AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Yellow +18 [Privado]
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Yellow +18 [Privado]
El salón siempre se encontraba aletargado y en ruinas. Estaba solo. La escena era la misma una y otra vez. Sentado al piano. Tocaba Chopin y con una maestría excepcional. A su alrededor no había oyentes, ni aplausos que elogiaran su talento, tan solo una enorme galería de espejos donde siempre contemplaba múltiples reflejos. Mismos que mostraban una pieza de su vida. En el primero se vio de 10 años. En otros, una escena junto a sus desaparecidos padres. A nada de terminar la pieza siempre escuchaba voces, esos insoportables ecos que le llamaban. Se levantó del taburete de piel color marrón y avanzó entre los espejos. Mientras el caminaba, las imágenes se difuminaban una por una, excepto la del fondo, donde siempre se veía a sí mismo actualmente. Al momento de intentar tocar su reflejo este gritaba desesperado dentro del espejo. Corría siempre tras el espejismo y de manera abrupta la imagen terminaba por marcharse.
Sin embargo, al correr notó que una silueta diferente se formaba frente a sus ojos. No era la suya.
– ¡No! Espera, por favor, espera...
Vociferaba, mientras el desconocido avanzaba hacia un túnel sin regreso.
¡Antoniooo!
Despertó abruptamente e incorporándose para colocar su mano izquierda en el pecho, sus latidos eran salvajes y la sangre corría por sus venas de la mano con una extraña adrenalina. Su respiración era agitada y volteó a todos lados buscando al hombre que había visto anteriormente. Pero no estaba. No había nadie ya. Se hallaba en el sanatorio, todo estaba igual. Se había quedado dormido mientras leía. ¿Cuánto tiempo había pasado sin que lo notara? Maldición, ya todo mundo se había ido a descansar probablemente. ¿O era ya de madrugada? Descansó la espalda en la cabecera de la cama y pasó sus dedos por la frente que brillaba con el sudor causado por la excitación de la pesadilla. Acomodó sus cabellos alborotándoles un poco, esa facha le daba cierto encanto, siempre se lo decían las enfermeras. La luz trémula de las velas se había consumido casi por completo. Se levantó para cambiarlas, detestaba estar a oscuras.
Era de madrugada ya, pero aún no había llegado nadie. Estaba solo, sus pensamientos danzaban y aquella imagen no dejaba de dar vueltas en su cabeza. “Antonio”. La estancia taciturna que regala ese lapso de la noche al crepúsculo se antojaba interminable. Colocó las velas a medio terminar en el piso del porche que daba hacía el patio principal del sanatorio. Se sentó abrazando sus piernas y dirigió su mirada hacia ningún lado en particular. Hacía frío. 6 meses atrás aproximadamente le había visto llegar por ese mismo camino. Con un porte perfecto y una mirada cautivadora que era lo que más le atraía. Se volvió una parte importante en sus terapias para recordar su pasado. Los médicos le habían traído al notar que Antoine no presentaba mucha mejoría. Pero con aquel joven era diferente. Siempre le trató de manera indiferente, hablaba poco y era muy directo en sus charlas. Antoine por su parte refunfuñaba en un inicio ante esa actitud.
No le molestaba estar solo a estas horas. Siempre había disfrutado de su soledad, navegando en libros e historias que devoraba con mucho empeño. Se distraía ayudando a otros pacientes y eso había sido suficiente. Entonces ¿Qué había cambiado en este tiempo? Odiaba ser el primero en saludar al iniciar sus charlas. Y de algún modo de un tiempo a acá se había convertido en una especie de rito para continuar con pláticas extensas sobre cualquier otra cosa. Solo a él le confería sus deseos y miedos que tanto guardaba con recelo. Entonces ¿Qué le diría hoy? Como encontrar las palabras adecuadas para revelar lo que había soñado. Se molestaría sin lugar a dudas. Y es que el carácter de su oyente siempre era un tanto caprichoso. Esperó ahí en la nada anhelando poder verlo en ese instante, y es que, estar con él aunque sea unos segundos era una tortura, debía hacerlo ahora que su corazón palpitaba tan fuerte y moría al mismo tiempo.
Sin embargo, al correr notó que una silueta diferente se formaba frente a sus ojos. No era la suya.
– ¡No! Espera, por favor, espera...
Vociferaba, mientras el desconocido avanzaba hacia un túnel sin regreso.
¡Antoniooo!
Despertó abruptamente e incorporándose para colocar su mano izquierda en el pecho, sus latidos eran salvajes y la sangre corría por sus venas de la mano con una extraña adrenalina. Su respiración era agitada y volteó a todos lados buscando al hombre que había visto anteriormente. Pero no estaba. No había nadie ya. Se hallaba en el sanatorio, todo estaba igual. Se había quedado dormido mientras leía. ¿Cuánto tiempo había pasado sin que lo notara? Maldición, ya todo mundo se había ido a descansar probablemente. ¿O era ya de madrugada? Descansó la espalda en la cabecera de la cama y pasó sus dedos por la frente que brillaba con el sudor causado por la excitación de la pesadilla. Acomodó sus cabellos alborotándoles un poco, esa facha le daba cierto encanto, siempre se lo decían las enfermeras. La luz trémula de las velas se había consumido casi por completo. Se levantó para cambiarlas, detestaba estar a oscuras.
Era de madrugada ya, pero aún no había llegado nadie. Estaba solo, sus pensamientos danzaban y aquella imagen no dejaba de dar vueltas en su cabeza. “Antonio”. La estancia taciturna que regala ese lapso de la noche al crepúsculo se antojaba interminable. Colocó las velas a medio terminar en el piso del porche que daba hacía el patio principal del sanatorio. Se sentó abrazando sus piernas y dirigió su mirada hacia ningún lado en particular. Hacía frío. 6 meses atrás aproximadamente le había visto llegar por ese mismo camino. Con un porte perfecto y una mirada cautivadora que era lo que más le atraía. Se volvió una parte importante en sus terapias para recordar su pasado. Los médicos le habían traído al notar que Antoine no presentaba mucha mejoría. Pero con aquel joven era diferente. Siempre le trató de manera indiferente, hablaba poco y era muy directo en sus charlas. Antoine por su parte refunfuñaba en un inicio ante esa actitud.
No le molestaba estar solo a estas horas. Siempre había disfrutado de su soledad, navegando en libros e historias que devoraba con mucho empeño. Se distraía ayudando a otros pacientes y eso había sido suficiente. Entonces ¿Qué había cambiado en este tiempo? Odiaba ser el primero en saludar al iniciar sus charlas. Y de algún modo de un tiempo a acá se había convertido en una especie de rito para continuar con pláticas extensas sobre cualquier otra cosa. Solo a él le confería sus deseos y miedos que tanto guardaba con recelo. Entonces ¿Qué le diría hoy? Como encontrar las palabras adecuadas para revelar lo que había soñado. Se molestaría sin lugar a dudas. Y es que el carácter de su oyente siempre era un tanto caprichoso. Esperó ahí en la nada anhelando poder verlo en ese instante, y es que, estar con él aunque sea unos segundos era una tortura, debía hacerlo ahora que su corazón palpitaba tan fuerte y moría al mismo tiempo.
