Géminis [Privado]

por **François Laurent** Vie Ene 24, 2014 11:35 am

Era un miedo insoportable lo que consumía sus pensamientos. Poco quedaba ya de algún indicio de recuperar su pasado, estaba cansado de pelear una y otra vez contra el mismo. Niño y adulto danzaban en una batalla interminable en una búsqueda por definirse. Y el tiempo no sería suficiente para retomar todas las lecciones de vida que había perdido en diez años. De momento se sintió perdido, un extraño en un universo paralelo. Caminó suavemente entre los estantes enormes que parecían vigías llenos de conocimiento. Mismo del cual quería alimentarse, quería saberlo todo, detalle a detalle. Y es que las horas que su trabajo en el sanatorio consumía y los pequeños momentos de regocijo que el ayudar a otros pudiera brindarle nunca serían suficientes para llenar ese vacío en su alma. Era una boya a la deriva entre las salvajes olas de un mar llamado incertidumbre.

Se detuvo, ese andar mezquino que siempre le caracterizó, tomó un libro de poesía y se sentó a contemplar la cubierta, sus dedos acariciaron la fachada y aunque pueda parecer ridículo, era un ritual que siempre hacia cuando se disponía a leer. Para Antoine el hecho de leer significaba mucho, puesto que era su única herramienta para sobrevivir en las arenas movedizas de la vida. Si no estaba preparado para valerse por sí mismo, ¿Quién más le defendería? Estaba claro que su inocencia tarde o temprano le traicionaría y necesitaba contar con armas suficientes. Se sumergió en un torrente de palabras donde gustaba de perder la cordura. Desataba su imaginación, como un chiquillo que muda de piel todas y cada una de las historias que leía. Ese era su único escape. Y lo atesoraba como a ninguna otra cosa. Y lo seguiría haciendo mientras tuviera el tiempo y la necesidad.

Últimamente parecía no haber mucha actividad en el lugar de trabajo, había presentado una mejoría bastante notoria, así que tenía el permiso de llegar un poco más tarde. Se había asegurado de colocar un par de velas a su lado para cuando la oscuridad le tomara por sorpresa este pudiera darle frente. Devoró página por página, memorizando los versos que el libro le prestaba. Su pequeña bolsa de cuero yacía sobre la mesa, aunque esto pudo haber carecido de importancia, cuando leía se perdía completamente en lo que hacía. Esta vez no fue la excepción. A las afueras de la biblioteca parecía iniciar un bullicio. La lluvia caía incesante en estos últimos días. El golpeteo repetido de las gotas sobre los cristales le despertó de su trance. Abandonó un poco el libro y notó que las pocas personas empezaban a retirarse. Un par de horas más, pensó. Un par de horas más disfrutando de su soledad.

por **Deiran Chassier** Vie Ene 24, 2014 7:41 pm

Me quedé en silencio, la noche había caído como funda en espada era el aviso de despertar aunque mis ojos hace mucho tiempo se hubiesen abierto. Con fuerza me levanté de aquel diván y caminé decidido hacia mi habitación esta vez ignoré la copa de vino por completo lo que me hizo sentir anonadado siempre anteponía mis gustos antes de los ajenos. Le dí una rápida hojeada al periódico parisino y me cambié de ropa. Salí a caminar.

La noche era tan oscura pero para mí parecía clara. No había luna, estaba oculta bajo un manto triste de nubes que le envolvían. Hacía frío, me preguntaba hasta cuando iba a terminar la helada, detestaba este clima, me hacía sentir más muerto. Mi paso se hizo constante y llegué justo a la biblioteca, necesitaba revisar los nuevos ejemplares que había sido publicados en los últimos meses pero noté cuan vacío estaba todo, no estaba del todo solo pero la concurrencia era mínima lo que hacía mi estadía más placentera. Una sonrisa se dibujó en mi cara, el bibliotecario me conocía muy bien así que cuando me paré en el mostrador me sostuvo una pequeña bolsa de color manilla con tres libros dentro, pude sentir lo nuevo de sus pastas envolverme la nariz. Busqué una de las zonas algo alejadas de la habitación y sin querer sentí la presencia de alguien en dirección a donde mis pasos llevaban su son. Comencé a mirar de una forma más escrutadora, digna de un merodeador.

