AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A veces para iniciar de nuevo se tiene que olvidar el pasado {Privado}
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A veces para iniciar de nuevo se tiene que olvidar el pasado {Privado}
Antes de Crystall, Dalma no tenía ningún clase de recuerdo, no conocía su vida mortal, no sabía su edad, la época o donde había nacido. Hablaba húngaro, holandés, francés y ruso; sin embargo, no se consideraba haber nacido en un lugar de esos en concreto y no le interesaba. Era un fantasma errante, un desolado espectro que estaba próxima a perder su identidad, volverse una alma, vacía y sin motor intelectual que la hiciera ir de un lugar a otro, aferrarse al último lugar en el que se encontraba.
Pero entonces se encontró con Crystall y todo cambió. La llamó su niña y con su fuerza se sacudió los indicios de barbarismo para proponerse cuidar de ella. Conforme crecía se enamoró de ella, y no creía que nada podía hacerle cambiar de opinión, de alejarse de Crystall, la niña que le devolvió a la vida inyectándole una razón para vivir. Sin embargo, comenzó a suceder algo en la vida de Crystall, no fue la época en la que se dejó consumir por la oscuridad o cuando se casó con su hermano dejándose seducir por el incesto.
La razón de todo era Benelope, la vampiro que le entregó eso que perdió… los recuerdos. Había sido amante de Violante y ´éste mismo la había mandado a matar, había sido violada y después ejecutada por la guardia real; y pero algo la ató al mundo terrenal, esa razón que perdió pero que ahora conocía y ejecutaría. Se alejó de Crystall dejándola, rompiendo la promesa que se hizo a sí misma. La vida continuamente le había golpeado desde que conoció a Violante por eso lo único que creyó la mantendría en paz era olvidando todo lo que pudiera relacionarlo con él.
Dentro del mundo terrenal, Dalma caminaba como si se tratara de un humano más, disfrazada con su corporeidad, buscando algo que le ayudase a tener una nueva vida, necesitaba una aventura, quizás alguien al que cuidar con ese sentimiento maternal con el que había cuidado a Crystall. Quería otra niña a la que poder cuidar.
Pero entonces se encontró con Crystall y todo cambió. La llamó su niña y con su fuerza se sacudió los indicios de barbarismo para proponerse cuidar de ella. Conforme crecía se enamoró de ella, y no creía que nada podía hacerle cambiar de opinión, de alejarse de Crystall, la niña que le devolvió a la vida inyectándole una razón para vivir. Sin embargo, comenzó a suceder algo en la vida de Crystall, no fue la época en la que se dejó consumir por la oscuridad o cuando se casó con su hermano dejándose seducir por el incesto.
La razón de todo era Benelope, la vampiro que le entregó eso que perdió… los recuerdos. Había sido amante de Violante y ´éste mismo la había mandado a matar, había sido violada y después ejecutada por la guardia real; y pero algo la ató al mundo terrenal, esa razón que perdió pero que ahora conocía y ejecutaría. Se alejó de Crystall dejándola, rompiendo la promesa que se hizo a sí misma. La vida continuamente le había golpeado desde que conoció a Violante por eso lo único que creyó la mantendría en paz era olvidando todo lo que pudiera relacionarlo con él.
Dentro del mundo terrenal, Dalma caminaba como si se tratara de un humano más, disfrazada con su corporeidad, buscando algo que le ayudase a tener una nueva vida, necesitaba una aventura, quizás alguien al que cuidar con ese sentimiento maternal con el que había cuidado a Crystall. Quería otra niña a la que poder cuidar.
Última edición por Dalma Folckò el Dom Mar 02, 2014 12:04 pm, editado 1 vez
Dalma Folckò- Fantasma
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Re: A veces para iniciar de nuevo se tiene que olvidar el pasado {Privado}
La noche había resultado demasiado dura para la pequeña cambiaformas, que tras resguardarse en sus cartones, justo en aquel instante empezó a llover, logrando empapar su escondite y también a ella, que tiritando se acurrucó más en su especie de cabaña, que no eran más que sus preciados cartones. El agua no cesaba de las oscuras nubes que cubrían por completo el cielo de París. Ni un alma errante paseaba por la calle a esas altas y tan tardías horas, en la que solo la pequeña se atrevía a aventurarse. La pequeña sacó la cabeza y mojándose el cabello y el rostro, alzó la mirada a las nubes, esperando que terminara de llover.
