AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Rehén [¡MUY PRIVADO!]
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Rehén [¡MUY PRIVADO!]
Las notas de un solitario piano hicieron que mis pasos apresurados se detuvieran frente al balcón de mi morada, anudándome el albornoz mientras me asomaba y surcaba en la oscuridad de la noche el origen de aquella melodía enternecedora. Y es que todo me recordaba a él: el sol que él evitaba, el sonido de una risa aterciopelada, la melodía de un piano, el color cobrizo en el cabello, el gris como reflejo de sus ojos, la suavidad de una piel desnuda, el rojo de la sangre... Todo. Todo era él para mí y nada, ni un pedazo de su amor, me pertenecía sin embargo.
Suspiré contra el cristal que empañé y sólo entonces me percaté de la nieve que había empezado a arremolinarse en las esquinas de mi ventana. La nieve caía y yo pensaba en cuán más triste sería el invierno al llegar la Navidad, época de felicidad, compañía, dulzura y amor. Época en la que la gente como yo, más sola se sentía. Y es que la gente como yo nada podía ofrecer, nada de todo eso podía brindar. Ni poseíamos la felicidad, ni familia, ni ternura ni, por supuesto, amor. El amor estaba prohibido para nosotros, para aquellos que vendíamos nuestro cuerpo a los obscenos deseos de la noche.
Tristán apareció tras de mí y envolvió mi cintura con sus manos cálidas, recostando su mentón sobre mi hombro.
- Debo marcharme ya, cariño. Melibea no tardará en descubrir mi ausencia.
Asentí en silencio.
- Prometo regresar mañana como cada noche. ¿Me esperarás?
Volví a asentir, ausente realmente. Él suspiró apesadumbradamente y soltó su agarre de mi vientre, dándome la espalda mientras se colocaba la pajarita y luego el chaleco, a punto de marcharse ya.
- Te dejé el...
- Junto a la chimenea, lo sé. No te preocupes, ve.
- Te quiero.
- Y yo te quiero a ti. Ve con cuidado.
Me giré lentamente, encaminándome una vez más hacia él para depositar sobre las comisuras de sus labios un efímero beso que él agradeció con un guiño travieso. Luego Tristán cerró la puerta tras sus pasos y sola me quedé, estática en el mismo lugar en el que me despedí de mi mejor postor. Y es que así era, Tristán Drustanus, un enigmático hombre de alta cuna se había convertido en mi mejor postor, en mi cliente más habitual desde hacía ya varios meses. Se podría decir que si ahora amasaba una escandalosa cifra de dinero, era por él, gracias a él. Y eso sólo podía significar una cosa...
Suspiré.
Bajé las escaleras de caracol hasta el salón, sentándome en el sofá carmín tras recoger la bolsita verde que Tristán había depositado junto a la chimenea de humeante hoguera. Me disponía a contar los cientos de francos que aquella noche me había ganado con más creces que en las pasadas noches, cuando un sonido extraño procedente de mi dormitorio me alertó de repente, llevándome a erguirme asustada y tomar lo primero que encontré, temerosa de que se tratase de un ladrón. Con el atizador en mano, dejé la bolsita con mi sueldo escondida bajo el sofá y subí de a poco, peldaño a peldaño, llegando al rellano de la segunda planta. Contenía el silencio, como si mi sola respiración pudiera provocar ruido alguno que alertara de mi presencia. Todo se hallaba en silencio, más yo, segura de lo que había escuchado, me dirigí hacia mi dormitorio, cuya puerta abrí con brusquedad con la intención de sorprender al ladrón in fraganti. Sin embargo, sólo me dio tiempo de ver la ventana abierta y las cortinas ondeantes cuando alguien, situado tras de mí, colocó su brazo alrededor de mi cuello y lo apretó, robándome el aliento y levándome unos centímetros del suelo mientras yo forcejeaba aun con el atizado en alto, golpeando al aire hasta que un quejido me indicó que al fin mi puntería había sido óptima. Al parecer, le había apuñalado el hombro... ¡pobre intruso!
Aun sin soltarme y dando tumbos por doquier, el ladrón en cuestión abrió sin querer la puerta del baño, retrocediendo conmigo apegada hasta que resbaló con la toalla que se encontraba en el suelo y cayó de espaldas en la espumosa bañera, cabe añadir, que conmigo también.
Una noche... perfecta.
Suspiré contra el cristal que empañé y sólo entonces me percaté de la nieve que había empezado a arremolinarse en las esquinas de mi ventana. La nieve caía y yo pensaba en cuán más triste sería el invierno al llegar la Navidad, época de felicidad, compañía, dulzura y amor. Época en la que la gente como yo, más sola se sentía. Y es que la gente como yo nada podía ofrecer, nada de todo eso podía brindar. Ni poseíamos la felicidad, ni familia, ni ternura ni, por supuesto, amor. El amor estaba prohibido para nosotros, para aquellos que vendíamos nuestro cuerpo a los obscenos deseos de la noche.
Tristán apareció tras de mí y envolvió mi cintura con sus manos cálidas, recostando su mentón sobre mi hombro.
- Debo marcharme ya, cariño. Melibea no tardará en descubrir mi ausencia.
Asentí en silencio.
- Prometo regresar mañana como cada noche. ¿Me esperarás?
Volví a asentir, ausente realmente. Él suspiró apesadumbradamente y soltó su agarre de mi vientre, dándome la espalda mientras se colocaba la pajarita y luego el chaleco, a punto de marcharse ya.
- Te dejé el...
- Junto a la chimenea, lo sé. No te preocupes, ve.
- Te quiero.
- Y yo te quiero a ti. Ve con cuidado.
Me giré lentamente, encaminándome una vez más hacia él para depositar sobre las comisuras de sus labios un efímero beso que él agradeció con un guiño travieso. Luego Tristán cerró la puerta tras sus pasos y sola me quedé, estática en el mismo lugar en el que me despedí de mi mejor postor. Y es que así era, Tristán Drustanus, un enigmático hombre de alta cuna se había convertido en mi mejor postor, en mi cliente más habitual desde hacía ya varios meses. Se podría decir que si ahora amasaba una escandalosa cifra de dinero, era por él, gracias a él. Y eso sólo podía significar una cosa...
Suspiré.
Bajé las escaleras de caracol hasta el salón, sentándome en el sofá carmín tras recoger la bolsita verde que Tristán había depositado junto a la chimenea de humeante hoguera. Me disponía a contar los cientos de francos que aquella noche me había ganado con más creces que en las pasadas noches, cuando un sonido extraño procedente de mi dormitorio me alertó de repente, llevándome a erguirme asustada y tomar lo primero que encontré, temerosa de que se tratase de un ladrón. Con el atizador en mano, dejé la bolsita con mi sueldo escondida bajo el sofá y subí de a poco, peldaño a peldaño, llegando al rellano de la segunda planta. Contenía el silencio, como si mi sola respiración pudiera provocar ruido alguno que alertara de mi presencia. Todo se hallaba en silencio, más yo, segura de lo que había escuchado, me dirigí hacia mi dormitorio, cuya puerta abrí con brusquedad con la intención de sorprender al ladrón in fraganti. Sin embargo, sólo me dio tiempo de ver la ventana abierta y las cortinas ondeantes cuando alguien, situado tras de mí, colocó su brazo alrededor de mi cuello y lo apretó, robándome el aliento y levándome unos centímetros del suelo mientras yo forcejeaba aun con el atizado en alto, golpeando al aire hasta que un quejido me indicó que al fin mi puntería había sido óptima. Al parecer, le había apuñalado el hombro... ¡pobre intruso!
