Capturando emociones (Amira Fajat)

Un nuevo día primaveral daba comienzo.

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Sus hermanos habían salido, y su Padre estaba encerrado en su despacho desde que amaneció, la mansión se sentía un poco solitaria y el eco de los tacones de los sirvientes resonaba incluso hasta su habitación; se encontraba acostada en su cama con Shamir rodeándola, el lomo del animal le servía de almohada por lo que su cabeza se movía sincrónicamente hacia arriba y abajo con las respiraciones del león blanco, tenía los ojos cerrados, lo cual no hacía mayor diferencia para ella; estaba aburrida y no se le ocurría nada para hacer.

- Madame Fajat- la tranquilidad del mar dentro de su mente se vio súbitamente comprometida por una ola gigante que la arrastró de nuevo hacia la orilla de la realidad - El día esta precioso, no creo que deba quedarse aquí dentro de su habitación, podemos hacer un día de campo en el jardín, Shamir esta un poco mas gordo, le serviría que lo pudiéramos a correr, ya sabe un poco de ejercicio- el león refunfuño y la sirvienta que había interrumpido en el cuarto se quedó quieta entre la puerta y la cama, justo en medio de la habitación para después hacerle un gesto infantil al gran león blanco y seguir su camino, Amira se incorporó de inmediato, movió sus pies diminutos y desnudos sobre la arena imaginaria de su mente y de un salto salió de la cama -¡Amalia! Eres un genio- una sonrisa se dibujó en su rostro mientras corría en dirección a la última vez que escuchó la voz de su acompañante para abrazarla, la muchacha sonrió y respondió el abrazo - ¡Iremos a la playa!- la cara de la sirvienta cambió súbitamente de felicidad a duda - ¡Pero Amira! Nunca dije… entre ellas existía esa confianza, solas se llaman por su nombre, Amalia era la única “amiga” que Amira tenía y por eso la sirvienta sabía que la mente de la joven ciega era un mundo que nadie comprendía así que solo se dejó llevar cuando esta la jaló de la mano hacia el cuarto de baño.

Estaba lista, Amalia la había asistido para bañarse, traía puesto un vestido de algodón teñido de amarillo paja, suelto de la cintura hasta un poco arriba de los tobillos con un listón blanco amarrado debajo del busto, unas zapatillas bajas y su cabello dorado suelto, con las ondas que le caían por la espalda y algunas perdidas sobre su hombro - Amira, si tus hermanos se enteran…- Amalia era el cómplice de Amira, pero dos muchachas solas jamás lograrían pasar la segunda puerta de la mansión, por eso Dante, el sirviente de mayor confianza de Jonás, y el eterno enamorada de Amalia, las ayudaba a salir sin ser vistas, finalmente, en un lugar tan grande, nadie notaría su ausencia por unas horas - Por eso no tienen que enterarse... sonrió a la nada -...tómalo como tu día de descanso al lado de Dante, una caminata romántica por la playa mientras yo disfruto del olor a brea y sal- la cara de emoción que Amalia veía reflejada en el espejo fue el final de la discusión, salieron de la habitación para encontrarse con Dante y se aventuraron a su paseo por la playa.

