AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
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Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Hacía semanas que mi maestro, y padre adoptivo, se había marchado a una misión a la otra parte del Océano Atlántico, haciéndome prometer que no saldría a cazar sola; pero yo había decidido aprovechar su ausencia para independizarme como cazadora y empezar mi nuevo camino. Cuando volviese, si es que volvía, habrían pasado meses, y esperaba haber evolucionado lo suficiente como para convencerle de que podía continuar sola.
Aquella noche decidí acercarme a una de las tabernas del puerto, pues en otras ocasiones le había acompañado allí para buscar algún trabajo que nos fuera encomendado. Era curioso la cantidad de barbaridades que eran capaces de decir los hombres ebrios sobre monstruos sobrenaturales y brujas, lo malo es que la mayoría de las veces eran realidad. Y ahí era cuando nosotros entrábamos en acción, tratando de hacernos con un renombre en las oscuras esferas de la sociedad parisina.
Cuando entré en aquel mugriento local pude sentir como decenas de ojos se giraban hacia mí; el olor a sudor, a pescado y a alcohol se unían en una mezcla nauseabunda que no ayudaba en mi propósito, más cogí aire y levantando bien la cabeza caminé hasta la barra donde un taburete me sirvió de asiento. Saludé a la camarera a la que conocía de otras veces y me pedí un vaso con bourbon, pero no me percaté del error de contarle a la muchacha la razón de que mi padre no acudiría aquella noche hasta que ya era demasiado tarde.
Me concentré en mi copa que pronto fue servida, mientras tratan de escuchar las conversaciones como otras tantas veces había hecho hasta dar con la historia que nos interesaba. Pero no disfruté de mucho más tiempo para hacerlo, pues minutos después dos hombres sudorosos se acercaron a mí, rodeándome cada uno por un lado.
-Hola muñeca.- ¿No te ha enseñado tu papá que no debes salir sola por la noche? Hay muchos peligros por ahí fuera.- susurró uno frente a mi cara provocándome una arcada por su fétido aliento mientras el otro le reía la gracia a su espalda.
Enarqué una cerca al tiempo que me ponía de pie y tensaba todo mi cuerpo. Si alguno osaba en tocarme sabrían que lo peligroso de la noche no estaba fuera, sino dentro del local.
-Resulta que mi padre me enseñó a defenderme sola, así que si no les importa, me gustaría seguir de ese modo….SOLA.- siseé mientras deslizaba mi mano con disimulo hacía mi cinto para preparar la daga que tenía escondida en él.
-Vamos preciosa, te acompañamos a casa para que no te pase nada.- rió el otro a mi espalda mientras me sujetaba los brazos con fuerza, haciéndome daño y evitando que pudiese tener acceso a la daga.
Fue entonces cuando el primero que había hablado comenzó a acercarse amenazante hacía mí, jaleado por otros hombres del local que se hallaban sentados en una mesa y que al parecer iban con ellos. Su asquerosa se acercó a mis labios, y reaccioné como cualquier mujer haría, le mordí con tal fuerza que comenzó a sangrar profusamente. De pronto su mano cruzó mi cara, devolviéndome así la herida en el labio, y mientras probaba el amargo sabor supe que esa noche la caza tendría lugar en el local.
Aproveché el despiste del hombre que tenía a mi espalda para propinarle un cabezazo en la nariz que le hizo arrodillarse en el suelo para soltar improperios, consiguiendo así mi liberación.
Busqué con rapidez mi daga y en un movimiento certero la coloqué en el cuello del primer hombre cuyo labio todavía sangraba.
-¿Qué parte de que quiero estar SOLA no habéis comprendido?- gruñí frente a su rostro, que por ende no parecía asustado, sino todo lo contrario. Aquello me confundió, hasta que por el rabillo del ojo vislumbré la razón de su asquerosa sonrisa. Tres hombres se levantaban de una mesa riendo y acercándose a nosotros. ¿Por qué no aprendería a hacer caso a mi padre?
Aquella noche decidí acercarme a una de las tabernas del puerto, pues en otras ocasiones le había acompañado allí para buscar algún trabajo que nos fuera encomendado. Era curioso la cantidad de barbaridades que eran capaces de decir los hombres ebrios sobre monstruos sobrenaturales y brujas, lo malo es que la mayoría de las veces eran realidad. Y ahí era cuando nosotros entrábamos en acción, tratando de hacernos con un renombre en las oscuras esferas de la sociedad parisina.
Cuando entré en aquel mugriento local pude sentir como decenas de ojos se giraban hacia mí; el olor a sudor, a pescado y a alcohol se unían en una mezcla nauseabunda que no ayudaba en mi propósito, más cogí aire y levantando bien la cabeza caminé hasta la barra donde un taburete me sirvió de asiento. Saludé a la camarera a la que conocía de otras veces y me pedí un vaso con bourbon, pero no me percaté del error de contarle a la muchacha la razón de que mi padre no acudiría aquella noche hasta que ya era demasiado tarde.
Me concentré en mi copa que pronto fue servida, mientras tratan de escuchar las conversaciones como otras tantas veces había hecho hasta dar con la historia que nos interesaba. Pero no disfruté de mucho más tiempo para hacerlo, pues minutos después dos hombres sudorosos se acercaron a mí, rodeándome cada uno por un lado.
-Hola muñeca.- ¿No te ha enseñado tu papá que no debes salir sola por la noche? Hay muchos peligros por ahí fuera.- susurró uno frente a mi cara provocándome una arcada por su fétido aliento mientras el otro le reía la gracia a su espalda.
Enarqué una cerca al tiempo que me ponía de pie y tensaba todo mi cuerpo. Si alguno osaba en tocarme sabrían que lo peligroso de la noche no estaba fuera, sino dentro del local.
-Resulta que mi padre me enseñó a defenderme sola, así que si no les importa, me gustaría seguir de ese modo….SOLA.- siseé mientras deslizaba mi mano con disimulo hacía mi cinto para preparar la daga que tenía escondida en él.
-Vamos preciosa, te acompañamos a casa para que no te pase nada.- rió el otro a mi espalda mientras me sujetaba los brazos con fuerza, haciéndome daño y evitando que pudiese tener acceso a la daga.
Fue entonces cuando el primero que había hablado comenzó a acercarse amenazante hacía mí, jaleado por otros hombres del local que se hallaban sentados en una mesa y que al parecer iban con ellos. Su asquerosa se acercó a mis labios, y reaccioné como cualquier mujer haría, le mordí con tal fuerza que comenzó a sangrar profusamente. De pronto su mano cruzó mi cara, devolviéndome así la herida en el labio, y mientras probaba el amargo sabor supe que esa noche la caza tendría lugar en el local.
Aproveché el despiste del hombre que tenía a mi espalda para propinarle un cabezazo en la nariz que le hizo arrodillarse en el suelo para soltar improperios, consiguiendo así mi liberación.
Busqué con rapidez mi daga y en un movimiento certero la coloqué en el cuello del primer hombre cuyo labio todavía sangraba.
-¿Qué parte de que quiero estar SOLA no habéis comprendido?- gruñí frente a su rostro, que por ende no parecía asustado, sino todo lo contrario. Aquello me confundió, hasta que por el rabillo del ojo vislumbré la razón de su asquerosa sonrisa. Tres hombres se levantaban de una mesa riendo y acercándose a nosotros. ¿Por qué no aprendería a hacer caso a mi padre?
Ildri Persson- Cazador Clase Media
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 26/08/2016
Localización : París
Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Aquella noche había salido a dar una vuelta por el mismo puerto donde estaba atracado nuestro barco.
Zorro y Poseidon se habían quedado jugando a las cartas mientras daban un buen tiento a la botella de ron, mas yo me sentía ligeramente inquieto.
Debo reconocer que el agua nunca fue mi lugar predilecto, que los viajes tan largos erizaban mi piel poniéndome el bello de punta y si a eso le uníamos que la mayoría de nosotros, por no decir todos llevábamos un mes sin catar hembra...se podía decir que de ahí venia mi descontento.
Decidí acercarme a una taberna cercana que unos marineros me señalaron que había por los alrededores al puerto, según ellos servían buenas cervezas negras e imagine que un poco de alcohol me ayudaría a relajarme.
Ademas con suerte quizás encontrara una cantinera guapa a la que ronronearle un poco y llevarme a la cama, mis huevos estaban cargados de amor, así que a estas alturas y dadas las circunstancias ¿no dicen que por la noche todos los gatos son pardos?
Llegué a la taberna siguiendo las señales marcadas y no tarde en con cierta impaciencia adentrarme en el interior de aquel antro que poco o nada tenia de elegante.
Para mi disgusto la mayoría de los allí presentes eran hombres, marineros que olían a sudor, pescado, salitre, al menos el pescado no me disgustaba.
Arrugue ligeramente la nariz por el nauseabundo olor, mas con el paso firme y diestro me acerque a la barra dispuesto a perdonar aquello por una buena cerveza negra.
Eso fue lo que le pedí a una bella cantinera de ojos verdes y piel morena que juguetona pronto empezó a tontear conmigo.
-Podíais ventilar esto un poco preciosa -susurré contra sus labios cuando me sirvió la comanda.
Deslice mis dedos por sus rizos azabache a sabiendas de que aquella noche acabaría con mi sequía mientras la dama acariciaba con sus labios el filo de mi boca susurrando la hora de la salida de aquel lugar inhóspito dispuesta a perderse entre mis cálidas sabanas de seda.
Absorto en el placer que su cercanía me ofrecía no me di cuenta de que no muchos mesas mas allá había comenzado una pelea, una que en un principio augure de marineros, mas por ende mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a una dama defenderse con uñas y dientes de dos ebrios marinos que le sacaban dos cuerpos cada uno.
Di un trago a la cerveza admirando como se movía, las curvas de su cuerpo, su rostro, aquello ojos azul cielo, todo en ella era bellos.
Mas pronto a la fiesta se unieron otros, tres, así que de un salto abandone el taburete acercándome a su encuentro.
-Eso chicos, sujetarla, vamos a violarla todos uno a uno.
Los hombres jalearon mis palabras, algo que hizo que sus ojos con los míos se cruzaran.
-Pásamela tío, te la sujeto y tu le bajas las bragas.
El gordo que la tenia no dudo de mis palabras, así que sin pensárselo dos veces la lanzo a mis brazos, que con firmeza sujetaron los suyos impidiendo que se moviera mientras el resto de hombres empezaban con al ardua tarea de bajarse los pantalones dispuestos a empezar su turno entre sus piernas.
-Shhhh -susurré en su oído mientras aflojaba su agarre -corre hacia la puerta.
La dama no entendía muy bien, mas lo hizo, tiempo suficiente para dejar que sendas dagas aparecieran en mis manos y volaran contra dos de aquellos insensatos que cayeron al suelo de inmediato.
De un salto me subí sobre la mesa, golpeando con mi pierna a otro de los marineros que venían furiosos en mi busca por haberles engañado.
Sonreí de medio lado dando una voltereta en el aire y tomando la silla al caer se la estampe en la espalda dejándolo fuera de juego.
Zorro y Poseidon se habían quedado jugando a las cartas mientras daban un buen tiento a la botella de ron, mas yo me sentía ligeramente inquieto.
Debo reconocer que el agua nunca fue mi lugar predilecto, que los viajes tan largos erizaban mi piel poniéndome el bello de punta y si a eso le uníamos que la mayoría de nosotros, por no decir todos llevábamos un mes sin catar hembra...se podía decir que de ahí venia mi descontento.
Decidí acercarme a una taberna cercana que unos marineros me señalaron que había por los alrededores al puerto, según ellos servían buenas cervezas negras e imagine que un poco de alcohol me ayudaría a relajarme.
Ademas con suerte quizás encontrara una cantinera guapa a la que ronronearle un poco y llevarme a la cama, mis huevos estaban cargados de amor, así que a estas alturas y dadas las circunstancias ¿no dicen que por la noche todos los gatos son pardos?
Llegué a la taberna siguiendo las señales marcadas y no tarde en con cierta impaciencia adentrarme en el interior de aquel antro que poco o nada tenia de elegante.
Para mi disgusto la mayoría de los allí presentes eran hombres, marineros que olían a sudor, pescado, salitre, al menos el pescado no me disgustaba.
Arrugue ligeramente la nariz por el nauseabundo olor, mas con el paso firme y diestro me acerque a la barra dispuesto a perdonar aquello por una buena cerveza negra.
Eso fue lo que le pedí a una bella cantinera de ojos verdes y piel morena que juguetona pronto empezó a tontear conmigo.
-Podíais ventilar esto un poco preciosa -susurré contra sus labios cuando me sirvió la comanda.
Deslice mis dedos por sus rizos azabache a sabiendas de que aquella noche acabaría con mi sequía mientras la dama acariciaba con sus labios el filo de mi boca susurrando la hora de la salida de aquel lugar inhóspito dispuesta a perderse entre mis cálidas sabanas de seda.
Absorto en el placer que su cercanía me ofrecía no me di cuenta de que no muchos mesas mas allá había comenzado una pelea, una que en un principio augure de marineros, mas por ende mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a una dama defenderse con uñas y dientes de dos ebrios marinos que le sacaban dos cuerpos cada uno.
Di un trago a la cerveza admirando como se movía, las curvas de su cuerpo, su rostro, aquello ojos azul cielo, todo en ella era bellos.
