Encuentros animados (Aria DeLarge)

¡Excursión, excursión! Parecía un niño pequeño ilusionado con irse a jugar a la calle. Pocos días me levantaba de buen humor y tenía que aprovecharlo. Aparte hacía un día estupendo y justo el anterior había realizado un par de retratos para una familia adinerada que quería decorar la sala mayor o comedor y me habían dado un buen pellizco por mi trabajo. Así que ese día me lo tomaría sabático, ¡me lo merecía!

Recogí un poco el ático, y cogí solo lo imprescindible: algo de ropa abrigada y comida para el camino. Al menos eso me vendría bien hasta llegar al lugar deseado.
Eché un último vistazo a mi casa-estudio y salí cerrando la puerta, como siempre. Estaba tan impaciente por salir a la naturaleza que iba bajando las escaleras saltando los escalones de tres en tres. Salí a la calle y me dirigí a mi destino.

Caminé y caminé hasta dejar atrás todo el barullo de las calles y el gentío, llegando a la zona arbolada y espesa, donde me detuve a comer un poco de fruta que llevaba conmigo para reponer un poco de fuerzas. Tras haber comido, me dispuse a quitarme la ropa, dejándola bien escondida donde siempre acostumbrara a hacerlo, entre las gruesas raíces del árbol. Cerciorándome de que nadie podía verme, comencé mi transformación, dejando que mi alter zorruno tuviera por completo el control de mi ser, para ello vislumbré en mi mente la imagen del zorro rojo, adoptando así su semejante.

Miré hacia el suelo, ya mucho más cerca  debido a mi reducido tamaño y luego mis patas y pezuñas. Me estiré colocando la parte trasera en alto y abriendo bien las garras, un bostezo se me escapó, hacía tanto que no disfrutaba de mi preciado aspecto… Sonreí para mis adentros y comencé a caminar, moviendo las orejas para detectar cada sonido proveniente del bosque. Meneaba la cola a cada paso, cuando me ví con la energía suficiente, comencé a corretear y olisquear por la zona en busca de algo interesante. Corría y corría medio trepando por los árboles y espesa vegetación, ejerciendo elegantemente mi agilidad. ¿Encontraría algo interesante en mi intrusión en la espesura del pantano? Quién sabe, de momento me detuve frente al agua, admirando mi aspecto, ladeando la cabeza a la vez que me sentaba sobre mis cuartos traseros, rodeándome con la cola y meneándola suavemente.

Las seis de la mañana... abrí los ojos y me desperezé, miré a mi alrededor observando la fría habitación de la pensión en la que me alojaba durante mi visita a París. "¿Qué voy a hacer? es demasiado pronto y lo más probable es que no logre reconciliar el sueño" me dije a mi misma. Miré por la ventana, un bonito día estaba comenzando, frío, como correspondía a la estación, pero prometía. Me levanté de la cama y busqué un quehacer durante el transcurso de las horas, "hace mucho que no libero mi parte salvaje" pensé, lo cierto es que comenzaba a sentirme atrapada, ¡Qué horror! no había nada que me horrorizara más que apalancarme... bueno, enamorarme tampoco era plato de buen gusto así que le era esquiva al amor. "Decidido, saldré a pasear por la naturaleza" pensé mientras rebuscaba entre los cajones.

Cogí algo de abrigo o me congelaría, me cambié de ropa y salí de la habitación cerrando la puerta al salir, caminé sigilosamente por el pasillo, no era mi intención causar ninguna molestia, bajé las escaleras apresuradamente y en silencio, abandoné la pensión sin causar el más mínimo ruido para de esta forma no molestar. Una vez fuera del recinto cogí una buena bocanada del frío aire de la mañana, apenas estaba comenzando a salir el Sol, caminé por las solitarias calles alumbradas por la tenue luz del Sol que parecía dar los buenos días. Soltaba bocanadas de aire que parecían humo, ya que adoraba hacer eso siempre que habían bajas temperaturas. Seguí andando hasta llegar a una zona de bosque pero no quería pararme allí, decidí seguir andando para así alejarme aún más de la francesa ciudad de París. Había caminado durante horas, pero habían parecido minutos. Llegué a una zona en la que el ambiente estaba cargado de humedad, seguí andando hasta dar con un pantano. Miré a mis espaldas, ya ni si quiera se vislumbraba la ciudad, así que aquella era una zona segura para poder tomar forma felina y conectar con la naturaleza "¿tigre, puma o leopardo de las nieves?" me pregunté a mí misma... entonces me decidí por un pelaje suave, blanco y con motas opacas y un largo y peludo rabo ¡Leopardo de las nieves! entonces me quité la ropa y la escondí.

