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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Lorelei Lun Ene 27, 2014 10:17 pm


Es por ti que sigo aquí
Rusia • Valentino de Visconti • Dormitorio

Se suponía que nuestras manos se separarían y que jamás conseguirían nuevamente generar ese tierno calor que desprendían cuando se encontraban en contacto. Era más que esperable que vos estaríais allí, tibio en vuestra cama y yo acá, intentando no olvidar lo que se sentía compartirla con vos. Así permaneceríamos: siempre distantes, soñando con nuestra historia fallida, pero jamás perdida. Se suponía… o eso creíamos, que dejaríamos ese breve verano cargado de fértiles esperanzas para que al final el invierno nos quitara las palabras de la boca.

Hace tiempo debí haberme ido, pero no lo hice. Espero que algún día me perdonéis, aunque resulte caprichoso este deseo siendo que apenas habéis pensado en purgar vuestras propias culpas. Me quedé. Es que no podía dejarte así, como te veo ahora. Yo fui quien murió esa noche con nuestro bebé y sé que lo recuerdas con detalle. Por eso me pregunto, mi querido Valentino, ¿cuándo decidisteis morir vos también? Fui cuidadosa en mis palabras porque os conozco y sé que os asesinaríais a vos mismo antes que a la palabra empeñada. En ningún momento solicité que os marchitarais así. No fue un capricho lo que pedí y es tiempo que lo sepáis. Porque… luz de mis ojos… no habéis cumplido ni un ápice de lo prometido. Y me duele. Me duele aún en la muerte, sobre todo en ella, que le deis la espalda así a la vida, porque es lo que habéis estado haciendo desde mi deceso. Puede que sea yo la que ya no disponga de un cuerpo físico, pero el que ha perdido la memorias habéis sido vos, pues no estáis viviendo como dijisteis que haríais; sólo estáis negándoos a morir, esperando que vuestros centenarios se hayan cumplido.

No os dejáis vivir; por eso no puedo morir. Si mi alma no ha encontrado descanso ha sido sólo por vos, porque os amo demasiado como para dejar que os marchitéis así.

Creí que con el tiempo y con un poco de amor todo se solucionaría, pero con tristeza debo decir que resultó ser al revés. Os vi bailando toda la noche con esa muchacha de tez vivaz y de espíritu implacable en medio de ese abanico de personas importantes más marionetas del poder que un círculo de amistades. Y a pesar de que erais vos quien usaba el antifaz –el mismo con el que os conocí–, no podíais callar de vuestra mirada ese brillo tímido pero poderoso de quien gozaba al bailar, pero más que eso, quien gozaba al compartir con alguien de un alma especial. Nadie más vio que el Zar olvidó que se encontraba en un trámite diplomático más, pero yo sí lo vi. Os sentí, estabais contento. Estaba tan feliz de veros salir de vuestra coraza por unos cuantos segundos que dejé fuera el hecho de que os observaba a lo lejos, sin sentir vuestro corazón abrigando mis oídos.

Pero sentí algo más. Miedo era. Después de tantos años ya lejos de vos, aún continuais jugándoos a vos mismo en contra. Oh, mi Valentino, ¿cuánto os cuesta entender que vuestro corazón os extraña? ¿Visteis a esa chica a los ojos? Yo sé que sí, que vuestro ser –humano o lupino, no importa ya lo que sea– identificó en ella la esperanza que os esmeráis en desechar. La felicidad está ahí, persiguiéndoos, golpeando vuestras ventanas pues ya se ha cansado de golpear vuestra puerta sin respuesta. Si no pretendéis atenderla, lo haré yo por vos. Es solamente ese motivo el que me mantiene aquí, ese amor que lo único que me pide antes de partir es veros feliz.

Con ese deseo y nada más decido acercarme a vuestro lecho por vez primera en todos estos años. Dormís como lo que ya no sois: un niño flotando en las nubes de su mundo feliz. Siento lo cruel que es el tiempo al no pasar por vos; ese rostro idéntico al que recuerdo hace también que repase las memorias a las que dimos forma; hace  que titubee al no saber si meceros en vuestros sueños o arrancaros de ellos con el gélido beso que os darían mis labios. Decido simplemente acariciar vuestra frente, fingiendo que no me duele atravesar esa piel que alguna vez sentí en su totalidad como si fuera mía. Duele porque decidí que así se mantendría, que no volvería a encarnarme porque sé que si volviese a palparos, no querría dejaros y todos mis anhelos egoístas terminarían por destruirnos a los dos. Sí, aún más de lo que ya estamos.

Estáis soñando –me sonrío antes de bajar mi cabeza para posicionarla junto a la vuestra. Cierro mis ojos y me estremezco con la idea de que casi pareciera que continuamos durmiendo lado a lado como lo hicimos tiempo atrás. Los abro de inmediato; eso se ha ido– Ya no puedo daros más sueños, Valentino. Más bien, formo parte de ellos. –os miro, preguntándome cómo habéis llegado a perder el color que me enamoró de vuestras mejillas– Soy el sueño que habéis mantenido aquí, vida mía. ¿Y para qué? –estiro mi mano para acariciar vuestra mejilla derecha sólo para detenerme a medio camino al recordar que debo frenar mis afanes de volver a tocaros– No ha sido para veros morir en vida; la peor de todas las muertes. ¿Dónde os habéis ido?

Os escucho decir mi nombre en medio de vuestro reposo. Suena escalofriante oírme estando muerta, pero más aterrador aún resulta sentir vuestra alma partiéndose en pedazos. Me hace ver que no tengo tiempo ya para titubear. Ya estoy aquí. Siento que os puedo perder. Aunque sintáis que no hay nada ya por qué luchar, que las esperanzas están rotas, he de demostraros lo contrario. Lo haré porque si bien estar muerta me sentencia a estar separada de vos, perderos sería igual a desaparecer. Quisiera que lo entendierais. Si sois un demonio, explicadme cómo habéis hecho nacer un ángel guardián para iluminar tu camino.

