AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Planes de futuro (priv. Yannick)
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Planes de futuro (priv. Yannick)
Últimamente le daba a Cissi la sensación de que toda su vida transcurría así, de fiesta en fiesta, pero para hacer honor a la verdad había que reconocer que desde que tuvo edad para vestir de largo había hecho poco más que personarse en reuniones como aquella. La razón de por qué se estaba empezando a cansar era simple, ya tenía cierta edad y un par de sus amigas se habían comprometido hacía poco tiempo. Ser heredera de la familia Sèdoux tenía la ventaja de otorgarle toda la tranquilidad en ese aspecto: aunque hubiese sido fea y desagradable los pretendientes ansiosos de hacer un buen matrimonio seguirían pidiendo turno para hablar con su padre y optar a tener su mano. Qué emocionante, ¿no debería serlo? ¿Y por qué ya no le emocionaba lo más mínimo? - Juliette, el corsé. - Demandó a una de sus doncellas, que presurosa acudió al lado de su ama para apretarle las cintas de la prenda que pronto se estrecharía en torno a su cintura marcando su esbeltez. Su hermano había tenido un destino muy diferente, era un caballero respetado y hombre ducho en los negocios, y huelga decir que tenía la ventaja de poder escoger a su prometida en vez de ser al contrario. No es que Cissi quisiera cambiarse por él - oh no, le aterraba la sola idea, ella adoraba ser una mujer - pero en ocasiones llegaba a envidiar ciertas ventajas del sexo opuesto que le estaban vetadas. - ¡Ay! - Se quejó cuando su criada estiró demasiado uno de los lazos, cortándole la respiración. Los corsés: un motivo más para desear ser varón por un solo instante.
Aquella noche la fiesta se celebraba en casa de alguien que ni siquiera sabía a ciencia cierta cómo se llamaba. - ¿Quieres ir a traerme la invitación? - Envió otra vez a su doncella, y mientras estaba fuera de la estancia aprovechó para empolvarse otra vez la nariz y admirarse en el espejo. El vestido que llevaba era verde y dorado y resaltaba sus ojos. ¿Qué más podía pedir? Era joven, hermosa y rica, y se prometió a sí misma pasarlo bien en la cena de... ¡Babineaux! Eso era, el señor Babineaux daba una fiesta de puesta de largo de una de sus hijas e invitaba a casi media ciudad a un banquete opulento y ostentoso con una orquesta moderna. Sin duda era su intención atraer a los jóvenes casaderos hacia sus muchachas igual que moscas a la miel, pero eso no era impedimento para que Cissi también pudiera brillar por cuenta propia y probar suerte. - ¿Tú que crees, Milady? - Se sentó a los pies de la cama y tomó en brazos a la suave gata de angora blanca que ronroneó al sentir las caricias. - ¿Será hoy el día en que conoceré a mi príncipe? - Después de todo no podía escapar por siempre de los estragos del tiempo, y había quien opinaba que a sus veintidós años ya debería tener descendencia. Decidió que se emplearía más a fondo en buscar un partido que le acomodara, y si no era perfecto y hacía que la consumieran las llamas de la pasión se tendría que conformar con uno que no estuviera muy calvo y que no oliera mal. Al fin y al cabo eso de casarse por amor estaba anticuado.
Unos cuarenta minutos después hizo aparición en la casa de Babineaux, donde se la recibió con los honores propios a su cargo y se la sentó frente a una de las hijas del anfitrión. Era innegable que el buen hombre hacía todo lo posible por que su prole se relacionase bien, y Cissi no tuvo inconveniente en trabar conversación con todo el que requirió de su compañía hasta que retiraron el último plato y dio por comenzado el baile. Aunque nadie se hubiera percatado ella había hecho sus averiguaciones, y allí estaba al otro lado del salón - en su punto de mira - el sobrino del marqués de Cassel. Era innegable que tenía una cabellera deslumbrante.
Aquella noche la fiesta se celebraba en casa de alguien que ni siquiera sabía a ciencia cierta cómo se llamaba. - ¿Quieres ir a traerme la invitación? - Envió otra vez a su doncella, y mientras estaba fuera de la estancia aprovechó para empolvarse otra vez la nariz y admirarse en el espejo. El vestido que llevaba era verde y dorado y resaltaba sus ojos. ¿Qué más podía pedir? Era joven, hermosa y rica, y se prometió a sí misma pasarlo bien en la cena de... ¡Babineaux! Eso era, el señor Babineaux daba una fiesta de puesta de largo de una de sus hijas e invitaba a casi media ciudad a un banquete opulento y ostentoso con una orquesta moderna. Sin duda era su intención atraer a los jóvenes casaderos hacia sus muchachas igual que moscas a la miel, pero eso no era impedimento para que Cissi también pudiera brillar por cuenta propia y probar suerte. - ¿Tú que crees, Milady? - Se sentó a los pies de la cama y tomó en brazos a la suave gata de angora blanca que ronroneó al sentir las caricias. - ¿Será hoy el día en que conoceré a mi príncipe? - Después de todo no podía escapar por siempre de los estragos del tiempo, y había quien opinaba que a sus veintidós años ya debería tener descendencia. Decidió que se emplearía más a fondo en buscar un partido que le acomodara, y si no era perfecto y hacía que la consumieran las llamas de la pasión se tendría que conformar con uno que no estuviera muy calvo y que no oliera mal. Al fin y al cabo eso de casarse por amor estaba anticuado.
Unos cuarenta minutos después hizo aparición en la casa de Babineaux, donde se la recibió con los honores propios a su cargo y se la sentó frente a una de las hijas del anfitrión. Era innegable que el buen hombre hacía todo lo posible por que su prole se relacionase bien, y Cissi no tuvo inconveniente en trabar conversación con todo el que requirió de su compañía hasta que retiraron el último plato y dio por comenzado el baile. Aunque nadie se hubiera percatado ella había hecho sus averiguaciones, y allí estaba al otro lado del salón - en su punto de mira - el sobrino del marqués de Cassel. Era innegable que tenía una cabellera deslumbrante.
Erwan Sèdoux- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/08/2013
Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Aquellos eventos ya no eran lo mismo que antes. Cuando era un vampiro que simplemente se dedicaba a disfrutar de su condición, de su dinero, a cazar hombres y mujeres para alimentarse de ellos, todo tenía un color diferente. Pero ahora lo veía con otros ojos, el mundo a su alrededor parecía haber cambiado y tomado un sentido tan distinto que parecía directamente haber sido trasladado a un universo paralelo. Todo aquel lujo era una mala broma, porque mientras miraba los ostentosos vestidos, las joyas, los cubiertos y las comidas, no podía dejar de pensar en toda la gente que estaba muriendo de hambre en la ciudad, mientras ellos estaban allí, hablando de cosas sin ningún sentido, intentando parecer cada cual más pedante.
Yannick Leblanc había llegado a la ciudad hacía unos años, como un hombre adinerado, que vivía de la herencia familiar y que, por el momento, no se había decidido a invertir en ningún negocio, pero que todos, aquí o allá, lo iban tanteando para ver si se animaba a asociarse con alguno de ellos y así obtener más beneficios. Era alguien misterioso, conocido pero que tampoco terminaba de dejarse conocer. Sabían de su afición por la caridad, también que se le veía poco durante el día, suponían que tenía ocupaciones en su hogar que no quería compartir con los demás, la cuestión es que era un completo enigma para la alta sociedad. Tampoco tenía esposa, lo cual lo ponía en el punto de mira de algunas muchachas en edad que querían alguien que pudiera mantenerlas. Pero él no se posicionaba, ni para los negocios, ni para el matrimonio. Solo estaba ahí, era cortés con quién se le acercaba pero no se abría a nadie en especial.
Y no le quedaba más remedio que seguir con aquella fachada, a pesar de haber encontrado en la iglesia una nueva fe, un nuevo modo de vida, una nueva manera de afrontar su eternidad. No podía simplemente cambiar radicalmente pues sería demasiado sospechoso y no quería llamar más la atención, bastante lo había hecho a su llegada y ahora se arrepentía interiormente. De todas formas tal vez era el momento de comenzar a pensar en afianzar su coartada, buscar un negocio que realmente llamara su atención, una esposa con la que contraer matrimonio, quién sabe, todas esas ideas vagaban por su mente mientras fingía disfrutar de aquella cena de la que prácticamente no probaba bocado, escuchaba hablar a todos, conocía a las hijas casaderas y, sobretodo, distinguía un olor particularmente dulzón por encima del resto.