Los estantes eran grandes y altos, repletos de miles de libros, ordenados por categoría y con mucha casualidad la sección en la que estaba era la de misterios y arte oculta, una de mi preferida. Avancé más silencioso por aquel estante pudiendo ver a lo lejos una pequeña luz de velas que alumbraban mi sendero por ese mundo de letras y visualicé a un joven sentado, afanado devorando un libro de poesía. Mis ojos le analizaron de inmediato y vi una silla vacía del otro lado esperando que él no notase mi presencia aún. Rodeé aquella silla y después tranquilamente sin musitar una tan sola palabra senté mi cuerpo en el mueble de cuero que hizo un ligero sonido al chocar contra mis pantalones. Abrí la bolsa haciendo un molesto ruido que si hubiese sido yo el chico hubiese tenido ganas de arrancarle las manos a tan semejante bestia que interrumpía mi tiempo de lectura y saqué uno de los libros viendo su portada nítida. Cobertura negra con letras doradas y un título peculiar que se dibujaba en el centro de la portada. ''Poder y sangre'' asentí satisfecho y mis ojos miraron por encima los ojos del chico, no estaba pendiente en si me estaba observando, parecía entretenido en lo que hacía.

El reloj de la sala de lectura comenzó a sonar anunciando las siete de la noche. Comencé a hojear el libro sin quitarle cuidado al humano frente de mí y con un aire medio desahuciado coloqué el libro en la mesa de estar del salón, quizás me había decepcionado un poco esa publicación que tenía en mis manos, me pregunté si con el tiempo las cosas comenzaban a hacerse deplorablemente malas porque ese libro lo era. Crucé mi pierna y medité al chico viéndole tratando de comprender su afán por la poesía, no lo entendía. -Termina mal- dije como un susurro pero mi voz se hizo más grave en aquella habitación -Toda ese poema, tiene un final tirado a la tragedia ¿no?- alcé mi ceja y mi mano puesta sobre mi mentón y labios le miraban de manera incómoda.

por **François Laurent** Lun Ene 27, 2014 3:26 pm

Todo se pudo haber derrumbado en cuestión de segundos y él ni siquiera lo hubiera notado. Se hallaba en un letargo como siempre acostumbraba cuando se disponía a leer. Desde que recobró esta habilidad no dudo en ponerla en práctica tanto como podía. Se respiraba una tranquilidad absorbente en todo el lugar, fría y lacerante. El escaso calor que la luz de las velas prestaba apenas coloreaba de paz sus pensamientos. No pedía más. Las palabras corrían de izquierda a derecha, ensalzando enunciados preciosos que expresaban sentimientos, pasiones, deseos, miedos y sueños, todo en un solo verso. Memorizaba cada significado y en ocasiones realizaba notas para investigar posteriormente, ver al joven aprender con tanto apego, era una cualidad que las enfermeras siempre resaltaban. El tic tac del reloj apenas era audible.

Caía hacia la nada, abandonando todo, dejándose llevar como una cometa a la merced del viento. Fue en cuestión de segundos, no avistó su presencia, ni siquiera se tomó la molestia de voltear la mirada para descubrir de quien se trataba, podía ser un lector más y no le tomaría importancia. Trató de mantener los ojos en el libro maltrecho, lo alzó y se cubrió el rostro con el mismo. Descanso su cuerpo en el respaldo de la silla y continuó. Apenas notó el crujir del peso de su ahora acompañante cuando tomó lugar frente él. Frunció el ceño en señal de molestia, estaba leyendo ciertamente pero no podía ir más allá, no con alguien cerca. Estaba terminado, no podía continuar así. Entonces de los labios de aquel extraño se materializaron frases que quedaron flotando en el aire. Le pareció muy incómodo, que le relataran la trama de lo que leía.

Quizás Antoine ya lo había advertido pero quería descubrirlo por sí mismo. Suspiró y posó el libro sobre la mesita, a lado de las velas que aún tenían un poco de luz. No tardarían mucho tiempo en morir en las fauces de la oscuridad venidera. Posó lentamente sus ojos en aquel hombre, le recorrió detalle a detalle. El porte inquebrantable que este poseía, su buen vestir, las piernas largas y cruzadas que le daban sustento a ese perfil. La mirada cínica y arrogante quizás. Esos ojos irresistibles en cierta forma que le escudriñaban de pies a cabeza. Parecían querer penetrar en lo más íntimo de sus pensamientos. En su dolor. No lo iba permitir, de ninguna manera.

