AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Regina Visconti
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Regina Visconti
Regina Visconti
- Edad: 22 años
- Especie: Cambiaformas
- Clase Social: Realeza Italiana (Duquesa)
- Sexualidad: Heterosexual
- Lugar de Origen: Florencia, Italia
Habilidades y Tranformaciones
-Sentidos aumentados
-Agilidad y reflejos sobrehumanos
-Fuerza sobrehumana
-Sanación acelerada
-Sentido del peligro
CAMBIAFORMAS AVE
BARNACLA CANADIENSE
CASUARIO
-Agilidad y reflejos sobrehumanos
-Fuerza sobrehumana
-Sanación acelerada
-Sentido del peligro
CAMBIAFORMAS AVE
BARNACLA CANADIENSE
- :...:
CASUARIO
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Descripción Física
Coronada con ojos de tonalidad azulada, el rasgamiento de éstos hace de aquella mirada, poblada y exquisitamente adornada por largas y oscuras pestañas, algo que pocas veces puede pasar desapercibido. Un rostro liso y redondeado se complementa con el suave recaer de una larga y luminosa cabellera dorada, la que tiende a manifestar unos gráciles bucles al final de la misma, aumentando así esa proyección cándida y dulce que caracteriza el semblante de la Duquesa.
Poseedora de una altura precisa para una dama de su rango, luce delicadamente estilizada con el uso de taconados zapatos, siempre a juego con sus refinados y ostentosos ropajes, indudables resaltantes de su status social.
Por otro lado, su tersa piel levemente bronceada remarca sin vergüenza alguna su procedencia y resalta sin esfuerzo alguno sus llamativos y expresivos ojos, así como sus rosáceas mejillas, mismas que no ocultan en absoluto los momentos de pena de la Duquesa, enrojeciéndose cuan reacción de infante.
De sonrisa envolvente, su persona pareciese iluminarse cada vez que ésta imparte aquel gesto natural que nace de su persona sin obligación alguna. Para Regina manifestar alegría no es un tema que le avergüence en absoluto, todo lo contrario, adora proyectar su estado anímico y de esa forma contagiar a otros con su positivismo.
Poseedora de una altura precisa para una dama de su rango, luce delicadamente estilizada con el uso de taconados zapatos, siempre a juego con sus refinados y ostentosos ropajes, indudables resaltantes de su status social.
Por otro lado, su tersa piel levemente bronceada remarca sin vergüenza alguna su procedencia y resalta sin esfuerzo alguno sus llamativos y expresivos ojos, así como sus rosáceas mejillas, mismas que no ocultan en absoluto los momentos de pena de la Duquesa, enrojeciéndose cuan reacción de infante.
De sonrisa envolvente, su persona pareciese iluminarse cada vez que ésta imparte aquel gesto natural que nace de su persona sin obligación alguna. Para Regina manifestar alegría no es un tema que le avergüence en absoluto, todo lo contrario, adora proyectar su estado anímico y de esa forma contagiar a otros con su positivismo.
Descripción Psicológica
Regina es un alma bondadosa, atenta y generosa que en la búsqueda de lo que ella cree es un “bien mayor” ni siquiera notara como su ambición le ciega a tal punto de ser inconsciente de todo el mal que cause en camino hacia su objetivo final; la exterminación completa de la condición sobrenatural en los seres humanos.
Pero mejor comenzar por el principio…
Pese a ser criada en un ambiente donde la importancia del pensar ajeno y sobre todo del pueblo, poco valor tiene frente al brillo de las ostentosas joyas y la majestuosidad de innumerables palacios, Regina siempre gustó de abocarse al trato con personas que no perteneciesen a la nobleza. Generalmente suele hacerse de amistad con las doncellas, criadas y empleados del Palacio Real, perdiendo completo interés por aquellos que tienden a valorar la importancia de las personas basadas en sus adquisiciones materiales y proyecciones superficialitas.
Una joven dulce, encantadora que jamás oculta su visión optimista de la vida. Una sonrisa sincera acompañada de amables halagos siempre será su carta de presentación, cualquiera sea su receptor. Para la Duquesa nada mejor que contagiar con su estado de ánimo a aquellos corazones sumergidos en la oscuridad. La damisela gusta del bienestar para ella y para todos aquellos con los que alguna vez ha cruzado miradas, es por eso que ningún concepto relacionado al egoísmo esta presente en su vocabulario.