Oh, Valentino querido. No todo está perdido.

Entro a tus sueños. Por lo que más quieras, escúchame.

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Mensaje por Valentino de Visconti Jue Feb 13, 2014 12:09 am

¿Qué había pasado en el baile? ¿Se me había olvidado quién era, la infección que recorría mi ser? Aún inmerso en la seguridad mental que me proporcionaba mi habitación, me sentía indefenso debido a la nula claridad que atacaba por ambos flancos. Ni repasando en orden cronológico los sucesos podía hallar el error. Había comenzado la primera celebración de la temporada como un encuentro más entre naciones con aspiraciones de paz para no tener que enfrentarse mutuamente en la enemistad y terminó… ¡¿qué se yo en qué terminó?! Ya no lo sé. No sé nada de nada. Sólo sé que no hay nada más tonto o confuso que llamarse Valentino de Visconti. ¡Valentino de Visconti! Mi desgraciada Lorelei, os casasteis con un absurdo. Pronunciar ese nombre es mirar atrás, compararlo con el futuro al que le he dado la espalda y darse cuenta de que es imposible enfrentar esos vientos venideros que buscan guiarme cuando vuestro aún tibio beso de despedida hace los recuerdos llorar. ¿Cómo hacerle frente a los años que me quedan cuando conozco de memoria el nombre de ese mañana? Padre bendito, por supuesto que le conozco; disparatado sería negaros que nos hemos vuelto aventureros de la madrugada hasta hacer la luna naufragar Nathaly Rilke y yo. La que busca morir y el que se niega a vivir. La imprudente y el cancerbero, frente a frente. ¿Habéis oído melodía más fatídica para un primer vals?

Es una locura. Alma maldita, dejad de traicionarme. No me alejéis de su recuerdo, es lo único que me queda —cada sensación revivida por ella es un pensamiento que os resto. Con mi mente, mi corazón, con todas las cosas que juré tuyas, te traiciono.— No comprendo qué estoy haciendo; ya no estáis vos para decírmelo y esta cosa repulsiva… —arranco con furia el antifaz de mi rostro y lo miro con desprecio. Es el sentimiento que atraviesa a este animal sobre sí mismo— …¡no sirve para nada! —y lo envió por el aire a un rincón olvidado de la habitación. Parece que todo aquello he destinado a esta voluntaria prisión se vuelve en mi contra. Estoy expuesto.

Lorelei… mi añorada y perdida Lorelei, no penséis ni siquiera un segundo en concederme el perdón; fue demasiado tarde cuando me di cuenta de que la miré a los ojos con la misma viva palpitación con la que alguna vez a vos admiré. Los pilares reforzados tras este canalla antifaz flaquearon, lo admito; culposamente os lo reconozco, y creedme que eso no hace que me sienta mejor, pero es la verdad y no puedo mentiros, no a vos; fue gracias a la mentira que me hizo humano ante vuestros ojos que os perdí. Espero que me estéis odiando ahora mismo, en el jardín silencioso de Cristo. Mirad desde arriba a vuestro verdugo, al egoísta y negligente monstruo que pidió vuestra mano porque no podía continuar su travesía sin un alma pura que lo hiciera sentir más humano. Mirad a quien se ha apegado a vuestro recuerdo aún muerta y que se rehúsa a dejaros partir. Mirad con vergüenza a esta bestia desterrada a la oscuridad prendado por la luz de a quien sólo aguarda un mundo de promesas maravillosas del cual nunca podría formar parte.

Niego con la cabeza, suspirando con resignación ante lo que es parte de mí y no puedo cambiar. Decidí que ya no más cuando dejé de sentir el vigor de vuestras manos en las mías; no creo poder soportarlo otra vez. Siento mi alma desvanecerse lentamente con el pasar de los años, pero el dolor que dejasteis aquí no se ha ido en lo más mínimo. Y en este paisaje de agonía ha aparecido la temeraria mujer que de seguros visteis conmigo danzar mucho más que un baile. Sí, me importa, y por lo mismo no puedo salvarla de un abismo para empujarla a otro. Un instinto muy potente dentro de mí me ordena que continúe, me vuelve loco, y más cuando lo hago callar con mi moral y con tu rostro aún vivo. Estoy en guerra porque quiero, porque no habido paz más tortuosa que a la que cierro las puertas por un bien mayor.

Terminaría por cavar su tumba si pensara en mí así otra vez. No puedo hacernos esto, a ninguno de los tres —y por eso os prometo que la próxima vez que la vea seré el Zar de Rusia y no Valentino. El Zar es más racional. Valentino es un licántropo; apenas admitiese la entrada al deseo de tenerla cerca, ya nada podría detener el frenesí de verlo cumplido por sus propias garras. Sería el fin de ambos, y ya he decidido que el anochecer de mi vida sea durmiendo en tu memoria— ¿Hasta cuándo nos mantendremos así, luchando contra lo inevitable? Nada os traerá de vuelta a la vida, así como la humanidad que me podría haber reivindicado me ha abandonado para siempre —siento cerca la amenaza de las lágrimas, pero me abstengo de dejarlas libres. No tengo el coraje para llorar por lo malogrado cuando he sido yo el que os hizo perderlo todo— ¿Por qué no me lleváis de una vez, Lorelei? Si algo de lo os hizo amarme sigue ahí, acabad ya con esta nociva existencia, o te ruego a cambio que hagáis que ella me tenga miedo; ¡vos sabéis que no me costaría nada destruirla! Está caminando a ciegas hacia un callejón sin salida. Necesito pararla a tiempo, o perderé también la facultad de frenarme a mí mismo.

El peso se apodera de mi cabeza. Me recuesto en la cama no porque me surja la necesidad de descansar, sino porque mi cuerpo no me deja otra opción. Mis párpados le siguen a mi figura distribuida sobre el colchón, y ahora en mis sueños lo comprendo; mi cuerpo se había estado preparando para encontraros aquí, en mis sueños. Y ahí estáis, con esos ojos que a la tierra han de devorar, robándome el sentido y entregándome mi espíritu en una sola mirada. Me paralizáis. Ante mí destelláis como la estrella a la que no me he atrevido a volver a mirar, pero que no por eso para mí ha dejado su unción de brindar.