Aun sin soltarme y dando tumbos por doquier, el ladrón en cuestión abrió sin querer la puerta del baño, retrocediendo conmigo apegada hasta que resbaló con la toalla que se encontraba en el suelo y cayó de espaldas en la espumosa bañera, cabe añadir, que conmigo también.
Una noche... perfecta.
Roxanne- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 12/02/2012
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Re: Rehén [¡MUY PRIVADO!]
Corrí. Corrí como un loco y no porque se me fuera a ir la vida en ello, ES QUE ME IBA LA VIDA EN ELLO.
Los balazos pasaban por encima de mi cabeza, mientras me ocultaba tras cualquier cosa, rodando por el suelo, arrastrándome a gatas por debajo de los carruajes, deslizándome dentro de los oscuros y malolientes callejones parisinos
¡¡¡¡Neuken Neuken NEUKEEEEEN!!!!
De haber sabido que venir a ver a Gerry a París me iba a costar semejantes carrerónes por mi vida, no habria salido de mi campo y para las fiestas...JÁ! para las fiestas le habría venido a acompañar su abuela… -nuestra abuela, mejor dicho-
Me agarre a una tubería escalando por ella mientras tres hombres me seguían los pasos aun disparando en mi dirección a la vez que yo subia al tejado y corria rompiendo tejas a mi paso, desestabilizándome e incluso surfeando ante los trozos rotos.
Si no hubiera sido por mi excelente forma física, hacía unas tres manzanas que me habría convertido en un buen fiambre, de esos jugosos. Pero lo malo era, que asi como yo era bueno en lo mío, ellos también lo eran, puesto que hasta hacia poco tiempo. Todos éramos del mismo bando.
Eso me pasaba por mi nefasto pasado en el ejercito, que aun hoy dia me pasaba facturas injustas.
¡Maldito fuera era el ejército y el día que me apunte en nombre de mi país a luchar por causas que no me concernían!
Continúe corriendo, saltando desde los tejado de los edificios, mientras los balazos pasaban cerca de mi cuerpo, algunos incluso quemando mi ya desgastada indumentaria. Mas una de las balas casi toca mi cuello, dejándome el rastro de una línea rojiza, cual quemadura que me desestabilizo, haciéndome caer y rodar. Quede boca abajo, comenzando a arrastrarme apoyando mis codos mientras agachaba mi cabeza. Aquello parecía una maldita trinchera. ¿En qué momento me había ido a la guerra yo? ¡Con lo feliz que era en mi campo! Cultivando calabazas, ligando con las lecheras, haciendo trapicheos y trueques con gallinas, huevos, quesos… y estafando a los aldeanos!
Aaaahh… maldición. En cuando viera a Gerry, le pegaría por vivir en semejante ciudad de blandengues incivilizados. Y después de hurgar en sus cosas, investigar si se veía con alguien y hacerle un poco la vida imposible, cuando supiera que le iba bien. ¡Me volvería a mi granja! y No pensaba volver a salir de mi cabaña de madera en lo que me restaba de vida.
Seguí arrastrándome, pero el techo de aquella estancia estaba viejo y desgastado, por lo que me caí de el después de sentir el crujido. Aterrizando en un montón de cajas y sabanas viejas de un desván sucio y lleno de polvo. Me levante rápidamente dolorido a más no poder entre el viaje y las carreras que llevaba nada más poner un pie en la ciudad.
Las cabezas de los que me seguían se asomaron por el agujero para mirarme, pero yo ya volvía a desplazarme, saliendo por una puerta, entrando por un pasillo, saliendo por un balcón, cruzando a la ventana de enfrente. Volviendo a meterme en pasillos oscuros hasta que una voz me hizo saber que no estaba en un edificio vacio. Apenas habia luz, apenas veía nada…Mas casi por intuición me desplace en la estancia, sin poder evitar dar con algunos objetos. Me mordí los labios retrocediendo hasta que llegue a una puerta. Me quede quieto, inmóvil como una sombra, con el corazón bombeando mi sangre velozmente al sentir que alguien se acercaba.
Los hombres que me seguian por fuera debian de estar buscando el edificio en el que podria haberme colado, Mientras que ahora me hayaba invadiendo la morada de alguien... Tome una buena bocanada de aire, sosegandome.
Si quería salir de allí sin ser descubierto necesitaba un disfraz y alguien que me echara una mano para salir de allí sin que mi aspecto o mi soledad llamara la atención. Y es que además de los hombres del ejercito, otros tipos con aire Siciliano me perseguían también, llamándome como si me confundieran con un tal Jerarld noseque…
Que hastió. Necesitaba ayuda y definitivamente no me quedaba otra.Era hora de tomar un rehén.
El crujido de los pasos de alguien sonaron mas fuertes. El cuerpo del sujeto se adentro en la estancia en la que yo estaba, siendo rápidamente sujeto por mi, quien sin contemplación forcejee con el individuo intentando reducirle para que siguiera mis ordenes.
QUIETO
QUIETOOO NO TE DAÑARE A MENOS QUE…
AAAAAAAAAAGH
Aquello que agitaba con su mano sin ton ni son me atravesó la carne recordándome a las heridas de la misma metralla que había experimentado en carne propia. Retrocedí hasta que choque y entre en una estancia iluminada, y entonces, cuando contemple que realmente estaba atacando a una mujer, lo que estaba arriba se fue hacia abajo, lo que estaba abajo hacia arriba y *Flussh* Me estaba medio ahogando en una bañera con una pelirroja loca que aun seguía agitando la cosa esa mientras yo sujetaba sus brazos, rebatiéndome con su cuerpo que quería deshacerse de mi agarre, hasta que ella logro girarse en la bañera, intentando ponerse de rodillas con el afán de alzarse, mientras que yo le agarraba las dos muñecas con una mano, intentando sostener su cintura para reducirla. Estaba a punto de aplicarle una llave que le dejara boca abajo y a mi merced en el agua cuando sus labios se entreabrieron y sus ojos me encontraron abriéndose de par en par.
QUIETA. ¡NO MUEVAS NI UN SOLO MUSCULO!
Haz lo que te ordeno y no saldrás herida. Indique con decisión y firmeza ante su rostro descompuesto, su pelo mojado y su respiración agitada.
Mas cuando aun estaba allí sujetándole firmemente, sintiendo que me escocía el hombro horrores, ella se quedo quieta, relajando sus muñecas y abriendo su boca mientras sus cejas se arquearan. Una especie de tic nervioso similar a una sonrisa apareció en su boca carnosa, mirándome con atención y expectación, como si realmente me conociera de algo. Le mire ceñudo, sin soltarla, me esperaba cualquier patraña así que no me fie un pelo del sosiego de la pelirroja.
Pero entonces, ante mi sorpresa, ella empezó a carcajear y yo me quedé con la cara de un jugador de póker.
¿que demonios le pasaba a la gente de París? ¡¡¡estaban todos locos!!!
Los balazos pasaban por encima de mi cabeza, mientras me ocultaba tras cualquier cosa, rodando por el suelo, arrastrándome a gatas por debajo de los carruajes, deslizándome dentro de los oscuros y malolientes callejones parisinos
¡¡¡¡Neuken Neuken NEUKEEEEEN!!!!