Última edición por Antoine Lavoisier el Jue Jul 24, 2014 2:28 pm, editado 3 veces
François Laurent- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 01/01/2014
Re: Yellow +18 [Privado]
Sancte Míchaël Archángele, defénde nos in prælio, contra nequítiam et isídas diábolo esto præsídium. Imperet illi Deus, súpplice deprecámur: tuque, Princeps milítiæ cæléstis, Sátanam aliósque spíritus malígnos, qui ad merditiónem animárum pervagántur in mundo, divína virtúte, in inférnum detrúde. Amen
Seis meses. Seis meses y ninguna clase de mejoría. ¿Qué clase de magia habitaba en la mente de Antoine? ¿Magia negra o magia blanca? ¿Por qué el alto prelado me habría encomendado tal misión con tal sigilo y aprensión? ¿Acaso era verdad que un demonio habitaba en su cuerpo, controlando su voluntad a placer, convirtiéndole en un magnífico pianista, deleitándonos el oído y el alma con obras tan sublimes como caprichosas? Completamente un misterio. Ni los más prestigiados psicólogos y psiquiatras de Paris, habían podido dar un diagnóstico certero. Lavoisier era un caso único y excepcional. Tanto, que la iglesia misma estaba inmiscuida y empeñada en conocer la verdad detrás de todo.
Pero, ¿acaso la iglesia había considerado la posibilidad de practicarle un exorcismo? ¿Esperaba que un inquisidor condenado como yo, experto en otro tipo de situaciones desenmarañara el misterio? ¿Dónde estaban los exorcistas? ¡¿Dónde?! Por más que trataba de encontrar el porqué de las cosas, no lograba encontrar una respuesta lógica. Para mí, simplemente se trataba de un jovenzuelo enfermo y solitario tratando de llamar la atención. Por otro lado… No estaba en mí desobedecer las órdenes de la santa iglesia. Si acaso el chico estaba en poder del maligno, sería bajo mi encomienda, darles el veredicto final, y quizás darle el tiro de gracia. Una verdadera lástima en caso de que descubriese que un ente demoniaco, efectivamente, se había apoderado de su persona. Entonces, su destino, sería inevitablemente el aislamiento y… otras cosas mucho peores.
Suspiré una vez más antes de que el carruaje parase en la entrada del sanatorio. Había sido una noche muy larga, demasiado. Tanto que me obligué a mí mismo a acudir a la cita, tan puntual como me fuese posible. Masajeé un poco las sienes y el tabique nasal. La noche se presentaba sumamente fría. Mis manos temblaban y mi humor no parecía mejorar. Necesitaba con urgencia un descanso. Las pociones revitalizantes cada vez eran menos efectivas, puesto que dormir ocho horas de corrido había dejado de ser una posibilidad latente. Por más que fueran pociones “mágicas” mi cuerpo no lo era, y sin un descanso merecido, el efecto no era el esperado.
Mi sirviente abrió la puerta, al momento que una ligera ventisca invernal se colaba al interior. Me arropé lo más que pude, dejándole muy en claro que no me esperara, que se retirara. Pasaría la noche en el sanatorio como tantas otras veces. Para tales menesteres, se me había acondicionado una confortable habitación al lado de la de Antoine, porque las manifestaciones se acentuaban por las madrugadas y había que anotar cualquier cambio repentino en su comportamiento, por más mínimo que este fuese.
Alcancé la reja del sanatorio, y la abrí dando un pequeño empujón. Ésta se abrió chirriando. Ni siquiera me molesté en cerrarla, el viento hizo el trabajo por mí, azotándola de manera estruendosa. Apuré los pasos sin levantar la vista, hasta que me encontré con la figura de mí encomendado, sentado en los últimos escalones que bajaban al patio principal, por donde había entrado. Alcé una ceja, claramente contrariado por encontrarle fuera de su habitación. ¿Dónde estaba el enfermero de guardia? ¿Por qué motivo, razón o circunstancia no había nadie vigilándole?
– ¿Qué haces aquí? – Pregunté visiblemente molesto – – No se supone que debas deambular por el sanatorio como alma en pena. ¿Cuándo será el día en que sigas las reglas? ¿Acaso es tan difícil? – – Proseguí mi camino, esperando que me siguiese. Ya no era un crío al cuál debía llevársele de la mano como niño regañado. Si en verdad estaba deseoso de curarse, me seguiría, de lo contrario, simplemente llegaría hasta mi habitación y me entregaría a un buen y merecido sueño reparador.
Pero, ¿acaso la iglesia había considerado la posibilidad de practicarle un exorcismo? ¿Esperaba que un inquisidor condenado como yo, experto en otro tipo de situaciones desenmarañara el misterio? ¿Dónde estaban los exorcistas? ¡¿Dónde?! Por más que trataba de encontrar el porqué de las cosas, no lograba encontrar una respuesta lógica. Para mí, simplemente se trataba de un jovenzuelo enfermo y solitario tratando de llamar la atención. Por otro lado… No estaba en mí desobedecer las órdenes de la santa iglesia. Si acaso el chico estaba en poder del maligno, sería bajo mi encomienda, darles el veredicto final, y quizás darle el tiro de gracia. Una verdadera lástima en caso de que descubriese que un ente demoniaco, efectivamente, se había apoderado de su persona. Entonces, su destino, sería inevitablemente el aislamiento y… otras cosas mucho peores.
Suspiré una vez más antes de que el carruaje parase en la entrada del sanatorio. Había sido una noche muy larga, demasiado. Tanto que me obligué a mí mismo a acudir a la cita, tan puntual como me fuese posible. Masajeé un poco las sienes y el tabique nasal. La noche se presentaba sumamente fría. Mis manos temblaban y mi humor no parecía mejorar. Necesitaba con urgencia un descanso. Las pociones revitalizantes cada vez eran menos efectivas, puesto que dormir ocho horas de corrido había dejado de ser una posibilidad latente. Por más que fueran pociones “mágicas” mi cuerpo no lo era, y sin un descanso merecido, el efecto no era el esperado.
Mi sirviente abrió la puerta, al momento que una ligera ventisca invernal se colaba al interior. Me arropé lo más que pude, dejándole muy en claro que no me esperara, que se retirara. Pasaría la noche en el sanatorio como tantas otras veces. Para tales menesteres, se me había acondicionado una confortable habitación al lado de la de Antoine, porque las manifestaciones se acentuaban por las madrugadas y había que anotar cualquier cambio repentino en su comportamiento, por más mínimo que este fuese.
Alcancé la reja del sanatorio, y la abrí dando un pequeño empujón. Ésta se abrió chirriando. Ni siquiera me molesté en cerrarla, el viento hizo el trabajo por mí, azotándola de manera estruendosa. Apuré los pasos sin levantar la vista, hasta que me encontré con la figura de mí encomendado, sentado en los últimos escalones que bajaban al patio principal, por donde había entrado. Alcé una ceja, claramente contrariado por encontrarle fuera de su habitación. ¿Dónde estaba el enfermero de guardia? ¿Por qué motivo, razón o circunstancia no había nadie vigilándole?
– ¿Qué haces aquí? – Pregunté visiblemente molesto – – No se supone que debas deambular por el sanatorio como alma en pena. ¿Cuándo será el día en que sigas las reglas? ¿Acaso es tan difícil? – – Proseguí mi camino, esperando que me siguiese. Ya no era un crío al cuál debía llevársele de la mano como niño regañado. Si en verdad estaba deseoso de curarse, me seguiría, de lo contrario, simplemente llegaría hasta mi habitación y me entregaría a un buen y merecido sueño reparador.
Antonio de Carvajal- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/07/2011
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Re: Yellow +18 [Privado]
Sus pensamientos navegaban a la deriva en una marea de dudas e incógnitas que a últimos días no le dejaban dormir en paz. Su mirada nostálgica reparó en cada uno de los detalles que nunca antes había advertido. Sin embargo el sonido del viento febril le hacía encoger las piernas cada vez más. Todo estaba tan silencioso que sus anhelos más profundos se podían escuchar en el eco de la ventisca. Y fue como un tirón en la oscuridad, la apertura de la puerta principal venía acompañada de un sonido áspero. Y de entre las sombras una silueta se empezaba a dibujar en los ojos de Antoine. Si estaba soñando despierto o su mente le estaba jugando una broma de mal gusto no importaba, era él. Avanzaba con pasos firmes, apenas visible por el abrigo que le cubría del frío. Su mirada imponente se posó en el cuerpo del joven de inmediato. Antoine se quedó helado, inmóvil. Apenas pudo escuchar las frases que su visitante hilaba.
