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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Calcabrina Miér Nov 20, 2013 9:13 pm

“Ser designado es cosa del destino, no importa a quien ni por qué. Uno debe cumplir las expectativas, hacer siempre, más de lo que esperan de ti” 
Eran las ocho en punto de la noche, acababa de dejar la mitad de un gran proyecto a la deriva, todo porque me habían movido de misión. Ya no tenía que crear un dispositivo que paralizara a los lycanes en medio de la luna llena. Algo que estaba especialmente destinado a usarse en la iglesia, para poder experimentar con los seres que teníamos atrapado en los calabozos. La idea era poder ver como quedaba su sangre en la convergencia. Eso me había entusiasmado, debería ser realmente increíble poder ver aquello y quizá por medio de hechicerías intentar separar aquellas partículas. Y quizá junto a muchos médicos, lograr una imposible trasferencia de sangre, pudiendo volver a un licántropo a su forma humana por siempre. Todos sabíamos que eso era imposible de hacer, pero nuestras esperanzas no estaban acabadas. Aunque ahora que me habían movido completamente de categoría estaba realmente decepcionado. Tenía que hacer de cuidador de una vampiresa de la inquisición. Una mujer de unos 60 años según me habían dicho. Ya había preguntado por qué rayos no habían mandado a un soldado y fue una contestación rápida y más que certera.

Estábamos en medio de una gran misión, los soldados necesitaban estar abasto completamente y no podían poner a uno de ellos a cuidar a una condenada. Claro estaba que tenían mucha más confianza en mí, ya que había pasado toda mi vida en la iglesia, junto con mi padre y los demás cardenales. Eso era, sin duda alguna, algo muy positivo en mi relación con lo que era la iglesia. Ellos me trataban como un humano más. — ¿Por cuánto tiempo tengo que hacer esto? — Me pregunté mientras caminaba hacía el piso de los espías, con una tarjeta que me daba el permiso especial para poder pasar a ese lugar. Sin duda alguna la iglesia sabía muy bien cómo mantenernos apartados unos de otros, para evitar levantamientos por cualquier cosa. Eso era detestable, desde siempre había aborrecido los manejos de la institución, pero era mejor estar de este lado, ya que del otro estaba seguro de que era peor.
Empecé a caminar por aquel hermoso recinto, el pasillo estaba adornado por estatuas de santos y bordado a los alrededores por oro. Cada una de las esquinas era una estaca en el corazón de la biblia. La cual decía perfectamente que lo que era la “iglesia” debía ser una simple capilla, sin ningún crucifijo o cualquier cosa que representara a Dios o a sus santos. Porque todo debía salir de nuestra mente, corazón y alma. Así es como debería haber sido siempre. Pero no, el poder y la codicia del hombre había hecho de este lugar un simple reclutamiento para el oro y las riquezas.

Suspiré y me agarré el cuello, mirando hacia la alfombra, la cual tenía pequeños hilos de oro bordado, algo que me hizo girar los otros nuevamente. La hipocresía se sentía en el aire. Me paré frente a uno de los guardias y le mostré mi tarjeta. — Busco a la condenada Uriel Kattagary, tengo entendido que debería encontrarse aquí ahora mismo. Tengo las órdenes de estar acompañándola durante las próximas semanas. ¿Me podríais llevar con ella? — Dije con la voz suave, tranquila y demasiado pacífica. A lo que el guardia contesto con la misma devolución de amabilidad y me llevó por los alrededores. Allí había todo tipo de cosas. Mapas con círculos por todos lados, papeles clavados en las paredes, tablones de ajedrez, podía imaginar que los de ese sector estaban especializados en la investigación de reuniones o lugares donde las diferentes razas se juntaban. Básicamente ellos eran quien los proveía de los seres sobrenaturales que teníamos en el cuarto secreto. Del cual pocos teníamos idea de que existía. Por nuestra parte, lo utilizábamos para nuevas armas. El simple hecho de que un humano se inyecte sangre vampírica lo hacía mucho más resistente por al menos unas dos horas.

— Merci, seguiré solo, ella está allí dentro, ¿no? — Hice una pequeña reverencia y con cuidado me metí dentro de una habitación que tenía la puerta entre abierta y allí la busqué, debería ser una melena rubia, blanca como todos los vampiros, su aura era imprescindible. Encontrar a uno de los seres que más me molestaba en la iglesia. Un verdadero maldito.  Pero yo bien sabía que ellos no tenían la culpa de ser como eran, muy pocos vampiros habían elegido ser lo que eran y por eso el pensar en matarlos también me hacía sentir algo culpable. Pero no podía pensar en ello, ya que hasta ahora no había encontrado la forma de revertir aquello y de hacerlo, probablemente muchos morirían, porque eran gente que ya había vivido demasiados años. — ¿Uriel Kattagary? Bonjour, mi nombre es Christophe Ruth y me han asignado para acompañarla en las próximas semanas como su compañero de equipo. Será un placer trabajar con vos. — Firmé, buscando la mirada de la vampira, encontrando en ella, la desesperación de un alma en pena.

“Como un marfil hermoso y suave, tu alma se desquita con tu mente, porque sabe que es culpable de pecado.”


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Mensaje por Uriel Kattagary Lun Nov 25, 2013 4:07 pm

"La mirada es el espejo del alma."

Otra noche. Otro despertar… ¿No acabaría nunca esta existencia? Los días se entremezclaban en mi mente. Desde hacía un mes atrás que me habían solicitado hacer el trabajo de espiar en la distancia a un grupo familiar de Licántropos, relevándome de la misión mas importante que traía en esos momentos la Iglesia como cabeza de turco. La guerra declarada contra una nueva unión de sobrenaturales, que tras robar las ordenes originales de la Iglesia, donde se exponían las nuevas órdenes y directrices que ahora debían seguir los inquisidores, nos habían ya invalidado e impedido llevar muchas de las ordenes a cabo. De ahí salía el porqué la Iglesia movilizaba a los soldados de la inquisición y ponía a más de un veintena de espías a trabajar sobre el terreno, entre los que ya no me encontraba yo. Me encontraba confundida, debía de admitirlo, pero tras la última misión en la que nos habían echado sobre  unos pobres niños a los que debíamos matar y que por suerte no pudimos, encontraron que tenía que tomarme un descanso. Y si, para ellos tomarse un descanso era ponerse a rastrear y seguir a una familia de licántropos. Ya me gustaría a ver alguno de ellos tras los caninos, de seguro que ellos no volverían a ver un nuevo día. Sobrevalorando al enemigo, nunca se llegaba a ningún lugar, solo a la oscuridad y benevolencia de la muerte.

Exhalando mi aliento, sin necesitar aquel preciado oxigeno en mi cuerpo, dejé que mis pies me acercaran por inercia al camino que seguía cada noche hacia el complejo de la inquisición donde estábamos los espías. Nuestra torre de control. El bosque pronto dejó de ser un recuerdo, para convertirse en un edificio gigantesco. A simple vista podía parecer no demasiado lujoso, pero por dentro, la apariencia daba un giro al ver el oro de las alfombras, cuadros centenarios y estatuas, algunas bañadas en aquel caro material brillante.

No hacía falta ya tarjeta de ningún tipo, los guardias de la entrada me conocían de hacia años, por lo que con apenas un saludo apenas perceptible por una sonrisa y un asentimiento con la cabeza, me dejaron pasar, no sin antes repasar con sus ojos mi figura, como cada noche. Les ignoré y solo cuando me encontré ya dentro del recinto, dejé que mi rostro reflejara lo que sentía, en una mueca asqueada que por unos segundos desdibujo mi rostro de marfil. Dios me había regalado junto a esta vida inmortal, la seducción poderosa de la que era capaz de proyectar sobre otros. No era que lo necesitara, en verdad solo lo había usado en pocas ocasiones. Pero en las ocasiones en que debía de alimentarme de algún humano, todo y odiar llegar a esos extremos, era sumamente agradable que el humano se encontrara bajo seducción, ya que así le resultaba poco dolorosa la mordida y no creía que fuera demasiado consciente de lo que implicaba el intenso beso que prodigaba a su cuello en muchas ocasiones, en los que los ojos ajenos parecían perderse en los míos.

Dirigiéndome hacia mi habitación, donde tenía todos los mapas, localizaciones y datos de los movimientos de aquella familia, observé todo a mi alrededor, cayendo en la cuenta de que por mas archivos y demás documentos rastreadores que decoraran las paredes, hoy no parecía un día demasiado activo en nuestro grupo.  — ¿Dónde están todos, Stell? —Pregunté al avistar al primer espía de la sección, quien apenas dejó de mirar sus estrategias e informaciones para contestarme. — Los del sector tres y dos fueron trasladados a otros recintos, en donde trabajaran codo con codo con los demás. La ultima misión de los soldados fracasó y la Iglesia anda revolucionada, no creas que nos falte mucho para terminar haciendo nosotros el papel de los soldados, guerreando en nombre de nuestro Dios todo poderoso. — Fruncí el ceño. ¿Otra misión fracasada? Los de los más altos cargos debían de estar echando fuego por la nariz. — Gracias Stell. Ten una buena noche. — Dije despidiéndome pasando por su lado, parándome a los últimos segundos en que volvió a hablarme de nuevo. — Espérate Uriel! Me dijeron que te llevara el mensaje que Dania tuvo que salir, fue mandada a otro sector, así que esta noche te enviaran a un nuevo soldado. Christopher…Cristofer, algo así se llama. Supongo que debe de estar al caer. — Asentí dándole las gracias y sin dejar añadir nada más, finalmente entré en mi habitación, a mi propia sala de control, que no era más que un amplio salón con una mesa, armarios con papeleo rutinario, dos cómodos sillones, uno el cuál se volvía una improvisada cama para los días que tenía que quedarme y no tenía tiempo de refugiarme del sol fuera de estas paredes y tablones llenos de mapas e información de cada rastreo.

No sé muy bien cuanto tiempo pasó desde mi llegada, a la del joven soldado, no obstante a los pocos minutos el sonido de tres corazones latiendo atrajo mi atención. Dos de ellos eran los guardias de la puerta, reconocí tras venirme sus aromas, pero el tercero era todo un enigma. Enigma que fue revelado en cuanto entró en mi habitación, y acercándose hacia mí, se presentó. Aquel era el soldado, mi nuevo compañero si se podía llamar así.