Sin embargo aquella amabilidad, aquel incansable sentimiento de proyectar alegría a otros, oculta un trasfondo bastante peculiar.
Aunque el exterior de Regina genere frente a ojos ajenos la sensación de una mujer joven que ama de pies a cabeza todo aquello que lo conforma, la realidad es otra. Ocultando su condición de sobrenatural por rechazo, vergüenza y repudio hacia tal herencia, su mente ha generado de manera semiconsciente el deseo de encontrarle cura tanto a su “problema” como al de todo aquel que lo padezca en secreto tal y como ella.
Poseedora de un intelecto admirable, ha sabido hacerse con conocimientos profundos en literatura y química en búsqueda de encontrar algún nexo, cualquier vestigio de luz que mantenga su esperanza de llegar a lo que ella cree es su misión en la vida; liberar a todo humano sobrenatural de la maldición que han de padecer.
Así es que dicha dulzura oculta un deseo peligroso del cual la misma Regina no es consciente de forma completa. Cegada por dicha ambición, a veces su mente ni siquiera cuestiona los peculiares métodos a los que serán sometidos otros en aquel hallazgo que la salve a ella así como a otros.
¿Pero hasta que punto puede justificarse tanto sacrificio? ¿Cuándo termina lo bueno y comienza lo malo?
Regina no lo sabe… Y su mente tampoco desea hacerse con tales respuestas.
Pero mejor comenzar por el principio…
Pese a ser criada en un ambiente donde la importancia del pensar ajeno y sobre todo del pueblo, poco valor tiene frente al brillo de las ostentosas joyas y la majestuosidad de innumerables palacios, Regina siempre gustó de abocarse al trato con personas que no perteneciesen a la nobleza. Generalmente suele hacerse de amistad con las doncellas, criadas y empleados del Palacio Real, perdiendo completo interés por aquellos que tienden a valorar la importancia de las personas basadas en sus adquisiciones materiales y proyecciones superficialitas.
Una joven dulce, encantadora que jamás oculta su visión optimista de la vida. Una sonrisa sincera acompañada de amables halagos siempre será su carta de presentación, cualquiera sea su receptor. Para la Duquesa nada mejor que contagiar con su estado de ánimo a aquellos corazones sumergidos en la oscuridad. La damisela gusta del bienestar para ella y para todos aquellos con los que alguna vez ha cruzado miradas, es por eso que ningún concepto relacionado al egoísmo esta presente en su vocabulario.
Sin embargo aquella amabilidad, aquel incansable sentimiento de proyectar alegría a otros, oculta un trasfondo bastante peculiar.
Aunque el exterior de Regina genere frente a ojos ajenos la sensación de una mujer joven que ama de pies a cabeza todo aquello que lo conforma, la realidad es otra. Ocultando su condición de sobrenatural por rechazo, vergüenza y repudio hacia tal herencia, su mente ha generado de manera semiconsciente el deseo de encontrarle cura tanto a su “problema” como al de todo aquel que lo padezca en secreto tal y como ella.
Poseedora de un intelecto admirable, ha sabido hacerse con conocimientos profundos en literatura y química en búsqueda de encontrar algún nexo, cualquier vestigio de luz que mantenga su esperanza de llegar a lo que ella cree es su misión en la vida; liberar a todo humano sobrenatural de la maldición que han de padecer.
Así es que dicha dulzura oculta un deseo peligroso del cual la misma Regina no es consciente de forma completa. Cegada por dicha ambición, a veces su mente ni siquiera cuestiona los peculiares métodos a los que serán sometidos otros en aquel hallazgo que la salve a ella así como a otros.
¿Pero hasta que punto puede justificarse tanto sacrificio? ¿Cuándo termina lo bueno y comienza lo malo?
Regina no lo sabe… Y su mente tampoco desea hacerse con tales respuestas.
Historia
Regina fue la primera hija del matrimonio conformado por más ni menos que el señor Leopoldo Visconti y la señora Vittoria Camandulle. Él, un hombre firme, de porte severo y palabra honesta, digno del titulo que ostentaba; Duque de Toscana. Ella por otro lado, amable, atenta, proveniente de una familia de clase alta que había inculcado una serie de minuciosidades y conocimientos que hacían a la dama una joya imposible de pasar por alto.