Y es que el lado inocente del chico siempre fue un obstáculo para seguir las reglas y los mandatos bajo los cuales el sanatorio se regía. Fue como un espejismo, verle pasar a su lado sin saludar siquiera, nunca lo había hecho y sabía que no lo haría hoy. Después de todo ese carácter volátil siempre venía acompañado de órdenes y preguntas. El tono de voz era imperativo. Y caía, volvía a caer ante la seducción de aquella voz grave. Antoine sonrío ligeramente y movió la cabeza de un lado a otro. Levantó la vista nuevamente al cielo, estaba aletargado y en calma, contrastaba con el latir de su corazón, su mente se volvió un remolino. Tenerle tan cerca sin saber cómo decirle lo que sentía. Le carcomía el alma. Se volvió. Los segundos en los cuales veía como Antonio se adentraba en el sanatorio, recorriendo el pasillo con su andar mezquino. Era como si penetrara en un túnel de donde posiblemente no volvería.
Escuchó una noche a los doctores decir que si no se presentaba mejoría alguna, no tendría caso continuar con las terapias ¿Y si esta noche fuera la última que pasaran juntos? El dinero que su padre había dejado para dar seguimiento a los tratamientos estaba por terminarse, Antoine sabía que él no tenía las posibilidades para costear tales gastos. La institución habría sido indulgente por el entonces renombre que su progenitor tenía aunado al servicio que el chico prestaba con algunos otros pacientes. Las preguntas que le había hecho a su llegada no paraban de dar vueltas en su cabeza. Quería responder, sí. ¿Qué hago aquí? Te espero, te espero como cada noche para verte solamente y perderme en tu mirada. Deambulo como alma en pena los días que no te veo. Las reglas no existen cuando hablo contigo. ¿Qué tan difícil es? Demasiado. Los días pesan si no estás a mi lado. Te has vuelto parte de mi rutina diaria y ahora, esta noche es muy difícil soportarlo.
Antonio continuó caminando y el chico apenas pudo salir del shock. Se adentró a sus espaldas, le seguía, como un niño guardando la esperanza en su corazón salvaje. Pareciera que aquel hombre fuera un puente salvador que se ha construido, pieza por pieza en la rutina de sus charlas. Un puente que aún era frágil e inestable pero un puente al fin y al cabo. Una posible cuerda de salvación que le traería de vuelta al mundo actual, donde aún se presentaba como un chiquillo inexperto y caprichoso. Los pasos de Antoine se volvieron rápidos, torpes, acelerados. En segundos se vio corriendo tras del hombre.
-Espera- dijo en un hilo de voz. - No, no te vayas, aún no.-
Y de manera mecánica, casi inconsciente le abrazó por la espalda, se aferró a él. A sabiendas que le podía rechazar. Pero no tenía nada que perder. La verdad tenía que ser dicha, no podía esperar más. Su latir se mantuvo acelerado, todo el tiempo.
-Yo, tengo algo que decirte.- Le susurró al oído. – Ven conmigo.- Y tan solo le soltó para luego sujetar su mano e invitarlo a pasar al interior de la habitación.
Y es que el lado inocente del chico siempre fue un obstáculo para seguir las reglas y los mandatos bajo los cuales el sanatorio se regía. Fue como un espejismo, verle pasar a su lado sin saludar siquiera, nunca lo había hecho y sabía que no lo haría hoy. Después de todo ese carácter volátil siempre venía acompañado de órdenes y preguntas. El tono de voz era imperativo. Y caía, volvía a caer ante la seducción de aquella voz grave. Antoine sonrío ligeramente y movió la cabeza de un lado a otro. Levantó la vista nuevamente al cielo, estaba aletargado y en calma, contrastaba con el latir de su corazón, su mente se volvió un remolino. Tenerle tan cerca sin saber cómo decirle lo que sentía. Le carcomía el alma. Se volvió. Los segundos en los cuales veía como Antonio se adentraba en el sanatorio, recorriendo el pasillo con su andar mezquino. Era como si penetrara en un túnel de donde posiblemente no volvería.
Escuchó una noche a los doctores decir que si no se presentaba mejoría alguna, no tendría caso continuar con las terapias ¿Y si esta noche fuera la última que pasaran juntos? El dinero que su padre había dejado para dar seguimiento a los tratamientos estaba por terminarse, Antoine sabía que él no tenía las posibilidades para costear tales gastos. La institución habría sido indulgente por el entonces renombre que su progenitor tenía aunado al servicio que el chico prestaba con algunos otros pacientes. Las preguntas que le había hecho a su llegada no paraban de dar vueltas en su cabeza. Quería responder, sí. ¿Qué hago aquí? Te espero, te espero como cada noche para verte solamente y perderme en tu mirada. Deambulo como alma en pena los días que no te veo. Las reglas no existen cuando hablo contigo. ¿Qué tan difícil es? Demasiado. Los días pesan si no estás a mi lado. Te has vuelto parte de mi rutina diaria y ahora, esta noche es muy difícil soportarlo.
Antonio continuó caminando y el chico apenas pudo salir del shock. Se adentró a sus espaldas, le seguía, como un niño guardando la esperanza en su corazón salvaje. Pareciera que aquel hombre fuera un puente salvador que se ha construido, pieza por pieza en la rutina de sus charlas. Un puente que aún era frágil e inestable pero un puente al fin y al cabo. Una posible cuerda de salvación que le traería de vuelta al mundo actual, donde aún se presentaba como un chiquillo inexperto y caprichoso. Los pasos de Antoine se volvieron rápidos, torpes, acelerados. En segundos se vio corriendo tras del hombre.
-Espera- dijo en un hilo de voz. - No, no te vayas, aún no.-
Y de manera mecánica, casi inconsciente le abrazó por la espalda, se aferró a él. A sabiendas que le podía rechazar. Pero no tenía nada que perder. La verdad tenía que ser dicha, no podía esperar más. Su latir se mantuvo acelerado, todo el tiempo.
-Yo, tengo algo que decirte.- Le susurró al oído. – Ven conmigo.- Y tan solo le soltó para luego sujetar su mano e invitarlo a pasar al interior de la habitación.
Última edición por Antoine Lavoisier el Jue Jul 24, 2014 2:29 pm, editado 3 veces
François Laurent- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Yellow +18 [Privado]
-Espera. No, no te vayas, aún no. Yo, tengo algo que decirte.
Cuando sentí su abrazo por la espalda, me sentí completamente con la guardia baja. Me quedé estático en mi lugar, sin moverme ni un ápice. No supe con exactitud cómo actuar, porque entre Antoine y yo las cosas no marchaban demasiado bien. Ahora sin embargo me había regalado trece palabras, trece. Número cabalístico. Nuestras “charlas” siempre se limitaban a un escueto: Buenos días, buenas tardes, o buenas noches, según fuere el caso. Estaba ya harto de perder mi tiempo con un chico que no quería poner de su parte por recuperarse, siempre viviendo en el limbo de su subconsciente, interpretando varios papeles a su vez, en su ya muy larga y propia representación teatral. ¿Qué cosa es que pasaba por la mente de Antoine? ¿Por qué de lo sublime al interpretar maravillosas piezas de piano; a lo oscuro de un abismo que no parecía tener fondo? ¿Por qué…?
