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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lukian d'Auxerre Vie Feb 20, 2015 9:41 pm

Durante unos minutos reinó un silencio de muerte.
Agatha Christie


“Soy quien convirtió a tu hermano”


Había escuchado eso, justo después de que el calmen del placer invadiera su cuerpo y pensara que no podía existir nada mejor en esos momentos. Justo cuando se creía estar en la cima, dejando de lado el dolor de la familia real perdida, la ausencia de la mortal de nombre Karla y los conflictos que de manera extraña se acrecentaban entre los de su familia inmortal; ahí era cuando otra terrible realidad le golpeaba. Apenas había tenido el tiempo suficiente como para captar debidamente aquellas palabras pues las primeras le hicieron sacar una sonrisa al pensar como era que podría ser más de ella; lo que Vibeke decía lo tomaba de una forma muy diferente a la manera en que lo decía la vampiresa y después de eso, la confusión llego. Dorian tuvo apenas el tiempo suficiente para mostrarle los colmillos no en una sonrisa, sino en una mueca que llevaba toda la ira acumulada de años y de un segundo a otro, no existía nada más que oscuridad.

Su cuello fue fracturado por la de Bordeaux y su cuerpo desnudo fue cargado por la vampiro hasta el hogar de aquellos que eran los enemigos de siglos de los suyos. La regeneración de aquella clase de heridas le daba suficiente tiempo a Vibeke para hacer tanto como ella deseara con el cuerpo del d’Auxerre, pero al parecer ella tenía mejores planes para él. Fue hasta que la regeneración estaba completa que Dorian regreso a la consciencia y cuando trato de moverse, se encontró atado con fuertes cadenas de plata en lo que parecía ser un solitario sótano; se hallaba completamente desnudo, muestra de que antes de estar ahí, había sucumbido al placer entre las piernas de la mujer a quien se juro odiar y destruir. El aroma a inmortales se encontraba por todo aquel lugar y él no debía pensar demasiado para saber a quienes pertenencia aquel olor. Había sido engañado, usado como un juguete. Cayó del todo en las garras de quien le hubiera arrancado a su hermano en un primer momento y lo peor de todo, era que él disfruto aquellos momentos. Volvió a moverse, esta vez con mayor brusquedad únicamente logrando hacerse daño a si mismo, pues bien sabía que la plata no le permitiría escapar de aquel lugar y que de hacerlo, lo más probable era que no llegara al exterior de aquel lugar porque trataría de aniquilar a cada de Bordeaux que se encontrara en su camino, principalmente con Vibeke y su propio hermano.

Era un idiota. Medio a sus impulsos más básicos y se dejo engatusar por la mujer que destrozara toda la vida humana que en algún momento tuvo e igual, no le odiaba; se odiaba únicamente a si mismo y su debilidad, su estupidez. Un grito desesperado y cargado de rabia salió de sus labios, en aquel lugar no sabía si podían escucharle o no, aunque seguramente estaban esperando a que despertara para ir a verlo así que no tenía sentido prolongar más aquella soledad en la que se encontraba. Un nuevo grito pareció desgarrarle la garganta y tiro una vez más de aquellas cadenas.
¡VIBEKE! – el nombre de aquella mujer fluyó de sus labios. Quería verla, quería destrozarla a ella y a aquella familia; pero también quería volver a estar dentro de ella una vez más. Sus emociones eran demasiado confusas, mucho más que cuando debió dejar la humanidad de lado y comenzó a alimentarse y a terminar con vidas humanas. En aquel sótano, Dorian d’Auxerre se estaba fracturando mentalmente; dividido entre lo que debía, podía y quería hacer. Necesitaba algo que le dijera a que de todo debía aferrarse, requería el incentivo adecuado para llevar a cabo lo correcto o por el contrario, terminar llevando todo a una dirección completamente diferente.
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Sáb Mar 07, 2015 8:42 pm

"Llevar tus huellas en reversa, hasta que te encuentres conmigo,
y hasta que te llame mío"

Había llevado a cuestas el cuerpo desnudo del gemelo de su amante, al enemigo desde el vientre de Lorian y al inmortal que continuaba con la rivalidad a través de la maldición de la sangre. Ella también iba desnuda, envuelta junto con su presa en un manto ilusorio que sólo desapareció en cuanto abrió la puerta de la mansión.

El modo de llegar no fue el más convencional, pese a que Vibeke no solía caminar muy cubierta por la casa, sobre todo porque entró intempestivamente y casi arrasa la puerta en su intento por hacer todo a la mayor velocidad posible. El tiempo que tenía Dorian para despertar no era seguro y ella no estaba dispuesta a perder la cacería del día. Los vampiros más jóvenes la miraron estupefactos y en pocos segundos estuvieron ciseando y acercándose lentamente como quien pretende atacar. Un par de esclavos se acercaron también, aunque temerosos, para poder hacer la pregunta más divertida, según Vibeke
—¿Qué le sucedió al Señor Lorian? — cuestionaron alarmados pero con la suficiente tranquilidad para preguntarle eso a la noruega. Vibeke era hábil con empatías y pese a que también le temían, sabían que podían preguntarle ciertas cosas dado que nunca se le veía enojada. Caso contrario a Lorian.

—Nada, porque no es Lorian. En cuanto llegue, díganle que vaya al sótano, que tengo una sorpresa para él. Queda prohibido que mencionen la similitud del hombre al que traigo conmigo o que le den cualquier pista, aunque sea mínima. Sobra decir que sé que todos valoran su lengua y que si alguno se atreve a herir a este vampiro terminará muerto. Ustedes…— pidió señalando a un par de vampiros que tenían alrededor de unos cien años y que permanecían más prudentes tras los más jóvenes e impulsivos —Vengan conmigo, van a cuidar de mi presa, de lo que prometí en la reunión— indicó con voz imperiosa —Y ustedes dos también— pidió a dos morenos enormes y humanos que trabajaban en aquella casa y que no tenían una pisca de sobrenaturalidad y se alejó en medio del murmullo y siseo que permanecía en el salón principal.

Cargó a Dorian hasta el sótano, con el par de vampiros escoltándola aunque se podía sentir su ira provocada por el d’Auxerre, y a los humanos con el corazón a mil por el temor que sentían. Al fondo del sótano, había cadenas de plata, sujetas a grilletes en el suelo y pendientes del techo. Allí atarían al vampiro. La noruega pidió a los humanos que manipularan la plata y cerraran cada grillete en torno a los tobillos, las muñecas y el cuello quebrado del inmortal. La platinada sostuvo el cuerpo y olvidó su desnudez mientras lo observaba aún inconsciente. Sonrió para sí misma, despidió del sótano a los humanos y dejó a los vampiros custodiando desde afuera la puerta cerrada. Por unos minutos, Dorian estaría solo, pero inútil.