Inmediatamente tomé la forma felina que buscaba, saqué mis garras y las miré, moví el largo rabo con suavidad y solté un pequeño rugido. Correteé un poco por la zona y me subí a un árbol, caminé por una ancha rama que se alzaba sobre el pantano y dejé caer el rabo de manera que este rozó el agua y lo removió. Entonces vi como un zorro se paraba frente al agua, al parecer este no me había visto así que me levanté y me estiré con la intención de sorprenderlo, pero me resbalé cayendo al agua -ñaaaaaaaaww- solté mientras caía, e inmediatamente salí a la superficie y salí del agua agitando mi empapado y felino cuerpo. "Que frío, que frío que frío aaaah" pensaba mientras me sacudía para secar mi pelaje, el agua estaba muy fría y debido a las bajas temperaturas me estaba enfriando así que me sacudí hasta que logre medio secar mi pelaje, para secarlo un poco más pasé la lengua por la cola hasta que esta quedó completamente seca. Entonces alzó la mirada al zorro.

Me encantaba observar mi reflejo en el agua, ¿podía ser más presumido? Alcé un poco las patas delanteras para acicalarme las orejas, sentado sobre mis cuartos traseros y equilibrándome con la ayuda de mí cola era de lo más sencillo. Tampoco es que me estuviera arreglando para nada especial, ni tenía una cita ni nada por el estilo. Pero ya ves, no podía descuidar mi imagen. Volví a la posición inicial y me agaché lentamente, apoyando por entero mi pecho sobre el mullido terreno pantanoso. Me disponía a cazar -si era posible-, algún pececillo del lugar para tener la comida resuelta, cuando escuché un chasquido de rama sobre mí seguidamente un rugido que hizo ponerme inmediatamente alerta. Guardando mi posición, agucé el oído y olisqueé el ambiente, viendo ante mis ojos, quedando pasmado, como un leopardo blanco de tamaño considerable caía sin remedio al agua del lago del pantano.

No hizo falta que me concentrara demasiado para sentir los pensamientos de dicho animal con voz de hembra en el interior de mi cabeza, escuchaba cada queja y maldición que dejaba escapar debido a la baja temperatura que guardaba aquel agua. Miré tooooda la escena, hasta que la leopardo consiguió salir y medio secarse aunque por sus movimientos podía llegar a la conclusión de que estaba pasando algo de frio.
Le sostuve la mirada cuando se percató de mi y esbocé una sonrisa zorruna en mi interior. Podía sentir que era alguien como yo, un cambiaformas y además mujer y eso me llamaba la atención. Pocas mujeres habían conocido que compartiesen mi condición. ¿Te encuentras bien? Hice resonar en mi cabeza, dejándola abierta para que pudiera leerme la mente. ¿Qué hace un minino como tu en un lugar como este?
Me dispuse a a caminar a lo largo del borde del lago hasta colocarme frente a su posición y volví a sentarme relajadamente sobre las patas traseras, envolviéndome con la cola.

Miré al zorro y este camino hasta ponerse en frente a mi, de repente pude escuchar su voz resonando en mi cabeza, una voz masculina "estás bien?" me preguntó el zorro "si, me encuentro bien, no ha sido más que un resbalón acompañado de un chapuzón, gracias por preocuparte" le respondí mientras una sensación de felicidad invadía mi cuerpo, tan solo por el simple motivo de enterarme de aquel era un cambiaformas, un hombre igual que yo, alguien que me comprendería y no me trataría como un monstruo al enterarse de mi condición, ya que él era igual que yo. Aquel zorro no era un simple animal que habitaba la zona, no, desde lego que no, aquel zorro... aquel zorro era un cambiaformas como yo.

Esto me impresionó muchísimo, es decir hacía tanto que no tenía un encuentro con un ser de mi misma condición. Me levanté y comencé a mover mi peludo rabo con gran tranquilidad y suavidad, me senté frente al animal de puntiagudas orejas mientras continuaba moviendo mi rabo "¿minino?" pensé "bueno, supongo que la minina quería salir a dar un paseo ¿y el perrito? ¿qué hace el perrito por estos lares?" le pregunté. Por un momento cerré mi mente de manera que este no pudiera escuchar lo que estaba pensando "Que extraño encontrarse con un cambiaformas ¿qué hará por aquí? ¿cómo se llamará? o ¿cuál será su historia?" comencé a pensar, estaba realmente intrigada ¡un cambiaformas! en mis diecinueve años de vida tan solo había tenido unos cinco o seis encuentros con gente de mi misma especie y nunca con hombre, incluso comenzaba a creer que no los había, una idea un tanto absurda. Por lo tanto estaba intrigada pero a la vez llena de alegría y emoción al ver que me equivocaba y si los había. "Y dime... ¿de dónde eres?" le pregunté desbloqueando mi mente para poder continuar con la conversación que estábamos manteniendo, lo miraba, era mucho más  pequeño que yo debido a que él era un zorro y yo una leopardo de las nieves de considerable tamaño, así que me tumbe en el suelo para quedar más o menos a su altura, ya que mi rabo, como el de cualquier otro leopardo de las nieves era de gran longitud, así que lo coloqué de manera que casi llegaba a las patas delanteras y meneaba la punta como hace cualquier otro felino cuando se encuentra tranquilo.

