la ropa pero ahora, de nuevo volvía a no querer saber nada de ella. Salí de entre aquel vestido en mi forma de lince que era lo más adecuado para andar en los bosques y me senté frente al coyote para simplemente observarle.
No sabía si existían palabras correctas que pudiera decirle, creía que con mi mirara le estaba expresando gran parte de lo que me estaba sucediendo y lo mucho que le necesitaba en esos momentos, pero entre nosotros no existía aún, más que el silencio.

Estaba segura de que él era el cambiaformas de quien había oído hablar pero aún no podía estar segura de nada hasta que las cosas avanzaran un poco más o alguno de ambos mostrara algo más de nosotros.
La escena debía ser notoria e interesante para cualquiera, dos animales salvajes y aparentemente enemigos que permanecían inmóviles y solo se contemplaban mutuamente, como si eso fuera lo más normal del mundo y nada extraño pudiera ocurrir a pesar de que en ese lugar éramos completamente extraños; al menos, yo lo era.
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Mensaje por Charlemagne Noir Miér Jul 10, 2013 11:22 am



Cuando el llanto, partido en dos mitades,
cuelga, sombríamente, de las manos,
y el viento, vengador, viene y va, estira
el corazón, ensancha el desamparo.

Blas de Otero. Entonces y además.


“Excesivamente confiada, presa fácil para cualquier Cazador avezado... ni se diga la Inquisición.”

“Descuidada; no observa su entorno, ni analiza posibles rutas de escape.”

“¿Cómo? ¡¿Abandona la ropa sin más?!... Tonta, de punta a rabo.”


La observó girarse con suma elegancia; era una felina, sin duda. Y, sin duda, sería un problema de gravedad nacional, sabiendo cómo era Jîldael de celosa y posesiva; pero eso, a Charles, lejos de preocuparle, le pareció indeciblemente divertido; después de todo, él nació para vivir en manadas; le resultaba hasta antinatural compartir su vida sólo con una persona más... Bueno, Elisabeth había sido la excepción, una maravillosa, pero la excepción al fin y al cabo.

El que semejante caudal de pensamientos le cruzara la cabeza mientras la extraña se movía frente a él, no le impedía en lo absoluto ir tomando nota mental de la que, estaba seguro, se convertiría en su siguiente aprendiz. Y ya había unas cuantas actitudes que deberían cambiar si la joven frente a él tenía intención de llegar al medio siglo de vida; le pareció sumamente llamativo que, teniendo la edad que él sospechaba que tenía, su comportamiento todavía fuera el de una cachorra. O era tonta con ganas... o algo muy terrible le había sucedido, ya lo averiguaría.

Ella lo miró, como si lo hubiera esperado toda la vida... como si le reprochara el haber tardado tanto en encontrarse; supo casi al instante que él también era un Sobrenatural. Le dedicó una sonrisa cálida y esperanzada, luego de lo cual dirigió sus felinos pasos hasta que la distancia fue inferior al protocolar “metro cuadrado”. Fue el momento de la danza... acompañado de la estupidez sublime de romper y abandonar la ropa que, en situación de peligro, podría ser la diferencia entre vivir o morir... a menos, claro, que se buscase abrazar a Hades deliberadamente.

El Coyote no se movió ni ladró en desaprobación (¡pero cuánto pensaba decirle en su forma humana!), sino que simplemente permaneció estático, observando cada movimiento de la mujer, esperando el momento justo para intervenir. Unos instantes más tarde, un imponente lince se sentaba en sus cuartos traseros, dedicándole toda su atención, lo que activó casi de inmediato los sentidos de alerta de Charles. ¿Cómo la muchacha no se daba cuenta del peligro que encerraban sus acciones? ¿Acaso no sabía que los bosques estaban plagados de enemigos humanos que esperaban con ansias un solo gesto que los delatara para poder asesinarlos? ¿No sería ella acaso una Inquisidora Condenada, enviada allí para acabar con Charles?

Lo cierto era que el Noir había intentado huir de su pasado..., pero su fama, lamentablemente, lo precedía a donde fuera. Jamás podría borrar lo que había ocurrido en Zúrich; los eventos allí acontecidos se habían convertido en leyenda y habían alcanzado todos los rincones de Europa; con los años y su repentina desaparición, Charles había logrado borrar su pista, a costa de olvidar su nombre, su pasado, su familia y todo cuanto más amó... ¿Y para qué? Para que una chiquilla viniera a delatarlo justo cuando su corazón volvía a sentir algo por alguien... Temió por Jîldael, más que por sí mismo... Temió tantas cosas que apenas si se dio el tiempo de pensar.

Echó a correr en la única dirección en que se sentiría seguro. Si el Lince frente a él era de fiar, pasaría la prueba de sus hermanos lobos... Si no, procuraría que su muerte no fuera exageradamente dolorosa.

Corrió a través del bosque, siguiendo una ruta sinuosa y escarpada; los altibajos del camino eran una trampa natural para los inexpertos que no habían visitado aquella zona; se sumaban las zarzamoras, los espinos y cardos que clavaban sin piedad a los veloces transeúntes; Charles estaba acostumbrado a pasar por tales experiencias, pero parecía que no era así para la mujer quien, en más de una ocasión, se retrasó, peleando con los obstáculos naturales a que el Coyote la estaba sometiendo sin la menor culpa. Cuando parecía que todo terminaba, llegaron a una especie de cueva, formada más bien por las raíces y las ramas de los árboles más viejos de toda París; era un túnel tan estrecho y obscuro que sólo los Sobrenaturales podían transitar sin hacerse daño, pero incluso ellos se sobrecogían ante la obscuridad ancestral que los añosos alerces, pinos, castaños, abedules y abetos habían creado con el paso del tiempo.

Al final del túnel, lo que había era una especie de claro que chocaba contra un escabroso monte al que nadie parecía haber subido jamás; si bien su altura era mediana, lo que intimidaba de aquél montículo eran sus innumerables cuevas, las que, por supuesto, no estaban desahitadas; pupilas de todos los colores brillaban en pares, atentas a una sola orden para atacar. El Coyote, sintiéndose por fin a salvo, caminó hacia la cueva más cercana al piso y cogió dos hatos desde su interior. Con suma calma, recuperó su forma humana y se vistió, sin preocuparse de lo que la extraña pudiera pensar. El de las preguntas era él. Por ahora, ella sólo debería dedicarse a contestar.

¿Quién sois y qué queréis de mí? – le preguntó, al tiempo que arrojaba el otro paquete a los pies del Lince – Estáis en mis territorios, Felina, de aquí no saldréis a menos que yo así lo disponga. – le advirtió con voz dura – Tomad vuestra forma humana, vestíos y luego responded a lo que os he preguntado... Y no mintáis, o mis hermanos lo sabrán. – replicó y se sentó frente a ella.

Todavía creía que su intuición era correcta, que no corría peligro..., pero ya una vez se había equivocado y lo pagó muy caro. No volvería a cometer ese error nunca más.


***


Última edición por Charlemagne Noir el Lun Ene 20, 2014 10:02 am, editado 3 veces
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Mensaje por Thalie De Rose Sáb Jul 13, 2013 1:45 am

"Deja que los malos recuerdos
sean solo un eco lejano"


El que permaneciéramos de esa manera comenzaba a impacientarme, pero me obligaba a mi misma a permanecer estática y sin hacer nada que el Coyote pudiera sentir de mi parte como una amenaza. Ese lugar en el que estábamos era, después de todo más suyo que mío. Yo era apenas una visitante, una extranjera que viajaba en busca de respuestas que no podía encontrar por mi misma.

El Coyote se lanzo a la carrera y sin cuestionar el lugar al se dirigía o si era conveniente que yo fuera, le seguí. No había estado en aquel bosque bosque todos esos días para que cuando la oportunidad se presentara, le dejara marcharse como si nada hubiera pasado; no pensaba permitir que se alejara sin haber tenido la oportunidad de si quiera poder explicar la razón por la cual yo estaba ahí, aguardando por su llegada.

No supe en que parte del camino, toda mi perspectiva de la persecución cambio.
Quizás el hecho de que le seguía sin saber que era lo que me aguardaba un poco más allá de lo que era capaz de ver, e igual y podía ser solamente mi fragilidad mental actual. Algo dentro de mi me decía que nada de eso era la razón real de que comenzara a sentirme asustada y con la imperiosa necesidad de ocultarme de algo que no estaba en ningún lado, si no en mi mente.