Vibeke tardó menos de cinco minutos en tomar un baño y poner sobre su cuerpo un vestido de tiro largo pero bastante sencillo. Iba de color violeta, como si festejara una muerte que posee escote. Bajó las escaleras con bucles naturales cayendo en tono plata y escuchó el grito de Dorian justo antes de abrir la puerta. Lorian aún no llegaba, pero esperaba que sucediera pronto.


—Aún no estoy sorda, querido— habló con su irónica meloseria y caminó hacia él, despacio, sonriente, deseosa de llevar a cabo su plan. Una vez cerca, se empinó apenas y lamió la mejilla ajena, sabiendo que él no podría atacarla en ese estado y menos aún si se acercaba a su oído —¿Aún quieres saber cómo te puedo hacer más mío? — le susurró al oído y mordió el lóbulo de su oreja. Y en ese momento, supo que Lorian había llegado.
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Vie Mar 13, 2015 10:42 am

“¿Qué otra cosa más que odio y venganza es lo que podría sentir por él?”


La preocupación me embargaba cada noche que pasaba desde la última discusión con Vibeke, la conocía lo suficiente para saber que estaba haciendo cosas a mis espaldas. Acciones que luego con tan solo una palabra terminarían haciéndome ver a mi como el malvado e ingrato de la situación. La molestia por su forma de ser y al mismo tiempo el deseo que tenía por probar sus labios y darle cualquier cosa, me ponía casi tan eufórico como de mal humor. Y en mi rostro solo se notaban los vestigios de molestia y sequedad frente a todo lo que me rodeara. Había salido de la mansión para cazar, me había hecho con una mujer de clase alta, su sangre pura y fluida ahora estaba completamente en mis venas. Sabía cuál era la mejor manera de hacer durar a las víctimas, con caricias y golpes es que su sangre emanaba con más caudal y al mismo tiempo, los latidos se volvían tediosamente rápidos y acomodados. Luego unas simples gotas de mi sangre sobre la herida y con un quebrar de cuello todo pasaba como un asesinato o robo. Dependiendo de las joyas y el dinero que llevara aquel saco de sangre humano. Dejé el cuerpo sobre los callejones, allí donde todo lo que pasaba terminaba en la nada. Y con austera aridez comencé la marcha hacía donde se encontraba mi familia, hacía donde estaba ella. Que era la única importante de todos esos inmortales. En aquel camino, donde la sangre bombeaba certera en mi cuerpo, supe que tenía la excitación a flor de piel. Quizá porque el agobio de todo aquel movimiento estaba empezando a disiparse.

Pero la ironía llego a mis narices cuando desde lejos sentí en mis entrañas que quería matar a alguien lentamente, abriéndolo desde las piernas hasta la cabeza. No existía otra razón más que la cercanía de un D'Auxerre. — ¿Al final lo hiciste? — Pregunté al aire con los ojos inyectados en un bordó intenso clavando así las uñas sobre la palma de mis manos. Fue un paso lento, quería alargar el momento de la verdad infinitamente. Quizá voltearme e irme lejos hasta poder controlar la desesperada cólera que estaba subiendo desde mi estómago. Quizá no tenía que ver con ella. Quizá era otro de los De Bordeaux que había hecho algo productivo. Sí. Eso es lo que quedó ondeando en mi pensamiento cuando puse el primer pie en la entrada de la casa -aunque sabía que no era correcto-. Cerré la puerta con suavidad, apenas apoyando la madera, era muy estúpido si creía que con eso ella no notaría mi presencia. Había estado más concentrada de lo habitual en mis llegadas desde aquel entonces. Sus ojos no me dejaban pasar desapercibido ni una sola acción. Y en aquel entonces no fue diferente, escuché la resonancia de sus palabras por debajo del suelo. Su olor y su perfume prepotente inundaba mis narices y cuando hubo un vampiro de al menos cien años pasando por frente a mí, chispeé los dientes. — ¿Dónde está Vibeke? — No osé en acercarme, no quería desquitar mi nuevo odio con otra persona que no fuese ella. Pero la respuesta no fue rápida, no lo suficiente y comencé a caminar a pasos largos y alzados. No podía decir que supiera como se bajaba a aquel lugar.

Pero sorprendentemente no tardé en encontrar las escaleras. Había olisqueado su aroma junto con uno ajeno con completa desesperación. El hambre volvía a atacarme, parecía que la sangre completa de una humana no había servido. Quizá fuese que necesitara la de ella, la de la platinada de orbes casi tan claros como lo era el infierno. Mis ojos se abrieron con ímpetu cuando me vi frente a frente con una puerta de madera, sellada en plata. Algo que no me agradaba, por simple naturaleza. Pero sabía que ella estaba del otro lado, con alguien que realmente no deseaba ver. Ella era de ese modo, conseguía lo que quería en el menor tiempo posible, era como un ser de la suerte, que obtenía todo, no importa de qué se tratase.  Carraspeando hundí las manos en la puerta y la deslicé. Ignorando por completo a los vampiros que estaban custodiando, como si claramente supieran que era el deseo de Vibeke verme entrar. — Apártate de él. ¿Qué es lo que haces? — La voz era monótona pero no así mis movimientos que se deslizaron para agarrar sus hombros, arrastrarla lejos de aquel que tenía mi mismo rostro. No podía verlo a los ojos, siquiera lo intenté, sabía que por dentro terminaría doliéndome y no tenía una pizca de deseos de sentir eso. — ¿Qué vas a hacer con él? — Le daba la espalda, controlaba mis manos para no dañar los brazos ajenos que estaban sujetándola, apretando como si quisiera hacerla más pequeña de lo que ya era. Consumirla si era necesario. Mi rostro estaba rojo, furioso, la ira estaba tatuada vistosamente sobre mi piel. Y yo deseaba arrancarle la vida a Dorian, por el único motivo de sentir celos. Él siempre había sido mejor, siempre había terminado por robarme todo y no podía permitir que eso volviese a suceder. No con aquella, quien me había convertido y quien me había ultrajado todo. 
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Mensaje por Lukian d'Auxerre Lun Mar 16, 2015 9:20 pm

Le seguí con la mirada. Le quiero.
Stephen King

Aguardo tanto tiempo un encuentro con aquella que le arrancara a su hermano de sus manos, que jamás se imagino que terminaría sucumbiendo a los encantos de semejante criatura. Ahora bien era consciente de que no podía culpar a Lorian de su debilidad, pues Vibeke de Bordeaux era una mujer de cuidado, capaz de atraer hasta ella a cualquier sobrenatural y humano que ella deseara. Pero en aquel sótano donde se hallaba, lo único que podía oler era a los que se suponía eran sus rivales gracias a la sangre inmortal que llevaban y eso, únicamente terminaba por llenarle de ira y por tanto es que gritaba, clamando el nombre de aquella que le engatusara con sus sensuales movimientos. Exigía la presencia de Vibeke y apenas ella hizo acto de presencia el d’Auxerre le miro con molestia.
Pues tengo mis dudas ya que has tardado más de lo esperado en venir hasta aquí – la veía acercarse y no sabía exactamente que de todo en su interior se movía al tenerla tan cerca. ¿Era deseo? ¿Rabia? No tenía ni la menor idea, pero lo que si hizo fue tratar de moverse pese a que las cadenas de plata le hicieran daño; no quería que ella le tocara, al menos no en esos momentos – Si vas a matarme deberías hacerlo de una buena vez, no estoy para tus juegos y mucho menos para los que vayan a venírsele a la mente a ninguno de los tuyos.