— Bienvenido seas entonces al recinto de los espías, Christopher. — Dije con mi dulce voz dándome la vuelta, encontrándome con unos ojos vivaces pero mortíferos que parecían ver la propia esencia de mi alma. Tuve el impulso de enseñarle los colmillos y hacerlo retroceder, no me gustaba sentirme vulnerable, pero desistí, controlándome. — ¿Para acompañarme o espiar? Supongo que a la Iglesia le gusta matar dos pájaros de un tiro. — Sonreí escondiendo mis colmillos, intentando relajar el ambiente, pero lo cierto era que lo tenía demasiado cerca, y aquella mirada, su aroma…¿Por qué tenía que ser un humano? Su aroma me desconcentraba.— Si trabajaremos juntos estas semanas, debes de saber que ando…andamos tras el rastro de una familia de licántropos. Ocho miembros, cada cual más viejo. Aún no entiendo porque esta necesidad de Licántropos, la verdad.—Le miré como buscando alguna explicación sobre ello. Quizás tendría suerte y él sabría lo que pasaba con los licántropos, ya que últimamente abundaban en los calabozos.

— Uriel Kattagary, espía y condenada a mi pesar. Y también será un gusto trabajar con vos. — Alcé la mano hacia la de él. Un inocente saludo, pero que me haría ver si aquel joven tenía miedo a mi condición o si por lo contrario, se mostraba seguro y me agarraba la mano como quien trataba con un amigo. — Siéntese libre de moverse y leer todo lo que quiera, preguntarme lo que desee o si desea, puedo darle una vuelta por el sector. Usted elige. — Añadí esperando que se decidiera, mirándole fijamente a los ojos, volviendo a hundirme en ellos, intentando averiguar qué era lo que despertaba en él mi curiosidad.



“Tus ojos parecen llamarme, desnudarme… como si pudieras ver mi humanidad, ¿Qué deseas ver? ¿Qué quieres saber?.”


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Mensaje por Calcabrina Sáb Dic 28, 2013 2:16 pm

“¿Recuerdas ese día cuando el sol daba en tu piel? Cuando tu piel se tostaba fogosamente y el brillo de tu esencia se desparramaba para con los demás. Cuando brillabas sin necesidad de esforzar tu rubor.” 
Repensé nuevamente el dilema en el cual estaba implicado. Tendría que ser el rastrero de una vampiresa que tenía un corazón demasiado extraño como para ser el de un inmortal de la noche. Me habían dicho que tendría que tener cuidado con sus ojos, con sus poderes. Ella era capaz de paralizar a las personas solo con su “belleza” a lo cual no me resultaba realmente extraño. Había oído hablar de esas habilidades. Antes de salir había tomado un poco de romero y algunas otras hierbas por si la ocasión lo ameritaba. También había creado una barrera ligera, capaz de repeler aunque sea un poco esa clase de sortilegios. Lo suficientemente fuerte como para mantener mi autocontrol si me veía obligado a querer ser un dulce con ella o para ella. Nunca me fiaba de los demás, estaba claro que en la iglesia ninguno era un pan de “Dios”, todo lo contrario, había más parte del diablo que otra cosa. Palpé en mis bolsillos si me olvidaba de algo y tuve la suerte de que no era de ese modo. No era una persona torpe, pero si algo olvidadiza. Por unos segundos pensé que algo bulliría de mi interior. Estaba guardando demasiado la calma, siquiera me había quejado ante el movimiento que habían hecho en mi vida. Pero al acercarme ya al punto de encuentro estuve a punto de darme la vuelta.

Las noticias volaban, pero al parecer yo no me había enterado de todas y no fue hasta que me acerqué a aquel lugar que pude enterarme de la nueva misión fallida de la Iglesia. Aparentemente esto iba de mal en peor. Ya nos habían dicho que teníamos que mantener el cuidado con nuestros sectores, los soldados empezaban a caer como peones en el ajedrez y tal como escuchaba decir a una de las chicas del interior de la alcoba, nos empezarían a tomar a nosotros como guerrilleros. Pasé una mano por mi cabeza y tiré de mis cabellos con calma, estirando mi cuello, mientras tocaba la bolsa que tenía en el bolsillo, atada con siete nudos para la protección y con piedras lapislázuli dentro para la apertura del tercer ojo. Era un brujo y lo que mejor se me daba era la hechicería, las personas solían orarle a un dios para la protección, yo con eso solo no me conformaba. Deseé que la diosa Morrigan estuviese de nuestro lado, la diosa de la guerra, pero bien sabía que si de hecho, existiera, no estaría del lado de una religión que solo aceptaba a un Dios. Yo mismo no me creía la existencia de muchas ententes omnipotentes. Sería demasiado poder esparcido y como no podía imaginarme en sentimientos no humanos, deduje que la guerra también podría existir entre ellos.

Miré de reojo a los guardias que me escoltaban y enarqué una ceja. — ¿Tienen idea cuales eran los motivos de esa misión? Es evidente, que también escucharon. La voz de esa muchacha es muy ruidosa. — Espeté al tiempo exacto cuando una mujer salía de la habitación, no era un vampiro y eso me hizo deducir que no era la mujer con la que estaría pasando mi tiempo por esos momentos. Arqueé la ceja y volví a uno de los guardias que simplemente levantaba los hombros. Era un bueno para nada y se notaba. Pero cerré mi filosa boca e hice girar los ojos, encaminándome con una mano en el bolsillo. ¿Cómo que un soldado? Esa mujer, siquiera tenía idea de quién era o qué era. Negué con suspicacia y al meterme a la boca del lobo me quedé expectante a su respuesta, a sus ojos y a lo que estaba dentro de ellos. La molestia de querer verme muerto, se coló por mi medula espinal y por unos segundos me sentí agitado. El chispazo azul de mi mano se debía indudablemente a la fuerza con la que había tomado las piedras dentro de mi bolsillo. Ellas me querían mantener alejado de la mujer. ¿Era peligrosa? Quizá.

— Para acompañarla, espiarla y evaluarla, probablemente. La Iglesia últimamente no puede matar ningún pájaro, ni de dos tiros… — Murmuré y observé su delicada piel, me preguntaba por qué siempre parecía tan débil, como si fuese un lienzo pálido, pero ante el mero corte volvían a regenerarse como si el tiempo se les hubiese estancado en una eternidad. Me daba curiosidad, había investigado y experimentado con muchos tipos de pieles y sangre de vampiro. Nunca había dado en el blanco. — Me temo que su compañera estaba errada, no hay suficientes soldados, como para mandar uno para usted. Soy un tecnólogo. El que hace las armas para matar, si me entiende… Lamento haber escuchado su conversación, la voz de la otra chica, parecía retumbar en las instalaciones. — Alardeé casi amistosamente, observando su mano y pensando seriamente en que pasaría si se la tomaba. Tenía las manos cargadas de energía y las probabilidades de que algo hiciera chisma eran varias. De todos modos la acerqué, tomé su mano con cuidado y sentí el frío muerto que vagaba por mis venas. Pero no dudé en calmar aquel sentimiento, contrarrestándolo, incrementando mi calor para que viajara en distinta dirección, que envolviera la sangre de la muchacha, que la hirviera hasta que se derrita. La mantuve aprisionada unos segundos y luego la solté. Con calma, con satisfacción, mientras caminaba hacia una de las sillas que estaba al lado de la mesa, sin despegar mis ojos de ella. Hundiéndome en su cosmos con elegancia. Mientras le sonreía ligeramente y al terminar aquella conexión me hundí en los mapas y círculos marcados de los papeles. Así era como estaban siempre los espías. —No, no se nada de eso, no es mi fuerte enterarme de las misiones. Quiero conocer el lugar. Llévame. — Fue una incitación que dudé que se la pudiese decir a cualquiera. Simplemente me sedujo el momento y me volví a levantar.

Retiré con cuidado el saco que llevaba puesto y lo tiré sobre el sofá, cerciorándome antes de que las piedras estuvieran en el bolsillo del pantalón y me encaminé a su encuentro, me quedé cerca, apenas unos centímetros nos separaban y la chispa volvió a brotar de mi mano. Claro que no le di importancia y para despejarme fui directamente hacia la puerta por la que habíamos entrado. — ¿Es por aquí o tienes pasadizos internos como en mi sector? ¿Alguna vez fuiste a la parte de tecnología? No veo demasiados de nuestros instrumentos por aquí, será que no los necesitan…? — De repente, había notado varias cosas. No le había dicho aún que era un hechicero, ¿ella suponía que era un humano? Me preguntaba si ella sería lo suficientemente inocente como para pensar que la iglesia enviaría a un simple humano a cuidar de ella. No lo dije, es más hubiese deseado nunca pensarlo.

“Piensa que en soy un maldito infierno y no me mires o haré que te quemes en la melancolía que llevas dentro.” 


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Mensaje por Uriel Kattagary Dom Ene 26, 2014 6:28 pm

"Ver esos ojos únicamente me trae melancolía...melancolía de lo que nunca voy a tener"

Que la iglesia deseará enviarme a alguien a ayudarme, me parecía perfecto, Innecesario también, pero siempre iba bien contar con un par más de ojos y la fuerza de alguien que sepa luchar, aunque hasta aquello tan bien parecía innecesario a mí parecer. Pero que la iglesia hubiese llevado alguien para acompañarme, evaluarme y espiarme, aquello hacia arder en mi un intenso fuego. ¿Que se creían? Primero me hacían ser la cabeza de turco de una misión de matanza global, me dejaban en un grupo de humanos, licántropos, cambia formas y vampiras muy viejas, una de ellas demasiado maquiavélica y alguien quien temer, y ahora cuando me separaban de aquel grupo de inquisidores, me hacían ser la rastreadora de perros...y ahora esto? Suspiré y miré al joven que estaba frente a mí. Por suerte tras mis primeros años como vampira en la inquisición, supe ocultar mis emociones, pero hasta ocultándolas sentí la desconfianza del joven y sonreí para mis adentros. Hacían bien todos que me temieran, pero en verdad era una de las mas “santas” del grupo condenado de vampiros y aquellos ojos que tenia, aquella mirada tenia aquel algo que atraía mi atención y curiosidad por igual. Por lo que de estar alguien a salvo, sin duda era él.

