Tormenta [Privado]

Los últimos tres días no había dejado de llover con lo cual me encontraba encerrado en la mansión más tiempo de lo habitual. De cierto modo eso significaba más horas junto a mi amo, lo cual me hacía feliz, pero no poder salir a estirar las patas y asolear mi pelaje me estaba volviendo loco. Me pegue a la ventana como si con ello pudiese lograr que escampara de un momento a otro, pero al cabo de casi media hora tuve que admitir que aquella lluvia estaba lejos de acabar.

De no ser invierno probablemente hubiese salido aun con el cielo cayendo sobre mi, en cambio la idea de mojarme con agua helada era más que suficiente para hacerme desistir de una pequeña escapada. La impotencia solo aumentaba mi frustración y con ello mi mal humor que crecía minuto a minuto, especialmente porque a solo unos metros de mí Löwe parecía muy confortable examinando tranquilamente viejos mapas de navegación a la luz de las velas. No era capaz de comprender que veía o le parecía tan interesante en esos trozos de papel, especialmente estando yo allí, sin embargo decidí que sea lo que sea que estuviese haciendo ya era hora de que acabara para ocuparse de mi.

Deje mi sitio junto al cristal para ir hasta él, ocupando su regazo sin solicitar su permiso, no obstante aunque no protesto contra mi irrupción tampoco pareció interesado en mí, siguiendo con su exasperante silencio mientras maniobraba con sus mapas tratándome sólo como un obstáculo entre él y ellos. La sangre me hirvió con la suficiente intensidad para que mi rostro se coloreara por la furia, pero por más que mi primer instinto era tomar todos esos papeles y destrozarlos, me contuve.

Ya era bastante malo que no dejase de llover, no quería sumarle a eso una pelea con Löwe, especialmente porque estaría encerrado allí dentro con él y prefería recibir sus mimos en esas circunstancias a soportar sus castigos que en ocasiones realmente llegaban a llevarme a mis límites.

- ¿Qué haces? – le interrogue mientras me recostaba contra su cuerpo - ¿Es realmente tan interesante? ¿No estás cansado? Llevas horas con eso – me pegue más a él acariciando su cuello con mi nariz – hueles muy bien – comente antes de empezar a mordisquear suavemente la zona pero se me escapo un mordisco más fuerte cuando un golpe en la puerta me sobresalto.

El mayordomo de la mansión entro llevando consigo un paquete, explicándole al amo que un mensajero lo había traído para él a pesar del clima y de las horas intempestivas. Cuando lo dejo cuidadosamente sobre el escritorio pude ver que se trataba de una caja de madera pulida que llevaba un extraño blasón gravado en su tapa, se trataba de dos canes atacándose mutuamente, el cual no recordaba haber visto antes pero que hizo que me sintiera nervioso.