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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Feb 09, 2014 8:15 pm

"Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer."
Antoine De Saint Exupery

Oslo, Noruega (Meses atrás) 6:30pm

Desde sus primeros años como vampiro tuvo conocimiento de lo que algún día enfrentaría -Si es que para entonces seguía viva-. Según se decía, ninguna creación proveniente de "de Bordeaux" y "d'Auxerre" tendría escapatoria ni elección cuando empezara la guerra. Pero Vibeke ya lo había olvidado. En 900 años jamás había conocido a un d'Auxerre que para efectos históricos era el enemigo. Tampoco conoció a otro de Bordeaux a excepción de Niklaus, su creador, y de Lorian, su creación al cual transmitió la historia y el apellido tal como le fue pedido. "Todo son cuentos. Apuesto que primero muero antes de llegar a ver que esto es cierto" se decía cada vez que la historia le era mencionada. "Aunque sería divertido" pensaba al final, sonreía y ahí quedaba todo, en meras palabras que parecían tan ficticias como su misma afición por el dios del engaño.

Con aspecto taciturno, Vibeke salió de su lecho en cuanto se ocultó el sol. Caminó a la sala principal con cautela, alguien había entrado en su casa y ella había sentido su efluvio. El aroma del desconocido permanecía como un sendero marcado que definía su recorrido por el lugar, pero su presencia hubo desaparecido con la misma prontitud con la que entró en escena. Sin embargo, había dejado algo que resaltaba sobre la pequeña y redonda mesa de vidrio ubicada en el centro de la estancia. Con curiosidad, ella se acercó, tomó el sobre blanco en sus manos y de inmediato sus ojos recorrieron el detalle con el que estaba escrito su nombre. Rasgó el papel y sin dar más espera sacó la carta que dejó un evidente gesto de sorpresa dibujado en su rostro en cuanto terminó de leerla. Una risa pícara se le escapó de los labios y salió corriendo de nuevo a su habitación como si estuviera emocionada y con la carta echa un girón en una de sus manos.
-¡Henry!- llamó de inmediato a viva voz para que su mayordomo acudiera. -¡Henry, dile a alguien que me haga las maletas!- el anciano hombre acudió en cuanto pudo y apenas tuvo a Vibeke de frente se giró bajando la mirada -Lo haré de inmediato..- dijo él con voz abochornada. La vampireza soltó una enorme carcajada -Perdóname, es que salí tan rápido que se me olvidó cubrirme. Pero ya me voy, dile a alguien que vaya pronto porque no puedo esperar mucho. Adiós Henry- se despidió con voz amable y desapareció en minutos.

***

En menos de una hora Vibeke estaba camino a Francia. No era un recorrido fácil, tenía que hacer demasiadas paradas y el hecho de viajar únicamente de noche la hacía perder tiempo. Debía salir de Noruega y pasar al menos por ocho países antes de poder llegar a París, lo cuál daba un par de meses en el cálculo de viaje. La carta, decía a grandes rasgos que era tiempo de reunirse y que dadas las circunstancias de cada miembro, habría un plazo de seis meses para que todos pudieran llegar a una mansión perteneciente al primer de Bordeaux que, casualmente, era Francés al igual que su padre; aquello le empezaba a gustar más a la mujer. Las preguntas se fueron agolpando conforme avanzaba hacia Francia.
"¿Cuántos seremos? Espero no ser la última en aparecer. ¿Lorian recibiría la carta? ¿Niklaus seguirá con vida?¿Y si esto es una broma de ese par?¿Y si todo era cierto?" La espera se hizo larga y la curiosidad más densa hasta que finalmente llegó al lugar indicado en el mapa adjunto en la carta.

***

París, Francia (Actualidad) 9:30pm

Cuando llegó, la niebla cubría a medias el camino flanqueado por enormes árboles que parecían ocultar la mansión. El cochero se detuvo, ayudó a Vibeke a bajar sus maletas, recibió su paga y desapareció espantado sin motivo aparente, latigando a su paso al par de caballos que halaban y los apresuraba como si lo persiguieran los lobos o algo mucho peor. A ella le causó gracia, como lo hacían la mayoría de cosas y, tomando las maletas apretó el paso para entrar al lugar. Su mente buscó pensamientos ajenos pero allí no había nadie, era la primera o al menos eso parecía.

A su ingreso, una imponente y antigua mansión se dejaba ver sin señas de abandono alguno. Si bien ahora no había nadie, se notaba que había sido cuidadosamente mantenida durante tanto tiempo. En cuanto se acostumbró a la oscuridad, el reflejo de la luna que se colaba por las ventanas abiertas de la parte posterior que daba al jardín, le permitió reconocer los candelabros que reposaban en sus bases plateadas incrustadas en la pared y cerillos estratégicamente puestos en la parte inferior para poder encender cada uno. Ella dejó las cosas en el suelo con total tranquilidad y fue encendiendo una a una las velas hasta dejar bien iluminada aquella sala que, a juzgar por la decoración, parecía ser la principal. Con la vista recorrió cada cuadro, mueble y objeto que había allí y sobre una mesa reconoció un sobre idéntico al que había recibido en su casa. Sin duda todo se tornaba más misterioso y a ella eso le encantaba. Sus pasos fueron haciendo eco en el suelo brillante mientras recorría la estancia y la soledad en esa extraña mansión le resultó exquisita. No obstante, mientras tomaba el sobre y se dirigía al enorme sillón oscuro que había en el lugar y en el que se le antojaba tenderse, pensaba en Lorian ¿Cuánto tiempo había pasado sin verlo? extrañaba tenerlo cerca y el sólo recordar lo que era ese hombre hizo que se mordiera el labio con malicia. Curiosamente, lo primero que recordó de él fueron sus piernas y buscó cada recuerdo en su mente al tiempo que se recostaba olvidando abrir el sobre. Una risita fue la respuesta a sus pensamientos hasta que de golpe quedó sentada al escuchar que alguien abría la puerta. Vaya distraída que se había pegado por pensar en aquellos ejemplares músculos que lo mantenían firmemente posicionado en tierra.


Última edición por Vibeke de Bordeaux el Sáb Abr 19, 2014 2:08 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Sáb Feb 15, 2014 10:52 pm

“Hay veces que quisiera ser tierra para poder estar bajo tus pies. Otras veces recuerdo la suavidad de tu piel y prefiero ser el aire. Pero recuerdo que no lo necesitas y de esa forma no puedo estar en tu interior.”
Bordeaux,  Sur de Francia 1548, 8:00pm

Este es el lugar donde escribo las cosas que no deseo olvidar en el camino a mi eternidad. El comienzo del decimoctavo diario. Exactamente hoy, conocí por primera vez a dos d'Auxerre, pude matar a uno, mientras los demás miembros asesinaban a aquel que era el patriarca -el jefe, el que los guiaba-. Ahora, volveré a desaparecer, me enterraré por unos años más, ya que no puedo vivir sin ella. ¿Cuándo la volveré a ver? Separarme fue un error, tendría que haberle dicho que me corte la cabeza en el instante en que nos alejamos. Pero tenía que probar. Luego de años sobreviviendo en soledad, fui llamado por mi familia, mi sangre de Bordeaux. Con Vibeke siempre habíamos creído que lo de la gran batalla eran simples palabras sin sentido, historias, herencia para hacernos más conocidos. La realidad era que el apellido nos mantenía atados a una maldición y al ver a un enemigo, nuestra sangre ardía. -¿O era quizá que llevaba mucho odio y energía acumulada y por ello había estallado de esa forma?- No lo sabía, lo que sí es cierto es que lo asesiné de la forma más placentera que yo sé, un pequeño juego, un suave ajetreo y su corazón estaba en mi mano derecha. Había estudiado los órganos, la anatomía humana y con ello había hecho que en el torso del inmortal, siquiera una gota de sangre se notara. Un cuerpo que pereció en cenizas horas más tarde.

Fue simplemente adorable aquel espectáculo, pero sabía que había tenido suerte y esta misma se me acabaría si no corría rápido. Fue triste, había esperado ver a la platinada mujer que tanto adoraba en aquel pequeño grupo de familiares, pero nada, solo estaba Anne, una vieja Bordeaux con quien había pasado unos años vagando por el mundo. Pero ahora, nuevamente solo, me proponía enterrarme. Buenas noches. Nos leeremos en cien años.

Jerusalén, Israel  1800 00:00pm

Han pasado cien años desde que me levanté, exactamente lo que había dicho que estaría durmiendo. Hoy en la noche me llegó una nueva carta familiar. Pensé seriamente en no asistir, pero luego mi sangre ardió nuevamente y tuve que aceptar la partida. Deseando que por favor se encuentre allí mi creadora, doscientos años sin ella han sido devastadores, aún recuerdo la suavidad de su piel sobre la mía. Sus uñas clavándose en mi torso al tenerla pegada a mí. He pasado este siglo en la tierra de Dios, Israel es un lugar extraño, pero está lleno de personas con las cuales entretenerme. Es lo único que me distiende, lo único que hace que no esté buscándola por el mundo. ¿Aún recordará como se siente estar bajo mi lecho? Me excita el solo pensarlo y me desahogo con simples mujeres humanas que no pueden soportar mi salvajez. He encontrado a más inmortales, se esconden bajo capas, como eruditos o hijos de dios. Es gracioso pensar, que los humanos llegan a considerarnos personas tocadas por los ángeles. Eso nos da la posibilidad de poder vivir más tiempo estacionados en un lugar. Pero ya es hora de partir. Las maletas las voy a preparar ahora mismo, el dinero en el eterno banco de Francia sigue intacto, no tendré que llevar demasiado. Según esta maldita nota, deberíamos encontrarnos todos los de Bordeaux, será como un reinicio. Me pregunto si habrá gente nueva, según han dicho, cada cien años ingresa un miembro más. Y por cada muerte también debe crearse un nuevo vástago. Lo sabré en unos meses, al llegar allí.  


París, Francia (Actualidad) 8:30pm

La frescura de la ciudad inundó mis entrañas, hacía mucho tiempo no me enredaba con la tecnología de esa nueva era. Sin duda alguna era tal y como decían en Jerusalén. Maravilloso y práctico. Estuve pensando en descansar en un hotel antes de dirigirme a la casona principal pero ya suficiente había disfrutado el trayecto, parando en tabernas, conociendo un poco de qué iba todo aquel movimiento industrial que estaba planeando el mundo. Sin duda las cosas se habían vuelto mejores y aunque se notaba la diferencia de clases sociales al menos era menor la cantidad de muertos en las calles, abandonados por la tempestad.

El carruaje seguía su camino, estábamos a unas cuadras de lo que decía el plano era una enorme mansión de varias manzanas de área. Simplemente, respiré. Como si con ello estuviese seguro de que necesitaría aire para soportar verla. De algún modo, supe que eso sucedería. Mis piernas temblaron, mi barbilla es erizó y mis ojos se dilataron. Sintiendo los colmillos crecer como quien ha pasado un milenio de hambre. Y allí estaba, luego de casi una hora de recorrido el lugar estaba frente a mí. Pagué las cuentas que tenía con aquel humano y le dejé en libertad, no tenía por qué matarlo, aunque la idea sí se me había cruzado. Negué y seguí en camino, con la maleta pesada a un costado y un bolso largo en el otro. Mis pasos empezaron a vacilar.

¿Era posible olvidar el aroma de la sangre que tenía tu sangre? Dulce y picante, me escocían los ojos del dolor, el bajo vientre se me contraía y una pequeña patada de placer interfirió en mi organismo caducado. Pero mis sentidos obedecieron y siguieron camino. Abrí la puerta con simpleza, con la amargura que me caracterizaba por ser un perro de la calle. Y cuando la briza de la luna lo iluminó todo pude verla tirada en el sillón. Estaba como siempre, reluciente y liberada. Con su sonrisa demente y pícara en esplendor. — Mistress, tiempo sin verla, parece ser que esta vez no es solo una reunión informal. — La voz salió con una patada en la espalda por mi boca y mi cuerpo tomó la forma de siempre, volví a moldearme para poder estar frente a ella y no arrastrarla contra la pared y recordarle lo bien que la pasábamos cuando nos podíamos revolcar en todos los lugares y tiempos posibles. Intenté ser natural, apoyé las cosas a un costado y me quedé mirando los adornos y el acomodamiento, sin duda era un buen lugar para empezar una gran batalla. Esperaba encontrar a alguien más, intenté oler, pero con ella cerca nada funcionaba y una pequeña risa seca salió de mis labios. Era increíble como mi cuerpo y alma muerta reaccionaba a ella. Estuve a punto de sentarme en un sillón bastante apartado, pero me era imposible y simplemente me acerqué como el viento, observé sus labios con curiosidad y le mordí el inferior, manteniendo mi cuerpo aún en pie, con aquel delgado pero fuerte cuerpo debajo del mío, a muchos más centímetros de los que yo deseaba, pasé la yema de mis dedos por su mejilla y volví a alejarme. Tan rápido, tan fugaz. Que apenas parecía que había sido un sueño. Uno más. 

“Pensé que era una enfermedad que se iría, pero me di cuenta que era una patología, de esas que no se pueden curar.” 
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Vie Feb 28, 2014 1:00 pm

"Quizás deberíamos ser menos dependientes.
Quizá el invierno debería de ser menos frío.
Y, quizás, esa cama debería estar menos vacía ahora."

Es imposible describir todo lo que pasó por la mente y el cuerpo de Vibeke en cuanto vio que el que ingresaba a la mansión era él, Lorian. Se sonrió con una malicia indescriptible, se le olvidó lo que tenía planeado hacer hasta hace unos segundos y por el cuerpo le pasó un ligero escalofrío que pareció más un toque de electricidad. Para aquél momento, ya el sobre podía estar bajo el sillón y la inmortal no iba a recordar su existencia en un muy buen tiempo, si es que no lo olvidaba.