En mi interior se llevaba a cabo una importante batalla; la ganas de avanzar y dejar todo detras contra mis demonios de las desafortunadas experiencias que recientemente había pasado.

Aquel camino que recorríamos era complicado y mucho más para alguien que, como yo, nunca había ido en aquella dirección. Mi paso era obstaculizado por ramas y vegetación que lastimaban a momentos mi figura de lince; esas cosas solo lograban retrasarme del paso del Coyote y por más que intentaba apurarme me era imposible.
Y fue en un instante que creí haber perdido al Coyote de vista cuando pude oír claramente un aullido; uno que reconocí a la perfección, provocando que un escalofrío crispara mi lomo y solo pudiera correr más rápido sin importante el daño que pudiera hacerme.

Ese aullido pertenecía a la Bestia; al servidor de la luna que casi había terminado con mi vida en una fatídica noche que las cosas no jugaban a mi favor. Era imposible que estuviera en ese lugar y sobre todo que me siguiera; de haber sido otro momento habría podido salir reprenderme por esos pensamientos tan ilógicos, pero en esos instantes mis patas se movían tan veloces como podían, escapando de aquel terrible aullido.

Más delante de donde me encontraba en esos momentos, reconocí la figura del Coyote, que volvía a desaparecer sumergiendo su figura en la oscuridad de una cueva, o algo que se asemejaba a una. Me lance en su dirección como si fuera la vos que acallaría a la bestia que en realidad era solo un obstáculo de mi mente. Cuando llegué a la cueva entre siguiendo al Coyote, mientras los aullidos quedaban cada vez más lejanos, hasta que desaparecieron por completo del ambiente.

Conforme avanzaba era capaz de notar que aquello lejos de ser una cueva era un túnel oscuro y estrecho. Me deslizaba sin mucha difícultad, al fin surgía otra cosa positiva de mi naturaleza felina de la que no debería preocuparme mucho. Apenas estaba sintiendo orgullo de mi misma cuando al volverse todo cada vez más y más oscuro, la desesperación me hacía presa. Estar en ese lugar ya no me estaba agradando tanto y estaba justo por creer que lo mejor sería dejar todo, que peligrar de esa manera y sentirme como lo hacía no valía en realidad la pena cuando escuche un sollozo en la dirección en la que se percibía el aroma del Coyote. Ese sollozo no pertenecía a aquel animal, de eso estaba segura; eran los sollozos de Maryeva.

Justo como cuando toda aquella pelea en la que había perdido a dos personas valiosas, me apure a intentar salir, mi interior gritaba inocentemente que si lograba salir pronto entonces la muerte de mi amiga sería solo un sueño y podría verla de nuevo. "Maryeva Aude…" la voz de la inquisidora, amenazante y segura… "Cuida de Maryeva, Camila"…. Girolamo, siempre preocupado por quien más amaba.

Conforme avanzaba, mi cuerpo temblaba cada vez más y más hasta que una ultima voz retumbo dentro de aquel túnel. "Cami"… y la figura de Maryeva se hizo presente por unos momentos. Entonces, la luz y la paz. Había llegado a un claro en donde se encontraba el Coyote, pero no solo, si no bien acompañado por ojos que me vigilaban de un montón de cuevas. Observe a cada par de ojos, alerta de lo que pudiera ocurrir, hasta que el paquete que caía frente a mi me hizo mirar con desconfianza al hombre que apareció en lugar del Coyote.

Escuche sus demandas atenta, no podía hacer otra cosa que no fuera lo que me pedía así que sin más cambie a mi forma humana y comencé a vestirme al tiempo que respondía sus interrogantes.
- No mentiré, no tengo motivos para hacerlo - respondí con calma - Mi nombre es Camila y he venido porque… - suspire, tomando valor para continuar - necesito ayuda y supe de usted - termine de vestirme y le mire fijamente - quizás esto sea demasiado repentino, e incluso grosero pero yo… necesito ser aprendiz suya.De verdad que lo necesito.

Los ojos vigilantes de las cuevas seguían sobre mi, pero las cosas no dependían de ellos, si no del hombre sentado frente a mi.
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Mensaje por Charlemagne Noir Dom Jul 14, 2013 12:03 am


¡De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera !
(Yo, muriendo.)

Y de qué modo sutil
me derramó en la camisa
todas las flores de abril.

Nicolás Guillén. Canción.


Durante unos segundos, no sucedió nada y el silencio, opresivo, aplastante, fue el amo y señor del lugar. Las muchas miradas se clavaban en la mujer, sondeando sus pensamientos, oliendo sus instintos, adivinando sus movimientos. Evaluando verdad y mentira, mientras la Cambiaformas parecía meditar cada uno de sus pasos.

“Si fuera una Inquisidora... no se habría dejado arrastrar hasta este punto sin un arma para defenderse.”

“No se huele la mentira.”

“Sólo domina el miedo.”

“Y la esperanza.”

“La lealtad, hermano.”

“Huele a fresas y primavera; como la mariposa de verano. ¡Está verde! ¡Verde como la flor inmadura! No sobrevivirá sola...”

“No hay mentira en ella. No hay mentira... no huele a mentira... Sólo a dolor, Maestre, sólo a dolor, a dolor, a tanto dolor... cachorro asustado, hermano... A dolor, a miedo... y a esperanza.”

Las muchas voces hablaron con verdad, pues allí ésta no se podía esconder; así era la fuerza de los Patri Alfa, los líderes de la antigua manada a la que Charles pertenecía y de la que ni siquiera Jîldael conocía. El viejo “Zorro” tuvo un pequeño ataque de culpa, su pequeña “Gata” no se lo disculparía fácilmente. Los movimientos de la hembra a recuperar su forma humana lo trajeron de vuelta de ese pequeño trance y su voz, suave como brisa primaveral le enrostró lo viejo que era. Por primera vez, en muchísimo tiempo, deseó ser joven otra vez y tener la vitalidad de los cachorros. Pero su expresión severa no delató en lo más mínimo las sensaciones que la Felina le estaba provocando. Se obligó a concentrarse en lo que ella decía:

No mentiré. “Como si pudieras”, se rió el viejo en su interior. Mi nombre es Camila y he venido porque... – el Cambiaformas percibió, por primera vez las desconfianza en el tono de voz de la mujer, pero se obligó a seguir hablando y Charles la admiró por eso. Sería una excelente Filia Omega – necesito ayuda y supe de usted... – clavó su intensa mirada castaña en él, una mirada honesta, emotiva, desgarrada en lo más íntimo de su ser, y él se dolió de ella; quiso correr y abrazarla y se burló de sí mismo; ¡qué arrebato infantil venía a confundirlo ahora, en el ocaso de su vivir! – Quizás esto sea demasiado repentino, e incluso grosero, pero yo... necesito ser Aprendiz suya. De verdad que lo necesito.

“No miente, hermano.”

“Huelo el fatum, hermano... es tu destino, un Alfa no huye de su destino, hermano.”

“La esperábamos, hermano... Es de nuestra Manada desde antes de nacer. Acepta el fatum... la vida de tu amada Épsilon depende de tu respuesta. La Luna ha hablado, hermano.”

Charles oyó a sus Patri y también a su corazón. Pero no dijo nada. Sentía cómo estaba frente a ese punto de inflexión en que toda su vida cambiaría... No importaba el rumbo que tomase, no podría huir más. Zúrich volvía otra vez a su vida, y en esta ocasión se quedaría para siempre. El Cambiaformas tuvo ese deseo animal de salir corriendo, de nuevo, como ya antes lo hubiera hecho. Extrañó tanto a Elisabeth, tanto a Gaïa, incluso a Elliot. Deseó poder detener su vida en ese instante, tan añejo en el tiempo, tan atrás en su historia... Pero no se podía; nunca se había arrepentido de nada y no era momento para empezar a arrepentirse.

Así que queréis ser Omega, Camila de París... Pero yo ya tengo una Aprendiz, de corazón celoso y actitud posesiva... ¿Estáis dispuesta a pertenecer a una manada, pese a vuestros instintos felinos? ¿Estáis dispuesta a pelear por ganar un lugar en nuestras vidas? Puedo ayudaros, Felina, pero no renunciaré a mi Épsilon, así que sois vos quien deberá ganarse un lugar como mi Aprendiz Omega. Pensadlo bien, Camila de París. Yo seguiré aquí unos cuantos días; ya me encontrasteis una vez, no tendréis problema en encontrarme de nuevo. Idos, tomad vuestro tiempo y luego responded. – concluyó, para luego despedirla sin miramientos.

