AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La promesa dulce, de un sueño amargo. [Aguste]
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La promesa dulce, de un sueño amargo. [Aguste]
Las primeras luces del alba ya asomaban por la ventana, cuando mi dama con su estridente voz, desveló mi sueño. Pero no fue su voz lo que me hizo abrir los ojos finalmente, si no la luz que entró por la ventana cuando corrió a un lado las cortinas y los gritos de mi madre, que más que estar en una mansión, bien parecía comandar un ejercito. Reí al pensar en ella en aquel papel. Todo el mundo diría que era una noble y educada dama… pero una dama de tal elevada clase, daría esos gritos? Negué con la cabeza y reí, haciendo que Marie, mi dama me mirará extrañada por mi comportamiento, lo que solo hizo que riera más y me mirará como temiendo que hubiera enloquecido.
— Mi señora, debéis despertaros, vuestra madre solicitó su presencia en el salón y tenéis cierto tiempo antes de partir hacia la ciudad. —Me dijo sentándose a mi lado empezando a cepillar mi largo cabello, mientras no me decidía a cambiarme y alistarme. Ante sus palabras fruncí el ceño, ¿partir a la ciudad?— Marie, sabéis que trama mi madre? Esos gritos, partir a la ciudad… a ver al peluquero, sospecho y quizás ir de compras, debe de ser por que esperamos visita. —Dije esperando el asentimiento de mi dama, la cual lo hizo. — Esperamos la visita de un noble de la región. Un amigo familiar creo haber llegado a oír de los labios de vuestra madre, pequeña. — Sonreí ante el apodo cariñoso en el que a veces me hablaba. Marie desde pequeña fue la que siempre estuvo a mi lado, me vio crecer, sabe todo de mi… más que mi propia madre.— Entonces debe de ser alguien importante para provocar este revuelo, mejor será que me levante y vaya a ver que se le ofrece. — dije bostezando aún adormilada, levantándome de la cama en la que dormía en cuanto dejó de cepillarme el cabello. Algo perezosa tomé mi vestido y tras un baño, me alisté y bajé al salón donde a esas horas, andaban ya todos desayunando.
Desayuné, y con las prisas de mi madre, me fui hacia París a pasar el día comprando vestidos, tantos que parecía que quisiera hacerme un armario nuevo, terminando en un peluquero, quien me arregló el cabello para esa noche, en la que tendríamos un invitado muy importante para nuestro padre. Algún tema de negocios, fue mi primer pensamiento, aunque nadie dijo todavía el motivo de la visita, aquel hombre parecía estar tras un velo de misterio y hasta tenia ya ganas de conocerle. ¿Quién sería? Que poco imaginaba yo en aquel momento que la visita de aquel hombre iba a cambiar tanto mi vida aquella noche.
La tarde pasó tan rápida como la mañana, por suerte pude tomar de nuevo mi cama unas horas y me dormí placidamente recuperando el sueño perdido tras que la noche anterior me quedara despierta hasta tarde, sanando aun pobre cambiaformas. Pero el dormir no me hizo bien, ya que me dejé llevar tanto que no me desperté en la noche y Marie tuvo que despertarme, ajetreada por que aquella visita estaba por llegar y mi madre andaba echando fuego si no me alistaba y salía perfecta a su encuentro. Sin problemas dejé que Marie hiciera magia con mi vestido, escogiendo para aquella noche uno de los nuevos, mi favorito de todos ellos. Era de color verde, largo y ceñido a mi figura, de un corsé exquisito, quedaba como una segunda piel o en mi caso cuarta piel, ya que mis otras pieles eran mis adorables pieles caninas. A lo lejos oímos un carruaje de caballos, e histérica mi madre una ultima vez me llamó, pero no podía apresurarme, si era tan importante aquella visita deseaba dejarle una buena impresión, aunque llegara tarde.
El cabello le dejamos libre a mi espalda, finalizando cada mechón de cabello en unos suaves tirabuzones. Estaba esplendida. Marie me resaltó mis ojos con un poco de maquillaje, algo suave, natural ya que no quería parecer demasiado arreglada, pues ante todo prefería la naturalidad. Y una vez lista, salí para el salón donde si mis cálculos no fallaban, aquel hombre ya habría llegado.
Y así fue que bajando las escaleras que daban al salón, le vi. Coincidiendo nuestras miradas por primera vez.
Me sonrojé sin poder evitarlo y tras unos segundos de aguantarle la mirada, la bajé por educación, sin desear molestarle y con una dulce sonrisa en mis labios, bajé finalmente al salón, donde se encontraban nuestro invitado y mis padres. —Padres, Monsieur...espero puedan disculpar mi demora. — Les dije con humildad, sonriendo al ver los ojos brillantes de mi madre que me contemplaban completamente encandilada por como lucia esa noche, al contrario de lo que parecia mi padre, quien no podía ver que bajo mi tardanza se escondia el noble motivo el cúal nada mas ni nada menos, se trataba de lucir perfecta aquella noche y poder ayudarle en todo lo que pudiera para que el visitante se encontrara bien entre nosotros. Sin desear ver la mirada reprendedora y malhumorada, como su ceño fruncido de mi padre, me giré al joven desconocido y le sonreí. — Espero no haberos inportunado con mi presencia, Monsieur...Soy Deva, para serviros. — Dije dulcemente haciendo una leve reverencia, intentando borrar toda mala impresion de mi persona, a ese joven desconocido de mirada profunda que lograba que deseara volver a coincidir con su mirada nuevamente.
— Mi señora, debéis despertaros, vuestra madre solicitó su presencia en el salón y tenéis cierto tiempo antes de partir hacia la ciudad. —Me dijo sentándose a mi lado empezando a cepillar mi largo cabello, mientras no me decidía a cambiarme y alistarme. Ante sus palabras fruncí el ceño, ¿partir a la ciudad?— Marie, sabéis que trama mi madre? Esos gritos, partir a la ciudad… a ver al peluquero, sospecho y quizás ir de compras, debe de ser por que esperamos visita. —Dije esperando el asentimiento de mi dama, la cual lo hizo. — Esperamos la visita de un noble de la región. Un amigo familiar creo haber llegado a oír de los labios de vuestra madre, pequeña. — Sonreí ante el apodo cariñoso en el que a veces me hablaba. Marie desde pequeña fue la que siempre estuvo a mi lado, me vio crecer, sabe todo de mi… más que mi propia madre.— Entonces debe de ser alguien importante para provocar este revuelo, mejor será que me levante y vaya a ver que se le ofrece. — dije bostezando aún adormilada, levantándome de la cama en la que dormía en cuanto dejó de cepillarme el cabello. Algo perezosa tomé mi vestido y tras un baño, me alisté y bajé al salón donde a esas horas, andaban ya todos desayunando.
