AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ágatha Bowes-Lyon
3 participantes
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Ágatha Bowes-Lyon
▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲
Ágatha Alexandrina Bowes-Lyon▲EDAD▲
28 años▲ESPECIE▲
Humana▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲
Cazadora - Clase Alta▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲
Heterosexual▲LUGAR DE ORIGEN▲
Londres - Inglaterra▲HABILIDADES/PODERES▲
PISTOLA/REVOLVER/ESCOPETALos rifles, pistolas y revolvers son utilizados para herir a las bestias y criaturas a larga distancia. Para que los disparos sean efectivos se requiere de una buena puntería, sin embargo, es importante recalcar que las balas normales no surtirán efecto en todas las criaturas. Las balas normales son efectivas sólo en seres humanos, para atacar y verdaderamente herir a una criatura como lo son los licántropos y los cambiaformas, es necesario que las balas sean de plata. También es primordial recordar que para que las balas de plata realmente sean efectivas es necesario dispararles en el corazón, de esta forma las criaturas encontrarían la muerte de manera definitiva; si se les dispara en otras zonas del cuerpo que no sea el corazón quedarán gravemente heridos, pero no morirán, pueden salvarse si se les atiende rápidamente, su recuperación dependerá de su fortaleza y cuidados médicos. Los únicos inmunes a las balas (incluso a las de plata) son los vampiros, dispararle a un vampiro puede ayudar a desequilibrarlos y ganar tiempo para atacarlo, pero no lo matará ni herirá de gravedad.
ARCO/BALLESTA
Los arcos y ballestas son armas sumamente efectivas y son utilizadas para cazar desde una larga distancia. Se requiere de una buena puntería y de un amplio conocimiento en el tiro, sólo una persona que haya sido entrenada en ello sería capaz de poder usar uno de estos artefactos de caza. Sirven para atacar a toda clase de criaturas, desde un simple humano, vampiros, licántropos y cambiaformas. Las flechas suelen ser de madera y algunas veces de algún metal. Si se colocan flechas de madera y se le dispara a un vampiro deberá ser en el corazón, sólo así moriría al instante; si se le dispara a un licántropo o cambiaformas deberá ser con una especial con punta de plata y el disparo deberá ser también en el corazón para que este encuentre la muerte. Si se les dispara en alguna otra parte del cuerpo que no sea el corazón quedarían gravemente heridos, pero no morirían.
COMBATE CUERPO A CUERPO
Hay quienes dicen que las personas son lo que forjan a lo largo de su vida, ¿pero si alguien nace, crece y vive de la misma manera? Ágatha nació cínica, soberbia y frívola, y nunca nadie le indicó otro camino que seguir, y si lo hicieron, simplemente lo ignoró. Desde pequeña demostró que su voluntad estaba por encima de cualquiera, hasta del bienestar de sus propios padres.
Caprichosa y hasta melindrosa, ningún entrenamiento, ni viaje, ni separación, fue capaz de aplacar su carácter fatal, siempre destinado a satisfacer nada más que sus necesidades momentáneas, de las cuales se aburre con gran facilidad y descarta con rapidez; no importa si son objetos o personas, para ella todo es reemplazable y prescindible.
Con Ágatha no van las sensiblerías, ni el romanticismo, ni las tradiciones. Es transgresora, rebelde, y le gusta vivir el momento, sin pensar en las consecuencias. Impulsiva, vehemente y vengativa, nada de lo que alguien pueda hacerle, pasa desapercibido, y a la larga, terminará cobrándose eso que, en su realidad, se muestre como negativo.
Dejó de creer en el amor luego de que el único hombre que le cambió las perspectivas, hiciera con ella lo que ella había hecho con todos. Ilusionarla, enamorarla, y luego abandonarla con el alma hecha cenizas. Lo único que quedó de esa relación, es lo que se convirtió en lo principal de su vida, en su motivo y su motor.
La maternidad le modificó, de cierta manera, algunas percepciones. Aprendió a priorizar a su hijo más allá de todo, y aunque, en ocasiones, le cueste, pues su profesión fue su deidad durante demasiado tiempo, cuando deja de lado algo por compartir unos simples minutos en compañía de su pequeño, termina sintiendo una gran satisfacción.
Como cazadora, es sanguinaria. No teme por sí misma y confía en exceso en sus capacidades. Difícilmente da el brazo a torcer cuando toma una decisión, es extremadamente testaruda y necia, pero también, muy inteligente.
Una mujer terrenal, sin sueños, que vive el presente y que se esmera –y consigue- en ocultar el torbellino de emociones que se desatan en su interior. Es intensa, claro que sí, pero siempre aparentará tranquilidad y sosiego, sea cual sea la situación en la que se vea envuelta.