Mas pronto a la fiesta se unieron otros, tres, así que de un salto abandone el taburete acercándome a su encuentro.
-Eso chicos, sujetarla, vamos a violarla todos uno a uno.
Los hombres jalearon mis palabras, algo que hizo que sus ojos con los míos se cruzaran.
-Pásamela tío, te la sujeto y tu le bajas las bragas.
El gordo que la tenia no dudo de mis palabras, así que sin pensárselo dos veces la lanzo a mis brazos, que con firmeza sujetaron los suyos impidiendo que se moviera mientras el resto de hombres empezaban con al ardua tarea de bajarse los pantalones dispuestos a empezar su turno entre sus piernas.
-Shhhh -susurré en su oído mientras aflojaba su agarre -corre hacia la puerta.
La dama no entendía muy bien, mas lo hizo, tiempo suficiente para dejar que sendas dagas aparecieran en mis manos y volaran contra dos de aquellos insensatos que cayeron al suelo de inmediato.
De un salto me subí sobre la mesa, golpeando con mi pierna a otro de los marineros que venían furiosos en mi busca por haberles engañado.
Sonreí de medio lado dando una voltereta en el aire y tomando la silla al caer se la estampe en la espalda dejándolo fuera de juego.
Gatto- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 25/08/2016
Localización : Un barco
Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Suspiré enojada sabiendo que cuatro contra uno era una proporción complicada teniendo en cuenta el hecho de que no podía, o al menos, no debía matarlos. Separé mi daga del cuello de aquel hombre que estaba más próximo a mí, y sacando otra de mi cinto di dos pasos atrás para tratar de controlar la situación, una situación que se complicaba por momentos cuando comenzaron a abrir su círculo rodeándome por todos los flancos.
No sería fácil, pero en peores situaciones me había visto envuelta, y sin esperar a que ellos diesen el primer paso, me lancé contra el más grande de todos, que por desgracia debió preveer mi ataque, pues sin mucho esfuerzo, me sujetó con fuerza del brazo mientras hacía caer mi daga al suelo por la presión.
Siseé con rabia por el dolor que me provocaba su enganche, me estaba cortando la circulación del brazo y mis sacudidas para tratar de zafarme de él no conseguían sino divertir más a aquellos hombres que empezaron a cerrar su círculo en torno a mí, mientras con mis piernas trataba de patearles su entrepierna.
De pronto un fornido y atractivo hombre de ojos claros parecía unirse a la fiesta, y por si fuese poco, dándoles horribles ideas sobre lo que hacer conmigo. Lo miré frunciendo el ceño, jurando que con él sería con quien más me ensañaría, y que iba a hacer que se tragase sus palabras una a una. El desgraciado que me tenía presa me lanzó a sus brazos y cuando sentí su enganche supe que no tendría escapatoria; aquel enorme tipo se bastaba para controlarme, dejándome a merced de los otros cuatro que reían y babeaban al tiempo que se desabrochaban los pantalones.
Un sonoro jadeo salió de mis labios cuando el cálido aliento de aquel joven acariciaba mi oído, regalándome unas palabras que no esperaba escuchar. Me liberaba, todo había sido una estratagema para ayudarme..pero, ¿por qué? ¿Quién en su sano juicio se mete en una pelea por un desconocido?
Salí corriendo como él me había dicho, girándome por error cuando mi salvación se encontraba a solo unos pasos de mí.
Observé como sin error ninguno en sus tiros, tumbaba a dos de mis agresores con el golpe certero de sus dagas, mientras el tercero se lanzaba sobre él sin conocimiento de causa. De un ágil salto se subió sobre la mesa, para en dos gráciles movimientos deshacerse del atacante que habiéndose olvidado de mí, ahora había hecho de él su objetivo.
Pero el cuarto no pensaba soltar a su presa tan fácilmente, y por el rabillo del ojo observé como caminaba raudo hacia mí, mientras una sonrisa ladina se instauraba en mi rostro.
No me hicieron falta más que dos movimientos para de un salto hundir el tacón de mi bota en su nariz, y dejarlo desplomado en el suelo; mientras mi cuerpo, sin obedecer a mi razón, se acercaba a aquel joven a quien debería agradecer haber salido intacta aquella noche.
- Si osas tocarme, no habrá agujero en París en el que puedas esconderte de mí.- siseé mientras golpeaba su mejilla con la mano abierta al recordar lo que había dicho delante de esos desgraciados que ahora cubrían el suelo con sus cuerpos.
No sería fácil, pero en peores situaciones me había visto envuelta, y sin esperar a que ellos diesen el primer paso, me lancé contra el más grande de todos, que por desgracia debió preveer mi ataque, pues sin mucho esfuerzo, me sujetó con fuerza del brazo mientras hacía caer mi daga al suelo por la presión.
Siseé con rabia por el dolor que me provocaba su enganche, me estaba cortando la circulación del brazo y mis sacudidas para tratar de zafarme de él no conseguían sino divertir más a aquellos hombres que empezaron a cerrar su círculo en torno a mí, mientras con mis piernas trataba de patearles su entrepierna.
De pronto un fornido y atractivo hombre de ojos claros parecía unirse a la fiesta, y por si fuese poco, dándoles horribles ideas sobre lo que hacer conmigo. Lo miré frunciendo el ceño, jurando que con él sería con quien más me ensañaría, y que iba a hacer que se tragase sus palabras una a una. El desgraciado que me tenía presa me lanzó a sus brazos y cuando sentí su enganche supe que no tendría escapatoria; aquel enorme tipo se bastaba para controlarme, dejándome a merced de los otros cuatro que reían y babeaban al tiempo que se desabrochaban los pantalones.
Un sonoro jadeo salió de mis labios cuando el cálido aliento de aquel joven acariciaba mi oído, regalándome unas palabras que no esperaba escuchar. Me liberaba, todo había sido una estratagema para ayudarme..pero, ¿por qué? ¿Quién en su sano juicio se mete en una pelea por un desconocido?
Salí corriendo como él me había dicho, girándome por error cuando mi salvación se encontraba a solo unos pasos de mí.
Observé como sin error ninguno en sus tiros, tumbaba a dos de mis agresores con el golpe certero de sus dagas, mientras el tercero se lanzaba sobre él sin conocimiento de causa. De un ágil salto se subió sobre la mesa, para en dos gráciles movimientos deshacerse del atacante que habiéndose olvidado de mí, ahora había hecho de él su objetivo.
Pero el cuarto no pensaba soltar a su presa tan fácilmente, y por el rabillo del ojo observé como caminaba raudo hacia mí, mientras una sonrisa ladina se instauraba en mi rostro.
No me hicieron falta más que dos movimientos para de un salto hundir el tacón de mi bota en su nariz, y dejarlo desplomado en el suelo; mientras mi cuerpo, sin obedecer a mi razón, se acercaba a aquel joven a quien debería agradecer haber salido intacta aquella noche.
- Si osas tocarme, no habrá agujero en París en el que puedas esconderte de mí.- siseé mientras golpeaba su mejilla con la mano abierta al recordar lo que había dicho delante de esos desgraciados que ahora cubrían el suelo con sus cuerpos.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 26/08/2016
Localización : París
Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Con una sonrisa de medio lado vi como la preciosa dama de ojos claros se acercaba a mi, ahora venia el “gracias por salvarme” bla bla bla. Beso en la comisura de los labios “deja que te invite a una copa para agradecértelo” bla bla bla caricia en la mano para que la invitara a sentarse, roce de mi mano con su espalda y antes de que acabara la noche la tendria gimiendo en los callejones de detrás de aquel bar de mala muerte.
Alce la ceja picaramente dispuesto a escuchar su agradecimiento cuando un “plasss” fue lo que retumbo en el local haciéndome abrir de par en par los ojos antes de llevar mi mano a la mejilla en un acto reflejo.
-¿Pero tu estas loca? ¿tienes algún tipo de retraso?
Al final iba a ser verdad eso de que las rubias eran tontas, ella confirmaba la regla, allí plantada frente a mi amenazándome por querer violarla.
-¿no te has dado cuenta aun de que te he salvado?
Alce de nuevo la ceja mirando le rostro de esa bella mujer que parecía enfadada frente a mi.
-¿que enfermedad mental tienes? ¿O acaso te he fastidiado el plan y lo que querías es que te dieran pero bien?
Gruñí erizando toda mi piel cerca de ella, odiaba a las mujeres que no sabían controlarse. Ella parecía por lo contrario divertirle mi enfado, así que me limité a darme la vuelta para volver sobre mis pasos al taburete desde donde la otra dama me miraba risueña.
-¿te ha gustado verdad? -ronroneé en su oído consciente de que salir victorioso de una trifulca siempre te aseguraba un polvo.
Aun así no podía evitar pensar en esa mujer de ojos claros que tras de mi parecía enfurecerse no se bien si por haberla llamado tonta o por haberla plantado.
-¿vas a quedarte ahí mirando a los muertos? -pregunte mirándola de soslayo -por si te falta alguna neurona en la cabeza te diré que lo lógico es que salgas del local antes de tener que explicar a los guardias porque los has matado.
Reí divertido volviendo a centrar mis ojos en la morena de ojos verdes que frente a mi acariciaba mi mano, prometiéndome una noche de escándalo.
Alce la ceja picaramente dispuesto a escuchar su agradecimiento cuando un “plasss” fue lo que retumbo en el local haciéndome abrir de par en par los ojos antes de llevar mi mano a la mejilla en un acto reflejo.
-¿Pero tu estas loca? ¿tienes algún tipo de retraso?
Al final iba a ser verdad eso de que las rubias eran tontas, ella confirmaba la regla, allí plantada frente a mi amenazándome por querer violarla.
-¿no te has dado cuenta aun de que te he salvado?
Alce de nuevo la ceja mirando le rostro de esa bella mujer que parecía enfadada frente a mi.
-¿que enfermedad mental tienes? ¿O acaso te he fastidiado el plan y lo que querías es que te dieran pero bien?
Gruñí erizando toda mi piel cerca de ella, odiaba a las mujeres que no sabían controlarse. Ella parecía por lo contrario divertirle mi enfado, así que me limité a darme la vuelta para volver sobre mis pasos al taburete desde donde la otra dama me miraba risueña.
-¿te ha gustado verdad? -ronroneé en su oído consciente de que salir victorioso de una trifulca siempre te aseguraba un polvo.
Aun así no podía evitar pensar en esa mujer de ojos claros que tras de mi parecía enfurecerse no se bien si por haberla llamado tonta o por haberla plantado.
-¿vas a quedarte ahí mirando a los muertos? -pregunte mirándola de soslayo -por si te falta alguna neurona en la cabeza te diré que lo lógico es que salgas del local antes de tener que explicar a los guardias porque los has matado.
Reí divertido volviendo a centrar mis ojos en la morena de ojos verdes que frente a mi acariciaba mi mano, prometiéndome una noche de escándalo.
Gatto- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 25/08/2016
Localización : Un barco
Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
No sabía porque estaba tan enfadada, ni siquiera sabía porque le había dado aquel sonoro tortazo a aquel fornido hombre de ojos claros que ahora cargado de furia despotricaba contra mí. Pero ¿qué se había creído? ¿Qué iba a entregarme a él como una loba en celo por haberme salvado de un destino poco prometedor en el que habría perdido no solo mi dignidad sino también es o que había mantenido con tanto recelo?
Por su cara y la rabia que desprendía en sus palabras supuse que no estaba acostumbrado a que una mujer se resistiese a sus encantos, a esa preciosa sonrisa de medio lado que ahora había desaparecía mientras me gritaba enfadado y yo enarcaba un ceja tratando de entender por qué tanto odio.
- No creas que te debo nada, porque podría habérmelas apañado yo solita. Igual eres tú a quien he fastidiado el plan, que pensabas que te agradecería tu valiente actuación en otro sitio y con menos ropa. Y créeme, nada más lejos de la realidad. No te tocaría ni con un palo.- mentí; sabía que no habría sido capaz de salir vencedora, pero no se lo pensaba reconocer. Mentí, porque sin saber muy bien por qué, quizás la adrenalina del momento, mi cuerpo me empujaba hacia él, a agradecerle al menos su intervención.
Pero mi orgullo volvía a hacerse presente, levantando altiva el mentón mientras con un gruñido frente a mis labios se alejaba de mi lado. Observé ojiplática ahora sus movimientos , aquel hombre del que desconocía el nombre volvía a ocupar su lugar en la barra, deshaciéndose en caricias con la tabernera, mientras yo negaba incrédula con la cabeza intentando descubrir porque me molestaba tanto que se marchase con ella.
- Siento el malentendido; gracias por ayudarme.- susurré acercándome a su lado, sintiendo incluso en la lejanía el calor que desprendía y esforzándome por conseguir aquello que nunca hacía, pedir disculpas aún sabiendo que me había equivocado. Miré a la joven tabernera que al parecer había fijado sus ojos en mi salvador, lanzándole un saquito de terciopelo con monedas en su interior.- Toma, esto pagará lo que el caballero se tome esta noche además de tus servicios, que no creo que sean muy elevados.
Me separé un poco de la barra, sabiendo que había llegado el momento de la despedida y que como bien decía, debería marcharme antes de responder de aquellos cuerpos ante la policía. Además que la mirada de la tabernera no auguraba nada bueno conforme iba entendiendo el sentido de mis palabras.