En la Corte Italia se vieron el uno al otro, se conocieron y no dudaron mucho en comprender que estaban hechos para compartir su destino.
Envueltos en el regocijo propio que genera el contraer de las nupcias, la pareja no tardó mucho en hacerse con la noticia de que un nuevo miembro para la familia llegaría pronto, una noticia que solo reafirmaba el amor entre aquellos dos que parecían inseparables el uno del otro, salvo por alguno de los viajes que Leopoldo se veía obligado a realizar por su condición de embajador de la nación en la que residía.
Regina llegó al mundo en una templada tarde primaveral, acompañada de un sequito de doncellas que auxiliaron a una Vittoria solitaria, apenada porque su esposo no se encontraba en la ciudad para el momento del impostergable parto.
Hermosos ojos claros coronaban el rostro de aquella hermosa y diminuta niña que en su interior seguramente resguardaba la misma condición secreta de su madre, quien ya asimilaba la idea de cuando sería el momento oportuno para hacerle con una inevitable realidad que veía ligada a su sangre por la rama materna.
Con diez años cumplidos, Regina se proyectaba como toda una prodigio en el ámbito intelectual, siendo gustosa de ocupar su tiempo leyendo libros, generalmente abocados en temas como el estudio de la química y otros conocimientos de gran complejidad.
Sus padres al notar aquellos singulares dotes, promovían los intereses de la niña ofreciéndole una educación distinguida, guiada por los mejores tutores de toda Italia.
De forma secreta y paralela a la adquisición de nuevos conocimientos, finalmente la madre de la jovencita había comenzado a entrenarle, a explicarle como controlar aquella naturaleza que tarde o temprano afloraría en el ser de una Regina que pese a seguir los consejos maternos, rechazaba silenciosamente aquella condición que le generaba repudio. Pese a no poseer experiencias de la vida por su edad, la niña había sentenciado por charlas ajenas que todo manifiesto sobrenatural en los seres humanos no era más que una triste maldición de la que no se podía sentir orgullo alguno.
Asumiendo con el tiempo la herencia Cambiaformas, Regina se prometió no revelar ninguna de sus transformaciones a menos que su propia vida corriese peligro y no quedase otra opción de salvación que demostrar lo que en verdad era. Para su dicha, su desarrollada mente fue la que fugazmente encontró la forma gracias a las explicaciones de su madre de cómo controlar y resguardar cualquier vestigio de su enigmática condición.
Sumergida en libros y en ideas que le hacían rechazar cada día más parte de su persona, la llegada de un nuevo miembro de la familia se hizo una noche de invierno, once años y treinta y ocho días después de su nacimiento. Andrea Visconti llegó al mundo envuelto en la alegría paterna por finalmente haber procreado a un fuerte varón y a la desgracia materna, que recaía en los brazos de la muerte por un parto dificultoso y extenuante, a tal punto de robarle a Vittoria su último aliento.
Abrazada tanto por la alegría, así como por la tristeza, el sentimiento agridulce en el corazón de Regina solo le alentó ir en búsqueda de algún bien que sanase sus penares.
Los hijos de Leopoldo continuaban creciendo, abocándose a los gustos que ambos se habían encargado de manifestar con el paso de los años. Andrea por una parte de había vuelto un hombrecito aventurero y curioso, que disfrutaba de los días de caza con su padre y de alguna que otra actividad propia de los hombres que le rodeaban y daban ejemplo.
Regina por otra parte, se destacaba por su innegable belleza e intelecto, centrado al campo de la química, donde la admiración por eminencias tales como Robert Boyle era imposibles de ser negadas.
Pero tras todo aquel conocimiento respetado y hasta envidiado por otras jóvenes de su entorno, Regina ocultaba su verdadera intención, el porqué de su insaciable sed de hacerse con todo conocimiento respecto a aquella asignatura tan particular.
El deseo, el profundo anhelo de encontrar una cura para su condición así como para todos aquellos humanos que estuviesen padeciendo ese rechazo por la maldición sobrenatural que debían llevar a cuestas se había tornado un objetivo, una metal principal.