Me tomó de la mano para conducirme. Pude rehusarme, pude haberle dicho que no me interesaba lo que tenía que contarme porque me encontraba extenuado, pero por otro lado, podía sentir que aquello que tuviese que decir, sería un parte aguas. Quizás fuera la clave para un comienzo – aún y cuando ya hubiese pasado mucho tiempo – y de ésta manera dar pasos agigantados. Yo podría recuperar mi vida, y el la suya, ni más ni menos. Por fuentes confiables, habían llegado hasta mis oídos, de que la situación de Antoine era sumamente difícil, y que de no tener resultados en corto plazo, prácticamente lo echarían a la calle, a su propia suerte. No es que me importara el hecho – ya que no me importa nadie, más que yo mismo - sino que lo consideraría un fracaso en mi carrera. Antonio de Carvajal, nunca se equivocaba, ni dejaba nada a medias, porque sería un tremendo y rotundo golpe a su ego y capacidad como inquisidor condenado.
No… No podía darme tal lujo. No a estas alturas.
Aún y cuando detestaba que me tocasen sin permiso, me dejé conducir hasta su habitación. Sería la primera vez que pondría un pie dentro. Nuestras charlas podían llevarse al cabo en cualquier parte, menos dentro de su habitación o de la mía. Reglas mismas del Hospital. Reglas que nunca se llevaban al pie de la letra, inclusive por ellos mismos. El claro ejemplo lo tenía delante de mí: Antoine, sentado en las escalerillas principales, perdido sabrá Dios en qué pensamientos, y acto seguido, abrazándome y llevándome de la mano. De cualquier manera, me puse en guardia. No debía olvidar que quizás Antoine estuviese poseído por uno o varios demonios. Éstos actuaban de manera vil, atacando mentes débiles y personas no religiosas en la mayoría de los casos. Yo no me catalogaba, ni pertenecía a ninguna de las anteriores, pero… Si pudiera platicar con aquello que habitase en su cuerpo; expulsarlo, sería… Sublime. Algo nuevo, diferente. Estar frente a frente con el demonio de ojos azules - así llamaba yo a Antoine - era sin duda, algo de qué hablar, algo que vivir, algo que experimentar.
Cuando sentí su abrazo por la espalda, me sentí completamente con la guardia baja. Me quedé estático en mi lugar, sin moverme ni un ápice. No supe con exactitud cómo actuar, porque entre Antoine y yo las cosas no marchaban demasiado bien. Ahora sin embargo me había regalado trece palabras, trece. Número cabalístico. Nuestras “charlas” siempre se limitaban a un escueto: Buenos días, buenas tardes, o buenas noches, según fuere el caso. Estaba ya harto de perder mi tiempo con un chico que no quería poner de su parte por recuperarse, siempre viviendo en el limbo de su subconsciente, interpretando varios papeles a su vez, en su ya muy larga y propia representación teatral. ¿Qué cosa es que pasaba por la mente de Antoine? ¿Por qué de lo sublime al interpretar maravillosas piezas de piano; a lo oscuro de un abismo que no parecía tener fondo? ¿Por qué…?
Me tomó de la mano para conducirme. Pude rehusarme, pude haberle dicho que no me interesaba lo que tenía que contarme porque me encontraba extenuado, pero por otro lado, podía sentir que aquello que tuviese que decir, sería un parte aguas. Quizás fuera la clave para un comienzo – aún y cuando ya hubiese pasado mucho tiempo – y de ésta manera dar pasos agigantados. Yo podría recuperar mi vida, y el la suya, ni más ni menos. Por fuentes confiables, habían llegado hasta mis oídos, de que la situación de Antoine era sumamente difícil, y que de no tener resultados en corto plazo, prácticamente lo echarían a la calle, a su propia suerte. No es que me importara el hecho – ya que no me importa nadie, más que yo mismo - sino que lo consideraría un fracaso en mi carrera. Antonio de Carvajal, nunca se equivocaba, ni dejaba nada a medias, porque sería un tremendo y rotundo golpe a su ego y capacidad como inquisidor condenado.
No… No podía darme tal lujo. No a estas alturas.
Aún y cuando detestaba que me tocasen sin permiso, me dejé conducir hasta su habitación. Sería la primera vez que pondría un pie dentro. Nuestras charlas podían llevarse al cabo en cualquier parte, menos dentro de su habitación o de la mía. Reglas mismas del Hospital. Reglas que nunca se llevaban al pie de la letra, inclusive por ellos mismos. El claro ejemplo lo tenía delante de mí: Antoine, sentado en las escalerillas principales, perdido sabrá Dios en qué pensamientos, y acto seguido, abrazándome y llevándome de la mano. De cualquier manera, me puse en guardia. No debía olvidar que quizás Antoine estuviese poseído por uno o varios demonios. Éstos actuaban de manera vil, atacando mentes débiles y personas no religiosas en la mayoría de los casos. Yo no me catalogaba, ni pertenecía a ninguna de las anteriores, pero… Si pudiera platicar con aquello que habitase en su cuerpo; expulsarlo, sería… Sublime. Algo nuevo, diferente. Estar frente a frente con el demonio de ojos azules - así llamaba yo a Antoine - era sin duda, algo de qué hablar, algo que vivir, algo que experimentar.
Antonio de Carvajal- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Yellow +18 [Privado]
El simple hecho de pasar parte del día a su lado, de un tiempo acá se había vuelto insoportable, insoportable en el sentido de tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos. Si esta fuera la última vez que lo vería, se lo diría de una vez por todas. No tenía nada que perder, en poco tiempo él se marcharía y Antoine posiblemente terminaría en cualquier lugar de la ciudad resignado a su suerte. No creía en el destino y no iba a empezar ahora, pero tal vez su ahora acompañante era lo único real en su vida. Se había vuelto una parte importante en su recuperación, Antoine se había limitado a guardar los bocetos de sus sueños y recuerdos en una parte oculta del buró que se ubicaba a lado derecho de su cama. Los doctores no percibían señal alguna de su avance, sin embargo esperaba el momento justo para mostrárselo a la única persona que le importaba ahora.
Si él no le había rechazado hasta ahora, era porque quizás muy en el interior de ese hombre quería escuchar lo que Antoine tenía que decirle. Ubicados ya dentro de la habitación, el chico encendió un par de velas más, aunque su temor a la oscuridad era menos importante que la reacción de Antonio. Un par de ademanes bastaron para pedirle que tomara asiento, sacó los bocetos y un poco nervioso se los extendió hacia donde él se encontraba, estaba ahí frente a frente, mostrándole parte de su vida, misma de la cual ahora formaba parte. Y es que muy a pesar del carácter voluble que le caracterizaba, había algo que le resultaba simplemente encantador, no sabía si era el tono grave de su voz, la forma en que sus manos se movían cuando le explicaba algo, su mirada directa cuando esperaba una respuesta por parte de Antoine.
-Monsieur Carvajal, como usted sabe, dentro de poco tiempo las sesiones se darán por terminadas, pero antes que eso suceda, necesito que vea esto.- dijo en tono un poco inseguro y respiró.
En las imágenes se mostraba parte de la vida de Antoine antes del incidente, en otras más, un piano, que era el instrumento que se había dedicado a ejecutar el resto de sus años como adolescente, las hojas que estaban completamente en blanco representaban esa ausencia aún presente en su vida diaria y las que estaban rayadas o enmarañadas, significaban los ataques de pánico o desesperación por los cuales pasaba de vez en cuando. Algunos de esos paisajes no los había mostrado a nadie anteriormente y aun así no se podía explicar porque precisamente a un extraño. Incluso mientras observaba a Antonio con los bocetos entre sus manos, muchas preguntas asaltaban su mente. ¿Qué hecho le habría cambiado la vida para comportarse de tal forma? ¿A dónde iba cuando se despedían y cruzaba la puerta del Sanatorio? ¿Esa fachada tan dura tendría alguna parte rota? Una parte que también necesitaba ser sanada.