De una manera un tanto perversa, saberse rodeado de los de Bordeaux le hacía pensar en que quería morir entre las manos de aquella mujer de cabellos platinados que le había guiado hacía quizás, el único pecado que podía considerarse entre los de ambas familias. Dorian deseaba un poco de libertad, la capacidad de poder asesinar a algunos de los de aquella familia y entonces, estaría completamente dispuesto a entregarse a ella para que le matara. Sin embargo, miraba los ojos de aquella inmortal y no veía deseo alguno de destrucción en ellos. Seguramente ella también sentía como algo dentro les exigía terminar con el otro y aún así, ella no se movía, no parecía buscar la manera de asesinarlo y eso lo confundía.

La miraba únicamente a ella, trataba de ver los planes en los ojos ajenos y entonces, una voz que le era terriblemente familiar resonó en aquel lugar y Dorian dirigió su mirada hasta aquel con quien compartiera vientre en la humanidad, aquel por quien él había dado todo.
¡MALDITO BASTARDO! – restando completa importancia a todo aquello que podía lastimarle y a la posibilidad de terminar muerto mucho antes de que pudiera llevarse consigo a uno de los de Bordeaux, Dorian comenzó a gritar como si de eso dependiera su libertad. Lorian no le miraba y eso era lo que incrementaba su ira; ¿Tan poco hombre se había vuelto como para no enfrentar lo que les había hecho a ambos? Porque si, Dorian siempre culparía a su gemelo por aquello. Aquel le había dejado a solas cuando Dorian nunca lo hubiese hecho, él había aceptado la inmortalidad para verlo y aquel gemelo suyo jamás pareció dar importancia alguna a él. La brusquedad con la que se movía contra la plata, termino por lastimarle y hacer que un ligero aroma a su sangre invadiera aquel lugar, pero eso no le llevo a detenerse. Gritaba de frustración, de dolor, de aquel amor que había sentido por su gemelo y ahora todo el odio que sentía por él.

Llegó entonces un punto donde dejo de luchar, dejo de gritar e incluso bajo la mirada.
Si vas a asesinarme, hazlo de una maldita vez – y al levantar el rostro sus ojos no buscaban a su gemelo, sino los de la que le había llevado hasta ahí – Hazlo Vibeke.
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Mar 29, 2015 9:40 pm

¿Acaso no es obvio? Cada sonrisa es una advertencia

—Evidentemente tienes dudas, pero está bien, porque vas a aclararlas todas— le susurró al gemelo atado con plata mientras este se movía desesperado —Jamás digo cosas a la ligera ¿Recuerdas ahora cuando te dije que no sabías cuánto recordarías esos momentos? Nadie va a matarte en esta casa porque de intentarlo los mataré primero. Vas a ser mío, recuerda eso con claridad, porque no pienso repetirlo— susurró al oído del d’Auxerre, justo antes de depositar un beso como el de Judas en su mejilla y retirarse apenas un poco. Lo necesario apenas para seguir muy cerca cuando Lorian llegó.

“Apártate de él” fue lo primero que dijo Lorian y la platinada sonrió, esa sí que era una buena entrada, sobre todo porque Dorian reaccionó de inmediato a los gritos, insultando al hermano que hubiera perdido antaño y sin la menor muestra de felicidad en su rostro. Sin embargo la respuesta de la noruega sólo se le quedó dibujada en la sonrisa, porque se vio apartada de Dorian a la fuerza, por los hombros y hacia atrás, obligándola a retener por un momento más cualquier respuesta
—¿Te sorprendes de ver mi promesa cumplida? ¿Desde cuándo pasa eso? — cuestionó recordándole que se lo había advertido y que no lo dejaría pasar por alto. Ahí estaban juntos de nuevo, separados y unidos por ella y su sangre que trazaría un nuevo camino en ambos.

Lorian estaba furioso y sosteniéndole los brazos como si quisiera destruirlos. Dorian estaba atado, desnudo, con el aroma del sexo con Vibeke aún pegado a la piel como la misma ira que rezumaba. Eso era lo que ella quería, aunque tuviera que ponerse en el medio para preservar la vida de los gemelos que quería para sí.
—No voy a matarlo, que les quede claro a ambos. Aunque creo que afuera no piensan lo mismo. Deja de moverte Dorian, tu sangre está alarmando a los vampiros de arriba— explicó con esa sonrisa que enseñaba los colmillos y la hacía ver tan maligna como hermosa. Y no mentía, golpes empezaron a sonar en la puerta y los gritos los seguían. Había dejado buenos escoltas y aquellos se debatían con los que intentaban entrar para matar al d’Auxerre — ¡Tenemos tanto derecho como ustedes de matarlo. Abran la maldita puerta! — Gritó uno y los golpes continuaron en la entrada —Están sedientos de la sangre enemiga, tanto como ustedes por matar a su propio hermano. Pero no voy a permitir ni lo uno ni lo otro— aclaró parca, dulce aunque amenazante y caminó sin prisas hasta la puerta y la abrió con gesto frío y sin temor alguno.

Quienes fueran los guardianes elegidos de la noche continuaban en pie, era una suerte no haber elegido a los más jóvenes para tal tarea. Los cuerpos de varios neófitos estaban en el suelo, con el corazón arrojado a cualquier parte y confundido con el de cualquiera. Sin embargo quedaban tres más. Dos fueron sujetados por sus guardianes y al tercero lo ingresó ella, de un tirón que el intentó evitar pero que le fue inútil dada la edad de Vibeke
—No me gusta que me interrumpan— le dijo lanzándolo al suelo y arrancándole un brazo al tiempo que le daba el empujón —Ni tampoco que me cuestionen— susurró para todos, justo antes de clavarle el tacón en el pecho al vampiro que gritaba en el suelo, hasta que ella le arrancó la cabeza y la pateo hacia un costado. Aquello había parecido fácil, y en efecto lo fue. No se podía comparar doscientos años contra novecientos de práctica y velocidad.