Secretamente, Regina comenzaba a usar parte de sus riquezas para que científicos experimentados llevasen a cabo ciertos hallazgos personales. Misteriosas pruebas y cuestionables métodos eran testeados en sobrenaturales a fuerza, finalizando algunas de estas practicas con la muerte de sus conejillos de Indias, otras sin generar ningún efecto en los mismos. Pero cada experimento era considerado por Regina un paso de avance en sus formulas, un inminente progreso que algún día le haría con el resultado esperado.
Todo recorrido tiene sus obstáculos y Regina no veía ninguna de sus acciones como algo malo. Su deseo era generar algo bueno para la humanidad ¿Cómo podría generar eso algún tipo de culpa?
Las pruebas continuaron, hasta el día que un giro brusco en las decisiones de la italiana traerían el tormento a la familia.
Consciente de que su hermano seguramente también poseería la herencia Cambiaformas de su madre, Regina optó por comenzar una serie de experimentos con él, los que involucraban el consumo diario de extraños brebajes que ella misma había confeccionado, respaldada por aquellos expertos con los que mantenía contacto y que le habían comentado que no habría ningún efecto fatal para la persona que testeara el procedimiento.
Lamentablemente aquellas palabras no estaban en lo cierto.
Una mañana, tras un mes de dosificaciones que no revelaban ningún efecto el palacio Visconti se vio abordado por los gritos y llantos de aquellos que habían encontrado el cuerpo sin vida del joven Andrea, recostado en su cama tal y como la noche anterior a la hora de dormir, más ahora totalmente pálido y sin pulso alguno, lo que constataba un inexplicable fallecimiento.
El padre de Regina se adentro a una depresión inmensa de la cual su hija no se vio víctima, pues en su mente jamás asocio la muerte de su hermano al tratamiento al que ésta le había sometido. Andrea descansaría en paz sin el torturante peso de vivir con una maldición sobre sus espaldas, eso es lo que su hermana pensaba, asimilando aquella perdida de forma más llevadera, algo que su padre -desconocedor por completo de la sobrenaturalidad de su familia- no podía hacer. Lentamente la tristeza, la falta de sueño y hambre consumían la vida de aquel hombre, cuya llama interna parecía apagarse con el transcurso de los días.
Y así fue.
Tres meses tras la muerte del más joven de los Visconti, era el Duque quien partía a los cielos junto a su mujer y su hijo, dejando a una Regina que de un día para otros, se hacia con un mundo diferente, donde debía enfrentarse sola a muchos cambios, en otros como el hacerse con el titulo de Duquesa que su familia había portado con tanto orgullo y firmeza.
El pasar del tiempo transcurría y con ello la damisela comenzaba a moldearse en esa nueva vida que le había tocado afrontar.
Cumpliendo con sus reales, fue abriéndose camino tanto en su nación como en toda Europa, donde se hizo una figura llamativamente reconocida pese a su corta edad dados sus majestuosos conocimientos en literatura y química.
Regina no tardó en hacerse con los mas prestigiosos científicos alrededor del continente para continuar con la búsqueda de aquella cura para los de su especie, subvencionando numerosas investigaciones que le acercasen a su objetivo; la salvación de la humanidad.
Residiendo casi a tiempo completo en París, cuna de aquellos con habilidades sobrenaturales, Regina conoció al que se vislumbraba como el hombre de su vida. Y aunque éste no supiese todo acerca de su amada, la italiana sentía que en sus brazos estaba segura y por ese simple hecho le amaba incondicional y fielmente. Regina solo tenía ojos para él, mientras su mente se debatía entre las atenciones para con su hombre, las encomiendas reales y su anhelo personal para con el resto de la humanidad.
En la Corte Italia se vieron el uno al otro, se conocieron y no dudaron mucho en comprender que estaban hechos para compartir su destino.
Envueltos en el regocijo propio que genera el contraer de las nupcias, la pareja no tardó mucho en hacerse con la noticia de que un nuevo miembro para la familia llegaría pronto, una noticia que solo reafirmaba el amor entre aquellos dos que parecían inseparables el uno del otro, salvo por alguno de los viajes que Leopoldo se veía obligado a realizar por su condición de embajador de la nación en la que residía.