Desayuné, y con las prisas de mi madre, me fui hacia París a pasar el día comprando vestidos, tantos que parecía que quisiera hacerme un armario nuevo, terminando en un peluquero, quien me arregló el cabello para esa noche, en la que tendríamos un invitado muy importante para nuestro padre. Algún tema de negocios, fue mi primer pensamiento, aunque nadie dijo todavía el motivo de la visita, aquel hombre parecía estar tras un velo de misterio y hasta tenia ya ganas de conocerle. ¿Quién sería? Que poco imaginaba yo en aquel momento que la visita de aquel hombre iba a cambiar tanto mi vida aquella noche.
La tarde pasó tan rápida como la mañana, por suerte pude tomar de nuevo mi cama unas horas y me dormí placidamente recuperando el sueño perdido tras que la noche anterior me quedara despierta hasta tarde, sanando aun pobre cambiaformas. Pero el dormir no me hizo bien, ya que me dejé llevar tanto que no me desperté en la noche y Marie tuvo que despertarme, ajetreada por que aquella visita estaba por llegar y mi madre andaba echando fuego si no me alistaba y salía perfecta a su encuentro. Sin problemas dejé que Marie hiciera magia con mi vestido, escogiendo para aquella noche uno de los nuevos, mi favorito de todos ellos. Era de color verde, largo y ceñido a mi figura, de un corsé exquisito, quedaba como una segunda piel o en mi caso cuarta piel, ya que mis otras pieles eran mis adorables pieles caninas. A lo lejos oímos un carruaje de caballos, e histérica mi madre una ultima vez me llamó, pero no podía apresurarme, si era tan importante aquella visita deseaba dejarle una buena impresión, aunque llegara tarde.
El cabello le dejamos libre a mi espalda, finalizando cada mechón de cabello en unos suaves tirabuzones. Estaba esplendida. Marie me resaltó mis ojos con un poco de maquillaje, algo suave, natural ya que no quería parecer demasiado arreglada, pues ante todo prefería la naturalidad. Y una vez lista, salí para el salón donde si mis cálculos no fallaban, aquel hombre ya habría llegado.
Y así fue que bajando las escaleras que daban al salón, le vi. Coincidiendo nuestras miradas por primera vez.
Me sonrojé sin poder evitarlo y tras unos segundos de aguantarle la mirada, la bajé por educación, sin desear molestarle y con una dulce sonrisa en mis labios, bajé finalmente al salón, donde se encontraban nuestro invitado y mis padres. —Padres, Monsieur...espero puedan disculpar mi demora. — Les dije con humildad, sonriendo al ver los ojos brillantes de mi madre que me contemplaban completamente encandilada por como lucia esa noche, al contrario de lo que parecia mi padre, quien no podía ver que bajo mi tardanza se escondia el noble motivo el cúal nada mas ni nada menos, se trataba de lucir perfecta aquella noche y poder ayudarle en todo lo que pudiera para que el visitante se encontrara bien entre nosotros. Sin desear ver la mirada reprendedora y malhumorada, como su ceño fruncido de mi padre, me giré al joven desconocido y le sonreí. — Espero no haberos inportunado con mi presencia, Monsieur...Soy Deva, para serviros. — Dije dulcemente haciendo una leve reverencia, intentando borrar toda mala impresion de mi persona, a ese joven desconocido de mirada profunda que lograba que deseara volver a coincidir con su mirada nuevamente.
Vane Kramm- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 11/09/2013
Re: La promesa dulce, de un sueño amargo. [Aguste]
Ya hacía un par de meses del encuentro con la gentil criatura que me había puesto a salvo del cazador y con ello salvado de un infortunio mayor. Los negocios iban con cierta normalidad conforme a lo previsto y tenía además suficiente tiempo libre como para poder dedicarme a mi pasatiempo predilecto; el conocimiento.
Heller había ido a comprar más obras de autores innovadores que tenían ideas realmente reveladoras para el período. Ideas desconcertantes para ser honesto y muchos en las conversaciones cotidianas de la alta sociedad los criticaban por sus “ideas imprudentes y poco factibles”. Ideas que, a mi parecer, causaban total desconcierto y resultaba perjudicial para mis proyectos. Las revoluciones de 1820 y 1830 habían afectado profundamente a los habitantes de naciones vecinas y la monarquía era cada vez más difícil de llevar ante las insurrecciones de un proletariado cada vez más consciente de su importancia social.
Las fluctuaciones de la economía que conllevaron esos procesos sociales, admito con total disgusto que terminaron por afectar a fin de cuentas las riquezas que con el esfuerzo de mi familia había consagrado en años anteriores y me vieron forzado en cumplir la voluntad de mi padre de contraer matrimonio con una dama de alta sociedad. Habían muchas; y para deleite de cualquiera pero yo, por mi parte, no estaba enfocado en los sentimientos y las ideas románticas que se oían en las calles; no, me era imprescindible un contrato nupcial si deseaba que mis negocios no cayeran en la banca rota y no era el único inmerso en esta situación, sino que, paralelamente a mis ojos, varios matrimonios se celebraban a mis ojos.
Varios de ellos me dieron la oportunidad de asistir con mucho gusto y ver al resto de la aristocracia con la cual no acostumbraba a tratar de manera tan recurrente, y de paso, ver las familias de mayor poder económico que era mi finalidad conocer.
La familia Dovred había cautivado en particular mi atención por su estabilidad a nivel social y por ser dentro del grupo que había visto, los más interesantes individuos con los cuales se podía mantener una conversación que no se centrase en la reputación y/o prestigio del resto de los miembros de la sociedad de élite y, si bien eran un tanto arribistas, pasaba a ser un mal menor con respecto a las virtudes ya expuestas.
Fue así lo que me llevó a ordenar a Heller hacer todos los preparativos de contacto para nuestro encuentro.
— Procura no cometer ningún error, recuerda que esto ya había sido conversado por mis padres anteriormente, por lo que no deberías tener dificultades — le comuniqué directamente para poder proceder a otros quehaceres, mas su voz acertada pero innecesaria cubrió el ambiente.
