las ilusiones a veces nos ayudan a encontrar un nuevo camino (privado)

por **Catalina De Gante** Sáb Ene 24, 2015 7:13 pm

"Toda persona debe decidir una vez en su vida si se lanza a triunfar,
arriesgándolo todo, o si se sienta a ver el paso de los triunfadores".-
Thomas Alva Edison

Había llegado antes de tiempo, en verdad varias horas antes, aun la sala se encontraba ocupada y no podría repasar sus líneas, en el escenario, como le gustaba hacerlo antes de la función. Catalina resopló algo fastidiada, no tenía por qué hacerlo ya que en verdad su actuación sería el día siguiente en la función principal de la noche. Pero toda escusa era suficiente justificativo para salir de su hogar, aun le costaba acostumbrarse a la soledad luego de haber vivido en compañía de Nuño durante muchos años. Por eso, era parte de su rutina, tomar el primer coche de alquiler que pasara delante de la puerta de su casa y lanzarse a descubrir la ciudad. Fue así como había descubierto que buscaban una actriz para una nueva obra, en el teatro. No era un puesto especial, mucho menos de primera actriz, pero a ella no le importaba. Lo fundamental radicaba en las interminables horas que debería usar para aprender el papel y practicar, además así no estaría sola o encerrada entre las paredes del departamento.

Ya había pasado un mes desde que había comenzado a trabajar en el teatro. Muchos la felicitaban, porque sin experiencia alguna, los pequeños papeles le salían bastante bien. Pero Catalína se esforzaba todo lo posible, por esa razón los utileros, los encargado del teatro le permitían que estudiara sus líneas en el escenario, lo que menos deseaba era que al no conocer el lugar, chocara accidentalmente con los objetos y provocara algún desastre en plena función. Luego de tomar una taza caliente de chocolate, en el café del teatro, se dispuso a husmear el lugar. Los ruidos que provenían de la sala del teatro, pronto llamaron su atención. Se acercó sigilosa, abrió la puerta de doble hoja y se escurrió dentro del lugar. Oculta entre las pesadas cortinas que aplacaban el murmullo proveniente de la entrada y de la calle, se quedó extasiada, como cuando era pequeña. Una sonrisa se formó en sus labios, y sus ojos brillaron de emoción, como hacía meses que no pasaba.

Cuando creyó conveniente, se volvió a escurrir, esta vez hasta la última butaca de la fila más alejada al escenario, embozada en su capa de terciopelo negro, con la capucha que le ocultaba gran parte de su rostro, se acomodó a seguir disfrutando de aquel espectáculo.

por **Derek Van Wijs** Mar Ene 27, 2015 10:01 pm

El panorama no estaba del todo claro para Derek, existía una duda que lo estaba carcomiendo. Su destino había sido tocado por Ivette y no podía olvidarla, incluso ahora que daría una función en pocos días y aunque pensar en ella no desgastaba su gran espectáculo, si lo hacía físicamente cuando era él y no el ilusionista. Aquel arrogante arquitecto que muestra mundos fantásticos a la gente ordinaria y uno que otro sobrenatural o igual a él. Por supuesto, la mayoría de ellos justificables para los ojos exquisitos, inquisitivos y de magos que como en todas sus funciones van a ver que pueden aprender y en el peor de los casos hacer quedar mal al mago.

El ilusionista ya se había enfrentado a un mago de segunda y con su arrogancia así como una prepotencia abismal terminó humillándolo frente a la corte de Kiev. En esas giras que tenían un propósito… Encontrar a su hermosa gitana y sólo eso. Ya el chico que ansiaba la fama y la fortuna se había ido hacía mucho y en ironía la otra cara de Derek ya lo tenía a grandes proporciones, y sin embargo, los pensamientos en Ivette eran más enriquecedores que el dinero y las joyas que ostentaba el ilusionista. A los ojos de Derek los diamantes se convertían en pedazos de carbón.

Dejó caer el telón, en el plató ya estaba preparada una jaula de cristal llena de agua en compañía de un montón de cadenas tiradas en esa madera templada; además, una mesa larga, un sombrero de copa, un bastón con un pedazo de diamante tan grande como su propio puño, aros metálicos de tamaños variados, pañuelos de todos colores, sogas, una mesa pequeña y redonda, un par de manteles negros, guantes blancos, una capa de dos caras -rojo y negro-, naipes, un frutero con manzanas, cinco cimitarras, diez botellas de perfume vacías, cartones, un mechero de aceite, cuatro sillas oscuras, un reloj de arena de tres metros vacío y una charola de plata con una docena de todos los cubiertos para una cena de gala.