Lo que la joven decidiera, debía ser definitivo.

Él le abría la puerta de su casa, pero ella debía sopesar el precio que eso le costaría; ella era la única que sabía qué tan lejos estaba dispuesta a llegar. El viejo volvió a reír, de sólo pensar en lo que sería si dijera que sí, en la cara de Jîldael cuando otra gata entrara en sus dominios.

¡Qué ironía la de los dioses! Haberlo creado Can con un corazón que solo sabía amar a Gatas... ¡Menudo problema se le venía por delante! ¡Pero vaya que lo iba a disfrutar! ¡Como en los mejores tiempos!


***


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Mensaje por Thalie De Rose Sáb Jul 27, 2013 12:04 am

Los maestros están en todas partes.
Lo que se necesitan son personas dispuestas a aprender

Wendell Berry

La mirada que el hombre clavaba sobre mi no trasmitía nada y sé que en otro momento, me hubiese sentido incomoda, pero justo ahora no tenía nada de verdad que pudiera perder y prueba irrefutable de eso es que estaba en un lugar rodeada de caninos, aquellos que una y otra vez me habían perseguido en mis formas animales para terminar conmigo.
¿Qué extraña era la vida no? Antes hubiera creído que los únicos caninos confiables que existían en mi vida eran Noah y Flann, y por supuesto que nunca creí que recuperar mi vida de antes y la seguridad dependería de un canino como aquel. Sencillamente increíble que con mi naturaleza felina, mi circulo de amistades estuviera ahora únicamente integrado por perros, ¿Con qué más podría integrarlo? Con nada, pues mi única amiga felina estaba descansando para siempre.

Al mirarlo no podía evitar preguntarme ¿Cuál seria su edad?, ¿Qué clases de cosas ha pasado este hombre? y sobre todo… ¿Será el quien me ayude a salir de esta oscuridad?. Tarde algo de tiempo en notar que simplemente con la forma en que habíamos llegado hasta aquel lugar me había ayudado ya a dejar cosas atrás.

El silencio presente después de mis palabras me puso más nerviosa que el hecho de haber tenido que exponer mis motivos. Mis ojos recorrieron de nuevo con cautela y lentitud los ojos vigilantes de las cuevas. ¿Qué era lo que hacían ellos ahí?… ¿Me atacaran?… Dudaba claro de mi segunda interrogante, pues de haber querido ser atacada desde un inicio se habían lanzado en mi dirección todos esos pares de ojos.

La respuesta se hizo esperar más de lo que habría deseado, y cuando finalmente pude escuchar de nuevo la voz de aquel hombre preste suma atención a cada una de sus palabras. En esos momentos era probable que no me diera cuenta del cambio que significaría para mi aceptar ser la Omega de aquella manada, pero definitivamente era mucho mejor que estar estancada en lo que estaba.

No hable, fui incapaz de decir algo más y ninguna respuesta salió de mis labios a pesar de que estaba decidida a ser la aprendiz de aquel hombre costara lo que costara. Aún así, me retire del lugar, teniendo que volver a mi figura de lince y saliendo por donde antes había llegado.

***
3 días después


Justo como él me lo pidió, analice de manera cuidadosa todas mis opciones y vez tras vez, volvía a la misma conclusión… ser parte de su manada.

No tenía problema alguno con tener que mostrar que era digna de tener aquel puesto, no me importaba tener que luchar contra otra gata por permanecer en la manada. Lucharía incluso contra lo que fuera, ya lo había hecho una vez y los resultados no me habían gustado, esta ocasión tenia la opción de buscar la verdadera seguridad de la manada.

Sabía bien que mi naturaleza felina para estar en manadas era un inconveniente pero yo antes, mucho tiempo antes había pertenecido a una "manada" pequeña. Mi familia… ¿Qué era una manada? si no una familia en la que regularmente no se comparte sangre, así que ser parte de ellos no debía resultarme tan complicado.

Salí de mi hogar y seguí el mismo camino que días antes, aunque esta vez a diferencia de la primera vez iba en mi forma humana e iba sola, además de que no sentía el nerviosismo ni las persecuciones de la primera vez. Todo era diferente aunque el camino seguía exactamente igual que tres días atrás y finalmente, cuando pude llegar a las cuevas deje mi ropa de lado y entre de nuevo hasta llegar al lugar que antes estaba repleto de ojos vigilantes, ahora solo me restaba esperar a que el Coyote apareciera para darle mi resolución después de esos días.

De manera paciente y elegante cual felino que era, me senté donde la primera vez que fui ahí, y espere… estaba dispuesta a esperar el tiempo necesario a que apareciera, aunque eso me llevara a aguardarle días.
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Mensaje por Charlemagne Noir Miér Ago 14, 2013 4:51 am


te enseñaré a caminar con firmeza en la oscuridad
a iluminar la noche con los deseos
a investigar el secreto inmortal
las aventuras galantes alineadas por orden
cronológico
de la vigilia

Aldo Pellegrini. En voz baja.



La muchacha se marchó.

Era justo. Tenía que pensarlo; había ido hasta él, quizás más muerta que viva, en el esfuerzo postrer por no caer derrotada, pero... por supuesto, hay ocasiones en que el remedio es peor que la enfermedad y mucho temía Charles que para la pobre mujer, aquélla era una de esas veces.

Una parte de sí mismo casi deseó que no volviera; una parte de sí mismo no quería tener que enfrentar la celosa reacción de Jîldael; a menudo, el resto de sí se preguntaba por qué había una parte de él que temía tanto a la Del Balzo. Nunca antes, ni con su esposa ni con sus hijos tuvo las aprensiones y cuidados que devotamente profesaba por la felina y, sin embargo, en el invierno de su vida estaba él supeditando cada decisión al bienestar de su Épsilon. Y no fue diferente esta vez; no obstante, sabía que la suerte estaba echada, así que dejó que Camila se marchara, que pensara y decidiera. Sabía que volvería a él.

Y, tres días más tarde, efectivamente, ella regresó.

Era la misma criatura y, de una manera particular, era alguien completamente diferente. Había crecido, en esos tres días; vencedora de sus miedos, de sus vacíos, había retornado a él aún sabiendo que no sería nadie, que llegaba a ser la última de una manada en que ascender sería una verdadera prueba a su voluntad. Y, aunque la parte fiel a Jîldael lamentaba lo que vendría, todo el resto de sí mismo se regocijó con la presencia de Camila.

Estaba en plena reunión con los Patri Alfa. Rumores terribles predecían un destino aciago para el Noir y su discípula, pero, si se tomaban las medidas necesarias, serían los enemigos quienes se revolcaran en el fango; trazaba Charles los últimos detalles de su estratagema cuando uno de los lobos más jóvenes entró en la cálida cueva (que más bien parecía una excéntrica casa, por el lujo de su interior) para avisarle de la llegada de la extraña. Los Patri lo miraron con gesto esperanzado y dejaron de lado todas sus ocupaciones; con suma elegancia, cada uno de los Altos Maestros tomó su forma animal y acompañó a Charles al exterior, quien mantuvo su forma humana.

Con paso calmo se dirigió al pequeño claro, rodeado de su Manada y se situó frente a Camila, mientras los Patri formaron un pequeño ruedo entre ellos dos; el resto de la numerosa manada se limitó a observar desde las incontables cuevas que el macizo ofrecía.

Habéis vuelto, Camila de París. – le dijo con cierto orgullo en su voz. Se acercó a ella, sin más palabras, y se permitió rascarle la barbilla y recorrerle el lomo; era una hembra de músculos firmes, de patas gruesas y actitud desafiante, muy diferente de la criatura apagada que viera unos días atrás; sonrió, satisfecho y le beso la peluda frente, luego de lo cual clavó su mirada cielo en los felinos ojos – Ahora, que ya sois parte de mi “familia”, debéis saber que hay otra mujer en mi vida a la que me he consagrado en cuerpo y alma; es bueno que lo sepáis, no intentéis competir contra ella, perderíais mucho más que el orgullo, dicho sea todo desde un principio. Por mi parte, no hay más advertencias que ésa. Ahora, os rogaría recuperarais vuestra forma humana para que nos digáis que buscáis entre nosotros. Tal vez, yo ya lo sepa, pero prefiero que seáis vos misma quien plantee el curso que tendrá nuestra relación. – concluyó, pues no había más que decir hasta que entendiera a cabalidad las intenciones de la joven para haberlo buscado y las esperanzas que ella tenía puestas en él.