— No me gusta el agua. —Susurró tras unos segundos volviéndose a acurrucar pensando en convertirse en la felina, pero aún menos a su gatita le gustaba el agua. Con un suspiro escondió su cabeza entre sus bracitos y abrazándose a si misma, dándose calor, empezó a cerrar los ojitos, dejándose llevar por el ruido del agua al salpicar la tierra, hasta que finalmente pensando en Gusztáv que hacia una noche no lo veía, terminó soñando con su madre.
Los rayos del sol de la mañana lograron despertar a la pequeña, que con su escondite totalmente mojada y esparcido por el suelo, se encontraba tumbada en el frío suelo, con signos de haber llorado en la noche. Al principio entrecerró el ceño confundida y perdida al verse en aquel lugar, pero a los pocos minutos al llegar a entrever sus cartones, le vino todo a la memoria y rápidamente se levantó. Se miró el vestido sencillo que llevaba y el cual había sido un regalo y con las manitas intentó limpiárselo sin demasiado éxito. Estaba llena de barro, ya que el agua de la noche se había mezclado con la tierra y ella dormida había caído en un charco. Cuando terminó de quitarse lo que pudo de suciedad, se giró hacia su escondite y lo miro todo con preocupación. Debía volver a poner los cartones en pie, y parecían que estos mojados y húmedos no servirían más, pero debían hacerlo. Era todo lo que tenia.
— No me gusta el agua. —Susurró tras unos segundos volviéndose a acurrucar pensando en convertirse en la felina, pero aún menos a su gatita le gustaba el agua. Con un suspiro escondió su cabeza entre sus bracitos y abrazándose a si misma, dándose calor, empezó a cerrar los ojitos, dejándose llevar por el ruido del agua al salpicar la tierra, hasta que finalmente pensando en Gusztáv que hacia una noche no lo veía, terminó soñando con su madre.
“—Mama! Mamá! ¡Mira que te traí!— Corría por el bosque hacia su madre con un pescado que por si sola, tras muchos intentos lo había cazado en uno de los arroyos cercanos. Sus pequeñas piernas a instantes se desestabilizaban, y en alguna ocasión terminó en el suelo, levantándose riendo perdidamente alegre y feliz de su hazaña, de la que solo deseaba correr más rápido para llegar a contárselo antes a su madre.— Mamá, Mamá.. es un pescado. Conseguí atrapar uno de aquellos que siempre se me escapaban. ¡Ya crecí! Ya puedo con ellos!— Celebraba con su dulce voz llegando a la cabaña donde su madre gata debía estar donde la había dejado. Rápidamente se adentró en la cabaña y cerrando la puerta tras de si, fue a su madre que en un rincón permanecía tumbada y con la mirada perdida. Puso delante de ella el pez que aún movía su cola y esperando que su madre fuera a por él, se sentó y le acarició las orejas. El pelaje de su madre era más suave que el suyo, casi plumoso, largo y abundante, nunca se cansaba de acariciarlo. —Solo hace falta que algún día sepa hacer un fuego, y entonces podremos asar la comida. Ya no habrá más ratas para comer, y las que tan mal huelen. —Dijo haciendo una pequeña mueca, riendo seguidamente. No obstante bajo sus caricias y ante el pez su madre no parecía responder. —¿Mamá? ¿Te encuentras bien? No… no te gustó el pez?— Su voz se rompió por el dolor, al ver que su madre no se movía. —Mamá…Estas muy fría. —Dos lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas. No podía controlar la pena que sentía y pese a no saber que ocurría, el lagrimal de sus ojos por si solo, conocedor de lo que ocurría dejó que siguieran a las primeras más tristes lágrimas. —Yo te daré calor…te abrazaré, mamá. Para que no tengas frío.—Dijo antes de tumbarse al lado del cuerpo de su madre en forma de gata blanca y quedándose abrazada a ella y con la cabeza apoyada en el pecho inmóvil de su madre, fijó la vista en el pez, cual había dejado ya de saltar.”
Los rayos del sol de la mañana lograron despertar a la pequeña, que con su escondite totalmente mojada y esparcido por el suelo, se encontraba tumbada en el frío suelo, con signos de haber llorado en la noche. Al principio entrecerró el ceño confundida y perdida al verse en aquel lugar, pero a los pocos minutos al llegar a entrever sus cartones, le vino todo a la memoria y rápidamente se levantó. Se miró el vestido sencillo que llevaba y el cual había sido un regalo y con las manitas intentó limpiárselo sin demasiado éxito. Estaba llena de barro, ya que el agua de la noche se había mezclado con la tierra y ella dormida había caído en un charco. Cuando terminó de quitarse lo que pudo de suciedad, se giró hacia su escondite y lo miro todo con preocupación. Debía volver a poner los cartones en pie, y parecían que estos mojados y húmedos no servirían más, pero debían hacerlo. Era todo lo que tenia.
