El Nombre De La Rosa [Amethyst C. Tsartsaris]

por **Anne-Lise Buchanan** Dom Feb 23, 2014 3:39 pm

“Y el ángel del Señor se apareció a María,
Y esta concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.”

Y sin embargo podía moverse a través de ella, por ese sendero de oscuridad que estaba apenas alumbrado por pequeñas velas instaladas en recipientes color marrón. Ardían con luz mortecina ahogando las penumbras. Los sonidos huecos que producían sus pasos, herían la tranquilidad que reinaba en el lugar, como si ella quisiera robar la atención de todas aquellas almas que buscaban un consuelo en sus oraciones. Su mirada no estaba posada en ningún sitio en particular y aun así se atrevió a penetrar en sus mentes, en ese misterio que todo ser humano oculta en sus pensamientos. Eran como libros abiertos ahora. Observó cómo sujetaban sus ramos de rosas, sus ofrendas al altar principal, algunos de ellos no poseían mucho color ya. Los murmullos que los salmos pronunciados en los labios de aquellos extraños infestaban la catedral, aquí y allá las escenas se repetían.

Esos sentimientos de redención y confidencia entre almas mortales y la divinidad que pendía de una cruz eran reales. Se podía palpar la autenticidad en sus plegarias. Cada ápice al interior era auténtico: Los cuadros remarcados en oro con imágenes profetizadas en los salmos, imágenes y estatuillas a quienes se les rendía tributo, pero ella era solo un artificio, una extraña que estaba intentando comulgar y depositar sus penas. No era más que una bruja. Una bruja que en sus manos el demonio había depositado tales dones para hacer estallar los ventanales. Sus manos se mantuvieron ocultas en los bolsillos, esas manos que habían destruido anteriormente. Una mueca sínica se dibujó en sus labios rosados. Y un poco antes de hincarse e iniciar el ritual para santiguarse la duda asaltó a su mente. ¿Sería un crimen que sus pies mancillaran este sagrado recinto con tales pecados cometidos?

Y es que el Señor es capaz de perdonar hasta al asesino más despiadado. ¿Por qué a ella no? Las enormes velas de cera resplandecían, titilando. Como si el aura de aquella hechicera produjera una ventisca. Se llevó la mano a la frente, para sanar sus pensamientos de lujuria, después al pecho para sanar los anhelos carnales que hubiera tenido, hacia el lado izquierdo y derecho haciendo honor a los brazos de la cruz. Y finalmente a los labios, porque no hay ofensa más terrible que las palabras que se dicen sin pensarlas. No podría haber un cinismo más grande que el suyo. La verdad es que a estas alturas esas cosas ya no le preocupaban, y estaba tan acostumbrada a mentir, a vivir por su imagen, que si la Santa Iglesia le pedía asesinar lo haría. Necesitaba los medios para encontrar a su padre, muy en su interior sabía que sola no podría lograrlo y que mejor arma que la otorgada por vía divina.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Mar Feb 25, 2014 8:12 am

Desde el inicio de la que podría considerarse como su segunda vida y tras haber permanecido con los humanos el tiempo suficiente para estudiar su historia, educación, reglas y diversas ramas sociales, no había hecho otra cosa que sorprenderse con ellos. Le sorprendía sus aciertos tanto como sus errores pero aun mas, los medios que empleaban para ocultar esos errores. Sus pasiones y miedos bailaban una danza intrincada en una doble moral que le causaba nada más que deleite

Ah y su fe! Que alzaba espíritus, sanaba cuerpos y mataba cientos. Esa necesidad de creer que su destino y sus pecados serian absueltos si rezaban lo suficiente, si se comportaban como terneros obedientes a los perros pastores ¿no era acaso enternecedor? El cómo creían fielmente que de ser buenos niños serian recompensados en algún momento y que de desviarse o cuestionar el camino serian merecedores de un dolor sin par en el fuego eterno del infierno. Ah pero jamas debían cuestionar que el señor era misericordioso, que los amaba!

Que simpáticos le resultaban todos esos conceptos!

Por eso no podía evitar el estar allí, sentada estoicamente observando a su especie favorita aunque adormeciéndose con el susurro sus plegarias y sus hermosos canticos. Su mirada se paseaba por entre todas las cabezas de los presentes solo para detenerse en las personas de poder que asistían por obligación cristiana, quizás social como ejemplo de los congregados aunque lejos estuvieran de ser los borregos que la iglesia deseaba, no que a la cambiaformas le importase, era mas divertido de ese modo el descubrir sus pequeños secretos que caían a la luz de sus propios labios, con movimientos y gestos que podrían pasar desapercibidos para el ojo humano pero no para quien los tenia como primer dialecto.