La sangre del de Bordeaux muerto le salpicaba la parte baja del vestido, pero arriba seguía pareciendo inmaculada como siempre, sonriente como de costumbre y acercándose a los hermanos de nuevo como si no hubiese ocurrido nada
—No quiero darle vueltas al asunto ¿Quieren discutir y recriminarse cosas? Adelante, pueden hacerlo mientras sucede lo que tengo preparado para ti— comentó mirando a Dorian —Les gusta llamarla doncella de hierro—.
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Mar Mar 31, 2015 8:21 pm

“No dejaré que el aire toque mis penas”


Allí estaba, la misma cara, pero con marcas apenas un tanto diferentes, músculos tenaces, aunque los de él más estilizados, nos habíamos entrenado juntos después de todo. Aunque para Dorian la magia siempre había ido primero, habíamos pasado tanto tiempo sonriéndonos y practicando que el tiempo no nos había diferenciado. En aquellas épocas jamás nos habíamos molestado con eso, lo usábamos para nuestro beneficio y el egoísmo nunca había sido parte de nosotros. Pero las cosas habían cambiado, casi cuatrocientos años eran los que había pasado sacándomelo de la cabeza a aquel estúpido hermano que había terminado abandonándome en las garras de una mujer que hasta el momento me tenía apresado e hipnotizado por completo. Y sí, por eso mismo y no otra cosa es que no podía mirarlo a los ojos. Su olor era detestable, tan solo recordar las palabras de Denisse cuando dijo su nombre mirando mi rostro me hacían agonizar. Pero no iba a permitirme flaquear, no estando los tres en una misma habitación. Mi mirada estaba prendida fuego y lo mismo mis manos que querían arrancarle un pedazo de brazo a Vibeke. La ira total estaba cegándome y sus palabras revotaban en mi mente. ¿Qué haría con él si no era matarlo? Tenía nuestra sangre enemiga, no valía la pena nada de él. — Desde que te dije que no lo hagas. ¿Qué harás con él? ¡Dímelo! — Podía afirmar, que jamás en toda la existencia le había hablado de aquella forma, mi mano que antes había estado en sus hombros se había subido a su cuello y sujetaba con fuerzas. Inyectado en celos, unos que no podía controlar, se escapaban de mí como si escupiese fuego.

Pero pronto fue que mis instintos se controlaron, era ella, era Vibeke la que estaba en mis garras y no una humana a la cual quería torcerle el pescuezo y luego desgarrarlo. Y por ello fui soltándola, dejándome caer al suelo de piedra fría, apoyando las manos a los costados de mi cuerpo. Me encontraba frente a Dorian; a apenas un metro de distancia y por alguna razón que no tenía sentido, me sentí agitado, como si una respiración que no tenía me estuviese faltando. Alcé la vista a la puerta cuando las palabras de la albina resonaron y los vampiros que antes me había encontrado estaban dispuestos a querer entrar y matar a Dorian, sí que lo hagan, es lo único que pasaba por mi cabeza. Quería que lo mataran, sentirme menos inseguro otra vez. Con su presencia todo parecía desmoronarse, aquel que siempre había sido un poco mejor que yo en todo. Me laceraba la piel de la boca queriéndomela arrancar. — Nunca terminarás de arruinarme la existencia. ¿No fue suficiente cuando me dejaste aquella noche?  ¿La quieres? ¿La deseas? ¿Qué se te cruzó por la cabeza cuando te convertiste? ¿Quién lo hizo? — Las preguntas salieron cuando la vampiresa nos dio la espalda, yendo directamente hacía las afueras de esa habitación. Sabía que iba a matar a algunos, no me importaba, necesitaba usar esos momentos para observar a Dorian, de pies a cabeza, con el olor de los flujos de Vibeke en todas sus partes. Me ardían los ojos, los colmillos estaban tan afuera que empezaban a molestarme y por sobre todo mis dedos estaban enterrándose en la piedra, sangrando cuando la piel comenzaba a romperse. No desafiaría a mi creadora, no mataría a aquel hombre ahora que lo tenía justo frente a mí. Sabía que no era prudente y como aquel perro que está a disposición me quedé mirándola, esperando lo que fuese a decirme.

— ¿La doncella de hierro? ¿Acaso vas a desangra…- — No pude terminar las palabras, que en mi mente empezaban a pasar otras, incluso sentí un ligero temblor formarse desde mis pies hasta mi cabeza. Lentamente me fui levantando, la pequeñez de su estructura junto a la mía y a su vez la descomunal fuerza que tenía, podía partirme en dos si quisiera. Busqué su mejilla, tomándola con una mano, elevando su rostro para verla fijamente en sus ojos celestes. Tan diferente a mí, era el contraste perfecto con mi piel amarronada y orbes negros al igual que los cabellos. — Espero que no quieras hacer alguna locura. Te conozco, conozco cada pensamiento que te cruza aún sin siquiera tener que hurgarlos. No lo hagas. Por favor. — Fue casi una súplica sobre sus labios, la sola idea de que aquel hombre fuese desangrado y vuelto a rellenar empezaba a darme nauseas. Y no podía pensar en el dolor que eso iba a ocasionarle, aunque fuese a costarme aceptarlo, la idea de torturarlo no me hacía feliz. Mis manos se aferraron al cuerpo ajeno. Incluso cuando ella se había tomado la molestia de tener sexo con él antes de traerlo, no podía enojarme. No podía darme por vencido, pues el solo pensamiento de que me la quitarían para siempre me invadía torturándome por completo. Pues bien sabía yo que Dorian tenía una personalidad mucho más firme, más analítica que la mía. Cuando tenía algo en la mira lo conseguía y eso aunque en un momento lo había admirado, ahora lo detestaba y los celos estaban carcomiéndome sin piedad.
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Mensaje por Lukian d'Auxerre Lun Abr 13, 2015 10:06 pm

La verdad es que la mayoría de las mujeres son débiles, ya sean mortales o inmortales. Pero cuando son fuertes, son absolutamente imprevisibles.
Anne Rice

Le miraba sin comprender que era lo que ella estaba planeando. ¿Nadie le mataría? Él era un d’Auxerre, apenas el aroma de su sangre en aquel lugar había alertado al parecer a todos los de Bordeaux en aquella casa; de la misma manera, él buscaba la destrucción de unos cuantos pertenecientes a aquella familia contraria y aún así, ella le aseguraba que sería suyo.
Estas demente Vibeke. ¿Piensas mantenerme como un esclavo o como tu diversión? – rió de aquel posible desenlace – Sabes tan bien como yo que si mantienes aquí, todos los de tu familia trataran de asesinarme y sinceramente preferiría que fueras tu la que me asesinara – dijo de manera un tanto más sincera mientras que ella depositaba un beso en su mejilla.