Ya durante la cena sus ojos dieron con la dueña de aquel particular aroma. De vez en cuando, cada cierto tiempo, encontraba algún humano o humana cuya sangre se le antojaba un manjar. Puede que cada vampiro tuviera sus propios gustos, para él era ese tipo de sangre precisamente. solo olerla conseguía que un escalofrío recorriera toda su espina dorsal. Pero debía controlarse, no podía hacerle daño a nadie más, mucho menos a alguien importante. Aunque eso no impidió que la buscara con la mirada, era hermosa, probablemente más que las propias hijas del anfitrión, eso hizo que escondiera una sonrisilla para si mismo.
Cuando llegó el baile se paseó un rato entre los presentes, observándolos bailar, notando la mirada de alguna mujer que tal vez esperaba que la sacara a dar unos pasos, pero él sonreía como disculpa y seguía su camino. Terminó por verla de nuevo, y siguió su mirada, dando con quién atraía su atención. Una mujer de esa clase era fácil de entender, donde ponían el ojo ponían la mano extendida, dispuesta a recibir un anillo. Entrecerró los ojos y se acercó lentamente a ella, quedando a su lado casi como una sombra silenciosa.
— Tengo entendido que es aficionado a las visitas nocturnas de sus empleadas domésticas. — murmuró en un susurro bajo, solo para que ella pudiera escucharlo — Tal vez no deberíais fijaros tan solo en las apariencias de un joven adinerado, mi señora. — formó una media sonrisa con los labios, estirando una mano hacia ella, con la palma hacia arriba, un ofrecimiento para que le entregara su mano, ya fuera para besarla a modo de saludo o para bailar — Yannick Leblanc. Lamento que su nombre me sea desconocido y es algo que me urge arreglar. — siempre era cortés, especialmente con las damas, con los hombres más educado pero menos coqueto, podríamos decir. Era la norma establecida de todas formas. Es lo que se supone que debía hacer.
Yannick Leblanc había llegado a la ciudad hacía unos años, como un hombre adinerado, que vivía de la herencia familiar y que, por el momento, no se había decidido a invertir en ningún negocio, pero que todos, aquí o allá, lo iban tanteando para ver si se animaba a asociarse con alguno de ellos y así obtener más beneficios. Era alguien misterioso, conocido pero que tampoco terminaba de dejarse conocer. Sabían de su afición por la caridad, también que se le veía poco durante el día, suponían que tenía ocupaciones en su hogar que no quería compartir con los demás, la cuestión es que era un completo enigma para la alta sociedad. Tampoco tenía esposa, lo cual lo ponía en el punto de mira de algunas muchachas en edad que querían alguien que pudiera mantenerlas. Pero él no se posicionaba, ni para los negocios, ni para el matrimonio. Solo estaba ahí, era cortés con quién se le acercaba pero no se abría a nadie en especial.
Y no le quedaba más remedio que seguir con aquella fachada, a pesar de haber encontrado en la iglesia una nueva fe, un nuevo modo de vida, una nueva manera de afrontar su eternidad. No podía simplemente cambiar radicalmente pues sería demasiado sospechoso y no quería llamar más la atención, bastante lo había hecho a su llegada y ahora se arrepentía interiormente. De todas formas tal vez era el momento de comenzar a pensar en afianzar su coartada, buscar un negocio que realmente llamara su atención, una esposa con la que contraer matrimonio, quién sabe, todas esas ideas vagaban por su mente mientras fingía disfrutar de aquella cena de la que prácticamente no probaba bocado, escuchaba hablar a todos, conocía a las hijas casaderas y, sobretodo, distinguía un olor particularmente dulzón por encima del resto.
Ya durante la cena sus ojos dieron con la dueña de aquel particular aroma. De vez en cuando, cada cierto tiempo, encontraba algún humano o humana cuya sangre se le antojaba un manjar. Puede que cada vampiro tuviera sus propios gustos, para él era ese tipo de sangre precisamente. solo olerla conseguía que un escalofrío recorriera toda su espina dorsal. Pero debía controlarse, no podía hacerle daño a nadie más, mucho menos a alguien importante. Aunque eso no impidió que la buscara con la mirada, era hermosa, probablemente más que las propias hijas del anfitrión, eso hizo que escondiera una sonrisilla para si mismo.
Cuando llegó el baile se paseó un rato entre los presentes, observándolos bailar, notando la mirada de alguna mujer que tal vez esperaba que la sacara a dar unos pasos, pero él sonreía como disculpa y seguía su camino. Terminó por verla de nuevo, y siguió su mirada, dando con quién atraía su atención. Una mujer de esa clase era fácil de entender, donde ponían el ojo ponían la mano extendida, dispuesta a recibir un anillo. Entrecerró los ojos y se acercó lentamente a ella, quedando a su lado casi como una sombra silenciosa.
— Tengo entendido que es aficionado a las visitas nocturnas de sus empleadas domésticas. — murmuró en un susurro bajo, solo para que ella pudiera escucharlo — Tal vez no deberíais fijaros tan solo en las apariencias de un joven adinerado, mi señora. — formó una media sonrisa con los labios, estirando una mano hacia ella, con la palma hacia arriba, un ofrecimiento para que le entregara su mano, ya fuera para besarla a modo de saludo o para bailar — Yannick Leblanc. Lamento que su nombre me sea desconocido y es algo que me urge arreglar. — siempre era cortés, especialmente con las damas, con los hombres más educado pero menos coqueto, podríamos decir. Era la norma establecida de todas formas. Es lo que se supone que debía hacer.
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/02/2013
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Ojalá pudiera decirse que Cissi era más de lo que parecía a simple vista, una muchachita consentida, y que escondía en su interior una belleza mucho mayor que la de sus rasgos delicados y felinos, pero la verdad era que parecía simple porque así estaba amueblada su cabeza. Ella creía poseer cierta profundidad, por supuesto, pues si no no comprendía para qué servían todas aquellas lecciones tediosas de idiomas y piano que sus padres le obligaban a tomar con una de las institutrices de mejor reputación de Francia. Ya no era ninguna niña pero el candor con el que la habían tratado siempre no la impulsaba a madurar y tampoco se esperaba de ella que lo hiciera, ya que los hombres no buscaban esposas inteligentes y con una profunda conversación sino bonitos maniquís que les adornaran la sala de costura. Lo único remarcable en aquella joven, y que ella se cuidaba de esconder bien, era su temperamento enérgico e indomable. No se sometía a las normas porque la forzaran sino porque le agradaba, se sentía a sus anchas entre vestidos de seda y con sirvientes atendiendo sus caprichos, y como le acomodaba no se quejaba; sin embargo habría hecho falta una verdadera fuerza de la naturaleza para obligarla a hacer algo que no le apeteciera. ¿Eso era un defecto o una virtud? No sabría decirlo, pero sí era fastidioso para los que pretendían llevarle la contraria.
Solo en tres o cuatro ocasiones había intentado sugerir a su padre y su hermano que tal vez la inversión que estaban a punto de avalar no era la más indicada, y en todas ellas había recibido un reproche como respuesta. Que después ella tuviera razón no parecía importarle a nadie, al fin y al cabo no iba a heredar el negocio y las damas que se dedicaban a manejar sus propias finanzas no abundaban, Cissi no tenía por qué ser la excepción. Su lugar estaba allí, en fiestas como aquella, exhibiéndose como la mejor baza que tenían los Sèdoux para ampliar aún más su patrimonio y su influencia uniéndose a otra familia de igual apellido o mejor. Conocía bien su función, y estaba tratando de encontrar el mejor modo de llevarla a cabo con el sobrino del marqués cuando apareció de la nada lo que parecía ser la voz de su conciencia indicándole que aquel joven tal vez no fuera el mejor partido. Se volvió hacia el recién llegado con una expresión en el rostro que indicaba lo poco que había errado en sus suposiciones, pero fingiéndose muy ofendida. - No sé de qué me estáis hablando. - Arrugó graciosamente la nariz y entrelazó nerviosamente los dedos de las manos sobre su regazo.