Le escuché y asentí a sus palabras, con un leve asentimiento de mi cabeza consciente del volumen de la voz de la compañera en las instalaciones. — No ocurre nada, por más que le digo que debería de bajar su tono de voz, ella hace caso omiso y sigue en las mismas. —Le sonreí y asentí. — Y le entendí perfectamente. Sois los que seccionáis las armas que usar y como proceder con ellas... los que probáis antes los juguetes que usan los soldados. —Sonreí quedándome mirándole fijamente. Sus ojos relucían, tenían un vivo color y a mí que tanto habría deseado haber seguido siendo humana, la vida, los colores... eran algo que siempre me atraían y adoraba por encima de todo lo demás. Por eso cuando finalmente enlazó nuestras manos, me sorprendí al sentir como de pronto mi sangre empezó a calentarse dentro de mi piel. Su piel era cálida, debía admitirlo, pero que mi piel se caldeara nada me gustaba y mis sentidos vampíricos me exigían que me apartara, pero seducida por el calor que hacia tanto no sentía dejé mi mano en la ajena, mirándole hasta que decidió apartarla. Algo confundida, preguntándome por que habría sido, me quedé mirándole como se sentaba y me observaba también fijamente. Esto de sentirme espiada, no me iba a gustar, pensé negando con la cabeza antes de sugerirle de conocer aquel lugar en el que pasaría muchas horas, esperando que dijera que sí para así poder romper la tensión del momento y más adelante poder preguntarle por aquella calidez que me había asaltado tan dolorosa y extraña, pero bien amada por mi aún reciente humanidad.

Para mi felicidad, asintió. Aquel era mi terreno, en el que me había movido y casi considerado como casa, lo conocía cada palmo, cada rincón de este. Y en el viaje podría enseñarle y lentamente adaptarme a ser espiada, como él también, pues pensaba tenerle un ojo encima siempre. Le miré levantarse, acercándose hacia mí y por un momento temí aquella cercanía. Su aroma era exquisito, una mezcla perfecta de juventud, fuerza, dulzor y valentía, y también muy atrayente, pero en este caso bajo mi sorpresa eran sus ojos lo que me llamaban. Me mordí levemente el labio, con cuidado de no mostrar mis colmillos para no asustarle y le vi dirigirse hacia la puerta. No había pensado enseñarle las instalaciones desde la puerta principal, no obstante así podríamos pasar por cada rincón, llegando a la sala que tanto le gustaría. —  Tenemos pasadizos internos, tanto por seguridad como por comodidad o de emergencia, pero para enseñarte bien las instalaciones, podrás conocerlas mejor yendo por el pasillo principal y de allí yendo hacia las salas. Tendrás una visión más general.—Dije adelantándome a él guiándole por el camino.

— Ven, sígueme. —Le dije tomándolo de la mano sin previo aviso, volviendo a encontrarme con que al rozarle mi piel ardía. Le solté inmediatamente algo confundida y alerta, poniendo mi atención en sus pensamientos buscando la razón por aquella calidez, cuando contesté nuevamente a sus preguntas. — Hace muchos años fui a la parte de la tecnología, fui en busca de materiales para una misión, y fue realmente impresionante. Y si que tenemos una sala que te gustará, solo que no solemos andar con armas, ya que nuestro propósito es espiar, no luchar. Por lo que cualquier arma, pese, haga ruido o nos pueda estorbar, es solo una molestia. E intentamos siempre ahorrarnos las molestias. —Giré la mirada hacia él y tras sonreírle volví mi mirada enfrente, encontrando en sus pensamientos al fin la respuesta que tanto había esperado. ¡Bingo! Me dije, con la sonrisa en mis labios seguí caminando sintiendo sus pasos tras de mí. — Puede parecer imposible, pero de verdad fui una inocente. Creí que de nuevo iban a enviarme a alguien sin cerebro, como acostumbran a hacer, y al contrario, me enviaron  a un brujo, experto en armas. — contesté a sus pensamientos, revelando así que le podía leer la mente, aunque a la hora de la verdad no solía usar mucho mis poderes. Normalmente solo en las misiones y para buscar información, para los demás intentaba guardar las distancias, pero no siempre se podía.

—Mirad, esta es la sala de reconocimiento. Aquí es donde trabajamos sobre el terreno, buscamos las localizaciones y creamos un mapas de posibles lugares en el que puede estar nuestro sujeto, guiándonos por los viajes de su última semana. — Dije enseñándole una sala llena de mapas y fotografías. Seguí por el pasillo totalmente desierto, con el eco tras de mí de sus pasos y sonreí. —Aquí se encuentra la cocina, el comedor donde comer...y no me mire así. Yo no como allí con ellos, estate tranquilo. —Aclaré riendo suavemente. — Y tras estas puertas se encuentra la sala de las armas. Las tenemos todas guardadas solo que por lo que os dije anteriormente, no solemos usarlas. Por lo menos las más grandes y difíciles de llevar, siendo el arma perfecta para una espía las dagas afiladas o de plata. —Habíamos llegado al final del pasillo, donde se encontraban unas grandes puertas de cristal y después de ellas había una segunda puerta, el lugar que quería mostrarle. Paredes y armarios llenos de armas, y los juguetes que ellos creaban. Le abrí la pesada puerta y esperé que entrara, preguntándome el por qué de la calidez todavía.



“No puedo remediarlo, tengo que mirarte, porque dentro de ti posees todavía lo que yo perdí y aún deseo. El elixir de la vida."


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Mensaje por Calcabrina Miér Ene 29, 2014 12:06 pm

“Buscas en el exterior, una flama que nunca se apagará totalmente. Encuéntrala allí dentro o tendré que arrastrarla a la superficie por ti” 

Atravesé su cuerpo y aroma con mis ojos, pensando en cómo sería si su corazón aún latiera. Siempre había tenido la corazonada de que los condenados vampiros o lycanes eran lo más triste de la iglesia. Ellos de verdad eran seres malditos, los brujos sin embargo, habíamos nacido con ese don, no era una maldición de la cual nos podíamos arrepentir. Pero ella me hacía pensar ligeramente distinto, porque mantenía una frustración en sus ojos que era difícil de desmotivar. No parecía disfrutar de su existencia y causaba que en mi interior una llama de completa compasión se hinchara. Probablemente de ella notarlo no estaría feliz, los humanos o en este caso seres pensantes, teníamos la molestia de creer que tener ese tipo de sentimientos hacia otro era denigrarlos, yo mi por parte poco creía que eso fuese verdad. Quedé inmutable ante sus palabras y estuve a punto de regalarle una sonrisa al siguiente segundo, pero no pasó. Mi rostro siguió como una estatua de marfil. —Quizá haría falta que le corten la lengua, empezaría a ser tan silenciosa como un espía de verdad. No las seleccionamos, las hacemos, algo que es levemente más interesante que solo probar sus juguetes. Y también las de los espías, aunque en tu caso no las sueles necesitar, tienes el cuerpo y habilidades para hacerlo sin ayuda de nosotros. — La calma que salía de mi voz era casi perturbante, no estaba enojado o lo decía acentuando discordia, no, eso no era algo común en mí. Era simplemente la voz de alguien que aclaraba el sentido de las cosas de la forma más práctica. Directamente.

¿Era posible que la piel de un vampiro generara particular de calor al no moverse? Recordaba haber probado más de mil cosas con vampiros, había descubierto que al poner en su piel piedras de onix caliente, la sangre se movía, pero nunca se calentaba, lo sabíamos porque el sujeto experimental siempre estaba atravesado por agujas que le medían todo lo que era posible para la época. También habíamos probado calentar la sangre a la fuerza al mismo tiempo que las piedras estaban arriba, algo que había hecho que el sujeto explote desde adentro. Así que efectivamente no había posibilidad que la sangre inmortal se caliente de esa forma, pero yo lo había sentido y estaba seguro que no había sido mi propio calor abordando a su cuerpo. Me frustré, retiré la mano y la vi como quien quiere hurgar entre su falda e inspeccionar cada maldita parte de su piel. Si tan solo pudiese hacer que todo su cuerpo tenga esa sensación al tiempo que medía su temperatura… El pensamiento por momento me excitó y automáticamente volví al estado anterior, borrando aquella imagen de mi mente. — Entiendo, adelante seguiré tus pasos. ¿Fuiste allá? Supongo que llegaste hasta la primer puerta, no creo que te hayan dejado pasar más de eso, no creo que tengas tanto autocontrol para contenerte… Siempre hay olor a sangre. — Murmuré cerca de su piel, dejando que tome mi mano con total libertad, una vez hecho ya era fácil contener mis vibraciones al sentir su tersidad. Su silueta me llamó la atención por un instante y volví a sus ojos, inspeccionándolos cuidadosamente.

Ella debería tener más cuidado, indagar en mis pensamientos era algo que iba casi contra las reglas de la inquisición, pero yo a esa no la apreciaba, yo tenía mi fe en aquel que era Todo Poderoso. Pero aun así enarqué una ceja y la vi con suave reproche, la detuve por un instante, pasando mi mano por su delgada cintura, acercándola a mi pecho mientras buscaba su oreja y me hundía en su largo y espeso cabello. — Intenta no meterte en mis pensamientos o me veré obligado a hacer una barrera mental, procuraré que te haga una descarga eléctrica o de fuego interno en partes esenciales  y suaves de tu cuerpo cada vez que perturbes mi instancia… ¿Si? — Acaricié con dedicación su cintura y un poco más arriba, ella era una vampiresa, pero yo tenía mis cosas bajo la manga y apreté un poco aquel cuerpo, queriéndolo retorcer entre mis brazos, estaba a punto de atravesar aquel parámetro de solo regañarla y la solté, acariciando con cuidado, mientras acomodaba la ropa que había sido subida por mis manos, la piel expuesta era ridículamente apetecible. Seguí el camino contrario a la salida, era un solo pasillo. Aún sentía su textura, su frialdad y los huesos que estaban intactos debajo de su piel, la musculatura, la fibra que tenía pegada y más arriba se escondía un tesoro recubierto por aquello que era una mezcla exótica de grasa y glándulas mamarias que en ese caso estaban muertas. Deseé poder deleitarme con ella, pero mi pensamiento se esfumó incontables veces cuando al fin entramos a una de las habitaciones. La tensión que había querido ser rota estaba tan tensa que cortaba nuestros cuellos.