Regina llegó al mundo en una templada tarde primaveral, acompañada de un sequito de doncellas que auxiliaron a una Vittoria solitaria, apenada porque su esposo no se encontraba en la ciudad para el momento del impostergable parto.
Hermosos ojos claros coronaban el rostro de aquella hermosa y diminuta niña que en su interior seguramente resguardaba la misma condición secreta de su madre, quien ya asimilaba la idea de cuando sería el momento oportuno para hacerle con una inevitable realidad que veía ligada a su sangre por la rama materna.
Con diez años cumplidos, Regina se proyectaba como toda una prodigio en el ámbito intelectual, siendo gustosa de ocupar su tiempo leyendo libros, generalmente abocados en temas como el estudio de la química y otros conocimientos de gran complejidad.
Sus padres al notar aquellos singulares dotes, promovían los intereses de la niña ofreciéndole una educación distinguida, guiada por los mejores tutores de toda Italia.
De forma secreta y paralela a la adquisición de nuevos conocimientos, finalmente la madre de la jovencita había comenzado a entrenarle, a explicarle como controlar aquella naturaleza que tarde o temprano afloraría en el ser de una Regina que pese a seguir los consejos maternos, rechazaba silenciosamente aquella condición que le generaba repudio. Pese a no poseer experiencias de la vida por su edad, la niña había sentenciado por charlas ajenas que todo manifiesto sobrenatural en los seres humanos no era más que una triste maldición de la que no se podía sentir orgullo alguno.
Asumiendo con el tiempo la herencia Cambiaformas, Regina se prometió no revelar ninguna de sus transformaciones a menos que su propia vida corriese peligro y no quedase otra opción de salvación que demostrar lo que en verdad era. Para su dicha, su desarrollada mente fue la que fugazmente encontró la forma gracias a las explicaciones de su madre de cómo controlar y resguardar cualquier vestigio de su enigmática condición.
Sumergida en libros y en ideas que le hacían rechazar cada día más parte de su persona, la llegada de un nuevo miembro de la familia se hizo una noche de invierno, once años y treinta y ocho días después de su nacimiento. Andrea Visconti llegó al mundo envuelto en la alegría paterna por finalmente haber procreado a un fuerte varón y a la desgracia materna, que recaía en los brazos de la muerte por un parto dificultoso y extenuante, a tal punto de robarle a Vittoria su último aliento.
Abrazada tanto por la alegría, así como por la tristeza, el sentimiento agridulce en el corazón de Regina solo le alentó ir en búsqueda de algún bien que sanase sus penares.
Los hijos de Leopoldo continuaban creciendo, abocándose a los gustos que ambos se habían encargado de manifestar con el paso de los años. Andrea por una parte de había vuelto un hombrecito aventurero y curioso, que disfrutaba de los días de caza con su padre y de alguna que otra actividad propia de los hombres que le rodeaban y daban ejemplo.
Regina por otra parte, se destacaba por su innegable belleza e intelecto, centrado al campo de la química, donde la admiración por eminencias tales como Robert Boyle era imposibles de ser negadas.
Pero tras todo aquel conocimiento respetado y hasta envidiado por otras jóvenes de su entorno, Regina ocultaba su verdadera intención, el porqué de su insaciable sed de hacerse con todo conocimiento respecto a aquella asignatura tan particular.
El deseo, el profundo anhelo de encontrar una cura para su condición así como para todos aquellos humanos que estuviesen padeciendo ese rechazo por la maldición sobrenatural que debían llevar a cuestas se había tornado un objetivo, una metal principal.
Secretamente, Regina comenzaba a usar parte de sus riquezas para que científicos experimentados llevasen a cabo ciertos hallazgos personales. Misteriosas pruebas y cuestionables métodos eran testeados en sobrenaturales a fuerza, finalizando algunas de estas practicas con la muerte de sus conejillos de Indias, otras sin generar ningún efecto en los mismos. Pero cada experimento era considerado por Regina un paso de avance en sus formulas, un inminente progreso que algún día le haría con el resultado esperado.
Todo recorrido tiene sus obstáculos y Regina no veía ninguna de sus acciones como algo malo. Su deseo era generar algo bueno para la humanidad ¿Cómo podría generar eso algún tipo de culpa?