Su modo de saludarla fue cortante en cierto modo, se sintió frío, lejano, pero tan encantador que creyó que con eso sólo lograría provocarla. De buena gana lo habría llevado en un sólo movimiento a la pared más cercana y le hubiera quitado esa seriedad sólo como ella sabía. ¿Qué tanto había pasado para que él apareciera de ese modo? No dijo nada, se quedó en el sillón, sentada y, mientras cruzaba la pierna, lo iba observándolo de arriba a abajo con detalle para luego devolver el recorrido y centrarse de nuevo en ese rostro firme y que parecía más formal de lo que ella misma recordaba. Lorian seguía siendo hermoso, tan alto y atlético que cuando recorrio con la vista las piernas ajenas, lo hizo con más lentitud que lo demás. Era todo un portento de hombre y la ropa que usaba no le hacía justicia a cada trabajado músculo de su cuerpo; o tal vez sí, pero no era lo suficiente para lo que le cruzaba por la mente a Vibeke para aquellos momentos.
-Los dioses han sido buenos- se mordió el labio inferior sin deshacer la pícara sonrisa -De no sé cuantos posibles desconocidos que pudieron entrar, llegaste tú, o ...- frunció el ceño y con una seriedad fingida que más bien parecía seductora, cambio el tono de voz a uno más siseante y bajo -¿Preferís que os hable de esta forma? ¿Preferís la formalidad ahora y que os llame mi lord?- contuvo la risa, le devolvió su saludo con sorna y fingió un dolorido puchero que era evidentemente planeado. -Creo que he adquirido un don del que no tenía idea. ¿Sabéis lo que estaba pensando antes que llegáseis vos?- con gusto le mantuvo ese tono y esa actitud que aunque parecía sumisa, poco tenía de aquello. Pero eso él lo sabía, era de esperarse que lo tuviera más que claro y que comprendiera al instante el jueguito que tejía Vibeke con suma delicia.

-No vale la pena buscar más. No hay nadie... nadie, nadie- negó como si sintiera lástima. -Acaso ¿Esperáis a alguien más?- "porque si quieres podemos esperar placenteramente mientras llega" pensó ella recordando que él también era un lector de mentes. Aquello era sumamente curioso. Vibeke poseía tres habilidades particulares de las cuales Lorian había "heredado" dos. La telepatía y la fortaleza extrema al dolor físico los hacían lo que eran, un par de masoquistas, sádicos y adictos al sexo y al otro. Se complementaban mutuamente y, más allá de una guerra, todo eso era usado en sus propias batallas cuyos campos no eran otros más que las sábanas o lo que se les fuera ocurriendo en el camino y en las ganas. En cuanto al tercer don, pese a ser diferente, también radicaba en una habilidad sobre la mente de lo cual ella se sentía orgullosa.

Vibeke apoyó ambos brazos extendidos en el sillón y disfrutó de aquella corta risa que no escuchaba hace años. Pero seguía siendo seca, seria al igual que ese beso que le dio pese a la pequeña mordida. Pero, de cierto modo supo que más que frío era prudente, por algún motivo que ella desconocía y que hasta cierto punto le inquietaba. En cuánto Lorian se alejó un poco, ella se puso de pie y se acercó a él con desición aunque con paso lento y alineado. Se puso frente a él y con sus manos le acarició las mejillas ligeramente cubiertas por una sensual barba bien arreglada y las deslizó hasta el cuello ajeno. Acercó su rostro y con la nariz le recorrió el mentón al tiempo que una de sus manos se enredaba en su cabello como si lo quisiera tomar con firmeza. Su aroma le resultó excitante, como ningún otro al que hubiera tenido acceso. Eso último explicaba porque sólo él había sido convertido por ella sin miramiento alguno; Vibeke había cedido a su olor a magia y a poder, a una masculinidad de la que no tenía ganas de apartarse y a esa pulcritud mezclada al tiempo con elegancia y fuerza. Ese, era su modo de describirselo a sí misma.

La actitud de Lorian poco le importaba a ella, no porque no le interesara, sino más bien porque creía poder con todo. Si él había conocido a alguien en ese tiempo, ella lo pasaría por alto y lo reclamaría como suyo por encima de todo. No lo haría con palabras porque su orgullo y su altivez no le permitirian algo como eso, pero sí que lo haría con acciones, como le era costumbre y como más le gustaba; incluso, eso justamente era lo que hacía ahora. Ella no saludó, no le preguntó por su estado, no lo alardeó, nada. Sus formas distaban mucho de las palabras y con él se dirigían más a los hechos. Si él pasaba por un mal momento, Vibeke iba a encargarse que tuviera uno mucho peor pero del que fuera capaz de disfrutar al tiempo. Ese hombre al que tocaba con autoridad aunque con cariño, le iba a pertenecer siempre. Por encima de mujeres y hombres, inmortales y humanos, sobrenaturales de cualquier tipo... por encima de amigos y enemigos, por encima de la vida y de la muerte, del bien y del mal y de todo. Así lo había decidido ella y conforme a su pensamiento, así haría.
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Mar Mar 04, 2014 8:09 pm

“No se encuentra el destino en uno mismo, cuando se tiene a la diosa de tu existencia en frente”
Ella siempre había sido de ese modo, altiva y para nada formal. Una de las razones por las que había caído completamente enamorado o más bien, engatusado. Sin contar que tenía clase, un hermoso rostro y unos ojos que sin duda aclamaban ser idolatrados. Ella había hecho de mi cuerpo uno inmortal, me proveyó de todo y por eso le entregaba lo mismo. Deseaba poder estar con ella para siempre, no volver a tener que dejarla por muchos años, pero siempre era igual. Por alguna razón Vibeke se alejaba. En mi interior sabía que no se aburría específicamente de mí, pero me hería no poder tenerla entre brazos a todas horas. Acariciar la piel que le cubría, amamantarme como si aún fuese un niño de sus pechos. Beber de su elixir como un demente. La buscaba de formas muy poco familiares, más bien era algo carnal, rígido y sexual. Me agitaban sus palabras y pensaba que no podría responderlas, pero de algún lugar tomé valor y lo hice. ―Los dioses saben lo que hacen. ―
Recalqué irónicamente y me crucé de brazos, conteniendo mis impulsos arrolladores que pronto saldrían de forma apresurada sobre ella. Arremolinándola en una especie de ventisca humana. Ella empezaba a jugar a un juego en donde yo siempre terminaba perdiendo. La conocía y entendía esa seducción mezclada con un jugueteo previo y seguí con gracia y elegancia sus siseos. El hecho de pensar en ella llamándome “Mi lord” hizo que una parte de mi se endurezca como un maldito tronco de hierro. Apreté el bolso que cargaba en el hombro con fuerzas y de un sacudón al aire me tranquilicé.
― “Mi lord” es un poco rígido para el vocabulario vuestro. Pero podría acostumbrarme. ¿Qué estabas pensando antes de que llegara? Ojalá sea algo que quiera escuchar…― Murmuré pensando en que quizá ella buscaría hacerme caer en una histeria de celos. Siempre había tenido claro que ella hacía lo que le placía, conmigo y con cualquiera que ella deseara, pero aún así, esa envidia enfermiza siempre rondaba en mi cabeza, odiaba que los demás pudiesen tocarla. Pero nunca hacía alusión a nada. Me comía la lengua y me retorcía solitariamente en un rincón. Me descargaba con la humanidad solo para que ella no se moleste. ¿Tenía eso sentido alguno en esas épocas donde las mujeres se suponía que tenían que ser sumisas a los hombres? Simplemente no era de esa forma con ella al mando. ―No espero a nadie, no… ― Sus pensamientos revolotearon en mi estómago que pensé que una de mis cabezas explotaría. Entrecerré los ojos y dejé las cosas a un lado, soltándolas, tirándolas a los lados. “me gustaría esperar placenteramente, no sé a qué esperaríamos, pero está bien si es contigo.” Respondí mirándola sospechosa pero dulcemente.
Hubiese perdido la cordura en otro momento, la hubiese abrazado por la cintura y le hubiese besado el vientre y todo el cuerpo. Pero había algo que me molestaba y era el hecho de que eso era una reunión de familia, donde se suponía habría sangre y destrucción. No podía permitir que nos vieran en un momento de descuido. Que tomaran nuestros puntos débiles, o al menos, mí, punto débil. Pero cuando ella se acercó, tan gatunamente, sabía y concisa, perdí el equilibrio. Me tomé de su cintura y cerré los ojos por tan solo un instante, para luego abrirlos y volver a verla, con su piel tan blanca que parecía transparente. ―Vibeke… Te he extrañado. Que molestia encontrarme contigo en un lugar así. ¿Tú has estado bien? ― Alzando la cabeza al cielo, permitiéndole llegar por todo mi cuerpo. Ella era pequeña a comparación de mi altura, me llegaba al pecho y cuando se alzaba y pasaba la punta de su nariz por mí piel pensé que podría llegar a la gloria. Deslicé ambas manos por sus caderas, subiéndolas, escarbando entre sus ropas para poder acariciar aquella piel cremosa. Una punzada de escozor hacía dilatar mis ojos y lentamente empecé a caminar cerca de la pared que estaba cercana a nosotros, deslizando la pierna por entremedio de las suyas, buscando sentirla más, tan solo un poco más.
― Tsskk… ¿Tienes idea cuanto tiempo ha pasado desde la última vez? ― Mis ojos se torneaban rojos y profundos y di una sacudida concisa, agonizando. Apuntaba mi hueso a su flor, la apretaba un poco, mientras mis dedos macabros se incrustaban en ella y se deslizaban con cuidado por sobre sus pechos. Pero tenía que detenerme, esa vibración iba a ser detenida y de un golpe me separé, me distancie lo suficiente como para poder “respirar” y miré a un lado, molesto con el mundo entero, volviendo a poner la seriedad en mi rostro. ― ¿Ya ha elegido habitación? Vamos juntos, supongo que llegaran los demás en cualquier momento… ― Mientras movía un poco mis manos, tomando el bolso y las demás pertenencias que había tirado al suelo sin siquiera pensar en las consecuencias, ahora solo estaba agitado y sin poder pensar en nada o más bien, solo en ella.
Sus ojos seguían siendo los de siempre, altivos y orgullosos. Seguramente no estaría contenta con mis ensañas no terminadas y eso de alguna forma me hacía excitar. El dolor y el placer desde siempre había formado parte de nuestra ridícula relación y obviamente eso no había cambiado. Me costaba creer que ella, quizá había encontrado una pareja estable, ya que de ser así, me sería imposible controlar mis impulsos de querer reclamarla.
“Es una relación de tirar, aflojar, penetrar y excitar.”
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Vie Mar 07, 2014 7:32 pm

"Era pura magia. Sabía ponerme a punto de nieve. Y no hablamos del frío."


La luna creciente, brillaba allá a los lejos casi inmóvil permitiendoles su luz a los una vez amantes que actuaban como si no hubieran pasado años desde la última vez que se vieron. Lucía como un escudo roto que permanecía al tiempo bañado de luces violeta y sumía el paisaje exterior en una sombra profunda sobre la cual, grandes claridades se extendían como estandartes luminosos en el silencio, como banderas blancas; banderas falsas y temporales de paz sobre una futura tumba de inmortales. -¿Lo saben?- replicó al reconocer la voluntad caprichosa y maligna de los dioses a los cuales ella continuaba adorando en una forma que algunos considerarían sacrílega. ¿A quién adoraba Lorian? su mención de los dioses en forma de respuesta a lo dicho por Vibeke podría ser solamente una de las maneras de llevarle la idea.

-Pero bien sabéis que puedo lucir como me plazca-
le sonrió orgullosa. Una de las cosas que más le gustaban a Vibeke era la actuación, incluso los teatros eran de sus lugares favoritos en todos los sentidos. Le resultaban excitantes en el arte de la retórica, de la danza y de todo lo que se pudiera hacer con el cuerpo para parecer otro. Ella actuaba para seducir, para matar, para divertirse, para todo y, él, también lo sabía aunque no estaba segura que lo recordara. Antaño, a ella le placía entretenerlo con una que otra ilusión, con cambios de roles que podían darle un aire diferente a las situaciones y de pronto sintio que extrañaba eso. -¿Hay teatro en este lugar? Deberíamos ir...- le propuso como si el motivo real del encuentro fuera poco serio. -Oh, cierto, tal vez deba pediroslo con otras palabras, "Monsieur"- hizo hincapie en esta última palabra y la pronunció con un perfecto francés en el que había sido instruída por su padre. En lo demás, el acento propio del norte la acompañaba muy a pesar de la claridad de sus palabras, pero cuando se trataba de Lorian y de burlar culturas fingiendo ser otra, la cosa cambiaba. -¿Y porqué no querrías escucharlo? Yo solamente pensaba en un excelente par de piernas que sostienen casi un metro noventa de estatura- confesó sin retirarle la mirada. ¿Sabría que era él de quien hablaba o cruzaría por su mente la idea de otra persona en la vida de Vibeke? también debió admitir que buscaba maneras de hacerlo enojar, de verlo ligeramente celoso aunque sólo la expresión de su rostro lo delatara aún en medio de sus silencios. Ella era una maldita, definitivamente lo era porque actúaba de formas maquiavélicas aún conociendo los sentimientos ajenos. -No...- buscó que él completara la frase aunque se sonreía con disimulo al entender la respuesta a sus pensamientos.

Lorian hablaba sosegadamente, mantenía su rostro tranquilo aunque a veces se esforzara en ello y cada mínimo detalle lo hacían el hombre interesante que era. Esa gran calma a la que parecía obligarse en un primer encuentro, esa calma augusta que se desprendía de él como un perfume, de aquél hombre de piernas gloriosas, ganó lentamentente su corazón, desde el día en que sus ojos se posaron por primera vez en la augusta miseria de tanta gloria profanada y su cuerpo la poseyó. Pero ¿Qué sabía ella de amores si creía querer como los egoístas y lascivos dioses? actuaba como una dominadora entrenada y en tanto lo tenía cerca, abrazaba el corazón ajeno contra sus senos firmes pero henchidos de seductora voluptuosidad y sus labios fríos lo besaron entre caricias pretendiendo agitarlo como una fiebre. Pero él también tenía su parte de culpa y el sólo hecho de sentir sus manos de nuevo sobre su piel y tanta cercanía le hacían complicado prestar completa atención a lo que decía.
-¿Molestia? no le encuentro nada desagradable a esto, en absoluto.- murmuró dejándose llevar apenas unos pasos con él.