-Me parece de muy mal gusto- musitó. - Ciertamente esta poesía es difícil de comprender a la primera y me parece de mal gusto que usted venga a decírmelo.-

¿Quién era ese ser enfundado en ropa tan elegante? ¿Con que afán se mostraba así ante él? La oscuridad misma le había mostrado un rostro que resplandecía a la luz de las velas, era como si un halo maldito le cubriera. Esa fachada artificial, propia de aquellos caminantes nocturnos. No tenía mucho conocimiento sobre el tema, pero sabía lo suficiente, había leído lo suficiente como para sospechar. Sus ágiles movimientos al llegar. No podría ser posible, como no pudo haberlo notado. Respiró y pasó saliva. No cambió su postura, aunque su interior dijera lo contrario ¿Y si se encontraba frente a un ser sobrenatural? De esos que las personas cuentan que se hallan a altas horas de la noche. Colocó sus ojos azules en la portada del libro del hombre: “Poder y Sangre” Eso no ayudaba mucho en la conjetura a la que intentaba llegar.

-Usted gusta de la buena lectura, eso es indudable. Permítame presentarme al menos. -Dijo en una voz apenas audible. – Mi nombre es Antoine, Antoine Lavoisier.- Y extendió la mano como seña de su cortesía, la dejó suspendida por unos segundos. Esperando que el tacto del otro fuera cálido, esperando que sus sospechas fueran erróneas.

por **Deiran Chassier** Mar Ene 28, 2014 2:51 am

El sonido del reloj era apenas audible, seducía con su ritmo el paso de las horas, me pregunté si en algún momento iba a detenerse. Negué con la cabeza aquella idea fue algo estúpido de mi parte pero, veme aquí, soy prueba misma de los que hacía unos segundos me había cuestionado. Mi tiempo, mi vida, mi mundo hace más de medio siglo se había detenido y hasta el momento no había cierto arrepentimiento. Escuché voces en los corredores quizás era el chapoteo de la brisa dar en la ventana que había traído más concurrencia de la que había cuando entré eso me causó cierta molestia. Miré desprevenido el libro hacía más de un rato que ya había perdido la magia, descubrí su ‘’secreto’’ antes de haber llegado a la última página.

Mis pies seguían un ritmo muy peculiar, se mecían con cierto afán, divertidos. Estaba un poco más pendiente en ese instante de lo que hacía mi acompañante frente a mí. Había hecho un perfecto trabajo ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia sino fue por el bullicio que hice al abrir aquella bolsa que yacía a mi costado. Volví a centrarme en el libro para no parecer pretencioso pero en realidad sí lo estaba siendo quizás tenía un nuevo dilema nocturno. Las letras comenzaron a dibujarse frente a mis ojos y en mi mente recitaba aquel fragmento que me pareció sádico y sin sentido: ‘’Y entonces lo vi, caminaba hacia mí de manera tranquila y misteriosa, por más que quisiera negarme la absurda idea, buscaba desnudarme el alma, embriagarme con sus ojos y endulzarme el pálido corazón ¿Por qué? No entendía su afán, lo sabía, era un asesino, de esos que no te dejan vivo al primer suspiro, de esos que te apuñalan con sus labios y te marcan la piel con sus palabras…’’ hice una mueca la cual supe ocultar muy bien, detestaba el romanticismo pero no podía negar que me encantaba la manera en que ese hombre describía a ese ser que para él era un completo misterio. Al final lo sabía, no era necesario si quiera pensarlo, ese protagonista del cuento iba a morir por ser presa de la curiosidad que mató al gato.

Levanté mi vista después de un rato de reprimirla y luego de hablarle al joven lector no pude evitar ocultar una sonrisa que disimulé con una ceja alzada casi hasta donde se forma mi cuero cabelludo y mis ojos fríos incrustados en los ajenos con un aire divertido, realmente le había molestado. —No quise molestarlo… Simplemente quise compartir mi opinión- soné firme y tranquilo —Es fácil deducir un final aunque las palabras estén adornadas de diferentes maneras, la caída siempre es la misma- ladeé el rostro a una de las velas que parpadeaba levemente mientras el viento azotaba de manera inescrupulosa la ventana.