Analizó al tal señor Leblanc con ojo crítico extrañándose de no haberlo visto en la cena, con lo que se había fijado en todos los asistentes, pero como estaba avergonzada por saberse descubierta en sus propósitos no le cayó demasiado bien y se forzó a pasar por alto su innegable atractivo y en encontrarle defectos inexistentes. Decidió con rencorosa satisfacción que tenía los ojos ligeramente separados y un pelo demasiado fino. - Solo pensaba que su cabellera es digna de admiración. - Insistió, terca como una mula. Titubeó un poco pero sería descortés negarse a la presentación formal de él, así que terminó por concederle la gracia de extenderle su mano como respuesta. - Cissi Sèdoux, de los Sèdoux de Tartre.
Solo en tres o cuatro ocasiones había intentado sugerir a su padre y su hermano que tal vez la inversión que estaban a punto de avalar no era la más indicada, y en todas ellas había recibido un reproche como respuesta. Que después ella tuviera razón no parecía importarle a nadie, al fin y al cabo no iba a heredar el negocio y las damas que se dedicaban a manejar sus propias finanzas no abundaban, Cissi no tenía por qué ser la excepción. Su lugar estaba allí, en fiestas como aquella, exhibiéndose como la mejor baza que tenían los Sèdoux para ampliar aún más su patrimonio y su influencia uniéndose a otra familia de igual apellido o mejor. Conocía bien su función, y estaba tratando de encontrar el mejor modo de llevarla a cabo con el sobrino del marqués cuando apareció de la nada lo que parecía ser la voz de su conciencia indicándole que aquel joven tal vez no fuera el mejor partido. Se volvió hacia el recién llegado con una expresión en el rostro que indicaba lo poco que había errado en sus suposiciones, pero fingiéndose muy ofendida. - No sé de qué me estáis hablando. - Arrugó graciosamente la nariz y entrelazó nerviosamente los dedos de las manos sobre su regazo.
Analizó al tal señor Leblanc con ojo crítico extrañándose de no haberlo visto en la cena, con lo que se había fijado en todos los asistentes, pero como estaba avergonzada por saberse descubierta en sus propósitos no le cayó demasiado bien y se forzó a pasar por alto su innegable atractivo y en encontrarle defectos inexistentes. Decidió con rencorosa satisfacción que tenía los ojos ligeramente separados y un pelo demasiado fino. - Solo pensaba que su cabellera es digna de admiración. - Insistió, terca como una mula. Titubeó un poco pero sería descortés negarse a la presentación formal de él, así que terminó por concederle la gracia de extenderle su mano como respuesta. - Cissi Sèdoux, de los Sèdoux de Tartre.
Erwan Sèdoux- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 11/08/2013
Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
A veces no sabía si ser capaz de ver el aura del resto de seres vivos era un don o una maldición. Podía notar perfectamente que la mujer se sentía incómoda por sus palabras, o tal vez fuera por el simple hecho de que la había dejado en evidencia al descubrir sus intenciones. Las mujeres tenían ese problema, con los hombres era muy diferente. Si te acercabas a uno y comentabas sobre la muchacha a la que miraban, estos sonreían y se dedicaban a hacer comentarios socarrones sobre cómo harían para cortejarlas, intentando quedar siempre como grandes galanes. En realidad, después de tantos años, para el vampiro ambas cosas eran entretenidas, para qué mentir.
— No necesita ponerse a la defensiva. Soy consciente de la difícil edad en la que se encuentra. — intentando darle a entender que el buscar marido, uno que tuviera una buen aposición, era algo más que corriente en su situación. No tenía por qué sentirse avergonzada o molesta solo porque la hubiera descubierto. Aun así, su excusa le pareció bastante graciosa, y no pudo evitar sonreír, inclinándose para dejar un casto beso en su mano, suave y fugaz, antes de erguirse. Pero no la soltó, ni mucho menos. En realidad, tiró ligeramente de ella, con toda la intención de llevarla hacia la pista de baile mientras conversaban. No era muy cortés rechazar a un hombre que te invita a bailar a menos que a tu marido no le hiciera mucha gracia, y su caso no era ese, por el contrario, debería estar encantada de poder pasar un rato con hombres solteros. Así eran las ridículas normas de esa época — Mademoiselle Sèdoux, lamento no tener el pelo lo suficientemente reluciente como para que mi invitación le resulte más atractiva. — no pudo evitar bromear, con obvio tono divertido, mientras seguía llevándola hacia la pista, sin dejar de mirarla — Pero espero, al menos, ser un bailarín a la altura de una dama como usted.
Llevó una mano a su cintura, aprovechando que la otra la tenía aun sujeta tras el saludo, y comenzó a pasearla por la pista de baile, uniéndose a los pasos de los demás nobles y ricachones que por allí se pavoneaban con sus exquisitas ropas, siendo él uno de los mismos, pero probablemente de los pocos que, al llegar a casa, dejaría todo ello a un lado y encerrarse en su escueta habitación, con unas prendas tan simples que las usarían los pescadores de París. Pero claro, eso nadie podía saberlo, o su coartada se vería expuesta y podría comenzar a tener problemas.
— Seguramente esté cansada de halagos y palabras hermosas, pero no podría quedarme tranquilo si no le dijera que ese vestido consigue resaltar el color de sus ojos. — era un simple cumplido, como cualquiera que le habría echado otro hombre que hubiera bailado con ella, pero es que la idea era parecer un caballero más, corriente entre todos, sin destacar especialmente. Además, aunque su instinto le estuviera gritando que la sedujera para poder alimentarse, se estaba conteniendo con mucha fuerza para no hacerlo.
— No necesita ponerse a la defensiva. Soy consciente de la difícil edad en la que se encuentra. — intentando darle a entender que el buscar marido, uno que tuviera una buen aposición, era algo más que corriente en su situación. No tenía por qué sentirse avergonzada o molesta solo porque la hubiera descubierto. Aun así, su excusa le pareció bastante graciosa, y no pudo evitar sonreír, inclinándose para dejar un casto beso en su mano, suave y fugaz, antes de erguirse. Pero no la soltó, ni mucho menos. En realidad, tiró ligeramente de ella, con toda la intención de llevarla hacia la pista de baile mientras conversaban. No era muy cortés rechazar a un hombre que te invita a bailar a menos que a tu marido no le hiciera mucha gracia, y su caso no era ese, por el contrario, debería estar encantada de poder pasar un rato con hombres solteros. Así eran las ridículas normas de esa época — Mademoiselle Sèdoux, lamento no tener el pelo lo suficientemente reluciente como para que mi invitación le resulte más atractiva. — no pudo evitar bromear, con obvio tono divertido, mientras seguía llevándola hacia la pista, sin dejar de mirarla — Pero espero, al menos, ser un bailarín a la altura de una dama como usted.
Llevó una mano a su cintura, aprovechando que la otra la tenía aun sujeta tras el saludo, y comenzó a pasearla por la pista de baile, uniéndose a los pasos de los demás nobles y ricachones que por allí se pavoneaban con sus exquisitas ropas, siendo él uno de los mismos, pero probablemente de los pocos que, al llegar a casa, dejaría todo ello a un lado y encerrarse en su escueta habitación, con unas prendas tan simples que las usarían los pescadores de París. Pero claro, eso nadie podía saberlo, o su coartada se vería expuesta y podría comenzar a tener problemas.
— Seguramente esté cansada de halagos y palabras hermosas, pero no podría quedarme tranquilo si no le dijera que ese vestido consigue resaltar el color de sus ojos. — era un simple cumplido, como cualquiera que le habría echado otro hombre que hubiera bailado con ella, pero es que la idea era parecer un caballero más, corriente entre todos, sin destacar especialmente. Además, aunque su instinto le estuviera gritando que la sedujera para poder alimentarse, se estaba conteniendo con mucha fuerza para no hacerlo.
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 11/02/2013
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
¡¿Estaba diciendo que era demasiado mayor?! Cissi se prohibió terminantemente a sí misma ponerse nerviosa porque con el corsé tan apretado si trataba de respirar más rápido se desmayaría en el centro del salón, y una dama no montaba escenas. Solo las mujeres de clase baja que querían llamar la atención creían que ser histriónicas era algo encantador propio del sexo femenino, pero las señoritas de buenos modales se comportaban siempre con discreción. Recordó lo que le decía su aya cuando era más pequeña: "los caballos sudan, los hombres transpiran, las mujeres brillan". Trató de encarar el asunto de su edad con displicencia y una muestra de que podía tener buen humor dedicándole a Yannick una deslumbrante sonrisa. - ¿De veras? ¿Como cuántos años creéis que tengo, monsieur? - Al menos sabía cómo presentarse con corrección, el beso que dejó caer sobre el dorso de su mano no fue ni demasiado largo ni demasiado corto.
