Think of me |Ficha de Christine|

DATOS BÁSICOS

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Su corazón era tan puro como el de una niña de quince años.
Las cajitas de música o las bolas de cristal que se agitan para esparcir su nieve sobre una muñeca son regalos muy apropiados para las damas de hoy en día. Simbolizan pureza y virtud, ambas escoltadas por un cristal frágil o una melodía que trajese recuerdos. De vez en cuando, sin embargo, nacen personas que todas ellas son como una de estas esferas o cajitas. Christine O'byrne siempre fue una de ellas. Su inocencia no tenía paragón y ni siquiera los desengaños de una vida disciplinada podían hacerle creer lo contrario. Tenía el don de ver un haz de luz incluso, y eso es lo más complejo, en aquellos que creían carecer de cualquier tipo de virtud. Nunca hubo maldad en ella, pero sí rebeldía. La ilusión y la imaginación la hacían creer que en el mundo que vivimos hay mucho más que unas normas escritas que seguir a toda costa. Que las cosas nunca son blancas o negras y la gran escala de grises, que a menudo todos olvidan, podían marcar una diferencia abismal entre el bien y el mal. Era fiel creyente de Dios y sus ángeles hasta el punto de rezar todos los días y encomendarse a uno en concreto: el Ángel de la Música que su padre algún día le enviaría.

Su alma pura y piadosa la hacía compadecerse de los más necesitados y no era extraño verla romper las filas de las jóvenes y alocadas bailarinas del teatro de París para dar limosna o una hogaza de pan a cualquier necesitado de las calles francesas. Reía, jugaba y contaba cuentos a los niños. Tenía duende y lo sabía, pero no se aprovechaba de ello. Los demás veían en ella un ángel que aterrizó en la Tierra hace apenas veinte primaveras. Un ángel que con su bondad y su carisma alegraba los sufridos corazones de quienes la rodeaban. Christine, sin embargo, creía que toda acción, ya fuera buena o mala, sería devuelta por Dios el día del juicio final y quería que sus padres se sintieran orgullosos de ella cuando por fin se reencontrasen.

Pero siempre hay una contraparte. En un ser tan puro como Christine, su defecto era, precisamente, la confianza extrema que ponía en los demás y su imaginación. Como siempre esperaba lo mejor de todos, no era de extrañar que de vez en cuando alguien quisiera aprovecharse de su humildad para conseguir sus objetivos. Raro era el caso en el que quisieran dañar a una criatura tan pura como ella, pero el mundo está repleto de seres a cada cual más intrigante o diferente y no todos son formados por las mismas manos del señor. Y precisamente, cuando los problemas la sobrepasan, Christine prefiere evadirlos y encerrarse en su propia cabeza. Prefiere imaginar que nada ha pasado, que la vida sigue siendo un cuento y que puede seguir perdonando incluso a aquellos que, según otros, no se lo merecerían. Hasta que su paciencia se agota. Siempre dice que hay que mirar con el corazón, no con los ojos o con los oídos, pero el corazón en sí mismo una vida compleja. Y su corazón es cabezota y obstinado. Si cree llevar la razón en algo, no cesará en su empeño de demostrarlo a contramarea y aunque nadie la crea.

HISTORIA

Cuando mi padre agonizaba, me dijo que un ángel me protegería; un Ángel de la Música.
Christine Eloise Daaé O'byrne nació un once de octubre en Uppsala, Suecia. Era hija de una pareja de músicos: Gustave, quien tocaba el violín, y Eloise, de quien heredó su voz. Los años de la familia se sucedieron en ferias ambulantes donde los tres actuaban y eran aclamados por un público humilde y escaso, pero que siempre sabía recompensar sus habilidades artísticas. Cuando Christine cumplió los seis años, sin embargo, una enfermedad se llevó la vida de Eloise. Padre e hija estrecharon lazos bajo la necesidad de verse unidos y Gustave comenzó a instruir a su pequeña con el violín y el canto todo cuanto pudo, pues sus medios eran más que limitados por aquel entonces. Gustave tocaba el violín y Chritine cantaba y danzaba alrededor de su padre deleitando a los demás con su encanto y su alegría. En una de estas ferias, la suerte sonrió a la pequeña familia cuando un caballero de origen francés se interesó por su talento. El profesor Valérius les llevó consigo hasta Gotemburgo, una importantísima ciudad sueca, para negociar con ellos la educación de la pequeña Christine. Meses más tarde, los tres viajaron hasta París y se instalaron en la residencia donde el profesor Valérius convivía con su esposa. Desgraciadamente, quiso Dios que al cumplir Christine los siete años, también por enfermedad, Gustave muriera dejando a su hija a cargo de la misma familia que les había sacado de las ferias de Suecia. Los Valérius no tenían hijos, así que adoptaron a Christine y la criaron como si fuera la suya propia. El profesor la enseñó a tocar el piano, pero su mujer, postrada en una cama, conocía el talento de Christine para la música y exigió a su marido que costease sus estudios en el conservatorio de Paris. Sin embargo, Christine había perdido su pasión por la música con la muerte de su padre, al que estaba muy unida, y ni siquiera su promesa de que algún día le enviaría un Ángel de la Música para protegerla logró animarla a cambiar de parecer.

Cuatro años más tarde, Christine acabó sus estudios en el conservatorio e hizo una audición para entrar en el teatro por petición, nuevamente, de Madame Valérius. Su voz no gustó en absoluto a los jueces, quienes la describieron como una bisagra oxidada y la echaron con una amable patada en sus posaderas. En lugar de colocarla como cantante profesional, que eran sus pretensiones, se burlaron de su necedad y le ofrecieron un puesto como corista y bailarina bajo la estricta tutela de Madame Giry, una antigua bailarina que por entonces trabajaba de conserje e instruía a las nuevas aprendices de ballet. Christine, aunque humillada por los comentarios despectivos de los encargados de la ópera, aceptó.

DATOS EXTRA

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