Sus pensamientos se dejaron llevar pero fue entonces cuando aquella respiración que en mí no ausencia era calma y pasiva se había tornado un poco acelerada y nerviosa, no creía que sólo fuesen ideas mías. Él estaba indagando de manera correcta pero no iba a ser yo quien le contara, sería ese libro que tenía al frente quien le diera pistas, yo solo sería su narrador. —Sí, en efecto, soy amante de la lectura pero esa- señalando el libro —Me ha decepcionado un poco…. A veces todo se vuelve tan predecible y más cuando las corazonadas advierten, son certeras.- alcé una ceja tirando la primera piedra afirmativa a sus dudas esperaba que no la captara tan inmediato —En fin- dije viéndole mientras miré cómo se presentaba, era tan divertido e inocente, observé su mano y dudé en tomarla pero ese sería mi segundo designio para él, esta noche sería divertida. —¿Antoine, eh?- estrujé su mano asegurándome de quedarme el tiempo adecuado para que el percibiera el hielo de mi piel —Detesto las presentaciones pero… que va, usted de buena fe me ha dicho su nombre-aún tenía su mano —Soy Deiran Chassier- apretujé sus calidez contra mi despego por la temperatura y sonreí tratando de no verme como un tramposo. —Sabes, Antoine… Como le decía, no me agrada la poesía porque la siento tan falsa y maquillada pero el misterio siempre ha sido mi fuerte sólo que no es agradable presagiar un final-me levanté del asiento y tomé el libro en manos y hojeé de nuevo colocando otra hoja diferente a la que había leído. Me coloqué frente a él y con mis piernas semi- sentado en la mesa me apoyé y le entregué el libro señalando con el dedo una pequeña parte de un párrafo ‘’Y su piel era fría al tacto, sus ojos indescifrables como candado y trataba de confundirme con sus palabras pero lo sabía, era un sediento de la noche, de la sangre, de mí. ’’ Leí con la vista asegurando que el leyera y aunque no estaba sediento de él precisamente me imaginé una escena similar donde él era ese joven y yo aquel demonio de Poder y Sangre.

por **François Laurent** Miér Ene 29, 2014 11:37 am

Soledad y nada más. Tan solo un vacío impalpable y a la vez tan real e hiriente. Era lo único que Antoine había sentido en estos años. Sus memorias se reducían a los escombros de una niñez bien vivida. Después de eso nada. Oscuridad y hielo. Tejiéndose bellamente, cada hebra cada fina textura y olor que ahora formaban aquel jovencito perdido. No tenía arma alguna, más que el conocimiento de un amplio abanico de temas que había conseguido aprender durante el transcurso de su gris existir. Y él. Aquel caballero moderno de tez clara y trazos tan finos llegaba así sin más, de la nada. Se presentaba de forma austera y fría. Se burlaba de la vida y a ese paso, seguramente nada le importaba, ni siquiera el hecho de mostrarse tal cual era en caso de que el acertijo quedara develado. Aun así se había disculpado por el comentario que había hecho al inicio de la venidera charla.

Los sonidos a las afueras de la biblioteca previnieron a Antoine del diluvio que estaba por caer. Cuando las vocecillas de aquel gentío hicieron eco en la antesala, se sintió aliviado. Puesto que no estaba del todo solo. ¿Miedo? Nunca había experimentado ese sentimiento. Pero entonces ¿Por qué las palpitaciones de aceleraban a un ritmo estrepitoso y su respiración había presentado alteraciones segundos después de que su acompañante había arribado? Estaba claro que no saldría huyendo. Pero era esa risa cínica, que presumía sin reparo. Verle en ese estado le divertía. Y si solo era un truco bajo la manga, el chico le brindaría el mayor de los aplausos, puesto que estaba haciendo un excelente trabajo. Se mantuvo callado y escuchó con detenimiento las oraciones que este formaba. Sus finos modales resaltaban a simple vista. Era todo un espectáculo de hombre. Notó el singular resplandor de su rostro al ladearlo contra la luz de las velas. Y se alarmó un poco.

En su mente solo una palabra recorría los pasillos. Pero no se atrevió a pronunciarla. Se dejó cautivar por ese cortejo. Y se adentró en aquel juego, un juego de seducción quizás, no habría otra palabra para describirlo. Cada gesticulación y palabra que aquel hombre pintaba, no era más que un ladrillo más, piedras que construían un puente hacia las sospechas de Antoine. ¿Estaba jugando con él únicamente? Lo hacía a propósito, pero ¿No sería capaz de soltar tantos secretos así como así? El chico notó el cambio en sus facciones cuando hablaba de la lectura. Era un libro que nunca antes había visto. Un punto menos a su favor. Estaba en territorio desconocido. Demasiada información en tan poco tiempo. La respuesta al saludo que antes había abierto le sorprendió aún más. Fue un roce inesperado, corto pero sustancioso que dejó atónito de inmediato al joven.