— Como usted lo ordene mi amo, pero recuerde lo que le enseñé respecto al amor cuando usted era pequeño. ¿No será incorrecto proceder de manera tan insensata para con una mujer que más aún le prestará su utilidad, sentimientos y cuidados para toda la vida? — Sugirió de manera incipiente.
— Es mejor que calles ahora Heller y haz lo que te he dicho, no tengo tiempo para juicios con respecto a mis actos si los consideras correctos o no— Sentencié para finalizar el asunto y que Heller se marchara de inmediato.
— Disculpe mi descortesía, joven amo — Dijo con tono algo fúnebre antes de partir.
Un par de días después Heller entró a la habitación para alistarme con el fin de que, en base a mis deseos, el encuentro entre la hija de la familia Dovred y yo fuese sin ningún infortunio. Un traje azul y mi bastón fueron suficientes para que mi mayordomo me contemplase con admiración como si fuese su propio hijo. Luego de ello preparó un desayuno conforme a la ocasión y arregló los últimos imprevistos. Ya a media tarde en un carruaje me condujo a la mansión Dovred, me hizo bajar e hizo una leve reverencia mientras que en un susurró me dio un último consejo como solía hacerlo un padre.
— No trate mal a la dama mi joven amo, es una mujer que ha sido custodiada hace mucho tiempo sólo para usted —Terminó diciendo mientras me acercaba al pórtico del recinto
Con una gran sonrisa me recibió su padre y me invitó a la sala, gustoso de entablar una amena conversación. Me hacía mención de sus negocios y las maniobras que realizó para que éstos prosperasen a pesar de los problemas sociales. Reconocí con profunda admiración sus esfuerzos y brindamos en el salón principal por su prestigiosa obra.
Paralelamente a ello escuchaba los pasos en las escaleras que subía y bajaban una y otra vez con más prisa que la anterior. El señor Dovred se percató de ello y trató de desviar mi atención invitándome otro trago cuando su mujer irrumpió con una elegancia sin igual en donde yacíamos en un ambiente alegre. Inmediatamente hice una reverencia ante su presencia, la cual fue correspondida y me explicó los problemas que había tenido para con su “imprudente hija” y que lamentaba el retraso.
— No os preocupéis mademoiselle, he sido testigo de una cálida y sin igual bienvenida como para preocuparme por detalles menores. — Le comuniqué con voz calmada para luego escuchar unos pasos más serenos en la escalera y contemplar a la doncella que descendía con cuidado por las mismas. La miré algo perplejo, mas traté de disimular mi expresión de sorpresa, lo cual logré
airosamente.
No creí jamás que volvería a encontrarme con aquella muchacha que tiempo atrás había tenido la astucia de salvarme cuando me encontraba en condiciones deplorables.
Escuché sus palabras de bienvenida y su posterior disculpa por el retraso y me quedé un momento impávido por su belleza, para luego recuperar la cordura.
— Si en verdad os sintierais, seríais capaz de esperar a que tus padres te otorguen el permiso para adentrarte en el salón y no hacerlo de manera tan imprudente— Repliqué con tono sereno pero una mirada seria ante la evidente falta de educación de la señorita que sería mi futura prometida.
No podía creer que el destino nos tuviese preparado a ella y a mí estar juntos en matrimonio y menos aún esperar que con ella m negocio volviese a ser rentable. Esa mujer; tener que vivir con esa orgullosa, testaruda y odiosa mujer por quién sabe cuántos años.
— ¿Estos son los modales que habeis enseñado a vuestra hija?— Increpé con un tono más serio a su padre quién me respondió con un silencio un tanto desconsolador.
— Pues supongo que de ello tendré que ocuparme personalmente, no cree mademoiselle— continué con un tono algo irónico y haciendo una reverencia a la señorita que me observaba un tanto intrigada.
— Vaya que tendré un arduo trabajo de aquí en adelante— Terminé pensando algo resignado ante el escenario poco favorable que la mansión Dovred me ofrecía y que en un principio inspiraba algo tan prometedor.
Heller había ido a comprar más obras de autores innovadores que tenían ideas realmente reveladoras para el período. Ideas desconcertantes para ser honesto y muchos en las conversaciones cotidianas de la alta sociedad los criticaban por sus “ideas imprudentes y poco factibles”. Ideas que, a mi parecer, causaban total desconcierto y resultaba perjudicial para mis proyectos. Las revoluciones de 1820 y 1830 habían afectado profundamente a los habitantes de naciones vecinas y la monarquía era cada vez más difícil de llevar ante las insurrecciones de un proletariado cada vez más consciente de su importancia social.
Las fluctuaciones de la economía que conllevaron esos procesos sociales, admito con total disgusto que terminaron por afectar a fin de cuentas las riquezas que con el esfuerzo de mi familia había consagrado en años anteriores y me vieron forzado en cumplir la voluntad de mi padre de contraer matrimonio con una dama de alta sociedad. Habían muchas; y para deleite de cualquiera pero yo, por mi parte, no estaba enfocado en los sentimientos y las ideas románticas que se oían en las calles; no, me era imprescindible un contrato nupcial si deseaba que mis negocios no cayeran en la banca rota y no era el único inmerso en esta situación, sino que, paralelamente a mis ojos, varios matrimonios se celebraban a mis ojos.
Varios de ellos me dieron la oportunidad de asistir con mucho gusto y ver al resto de la aristocracia con la cual no acostumbraba a tratar de manera tan recurrente, y de paso, ver las familias de mayor poder económico que era mi finalidad conocer.
La familia Dovred había cautivado en particular mi atención por su estabilidad a nivel social y por ser dentro del grupo que había visto, los más interesantes individuos con los cuales se podía mantener una conversación que no se centrase en la reputación y/o prestigio del resto de los miembros de la sociedad de élite y, si bien eran un tanto arribistas, pasaba a ser un mal menor con respecto a las virtudes ya expuestas.
Fue así lo que me llevó a ordenar a Heller hacer todos los preparativos de contacto para nuestro encuentro.
— Procura no cometer ningún error, recuerda que esto ya había sido conversado por mis padres anteriormente, por lo que no deberías tener dificultades — le comuniqué directamente para poder proceder a otros quehaceres, mas su voz acertada pero innecesaria cubrió el ambiente.
