Regina Cromwell

Regina Cromwell

Física

Regina, una mente que no deja pasar nada por alto, es sumamente consciente de la belleza que posee, aquella que aplaca la severidad de sus verdaderas intenciones y que disfraza muy convenientemente el astuto y calculador interior de una reina que poco apego tiene hacia lo emocional.

Poseedora de una piel pálida y sin mácula alguna, el exterior de la dama brinda hacia el ojo ajeno una fragilidad exquisita y atrapante, reforzada por la estilizada anatomía de aquella que sin esfuerzo alguno, irradia un porte elegante y ostentoso, propio del cargo que desempeña.
Su rostro revela una estructura ósea demarcada, sutilmente redondeada, donde hacia el final del mismo destacan sus labios, llamativos por su carnosidad y ejecutores de los más placenteros elogios, así como de las más punzantes palabras.
Un pequeño lunar sobre el lado derecho de su labio superior emana una inevitable y natural sensualidad, enmarcada por una larga cabellera que juega entre los matices castaños y que resalta por el tupido y ondeado recaer que la dama gusta de usar para imprimir mayor atención a su distinguido semblante.
Finalmente, su atractivo físico se consuma en una mirada penetrante que hurga en lo profundo de lo ajeno, con ojos particularmente llamativos, éstos se hacen inevitablemente con los más curiosos y débiles, sometiéndolos a su casi irresistible y abrazador encanto.
Conocedora de todos y cada uno de los gestos que sus rasgos son capaces de expresar, Regina filtra toda aquella emoción a reflejar en su exterior, siendo visto solamente lo que ésta quiere, cuando ésta desea. Ni más, ni menos.
Regina es lo que ella gusta con quien gusta. Lejana o no a la sinceridad, eso nunca será dilucidado por quienes le vean de pies a cabeza, pues su padre así la enseño.





Consciente de la delicada humanidad física que los ojos ajenos captan, Regina sabe completamente que aquella fragilidad que su exterior proyecta no es más que el perfecto disfraz para lo que es ésta interiormente en realidad.

Nacida en cuna de oro y siendo complacida durante todo su crecimiento con los más inesperados caprichos, la escocesa no conoce ni puede posicionarse en el lugar de otro, pues su visión egoísta y sumamente avara son las primeras en anular interés alguno en la situación ajena. “Lo que es, es” promueve ante la desgracia presente en terceros, de la cual al verse totalmente distante, cree no es asunto al cual abocarle tiempo alguno. No es una salvadora, nunca pensó en serlo y jamás lo será. Regina vive para ella y solamente ella.

Apoyada por sus vastos conocimientos en artes y política, siempre sabe cómo caer bien parada, Tal y  si contase con un desarrollado sexto sentido.
Una exquisita y astuta retorica se encarga de envolver a aquellos de su momentáneo interés, los que sucumbirán bajo el poder de sus palabras o de su misteriosa belleza.
Con Regina no hay escape o escudo que valga. Lo que quiere lo consigue, y no importa cuántas cabezas deban rodar para ello. Un desligamiento total hacia el sentir de otros le otorga el privilegio de accionar sin valorar las consecuencias ajenas. La meta siempre será lo conveniente para sí misma.

Sumergida indiscutiblemente al terrero mundano, el plano de los sentimientos solamente se presenta como objeto de arribo hacia los demás. Regina cuenta con un arsenal innumerable para abrirse lugar y ganar la confianza ajena, buscando sigilosamente aquellas mínimas aberturas en el otro donde tejer minuciosamente los hilos que envolverán el lado vulnerable del que tarde o temprano osará estrujar si la contraparte se rebela ante sus imposiciones.