Por fin la lágrima cayó, y nosotros con ella.


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Mensaje por Lorelei Jue Mar 27, 2014 12:21 pm

Mientras os observo a la distancia, dentro de vuestro subconsciente, me pregunto cómo fue que os atrevisteis a transformar nuestros recuerdos en memorias de tormento, trágicas y lacerantes. Dios, Valentino, fuimos tan felices. ¿Por qué cambiar las estrellas por piedras? ¿Qué pasó con mi adorado esposo? Demasiadas preguntas pesan considerablemente sobre mis alas, impidiéndome volar hacia la eternidad a la que mi muerte me ha destinado. Lo lamento, pero tengo que veros otra vez. No me dejáis opción. Si no lo hago, tal vez estaré condenándonos a ambos a vagar incansablemente como almas en pena entre este plano y el otro. Vos eligiríais eso, ¿verdad? Triste. No dejaré que lo hagáis.

Me atrevo a ingresar en vuestros sueños nocturnos, atravesando las capas de vuestra exacerbada moral y también esos miedos que han ayudado a sobre reforzarla. Me confundís, como siempre, porque logro ver el rostro de ella tanto en vuestras añoranzas como en compañía de vuestros temores. ¿Por qué, si ella no ha hecho más que aceptarte tal cual eres? Mi vida, si tan sólo vos os aceptarais a vos mismo la mitad de lo que lo hace aquella manceba, podría ver sonreír a mi Valentino de hace ya más de veinte años. Quiero verlo en ti de nuevo, no miento. Y por eso al veros en la distancia, caminando por vuestros sueños sin rumbo ni raíz, os llamo.

Valentino —siento el eco de mi voz expandirse hasta hacer vibrar las flores bajo vuestro pies, pero no llegar a vos. Eso desanima. ¿Cuánto tiempo habéis pasado dándole la espalda al sol que os alumbra? Sin importar vuestra respuesta, continúo— Valentino, aquí estoy. No tengáis miedo de mirarme.

Sé que me sentís; vos lo sabéis, pero no volteáis. ¿Será por vuestras heridas aún abiertas o por la negación que tenéis hacia el futuro? Puede que sea un poco de ambas, pero eso no os eximirá de abrirle la puerta a la vida que os llama. Y es así como me ubico justo tras de vos, con nuestras espaldas tocándose y nuestras miradas distanciándose. Quizás sea esto lo que necesitáis para abrir de a poco vuestro corazón. Sé que sigue allí; ¡lo sé!

¿Lográis sentirme, amor mío? —no espero que me contestéis. En vez de eso me sonrío lastimera y feliz a la vez. Aunque mi cuerpo no perciba espacio físico ya, siento vuestro calor— Sé que sí. Si no, no estaríamos aquí, sobre las mismas flores que recorrimos a descalzos alguna vez. ¿Recordáis? Era la primera mañana de primavera que compartíamos como matrimonio. Yo quería recoger con la planta de mis pies el primer cálido rocío sobre la vegetación y tú… —río sutil y nostálgicamente. Los gestos divertidos que hicisteis aquella vez jamás se me olvidarán— Me preguntasteis por qué lo hacía y yo os contesté «¿por qué buscamos oír música?». Parecíais no entender que alguien hallase placer en algo así. Entonces os llevé al jardín de la mano y os invité a despojaros de los zapatos conmigo. Estabais asustado, pero cuando disteis el primer paso se desmoronaron años de inseguridad y del sufrimiento que aquello os generaba. Debió ser difícil para vos, sobretodo considerando que vuestra madre no os permitía ni siquiera asomar un solo dedo fuera por pavor a que os enfermarais más. ¿Os digo una cosa? A pesar de que yo fui quien os incitó a caminar sin barreras, fuisteis vos quien me enseñó algo a mí: Que no hay que dejar que el espanto del primer paso se coma nuestros sueños.

Erais el mejor maestro, compañero de aventuras, amante y esposo. Ahora sois el Zar. ¿Qué habéis hecho con lo demás?

Pero ahora, ¿adónde se ha ido eso, Valentino? Decís que no queréis lastimarla, pero lo hacéis con vuestra indiferencia, no con vuestra licantropía. Vos… siendo quien erais, lejos de destruirme, me hicisteis vivir. Y gracias al cielo me diste ese obsequio justo antes de que llegara mi hora de morir.

No tengo nada de qué perdonaros; al contrario, amor y gratitud es todo lo que tengo para vos. Pero así y todo, me pregunto si acaso vos te habéis perdonado alguna vez.



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Mensaje por Valentino de Visconti Mar Mayo 27, 2014 3:49 pm

¿Por qué me hacéis esto, Lorelei? ¿Para qué revivir aquellos momentos cuando ya no estáis? Ha sido lejos la peor de vuestras iniquidades. No os medís. También tengo un límite, aunque reconozco que fue mi propio error el haceros creer que era invencible. Vos me vencéis; lo hicisteis desde la primera vez. Incluso muerta tenéis poder sobre mí. Y yo voluntariamente caigo como hombre, como bestia, como todo lo que soy, si es que puede decirse que todavía existe alguien llamado Valentino, hijo de Zaccharia di Visconti y Maria Amalia von Habsburg. ¿Por qué lo usáis en mi contra si sabéis bien que lo único que me queda es una promesa?

Oigo vuestra voz; es imposible no hacerlo, pero no quiero escucharla más. Cierro los ojos, pero no sirve de nada excepto para hacerme creer que efectivamente es útil. Una ilusión, como la vida que he jurado por vos atravesar. La he caminado con pena, pero casi nada de gloria. Siento mi espalda en contacto con la vuestra y sé que he fallado. ¿Creéis que no sé? Cuarenta y seis inviernos pesan en mi memoria, aunque no en mi cuerpo. No seré un oráculo, pero un niño tampoco. Soy consciente de lo que hago y de lo que no hago, o ese es mi propósito. Esperaba que fuera suficiente para que en paz pudierais partir, pero… me hacéis darme cuenta de que puedo mentirle a mi mente, pero nunca a la verdad. Me avergüenza admitirlo: tengo miedo. He perdido el poder para convencerme a mí mismo de que puedo salir triunfante de esta mentira.