De haber sabido que venir a ver a Gerry a París me iba a costar semejantes carrerónes por mi vida, no habria salido de mi campo y para las fiestas...JÁ! para las fiestas le habría venido a acompañar su abuela… -nuestra abuela, mejor dicho-
Me agarre a una tubería escalando por ella mientras tres hombres me seguían los pasos aun disparando en mi dirección a la vez que yo subia al tejado y corria rompiendo tejas a mi paso, desestabilizándome e incluso surfeando ante los trozos rotos.
Si no hubiera sido por mi excelente forma física, hacía unas tres manzanas que me habría convertido en un buen fiambre, de esos jugosos. Pero lo malo era, que asi como yo era bueno en lo mío, ellos también lo eran, puesto que hasta hacia poco tiempo. Todos éramos del mismo bando.
Eso me pasaba por mi nefasto pasado en el ejercito, que aun hoy dia me pasaba facturas injustas.
¡Maldito fuera era el ejército y el día que me apunte en nombre de mi país a luchar por causas que no me concernían!
Continúe corriendo, saltando desde los tejado de los edificios, mientras los balazos pasaban cerca de mi cuerpo, algunos incluso quemando mi ya desgastada indumentaria. Mas una de las balas casi toca mi cuello, dejándome el rastro de una línea rojiza, cual quemadura que me desestabilizo, haciéndome caer y rodar. Quede boca abajo, comenzando a arrastrarme apoyando mis codos mientras agachaba mi cabeza. Aquello parecía una maldita trinchera. ¿En qué momento me había ido a la guerra yo? ¡Con lo feliz que era en mi campo! Cultivando calabazas, ligando con las lecheras, haciendo trapicheos y trueques con gallinas, huevos, quesos… y estafando a los aldeanos!
Aaaahh… maldición. En cuando viera a Gerry, le pegaría por vivir en semejante ciudad de blandengues incivilizados. Y después de hurgar en sus cosas, investigar si se veía con alguien y hacerle un poco la vida imposible, cuando supiera que le iba bien. ¡Me volvería a mi granja! y No pensaba volver a salir de mi cabaña de madera en lo que me restaba de vida.
Seguí arrastrándome, pero el techo de aquella estancia estaba viejo y desgastado, por lo que me caí de el después de sentir el crujido. Aterrizando en un montón de cajas y sabanas viejas de un desván sucio y lleno de polvo. Me levante rápidamente dolorido a más no poder entre el viaje y las carreras que llevaba nada más poner un pie en la ciudad.
Las cabezas de los que me seguían se asomaron por el agujero para mirarme, pero yo ya volvía a desplazarme, saliendo por una puerta, entrando por un pasillo, saliendo por un balcón, cruzando a la ventana de enfrente. Volviendo a meterme en pasillos oscuros hasta que una voz me hizo saber que no estaba en un edificio vacio. Apenas habia luz, apenas veía nada…Mas casi por intuición me desplace en la estancia, sin poder evitar dar con algunos objetos. Me mordí los labios retrocediendo hasta que llegue a una puerta. Me quede quieto, inmóvil como una sombra, con el corazón bombeando mi sangre velozmente al sentir que alguien se acercaba.
Los hombres que me seguian por fuera debian de estar buscando el edificio en el que podria haberme colado, Mientras que ahora me hayaba invadiendo la morada de alguien... Tome una buena bocanada de aire, sosegandome.
Si quería salir de allí sin ser descubierto necesitaba un disfraz y alguien que me echara una mano para salir de allí sin que mi aspecto o mi soledad llamara la atención. Y es que además de los hombres del ejercito, otros tipos con aire Siciliano me perseguían también, llamándome como si me confundieran con un tal Jerarld noseque…
Que hastió. Necesitaba ayuda y definitivamente no me quedaba otra.Era hora de tomar un rehén.
El crujido de los pasos de alguien sonaron mas fuertes. El cuerpo del sujeto se adentro en la estancia en la que yo estaba, siendo rápidamente sujeto por mi, quien sin contemplación forcejee con el individuo intentando reducirle para que siguiera mis ordenes.
QUIETO
QUIETOOO NO TE DAÑARE A MENOS QUE…
AAAAAAAAAAGH
Aquello que agitaba con su mano sin ton ni son me atravesó la carne recordándome a las heridas de la misma metralla que había experimentado en carne propia. Retrocedí hasta que choque y entre en una estancia iluminada, y entonces, cuando contemple que realmente estaba atacando a una mujer, lo que estaba arriba se fue hacia abajo, lo que estaba abajo hacia arriba y *Flussh* Me estaba medio ahogando en una bañera con una pelirroja loca que aun seguía agitando la cosa esa mientras yo sujetaba sus brazos, rebatiéndome con su cuerpo que quería deshacerse de mi agarre, hasta que ella logro girarse en la bañera, intentando ponerse de rodillas con el afán de alzarse, mientras que yo le agarraba las dos muñecas con una mano, intentando sostener su cintura para reducirla. Estaba a punto de aplicarle una llave que le dejara boca abajo y a mi merced en el agua cuando sus labios se entreabrieron y sus ojos me encontraron abriéndose de par en par.
QUIETA. ¡NO MUEVAS NI UN SOLO MUSCULO!
Haz lo que te ordeno y no saldrás herida. Indique con decisión y firmeza ante su rostro descompuesto, su pelo mojado y su respiración agitada.
Mas cuando aun estaba allí sujetándole firmemente, sintiendo que me escocía el hombro horrores, ella se quedo quieta, relajando sus muñecas y abriendo su boca mientras sus cejas se arquearan. Una especie de tic nervioso similar a una sonrisa apareció en su boca carnosa, mirándome con atención y expectación, como si realmente me conociera de algo. Le mire ceñudo, sin soltarla, me esperaba cualquier patraña así que no me fie un pelo del sosiego de la pelirroja.
Pero entonces, ante mi sorpresa, ella empezó a carcajear y yo me quedé con la cara de un jugador de póker.
¿que demonios le pasaba a la gente de París? ¡¡¡estaban todos locos!!!
Erik C. Von Saher- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 02/04/2013
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Re: Rehén [¡MUY PRIVADO!]
Y reí, reí como hacía mucho que no reía. ¿Cómo se le había ocurrido semejante inocentada? ¡Menuda broma!
- Oh, Jer, ¡casi me matas del susto!- logré decir entre risas, golpeándole incluso su pecho sin contener las lágrimas en mis ojos, imaginando lo absurdo de la situación si alguien nos viera en aquél percal, ambos sumergidos en una bañera de espuma, vestidos, con armas en las manos y sangre desparramada por las paredes. Sin duda, algo un poco macabro.- ¡Diablos! ¿Te has teñido el pelo, bribón?- añadí, ante la sorpresa de verle así, moreno. ¡Moreno! Volví a reír, sin remedio alguno.- ¡Ayyy mi moreno sabrosón! ¿Ya te hartaste de que te llamen Zanahorio? ¿Fosforito? ¿Cerillito?¿Ladrillo? ¿Tomatito? ¿Hormiga roja? ¡Ja ja ja ja!