Nalia- Cambiante Clase Baja
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Re: A veces para iniciar de nuevo se tiene que olvidar el pasado {Privado}
Mientras caminaba no pudo evitar evocar esos recuerdos que tenía de Crystall cuando era una pequeña inocente, con esa sonrisa maravillosa y llena de energía y vitalidad. Su niña, la que encontró un día en los campos de la Haya y volvió a entristecerse. Sabía que Crystall volvería a ser feliz, que no era dependiente de Dalma, pero ella no tenía un destino propio, temía que se perdiera en el olvido y se convirtiera en un espíritu errante, un alma sin consciencia. A lo lejos finalmente vio a una pequeña que levantaba unos cartones mojados. Se quedó ahí parada, observándola con ternura y a la vez triste de ver la situación en la que se encontraba.
El pequeño rostro angelical de la niña enamoró a Dalma y aún en forma corpórea caminó hasta la pequeña y recogió uno de los cartones mojados del piso llamando la atención de la niña. Dalma llevaba un vestido que insinuaba ser de a lo mucho de clase media así que creía que ella no se vería amenazada o insultada si se tratara de una mujer de clase alta que veían a niñas como ella con desprecio, aunque no lo sabía, quizás era una de esas niñas que estafarían o robarían para sobrevivir. Nada le importaba a Dalma, ella poseía dinero pero realmente no lo necesitaba, a diferencia del resto de los seres ella no perdía materialmente nada, y nada podía hacerle daño físicamente aunque desearía que tampoco sufriera sentimentalmente.
—Hola pequeña, mi nombre es Dalma— le dedicó una maternal sonrisa y le miró con ternura terminando de levantar todos los cartones, luego ella se agachó hasta estar a la altura de la pequeña. —¿tienes hambre pequeña?— continuó y acarició su cabello húmedo. —No me tengas miedo pequeña no te haré daño— dijo asegurándose de que confiaría en ella, —¿sabes? Estoy sola, no tengo a nadie ¿quieres ser mi amiga?— sonrió alegre, se levantó extendiéndole la mano para estrecharla y así caminar.
El pequeño rostro angelical de la niña enamoró a Dalma y aún en forma corpórea caminó hasta la pequeña y recogió uno de los cartones mojados del piso llamando la atención de la niña. Dalma llevaba un vestido que insinuaba ser de a lo mucho de clase media así que creía que ella no se vería amenazada o insultada si se tratara de una mujer de clase alta que veían a niñas como ella con desprecio, aunque no lo sabía, quizás era una de esas niñas que estafarían o robarían para sobrevivir. Nada le importaba a Dalma, ella poseía dinero pero realmente no lo necesitaba, a diferencia del resto de los seres ella no perdía materialmente nada, y nada podía hacerle daño físicamente aunque desearía que tampoco sufriera sentimentalmente.
—Hola pequeña, mi nombre es Dalma— le dedicó una maternal sonrisa y le miró con ternura terminando de levantar todos los cartones, luego ella se agachó hasta estar a la altura de la pequeña. —¿tienes hambre pequeña?— continuó y acarició su cabello húmedo. —No me tengas miedo pequeña no te haré daño— dijo asegurándose de que confiaría en ella, —¿sabes? Estoy sola, no tengo a nadie ¿quieres ser mi amiga?— sonrió alegre, se levantó extendiéndole la mano para estrecharla y así caminar.
- off:
- Disculpa por no avisarte de mi ausencia pero fue algo que me impidió hacerlo, de hecho la ausencia la publicó mi primo y como no sabía con quienes tenía que tratar no te consultó XD espero que no haya inconveniente en continuar
Dalma Folckò- Fantasma
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Fecha de inscripción : 23/12/2012
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Re: A veces para iniciar de nuevo se tiene que olvidar el pasado {Privado}
Con desesperación y tristeza la pequeña cambiaformas volvía a poner los cartones en su sitio y como debían de estar, unos sobre otros sin demasiado éxito. La lluvia los había dejado tan mojados que para nada servían a menos de limpiar el suelo o permanecer allí tirados. La niña los miró con visible tristeza y negó para sí, sin dejarse rendir tan fácilmente. Volvió a insistir, y de nuevo caían. Sin dejarse vencer nuevamente se volvió a buscar los demás cartones que quedaban en el suelo, en un intento desesperado para probar si ellos aún podrían ir bien y no encontrarse tan mojado, cuando se dio cuenta de la presencia de la joven que la observaba.