Su sinceridad es tan moldeable como la arcilla. Regina dirá siempre lo que le convenga, donde le convenga y cuando sea más beneficioso para ella. Una mente fría y calculadora le ofrece la regalía de escoger y proyectar cualquier gesto o reacción provechosa sin evidenciar nunca el verdadero pensamiento de una reina que no deja pasar nada por alto. Debe estar al corriente de todo, siempre ya sea con su presencia, o por aquellos ojos que obran en son de informarle todo lo que esta no ve. Sin embargo, su Majestad no disfruta en absoluto la idea de delegar acciones, pues para ella, ningún ser humano es de extrema confianza, por ende usará a aquellos que tarde o temprano pueda eliminar sin esfuerzo alguno.

Presente en sí tanto del poder conseguido, más el propio de su familia, busca siempre la expansión del mismo. Viendo a su entorno como un tablero de ajedrez, ella es la única capaz de mover las fichas de juego a su antojo y aquella que no cumpla con lo solicitado, deberá ser derrocada a como dé lugar. Sin explicaciones, sin motivos profundos. Rebelarse ante la reina inglesa es sinónimo de perecimiento. Por ello mismo, con Regina no hay lugar a cuestionamientos. Lo ordenado debe cumplirse, lo solicitado alcanzarse y lo impartido acatarse. Todo sin porqués de por medio.

Por otra parte, su lado más humano recae en aquellos que vislumbra como pares. Pocos a los que realmente admira y respeta. Únicos en conocer las facetas emocionales de una mujer que entrega su afecto y estima con cuentagotas.
Rígida exteriormente con todos aquellos designios religiosos que la hacen una elegida de Dios, internamente alimenta un espíritu visionario y vanguardista en el terreno de las artes y la política, siendo esto último uno de sus mayores intereses a nivel personal.

Tiende a ver su reinado como algo que debe ser explotado al máximo en todos los ámbitos posibles. Es por ello que si su esposo, el Rey Stiva se proyecta como el escudo de Inglaterra, más abocado a los temas referentes a los conformantes de su nación, Regina sin dudas sería la afilada espada que busca el poder y la expansión de Inglaterra en Europa a base de sometimiento intelectual.

Aunque la única hija del matrimonio Farquharson no fuese el esperado varón con el que su padre anhelaba hacerse, éste se prometió así mismo impartir toda su doctrina a la que seguramente, a futuro, sería una mujer completamente diferente al resto.
Y así fue.

Lady Regina nació bajo las frescas noches escocesas de Stirling, tierra natal de sus padres. Recibida con todos los lujos imaginados, aquella recién nacida fue el obsequio de las numerosas plegarias entregadas a Dios por un matrimonio que por tantos años, buscaba la llegada de un nuevo integrante a la familia.

La infante creció bajo la completa atención materna, hasta entonces dedicada exclusivamente al estudio y enseñanza de Literatura para los hijos de familias amigas a la suya. Una tutoría privilegiada para aquellos poseedores de un status equitativo al generado por su hábil esposo, quien manejando astutamente el negocio armamentístico heredado de su propio padre, no tardó mucho en hacerse con el entero monopolio de la rama en toda Escocia. Indirectamente, las decisiones militares de la nación pasaban por su consultoría, haciendo de éste un allegado valioso y respetado tanto por la realeza, así como por toda la aristocracia nacional.

Arropada por las costumbres de una familia singular, Regina no tardó en tomar gusto por la lectura, así también por toda expresión de arte existente, abocándose en informarse sobre el contexto histórico, social y cultural de aquellas obras que fuesen de su interés. Su padre no tardó en denotar aquella dotada mente, absorbente de todo conocimiento que se le presentase. Así fue que la doctrina y visión paterna del mundo lentamente comenzó a ser impartida, incrustándose habilidosamente en el pensar de aquella que orgullosa, iniciaba un vislumbramiento de la humanidad, ahora, completamente diferente al anterior.