Uno a una las personase fueron retirando y la obscuridad comenzó a gobernar el lugar dándole un aspecto tétrico e imponente con las pocas luces que iluminaban el lugar. En aquella forma sus ojos tenían dificultad para ver en detalle sus alrededores pero no era necesario, su afinada nariz captaba el olor de todo lo que se movían, incluyendo la mujer que acaba de entrar. Redoblo el paso en un trote ligero para que sus ojos terminaran de confirmar lo que su instinto le decía: Una bruja! No una cualquiera por supuesto, caminaba con tal porte y seguridad que se sabía segura dentro del fuego …o era la que encendía dicho fuego

Sonrió para sus adentros al verla arrodillarse y rezar. Era tan irónico! Apresuro más sus pasos hasta sentarse a su lado, apenas conservando la distancia mínima y sin esperar ningún comentario, la imito apoyando sus dos patas, largas y blancas, sobre el asiento de enfrente y enterrando la cabeza entre sus “antebrazos” con los ojos cerrados en una burla silenciosa

Su cola, larga y peluda, caía sobre uno de los pies de la joven y servía como única conexión para poder llevar una conversación – “¿Por qué estas rezando?”- resonó en la cabeza de la joven bruja con tan claritud que podría haber sido dicha en voz alta, pero nadie más estaba allí y el perro parecía ajeno a su alrededor concentrado en su rezo

por **Anne-Lise Buchanan** Vie Feb 28, 2014 7:34 pm

“Aquí está la esclava del Señor;
Hágase en mí según tu palabra.”

Si, era solo a Él a quien todos mostraban respeto, estaba ahí en la cruz, contemplando las almas pecaminosas, sucias y viles. Se mantuvo fundida con sus pensamientos y al mismo tiempo su aura le indicaba el peso enorme que cada una de esas personas llevaba sobre sus hombros. Asesinos, cobardes, mentirosos. Todos recurrían a Él cuando se hallaban perdidos. Le causaba cierta gracia verles perdidos en sus oraciones. Momento, se había olvidado que ella también era parte de esa escoria. El acto siempre era perfecto, arrodillarse, pedir por el eterno descanso de su madre a quien toda su vida había odiado y deseaba ahora mismo que se encontrara pagando sus culpas en las incesantes brazas del infierno. Sí. Ahora estás pagando por todo el daño que me hiciste repetía en su interior. Señor perdóname, ten piedad de mí, porque soy tu esclava ahora y en mis manos has depositado tales dones para otorgar castigo a los impuros.

No estaba segura de todo aquello. Todas esas palabras las había utilizado antes y era tan solo una fachada, una línea que tomaba forma caprichosa en el lienzo de esta dualidad con la que siempre había jugado a engañar al resto de las personas, porque de un tiempo acá, todo había de ser a su forma, en el tiempo y modo que ella quería. Libérame de este pesar que he cargado tanto tiempo. Dame la luz para poder caminar en las penumbras y ser el verdugo de estos mortales. Solo necesitaba un favor, un milagro como cínicamente se le llama a ese último recurso. Solo uno. Y entonces el acto habría llegado a su fin. El olor de las rosas ubicadas en el altar principal le traía recuerdos de su infancia, recuerdos que hubiera querido sepultar en su momento, plagada de mimos y cosas banales y en esta comunión entre sus aterradoras memorias y verdades amargas no hacía falta nada.

Apenas pudo vislumbrar la presencia de alguien ajeno a esta reunión. Un halo distinto. Se mantuvo con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, mantuvo esa postura, el rechinar del peso de aquella presencia le advirtió la cercanía, la poca distancia que se mantenía como brecha entre ambos seres sobrenaturales. No había necesidad de abrir los ojos, la presentación estaba de más, nunca había sido así y en esta ocasión no sería la excepción. Un escalofrío recorrió su espina dorsal alertándole de la naturaleza de esta criatura y fue en cuestión de segundos que sus mentes estaban en contacto. La pregunta resonó en los pasillos de su mente. Sonrió, puesto que no había encontrado a alguien con tales dones y entonces respondió.

-Sería una pérdida de tiempo darte explicaciones, es más que obvio que tanto tú como yo necesitamos mantener la imagen para poder caminar entre toda esta hipocresía. En realidad no rezo, te habrás dado cuenta de eso ya.-

Había invadido su confesión y se sintió un tanto molesta pero interesada en conocer un poco más a la chica, quien a juzgar por su aura no pertenecía al resto de la humanidad.
-Dejemos esta farsa ¿quieres? Mi nombre es Rowan. –confesó.