Dejé a un lado mi mortífera arma blanca y salí de la bañera a trompicones, tendiéndole luego la mano a Jerarld para ayudarle a salir, pues había quedado estancado y con cara de desconcierto. Me estrujé entonces el pelo para expulsar el agua y la espuma alojada en él, contemplándolo una vez erguido y ante mí. Parecía un poco más bajo de estatura, ¿era eso posible? ¿Quizás más gordito? Fruncí un poco el ceño mientras le repasaba de arriba abajo.
- Si te apetecía uno de nuestros juegos sadomasoquistas sólo tenías que llamar a la puerta, querido... Vamos, deja que te seque y luego vendaré un poco tu herida, que sigue sangrando. ¿Ya te alimentas bien, hermano? Normalmente se te suele curar en un santiamén... ¡Oh, y disculpa mi ataque! Realmente me asustaste... ¡maldito!
Le di otro golpecito en el hombro malherido, haciéndole aullar de dolor, algo que también me pareció raro. ¿Estaría bien? ¿Qué hacía en mi casa aquella noche? No pude evitarlo y dejé de morderme la lengua.
- ¿No representa que hoy estarías en Sevilla para aquél concurso de Míster Framenkoh con Jäeger? ¿Qué pasó? ¿Os descalificaron ya?-reí mientras le instaba a sentarse en mi tocador, pasando una toalla por sus cabellos, revolviéndoselos con cierta brusquedad antes de dejar reposar la misma toalla ante sus hombros. Alargué mi mano hacia el peine y empecé a tirar con él de su pelo moreno, extrañándome su decisión de cambiar de color y...- ¿Te has cortado el pelo?
Antes de que él pudiera siquiera abrir sus labios, la sensación de pesadez que el albornoz me aportaba me llevó a quitármelo, quedándome desnuda ante él sin que eso me importara, pues muchas habían sido ya las veces en las que Jerarld había admirado ya mi desnudez. Sin embargo, sus ojos como platos y un profundo rubor en su piel me hicieron vacilar. ¿Habría yo tomado demasiado champagne aquella noche que empezaba a confundirme sola? ¿O estaría soñando como solía sucederme a menudo? Aquello empezaba a ser absurdo e incoherente, y aun así, le resté importancia a cada detalle raro que en él vi. Retomé el peine, ésta vez, junto a unos rulos que le fui enredando entre mechones de su pelo, hablándole yo sin cesar.
- No sé cuánto tiempo pasará hasta que recuperes tu melena salvaje vikinga, hermano, pero mientras tanto, deja que me deleite con este nuevo look. ¿Sabes que ayer vi a Jäeger probándose algo parecido a esto? A ti te queda mucho mejor, es cierto.... ¡Ja ja ja! Oh, pero hablábamos de ese concurso... ¿Qué pasó con él? ¡No me digas que Jäeger hizo de las suyas y os expulsaron! Oy, oy, oy... Deberías ponerle un cinturón de castidad, a ese hombre... ¡Hace dos noches casi intenta violarme! Oh, y ayer... había bebido tanto que le vi ligando con una columna del porche de tu casa, Jer... Pobre... ¡está tan solo y desmadrado! ¿Crees que debería presentarle a alguna de mis compañeras? Quizás así... ¡Oh, dioses, mírate! ¡Estás fabuloso! Verás que en un rato, cuando se te seque el pelo, te quedarán unos rizos igualitos a los del Congo. Venga, ven.
Tomé su mano sin que él rechistara, llevándole ahora hacia la cocina, dónde le volví a sentar en una silla mientras yo humedecía una toalla y volvía a él, acuclillándome enfrente suyo. Le desabotoné entonces su camisa, quitándosela pese a que por un momento pareció negarse.
- No tengas pudor, soy una profesional.- bromeé con un guiñó, dejando la camisa ensangrentada a un lado para pasar luego la toallita húmeda por la herida de la que aun brotaba sangre. Volví a extrañarme, pero esta vez, no dije nada más. Aun desnuda ante él, le ofrecí mi muñeca.- Bebe, te sentará bien.
Y aguardé pacientemente.
- Oh, Jer, ¡casi me matas del susto!- logré decir entre risas, golpeándole incluso su pecho sin contener las lágrimas en mis ojos, imaginando lo absurdo de la situación si alguien nos viera en aquél percal, ambos sumergidos en una bañera de espuma, vestidos, con armas en las manos y sangre desparramada por las paredes. Sin duda, algo un poco macabro.- ¡Diablos! ¿Te has teñido el pelo, bribón?- añadí, ante la sorpresa de verle así, moreno. ¡Moreno! Volví a reír, sin remedio alguno.- ¡Ayyy mi moreno sabrosón! ¿Ya te hartaste de que te llamen Zanahorio? ¿Fosforito? ¿Cerillito?¿Ladrillo? ¿Tomatito? ¿Hormiga roja? ¡Ja ja ja ja!
Dejé a un lado mi mortífera arma blanca y salí de la bañera a trompicones, tendiéndole luego la mano a Jerarld para ayudarle a salir, pues había quedado estancado y con cara de desconcierto. Me estrujé entonces el pelo para expulsar el agua y la espuma alojada en él, contemplándolo una vez erguido y ante mí. Parecía un poco más bajo de estatura, ¿era eso posible? ¿Quizás más gordito? Fruncí un poco el ceño mientras le repasaba de arriba abajo.
- Si te apetecía uno de nuestros juegos sadomasoquistas sólo tenías que llamar a la puerta, querido... Vamos, deja que te seque y luego vendaré un poco tu herida, que sigue sangrando. ¿Ya te alimentas bien, hermano? Normalmente se te suele curar en un santiamén... ¡Oh, y disculpa mi ataque! Realmente me asustaste... ¡maldito!
Le di otro golpecito en el hombro malherido, haciéndole aullar de dolor, algo que también me pareció raro. ¿Estaría bien? ¿Qué hacía en mi casa aquella noche? No pude evitarlo y dejé de morderme la lengua.
- ¿No representa que hoy estarías en Sevilla para aquél concurso de Míster Framenkoh con Jäeger? ¿Qué pasó? ¿Os descalificaron ya?-reí mientras le instaba a sentarse en mi tocador, pasando una toalla por sus cabellos, revolviéndoselos con cierta brusquedad antes de dejar reposar la misma toalla ante sus hombros. Alargué mi mano hacia el peine y empecé a tirar con él de su pelo moreno, extrañándome su decisión de cambiar de color y...- ¿Te has cortado el pelo?
Antes de que él pudiera siquiera abrir sus labios, la sensación de pesadez que el albornoz me aportaba me llevó a quitármelo, quedándome desnuda ante él sin que eso me importara, pues muchas habían sido ya las veces en las que Jerarld había admirado ya mi desnudez. Sin embargo, sus ojos como platos y un profundo rubor en su piel me hicieron vacilar. ¿Habría yo tomado demasiado champagne aquella noche que empezaba a confundirme sola? ¿O estaría soñando como solía sucederme a menudo? Aquello empezaba a ser absurdo e incoherente, y aun así, le resté importancia a cada detalle raro que en él vi. Retomé el peine, ésta vez, junto a unos rulos que le fui enredando entre mechones de su pelo, hablándole yo sin cesar.