Me atrevo a mirar el suelo que ambos pisamos, percatándome de lo familiar que me resultan aquellas flores. Suspiro pesado; sé perfectamente a qué recuerdo corresponden y vos me lo confirmáis. Le hicisteis creer a este ente que

Es impiadoso que me hagáis extrañar aquello a lo que no puedo volver —murmuro como un cobarde. Ni siquiera hago el además de girarme para veros a los ojos aunque sea una vez más. Una rata asustadiza soy cuando se trata de hundirme en vos— Me es imposible miraros; no después de lo que os hice. Subestimáis cuánto os destruí. Pudisteis haber vivido un sueño, pero en cambio os transporté a mi pesadilla. Pudisteis haberos casado con aquel hombre que os buscaba entre la multitud, aquel del cual os ocultasteis junto a mí, y haber tenido hijos sanos y fuertes de los cuales estar orgullosa. Nadie hubiera tenido una mejor madre. —Hago una pausa, pues me desangra ver aquella imagen de vuestra traicionada felicidad. Habrías sido un ángel en la tierra y no en el cielo. Me tiembla la garganta— Pero el egoísmo y la posesión de esta alimaña... —observo mis manos: blancas, pero sucias— …dejé que aquello fuera más fuerte y por ello pagasteis. Cómo hubiera deseado tener la mitad de indiferencia que me increpáis. Os habría salvado de la muerte. Hubiera sido el único y más grande acierto de mi vida. Sé que por eso no tengo perdón ni a los ojos de Dios ni mucho menos a los de vuestro corazón.

De manera inconsciente ubico mi baja mirada un poco más allá, enfocándose en nuestros tobillos tocándose. Aunque no es vuestra piel lo que siento, percibo vuestro calor. Sé que no son estas las palabras que esperáis escuchar, pero son mi única verdad. Algo de luz en estas tinieblas que he formado por mi propia causa.

Ahora tengo la oportunidad de reivindicarme, aunque no haya precio que pueda pagar la condena que me espera por lo todo lo que habéis sufrido y aún cargáis por mi causa —Nathaly. Sé que odiándome ella estará mejor— No se trata del temor a comenzar un nuevo camino. Este no es el primer paso que doy; es el último. He quedado suspendido desde vuestra partida. Llegasteis de improviso y os fuisteis de la misma manera. Fui sincero cuando hice el juramento en vuestro lecho de muerte, pero… de pronto me di cuenta de que no sabía vivir hasta que aparecisteis. Y cuando ya no os tuve no supe qué hacer; ni aún hoy lo sé. No me interesa hacerlo, ¿para qué? No puedo pretender levantarme cada día con la esperanza de que en alguno de mis amaneceres las cosas cambiarán. Soy lo que soy; no lo que amasteis. Esta marca se quedará conmigo hasta que me una a vos y es tiempo de asumirlo con responsabilidad. No puedo llevar a nadie más conmigo.

Ser feliz a costa de ella, absorber todo su ángel y empeñar su alma al diablo a cambio de un amor. Secarla hasta morir. Eso parece más bien un acto de quien odia que de quien ama. Nathaly debe vivir y si la encontré aquella noche fue porque Dios así lo quiso, para redimirme de alguna manera de mis egoísmos del pasado. Dejadme salvarla y no me hagáis dudar. Si alguien ha de cargar con las consecuencias, ese debo ser yo. Lorelei, mis lágrimas de ángel, habéis volado demasiado lejos para nada: aquí ya no hay a quien salvar.


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Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti Empty Re: Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti

Mensaje por Lorelei Mar Mayo 27, 2014 11:57 pm

Una misa de réquiem. Así se oye vuestra vos, sólo que nadie se encuentra en el carro fúnebre, salvo vuestro candor. Me hacéis dudar de quién de los dos vio emprender su alma aquella vez. Os siento frío, distante a pesar de nuestro contacto espiritual, pero no es aquello lo preocupante, sino que sois vos quien lo ha elegido así. Las hojas de las flores empalidecen, como lo hubiera hecho yo misma de encontrarme aún en vuestro mundo. Dejadme deciros, Valentino: lo verdaderamente cruel es que os arrepintáis de lo que compartimos.

Entonces… ¿así es como planeáis seguir? —os pregunto mientras miro al firmamento de pétalos bajo el cual permanecemos. Así es nuestro escenario: inestable, profundo y hasta hermosamente incierto. Creedme que no fue mi intención sonar lastimera, pero sucedió. No todos tenemos vuestro talento de fingir indiferencia— Os habéis vuelto el hombre vivo más inerte que se ha parido sobre la tierra —niego con mi cabeza. Aquel no podéis ser vos— Puede que vuestra lógica os proteja, pero eso no la convierte en verdad. Tiene sentido, pero no realidad. Por eso es fácil hacerla temblar. Vos sabéis que es así. Sois tan malo mintiendo que ni a vos mismo lográis engañar. En el fondo dudáis, mi triste Valentino. Os he visto; os siento.

No supe que un espíritu podía sonreír hasta que os contemplé imitando dicho gesto en el Baile de los Hielos Nacientes. Pensé que la eternidad no sería suficiente para ver a mi Valentino volver a alcanzar la gloria. Era un esbozo genuino, no ensayado. Erais vos; por primera vez en todos estos años estaba viendo a mi príncipe. Y cuando vi la fuente de aquella felicidad, un haz de luz atravesó mi alma como el amanecer a la tierra. Sin importar que carecería de cuerpo, me sentía viva, porque el amor os había elegido, a pesar de que vos habíais optado cerrarle las puertas por el resto de vuestros días. Hermoso. Así, por cada abrazo de ella, podía verme a mí extendiéndome en su carne, estrechándoos contra mí. ¿Cómo poder hacer otra cosa más que adorarla por entregaros todo cuanto aún añoro que tengáis?