- Disfruta de la noche, y gracias de nuevo.- susurré esta vez sin necesidad de esforzarme, mientras mi mano rozaba su brazo y encaminaba mis pasos hacía la salida, sorteando los cuerpos inertes de los agresores.
Por su cara y la rabia que desprendía en sus palabras supuse que no estaba acostumbrado a que una mujer se resistiese a sus encantos, a esa preciosa sonrisa de medio lado que ahora había desaparecía mientras me gritaba enfadado y yo enarcaba un ceja tratando de entender por qué tanto odio.
- No creas que te debo nada, porque podría habérmelas apañado yo solita. Igual eres tú a quien he fastidiado el plan, que pensabas que te agradecería tu valiente actuación en otro sitio y con menos ropa. Y créeme, nada más lejos de la realidad. No te tocaría ni con un palo.- mentí; sabía que no habría sido capaz de salir vencedora, pero no se lo pensaba reconocer. Mentí, porque sin saber muy bien por qué, quizás la adrenalina del momento, mi cuerpo me empujaba hacia él, a agradecerle al menos su intervención.
Pero mi orgullo volvía a hacerse presente, levantando altiva el mentón mientras con un gruñido frente a mis labios se alejaba de mi lado. Observé ojiplática ahora sus movimientos , aquel hombre del que desconocía el nombre volvía a ocupar su lugar en la barra, deshaciéndose en caricias con la tabernera, mientras yo negaba incrédula con la cabeza intentando descubrir porque me molestaba tanto que se marchase con ella.
- Siento el malentendido; gracias por ayudarme.- susurré acercándome a su lado, sintiendo incluso en la lejanía el calor que desprendía y esforzándome por conseguir aquello que nunca hacía, pedir disculpas aún sabiendo que me había equivocado. Miré a la joven tabernera que al parecer había fijado sus ojos en mi salvador, lanzándole un saquito de terciopelo con monedas en su interior.- Toma, esto pagará lo que el caballero se tome esta noche además de tus servicios, que no creo que sean muy elevados.
Me separé un poco de la barra, sabiendo que había llegado el momento de la despedida y que como bien decía, debería marcharme antes de responder de aquellos cuerpos ante la policía. Además que la mirada de la tabernera no auguraba nada bueno conforme iba entendiendo el sentido de mis palabras.
- Disfruta de la noche, y gracias de nuevo.- susurré esta vez sin necesidad de esforzarme, mientras mi mano rozaba su brazo y encaminaba mis pasos hacía la salida, sorteando los cuerpos inertes de los agresores.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 26/08/2016
Localización : París
Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Oí sus pasos acercarse ,algo que provoco que mis labios se curvaran con una picara media osnrisa que regale a la camarera que acariciaba mi fuerte brazo con sus dedos.
La mire de medio lado cuando la gata salvaje dejo escapar por su boca algo que sonaba a una disculpa, mas pronto su lado fiero volvió a hacer acto de presencia con la ironía de la bolsa cayendo sobre la mesa.
Bolsa que no tardo mucho en permanecer sobre ella barra pues tal y como me dio la espalda para marcharse se la lance impactando en esta.
De nada -susurre con la sonrisa instaurada en mi rostro que ahora con mirada desafiante buscaba sus ojos.
Masa no necesito que me pague ni las putas que no utilizo, ni la bebida que si bebo -le dije con cierto desprecio en mi voz -no se si me ha tomado por mis ropajes por un vagabundo, y no se que parte de mi aspecto le hace pensar que para acostarme con la mujer que hay tras la barra necesite aportar moneda alguna, mas si así piensa, no solo me esta insultando, si no que ademas anda muy equivocada.
La mire de medio lado antes de esta vez ser yo quien le daba la espalda, no podía limitarse a darme simplemente las gracias, y no ofenderme después con sus palabras.
Negué con la cabeza hundiendo mis ojos en los de la camarera que ahora me sonreía sintiéndose defendida por mis palabras.
Como era tan terca aquella mujer, no se había dado cuenta de que lo único que había intentado era protegerla, después era cierto que quería una copa, o dos, y que si eso me hubiera llevado al callejón trasero mejor que mejor, mas no pensaba forzarla, ni violarla ¿porque esa actitud conmigo?
Sus pasos se detuvieron volviendo a forzarme a mirarla, a hundir mis ojos en los suyos claros.
Espere su siguiente frase viperina, esa que por supuesto llegaría tratando de quedar por encima mía.
Alce una ceja esperando vislumbrar la épica frase que nos volvería a hacer enredarnos en una discursion tonta.
-Admito que me apetece follar, llevo en un barco un mes, y hoy solo quería tomar unas copas y enredarme ebrio entre las piernas de una mujer...así que..ahórrate cualquier mordaz comentario, pues sinceramente no tengo ganas de peleas de intelecto, simple y claro, solo quiero hundirme entre tus piernas y jadear contra tus labios ¿te apetece?
La mire de medio lado cuando la gata salvaje dejo escapar por su boca algo que sonaba a una disculpa, mas pronto su lado fiero volvió a hacer acto de presencia con la ironía de la bolsa cayendo sobre la mesa.
Bolsa que no tardo mucho en permanecer sobre ella barra pues tal y como me dio la espalda para marcharse se la lance impactando en esta.
De nada -susurre con la sonrisa instaurada en mi rostro que ahora con mirada desafiante buscaba sus ojos.
Masa no necesito que me pague ni las putas que no utilizo, ni la bebida que si bebo -le dije con cierto desprecio en mi voz -no se si me ha tomado por mis ropajes por un vagabundo, y no se que parte de mi aspecto le hace pensar que para acostarme con la mujer que hay tras la barra necesite aportar moneda alguna, mas si así piensa, no solo me esta insultando, si no que ademas anda muy equivocada.
La mire de medio lado antes de esta vez ser yo quien le daba la espalda, no podía limitarse a darme simplemente las gracias, y no ofenderme después con sus palabras.
Negué con la cabeza hundiendo mis ojos en los de la camarera que ahora me sonreía sintiéndose defendida por mis palabras.
Como era tan terca aquella mujer, no se había dado cuenta de que lo único que había intentado era protegerla, después era cierto que quería una copa, o dos, y que si eso me hubiera llevado al callejón trasero mejor que mejor, mas no pensaba forzarla, ni violarla ¿porque esa actitud conmigo?
Sus pasos se detuvieron volviendo a forzarme a mirarla, a hundir mis ojos en los suyos claros.
Espere su siguiente frase viperina, esa que por supuesto llegaría tratando de quedar por encima mía.
Alce una ceja esperando vislumbrar la épica frase que nos volvería a hacer enredarnos en una discursion tonta.
-Admito que me apetece follar, llevo en un barco un mes, y hoy solo quería tomar unas copas y enredarme ebrio entre las piernas de una mujer...así que..ahórrate cualquier mordaz comentario, pues sinceramente no tengo ganas de peleas de intelecto, simple y claro, solo quiero hundirme entre tus piernas y jadear contra tus labios ¿te apetece?
Gatto- Cambiante Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Apenas había dado unos pasos hacia la salida cuando noté que la bolsa con monedas que acababa de dejar sobre la barra impactaba contra mi espalda; contrariada me giré en busca del estúpido que había sido capaz de cometer tal osadía; aunque imaginaba que por mi comentario debía de ser la tabernera que no tenía muchas luces, y que por fin había entendido la intención, más cual fue mi sorpresa cuando fue la mirada de aquel hombre la que se cruzaba con la mía; un duelo de titanes en la que alguno tendría que claudicar o la noche no terminaría bien para ninguno.
Lo miré frunciendo el cejo, enojada por su exagerada reacción ante mi invitación , apretando los puños mientras contaba hasta veinte para no lanzarle de nuevo la bolsa a la cara. ¿Pero que le pasaba a aquel tipo? ¿La testosterona no le dejaba pensar por claridad? Si le pegaba un tortazo, mal; si le invitaba a una copa, también mal. ¿Pues que quería? Y entonces comenzó a escupir por aquellos carnosos labios una serie de punzantes palabras que juro que no esperaba, y que fue lo que me hizo relajar el gesto.
Me dio la espalda enfurecido, buscando de nuevo las caricias de aquella mujer que a través de la barra parecía comérselo con los ojos. No pensé que una simple invitación pudiese desencadenar tanto odio hacía mí, pero desconocía por completo la psique masculina, así que probablemente la había fastidiado. Volví un par de pasos hacía él, mirando como la mujer acariciaba sus brazos emocionada. Negué con la cabeza; que bajo caían algunas por un par de brazos musculosos y una espalda espectacular.
- Disculpame si te he ofendido, más te juro que no era mi intención. Quería enterrar el hacha de guerra, y darte las gracias por haberme salvado. Imaginé que invitarte a una copa sería la mejor forma.- respondí con sinceridad cuando girándose clavó sus ojos en los míos, al tiempo que me agachaba a por la bolsita con monedas, sujetándola de nuevo al cinto.
No pude hacer otra cosa que abrir mis ojos de par en par mientras escuchaba la sórdida propuesta de aquel descarado, de aquel engreído que pensaba que estaría dispuesta a...uff..La rabia me consumía por momentos, sometiendo a mi razón y costándome la vida misma no cortarle la lengua con la espada. Apreté los puños para no atizarle otro guantazo. ¿Pero que se pensaba que era yo? Conté de nuevo, esta vez hasta cincuenta; solté el aire despacio, y me propuse contestar con tranquilidad y marcharme de una vez por todas antes de que me arrepintiese de ser tan sociable; joder...y solo por el hecho de que me había salvado de aquellos cerdos.
- Siento tener que declinar su oferta, pero tengo gran estima a mi virginidad, y como comprenderá prefiero que siga intacta.- palabras fingidas que salían de mi boca para no mandarlo a la mierda y quedarme tan a gusto. Miré a la mujer que asomaba por encima de su hombro para mirarme de forma desafiante.- Claro, que unas les tenemos más estima que otras. Espero que le vaya bien la noche, y gracias de nuevo.
Giré sobre mis talones para dirigirme hacia la puerta a pasos afianzados; aquella noche no daba más de sí, y yo no quería discutir con aquel hombre otra vez, así que en menos de un minuto crucé el umbral de la misma azotada por el aire fresco de la ciudad parisina. Pero lo más raro era la extraña sensación que se me había quedado después de marcharme sin tener siquiera la oportunidad de conocerlo.
Lo miré frunciendo el cejo, enojada por su exagerada reacción ante mi invitación , apretando los puños mientras contaba hasta veinte para no lanzarle de nuevo la bolsa a la cara. ¿Pero que le pasaba a aquel tipo? ¿La testosterona no le dejaba pensar por claridad? Si le pegaba un tortazo, mal; si le invitaba a una copa, también mal. ¿Pues que quería? Y entonces comenzó a escupir por aquellos carnosos labios una serie de punzantes palabras que juro que no esperaba, y que fue lo que me hizo relajar el gesto.
Me dio la espalda enfurecido, buscando de nuevo las caricias de aquella mujer que a través de la barra parecía comérselo con los ojos. No pensé que una simple invitación pudiese desencadenar tanto odio hacía mí, pero desconocía por completo la psique masculina, así que probablemente la había fastidiado. Volví un par de pasos hacía él, mirando como la mujer acariciaba sus brazos emocionada. Negué con la cabeza; que bajo caían algunas por un par de brazos musculosos y una espalda espectacular.
- Disculpame si te he ofendido, más te juro que no era mi intención. Quería enterrar el hacha de guerra, y darte las gracias por haberme salvado. Imaginé que invitarte a una copa sería la mejor forma.- respondí con sinceridad cuando girándose clavó sus ojos en los míos, al tiempo que me agachaba a por la bolsita con monedas, sujetándola de nuevo al cinto.
No pude hacer otra cosa que abrir mis ojos de par en par mientras escuchaba la sórdida propuesta de aquel descarado, de aquel engreído que pensaba que estaría dispuesta a...uff..La rabia me consumía por momentos, sometiendo a mi razón y costándome la vida misma no cortarle la lengua con la espada. Apreté los puños para no atizarle otro guantazo. ¿Pero que se pensaba que era yo? Conté de nuevo, esta vez hasta cincuenta; solté el aire despacio, y me propuse contestar con tranquilidad y marcharme de una vez por todas antes de que me arrepintiese de ser tan sociable; joder...y solo por el hecho de que me había salvado de aquellos cerdos.
- Siento tener que declinar su oferta, pero tengo gran estima a mi virginidad, y como comprenderá prefiero que siga intacta.- palabras fingidas que salían de mi boca para no mandarlo a la mierda y quedarme tan a gusto. Miré a la mujer que asomaba por encima de su hombro para mirarme de forma desafiante.- Claro, que unas les tenemos más estima que otras. Espero que le vaya bien la noche, y gracias de nuevo.
Giré sobre mis talones para dirigirme hacia la puerta a pasos afianzados; aquella noche no daba más de sí, y yo no quería discutir con aquel hombre otra vez, así que en menos de un minuto crucé el umbral de la misma azotada por el aire fresco de la ciudad parisina. Pero lo más raro era la extraña sensación que se me había quedado después de marcharme sin tener siquiera la oportunidad de conocerlo.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Esta vez su disculpa sonaba mas sincera, claro que no podía evitar meter sarcásticos comentarios entre esa disculpa.
Quizás los demás no se dieran cuenta pero en mis siete vidas si algo había aprendido es que este tipo de mujer solo traen problemas, pero también que son muy divertidas.