- No sé cuánto tiempo pasará hasta que recuperes tu melena salvaje vikinga, hermano, pero mientras tanto, deja que me deleite con este nuevo look. ¿Sabes que ayer vi a Jäeger probándose algo parecido a esto? A ti te queda mucho mejor, es cierto.... ¡Ja ja ja! Oh, pero hablábamos de ese concurso... ¿Qué pasó con él? ¡No me digas que Jäeger hizo de las suyas y os expulsaron! Oy, oy, oy... Deberías ponerle un cinturón de castidad, a ese hombre... ¡Hace dos noches casi intenta violarme! Oh, y ayer... había bebido tanto que le vi ligando con una columna del porche de tu casa, Jer... Pobre... ¡está tan solo y desmadrado! ¿Crees que debería presentarle a alguna de mis compañeras? Quizás así... ¡Oh, dioses, mírate! ¡Estás fabuloso! Verás que en un rato, cuando se te seque el pelo, te quedarán unos rizos igualitos a los del Congo. Venga, ven.
Tomé su mano sin que él rechistara, llevándole ahora hacia la cocina, dónde le volví a sentar en una silla mientras yo humedecía una toalla y volvía a él, acuclillándome enfrente suyo. Le desabotoné entonces su camisa, quitándosela pese a que por un momento pareció negarse.
- No tengas pudor, soy una profesional.- bromeé con un guiñó, dejando la camisa ensangrentada a un lado para pasar luego la toallita húmeda por la herida de la que aun brotaba sangre. Volví a extrañarme, pero esta vez, no dije nada más. Aun desnuda ante él, le ofrecí mi muñeca.- Bebe, te sentará bien.
Y aguardé pacientemente.
Roxanne- Mensajes : 94
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Re: Rehén [¡MUY PRIVADO!]
Como un cencerro… la pobrecita estaba con un maldito y desafortunado cencerro.
Con lo guapa que era la condenada y tenía que estar chalada. ¿Porque las mujeres eran así? Si eran bonitas, les faltaba una tuerca, si eran listas odiaban a todo el mundo, si eran “difíciles de ver” eran unas facilones o les daba por hostigarte – porque, si… eso me había pasado –
Resople, aun con los ojos como platos ante la anatomía de la señorita…Y es que madre del amor hermoso, Si había una fauna digna de estudiar, estaba seguro de que esa estaría en parís.
Oye… pelirroj… La frase quedo a medias como todas las que había intentado pronunciar Y es que ahí me quede, cual espantapájaros recién plantado en el sembrado. Sin poder evitar mirar el secreto de la pelirroja con descaro, subiendo la vista. y es que…¡Como estaba la jodia! Esa tenía que comer mucha carne porque semejantes melones no se hallaban ni en mi huerto ni en el del vecino. Y encima…¡Pelirroja natural!
Entrecerré los ojos y sonreí perversamente…Ya no se veian biscochos como ese en mi pueblo. Y es que admirando la simetría de esos labios, ni me importaron los rulos en el pelo, que me estironeara para medio desnudarme. Ya por mi, como si quería hacerme rastas o dejarme afro, que mientras no se tapara, podía hasta raparme.
Pero entonces, cuando me dijo lo de beber….¿Beber? ¿Que creía era un vampiro? cuando me ofreció su muñeca, parpadee, la mire, le sujete el brazo y le olfatee la muñeca ante su cara de estupefacción.
Hueles muy bien. Si…Pero eso no es importante ahora.
Mira…ahm, “meloncito”.
Primero. Mi pelo es asi, oscuro. y Segundo; si no estuviera en una situación complicada, te haría caso en todas las insensateces que me dijeras y te invitaría a cenar. Peeeero, resulta que tengo prisa encanto.
¿Dónde estamos?...
Agh, supongo que da igual, no me enteraría ni sabiéndolo…
Indique poniéndome en pie y posándome mi camisa empapada, para mirar a todos lados, inquieto, aun con los rulos en el pelo. Le hice ponerse en pie y pese a mi gran tristeza, cogí un mismo mantel de cocina y le envolví en el.
Mira, vamos a hacer una cosa…
Tú me ayudas a salir de aquí y yo seré quien tú quieras que sea después.
Pero entonces, antes de que ella pudiera abrir la boca, se oyeron algunos balazos fuera de la ventana, rompiéndose uno de sus cristales ante su asombro que nos hizo saltar a ambos. Le agarre de las muñecas y le mire sintiendo que el corazón se me iba a salir por la garganta, pues ya me pisaban los talones.
Tienes que sacarme de aquí. Soy un buen hombre, pero estoy metido en un lío.
Por lo que más quieras ¡ayúdame! y te compensare por ello después.
Te lo prometo. Indique llevando sus muñecas a mi pecho en un gesto por demostrarle mi sinceridad mientras miraba sus ojos y tragaba saliva, desviando la mirada, alternando la vista entre la ventana y ella, temiendo que entrara alguien por su cocina en cualquier momento. Más, la chica de grandes ojos y largas pestañas parpadeo, aun manteniendo aquella sonrisa angelical, como si realmente me estuviera confundiendo con alguien que conocía. Pero entonces su semblante cambió cuando la palma de su mano se alojo sobre mi pecho.
Con lo guapa que era la condenada y tenía que estar chalada. ¿Porque las mujeres eran así? Si eran bonitas, les faltaba una tuerca, si eran listas odiaban a todo el mundo, si eran “difíciles de ver” eran unas facilones o les daba por hostigarte – porque, si… eso me había pasado –
Resople, aun con los ojos como platos ante la anatomía de la señorita…Y es que madre del amor hermoso, Si había una fauna digna de estudiar, estaba seguro de que esa estaría en parís.
Oye… pelirroj… La frase quedo a medias como todas las que había intentado pronunciar Y es que ahí me quede, cual espantapájaros recién plantado en el sembrado. Sin poder evitar mirar el secreto de la pelirroja con descaro, subiendo la vista. y es que…¡Como estaba la jodia! Esa tenía que comer mucha carne porque semejantes melones no se hallaban ni en mi huerto ni en el del vecino. Y encima…¡Pelirroja natural!
Entrecerré los ojos y sonreí perversamente…Ya no se veian biscochos como ese en mi pueblo. Y es que admirando la simetría de esos labios, ni me importaron los rulos en el pelo, que me estironeara para medio desnudarme. Ya por mi, como si quería hacerme rastas o dejarme afro, que mientras no se tapara, podía hasta raparme.
Pero entonces, cuando me dijo lo de beber….¿Beber? ¿Que creía era un vampiro? cuando me ofreció su muñeca, parpadee, la mire, le sujete el brazo y le olfatee la muñeca ante su cara de estupefacción.
Hueles muy bien. Si…Pero eso no es importante ahora.
Mira…ahm, “meloncito”.
Primero. Mi pelo es asi, oscuro. y Segundo; si no estuviera en una situación complicada, te haría caso en todas las insensateces que me dijeras y te invitaría a cenar. Peeeero, resulta que tengo prisa encanto.
¿Dónde estamos?...
Agh, supongo que da igual, no me enteraría ni sabiéndolo…
Indique poniéndome en pie y posándome mi camisa empapada, para mirar a todos lados, inquieto, aun con los rulos en el pelo. Le hice ponerse en pie y pese a mi gran tristeza, cogí un mismo mantel de cocina y le envolví en el.
Mira, vamos a hacer una cosa…
Tú me ayudas a salir de aquí y yo seré quien tú quieras que sea después.
Pero entonces, antes de que ella pudiera abrir la boca, se oyeron algunos balazos fuera de la ventana, rompiéndose uno de sus cristales ante su asombro que nos hizo saltar a ambos. Le agarre de las muñecas y le mire sintiendo que el corazón se me iba a salir por la garganta, pues ya me pisaban los talones.