Se sentó en una silla, él vestía un pantalón negro inmaculado, una camisa blanca con gemelos de oro; pero un saco viejo, con parches en las mangas, sin botones y sin bolsos exteriores. El saco para el gusto de la alta alcurnia y sobre todo para el ilusionista un asco, una porquería y un total insulto llevarlo puesto. Pero en ese momento era Derek y perdiendo su vista a la nada llevó una de sus manos a la frente. No entristeció, pese a que la postura indicara eso, porque tampoco se puso serio, sino, sonrió era evidente que pensaba en Ivette. En su cuerpo desnudo junto al suyo, sí en esa jovencita que estaba por salir de la niñez y que él la volvió adulta. Sus ojos se cerraron excitándose y dejándose consentir por más de quince minutos por fin se dispuso a ensayar.

Como era su precaución dio una vuelta por el escenario asegurándose que no hubiera fisgones, pagó una pequeña fortuna -para él- al dueño del teatro para que asegurase de que no entrara nadie, mas no estaba demás echar un vistazo para cerciorarse de que el viejo hubiera cumplido. Cerró sus ojos aclarando ese sentido que le permitía ver el futuro y exploró un poco, sabía que no era 100% certero pero de ver algo que le augurara un posible intruso se iría de ahí. Nada, la premonición no le mostró más que a él haciendo sus trucos e inclusive ilusiones generadas por su poder sobrenatural.

Caminó nuevamente al centro. Levantó sus dedos, luego, chasqueó los dedos de ambas manos y aquel insultante sacó se convirtió en un elegante, giró la cabeza hacía la mesa, creó una ilusión de él posando al público y ocultándose con su magia caminó hasta la capa y el sombrero de copa que hizo desaparecer a la vista; posteriormente se encaminó hasta donde estaba su ilusión dando un discurso. Se colocó la capa y el sombrero. La ilusión hizo que apareciese una cortina de humo que lo cubrió y haciéndola desaparecer se presentó el ilusionista con la capa y el sombrero. Aunque técnicamente parecía laborioso, cualquier ojo sólo veía desaparecer las prendas, la cortina de humo y de nuevo a él ya vestido.

Hizo un movimiento a su izquierda haciendo una extensión de su brazo y con su dedo índice señalando a los aros, con su poder los hizo desaparecer creando una ilusión de los míos, los que, fue levantando, haciéndolos girar sobre su propio eje, en ocasiones se combinaban o exhalaban fuego. Retrajo el brazo y el aro convertido en un portal de fuego se dirigió a una gran velocidad hacia él, los cuerpos chocaron. El aro cayó en el suelo apagándose mientras sólo una silueta de humo había reemplazado al ilusionista, otro aro se acercó colocándose encima de la figura y dejó caer agua mostrando en su caída nuevamente al ilusionista que ya vestía de azul aunque saliendo humo de su sombrero. Se lo quitó de la cabeza y dándole un golpecito en la orilla salió volando una paloma disipando el humo. El ilusionista hizo una reverencia y entonces en su mente apareció una silueta femenina acomodada en un palco. Derek se desconcertó pero el ilusionista se reincorporó y con ojos furiosos contempló el lugar. No veía nada pero no continuaría su ensayo, al menos él no físicamente. Creó una ilusión de sí mismo haciéndose desaparecer y mientras su imagen continuaba con el espectáculo él recorría el teatro.

No se equivocó, la encontró en las últimas filas, resguardando su rostro, un rostro que apareció en la mente de Derek. Se encaminó en silencio hasta donde estaba ella y se sentó justo atrás de ella. —¿Lo está disfrutando?— le susurró al oído, se acomodó en su asiento, cruzó las piernas desvaneció la ilusión del plató y se dejó ver.

por **Catalina De Gante** Mar Ene 27, 2015 11:21 pm

Catalina, disfrutó de todo lo que el mago estaba realizando, hasta que los trucos, comenzaron a volverse cada vez más peligrosos. Cuando el fuego parecía que lo heriría, tapó su boca para no gritar, su corazón latía con tanta fuerza, que parecía, que sus latidos se escucharían como golpes de un pequeño tambor en el silencio del teatro vacío, haciendo que el ilusionista se percatara de su presencia. Con sus manos cubría en parte sus ojos, y se hundía en el asiento buscando refugio, temía que alguno de los trucos fracasara, lastimando al caballero, que se encontraba solo, sin ningún asistente, nadie pudiera socorrerle.