Los gritos y los movimientos de Dorian al ver a su gemelo eran intensos. Quería destruir a Lorian, terminar con él porque idiotameante los había metido en aquel asunto cuando ambos pudieron llevar una pacifica vida humana. Pero de eso ya hacía mucho tiempo y en esos momentos, únicamente deseaba lanzarse contra su hermano. Entre los de Bordeaux fluían palabras que el d’Auxerre no comprendía, porque estaba demasiado enfocado en esperar liberarse de las cadenas que le ataban pero que únicamente terminaban por lastimarle; o al menos lo hicieron hasta que se rindió y pidió a Vibeke que terminara con él de una buena vez. Él se había sentido preparado para encontrarse con Lorian, pero simplemente el verlo le hacía desear desaparecer y no verlo más.
Si tu no piensas matarme, deja que lo hagan los demás – respondió a la platinada que le pedía en una orden, que se quedara quieto.

En el exterior se desarrollaba una batalla por ver la sangre de Dorian derramada y fue Vibeke la que se encamino a encargarse de todo aquello, mientras que Lorian se acercaba un poco más a preguntarle un montón de tonterías al d’Auxerre.

¿Estas hablando en serio? – interrogo él mirando aquel rostro que era idéntico al suyo – Tu decidiste dejarme, Lorian. Te busque como un maldito imbecil mientras tu gozabas de la inmortalidad – la ira comenzaba a fluir por su voz y termino por soltar una carcajada cuando le preguntaba quién lo había hecho y el que se le había cruzado por la cabeza – Quien lo haya hecho es lo de menos Lorian porque lo que me paso por la cabeza al aceptar convertirme, fuiste tú maldito estupido – mostró los colmillos entonces y se movió nuevamente buscando liberarse – Me prometieron que de esta manera podría encontrarte y yo les creí porque no podía encontrarte como humano. Eres mi hermano y siempre me preocupe por ti; así que observarme bien hermanito, porque yo soy un d’Auxerre gracias a ti – el aroma de la sangre del inmortal le gusto, simplemente por el hecho de que era su enemigo de sangre; pero eso no era lo importante. Los ojos de Dorian abandonaron la figura de su hermano para ir de nuevo a Vibeke, que volvía y les hablaba claramente a ambos, agregando claro, un pequeño detalle sobre su plan.

Las palabras de Lorian alejaron de la boca de Dorian lo que él pensaba preguntar. Sus ojos iban de Vibeke a la figura de su hermano, esperando estar comprendiendo más las cosas.
¿Vas a matarme de esa manera, cierto? – su pregunta salía de sus labios en tono bajo, porque su mente se negaba a creer que ella sería capaz de desangrarle y después… ¿Qué demonios pensaba hacerle después? Ella aseguraba que le haría suyo y que no iba a matarle así que la única opción que veía era algo que simplemente le parecía inconcebible – Esto es un maldito chiste – negaba de la manera en que podía y en esa ocasión, dejo de tirar para tratar de liberarse de las cadenas – No harías algo así… eso… eso es una maldita locura – termino por pegar su espalda a la pared de piedra y mirar a Lorian – Ella no va a hacerlo, ¿Verdad? – Si es que quedaba un poco de la hermandad que Dorian había creído tener con su hermano, aquel no permitiría que algo así sucediera. Pero las dudas le asaltaban, porque ambos llevaban mucho tiempo sin verse y ambos, eran diferentes ahora; finalmente el d’Auxerre sabía que la decisión que marcaría su existencia de ese momento y en delante, no se hallaba en las manos de su hermano, ni en las de él; sino que estaba en las de Vibeke.
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Abr 26, 2015 11:40 am

"¡No quiero asesinarlo! Sólo busco liberar a ese corazón prisionero en sus costillas. ¿Es tan difícil entenderlo?"

—Puedes suplicar que te asesine cuantas veces quieras, pero no voy a hacerlo. Ni nadie lo hará. Pero tampoco pienso adelantarte nada. Mejor calla y observa— sugirió antes de ser retirada del más burlón de los gemelos y dedicar la atención que reclamaba a las malas el otro hermano.

—Tus deseos no son órdenes, amor mío. Tus caprichos difieren de los míos, tanto como de los del mismísimo destino— respondió la noruega a Lorian, diciéndole entre líneas que le importaba un carajo que no deseara ver a su gemelo porque eso no cambiaría las cosas. Y era mejor así, porque finalmente volverían a llevar la misma sangre y el mismo apellido maldito por su causa antes que terminara la noche. Sin embargo el bárbaro lo entendía, lo tenía tan claro que exigió respuestas pero le cerró las manos en torno al cuello a la mujer que antes dijera amar entre las sábanas. Pero no iba a ser capaz de matarla, ella lo sabía bien y por lo mismo no lo apartó a las malas de sí misma. Le gustaba su dramatismo, el enojo aflorando de sí hasta convertirlo en un salvaje iracundo que no calcula lo que es capaz de hacer con sus manos —No eres capaz de asesinarme, entonces deja tanto drama y mejor observa— susurró, queriendo agregar algo más, pero conteniéndose para hacerlo después, en privado, cuando otros no quisieran derribar la puerta clamando con sed el nombre del enemigo que se mantenía bajo un techo donde todos querían aniquilarlo de distintas maneras y por diferentes motivos. Por lo pronto, se apartó de Lorian una vez él la soltó y pareció mostrar cómo se sentía realmente cuando se fue de rodillas al piso. Estaba furioso, sí, pero también parecía sentirse impotente, y no por Dorian, sino por lo que él pudiera causar. Quizás Vibeke hubiera reaccionado diferente si él no hubiese presionado su cuello con tanta fuerza. Le gustaba verlo furioso, claro, pero no le agradaba del todo cuando actuaba como si quisiera desaparecerla. No le había durado mucho y ella sabía que él no iba a hacerlo, pero lo trataba como a un esclavo al que se le enseña a respetar a su amo, aun cuando este es capaz de asesinarle a toda su familia y se esfuerza en destruirlo por completo para rehacerlo a su acomodo y deseo.

Mientras se encargaba del vampiro joven en la puerta y daba un par de indicaciones a quienes los guardaban desde afuera, escuchó a los gemelos discutiendo, pero no era algo que necesitara oír y su atención estaba dirigida a preservar al ahora d’Auxerre. Nadie interferiría ahora en sus planes, incluido Lorian.

No obstante, él prácticamente no se había movido en la ausencia de la platinada, y aunque tuvo oportunidad de asesinar a su hermano, no lo hizo. Pese a la ira, seguía manteniendo una especie de obediencia que ella evidentemente no merecía. La mención de la doncella de hierro lo hizo levantarse, caminar hacia ella y buscarle las respuestas de un modo muy distinto al anterior. Su mano en la mejilla de la noruega le buscó la mirada con algo que parecía dulzura, pero que en realidad era una súplica. Vibeke apenas le sonrió, se empinó un poco y depositó un beso ligero sobre sus labios
—Tráela para mí. Está al fondo, cubierta apenas por una tela blanca— musitó con su característico cinismo al pedir cosas que otros no querían. Sin embargo tenía una pregunta más en mente, una que iría sólo dirigida a Lorian a través de los pensamientos “— ¿Qué es exactamente lo que temes? —“.