Tienes que sacarme de aquí. Soy un buen hombre, pero estoy metido en un lío.
Por lo que más quieras ¡ayúdame! y te compensare por ello después.
Te lo prometo. Indique llevando sus muñecas a mi pecho en un gesto por demostrarle mi sinceridad mientras miraba sus ojos y tragaba saliva, desviando la mirada, alternando la vista entre la ventana y ella, temiendo que entrara alguien por su cocina en cualquier momento. Más, la chica de grandes ojos y largas pestañas parpadeo, aun manteniendo aquella sonrisa angelical, como si realmente me estuviera confundiendo con alguien que conocía. Pero entonces su semblante cambió cuando la palma de su mano se alojo sobre mi pecho.
Erik C. Von Saher- Cazador Clase Media
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Re: Rehén [¡MUY PRIVADO!]
Le miraba de arriba abajo, conteniendo la risa ante el espectáculo que él me representaba, meneando la cabeza para acercarme a él, pasando mis brazos por sus hombros y estrecharle así en un abrazo, aprovechando la postura adoptada para acercarme a su oído y susurrarle con melosidad:
- Así que hoy toca interpretar al fugitivo, ¿eh, picarón? Está bien... juguemos.
Mas entonces, unos disparos me distrajeron, retrocediendo un paso y mirando por la ventana como si no creyera lo que mis oídos recopilaban en cuanto a información se trataba. ¿Era posible que Jerarld estuviera en apuros y aun así tuviera ganas de jugar conmigo? Algo me decía que no. ¿Pero entonces...?
Él me tomó las muñecas con brusquedad, colocando mis manos sobre su pecho mientras él, ansioso, miraba aun por la ventana, viéndose algunas sombras rápidas que lograban moverse entre la oscuridad de la noche...
Ahí estaba, el agitado y descompasado ritmo de un corazón humano, martilleando con fuerza y viveza el pecho de aquél hombre que ahora me demostraba no ser mi hermano Jerarld. ¿Cómo podía serlo, si Jerarld estaba clínicamente muerto? ¿Quién era aquél que había tomado su rostro para torturarme aquella noche? ¿Sería una broma de mal gusto? ¿Un mal sueño? No, no podía ser un sueño. No cuando podía tocar su piel cálida por la sangre humana que por sus venas corría y mantenía su anatomía a una temperatura normal de treinta y seis grados. No podía ser aquello un sueño cuando podía escuchar su agitada respiración, cuando su aliento era igualmente cálido y sus músculos eran contraídos por la excitación del momento, cuando su cuerpo estaba sujeto a lo irracional de lo estrictamente humano, cuando éste era incontrolable. Jerarld, Jäeger y todos los vampiros que conocía, perdían aquellos rasgos humanos y mortales que nosotros poseíamos. Yo misma lo había perdido. Sabía lo que significaba aquello. Sabía lo que era parecer una muñeca de porcelana, el tener que recordar cada cuánto hay que pestañear para seguir pareciendo un humano más entre aquella sociedad. Sabía lo que significaba poder dejar de respirar por comodidad y no recordar cuántos días transcurren sin aspirar una bocanada del inútil oxígeno. Cuando uno es vampiro no necesita nada de todo eso. No siente los espasmos musculares, tampoco los tics en el ojo ante un nerviosismo irracional. Los vampiros eran perfectos en ese sentido. Eran inmunes a todo mal humano. Pero yo no lo era, por eso me hallaba enferma. Por ello también supe que aquél muchacho de ojos suplicantes no era mi hermano y mucho menos inmortal. Él era como yo. Él estaba vivo.
Tomé su mano con fuerza, tirando de él mientras bajábamos las escaleras hasta el salón. No quise preguntarme en aquél momento quién era él. Sólo pensé en sacarle de allí. Todo lo demás, podía esperar. Incluso las preguntas más importantes que quedaron sin ser formuladas. Todo podía esperar. Todo, excepto nuestra propia supervivencia.
- Baja por aquí.- indiqué al hombre una vez abrí una trampilla escondida bajo la moqueta del salón, frente a la chimenea aun humeante.- Pégate al muro y sin despegarte de él, camina siempre hacia tu derecha. ¡No importa que no veas por dónde vas, confía en mí!- le grité cuando contemplé su cara de pocos amigos.- En dos minutos tropezarás con algo frío, no te asustes, es una escalera por la que debes trepar para llegar a la calle Bohemian. Desde allí sólo...
El sonido de los cristales rotos de la segunda planta me impidió seguir hablando, más aun cuando pude escuchar las voces de dos hombres muy cerca de nosotros. ¿Y ahora qué?, pensé. ¿Cómo quedarme en casa en semejante situación? Tragué saliva y finalmente, me decidí a huir con aquél misterioso moreno de familiar rostro, empujándole escaleras abajo y cubriendo la trampilla una vez mi cuerpo se coló por ella, esperando que al menos tardaran dos minutos en descubrirla. Dos minutos era el tiempo que necesitábamos para cruzar aquél pasillo subterráneo creado para aquellos amantes fugitivos que escapaban de mis aposentos cuando sus mujeres lograban dar con mi lujurioso nido de pecado al que sus esposos solían recurrir por las noches. En realidad, nunca le había dado uso personalmente, pero aquella me pareció una ocasión más que ideal para estrenarlo.
Tomé de nuevo su mano mientras que con la otra palpaba la pared, no viendo absolutamente nada de nada, ni siquiera los ojos de él cuando me giré un instante para comprobarlo. Contuve el aliento mientras cruzábamos los primeros metros del pasadizo secreto, tropezando un par de veces con lo que parecía ser algo pequeño y poco contundente, quizás zapatos de aquellos que en sus huídas descuidaron. Eso me hizo reír.
- Vamos, un poco más y ya llegamos...- me dije a mí misma, nerviosa y un tanto asustada por aquella carrera a contrarreloj.- Hubiera preferido que me persiguiera una loca esposa que unos mafiosos armados hasta los dientes... ¿Qué diablos has hecho para que te persiga esa gente?- musité, no pudiendo evitar por más tiempo aquella curiosidad que me mataba.- Al menos, quisiera tener una buena razón para encontrarme en una situación como ésta, pues no me la he buscado yo.- refunfuñé, tirando de él cuando al fin el frío metal me recibió en plenas narices, haciéndome soltar un alarido de dolor.- ¡Es aquí!- indiqué, frotándome la nariz y soltando su mano con rapidez para que éste pudiera tomar la salida primero.
- Así que hoy toca interpretar al fugitivo, ¿eh, picarón? Está bien... juguemos.
Mas entonces, unos disparos me distrajeron, retrocediendo un paso y mirando por la ventana como si no creyera lo que mis oídos recopilaban en cuanto a información se trataba. ¿Era posible que Jerarld estuviera en apuros y aun así tuviera ganas de jugar conmigo? Algo me decía que no. ¿Pero entonces...?
Él me tomó las muñecas con brusquedad, colocando mis manos sobre su pecho mientras él, ansioso, miraba aun por la ventana, viéndose algunas sombras rápidas que lograban moverse entre la oscuridad de la noche...