Sonrió, con un dejo de tristeza, pues su destino finalmente empezaba a cumplirse y con él se anunciaba el retorno cada vez más real del terrible peso de una corona que nunca deseó y de la que no podía escapar más.


***


Última edición por Charlemagne Noir el Lun Ene 20, 2014 10:23 am, editado 2 veces
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Mensaje por Thalie De Rose Miér Ago 21, 2013 5:38 pm

Un viaje de miles de jornadas empieza en el punto
que se encuentra bajo nuestros pies.

Lao- Tsé

Aguardaba con paciencia a que el hombre hiciera acto de presencia en el punto de reunión y por unos instantes creí que ya no tendría la oportunidad real de encontrarme una vez más con quien esperaba fuera mi maestro, pensé que el hecho de haber dudado la ocasión anterior ya no me daba la oportunidad de formar parte de aquella manada. Consideraba emprender el camino de regreso, volver quizás otro día y esperar tener más suerte luego, pero cuando pensaba irme el ruido de pasos y el olor a caninos llegó hasta mi ubicación haciendo que me detuviera y volviera a la posición anterior aguardando.

No debí esperar mucho tiempo para poder ver al hombre venir en mi dirección, rodeado de nuevamente todo un séquito de lobos a su disposición. Una vez que se situaron de una forma bastante ceremoniosa desde mi perspectiva las palabras comenzaron a fluir y ya no existía marcha atrás aunque tampoco era que estuviera buscando la manera de huir de ese sitio. Me mantuve inmóvil escuchando al hombre y notando como con una actitud algo diferente a la anterior se acercaba a mi y me daba algo parecido a una bienvenida y eso fue sumamente agradable, no sabía como describir eso pero sabía que con eso me estaba demostrando que era bienvenida a esa manada.

Sus palabras confirmaron mi manera de ver las cosas, esa era mi bienvenida porque ya no existirían más preguntas, él sabía que mi resolución estaba tomada y que nada cambiaría. Escuche atenta lo de la otra mujer que existía en su vida, aunque mi naturaleza felina siempre acostumbrada a estar sola y no tener competencia se sentiría fuera de sitio, ya me había dicho a mi misma que estaba dispuesta a aceptar lo necesario para que todo aquello funcionara, además nada podría salir tan mal ya era necesario que conociera otros cambiaformas felinos.

Solo hasta que me fue indicado volví a mi forma humana, de esa forma la conversación sería mucho más directa y las palabras alcanzarían a transmitir mucho mejor que solamente mi mirada lo que me llevaba hasta ellos, hasta esa búsqueda cargada de esperanza en que mañana sería un mejor día para todos.
- Primeramente… gracias - incline la cabeza levemente, sin prestar mucha atención a la desnudez de mi cuerpo, para los cambiaformas era algo normal y si no estaba en la ciudad no existía mayor problema - que me acepten es un honor para mi y descuide, no intentare competir contra nadie no se puede ocupar puestos de alguien más solo se debe aspirar a generar lugares propios - guarde silencio, buscado las palabras apropiadas para decir mis propósitos y antes de hablar suspire - estoy buscando un camino que me lleve a encontrar la seguridad que mi alma ha perdido…. tantas cosas me han sucedido que ahora no sé si lo que hago esta realmente bien o solo es una creencia mía… he perdido mucho y no he ganado nada de esas perdidas… - mis ojos se enfocaron en los del hombre - quiero emprender un nuevo viaje, uno que siento que llenara de sentido todo lo que he vivido hasta ahora.

Me quede entonces en silencio, aguardando por una respuesta de su parte…. quizás estaba motivada por las razones incorrectas pero aún así sabía que nuestro encuentro ya estaba destinado a llevarse a cabo.
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Mensaje por Charlemagne Noir Dom Sep 29, 2013 4:55 pm


Me recibes
como al viento la vela.

Te recibo
como el surco a la siembra.

Duérmete sobre mis dolores
si mis dolores no te queman,
amárrate a mis alas
acaso mis alas te llevan,
endereza mis deseos
acaso te lastima su pelea.

Pablo Neruda. Canción del macho y la hembra.



Camila, en efecto, retomó su forma humana, pero no se vistió; se acomodó frente a ellos en la famosa posición “india” y explicó sus motivos para estar allí. En general, para los hijos de Diana, la desnudez no representaba ningún problema moral, dado que sus instintos animales estaban fuertemente ligados a su intelecto humano. No obstante ello, Charles no pudo evitar apreciar la figura femenina frente a él. Era una mujer saludable, que hasta haría muy poco, de seguro se sentía llena de vida y esperanzas hasta que algo, que a él se le escapaba, ocurrió llevándola al límite de su voluntad. Y el “Zorro” decidió que todo lo que deseaba era volver a ver esa vitalidad en los ojos de la joven.

Sólo entonces fue consciente del abrumador silencio; por primera vez, desde que él mismo se convirtiera en Alfa, estaba solo; la Manada lo había dejado afuera. La única explicación posible era la mujer frente a él. No quiso indagar tampoco, en qué grado su destino y el de Camila estaban enlazados, aunque podía intuirlo. Sacudió imperceptiblemente la cabeza y se concentró  en las palabras de la Felina.

Ella le dio las gracias, admitiendo que era un honor ser parte de ellos, revelando que sabía más de lo que decía; al menos, aún no descubría el secreto mejor guardado de Charles, cosa que él agradeció. Todavía no era el momento. Asimismo, se alegró de que Camila comprendiera, al menos por el momento, qué lugar ocupaba dentro de su “familia”; ya más adelante, de seguro las cosas cambiarían a favor de la De Rose. Entonces por fin la parisina dijo lo que él deseaba saber.

Así que a eso se reducía todo.

A encontrarse. A volver a ser ella misma.

¿Podría decirle que cometía un error pidiéndole ayuda a él? Charlemagne nunca había vuelto a encontrarse desde el día terrible en que perdiera a Elisabeth. Una sonrisa irónica le cruzó la faz, mientras sus ojos se enfriaban indiferentes.

Caminaremos juntos, Camila. Os enseñaré lo que sé. Tendrás mi protección. Pero sólo vos podéis rescataros a vos misma, es más, puede que nunca lleguéis a hacerlo del todo. – le dijo, sin rodeos; la verdad ante todo, ése era su lema favorito – Pero, sin importar vuestro destino, cada paso que deis siempre será un paso adelante. Y, un día, seréis tan fuerte, que otros os llamarán Maestra y se inclinarán ante vos. – era una promesa tácita, un juramento en que el Can pondría cuerpo y alma – Venid ahora, comed un poco y dormid; a medianoche haremos una incursión en territorio enemigo; si deseáis venir, será la ocasión perfecta para que sepáis a qué nos dedicamos, además de meditar. – le extendió la mano, con una doble intención. Por una parte, para ayudarla a ponerse de pie. Y, por la otra, como un símbolo de lo que le esperaba, pues había llegado el momento en que Camila supiera a ciencia cierta en qué se estaba metiendo realmente.


***


Perdón T_T:


Última edición por Charlemagne Noir el Lun Ene 20, 2014 10:27 am, editado 2 veces
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Mensaje por Thalie De Rose Jue Oct 03, 2013 9:56 pm

Puede que este sea el último viaje que emprendas,
aunque eso en verdad es mentira,
porque todo es un viaje.

René Rebetez

¿Qué era lo que el hombre pensaba al mirarme? Esa era parte de mi gran duda, si bien me había dicho que volviera si estaba segura de mi decisión aún no estaba completamente segura mi estancia en aquella manada tan peculiar a la que me estaba lanzando a ciegas, solamente guiada por lo que mi corazón dictaba.

No existía sonido alguno, el bosque parecía haberse quedado en calma; expectante a lo que estaba ocurriendo entre nosotros. Ese detalle me daba la sensación de que las cosas estaban bien y que era justamente ahí donde debía estar, hasta ahora todo lo que hacía estaba bien.
Existieron momentos en los que pensé por las expresiones del hombre que mis razones no eran las adecuadas para formar parte de aquella manada y que termina estando sola nuevamente, buscando la forma de vivir día a día sin conseguir encontrarme de nuevo. Si bien mi expresión o mis movimientos no lo demostraba, comenzaba a ponerme nerviosa su silencio.