Tanto la mente como el corazón del joven en ese momento eran un libro abierto, sus latidos y pensamientos se podían escuchar claramente en la penumbra de la habitación. Le vio recorrer uno a uno sin un cambio aparente en su mirada. Antoine se volvió para ver por última vez el último de sus bocetos. En este se mostraba la escena que últimamente había estado soñando. Ese sueño que revelaba mucho de lo que actualmente sentía por Antonio. Se acercó a él para entregárselo, la distracción de verle ocasionó que soltara el papel y este cayera frente a los pies de aquel hombre, Antoine flexionó las piernas para levantar la hoja y al momento de levantar la mirada, inevitablemente se topó con la ajena, la luz escasa de las velas le proporcionó detalles que no había visto antes en el rostro de Antonio, un par de ojos oscuros y profundos, las pobladas cejas y su barba alineada a la altura de sus labios. Se quedó callado conteniendo el aliento para recuperarse.
-Mo… Monsieur Carvajal. Esto es para usted. -
Si él no le había rechazado hasta ahora, era porque quizás muy en el interior de ese hombre quería escuchar lo que Antoine tenía que decirle. Ubicados ya dentro de la habitación, el chico encendió un par de velas más, aunque su temor a la oscuridad era menos importante que la reacción de Antonio. Un par de ademanes bastaron para pedirle que tomara asiento, sacó los bocetos y un poco nervioso se los extendió hacia donde él se encontraba, estaba ahí frente a frente, mostrándole parte de su vida, misma de la cual ahora formaba parte. Y es que muy a pesar del carácter voluble que le caracterizaba, había algo que le resultaba simplemente encantador, no sabía si era el tono grave de su voz, la forma en que sus manos se movían cuando le explicaba algo, su mirada directa cuando esperaba una respuesta por parte de Antoine.
-Monsieur Carvajal, como usted sabe, dentro de poco tiempo las sesiones se darán por terminadas, pero antes que eso suceda, necesito que vea esto.- dijo en tono un poco inseguro y respiró.
En las imágenes se mostraba parte de la vida de Antoine antes del incidente, en otras más, un piano, que era el instrumento que se había dedicado a ejecutar el resto de sus años como adolescente, las hojas que estaban completamente en blanco representaban esa ausencia aún presente en su vida diaria y las que estaban rayadas o enmarañadas, significaban los ataques de pánico o desesperación por los cuales pasaba de vez en cuando. Algunos de esos paisajes no los había mostrado a nadie anteriormente y aun así no se podía explicar porque precisamente a un extraño. Incluso mientras observaba a Antonio con los bocetos entre sus manos, muchas preguntas asaltaban su mente. ¿Qué hecho le habría cambiado la vida para comportarse de tal forma? ¿A dónde iba cuando se despedían y cruzaba la puerta del Sanatorio? ¿Esa fachada tan dura tendría alguna parte rota? Una parte que también necesitaba ser sanada.
Tanto la mente como el corazón del joven en ese momento eran un libro abierto, sus latidos y pensamientos se podían escuchar claramente en la penumbra de la habitación. Le vio recorrer uno a uno sin un cambio aparente en su mirada. Antoine se volvió para ver por última vez el último de sus bocetos. En este se mostraba la escena que últimamente había estado soñando. Ese sueño que revelaba mucho de lo que actualmente sentía por Antonio. Se acercó a él para entregárselo, la distracción de verle ocasionó que soltara el papel y este cayera frente a los pies de aquel hombre, Antoine flexionó las piernas para levantar la hoja y al momento de levantar la mirada, inevitablemente se topó con la ajena, la luz escasa de las velas le proporcionó detalles que no había visto antes en el rostro de Antonio, un par de ojos oscuros y profundos, las pobladas cejas y su barba alineada a la altura de sus labios. Se quedó callado conteniendo el aliento para recuperarse.
-Mo… Monsieur Carvajal. Esto es para usted. -
Última edición por Antoine Lavoisier el Jue Jul 24, 2014 2:30 pm, editado 1 vez
François Laurent- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Yellow +18 [Privado]
Antoine fue prendiendo una a una las velas, dándole un ambiente relajado y místico a la alcoba. Quizás lo hiciera de manera involuntaria, pero las sombras reflejadas en las paredes figuraban a demonios danzantes queriendo atraparme en el seno de las llamas infernales, arrastrándome a cometer actos non santos. El pecado de la lujuria estaba tentándome a cada paso que yo daba hacia adentro de los aposentos del joven poseído. Debía tener mucho cuidado, actuar con sensatez, con cordura, dejando atrás mis instintos animales y mis ganas de… Desvié la mirada hacia mis manos para despojarme del par guantes, arrojándolos hacia la mesita de noche. Lo mismo hice con mi abrigo, dejándole tendido sobre su cama. Tomé con cuidado uno a uno los dibujos de Antoine, tratando de encontrar en ellos alguna clave, algún indicio de que sólo se trataba de un mal funcionamiento en su cabeza. Aquello para mi no tenía sentido. Confirmaba una vez más que no era el hombre apto para tal responsabilidad, sin embargo algo en el fondo me decía que aquellos rayones, aquellos dibujos sin forma aparente que salían de lo más profundo de aquel chico, no eran mas que gritos queriendo salir de su garganta por medio de sus manos. Otros sin embargo, podían ser considerados una auténtica obra de arte. Trazos tan perfectos, tan pulcros… Tan reales, que casi podía sentir la brisa del viento meciendo las copas de los árboles o el calor de los rayos del sol entrando por algún resquicio de la ventana.
-¿Haz hecho todos éstos dibujos en una sola noche? - Pregunté al recibir un último dibujo, que al momento de querer tomarlo entre mis dedos, cayó al piso con lentitud. Antoine, se apresuró a tomarlo y entregándomelo con movimientos temblorosos, adivrtiendo con claridad, que era para mí. Le observé por breves instantes directamente a los ojos. ¿Un dibujo para mi? Un dibujo. Nadie antes había tenido tal gesto conmigo. ¿Lo habría hecho por gusto? ¿Por interés? ¿Qué buscaba recibir de mi parte? Alcé una ceja incrédulo, pensando si era correcto tomarlo o rechazarlo. No podía crear lazos de amistad - si es que a la “relación” que teníamos podía llamarse así - con nadie, mucho menos con él. Arriesgándome, estiré finalmente mi mano para aceptarlo en aquel momento, más no quería decir que fuese a conservarlo. Simplemente tenía curiosidad: “El qué” habría despertado en aquel chico enfermo, para hacerme un obsequio de tales dimensiones. Clavé mi mirada en Antoine unos segundos más, antes de volver mi vista hacia aquella hoja. Lo que observé me dejó frío. Con un sabor agridulce en la boca. Sin palabras. Antoine me había dado un gran golpe fulminante, haciéndome tambalear.
-¿Por qué haz dibujado ésto? ¿¡Por qué!? - Mi reacción fue instantánea. Alcé la voz, pidiéndole una explicación dejando mi rostro a escasos centímetros del suyo acorralándolo contra la pared, tratando de regresarle el dibujo, porque lo sentía quemarse entre mis manos. Los otros dibujos cayeron al suelo, desperdigándose por toda la habitación. ¡Yo no quería algo que me hiciese evocar recuerdos que deseaba enterrar en lo más profundo de mi mente! -¿¡Cómo… Cómo te atreves!? Tú no sabes nada de mí, tú no me conoces Antoine Lavoisier-. Quería hechizarlo, golpearlo ahí mismo sin misericordia por atrevido. -Dame una buena razón para no hacerte pedazos en éste instante, demonio de ojos azules… ¡Sal demonio y enfréntate a mí!