La queréis —digo lento y despacio como una canción que hace que las hojas vuelen más lento; parecen reaccionar a nuestros pensamientos.— Es insoportable para vos quererla de esta manera. Desearíais ser el hombre que ella piensa que sois. Eso sentís. —sonrío con nostalgia porque, a pesar de todo, no habéis dejado de ser el príncipe de mis aventuras— Sois tan inteligente para algunas cosas y tan bruto para otras. Ella no se ha mantenido cerca de vos porque piense que sois un perfecto caballero de dorada armadura. Es más; apuesto a que si creyera eso de vos, se apartaría lo más que pudiese. Recordad que cuando la conocisteis estaba tan ahogada con su vida de apariencias que estaba dispuesta a renunciar a la mortalidad con tal de olvidar que pertenece a aquel mundo. Cuando la salvasteis, también estuve allí. Adonde quiera que vaya vuestro corazón, ahí estaré. Por eso sé que en lo más profundo de vuestro ser, sin importar cuantas excusas o trabas pongáis, nunca vais a dejarla ir.

No soporto más sentiros tan lejos. Ni siquiera os pregunto y sólo abrazo vuestra espalda por detrás. No necesitáis verme, Valentino, ni tampoco escucharme, pero al menos oíros a vos mismo. Un canción os susurra al mismo tiempo que dejo reposar mi cabeza sobre vos; entendedla con atención. Conocéis su mensaje de antes. Daros cuenta.

Os contaré un secreto, mi lupino del corazón triste. La vida se encarga de volver a encontrarnos con el destino que buscamos evitar, lo queramos o no. Y vos habéis hecho huir a vuestro corazón demasiado tiempo. Necesita descansar, y ya ha elegido a quien desea para estar. Lo sabe mejor que vos —como una niña revelando el escondite de sus más valiosos tesoros, me acerco a vuestra oreja y susurro— Lo que vos llamáis “maldición” ha resultado ser vuestro mejor aliado, incluso más que el dolor. Hasta el licántropo sabe que al llamado de vuestra alma no tiene caso resistiros; sois vos quien no quiere entender. No sois tan indiferente como pensáis; ni siquiera sois un mal indiferente.

Despertad. Respirad. Amad.



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Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti Empty Re: Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti

Mensaje por Valentino de Visconti Miér Jul 16, 2014 11:48 am

¿Qué queréis que os diga? ¿Queréis que diga que duele? ¿Con qué fin? No lo veo. Sin incapaz de ver nada porque así lo he querido, porque es necesario para continuar. ¿De qué le sirve al preso perpetuo soñar con el exterior? No lo moverá de su cautiverio ni tampoco ayudará al mundo. Venís de la inmensidad con la viva promesa de que no hay nada que temer, que se resolverán las trancas y que puedo ir de la mano de la mujer a quien mi corazón llama libremente. Un cuento de hadas, una más de vuestras historias. Pero es ficción. La realidad es otra.

¿Por qué me lo recordáis, Lorelei? —os pregunto sin esperar respuesta— ¿Por qué tenéis que decirme lo mal mentiroso que soy o que cada parte de mí quiere estar con ella? ¡Soy consciente! —frustrante es repetirlo— Esto es lo que he elegido. No tengo el privilegio de tomar otro rumbo más que seguiros. Me doy cuenta; no hay más recorrido que éste: Esperar hasta que llegue el día en que pueda ir por vuestro mismo camino junto a vos y a nuestros hijos.

Y no hay nada que desee más que el instante de mi muerte llegue el mismo día en que Nathaly sea tomada en matrimonio por otro hombre. Tiene que ser el noble más ilustre, el amante más fogoso, y el nombre más renombrado que pueda ofrecer la tierra de Francia. ¡Que me haga sentir miserable de siquiera haberla querido para mí! Que me haga sentir vergüenza antes de partir, tanto que pueda recibir el deceso con un beso que haga arder hasta la médula. Así de dichoso me sentiría por mi erradicación. La plaga desaparecería. En el otro mundo volvería a ser puro, junto a vos, en vuestros brazos.

¿Qué derecho tiene el impío de llorar cuando fuisteis vos quien costeó las faltas? Conocéis la respuesta; dicen allá, de donde provenís, no hay verdad oculta que no se haya de saber. Dedicaros esta y las siguientes vidas que me queden no lo compensará. Si es mi destino volverme un alma errante, aprisionada a la vuestra por propia voluntad, así lo haré. Os juro que no huiré. Es que ya es tiempo que entendáis de que de vos me no me puedo esconder.

Vuelvo mi cuerpo lentamente hacia vos. Siento el atolladero que me produce volver a vislumbraros, pero no me frena. De algún modo sé que os lo adeudo. Veros me hace comprobar lo frágil que puede ser un licántropo. Es que ahí estáis, tal como os tenía en mis brazos antes de sentiros expirar. Por un instante me hacéis creer que el sueño fue el que os desvanecisteis y no nuestro encuentro. No obstante, también es un alivio; temía como no imagináis no reconocer vuestro rostro, que los años hubieran matado también vuestra memoria, pero mis ojos se posan sobre vuestro vientre y compruebo con aflicción que esa forma de prenatal continúa en su lugar. Está rodeado de luz, al igual que toda vos, pero a pesar de su fulgor, ninguno de esos rayos me puede iluminar.

Perdí el privilegio de lloraros hace bastante. Sólo puedo actuar como lo que soy: una alimaña desorientada, buscando la redención que jamás tendrá lugar.