Así que de un salto me puse en pie, prometiendo a la camarera que me tendría allí para el cierre.
Como ya le había explicado a la cazadora quería echar un polvo y ella había asegurado no dármelo, por ende, la bella camarera, no tenia en tan alta estima su entrepierna y estaba mas que dispuesta a enredarme entre sus piernas.
Salí tras la “soyvirgenynoregalomivirginidadanadiesiquieresquetepidaperdonvaslisto” para acercarme a ella con una picara sonrisa.
-Quizás hayamos empezado mal (por tu culpa) -dije alargando mi mano con una picara sonrisa -me llamo Gatto -añadí esperando que su mano rozara la mía.
-Puede que si acepte unas copas, siempre y cuando no sea ahí dentro y por supuesto que tu las tomes conmigo.
Quizás detrás de un par de botellas valores menos tu virginidad -susurré acercándome a su oído -no sabes lo que te estas perdiendo preciosa.
Me separé lo justo para mirar sus llameantes ojos ¿con que tipo de hombres trataba? ¿con gays?
Enarque una ceja divertido.
-No voy a quedarme aquí perdiendo una de msi siete vidas ¿vamos a emborracharnos?
Sin esperar una respuesta empece a andar a sabiendas de que me seguiría, no conocía París y mucho menos otro bar, así que me limite a husmear por el puerto sin ningún tipo de éxito.
Por suerte, esa que siempre tenemos los gatos negros mis pies se detuvieron frente a nuestra embarcación ,así que me despedí un instante de ella pidiéndole que me esperara allí fuera.
-El capitán es un poco neurótico, dice que las mujeres traen mal fario si suben a bordo, y aunque resulta divertido oírlo discutir cabreado creyéndose cargado de razón, en este momento prefiero entretenerme de otro modo.
Me perdí rápidamente en el barco para regresar con un par de botellas de ron.
-Si nosotros no vamos al bar, el bar vendrá a nosotros -bromeé con un guiño de ojo -te apuesto a que cuando acabes esa botella te mueres por abrirte de piernas para mi.
Quizás los demás no se dieran cuenta pero en mis siete vidas si algo había aprendido es que este tipo de mujer solo traen problemas, pero también que son muy divertidas.
Así que de un salto me puse en pie, prometiendo a la camarera que me tendría allí para el cierre.
Como ya le había explicado a la cazadora quería echar un polvo y ella había asegurado no dármelo, por ende, la bella camarera, no tenia en tan alta estima su entrepierna y estaba mas que dispuesta a enredarme entre sus piernas.
Salí tras la “soyvirgenynoregalomivirginidadanadiesiquieresquetepidaperdonvaslisto” para acercarme a ella con una picara sonrisa.
-Quizás hayamos empezado mal (por tu culpa) -dije alargando mi mano con una picara sonrisa -me llamo Gatto -añadí esperando que su mano rozara la mía.
-Puede que si acepte unas copas, siempre y cuando no sea ahí dentro y por supuesto que tu las tomes conmigo.
Quizás detrás de un par de botellas valores menos tu virginidad -susurré acercándome a su oído -no sabes lo que te estas perdiendo preciosa.
Me separé lo justo para mirar sus llameantes ojos ¿con que tipo de hombres trataba? ¿con gays?
Enarque una ceja divertido.
-No voy a quedarme aquí perdiendo una de msi siete vidas ¿vamos a emborracharnos?
Sin esperar una respuesta empece a andar a sabiendas de que me seguiría, no conocía París y mucho menos otro bar, así que me limite a husmear por el puerto sin ningún tipo de éxito.
Por suerte, esa que siempre tenemos los gatos negros mis pies se detuvieron frente a nuestra embarcación ,así que me despedí un instante de ella pidiéndole que me esperara allí fuera.
-El capitán es un poco neurótico, dice que las mujeres traen mal fario si suben a bordo, y aunque resulta divertido oírlo discutir cabreado creyéndose cargado de razón, en este momento prefiero entretenerme de otro modo.
Me perdí rápidamente en el barco para regresar con un par de botellas de ron.
-Si nosotros no vamos al bar, el bar vendrá a nosotros -bromeé con un guiño de ojo -te apuesto a que cuando acabes esa botella te mueres por abrirte de piernas para mi.
Gatto- Cambiante Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Apenas me había alejado unos pasos de la puerta de aquella taberna, dubitativa entre si regresar y presentarme a aquel hombre que me tenía desconcertada, o por el contrario marcharme y tratar de olvidar todo lo sucedido.
Agradecí que la calle estuviese desierta, pues desde luego mis dos pasos hacia adelante y otro hacia atrás debía ser de lo más cómico visualizado desde la acera de enfrente. Escuché el crujido de la puerta del local, mirando de reojo al poseedor de aquella sombra que de dibujaba en el suelo, y tratando de disimular mi alegría cuando fue el rostro de aquel hombre al que había abofeteado el que salió de la taberna.
Me giré como si no fuese conmigo, como si no llevase los últimos minutos deseando entrar para volver a verlo. ¿Pero desde cuando a mí me llamaban la atención los hombres? ¿Y encima uno que carecía de modales? Parecía que ahora él era quien enterraba el hacha de guerra; con su presentación y la idea que aceptase tomar unas copas no me pareció tan mal paln, hasta que continuó hablando, y me dieron ganas de darle otra cachetada en la otra mejilla. ¿Es que no era capaz de mantener su bocaza cerrada? Cogí aire, soltándolo suavemente buscando ese punto de calma que necesitaba para contestarle y mantener mi mano pegada a mi muslo en lugar de estampada en su cara.
- Mi nombre es Ildri, Ildri Persson.- apunté mientras extendía mi mano para acariciar la suya a modo de presentación; una mano cálida, endurecida, con un tacto varonil que pareció lanzarme una descarga por todo mi cuerpo, mientras despacio la apartaba de mí.- Nos tomaremos esas copas juntos, creo que me vendrá bien despejar un poco la cabeza, pero no te hagas ilusiones, a no ser que alcance un coma etílico, mi virginidad sigue siendo cuestión de buen gusto.
Vale, lo reconozco. Me sobrepasaba con él porque me gustaba; porque ese roce con su mano me había puesto nerviosa, porque me cabreaba con sus libertinos comentarios, y porque aunque fuese por un instante no me parecía tan descabellado su plan.
Comenzó a andar sin esperarme mientras yo me preguntaba que habría querido decir con eso de las siete vidas. ¿Sería una broma por eso de llamarse Gatto? ¿Y que nombre era Gatto? ¿Y no tenía apellido? Demasiadas preguntas para un hombre que siempre terminaba sus frases con comentarios referidos a mi entrepierna. Lo seguí colocándome a su lado, siguiendo a duras penas el ritmo de sus zancadas, y preguntándome hacia donde me llevaba, pues por lo que yo conocía, hacia la dirección a donde nos dirigíamos solo se encontraba el muelle, el resto de tabernas estaban en dirección contraria.
Se detuvo de pronto ante un barco, que al parecer era su "residencia", pues tras una breve y extraña explicación de por qué tenía que esperarlo en el muelle, salió provisto de dos botellas de licor y una sonrisa triunfal. Lo observé con detenimiento mientras saltaba hacia tierra firme y se acercaba hasta mí. Era un hombre muy atractivo, con gráciles movimientos y buen porte; si no fuese porque cuando abría la boca la fastidiaba, era el prototipo que siempre había imaginado que sería mi hombre ideal.
- La playa está cerca, podemos tumbarnos en la arena dando cuenta de estas botellas mientras esperas impaciente que se cumpla tu deseo de verme dispuesta para ti.- sonreí con picardía, contagiándome por una vez de ese buen humor del que siempre hacía eco. Quizás no debería tomarme con él las cosas tan en serio; quizás solo fuese una forma de hablar más elocuente; quizás debería darme la oportunidad de conocerlo antes de volver a juzgarlo. - Quien sabe, igual vemos alguna estrella fugaz y puedas pedírselo.
Esta vez fui yo quien comenzó a andar sin esperarle hacia la dirección correcta, esa pequeña bahía que estaba a unos pocos metros y que a esas horas de la noche estaría vacía. Giré mi cabeza levemente sonriendo de medio lado cuando vi que me seguía, alcanzando mi posición en menos de un segundo. Tomé la botella que me ofreció y di un largo trago a aquel ron añejo que abrasaba mi garganta, devolviéndosela después para que él hiciese lo mismo.
Habíamos pasado de querer matarnos mutuamente dentro de la taberna a minutos después estar bebiendo de la misma botella. Si no estaba loca por aquello que bajase dios y lo viese.
Agradecí que la calle estuviese desierta, pues desde luego mis dos pasos hacia adelante y otro hacia atrás debía ser de lo más cómico visualizado desde la acera de enfrente. Escuché el crujido de la puerta del local, mirando de reojo al poseedor de aquella sombra que de dibujaba en el suelo, y tratando de disimular mi alegría cuando fue el rostro de aquel hombre al que había abofeteado el que salió de la taberna.
Me giré como si no fuese conmigo, como si no llevase los últimos minutos deseando entrar para volver a verlo. ¿Pero desde cuando a mí me llamaban la atención los hombres? ¿Y encima uno que carecía de modales? Parecía que ahora él era quien enterraba el hacha de guerra; con su presentación y la idea que aceptase tomar unas copas no me pareció tan mal paln, hasta que continuó hablando, y me dieron ganas de darle otra cachetada en la otra mejilla. ¿Es que no era capaz de mantener su bocaza cerrada? Cogí aire, soltándolo suavemente buscando ese punto de calma que necesitaba para contestarle y mantener mi mano pegada a mi muslo en lugar de estampada en su cara.
- Mi nombre es Ildri, Ildri Persson.- apunté mientras extendía mi mano para acariciar la suya a modo de presentación; una mano cálida, endurecida, con un tacto varonil que pareció lanzarme una descarga por todo mi cuerpo, mientras despacio la apartaba de mí.- Nos tomaremos esas copas juntos, creo que me vendrá bien despejar un poco la cabeza, pero no te hagas ilusiones, a no ser que alcance un coma etílico, mi virginidad sigue siendo cuestión de buen gusto.
Vale, lo reconozco. Me sobrepasaba con él porque me gustaba; porque ese roce con su mano me había puesto nerviosa, porque me cabreaba con sus libertinos comentarios, y porque aunque fuese por un instante no me parecía tan descabellado su plan.
Comenzó a andar sin esperarme mientras yo me preguntaba que habría querido decir con eso de las siete vidas. ¿Sería una broma por eso de llamarse Gatto? ¿Y que nombre era Gatto? ¿Y no tenía apellido? Demasiadas preguntas para un hombre que siempre terminaba sus frases con comentarios referidos a mi entrepierna. Lo seguí colocándome a su lado, siguiendo a duras penas el ritmo de sus zancadas, y preguntándome hacia donde me llevaba, pues por lo que yo conocía, hacia la dirección a donde nos dirigíamos solo se encontraba el muelle, el resto de tabernas estaban en dirección contraria.
Se detuvo de pronto ante un barco, que al parecer era su "residencia", pues tras una breve y extraña explicación de por qué tenía que esperarlo en el muelle, salió provisto de dos botellas de licor y una sonrisa triunfal. Lo observé con detenimiento mientras saltaba hacia tierra firme y se acercaba hasta mí. Era un hombre muy atractivo, con gráciles movimientos y buen porte; si no fuese porque cuando abría la boca la fastidiaba, era el prototipo que siempre había imaginado que sería mi hombre ideal.
- La playa está cerca, podemos tumbarnos en la arena dando cuenta de estas botellas mientras esperas impaciente que se cumpla tu deseo de verme dispuesta para ti.- sonreí con picardía, contagiándome por una vez de ese buen humor del que siempre hacía eco. Quizás no debería tomarme con él las cosas tan en serio; quizás solo fuese una forma de hablar más elocuente; quizás debería darme la oportunidad de conocerlo antes de volver a juzgarlo. - Quien sabe, igual vemos alguna estrella fugaz y puedas pedírselo.
Esta vez fui yo quien comenzó a andar sin esperarle hacia la dirección correcta, esa pequeña bahía que estaba a unos pocos metros y que a esas horas de la noche estaría vacía. Giré mi cabeza levemente sonriendo de medio lado cuando vi que me seguía, alcanzando mi posición en menos de un segundo. Tomé la botella que me ofreció y di un largo trago a aquel ron añejo que abrasaba mi garganta, devolviéndosela después para que él hiciese lo mismo.
Habíamos pasado de querer matarnos mutuamente dentro de la taberna a minutos después estar bebiendo de la misma botella. Si no estaba loca por aquello que bajase dios y lo viese.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
La dama parecía haber cambiado su carácter huraño por uno mas jovial al ver el ron, algo que me hizo sonreír con picardia.
No había nada que un par de botellas no lograra solucionar.
Sus labios hablaban de las estrellas, y de que con suerte podría pedirle mi deseo a ellas.
Dando saltos recorrí la distancia que nos separaba alcanzando su posición para tenderle una de aquella deliciosas botellas que sin duda serian infinitamente mas efectivas que las estrellas para conseguir mi propósito de la noche.