— ¿De verdad la clase de los condenados necesita esto? Pensé que se valían de su olfato, pero es buena estrategia. Simple, quizá cuando haya tiempo busque hacer algo más práctico, que no sea solo papel y círculos, la sangre siempre ayuda a encontrar. — La voz salía rasposa y grave. Y cuando salió hacia la otra habitación la seguí por detrás, observando su cuerpo nuevamente, arqueando la ceja al notar el movimiento casi felino que hacían sus caderas ondulando a un lado y al otro. Como si quisieran hipnotizar a alguien. Estuve a punto de reír, pero en vez de eso miré hacia arriba y vi las salas, luego a ella y subí los hombros. — Tienes mi consentimiento para comer delante de mí, siempre es interesante ver como lo hacen, pareciera que reviven por unos segundos. La piel se vuelve más caliente, es la única forma que conozco de que eso suceda. — Hice énfasis en aquella parte, mirándola a los ojos, como si ambos supiésemos de que estaba hablando. Y anudé esa conversación al llegar a aquel lugar que me quería mostrar. Sin duda había muchas cosas, pero no sabía por qué había más cosas viejas que otra cosa, parecía que la iglesia no ocupaba entregarle muchas armas a esa rama de la inquisición. Era lógico, los traidores siempre estaban por algún lado. — ¿Haz probado las dagas con punta de madera? Las ballestas con la punta de madera también son interesantes, pueden atravesar a un vampiro desde lejos y si apuntas bien, lo destruyes. — Le iba comentando, observando los cajones y todas las cosas que había, efectivamente no estaba equipado con las últimas cosas. Pero era suficiente para una rama de puros inmortales o súper humanos.

— ¿Y tú duermes aquí? La primer semana estaré contigo todo el tiempo, es la semana de prueba, luego será en la noche, en el día deberías tener que dormir. Luego se impartirá a solo cuando estés afuera o cuando necesites o yo vea que necesites, escolta. Espero que esta semana no tengas pensado ir de compras. — Me cruce de brazos por un momento, apoyando mi cuerpo en la mesa que había allí, ya había terminado de ver todo, me había interesado, me había dado curiosidad, pero aún con ello, su piel y textura no se iba de mi mano y la sensación de probar más de su cuerpo no se alejaba. Quizá y solo quizá, quería que ella hurgue en mis pensamientos, crear una barrera y hacerle sentir el calor por dentro, verla retorcerse lentamente mientras un fuego inexistente le hacía arder. Siempre me habían gustado los gritos de placer y dolor de las mujeres. Mordí mi labio y me quedé fijo en sus ojos, esperando que siguiera con aquella cálida bienvenida.


“Podría quemarte en deseos y pasiones, pero tu insistes en hacer que te incendie por dentro y te destruya por fuera.”


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Mensaje por Uriel Kattagary Jue Feb 20, 2014 1:26 pm


"El fuego me quemó de tu mano, y no importa, quiero sentiros cerca.Venid a mí, mostradme la llama."


No dije ante sus palabras de cortarle la lengua a la inquisidora humana del lugar. Últimamente íbamos escasos de espías, como para perder a una de esa forma, pero reí ante lo último que salio de sus labios. —Algo bueno debía de tener ser una inmortal. —  Dije mirándole cayendo en unos segundos en aquella mirada calculadora, como tantas veces había visto a científicos poner ante las presas nuevas que los soldados les llevaban para sus experimentos. En cuanto dejó mi mano, con cierto recelo le miré. ¿Qué le ocurría? — Nunca llegué a la última puerta, aunque bien en unos años espero poder ser capaz. Tengo curiosidad en que hacéis con vuestros sujetos, que tan rápido mueren en vuestros juegos últimamente. —Dije con cierta molestia, pues si necesitaban mas presas los primeros en movernos éramos nosotros, antes que los soldados. Sin esperar más tomé su mano, llevándole hacia la sala de las armas, cuando tras revelarle que podía leer su mente, me encontré atrapada contra su pecho. Fruncí el ceño alarmada por la forma en que me tenía agarrada, estremeciéndome al sentir su susurrante voz en mi oído y sus manos en mi cintura. ¿Cuánto hacia que no me tocaban así? Demasiado. Apenas ya recordaba que era sentir alguien tan cerca de ti. Al no sentir de nuevo aquel extraño calor en mi cuerpo me relajé ante su tacto, esbozando una sonrisa en cuando oí su amenaza. ¿De verdad creía que me iba amedrentar ante sus palabras y poderes? Reí suavemente y asentí, sintiendo sus últimas caricias en mi piel.

Siguiendo el camino, cuando nos adentramos en la sala del armamento, observé cada uno de sus movimientos. —La sangre siempre trae sus consecuencias. —Dije en forma misteriosa. —Yo también es la única forma en que sé en que puedo recuperar la calidez por unos instantes. —Dije encogiéndome también de hombros, sin darle importancia. Todo al contrario de lo que pasaba en mi interior, ya que mi cabeza seguía pensando en aquel extraño suceso, dándole vueltas incansablemente. Negada a la idea de que me viera comer de una forma u otra, pasaron unos minutos en los que permanecimos en silencio, hasta que su voz rompió aquel momento. Miré los cajones que abría, donde se encontraban las dagas y negué con la cabeza reticente. — Nunca he probado de ellas, e igualmente soy una espía. No suelo matar ni herir a mis presas. Juego, las aterrorizo, las voy guiando hasta el camino correcto de la emboscada, pero todo lo demás, se lo dejo a los soldados. Son ellos los que necesitan de armas. —

Ladeé la cabeza y le sonreí. ¿De verdad iba a quedarse conmigo en este lugar? Con la mirada fija en él me acerqué, sin mediar mi velocidad, pues en apenas unos segundos me encontré frente a él. Suspiré al sentir su efluvio tan cerca de mí, aquel aroma que me llamaba hasta hacerme volver completamente anhelante de su calida piel y su sangre en lo mas hondo de mi. Al quedar frente a él, seguí con mi sonrisa acercándome hasta quedar mi cuerpo sobre el suyo sobre la mesa en la que instantes antes se encontraba apoyado. Pasé mi mano por su pecho en una seductora caricia mientras mis labios se hundían en su cuello, cual besé cerrando los ojos deleitada con el latir de su mortal corazón. — Estas seguro de querer dormir en este infierno, Christopher? — Le pregunté con una voz calida y tenue. Con mi nariz acaricié su cuello, exhalando mi aliento a medida que subía hacia su oreja, saboreando aquel recorrido con mis fríos labios. — Tú aroma…tan atrayente. —Soplé en su oreja, riendo suavemente contra su piel al pensar en que era un brujo, bien había oído hablar de venenos seductores para vampiros, los que al probar la sangre contaminada, se intoxicaban y morían. ¿Podría el usar algún veneno? Fruncí el ceño y sin dejar que aquellos pensamientos perturbaran mi juego, seguí. Mis manos en su pecho lo mantenían quieto ante mí. Estaba disfrutando de aquel momento tanto como él lo había hecho anteriormente, dejándome con la sensación de averiguar que tacto en mi cuerpo tendrían aquellas calidas manos. —No soy la única vampiresa en este lugar, temo por que pueda sucederte algo. Estas en terreno desconocido brujo… Podrías terminar perdido entre estos pasillos. — Le comenté simplemente empezando a hacer círculos con mis dedos en su pecho. Al verle que iba a hablar, le acallé con un dedo en los labios, pidiéndole silencio. — Solo deseo que seas consciente de lo fácil que seria que unos colmillos dañaran tu piel…tan fácil. — Le mordisqueé su oreja y bajé por su cuello arañándole con los colmillos, en delicadas caricias sin hincar ni dañarle. Con extremo cuidado. —No me amenaces con quemarme, hacerme gritar, con que mi cuerpo arda en llamas. Ninguno de los dos quiere que salgas herido. — Era cierto. Era mi compañero, el espía que iría a espiarme, a vigilarme. No era patético? Una espía siendo espiada. Me sentía fuera de contexto, entupidos humanos e Iglesia. Nadie podía fiarse de ellos, tampoco nosotros. Y respecto a Christopher, no podía dañarle. Si pasara algo y resultase herido o desapareciera, yo sería la culpable y a quienes buscarían incesantemente. Y no deseaba aquello, la muerte del infiel que ha sido perdonado una vez y vuelve a pecar, podía ser devastadora y mucho mas cruel que las infinitas torturas aplicadas en otros ajenos a nosotros; La inquisición.

Dejando a un lado mis pensamientos, besé su esternón y me volví al frente de él, clavando mis ojos en los ajenos, me quedé allí, solo mirándole. ¿Qué tenía que lo hacia diferente? ¿Por qué me llamaba tanto? Y aquel calor de antes ¿Por qué me había sucedido aquello? Me mordí el labio y consciente de la mirada encendida de su parte, sonreí. — No necesito leer  la mente para saber como me miráis christopher.Ten cuidado con lo que desees de mi, podría robarte mucho más que el aliento de tus labios. — Canturreé con aquella fina voz que la inmortalidad me había dotado, y sin que se lo esperará. Sin tener tiempo a ver mis intenciones y anticiparse a ellas, me acerqué y le besé.