Mi reacción quizás estaba siendo demasiado exagerada, pero literalmente me sentía desnudo ante sus ojos. ¡El no me conocía de nada! no podía saberlo… No podía… Era otro ser actuando a través de él. Estaba completamente seguro de que Antoine estaba poseído.
-¿Haz hecho todos éstos dibujos en una sola noche? - Pregunté al recibir un último dibujo, que al momento de querer tomarlo entre mis dedos, cayó al piso con lentitud. Antoine, se apresuró a tomarlo y entregándomelo con movimientos temblorosos, adivrtiendo con claridad, que era para mí. Le observé por breves instantes directamente a los ojos. ¿Un dibujo para mi? Un dibujo. Nadie antes había tenido tal gesto conmigo. ¿Lo habría hecho por gusto? ¿Por interés? ¿Qué buscaba recibir de mi parte? Alcé una ceja incrédulo, pensando si era correcto tomarlo o rechazarlo. No podía crear lazos de amistad - si es que a la “relación” que teníamos podía llamarse así - con nadie, mucho menos con él. Arriesgándome, estiré finalmente mi mano para aceptarlo en aquel momento, más no quería decir que fuese a conservarlo. Simplemente tenía curiosidad: “El qué” habría despertado en aquel chico enfermo, para hacerme un obsequio de tales dimensiones. Clavé mi mirada en Antoine unos segundos más, antes de volver mi vista hacia aquella hoja. Lo que observé me dejó frío. Con un sabor agridulce en la boca. Sin palabras. Antoine me había dado un gran golpe fulminante, haciéndome tambalear.
-¿Por qué haz dibujado ésto? ¿¡Por qué!? - Mi reacción fue instantánea. Alcé la voz, pidiéndole una explicación dejando mi rostro a escasos centímetros del suyo acorralándolo contra la pared, tratando de regresarle el dibujo, porque lo sentía quemarse entre mis manos. Los otros dibujos cayeron al suelo, desperdigándose por toda la habitación. ¡Yo no quería algo que me hiciese evocar recuerdos que deseaba enterrar en lo más profundo de mi mente! -¿¡Cómo… Cómo te atreves!? Tú no sabes nada de mí, tú no me conoces Antoine Lavoisier-. Quería hechizarlo, golpearlo ahí mismo sin misericordia por atrevido. -Dame una buena razón para no hacerte pedazos en éste instante, demonio de ojos azules… ¡Sal demonio y enfréntate a mí!
Mi reacción quizás estaba siendo demasiado exagerada, pero literalmente me sentía desnudo ante sus ojos. ¡El no me conocía de nada! no podía saberlo… No podía… Era otro ser actuando a través de él. Estaba completamente seguro de que Antoine estaba poseído.
Antonio de Carvajal- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Yellow +18 [Privado]
Las siluetas de ambas figuras se fundían en el seno de las penumbras que reptaban en la habitación, grotescas oscilaban de un lado a otro mostrando una gama de tonalidades naranjas. Y era cálida la atmósfera, era tibio el abrazo de la noche, el manto que caía sobre el sanatorio y que sutilmente les cubría, les conducía adentrándose a un venidero crepúsculo, el murmullo del viento chirriaba y era tan solo un elemento más en la escena. Al verse desprotegido frente a sus ojos no pudo evitar perderse por unos instantes, navegó unos segundos apenas y para el joven pareció una eternidad estar tan cerca. Escuchó la pregunta que le había formulado, no sabía que responder, no estaba del todo consciente.
-Llevo tiempo realizando esto Monsieur Carvajal.- se limitó a decir.
Fue inevitable, sus miradas se cruzaron en más de una ocasión, Antoine estaba nervioso y trataba de contenerse mojando sus labios. Le miró con detenimiento cuando observaba el dibujo ¿Qué reacción tendría? No podía imaginarlo, pero una cosa era segura, tenía que definir esto de una vez por todas. Las interrogantes llegaron a sus oídos nuevamente, estalló. Y es que había cavado en lo más profundo de su pasado quizás, no había marcha atrás, ese dibujo mostraba tanto de aquel desconocido que había llegado a su vida de forma súbita. Los papeles cayeron y fue empujado hacia la pared haciendo un pequeño estruendo al golpearse.
Tragó saliva y agacho la mirada por unos segundos, tenía que recobrar fuerzas de donde pudiese, porque después de esto, no habría nada. Sin él no sería nada ni le importaría serlo. Finalmente le enfrentó.
-Es verdad, no le conozco como usted lo afirma, apenas hemos cruzado palabras durante todo este tiempo, sin embargo no se necesita poseer habilidades sobrenaturales para ver a través del dolor que usted experimenta día con día.- Prosiguió apenas mirándole.
-Tras esa fachada austera y poderosa que usted proyecta, se halla un corazón herido.- Colocó su mano izquierda sobre el pecho de su oyente. -Un profundo vacío que va carcomiendo los días de su existencia.- Clavó su mirada en la oscuridad de aquellos ojos. -No sé de qué demonio me habla, estoy hablando yo, Antoine Lavoisier, el mismo joven inseguro que conoció hace un par de meses atrás.-
La mano que estaba depositada en su cuerpo la desplegó hacia un costado, llevando su diestra hacia el extremo opuesto recorriendo los brazos del caballero, tan sutil caricia desemboco en una unión con las suyas, los ojos de Antoine miraron con detalle los pliegues de sus dedos. Sonrió ligeramente y volvió a hablar.
-Parece que no se ha dado cuenta, o no quiere aceptar el hecho de que usted se encuentra perdido.- Volvió a cortar la distancia rodeándole con su brazo. -Pero sabe, no necesita estar en guardia todo el tiempo, no necesita ser fuerte siempre, es un desgaste, librar esta batalla interna constantemente.- Acercó sus labios para susurrarle al oído.- Por esta ocasión, solo esta vez. -
El instante previo a esta confesión se encontraba inseguro, sin embargo, Antoine quería mostrarse fuerte, mostrarle que podía ser alguien en quien pudiera confiar, no tenía ya nada que perder, estaba dispuesto a renunciar a todo por una respuesta, un par de palabras que se veían lejanas, imprecisas, imposibles. Solo un par de palabras que había anhelado escuchar por tanto tiempo.
-Llevo tiempo realizando esto Monsieur Carvajal.- se limitó a decir.
Fue inevitable, sus miradas se cruzaron en más de una ocasión, Antoine estaba nervioso y trataba de contenerse mojando sus labios. Le miró con detenimiento cuando observaba el dibujo ¿Qué reacción tendría? No podía imaginarlo, pero una cosa era segura, tenía que definir esto de una vez por todas. Las interrogantes llegaron a sus oídos nuevamente, estalló. Y es que había cavado en lo más profundo de su pasado quizás, no había marcha atrás, ese dibujo mostraba tanto de aquel desconocido que había llegado a su vida de forma súbita. Los papeles cayeron y fue empujado hacia la pared haciendo un pequeño estruendo al golpearse.
Tragó saliva y agacho la mirada por unos segundos, tenía que recobrar fuerzas de donde pudiese, porque después de esto, no habría nada. Sin él no sería nada ni le importaría serlo. Finalmente le enfrentó.
-Es verdad, no le conozco como usted lo afirma, apenas hemos cruzado palabras durante todo este tiempo, sin embargo no se necesita poseer habilidades sobrenaturales para ver a través del dolor que usted experimenta día con día.- Prosiguió apenas mirándole.
-Tras esa fachada austera y poderosa que usted proyecta, se halla un corazón herido.- Colocó su mano izquierda sobre el pecho de su oyente. -Un profundo vacío que va carcomiendo los días de su existencia.- Clavó su mirada en la oscuridad de aquellos ojos. -No sé de qué demonio me habla, estoy hablando yo, Antoine Lavoisier, el mismo joven inseguro que conoció hace un par de meses atrás.-
La mano que estaba depositada en su cuerpo la desplegó hacia un costado, llevando su diestra hacia el extremo opuesto recorriendo los brazos del caballero, tan sutil caricia desemboco en una unión con las suyas, los ojos de Antoine miraron con detalle los pliegues de sus dedos. Sonrió ligeramente y volvió a hablar.