-¿y si apostamos? Vos decís que necesito a las estrellas y un milagro para que vos estáis dispuesta para mi, yo por ende creo que solo necesito una noche frente a la playa con estas dos botellas para que me deseéis como ya lo hacéis ahora mismo, antes de que la luna se ponga y el alba de paso aun nuevo día, vuestros labios cobijaran los míos bajo estas estrellas y sin deseo de por medio ¿que decís? Si gano yo...si hay beso, podre pediros un deseo a vos y no a las estrellas, por ende lo contrario si ganáis vos.
Tomé la botella rozando su mano antes de llevar la boquilla a mis labios mientras admiraba sus ojos de gata, que aun, frente a mi parecían inseguros de aceptar o no la apuesta, como si supiera que guardaba algún peligroso as en la manga.
-¿Tenéis miedo? -pregunté contra el filo de la botella mientras sus ojos se posaban en mi boca -¿quizás sea porque sin necesidad del alcohol ya sentís las ganas que os presionan el estomago y bajan hasta vuestras partes bajas?
Casi ronronee arrastrando cada palabra antes de volver a tenderle la botella esperando impaciente que aceptara o no aquella propuesta.
Seguimos caminando durante un tiempo, sin dejara de dar tientos al ron que escurría rápidamente entre nuestros labios borrando de nuestras mentes cualquier preocupación.
Las risas dieron paso a las miradas cómplices mientras recordábamos como nos habíamos conocido y la épica frase, admito que desafortunada de la taberna.
Acerqué mis labios a su boca en mas de una ocasión midiendo entre juegos el grado de tolerancia de ambos, en mi caso era mas que evidentes mis ganas y tal y como la botella iba vaciándose, estas aumentaban frente a un cuerpo de escándalo que me llamaba como el mar al pirata y la guerra al guerrero.
No había nada que un par de botellas no lograra solucionar.
Sus labios hablaban de las estrellas, y de que con suerte podría pedirle mi deseo a ellas.
Dando saltos recorrí la distancia que nos separaba alcanzando su posición para tenderle una de aquella deliciosas botellas que sin duda serian infinitamente mas efectivas que las estrellas para conseguir mi propósito de la noche.
-¿y si apostamos? Vos decís que necesito a las estrellas y un milagro para que vos estáis dispuesta para mi, yo por ende creo que solo necesito una noche frente a la playa con estas dos botellas para que me deseéis como ya lo hacéis ahora mismo, antes de que la luna se ponga y el alba de paso aun nuevo día, vuestros labios cobijaran los míos bajo estas estrellas y sin deseo de por medio ¿que decís? Si gano yo...si hay beso, podre pediros un deseo a vos y no a las estrellas, por ende lo contrario si ganáis vos.
Tomé la botella rozando su mano antes de llevar la boquilla a mis labios mientras admiraba sus ojos de gata, que aun, frente a mi parecían inseguros de aceptar o no la apuesta, como si supiera que guardaba algún peligroso as en la manga.
-¿Tenéis miedo? -pregunté contra el filo de la botella mientras sus ojos se posaban en mi boca -¿quizás sea porque sin necesidad del alcohol ya sentís las ganas que os presionan el estomago y bajan hasta vuestras partes bajas?
Casi ronronee arrastrando cada palabra antes de volver a tenderle la botella esperando impaciente que aceptara o no aquella propuesta.
Seguimos caminando durante un tiempo, sin dejara de dar tientos al ron que escurría rápidamente entre nuestros labios borrando de nuestras mentes cualquier preocupación.
Las risas dieron paso a las miradas cómplices mientras recordábamos como nos habíamos conocido y la épica frase, admito que desafortunada de la taberna.
Acerqué mis labios a su boca en mas de una ocasión midiendo entre juegos el grado de tolerancia de ambos, en mi caso era mas que evidentes mis ganas y tal y como la botella iba vaciándose, estas aumentaban frente a un cuerpo de escándalo que me llamaba como el mar al pirata y la guerra al guerrero.
Gatto- Cambiante Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
No tardó en alcanzarme con una sonrisa en los labios y una apuesta prometedora. Acababa de encontrar mi punto débil; mi cabezonería y mis ansias de demostrar que siempre tenía razón no tenían mesura, así que por mucho que tuviese mis dudas sobre las posibilidades de ganar aquella apuesta, se me antojaba de lo más emocionante aceptarla.
Aunque, si lo pensaba bien, aquel desvergonzado que con el roce de sus dedos sobre los míos me había hecho estremecer, saldría ganando igualmente. Porque si me besaba, que aunque no las tenía todas conmigo no me importaría que lo hiciese, todavía le debería un deseo, que imaginándome cual era, se me antojó hasta demasiado valioso para que sucediese la primera noche que lo conocía. Y por otra parte, si yo ganaba la apuesta, lo cual era lo más probable, mi deseo sería que me besase.
- Parecéis muy seguro de que yo pueda sentir algo por vos, aunque siento comunicarle que estáis equivocado. Como ya le he dicho, es cuestión de gusto; y no es miedo lo que me hace pensar en vuestra propuesta, solo estaba sopesando si realmente hay algo que yo desease pediros. Además, tampoco quiero daros falsas esperanzas.- contesté mientras observaba sus carnosos labios apoyados en el filo de la botella; esos labios que deseaba besar desde nuestro primer encuentro en la taberna pero que negaría tal cosa si me preguntasen.- Aunque para hacer más interesante la velada, aceptaré pues la apuesta.
Alargué mi mano para sellar lo pactado, y me hice de nuevo con la botella de ron a la que di un profundo trago. Tenía claro que aquel licor estaba haciendo estragos en mi raciocinio, pero no era algo que me importase en demasía en aquellos momentos. Me sentía cómoda con Gatto, el paseo hasta la playa fue divertido y las risas comenzaban a hacer gala de nuestro buen humor mientras su cercanía y los pequeños roces iban en crescendo durante el trayecto.
Por fin llegamos a la preciosa cala que le había nombrado, y sin dar muchas vueltas me recosté en la fría arena para poder contemplar las estrellas. La luna, casi llena, reflejaba en el mar, dando un toque romántico a aquella extraña velada que no había hecho más que empezar. Busqué con mis ojos los suyos, volviendo a cruzar nuestras miradas como varias veces habíamos hecho aquella noche, suspirando con suavidad al percatarme de como en pocas horas habían ido cambiando mis pensamientos sobre él, y como ahora, sin saber muy bien si era fruto del alcohol o del hecho de conocerlo un poco más, me parecía que la noche no podría haber sido más perfecta
- ¿De dónde sois? Porque imagino que si vivís en un barco no sois de París.- pregunté con la intención de conocer un poco más de él, mientras un pequeño escalofrío recorrió mi espalda. Lo cierto era que la brisa marina comenzaba a refrescar, y a pesar de estar en primavera, aquella noche era más fría que las demás.
Aunque, si lo pensaba bien, aquel desvergonzado que con el roce de sus dedos sobre los míos me había hecho estremecer, saldría ganando igualmente. Porque si me besaba, que aunque no las tenía todas conmigo no me importaría que lo hiciese, todavía le debería un deseo, que imaginándome cual era, se me antojó hasta demasiado valioso para que sucediese la primera noche que lo conocía. Y por otra parte, si yo ganaba la apuesta, lo cual era lo más probable, mi deseo sería que me besase.
- Parecéis muy seguro de que yo pueda sentir algo por vos, aunque siento comunicarle que estáis equivocado. Como ya le he dicho, es cuestión de gusto; y no es miedo lo que me hace pensar en vuestra propuesta, solo estaba sopesando si realmente hay algo que yo desease pediros. Además, tampoco quiero daros falsas esperanzas.- contesté mientras observaba sus carnosos labios apoyados en el filo de la botella; esos labios que deseaba besar desde nuestro primer encuentro en la taberna pero que negaría tal cosa si me preguntasen.- Aunque para hacer más interesante la velada, aceptaré pues la apuesta.
Alargué mi mano para sellar lo pactado, y me hice de nuevo con la botella de ron a la que di un profundo trago. Tenía claro que aquel licor estaba haciendo estragos en mi raciocinio, pero no era algo que me importase en demasía en aquellos momentos. Me sentía cómoda con Gatto, el paseo hasta la playa fue divertido y las risas comenzaban a hacer gala de nuestro buen humor mientras su cercanía y los pequeños roces iban en crescendo durante el trayecto.
Por fin llegamos a la preciosa cala que le había nombrado, y sin dar muchas vueltas me recosté en la fría arena para poder contemplar las estrellas. La luna, casi llena, reflejaba en el mar, dando un toque romántico a aquella extraña velada que no había hecho más que empezar. Busqué con mis ojos los suyos, volviendo a cruzar nuestras miradas como varias veces habíamos hecho aquella noche, suspirando con suavidad al percatarme de como en pocas horas habían ido cambiando mis pensamientos sobre él, y como ahora, sin saber muy bien si era fruto del alcohol o del hecho de conocerlo un poco más, me parecía que la noche no podría haber sido más perfecta
- ¿De dónde sois? Porque imagino que si vivís en un barco no sois de París.- pregunté con la intención de conocer un poco más de él, mientras un pequeño escalofrío recorrió mi espalda. Lo cierto era que la brisa marina comenzaba a refrescar, y a pesar de estar en primavera, aquella noche era más fría que las demás.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Sonreí de medio lado frente a aquella preciosa cala de aguas cristalinas, iluminadas por una casi luna llena.
Las estrellas hoy eclipsadas por le resplandor de la dama blanca quedaban aterciopeladas entre las nubes y la inmensidad de un cielo grisáceo.
Larga fue su explicación de porque se estaba pensando si aceptar o no la apuesta, una mentira tras otra escapaba de sus labio mientras sus ojos por ende, fijos en mi boca decían lo contrario.
-Me gusta ganar -susurré acercándome de nuevo a ella para coger de nuevo la botella.
Nuestras manos se acariciaron nuevamente, estaba fría, un temblor acompañaba a su cuerpo que mecido por la suave brisa parecía erizarse frente a mis ojos. Sus labios de nuevo se abrieron para preguntarme de donde venia, aunque creo que su interés residía mas bien en a donde iba.
Afloje el broche que engarzaba la capa de pieles, para con lentitud despojar de ella a mis hombros colocándosela suavemente sobre los ajenos.
-¿mejor verdad? -susurré a escasos centímetros de su boca.
Mi aliento cálido impacto contra sus labios húmedos, esos que no habían dejado de parlotear en toda la noche, esos que se erguían desafiantes e inaccesibles ante mis ojos.
Sonreí de medio lado cuando se entreabrieron, sedientos posiblemente de algo mas que el alcohol que iba vaciándose del interior de la botella.
-Vengo de Grecia, de una pequeña isla -apunte sin separarme un ápice -he venido a buscar a alguien y cumplida la misión levaremos ancla dejando atrás este puerto.
Llevé mi mano a uno de los mechones de su pelo, apartándolo con suavidad de su rostro, mis labios se entreabrieron al tiempo que mi mano se poso en su nuca enredándose en su cabello para atraerla lentamente hacia mi boca.
Apenas a unos centímetros me detuve, con la respiración entrecortada
-¿Ganaré la apuesta? -pregunté casi rozando sus labios con los míos, mas aun manteniendo la distancia correcta.
Las estrellas hoy eclipsadas por le resplandor de la dama blanca quedaban aterciopeladas entre las nubes y la inmensidad de un cielo grisáceo.
Larga fue su explicación de porque se estaba pensando si aceptar o no la apuesta, una mentira tras otra escapaba de sus labio mientras sus ojos por ende, fijos en mi boca decían lo contrario.
-Me gusta ganar -susurré acercándome de nuevo a ella para coger de nuevo la botella.
Nuestras manos se acariciaron nuevamente, estaba fría, un temblor acompañaba a su cuerpo que mecido por la suave brisa parecía erizarse frente a mis ojos. Sus labios de nuevo se abrieron para preguntarme de donde venia, aunque creo que su interés residía mas bien en a donde iba.
Afloje el broche que engarzaba la capa de pieles, para con lentitud despojar de ella a mis hombros colocándosela suavemente sobre los ajenos.
-¿mejor verdad? -susurré a escasos centímetros de su boca.
Mi aliento cálido impacto contra sus labios húmedos, esos que no habían dejado de parlotear en toda la noche, esos que se erguían desafiantes e inaccesibles ante mis ojos.
Sonreí de medio lado cuando se entreabrieron, sedientos posiblemente de algo mas que el alcohol que iba vaciándose del interior de la botella.
-Vengo de Grecia, de una pequeña isla -apunte sin separarme un ápice -he venido a buscar a alguien y cumplida la misión levaremos ancla dejando atrás este puerto.
Llevé mi mano a uno de los mechones de su pelo, apartándolo con suavidad de su rostro, mis labios se entreabrieron al tiempo que mi mano se poso en su nuca enredándose en su cabello para atraerla lentamente hacia mi boca.
Apenas a unos centímetros me detuve, con la respiración entrecortada
-¿Ganaré la apuesta? -pregunté casi rozando sus labios con los míos, mas aun manteniendo la distancia correcta.
Gatto- Cambiante Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Sus felinos ojos clavados en los míos me desconcertaban a cada segundo que nuestros cuerpos se buscaban, se rozaban inconscientemente, sentándose en la fina arena a pocos centímetros de distancia de donde yo me encontraba, aproximando sus labios a los míos cada vez que la botella cambiaba de mano, cada vez que nuestros dedos buscaban rozarse en ese intercambio, necesitados del calor ajeno, de la suavidad de nuestra piel recorriendo la del otro.