No fue mas que un simple roce, pero lo suficiente para dejarle con la miel en los labios y en los míos su tentadora textura y sabor impregnados en mi memoria. Moví mis labios contra los suyos y suspiré. Cerrando los ojos, me dejé envolver por aquel momento como si fuera aquel un primer beso, necesitando mucho más de él. Mis manos ardían por acariciar aquel pecho que mis dedos reseguían. Pero también su aroma me envolvía y con miedo de terminar bebiendo de sus labios, me aparté súbitamente reapareciendo en un borrón en el otro extrema de la sala, justo delante de la puerta, la que ya mantenía abierta. Agradeciendo que en mi blanca piel no fuera visible el sonrojo, que de ser una mortal de nuevo sin duda alguna lo haría, le miré y le sonreí inocentemente como si nunca hubiera pasado nada. —Vayámonos. Si debes quedarte unos días en este lugar, te enseñare las habitaciones y donde permanecerás cuando yo deba dormir. — Esta vez aprendiendo a leer su mirada, antes de que se acercara demasiado a mi para dirigirse a la salida, salí yo primera sosteniendo la puerta lo suficiente como para que al llegar él, aún estuviera abierta pero yo lejos de su alcance. Aún sentía en mi cuerpo su calidez, el aroma de su piel en mis sentidos, y el cántico de su corazón, un cántico celestial a mis oídos. Suspiré y proseguí el camino oyendo tras de mi las pisadas del brujo. —Deseas un dormitorio alejado de mí, o en la misma ala de dormitorios?— Le pregunté en lo que alcanzábamos la escalera que subía tres pisos, donde allí se encontraba el nido de los espías, el descanso de todos, y aunque yo fuera inmortal y tuviera que dormir en los sótanos, donde se encontraban las habitaciones oscuras, la humanidad demasiado existente en mí había deseado lo contrario. Y había terminado por hacerle caso.

“Deseo, dolor, pasión, destrucción… ¿Qué desearas?”


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Mensaje por Calcabrina Vie Feb 28, 2014 8:11 pm

“Cuenta la leyenda que existe un fuego azul, capaz de hacer sentir calor por dentro, pero frío por fuera.”
Mis ojos estaban inquietantes, su veneno salía desparramado por el aire y daban ganas de apretarla, de romperla lentamente hastaverla  caer desmayada entre mis brazos. La necesidad de poseerla al menos por un buen rato no disipaba y mis labios sonrieron levísimamente, porque me estaba provocando. — No mueren, “tan rápido”. Los soldados casi siempre nos traen cenizas o cadáveres, cuando viene uno con vida es todo un lujo. — Murmuré bajito, sin hacer mucha alusión a lo que ocurría en aquel lugar sucio y demasiado desagradable para cualquiera. Pero los tecnólogos estábamos acostumbrados, porque la iglesia, como siempre, no nos daba todo lo que necesitábamos. No nos proveía de limpieza y artefactos cómodos. Nunca lo hacía, porque todos tenían que guardarse el oro debajo de las almohadas y dentro de las tumbas, eso era mucho más importante, según los sacerdotes y obispos. 

Seguimos caminando, el lugar era atractivo, ella también. Supongo que no estaba tan molesto por la misión a la que me habían metido después de todo. Sus palabras iban y venían al igual que las mías, pero parecía que ambos estábamos pensando en otras cosas. En el otro, exactamente. Esta semana sería una evidente tortura para toda mi hombruna. Siempre me habían dicho que los vampiros tenían esa esencia sexual en toda su aura, pero era la primera vez que la sentía tan intensamente, como si se estrellara contra mis muros de forma desesperada y los quisiera romper, traspasar y hacer suyos.
— Mmm… Sí. Entiendo lo que hacen los espías, pero podrían atacarte. No es que sea mi problema, simplemente, es bueno estar preparado, armado. — Expliqué calmadamente, mientras mi dedo jugaba con un lápiz que había allí colgando, lo giraba distraídamente. Tiempo suficiente para verme atacado por aquella mujer que parecía tener demasiadas agallas para ser lo que era. No me moví, siquiera llevé la mano a la cruz que tenía colgada en el cuello. Aquella cruz que se separaba, allí donde estarían las “piernas” de Jesús, estaba una estaca de madera. Pero por alguna razón esperaba ser mordido, deseaba disfrutar de aquellos colmillos, mientras me preparaba para cazarla y encerrarla. Me desanimó sentir solo sus labios, pero aún con ello la envolví con los brazos, apretándola, abriendo mis piernas para que aquel cuerpo delgado se apoye por completo en mí. Siquiera la miré, pero mis yemas gruesas y tensas se incrustaron en la piel de sus piernas, levantándola del suelo para que su pelvis choque con la mía en un acto de deseo, que se esfumó ante sus palabras. — No me [...] — 

Dejé que disfrutara, permisivo, pero siempre deudor. Su dedo acallándome buscaba ser mordido, pero me quedé quieto, sujetándola, simplemente no le permitiría ir aunque quisiera. La escuché y naturalmente le sonreí, enarcando una ceja. Evidentemente sería fácil clavarme los colmillos si me encontraban distraído, pero aún en esos momentos, un movimiento de manos podría colarse entre el abrazo de sangre y clavarle una estaca en alguna parte de su cuerpo no sería para nada imposible. Aun así no lo dije, siquiera lo susurré. Solo seguí el camino de aquel dedo y girando los ojos estiré mi espalda, subiendo más a aquella mesa, acomodándome. Esperando a que termine su turno, para poder contestarle, que no cedería. Me dejé hacer por sus labios, sus manos y sus movimientos, ella había pedido que me calle, que me quede a su disposición, pero luego tendría que pagar las consecuencias. — ¿Quién dice qué es lo que yo quiero? Tu lengua viperina ha hablado demasiado. Tienes un veneno fuerte, ¿debería hacértelo probar a ti misma? — Subí un pulgar y lo pasé por sus labios, aquellos que tenían un poco de mí, sujetando con los restantes dedos su mentón. Observando su cuerpo sin titubeo e instantes más tardes engullí el pulgar en su cavidad y lo clavé en uno de sus colmillos. Aún sentía el cosquilleo en mi cuello y la excitación bajando por mi entrepierna. Aquello no daba, necesariamente, un placer aceptado, más bien eran sentimientos encontrados. Y por ello me castigué. Mis ojos se dilataron al sentir aquel puntiagudo diente incrustado, pero me guardé toda clase de queja y lo levanté al cielo, haciendo que ella tuviese que levantarse en puntillas de pie. 

— Si te miro, es porque deseo y quiero tocarte y si no lo hago es por lo mismo. Pero como parece que te llevas muy bien provocándome, te daré el gusto. — Mi habla estaba medianamente sofocada, yo era humano, mi corazón latía y al excitarse aún más. Y aun así reaccioné de forma “prudente”. Alcé la mano vacía y la apoyé en su estómago, elevándola, rodeando sus pechos, sin tocar nada del medio, agonizando al placer, para volver a bajar por sus caderas y un poco más abajo, me deleité y escarbé por los lados internos de sus piernas, pasando cerca de aquella flor escondida, pero apenas lo rocé y luego de terminar mi cometido, la solté, dejándole un último regalo. Mi rodilla se estrelló contra su entrepierna, era como seguir caminando con ella arriba. Puesto que mis manos, una sangrando, se apoyaron en sus nalgas, tironeando hacia abajo, para hacerla sentir un poco más de mi hueso sobre su vulva. Odié que el momento no durara demasiado, ella era rápida y apenas pude tener tiempo a tomar parte de mi venganza que ella ya estaba en la puerta, esperándome para salir. Me llevé el pulgar a la boca, limpiando la sangre en tanto me levantaba para seguir sus pasos. — En la misma, velaré tu sueño. Procuraré tener mi herida abierta cada vez que tengas que dormir, solo para verte retorcer. — No me adelanté, no busqué seguir con aquel duelo, simplemente la seguí, cruzado de brazos, suspirando de odio y placer entremezclados. Hubiese sido, en efecto, una mejor opción traer mi “armamento” las esposas para vampiros y los instrumentos de medición le hacían falta para poder educarla, tan solo un poco. 

— Tu mirada y tu voz parecen muy jóvenes, ¿cuantos años tenías al morir? ¿Y cuántos años de existencia tiene el cuerpo que toqué? — Como si con ello asintiera al desprecio, pregunté observándola. Ciertamente, a mí no me importaba en absoluto su edad real, en lo referente a su cuerpo. Ya que las personas no solían atraerme, simplemente, ella lo hacía. Y estaba sacando de mí, algo demasiado malo, embustero y cruel.

“Quiero todo, pero principalmente deseo hacer de ti, un arma entre mis dedos. Hacerte explotar cada vez que pueda.”


Última edición por Christophe Ruth el Jue Abr 17, 2014 11:15 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Uriel Kattagary Vie Mar 14, 2014 5:51 pm


"Cada uno de nosotros tenemos en nosotros mismos un cielo y un infierno."

No habría esperado jamás su recibimiento. La forma en la que sus dedos se incrustaban en mis piernas y me levantaban de forma que nuestros cuerpos chocaron y agonizaba de placer. Hacia tanto no sentía un calor como aquel rodeándome… Podría atreverme a decir que me encontraba en el cielo, si no fuera por que el cielo estaba vetado a personas como yo, a inmortales como a los que pertenecía desde aquella fatídica noche de mi transformación. Seguí con lo mío, encendiéndome a cada beso que soltaba en su piel. Controlándome siempre de no terminar haciendo lo que temía que le sucediera en aquel lugar, en el que normalmente se encontraba bastante lleno de vampiros. Tras el beso, se acomodó mejor en la mesa y  solo una vez yo terminé de tentarle, él me sorprendió verdaderamente a mí.

¿Qué hacia su pulgar en mi boca, y como había yo permitido que aquello sucediera? Era peligroso verle a los ojos, a los que me podía quedar mirándolos fijamente y quedarme ensimismada, hasta no haber podido negarme a su mano en mi boca abriéndola y como en un gesto inesperado clavó su pulgar en uno de mis colmillos. En aquel momento habría sido imposible no cerrar los ojos, unos segundos y deleitarme con su sabor. Era exquisito. Suspiré como pude y abriendo los ojos, viéndole me encontré con su queja silenciosa. De no haber tenido su pulgar en mi cavidad, le habría sonreído y alardeado, de lo que daba placer eran las mordidas de verdad, en puntos estratégicos con los que si el vampiro deseaba podía subir al cielo al mortal, merecedor de aquel beso de pasión.