Estaba advertida de las capacidades de aquella joven y tal vez la burda imitación de oración que ella realizaba le estaba dando una respuesta. Rowan estaba sola en la ciudad y un poco de compañía nunca está mal, siempre y cuando no le cuestionara tanto. Una desconocida pero con tremendos dones, no la dejaría ir tan fácilmente, la fe podría mover montañas, pero bien sabía que una guerra no se gana con tan solo eso. En cierto punto de su vida se había dado cuenta que por más que negara sentirse olvidada por los suyos tenía un enorme vacío que siempre había llenado con caprichos y desplantes. Prefirió mantener la respuesta real flotando en su conciencia por un tiempo puesto que no estaba tratando con alguien común y había sido engañada antes y esa desconfianza le daba cierta seguridad hoy en día. Después de todo su ahora oyente era un engaño también, un artificio.

por **Amethyst C. Tsartsaris** Dom Mar 09, 2014 4:45 am

El saluki mantuvo su posición por unos segundos más, riendo en la cabeza de la bruja. Por supuesto que caminaban entre la hipocresía que habitaba en las 4 santificadas y muy bien decoradas paredes pero también era cierto que ambas estaban allí por un motivo, aparentemente, propio. Nadie había forzado a la griega a entrar a la iglesia y dudaba de que hubiera sido diferente para la hechicera quien no parecía estar particularmente cómoda dado su tono de voz. La observo de reojo y supuso que tampoco estaba allí para maravillarse del comportamiento de sus colegas humanos o para estrechar manos con los altos cargos. Aunque pudiera haberlo hecho si asi lo deseaba. Sus ropas y perfume la delataban como una dama de los más altos círculos sociales de la misma forma que su esencia y gestos le hablaban de una persona fuerte y que no se dejaría avasallar fácilmente. Le resultaba increíble que acudiera a la iglesia y aun mas, que negara estar allí para lo que su postura tanto indicaba -Si supiera que no rezabas, no hubiese preguntado – mas risas alegres que parecían burlarse pero que sin embargo no tenían la menor intención de ello. Era la verdad y por cual nunca ofendía

Bajo sus patas delanteras y volteo a observarla con sus ojos almendrados y oscuros – Mi apariencia es la de un perro, muy hermoso y de pedigree, sentado junto a su amo ¿crees que alguien sospecharía algo de mi?¿Qué me exigiría algo mas que un comportamiento ejemplar? -apuntó antes de reír más bajo con picardía. Lo cierto es que la iglesia estaba casi vacía a esa hora salvo por los miembros de la iglesia que se dedicaban a encender las velas y visitar a las ultimas almas que quedaban en el lugar que poco repararían en la figura de la joven y el canino a sus pies.

-Rowan –dijo, probando como sonaba – Suena bien, fuerte y decidido. Tu puedes decirme como quieras, igual siempre lo hacen cuando me encuentro en esta forma y no te rebusques demasiados. He tenido apodos tan penosos que dudo puedas empeorarlos – levanto los labios con disgusto al recordar como en anteriores ocasiones los niños con toda su gran ingenio la habían bautizado “Papuf” para que una semana después una señora irlandesa decidiera nombrarla “White Star Comet of Galore”. Aun no estaba segura de cual era más extraño o le hacía más gracia. – Aunque si asumo que sabes lo que soy de la forma en que yo se lo que eres así que ilústrame, bruja. Si no sientes culpa por la cual rogar clemencia ¿Qué te trae aquí? No pareces la clase de mujer que se sienta a esperar que las cosas sucedan por arte y magia de un dios – se levantó con suavidad y jalo de su vestido para que la siguiera en un recorrido por los pasillos del lugar. Si veían a la mujer hablando con el animal la tildarían de loca o sentimentalista – Así como debes estar consciente de la creencia de los pastores de este Amo al que dicen obedecer. A ellos no les agradan las ovejitas que usan magia como tu y sin embargo… aquí estas! Sin que ninguno de ellos pueda reconocerte, con un disfraz casi tan perfecto como el mío – llevo la mirada hacia la figura de uno de los santos que había sobrevivido los arrebatos que las revoluciones había traído. ¿Sabría el que los herejes y demonios caminaban por su casa? Le dedico una sonrisa tan amplia como sus labios le permitían en aquel estado y siguió caminando junto a la bruja.

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