Sentía su cálido aliento chocar contra mis labios cada vez que me hablaba, empujándome a mirar su boca con deseo, con esa necesidad de que sus labios tomasen los míos con pasión y desenfreno.
Debió percatarse del tiriteo de mi cuerpo, pues no tardó en cubrirme con su capa de pieles mientras me explicaba de donde procedía y cual era su propósito en París, para mi pesar su estancia no se alargaría mucho, y aquel encuentro no dejaría de ser un tiempo efímero entre ambos. Nuestros cuerpos quedaron pegados el uno al otro después de su caballeroso gesto. Un gesto que no me esperaba por su parte y que por ende me llenó más que si hubiese venido de cualquier otro.
-Gracias.- susurré incapaz de decir nada más, nerviosa por su proximidad, por mis ganas de él, por todo.
Con la cercanía podía sentir su penetrante olor a mar, a bosques, a hombre. Un olor que hasta ahora nunca me había atraído en demasía y que junto a él me parecía de lo más excitante. Podía sentir el calor de su piel a través de nuestras ropas, a través de nuestros labios que cada vez se encontraban más cerca como si de la fuerza de atracción de un imán se tratase, mientras el ron iba bajando por nuestras gargantas y desapareciendo de las botellas.
Se hizo el silencio durante unos segundos en los que nuestras miradas se cruzaron cómplices de lo que ambos deseábamos; su mano apartó un mechón de pelo de mi cara para colocármelo detrás de la oreja, y para mi sorpresa sujetarme del cuello, en un íntimo gesto que era el preludio de la proclamación de su victoria respecto a la apuesta. Entreabrí los labios nerviosa sin poder evitar mirarlo, sonrojarme por aquella situación en la que me encontraba totalmente perdida. Nuestras bocas se quedaron apenas a unos centímetros de distancia, sintiendo como sus labios rozaban los míos a cada palabra que pronunciaba.
Negué con la cabeza a su pregunta, sabiendo que la tenía ganada, que mi cuerpo lo deseaba tanto como él deseaba el mío, y que por extraño que pareciese esta vez no me importaba perder aquella absurda apuesta de la que ambos seríamos claros vencedores.
Sentía su cálido aliento chocar contra mis labios cada vez que me hablaba, empujándome a mirar su boca con deseo, con esa necesidad de que sus labios tomasen los míos con pasión y desenfreno.
Debió percatarse del tiriteo de mi cuerpo, pues no tardó en cubrirme con su capa de pieles mientras me explicaba de donde procedía y cual era su propósito en París, para mi pesar su estancia no se alargaría mucho, y aquel encuentro no dejaría de ser un tiempo efímero entre ambos. Nuestros cuerpos quedaron pegados el uno al otro después de su caballeroso gesto. Un gesto que no me esperaba por su parte y que por ende me llenó más que si hubiese venido de cualquier otro.
-Gracias.- susurré incapaz de decir nada más, nerviosa por su proximidad, por mis ganas de él, por todo.
Con la cercanía podía sentir su penetrante olor a mar, a bosques, a hombre. Un olor que hasta ahora nunca me había atraído en demasía y que junto a él me parecía de lo más excitante. Podía sentir el calor de su piel a través de nuestras ropas, a través de nuestros labios que cada vez se encontraban más cerca como si de la fuerza de atracción de un imán se tratase, mientras el ron iba bajando por nuestras gargantas y desapareciendo de las botellas.
Se hizo el silencio durante unos segundos en los que nuestras miradas se cruzaron cómplices de lo que ambos deseábamos; su mano apartó un mechón de pelo de mi cara para colocármelo detrás de la oreja, y para mi sorpresa sujetarme del cuello, en un íntimo gesto que era el preludio de la proclamación de su victoria respecto a la apuesta. Entreabrí los labios nerviosa sin poder evitar mirarlo, sonrojarme por aquella situación en la que me encontraba totalmente perdida. Nuestras bocas se quedaron apenas a unos centímetros de distancia, sintiendo como sus labios rozaban los míos a cada palabra que pronunciaba.
Negué con la cabeza a su pregunta, sabiendo que la tenía ganada, que mi cuerpo lo deseaba tanto como él deseaba el mío, y que por extraño que pareciese esta vez no me importaba perder aquella absurda apuesta de la que ambos seríamos claros vencedores.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
La cercanía hizo el resto cuando con delicadeza presione su boca contra la mía, jadeé al sentir su aliento contra la humedad de mis labios que se entreabrían para dar paso a mi lengua que ávida de ella se deslizo hasta encontrar la ajena.
Sabor a ron que nos embriagaba, demasiado alcohol para ambos, respiraciones roncas contra nuestro rostro mientras nuestros cuerpos lentamente se orillaban uno contra el otro.
Primero un ligero roce, uno que con la yema de mis dedos pudo sentir el calor de su tersa y suave piel, el mismo que después sentí con toda mi mano mientras puestas en su cintura alzaban a su paso la camisola y el chaleco introduciéndose por debajo.
Nuestros ojos se encontraron brillando, reflejando la luna casi llena, una picara sonrisa me convirtió en el ganador de la apuesta cuando con la respiración entrecortada volví a por el premio de su boca.
De nuevo nuestros alientos se azuzaron ,animando a nuestras bocas a chocar como el agua y las rocas. Embravecidas se dejaron llevar frente a los elementos, que en forma de viento que nos mecía, agua que rozaba nuestros pies y tierra que nos sustentaba invocaban el enfurecido fuego que emanaban nuestros cuerpos.
Mi hombría golpeo su vientre haciendo patentes mis ganas, la necesidad de un pobre marinero embriagado no sol opor el alcohol si no por la diosa cincelada por atenea, lista para la guerra que tenia enfrente.
Una parte de mi era consciente de que iba demasiado rápido, mas pronto mi mano jugueteó con las cintas de ese corseé medio levantado, aflojandolas con descaró.
-Déjame hacerte mujer -susurré contra su boca mientras mi cuerpo cedía sobre el suyo para con suavidad tumbarla en la arena.
Sabor a ron que nos embriagaba, demasiado alcohol para ambos, respiraciones roncas contra nuestro rostro mientras nuestros cuerpos lentamente se orillaban uno contra el otro.
Primero un ligero roce, uno que con la yema de mis dedos pudo sentir el calor de su tersa y suave piel, el mismo que después sentí con toda mi mano mientras puestas en su cintura alzaban a su paso la camisola y el chaleco introduciéndose por debajo.
Nuestros ojos se encontraron brillando, reflejando la luna casi llena, una picara sonrisa me convirtió en el ganador de la apuesta cuando con la respiración entrecortada volví a por el premio de su boca.
De nuevo nuestros alientos se azuzaron ,animando a nuestras bocas a chocar como el agua y las rocas. Embravecidas se dejaron llevar frente a los elementos, que en forma de viento que nos mecía, agua que rozaba nuestros pies y tierra que nos sustentaba invocaban el enfurecido fuego que emanaban nuestros cuerpos.
Mi hombría golpeo su vientre haciendo patentes mis ganas, la necesidad de un pobre marinero embriagado no sol opor el alcohol si no por la diosa cincelada por atenea, lista para la guerra que tenia enfrente.
Una parte de mi era consciente de que iba demasiado rápido, mas pronto mi mano jugueteó con las cintas de ese corseé medio levantado, aflojandolas con descaró.
-Déjame hacerte mujer -susurré contra su boca mientras mi cuerpo cedía sobre el suyo para con suavidad tumbarla en la arena.
Gatto- Cambiante Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Me había declarado perdedora de aquella apuesta desde el mismo instante en que la acepté; cuando nuestras miradas se habían cruzado hablando por nosotros, confesándose un secreto que nuestros labios no pronunciarían, la atracción y el deseo que sentíamos por el otro. Unos labios que ahora se buscaban necesitados de los ajenos, anhelantes de un sabor que hasta entonces desconocía, del roce de nuestras lenguas que me hacía estremecer cuando se enredaban curiosas.
Me sentí desconcertada por todo lo que iba sucediendo entre nosotros, siendo incapaz de detenerlo cuando sus manos acariciaron mi cuerpo, cuando mi piel se erizaba con el paso de sus dedos y los jadeos se agolpaban en mi garganta con la cercanía de su cuerpo. Nuestros cuerpos se buscaban, cubriendo la distancia que los separaba al ritmo que nuestras bocas se devoraban sin pausa . Con calma y maestría, aquel hombre que me había hecho rozar la locura, introdujo su mano por debajo de mi ropa, acariciándome el vientre por debajo de la camisola, mientras yo me aventuraba a acariciar su espalda con suavidad.
Mi inexperiencia era notoria, y entre dulces besos y caricias fui dejando que fuese él quien me guiase por aquel nuevo camino de sensaciones desconocido para mí. Su cuerpo se orilló al mío acercándome por la cintura, pegando así nuestros sexos y haciéndome ver cuanto me deseaba. Miré sus claros ojos con la respiración entrecortada, sabiendo lo que quería de mí, y preocupada por no saber si sería capaz de dárselo. Todo había pasado muy rápido, apenas nos conocíamos de unas horas, y aunque era obvio que me atraía de forma considerable, tenía miedo de darle aquello que había guardado con tanto recelo. Gatto se marcharía en breve, aquella noche sería efímera, y yo habría entregado mi virginidad a alguien que seguramente tenía un amor en cada puerto.
El alcohol embotaba mis sentidos, impidiendo que la razón fuese quien llevase la voz cantante en un momento como aquel, cuando Gatto se colocó sobre mí, tumbándome en la arena y dejándome por completo a su merced. Nuestros alientos se fundieron de nuevo en uno cuando su boca reclamó la mía, cuando él claro vencedor de aquella apuesta, buscaba lo que por derecho le pertenecía. Sentí como su endurecido falo golpeaba mi vientre, como pedía mi consentimiento para hacerme suya en aquella solitaria playa.
-No te prometo nada.- susurré junto a sus labios, deseosa de tomarlos de nuevo. Fui incapaz de decirle más; nada de sarcasmo, de doble sentido. Mi mirada buscaba la complicidad de la suya, confesándole de nuevo lo que yo era incapaz de decir. Tenía miedo; miedo de que después de aquello me considerase una más que añadir a su colección; miedo de que me hiciese daño, y principalmente, miedo de que a la mañana siguiente desapareciese sin dejar rastro. Para mí aquel gesto era importante, entregarle aquello que había protegido tanto tiempo era la señal inequívoca que por él sentía algo especial; algo que no comprendía, pero que me orillaba a dejarme llevar ante un desconocido que había conquistado todo mi ser en apenas unas horas.
Me sentí desconcertada por todo lo que iba sucediendo entre nosotros, siendo incapaz de detenerlo cuando sus manos acariciaron mi cuerpo, cuando mi piel se erizaba con el paso de sus dedos y los jadeos se agolpaban en mi garganta con la cercanía de su cuerpo. Nuestros cuerpos se buscaban, cubriendo la distancia que los separaba al ritmo que nuestras bocas se devoraban sin pausa . Con calma y maestría, aquel hombre que me había hecho rozar la locura, introdujo su mano por debajo de mi ropa, acariciándome el vientre por debajo de la camisola, mientras yo me aventuraba a acariciar su espalda con suavidad.
Mi inexperiencia era notoria, y entre dulces besos y caricias fui dejando que fuese él quien me guiase por aquel nuevo camino de sensaciones desconocido para mí. Su cuerpo se orilló al mío acercándome por la cintura, pegando así nuestros sexos y haciéndome ver cuanto me deseaba. Miré sus claros ojos con la respiración entrecortada, sabiendo lo que quería de mí, y preocupada por no saber si sería capaz de dárselo. Todo había pasado muy rápido, apenas nos conocíamos de unas horas, y aunque era obvio que me atraía de forma considerable, tenía miedo de darle aquello que había guardado con tanto recelo. Gatto se marcharía en breve, aquella noche sería efímera, y yo habría entregado mi virginidad a alguien que seguramente tenía un amor en cada puerto.
El alcohol embotaba mis sentidos, impidiendo que la razón fuese quien llevase la voz cantante en un momento como aquel, cuando Gatto se colocó sobre mí, tumbándome en la arena y dejándome por completo a su merced. Nuestros alientos se fundieron de nuevo en uno cuando su boca reclamó la mía, cuando él claro vencedor de aquella apuesta, buscaba lo que por derecho le pertenecía. Sentí como su endurecido falo golpeaba mi vientre, como pedía mi consentimiento para hacerme suya en aquella solitaria playa.
-No te prometo nada.- susurré junto a sus labios, deseosa de tomarlos de nuevo. Fui incapaz de decirle más; nada de sarcasmo, de doble sentido. Mi mirada buscaba la complicidad de la suya, confesándole de nuevo lo que yo era incapaz de decir. Tenía miedo; miedo de que después de aquello me considerase una más que añadir a su colección; miedo de que me hiciese daño, y principalmente, miedo de que a la mañana siguiente desapareciese sin dejar rastro. Para mí aquel gesto era importante, entregarle aquello que había protegido tanto tiempo era la señal inequívoca que por él sentía algo especial; algo que no comprendía, pero que me orillaba a dejarme llevar ante un desconocido que había conquistado todo mi ser en apenas unas horas.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Mis labios colisionaron como las olas contra las rocas, ebrios no solo por el alcohol al que sabían si no por la necesidad de arrastrarse por aquella boca por la que mi lengua se deslizo furtiva hasta encontrarse en un baño de ron con la suya.