-¿Que estuviste haciendo?-
preguntó intentando controlar el impulso que habían dejado sus manos sobre sus pechos apenas como un desliz permitiendo que se destacaran a medias. Ese modo de moverse tentatriz y tenaz la envolvía bajo su encanto irresistible y nostálgico. Se sonreía a la gracia noble de sus gestos petrificados con el encanto de su autocontrol que parecía un vaho de inspiración, de fuerza y de eternidad. Sin embargo, cuando hizo mención de "Los demás" ella frunció el ceño como si hasta ahora entendiera que aquella reunión era en serio. -¿Los demás? acaso esto no era una treta tuya o de mi siré?- su tono de voz se tornó serio y el deseo que venia despertando mermó de golpe aunque realmente la tuviera sin cuidado lo que pasaba con otros. -¿Quién organizó esto? dime que sabes- se volvió al sillón y tomó sus maletas dandole una mirada de reojo a la gran escalera tapizada de una mullida alfombra de color carmesí que le daba un toque elegante a la casa de paredes blancas y candelabros de plata. La seriedad no le duraba mucho, recordaba con rapidez las historias de los suyos y de la familia enemiga y le resultaba divertido y de nuevo tentador. Poco le hubiera importado tomar a Lorian en aquél lugar y mucho menos le importaba que alguien llegara y la encontrara desnuda sobre él deleitándose con su cuerpo. Era la viva imagen del descaro pero con una peligrosa simpatía que le daba una especie de naturalidad a sus acciones. A diferencia de Lorian, ella parecía contenerse por otros motivos. -No me había movido de aquí. Pero si insistes...- la incordialidad era suya de nuevo mientras él volvía a ofrecer esas serias palabras que sólo le causaban más gusto a la inmortal. -Estás hecho todo un Señor, llegas, saludas educado y serio, te controlas, te ubicas... me imagino que ahora llegarás y organizarás tus cosas estratégicamente en alguna habitación ¿No?- le miró con gesto ladino y avanzó por delante de él subiendo las escaleras que daban a la planta superior. -¿Conoces ya a alguien que lleve nuestro apellido? Más vale que venga alguien interesante para que valga la pena todo mi viaje- la risa se le quedó en los labios y desconocía el gesto que podía hacer él debido a que le daba la espalda. Caminó por el largo pasillo y dando una mirada a los costados abrió una de las últimas puertas y echó un vistazo al interior. Lo que veía le gustaba, era una de las habitaciones que daban al frente de la mansión y en los que la luna aún iluminaba a través de las ventanas abiertas que estaban flanqueadas por pesadas cortinas oscuras que yacían a lado y lado. Una enorme cama de aspecto cómodo se veía a la derecha y Vibeke dejó sus cosas en el suelo de la entrada. -No necesito ver más, aquí me quedo- ¿Se quedaría él con ella? Vibeke no le propuso nada, desconocía que había pensado él con su última mención sobre conocer a alguien que le interesara y no iba a mostrarse sumisa y mucho menos a mendigar su compañía. -Diviertete organizando tus cosas- le guiñó como una especie de despedida y sin cerrar la puerta avanzó hacia la ventana dándole de nuevo la espalda al tiempo que se retiraba la camisa de ligera seda y la tiraba sobre la cama como si le incomodara la ropa.
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Lun Mar 10, 2014 1:38 pm

“Seductora, estricta y salvaje. ¿Hay formas diferentes de poder contemplar eso que muchos deducen que es el amor? Yo no creo en tonterías.”

¿Bien sabía? Sí, bien sabía más de ella de lo que me gustaría realmente, conocía sus excentricidades mejor de lo que creía conocerme a mí mismo. Y aun así nunca terminaba de entenderla, el rompecabezas más grande que existe, muchos dicen que las mujeres son “todas” así de difíciles, pero ella no se parecía a nadie, humano, sobre natural, femenino o masculino, no se podía comparar, porque tenía esa mirada, ese cabello tan blanco que parecía una nube espesa y lechosa. Y lo que escondía en sus pensamientos era fuerte, inquebrantable y siempre altivo. Me sacudía hasta el saco con solo una mirada y la tensión sexual parecía un hilo prácticamente materializado entre ambos, envolviéndonos hasta quebrarnos. Asentí a sus palabras y no reproché, me dejé hacer por esas frases siempre formidables, vacías de inquietudes y llenas de sensaciones. ― Sí hay teatro, pero no creo que podamos ir pronto. Quizá luego, te llevaré si así lo deseas. Ahora mismo estaremos un poco ocupados. ― En mi cabeza, las imágenes de teatros antiguos empezaban a aparecerse, siempre había de ellos, en cualquier civilización, porque las personas no querían ser nunca ellas mismas, la humanidad desde siempre había buscado la forma de escapar de la realidad, haciéndose pasar por otros, suponiendo que aquel tenía una mejor vida. Era curioso, a Vibeke le gustaba mucho eso y a mí me resultaba algo extravagante y tan alevoso que contribuía a verlo siempre que se pudiera. Algunos llamaban la atención, casi impregnándose de la esencia de quien retratan y otros causan risa con sus intentos en vano de representar a otro ser. Y pensándolo bien, los inmortales en general, siempre jugábamos ese juego, escondiendo nuestra naturaleza, haciéndonos pasar por quienes no somos, humanos.


― Siempre me ha convenido no escuchar algunas cosas que salen de tu boca. Algunas tienen un veneno peligroso. ― Nos íbamos acercando y quemando al mismo tiempo. Su sonrisa era tan perturbadora, me golpeaba las mejillas una y otra vez, me estampaba su mismísima presencia. Quise juguetear de la misma forma tonta que ella, pero no podía, mi cuerpo y mente no me permitían aflojar toda la espalda y las caderas, dejarme a mereced de un forcejeo que no servía para nada. Sus labios estaban sedosos, tal como los recordaba. Mi mano se empalmó en su cintura, apretando la delgadez, en tanto la otra recorría la columna vertebral con completa curiosidad. ― Sí es molesto, que nos vean así, me hace débil. Siempre me has hecho más débil de lo que soy. Ughmm… ― Esa lejanía y palabras florecientes se incrustaron como espinas en mis ojos, que querían sangrar. Pero fue la hemorragia de circunstancias la que procuró ensordecerme. Continuar como si nada hubiese pasado, fui en seco a buscar las maletas, mirándola con la misma altivez que antes o más bien era una especie de frialdad que se descongelaba como el hielo seco, en mucha neblina. ― Si, conozco a algunos más con nuestro apellido. Pero no son íntimos y no sé mucho, pero sé que las cosas son verdaderas. Pocos años después de que… Nos separamos. ― Mi voz rugió en una quebradiza sensación entre melancólica, triste y furiosa. Pero sin duda se notaba el cambio casi ridículo de altibajos, no solía decir esas palabras, nunca “nos separamos”, en mi cabeza era una distancia estratégica, para luego volver a vernos y destrozarnos por los años no vividos juntos. Pero no lo pude controlar, me vi interferido por una parte del cerebro que gozaba de una libertad no autorizada. ― Me encomendaron una misión con otros De Bordeaux, matamos a un sire. Una cacería entretenida, teniendo en cuenta que yo era muy joven. Y no, no sé quien organizó esto, Vibeke. Sí, soy todo un Señor. ―


Escupí las palabras sintiendo retorcijones en mi vientre, mi ropa se rompería de tantas emociones acumuladas en “mis cabezas”. Mi cerebro quería explotar y aun así ni siquiera mi cara hizo un leve movimiento de angustia, estaba todo guardado bajo llave. Las habitaciones eran tan pavorosas como todo el lugar, se notaba el cuidado y la antigüedad que tenían, pero sin duda no era un lugar donde me quedaría a vivir. Me gustaba lo cómodo y acojinado, poder tener las cosas cercas y no pensar demasiado en donde había dejado algo. Observé de reojo el lugar que ella indicaba, miré la cama y alrededor y mantuve las cosas firmes en mi mano. Aquel orgullo que había acumulado tantos años atrás se derrumbaba como una muralla. ― ¿Me está echando? Tomaré la habitación de al lado, pero […] ― Detuve como una espada mis palabras, soltando las cosas al mismo tiempo, dejando que el ruido seco retumbe en el pasillo, mientras el “toc toc” de mis zapatos revotaba contra la madera, dirigiéndome hacía ella que dejaba expuesta su piel y como un rayo de sol me quemaba todo. La tenía de espaldas a mí y no dudé en apoyar mi pecho sobre su cuerpo, alzando las manos que se escabullían, sabían qué huecos tomar y en un parpadeo estaban amamantándose de ella, apretaba sus senos con cuidado, los examinaba. Le llevaba más de una cabeza y por eso podía ver perfectamente lo que estaba haciendo. Pude tomar una de sus delgados pezones, tironearlo y mantener toda su mama sobre mi mano al mismo tiempo, como si le calculara el peso. ― No quiero irme. ― A duras penas mendigué su compañía, mientras la mano sobrante palpaba sus piernas, el interior de ellas, la apretaba y la alzaba suavemente del piso por su entrepierna, como si se tratara de un trofeo que había que procurar que no se cayera, buscando acercarla a mis labios, poder succionar un poco de esa pasión que ella tironeaba de mí. ― Quiero organizar algunas otras cosas. Quiero… Saber que has hecho todo este tiempo, cuéntame, mientras recuerdo tu piel. ― Mis labios acariciaban sus mejillas, la olfateaba, mientras mi pulgar y anular se entretenían con aquel punto rosado, explotando sus sentido del tacto, buscando ese punto nieve que siempre procuraba enseñarme algo más. Buscaba recordar todos esos puntos triunfales y arrancarle todo de una vez.


“Y tocaré la cornisa solo cuando me pidas que lo haga y apagaré lo que incendie, solo cuando termine de quemarme.”
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Jue Mar 13, 2014 5:20 pm

"Hagamos el amor, que la guerra necesita excusas"

Los deseos de Vibeke eran en todo sentido inabarcables, era una mujer a la que se le podía llamar caprichosa, pero la velocidad con la que adquiría lo que quería lo disimulaba bastante bien y parecía más alguien del tipo tenaz a la hora de obtener resultados. Sonrió con incredulidad a lo que parecía la caballerosidad y protección de Lorian y se guardó la mitad de lo que pensaba -Puedo ir sola, amor- le respondió con una irónica dulzura y se movió el cabello hacia atrás con auténtica soberbia-Sé bien como encontrar un lugar de esos, descuida- en cierto modo se sentía confundida, le miraba de tanto en tanto como escrutándolo con la mirada y buscando en él todo lo que recordaba. No obstante lo que más pesaba sobre todo, era esa seriedad que él parecía ponerle a aquél asunto familiar al que la mujer veía con una tranquilidad incluso molesta. Era como si le diera igual, como si hasta ahora no diera crédito a toda esa historia que se sabía de memoria pero que jamás había pasado al ámbito de la realidad para ella.

En cuanto a actitud, Lorian se venía comportando como su polo a tierra y eso la hacía sentir incómoda en cierto modo; era como si ya hubiera perdido el encanto que ejercía sobre él hasta hace un tiempo y ahora su razonamiento fuera más fuerte que cualquier cosa que pudiera inspirarle ella. Pero ¿Realmente le pasaba eso a su piel? Sin duda Vibeke haría lo necesario para quebrantar su fortaleza y someter sus deseos nuevamente a cada antojo. No soportaría que él la pasara por alto pese a ser de por sí muy desprendida. No quería tolerar que él apenas le rozara las manos por su sensible cuerpo por unos segundos para luego alejarse inmediatamente y dejarla con un millón de ideas que la quemaban más que las propias manos del hombre. Pero era orgullosa y la sonrisa de los labios no se le iba a ir por el modo de comportarse de él, mucho menos iba a darle más importancia de la que debía. Siempre había formas y formas de satisfacer sus deseos pese a que Lorian siempre fuera su favorito.


-Bien que te gusta ese veneno- no pudo evitar soltar una carcajada que fue mermando al tiempo que le enredaba las manos en el cabello mientras él le recorría la espalda en uno de esos acercamientos fugaces a los que parecía habituarse. -¿Y es que acaso nos importan los otros?- le susurró al oído y mordió ligeramente el lóbulo de su oreja. Débil o no, a Vibeke poco le importaba y, esa descripción sólo podía provenir de la mente y los labios de Lorian. Para ella él era más que eso, le tocaba los instintos, violentaba sus emociones, lograba que el orgullo y la sensualidad de la inmortal reaccionaran, aguijoneándola para una especie de lucha y para una victoria definitiva de todos sus instintos.

-¿Algunos más? suena a que son bastantes. ¿Cómo cuántos?- quiso saber al ser despertada su curiosidad sobre eso que hasta ahora empezaba a tener forma de realidad. -¿Te encomendaron? wow, me fui y empezó la diversión, parece- frunció los labios como si estuviera aburrida o decepcionada porque las cosas se hubiesen tornado interesantes justo cuando ella estaba en cualquier otro lugar del mundo buscando satisfacerse a sí misma de todas las maneras posibles. -Pero no sé si fue tan divertido, hay que ver solamente que te robaron hasta la sonrisa en esa misión de la que hablas.- suspiró y aceleró el paso para alargar las distancias. Había decidido no acercarse más y dejarlo tranquilo a él con todo su aire de señor. -Como sea, espero que aparezca alguien con un poco más de ánimo- el veneno del que hablaba Lorian se iba escapando poco a poco y todo era producto de sus actitudes, aunque en ese osario de palabras muertas, temblaban unos deseos convulsivos con un sabor a cenizas. ¿Quién diría el encanto furtivo que lograban las ligeras caricias que turbaban en su quietud las tórtolas de sus senos, para buscar el corazón complaciente, cuyo ritmo era resultado de la lira  de sus emociones? -Andad a descansar, Señor. Así no decís luego que os martirizo haciéndoos débil y todas esas cosas que podéis llegar a pensar- volvió de nuevo a usar esa entonación burlona muy a pesar que esa actitud rara de Lorian le erizaba la piel por completo. Era como si en este nuevo presente él fuera capaz de tomar las riendas de la situación y de la misma Vibeke que siempre se mostraba tan dominante. Pero, por otra parte ¿Era el sortilegio del pasado lo que la atraía más que el sol de aquella pasión que no flameaba ya como lo hizo antes? la idea le resultaba absolutamente desagradable.