Como era de esperarse, las cadenas sonaron pronto con fuerza, agitándose con desespero mientras Dorian intentaba liberarse, aunque seguramente sabía que aquello a esas alturas ya era algo imposible. No obstante Vibeke no le respondió, sino que apenas se limitó a mirarlo con una sonrisa, justo antes de poner un dedo sobre sus propios labios sugiriendo de ese modo silencio. No había nada que pudiera hacer, y las súplicas de ninguno serían tomadas en cuenta. La platinada comprendía el desespero, porque no era una muerte limpia lo que declaraba, sino más bien una tortura previa a un plan tan maldito como oculto en la mente de aquella mujer.
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Sáb Mayo 09, 2015 3:16 pm

“Sería como callarle al sol la luz en los cielos”


No existía nada peor que su mirada altanera recorriendo mis ojos y así mismo mis pensamientos, demostrándome que nada iba a poder hacer para detenerla; asesinarla miles de veces es lo que había ocurrido en muchas de mis pesadillas, imaginar que ya no exista y que de alguna manera era libre. Pero mi reacción nunca era la esperada y por ello, bien sabía que no iba a poder seguir con esa farsa. Aunque había apretado su cuello con fuerzas, ella no había puesto resistencia, era intocable al fin y al cabo. Estaba desesperado, se podía notar por cada poro. Me encontraba desnudo en frente de todos mis miedos. Como si me hubiesen arrancado la coraza que había armado con años de esfuerzo y ahora la despegaban junto con mi piel. Exponiendo todo mi interior frente a aquel hombre que llevaba mí mismo rostro. Intentaba calmarme, los segundos que estuve en el suelo alcanzaron para reponerme lo suficiente. Las palabras de Dorian no eran más que estupideces en el aire, sueltas frases que seguramente querían volcarme para que intentara ayudarlo y eso, estaba muy lejos de suceder. Había tenido casi cuatrocientos años para buscarme. Si hubiese querido, lo hubiese logrado sin lugar a dudas. Él no tenía perdón, no mío. — ¿Me buscaste? Tardaste muchos años, ahora es tarde para eso. No me culpes con razones estúpidas. — Fue una respuesta seca, con la ceja ligeramente enarcada en lo que por dentro algo me estaba causando una irracional y demencial risa. ¡¿Por mi culpa?! Vaya estupidez es la que tenía que oír. Me levanté cubriendo apenas mis labios para no mostrar la curvatura de gracia que tenía tatuada. Entrecerrando mi visión mientras me arqueaba a estremecerme. Sentía que la cordura estaba bajando hasta los suelos y no había manera de detenerla. 

No lo quería vivo, bajo ningún concepto quería que él siguiera en aquel lugar. Aunque pensándolo bien, poco me interesaba si existía o no. Lo único que anhelaba es que desapareciera de allí. Aquel al que había idolatrado como un dios, ahora no era más que un vampiro que estaba interfiriendo en mi camino. Sí, los sentimientos por él habían cambiado, aunque por dentro un deje de pena y tristeza estaba apuñalándome. Pero más fue el dolor cuando los labios de Vibeke se acercaron, allí estaba el aura de niña que solía aparecer cuando quería que su capricho sea cumplido. Me mantenía como un sirviente de todo. De su cuerpo, de sus deseos y de su alma. Era como un estúpido guardián del demonio. Maldije entonces por lo bajo, tomando su cintura con cuidado, acariciando un extremo, midiendo por unos segundos su grado de entusiasmo. Y era alto, estaba ansiosa por llevar a cabo su juego. Uno que si bien no estaba seguro de comprender, creía que la conocía lo suficiente como para saber que sus pensamientos nunca eran básicos. Siempre llevaba las cosas a más, al límite. Y su venganza nunca alcanzaba a la muerte, eso era demasiado burdo y clásico y ella difería mucho, era un ente que pasaba las barreras. Me giré entonces para ir en búsqueda de aquel gran sarcófago que con pinches comenzaba a desangrar lentamente a su víctima. La sonrisa de la dama de hierro era temible y en donde los ojos estaban, dos pequeños agujero se encontraban, los cuales se podían cerrar con una pequeña perilla cuando así se quisiera. Sin duda era una manera muy ejemplar de tortura. La sujeté por los bordes y con una extraña euforia empecé a cargarla hasta depositarlo al lado del otro vampiro. Pensé que había temblado, pero, ¿por qué?

“Sabes muy bien cuáles son mis temores.” Respondí entre pensamientos, apoyando las yemas de los dedos por arriba de mis parpados, frotándolos ligeramente mientras poco a poco empezaba a calmarme, aquella aura cansina que antes había quedado expuesta ahora era aniquilada. — Te sorprendería las cosas que puede llegar a hacer. — Balbuceé a Dorian, el cual estaba empezando a entrar en una aparente crisis. El olor a sangre caía por sus extremidades al estar tan firmemente agarrado y lo mismo me daba un cierto placer que bien sabía que se convertiría en odio luego. Mordí mis labios y despacio me acerqué a la platinada, abrazando su pequeño cuerpo, su blancura, su incontrolable salvajismo. — No soy capaz de asesinarte a ti, pero soy capaz de desaparecer de tus malditos ojos para siempre. ¿Por qué quieres torturarme con mi pasado? ¿No es suficiente hacerlo cada noche cuando las imágenes mentales de aquel otro De Bordeaux aparecen en los aires? — Chasqueé los dientes, pensaba guardarme aquella horrible verdad para mí por siempre. Pero no podía controlarme. Solo ver las escenas repetidas de Vincent en mi cabeza me provocaban jaqueca, el placer que había recibido de lo único que quería que fuese mío. No alcanzaban las fuerzas para contener el odio que abarcaba ahora mismo. Incluso hubiese llorado de no ser porque las lágrimas se me habían secado con un alarido interno. Me negaba a la total humillación con más personas alrededor. No podía darle el lujo a los demás de verme completamente a la mereced de sus palabras. Solté entonces esa figura y golpeé la pared que había a un costado. — ¿Qué harás luego de meterlo dentro? ¿Cambiarle la sangre acaso? — No era ironía, la pregunta era real y era la que me aterraba, ella iba a querer modificarlo, tenerlo para ella por siempre, así como también me tenía a mí y entonces yo desaparecería como aquel juguete roto que una niña vuelve a comprar.
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Mensaje por Lukian d'Auxerre Vie Jun 12, 2015 6:32 pm