-El placer es mío Monsieur Chassier.- Dijo con cierto asombro. Intentando ocultar ese sentimiento de zozobra.

Le pareció una eternidad, sostener esa mano gélida. Ese tacto que ahogaba poco a poco las dudas. Y hablaba con tanta naturalidad que a su vez quería mantenerse ahí, de cerca, ser el espectador de aquel visitante que la noche le había regalado hoy. Notó los movimientos al aproximarse hacía él. Era una invitación que difícilmente podía rechazar. El afán por conocerle ahora era su mayor debilidad, un arma de doble filo que le mostraba su lado menos amable. Recibió el libro, trató de no soltarlo con el nerviosismo y entonces se adentró en las líneas indicadas. Era un tonto si no comprendía lo que él era, las frases le guiaban, le conducían a través del puente. Llegó a esa conclusión que tanto había temido construir.

-Pero dígame Monsieur.- Pronunció con una falsa seguridad. – Usted no cree en estas leyendas ¿o sí? – Me dice que la poesía es un tanto falsa y engañosa, pero acaso este personaje ¿No lo es también? Ocultándose entre las sombras tras una fachada humana. - Intentaba combatir con dilemas, era todo lo que tenía, no había más.

Sostuvo la mirada en la ajena y regresó a su lugar, retomando el pequeño libro de poesía abrió las páginas y decidió mostrarle un poco de su mundo, no le haría daño estaba claro, lo hubiera hecho desde su llegada, Se disponía a leer un poco y pecando de seguridad con un ademán le invitó a acercarse, a penetrar en su misterio mortal.

por **Deiran Chassier** Miér Mar 12, 2014 4:12 pm

La noche puede ser misteriosa pero tengo el convencimiento que a veces divertida. En aquel mar de libros, las horas se podían pasar volando, eran mil y un versos por devorar, tantas cosas por aprender que ni la eternidad misma puede bastar para conocerlas todas. A mi medio milenio de vida era aún toda una profecía aunque mi llama por ratos estuviera por extinguirse. Entonces era cuando anteponía mi curiosidad al deseo de la sangre. Estaba frente a un humano que por sus ropas humildes no era tan afortunado pero sí rico en conocimiento y a veces era aquello que hacía valer más su vida antes que la linfa que recorría en su cuerpo. ¿Qué me escondía su mundo? Podía con querer chasquear los dedos y olisquear en sus recuerdos pero merecía esperar un poco más porque las mejores cosas se esperan.

El intercambio de palabras fue único, me causaba cierto agrado el muchacho que parecía nervioso. El pulso en su yugular me lo decía, quería estallarle. Yo por mi parte me concentraba en sus ojos y sus labios temblorosos que se humedecían con su paladar. Su tacto era cálido tal cual el de un humano pero había algo provechoso en él que me hizo quedarme unos segundos más consumiendo su calor para mí mismo, fue entretenido. Su voz que ahora sonaba menos segura me hizo despertar todavía más el interés mío hacía el, era como un imán a medio pulir, el cual yo me encargaría de dar una calurosa preparación para uno de sus peores miedos. No quería ser tenebroso pero no puedo negar que la idea que el fuese desconocedor de la existencia de seres sobrenaturales me tomó desprevenido aunque en París todavía habían mentes inocentes y vírgenes que ignoraban aquella condición como verdadera pero tampoco la descartaban.

La tormenta seguía en pleno apogeo, parecía que los dos estábamos atrapados bajo el mismo techo. Había ignorado la idea del bibliotecario, ese hombre anciano, que desde la distancia podía escuchar sus ronquidos. Las gotas azotaban con fuerza la ventana que escurrían ríos de agua y el chapoteo del techo era una despampanante música, parecía como si aquello fuesen los efectos especiales de la lectura dirigida que Antoine ejecutaba. Era una tétrica escena de terror musicalizada.