-Ajam- respondió desinteresada como si ya no le importara nada lo que él creyera. Era una faceta de la resignación que en ella parecía tranquila. Pero él no se iba como creyó al principio, por el contrario hizo sus pasos evidentes dejándole saber que se acercaba a ella con determinación. La cercanía pareció más decidida que antes y en menos de lo que Vibeke pensaba sus senos se hallaban acunados por las fuertes manos de Lorian. La sonrisa fue automática y reclinó la espalda en el pecho ajeno como soporte para aquél gustoso tacto. La vista también le resultaba excitante, bajó la mirada al tiempo que Lorian tiraba uno de sus pezones y se estremecía al instante. -Mmm ¿Qué ha pasado con el señor? ¿Lo habéis dejado en la puerta?- su voz era un susurro repleto de seducción pero no libre de sus tan usuales ironías. El tacto en su entrepierna hizo que se mordiera los labios y que su cuerpo se estirara pareciendo más tenso pero más firme y hermoso al mismo tiempo. -Avisadme ya si es así...- dijo muy bajo y apoyó la cabeza en el hombro ajeno permitiéndole una visión más clara de su deseo. La mandíbula y la garganta formaron una línea perfecta que descendía hasta su seno simbreante y lo miró como si lo retara a continuar con aquello. Así fue durante una fracción de segundo hasta que se giró para quedar frente a él y lo obligó a retroceder un paso. Se acomodó el cabello llevándolo tras la espalda para otorgarle la vista de sus bien dotados pechos y apoyó una mano en la clavícula de Lorian -Si vas a huir dime de una vez- sentenció pero la segunda opción venía de la mano de la primera. Vibeke deslizó la mano hacia abajo al tiempo que acortaba la distancia en apenas dos pasos -Y si vas a quedarte...- acarició apenas su entrepierna sobre el pantalón y recorrió el camino que marcaba su miembro con las uñas apenas rozando la tela de sus ropas para producirle un ligero cosquilleo -también- retiró la mano de golpe y se cruzó de brazos con sonrisa triunfal. -¡Pero ya!- no iba a darle tiempo. Lo tomaría o lo sacaría para castigarlo durante toda la estancia en aquél lugar con cualquier de los de Bordeaux que pisara la casa y le gustara. Era así de simple. -Organizas o me recuerdas- le dio la espalda de nuevo y fue a sentarse sobre la cama -Tú decides-

"Esta es mi dignidad y la combino con el liguero que me dé la gana."
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Mar Mar 18, 2014 11:55 pm

“Me molesta que preguntes, porque sé que todo lo sabes y cuando no lo sabes no lo cuestionas, lo guardas obligándome a decirlo sin preguntar.”
Suspiré resignado y dejé aquella conversación terminar, no había forma de que ella pudiese dejar de lado aquel descaro y orgullo, aunque efectivamente era eso lo que la hacía verse tan hermosa, tan arrolladora que me sumergía en abismos y no me dejaba siquiera intentar respirar, aunque no lo necesitara. Al final de cada palabra siempre terminaba teniéndome a sus pies, aunque efectivamente no lo demostrara. Todos aquellos años me habían servido, era un poco más recatado, sereno y con ese templante que a muchas personas irritaba. Ahora solo me fijaba en lo que quería, tenía siempre un “algo” que me llevaba a estar en diferentes lugares. No había un “porque sí” en mis actitudes. El instinto estaba completamente a un lado de la ecuación y aunque eso resultaba relativamente serio y quizá arrogante, seguía siendo esa persona que se doblegaba a los deseos de su dueña. Tragué saliva a duras penas y siquiera pude responderle, ese veneno me fascinaba, me excitaba y me resultaba tentativo. Dominaba todo eso que había aprendido a controlar y lo hacía volar por los aires, acarreándome como un caballo tirando de su trono. Y con esas palabras subí la mirada y le dediqué apenas una sonrisa. ― Solo conozco unos cinco y te equivocas, tú me robaste la sonrisa cuando te fuiste, no ellos. ―
Le aclaré con amargura y no seguí hablando de ello, de solo pensar que esa conversación podría hacer salir todo aquello que había reprimido hacía más de 3 siglos me enloquecía. Todos aquellos sentimientos dolorosos los había escondido y ninguno había salido a flote siquiera una sola vez. Aun cuando la muerte se había cruzado por mi camino, jamás me había arrepentido de haberlo ocultado y ese día no sería la excepción. Por lo que no dije ni respondí una sola palabra más, aunque ella se juntara con otro de la familia, aunque se lo encamara frente a mí, no mostraría nada. Podía estar a sus pies, retorcerme de la forma que ella quisiera, pero los celos y la irritación que sentía al verle con otra persona nunca lograría ser vista por la peliblanca, ni por nadie. Era una promesa que me había tatuado en la carne y en el alma que me quedaba viva. Seguí el camino de la escalera y de sus curvas, sonriendo al ver como se mostraba tan modesta como siempre. Y tuve el impulso de tomar sus labios para hacerlos relativamente míos. Acallarla de alguna forma, por inconclusa que fuese.
― Tú te expones a mis siglos sin ti, ¿pretendes que me quede quieto viéndote tan plácidamente desnuda? ― Pregunté inquietante y le fruncí el entrecejo, dejando salir una ligera sonrisa, mientras bombeaba con delicadeza una mama y seguía jugando con aquel punto rosa de la misma, aplastándolo y estirándolo una y otra vez, buscando sentir esa dureza entre mis falanges cuando apoyé la mano entera y deje que el pezón escapase por entre dos de mis dedos. Me sentía agitado, todo se había revuelto en mi cabeza y mis instintos se habían dejado llevar por su molesta forma de ser. No me dejaba tranquilo siquiera en sueños. La mano siguiente seguía acunando su entrepierna, tan solo levantándola por allí, moviendo furtivamente todo su cuerpo, buscando más el medio, allí donde se levantaba la pequeña zona nítida de su cavidad. Pero era con tal sigilo, que tan solo parecía que estaba acunándola. ― Sí, creo que si te volteas puedes verlo en la puerta… ― Jadeé y en esos instantes en donde ella se abanicó como una rama a punto de romperse, mis colmillos nacieron levemente y quise irme a esa piel tan apetitosa y fría que me seducía. Pero no me dejó seguir, su fuerza era inquebrantable y en breves me obligó a ir hacia atrás, como si fuese una marioneta me quedé observándola. Y mi cerebro cayó a la tierra como si me hubiesen golpeado con el sol.
Ella era el mismo fuego que recordaba y se me entremezclaron los cables y los circuitos mal formados, ella preguntaba y no daba tiempo a responder, me hostigaba. Su toque me revolvió como un remolino y me excité de tal forma que tuve que cerrar un ojo para no jadear. Revoloteaba en mi interior como una maldita mosca inmortal, golpeaba mis neuronas; siquiera pude ver cuando se alejaba hacía la cama. Mis ojos estaban centellantes, llenos de amor y odio al mismo tiempo. Recordarla, ¿cómo era no hacerlo?, eso era simplemente un acto de protección hacía mí mismo. Pero sin duda alguna era algo que nunca sucedería. Y no pasaron siquiera dos segundos desde que ella se sentó en aquella cama acolchonada, que me acerqué, arrodillándome, dejando ambas rodillas a los lados de uno de sus pies, apretaba mi cuerpo contra el de ella. Bajé la cabeza para buscar sus diminutas piernas y las fui besando, subiendo y subiendo hasta llegar cerca de su pelvis y lamer la ropa con cuidado, mordiéndola, apoyando mi cabeza con cuidado sobre su piel. ― Recuérdame tú ¿cuándo fue que yo te olvidé? ― Inquirí, mirándola desde abajo, observando sus pechos que mis manos revolotearon para acariciar la piel de su vientre y luego su espalda, deseando subir más. El pecho me vibraba de la emoción y la cabeza me daba vueltas, pero estaba bien de ese modo, así era como siempre había querido estar.
La abracé por las caderas, como si fuese un tesoro y seguí besando la piel que encontraba, lamiendo su ombligo, buscando su entrepierna con ganas, mis ojos estaban vidriosos y mis colmillos se mostraron como si se tratase de un neófito en busca de la sangre de su creador. Mordisqueé poco a poco, sin clavar aquellos dientes filosos. Mientras mis manos y dedos abarcaban toda la piel posible. Ella era pequeña, como un gatito blanco, pasaba entre mis manos como miel. ― Quiero huir de ti. Siempre lo quiero… ― Murmuré hundiendo mi nariz entre sus piernas, dejando que el labio superior se doble al momento de arrastrar el rostro por su blanca y lechosa piel. Buscaba desesperadamente recordarla más y más, sin querer despegarme de ella, aunque eso significaba en gran medida, volver a aquello que había querido olvidar.
“Quiero ser el maldito esclavo de tus deseos, cumplir tus caprichos, como si fuesen la ley de una reina.”
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Mar 23, 2014 8:15 pm

"Pero quiereme, tierno corazón, aunque sea una ingrata,
sé mi amante aunque sea malvada,
sé el dulzor tan efímero de un espléndido otoño
o de un sol en su ocaso"

Lorian había reaparecido más fuerte, con un carácter más directo e incluso más independiente. Eso le generaba una contradicción a Vibeke, pero a pesar de eso y de querer quedarse callada ante ciertas afirmaciones de él, todo lo que hacía y decía era como si pusiera un encendedor en el aire y la guiara con ello hacia lo que buscaba.

-¡Ah, los dioses me castiguen por haberme llevado esa sonrisa. Que me juzguen por haberos robado algo tan valioso y haber partido sin más!- se puso una mano en la frente mientras avanzaba y fue en exceso dramática con aquello. Giró el rostro tras su sobreactuada representación y le guiñó el ojo buscándole a Lorian esa sonrisa que decía haber perdido -Y ahora ya me tienes aquí, sonríeme, que me encanta-. Con Vibeke las cosas no eran tan complicadas como parecían, ella sencillamente gustaba de la fluidez de las situaciones por más tensas que fueran. Les encontraba un punto de quiebre, algo de lo que agarrarse y fortalecerse a sí misma, algo de lo que jactarse y entretenerse conforme se iba sucediendo. -¿Y todos son así de serios? Yo que pensé que con todo esto me iba a divertir...- realmente no le importaban hasta ese punto, pero le encantaban las respuestas que daba Lorian porque decía cosas que Vibeke no preguntaba de forma audible pero que sí buscaba saber.

-No lo sé, quizás el señor que traías al hombro te dominara incluso la entrepierna ¿Cómo podría saberlo?-
se sonrió producto más de aquél tacto que de sus propias palabras. -¿Lo dejaremos afuera? no quiero que entre todavía- aquél juego empezaba a gustarle. Esos cambios bruscos en Lorian la excitaban hasta la médula porque lo mostraban polifacético, sensible aún a ella y a su cuerpo que extrañaba esas particulares caricias que ahora parecían serle negadas con cierta dosis de esfuerzo. Evidentemente, el girarse y retirarle a su cuerpo el placer que le provocaba el vampiro no fue fácil; pero voluntad le sobraba como para darse su lugar y hacer que él la deseara tanto o más que antes. Quería a ese hombre serio y firme que había llegado, pero quería mezclarlo con un poco de la impulsividad y fuerza que conocía; lo deseaba al tiempo instintivo y ferviente.

Y ahí estaba, dándole gusto como seguramente ella no merecía. Nada podía darle más gusto que tenerlo así, tan cerca y tan dispuesto; con sus barreras abajo y la guardia descuidada. Sus manos fueron a sus cabellos y parecieron aferrarlo a sus piernas. Lo miró complacida, con una sonrisa que no daba lugar a otra cosa distinta al deleite. Era una egoísta, de eso no cabía duda, pero pensaba en él, después de ella, sí, pero lo hacía como con ningún otro. No importaba con cuantos fuera capaz de estar Vibeke, Lorian siempre era el primero y superaba con creces a cualquiera ¿Acaso ella no cedía a otros hombres en la ausencia de Lorian? porque pese a ser una adicta al placer, no necesitaba a nadie más cuando él aparecía.
-Me gusta cuando me ves así... la piel se me eriza y mi imaginación vuela- siseó e inclinó el cuerpo para buscar aún más cercanía. -Haz que merezca la pena recordarte...- le respondió al oído y mordió ligeramente el lóbulo de su oreja. Su abrazo alrededor de su cintura se hizo firme, ella se sentía sin escape en cierto modo y quería que aumentara su presa. -¿Dónde crees que oculto esa sonrisa que dices que robé?- mencionó y sus manos se deslizaron hasta el cuello de Lorian y le obligaron a levantar su rostro y mirarla por un momento. -Búscala, sácala de mí. Quiero que reclames lo que crees que te he quitado- pareció ordenarle y le besó los labios como si hubieran sido siglos de haberlos necesitado; como si a un sediento le hubiesen puesto agua en frente. No obstante fue un beso de corta duración comparado con lo que quería. Dejó que sus manos bajaran de nuevo y las extendió por la espalda de Lorian sin poder evitar que la cercanía de su pecho -cuidadosamente perfumado- hacia él fuera mayor. Lo acarició en el camino que descendía y lo volvió a hacer deslizando las uñas con sutileza en el ascenso. -¿Soy muy injusta?- cuestionó sin mayor importancia y volvió las manos al frente desabotonando la camisa de Lorian -Vamos a ponernos al día. Vamos a cobrarnos todo- ofreció -Ya huiste mucho, ya tuviste tu libertad...- sus manos querían desabrochar la camisa de un sólo tiro. Prefería que los botones salieran al aire y chocaran contra el suelo producto de su anhelo. Pero no, se controlaba hasta en eso porque no dejaría que todo sucediera rápido. No era así como prefería, no era esa forma veloz lo que buscaba. -¿Lo quieres ahora? ¿Quieres escapar de mí en este instante?- le levantó de nuevo el mentón con apenas un dedo y le sonrió de tal forma que se sorprendería si él se le negase -¿Mmm?- de nuevo le acercó el rostro y besó su cuello brevemente mientras deslizaba desde sus hombros su propia camisa dejando el ajeno torso trabajado libre. -¿Vas a intentarlo?- inquirió de nuevo y se irguió sin dejar de mirarlo con esa segura coquetería.