-Parece que no se ha dado cuenta, o no quiere aceptar el hecho de que usted se encuentra perdido.- Volvió a cortar la distancia rodeándole con su brazo. -Pero sabe, no necesita estar en guardia todo el tiempo, no necesita ser fuerte siempre, es un desgaste, librar esta batalla interna constantemente.- Acercó sus labios para susurrarle al oído.- Por esta ocasión, solo esta vez. -
El instante previo a esta confesión se encontraba inseguro, sin embargo, Antoine quería mostrarse fuerte, mostrarle que podía ser alguien en quien pudiera confiar, no tenía ya nada que perder, estaba dispuesto a renunciar a todo por una respuesta, un par de palabras que se veían lejanas, imprecisas, imposibles. Solo un par de palabras que había anhelado escuchar por tanto tiempo.
Última edición por Antoine Lavoisier el Jue Jul 24, 2014 2:34 pm, editado 2 veces
François Laurent- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Yellow +18 [Privado]
De improviso y como por arte de magia, Antoine profirió más de treces palabras. De un instante a otro reveló en unos segundos más de lo que había hecho en meses de terapia. Su garganta se abrió haciendo despegar sus labios, desenmarañando todo lo que llevaba por dentro, dejando salir sus más profundos pensamientos y deseos. Tal efecto me llegó en medio de un torrente de energía que se canalizó desde la punta del dedo del pie, hasta el último de mis cabellos. Su tacto sutil, caminando poco a poco por mi brazo, erizó los vellos del cuerpo. Hacia tanto tiempo que nadie me tocaba que había casi olvidado por completo la sensación...
Dudé entre retirarme dándole un empujón o proseguir con aquel escarceo. ¿A dónde me llevaría el destino si acaso dejase que las cosas continuasen por aquel camino escabroso que se habría paso ante mi? ¿Estaría sucumbiendo ante el deseo carnal, dejándome tentar por una fuerza maligna? ¿En verdad era el mismísimo Lavoisier? Entre cerré los ojos, escuchando el latido de mi corazón bombeando sangre a ciertas partes específicas de mi cuerpo. Entre mis piernas un bulto comenzaba a cobrar vida por más que yo quisiese resistirme. Era mi cuerpo quien reaccionaba, más mi mente, mi conciencia - aún dudosa - me gritaba con gritos desesperados que me alejara. Una lucha entre el "bien y el mal" entre el hacer o no hacer. ¡Qué demonio más astuto! intentando acorralarme, sin dejarme escapatoria.
-No recorras caminos por las cuales no has pisado nunca Lavoisier... Te lo advierto. Hay muchas espinas en los alrededores.
Era una clara advertencia; le estaba dando la oportunidad de retirarse. Yo nunca daba oportunidades, pero dado el calor del momento, hasta yo mismo dudaba de mis capacidades. Si Antoine decidía alejarse, ambos saldríamos beneficiados, porque así las cosas debían ser. En aquel cuarto a media luz, yo debía, tenía que ser el más fuerte en todos los aspectos y él, quien decidiese dar por terminado cualquier clase de acercamiento entre los dos por su propio bien, más que por el mío. Todos mis actos, fuesen buenos ó malos, justificables o no, estaban perdonados por la iglesia íntegramente. No tenía nada que perder. Todo en favor de Dios. Por el contrario, Lavoisier parecía decidido. Su mano sujetó la mía dando un ligero apretón. ¡Cuánto atrevimiento de su parte hablar de aquella manera! yo no me sentía perdido, no a tal grado, tampoco me sentía en guardia todo el tiempo, pues aquel instante era un claro ejemplo. Voluntaria o involuntariamente le estaba dejando acercarse demasiado.
Si otras fuesen las circunstancias, Antoine habría caído muerto en un santiamén. Muy al contrario, mi cuerpo reaccionaba a sus susurros y a sus caricias un tanto torpes. Seguro estaba de aquel intento de seducción era el primero en su corta vida. Nada mal para un novato. Dolía reconocer que aquel chico de mirada azul me traía de una manera casi enfermiza, desde el primer instante en que mi mirada se encontró con la suya. Ya decidido le tomé por la nuca y le obligué a mirarme directamente a los ojos. Quería ver en ellos reflejados el deseo y la pasión. Tal y como pensé, el brillo en aquellas orbes de un azul profundo me rebelaron lo que siempre supe: Me deseaba tanto como yo le deseaba.
-Una vez traspasadas las barreras no hay vuelta atrás ni posibilidad de escapatoria. - Le arrinconé en la pared para apalancarme, tomándole por los muslos. Quería que me sujetase fuerte con sus piernas, mientras le llevaba directamente hacia su cama y ahí dejé caer todo el peso de mi cuerpo sobre el suyo, donde ataqué su cuello sin miramientos, mientras mis manos llegaban a zonas íntimas de Antoine.
Dudé entre retirarme dándole un empujón o proseguir con aquel escarceo. ¿A dónde me llevaría el destino si acaso dejase que las cosas continuasen por aquel camino escabroso que se habría paso ante mi? ¿Estaría sucumbiendo ante el deseo carnal, dejándome tentar por una fuerza maligna? ¿En verdad era el mismísimo Lavoisier? Entre cerré los ojos, escuchando el latido de mi corazón bombeando sangre a ciertas partes específicas de mi cuerpo. Entre mis piernas un bulto comenzaba a cobrar vida por más que yo quisiese resistirme. Era mi cuerpo quien reaccionaba, más mi mente, mi conciencia - aún dudosa - me gritaba con gritos desesperados que me alejara. Una lucha entre el "bien y el mal" entre el hacer o no hacer. ¡Qué demonio más astuto! intentando acorralarme, sin dejarme escapatoria.
-No recorras caminos por las cuales no has pisado nunca Lavoisier... Te lo advierto. Hay muchas espinas en los alrededores.
Era una clara advertencia; le estaba dando la oportunidad de retirarse. Yo nunca daba oportunidades, pero dado el calor del momento, hasta yo mismo dudaba de mis capacidades. Si Antoine decidía alejarse, ambos saldríamos beneficiados, porque así las cosas debían ser. En aquel cuarto a media luz, yo debía, tenía que ser el más fuerte en todos los aspectos y él, quien decidiese dar por terminado cualquier clase de acercamiento entre los dos por su propio bien, más que por el mío. Todos mis actos, fuesen buenos ó malos, justificables o no, estaban perdonados por la iglesia íntegramente. No tenía nada que perder. Todo en favor de Dios. Por el contrario, Lavoisier parecía decidido. Su mano sujetó la mía dando un ligero apretón. ¡Cuánto atrevimiento de su parte hablar de aquella manera! yo no me sentía perdido, no a tal grado, tampoco me sentía en guardia todo el tiempo, pues aquel instante era un claro ejemplo. Voluntaria o involuntariamente le estaba dejando acercarse demasiado.
Si otras fuesen las circunstancias, Antoine habría caído muerto en un santiamén. Muy al contrario, mi cuerpo reaccionaba a sus susurros y a sus caricias un tanto torpes. Seguro estaba de aquel intento de seducción era el primero en su corta vida. Nada mal para un novato. Dolía reconocer que aquel chico de mirada azul me traía de una manera casi enfermiza, desde el primer instante en que mi mirada se encontró con la suya. Ya decidido le tomé por la nuca y le obligué a mirarme directamente a los ojos. Quería ver en ellos reflejados el deseo y la pasión. Tal y como pensé, el brillo en aquellas orbes de un azul profundo me rebelaron lo que siempre supe: Me deseaba tanto como yo le deseaba.