Sus labios dejaron de leer aquellos versos confusos pero precisos, no tenía que ser mago para descifrar lo que allí decía. Hablaba de la existencia de nosotros como seres de la noche, creaturas del inframundo. Complacido por haber terminado dediqué una sonrisa y tomé haciendo frente a él, en una butaca. Llevando mi espalda hacia atrás le miré detenido, mis verdes ojos estudiándole. —¿Y bien?¿Qué opina?- me atrevía preguntar, estaba fascinado con su expresión. —Quizás sea una fantasía, quizás una realidad… Yo tengo mi precepto, sé que hay detrás de esa enigmática sonrisa del personaje de ese libro, debajo de su fría piel, sus ojos escrutadores, su confianza terrorífica pero me interesa más saber qué opina usted-alcé una ceja y mecí una de mis piernas esperando. —Tengo que confesarle que el escritor de ese libro es un no vivo- solté la primera piedra —Un ambicioso de la eternidad- solté una sonrisa y me puse de pie siguiendo su invitación hasta donde él estaba para quedar a su espalda tirando mi cuerpo hasta su asiento me incliné por encima de su hombro para ver de lo que él hablaba y no pude evitar susurrarle al oído —Antoine

¿usted sólo cree en lo que ve?- murmuré —¿Qué hace cuando la verdad la tiene a sus ojos pero por si solo es incapaz de ver?- podía sentir su calor irradiarme el borde de los labios aunque éstos no estaban rozando su piel —A veces bajo las letras hay verdades ocultas y a veces la noche tramposa se juega con ese misterio para hacerlo real, dígame, se lo pido, dígame qué piensa- separé un poco mi rostro del suyo y me fijé en su pequeño libro de poesía.

por **François Laurent** Lun Mar 24, 2014 3:39 pm

Era un ruiseñor atrapado en una jaula de oro, revoloteando a más no poder en un intento fallido por escapar de su prisión austera. Eso era su corazón en este momento, cada palpitación parecía ser del agrado del apuesto caballero, quien no disimulaba ni un poco al hacer gala de sus dotes. El ambiente del lugar se mantenía fresco con la caída de aquella lluvia torrencial que los había atrapado en la sala principal de la biblioteca, pronto se hallarán completamente solo, perdidos en un laberinto donde las opciones para escapar se reducían a pasar toda la noche hablando de los misterios propios de la humanidad ¿Acaso él podía sentir su dolor, su miedo ahora palpable? La forma en que su mirada le recorría le aturdía en momentos, Antoine sentía que la habitación se había congelado desde el instante en que Deiran inició la charla, ¿Este era uno de esos trucos que esos seres poseían o estaba llegando a conclusiones de manera premeditada?

Su respuesta llegó como un tirón en aquella penumbra, en el texto se mostraba una verdad que hasta entonces estaba intentando negar, no supo en que momento había llegado a este punto, estaba a merced de lo que aquel extraño intentara hacer con él. En sus ojos el brillo de Antoine parecía ser un dulce manjar del cual pudiera degustar, seduciéndolo poco a poco.

-Verá Monsieur, creo que los seres humanos nos limitamos siempre a creer en lo que vemos, pero sin lugar a dudas, existe mucho más allá, bajo cada verdad yace un enigma esperando a ser encontrado y liberado.- Respiró.

Fue una respuesta corta pero en cierto modo defensiva, tenía que demostrar que estaba al tanto de la existencia de seres como él, vamos, solo un iluso habría querido seguir colgándose de ese hilo de duda sobre la condición de su oyente. Él caminó de regreso hacia Antoine colocándose a sus espaldas, el chico percibió un aroma sútil, encantador en cierto punto, un perfume de misterio que bien podría ser su perdición esta noche. El simple roce de su cuerpo le estremeció. Escuchó atento las palabras, la forma en que intentaba acercarse a Antoine, ese susurro que envenenaba sus sentidos, la forma en que sus labios acariciaban las palabras ayudándole a aceptar el hecho de que no estaba con alguien común y corriente, él era un espejismo, un ser que vive de noche, una verdad oculta, un vampiro.

-Es un poco tarde para fingir ¿cierto Monsieur Chassier? Tan solo esperaba que yo estuviera equivocado.- dijo en un hilo de voz manteniendo esa postura, donde Antoine respondía al murmullo previo.

Cuando él se separó un poco se sintió aliviado, puesto que ahora la distancia era su mejor aliada, notó que miraba fijamente el pequeño libro de poesía.

-Justo aquí.- dijo Antoine, guiando con un dedo la línea que su oyente debía leer.

