Charla de Hermanos [Resnick]

Una rata saltó de mi mesa de trabajo en el laboratorio que teníamos Charles y yo en el sótano de la mansión, ahí en donde pasabamos horas y horas enteras trabajando y estudiando. -Ven aquí amiguita.- le dije a la rata. Pronto me decidiría por comenzar a hacer mi gárgola. Tenía décadas de estudio sobre el tema y tantos conocimientos técnicos sobre el tema que ya era hora de comenzar a hacerlo. Si me iba a Viena sería lo primero que comenzaría a hacer. Me había metido en el laboratorio después del reencuentro con Nick y Dem, tenía la cabeza llena de tantas cosas y estaba tan confundido que necesitaba estar solo sin nadie que me molestara, sobre todo ella, la pequeña que me había robado todos mis suspiros.

las palabras y las imagenes que había visto en el vestíbulo hacía solo un par de noches venían e iban en mi cabeza una y otra vez sin dejarme de acosar. Tomé a la rata que había saltado, por la cola y la arrojé a su jaula cerrándola de un portazo. Me había puesto a trabajar en un humúnculi que comenzaba a tener forma sobre mi escritorio y solo me faltaban un par de noches más para terminarlo, entregárselo a un tipo que me lo iba a comprar y estaría libre como el viento; lo que había planeado antes de la llegada de mi hermano y Nicollete era irme a buscarlos o a Vienna con los 7 antiguos. Hasta ese momento, tenía la cabeza plagada, que digo plagada, infestada de emociones que no podía controlar, y si salía a la calle seguro sería una masacre para todos.

La noche anterior había escuchado gritos provenientes de estancia de arriba, gritos de Aleera y Demian que peleaban por la habitación y a causa de ello y de mi buen corazón de hermano ahora yo no tenía habitación. En solo unas horas acondicioné una habitación que tenía el baño más grande y me hice una recámara en el baño. Esa era otra de las cosas que me daban vueltas en la cabeza.

Me sentía cansado, muy cansado la eternidad me estaba comenzando a agotar y aún me quedaban muchos siglos por delante. No sabía como Demian se había atrevido a siquiera mencionar que quería tomar el mismo destino que Íkaro, sabía que eso había partido completamente el corazón de Charles, y regresar solo para decirnos que se iba a incinerar, era un acto de completo egoismo. pobre de mi padre. Ah tantas cosas en la cabeza, necesitaba dejar de pensar.

Tomé el humunculi con los guantes de piel que tenía y vertí un veneno que me había costado fabricar durante 3 lunas llenas. El ser se comenzó a mover como gelatina y le salieron unos pseudópodos y una cabeza convirtiéndose en una masa amorfacon forma humanoide. Pensé en que necesitaba un perro y la masa amorfa comenzo a tomar la forma que imaginé aunque iba muy poco a poco. Dejé a mi creación dentro de un terrario en el que solo coloqué un traste con aquel veneno para que lo bebiera y lo tapé para que no escapara. -Quédate ahí pequeñin.- le dije a la criaturita como si me fuera a entender, costumbre que tenía con mis creaciones o cuando estaba solo trabajando en el laboratorio.

Me lavé la manos con aquel antiséptico que Charles había desarrollado especial para nuestra piel, muy corrosivo si algún humano lo tocaba. Me sequé las manos y subí las escaleras hacia la mansión, apagando las luces del laboratorio.

Tenía muchas cosas que platicar con Demian, pero hasta ese momento parecía que él tuvo muchos asuntos que atender porque no me había buscado. Me fuí a tirar al sillón de la estancia esperando que Aleera fuera a molestarme, pero desde que Demian y Nick llegaron había sido muy extraño que dejara de molestarme.

Como si mis pensamientos hubieran sido ordenes para el universo, Demian bajó las escaleras aún con aquel rostro serio que tenía desde nuestro enfrentamiento el día que llegaron. La verdad era que yo no podía tenerle ningún tipo de resentimiento por ninguna de las estupideces que había hecho porque era mi único hermano. Aleera no era completamente hija de Charles porque él no había sido quien la transformó, y aunque él la veía como a una hija yo no podía... seguramente si no sintiera todas esas cosas por ella sería mi hermana menor, pero no era así....

Los ojos de Demian y los míos se encontraron cuando el entró a la sala y luego se tiró en el sofá jugando con el sombrero. -Eso de la ciencia? Demonios, como se te va a dar si te la has vivido afuera de la capilla 400 años y estoy seguro que ya no puedes ni oler licantropos, eres un vago.- le dije con voz juguetona y le tiré un cojín en el pecho para romper el hielo y la aparente tensión que él sentía entre nosotros, yo no podía sentirme extraño con él, lo había extrañado cada noche de aquellos 400 años en los que nos abandonó y ahora que estaba de regreso no podía más que estar feliz de que nuestra familia estuviera completa, sobre todo porque no iba a permitir que aquella estúpida idea pasara por la mente de mi hermano de encontrar el destino de íkaro.

Reí con su comentario, pero mi carcajada se vio opacada por el almohadazo que me dio en pleno rostro, dejando caer mi sombrero al suelo. Con mi velocidad sobrehumana aparecí a su espalda y lo levanté con sillón y todo lanzándolo contra el otro rincón de la habitación.

- No necesito oler a un lobo si tengo esta fuerza y habilidad - alardeé con una media sonrisa. Debía reconocer que todo éste tiempo me estuve entrenando al ver como Lyam avanzaba tan rápido con su entrenamiento con mi padre. Sentía algo de envidia al ver el cerebro prodigio que Lyam tenía comparado al mio, si de poderes psicológicos se trataba Lyam me ganaba por mucho, el único fuerte que yo tenía era mi fuerza y agilidad. Corrí a toda velocidad y abracé a Lyam, que ya estaba de pie, con todas mis fuerzas, lo extrañaba de sobremanera, y si había vuelto era para poder recuperar en parte el tiempo perdido.

- ¡Te extrañaba, canalla! - exclamé en el eufórico abrazo y me aparté de él afirmando mis manos en sus hombros - Además, en París no hay lobos - sonreí pensando que bromeaba con lo de oler a los licantrópos - ¿O si? - pregunté alzando una ceja, ya un poco más alarmado, al ver que la expresión que tenía el rostro de Lyam no representaba una broma.