La voz del hombre me saco entonces de las dudas, estaba dispuesto a que caminara a su lado y al parecer la manada entera lo estaba así que no pude evitar más que sonreír ante esas palabras. Si bien no era del todo lo que esperaba el que dijera que solo yo sería capaz de salvarme, sabia que sus palabras tenían toda la razón; si no podía salvarme a mi misma no podía dejar esa responsabilidad en otros, quizás los demás fueran una parte importante que me ayudaría algo a avanzar y salir de ese foso en el que me sentía sin salida pero no era responsabilidad de ellos sacarme de él. Yo con mis propias manos y habilidades debía encontrar la manera de seguir viva, de decir que ahí estaba para todo lo que pudiera acercarse a mi en esos momentos.

Conocía de que era capaz, pues de no saberlo jamás hubiese estado en la alianza o acompañado a mi amiga en aquel viaje que jamás llego a concluir, pero era el momento justo para que me recordara a mi misma quien era realmente.
Una risita escapo de mis labios; yo no esperaba que nadie me llamara maestra y a decir verdad no era algo a lo que yo aspirara.
No creo importante el que otros me llamen maestra, solo espero como usted lo menciona ahora ser capaz de rescatarme o al menos lo más posible, todo lo demás será una ganancia que estaré contenta de recibir – la mano aun firme de ese que sería a quien acompañaría se extendió frente a mi y no dude ni un segundo en aceptarla para ponerme de pie y avanzar a su lado – Claro que iré, para eso es para lo que he venido hasta este lugar. Si usted va, yo iré. – y de esa manera comenzaba un nuevo camino, uno que tenía un destino incierto pero que a pesar de eso sabía que era el destino al cual debía de llegar.
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Mensaje por Charlemagne Noir Mar Oct 29, 2013 1:10 pm


Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!

Nicanor Parra. Carta a una desconocida.



La observó a través de los ojos del hombre que todavía era (su parte animal estaba retraída en lo más hondo de sí mismo; pero de haber estado allí, seguramente también habría disfrutado de la imagen que la fémina ofrecía). Era, sin duda una mujer muy hermosa; pese a sus cuarenta años vividos, todavía era una cachorra y la expresión de su mirada se condecía con la de una chiquilla de 20 años, que parecía demasiado asustada de vivir. O tal vez, demasiado atormentada.

También la oyó con suma atención.  Sus palabras revelaban sutilmente lo mucho que había sufrido; que, por una parte, estaba terriblemente herida; por otra parte, tenía miedo de fallar, de volver a cometer errores pasados. Y suspiró, cansado; veía cómo ella se acercaba al mismo terrible camino del que él mismo tanto tiempo estuvo prisionero. Era necesario, aunque no pudiera explicarse por qué, salvar a la felina de semejante destino.

Es importante que tengáis un propósito en la vida, Camila; uno más grande, más noble, más poderoso que el solo instinto de supervivencia. De lo contrario, nadie, ni yo mismo, podrá salvaros. – la miró fijamente, para que sopesara seriamente la gravedad de sus palabras – Ahora, id a comer y a dormir. Nos espera una larga noche.

***

La luna brillaba intensa en el firmamento, mientras sus aliados aseguraban el perímetro alrededor del museo de Louvre. Varios informes sostenían que la Inquisición buscaba datos en algunos trabajos de Da Vinci que se guardaban en el célebre museo francés. Los espías aseguraban que el afamado humanista italiano había dado con secretos clave de los hijos de Diana que ni siquiera ellos conocían. Era preciso recuperar esos documentos antes de que el brazo armado de la Iglesia pudiera usarlo en contra de los Sobrenaturales.

Charles era el líder de la expedición y, como tal, había preparado con lujo de detalles la invasión al museo; de acuerdo a sus planes, Camila sería su mano derecha. Esperaba que la felina no se arrepintiera. La miró fijamente cuando uno de sus aliados hizo la seña acordada, indicando que ya podían entrar al edificio.

Confío en vos. – le dijo con total seguridad – Vos, ¿confiáis en mí? – preguntó antes de saltar por la rendija que habían abierto en el techo.

La necesitaba, empezaba a darse cuenta de lo mucho que la necesitaba; y necesitaba que ella también lo comprendiera.


***


Última edición por Charlemagne Noir el Lun Ene 20, 2014 10:32 am, editado 2 veces
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Mensaje por Thalie De Rose Miér Oct 30, 2013 7:03 pm

Generalmente ganamos la confianza de aquéllos en quienes ponemos la nuestra.
Tito Livio

Que sencillo se escuchaba pero que complicado era encontrar un propósito para vivir, cuando todos los que uno tenía se desvanecían cual humo de un momento a otro sin dar tregua ni oportunidad alguna de decir si quiera adiós. No descartaba la idea de que en un futuro mis ideas cambiaran y no fuera el sencillo hecho de sobrevivir quien me motivara pero por esos momentos, sobrevivir para encontrar un nuevo propósito era lo único a lo que podía aferrarme.

En las manos de quien sería mi guía por la vida de la manada no estaba la posibilidad de salvar mi vida, eso dependía de mi y de las ganas que poseyera para eso, él solo me daría su apoyo y su sabiduría; aprovecharle o dejarle de lado dependía únicamente de mi. No dude ni un segundo de sus palabras pues sonaban firmes y sus ojos me decían que había visto suficiente de la vida como para saber que lo que decía no era solamente para asesinar al silencio, si no porque él había visto con sus propios ojos la manera en la que otros habían fracasado terriblemente en el intento de continuar viviendo.
Entiendo – fue lo único que dije antes de buscar en aquel lugar comida y un sitio en el cual descansar, desde ese momento en adelante aquellos lugares serían de los más visitados por mi.

--------

Había sido despertada solo para recibir las indicaciones de la misión a la que nos enfrentaríamos, inevitablemente recorde la manera en la que había entrado una ocasión a un lugar custodiado por la inquisición en busca de documentos, así que confíaba en que en el museo nos iría mejor que esa ocasión.
Sin cuestionar las ordenes, escuchando atenta y vigilante había seguido a Charles hasta el museo de Louvre; donde permanecía a su lado, esperando que diera la indicación para que ingresáramos en aquel lugar a recuperar aquellos documentos que al parecer el pintor Da Vinci había abandonado, con sabiduría de nuestra raza.

De no hacerlo, no estaría aquí aguardando ordenes – respondí firme y segura de lo que estaba haciendo y sin más le seguí cuando salto por la rendija – estamos juntos en esto, no me lo dijiste antes de que decidiera venir, somos una manada y siempre estaremos juntos pase lo que pase – miraba de un lado a otro, aguardando por las siguientes indicaciones. Charles solo necesitaba mostrar la dirección e iría a ciegas al lugar que me indicara.
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Mensaje por Charlemagne Noir Miér Nov 20, 2013 12:05 am


Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.

Jaime Torres Bodet. Civilización.


Habían ingresado limpiamente por una de las tantas rendijas de ventilación del museo; deslizarse por los pasillos hacia los obscuros subterráneos fue para ellos un simple juego; los pocos guardias que transitaban por el lugar apenas si se dieron cuenta de que invasores violaban la seguridad del recinto.

Ya en los pisos inferiores, el grupo se dispersó en duetos, de tal modo que la felina quedó a cargo de Charles; ambos tenían la misión de revisar la sección de manuscritos, que no estaba abierta al público y que se encontraba en la parte más oculta y tenebrosa de todo el edificio. La única forma de ingresar allí era por el sistema de ventilación, a través del cual sólo cabía alguien del tamaño de un gato. Sería la prueba de fuego para Camila; de su comportamiento en esta ocasión dependería todo lo que podría venir después.

Bien, querida niña. Estáis a punto de descubrir que no vinisteis solo a mirarme trabajar. – le advirtió el Cambiaformas con absoluta seriedad – Los documentos que nos toca rescatar están al otro lado de esta puerta de metal que, como ya pudimos comprobar, es invulnerable. Así que, sabiendo que debemos entrar, ¿qué solución proponéis vos?

La chica miró atentamente la puerta y, obviamente, comprobó por sus propios medios que no podía abrirse sola. Convencida de ello, retrocedió unos cuantos pasos y miró el pasillo en todo su conjunto; luego, deslizó sus dedos por la pared e hizo algunos extraños cálculos (o eso le parecía a él que sólo la observaba moverse); al cabo de unos veinte minutos devolvió su atención al “Zorro”:

La única forma de entrar es la ventila. – concluyó la joven, rápidamente, y el Noir sintió verdadero orgullo de su innata inteligencia – La alternativa es simple. Me convierto en gata y tú me ayudas a llegar a la rendija de entrada. – dijo la felina, sin rastro de temor en su voz – Mi única duda es... ¿cómo se supone que abriré la puerta cuando esté del otro lado?