Las pruebas continuaron, hasta el día que un giro brusco en las decisiones de la italiana traerían el tormento a la familia.
Consciente de que su hermano seguramente también poseería la herencia Cambiaformas de su madre, Regina optó por comenzar una serie de experimentos con él, los que involucraban el consumo diario de extraños brebajes que ella misma había confeccionado, respaldada por aquellos expertos con los que mantenía contacto y que le habían comentado que no habría ningún efecto fatal para la persona que testeara el procedimiento.
Lamentablemente aquellas palabras no estaban en lo cierto.
Una mañana, tras un mes de dosificaciones que no revelaban ningún efecto el palacio Visconti se vio abordado por los gritos y llantos de aquellos que habían encontrado el cuerpo sin vida del joven Andrea, recostado en su cama tal y como la noche anterior a la hora de dormir, más ahora totalmente pálido y sin pulso alguno, lo que constataba un inexplicable fallecimiento.
El padre de Regina se adentro a una depresión inmensa de la cual su hija no se vio víctima, pues en su mente jamás asocio la muerte de su hermano al tratamiento al que ésta le había sometido. Andrea descansaría en paz sin el torturante peso de vivir con una maldición sobre sus espaldas, eso es lo que su hermana pensaba, asimilando aquella perdida de forma más llevadera, algo que su padre -desconocedor por completo de la sobrenaturalidad de su familia- no podía hacer. Lentamente la tristeza, la falta de sueño y hambre consumían la vida de aquel hombre, cuya llama interna parecía apagarse con el transcurso de los días.
Y así fue.
Tres meses tras la muerte del más joven de los Visconti, era el Duque quien partía a los cielos junto a su mujer y su hijo, dejando a una Regina que de un día para otros, se hacia con un mundo diferente, donde debía enfrentarse sola a muchos cambios, en otros como el hacerse con el titulo de Duquesa que su familia había portado con tanto orgullo y firmeza.
El pasar del tiempo transcurría y con ello la damisela comenzaba a moldearse en esa nueva vida que le había tocado afrontar.
Cumpliendo con sus reales, fue abriéndose camino tanto en su nación como en toda Europa, donde se hizo una figura llamativamente reconocida pese a su corta edad dados sus majestuosos conocimientos en literatura y química.
Regina no tardó en hacerse con los mas prestigiosos científicos alrededor del continente para continuar con la búsqueda de aquella cura para los de su especie, subvencionando numerosas investigaciones que le acercasen a su objetivo; la salvación de la humanidad.
Residiendo casi a tiempo completo en París, cuna de aquellos con habilidades sobrenaturales, Regina conoció al que se vislumbraba como el hombre de su vida. Y aunque éste no supiese todo acerca de su amada, la italiana sentía que en sus brazos estaba segura y por ese simple hecho le amaba incondicional y fielmente. Regina solo tenía ojos para él, mientras su mente se debatía entre las atenciones para con su hombre, las encomiendas reales y su anhelo personal para con el resto de la humanidad.
Datos Extras
- Lleva consigo en el dedo mayor de su mano derecha, una sortija de zafiros regalo de amado.
- Registra en una bitácora todos los avances con respecto a las pruebas y métodos que testea en sobrenaturales.
- Tiene grandes conocimientos en química, física y literatura.
- Dada su condición de embajadora del reino de Italia, maneja con facilidad cuatro idiomas en los que se encuentran el francés, el español, el inglés y su italiano nativo.
- Gusta de participar en eventos de caridad y ha sabido hacerse con la amistad de varias personas que visitan el Orfanato parisino.
- Tiene cierto rechazo hacia los seres sobrenaturales, les apena su condición y les ve como almas desamparadas.
- Registra en una bitácora todos los avances con respecto a las pruebas y métodos que testea en sobrenaturales.
- Tiene grandes conocimientos en química, física y literatura.
- Dada su condición de embajadora del reino de Italia, maneja con facilidad cuatro idiomas en los que se encuentran el francés, el español, el inglés y su italiano nativo.
- Gusta de participar en eventos de caridad y ha sabido hacerse con la amistad de varias personas que visitan el Orfanato parisino.
- Tiene cierto rechazo hacia los seres sobrenaturales, les apena su condición y les ve como almas desamparadas.
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Regina Visconti*- Cambiante/Realeza
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