¿Qué pasaría si él decía que sí, que se iba a alejar del todo? si no lo hacía de inmediato, ella se encargaría que ya no pudiera hacerlo luego. En cambio, si se ponía de pie ahora, le dejaría partir. No tuvo necesidad de preguntar motivos, prefería que él los dijera como quejas que se deslizaban sobre la piel de Vibeke como si guardara en ella alguna esperanza. ¿Tan amargo le resultaba? ¿Tan ingrata era ella? no podía evitarlo porque él le resultaba exquisito. Contenía más delicias que tantos vinos, perfumes y licores para hacer delirar corazón y cerebro. Representaba más de lo que ella estaba dispuesta a dejar pasar.
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Lun Mar 31, 2014 10:54 am

 “Deseo poder tocar tus cabales, hundir mi nariz en tu piel, oler tus orgasmos, sentir tu carne con la mía, lanzar mi sangre a tus pies.”
Su razonamiento era siempre entre gracioso y molesto, ella podía utilizar sus dos facetas, la tierna y la despectiva en una sola oración. Demostrar que no me extrañaba en ningún sentido y al mismo tiempo dar a entender que me quería a sus pies nuevamente. Tampoco sabía cómo yo mismo hacía para entenderla, pero lo hacía y eso seguía llenando ese vacío que ella dejaba cuando me dañaba, ya sea con celos mortales que me dejaban retorciendo de ira en la soledad o por sus simples formas de tratarme, como si fuese un perro perdido de la calle. Sin duda ninguna era buena para mí. Le sonreí de lado cuando esa miradita pícara perforó mi frente y enarqué una ceja, moviendo la cabeza a un lado, para animarla a que siga el camino sin mirar atrás. Al fin y al cabo era lo que siempre hacía… No mirar atrás y olvidar mi melancólica apariencia. ― Lo dejaremos en la puerta, se quedará allí por ahora. ― Asentí mientras me instalaba en su cuerpo, lo buscaba desesperadamente, pero sin demostrar la impotencia cuando no lo alcanzaba, era un juego del tire y afloje, aunque sabía que al final siempre terminaba arrastrándome primero. Desde hacía siglos ocultaba la miseria de mi vida con el hecho de que ella era mi creadora, mintiéndome a mí mismo, diciendo que no podía negarme a ella solo por eso. Pero en el fondo sabía que me gustaba ser dominado por esos ojos claros y penetrantes, que me rompían el cerebro con tan solo una mirada o quizá con una sonrisa de sus labios rojos y pómulos marcados.
―Siempre has tenido una gran imaginación… Como los niños. ― Murmuraba y casi no se escuchaba lo que decía, en realidad no se entendía, porque mi boca comenzaba a tener problemas para modular cuando su cuerpo delgado pero con sus voluptuosos senos se acercaban a mi rostro para hundirme en un agujero gusano. Era una suavidad que no se podía comparar siquiera con el roce de una nube, era gomoso y de un espesor liviano y firme. Mi mejilla se pasaba contra allí y mi rostro lentamente se subía para escapar de ellas, buscando encontrarse con ese perfil marcado y atrayente. Era imposible poder elegir que parte de ella era la mejor. ― ¿Eso fue libertad? ― Pregunté mientras mis ojos decaían, como si ella fuese un brillo que me cegaba. Mis manos pasaban un poco más por sus caderas, mis dedos se hundían en su piel, mientras mis labios se abrían dejando salir un pequeño jadeo acallado, por culpa de esas uñas que desgarraban tanto mi exterior como mi interior. Lentamente fui pasando mi brazo por la parte interna de su pierna, subía un poco y acariciaba la esencia que se escondía debajo de la ropa, con cuidado, apretando en un solo lugar hasta que aquella parte se viera forzada y me hiciera deslizar a un costado, con ese ligero ruido de placer, repetí la secuencia solo dos veces más y luego seguí deslizando mi mano por el borde de la prenda. No quería separarme, quería seguir tocándola, recordándola. Sus besos desconfiguraban mi misión y volvía a aferrarme como si se tratara de una muñeca.
― Sí, quiero escapar ahora mismo… No voy a intentarlo. ― Respondí escasamente al tiempo que negaba, la miraba entre molesto y excitado, porque ella me recordaba que no lo quería hacer, aunque mi cuerpo y el alma que me quedaba me gritaban que sí, que me quede, que me humille una vez más. Mordí mi labio inferior, corrompiendo esos deseos ingratos de darme a la fuga y despacio moví mi pelvis contra su pierna. Deslicé las caderas contra ella, agachando la cabeza mientras el sudor corría por mi cuello y mis labios abiertos se quejaban del placer. No pasó mucho tiempo hasta que sus dedos juguetones volvieron a subirme el mentón y me quedé mirándola fijamente. Odiando esa sonrisa coqueta y esos ojos gatunos que pedían una insólita compasión. Tomé firmemente su cintura y me levanté dejando que la camisa se deslice de una vez por mi cuerpo hasta caer al suelo. Y la moví con fuerzas hacia el borde de la cama, apoyando su espalda sobre la pared y sus glúteos sobre la almohada, encimándome como una montaña cayendo sobre un arbusto. Puse mis piernas debajo de las suyas, dejando las ajenas abiertas para poder meterme allí, deslizarme como un tobogán para un niño. ― Te quitaré mi sonrisa primero, luego haré que valga la pena recordarme. ― Contra sus labios le susurraba austeramente, mirándola a los ojos comiéndola como si fuese el final. Me apegué y di una estocada vacía contra su entrepierna. Apoyando mis brazos sobre la pared, mi piel oscura contrastaba contra la fina porcelana, tenía miedo de romperla, pero sabía que eso era imposible.
Unos momentos luego de mirarla, de perderme en ese cosmos, bajé la cabeza y engullí de una vez aquel pezón claro que estaba llamando mi atención hacía horas, lo succioné con calma, pero luego mordí la punta estirándola compasivamente, al tanto me mentía entre sus piernas para frotar un poco más de mi virilidad contra la flor que estaba escondida de mí. La abracé con ambos brazos, acunándole la espalda mientras mordisqueaba y mis colmillos salían con ganas, la garganta se me resecaba de solo oler la sangre escondida allí abajo y mis ojos subieron a los de ella. ― Déjame morderte, quiero de ti… ― Supliqué como bien sabía hacerlo, sacando la lengua para así moverla rápidamente sobre su mama, haciendo círculos lentos por aquella piel suave y puntiaguda que tenía ella. Mi entrepierna explotaba de las ganas y el calor se elevaba en mi erecta entrepierna. Ya habían volado los zapatos la camisa y la dignidad, me enrollaba sobre ella cual manantial, observando sus ojos en espera de una respuesta, ella siempre hablaba mucho, era como un pajarito cantor. ― Quiero cobrarte estos años de soledad, ¿me lo darás todos hoy? ― Gimoteaba con los colmillos al aire, observando su cuerpo entre mareos.

“Aún no puedo encontrar la forma de socorrer mi propia melancolía.” 
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Abr 13, 2014 7:56 pm

"Como a ti a nadie, es mas, ni siquiera te haces una idea todavía de cuánto sigo haciéndolo, ni tampoco de lo que me cuesta dejar de hacerlo."

Que los cabales no regresaran, eso era lo que en resumen quería Vibeke por ahora e incluso estaba convencida que aquellos permanecerían fuera de la habitación. Pero, cuando saliera él de aquél cuarto ¿Quién sería? la idea de verlo serio y firme la mayoría del tiempo pero lograr al tipo impetuoso y dependiente en lo privado sinceramente le gustaba. Lorian era complejo, no era el tipo de hombre común que cree que domina el mundo por ser un atractivo y fuerte vampiro, no. Él era la mezcla perfecta de sencillez y elegancia; de autocontrol y pasión; de esclavo y de amo al mismo tiempo. Por eso ella no planeaba soltarlo, ni aunque pasaran miles y miles de años.

-Con la diferencia que yo sí puedo hacerlo realidad- le susurró con respecto a la imaginación. Y era cierto, ella no sólo lograba lo que quería por mera obstinación, sino que también podía jugar con la realidad y crear ilusiones que servían como paños tibios sobre la piel fría. -¿Quieres probar?- dijo como si de nuevo le retara y al tiempo sintió un hormigueo hasta el cuello cuando la barba de Lorian le rozó los pechos en esa especie de caricia que ejecutaban sus mejillas. Parecía nervioso, molesto y excitado al tiempo. Ella parecía triunfante, orgullosa y... las manos de Lorian sobre su zona íntima le hacían desearle y detestar al tiempo haber llevado pantalones de montar en vez de las faldas típicas de la época. Aquella noche buscaba un viaje cómodo, pero la incomodidad hubiese valido la pena si supiera que ahora esas manos podrían estarla complaciendo en aquél jugueteo de una manera más simple. Aunque, pensándolo bien, la espera tendría su recompensa y aquél preámbulo podría significar que no le dejaría separarse de ella hasta que culminara la noche y el sol le obligara a ocultarse con él. -Tú no quieres ser libre, Lorian, lo sabes muy bien. Y yo tampoco quiero que lo seas- el descaro era el punto de cierre de su sinceridad y el beso que le dio tras ello se convirtió en el punto final de la frase. Cada vez podía hablar menos, pero por el contrario, iba sintiendo más.

Estaba dispuesta a tenderse sobre la cama y arrastrarlo sobre ella a gatas como una fiera que acecha a su presa que no escapará; sin embargo él fue más rápido y en un parpadeo su espalda dio contra la pared y una mirada decidida de Lorian y una voz que no carecía de cierta rabia la despertaron de las ideas que tenía hasta hace un momento en mente. Soltó una leve carcajada, apretó luego los dientes y se mordió los labios tras la amenaza que lanzó él, tan en su cara, tan provocador. Sus tacos delgados y elevados se clavaron sobre la cama en un punto de apoyo que duró poco. Había preferido subir las piernas con lentitud y acariciar las ajenas en el ascenso para atraparlo con ellas por la cintura. Estaba tan cerca y tan dominante que recordó la magia nocturnal de sus miradas, y con el gesto domador que a la vez se rinde y que eran como lánguidas llamadas voraces, y en un encanto de altivez vencida, le ofrecía la magnificencia de sus labios, como donde una rosa de eternal misterio, despuntaba el beso, en la lividez angustiosa de la gran letargia crepuscular.
-Quítame lo que se te dé la gana- siseo sin dejar de mirarlo y sin un ápice de sonrisa en sus labios. Ya su burla pasaba a ser otra cosa, el calor empezaba a corroerle la mente y el cuerpo y la fuerza con la que sintió la entrepierna de Lorian sobre la suya sólo fue la confirmación de aquello, una de hecho muy firme.

Dejó que un gemido ahogado se le escapara cuando uno de sus pezones fue atrapado por los labios de Lorian. Vibeke apenas se retorció y se apegó a él sujetándolo por la espalda. Sintió que perdía el control cuando la humedad de su boca le acarició aquella zona de tono rosáceo que se veía tan duro como una pequeña piedra. Por suerte que él no había podido contenerse ante ello. Los mordió con los dientes, como si jugara, sin hacerle daño. La sensación de esa caricia circular con la lengua la estremeció y cada vez deseaba más que le recorriera el cuerpo entero de esa forma. La presión de su entrepierna se sentía cada vez más firme y casi sentía que empezaba a quemarse, incluso por momentos le parecía sentir la frialdad del cuerpo de Lorian pero eso sólo era el efecto de como la ponía él con esas actitudes.

En el momento que pidió beber de ella, casi estuvo a punto de decirle que sí, que prosiguiera del modo que se le antojara, pero no sería tan sencillo, ella lo quería primero. Se impulsó apenas y lo giró con ella para quedar sobre él, sentada a horcajadas justo sobre su entrepierna que casi parecía asomar por sobre la parte alta de sus pantalones. Se movió apenas como si la recorriera y se inclinó hacia él, dejando caer sus cabellos a los costados de su rostro mientras le respondía sobre los labios que recorrió primero con su lengua
-Luego...- le besó los labios, continuó por el mentón y en el camino al cuello le rozó con los labios húmedos y los colmillos sin lastimarlo hasta que llegó a su cuello. Le mordió sin misericordia alguna, bebió un poco y se sintió aún más extasiada que antes. Se irguió lentamente e inclinó el rostro hacia atrás mientras que dejaba que un hilillo de sangre le bajara por su mentón. Al no serle suficiente, se mordió en la esquina de sus propios labios y dejó que su sangre completara un recorrido que llegaba con facilidad al cuello, al centro de sus voluminosos pechos y continuaba prácticamente hasta su ombligo. Bajó la mirada, le observó con determinación y su voz de nuevo fue un susurro -Ahora sí- afirmó y la respiración agitada le hinchaba el pecho por segundos, la sangre de Lorian lograba el efecto de siempre, el cuerpo de ese hombre que consideraba suyo lo complementaba, sin duda iba dándose el preámbulo de una segura pérdida de control -Sólo por hoy te daré lo que quieras. Luego será mi turno, de nuevo, para siempre... Muéstrame que tanto has cambiado y aprendido. Déjame ver de qué eres capaz y cuanto vale la pena recordarte.-
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Sáb Abr 19, 2014 1:50 am

“Siquiera puedo pensarlo, porque jamás lo haz demostrado, pero te aseguro que ni los infiernos se enteran, de cuanto quemaría por ti.”
Suspiré, negué con esa dulzura que exteriorizaba solo con la peli-plateada, claro que ella podía, ya que era tan terca, que lograba que las cosas se hagan como quería, prácticamente las materializaba. Ese ímpetu no lo tenía nadie y por eso caía tan rendido a sus pies, idolatrando aquellas características que estaban por debajo de mi existencia. ― Si quiero probar… ¿No me darás? ― Mi boca se abría lentamente, tomaba su pecho y lo succionaba con cuidado, movía la lengua y mi estómago se contraía, mis colmillos salían de su escondite, se arrullaban en un diminuto punto rosado, que se había ajustado más en área, por la medida en que se endurecía ante mis caricias. Siempre había disfrutado la soltura con la que ella demostraba el placer, sin ninguna clase de barrera. Quizá porque no era común, la sociedad ocultaba todo eso. ―Tú no quieres que nadie sea libre… Tus caprichos, han sido siempre órdenes. ― Le reproché con un deje de nostalgia, acariciando con los dedos pesados su pierna, apretaba el pantalón, mis dedos se hundían en el borde, queriendo arrancarlo, mi espalda se arqueaba hacía ella, se doblaba para así poder deslizarme por entre sus piernas hasta su rostro, besarlo con cuidado, sentirla tan perfectamente como deseaba. Estaba desesperado, ella en cualquier momento podría decir “ya no” y yo no podría seguir recordando cada rincón de su piel y me volvería loco y tendría que luchar con mis demonios, hasta sucumbir a la oscuridad nuevamente, esconder la luz de la cual estaba victimizado.