Una punzada de miedo me recorre por dentro, casi como un eco.
S.J. Watson


Cuando aceptó convertirse en inmortal para encontrar a Lorian, lo ultimo que imaginó fue terminar en aquella situación. Vibeke no mostraba sus intenciones, hablaba a medias dejando enormes dudas respecto a que era lo que sucedería a continuación y para Dorian eso significaba que aún existía una mínima posibilidad de morir y la muerte era la menor de las preocupaciones en aquel calabozo donde se encontraba. Las manos de su gemelo se mantuvieron unos momentos alrededor del cuello de la platinada y el d’Auxerre sintió algo bastante peculiar; podía notar el placer que le generaba la idea de la muerte de otra de Bordeaux pero al mismo tiempo, le llenaba de pesar ver morir a alguien como Vibeke. Aquella inmortal era una mezcla de características que llevaban a la perfección; una que cargaba un apellido y una sangre diferente así que hablo a su hermano.
Vamos Lorian, sabes bien que no puedes dañarle – la voz le salió burlona, retadora para que se enfureciera con él y se lanzara a acabar con su existencia antes de que la platinada decidiera comenzar con el plan que hasta ese momento ambos desconocían – Estas a merced de ella y tanto tus peticiones como tus muestras de poder no son nada, eres un débil, un ser patético – Lastimarle hasta enloquecerlo era su plan, aunque dudaba enormemente que su hermano se decidiera a actuar contra los deseos Vibeke y justo cuando las manos de su hermano dejaron el cuello de la inmortal supo que nada de lo que le dijera, por más que le doliera a Lorian podría hacer que lo matara. Los deseos de la platinada, eran órdenes para su gemelo.

Sonrió a su hermano con pesar en la mirada. De verdad que en su mortalidad amo a su gemelo; ambos compartieron cosas que otros solo soñarían con vivir y pese a eso, terminaron divididos, odiándose por razones personales y otras ajenas. Aún con la ira que les generaba verse uno a otro, Dorian le expreso los motivos por los cuales se volvió un vampiro y las palabras de Lorian confirmaron que el tiempo les había separado hasta convertirlos en dos extraños que poseían el mismo rostro. Tratar de mentir con que su hermano fue el único motivo porque se había convertido era inútil así que tras soltar un suspiro, enfoco su mirada en aquel rostro idéntico al suyo y volvió a hablar.
En un inicio fueron esos los motivos por los que me convertí, sin embargo tienes razón.  Tarde muchos años porque tenía cosas más importantes que hacer con los D’Auxerre y de un momento a otro te convertiste en una sombra. Deseaba saber los motivos por los que me dejaste, eso era todo, pero ahora me es muy claro ese por qué – sus ojos fueron entonces a Vibeke, que caminaba en dirección a ellos.

Ese poder que poseía Vibeke de Bordeaux era sorprendente. Dorian fue testigo de eso en el cementerio y ahora, era capaz de ver como su gemelo actuaba como un perro faldero por ella, no le negaba nada a la platinada y no podía culparle porque tampoco creía que él pudiera negársele. Algo le decía que caer tan solo una vez en las garras de aquella vampiro te dejaba a su merced para siempre. Sin importar cuando se negara él a ceder a ella, sin importar cuanto tratara de hacerle rabiar hasta que pidiera que lo aniquilaran. Dorian le pertenecía a la noruega al igual que su gemelo.

¡No la traigas! – dijo a su gemelo una vez que la ubicación de la dama de hierro le fue dada a Lorian– No seas participe de esta locura. Sabes que esto que ella piensa hacer es una locura Lorian, así que detente, no permitas que lo haga – se removió de nuevo, esta vez con una desesperación diferente a la de antes, pues si en un principio fue la ira lo que le empujaba a buscar la libertad, en esa ocasión era terror lo que le hacía moverse desesperadamente contra las cadenas que le mantenían preso. Los de Bordeaux planeaban destruirle de a poco, gozar con su dolor y después… después quien sabe que se atreverían a hacer con él. Las ideas sobre lo que le pasaría iban  y venían pero su mente no se aferraba a algo concreto o al menos no lo hizo hasta que escucho las palabras de su gemelo. Desangrarle era una cosa pero cambiarle la sangre era algo que le superaba. Aquello que aparentemente Vibeke pensaba hacer con él le parecía una aberración, algo en contra de la naturaleza de cualquier vampiro porque si bien, desangrar y después ofrecer su sangre a un mortal era la manera de conversión, existía una enorme diferencia en eso y en desangrar a alguien ya parte de los inmortales – ¡YO NO VOY A PERTENECERTE! ¡ESTAS DEMENTE VIBEKE! ¡LORIAN CON UN DEMONIO, MATAME! – ser parte de los de Bordeaux era algo que nunca le cruzo la mente y que le aterraba. Era un d’Auxerre, los suyos se encontraban en una mansión donde al terminar todo aquello jamás regresaría. No sería ni de un bando, ni del otro; al menos no de manera completa.
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Mensaje por Vibeke de Bordeaux Dom Jun 28, 2015 12:28 am

Nada es para siempre, ya deberían saberlo

¿Discutirían igual cuando el odio de las familias desapareciera de sus venas y cargaran la misma esencia dentro de sus cuerpos inmortales? O, por el contrario ¿Aumentaría más el odio entre ellos hasta obligarlos a volver a tomar caminos distintos? Esas preguntas sólo provocaban en Vibeke el deseo incontenible de llevar a cabo su plan, ese que no había ni consultado ni contado a nadie, porque el factor sorpresa era algo típico en ella. Quería ver con sus propios ojos lo que sucedería, aunque aquello le demandara un precio alto a futuro por cada una de sus acciones.

Lorian, por supuesto conocía bien su modo de actuar y de hecho avanzaba teniendo claro cada uno de los límites que la noruega le permitía atravesar. Sabía de sobra que era impredecible, incontrolable y a su vez caprichosa, e incluso, quizás también sabía que gran parte de esa última característica era culpa suya.


—No hablemos de desapariciones, Lorian— solicitó en un murmullo, recordando la última vez que lo hicieron y lo mucho que había costado aquello —Además lo de Vincent ocurrió hace mucho, cuando ni siquiera estábamos juntos. Y no es a mí a quién debes reclamar, quizás él lo recuerda con gusto y no puedo hacer nada para evitarlo— agregó, dejando muy en claro que lo decía con malas intenciones, como siempre que se trataba de darle un poco de celos al bárbaro. Sin mencionar, que le resultó totalmente grato que por fin manifestara alguna incomodidad por esa mente inquieta y abierta que mostraba el italiano cada vez que la tenía medianamente cerca. Y así era Lorian, tan frío cuando se obligaba a mantener el control, y tan dócil cuando reclamaba algo o medio la acariciaba en un intento de acercarla de nuevo. Dorian también lo notaba, se lo había dicho casi a grito entero cuando Lorian fingió o controló ese deseo de matarla. En ese lugar y preciso instante, parecían desaparecer los secretos.