Hubierais sido madre —y hubierais sido aún más hermosa, más feliz, sin ninguna pena. ¿Por qué tuve que?— Si yo no hubiera irrumpido vuestro camino, estaríais viva. Y estos niños… —mi mano se guía sola a vuestro abdomen. Siento su calor— …habrían tenido un padre para envejecer con ellos. Uno que los protegiera, no del cual se tuvieran que proteger. Estaríais riendo con ellos ahora, incluso hasta con vuestros nietos. Pasarían tardes enteras oyendo vuestras historias con sus rostros ilusionados, pidiéndoos oír más. ¡Cuánto os adorarían! Sé que lo harían. Cualquiera que hubiese visto una mínima parte de lo que yo vi en vos, os hubiera amado.

Estoy seguro; sólo que siempre mostrasteis barreras. Tuvisteis que abrir vuestro corazón a quien creísteis, era vuestro bienhechor, sin saber que se trataba del endriago. Apresuradamente Nathaly está recorriendo vuestros pasos. Y todos saben qué es lo que pasa cuando una persona recorre el mismo camino que otra: arriba al mismo final. Debo detenerlo como sea.

No puedo hacerle esto a ella. Ya no más almas para sacrificar arrastrándolas a mí. Es una locura seguir así —me dejo caer hasta arrodillarme ante vos. Me abrazo a vuestras piernas; os miro desde abajo. Es un ruego, por donde quiera que lo miréis— Por lo que más queráis, Lorelei. Llevadme con vos ahora. Sacadme de aquí antes de que al hombre le gane a la bestia y ya no pueda dejarla ir.

Mi amada y muy desgraciada Lorelei, en vuestras manos está que conmigo este camino llegue a su fin.



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Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti Empty Re: Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti

Mensaje por Lorelei Vie Ago 15, 2014 11:58 pm

Qué extraño es esto, mi bien. Mi vientre abultado no es más que la representación de lo que soñamos y que estuvo a punto de ser; sin embargo, siento mis entrañas reaccionar ante vuestro tacto. Entonces comprendo que los sueños viven para siempre, no se dejan morir. ¿Esto es lo que nos une, Valentino? ¿Esta preciosidad? Debe ser. Los anhelos no mueren; sólo se lastiman. Esta llaga no sana. Dejadme curarla.

Con el tierno tacto que faltó que os consolara, ubico una de mis manos sobre la que pusisteis sobre mi cuerpo. De pronto hay brisa y la vegetación alrededor de nosotros se mueve furiosa. Pétalos despavoridos flotan por doquier, así como vos. Pero… oh querido, elegisteis el peor adversario para huírsele: el pasado. El ayer siempre gana, a nosotros más que a nadie. Yo también lo construí, no solamente vos. Pude haberme marchado de esa habitación con la misma falta de tacto con la que entré, pero con el valor que antes no había experimentado me quedé.

Valentino, basta, por favor. ¿Qué estáis diciendo? —os miro con nostalgia. Estáis casi idéntico a como os dejé, con la excepción de las huellas de la pena en vuestros ojos. Cuánto deseo borrarlas.— Fue por vos que brotó en mi la semilla de la femineidad que no pensé que podría nacer en mí, y jamás lo hubiera hecho de haberme entregado a otro. Es porque mi amor os eligió a vos, así sin más. Yo nunca quise otros hijos que no… que no fueran los vuestros. Y ahora puedo esperarlos eternamente. Aquí, en mi alma, la que vos salvasteis, saltan ante la cercanía de su padre. Sí, vos socorristeis mi alma. Y gracias a Dios no se cumplió vuestra visión, porque de haber desposado a ese hombre sin corazón, hubiera muerto no sólo en la vida que dejé, sino también en esta.

Lo que oís. Es hora de que lo sepáis: El mundo me era una copa vacía; se suponía que contenía a la humanidad y a mí junto con ella, pero desde el principio me vi fuera. Para sobrevivir me refugiaba en la fantasía, una ficción que vos hicisteis realidad. El valle de mi mente fue feliz; nació, fue hermoso, y se extinguió como el paso del amanecer hacia el anochecer. ¿Cómo podría quitarle a ella la bendición que de vos recibí? ¿Cómo lográis siquiera concebir pedirme algo así?

Dios me ha sonreído al no otorgarme esa facultad, amor mío. Y aunque pudiera llevaros, sería más fácil quitarle al cielo sus estrellas que a una mujer al dueño de su corazón —pedidme cualquier cosa, menos rendirme de vos— Ceded a ese llamado, mi bien, por piedad hacedlo. Escuchad vuestra voz llamar su nombre. Nathaly, vuestra imprudente, la que os hace sentir descubierto más allá del antifaz. Decidlo, llamadla; es justo el nombre que estáis destinado a pronunciar. Casi se os escapa de los labios. Nathaly, Nathaly.

Ganas de reír y llorar me inundan, pero lucho para no ceder. No consigo recordar sentimiento más descorazonador que el que me surge al veros marchitaros con esa resignada voluntad. Me inclino a vuestro lado buscando la altura que elegisteis. Nadie se arrodillará ante nadie, ni menos ante una muerte suscitada. Palpo vuestro corazón. Ahí está, con un bramido inconstante, pero vigoroso. El hombre y lobo por fin comparten el mismo sentimiento.

¿Lo sentís, este impulso? —os miro con triste ilusión— Valentino, ella es más frágil de lo que parece. La habéis apartado del único camino que creía que le daría una salida. Estaba perdida, atrapada en lo que sus padres le enseñaron que era una vida, pero vos os habéis convertido en su esperanza. Si os apartáis así sin más, la mataréis a ella y vos le seguiréis de inmediato. Id por ella y habrán turbaciones para ambos, sí, por Dios. Qué difícil será. No volveréis a ser los mismos y andaréis a ciegas por caminos tan irregulares como infinitos. —me detengo un momento. Me hiere decir esto, pero lo necesitáis. Mi tiempo ha pasado y no volverá. Sólo puedo salvar el vuestro— Pero dejadla ir y os prometo… no, ¡os juro que te convertiréis en su asesino!