Apegándose mucho más tanto a su padre como a los negocios del mismo, Regina se impregnó de conocimientos en el ámbito de las negociaciones, además de los ideales de su progenitor en que uno siempre debía hacerse de beneficios sin importar el cómo. La ganancia y el posicionamiento superior sobre el resto era lo único que daba lugar a la imposición, al entero sometimiento sin importar la suerte ajena. Hacerse con el poder, era sinónimo de hacerse con lo que uno desease. Esa era la ideología Farquharson, misma que Regina reflejaría con convicción a partir de su adolescencia.

Arribando inesperadamente la muerte de su madre, la joven manifestó un desligue emocional con todo su entorno, siendo el plano de los sentimientos algo obsoleto, ciertamente inútil a la hora de alcanzar aquellas nuevas metas que su padre motivaba incansablemente.

Manejándose en el terreno de la alta alcurnia exclusivamente, su belleza se vio halagada por decenas de jóvenes pretendientes conformantes de la aristocracia, conocedores de la inminente expansión de riquezas de su padre, que ahora eliminaba las fronteras de sus negociaciones, pasando a abastecer armamentísticamente a naciones hermanas como Inglaterra y los Países Bajos, fomentando indirectamente a conveniencia la riña que ambas naciones mantenían entre si desde épocas antiguas.

Solamente un joven pudo darse con el tesoro que tanto económica, física e intelectualmente Regina ostentaba ser; Stiva Záitsev.

La petición de mano por Rey no tardó en ser aceptada por la avara mente paterna de la damisela que, a pesar de todo, se sentía a gusto con aquel encantador y astuto caballero con el que compartía muchos temas y visiones en común.
Regina sería Reina de Inglaterra y eso era ya algo inevitable para todo aquel que se opusiera a que una mujer tan caprichosa, egoísta y ególatra se hiciese con el máximo cargo de autoridad inglesa.

Finalmente, lo esperado se dio. Bajo una majestuosa celebración llena de inimaginables lujos, Stiva se hizo con la mano de Regina, haciéndola así Reina de Inglaterra. El regocijo paterno para aquel entonces era desmesurado, tan así que fue su propia alegría la que le dio una brusca e inesperada muerte.
Incrédula de lo acontecido, Regina se había hecho con el impetuoso negocio familiar al mismo tiempo que con la corona de Inglaterra. No había lugar en su interior para tristeza alguna, finalmente estaba posicionada donde quería. Ahora sería su voluntad la que manejase a su entorno a completo antojo.

La feliz y prospera unión de los reyes tampoco les hacía perder el abocamiento de cada uno a sus intereses individuales por encima además de todos aquellos que le unían.
Regina jamás dejó de verter atención a las negociaciones de la nación con otros países, convenciendo a su esposo de impartir nuevos regímenes políticos que sin duda alborotaron a las Cortes inglesas, manifestantes por voz baja de su confusión  hacia ciertas decisiones que, pese a verse obligados a acatar, sabían que eran generadas en la mente de su peculiar reina.

Por otro lado, la joven no tardó en levantar sospechas sobre los accionares de su esposo, siempre envuelto en asuntos enigmáticos de los cuales solía excusarse con otras cosas de las cuales Regina sabía no eran ciertas ¿Qué era aquello que el Rey resguardaba tan minuciosamente? No había necesidad alguna en su Majestad en disipar aquella pregunta siempre y cuando ésta fuese complacida en todo aquello que desease imponer.
Un peculiar trato al que las dos partes habían accedido sin necesidad de palabras y quizas solamente por amor; Stiva tendría su misterioso accionar seguro siempre y cuando Regina tuviese de su lado el poder suficiente para imponer su voluntad a otros.

♚ Lleva siempre consigo un prendedor, regalo de su difunta madre.

♚ Gusta de ofrecer lecturas a niños conformantes de la aristocracia, teniendo un peculiar apego hacia los mismos, por su innegable inocencia.

♚ Visita París asiduamente, tanto por temas oficiales como de índole personal.

♚  Desconoce por completo las practicas de su esposo en cuanto a la brujería.