—Tu hermano hizo lo mismo que hiciste tú por mí en el cementerio. Ambos han vendido sus vidas por lo que les ha dictado la entrepierna. Aunque no puedo quejarme— respondió con tono burlón a Dorian, y luego hizo caso omiso de las quejas de Lorian, de las súplicas de su gemelo y hasta de cualquier golpe que aún tocara con fuerza a la puerta. No había marcha atrás.

—Precisamente es eso lo que haré. Es tiempo— confirmó a Lorian su teoría y antes de verle la expresión en el rostro, avanzó hacia la doncella de hierro, haló la sábana de un solo tirón y abrió la puerta hacia el extremo contrario de la cabina. Las púas estaban todas en la puerta, ubicadas de tal forma que penetrarían profundamente todos y cada uno de los órganos principales y cada vena que pudiera perforar en su paso.

Con calma, y mientras las cadenas de Dorian se agitaban, ella caminó hacia una mesa, donde había puesto previamente un par de guantes de tiro largo, hechos en cuero negro que resaltaba su palidez, y los cuales solía usar cuando salía en las noches. Se los puso como si se preparara para salir con tiempo, en vez de dirigirse a dar la muerte a alguien. Con la misma parsimonia y en completo silencio, tiró de las cadenas que sostenían al gemelo y las rompió de un solo halón. La plata no la lastimaba a través de los guantes, pero era conciente que debía ser más veloz que siempre y aplicar aún más fuerza de la habitual para poder empujar al gemelo en un solo golpe a la dama de hierro. Y eso precisamente hizo, moviéndolo en un segundo, obligándolo bajo el peso del poder de sus años y cerrando la puerta con la misma agilidad.


—Buenas noches, Dorian d’Auxerre, por última vez d’Auxerre—
susurró poniendo el seguro, girandose y apoyando la espalda en aquella estructura mientras la sangre empezaba a manar por la parte baja de ella, mojándole los zapatos altos mientras ella buscaba la mirada de Lorian y le sonreía.
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Mensaje por Lorian de Bordeaux Miér Jul 08, 2015 1:03 pm

Tenía que aceptar, que la demencial mente de la albina era todo sorpresas. Ella sabía lo que hacía e incluso me permitía darle un vistazo a sus pensamientos cuando así lo deseaba. Y aún con eso, no podía llegar a terminar de entenderla. Su curiosidad y al mismo tiempo el centralismo y la realidad con la que actuaba. Era una moneda de dos caras, perfecta y perturbada. Capaz de hacer lo que se le diera en ganas si con eso se aseguraba de unas horas de diversión. Por mi parte, la estaba mirando fijamente, observaba sus movimientos como si ella fuese un gato y yo su presa. Estaba equivocado, yo no tenía ninguna clase de protagonismo en ese momento, había llegado a la fuerza, con celos, con ira y con una cantidad irremediable de emociones que me había jurado asesinar desde el instante en que éstas me habían hecho separar de mi progenitora en la inmortalidad. Había tardado varios años en darme cuenta que la idea de tenerla lejos me era agonizante. No solo su cuerpo era lo que necesitaba, anhelaba su alma, su forma de pensar, la rebeldía fuera de época con la que hacía las cosas. A ella no le importaba nadie, no era como las otras vampiresas, que se llevaban el mundo por delante pensando que eran diosas todo poderosas, la platinada iba más allá del bien y el mal. Y eso me volvía loco en más de un sentido, lo suficiente para regalarle mi eternidad. — Seguro que lo recuerda con gusto. Incluso se memorizó tus expresiones cuando empieza y cuando termina. Dime, ¿si esto no es lo correcto, cómo lo solucionarás? —

La pregunta retórica no era solo por mí, no se trataba simplemente de lo que yo deseaba, ni mucho menos lo que la familia quisiera, por el contrario, tanto Vincent como los demás neófitos podían irse cuando querían. La familia no significaba nada para mí si no era mi creadora la que estaba allí. Cuestiones de herencia, yo formaba parte de aquel círculo por ella y me iría por lo mismo si eso deseara. Pero mis dudas salían de eso. ¿Qué pasaba cuando un cuerpo con una maldición era llenado con otra? Como mezclar aceite y agua. Pensé que sería imposible que él pudiese adaptarse; era mi hermano, la fuente de energía de un gran hechicero. Suponía que eso le daría grandes treguas para soportar el traslado. Por supuesto que una mujer nos haya parido juntos siglos atrás ya no significaba nada para mí. Tampoco el hecho de que me había desvivido por intentar estar a su altura en mis años humanos. Pero no podía sacarme de la cabeza sus palabras, la mención de que había intentado buscarme y las demás blasfemias; pues eso eran para mí. ¿Un vampiro incapaz de encontrar a otro en más de cuatrocientos años? Era jodidamente gracioso y quería reírme en su cara. Una pena que aquella expresión burlona hubiese desaparecido de mi rostro para siempre.

Y entonces observé en silencio, ella no pidió mi ayuda en ningún momento para desangrar a mi otra cara. Y yo agradecí aquella pequeña e insignificante muestra de simpatía. Tomé aire casi como si realmente necesitara respirar y llenar mis pulmones. Y lo solté cuando las manos encueradas se aferraron a las cadenas de plata. Había ignorado al gemelo hasta el momento y me hubiese gustado seguir así, pero mi conciencia no estaba permitiéndomelo. — Cállate Dorian, no puedo hacer nada por ti. Quizá lo entiendas cuando salgas de esa prisión, no es mi intensión sentenciarte a mi apellido. Nunca fue mi intención que tengamos el mismo desde un principio después de todo. — Susurré, era difícil hablar, me encontraba con la garganta seca, el olor me estaba enloqueciendo y el chasquido en bruto de la puerta provocó que mis ojos negros se abrieran demasiado. Y en algún momento unas diminutas lágrimas se escaparon por los bordes de mis párpados. ¿Acaso había aguantado algo tan estúpido como eso hasta que él fuese incapaz de verlo? El sonido de sus huesos y órganos siendo atravesados me estaba torturando. Al tiempo que lo hacía la gran fuente de sangre que escapaba por todos los lados. Mi entrecejo estaba fruncido, me encontraba agobiado, tanto que no podía verle la cara a Vibeke. Di unos pasos atrás, buscando desesperadamente una de las sillas de los costados y me senté en seco. Con los codos sobre las rodillas y las palmas sobre la frente. — ¿Estás contenta? No recuerdo cuando fue la última vez que esto sucedió. Me refería a las lágrimas, había llorado, tenía dos largas siluetas en las mejillas que desaparecían en mi mentón. Y en realidad no estaba seguro de la razón de eso, no tenía idea qué significaban y dudaba querer enterarme. Lo único que era claro es que había quebrado, por él, por ella o por mí, pero lo había hecho.
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