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Mensaje por Valentino de Visconti Miér Oct 15, 2014 11:33 pm

Quiero atravesar esta ventisca y atraparos. Estiro mis manos, pero mi cuerpo no las sigue. Tocaros con mis propias manos y comprobar que sois real; qué cosa más inútil se ha vuelto mi necesidad, Lorelei. Recuerdo que a pesar de que vivo esto dentro de mí, las reglas de vuestro mundo son las que se aplican. Soy la presa; no el cazador. Este espacio está hecho para que seáis vos la que habla y yo el que escuche. Así es esto. Lo entiendo, pero no lo acepto. No quiero aceptarlo. Si lo hago… ¿tendré que acataros? No sé a lo que pueda llevarme correr tras vuestra voz, que ilumina caminos insospechados, pero sé adónde llegaré si me quedo en mi sitio: justamente en la seguridad de mi soledad. ¿Qué tiene eso de malo? Encerrar al depredador me parece prudente. «Prudente»; ¿es esta la palabra que os molesta, Lorelei?

Os veo llegar junto a mí con la mirada más terrible que me podéis regalar. Me hacéis saber que por mí no conseguís morir en paz, y yo os culpo a vos, de vuelta, de no poder vivir con la misma paz que os niego. Podemos pasar toda la eternidad así, si queréis. Acabaría con nosotros dos. Nadie sufriría por nuestra mano. Aunque no os volvería a ver, que junto con verla a ella en brazos de otro hombre, terminaría por completar mi castigo, allí en las tinieblas, de donde esta marca apareció.

Tengo miedo. Llamadme cobarde, pero no puedo llamar a mi imprudente. ¿Notáis que ahora comienzo a tratarla como si fuera algo de mi propiedad? Es sólo el comienzo. No seré un animal. No debo actuar como animal con una persona, pero es lo que soy. Lo criterioso es hacerse a un lado, pero a pesar de que sé que es la decisión correcta, ¿por qué no dejo de temblar en vuestros brazos? Me siento cegado por la luz; la palabra «asesino» se inyecta en mis ojos. ¿Qué otra cosa soy sino aquella? Vos misma lo habéis dicho. No es algo futuro, no; es presente. Es pavor lo que me envuelve ahora.

¡Lorelei, Lorelei! ¡No me soltéis! ¡Me habéis dejado demasiado! Quedaros; no me castiguéis marchándoos así otra vez. Dadme el lujo de ser el que abra los ojos. No soporto que partáis. —me niego a dejaros ir. Cómo cuesta concebir que vuestra imagen se pueda escapar de mí. Necesito tenerla por completo, aunque deba despertar. Inclino la cabeza avergonzado. No es justo que me veáis así, para ninguno de los dos— No puedo. No tengo derecho a llamarla, ni libertad para lanzar su nombre a los cielos esperando que retorne a mí algún día. Ya… la siento mía. Si vuelve aquí, la retendré. Así que no me pidáis que la llame, porque ella acudirá y yo mismo me encargaré de acabar con todo lo que hizo que me… —ahorro las palabras. Si las pronuncio, tanto ella como yo estaremos perdidos. ¿Y vos, mi desgraciada Lorelei? Vos a mí me perdéis; deberíais darme por perdido.


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Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti Empty Re: Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti

Mensaje por Lorelei Miér Oct 15, 2014 11:57 pm

Ese sentimiento tan fuerte fue mío una vez; no se marchitó, lo sé, pero cambió de forma. A veces quisiera poder hacer que me olvidarais; vuestra indiferencia dolería menos que significarte dolor. Hubo un tiempo en que entre nosotros dos sólo florecían sonrisas espontáneas y juegos tan infantiles que propagábamos la locura como un deber de sanidad mental. Esperaros me agota, amor mío. ¿Os hiere que os llame así? Sería una lástima que así fuera, porque es amor lo único que me mantiene aquí. Oh, si pudierais girar los ojos para veros a vos mismo, qué imagen más triste. Así ningún alma podría morir. ¿La vuestra lo haría? No contestéis; solamente sabedlo.

Leo la respuesta en vuestros ojos, que de mí no pueden ocultarse, gracias a Dios. Si no, ¿ante quién serían auténticos? Ante ella podríais, me digo, pues lo supe esa misma noche en que os vi, estáticos, y aún así, huyendo del otro a toda velocidad. Así lo hicisteis conmigo, recuerdo, pero ni la mitad de tajante que con Nathaly. Una persona ajena diría que se debe a que en ese entonces no habías medido en su totalidad las consecuencias de emparejaros siendo licántropo, pero ninguna de ellas os ama. En mi caso, ese sentimiento es todo lo que tengo; duele como os habéis impedido sufrir innumerables veces, pero no miente; ojalá lo hiciera. No, no debo pensar en eso. Esa realidad le corresponde a alguien más. Lo que siento es un susurro, pero la verdad resuena en donde quiera que esté; los labios que en ese balcón os besaron son los únicos que deberíais amar. Los míos sólo para recordar.

Apoyo una mejilla contra vuestra coronilla, intentando, aunque en vano, apaciguar el pavor que os recorre. Lo siento, querido, pero la realidad nos sacudirá provenga de donde provenga; ya sea que estemos vivos, muertos, o esperando a que alguien nos enseñe adónde pertenecemos.

Mi Valentino que ya no es mío, el lector y reflexivo, ¿la historia que estudiáis con tanto afán no os ha enseñado nada de lo que tanto codiciáis sin daros cuenta de que lo poseéis, la naturaleza humana? —os pregunto suave. Quiero imbuiros la paz— Porque la muerte a mí sí lo hizo: nada hay más infecundo que la luchar contra una causa noble. Es así; se lucha por una necesidad imperiosa que existe antes de que se declare cualquier contienda. Y es tan fuerte que no permite renunciar, sino que somete a ceder o resistir, con una terrible desventaja: ceder es para siempre y la resistencia nunca dura. Lucháis temerariamente, como ninguno de los héroes que en mis cuentos describí, con una fuerza de voluntad que está más allá de mi entendimiento, pero… —levanto vuestro mentón sin tocarlo. Nuestros movimientos hace tiempo que dejaron de ser desconocidos para nosotros— …estancar la vida no la detiene en absoluto; ella corre a una velocidad que sólo llegamos a comprender cuando pasamos de un plano a otro. Y ya sabes lo que pasa cuando contenéis la rapidez, cómo ésta se libera. Porque lo hará. Espero que no penséis aguardar hasta que esa magnitud potenciada por vuestra intrepidez acabe con todo control. Haréis que lo que calláis dentro consiga lo que busca de todas formas, pero de un modo del que arrepentiros será un privilegio del que sólo tendréis vagos recuerdos.