Me levantó y oyendo sus palabras, fijé mis ojos en los de él. Parecía una muñeca, pero en cualquier momento podría desquitarme de su agarre. Ahora no siempre el poder y querer van de la mano y en esta ocasión, yo no deseaba librarme de su cercanía y aún menos de las manos que me acariciaban el cuerpo, buscando enardecerme. Sentía mis pechos plenos, anhelantes de mas caricias y al bajar aquella mano, jadee con su pulgar acallando el sonido y en lo que vi que su mirada por unos segundos brillaba maliciosa, me aparté de él al tiempo que su rodilla daba en mi parte mas sensible y jurando estar sonrojada de haber sido humana todavía, me alejé de él con demasiadas ganas de seguir jugando al juego, en que ambos nos estábamos adentrando.

Empecé a caminar hacia el segundo piso, donde se encontraban las habitaciones, cuando su voz irrumpió el silencio que se hubo formado entre nosotros.

—Tendrías que abrírtela más, para verme retorcer. —Mentí. Aquella herida ya era suficiente para ponerme en tensión, alterarme, solo que por suerte mi autocontrol era grande, mis entrenamientos de bien neófita, hoy salían a la luz. Aquella contención que los primeros años me parecía inútil, perdida de tiempo, ahora era lo mejor que podía haberme pasado o aquel brujo, ni habría tomado un aliento más por su garganta.

Como si no le diera importancia la mirada que sentía  a mi espalda y aquella pose que él llevaba, con los brazos cruzados y en silencio, seguí el camino llevándole a regañadientes a donde él dormiría y a su lado, mi habitación. Mi primer deseo era tenerle cerca, pensándolo bien ahora teniéndole cerca siempre resultaría mas fácil de socorrerle si llegara a pasarle algo y a meterme en su mente sin que pudiera hacerme nada. Sonriendo, mostrando ligeramente mis colmillos me volví un momento a él en cuanto oí su pregunta. Fruncí el ceño ante su tono despreciativo en la voz y reí suavemente con mi voz de campanas, volviendo a tomar el camino de las escaleras, subiéndolas. — Me pregunto por que ese tono en tu voz. Antes no parecías despreciarme tanto… — Dije más para mí que para él. — ¿Os interesa? Me transformaron a los 22 años. Y actualmente llevo como 60 años viva, con este cuerpo. — le di a conocer preguntándome por que desearía tener esa información, solo me quedaba esperar que no fuera una de sus averiguaciones para tramar un experimento. Yo no iba a entregarme a nada, si así fuera.

—También les preguntáis a vuestras victimas, estas cuestiones rutinarias? — Reí suavemente sin poderme creer que los científicos tuvieran el suficiente descaro y coraje de preguntarles a sus victimas datos sobre ellos, cuando sabían que iban a morir de forma mas vil o menos, pero que terminarían muertos en sus propias manos. Era como cuando los torturaban los soldados, siempre dando esperanzas, para luego asesinarlos de la peor cruel manera. Escuché atentamente sus palabras, centrándome mejor así en su voz que en el recuerdo de su sangre que había manchado mis labios y que seguía torturándome con aquel olor, aquel perfume del que él era el único dueño.

—Y ahora que he contestado tus preguntas, podríais responderme de donde venís y cuando llevas en la inquisición? No me costará mas de unos minutos saber de ti y tener acceso a toda la documentación firmada, expedida y sobre ti en unos segundos, por lo que si no deseas que sepa de ti, siento decirte que es irremediable. —Le dije segura de que iría a negarse y que seguiría jugando conmigo o me provocaría de alguna forma. Le miré por encima de mi hombro en lo que llegamos finalmente al pasillo de las habitaciones comunes. —Esta será nuestra ala de dormitorios. Aquí dormirás tú y justo a tu lado, se encuentra mi sala de descanso, en la que espero poder descansar minimamente estas semanas. —Con la mano le señale las habitaciones y abriendo la puerta de su gran y bien amueblada habitación, le dejé el paso libre para que entrara. —Algo más que saber o preguntarme? ¿Servicios? ¿Toallas y mantas? ¿Enfermería…? Los servicios, los tienes al entrar a mano derecha, mantas para dormir encima del armario…Y no creo que te falte mucho para que te sientas cómodo. Hasta seguro puedes pedir lo que quieras de tu casa, que te lo traerán a más tardar mañana. — En todo momento tenia los colmillos escondidos, por más que ellos quisieran alargarse y mostrarse ante él, yo no deseaba aquello, por lo que aún mi fuerza de voluntad era mayor a la del diablo sangriento de mi cuerpo. —Y si deseas puedo enseñarte la enfermería. Allí podrías tapar la herida de mi colmillo, o ¿deseas que te la cierre con mi lengua? —Ladeé la cabeza divertida y le miré buscando ver que me deparaban esta vez sus palabras, volviéndolo a sentir demasiado cerca de mí. Y de nuevo la boca se me hacia agua.


“Vigila con la arma que de mí pueda salir, pues el que juega con fuego termina quemandose.”


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Mensaje por Calcabrina Vie Mar 21, 2014 12:10 pm

“No importa donde estemos, aun cuando solo haya oscuridad, la luz renacerá para hacer un cielo perfecto.”
Desde siempre me había entretenido aquel siseo de los vampiros, cuando se retorcían por la sangre, por el sabor y el alimento que los movía. Que en realidad, si íbamos a lo básico era lo mismo que necesitaban los humanos, al fin y al cabo los alimentos se convierten en sangre en algún momento. Los ingerimos, los procesamos y forman parte de nuestro organismo, constituido en gran medida, más de un 70% de agua, que era básicamente, aquel elixir inmortal del color del fuego. Observé como cerraba sus ojos, como se esforzaba en no terminar siendo arrastrada por sus impulsos. Estaba probando su fuerza, ningún condenado podía dejarse llevar por sus instintos, era algo que debían jurar antes de entrar en la iglesia. Y cualquier cosa que hicieran fuera de aquello llamado “ley”, lo pagarían con la vida o mejor aún, serían sacrificio para nuestro laboratorio. Sin duda no me molestaría tenerla a ella allí, haría un buen trabajo, ella molestaba mis cabales, como si de alguna forma supiese mover mis sentimientos profundos. Véase, aquella sexualidad que hacía mucho no alimentaba, pero quería pensar que era por ser una vampiresa, se decía que ellos tenían ese don, de ser sugestivos y sensuales. Como un animal seduciendo a su comida, solo un método de supervivencia.

Le sonreí divertido, sin responder a aquello que me decía, sabía que la sangre la tensaría de igual forma, lo sabía porque siempre lo probaba en mis víctimas. Con diferentes muestras, había descubierto que la de lycan los ponía furiosos, la de humanos les daba hambre y la de brujos los volvía locos, la mezcla humano con magia les daba más poder, los hacía más fuertes y claro que por lo que sabía les parecía más deliciosa. Era increíble pensar que había cosas más dulces y más agrias en “ese ámbito” en el cual me había involucrado demasiado. Ya no tenía vuelta atrás, moriría en las paredes del laboratorio de la Iglesia. — No te preguntes tantas cosas o podría resultarte triste. — Le observé la nuca sin disimulo y enarqué una ceja, de alguna manera ella tenía una pizca de razón, pero no, no se lo había preguntado por las mismas razones que a los demás. Aunque quizá había sido por impulso o por simple rutina. Como fuese sin duda me interesaba. — Sí, se los pregunto, pero la mayoría no quiere cooperar, hay que terminar averiguándolo por otros métodos o simplemente se los hace hablar mediante poderes de otros vampiros o pociones de “la verdad”. Muy útiles sin duda. — Esclarecí poniendo las manos en los bolsillos, jugando con aquella bolsita que llevaba, donde tenía algunas piedras y hierbas, un conjuro sencillo para la protección, que podía servir de barrera si a alguien se le ocurriese atacarme por la noche, momentos donde no tenía el poder de “la barrera” tan estable.  

— No me emociona mucho que me “amenaces”, estoy aquí desde que nací, mi padre es un cardenal, me criaron bajo la cuna de Dios y me entrenaron para ser un tecnólogo confiable. Los demás sobrenaturales, muchas veces vienen de espías y luego se van con la información sobre las armas. — Explicaba con desgano, no me interesaba ocultarlo, principalmente porque muchos lo sabían, no había muchos hijos de cardenales y mucho menos con dotes mágicos. Algunas personas estúpidas terminaban matando a sus bebes para no tener que acarrear con ello. Mi padre era diferente y obviamente más inteligente. La iglesia estaba haciendo todo lo posible para reclutar seres no mortales y necesitaban personas que tuviesen el cerebro lavado con la idea de un Dios todo poderoso que los gobernaba y qué mejor que inculcar eso en niños pequeños. Pero no iba al caso así que seguí escuchándola, mientras observaba el camino que estábamos haciendo, las perfecciones e imperfecciones del lugar. — Está bien, no necesito muchas cosas y ya pedí que mañana en la mañana me traigan los libros y cosas que necesito. Tengo que trabajar doble, no son vacaciones. — Apreté un poco el dedo que aún sangraba levemente y lo observé con curiosidad, meditando las palabras de la vampira. Jamás me había curado una herida con sangre inmortal. Tendría que estudiar eso, ¿serviría si la sangre fuese extraída? De ser así, podríamos curar a nuestros soldados mucho más rápida y eficazmente que con los brujos que traspasaban energía vital o los simples curanderos, ya sea los con habilidades para contactarse con la divinidad a pedir milagros o los simples médicos.

— Ven, hazlo rápido, quiero ver cómo funciona. Dime, ¿por qué te uniste a la inquisición? ¿Sabes que podrían acabar contigo si no les satisficieras más? — Pregunté con tranquilidad mientras me acercaba y subía el dedo, esperando a que haga “su magia”. Me emocionaba aquel trayecto vital donde se compartía algo de la esencia de las personas. Aquellas cualidades me daban curiosidad, inquietaban mis estímulos científicos y por más que no lo quisiera aceptar, los instintos carnales y sentimentales estaban mirando por el rabillo de la puerta. Mi corazón estaba con más pulsaciones de las habituales y mordí mi labio, intentando controlarme desesperadamente. Me apoyé en el barandal a lo que sería mi habitación y la acerqué un poco, con cuidado dejé que nuestras auras estuviesen lo suficientemente cerca como para compartir colores y nuevamente busqué sus labios, esperando que la herida que sus colmillos habían provocado se cerraran. — ¿Haz convertido a alguien alguna vez? —

“Me gustaría saberlo todo. Pero cambiaría todo, para saber más de ti.” 