— Como usted lo ordene mi amo, pero recuerde lo que le enseñé respecto al amor cuando usted era pequeño. ¿No será incorrecto proceder de manera tan insensata para con una mujer que más aún le prestará su utilidad, sentimientos y cuidados para toda la vida? — Sugirió de manera incipiente.
— Es mejor que calles ahora Heller y haz lo que te he dicho, no tengo tiempo para juicios con respecto a mis actos si los consideras correctos o no— Sentencié para finalizar el asunto y que Heller se marchara de inmediato.
— Disculpe mi descortesía, joven amo — Dijo con tono algo fúnebre antes de partir.
Un par de días después Heller entró a la habitación para alistarme con el fin de que, en base a mis deseos, el encuentro entre la hija de la familia Dovred y yo fuese sin ningún infortunio. Un traje azul y mi bastón fueron suficientes para que mi mayordomo me contemplase con admiración como si fuese su propio hijo. Luego de ello preparó un desayuno conforme a la ocasión y arregló los últimos imprevistos. Ya a media tarde en un carruaje me condujo a la mansión Dovred, me hizo bajar e hizo una leve reverencia mientras que en un susurró me dio un último consejo como solía hacerlo un padre.
— No trate mal a la dama mi joven amo, es una mujer que ha sido custodiada hace mucho tiempo sólo para usted —Terminó diciendo mientras me acercaba al pórtico del recinto
Con una gran sonrisa me recibió su padre y me invitó a la sala, gustoso de entablar una amena conversación. Me hacía mención de sus negocios y las maniobras que realizó para que éstos prosperasen a pesar de los problemas sociales. Reconocí con profunda admiración sus esfuerzos y brindamos en el salón principal por su prestigiosa obra.
Paralelamente a ello escuchaba los pasos en las escaleras que subía y bajaban una y otra vez con más prisa que la anterior. El señor Dovred se percató de ello y trató de desviar mi atención invitándome otro trago cuando su mujer irrumpió con una elegancia sin igual en donde yacíamos en un ambiente alegre. Inmediatamente hice una reverencia ante su presencia, la cual fue correspondida y me explicó los problemas que había tenido para con su “imprudente hija” y que lamentaba el retraso.
— No os preocupéis mademoiselle, he sido testigo de una cálida y sin igual bienvenida como para preocuparme por detalles menores. — Le comuniqué con voz calmada para luego escuchar unos pasos más serenos en la escalera y contemplar a la doncella que descendía con cuidado por las mismas. La miré algo perplejo, mas traté de disimular mi expresión de sorpresa, lo cual logré
airosamente.
No creí jamás que volvería a encontrarme con aquella muchacha que tiempo atrás había tenido la astucia de salvarme cuando me encontraba en condiciones deplorables.
Escuché sus palabras de bienvenida y su posterior disculpa por el retraso y me quedé un momento impávido por su belleza, para luego recuperar la cordura.
— Si en verdad os sintierais, seríais capaz de esperar a que tus padres te otorguen el permiso para adentrarte en el salón y no hacerlo de manera tan imprudente— Repliqué con tono sereno pero una mirada seria ante la evidente falta de educación de la señorita que sería mi futura prometida.
No podía creer que el destino nos tuviese preparado a ella y a mí estar juntos en matrimonio y menos aún esperar que con ella m negocio volviese a ser rentable. Esa mujer; tener que vivir con esa orgullosa, testaruda y odiosa mujer por quién sabe cuántos años.
— ¿Estos son los modales que habeis enseñado a vuestra hija?— Increpé con un tono más serio a su padre quién me respondió con un silencio un tanto desconsolador.
— Pues supongo que de ello tendré que ocuparme personalmente, no cree mademoiselle— continué con un tono algo irónico y haciendo una reverencia a la señorita que me observaba un tanto intrigada.
— Vaya que tendré un arduo trabajo de aquí en adelante— Terminé pensando algo resignado ante el escenario poco favorable que la mansión Dovred me ofrecía y que en un principio inspiraba algo tan prometedor.
Aguste Kleiber Bachmann- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 11/10/2013
Re: La promesa dulce, de un sueño amargo. [Aguste]
Mi entrada pareció deslumbrarles a mi madre y al joven visitante, que para mi bien, restó un segundo impávido por mí. Por lo menos el esfuerzo y el haber llegado tarde había resultado valer la pena, solo por ver aquel rostro por aquel efímero tiempo. Obviamente mi padre era de otro parecer y solo me observaba con su mirada penetrante y tensa, regañándome con su sola imponente presencia. Quise acercarme a él y pedirle disculpas, que solo había llegado tarde en un intento de agradar más al visitante y hacer que aquella velada transcurriera de la mejor forma, como desde pequeña me había enseñado que debía de hacer, pero aquel no era el momento idóneo para algo así. Así que con la gratitud de mi madre, por mirarme de aquella forma y amarme como lo hacía me quedé viendo al joven visitante a la espera de que respondiera mi saludo, sin esperar jamás que él fuera antes que mi padre quien me regañara en público.
Al oír sus palabras me quedé por unos segundos en blanco. Sus palabras habían resultado del todo inesperadas. Nunca jamás se me hubiese ocurrido que alguien pudiera ser tan grosero de regañar a hijas ajenas de sus comportamientos poco adecuados. Su voz era serena, como una grave caricia, pero fue su mirada lo que me hizo retroceder y bajar la mirada definitivamente de sus orbes, avergonzada y algo intimidada.
— Lo siento Monsieur, solo me dejáis alegar la curiosidad que ha suscitado vuestra visita a mi hogar. Por lo cual no pude esperar más por bajar. —Le contesté con voz dulce intentando resarcir mi error de alguna forma. Tras mis palabras levanté la mirada nuevamente a él y le sonreí suavemente. —Sois importante para nuestra familia y espero encontráis en ella, una razón de peso para asociaros, sin tener en cuenta mi nefasta bienvenida y tan sentida por mi parte. — Dije con el corazón, con la esperanza de que aquel inicio conmigo, no conllevara malas nuevas a mi padre. A veces la gente era algo extraña y ante el mínimo desaire o situación bochornosa, todo y que el bochorno no fuera el propio, terminaban por entender aquello como un mal augurio. Mirándole no parecía ser uno de esos, se parecía más a mi padre, un fuerte líder con un firme mando y de devoción extrema por la perfección.