Volvéis más agónica la espera y fatal el desenlace. Ahora el viento bravío nos envuelve, yo os abrazo, y los hijos que perdimos lloran.



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Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti Empty Re: Es por ti que sigo aquí - Valentino de Visconti

Mensaje por Valentino de Visconti Vie Dic 19, 2014 9:17 pm

«Lorelei, no hagáis eso» deseo deciros. Que no me regaléis vida con esos ojos, si yo ya estoy muerto. Esto que veis no es nada más que un reloj, uno que apenas lleve sus manos hacia arriba, liberará esta alma de su prisión para seguiros. Sí, seguiros.

Si es así como decís, no queda mucho para que este pozo alcance su fondo. Estaréis conmigo para ver ese final, lo sé. Pero esta vez, me veréis de verdad.

Un rugido mis espaldas me desvía de vuestra faz. Volteo y me sale al paso una currutaca visión: el licántropo dentro de mí destruye con sus fauces vuestro jardín. Nos enfoca con sus irises incandescentes con cada acometida. Es la primera vez que me veo transformado. Frunzo el ceño delante vuestro olvidando por un instante que estabais allí. Qué visión tan grotesca a la vista. Os vuelvo a mirar y pienso que tal vez os salvasteis de una muerte aún más horrible y dolorosa que el deceso en el parto. No os llevasteis a la tumba el sabor amargo de la desilusión, de la traición de quien, se supone, ha de protegeros. Agradezco a Dios que no os haya permitido ver en ese estado a vuestro cónyuge, a vuestro «príncipe azul» como llamabais sin saber que el monstruo ya lo había devorado desde adentro.

Es patético, ¿no creéis? Se siente omnipotente, ignorante de lo desechable que es. No le importa, mientras pueda seguir matando. Un cuerpo vigoroso con tan poco seso detenta el poder de un ejército. ¿Y vos creéis que alguien sea tan ruin como para merecerlo? Creí que con nuestro paraíso perdido habrías comprendido que las alimañas no están hechas para la dicha. Este es Valentino; el que recordáis, vuestro príncipe.

Intento ignorar los quejidos estruendosos de esa quimera que nos acecha. En vuestros luceros hallo ese refugio con aires de prisión.

Y pensar que derrotamos obstáculo tras obstáculo, pero así y todo no fue suficiente. No era nuestro tiempo y tal vez nunca lo sea; el futuro es incierto para a quien no se le ha prometido vida eterna. Pero rezad, vida mía, rezad. Quizás a vos Él sí os escuche. Habrá primavera eternamente y serán de nubes nuestras murallas. Seré el compañero que no desmaya cuando venga el tiempo de los reveses. Nos levantaremos una y mil veces. No habrá contienda que nos sobrepase. —sonrío tristemente— Pero no será en esta vida. No… en esta el amanecer y el ocaso van de la mano.

He tomado una decisión. Me planto ante vos y hablo con firmeza, sin siquiera atreverme a pestañear. Me atrapáis; por siempre mi alma atada a la de vos.

Si he de ir al abismo, iré yo solo. Dejaré el trono, Lorelei. No la arrastraré a ella ni llevaré conmigo a Rusia. Me he despedido de ellos de la misma forma en que me presenté: con un baile. Así, con una reverencia, me retiro.

Me inclino ante vos al igual que esa vez en que os declaré amor por vez primera, en el jardín de rosas que tanto os esmerasteis por que creciera. Resignaos a esperarme. No me extrañéis mientras muero por vos.

Por favor dejadme solo. Dejadme solo para poder… no dormir.

Siento vuestra presencia alejarse con un ciego resplandor. Y yo también me alejo, aunque no lo sienta. Os siento igual de cerca que el día en que os perdí.

¡Lorelei, oídme! —grito hacia el vacío— Lo único que os pediré es que no me neguéis un beso cuando mi hora llegue. No importa que yo duerma; lo recordaré.

Así lo haría.


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Mensaje por Lorelei Sáb Ene 17, 2015 11:58 pm

Vos me decís que me vaya a la brevedad y me queda tanto para deciros. Qué egoísmo el vuestro por despreciarme y el mío por no aceptar vuestra parte. Quiero tanto aferrarme, pero no me dejáis ataros. Aquella es mi voluntad, pero esta es vuestra mente. Lo lamento, Valentino, no pude llegar a vos. No hoy. Pero sigo esperando que cumpláis. A lo mejor no sea yo quien deba haceros cumplir. Pero todavía espero, espero que la vida os ponga un adversario tan grande en el camino que ni vuestros bramidos podrán disminuirlo. Y os deseo que aquella persona que os separe los labios sea la misma que abra vuestros ojos.

Yo os observaré desde otro plano, pero cerca. Nunca me dejasteis ir tampoco, ¿verdad? La luz me ilumina de pies a cabeza. Es ahora de irme, mas no para siempre. Aún os niegas a viviros; permaneceré aquí porque en vuestro recuerdo me hago fuerte. No me iré porque fuisteis el príncipe de mis caminos; no me iré porque hacerlo sería atentar contra vuestras almas. Ni penséis que me marcharé sin más, porque no tengo adónde regresar.

¿Un beso antes de morir? ¿Y vos me lo pedís?

Sí… para toda la eternidad.

Me verás con vos caminar, pues sólo puedo amaros con candor. Recordad eso y no os sintáis culpable.




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