Él sonrió con aire de superioridad, al tiempo que alzaba una ceja en actitud irónica, luego de lo cual extrajo una cajita desde el interior de su chaqueta y se la extendió a la joven:

La llave está ahí adentro, “Rosa”; pero no sé en qué condiciones esté la puerta; procurad tener cuidado; antes de todo, aseguraos que podéis salir sola, en caso de que nuestra misión fracase; si os quedáis encerrada dentro, nadie podrá salvaros y moriréis de hambre. Tened eso muy claro. – hizo una pausa para que ella reflexionara muy gravemente sobre lo que él le estaba diciendo – Cuando queráis, mi lady. – agregó él, al tiempo que se reclinaba en una pared.

Sabía que Camila no le fallaría; sólo esperaba que los documentos que buscaban valieran el enorme riesgo que estaban corriendo.


***


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Mensaje por Thalie De Rose Dom Dic 01, 2013 6:27 pm

Todo el orgullo de un maestro son los alumnos, la germinación de las semillas sembradas.
Dmitri Mendeléyev

La verdad es que la misión no era demasiado complicada para mi forma de ver, lo hice una vez para la alianza al lado de algunos compañeros y creía ser capaz de hacerlo nuevamente por los míos. El único problema radicaba en lo que Charles me decía al final, a modo de que reflexionara seriamente lo que estaba por hacer pero dudaba seriamente en quedarme atrapada y morir en aquel lugar por lo que termine aceptando.
Bueno, debemos darnos prisa… – tome en mis manos la pequeña caja que contenía la llave y la abrí antes de dejarla en el suelo, pues cargar la cajita hasta el interior me parecía más perdida de tiempo que en realidad algo importante. Mire a Charles y le sonreí – Nos vemos del otro lado entonces – y fue lo ultimo que le dije antes de que mi figura humana comenzara a desvanecerse para darle paso a mi forma felina.

Sin perder mucho tiempo tome la llave en lo que ahora era mi hocico y saltando por Charles fue que llegue hasta la ventila la cual me dirigió con un nuevo salto al suelo de una siguiente sala o más que una sala parecía un enorme sitio repleto de papeles; lo divicil al parecer no sería salir de aquel lugar sino encontrar que era lo que estábamos buscando en el tiempo justo antes de que alguien descubriese a los intrusos en aquel lugar y llamaran a algún inquisidor a cersiorarse de que no fueran sobre naturales los que nos encontrábamos dentro.
Dentro estaba un tanto oscuro para mi gusto, pero gracias a mi forma animal es que pude encontrar fácilmente la puerta detrás de la cual me esperaba aquel maestro mío.

Me acerque entonces a la puerta y cambie a mi forma humana para poder buscar la entrada de la llave que llevaba conmigo, esperando que pudiera abrirse. La llave entro lentamente y con algo de dificultad en la cerradura; al final, cuando ya estaba completamente dentro tome aire y mire la puerta pues aquel era el momento de la verdad.
Todo estada bien…– susurre para mi misma mientras que de un solo movimiento gire la llave y el “click” que se escucho provoco que sonriera de par en par, hasta que suavemente abrí la puerta para ver a Charles del otro lado – La llave era la indicada – le sonreí y camine entonces para tomar las ropas que permanecían en el suelo, no podíamos dejarlas después de todo en aquel lugar.

Tape de una manera algo torpe la desnudez de mi cuerpo, aunque más que taparlo era solo para no dejar la ropa ahí.
Son demasiados papeles, ¿Cómo encontraremos los que venimos a buscar? – pregunte al estar finalmente al lado del zorro – O es que sabes exactamente cuales son – fuera cual fuera la respuesta me quedaría ahí hasta que encontráramos lo que buscábamos.
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Mensaje por Charlemagne Noir Vie Ene 03, 2014 9:38 am


He luchado contra el alba.
El alba me ha repelido
y en ella me he dormido.

Josep Palau i Fabre. Nocturno.




Camila le dirigió una mirada de autosuficiencia al “Zorro”, como si le enrostrara que no la conociera realmente, luego de lo cual, le impelió a no perder más tiempo; había que resolverlo pronto y la joven parecía ansiosa de demostrar todas sus capacidades.

Nos vemos del otro lado entonces. – musitó risueña, luego de lo cual mutó a su forma felina más frágil de toda: una pequeña gatita.

Charles la miró con ternura y contuvo apenas el impulso de tomarla entre sus brazos, dándole así el espacio para trabajar tranquila. La felina tomó en su hocico y, de un salto, se apoyó en su hombro para, luego de ronronearle al oído suavemente, llegar hasta el pequeño túnel de ventilación y perderse dentro de él.

El Cambiaformas cerró sus ojos e intentó agudizar sus otros sentidos; a momentos, le parecía que casi podía verla a través de las paredes; a momentos, los nervios le traicionaban y sentía el impulso terrible de transformarse y partir tras ella. Se rió de sí mismo; sabía que se estaba comportando como un crío y que era ya impropio de su edad tener ese tipo de tribulaciones. Acostumbrado como estaba a dominar sus nervios, inhaló profundamente tres veces y adoptó la postura de defensa largamente conocida, esperando que su aliada lograse su primer objetivo.

Unos minutos después, no estuvo seguro, sintió la suave vibración de la pesada puerta que lo separaba de su compañera; durante unos instantes, no ocurrió nada y una especie de hielo le recorrió la espalda, mas no tuvo tiempo de ceder al pánico pues ya Camila aparecía del otro lado, exhibiendo su perfecta desnudez como si estuviera en su cuarto personal y no en un antiguo y lujoso museo. Pese a todo, soltó un evidente suspiro de alivio; la actitud de triunfo de la chica era evidente en sus palabras y en sus movimientos juveniles y tranquilos. Ella tomó su ropa, miró en rededor y exhaló preocupada:

Son demasiados papeles, ¿Cómo encontraremos los que venimos a buscar?... – empezaba a consultar la “Rosa”, pero el “Zorro” ya no tenía tiempo para ella, pues sus ojos ya habían hecho contacto con la vetusta sala, protectora de tantos y tan antiguos tesoros, que le parecía un crimen tener que robarse los documentos del pintor italiano. Allí se encontraba un patrimonio invaluable para toda la humanidad, y, sin embargo, él...

Sacudió la cabeza con pesar e ingresó en el recinto, sagrado del todo para él. Observó las incontables hileras de estanterías, los baúles amontonados, las cajas sin etiquetar y el sinfín de obras de arte desperdigadas por la sala cuyas dimensiones ambos apenas si alcanzaban a dimensionar. Charles no perdió más tiempo admirando el lugar; rápidamente, contó tres hileras de estantes a su izquierda, dio con una vieja escultura a medio derruir de Miguel Ángel, detrás de la cual un cofrecito de estaño parecía apuntar a una simple alforja de cáñamo.

Tanto tiempo, querida. – le dijo el Cambiaformas, como si la alforja le fuera a responder; también cogió el pequeño cofrecito y dio una última mirada al lugar – Aquí ya no tenemos nada que hacer, Camila. Observad bien cómo llegar a la ventila, luego, cerrad...

Estaba a mitad de las instrucciones cuando, sin el menor aviso, un inquisidor aparecía ante ellos y le apuntaba al “Zorro” con una temible ballesta.

Rendíos, “bestias”, no tenéis nada que hacer. – los impelió el solitario cazador, pero Charles no le dio chance; rápido como era, le quitó la llave a Camila, le tiró la alforja para que la joven se la echara al hombro y él se acomodó el pesado cofre, luego de lo cual, tomó a la chica de la mano y emprendió la huida, no sin antes tener la providencia de arrojar unas bombas de humo artesanales que les darían breve ventaja.

Esperaba que el enemigo fuera un mozuelo inexperto en busca de gloria fácil; de lo contrario, estaban perdidos... Alguien los había traicionado, eso era un hecho, pero, ¿quién y por qué?


***


Última edición por Charlemagne Noir el Dom Mar 23, 2014 2:29 am, editado 3 veces
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Mensaje por Thalie De Rose Miér Ene 08, 2014 9:32 pm

En un mundo de fugitivos el que transita el justo camino, parece huir.
John Milton

Charles no pareció escuchar mi pregunta, estaba sumido en lo que era la misión del momento, más bien su misión del momento así que aproveche esos momentos para acomodar el vestido que estaba mal puesto sobre mi cuerpo. De esa manera no le estorbaría en su búsqueda y podría lucir nuevamente decente para poder salir de aquel enorme museo en el que nos encontrábamos.