-Una vez traspasadas las barreras no hay vuelta atrás ni posibilidad de escapatoria. - Le arrinconé en la pared para apalancarme, tomándole por los muslos. Quería que me sujetase fuerte con sus piernas, mientras le llevaba directamente hacia su cama y ahí dejé caer todo el peso de mi cuerpo sobre el suyo, donde ataqué su cuello sin miramientos, mientras mis manos llegaban a zonas íntimas de Antoine.
Antonio de Carvajal- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Yellow +18 [Privado]
Nunca antes había sido tan palpable para Antoine el verdadero significado de aquella velada, a medida que la media noche se acercaba crecía ese sentimiento que había mantenido oculto todo este tiempo. En las conversaciones previas con otras personas sabía cómo dirigirse a ellas, tenía la idea de lo que estaba diciendo, pero con Antonio era distinto, andaba a tientas, pues era la primera vez que traspasaba esa barrera del saludo al contacto físico. Intentó serenarse al escuchar la advertencia, sin responder. No obstante el roce brutal e intimidante le obligó a mirarle de nuevo. Ese par de ojos oscuros, la nariz que desembocaba en un par de labios carnosos, apenas cubiertos por la sombra de una barba a medio afeitar, experimentó un creciente nerviosismo que se manifestó en una ligera erección bajo sus pantalones.
La única sensación de realidad que percibía era la de sentirse atrapado. Cerró momentáneamente los ojos dejándose guiar tan solo por sus impulsos, el latido de su corazón se aceleraba a medida que Antonio tomaba el control de la situación, el cuerpo del joven torpemente reaccionaba a cada acción, en cuestión de segundos se encontró debajo de su acompañante, el crujir de la cama debido al peso le hizo despertar de ese pequeño trance, sintió una primera y casi imperceptible punzada de placer al sentir esos labios raspando su garganta y aquellas manos manipulando su miembro de forma sutil, un ligero gemido escapo de su cuerpo, llevó sus brazos alrededor de Antonio, sus manos acariciaron su cabellera, lo atraía hacía él, como si temiera que algo pudiera quitárselo, se limitó a sentir. Era inútil hablar.
Paulatinamente Antoine se giró para cambiar de posición, se encontraba ahora sobre él, estaba respirando agitadamente, se despojó de la camisa y de este modo siguieron los pantalones y el resto de su ropa, quedando expuesto ante la mirada ajena, la luz escasa de la habitación apenas revelaba los pliegues de su desnudez, pálida y consumida por una fiebre que tan solo el deseo podría apagar. Lo atrajo hacía el, para sentir esos besos en su cuerpo las manos hábiles le recorrían con maestría mientras Antoine intentaba despojarle de su ropa. Colocó su peso para tumbarlo nuevamente y de este modo hundirse sobre el cuello de Antonio mientras sus manos apoyaron el peso a los lados, bajó poco a poco hasta topar con sus labios, abrió la boca para que él le besara.
Los roces eran lentos e intensos, su pasión se desbordaba en oleadas nítidas que transportaban a ambas figuras, para ese entonces Antoine se encontraba completamente henchido, le pareció que Antonio sonreía en la oscuridad, no era una sonrisa desagradable, sino más bien nostálgica y el suspiro que dejó escapar amortiguado por el peso de algún viejo recuerdo. Una de sus manos acarició la mejilla del hombre intentando calmar esa posible angustia ¿Estaba haciendo algo mal? Utilizó esa pausa para desabotonar poco a poco la camisa de Antonio, paso sus dedos por el tórax cálido disfrutando de la textura de esa piel apiñonada, nuevamente los labios de Antoine le recorrían, se detenía tan solo para mordisquearle el pecho y jugar sutilmente con sus pezones.
Estaba cediendo a las caricias de aquel hombre a quien había conocido tiempo atrás, cedía como lo hubiera hecho desde el primer día que rozó su mano al saludarlo, nuevamente Antoine subió por su cuerpo para probar sus labios, una y otra vez. El sanatorio estaba en completo silencio, solo el eco de sus respiraciones agitadas daba sonoridad al lugar, se detuvo. Le miró fijamente a los ojos ahogándose en un profundo y espeso oleaje oscuro. ¿Qué secretos había detrás? Antoine sonreía ligeramente acariciando el rostro ajeno. Tal vez no sería capaz de descubrirlos del todo, pero en su interior tenía la certeza de que podía ser el único que había llegado a estas alturas, que quizás podría ser el único capaz de comprender el dolor acumulado en el corazón de Antonio.
La única sensación de realidad que percibía era la de sentirse atrapado. Cerró momentáneamente los ojos dejándose guiar tan solo por sus impulsos, el latido de su corazón se aceleraba a medida que Antonio tomaba el control de la situación, el cuerpo del joven torpemente reaccionaba a cada acción, en cuestión de segundos se encontró debajo de su acompañante, el crujir de la cama debido al peso le hizo despertar de ese pequeño trance, sintió una primera y casi imperceptible punzada de placer al sentir esos labios raspando su garganta y aquellas manos manipulando su miembro de forma sutil, un ligero gemido escapo de su cuerpo, llevó sus brazos alrededor de Antonio, sus manos acariciaron su cabellera, lo atraía hacía él, como si temiera que algo pudiera quitárselo, se limitó a sentir. Era inútil hablar.
Paulatinamente Antoine se giró para cambiar de posición, se encontraba ahora sobre él, estaba respirando agitadamente, se despojó de la camisa y de este modo siguieron los pantalones y el resto de su ropa, quedando expuesto ante la mirada ajena, la luz escasa de la habitación apenas revelaba los pliegues de su desnudez, pálida y consumida por una fiebre que tan solo el deseo podría apagar. Lo atrajo hacía el, para sentir esos besos en su cuerpo las manos hábiles le recorrían con maestría mientras Antoine intentaba despojarle de su ropa. Colocó su peso para tumbarlo nuevamente y de este modo hundirse sobre el cuello de Antonio mientras sus manos apoyaron el peso a los lados, bajó poco a poco hasta topar con sus labios, abrió la boca para que él le besara.
Los roces eran lentos e intensos, su pasión se desbordaba en oleadas nítidas que transportaban a ambas figuras, para ese entonces Antoine se encontraba completamente henchido, le pareció que Antonio sonreía en la oscuridad, no era una sonrisa desagradable, sino más bien nostálgica y el suspiro que dejó escapar amortiguado por el peso de algún viejo recuerdo. Una de sus manos acarició la mejilla del hombre intentando calmar esa posible angustia ¿Estaba haciendo algo mal? Utilizó esa pausa para desabotonar poco a poco la camisa de Antonio, paso sus dedos por el tórax cálido disfrutando de la textura de esa piel apiñonada, nuevamente los labios de Antoine le recorrían, se detenía tan solo para mordisquearle el pecho y jugar sutilmente con sus pezones.
Estaba cediendo a las caricias de aquel hombre a quien había conocido tiempo atrás, cedía como lo hubiera hecho desde el primer día que rozó su mano al saludarlo, nuevamente Antoine subió por su cuerpo para probar sus labios, una y otra vez. El sanatorio estaba en completo silencio, solo el eco de sus respiraciones agitadas daba sonoridad al lugar, se detuvo. Le miró fijamente a los ojos ahogándose en un profundo y espeso oleaje oscuro. ¿Qué secretos había detrás? Antoine sonreía ligeramente acariciando el rostro ajeno. Tal vez no sería capaz de descubrirlos del todo, pero en su interior tenía la certeza de que podía ser el único que había llegado a estas alturas, que quizás podría ser el único capaz de comprender el dolor acumulado en el corazón de Antonio.
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