"La belleza siempre viene acompañada de ideas oscuras…"

-Justamente eso es la vida Monsieur, una ilusión que muestra su rostro hermoso rostro a todos, pero que en el fondo posee un lado sombrío, un lado salvaje.- Y citando lo que el vampiro le había mostrado con anterioridad dijo.

-Usted no parece ser como aquel hombre de su lectura, usted Monsieur Chassier no ambiciona la vida eterna ¿me equivoco?

El chico se giró dando la espalda a la tenue flama de la vela que aún se mantenía con vida. Colocó su peso sobre la mesa con ambos brazos detenidos en el filo del mueble, con la vista un poco baja, tratando de mostrar seguridad en su postura y palabras. En este ángulo el rostro bien delineado de Deiran parecía resplandecer entre las penumbras, era el perfil de una parca que podía apagar todas las breves velas de los mortales, incluyendo la de Antoine.

por **Deiran Chassier** Vie Mar 28, 2014 5:31 pm

El susurro del viento era una vela en popa. Nadie me garantizaba los recuerdos que los inmaculados pensamientos de mi acompañante se dibujaban en el infierno, estaba pactando con algo más que sangre el final y no era uno de esos cuentos que solían leer las madres a sus hijos antes de dormir, esos que siempre tienen un final feliz, ¿Por qué todo tenía que ser tan alejado de la realidad? Él y yo éramos reales y lo que estábamos viviendo aquí, en esta sola biblioteca sin una sola alma pensante, una viva que perturbara la paz y el misterio del ambiente que era tan real. Los libros fueron un gran preámbulo a lo que parecía una buena conversación, no una vacía sino una que deja lecciones, bien podrían ser para mí o para él, eso no importaba en estos instantes.

Su aroma era fresco pero a la vez lleno de energía, eran sus emociones las que me mantenían entretenido, él era divertido y ni siquiera lo sabía. No hablaba de diversión como burla, era una mezcla de interés con sentimiento de eso que la mayor parte de las veces hace falta. Su contacto era realmente placentero e iba a hacer lo que estuviera a mi alcance para no perderlo.

Escuché sus demandas atentamente, tenía su punto, había respondido bien. —Me parece bastante concienzuda su respuesta, Antoine, le felicito pero…- quedé un rato en silencio viéndole, sintiendo su corazón latir, acelerarse y detenerse justo cuando se siente miedo pero no cualquiera, sino miedo a lo desconocido, era un manjar. —Pero no puedo dejar de decirle que entre más lógica quiera encontrarle a las cosas será más difícil ver lo sencillo, es como un laberinto de que no se pueda salir aunque la entrada la tenga en frente ¿No le parece?- esbocé una sonrisa cautelosa sin despegar el contacto visual, eran sus ojos en lo que estaba interesado —Lo obvio es lo que tenemos en nuestras narices pero nos negamos a entenderlo- y entonces acertó nuevamente con su comentario después de los tantos roces que no se dieron entre su piel de fuego y mía.

—Yo no esperaba que se equivocara, Antoine, siempre supe que por sí solo encontraría la verdad, con sus méritos… sus propios medios- a una distancia considerable pero tan poco alejados la vela flameaba jugueteando, haciendo formas contra las repisas de libros y los grandes estantes, unas eran grotescas. Mis ojos perdieron un momento el contacto con los suyos y se depositaron en su libro y leí claramente el párrafo que él indicó. Sonreí con más afán y negué —Mi concepto es que la oscuridad siempre se ha cubierto de belleza, no al revés, porque siempre lo prohibido y lo oculto es lo más trágico y atrayente, la perdición humana… Entonces puede decir Antoine, con toda confianza ‘’Su rostro misterioso, salvaje y sombrío oculta belleza’’- recalqué con sumo cuidado viendo su cuerpo al recostarse en la mesa y alcé la ceja inclinando un poco mi cuerpo sobre la silla para apoyar los antebrazos en el respaldar de la silla y recordar distancias.

El sonido estridente de una puerta se abrió paso como disparo en campo abierto y mi vista se desvió hasta el origen del sonido. —Yo no ambiciono la inmortalidad, Antoine- quitando mis antebrazos de la silla y apoyándolos a los costados de él en el borde de la mesa, quedando frente a frente murmuré suave —Porque la inmortalidad es mía-entonces el portazo selló con silencio la enorme biblioteca dejando un ventorral interno, uno que acabó con la tenue llama que mantenía todo iluminado, dejándonos solos.

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