En varias ocasiones, quiso levantarse y correr hacia él, segura de que se habría lastimado.
Su mirada se fijó en las manos que con agilidad manipulaba los objetos. En todos los años que había vivido al lado de Nuño, en España, muchas veces habían pasado sus días en la corte del rey y disfrutado de innumerables espectáculos de entretenimiento, por supuesto, no faltaban los magos e ilusionistas, pero, estaba segura que ninguno de esos espectáculos se podía comparar con el que observaba allí, como única espectadora.

Ni una sola vez el ilusionista había fallado, pero Catalina seguía con su estómago contraído, la angustia en la garganta, temblando por la suerte que podía correr ese hombre. Se preguntó muchas veces en ese intervalo de tiempo que duraba el ensayo, que llevaba a un hombre a poner en peligro su vida y ni una sola vez se pudo responder. Tal vez era que entre ese momento y su vida despreocupada y feliz de hacia tan pocos meses, solo había bastado un segundo, un tonto descuido, para provocar el dolor más atroz que su alma hubiera experimentado.

No supo cuál fue el detonante, o acción, que provocó que estallar aquel sentimiento, pero no pudo contener aquellas lágrimas silenciosas. El mago continuaba con su espectáculo sin ningún temor y con la seguridad de quien lo ha hecho infinidad de veces, mas Catalina continuaba pensando en lo egoístas que eran los hombres, arriesgando sus vidas como si solo poniéndose en riesgo lograran demostrar su hombría. Recordó las infinidades de veces que había suplicado a Nuño que no participara de cacerías, pero él simplemente le besaba antes de partir prometiendo volver, - volver, por supuesto que regresaste – se enojó con el recuerdo de quien alguna vez había amado, - regresaste a mí, con un disparo en el pecho, ¿dónde quedó tu valentía, tu bravura? ¿Tus promesas? – se estaba sintiendo cada vez peor, necesitaba salir de allí, huir como lo había hecho, al dejar su hogar en San Sebastián.

Apretó con sus manos los apoyabrazos de la butaca y se dispuso a levantarse, cuando una voz masculina, le preguntó si estaba disfrutando del espectáculo. Sorprendida, más que asustada, se levantó, chocando con el borde del palco, intentó mantener el equilibrio, logrando aferrase al respaldo del asiento, y así no caer, pues eso hubiera significado, sino la muerte, quedar postrada de por vida.

Lo observó con el ceño fruncido, -me podría haber matado – le espetó, sus manos cerradas en puño, querían caer sobre el rostro y el pecho del extraño, que la había asustado. Le llevó una milésima de segundo darse cuenta que la persona que estaba frente a ella era el mago que se suponía debía estar en el escenario. No dejaba de mirar de un lado a otro, el plató vacío y él allí a su lado, -pero…co…como - arqueó la ceja, estaba furiosa, no porque la hubiera descubierto, ni por que la pudiera echar. Su furia era más simple y visceral, ¿cómo podía haberse puesto en peligro tantas veces para hacer más interesante un espectáculo? ¿Acaso nadie sufriría si él se lastimaba?

Indignada, ni siquiera le dirigió de vuelta la mirada, y aunque debía pasar a su lado para salir de aquel palco, se envalentonó, con sus puños cerrados, su mirada fría como un tempano, - como puedo disfrutar de un espectáculo, donde en cualquier momento puede hacer daño a alguien – dijo exasperada, mordiendo cada palabra. La capa cayo descubriendo su rostro y su dorado cabello, además de sus ojos cubiertos de lágrimas y su nariz respingada roja como una pequeña fresa.

por **Derek Van Wijs** Lun Feb 02, 2015 1:55 am

No fue Derek el que entrecerró los ojos de forma despectiva a las palabras de la intrusa. Se limitó a generar un silencio para que ella pudiera liberar más su malestar, luego, simplemente se levantó, abandonó el palco que en el que se había sentado y bajó al de ella. No sólo encerrándola, pues la única salida se encontraba detrás de Derek; sino también para encararla. Altivo y totalmente enderezado la miró con desdén. —En primer lugar no debió de entrar, segundo, que atrevida de su parte ¿acaso no tiene educación?—le reprendió pero antes de que ella reaccionara como creía que lo haría (empujándolo para poder salir) él dio un paso adelante y la sujetó de los brazos. —Es evidente que no ha visto ninguno de mis espectáculos, al menos no a los que la gente asiste por las noches como Dios manda, sin espiar…—volvió a crear una ilusión, y en el plató nuevamente apareció sentado en una de las sillas.