Por mal que le pesara aquel hombre la confundía y la intrigaba un poco. En primer lugar no sabía quién era pese a conocer ya su nombre y apellido, y eso la frustraba porque sin duda se trataba de alguien de más o menos su posición. Las familias influyentes de París, y más aún aquellas con miembros jóvenes y solteros, se conocían todas entre sí al menos de oídas porque les convenía. Tal vez el señor Leblanc estuviera casado y su mujer no hubiese acudido a la cena por hallarse delicada de salud. Sí, esa podía ser una explicación, después de todo Cissi no se molestaba mucho en enterarse de cómo se llamaban los hombres casados de Francia. ¿Para qué? Esos no le interesaban.
Ya se proponía comenzar a escandalizarse de que Yannick no le soltara la mano cuando oyó su invitación, que a su pesar la hizo reír de verdad. - Tampoco está tan mal vuestro cabello. - Le concedió, fijándose mejor en él mientras avanzaba hacia el centro del salón. No tenía el cuerpo ni el volumen que le habían llamado la atención del sobrino del marqués, pero el pelo liso y brillante también era signo de buena salud. Ella llevaba un moño como dictaba la moda de la época, aunque no era demasiado alto ni tampoco con postizos de peluca porque no le gustaban, pero si se lo soltara cualquiera podría atestiguar que le caía lacio a ambos lados de la cara. Así no era un estorbo para bailar, campo en el que la hija de los Sèdoux se destacaba maravillosamente como pronto el inquisidor podría comprobar. - Lo sé. - Contestó sin falsa modestia. - Por eso lo escogí. Y ninguna mujer se cansa nunca de que le digan esas cosas.
Aquel caballero era un poco indiscreto y osado pero no cabía duda acerca de su condición, y ahora la muchacha tenía interés por conocer su historia, mas no sería de buena educación interrogarle directamente y tampoco quería pecar de entrometida. Llegados a aquel punto Cissi sabía que con cualquier otro hombre se pondría nerviosa por parecer interesante, ya que era consciente de que su conversación no era exactamente la brillante luz que hacía que las polillas se sintieran atraídas. Su mejor baza era su aspecto, sabía que no estaba mal, pero no se consideraba inteligente. Sin embargo Leblanc estaba casado - eso creía ella sinceramente - y por tanto no lo tenía que impresionar. Sentía la libertad de poder hacer y decir lo que le apeteciera. - Así que se ve con sus criadas... - Musitó cuando pasaron danzando cerca del sobrino del marqués. - No es que me importe, naturalmente, pero me parece un falta de decoro y de honradez. Hoy en día nadie respeta ya las formas.
Por mal que le pesara aquel hombre la confundía y la intrigaba un poco. En primer lugar no sabía quién era pese a conocer ya su nombre y apellido, y eso la frustraba porque sin duda se trataba de alguien de más o menos su posición. Las familias influyentes de París, y más aún aquellas con miembros jóvenes y solteros, se conocían todas entre sí al menos de oídas porque les convenía. Tal vez el señor Leblanc estuviera casado y su mujer no hubiese acudido a la cena por hallarse delicada de salud. Sí, esa podía ser una explicación, después de todo Cissi no se molestaba mucho en enterarse de cómo se llamaban los hombres casados de Francia. ¿Para qué? Esos no le interesaban.
Ya se proponía comenzar a escandalizarse de que Yannick no le soltara la mano cuando oyó su invitación, que a su pesar la hizo reír de verdad. - Tampoco está tan mal vuestro cabello. - Le concedió, fijándose mejor en él mientras avanzaba hacia el centro del salón. No tenía el cuerpo ni el volumen que le habían llamado la atención del sobrino del marqués, pero el pelo liso y brillante también era signo de buena salud. Ella llevaba un moño como dictaba la moda de la época, aunque no era demasiado alto ni tampoco con postizos de peluca porque no le gustaban, pero si se lo soltara cualquiera podría atestiguar que le caía lacio a ambos lados de la cara. Así no era un estorbo para bailar, campo en el que la hija de los Sèdoux se destacaba maravillosamente como pronto el inquisidor podría comprobar. - Lo sé. - Contestó sin falsa modestia. - Por eso lo escogí. Y ninguna mujer se cansa nunca de que le digan esas cosas.
Aquel caballero era un poco indiscreto y osado pero no cabía duda acerca de su condición, y ahora la muchacha tenía interés por conocer su historia, mas no sería de buena educación interrogarle directamente y tampoco quería pecar de entrometida. Llegados a aquel punto Cissi sabía que con cualquier otro hombre se pondría nerviosa por parecer interesante, ya que era consciente de que su conversación no era exactamente la brillante luz que hacía que las polillas se sintieran atraídas. Su mejor baza era su aspecto, sabía que no estaba mal, pero no se consideraba inteligente. Sin embargo Leblanc estaba casado - eso creía ella sinceramente - y por tanto no lo tenía que impresionar. Sentía la libertad de poder hacer y decir lo que le apeteciera. - Así que se ve con sus criadas... - Musitó cuando pasaron danzando cerca del sobrino del marqués. - No es que me importe, naturalmente, pero me parece un falta de decoro y de honradez. Hoy en día nadie respeta ya las formas.
Erwan Sèdoux- Licántropo Clase Baja
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Algo le decía que entablar una conversación con aquella muchacha iba a ser complicado. A pesar de que seguramente ya tendría una edad de mujer propiamente dicho, la mentalidad de una soltera siempre era mucho más infantil que la de una mujer casada, que ha tenido que salir de su casa y enfrentarse a la nueva vida, a criar niños y a otro tipo de situaciones. Se mirase por donde se mirase, era totalmente diferente, y ahí mismo se notaba, en la actitud que tenía ella, porque aunque tratara de disimularlo, Yannick era capaz de ver en su aura los diferentes estados de ánimo que todo lo que le decía le estaba causando. Ante la pregunta de la edad no pudo más que alzar una ceja, tal vez no le había entendido.
— Pues tal vez rondéis la veintena. ¿Y me diréis que no es difícil? Edad de buscar esposo, uno que esté a la altura de las expectativas paternas y las vuestras propias. Aunque dudo que algún varón os rechazara.— comentó, negando con la cabeza. Las mujeres siempre se preocupaban por eso, por tener que cortejarlos y ser capaces de agradar al elegido, ellos sin embargo solo se preocupaban de que el matrimonio fuera un buen negocio y les daba igual hacer felices a sus mujeres. Pocos eran los que escapaban de esta generalización, tal vez el vampiro era uno de ellos, simplemente porque había vivido tiempo suficiente como para poder apreciar otro tipo de cosas en el día a día.
Las bromas sobre el cabello parecieron relajarla, eso estaba bien, porque no quería estar con una mujer incómoda y que lo hacía todo de forma forzada, aunque por suerte no parecía ser el caso, pues poco a poco bajó un tanto la guardia, y el baile se hizo bastante ameno. Tenía mucha habilidad aquella chica, y era innegable que el inquisidor lo estaba disfrutando, llevándola de un lado a otro, aspirando su aroma, sin perder la suave y educada sonrisa.
— En cierto modo es una falta de respeto, ya que no es lógico que decida rodearse de mujeres del servicio pudiendo elegir una esposa de las maravillosas solteras que quedan en París. — le dedicó una mirada que decía claramente que a ella la consideraba una de esas. No podía evitar divertirse un tanto jugando con su condición — Aunque es cierto que son muchos los secretos que esconden los hombres de la ciudad. Aquí se dedican a bailar y conversar, pero luego en sus casas tienen aficiones que nadie podría considerar frecuentes, asisten a tabernas de mala muerte, se dejan su dinero en cortesanas y burdeles o cualquier otro tipo de información vergonzosa. — entrecerró los ojos un instante, antes de volver a clavarlos en ella — Por desgracia la infidelidad a las mujeres es una realidad prácticamente presente en la mayor parte de los matrimonios. Aunque a mi me resulta triste y un sin sentido. — se tomó la libertad de inclinarse ligeramente hacia ella, para poder susurrar, muy cerca de su oído — Tal vez porque soy de los pocos románticos que quedan que aun desea elegir a su esposa en base a sus sentimientos y no a su patrimonio. — se apartó para poder hacerla girar sobre si misma, dando una pequeña vuelta antes de tenerla de nuevo frente a frente, mirándola a los ojos — ¿Y usted, mi señora? ¿Es una romántica o una mujer fiel a su época?