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Mensaje por Uriel Kattagary Jue Abr 03, 2014 12:40 pm


“Yo solo deseaba ser un ángel.”

Triste era la existencia, la vida… la muerte. Un juego del azar. Sonreí divertida también ante sus palabras. De todos era sabido que las confesiones se obtenían mediante torturas de las más crueles, a las más sádicas dependiendo el verdugo que las llevara a cabo. Y que más daba lo que decían o no decían al final de su muerte? La iglesia acusaba y sentenciaba sin preguntar apenas.

—Entonces ya somos dos los nacidos en la religión. Solo que en este caso tu rango es muy superior al mío.Tú fuiste y eres hijo de un cardenal, yo solo fui una hija de quienes ya servían a la Iglesia desde sus antepasados. — Comenté haciendo ver que no me sorprendían sus palabras, ya que por lo contrario me habían sorprendido demasiado y también precavido. Avisado de que con él me la podía jugar. Era hijo de un cardenal. Mi suerte estaba echada en un joven cual tenia el poder de mi condena y también me atrevería a decir de mi tortura, en caso de que decidiera simplemente usar su palabra contra la mía. Y obviamente le creerían con los ojos cerrados. Por ser quien era. Maldita iglesia, mascullé en mi fuero interno en lo que con una mano me acariciaba las sienes, intentando menguar el dolor de cabeza que de pensar en quien seria mi sombra estos últimos días me venía. Sinceramente no hubiera creído jamás tener dolor de cabeza y menos en esta condición como la que arrastraba mi cuerpo. Y hoy, precisamente hoy, era la primera vez que sentía ganas de descansar y pensar.

—Una persona puede ser confiable o no, dependiendo de muchos factores. Hasta uno de sus cardenales por el precio merecido, serian capaces de dar la espalda a aquello que adoran por encimas las cosas. El oro en nuestro tiempo es poder. Y la Iglesia si de algo tiene afán, a más de perseguir infieles, es de poseer la mayor riqueza en este caro y tan lujoso material. — Dije con voz suave, comentando solo lo que desde hacia años venia viendo y observando. —No por ser hijo de un cardenal eres completamente confiable, como yo por ser hija condenada de un antiguo linaje de espías inquisitorios. —Repliqué mirándole molesta por la situación que se estaba dando. No me gustaba estar bajo vigilancia, ya que aquello solía ser un indicio de ciertas dudas y una condena pendiente en mi cabeza. Sin embargo, lo que menos era de mi agrado era de que mi juez y verdugo, fuera aquel humano. Cuál sangre más tentadora y picante tenia, la que me seducía, como la magia que en ella corría.

Me relamí inconscientemente, aún sintiendo el recuerdo en mi memoria de su piel contra mis labios, y en un intento de distraerme le miré, como con aquellos vivaces ojos parecía vigilarlo todo. Grabar cada cimiento de aquel pasillo. Cada puerta, cada distribución y número. ¿Tendría miedo de perderse? Pensé divertida al verle como un alumno el primer día de sus clases. —Las paredes no se moverán del lugar, puedes estar tranquilo. Aquí no guardamos trucos. Más si no algún que otro escondite, de los que no pienso ni hablarte. A parte de ello, no debes preocuparte. Este sitio esta protegido contra todo o eso al menos es lo que les gusta decir. — Obviamente este lugar no era indestructible, y fácilmente visible, cualquier día podía ser un claro objetivo de la resistencia de los sobrenaturales. Solo que para ese día, nosotros estaríamos preparados y no muchos se atreverían a entrar en unos cimientos en los que convivan tantos sobrenaturales.

Aparté la mirada de él y observé su habitación, imaginándome por unos momentos que era lo que al día siguiente tendría de nuevo entre esas paredes. — ¿Qué pediste para tu estancia? ¿Trabajar doble?—Pregunté sin poder morderme la lengua ante la curiosidad que me producían sus palabras. Tampoco es que yo fuera a darle mucho trabajo. —No tenía otro lugar al que acudir. Al verme condenada, dejé de existir para mi familia, y busqué de refugio al único lugar que pensé que podría ser aceptada. Y sí, soy consciente de que en cualquier momento mi existencia puede volverse ceniza. Como consciente que si estas aquí es para terminar conmigo ante cualquier signo de alarma. Estoy a juicio y no soy conocedora de mis crimines. — Suspiré y le miré de forma intensa, clavando mis orbes en los ajenos en lo que el olor de su esencia carmesí se esparcía por la habitación, hasta rodearme y estremecer mi cuerpo. Cerré con fuerza mis labios, en un intento de controlar mis colmillos y solo al tenerlos escondidos de nuevo, sin ser una amenaza visible para el brujo, dejé que se acercará hasta mi. Reí al ver como subía el dedo hacia mis labios, y acordándome de cómo de pequeña mi madre me ofrecía caramelos de igual forma, no pude contener mi sonrisa. —Vuestro dedo no es un caramelo, para que me lo ofrezcáis de esta forma. No obstante, si es vuestro deseo… — Sonreí picará y exhalando mi aliento frío contra su piel, engullí su dedo en mi sedosa boca. Mi lengua enseguida probó la sangre que de la pequeña herida salía y cerrando los ojos con placer al poder saborear su esencia mágica, y conteniéndome de desear más de su sangre, me hice una herida con uno de mis colmillos en mi lengua. Al sentir mi sangre correr, volví a acariciar su herida, sellándola con mi sangre, y a regañadientes me aparté liberando su dedo de mi alcance, ya sanado. Contemplé la magia de mi sangre, y en aquel instante me di cuenta de lo cerca que lo tenia de mí. Nuestras auras se rozaban, se acercaban. Le miré indecisa, y antes de que pudiera hablar, mis labios fueron sellados por los suyos.

Gemí en sus labios al sentir de nuevo su calidez. Sus manos en mis costados y su aliento entremezclándose con el propio. Le besé, siguiendo aquel beso, perdiéndome en su sabor, de tal forma que olvidándome de mi lengua todavía no sanada del todo, se salían gotas de sangre, las que fueron a parar a los labios del brujo y quien probó la magia, que su dedo instantes antes había atestiguado. Rápidamente sentí como su corazón enloquecía brevemente en su pecho. Por suerte la sangre que había robado de mi, no era la suficiente para hacerle desear mucho más de ella. Se debía de ir con cuidado. Los esclavos de sangre no eran un mito. La sangre de los vampiros tenia los poderes para atrapar a los mortales hasta que estos, solo deseaban probar y vivir de ella. Sin poder resistirme a su calidez, al nuevo canto de su corazón me acerqué mas a él y besándole con intensidad, mis manos se movieron por su espalda, recorriéndola, buscando que se estremeciera al contacto de mis suaves pero frías manos. —Es peligroso Christopher… —Le avisé alejándome unos efímeros centímetros de sus labios. Suspiré contra ellos y mirándole fijamente, dejé que mis azules ojos se perdieran en los suyos, que hechizantes parecían embrujar mi alma. —Que deseas de mí… Christopher? ¿Por qué de entre todos, te enviaron a ti…? — De nuevo me abría como un libro abierto ante él y su mirada, y allí aguardé bajo la sombra de sus ojos  que sus labios de nuevo me hablaran. Como el orador que espera que su Dios le conteste. — Jamás he convertido a nadie, ni podría hacerlo. Condenarías tú…a un alma inocente, a un eterno camino de sombras y muertes? ¿Me habrías condenado tú de haber sido posible, si los papeles se hubieran intercambiado…?


“¿Qué hice mal, Christopher? Que ya solo deseo, perderme en la profunda tormenta que desata tu mirada.”


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Mensaje por Calcabrina Jue Abr 17, 2014 11:13 pm