—Observe allá—la soltó casi de un empujón. —Es muy ingenua si cree que arriesgaría mi vida para entretener a personas que no me interesan. Claro, como buen mago no revelaré mi secreto pero si lo supiera se decepcionaría—mintió, era evidente que no lo haría, se ilusionaría más que decepcionarse e incluso asustarse. Después de todo descubrir alguien que hace realmente magia, o más bien, hace engaños por medio de ilusiones que no tienen otra explicación que lo sobrenatural. —Nadie ha visto lo que ha contemplado, no hago estos tipos de actos—en el plató nuevamente desapareció su figura y continuó —en público y espero que no sea además de entrometida una cotilla—creó una ilusión en su ubicación y él se hizo desaparecer caminando hacía el escenario. En el camino hizo desaparecer la ilusión que estaba frente a la mujer y se mostró bajando las escaleras, después, sin verla creo una ilusión donde se mostró haciendo que ésta se girara para verla y Derek volvió a desaparecer continuando su trayecto. Ya muy próximo al escenario hizo que desapareciera la ilusión y reapareció pero antes de que volviera hacer lo mismo cayó de rodillas alcanzándose a sostener de una butaca para no rodar por las escaleras.

La mente de Derek se llenó de imágenes que no le pertenecían, no era el futuro. Era un pasado lleno de dolor era esa mujer que lloraba a su difunto esposo; por primera vez sintió un dolor desgarrador que no le pertenecía. Las imágenes continuaron, la vio cabalgando junto a él; vio una gran mansión, los vio acostados y de nuevo ella llorando. Derek trató de alejar esos recuerdos que tomó cuando la tocó pero que extrañamente hasta ese momento llegaban atropellándole. Se sintió mareado e intentó ponerse de pie, sus piernas le fallaban y sus ojos hechizados ya no veían el escenario. Estaba en esa mansión silenciosa y ausente, avanzó dando un paso en falso y cayó de los escalones chocando con el tablado. Sus ojos continuaban torturándole y aunque no gritó al ser consciente de que esa mujer estaba allí no pudo contenerse y su aura se reveló como un capullo verdoso que se abría como una flor intensificándose su color hasta volverse casi café.

El aura no fue lo único que Derek no consiguió ocultar, pues esa aura fue perdiendo color hasta parecer una neblina aguamarina que proyectaba todo lo que Derek veía. A ella y a él, juntos y después sólo ella en esa mansión silenciosa y solitaria. Los caballos de ambos, la servidumbre, el entierro y el momento en el que ella tomaba el coche a París mientras se tocaba el anillo. El aura se dispersó totalmente, una ilusión se creó contra su voluntad y ésta consiguió convertir la luz intensa en mortecina. Derek dejó de ver el pasado de la mujer cuando apareció el rostro de Crystall, su amada y difunta hermana, más esto era diferente. Pues, el rostro no pertenecía a una joven de diecinueve años, sino más bien de unos veintitrés o veinticuatro.

Volvió a levantarse, dio un par de pasos y volvió a caer. Ahora la imagen de Ivette llegó a su mente, era ya madura. Ya no veía el pasado, o al menos eso creyó él. Ya podía contemplar el escenario y finalmente sintió la herida que se surgió cuando chocó contra el tablado. Se había abierto la frente e hilos escandalosos de sangre surcaron su rostro, la vestimenta elegante que generó con su ilusión ya había desaparecido hacía mucho y ahora un dolor lo aquejaba. Escuchó pasos a su espalda y estirando el brazo hizo un gesto con la mano para detener a la persona que se acercaba.