Escuche la voz del “Zorro” y le mire con una sonrisa, terminando finalmente de acomodar mi vestido. Era bastante peculiar verlo cuando se perdía en sus propios asuntos, no parecía existir nadie y como lo estaba viendo en esos momentos hablaba con solemnidad a las cosas que le parecían sumamente valiosas. Estaba tan enfocada en él y en las nuevas instrucciones que estaba comenzando a darme que no me di cuenta de lo que estaba pasando; ambos nos habíamos distraído y eso podía costarnos la libertad y peor aún la vida si es que seguíamos actuando de manera tan inapropiada frente al inquisidor que amenazante apareció.

Mi mirada fue primero a Charles, esperaba alguna indicación algo en su forma de moverse que me indicara como era que debíamos proceder. A mi forma de ver las cosas hubiese actuado de otra manera, quizás un tanto imprudente porque me molestaba la palabra “bestias”. Sin embargo, ahí estaba el “Zorro” y debía actuar según la manera en la que él lo indicara si es que queríamos salir con bien.

En rápidos movimientos en los que no supe exactamente que era lo que estaba sucediendo fue que salimos corriendo de aquel lugar. Escuchaba los gritos del inquisidor detrás de nosotros pero para nosotros solo existía una opción de que las cosas salieran bien y era escapar. Debíamos sacar aquello del museo para que la manada estuviera a salvo y para que otros cambiaformas también lo estuvieran.

¿Y ahora? – pregunte al tiempo que seguía sus pasos y detrás de nosotros se escuchaban los del inquisidor aquel pero como respuesta solo obtenía más pasos. No estaba segura del por qué nos habían descubierto; según lo que sabía de aquella misión esa parte del museo no tenía vigilancia hasta  tiempo después, la única opción era la traición. Al parecer alguien quería deshacerse de Charles pero eso era algo que no iba a permitir. Pasamos por un cuarto que yo fui capaz de reconocer y entonces tire de la mano del “Zorro” – por aquí – susurre esperando a escuchar como los pasos del inquisidor se iban de largo del lugar en donde nos encontrábamos en ese preciso momento – no podemos ir por el lugar que venimos… menos si consideramos que quizás exista un traidor y… – le mire firme – yo ya he estado otras veces en este museo, creo que sé de otra forma de salir – esperaba que confiara en mi, que supiera que yo no sería capaz de traicionarle y que haría todo lo posible porque saliéramos de aquel lugar.

Recordaba el museo de una vez que había ido de manera aburrida a conocerlo debidamente. Sabía bastante de los lugares porque Larisa me había guiado por varios sitios mostrando pinturas que le gustaban. Pensé en ella unos momentos, según lo que sabía había regresado a su hogar pero aún así parte de mis travesías con ella quizás no sacarían de aquel lugar.
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Mensaje por Charlemagne Noir Vie Ene 17, 2014 5:01 pm


En una noche pavorosa, inquieto
releía un vetusto mamotreto
cuando creí escuchar
un extraño ruido, de repente
como si alguien tocase suavemente
a mi puerta: «Visita impertinente
es, dije y nada más

Edgar Allan Poe. El cuervo.
(Versión de Carlos Arturo Torres)


¿Y ahora?. – preguntó la joven, con cierta impetuosa impaciencia, pero Charles la ignoró; había delatado prontamente su juventud, lo que les podría llevar a la perdición si él se dejaba tentar con los arrebatos de Camila.

En efecto, la chica no toleró mucho tiempo correr a espaldas suyas, muy pronto decidió la fémina tomar el asunto entre sus manos; cogió al “Zorro” de la diestra y lo jaló por un cuarto que los dejó repentinamente fuera de la vista de su perseguidor. La De Rose parecía conocer bastante bien el museo, pues la decisión había sido tomada sobre la marcha. Entonces, la duda lo acicateó.
“¿Y si fuera ella?”, pensó con temor creciente; apenas la conocía, pero todo en él le decía que podía confiar en la parisina. ¿Y si estaba equivocado? ¿Y si ella hubiera sido una actriz tan consumada que toda la Manada hubiera caído en sus engaños? El cuarto era obscuro, pero él todavía podía distinguir la elegante silueta femenina; sin embargo, era ella quien le llevaba toda la ventaja; con sus habilidades felinas, obviamente Camila jamás lo perdería de vista; quiso poner distancia entre ambos, pero ella apenas le dio tiempo.

No podemos ir por el lugar que vinimos… menos si consideramos que quizás exista un traidor... – dijo la Felina.

Sólo entonces comprendió Charlemagne que la "Rosa" llevaba mucho rato hablando y que él apenas había tomado en cuenta algunas palabras sueltas que buscaban granjearse su confianza; confirmaba ya la hembra que conocía ese museo desde antes, lo cual aumentó las dudas del Mayordomo, quien se soltó presuroso de su tacto.

En efecto, alguien nos traicionó. – puntualizó Charles, mirándola fijamente – ¿Por qué no mencionasteis que ya habíais estado aquí? ¿No se os ocurrió que podía ser una información de importancia? – sintió como su espinazo se estremecía y a duras penas contuvo el impulso de transformarse en el temible Lobo que sólo aparecía cuando la ira le ganaba a su cordura.

Camila intentó balbucear una respuesta, pero Charles no le dio oportunidad; de dos pasos, la cogía por el cuello y se disponía a aplastarla contra la pared cuando, de pronto, una de las paredes se rompía aparatosamente; pese a que estaba furioso con Camila, no dudó en soltarla y cubrirla con su cuerpo, pues –pese a todo– siempre había sido más fuerte en él su afán protector. Una silueta se recortaba ante ellos, la que sin tardanza encendió las luces del cuarto, dejando a la vista a uno de los Maestres Delta, subordinado directo de Charles.

Las mujeres siempre han sido vuestra debilidad, ¿verdad, Alpha? – su tono de voz rancia delataba claramente su afán de gloria – Camila, preciosa… – sonrió satisfecho Gustave – Habéis hecho un excelente trabajo, trayéndolo hasta aquí, guapa. La Inquisición pagará estupendamente por vuestros servicios, Felina. – le guiñó un ojo, cómplice – En cuanto a vos, anciano… no quiero ni imaginar lo que tengan preparado para vuestra merced, pero de seguro, será algo que os hará suplicar la muerte. Y yo, que por fin me libraré de vuestra maldita sombra, estaré en primera fila testificando todas las atrocidades que sé que habéis cometido tan impunemente durante todos estos años.

La moral de Charles rápidamente se vino abajo, pues durante unos segundos había creído que recibía refuerzos; nunca jamás se le habría ocurrido, ni por asomo, que el subalterno a su cargo estuviera aliado con Camila para entregarlo al brazo armado de la Iglesia. No obstante las ponzoñosas palabras del Lican, el Noir decidió no dejar a la mujer allí. Para desgracia de Gustave, Charles había sido traicionado demasiadas veces, así que ya sabía cómo salir de semejante apuro sin el menor retraso. Sin dilación, tomó un paquetito de su bolsillo interior y lo arrojó directo a la cara del revelado enemigo, a cuyo contacto con la piel el envoltorio se deshizo y dio paso a un terrible ácido que si no mataba al Delta, le dejaría con graves cicatrices de por vida. Al mismo tiempo, era su turno de tomar a Camila de la mano para salir prontamente de la tóxica habitación. No se detuvo hasta que estuvo a varios estadios de distancia; había guiado a su compañera por una serie de túneles y vueltas en círculos con el propósito único de confundirla para que nunca más diera con el cuarto cuyos tesoros ahora pretendía proteger de la criatura a su diestra. La empujó sin miramientos contra la pared más cercana, pero no volvió a cargar sobre ella, sino que más bien, mantuvo prudente distancia entre ambos:

Vos y yo hablaremos después... – la amenazó – Por ahora, continuáis bajo mi tutela. Dadas las circunstancias, seguiremos MI plan de ruta de escape. Podéis tomarlo y venir conmigo o rechazarlo y marcharos por vuestra cuenta. – replicó, sin dar paso a discusión alguna – Una cosa más, Felina: si descubro que estáis aliada con él… Os perseguiré por lo que me reste de vida y os haré pagar caramente la traición de hoy. Pero… – la tomó de la cintura y la acercó a él – si sois inocente, tendréis mi lealtad incluso después de muerto. – dicho lo cual, le dio la espalda y emprendió la huida.