Al acercarse a la bahía Amira, no podía hacer mas que aspirar hondo para reconocer el aroma que se acercaba a ella, cerrando los ojos como para avivar aún mas la sensación, la brisa sobre su piel, el calor recorriéndola; llegaron a la playa, pasando por una vereda de rocas en la cual Dante cargó a Amira, no podían darse el lujo de dejarla caminar sola por allí por mas que ella lo rogara, la superficie era inestable y sin ningún borde a la altura de su cintura para que su mano siguiera de guía, ni siquiera estaba Shamir para ayudarla, sería raro ver un león en la playa, por más que Amira imploró en llevarlo. Dante la depositó en la arena y Amira sintió como sus pies se hundían, se apoyó en su acompañante y se descalzó, dejando que sus pies percibieran la textura granulosa de la arena, sintiendo como esta se escabullía entre sus dedos, sonrió y giró un poco la cabeza escuchando como las olas rompían en la orilla, suaves y rítmicas… corrió hacia ellas dejando a sus acompañantes atrás; había gente, no mucha, pero había, y al parecer preferían hacerse a un lado antes que estar en el camino de una niña loca que corría sonriente directo al mar sin mirarlos siquiera, se paró en seco al sentir la arena húmeda bajo sus pies y caminó despacio hasta sentir el agua acariciando sus tobillos en un suave vaivén, allí de desplomó y se quedó acostada en la arena con las palmas de las manos hacia el suelo bajo ella, dejando que el agua la acariciara de vez en vez, y se imaginó de que color sería el mar, que aspecto tendría la playa… y simplemente fue ella y nadie más.

Las olas rompiendo en la orilla, el sonido tan enigmático de millones de granos de arena revolviéndose unos sobre otros ante el toque nada gentil del agua salada, era como si gritaran algunas veces, y muchas otras, como si solo hablaran entre ellas, una conversación privada en donde Amira era intrusa, pero no le importó, quería descifrar lo que decían… hasta que se dieron cuenta que ella espiaba la conversación y llamaron su atención, de un salto se enderezó y confirmó que aquello no era la arena hablándole, si no que un humano era quien intentaba entablar una conversación con ella; recogió las piernas hacia ella y las dobló debajo de su cuerpo para quedar hincada y que así le sirvieran de asiento, apoyó las manos sobre la arena y giró su cuerpo hacia donde provenía la voz, un muchacho, probablemente tendría su edad, su voz era dulce y simplona, sin mayores notas ocultas en ella sin melodía aparente pero con una sinceridad y falta de malicia que hizo que Amira le sonriera ampliamente y asintiera levemente - No veo que pueda haber de hermoso en mi, en estos momentos de seguro me veo desaliñada y llena de arena una pequeña y melodiosa risa salió entre sus labios - Pero con gusto seré su musa Monsieur la mirada de Amira no estaba sobre él, se encontraba fija en un punto que ella pensaba era el mas cercano a mirarlo, el brillo en sus ojos denotaba su inocencia y algo parecido a confianza sobre el muchacho, finalmente, para ella no había nada mas que el sonido de la voz para descifrar cualquier intención.

Ladeó un poco la cabeza hasta que el lóbulo de su oreja rozara su hombro y su cabello dorado cayera, mojado, hacia el lado - Y… sus manos comenzaron a juguetear con el agua que imploraba le hiciese caso, permitiendo que ésta le arrebatara los granos de arena que se aferraban a su piel -… ¿qué quiere que haga Monsieur?- una sonrisa juguetona tomó posesión de sus labios, le emocionaba la idea de que alguien decidiera plantar su imagen sobre un lienzo, aunque estaba consciente de que no podría ver el resultado - ¿Cuál es tu nombre?- su voz se tornó temerosa, se dio cuenta que acababa de tutearlo, mordió su labio inferior y giró su cabeza hacia el mar que tenía a su costado, mirando a la nada y sin embargo observando el infinito del azul del mar - Lo lamento, no suelo ser tan poco respetuosa, espero no le moleste, por el timbre de su voz diría que tiene mas o menos mi edad, así que no le veo mayor inconveniente a que nos llamemos por nuestros nombres giró nuevamente la cabeza hacia su acompañante y le dedicó una sonrisa.

Se puso de pie lentamente extendiendo su mano hacia su interlocutor, mientras la otra hacia balance entre el aire y ella - Vamos mas hacia arriba, temo que estamos muy cerca del agua y eso podría arruinar tus lienzos esperó a que su mano se viera ocupada por la ajena, mientras se deleitaba con el aroma que traía el mar y los sonidos que atrapaba la arena.