—¡Aléjate Catalina!—dijo esa voz que no le pertenecía a Derek o al ilusionista. Era la voz de Nuño y el cuerpo de Derek cambió al de él, sus ilusiones se habían salido de su control.

por **Catalina De Gante** Vie Mar 13, 2015 7:14 pm

Si intentaba volverla loca, como forma de pago a su incauta intromisión, definitivamente lo estaba logrando. Los ojos de Catalina se mostraban sorprendidos, ante la manera poco gentil con que éste hombre la trataba. Había sentido las manos de aquel extraño apretando sus brazos, intentando, - ¿qué? - Amedrentarla quizás, o en realidad su objetivo era hacer que decidiera huir sin mirar atrás. Pero a la misma vez, no le permitía salir, se interponía entre la puerta y ella, para luego desvanecerse y aparecer a su espalda; aunque al girar ya no se encontraba allí, se aparecía en mitad del escenario, o bajando por las escaleras que conducían al tablado, y al segundo nuevamente allí, junto a ella. Su cuerpo experimentó un repelús en cada centímetro de su piel, - no necesita utilizar más de sus ingeniosas ilusiones… y por supuesto que no soy ninguna cotilla… – dijo en voz baja mientras se dirigía a la puerta, dispuesta a pasar sobre él, si de pronto se corporizaba ante ella nuevamente.

Fue el sentido de la vista, el que delató en donde se encontraba en ese momento el ilusionista. El típico sonido producido por un hombre al caer por la escalera, inmediatamente calculó que las mismas no podían ser otras que la escalera principal del teatro. Catalina, siendo niña, había tenido un accidente, a penas con doce años había caído del caballo, golpeando su cabeza y por uno tiempo, vivió en la oscuridad, nunca supo bien como había recuperado la vista. Algunos médicos dijeron que su ceguera era causada por un motivo emocional y no por un problema físico. Fuera cual fuera la respuesta, aquella condición le había dado, a la mujer, la habilidad de poder orientarse sin necesidad de la vista y así descubrir lo que los otros sentidos le escondían. Fue por ésta razón que pudo localizar fácilmente de dónde provenía el sonido. Aquel golpe, no había sido ocasionado por una tercera persona, solo podía haber una respuesta y ésta era que se trataba del extraño hombre, que no había tenido la delicadeza de presentarse y que muy por el contrario la había agredido, con su osca manera de ser, - en mi vida tuve que vivir una situación así – se había lamentado, mientras se dirigía bajando de los palcos, a la zona de las butacas en el centro del teatro y de allí a donde se encontraría el ilusionista, - se merecería romperse una pierna – bufó – no… mejor no… no sirvo ni para maldecir – se quejó por su carácter afable y bondadoso, - por esa razón es que siempre te metes en dificultades y la vida te devuelve hostias – se reprendió.

Ensimismada en su regaño se encontraba, cuando de pronto se dio cuenta que la atmosfera del lugar había cambiado, una neblina se proyectaba, cubriendo parte de la escalera y las butacas. Quedo con el cuerpo helado, la expresión en su rostro petrificada al contemplar con asombro, parte de su pasado, proyectado sobre esa neblina, aquello solo podía ser obra de un brujo. Su piel se erizó, - pero cómo es posible… como ha podido… - su voz se silenció al sentir entre medio de la niebla, unos nuevos paso tras los que oyó un desplome. El sonido era inconfundible, de seguro, el hombre, habría golpeado su cabeza con el tablado, - o por Dios, deje de moverse que se terminará matando… quédese quieto, ya voy llegando – dijo en voz alta, para intentar calmar al herido. Su alma y su sentido común le decían a gritos que debía huir, dejarlo a su suerte, pero Catalina no era de esas personas.

No pudo seguir sus instintos, inspiró profundamente y se adentró en la neblina que ya comenzaba a diluirse, descendió por los escalones, hasta que lo pudo distinguir, - a ver, espere, le voy a ayudar – dijo con voz serena, intentando transmitir tranquilidad. A pesar de no entender nada de lo que estaba sucediendo, y muy en el fondo de su alma deseara darle un buen bofetón por haber profanado su pasado, aunque no entendiera como había logrado tal portento.

Ese era su pensamiento cuando un el ilusionista se giró moviendo sus manos, intentando alejarla de él, pero fue la voz de su quien le pedía que no se acercara, aquel rostro que sangrando la contemplaba, era el de Nuño, su Nuño y no el de aquel extraño, - ¡Nuño! – logró decir antes de caer sentada al lado del hombre, con sus ojos arrasados en lágrimas y la expresión de tristeza en su mirada. Mordió sus labios, intentando en vano contener la emoción.

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