Agradecí que mis padres hubieran olvidado momentáneamente aquella locura de un matrimonio concertado en el momento que el joven volvió a hablar dejándome aturdida y completamente perdida. ¿Y ahora… que había hecho? Avergonzada de nuevo, pero esta vez sin una razón válida de peso, me volví a mi madre con un millar de preguntas en mi mirada, las que ella ignoró. Suspirando me volví al hombre. —Siento de nuevo crearos esta mala imagen de mi persona. Creedme que no lo hago queriendo y se me escapan verdaderamente mis faltas presentes. —Me disculpé. —Aún así, Monsieur, no os entiendo. ¿Ocuparse personalmente? Si me permitís preguntárselo…? No creo que pueda recaer mi educación en un aliado de los negocios de mi padre. ¿Quiénes sois? — Pregunté mirándole con curiosidad y en completa ignorancia del motivo real de aquella visita y gran cena que empezaba a servirse en el salón.
Ante mi pregunta, y al ver su mirada sentí como todo mi cuerpo se erizaba temeroso. Había algo que se escondía de mi conocimiento y que debía de saber, lo sentía en lo más hondo de mi alma.
— ¿Madre…? —Me giré a ella y la miré buscando su apoyo y protección encontrándome con que solo era capaz de mantener la vista al suelo o en mi visitante, sin mirarme fijamente.
—No…no, no…—Susurré apenas perceptiblemente al entender lentamente sus palabras y todo lo que ocurría a mi alrededor. Me topé con la mirada de mi padre, sosteniéndole la mirada unos segundos hasta que irremediablemente tuve que ceder y bajar la mirada, dejándole vencer, como él siempre hacia, imponiendo su voluntad.
—Deva ve a vigilar personalmente que todo esté listo para la cena, en unos segundos te seguiremos. —Mandó mi padre con su voz seca y dura que no aceptaba replica alguna. Y por primera vez ante aquella voz me negué. —Padre necesito saber el motivo de esta cena y si me temo que lo que pienso es cierto. ¿No sois verdad, un miembro importante de las empresas, cierto? Sois mi… —Miré al joven y no me salieron mas ya las palabras. Mirarle, era como ver a mi padre, su misma autoridad…le temía y a la vez mi parte más dócil hacia ser sumisa por completo, mientras mi loba me rogaba que luchara por la libertad. Aquella libertad que de ser cierto mi matrimonio, se vería para siempre olvidada.
—Deva ve al salón, con este tan poco ejemplar comportamiento tuyo no mereces explicación alguna.—
Negué con la cabeza sin escuchar nuevamente a mi padre, observando fijamente al desconocido como una niña perdida que buscaba el consuelo y la seguridad de que todo iba a estar bien, cuando su mundo se rompía y es que el mío, en cuestión de segundos iba a caer.
Al oír sus palabras me quedé por unos segundos en blanco. Sus palabras habían resultado del todo inesperadas. Nunca jamás se me hubiese ocurrido que alguien pudiera ser tan grosero de regañar a hijas ajenas de sus comportamientos poco adecuados. Su voz era serena, como una grave caricia, pero fue su mirada lo que me hizo retroceder y bajar la mirada definitivamente de sus orbes, avergonzada y algo intimidada.
— Lo siento Monsieur, solo me dejáis alegar la curiosidad que ha suscitado vuestra visita a mi hogar. Por lo cual no pude esperar más por bajar. —Le contesté con voz dulce intentando resarcir mi error de alguna forma. Tras mis palabras levanté la mirada nuevamente a él y le sonreí suavemente. —Sois importante para nuestra familia y espero encontráis en ella, una razón de peso para asociaros, sin tener en cuenta mi nefasta bienvenida y tan sentida por mi parte. — Dije con el corazón, con la esperanza de que aquel inicio conmigo, no conllevara malas nuevas a mi padre. A veces la gente era algo extraña y ante el mínimo desaire o situación bochornosa, todo y que el bochorno no fuera el propio, terminaban por entender aquello como un mal augurio. Mirándole no parecía ser uno de esos, se parecía más a mi padre, un fuerte líder con un firme mando y de devoción extrema por la perfección.
Agradecí que mis padres hubieran olvidado momentáneamente aquella locura de un matrimonio concertado en el momento que el joven volvió a hablar dejándome aturdida y completamente perdida. ¿Y ahora… que había hecho? Avergonzada de nuevo, pero esta vez sin una razón válida de peso, me volví a mi madre con un millar de preguntas en mi mirada, las que ella ignoró. Suspirando me volví al hombre. —Siento de nuevo crearos esta mala imagen de mi persona. Creedme que no lo hago queriendo y se me escapan verdaderamente mis faltas presentes. —Me disculpé. —Aún así, Monsieur, no os entiendo. ¿Ocuparse personalmente? Si me permitís preguntárselo…? No creo que pueda recaer mi educación en un aliado de los negocios de mi padre. ¿Quiénes sois? — Pregunté mirándole con curiosidad y en completa ignorancia del motivo real de aquella visita y gran cena que empezaba a servirse en el salón.
Ante mi pregunta, y al ver su mirada sentí como todo mi cuerpo se erizaba temeroso. Había algo que se escondía de mi conocimiento y que debía de saber, lo sentía en lo más hondo de mi alma.
— ¿Madre…? —Me giré a ella y la miré buscando su apoyo y protección encontrándome con que solo era capaz de mantener la vista al suelo o en mi visitante, sin mirarme fijamente.
—No…no, no…—Susurré apenas perceptiblemente al entender lentamente sus palabras y todo lo que ocurría a mi alrededor. Me topé con la mirada de mi padre, sosteniéndole la mirada unos segundos hasta que irremediablemente tuve que ceder y bajar la mirada, dejándole vencer, como él siempre hacia, imponiendo su voluntad.
—Deva ve a vigilar personalmente que todo esté listo para la cena, en unos segundos te seguiremos. —Mandó mi padre con su voz seca y dura que no aceptaba replica alguna. Y por primera vez ante aquella voz me negué. —Padre necesito saber el motivo de esta cena y si me temo que lo que pienso es cierto. ¿No sois verdad, un miembro importante de las empresas, cierto? Sois mi… —Miré al joven y no me salieron mas ya las palabras. Mirarle, era como ver a mi padre, su misma autoridad…le temía y a la vez mi parte más dócil hacia ser sumisa por completo, mientras mi loba me rogaba que luchara por la libertad. Aquella libertad que de ser cierto mi matrimonio, se vería para siempre olvidada.