Ahí estaba, el agitado y descompasado ritmo de un corazón humano, martilleando con fuerza y viveza el pecho de aquél hombre que ahora me demostraba no ser mi hermano Jerarld. ¿Cómo podía serlo, si Jerarld estaba clínicamente muerto? ¿Quién era aquél que había tomado su rostro para torturarme aquella noche? ¿Sería una broma de mal gusto? ¿Un mal sueño? No, no podía ser un sueño. No cuando podía tocar su piel cálida por la sangre humana que por sus venas corría y mantenía su anatomía a una temperatura normal de treinta y seis grados. No podía ser aquello un sueño cuando podía escuchar su agitada respiración, cuando su aliento era igualmente cálido y sus músculos eran contraídos por la excitación del momento, cuando su cuerpo estaba sujeto a lo irracional de lo estrictamente humano, cuando éste era incontrolable. Jerarld, Jäeger y todos los vampiros que conocía, perdían aquellos rasgos humanos y mortales que nosotros poseíamos. Yo misma lo había perdido. Sabía lo que significaba aquello. Sabía lo que era parecer una muñeca de porcelana, el tener que recordar cada cuánto hay que pestañear para seguir pareciendo un humano más entre aquella sociedad. Sabía lo que significaba poder dejar de respirar por comodidad y no recordar cuántos días transcurren sin aspirar una bocanada del inútil oxígeno. Cuando uno es vampiro no necesita nada de todo eso. No siente los espasmos musculares, tampoco los tics en el ojo ante un nerviosismo irracional. Los vampiros eran perfectos en ese sentido. Eran inmunes a todo mal humano. Pero yo no lo era, por eso me hallaba enferma. Por ello también supe que aquél muchacho de ojos suplicantes no era mi hermano y mucho menos inmortal. Él era como yo. Él estaba vivo.
Tomé su mano con fuerza, tirando de él mientras bajábamos las escaleras hasta el salón. No quise preguntarme en aquél momento quién era él. Sólo pensé en sacarle de allí. Todo lo demás, podía esperar. Incluso las preguntas más importantes que quedaron sin ser formuladas. Todo podía esperar. Todo, excepto nuestra propia supervivencia.
- Baja por aquí.- indiqué al hombre una vez abrí una trampilla escondida bajo la moqueta del salón, frente a la chimenea aun humeante.- Pégate al muro y sin despegarte de él, camina siempre hacia tu derecha. ¡No importa que no veas por dónde vas, confía en mí!- le grité cuando contemplé su cara de pocos amigos.- En dos minutos tropezarás con algo frío, no te asustes, es una escalera por la que debes trepar para llegar a la calle Bohemian. Desde allí sólo...
El sonido de los cristales rotos de la segunda planta me impidió seguir hablando, más aun cuando pude escuchar las voces de dos hombres muy cerca de nosotros. ¿Y ahora qué?, pensé. ¿Cómo quedarme en casa en semejante situación? Tragué saliva y finalmente, me decidí a huir con aquél misterioso moreno de familiar rostro, empujándole escaleras abajo y cubriendo la trampilla una vez mi cuerpo se coló por ella, esperando que al menos tardaran dos minutos en descubrirla. Dos minutos era el tiempo que necesitábamos para cruzar aquél pasillo subterráneo creado para aquellos amantes fugitivos que escapaban de mis aposentos cuando sus mujeres lograban dar con mi lujurioso nido de pecado al que sus esposos solían recurrir por las noches. En realidad, nunca le había dado uso personalmente, pero aquella me pareció una ocasión más que ideal para estrenarlo.
Tomé de nuevo su mano mientras que con la otra palpaba la pared, no viendo absolutamente nada de nada, ni siquiera los ojos de él cuando me giré un instante para comprobarlo. Contuve el aliento mientras cruzábamos los primeros metros del pasadizo secreto, tropezando un par de veces con lo que parecía ser algo pequeño y poco contundente, quizás zapatos de aquellos que en sus huídas descuidaron. Eso me hizo reír.
- Vamos, un poco más y ya llegamos...- me dije a mí misma, nerviosa y un tanto asustada por aquella carrera a contrarreloj.- Hubiera preferido que me persiguiera una loca esposa que unos mafiosos armados hasta los dientes... ¿Qué diablos has hecho para que te persiga esa gente?- musité, no pudiendo evitar por más tiempo aquella curiosidad que me mataba.- Al menos, quisiera tener una buena razón para encontrarme en una situación como ésta, pues no me la he buscado yo.- refunfuñé, tirando de él cuando al fin el frío metal me recibió en plenas narices, haciéndome soltar un alarido de dolor.- ¡Es aquí!- indiqué, frotándome la nariz y soltando su mano con rapidez para que éste pudiera tomar la salida primero.
Roxanne- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 12/02/2012
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Re: Rehén [¡MUY PRIVADO!]
Salimos y el aire frio de la calle nos recibió casi confortablemente.
El vaho de mi respiración agitada se perdió en el aire mientras me giraba y miraba a la mujer… Menudas pintas llevábamos los dos… Yo iba empapado por caerme en aquella bañera con ella, mi camisa estaba sanguinolenta ya que llevaba el hombro herido y acababa de caérseme un rulo de los que ella misma me había puesto en el pelo. Mientras que ella…Ella iba casi medio desnuda, ya que yo mismo la había envuelto con el mantel de la cocina a modo de vestido improvisado.
Le mire apretando los dientes aun agobiado ante aquella situación.
¡No he hecho nada esta vez!
Resople intentando sosegarme mientras le cogía de la mano y ambos caminábamos por la oscura callejuela. Pues si bien era cierto que tendríamos que huir sosegadamente, -sin causar mucho ruido ni llamar la atención-, también era cierto que le debía una explicación. Acababa de meter a una civil en apuros.
Perdona que te meta en semejante asunto...Me llamo Erik Cristoph. Indique mientras ambos nos pegábamos a una pared al ver a algunos que caminaban cerca, pasando por delante nuestro. Pase uno de mis brazos por alrededor de su cintura. Simulando que éramos una pareja mientras caminábamos saliendo de una de las estrechas calles para caminar en una más grande que tenia farolas con tenues luces que iluminaban los callejones.
Lo cierto es que no quería contarle nada a aquella mujer. Pero ya la había metido en apuros, y ella ahora sin venir a cuento de nada me ayudaba desinteresadamente…Supongo que le debía algo de franqueza. Después de todo ¿en que mas lios me podía yo meter? Era confiar en la desconocida o recaer...
Soy neerlandés…Aunque actualmente vivo en Escocia…Y he venido a París a encontrarme con mi hermano por un asunto un tanto urgente… Indique apretándola a ella aun mas contra mi cuando algunos viandantes pasaron a nuestro lado, ambos fingiendo normalidad ante nuestra extraña apariencia.
Hasta hace pocos meses, pertenecía al ejercito de mi país. Pensaba al principio que aquellos que me siguen tenían que ver con ellos, pero es absurdo que hayan aqui mas de tres agentes…Pues aquí no tienen jurisdicción para usar a mas hombres contra mi… Expliqué.
Mire hacia un lado contemplando un grupo de hombres, algunos apoyados en unas farolas, otros fumando mientras se esperaban junto a algunas paredes y fachadas. Aquello no tenia buena pinta… Y es que cuando mire hacia el otro lado, vi a otros tres mas, fijándome en que uno de ellos era uno de los que me estaba siguiendo antes. Trague saliva, entendiendo que no eran los mismo tres que me perseguían en un principio. Pues aquellos iban uniformados mientras que estos iban de traje. ¿Era posible? Me seguían ahora dos grupos armados?