Estaba feliz, tranquila y me sentía segura porque el zorro no parecía tener intenciones de atacarme y aunque así fuera mi envergadura era mayor que la suya, pero de cualquier modo, tampoco quería dañarle porque se le veía simpático. En resumen, en ese momento me sentía feliz con la compañía de aquel cambiaformas de largo morro y rojo pelaje. Era muy agradable. Lamí mi pata limpiándola y luego la pasé por mi cabeza limpiándola también, después volví a posar mi pata en el arenoso terreno del pantano y sacaba y metía las garras removiendo la tierra que se encontraba bajo los "cojines" de color negro de mis patas de un color blanco inmaculado. "Por cierto... pelirrojo, mi nombre es Aria Delarge, así que supongo que es todo un placer conocerle" me presenté ante el zorro y tras decirlo una pequeña risa se resonó en mi interior, ya que él no lo sabía, por su puesto porque por ahora tan solo había alcanzado a verme en mi foro de leopardo de las nieves en el que mi pelaje es blanco y con motas blancas, pero en mi forma humana, era pelirroja como le acaba de llamar a él hacían tan solo unos segundos.

Sonreí para mis adentros tras escuchar a la chica-leopardo. Dejé llevarme por el olfato, dejando el morro cerca del suelo y terminé finalmente, por tumbarme completamente sobre el mullido terreno, dejando la cabeza apoyada sobre las patas delanteras.
Según mi instinto zorruno, aquella mujer no presentaba ningún peligro, pues no podía ocultar al olfato que se sentía a gusto en aquella situación. De estar nerviosa o sentirse en peligro seguramente tendría un aire mucho más amenazante.  Dejé escapar una suave carcajada por su comentario, ¿perrito? Bueno, vale, estábamos igualados entonces.

“Salí a darle un poco de libertad a mi instinto animal” hice resonar en mi mente y entrecerré los ojos.  La chica parecía de lo más cómoda y amigable, por lo que intentaría ser un caballero, dentro de lo que mi personalidad zorruna me dejara, por supuesto.
“Uy… vengo de tierras un poco más al norte. Aunque para serte sincero, me instalé en París hace escaso tiempo” Le confesé. "¿Y tú? ¿De dónde vienes?" Iba moviendo las picudas orejas siguiendo los suaves movimientos de la mujer mientras se acicalaba y se colocó frente a mi posición. Rodé hasta colocarme panza arriba, meneando la cola suavemente de un lado para otro y fijando los ojos en los de la chica-leopardo llamada Aria. “Yo soy Kyo, Kyo Vooch” Me presenté. “Encantado de conocerte gatita albina”

Rodé de nuevo hasta colocarme sobre mis patas y me estiré, abriendo las pequeñas fauces en un bostezo y meneando el afilado morro después.  Notaba el estómago un poco vacío, y eso que había comido hace poco la escasa provisión que había traído de casa. “Dime, Aria. ¿Tienes hambre?” Pregunté y comencé a caminar en círculos entorno a ella.

Una sonrisa felina se dibujó en mi interior, cerraba mi mente y pensaba "que agradable zorro... y que adorable" pensé mientras reía en mi interior, era un animal de un gran hermoso aspecto físico, como le correspondía a los zorros. De nuevo abrí mi mente de manera que los pensamientos volvieran a resonar por mi cabeza y él pudiera escucharlos "¿a liberar tu lado salvaje? supongo que esa es la misma razón por la que me adentré yo en este bosque, al igual que tú, supongo, hay ocasiones en las que necesito sacar mi parte para recordar que sigo siendo mitad animal aunque me vea sometida por una sociedad que si se enterase de mi condición me torturaría, bueno... nos torturaría... nos harían cosas horribles como ya le han hecho a muchos de nuestra especie... y seguramente acabarían con nuestras vidas derramando sangre inocente que su único delito ha sido nacer cambiaformas..."  bajé la mirada algo nostálgica mientras le contaba aquel amable zorro.