—Deva ve al salón, con este tan poco ejemplar comportamiento tuyo no mereces explicación alguna.—
Negué con la cabeza sin escuchar nuevamente a mi padre, observando fijamente al desconocido como una niña perdida que buscaba el consuelo y la seguridad de que todo iba a estar bien, cuando su mundo se rompía y es que el mío, en cuestión de segundos iba a caer.
Vane Kramm- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 11/09/2013
Re: La promesa dulce, de un sueño amargo. [Aguste]
Podía sentir de alguna forma la consternación de la hermosa doncella que bajaba sumisamente su mirada, y de cierta forma me arrepentí de las palabras que había pronunciado, mas mi orgullo impedía retractarme.
Podía vislumbrar la agonía ella y la tensión del ambiente impuesta por mí, por la intervención de sus progenitores ya se tornaba asfixiante.
— Sigamos con nuestra plática afuera — Sugerí a su padre quien, luego de indicarle a su esposa que asistiese a su hija, aceptó de inmediato.
La conversación resultó interesante y reparamos en todos los detalles del compromiso. Procuré mostrarme fuerte y no dejarme intimidar para dar una impresión correcta a mi futuro suegro.
Pasada una hora nos llamaron para la cena, cuya presentación fue realmente magnífica y me hizo olvidar por completo el pequeño incidente vivido unos instantes atrás. El ambiente nuevamente se tornaba incómodo nuevamente, esta vez no por mi presencia, sino por las miradas que se cruzaban entre la doncella a un extremo de la mesa y sus padres por el otro. Quizás que cosas pasaban por la mente de cada uno en ese momento. Por mi parte, meditaba en cómo poder retribuir a la señorita sus cuidados de nuestro encuentro previo sin delatar su noble actuar ante su familia. No tardé mucho en llegar a la conclusión de que en este contexto sería imposible lograr tal cosa. Tendría que llevarla conmigo para poder conseguir mis fines. Después de todo, para ellos resultaba ser sólo una chica que causaba problemas, por lo que si Deva partía a mi lado les hacía un favor a ellos. Aún así no podía revelar mis intenciones a la Srta. Dovred sin hasta que fuese oportuno el momento.
— La hija de esta familia es una doncella muy frágil y de espíritu libre con un gran futuro. No se sobrepase con ella por favor mi amo—. Resonaban las palabras de mi mayordomo camino a mi destino. En ese instante no tenía intención de ser piadoso con nadie, sólo veía hacia el exterior del carruaje meditando que tenía que resolver un trámite más para mantener bien el negocio, por lo que quien quiera que fuese la doncella que me esperase, me era indiferente por sólo constituir una cosa para mí y mi bienestar. Pero jamás reparé que el destino me tenía preparado tal encuentro.
— Por ahora no puedo hacer mucho más o mi futura compañera estará aún más perturbada, lo mejor que puedo hacer será continuar con el disfraz que llevo y luego poder, algún día enseñarle un mundo brillante—. Concluí para continuar la cena bajo el pesar de mi inexpresividad y mi silencio.
Poco antes de terminar la cena Heller me contactó de manera inesperada.
— Me disculpan unos instantes por favor, debo atender un asunto importante—. Dije previo hacer una reverencia y retirarme un momento. Heller me esperaba no muy lejos de allí.
— Las cosas han cambiado Heller y necesito de tu total discreción si deseas que las cosas resultan como las he previsto. Debes seguir apoyándome sin importar como se vuelquen las cosas y una cosa más: no me cuestiones nada. Es una orden—.
— Sí, mi amo —. Respondió un tanto perplejo. Luego de ello se retiró y yo me encontré nuevamente con la familia Dovred.
Sus asistentes me anunciaron y procedí a entrar nuevamente en el comedor.
— Es tiempo que me retire, por lo que debemos proseguir según lo acordado— Anuncié extendiendo mi mano a Deva que me miraba un tanto confusa y ante su vacile, procedí a tomarla por la fuerza.
Debíamos zanjar el asunto, por lo que las despedidas largas no daban lugar en esta situación, sin embargo la resistencia de Deva era algo que ya me estaba retrasando lo suficiente para colmar mi paciencia.
Podía vislumbrar la agonía ella y la tensión del ambiente impuesta por mí, por la intervención de sus progenitores ya se tornaba asfixiante.
— Sigamos con nuestra plática afuera — Sugerí a su padre quien, luego de indicarle a su esposa que asistiese a su hija, aceptó de inmediato.
La conversación resultó interesante y reparamos en todos los detalles del compromiso. Procuré mostrarme fuerte y no dejarme intimidar para dar una impresión correcta a mi futuro suegro.
Pasada una hora nos llamaron para la cena, cuya presentación fue realmente magnífica y me hizo olvidar por completo el pequeño incidente vivido unos instantes atrás. El ambiente nuevamente se tornaba incómodo nuevamente, esta vez no por mi presencia, sino por las miradas que se cruzaban entre la doncella a un extremo de la mesa y sus padres por el otro. Quizás que cosas pasaban por la mente de cada uno en ese momento. Por mi parte, meditaba en cómo poder retribuir a la señorita sus cuidados de nuestro encuentro previo sin delatar su noble actuar ante su familia. No tardé mucho en llegar a la conclusión de que en este contexto sería imposible lograr tal cosa. Tendría que llevarla conmigo para poder conseguir mis fines. Después de todo, para ellos resultaba ser sólo una chica que causaba problemas, por lo que si Deva partía a mi lado les hacía un favor a ellos. Aún así no podía revelar mis intenciones a la Srta. Dovred sin hasta que fuese oportuno el momento.
— La hija de esta familia es una doncella muy frágil y de espíritu libre con un gran futuro. No se sobrepase con ella por favor mi amo—. Resonaban las palabras de mi mayordomo camino a mi destino. En ese instante no tenía intención de ser piadoso con nadie, sólo veía hacia el exterior del carruaje meditando que tenía que resolver un trámite más para mantener bien el negocio, por lo que quien quiera que fuese la doncella que me esperase, me era indiferente por sólo constituir una cosa para mí y mi bienestar. Pero jamás reparé que el destino me tenía preparado tal encuentro.