Caprichosa y hasta melindrosa, ningún entrenamiento, ni viaje, ni separación, fue capaz de aplacar su carácter fatal, siempre destinado a satisfacer nada más que sus necesidades momentáneas, de las cuales se aburre con gran facilidad y descarta con rapidez; no importa si son objetos o personas, para ella todo es reemplazable y prescindible.
Con Ágatha no van las sensiblerías, ni el romanticismo, ni las tradiciones. Es transgresora, rebelde, y le gusta vivir el momento, sin pensar en las consecuencias. Impulsiva, vehemente y vengativa, nada de lo que alguien pueda hacerle, pasa desapercibido, y a la larga, terminará cobrándose eso que, en su realidad, se muestre como negativo.
Dejó de creer en el amor luego de que el único hombre que le cambió las perspectivas, hiciera con ella lo que ella había hecho con todos. Ilusionarla, enamorarla, y luego abandonarla con el alma hecha cenizas. Lo único que quedó de esa relación, es lo que se convirtió en lo principal de su vida, en su motivo y su motor.
La maternidad le modificó, de cierta manera, algunas percepciones. Aprendió a priorizar a su hijo más allá de todo, y aunque, en ocasiones, le cueste, pues su profesión fue su deidad durante demasiado tiempo, cuando deja de lado algo por compartir unos simples minutos en compañía de su pequeño, termina sintiendo una gran satisfacción.
Como cazadora, es sanguinaria. No teme por sí misma y confía en exceso en sus capacidades. Difícilmente da el brazo a torcer cuando toma una decisión, es extremadamente testaruda y necia, pero también, muy inteligente.
Una mujer terrenal, sin sueños, que vive el presente y que se esmera –y consigue- en ocultar el torbellino de emociones que se desatan en su interior. Es intensa, claro que sí, pero siempre aparentará tranquilidad y sosiego, sea cual sea la situación en la que se vea envuelta.
Llovía, un aguacero infernal mantenía Londres ahogada, muda y quieta. En la mansión de los Bowes-Lyon no era muy diferente, ubicada en las afueras de la ciudad, la expectativa por la llegada del primogénito del matrimonio crecía minuto a minuto. Hasta que una enfermera no salió de la habitación con la buena nueva, Edgar no respiraría con facilidad. El anuncio, a pesar de no haber sido un varón como todos deseaban, llenó la casa de alegría. Ágatha nació en perfecto estado de salud y su madre, Margarite se encontraba en muy buenas condiciones. Desde que la pequeña fue colocada en brazos de su padre, el lazo que los uniría sería incondicional, así como cuando apretó, por primera vez, el dedo de su madre.
Rodeada de lujos, creció entre algodones y jamás conoció el significado de la palabra no. Por ello, cuando se enteró que tendría un hermano, y que dejaría de ser hija única tras siete años de exclusividad, armó tal berrinche que le arrancó a Edgar la promesa de dar a ese niño en adopción. El hombre veía por los ojos de su princesa, y no permitiría que nada opacara su felicidad. Margarite, reticente a ello, no tuvo más que aceptar la palabra de su marido y entregar a su bebé a las pocas horas de haber nacido. Ese fue el inicio de la tensa relación que madre e hija desarrollarían a lo largo del tiempo.
A los nueve años, Ágatha mandó a azotar a una esclava porque no le había preparado su comida favorita. A los diez, hizo que una modista perdiera todos sus trabajos, sólo porque le sugirió otro color de vestido. A los once, ella misma sacrificó a su caballo, regalo de su padrino para su quinto cumpleaños, porque la tiró y le hizo torcerse la muñeca. Y a los doce, la enviaron a Rusia a entrenarse para cazadora, profesión que ejercía su padre, para amainar su carácter. Fue un pedido de Margarite, algo que Ágatha nunca le perdonaría.
Alejada de su hogar, se abocó por completo a especializarse en el arte de la luche cuerpo a cuerpo, los cuchillos y las armas de fuego. Todo conocimiento era incorporado con facilidad y rapidez, y sus maestros, no hacían más que alimentar su ego felicitándola y llenándola de elogios. La joven, lejos de aplacarse, acabó convirtiéndose en la mimada de sus instructores, tal cual lo era de su padre.
Al cumplir los trece años, asesinó a su primer licántropo. La bestia arrasaba con una pequeña aldea desde la luna llena anterior, el jefe comunal contrató a Aleksandr, su mentor principal, que la llevó de compañera, junto a tres hombres más. Lo que nadie imaginó, fue la frialdad que tuvo la jovencita, que salía por primera vez de cacería, para acabar con la presa. Eso le granjeó una gran fama, que desde entonces se fue desperdigando por el continente.
Acompañada de Aleksandr, comenzó a recorrer el mundo, perfeccionándose en la que había descubierto como su profesión. Ágatha nunca imaginó que su madre le haría un favor enviándola lejos de su casa, a pesar de que la pelirroja no fuera capaz de aceptarlo.