De nuevo alcé la mirada... porque al fin y al cabo aquello era inevitable y si intentáramos organizar alguna rebelión correríamos la misma suerte que corrieron nuestros semejantes en numerosas ocasiones, intenté pensar en otro tema inmediatamente ya que era muy desagradable para mi pensar en esos oscuros temas por los que mi raza había sufrido durante décadas "¿de muy muy al norte, señor zorro?" le pregunté con cierto rintintín amable en mis palabras "yo vengo de lejos, muy muy lejos... Italia, al igual que tú he llegado a Paris hace bien poco, pero no sé cuanto duraré aquí, pues mi estilo de vida es más de una trotamundos y como hoy estoy aquí, igual mañana estoy de camino a las Indias" le respondí y a la vez le informé de mi método de vida. Observé al zorro revolcándose por la tierra y poniéndose panza arriba cual cachorro que reclama las caricias de su amo, comencé a reír en mi interior con aquella pintoresca imagen del pequeño zorro inquieto. Mientras yo lo observaba tranquilamente y sin moverme del sitio. "Lo mismo digo, es un placer conocerlo, Kyo... señorito zorro" le respondí con amabilidad en mis palabras. El encuentro con un cambiaformas estaba siendo incluso más agradable de lo que antaño había imaginado, en mis encuentros imaginario con gente de mi misma especie, que no eran pocos ellos eran hombres al igual que este por la sencilla razón de que no quería creer que no los hubiera, estos eran agradable pero no tanto como lo estaba siendo el pequeño zorro que tenía frente a mi, y lo cierto es que también me causaba cierta gracia. En ese momento sentí que íbamos a llevarnos bien y no quería que aquella idea cambiase.

El can de rojo pelaje se levantó y se estiró preguntándome si tenía hambre, a lo que le respondí con una rotunda afirmativa, al igual que él, estiré mis largas patas esbozando un pequeño bostezo que apenas permitió mostrar la punta de mis afilados colmillos  y me senté envolviéndome con mi larga cola, esperando a la respuesta del rojo can.

Asentía mientras la muchacha  me abría su mente y dejaba indagar en sus pensamientos. Obviamente eran épocas difíciles para los cambiaformas o cualquier criatura sobrenatural, pues tal como estaba la sociedad, lo distinto o anómalo siempre iba a ser tachado como maligno. Aparte, aunque había gente como nosotros que era ‘buena’ por así decirse, también la había descontrolada y eso no ayudaba a uno a integrarse en la sociedad.

“Me alegra mucho haberme topado con usted, señorita Aria. Es difícil encontrar personas que compartan tu condición y además que estén cuerdas” ladeé la cabeza tras pensar esto último, esperaba no haberla ofendido por llamarla ‘cuerda’, pero vaya, es lo que pensaba.
“He de confesar que no nací así. Fue una bruja o eso creo lo que me dio mi condición de cambiaformas. Una larga historia la verdad" dije y fui moviéndome a su alrededor. “De Suiza para ser más exactos” confesé y fui ladeando la laguna, en busca de algún pescadito que poder capturar para comer. No sabía si a Aria le gustaría el pescado, pero en la forma humana un pescado asado al fuego de una hoguera no tenía comparación.  

Tras divisar un pez lo bastante grande como para llenarme la panza, esperé hasta tenerlo a tiro, y me lancé al agua para capturarlo. Aparecí en la superficie casi inmediatamente después, nadando a ‘perrito’ hasta apoyarme en la orilla con las patas delanteras y dejar el pez que tenía en mis fauces sobre la misma para después salir del agua en un impulso.  “Muy bien, ahí tenemos uno, buscaré otro para tener ambos algo que llevarnos a la boca.  Aria, ¿te gusta el pescado asado?” Poca gente en esta época podía permitirse pescado fresco, pues podías quedarte sin una libra solo ocupando el dinero en comida.

Tenía entendido que a los gatos no les gustaba en exceso el agua, así que no le pregunté a la muchacha si quería hacer los honores. Como caballero que a veces podía llegar a ser, terminé al rato con unos cuantos pescados lo suficientemente abundantes como para comer tranquilos.  “Quizá sea algo extraño esto, pero bueno como bien sabes no puedo transformarme en mi forma humana sin que me veas desnudo” Antes de que pudiera decir nada, añadí “No es por nada, solo para poder hacer un fuego para cocinarlo” Dije entre risas y esperé su respuesta.
En verdad tenía ganas de ver a la muchacha en su forma humana, por ponerle una cara, un rostro, unos ojos a los que mirar que no fueran precisamente un gato gigantesto, que no es que no me gutara, ojo, pero que sería como una presentación completa el poder vernos en ambas formas. Si es que ella estaba de acuerdo. En caso afirmativo tendría que ir corriendo a por la ropa que había dejado escondido en el árbol no muy lejos de allí.