Su risa, sus dientes, sus ojos girando por la promiscuidad de mis palabras, era tan alevosa y meticulosa, pensé que podría sobrellevar todo eso, pero era un idiota y para disimular mi flama interna llena de sentimientos encontrados, fruncí el entrecejo y uno de mis puños se apoyó al costado de su rostro, mostrando un enojo vulgar y estúpido, fácilmente identificado como mentira, abanicando ese cuerpo hacía arriba contra mi cintura, buscando sus labios, los tomaba y mi piel se erizaba, era caramelo fundido. Al final, mis colmillos se intentaban clavar en cada lugar cercano, pero con una fuerza de voluntad que no era mía, lograba esquivar mis deseos. ― Entonces… Pantalón. ― Mi voz se formuló en monosílabos, ante el camino libre a “quitarle lo que quería”, de lo tosco que me sentía y con ambas extremidades fui a esos cardos de hombre, levanté su puntuosa cadera y deslicé aquella ropa infernal hacia abajo, solo llegué hasta las rodillas, su piel brillante me dejó helado. Volví a apoyarla como si fuese un tesoro y lentamente besé el hueso que se dejaba entrever por debajo de su ropa interior. Lamí lento y pausado, me quedé atontado observando cómo se elevaba y como bajaba su cuerpo, parecía que nunca hubiese visto un cuerpo de mujer, pero ella era diferente, era como una piedra lunar, brillaba y se sentía transparente, delgada pero con una carne que era imposible de disimular. Fue tanto lo que mi entrepierna sintió que por un momento, pensé que mis pantalones correrían riesgo de derrumbe.


Y en ese momento cuando ella me manejo como un maldito títere, me quedé tan cegado que cuando lo pude notar estaba bajo su cuerpo y mi espalda baja se prendió fuego. Contuve la existencia. Mi entrepierna palpitaba, mis testículos se contraían como si fuese fruta madura y gemí grave, buscando sus ojos, cuestionando los sucesos. En ella observé la misma mueca de hace más de quinientos años. Era el deseo de sangre en su boca. Mis ojos se abrieron, azules y profundos parecían volver a ser humanos. No respondí a sus besos, la miraba, la contemplaba y sentía que volvía a temblar como cuando mi corazón latía.  Tragaba saliva hasta sentirla en mi cuello y como por arco reflejo una de mis manos subió para acariciarle la espalda, miraba al techo entrecerrando la mirada, dejaba salir el jadeo ronco y crujiente y hundía los dedos en su exquisita piel. Quería sentirla más, dejar que se meta a través de mi existencia. Pero al cabo de unos momentos se separaba y yo quería más, mi miembro ajustado se había convertido en un monstruo con vida y punzaba mi ropa queriéndola romper y traspasarla. Y fue hasta que me llamó con sus ojos, que dejé de estar hipnotizado y pude comenzar a unir las neuronas unas con otras. Mi rostro se calmó y la mirada en él se volvió seria y austera nuevamente. La sangre que se marcaba en la piel de Vibeke, blanca como una pizarra me invitaba a ser limpiada. Y yo lo haría, porque siempre había limpiado sus desastres.


― Muy sucia… Te has manchado toda. ¿No haz dejado de ser descuidada?― A duras penas pude susurrar y me acerqué, haciendo el camino más largo, desde el inicio de sus labios, lamí su color Bordeaux y lo mordisqueé dejando una suave capa rosada, producto de su lápiz labial que recordaba solía manchar todas mis ropas y luego tardaba años en salir. Seguí lamiendo y la electricidad corría por mis venas, su clavícula era cosa de otro mundo. Me sujetaba, y escuchándola, me excitaba. De solo pensar que podría hacerle lo que quisiera, que podría montarla más veces de las que se podían hacer en un siglo, en una sola noche… Eso provocaba que mi miembro se ponga tan duro como el titanio. Y empecé a recorrer su piel con más necesidad, hundía mi labio inferior y como una pala tomaba la sangre que estaba allí, mordisqueaba y dejaba marcas suaves, pero visibles, mientras mis caderas, lentamente se apoyaban contra su hermosa cavidad. Mis dedos desesperados, buscaron terminar la labor con sus pantalones, que al final terminaron deslizados por un costado y allí estaba ella con sus hermosos pechos a la intemperie, con una ropa que cubría escasamente su perfecta entrada y unos tacones que deseaba fuesen hundidos en mi piel. Subí la cabeza para mirarla y con una especie de vergüenza intenté hablar. ― Mi Vibeke, no dejaré lugar del que te puedas quejar. ―


Le aseguré en tanto mi cabeza bajaba al final de camino, allí donde la sangre marcaba el inicio de la ropa interior. Mi nariz se deslizaba por su ropa fina y mis dientes acariciaban lentamente aquella zona, mis manos sujetaban esas piernas, las abrían un poco más, tenía una vista tan perfecta, que podría arrodillarme a orarles a los dioses por esa visión. Pero más bien la aclamé, pasé la lengua por el medio, la tela era tan suave, que podía sentir los relieves de su zona y cuando aquel puente se hizo notorio, lo empecé a masticar, lo saboreé, hasta que con mi boca corrí aquella tela y una zona extraordinaria salió a la luz. Blanca y rosada, sus labios se abrían como un manjar y mostraban con seducción las ganas de ser tomados. No la hice esperar, mi lengua traspasó las barreras y se hundió en su clítoris, moviendo con rapidez, en tanto mis brazos estirados se abrazaban a sus caderas. La sujetaba con fuerzas, apretaba sus pechos con ambas manos, enteramente cubría su cuerpo y lo saboreaba, en tanto yo sufría de placer, agonizaba ya que no era acariciado, pero eso nunca me había importado, su placer, el de ella, siempre había sido una prioridad.

“Me gustaría que te hundas en un placer insoportable.”  
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Miér Abr 23, 2014 8:01 pm

"Era como si dijeran que se entendían mejor sin ropa"

Él quería todo, lo hacía siempre y eso mantenía vivo el deseo en ambos, era una pasión similar a un fuego que no se apaga y que entre más consume, más se desea. Así mismo pasaba con el sabor de la sangre de Lorian, Vibeke prácticamente podía asegurar que sentía todo el recorrido de la misma calentándole el cuerpo y extasiándola como el más delicioso y exclusivo elixir. Y al final, todo daba cuenta del egoísmo de ella porque iba tomando lo que quería sin preguntar, a diferencia de él y, tal vez en eso recaía el error de aquél hombre y así mismo su pérdida. Pero entonces al mismo tiempo, Lorian le daba a entender que él estaba ahí, como esas personas que siguen corriendo aunque ya no tienen tiempo de llegar. Que siguen esperando aunque no se atrevan y que son envenenados por lo que no dicen quienes los torturan emocionalmente.

¿Coleccionaban dolor sus silencios? En el fondo ella sabía que todos sus silencios decían más que el resto del mundo a gritos. Sus pocas palabras daban cuenta de lo que callaba y de lo quizás, muy en el fondo, deseaba reclamar.
-No, pero la cama es un mal lugar para hablar de libertades- le dijo con razón al ser ella misma presa del deseo que él le procuraba en medio del vaivén de su voz: enojada, misteriosa, melancólica... Lorian iba dando un resumen de él en cada palabra que salía de sus complacientes labios mientras en la de Vibeke desaparecían las risas para convertirse en gemidos y voces que se iban llenando de placer.

Agradeció para sus adentros que los incómodos pantalones fueran desapareciendo porque aumentaban su necesidad de desnudarlo a él producto de la incomodidad que producían sus ropas sobre su piel pálida y ansiosa de ella. Los labios sobre su entrada en ese jugueteo le supusieron molestia por un momento cuando tuvo que detenerlo al girar sobre si misma para quedar sobre él, pero necesitaba su sangre, la anhelaba tanto como su sexo a la entrepierna ajena y mientras le mordía sentada a horcajadas sobre él, recordó cuando debió resistirse al sabor de su sangre para no matarlo cuando le conoció. Él estaba dentro de ella, con toda su humanidad y magia a flor de piel, con la piel perlada por el sudor y los ojos llenos de lascivia y necesidad de su modo de violentarlo. Y ella iba a matarlo, de buena gana le hubiera bebido hasta la última gota de sangre y le hubiera arrancado el corazón para absorberlo todo y dejarlo como una uva pasa, arrugada y marchita sobre un cuerpo muerto, abierto y abandonado luego de buen sexo. Sin embargo su magia pareció condimentar su sangre y Vibeke se obligó a detenerse y a convertirlo para mantener tal delicia vigente con los años como si pudiera tener el efecto del vino. Por supuesto no se arrepentía, aún con la cabeza en alto se sentía embriaga de él aunque apenas todo comenzaba. Había valido la pena y la noruega lo sabía.


-¿Ah sí? Pues recórreme hasta los desastres- dijo con voz pausada y baja producto del efecto que aún sentía en ella luego de la sangre; sonaba como si algo le doliera, pero era más bien todo lo contrario. Bajó las manos mientras Lorian se acercaba a besarle los errores adrede y le desabrochó el pantalón dejando su miembro mucho más libre que antes y empezó a descender, su espalda fue cayendo lento de nuevo atrayéndolo a él hacia sí. Ahí estaba de nuevo, tumbada en la cama, con sábanas blancas, limpias y que olían bien, que tenían un aroma a primavera que en pocos momentos quedarían impregnadas del aroma de Lorian y de la pasión de ambos. Así boca arriba y con el torso desnudo, sintió esos labios recorrerla y marcarla con sus dientes y ella quería más, que la recorriera despacio sin saltarse un mísero centímetro de su cuerpo. Que la marcara toda con su boca como si realmente le perteneciera.

"Mía" le llamó el a su modo y ella apenas si le pudo sonreír luego de estar ya prácticamente desnuda y con él a medias sobre ella, sobre su mayor punto de placer. Pero ¿Quién era de quién? a Vibeke le gustaba pensar que sólo él era de ella, pero lo cierto es que ese hombre le suponía una necesidad que la muy terca y orgullosa no se detenía a admitir. Sus piernas cedieron fácil a sus manos y su entrepierna recibía a sus labios como si pudiera beberse. Su espalda empezó a erguirse en cada roce, sus piernas se las arreglaron para acariciarlo el miembro ajeno sólo para desesperarlo un poco. Sus manos se enredaban en el cabello ajeno acentuando sus movimientos y los párpados se le cerraban mientras sus labios le gemían. Con el taco delgado de sus zapatos hizo un enredo en el pantalón de su compañero y lo fue bajando así, como pudo. Y así, a puerta abierta, con las cortinas de par en par, disfrutaba sin pensar en otra cosa. Podían llegar media docena de Bordeaux y pisar aquella estancia y a Vibeke poco le habría importado, nada la detenía cuando le tocaba el momento del placer y más que nada, el momento de recordar cuanto había extrañado a Lorian y justificarse de nuevo el porqué era siempre su favorito. Por eso mismo no lo dejaría ser libre.

Vibeke levantó la cabeza para ver más lo que hacía. Anhelaba ver su cuerpo brillante luego de arrancarle la ropa sin detenerse a pensarlo dos veces para poder hacer todo con mayor libertad. Necesitaba que le retirara esa ropa interior con los dientes, con ganas, para que su piel se erizara y las piernas se sintieran temblar al sentir sus labios, su lengua. Sus párpados se cierran de nuevo lentamente cuando la lengua le acaricia el clítoris y hace que un gemido algo más alto se le escape de los labios y de nuevo se tienda hacia atrás... Esas manos fuertes en su cuerpo la desesperaban, la ponían ansiosa al ver que Lorian agarra fuerte cuando debe, muerde, lame y sus ojos son todo hambre. En ellos era mirarse a los ojos con deseo y la ropa se caía sola.


"El mundo mira hacia arriba para ver las estrellas, yo me conformo con los lunares de tu espalda mientras acaricias mi sexo al punto de no querer soltarte"
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Jue Mayo 01, 2014 5:18 pm