El tic de mi ojo derecho se acentuó mientras pensaba. Y es que a ver, por un lado sabía que me perseguían por alta traición los de mi ejercito. Pero…¿y los otros? Yo no me había metido en líos con la mafia -aun- como para tener tantos altercados y menos con ellos!
Comenzamos a cruzar el rio Sena. Acallando mis palabras y haciendose el silencio al sentir que nos estaban mirando. Aquella situación tenia mala pinta.
De pronto un viandante se quedó de pie a pocos metros delante nuestro. Su silueta en negro era lo único que se apreciaba. Por lo que detuve nuestro avance. El silencio parecía haberse adueñado de todo de pronto, como si no existiera nada mas en aquel momento que existiera ni provocara sonido alguno…La noche era negra y oscura y la luna parecía haberse ocultado en algún recóndito rincón del firmamento.
Mantuve firmemente agarrada a aquella mujer y contemple como aquel que se hallaba delante nuestro avanzaba lo suficiente como para entender que no se trataba de nadie del ejercito. Pero si que era uno de aquellos hombres que me seguía...
Hice retroceder a aquella mujer muy poco a poco, posicionándome delante de ella. Quizás no se trataba de nada más que de una confusion conmigo…pero de pronto él metió su mano en el bolsillo y saco lo que reconocí inmediatamente como la culata de un arma. Me gire velozmente sujetando a la mujer. Pero entonces fue demasiado tarde...
Él disparo diversas veces en mi dirección y yo solo alcance a sujetar en brazos a mi particular ángel de la guarda aquella noche. Tomándole en brazos antes de saltar con ella por la barandilla del mismo puente. Cayendo ambos a las frías aguas del Sena, hundiéndonos poco a poco mientras yo soltaba a aquella mujer y le contemplaba entre las aguas con aquel gesto de dolor en su semblante, mientras yo me retorcía bajo las aguas, hundiéndome poco a poco, quedándome sin aire al gritar ante el dolor por aquellas dos balas incrustadas entre mi espalda y mis costillas…
Hoy no era una buena noche para nadar con balas incrustadas en el cuerpo…Lo bueno era que pasarían más de doce horas hasta que tanto mi acompañante como yo abriéramos los ojos hasta darnos cuenta de la situación actual.
El vaho de mi respiración agitada se perdió en el aire mientras me giraba y miraba a la mujer… Menudas pintas llevábamos los dos… Yo iba empapado por caerme en aquella bañera con ella, mi camisa estaba sanguinolenta ya que llevaba el hombro herido y acababa de caérseme un rulo de los que ella misma me había puesto en el pelo. Mientras que ella…Ella iba casi medio desnuda, ya que yo mismo la había envuelto con el mantel de la cocina a modo de vestido improvisado.
Le mire apretando los dientes aun agobiado ante aquella situación.
¡No he hecho nada esta vez!
Resople intentando sosegarme mientras le cogía de la mano y ambos caminábamos por la oscura callejuela. Pues si bien era cierto que tendríamos que huir sosegadamente, -sin causar mucho ruido ni llamar la atención-, también era cierto que le debía una explicación. Acababa de meter a una civil en apuros.
Perdona que te meta en semejante asunto...Me llamo Erik Cristoph. Indique mientras ambos nos pegábamos a una pared al ver a algunos que caminaban cerca, pasando por delante nuestro. Pase uno de mis brazos por alrededor de su cintura. Simulando que éramos una pareja mientras caminábamos saliendo de una de las estrechas calles para caminar en una más grande que tenia farolas con tenues luces que iluminaban los callejones.
Lo cierto es que no quería contarle nada a aquella mujer. Pero ya la había metido en apuros, y ella ahora sin venir a cuento de nada me ayudaba desinteresadamente…Supongo que le debía algo de franqueza. Después de todo ¿en que mas lios me podía yo meter? Era confiar en la desconocida o recaer...
Soy neerlandés…Aunque actualmente vivo en Escocia…Y he venido a París a encontrarme con mi hermano por un asunto un tanto urgente… Indique apretándola a ella aun mas contra mi cuando algunos viandantes pasaron a nuestro lado, ambos fingiendo normalidad ante nuestra extraña apariencia.
Hasta hace pocos meses, pertenecía al ejercito de mi país. Pensaba al principio que aquellos que me siguen tenían que ver con ellos, pero es absurdo que hayan aqui mas de tres agentes…Pues aquí no tienen jurisdicción para usar a mas hombres contra mi… Expliqué.
Mire hacia un lado contemplando un grupo de hombres, algunos apoyados en unas farolas, otros fumando mientras se esperaban junto a algunas paredes y fachadas. Aquello no tenia buena pinta… Y es que cuando mire hacia el otro lado, vi a otros tres mas, fijándome en que uno de ellos era uno de los que me estaba siguiendo antes. Trague saliva, entendiendo que no eran los mismo tres que me perseguían en un principio. Pues aquellos iban uniformados mientras que estos iban de traje. ¿Era posible? Me seguían ahora dos grupos armados?
El tic de mi ojo derecho se acentuó mientras pensaba. Y es que a ver, por un lado sabía que me perseguían por alta traición los de mi ejercito. Pero…¿y los otros? Yo no me había metido en líos con la mafia -aun- como para tener tantos altercados y menos con ellos!
Comenzamos a cruzar el rio Sena. Acallando mis palabras y haciendose el silencio al sentir que nos estaban mirando. Aquella situación tenia mala pinta.
De pronto un viandante se quedó de pie a pocos metros delante nuestro. Su silueta en negro era lo único que se apreciaba. Por lo que detuve nuestro avance. El silencio parecía haberse adueñado de todo de pronto, como si no existiera nada mas en aquel momento que existiera ni provocara sonido alguno…La noche era negra y oscura y la luna parecía haberse ocultado en algún recóndito rincón del firmamento.
Mantuve firmemente agarrada a aquella mujer y contemple como aquel que se hallaba delante nuestro avanzaba lo suficiente como para entender que no se trataba de nadie del ejercito. Pero si que era uno de aquellos hombres que me seguía...
Hice retroceder a aquella mujer muy poco a poco, posicionándome delante de ella. Quizás no se trataba de nada más que de una confusion conmigo…pero de pronto él metió su mano en el bolsillo y saco lo que reconocí inmediatamente como la culata de un arma. Me gire velozmente sujetando a la mujer. Pero entonces fue demasiado tarde...
Él disparo diversas veces en mi dirección y yo solo alcance a sujetar en brazos a mi particular ángel de la guarda aquella noche. Tomándole en brazos antes de saltar con ella por la barandilla del mismo puente. Cayendo ambos a las frías aguas del Sena, hundiéndonos poco a poco mientras yo soltaba a aquella mujer y le contemplaba entre las aguas con aquel gesto de dolor en su semblante, mientras yo me retorcía bajo las aguas, hundiéndome poco a poco, quedándome sin aire al gritar ante el dolor por aquellas dos balas incrustadas entre mi espalda y mis costillas…
Hoy no era una buena noche para nadar con balas incrustadas en el cuerpo…Lo bueno era que pasarían más de doce horas hasta que tanto mi acompañante como yo abriéramos los ojos hasta darnos cuenta de la situación actual.
Erik C. Von Saher- Cazador Clase Media
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