— Por ahora no puedo hacer mucho más o mi futura compañera estará aún más perturbada, lo mejor que puedo hacer será continuar con el disfraz que llevo y luego poder, algún día enseñarle un mundo brillante—. Concluí para continuar la cena bajo el pesar de mi inexpresividad y mi silencio.
Poco antes de terminar la cena Heller me contactó de manera inesperada.
— Me disculpan unos instantes por favor, debo atender un asunto importante—. Dije previo hacer una reverencia y retirarme un momento. Heller me esperaba no muy lejos de allí.
— Las cosas han cambiado Heller y necesito de tu total discreción si deseas que las cosas resultan como las he previsto. Debes seguir apoyándome sin importar como se vuelquen las cosas y una cosa más: no me cuestiones nada. Es una orden—.
— Sí, mi amo —. Respondió un tanto perplejo. Luego de ello se retiró y yo me encontré nuevamente con la familia Dovred.
Sus asistentes me anunciaron y procedí a entrar nuevamente en el comedor.
— Es tiempo que me retire, por lo que debemos proseguir según lo acordado— Anuncié extendiendo mi mano a Deva que me miraba un tanto confusa y ante su vacile, procedí a tomarla por la fuerza.
Debíamos zanjar el asunto, por lo que las despedidas largas no daban lugar en esta situación, sin embargo la resistencia de Deva era algo que ya me estaba retrasando lo suficiente para colmar mi paciencia.
Aguste Kleiber Bachmann- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 11/10/2013
Re: La promesa dulce, de un sueño amargo. [Aguste]
El ambiente se tornaba asfixiante. Mirándole fijamente, me encontré con que no era capaz de tomar oxigeno del aire. ¿De verdad iban a venderme? No a venderme, de una forma obscena, pero bien para mí, un acuerdo sin el consentimiento de la joven desposada, era vender a la joven. Y en este caso la joven, iba a ser yo. Finalmente tras el silencio de quien iba a ser mi prometido, bajé la mirada al suelo, sin saber que hacer o que decir para librarme de aquello, que bien conocía que un día más lejano o temprano debía de llegar.
Apenas oí la voz del joven, que mi madre tras unas bruscas palabras de mi padre, casi pronunciadas en gruñidos, se me acercó y llevándome del brazo tiró de mí hacia el comedor y las cocinas, mientras ellos dos salían a pasear por los jardines, lejos de mi y de mi comportamiento poco ejemplar.
Al cruzar el comedor, suspiré y desquitándome del agarre de mi madre, me separé y la miré con reproche. De pequeña me había jurado jamás dejar que mi padre me aprovechara y me buscara un esposo que pudiera irle bien en los negocios. Y allí estaba ahora mismo, hablando con aquel joven sobre el compromiso que se iba a llevar a cabo y lo que se iba a enriquecer con esta unión. Claro que podían hablar de ello, no obstante primero debía de permitirlo yo. Y por el momento, no daría mi brazo a torcer.
— ¡Me lo juraste! —Le reproché con dolor en la mirada, sin importarme que mi madre pudiera mirarme molesta e incluso dolida, incluso mas que yo misma. — ¿Por qué entonces en empeñarte en contarme de finales felices, si al final no me dejareis poder escoger a mi compañero?
Tenía ganas de gruñir y morder, de no haber sido por la presencia de los dos cambiaformas me habría transformado y huido lejos de la casa. Esta vez por eso, con ellos dos, me resultaría imposible escapar de su alcance. Y lo que no deseaba por nada del mundo era de que mi prometido, nuestro primer día de conocernos ya me echara sumisamente entre sus patas.
Mi madre me miró largamente en silencio, acercándose lentamente a lo que yo di unos pasos atrás recelosa.
—Hija…por favor, date una oportunidad. Con el tiempo podrás amarlo, créeme. Es un buen partido, te protegerá y cuidará… y cuando tu padre muera, todo esto será tuyo. Nada se te será arrebatado.
—En eso te equivocas, madre. Mi apellido pasara a formar parte y a propiedad de mi prometido, como toda mi herencia, bienes. ¡Nada será mió! —me aparté de ella con brusquedad, siendo insuficiente mi gesto de renuncia hacia ella, ya que adelantándose unos pasos me arropó contra sus brazos en un abrazo de los que de pequeña cuando algo me asustaba, solía dármelos. Suspiré al punto de las lagrimas, que por orgullo no soltaba y ella conociéndome empezó a mecerme, mientras acariciaba las hebras de mi cabello, para así tranquilizarme.
—Intentaré hablar con él. Le pediré tiempo… tranquilízate. No dejaré que se te lleven a donde no te quieran. — Me prometió. Yo asentí, incapaz de no creer a mi propia madre y tras unos instantes mas una junto a la otra, nos separamos y con la idea de que mi madre iría a hablar con mi padre, mas relajada empecé a preparar junto con las sirvientas el comedor y la cena que nos esperaba.
Una vez todo listo, mi padre y él volvieron a entrar. Yo todavía no podía sentarme a su lado, ya que aún no estábamos comprometidos y mucho menos desposados, por lo que me senté más lejos que pude de él. La cena fue silenciosa y solo se notaba tensión de parte de mi padre cuando nos encontrábamos las miradas y yo negada a darle el gusto de verme débil ante él, le aguantaba la fija mirada, hasta que mi madre con un ruego en la mirada me hizo detener mi comportamiento. Mi padre entabló conversación con él. Hablaron ligeramente de la política del país y de los negocios y de nuevo silencio. No parecía demasiado hablador. Yo por lo contrario me hubiera gustado preguntarle sobre él, conocerle. No obstante sentía que aquel momento no era el idóneo y no quería que hasta él, volviera a regañarme. Llegando a los postres, sorprendiéndonos a todos se levantó y pidió permiso para salir. Con el ceño fruncido le seguí con la mirada. Alguien había solicitado hablar con él.
Perpleja y sin saber que podía haber pasado, volví a mi plato, cuando de nuevo irrumpió él en el comedor. Sin embargo esta vez sus pasos no le llevaron de vuelta a su puesto, si no que se acercó a mí y tras una rápida despedida me extendió la mano.
— ¿Qué… queréis? — Le pregunté sin adivinar lo que se proponía, hasta que me tomó de la mano a la fuerza y me jaló hacia él. — ¡No! Soltadme! —Me resistí, aún así su agarre era firme hasta el punto de dolerme de la presión que ejercía sobre mí. — Es demasiado temprano. No os conozco, sois un desconocido para mí. —Susurré tras una mueca de dolor, dejando finalmente de resistirme al encontrarme que su agarre no disminuía. Miré a mi madre con un ruego en mi mirada, que de nada sirvió, encontrándome de que mi padre no le iba a dejar ni despedirse de mí.