Era más que obvio a cualquiera que hubiera podido escuchar su conversación, ver la forma en que la miraba y hasta su tono de voz, que estaba siendo sugerente. Puede que ni siquiera lo hiciera con el propósito de intentar algo, pero ella olía tan bien que despertaba su apetito, y como mejor caza un vampiro es seduciendo a su presa, así que hacerlo era algo casi innato en el inquisidor. Inconscientemente estaba intentando darle caza.
— Pues tal vez rondéis la veintena. ¿Y me diréis que no es difícil? Edad de buscar esposo, uno que esté a la altura de las expectativas paternas y las vuestras propias. Aunque dudo que algún varón os rechazara.— comentó, negando con la cabeza. Las mujeres siempre se preocupaban por eso, por tener que cortejarlos y ser capaces de agradar al elegido, ellos sin embargo solo se preocupaban de que el matrimonio fuera un buen negocio y les daba igual hacer felices a sus mujeres. Pocos eran los que escapaban de esta generalización, tal vez el vampiro era uno de ellos, simplemente porque había vivido tiempo suficiente como para poder apreciar otro tipo de cosas en el día a día.
Las bromas sobre el cabello parecieron relajarla, eso estaba bien, porque no quería estar con una mujer incómoda y que lo hacía todo de forma forzada, aunque por suerte no parecía ser el caso, pues poco a poco bajó un tanto la guardia, y el baile se hizo bastante ameno. Tenía mucha habilidad aquella chica, y era innegable que el inquisidor lo estaba disfrutando, llevándola de un lado a otro, aspirando su aroma, sin perder la suave y educada sonrisa.
— En cierto modo es una falta de respeto, ya que no es lógico que decida rodearse de mujeres del servicio pudiendo elegir una esposa de las maravillosas solteras que quedan en París. — le dedicó una mirada que decía claramente que a ella la consideraba una de esas. No podía evitar divertirse un tanto jugando con su condición — Aunque es cierto que son muchos los secretos que esconden los hombres de la ciudad. Aquí se dedican a bailar y conversar, pero luego en sus casas tienen aficiones que nadie podría considerar frecuentes, asisten a tabernas de mala muerte, se dejan su dinero en cortesanas y burdeles o cualquier otro tipo de información vergonzosa. — entrecerró los ojos un instante, antes de volver a clavarlos en ella — Por desgracia la infidelidad a las mujeres es una realidad prácticamente presente en la mayor parte de los matrimonios. Aunque a mi me resulta triste y un sin sentido. — se tomó la libertad de inclinarse ligeramente hacia ella, para poder susurrar, muy cerca de su oído — Tal vez porque soy de los pocos románticos que quedan que aun desea elegir a su esposa en base a sus sentimientos y no a su patrimonio. — se apartó para poder hacerla girar sobre si misma, dando una pequeña vuelta antes de tenerla de nuevo frente a frente, mirándola a los ojos — ¿Y usted, mi señora? ¿Es una romántica o una mujer fiel a su época?
Era más que obvio a cualquiera que hubiera podido escuchar su conversación, ver la forma en que la miraba y hasta su tono de voz, que estaba siendo sugerente. Puede que ni siquiera lo hiciera con el propósito de intentar algo, pero ella olía tan bien que despertaba su apetito, y como mejor caza un vampiro es seduciendo a su presa, así que hacerlo era algo casi innato en el inquisidor. Inconscientemente estaba intentando darle caza.
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Suspiró con cierto dramatismo, ahí Yannick había dado en el blanco, la vida de una soltera cotizada era tan difícil... - No se trata de rechazar. - Puntualizó mientras se dejaba llevar, contenta de haber encontrado un buen compañero de baile de esos que escaseaban tanto últimamente porque los hombres apenas sabían llevar el ritmo con los pies. - Sino de que las damas no podemos ni debemos demostrar nuestro interés abiertamente. ¿Sabéis lo complicado que resulta tomarse todo el trabajo de buscar a alguien que sea apropiado para después tener que convencerlo de que nos pretenda? - Era todo como un juego de gestos y miradas, y tal vez un pañuelo como prenda y un par de cartas que iban y venían... un juego al que Cissi había jugado encantada hasta que se había empezado a cansar.
Casi podía decirse que monsieur Leblanc se consideraba una de sus amigas, hablándole de ese modo sobre los secretos que escondían los miembros de su propio sexo como si no le importara ser un traidor entre sus filas. Desde luego ella estaba disfrutando de la conversación y no podía negarse que él tenía unos bellos ojos claros, ¿qué más se podía pedir? - Exacto, es una ofensa. - Era frustrante esmerarse tanto para ser una muchacha de buena reputación y que luego los varones prefirieran a las frescas. Se escandalizó al oír la palabra burdel dicha tan resueltamente en un lugar como aquel. - ¡Tabernas y cortesanas! - Susurró como si acabase de entrar en el salón una serpiente venenosa. - Oh, por todos los cielos, ¿pero qué clase de educación reciben hoy en día los jóvenes? Es intolerable. - Muchos mancebos creían que estaba en su naturaleza ser crueles con las féminas que los amaban, y así encontraban la excusa perfecta para hacerles desaires, ignorarlas, flirtear con las criadas sin mesura delante de ellas y despreciarlas como si fueran inútiles. Cissi no quería encontrar un marido así, quería uno que la adorara y para quien siguiera siendo bella cuando ya no fuese joven. ¿Pero existía ese hombre? Resultaba complicado creerlo, y más al ver a todas las demás chicas que había en aquella velada. Si el perfecto caballero estuviese allí sería muy poco probable que de entre todas la escogiera a ella. - Vuestra esposa es afortunada. - Le respondió, demasiado absorta en sus tristes pensamientos de soledad como para percatarse de que por un momento Yannick se había saltado el decoro del protocolo para acercarse a su oído a susurrarle directamente en él.
Estaba en un momento de su vida en el que la respuesta a esa pregunta que le formuló no le saltaba a los labios con tanta prontitud como lo habría hecho un par de años atrás, pero seguía siendo fiel a sus creencias. - ¿Es que ambas cosas no pueden ir de la mano, monsieur? - Giró sobre su eje cuando su compañero de baile alzó el brazo para dirigirla en la pirueta. - Creo que un matrimonio debe ser como un buen vals. - Ideó de pronto, animada por las parejas que danzaban a su alrededor. - Hace falta técnica para ejecutar los pasos y tesón para sacar adelante los más difíciles, pero esos son también los más hermosos. El caballero es quien dirige a la mujer, pues así debe de ser, pero es ella quien secretamente le da permiso para llevarla. Cuando una pareja está unida el baile sale mejor. - Cissi nunca se cansaría de bailar, era muy entretenido. - Hay grandes mujeres poderosas que nunca han contraído matrimonio, pero a mí me asusta estar sola. A mi edad todas las chicas sueñan con formar una familia.
Casi podía decirse que monsieur Leblanc se consideraba una de sus amigas, hablándole de ese modo sobre los secretos que escondían los miembros de su propio sexo como si no le importara ser un traidor entre sus filas. Desde luego ella estaba disfrutando de la conversación y no podía negarse que él tenía unos bellos ojos claros, ¿qué más se podía pedir? - Exacto, es una ofensa. - Era frustrante esmerarse tanto para ser una muchacha de buena reputación y que luego los varones prefirieran a las frescas. Se escandalizó al oír la palabra burdel dicha tan resueltamente en un lugar como aquel. - ¡Tabernas y cortesanas! - Susurró como si acabase de entrar en el salón una serpiente venenosa. - Oh, por todos los cielos, ¿pero qué clase de educación reciben hoy en día los jóvenes? Es intolerable. - Muchos mancebos creían que estaba en su naturaleza ser crueles con las féminas que los amaban, y así encontraban la excusa perfecta para hacerles desaires, ignorarlas, flirtear con las criadas sin mesura delante de ellas y despreciarlas como si fueran inútiles. Cissi no quería encontrar un marido así, quería uno que la adorara y para quien siguiera siendo bella cuando ya no fuese joven. ¿Pero existía ese hombre? Resultaba complicado creerlo, y más al ver a todas las demás chicas que había en aquella velada. Si el perfecto caballero estuviese allí sería muy poco probable que de entre todas la escogiera a ella. - Vuestra esposa es afortunada. - Le respondió, demasiado absorta en sus tristes pensamientos de soledad como para percatarse de que por un momento Yannick se había saltado el decoro del protocolo para acercarse a su oído a susurrarle directamente en él.