La observó atentamente, temerosa en primera instancia de que fuera a gritarla o a echarla de aquel rincón en el que acostumbraba a dormitar en las noches, cuando con sorpresa vio como esta le ayudaba a recoger los cartones restantes, levantándolos. — Yo soy Violette. —Dijo con una suave sonrisa tras unos segundos en silencio en que pensaba si debía o no contestarle. No era culpa de ella ser tan tímida y precavida a veces. La vida bien se había encargado de ser cruel con ella desde una temprana edad y muchas veces el contacto con la gente, al verla por las calles no habían resultado finalmente momentos gratificantes para la pequeña. Dejó que se le acercara, hasta tenerla frente a sí y a su nivel, hasta que sin poder prever aquel movimiento, la joven le acarició el cabello y sintió ganas de llorar. Hacía mucho tiempo nadie la tocaba de aquel modo, solo para reconfortarla.
— Siempre tengo hambre…—Confesó sintiendo que debía no mentirle a aquella joven que la observaba de forma que ni su propia madre la había mirado cuando aún ella yacía en vida. Negó ante las palabras de la joven. — No os tengo miedo…es solo que no deberíais tocarme. Estoy sucia y no desearía que os ensuciarais por mí vuestras ropas, ni que os enfadéis conmigo. — No pudo no decirlo, en una parte de ella temía por que luego le fuera a reñir o por que se ensuciara aquel vestido por su culpa. Sonriendo suavemente sintiéndose de pronto avergonzada por su propio estado, durante unos segundos no supo que hacer. Deseaba darle la mano a la joven y alejarse de allí, pero si se alejaba mucho podrían robarle o podrían desaparecer sus cartones. Y sin cartones volvería a dormir en la calle. Así que miró a los cartones, a su rincón y luego a ella. El estómago le rugía acostumbrada a oír aquel ruido, ni le prestó atención. —Puedo ser tu amiga si estás sola…solo que no puedo alejarme de aquí. Los cartones suelen desaparecer si me voy lejos y nadie me deja entrar en sus casas. No puedo alejarme de aquí. —Susurró sin saber si darle la mano o no, viéndola confundida, por más que se moría de ganas por aceptar aquella mano. — ¿Dónde iréis?
La observó atentamente, temerosa en primera instancia de que fuera a gritarla o a echarla de aquel rincón en el que acostumbraba a dormitar en las noches, cuando con sorpresa vio como esta le ayudaba a recoger los cartones restantes, levantándolos. — Yo soy Violette. —Dijo con una suave sonrisa tras unos segundos en silencio en que pensaba si debía o no contestarle. No era culpa de ella ser tan tímida y precavida a veces. La vida bien se había encargado de ser cruel con ella desde una temprana edad y muchas veces el contacto con la gente, al verla por las calles no habían resultado finalmente momentos gratificantes para la pequeña. Dejó que se le acercara, hasta tenerla frente a sí y a su nivel, hasta que sin poder prever aquel movimiento, la joven le acarició el cabello y sintió ganas de llorar. Hacía mucho tiempo nadie la tocaba de aquel modo, solo para reconfortarla.
— Siempre tengo hambre…—Confesó sintiendo que debía no mentirle a aquella joven que la observaba de forma que ni su propia madre la había mirado cuando aún ella yacía en vida. Negó ante las palabras de la joven. — No os tengo miedo…es solo que no deberíais tocarme. Estoy sucia y no desearía que os ensuciarais por mí vuestras ropas, ni que os enfadéis conmigo. — No pudo no decirlo, en una parte de ella temía por que luego le fuera a reñir o por que se ensuciara aquel vestido por su culpa. Sonriendo suavemente sintiéndose de pronto avergonzada por su propio estado, durante unos segundos no supo que hacer. Deseaba darle la mano a la joven y alejarse de allí, pero si se alejaba mucho podrían robarle o podrían desaparecer sus cartones. Y sin cartones volvería a dormir en la calle. Así que miró a los cartones, a su rincón y luego a ella. El estómago le rugía acostumbrada a oír aquel ruido, ni le prestó atención. —Puedo ser tu amiga si estás sola…solo que no puedo alejarme de aquí. Los cartones suelen desaparecer si me voy lejos y nadie me deja entrar en sus casas. No puedo alejarme de aquí. —Susurró sin saber si darle la mano o no, viéndola confundida, por más que se moría de ganas por aceptar aquella mano. — ¿Dónde iréis?
Nalia- Cambiante Clase Baja
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