Fue consciente de los cambios que comenzaba a experimentar su cuerpo un día que se miró desnuda al espejo, cuando tenía quince años. Esa noche, asistió a un evento junto a su maestro en Milán, ciudad en la que se encontraban viviendo en ese momento. Jamás olvidaría la expresión de Aleksandr cuando la vio aparecer tras el umbral de su habitación, ataviada de un vestido verde esmeralda, porque fue la primera vez que se sintió mujer. Nunca un hombre la miró de aquella manera. Él era joven y apuesto, pero ella, hasta ese entonces, no se había sentido atraída por los ideales románticos, y sólo pensaba en su profesión. Al final de la velada, antes de retirarse a sus aposentos a descansar, él la besó con castidad.
Desde ese día, ella y Aleksandr mantendrían una relación más cercana. Sus besos fueron perdieron la inocencia inicial, pero Ágatha descubrió que podía besar a otros hombres sin que él se enterase. Y así lo hizo. Muchos labios acariciaron los suyos, más de lo que podía esperarse de una muchacha de su condición. A pesar de sus tareas como cazadora, no dejaba de ser una Bowes-Lyon, y ya le había llegado una carta de su padre, en la que le comentaba sobre un posible compromiso, el cual ella rechazó sin saber si quiera quién había sido elegido como su marido.
Huyó de su fiesta de compromiso, uno de los grandes eventos de la temporada londinense, y en la cual había asistentes de todas las nacionalidades. El hecho de tener que asentarse en un lugar a criar hijos y atender a un esposo, le hizo olvidar el apellido que portaba, y no le importó los rumores que correrían después. Huyó de Inglaterra y se instaló en España, en la residencia de un anciano que había conocido tiempo atrás y que se especializaba, en su juventud, en la lucha cuerpo a cuerpo. Allí permaneció dos meses sin ser encontrada, hasta que un día su padre apareció en la puerta. Ágatha era implacable, y Edgar terminó pidiéndole disculpas de rodillas y le permitió quedarse tres meses más entrenando.
En ese tiempo, conoció al hombre que cambiaría todas sus perspectivas y la marcaría a fuego. Había visto lo suficiente para reconocer a un miembro de la Inquisición, por más que se esmerase en ocultarlo. Se enamoró perdidamente de Maximiliano, y cuando se besaron por primera vez, él borró el rastro de todos los demás y le dio vueltas el mundo. Supo que lo amaría para siempre, ocurriese lo que ocurriese en el medio.
Se casaron en una ceremonia íntima, y Ágatha dejó de lado su vocación, para dedicarse de lleno a él. Se instalaron en Londres y un año después, su primer hijo los iluminaría. Sin embargo, cuando el pequeño tenía tres meses, falleció, ahogado en su propio vómito. El espíritu libre de su esposo no tardó en liberarse, y ni el amor infinito de la pelirroja pudo retenerlo a su lado. Él dejó de lado sus deberes de marido, para retomar su profesión, ella, por su parte, hizo lo mismo. La relación comenzó a enfriarse, y el sufrimiento de Ágatha la arrastró a los brazos de amantes ocasionales, que lejos de complacerla, terminaban rechazados.
Cuando se enteró que estaba embarazada, decidió que no retendría a su marido por un lazo semejante, y desapareció de la escena, sin aviso previo. Sólo Margarite, que terminó convirtiéndose en su paño de lágrimas, supo de su paradero, pues fue quien la ayudó a huir. Su bebé nació en Noruega, y lo llamó Trevor. Trevor Anderson, pues su mejor amigo, le dio su apellido, a pesar de no encontrarse casados legalmente. Al dinero de los Bowes-Lyon y de los Anderson, conseguía milagros, y como pocos supieron del matrimonio anterior de Ágatha, fue fácil declarar su viudez y a nadie le llamó la atención el hecho de que Brandon se hiciera cargo del niño de aquella manera.
La maternidad no significó un obstáculo para continuar haciendo lo que mejor sabía hacer: cazar seres sobrenaturales.
Rodeada de lujos, creció entre algodones y jamás conoció el significado de la palabra no. Por ello, cuando se enteró que tendría un hermano, y que dejaría de ser hija única tras siete años de exclusividad, armó tal berrinche que le arrancó a Edgar la promesa de dar a ese niño en adopción. El hombre veía por los ojos de su princesa, y no permitiría que nada opacara su felicidad. Margarite, reticente a ello, no tuvo más que aceptar la palabra de su marido y entregar a su bebé a las pocas horas de haber nacido. Ese fue el inicio de la tensa relación que madre e hija desarrollarían a lo largo del tiempo.