Jadeé contra ella frente al ardiente movimiento de su cuerpo bajo el mio, ese que inconsciente buscaba mi dura virilidad, para sentirse completo, caliente.
Cuerpos sumergidos en uno, alientos que resonaban roncos contra la brisa de aquel mar embravecido que parecía presentarnos sus respetos.
Danza de mis manos por su cuerpo, cuerpo tallado para mi, ese que encajaba sereno con cada recoveco de mis dedos.
Fuego era el sentimiento que esa muejr de orbes marinos me regalaba, deleite para mis oídos los gemidos que de ella escapaban.
Mas pronto la note insegura, como si aquellas palabras de deseo fueran controladas, alce un instante los ojos para escuchar que no me prometía nada.
Su cuerpo como una hoja temblaba bajo el mio, sabia que no por el frio, pues nuestras ropas aun puestas nos calentaban de las tempestades y el alcohol calentaba nuestro interior como la misma lava de los volcanes.
Tenia miedo, miedo a mi, a mi hombría, a las habladurías o a lo que pensara.
-Puedo esperar, no quiero sentir que estoy forzando a una mujer solo pro el echo de haberle robado un beso.
Mis ganas eran evidentes, mis ojos oscurecidos contra los suyos lo gritaban, mi hombría lo reafirmaba, mas mi razón se proclamo vencedora logrando hacer a un lado a mi cuerpo que se resistía a separarse del calor de aquella dama.
Mire el cielo, las estrellas y las nubes, buscando en ellas el consuelo de un tiempo calmo, ese que templara mis ganas bajo ese cielo estrellado.
Mire la botella de soslayo, entera la hubiera vaciado en mis labios, mas consciente era de que eso, solo hubiera oscurecido mas mi razón embotando mis sentidos hasta que mi cuerpo incapaz de mantenerse quieto hubiera claudicado frente al de aquella dama que sincera me advirtió antes de salir de la taberna.
Dejé escapar el aire con los labios entreabiertos antes de desviar mis ojos hasta los orbes mar de la mujer que fría ahora me observaba.
-Lo siento, a ningún hombre nos gusta que nos paren, mas si así es como lo sientes, lo entiendo y esta bien, deja que se me pase y te llevo a tu casa, la noche es peligrosa para una dama, aunque esta este pertrechada hasta los dientes.
Su grado de embriaguez la convertía en un blanco fácil y sin duda los cazadores siempre eran eso, blancos de los sobrenaturales.
Jadeé contra ella frente al ardiente movimiento de su cuerpo bajo el mio, ese que inconsciente buscaba mi dura virilidad, para sentirse completo, caliente.
Cuerpos sumergidos en uno, alientos que resonaban roncos contra la brisa de aquel mar embravecido que parecía presentarnos sus respetos.
Danza de mis manos por su cuerpo, cuerpo tallado para mi, ese que encajaba sereno con cada recoveco de mis dedos.
Fuego era el sentimiento que esa muejr de orbes marinos me regalaba, deleite para mis oídos los gemidos que de ella escapaban.
Mas pronto la note insegura, como si aquellas palabras de deseo fueran controladas, alce un instante los ojos para escuchar que no me prometía nada.
Su cuerpo como una hoja temblaba bajo el mio, sabia que no por el frio, pues nuestras ropas aun puestas nos calentaban de las tempestades y el alcohol calentaba nuestro interior como la misma lava de los volcanes.
Tenia miedo, miedo a mi, a mi hombría, a las habladurías o a lo que pensara.
-Puedo esperar, no quiero sentir que estoy forzando a una mujer solo pro el echo de haberle robado un beso.
Mis ganas eran evidentes, mis ojos oscurecidos contra los suyos lo gritaban, mi hombría lo reafirmaba, mas mi razón se proclamo vencedora logrando hacer a un lado a mi cuerpo que se resistía a separarse del calor de aquella dama.
Mire el cielo, las estrellas y las nubes, buscando en ellas el consuelo de un tiempo calmo, ese que templara mis ganas bajo ese cielo estrellado.
Mire la botella de soslayo, entera la hubiera vaciado en mis labios, mas consciente era de que eso, solo hubiera oscurecido mas mi razón embotando mis sentidos hasta que mi cuerpo incapaz de mantenerse quieto hubiera claudicado frente al de aquella dama que sincera me advirtió antes de salir de la taberna.
Dejé escapar el aire con los labios entreabiertos antes de desviar mis ojos hasta los orbes mar de la mujer que fría ahora me observaba.
-Lo siento, a ningún hombre nos gusta que nos paren, mas si así es como lo sientes, lo entiendo y esta bien, deja que se me pase y te llevo a tu casa, la noche es peligrosa para una dama, aunque esta este pertrechada hasta los dientes.
Su grado de embriaguez la convertía en un blanco fácil y sin duda los cazadores siempre eran eso, blancos de los sobrenaturales.
Gatto- Cambiante Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Su mirada se clavó en la mía, observándome confundido, como si no llegase a vislumbrar el sentido oculto de mis palabras. Quizás el hecho de no haber sido mordaz en mi respuesta, de no haberle contestado como la mujer segura de sí misma que había sido hasta entonces, fue lo que le dio la pista de que algo me pasaba. A pesar de no haberle contado mis miedos, aquel hombre fue capaz de adivinar mi inseguridad, de percatarse de mis dudas como si mis ojos le hubiesen contado todo aquello que me preocupaba y que mis labios no habían sido capaces de confesar.
Sonreí anonadada ante sus palabras; unas palabras que me convencieron de que mis dudas con él eran absurdas. Imaginaba lo complicado que debía ser para él resignarse a cobrar el premio de aquella apuesta que sin duda había ganado, y que yo había aceptado consciente de cuál sería su deseo; y sin embargo allí estaba, dispuesto a renunciar a recibir su recompensa para no hacerme sentir mal.
-Gracias por comprenderme.- susurré junto a sus labios todavía jadeantes, mientras ambos tratábamos recuperar nuestras ajetreadas respiraciones
Recordé aquel beso robado, un beso que me había conquistado desde el primer roce de nuestros labios y que anhelante se había hecho dueño de mi boca. Deseaba a Gatto, mi cuerpo pedía a gritos que me entregase a él de forma inconsciente, que dejase de preocuparme por el mañana y que solo pensase en el presente, en ese preciso en el que un hombre maravilloso me prometía entregarme el paraíso; pero fue entonces cuando se separó de mí, dejándome vacía sin su calor, perdida sin sus besos y con desazón por la falta de sus caricias. Se tumbó observando las estrellas, tratando de explicar cómo terminar aquella noche que a mí se me había pasado demasiado rápido. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo cuando volteó su cabeza para mirarme, donde sus ojos todavía oscurecidos por el deseo buscaban los míos.
-No creo que me encuentre con más ladrones de besos por el camino.- bromeé girando mi cuerpo hacia él, apoyando el codo sobre la fría arena para poder mirarlo a los ojos, mientras mi mano acariciaba con suavidad su pecho.- Aunque le agradezco que quiera acompañarme a casa; aunque entonces, ¿quién le acompañará a vos hasta la suya para que no le pase nada? Nos pasaríamos la noche acompañando el uno al otro; quizás lo mejor sea que se quede a dormir en mi humilde morada.
Me sorprendí a mí misma invitándolo, no solo a venir a mi casa, sino a quedarse a dormir. ¿Qué provocaba aquel hombre en mí que hacía que mi razón desapareciese? Pero lo cierto era que no quería separarme de él, no quería que aquella noche terminase tan pronto, y por alguna razón que no llegaba a comprender, no quería que Gatto terminase su noche entre las piernas de la tabernera.
Orillé mi cuerpo al suyo, buscando de nuevo esa calidez que durante unos segundos había echado de menos, apoyando mi cabeza en su pecho, y guardando silencio mientras observaba las estrellas. Coloqué su capa sobre nosotros, manteniendo así el calor que nuestros cuerpos producían al estar unidos, escuchando su corazón que parecía palpitar con más fuerza.
Entonces fue cuando la vi; una estrella fugaz que cruzaba el cielo ante nuestros ojos. No pude evitar sonreir con picardía, imaginando que aquello era una señal del destino; una señal que me aventuraba a dejarme llevar aquella noche entre los brazos del único hombre que había sido capaz de llamar mi atención. Ojalá pudiese disfrutar más tiempo de su compañía, ojalá no todo terminase esa noche, pero si lo hacía, al menos no me arrepentiría por no haberme entregado en cuerpo y alma a aquel ser capaz de haber dominado mi corazón
Con una tímida sonrisa me subí a horcajadas sobre él, manteniendo la capa todavía sobre nuestros cuerpos y fijando mi mirada en la suya; buscando la misma complicidad de la que habíamos hecho gala antes, y acercándome a sus labios los tomé entre los míos como si el mundo se acabase aquella noche, sintiendo a través de la ropa su miembro todavía endurecido, sabiendo que aceptar aquella copa había sido la mejor decisión que había tomado esa noche.
Sonreí anonadada ante sus palabras; unas palabras que me convencieron de que mis dudas con él eran absurdas. Imaginaba lo complicado que debía ser para él resignarse a cobrar el premio de aquella apuesta que sin duda había ganado, y que yo había aceptado consciente de cuál sería su deseo; y sin embargo allí estaba, dispuesto a renunciar a recibir su recompensa para no hacerme sentir mal.
-Gracias por comprenderme.- susurré junto a sus labios todavía jadeantes, mientras ambos tratábamos recuperar nuestras ajetreadas respiraciones
Recordé aquel beso robado, un beso que me había conquistado desde el primer roce de nuestros labios y que anhelante se había hecho dueño de mi boca. Deseaba a Gatto, mi cuerpo pedía a gritos que me entregase a él de forma inconsciente, que dejase de preocuparme por el mañana y que solo pensase en el presente, en ese preciso en el que un hombre maravilloso me prometía entregarme el paraíso; pero fue entonces cuando se separó de mí, dejándome vacía sin su calor, perdida sin sus besos y con desazón por la falta de sus caricias. Se tumbó observando las estrellas, tratando de explicar cómo terminar aquella noche que a mí se me había pasado demasiado rápido. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo cuando volteó su cabeza para mirarme, donde sus ojos todavía oscurecidos por el deseo buscaban los míos.
-No creo que me encuentre con más ladrones de besos por el camino.- bromeé girando mi cuerpo hacia él, apoyando el codo sobre la fría arena para poder mirarlo a los ojos, mientras mi mano acariciaba con suavidad su pecho.- Aunque le agradezco que quiera acompañarme a casa; aunque entonces, ¿quién le acompañará a vos hasta la suya para que no le pase nada? Nos pasaríamos la noche acompañando el uno al otro; quizás lo mejor sea que se quede a dormir en mi humilde morada.
Me sorprendí a mí misma invitándolo, no solo a venir a mi casa, sino a quedarse a dormir. ¿Qué provocaba aquel hombre en mí que hacía que mi razón desapareciese? Pero lo cierto era que no quería separarme de él, no quería que aquella noche terminase tan pronto, y por alguna razón que no llegaba a comprender, no quería que Gatto terminase su noche entre las piernas de la tabernera.
Orillé mi cuerpo al suyo, buscando de nuevo esa calidez que durante unos segundos había echado de menos, apoyando mi cabeza en su pecho, y guardando silencio mientras observaba las estrellas. Coloqué su capa sobre nosotros, manteniendo así el calor que nuestros cuerpos producían al estar unidos, escuchando su corazón que parecía palpitar con más fuerza.
Entonces fue cuando la vi; una estrella fugaz que cruzaba el cielo ante nuestros ojos. No pude evitar sonreir con picardía, imaginando que aquello era una señal del destino; una señal que me aventuraba a dejarme llevar aquella noche entre los brazos del único hombre que había sido capaz de llamar mi atención. Ojalá pudiese disfrutar más tiempo de su compañía, ojalá no todo terminase esa noche, pero si lo hacía, al menos no me arrepentiría por no haberme entregado en cuerpo y alma a aquel ser capaz de haber dominado mi corazón
Con una tímida sonrisa me subí a horcajadas sobre él, manteniendo la capa todavía sobre nuestros cuerpos y fijando mi mirada en la suya; buscando la misma complicidad de la que habíamos hecho gala antes, y acercándome a sus labios los tomé entre los míos como si el mundo se acabase aquella noche, sintiendo a través de la ropa su miembro todavía endurecido, sabiendo que aceptar aquella copa había sido la mejor decisión que había tomado esa noche.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
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Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
¡¡Mujeres!! fantásticos seres mitológicos posiblemente creados por los dioses para volvernos locos.
Daba igual cuantas civilizaciones pasaran o a cual religión acudieras pues en todas y cada una de ellas había leyendas de esos seres que nos arrasaban con la poca cordura que teníamos los hombres.
Desde lilith y Adan para la religión cristiana, a las sirenas del mar para los marineros, todas se convertían en la perdición de los hombres.
Allí estaba ella, esa mujer de ojos azules y pelo dorado con el sol que jugaba con mi pecho no se muy bien si en un intento de encenderme o apagarme con sus dedos.
Como si de una lampara de aceite me tratara, y sus dedos tuvieran el poder de subir la intensidad del aceite a quemar sus orbes se hundieron en los míos, primero agradeciendo mi gesto por parar, mas luego ofreciéndome su casa para descansar.