Estaba en un momento de su vida en el que la respuesta a esa pregunta que le formuló no le saltaba a los labios con tanta prontitud como lo habría hecho un par de años atrás, pero seguía siendo fiel a sus creencias. - ¿Es que ambas cosas no pueden ir de la mano, monsieur? - Giró sobre su eje cuando su compañero de baile alzó el brazo para dirigirla en la pirueta. - Creo que un matrimonio debe ser como un buen vals. - Ideó de pronto, animada por las parejas que danzaban a su alrededor. - Hace falta técnica para ejecutar los pasos y tesón para sacar adelante los más difíciles, pero esos son también los más hermosos. El caballero es quien dirige a la mujer, pues así debe de ser, pero es ella quien secretamente le da permiso para llevarla. Cuando una pareja está unida el baile sale mejor. - Cissi nunca se cansaría de bailar, era muy entretenido. - Hay grandes mujeres poderosas que nunca han contraído matrimonio, pero a mí me asusta estar sola. A mi edad todas las chicas sueñan con formar una familia.
Erwan Sèdoux- Licántropo Clase Baja
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Probablemente de toda aquella conversación, lo que más llamó la atención del hombre fue la palabra "esposa". Al parecer ella no tenía la mente puesta en el mismo punto que él, porque si lo daba por casado y escuchando cómo hablaba sobre las cortesanas, realmente dudaba que se diera cuenta de que estaba siendo, de algún modo, cortejada por un soltero. En un principio decidió no responder, porque tal vez si lo hacía ella dejaría de hablar con la comodidad con la que parecía hacerlo en ese momento.
Las damas solteras siempre debían medir cada palabra, cada movimiento y cada respiración para poder resultar un buen partido y atraer al tipo de hombres que les interesaban, así que era más fácil ver cómo eran realmente si se encontraban frente a personas que no consideraban dentro de su lista, como en ese caso parecía serlo él mismo. Solo se dibujó una muy leve sonrisa en sus labios.
— Podrían, y sería lo perfecto, pero rara vez se da el caso. Son incontables los matirmonios de personas que no se aman, que ni tan siquiera se respetan o con el paso de los años se soportan. Ellas desean ser viudas y poder disfrutar del dinero que dejan sus esposos. Ellos simplemente no esperan a ser viudos y se lo gastan en otras mujeres. Es un juego oculto pero conocido por todos, es la época que nos ha tocado y la sociedad en la que vivimos, nos guste o no. — y a él precisamente no le gustaba. El inquisidor había amado, lo había hecho con el alma, el corazón y el cuerpo, aunque de eso hiciera tantísimos siglos y hubiera sido castigado por Dios al equivocarse de mujer, pero no podía negar que sus sentimientos, a pesar de ser pecaminosos, habían sido sinceros. De ahí que deseara recuperar algo similar, aunque lo viera cada vez más imposible.
Mientras la escuchaba comparar un matrimonio con un baile, no podía dejar de sonreír, agarrándola de las manos para hacer que se girase y quedara de espaldas a él. Estiró los brazos de la mujer a los lados, manteniéndola así mientras daban algunos pasos y asentía a sus palabras, casi pegado por completo a su espalda. Desde allí le era fácil notar como su acompañante atraía las miradas de algunos hombres, aunque resultaran sutiles y puede que a ella se le pasara por alto. Por mucho miedo que dijera tener, dudaba que fuera a quedarse sola mucho tiempo, lo que no tenía tan claro era si su matrimonio le resultaría tan hermoso como ella parecía desear en el fondo.
— Pues no os conforméis con quedaros sola. — la hizo girar de nuevo, para quedar frente a frente. Esta vez colocó ambas manos en sus caderas, saliéndose un poco de la postura acostumbrada de baile y pegándola un poco más a su cuerpo, tampoco tanto como para escandalizarla, pero sí lo suficiente como para que pudiera ponerse nerviosa — Yo tampoco me quiero conformar con la soledad, mi señora Sèdoux. Aunque por el momento sea todo lo que tengo, ya que, al contrario de lo que parece pensar, no estoy casado aun. — hizo un obvio pero sutil hincapié en la última palabra, dejando en cierto modo claro su deseo de terminar contrayendo matirmonio tarde o temprano, o como mínimo encontrando alguien con quién pasar su vida. Los dedos en torno a su cintura se apretaron un poco más para volver a moverse. Sus ojos estaban clavados en los de ella, aunque no tardó en notar cómo un muchacho se les acercaba, con toda la intención de pedir un baile a la chica, obviamente la educación dictaba que tenía que apartarse y dejarlo también bailar con ella — Ha sido un placer, espero que podamos seguir conversando en otro momento, tal vez más tarde. — echó una mirada de reojo al hombre, que no era ni más ni menos que el sobrino del marqués al que ella tanto había echado el ojo un rato atrás. Él simplemente se apartó para darles su baile de intimidad.
Las damas solteras siempre debían medir cada palabra, cada movimiento y cada respiración para poder resultar un buen partido y atraer al tipo de hombres que les interesaban, así que era más fácil ver cómo eran realmente si se encontraban frente a personas que no consideraban dentro de su lista, como en ese caso parecía serlo él mismo. Solo se dibujó una muy leve sonrisa en sus labios.
— Podrían, y sería lo perfecto, pero rara vez se da el caso. Son incontables los matirmonios de personas que no se aman, que ni tan siquiera se respetan o con el paso de los años se soportan. Ellas desean ser viudas y poder disfrutar del dinero que dejan sus esposos. Ellos simplemente no esperan a ser viudos y se lo gastan en otras mujeres. Es un juego oculto pero conocido por todos, es la época que nos ha tocado y la sociedad en la que vivimos, nos guste o no. — y a él precisamente no le gustaba. El inquisidor había amado, lo había hecho con el alma, el corazón y el cuerpo, aunque de eso hiciera tantísimos siglos y hubiera sido castigado por Dios al equivocarse de mujer, pero no podía negar que sus sentimientos, a pesar de ser pecaminosos, habían sido sinceros. De ahí que deseara recuperar algo similar, aunque lo viera cada vez más imposible.
Mientras la escuchaba comparar un matrimonio con un baile, no podía dejar de sonreír, agarrándola de las manos para hacer que se girase y quedara de espaldas a él. Estiró los brazos de la mujer a los lados, manteniéndola así mientras daban algunos pasos y asentía a sus palabras, casi pegado por completo a su espalda. Desde allí le era fácil notar como su acompañante atraía las miradas de algunos hombres, aunque resultaran sutiles y puede que a ella se le pasara por alto. Por mucho miedo que dijera tener, dudaba que fuera a quedarse sola mucho tiempo, lo que no tenía tan claro era si su matrimonio le resultaría tan hermoso como ella parecía desear en el fondo.
— Pues no os conforméis con quedaros sola. — la hizo girar de nuevo, para quedar frente a frente. Esta vez colocó ambas manos en sus caderas, saliéndose un poco de la postura acostumbrada de baile y pegándola un poco más a su cuerpo, tampoco tanto como para escandalizarla, pero sí lo suficiente como para que pudiera ponerse nerviosa — Yo tampoco me quiero conformar con la soledad, mi señora Sèdoux. Aunque por el momento sea todo lo que tengo, ya que, al contrario de lo que parece pensar, no estoy casado aun. — hizo un obvio pero sutil hincapié en la última palabra, dejando en cierto modo claro su deseo de terminar contrayendo matirmonio tarde o temprano, o como mínimo encontrando alguien con quién pasar su vida. Los dedos en torno a su cintura se apretaron un poco más para volver a moverse. Sus ojos estaban clavados en los de ella, aunque no tardó en notar cómo un muchacho se les acercaba, con toda la intención de pedir un baile a la chica, obviamente la educación dictaba que tenía que apartarse y dejarlo también bailar con ella — Ha sido un placer, espero que podamos seguir conversando en otro momento, tal vez más tarde. — echó una mirada de reojo al hombre, que no era ni más ni menos que el sobrino del marqués al que ella tanto había echado el ojo un rato atrás. Él simplemente se apartó para darles su baile de intimidad.