No daría, ni por asomo, la oportunidad a sus enemigos de torturarlo. Antes, prefería morir.


***


Última edición por Charlemagne Noir el Dom Mar 23, 2014 2:32 am, editado 1 vez
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Mensaje por Thalie De Rose Dom Ene 26, 2014 6:25 pm

Si te quejas de que te traiciono, búscame enemigos a los que pueda odiar.
Pierre Corneille

Por mi mente solo corría la idea de que debíamos salir de aquel lugar por cualquier costo. No importaba por donde fuera y lo que debiéramos hacer, era de vital importancia que saliéramos de ese lugar. Sin saber quien nos había traicionado, no podíamos confiar en nada más que en nosotros mismos o al menos eso era lo que yo estaba creyendo pero al parecer era la única de los dos que pensaba de esa manera tan ingenua.
No creí que fuera necesario mencionarlo…– si era de vital importancia que dijera que conocía el museo, o al menos las partes por las que toda la gente solía andar, no los lugares a los que me había guiado el “Zorro”. Por eso cuando me tomo del cuello y quede contra la pared fue que todo cambio.

No era necesario que me lo dijera para saber que estaba creyendo que yo le había traicionado. Nunca en mi vida había estado dispuesta a ayudar a la inquisición a obtener uno de los nuestros y después de la muerte de Maryeva estaba menos que nunca dispuesta a ayudarles; ellos me habían quitado a mi amiga y estar de su lado era una traición no solo a mis principios sino a mi amiga de igual manera.

Antes de que pudiese decir cualquier cosa, una de las paredes estallo y el hombre que aparecía frente a nosotros era un completo desconocido solo que para mi desfortuna yo no era una completa desconocida para él. Ese sujeto me llamaba por mi nombre y me decía… ¿Que había hecho un excelente trabajo?
Solo unas palabras más de parte de aquel hombre confirmaron los que eran mis mayores temores; me hacían ver como una traidora y solo pude negar.
Yo no te conozco… no se quien eres y… – mire a Charles – No le conozco… – aquello era un muy mal juego en el que yo no estaba dispuesta a entrar pero confiaba en mi inocencia y en que todo saldría a la luz tarde o temprano, aunque más valía que fuera temprano antes de que el “Zorro” decidiera que era su enemiga.

Estaba por hablar más cuando termine siendo jalada por el “Zorro” mientras algo se hacía cargo de aquel hombre desconocido para mi y simplemente le seguí aunque dentro de mi sabía que las cosas no estarían tan bien entre nosotros hasta que no demostrara ante él mi inocencia.

No pude replicar nada ante las amenazas de Charles, no porque tuviese miedo sino porque dejaba que él dijera lo que pensara en esos instantes y mientras se alejaba de mi suspire. Era una completa ridiculez buscar una ruta de escape por mi cuenta que solo me haría ver como la culpable que no era y por eso le seguí a paso veloz hasta que le di alcance.
Me había contenido por un buen tiempo y ahora, no permitiría que aquello continuara.
No conozco a aquel hombre, nunca estaría de parte de la inquisición y si conozco el museo es gracias a una amiga que ahora esta en Rusia – camine a su lado y le mire con indignación – Cuando descubra mi inocencia entonces espero de verdad la lealtad que promete, que no estoy para esta clase de amenazas cuando lo único que he buscado es ayudar – y sin más que añadir continúe sus pasos por la ruta de escape – ¿A dónde se supone que iremos ahora? – pregunte sin estar realmente segura de si recibiría una respuesta o tendría que seguirle completamente a ciegas, dando mi confianza a él.
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Mensaje por Charlemagne Noir Lun Feb 17, 2014 12:00 pm


Yo no sé qué esperamos los unos de los otros,
ni la razón para tener a mi mano como un fiel aliado.

Nada puedo esperar de una mano
capaz de señalar al justo y al perverso
o escribir poemas en las habitaciones
de un verano impregnado de vino y sal y sangre.

Félix de Azúa. Yo no sé qué esperamos los unos de los otros...


Mientras corrían por sus vidas, Charles no dejaba de repetir la escena del cuarto en su cabeza, mientras los túneles y las escaleras desaparecían bajo la memoria de sus pies que, autómatas, lo llevaban hacia la poco conocida y muy segura ruta de las cloacas parisinas.

Yo no te conozco… no sé quien eres y… – el “Zorro” todavía recordaba su mirada suplicante, como si le gritara que creyera en ella, que Camila tenía razones muy fundadas y no dichas para odiar a la Inquisición quizás todavía más que él mismo.

El olor de las alcantarillas que corrían bajo la dormida ciudad, era apenas un eco que, de vez en vez, les incordiaba el olfato, como una idea más que un olor concreto, pero que de todos modos le impedía concentrarse en lo importante. No obstante, su férreo entrenamiento no le dejó desviarse de lo importante. Pese a que la ruta era sólo conocida por su Manada, el que Gustave los hubiera traicionado destruía cualquier rastro de confianza en sus conocimientos previos; debía mantenerse alerta; al final del camino bien podría haber una horda de enemigos lo mismo que las cuantiosas heces que flotaban bajo la elegante ciudad. Volvió sobre Camila y lo que debería hacer con ella en cuanto se reuniera con los Patri Alfa. ¿Sería posible que lo hubieran engañado tan bien? ¿A él y a los más antiguos Maestres de su orden? ¿Que todos ellos hubieran caído en las tretas de una cachorra? Su lógica centenaria, su conocimiento arcaico le decía que eso era imposible… Además, la “Rosa” le había dado explicaciones contundentes sobre su conocimiento del Museo y ya había sido probada por la Manada. ¿Por qué, entonces, si todo la declaraba inocente, él no podía confiar en ella?

Porque había confiado antes, y lo habían traicionado vilmente. Había confiado ciegamente en la única persona que se suponía que jamás le daría la espalda, sangre de su sangre… Y ella, pasando por sobre todos los lazos que los unirían indeleblemente por toda la eternidad, no tuvo el menor reparo en venderlo a sus enemigos, como una costosa piel.

Se había vengado por supuesto. Su madre nunca contó con que él sobreviviera, pero Charles lo hizo y su vida fue la primera de incontables alientos que apagó con la ferocidad del Lobo Blanco al que aprendió a someter muchos años después. Aprendió en ese siglo de vida, qué olores revelaban la traición; cuáles delataban la verdad, o el miedo… incluso aprendió a oler el amor… Y jamás olvidó cómo olía la mentira; su madre le enseñó lo más importante y, aunque él mismo la había matado, siempre le agradeció esa terrible decepción. Allí radicaba el éxito de su larga vida, todavía en pleno uso de sus fuerzas y con la longevidad sonriéndole a su favor.

Por eso dudaba de la Felina que corría tras él. Cuando llegaron a los ríos que eran las aguas servidas de París, no dudó en tomar a la mujer de un brazo para hundirla junto con él en el asqueroso desagüe que, pese al asco que pudieran sentir, borraría cualquier rastro de sus olores y despistaría hasta al más avezado Inquisidor.

Mientras avanzaban duramente, para escapar de sus captores, Charles tomó una decisión definitiva. No abandonaría a Camila; la había adoptado como aprendiz y ahora debía cargar con las consecuencias de su decisión. Ambos deberían hacerlo; él la entregaría al Consejo de Ancianos; y Camila debería responder al Juicio si todavía quería ser parte de la Manada del “Zorro”. Si era inocente como afirmaba, aceptaría la terrible prueba impuesta. Si era culpable, se marcharía… Y entonces él la perseguiría día y noche… Y antes o después cobraría su venganza.

Se lo dijo todo cuando salieron de las alcantarillas a campo traviesa. Ahora, Camila debía elegir si seguir con él o irse definitivamente.

Y, por primera vez en un siglo, su corazón sufrió y deseó que ella se quedara, pese a todo. Deseó que ella fuera inocente. Deseó poder creerle a ciegas, como alguna vez creyó en su madre, como sólo podía creerle a Jîldael.

Pero ahora, ya no dependía de él. Era Camila quien debía decidir.

Y la noche los cubrió con su manto. Y el silencio se hizo entre ellos.


***


Última edición por Charlemagne Noir el Dom Mar 23, 2014 2:34 am, editado 1 vez
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