Juro que el mar y su oleaje se me antojaba infinitamente mas fácil de surcar que la mente de aquella mujer que ya en la taberna apuntaba maneras a no estar de todo bien de la cabeza.
Aquella mujer que con sus dedos incendiando mi pecho seguía la trayectoria de las estrellas.
Admiré su belleza, que bañada por el brillo de estas reflejaba su estampa como la de una reina griega.
No se que le susurraron en el oído sus amigas las estrellas, mas de nuevo un giro de rumbo a aquella noche perfecta.
Subió sobre mi a horcajadas, como si eso tuviera algún sentido.
Me paraba para encenderme de nuevo y yo allí deseando poseer no solo su boca si no su sino.
-Εγώ πρόκειται να τρελαίνομαι -dije en mi idioma antes de que nuestras bocas colisionaran de nuevo.
Mis manos se posaron en su trasero, orillandola mas contra mi sexo que en pie de guerra se alzaba de nuevo.
La brisa rozaba furiosa nuestros cuerpos mientras las olas chocaban irremediablemente contra las rocas casi en un meditado intento de animar a nuestros cuerpos.
-¿entonces? -pregunté contra su boca, que se enlazaba una y otra vez con la mía, en una forma semi perfecta -¿vamos a tu casa? ¿te quito la ropa? ¿me tiro la mar?
No pude evitar sonreír cuando la vi golpear mi pecho frunciendo el ceño.
Daba igual cuantas civilizaciones pasaran o a cual religión acudieras pues en todas y cada una de ellas había leyendas de esos seres que nos arrasaban con la poca cordura que teníamos los hombres.
Desde lilith y Adan para la religión cristiana, a las sirenas del mar para los marineros, todas se convertían en la perdición de los hombres.
Allí estaba ella, esa mujer de ojos azules y pelo dorado con el sol que jugaba con mi pecho no se muy bien si en un intento de encenderme o apagarme con sus dedos.
Como si de una lampara de aceite me tratara, y sus dedos tuvieran el poder de subir la intensidad del aceite a quemar sus orbes se hundieron en los míos, primero agradeciendo mi gesto por parar, mas luego ofreciéndome su casa para descansar.
Juro que el mar y su oleaje se me antojaba infinitamente mas fácil de surcar que la mente de aquella mujer que ya en la taberna apuntaba maneras a no estar de todo bien de la cabeza.
Aquella mujer que con sus dedos incendiando mi pecho seguía la trayectoria de las estrellas.
Admiré su belleza, que bañada por el brillo de estas reflejaba su estampa como la de una reina griega.
No se que le susurraron en el oído sus amigas las estrellas, mas de nuevo un giro de rumbo a aquella noche perfecta.
Subió sobre mi a horcajadas, como si eso tuviera algún sentido.
Me paraba para encenderme de nuevo y yo allí deseando poseer no solo su boca si no su sino.
-Εγώ πρόκειται να τρελαίνομαι -dije en mi idioma antes de que nuestras bocas colisionaran de nuevo.
Mis manos se posaron en su trasero, orillandola mas contra mi sexo que en pie de guerra se alzaba de nuevo.
La brisa rozaba furiosa nuestros cuerpos mientras las olas chocaban irremediablemente contra las rocas casi en un meditado intento de animar a nuestros cuerpos.
-¿entonces? -pregunté contra su boca, que se enlazaba una y otra vez con la mía, en una forma semi perfecta -¿vamos a tu casa? ¿te quito la ropa? ¿me tiro la mar?
No pude evitar sonreír cuando la vi golpear mi pecho frunciendo el ceño.
Gatto- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 25/08/2016
Localización : Un barco
Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
Nuestras bocas se dieron una pequeña tregua en la que poder respirar con normalidad, pausa en la que unas extrañas palabras salieron de aquellos dulces labios que segundos antes habían sido míos. Lo miré confundida al tiempo que enarcaba una ceja sin comprender bien que me había dicho, ¿acaso me estaba hablando en su lengua natal para que no lo entendiese? ¿estaría metiéndose conmigo? Conociéndolo seguro que estaría pensando que estaba loca; y no se equivocaba, pues al fin y al cabo estaba loca por él. Era él quien me llevaba a pasar de un extremo a otro, era él por quien me olvidaba de mis prejuicios y me dejaba llevar.Divertida por su estupefacto gesto que indicaba que cada uno de mis actos no hacía más que marearlo, le mordí el labio inferior de forma juguetona, dejando así nuestros cuerpos totalmente pegados.
- ¿Me enseñarás a hablar tu idioma?.- susurré junto a sus labios, rozándolos con cada una de mis palabras, meciéndolos con mi cálido aliento que no había dado por terminada la batalla de nuestras bocas que sin duda tenían todavía una apasionante guerra que librar.- Si no cuando me digas que me quieres no podré responderte.
Le guiñé un ojo divertida, haciéndole saber que era broma y que era consciente de que nuestro encuentro de aquella noche terminaría con su marcha. Ya me había explicado que tenían una misión en París, y que en cuanto la hubiesen llevado a cabo volvería a Grecia. No debía hacerme ilusiones, y lo sabía.
Sus labios tomaron de nuevo los míos, sujetándome de las caderas (y de lo que no eran las caderas) para empujarme contra su endurecido falo que sin duda recibía con alegría la noticia de mi cambio de opinión. Sentía como nuestros sexos se rozaban separados por nuestras ropas, hambrientos de más, anhelantes de ser liberados y conocer cada centímetro de nuestros cuerpos, al igual que nuestras lenguas ahora unidas exploraban la boca ajena.
-Mi casa no está lejos de aquí, cerca de la taberna donde nos conocimos. Allí dejé la chimenea encendida por lo que la temperatura será algo más cálida que esta, aunque no sé si serás capaz de aguantar el trayecto hasta allí.- contesté con una picara sonrisa dibujada en mi rostro separándome levemente para cruzar nuestras miradas. Esas que encendidas de pasión se buscaban cómplices confesándose nuestros más fervientes deseos.- Me sentía dichosa a su lado, plenamente feliz por haber encontrado a alguien tan afín a mí, lo cual no era tarea fácil.- Así que dejo en tus manos la decisión de si podrás resistirte a mis encantos hasta mi casa, o por ende, prefieres hacerme tuya aquí.
Sabía que me deseaba tanto como yo a él, que en aquel momento todo se nos antojaba lejos, y que continuar con lo que habíamos empezado en la playa parecía la mejor opción. Mi sexo se humedecía con cada roce de su miembro, con cada una de sus caricias, y por todos lo dioses que no sería capaz de aguantar mucho más tiempo en aquella situación.
Tomé de nuevo sus labios entre los míos, asegurando después la capa que nos cubría a ambos de la fría brisa marina que sin duda nos conduciría a un resfriado, provocando con mi movimiento de caderas de nuevo ese roce con el que alcanzábamos altas temperaturas.
- ¿Me enseñarás a hablar tu idioma?.- susurré junto a sus labios, rozándolos con cada una de mis palabras, meciéndolos con mi cálido aliento que no había dado por terminada la batalla de nuestras bocas que sin duda tenían todavía una apasionante guerra que librar.- Si no cuando me digas que me quieres no podré responderte.
Le guiñé un ojo divertida, haciéndole saber que era broma y que era consciente de que nuestro encuentro de aquella noche terminaría con su marcha. Ya me había explicado que tenían una misión en París, y que en cuanto la hubiesen llevado a cabo volvería a Grecia. No debía hacerme ilusiones, y lo sabía.
Sus labios tomaron de nuevo los míos, sujetándome de las caderas (y de lo que no eran las caderas) para empujarme contra su endurecido falo que sin duda recibía con alegría la noticia de mi cambio de opinión. Sentía como nuestros sexos se rozaban separados por nuestras ropas, hambrientos de más, anhelantes de ser liberados y conocer cada centímetro de nuestros cuerpos, al igual que nuestras lenguas ahora unidas exploraban la boca ajena.
-Mi casa no está lejos de aquí, cerca de la taberna donde nos conocimos. Allí dejé la chimenea encendida por lo que la temperatura será algo más cálida que esta, aunque no sé si serás capaz de aguantar el trayecto hasta allí.- contesté con una picara sonrisa dibujada en mi rostro separándome levemente para cruzar nuestras miradas. Esas que encendidas de pasión se buscaban cómplices confesándose nuestros más fervientes deseos.- Me sentía dichosa a su lado, plenamente feliz por haber encontrado a alguien tan afín a mí, lo cual no era tarea fácil.- Así que dejo en tus manos la decisión de si podrás resistirte a mis encantos hasta mi casa, o por ende, prefieres hacerme tuya aquí.
Sabía que me deseaba tanto como yo a él, que en aquel momento todo se nos antojaba lejos, y que continuar con lo que habíamos empezado en la playa parecía la mejor opción. Mi sexo se humedecía con cada roce de su miembro, con cada una de sus caricias, y por todos lo dioses que no sería capaz de aguantar mucho más tiempo en aquella situación.
Tomé de nuevo sus labios entre los míos, asegurando después la capa que nos cubría a ambos de la fría brisa marina que sin duda nos conduciría a un resfriado, provocando con mi movimiento de caderas de nuevo ese roce con el que alcanzábamos altas temperaturas.
Ildri Persson- Cazador Clase Media
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 26/08/2016
Localización : París
Re: Provocando la tormenta (Privado- Gatto)
No necesité escuchar mas, pues realmente sus movimientos de cadera sobre mi endurecido miembro lo decían todo. Enredados sobre esa fina arena, las prendas de ropa fueron cayendo, despacio, al ritmo que podía marcar una primera vez, mientras nuestras bocas exaltadas por la pasión se enzarzaban en un duelo a muerte en el que ambos nos proclamaríamos vencedores.
Mis manos acariciaron cada resquicio de su piel ,infundiéndole no solo calor, si no encendiendo su necesidad con cada roce.
Nuestros ojos parecían anclados como el barco al muelle, no dispuestos a ser separados ni por el recio temporal, mientras despacio la hacia mía sobre esa arena, que hoy no solo servia como lecho de mis embestidas, si no como testigo de algo que empezaba a surgir entre la loca de la taberna y el cambiante del barco.
Cuando todo finalizo y las botas volvieron a su lugar, nuestros pies, cuando solo quedábamos ella y yo bajo un manto estrellado que parecía hoy brillar con mayor vigor, nos dedicamos tiempo a las caricias, a las risas y a los abrazos, quería conocer algo mas de ella. Algo aparte de que era como el yin y el yan, que tan pronto estaba bien como mal.
Tentado a no dejar acabar la noche me ofrecí a llevarla hasta el lugar donde la dama se alojaba, quizás, así, paseáramos por las calles de París, entre risas que no acababan e historias de uno y otro. Nada importante, mas que lo decía todo.
Una vez en su hotel, me despedí de ella de forma galante, esperando que me diera una cita para otro día, que pudiéramos quizás hacer algo diferente a lo de esta vez. No quería dejarlo en el polvo de una noche, si no en un primer encuentro con ganas de mas.
Era cierto que abandonaría París en cuanto Agarwaen fuera encontrado, mas el tiempo que pasaría allí se me antojaba perfecto para conocer a esa enigmática mujer de férreo carácter.
Nos despedimos con un beso y la promesa de volvernos a ver, esa que grabada a fuego en mi piel me llevé camino al barco, esa que me tuvo la noche en vela pensando en esos ojos que con tibieza me habían admirado.
No quería una relación, pero tampoco una despedida, así que me limitaría a dejar que el tiempo decidiera.
Fin
Mis manos acariciaron cada resquicio de su piel ,infundiéndole no solo calor, si no encendiendo su necesidad con cada roce.
Nuestros ojos parecían anclados como el barco al muelle, no dispuestos a ser separados ni por el recio temporal, mientras despacio la hacia mía sobre esa arena, que hoy no solo servia como lecho de mis embestidas, si no como testigo de algo que empezaba a surgir entre la loca de la taberna y el cambiante del barco.
Cuando todo finalizo y las botas volvieron a su lugar, nuestros pies, cuando solo quedábamos ella y yo bajo un manto estrellado que parecía hoy brillar con mayor vigor, nos dedicamos tiempo a las caricias, a las risas y a los abrazos, quería conocer algo mas de ella. Algo aparte de que era como el yin y el yan, que tan pronto estaba bien como mal.
Tentado a no dejar acabar la noche me ofrecí a llevarla hasta el lugar donde la dama se alojaba, quizás, así, paseáramos por las calles de París, entre risas que no acababan e historias de uno y otro. Nada importante, mas que lo decía todo.
Una vez en su hotel, me despedí de ella de forma galante, esperando que me diera una cita para otro día, que pudiéramos quizás hacer algo diferente a lo de esta vez. No quería dejarlo en el polvo de una noche, si no en un primer encuentro con ganas de mas.
Era cierto que abandonaría París en cuanto Agarwaen fuera encontrado, mas el tiempo que pasaría allí se me antojaba perfecto para conocer a esa enigmática mujer de férreo carácter.
Nos despedimos con un beso y la promesa de volvernos a ver, esa que grabada a fuego en mi piel me llevé camino al barco, esa que me tuvo la noche en vela pensando en esos ojos que con tibieza me habían admirado.
No quería una relación, pero tampoco una despedida, así que me limitaría a dejar que el tiempo decidiera.
Fin
Gatto- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 25/08/2016
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