— ¡Soltadme! —Volví a exigir al salir del comedor. — No queréis conocer a vuestra futura esposa de esta forma. ¿Dónde quedó eso de cortejar? De hasta la noche de bodas, no estar solos? Por lo que por favor, soltadme y démonos un tiempo de conocernos y juro aceptaros. —Intenté convencerle, más su firmeza seguía en su agarre. Miré a quien parecía uno de los sirvientes del señor y con dolor me dirigí a él. —Por favor hacedle entrar en razón, os lo ruego. —Y mientras mis ruegos eran dirigidos a aquel sirviente, mi cuerpo ya era llevado hasta los jardines, donde esperaba un carruaje, en el que no pensaba subirme.
Apenas oí la voz del joven, que mi madre tras unas bruscas palabras de mi padre, casi pronunciadas en gruñidos, se me acercó y llevándome del brazo tiró de mí hacia el comedor y las cocinas, mientras ellos dos salían a pasear por los jardines, lejos de mi y de mi comportamiento poco ejemplar.
Al cruzar el comedor, suspiré y desquitándome del agarre de mi madre, me separé y la miré con reproche. De pequeña me había jurado jamás dejar que mi padre me aprovechara y me buscara un esposo que pudiera irle bien en los negocios. Y allí estaba ahora mismo, hablando con aquel joven sobre el compromiso que se iba a llevar a cabo y lo que se iba a enriquecer con esta unión. Claro que podían hablar de ello, no obstante primero debía de permitirlo yo. Y por el momento, no daría mi brazo a torcer.
— ¡Me lo juraste! —Le reproché con dolor en la mirada, sin importarme que mi madre pudiera mirarme molesta e incluso dolida, incluso mas que yo misma. — ¿Por qué entonces en empeñarte en contarme de finales felices, si al final no me dejareis poder escoger a mi compañero?
Tenía ganas de gruñir y morder, de no haber sido por la presencia de los dos cambiaformas me habría transformado y huido lejos de la casa. Esta vez por eso, con ellos dos, me resultaría imposible escapar de su alcance. Y lo que no deseaba por nada del mundo era de que mi prometido, nuestro primer día de conocernos ya me echara sumisamente entre sus patas.
Mi madre me miró largamente en silencio, acercándose lentamente a lo que yo di unos pasos atrás recelosa.
—Hija…por favor, date una oportunidad. Con el tiempo podrás amarlo, créeme. Es un buen partido, te protegerá y cuidará… y cuando tu padre muera, todo esto será tuyo. Nada se te será arrebatado.
—En eso te equivocas, madre. Mi apellido pasara a formar parte y a propiedad de mi prometido, como toda mi herencia, bienes. ¡Nada será mió! —me aparté de ella con brusquedad, siendo insuficiente mi gesto de renuncia hacia ella, ya que adelantándose unos pasos me arropó contra sus brazos en un abrazo de los que de pequeña cuando algo me asustaba, solía dármelos. Suspiré al punto de las lagrimas, que por orgullo no soltaba y ella conociéndome empezó a mecerme, mientras acariciaba las hebras de mi cabello, para así tranquilizarme.
—Intentaré hablar con él. Le pediré tiempo… tranquilízate. No dejaré que se te lleven a donde no te quieran. — Me prometió. Yo asentí, incapaz de no creer a mi propia madre y tras unos instantes mas una junto a la otra, nos separamos y con la idea de que mi madre iría a hablar con mi padre, mas relajada empecé a preparar junto con las sirvientas el comedor y la cena que nos esperaba.
Una vez todo listo, mi padre y él volvieron a entrar. Yo todavía no podía sentarme a su lado, ya que aún no estábamos comprometidos y mucho menos desposados, por lo que me senté más lejos que pude de él. La cena fue silenciosa y solo se notaba tensión de parte de mi padre cuando nos encontrábamos las miradas y yo negada a darle el gusto de verme débil ante él, le aguantaba la fija mirada, hasta que mi madre con un ruego en la mirada me hizo detener mi comportamiento. Mi padre entabló conversación con él. Hablaron ligeramente de la política del país y de los negocios y de nuevo silencio. No parecía demasiado hablador. Yo por lo contrario me hubiera gustado preguntarle sobre él, conocerle. No obstante sentía que aquel momento no era el idóneo y no quería que hasta él, volviera a regañarme. Llegando a los postres, sorprendiéndonos a todos se levantó y pidió permiso para salir. Con el ceño fruncido le seguí con la mirada. Alguien había solicitado hablar con él.
Perpleja y sin saber que podía haber pasado, volví a mi plato, cuando de nuevo irrumpió él en el comedor. Sin embargo esta vez sus pasos no le llevaron de vuelta a su puesto, si no que se acercó a mí y tras una rápida despedida me extendió la mano.
— ¿Qué… queréis? — Le pregunté sin adivinar lo que se proponía, hasta que me tomó de la mano a la fuerza y me jaló hacia él. — ¡No! Soltadme! —Me resistí, aún así su agarre era firme hasta el punto de dolerme de la presión que ejercía sobre mí. — Es demasiado temprano. No os conozco, sois un desconocido para mí. —Susurré tras una mueca de dolor, dejando finalmente de resistirme al encontrarme que su agarre no disminuía. Miré a mi madre con un ruego en mi mirada, que de nada sirvió, encontrándome de que mi padre no le iba a dejar ni despedirse de mí.
— ¡Soltadme! —Volví a exigir al salir del comedor. — No queréis conocer a vuestra futura esposa de esta forma. ¿Dónde quedó eso de cortejar? De hasta la noche de bodas, no estar solos? Por lo que por favor, soltadme y démonos un tiempo de conocernos y juro aceptaros. —Intenté convencerle, más su firmeza seguía en su agarre. Miré a quien parecía uno de los sirvientes del señor y con dolor me dirigí a él. —Por favor hacedle entrar en razón, os lo ruego. —Y mientras mis ruegos eran dirigidos a aquel sirviente, mi cuerpo ya era llevado hasta los jardines, donde esperaba un carruaje, en el que no pensaba subirme.
Vane Kramm- Cambiante Clase Media
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