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Cissi sabía que tenía razón, y tal vez por ese motivo - el miedo a sentirse desengañada - había estado retrasando el matrimonio inevitable que de boca para afuera tanto aseguraba desear. Recordó su intento de primer beso que había terminado en bofetada para el pobre hombre que lo había intentado, un caballero que le triplicaba la edad y que había creído ver en sus coqueteos inocentes de adolescente la confirmación de que sus atenciones inequívocas eran bien recibidas. Cada vez que la joven se acordaba de la imagen de aquel bigote acercándose a sus labios no podía evitar estremecerse de asco, suerte que había sido rápida con la mano bien abierta para dejarlo aturdido y aprovechar para escapar. ¿Y si era así siempre? ¿Y si tenía que acabar casándose con alguien que solo le despertara eso: resignación y repulsión? Tal vez entonces agradecería que su esposo se fuera por ahí con otras mujeres y la dejase tranquila. - Mis padres no son así. - Reflexionó en voz alta, sin darse cuenta de que a lo mejor no era lo más correcto ir divulgando la vida privada de su familia en cualquier salón y a cualquier extraño. Pero monsieur Leblanc no podía ser mala persona, solo había que verlo con esa belleza suya tan particular, tan... magnética. Cissi no se había fijado hasta ese momento de lo blanca que era su piel y lo fríos que estaban sus dedos, que empezaba a percibir a través de sus guantes de seda. - Hay matrimonios que son de verdad. - Había empleado ese adjetivo a propósito porque en su opinión cualquier otra forma de casamiento no era más que una mentira, un acuerdo, unos papeles que firmar carentes de sentimiento.
Cuando Yannick cambió el paso para volverla de espaldas ella no se enteró de que otros la miraban, solo tenía la atención puesta en el cuerpo de su compañero tan cerca de su retaguardia. ¿Era eso correcto? Nunca había bailado así con nadie, pero se tranquilizó pensando que seguramente fuesen técnicas modernas que los caballeros de mayor edad no conocían. No le importaba su cercanía, él no olía tan fuerte como los demás señores, además tenía la altura perfecta para ser una pareja excelente y a Cissi le gustaba mucho danzar y dar vueltas y vueltas. Otro giro y de pronto las manos de él en sus caderas, haciendo que el corazón se le pusiera a saltar en el pecho. Seguramente Leblanc notó su expresión de asombro y susto, porque se apartó después de decirle que no estaba casado. ¡No estaba casado! Oh, y ella había estado contándole todas esas tonterías de niña... pero la inundó un secreto placer al saber que no volvería a los brazos de otra esa noche. Había bailado con ella y le había dicho unas cosas muy sensatas sobre las que tenía que pensar, era un hombre tan inteligente... - ¿Cómo? Ah sí, claro. - Pero no se había dado cuenta de que el sobrino del marqués aguardaba hasta que él se hizo notar con un carraspeo. Su cabello ya no le parecía a Cissi tan deslumbrante como antes, y mientras giraba con él por el salón lanzaba miradas de reojo al inquisidor temiendo en cualquier momento que él se marchara.
Cuando la canción terminó se excusó diciendo que estaba cansada y dejó plantado al rico heredero para acercarse con las mejillas encendidas a uno de los camareros, que le sirvió pronto una copa para recuperar las energías. A su alrededor se hizo un corro de damas que discutían encantadas sobre los vestidos de las demás, pero tampoco a la muchacha le interesaban esas cosas en ese instante. El calor de la concurrencia la estaba agobiando un poco y tuvo que salir al balcón a respirar. ¿Y si Yannick tenía razón y era ley de vida que dos personas casadas no pudieran amarse por mucho tiempo? Sus padres se llevaban bien y se respetaban, pero no creía que realmente hubiera habido nunca pasión entre ellos. Se tenían el afecto de la costumbre, pero eso no le bastaría a ella.
Cuando Yannick cambió el paso para volverla de espaldas ella no se enteró de que otros la miraban, solo tenía la atención puesta en el cuerpo de su compañero tan cerca de su retaguardia. ¿Era eso correcto? Nunca había bailado así con nadie, pero se tranquilizó pensando que seguramente fuesen técnicas modernas que los caballeros de mayor edad no conocían. No le importaba su cercanía, él no olía tan fuerte como los demás señores, además tenía la altura perfecta para ser una pareja excelente y a Cissi le gustaba mucho danzar y dar vueltas y vueltas. Otro giro y de pronto las manos de él en sus caderas, haciendo que el corazón se le pusiera a saltar en el pecho. Seguramente Leblanc notó su expresión de asombro y susto, porque se apartó después de decirle que no estaba casado. ¡No estaba casado! Oh, y ella había estado contándole todas esas tonterías de niña... pero la inundó un secreto placer al saber que no volvería a los brazos de otra esa noche. Había bailado con ella y le había dicho unas cosas muy sensatas sobre las que tenía que pensar, era un hombre tan inteligente... - ¿Cómo? Ah sí, claro. - Pero no se había dado cuenta de que el sobrino del marqués aguardaba hasta que él se hizo notar con un carraspeo. Su cabello ya no le parecía a Cissi tan deslumbrante como antes, y mientras giraba con él por el salón lanzaba miradas de reojo al inquisidor temiendo en cualquier momento que él se marchara.
Cuando la canción terminó se excusó diciendo que estaba cansada y dejó plantado al rico heredero para acercarse con las mejillas encendidas a uno de los camareros, que le sirvió pronto una copa para recuperar las energías. A su alrededor se hizo un corro de damas que discutían encantadas sobre los vestidos de las demás, pero tampoco a la muchacha le interesaban esas cosas en ese instante. El calor de la concurrencia la estaba agobiando un poco y tuvo que salir al balcón a respirar. ¿Y si Yannick tenía razón y era ley de vida que dos personas casadas no pudieran amarse por mucho tiempo? Sus padres se llevaban bien y se respetaban, pero no creía que realmente hubiera habido nunca pasión entre ellos. Se tenían el afecto de la costumbre, pero eso no le bastaría a ella.
Erwan Sèdoux- Licántropo Clase Baja
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Si deseas algo déjalo ir. Si vuelve, es que era para ti.
Algo así había escuchado tiempo atrás, y más o menos era lo que estaba ocurriendo allí. Deseaba a aquella mujer, tal vez de un modo diferente al propio deseo sexual o algo así, era más una cuestión profunda. Su olor, su piel, su temperamento, llamaban su atención de una forma que no podía explicar, y quería resultarle igualmente interesante. Pero tampoco obligarla a su compañía. Podría decirse que al principio sabía de sobra que el interés de ella estaba puesto en otra persona, que probablemente tener que pasar el rato con él sería una molestia, pero también confiaba en sus propias habilidades para cortejar a las mujeres, que para el caso servirían igual.
Dejar que bailara con el joven que había sido su objetivo era una forma de comprobar qué tanto interés podía haber generado en la mujer, y este le quedó claro cuando notó sus miradas de reojo, ya uqe él también se estaba fijando. Le fue imposible contener una sonrisa, que su interlocutor en ese momento, un hombre bastante mayor que le estaba hablando sobre sus negocios, no comprendió. Se disculpó y le siguió un poco más la conversación hasta que la vio alejarse y salir al balcón, en ese momento se excusó y salió fuera, caminando con paso lento y quedándose unos segundos apartado, solo observándola. Dios cómo deseaba probar su sangre, pero por su señor que no iba a caer en tal tentación.
— Tal vez...— murmuró, como una obvia manera de llamar su atención y no alarmarla, acercándose a su posición con pasos lentos —...pueda sonar machista o egocéntrico para mi género, pero siempre he pensado que cuando una mujer se aparta de todos para ir a un balcón, de alguna forma incosnciente busca que alguien la acompañe. — aseguró, llegando a su lado y mirándola, con una ligera sonrisa burlona en el rostro — ¿Tal vez deseaba que su joven acompañante la siguiera para ver las estrellas, mi estimada señora?