“No pensé que tu existencia me carcomería el alma”
Parecía atormentada, raramente causaba esas expresiones en una mujer, porque me gustaba verlas cálidas y tranquilas, me agradaba ver a las mujeres ondear felicidad y cariño, porque desde pequeño me habían enseñado que eso es lo que debían hacer. Aunque claro que había conocido rebeldes, había torturado a vampiresas y otros seres de sexo femenino que querían ser dominantes, que por sus formas de actuar, casi podían pasar por hombres. Pero en el trabajo yo siempre estaba transformado, mis ojos se apagaban, se volvían de un color zafiro, deseoso de plegarias y respuestas. De conocer los más profundos pecados de la humanidad. Había elegido ese trabajo, por el mismísimo placer de dar cabida a mi curiosidad humana. Que como todo, se descubría con el dolor de los demás. ¿Cómo se pensaban que habían descubierto los órganos y huesos del cuerpo? Obviamente, abriendo seres humanos, vivos o muertos. Sabía que muchas veces los abrían un poco antes de que se mueran, para descubrir qué es lo que le andaba funcionando mal, anotan como se sentía desde que le agarró aquella infección o dolor. Y así intentan curar a la próxima persona. Un mal por un bien, era la balanza y había que aceptarla. — Más bien, soy superior, porque estoy vivo. Y tú, hermoso ser, más bien existes. — Susurré con calma, en lo que la seguía con completa confianza. No quería seguir picando en su cerebro, pero ella me obligaba, me daba pie a que la desprecie un poco. ¿Y por qué? Porque era hermosa y me sacaba de mis cabales.
—Qué suerte que el oro no me guste tanto. Preferiría la plata y la madera, al menos sé que con esos materiales sí estaría seguro. No creo que un hombre con lingotes de oro en los bolsillos pueda hacer algo contra un ser sobrenatural. No les conviene, en un abrir y cerrar de ojos ya estarían muertos. Pero sí, la Iglesia esta bañada en oro y te contaré por qué, luego. — Observando sus curvas ir y venir, pasé la mano por su cintura y terminé poniéndome a la altura de ella, caminando a su lado mientras miraba al frente. Hacía mucho tiempo que no contaba esa historia, de las antiguas religiones, de los egipcios y como ellos habían hecho todo lo que ahora se llamaba cristianismo, un simple nombre a un pensamiento que hace miles de años que vaga en la tierra. Me avergoncé un poco cuando ella descubrió que estaba observándolo todo para no perderme, pero lo ignoré y rodé los ojos. Siguiendo el camino, inundado por su fragancia que estaba llegando a un punto molesto en mi nariz. — Sí, tengo que trabajar doble porque tengo que mirarte con un ojo y con el otro hacer un nuevo diseño de arma y sucede que ese ojo probablemente se me irá a ti también. — Rezongué en lo que llegábamos y antes de adelantarme pude delinear con las yemas de mis dedos su cintura. El lugar estaba bien, no necesitaba mucho después de todo.
Sus pasos resonaban cuando caminaba y me escurrió una flama en el estómago, que acallé con una mirada reprobatoria y una sonrisa juguetona. Ella parecía un gatito, uno dulce y perfecto para ser cocinado. Yo mantenía el dedo en alto, acariciando sus labios con la yema, esperando y asintiendo ante “mi deseo” que más bien parecía que me iba a saltar un pitillo e iba a terminar explotando de las ganas de apretarla que tenía. Mordí mi lengua y me acerqué un poco más, apoye mi firme mano en su cintura y acaricié, palpando como si estuviese buscando algo. —Tranquilamente podría ser un caramelo si tú quisieras. — Misteriosamente le anhelaba y movía el dedo en su cavidad como si se tratara de otra parte de su cuerpo, quería tomar su lengua y apresarla y eso hice, le engullí como un pedazo de carne, saboreé la exquisitez de su boca, sabía que me había curado la herida, ya que ya no ardía, pero aunque quería ponerme a ver el proceso externo, no pude contenerme, mis manos la agarraron con fuerzas, casi estaba por crearse una barrera por puro instinto, para que no pudiese moverse, pero no podía llegar a tales extremos y tan solo succioné su lengua con avidez el tiempo que pude. La sangre que salía de ella era tan cálida tan dulce, que mi alarma de peligro se prendió y mis ojos se oscurecieron, terminando el beso con cuidado, mordiendo su labio inferior con confianza, para luego sí observarle su mar. —Que tu cerebro no piense demasiadas cosas, solo eres hermosa. — Le aclaré con una sonrisa, mientras acariciaba su cuello.
— Ya te lo he dicho, confían en mí, tú eres solo a la que más quieren que mire, pero me enviaron para espiarlos a todos. Lástima que solo me fijaré en ti y en como mueves tus curvas. Ya sabes que se vienen tiempos peligrosos, temen porque haya un espía enemigo. — Y le palpé el cuerpo, bajé la mano a sus piernas y acaricié el interior de ellas, subiendo por el borde, pasando el filo de mis dedos por el costado de su zona especial, seguí el camino por su vientre y termine con ambas manos a los lados de sus pechos, sujetándolos como si se tratara de una balanza. — Me molesta la idea de vivir en la noche, es algo que no me parece para nada cómodo. Pero es normal, aparte no es tu culpa ser como eres, ni la de los otros. Si todos pudiesen vivir en tranquilidad sería mejor, lástima que tu especie gusta de sangre humana y los licántropos no pueden controlarse en luna llena. Y los brujos, a ellos se los come el deseo de poder. — Expliqué, mientras mis dedos se volvían pinzas y retorcía uno de sus pezones, lo acariciaba con soltura y la otra mano sujetaba su espalda. Observaba su cuerpo y mis labios se acercaban a su cuello, la olisqueaba y la miraba. La llevaba con pasos sueltos hacia la pared, la acurrucaba en ella y la hundía lentamente en la oscuridad del cuarto. Hubiese terminado enrollado con ella. Pero lentamente la dejé, pasando mis largos dedos por su espalda tal como ella lo hacía momentos atrás. — Vete o terminarás durmiendo conmigo. ¿Pronto sale el sol? Esperaré acostado a que traigan mis cosas… — Murmuré cancinamente, en su oreja, acariciando su lóbulo con las yemas de mi mano desocupada, seguía aplastándola, pero al paso de los segundos la dejé en libertad condicional. —Mañana si quieres, te contaré la historia del oro. —
“Es imposible negarte a mis deseos, poseo aquello que tu deseas, la vida.”
 
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Mensaje por Uriel Kattagary Dom Abr 20, 2014 5:33 pm


"Jamás pensé que el vacio de mi existencia se sintiera mas con tu presencia.”


—Entonces recemos para que tu otro ojo no siga al contrario o terminaras creando copias exactas de mi o peor aún… me verás como una potencial arma que crear y desmontar a tu juicio y experimentos. — Bromeé con confianza, aunque la verdad fuera que ni loca iba a dejar que nadie experimentara conmigo. No había visto los experimentos o torturas, suficiente tenía con imaginar las formas que había de hacer perecer lentamente a un inmortal durante años, como en ocasiones hacían con los vampiros que llevaban más tiempo entre aquellas paredes. —No sería un buen conejito de indias en todo caso. —Me encogí de hombros y esperé que jamás se le ocurriera tal barbaridad a aquel brujo o debería tomar medidas serias en el asunto. Podía tolerar el dolor hasta cierto punto, sí, sin embargo no me gustaba todo aquello de las preguntas, ¿Qué sientes? En esos momentos era para decirles que se sentía realmente bien sentir un dedo manoseando su interior como cual ave carroñera buscando el pedazo de carne que llevarse a probar. Sonreí de lado y negué con la cabeza sintiéndole más cerca de mí, caminando a mi lado y así llegar a su habitación, donde de nuevo lo volví a tener cerca, tan cerca que sentía como su dedo rozaba en una caricia mis labios.

Desde el inicio de conocer al brujo, había sido consciente de cómo siempre que sus manos se acercaban o acariciaban mi cuerpo, solían hacerlo de forma que parecieran estar buscando algo, palpando mi piel. Me parecía de lo más extraño y aún así mi cuerpo respondía a sus caricias acercándose más a él en lo que con una sonrisa le miraba y asentía, ahogando un suspiro de satisfacción al sentirle tan cerca. Su cálida piel contra la mía. —Los caramelos son comidos, mi extraviado ángel… —susurré con voz angelical y una traviesa sonrisa en mis labios al momento de tomar su dedo y sanarle la herida, para luego insatisfecha, deseante de probar de su boca, besarle en aquellos labios dueños  de toda fantasía que albergaba desde que apareció ante mí. Sus manos me apresaron. Apenas sentía más que un ligero agarre, ya que de desear soltarme me habría bastado simplemente con apartar sus brazos o escurrirme entre ellos. Sin embargo le deseaba, de una forma que jamás había sentido. Sentía que aún que acariciara mi piel, me besara y con aquella cálida lengua me saboreara y yo contestara magistralmente a sus toques, deseaba más. Mucho más de él. Posé mis manos en su pecho y lo acaricié sintiendo bajo mi tacto su carne, sus músculos, hasta su propia sangre correr lo que solo hacia aumentar más mi deseo por él. Justo en aquel momento fue que se apartó de mí. Por momentos me encontré ferozmente atraída por atraerle de vuelta, pero al verle que en verdad jamás se había ido, si no que permanecía mordiéndome el labio y acariciando mi cuello, olvidé mis deseos simplemente para centrarme en lo que él representaba. Un tentador y prohibido fruto.

—No soy solo hermosa. —Repliqué con una sonrisa  ladeando el cuello, exponiendo una de las partes más débiles de mi inmortalidad con confianza, pidiendo sus caricias. —Por dentro soy mucho más que eso, y no solo alguien de piel fría. —Me adelanté a lo que podrían ser sus pensamientos. Antes ya me había puesto en mi lugar, rebajándome a quien solo mora por las noches existiendo. Tenía razón, no podía negarlo, todo y que no siempre podía ser así. No solo existíamos. Hasta nosotros los vampiros encontrábamos cada cierto tiempo aquella debilidad por la que terminábamos viviendo alrededor de la persona que nos hacia débiles. Entonces vivíamos como un mortal y sentíamos aún más profundo que ellos. —Yo fui la responsable de la última gran misión… que esperan, que les traicione? —Pregunté sobre sus labios, acallándome al sentir el cosquilleo de sus dedos rozando mi feminidad hasta quedarse sobando mis pechos. Jadeé contra sus labios. Olvidé mis preguntas y rodeándole con los brazos, acercándole más a mí, hasta sentir su cuerpo contra mi figura, volví a tomar de sus labios, a besarle en lo que con su cuerpo me hacia retroceder y yo me dejaba. Me topé contra la pared y suspirando, le besé la barbilla. Había algo en él que me hacía sentir fascinación, hasta demencia si pensaba en su cálido cuerpo. Le miré con los azules ojos brillantes, apasionados hasta que tras que mi mano emprendiera un camino derecho a torturarle una parte de lo que él, con su existencia lo hacía, se separó de mí, dejándome por unos instantes perdida.

¿Qué ocurre? Me pregunté buscando una explicación lógica al porque de alejarse. Sentía los colmillos dolientes por salir, hecho que constataba que no habían salido de su lugar. ¿Entonces? Le miré buscando explicaciones, y maldije por mis tonterías cuando todo fue aclarado y yo quedaba en evidencia. ¡El maldito sol! ¿Cómo había podido olvidarme de él? —El sol esta próximo, tienes razón. Mañana  mejor hablaremos de esa historia que desconozco. —Asentí cerca de su rostro al tiempo que él alejándose un paso de mí, yo me adelantaba un paso, de nuevo quedando contra él. —Tampoco me molestaría dormir a tu lado. Serías un bocado exquisito… — dije mordiendo una última vez su labio inferior antes de soltarle y dejar que se alejara. Asentí y lentamente me encaminé hacia la puerta, con tan pocas ganas de alejarme de allí, como de dormitar, si es que lograba conciliar el sueño. —Intenta dormir en la mañana tras que te traigan las cosas y por favor, no te pasees por el pasillo y delante de mi puerta… Buenas noches Christopher. —Y antes de que pudiera sucumbir de nuevo a su aroma y tacto, sin darle opción a hablar me fui, dejándole con la palabra en la boca y a mi inquieta. Como jamás nunca lo había estado.


“Tú no solo tienes todo lo que yo desearía, también lo eres.”

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TERMINADO


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