“Desearía poder entender tu mente y no solo tus placeres”
Agonizaba con la idea de su piel contra la mía, era poesía el solo hecho de tenerla frente a mí. El señor que estaba en la puerta aún me miraba con recelo, había caído a mis instintos y probablemente ella no me dejaría volver a como estaba cuando puse un solo pie en aquella mansión que eran tan grande y gloriosa como el mismísimo deseo que yo sentía por ella, aunque quizá eso se quedaba chico. Me agité como un sonajero cuando su mano se deslizó en mí, sus labios gruesos, provocaban una lujuriosa curiosidad que no hacía más que doblegarme a sus pedidos y miradas. Moldearme como mantequilla derretida a todo lo que quisiera que hiciera. Quizá y solo quizá podría cometer mis pecados, porque sus palabras me daban una libertad que me era tan extraña y ajena que apenas podía recrearla. ― Lo es… ― Acepté en cuanto a libertades se trataba, aunque la verdad era que no solo se aplicaba en la cama, en cualquier lugar donde ella estuviese, no había un aviste de aquello tan anhelado por las personas, ya sea vivas o existentes, como yo. Dejé salir un gruñido en seco ante el aroma fresco de su cuerpo, mi entrepierna se agitaba y mis ojos se dilataban queriendo hundirme entero en su cuerpo. Descubrir el reiterado placer que ella siempre montaba en espectáculo, solo pensar en aquellos días en donde nos uníamos día y noche provocaba que un millar de excitaciones se acumulen en mí.
Esos despiadados y pequeños pies hacían estragos con mi erecto, lo descuidaban con malicia, me hacía humedecer lentamente la ropa hasta que todo se notaba, la curvatura de la cabeza se hacía visible y le jadeo en seco de mis labios se purgaba en deseo. Era solo su mano la que me guiaba al lugar correcto y con los colmillos largos y abusados tomaba la tela que cubría casi nada de ella. Agarré aquello con odio y lo tironeé, rasgué su piel con un cuidado absoluto, en equilibro con el placer y el dolor, mientras la tela se abría, acariciaba y rozaba sus intimidades, se apretaba contra sus nalgas y se corría hasta el eje de su cuerpo, pasaba por su zona hasta quedar completamente afuera y caer de mis labios cual armadura vieja. Y allí estaba toda esa necesidad ficcionaria hecha realidad, mis dedos se acercaron con extrema rapidez y apretaron su punto rosado con ambos dedos, la yema de mi pulgar y mi índice empezaba a apretar y estirar y mi lengua hurgaba en sus cavidades dulcemente. No fue hasta que su jadeo se prolongó que me levanté un poco y fui con lentitud a ella, apoyé mi miembro aún cubierto en su cuerpo y lo froté, estaba en el lugar perfecto, en aquello que anhelaba constantemente y me retorcía de ganas de penetrarla de una estocada. Pero me contenía, me frotaba contra su dulce néctar y mis dedos seguían masajeando su puente. ― Ah… ¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Sería mejor si desaparezco? ― Fue casi un ruido sin señal.
Apenas la voz se escuchaba de mi boca, no sentía funcionar nada que no sea de acuerdo a ella. Y al final cubrí la salida con sus hermosos senos blancos, tomé uno con fuerzas y empecé a mamarlo como si buscara sacar algo de allí y abracé su floreciente cuerpo entre mis manos, lo aferré mientras mi falo duro y doloroso se hacía guaje en su cuerpo. De momento a otro mis ojos se pusieron rojo al punto que parecían prenderse fuego. Tomé su cuerpo, pequeño, fuerte y poderoso y lo subí a mí. Con las rodillas postradas sobre la cama y su cuerpo flameante, arqueándose a un lado y al otro, jadeé y la miré, sus cabellos revoltosos platinados se erguían cual paloma libre y mi ropa interior terminó por arrancarse de un tirón que hasta sentí el quemazón, dejando mi miembro al contacto con el aire. Estaba flameante, más duro de lo que había estado en décadas. Lo apoyé sobre su cuerpo, pasé la cabeza desde su entrada trasera, por su delantera y hasta su fuente de mayor lujuria. Largué un gruñido, la tenía con una mano en su pierna y la otra en su cadera. La subía y la bajaba lentamente hacía el placer, poco a poco mi falo largo se acercaba a la gloria y se esfumaba de repente. ― Vib… Vib. ― Anhelaba casi al borde de temblar y con fuerzas la apoyaba nuevamente contra la cama. Fue solo una mirada y me incrusté en su interior. Lo hice con cuidado, con rapidez pero manteniendo la ruta correcta hacia donde recordaba que le gustaba. Busqué por arriba y por abajo, golpeé sus paredes hasta hundirme en una zona suave y acolchonada. Y me quedé quieto, abrazando su cuerpo como si hubiese cometido un pecado.
Mis glúteos estaban apretados contra ella, hundiendo hasta el fondo mi extremidad y observé sus ojos, besé la comisura de sus labios y jadeé con rencor. Mis manos se despegaron de ella y se apoyaron a  los lados de su cuerpo y lentamente un sonrisa se posó en mi rostro. Negué y me salí de allí vengativamente, tan rápido como había entrado, había salido al aire libre y me apoyaba sobre su entrada, mi falo duro golpeaba contra sus hermosos labios color rosa fuerte y asaltado, se arrimaba a aquel botón especial y lo acosaba un poco, jugaba apoyando el lateral de mi pene contra su ruta entera y lo hacía saltar a su entrada nuevamente, mi pecho estaba agitado, agonizando por haberme resistido a tal placer glorioso. Pero no deseaba hacerlo rápido, quería ralentizar el momento, disfrutarlo centímetro a centímetro. Mis manos comenzaban a temblar que las detuve con ambos pechos ajenos, empecé a bombearlos, mi mirada se perdía en la de ella, mientras mi miembro engañaba con meterse de momento a otro. Lo incrustaba apenas y lo volvía a sacar, quería volvernos locos, quería derribar mis propias barreras, hasta recordar lo mucho que me podía arrastrar por el piso solo para poder estar con ella.

“No descuidaré el brillo de tus zapatos siquiera una vez más.”
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Mayo 11, 2014 5:57 pm

"Parece egoísta por mi parte pedirte que tardes en correrte,
pero si lo hago es porque nunca tengo cojones para decirte que te quedes."

Algún día hablarían de libertades, pero ella respondería siempre lo mismo, le diría una y otra vez que él no quería ser libre y aquello constituía la mayor verdad de ambos, tanto como el deseo latente de Vibeke por su sangre a pesar de los años. Aunque alguna vez lo quiso matar, lo quería, sin condiciones. Él, estaba jodido, se notaba, pero no importaba nada ahora que luego de tantos años estaba de nuevo allí, entre sus piernas, donde ella siempre lo prefería y con esa expresión cargada de deseo con la que la miraba.

Escucharle los gruñidos era como darle cuerda para que siguiera deseándolo. Había parecido un muchacho educado y bien puesto antes, y al atravesar la puerta se había transformado en lo que ella recordaba o en lo que ella lograba. Así lo quería siempre, sometido por momentos, amenazante por otros como si realmente fuera capaz de irse, amándola a dos manos, sujetándole las caderas, mordiéndola a bocados, descendiendo por las clavículas y quedándose con ganas en  sus muslos; mordiéndole los pezones, acariciándole el sexo y provocándola a tal punto que al final de tanto preámbulo no deseaba más que su entrepierna haciéndola suya con ganas y acompasando el eco de una casa vacía con los gemidos de ambos.

La ropa interior fue por fin desprendida dejándole una marca leve sobre la piel, pero ahora toda ella parecía libre y dispuesta para recibirlo, para recordarlo y disfrutarlo al tiempo que su espalda se arqueaba en cada toque planificado. Sus pechos bien formados se elevaban clamando su boca que se hallaba ocupada complaciendo su rosácea y ávida intimidad y el roce de la piel de Lorian no hacía más que aumentar la temperatura de su cuerpo. Cuando le vio acercarse sintió el corazón clamar a uno con su éxtasis y su boca se entreabrió en un leve jadeo antes de responderle en una sonrisa
-Aún no estás donde quiero...- murmuró y se estiró para morder los labios ajenos, sin embargo él pareció negarle su boca. No obstante, descendió de nuevo y lo que hizo fue mejor que cualquier beso que le hubiera podido dar. Sus labios se cerraron sobre su seno y aquél pezón absorbido casi palpitaba entre los labios de Lorian. Ella era absolutamente sensible y la presión de su miembro contra quien lo aclamaba empezaba a volverla loca en tanto la atendía. Iba a moverse, dobló la pierna como para empujarlo con fuerza y tomar el control, pero esa mirada en él cargada de tanto, fue una clara advertencia antes de ser tomada como una muñeca y verse levantada para terminar sobre las piernas dobladas de él. El sonido de la ropa al rasgarse le aumentó la ansiedad y se apegó más a su amante acomodando los codos sobre los hombros ajenos y pegando el rostro a la parte alta de su pecho como si comprendiera lo obvio. Vibeke inclinó el rostro y le jadeó al oído en cuanto sintió su miembro duro y libre rozándola sobre su sexo húmedo y yendo de un lado a otro con facilidad mientras ella levantaba sus caderas al compás del control que ejercían sus manos en un mero gesto de ofrecimiento; ahora no existía más, se dejaba mover hacia el placer negado, ir y venir antes de que por fin llegara el momento de tenerlo adentro con fiereza. Al escuchar su forma de llamarla, apenas retiró el rostro y lo miró a los ojos apegándose de nuevo a él antes que la moviera de nuevo sobre la cama. Seguidamente, el enorme miembro penetró su sexo. La llenaba tan plenamente que le gimió con gusto y lo aferró por los brazos con fuerza mientras sentía que se quemaba por dentro. Lorian se abrazó a su cuerpo, se quedó inmóvil por un momento como si realmente le permitiera recordar cómo se sentía y aquello le provocaba a Vibeke espasmos ocasionales que hacían que las paredes de su útero oprimieran más a eso que tanto deseaba. Ella estiró los brazos y lo sujetó por la espalda, lo recorrió desde la cintura hasta los omoplatos con las uñas en un roce que se iba afianzando para que él se moviera y continuara con más.

El beso y el jadeo rencoroso eran una contradicción, tal como ellos mismos. Al acomodarse y dejar los brazos a lado y lado, daba la impresión que Lorian era el más fuerte, el más decidido, el más dominante entre ellos dos. Jugaba con el deseo de ambos, su miembro apenas si la tocaba y el toque a sus pechos ya no calmaba el deseo que sí podía lograr una estocada. Ella negó con un gesto propio de la malicia y se sonrió
-¿Quieres jugar?- Empezaba a reaccionar en respuesta a su modo de provocarla. Su pierna se dobló como había hecho antes sin resultado y la elevó a tal punto que sostuvo el muslo sobre su hombro mientras lo observaba con completa codicia. Dobló más la pierna, acercándola más a su pecho y el tacón de sus zapatos que aún permanecían se enterró en el hombro de Lorian -Pues lo haremos- lo empujó con ganas y en un momento todo dio un giro y fue ella la que quedó sobre él. Quería recordarlo con más fuerza y para eso tenía que hacerlo con todos sus sentidos. Ella había disfrutado con lo que sentía, con el tacto, pero el gusto y la vista no estaban completos y era aquello lo que completaría.

Le acercó el rostro y le recorrió con la lengua el labio quedándose muy cerca de él mientras su mano bajaba y tomaba con firmeza su miembro. Su mano cerrada se movio arriba y abajo, lo masturbaba lentamente por ahora y buscó de nuevo su oído.
-¿Te gusta provocar, huh? pues ahora es mi turno y lo haré de tal forma que no soportes más y tengas que tomarme con fuerza, como me gusta, como antes- se retiró de nuevo y puso la mano tras el cuello de Lorian obligándolo a tomar una posición diferente y quedar sentado sobre la cama, con ella sobre sus piernas y muy cerca de su sexo. -¿Te gusta lo que ves?- una risita se escapó de sus labios y se inclinó hacia atrás, le permitió ver su cuerpo completo, la flor de su perversión abriéndose en una llamada a su deseo mientras se estiraba y tomaba lo que quería. Eso, era la camisa que se había quitado, que había iniciado todo y que aún permanecía sobre la cama. Se irguió de nueva cuenta, la rasgó en un sólo movimiento, agarró una parte y le tomó las manos a Lorian llevándolas hacia atrás mientras ella se acomodaba y acariciaba la punta de su pene sobre su clitoris y le ataba las manos a la espalda -Porque ya no lo verás más. Jugaremos a medias porque a esta cama le faltan cosas que tendrá luego, lo prometo- le mordió el hombro y tomó el resto de la prenda de negra seda para ponerla sobre los ojos de Lorian quien seguramente sabría bien a que se refería ella -¿Quién provoca a quién?- preguntó mientras se ponía sobre él encajando perfectamente en una nueva penetración y le gemía de nuevo, atándo casi con dificultad la prenda para tapar de visión de Lorian. Con su cuerpo lo empujó de nuevo sobre la cama, levantó la cadera hasta casi tenerlo fuera y la bajó de nuevo mientras le recorría el pecho con las uñas, sin piedad. -¿Me odias, Lorian de Bordeaux?- preguntó burlona y jadeante y levantó la cadera de nuevo retirándolo de ella por completo. Frotó su sexo sobre toda la longitud de su pene, a lo largo, sin tenerlo adentro. -Dimelo- susurró y se inclinó mordiéndole el pecho, retirándo el punto de su deseo de él y volviéndo a acariciarlo con las manos al tiempo que descendía entre mordidas a los costados de su cuerpo y tomando así una nueva posición -¿Me odiarías si la que se va soy yo?- dijo como última frase antes de pasar su lengua recorriendo el glande sin dejar de acariciarlo, buscando desesperarlo a pasos, como si al final de todo lo que planeaba buscara en realidad sacar la parte más violenta y pasional de él.
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Dom Mayo 18, 2014 2:43 pm