Su tono dejaba en claro que solo trataba de bromear, una nueva forma de sacarle conversación. Podía ver por el color de sus mejillas y de su propia aura que estaba un poco agobiada, puede que tanto bailar y el apretado corpiño estuvieran haciéndole sentir mal, así que tampoco la incordiaría mucho. Ya había vivido el caso, años atrás, de una mujer que se desamyó en su presencia a causa de lo muchísimo que se había apretado la ropa, en un intento por resultar aun más llamativa. Ni qué decir tiene que Yannick no era partidario de estar bella a causa del sufrimiento, pero las modas eran lo que eran y no podían evitarse.
— ¿Se encuentra bien? — preguntó finalmente, con un tono algo más serio, para que supiera que no había ido allí solo con ganas de moelstarla, que también había algo de preocupación por su estado. Aunque debía reconocer que sus mejillas de color carmesí se veían mucho más atractivas.
Última edición por Yannick Leblanc el Jue Feb 27, 2014 5:34 am, editado 1 vez
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Se alegró de que fuera Leblanc y no otro quien saliera tras ella al balcón a interesarse por su salud, pero seguía sin gustarle nada en absoluto que aquel hombre lo tuviera tan fácil para descifrar todo lo que pensaba y todas las tretas que tramaba. Una mujer tenía que defender su derecho a ser misteriosa y a jugar con los caballeros, o eso le habían enseñado toda la vida. No veía para qué le iban a servir los signos del abanico si luego existían varones como aquel que tenían una mirada a prueba de farsas, que hallaba la verdad en sus pensamientos antes incluso de que la propia Cissi les diera forma. Sus mejillas enrojecieron aún más, pero adoptó de nuevo ese gesto de niña enfadada que denotaba que pese a todas sus ínfulas seguía siendo muy joven. - Claro que no, he salido a tomar el aire. - Giró el rostro hacia los jardines para que él no siguiera indagando. Sabía que no era posible pero juraría que si le devolvía la mirada más de cinco segundos luego no podría mentirle más. - ¿Qué acompañante? - Esta vez no tuvo que fingir sorpresa, pues realmente le tomó un instante acordarse del sobrino del marqués. - Oh, ya. No tiene mucha conversación. - Suspiró. - Se le va toda la energía en mantener ese estupendo cabello. - Apoyó los codos en la barandilla de piedra, que le venía a la altura justa, y reposó su mentón en las manos enguantadas.
- Sí, muy bien. Hacía calor en el salón. - Ya que Leblanc había hablado de estrellas la muchacha alzó los ojos al cielo, encontrando un bello espectáculo de luces fijas en la oscuridad. - Qué hermosas. ¿Creéis que es cierto que conceden deseos? - Solo la más brillante de todas, aunque aquella noche todas parecían competir por ese papel. Cissi sabía que no sería bueno para su reputación que estuviera mucho rato sola con un hombre en el balcón, pero por una vez le importaba bien poco eso. Había estado veintidós años cumpliendo todas las normas y era la primera ocasión en su vida en la que le apetecía quebrantarlas. - Yo creo que con la luna llena salen a cazar los hombres lobo. - Comentó, excitada con tan terrible idea.
- Sí, muy bien. Hacía calor en el salón. - Ya que Leblanc había hablado de estrellas la muchacha alzó los ojos al cielo, encontrando un bello espectáculo de luces fijas en la oscuridad. - Qué hermosas. ¿Creéis que es cierto que conceden deseos? - Solo la más brillante de todas, aunque aquella noche todas parecían competir por ese papel. Cissi sabía que no sería bueno para su reputación que estuviera mucho rato sola con un hombre en el balcón, pero por una vez le importaba bien poco eso. Había estado veintidós años cumpliendo todas las normas y era la primera ocasión en su vida en la que le apetecía quebrantarlas. - Yo creo que con la luna llena salen a cazar los hombres lobo. - Comentó, excitada con tan terrible idea.
Erwan Sèdoux- Licántropo Clase Baja
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Re: Planes de futuro (priv. Yannick)
Le resultaba gracioso que siguiera haciendo mención al cabello de aquel hombre. En realidad, para él no era algo tan importante, aunque ahora se lo había tomado como lo que creía que era, un comentario jocoso y bastante divertido. Miró hacia el cielo al ver que se refería a las estrellas. Nunca se había parado a pensar en si algo así concedería deseos, ¿pero por qué no? Él era un vampiro viejísimo y para otros podía ser un cuento de hadas, lo de las estrellas era lo mismo a fin de cuentas.
— No lo sé, pero podemos hacer la prueba. — cerró los ojos e inspiró profundamente, haciendo gesto de concentración durante un par de segundos antes de volver a abrirlos y mirarla, sonriendo con suavidad — Os diré al final de la noche si las estrellas realmente los conceden o no. Mientras tanto, podemos seguir creyendo que es posible.
Se giró un poco más hacia el balcón, apoyando las manos en el muro que este tenía y mirando ahora hacia abajo, hacia los jardines y lo oscuros que parecían desde ahí. Aunque el cielo estaba bastante iluminado como para que se entrevieran muchas cosas, seguía siendo poca luz, especialmente a ojos humanos. Estaba metido en ese tipo de pensamientos peligrosos sobre las cosas que se podían hacer en tales circunstancias cuando la frase de la chica lo descolocó completamente. Se quedó unos segundos en silencio, pensativo, tratando de recuperar la compostura para que no se notara que era un tema escabroso.
— ¿Cree que existen tales monstruos, mi señora? — alzó una ceja, girando finalmente el rostro hacia ella, clavándolos por un segundo en su cuello, en su pulso, pero parpadeando rápidamente para dejar eso de lado y volver a ver su cara, sus ojos, las cosas normales que todo hombre miraría — ¿No piensa que Dios nos protegería de esas criaturas de la noche? A fin de cuentas, no nos dejaría caer ante ellos en una simple luna llena. — volvió a sonreír, girando también el cuerpo hacia la otra persona — Aunque debo reconocer que no parece muy preocupada o asustada al respecto. — tal vez era una de esas mujeres que soñaban con criaturas de la noche como si fueran algo fascinante, sin conocer la verdad sobre las bestias que se escondían en la oscuridad. Una bestia como lo era él mismo.
Off: No tengo perdón por la demora, intentaré que no vuelva a pasar u.u
— No lo sé, pero podemos hacer la prueba. — cerró los ojos e inspiró profundamente, haciendo gesto de concentración durante un par de segundos antes de volver a abrirlos y mirarla, sonriendo con suavidad — Os diré al final de la noche si las estrellas realmente los conceden o no. Mientras tanto, podemos seguir creyendo que es posible.
Se giró un poco más hacia el balcón, apoyando las manos en el muro que este tenía y mirando ahora hacia abajo, hacia los jardines y lo oscuros que parecían desde ahí. Aunque el cielo estaba bastante iluminado como para que se entrevieran muchas cosas, seguía siendo poca luz, especialmente a ojos humanos. Estaba metido en ese tipo de pensamientos peligrosos sobre las cosas que se podían hacer en tales circunstancias cuando la frase de la chica lo descolocó completamente. Se quedó unos segundos en silencio, pensativo, tratando de recuperar la compostura para que no se notara que era un tema escabroso.
— ¿Cree que existen tales monstruos, mi señora? — alzó una ceja, girando finalmente el rostro hacia ella, clavándolos por un segundo en su cuello, en su pulso, pero parpadeando rápidamente para dejar eso de lado y volver a ver su cara, sus ojos, las cosas normales que todo hombre miraría — ¿No piensa que Dios nos protegería de esas criaturas de la noche? A fin de cuentas, no nos dejaría caer ante ellos en una simple luna llena. — volvió a sonreír, girando también el cuerpo hacia la otra persona — Aunque debo reconocer que no parece muy preocupada o asustada al respecto. — tal vez era una de esas mujeres que soñaban con criaturas de la noche como si fueran algo fascinante, sin conocer la verdad sobre las bestias que se escondían en la oscuridad. Una bestia como lo era él mismo.
Off: No tengo perdón por la demora, intentaré que no vuelva a pasar u.u
Yannick Dómine- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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