“Pero aún si quisiera, no podría correr. Aparento que huyo, pero al final me quedo esperando porque te acerques.”
Ella gemía en un compás que no era de este mundo, se movía con tal gracia que todo a su alrededor parecía destellar y enfriarse al mismo tiempo como una diosa helada. Me hacía erizar los bellos y cuando la rozaba más profundamente me prendía fuego por partes. Pensé que aquel hermoso juego no duraría demasiado, pero pasó una infinidad de tiempo, donde mi toque a través de su cuerpo se alargó y extenuó. Las yemas de mis dedos que pasaban por sus erguidos pezones y la textura de su piel que se afianzaba cuando retorcía aquellas partes tan provocadoras que no hacían más que obligarme a la largar gemidos de placer encarcelados. Mis ojos parecían perdidos, se enfocaban en ella y cuando me adentraba a su interior lo hacía con el cuidado para que sienta un poco, pero alejárselo en segundos, como un perro hambriento al que se le acerca la comida y luego se la aleja tortuosamente. Esa era mi decisión para poder castigarme a mí mismo. Porque no había podido vencer aquel deseo incondicional que tenía hacía ella. Porque seguía amándola dolorosamente, seguía regocijándome entre retorcijones por el suelo. Tan solo necesitaba una orden para caer rendido a sus pies. Tomarla entre mis labios, darle todo el placer que podía. Y eso mismo hacía con mi lengua, que se figuraba como una pluma sobre sus botones, los presionaba y estrangulaba.
Entraba y salía y me excitaba con sus leves palabras, me aprensaban en pecho y cuando un tacón largo y puntiagudo se acercó, tal y como recordaba que era antes, solo pude derretirme y acercarme. Tomé su tobillo con fuerzas, con la punta de mi miembro semi-metido en ella. Y lentamente mordí su pie, pasé los colmillos con cuidado hasta que en el deslizar me topé con la tela del zapato, lo lamí deseoso, pero el movimiento hizo que al final tuviese que desprenderme. Ya había sido demasiado el tiempo que había tenido para torturarla. Mis manos quedaron a los lados de mis caderas, apreté las sabanas y la miré, apenas y podía hablar, pero tampoco es que quisiera, la palabra nunca se me había dado demasiado bien. ― Solo deseo que me recuerdes en cada paso, como yo lo hice en cada noche. ―Fue un murmullo apagado, cargado de odio y de deseos contenidos. Sus piernas empezaban a acercarse, mi corazón muerto recordaba el latir en mi pasado humano y no quise hablar más porque de hacerlo quizá mi jadeo humillante se vería en la necesidad de escapar. Mantenía mi miembro duro y flameante, apuntando al techo cada vez con más ímpetu de alcanzarlo, porque el rozar de ella, apenas su aura lograba volverme loco. Fui con los ojos observándola, lentamente, como entrecerraba los ojos y como buscaba provocarme, su hermoso pecho me llamaba y cuando se movió a buscar la camisa, mi boca necesitada lamió con la punta uno de sus pezones, deliciosos y suaves. Los lubriqué con mi saliva y cuando el crack de la tela se escuchó, subí mis ojos a ella, con una curiosidad casi inocente.
― Sí, adoro lo que veo… Ugh. ― Esas manos que aunque pequeñas eran muy fuertes me agarraron y pude saber instantáneamente a qué iba aquello, aquella bolsa debajo de mi miembro se contrajo de la ansiedad y las venas latentes empezaron a marcarse con notable agonía. Mi garganta se raspó y con un deje de excitación me dejé hacer por esos dedos que podían hasta matarme si así ella lo deseara. En segundos quedé mirando al techo, pero pronto la vista de la habitación y de la blanca y fina piel ajena se vieron apagadas por la completa oscuridad. Un gemido en seco volvió a salir y los colmillos se enmarcaron en mi boca, al estar esta entre abierta, plagada de deseo. ―Te odio, pero aún si te odio más de lo que te añoro no puedo alejarme por siempre. Eres como un demonio y me haz maldecido. ― Me quejé entre pequeños retorcijones que se acentuaban cuando mi miembro empezaba a ser torturado de la ansiedad. Clavé los dedos toscos en mis propias manos para no moverme, tensé las piernas y lentamente doblé las rodillas, la sentía tan deseosa sobre mí que me sorprendió que no me cabalgara como si fuese la última corrida de su vida. Ella también estaba conteniéndose, pero mi control no duraría demasiado tiempo, no podía seguir con la sangre acumulada, golpeando por querer liberarse. ― ¡Ah…! Si tan solo te fueras sin decir adiós… Quizá podría odiarte un poco más. ― El silencio retumbó con una sensación de nostalgia que se cubrió con su piel, sus labios que eran meticulosos me rasponeaban en los costados, que por inercia hacían que mis caderas se levanten y mi miembro palpite entre esas manos que parecían corroborar el diámetro y el largo, lo agarraban como un bastón duro, como si olvidara que se tratara de mí.
La lengua era sofocante, mi falo se movía solo hacia arriba y a los lados cuando me provocaba con pequeños movimientos, se contraían mis testículos hasta que el color empezaba a ser enfermo en rojo y mi boca se entreabrió y dejó ver unos colmillos que parecían hambrientos de décadas. Fueron unos segundos largos y dolorosos, donde no pude controlar mis manos, que se arrancaron de la tela, el ruido era ansioso y la mano reclamó más y casi con angustia tomé sus cabellos y busqué meter el largo y ancho de mi miembro en su boca, aún no veía, pero la sentía y no me importó si clavaba dientes y colmillos en mí. Tironeé hasta tenerla cubriendo toda mi extensión y la moví apenas dos veces arriba y abajo y con los cabellos bien agarrados entre mis dedos subí su rostro hasta el mío y busqué sus labios. Con completa necesidad le tomé la lengua y mis piernas se aferraron a las ajenas; mi miembro que parecía tener un mapa en su punta se metió en ella con desdén. Empecé a empujar con fuerzas, entraba y salía con una velocidad absolutamente inhumana. Solo su boca se necesitaba para que pierda el control y acababa de suceder, su lengua viperina me había inyectado el veneno que solo se curaba con su cavidad. Y empezaba a hacerle un secuestro a su piel, penetrando con velocidad y precisión, abrazando su cintura como si fuese un niño que extrañaba a su dueña. ― No te vayas. Al menos si te vas, quita mi sufrimiento antes. ― Carraspeé al final de cuentas, mientras me movía y la movía, escuchaba el rebotar de su aclamado busto y los aplasté con mi pecho, me metí entre sus piernas aún con la cinta que no me dejaba ver, pero yo no quería ver, solo deseaba sentirla, enfocar todos mis sentidos en ese cuerpo que me estaba tentando a matar. Mis dedos apretaban esas piernas y la cama empezó a moverse de forma descontrolada, aún así no me importó, seguí empujando en su punto, seguí quebrando su entrada en movimientos rítmicos y sin segundos de por medio.

“No quiero otra cosa que no sea tu cuerpo amando el mío.” 
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Miér Jun 04, 2014 5:01 pm

"Hay voces que son directamente orgasmos"

Nadie como Lorian de Bordeaux para darle lo que quería, para tenerla rendida al deseo de ambos. Y, la felicidad para ella era eso, el sexo desenfrenado que le provocaba él, ese en el que sus bocas golosas y sus cuerpos ávidos no se saciaban ni de abrazos ni de besos, y unidos frenéticamente, no se dejaban sino ya cuando sus naturalezas exhaustas pedían gracia. Cada momento en que estaban juntos parecían descubrir nuevos secretos en el cuerpo ajeno, las rutas cambiaban como si fueran conducidas por las emociones del momento y era por eso que Lorian era el único amante con el que Vibeke estaba una y otra vez, tal como había sido cuando su creador estaba. Aquella era una verdad tras la lujuria de la Noruega, una que jamás mencionaba porque no le parecía relevante mencionar el uso que les daba a sus amantes de turno para jamás verlos de nuevo ni permitirles siquiera rozar su cuerpo otra vez. En cierto modo eso explicaba en parte el por qué Lorian era su única creación y más que nada el hecho del por qué continuaba vivo. Evidentemente los méritos no eran de ella, le pertenecían a él que incluso sabía cuando debía callar.

"Solo deseo que me recuerdes en cada paso, como yo lo hice en cada noche" entonces no la había olvidado nunca. Esa frase se le coló en la mente y le sonrió de tal forma que era obvio que aquello le había encantado. Vibeke sentía una rara necesidad de impregnársele hasta en las decisiones que tomara él aunque ella estuviese ausente, lo quería sometido a su voluntad y a su cuerpo porque así, de ese modo enfermo se recordaba lo mucho que le encantaba y también todo lo que quería tenerlo.
-Hazlo, brujo- le susurró llamándolo como antaño, como cuando estaba a punto de cambiar su "vida" para siempre. No necesitaba decir más. Y Lorian, era un mago si se le pensaba bien, sabía dónde morder o lamer en el momento preciso, conocía los métodos para provocarla a ella, para devorarla completa mientras ella hacía lo mismo. De modo inconsciente potenciaba lo que hacía con el cuerpo, cada gemido, gesto, espasmo o lo que fuera le producían ganas a Vibeke de tenerlo dentro una y otra vez con toda la fuerza de la que fuesen capaces ambos. -Y mira como gimes en tu maldición, como te excita a quien llamas demonio- pareció un jadeo apalabrado, una invitación a la ira a través de la burla en cuerpos desnudos y agitados. -Tómame como si me odiaras, Lorian, eso es lo que quiero- fue lo que dijo con firmeza antes de introducir ese órgano que había reconocido con las manos en toda su extensión: su longitud, su dureza y la punta con su pequeña abertura... lo llevó de nuevo a su boca húmeda que lo acariciaba y lo recorría con destreza y ansiedad mientras sentía que se endurecía cada vez más y él casi se arqueaba con desespero. Lo frotaba con lengua y labios firmes y carnosos como si lo conociera demasiado bien, lo hacía con grandes movimientos hacia atrás y hacia delante teniendo la sensación que aquello iba tomando más tamaño en tanto más se le acariciaba.

No pasó demasiado tiempo cuando la tela rasgada le advirtió lo que seguiría. Fue como si hubiese escuchado lo último que dijo ella aunque la inmortal no estaba del todo segura. Quería verlo desesperado, necesitado de su sexo tal como estaba el de ella al punto que sentía su palpitar entre las piernas pidiendo a gritos que continuara. Tenía el sexo húmedo e hinchado de deseo, ya no podía dejar de complacerlo más. Hubiera sonreído cuando le tomó los cabellos, pero no podía porque su boca se vio ocupada por un miembro ansioso al cual la conducían unas manos fuertes en toda su extensión. Lo saboreó poco, porque como un dominante Lorian la llevó a su rostro aún cubierto en los ojos por la venda. Su boca estaba húmeda todavía y fue apresada por los labios ajenos en tanto ella le apresaba la lengua en un jugueteo provocador al igual que hacía él y casi quiso mordérsela cuando la penetró de nuevo. Jadeaba, lo hacían ambos incontroladamente. Vibeke se arqueó de nuevo. Sus pechos se tiñeron de rojo. Y mientras él introducía su órgano en ella, sintió que se estremecía llenándola de aquel tremendo placer que la inundaba y la devastaba. Le gimió más alto, se mordió los labios y movió las caderas con la misma fuerza y violencia que lo hacía él mientras le marcaba en la cintura los dedos que se encajaban fuertemente.
-Ahh...- un gemido de nuevo le salió de los labios cuando intentó responderle. Se dejó inclinar hacia él, apretó su sexo con el suyo en el violento movimiento y apretó con fuerza las sábanas a los costados de Lorian. Ahora quería verlo, cada expresión, todo. Con dificultad y  sin cuidados le subió la venda y lo miró con el ceño fruncido y el rostro con gesto excitado mientras sentía que se quemaba e iba llegando a su punto más alto. -Te vas...mmm... a quedar conmigo- sentenció claro pero entre gemidos que se potenciaban con los jadeos de él y con el violento sonido de la cama que amenazaba con romperse en esa primera noche. Eso era lo de menos, a ella no le importaba destrozar la mansión con tal de ser tomada por él con esa misma fuerza en cada rincón posible.

Siseo, bajó el rostro con los cabellos cayendo sobre el mismo mientras los espasmos y el placer la dominaban más
-Ahh, Lorian...- susurró como si con aquello le dijera que lo extrañaba y aumentó la violencia de su cuerpo, irguiéndose y cabalgándolo con más fuerza, logrando aquél punto de "nieve" del que hablaba, conteniendo una vez más la explosión de su placer tan sólo por extenderlo al menos un minuto más.

"No creo en el infierno ni en ir a ningún sitio de cabeza sin que abras las piernas, pero se parece bastante a cuando jugamos a tocar el cielo y acabamos siendo mar. Sin ser de dudas... No me hagas promesas pudiendo hacerme el amor como un animal sin dejar de ser mi persona favorita."
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Lun Jun 23, 2014 3:30 pm

“No descubriré ni el cielo ni el infierno, si no estoy junto a ti.”
Proliferaba maldiciones en su contra cuando su lengua suave, dulce y texturada se movía con destreza, me hacía delirar, movía mi piel de manera tal que mi espalda se ponía dura y mis músculos se tensaban hasta estar unos arriba de otros. De momento pensé ¿Cómo llegó todo a esto? Me había controlado, me había mordido la lengua hasta desgarrarla y ahora ella estaba allí dándome uno de los mayores placeres que podía llegar a sentir. Estaba a punto de unirme a ella de forma salvaje y era imposible detenerme, aunque una vocecita en mi interior me decía que huyera rápidamente, mi cuerpo y ganas eran otra historia. No paraba de mover las caderas, tomar su cabeza me derretía, apretarla mientras le indicaba hasta llegar al fondo, era una pelea en la cual yo ya me veía perdedor, pero al menos disfrutaría la guerra, la batalla que terminaría regalándonos un sueño acogedor. ― Pero te adoro más de lo que te odio, por eso sigo aquí. ― Le susurré de tal manera que entendiera aquella humillante situación, pero al mismo tiempo la tomé con ganas, fue una penetración puntuda, directa a lo profundo, sin titubeos, quería toda esa carne envolviendo mi miembro, que me apresara hasta comérmelo entero. Mis labios se separaron y mis manos se golpearon unas con otras para apretar sus pechos, destrozarlos entre los dedos, masajearlos hasta sentir sus pezones duros, incontrolables como yo mismo.
Tenía los deseos saturados y no fue menos cuando aquellos deditos curiosos se deslizaron por mi rostro, poco a poco mi visión volvía a dar luz y su rostro flameante me observaba con curiosidad, simplemente me quedé mirando sus ojos, el revoloteo de sus pechos que sin duda eran exquisitos y como sus nalgas parecían olas chocando contra mi pelvis. Lentamente bajé los dedos a sus caderas, apreté su ovalado trasero, los dedos se me hundían y comenzamos a besar una y otra vez nuestra esencia, no pude evitar sonreír a medias con sus palabras, era como si quisiera enojarme, pero como podía hacerlo en esa situación, simplemente me excitaba más y mi tubo se volvía más duro e inflado. Tardé poco en abrazarla o más bien apresarla, para moverla con más rapidez, franeleando nuestros deseos hasta el límite. ― ¿Contigo? Tus mentiras, siempre han sido muy crueles. ― Murmuré casi con desprecio sobre sus labios, los mordí suavemente y golpeé su piel. Deslizándome contra ella, para hacer un nudo con sus estilizadas piernas de manera que quede anudada a mí. Y no paré, golpeé su interior más veces de las que podía, sentí revolotear sus pechos y no tardé en tomarlos entre los labios, me amamanté de ella nuevamente, en tanto mis dedos incansables masajeaban sus glúteos, el traqueteo de la penetración era un sonido envidiable, húmedo y a la vez duro, porque me apretaba, era fricción pura, que me negaba un fluir rápido, mis órganos externos chocaban contra ella y pensé que quizá me correría de solo seguir tocándola.
Con cuidado una de mis manos bajó más a su sexo, hundiendo un dedo entre sus labios, aquel puente comenzó a ser torturado en medio de la penetración, lo moví suavemente, lo acaricié para darle placer, palpando la zona lubricante que era un punto rosado que no estaba al alcance de mi vista, pero era pequeño y estaba duro y palpitante, revolví mi yema allí arriba durante periodos de tiempo acortados, pellizcando a los lados. Mientras tomaba sus labios y lengua, entrelazaba mis deseos. La mano libre cuidaba que el recorrido fuese perfecto, arriba, abajo y hacia los lados, de manera oblicua para estirar su piel, hundirme en aquel apartado de caliente deseo. ― ¿Mmm…? Yo también. ― Como si supiese que significaban sus simples frases, le dediqué tiempo y cuidado, le masajeé cada rincón, busqué darle un clímax a cada parte de su longevo cuerpo, que sufra, que tenga espasmos y que tiemble hasta sentir que el mundo desaparece y que solo quedamos nosotros dos, ese era mi único deseo inalcanzable, el más oscuro y el más oculto. No podía permitir que ella descubra aquel pensamiento. Pero tampoco desistía de completarlo. Cada vez que podía le mostraba todo lo que le quería dar y no paré hasta que el amanecer nos descubrió y los clímaxs se repitieron tantas veces como el cuerpo nos permitió.
“Nunca quise dejarte, yo estaría de esta manera hasta que el mundo diga adiós.”


CERRADO.
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