A los nueve años, Ágatha mandó a azotar a una esclava porque no le había preparado su comida favorita. A los diez, hizo que una modista perdiera todos sus trabajos, sólo porque le sugirió otro color de vestido. A los once, ella misma sacrificó a su caballo, regalo de su padrino para su quinto cumpleaños, porque la tiró y le hizo torcerse la muñeca. Y a los doce, la enviaron a Rusia a entrenarse para cazadora, profesión que ejercía su padre, para amainar su carácter. Fue un pedido de Margarite, algo que Ágatha nunca le perdonaría.
Alejada de su hogar, se abocó por completo a especializarse en el arte de la luche cuerpo a cuerpo, los cuchillos y las armas de fuego. Todo conocimiento era incorporado con facilidad y rapidez, y sus maestros, no hacían más que alimentar su ego felicitándola y llenándola de elogios. La joven, lejos de aplacarse, acabó convirtiéndose en la mimada de sus instructores, tal cual lo era de su padre.
Al cumplir los trece años, asesinó a su primer licántropo. La bestia arrasaba con una pequeña aldea desde la luna llena anterior, el jefe comunal contrató a Aleksandr, su mentor principal, que la llevó de compañera, junto a tres hombres más. Lo que nadie imaginó, fue la frialdad que tuvo la jovencita, que salía por primera vez de cacería, para acabar con la presa. Eso le granjeó una gran fama, que desde entonces se fue desperdigando por el continente.
Acompañada de Aleksandr, comenzó a recorrer el mundo, perfeccionándose en la que había descubierto como su profesión. Ágatha nunca imaginó que su madre le haría un favor enviándola lejos de su casa, a pesar de que la pelirroja no fuera capaz de aceptarlo.
Fue consciente de los cambios que comenzaba a experimentar su cuerpo un día que se miró desnuda al espejo, cuando tenía quince años. Esa noche, asistió a un evento junto a su maestro en Milán, ciudad en la que se encontraban viviendo en ese momento. Jamás olvidaría la expresión de Aleksandr cuando la vio aparecer tras el umbral de su habitación, ataviada de un vestido verde esmeralda, porque fue la primera vez que se sintió mujer. Nunca un hombre la miró de aquella manera. Él era joven y apuesto, pero ella, hasta ese entonces, no se había sentido atraída por los ideales románticos, y sólo pensaba en su profesión. Al final de la velada, antes de retirarse a sus aposentos a descansar, él la besó con castidad.
Desde ese día, ella y Aleksandr mantendrían una relación más cercana. Sus besos fueron perdieron la inocencia inicial, pero Ágatha descubrió que podía besar a otros hombres sin que él se enterase. Y así lo hizo. Muchos labios acariciaron los suyos, más de lo que podía esperarse de una muchacha de su condición. A pesar de sus tareas como cazadora, no dejaba de ser una Bowes-Lyon, y ya le había llegado una carta de su padre, en la que le comentaba sobre un posible compromiso, el cual ella rechazó sin saber si quiera quién había sido elegido como su marido.
Huyó de su fiesta de compromiso, uno de los grandes eventos de la temporada londinense, y en la cual había asistentes de todas las nacionalidades. El hecho de tener que asentarse en un lugar a criar hijos y atender a un esposo, le hizo olvidar el apellido que portaba, y no le importó los rumores que correrían después. Huyó de Inglaterra y se instaló en España, en la residencia de un anciano que había conocido tiempo atrás y que se especializaba, en su juventud, en la lucha cuerpo a cuerpo. Allí permaneció dos meses sin ser encontrada, hasta que un día su padre apareció en la puerta. Ágatha era implacable, y Edgar terminó pidiéndole disculpas de rodillas y le permitió quedarse tres meses más entrenando.
En ese tiempo, conoció al hombre que cambiaría todas sus perspectivas y la marcaría a fuego. Había visto lo suficiente para reconocer a un miembro de la Inquisición, por más que se esmerase en ocultarlo. Se enamoró perdidamente de Maximiliano, y cuando se besaron por primera vez, él borró el rastro de todos los demás y le dio vueltas el mundo. Supo que lo amaría para siempre, ocurriese lo que ocurriese en el medio.
Se casaron en una ceremonia íntima, y Ágatha dejó de lado su vocación, para dedicarse de lleno a él. Se instalaron en Londres y un año después, su primer hijo los iluminaría. Sin embargo, cuando el pequeño tenía tres meses, falleció, ahogado en su propio vómito. El espíritu libre de su esposo no tardó en liberarse, y ni el amor infinito de la pelirroja pudo retenerlo a su lado. Él dejó de lado sus deberes de marido, para retomar su profesión, ella, por su parte, hizo lo mismo. La relación comenzó a enfriarse, y el sufrimiento de Ágatha la arrastró a los brazos de amantes ocasionales, que lejos de complacerla, terminaban rechazados.
Cuando se enteró que estaba embarazada, decidió que no retendría a su marido por un lazo semejante, y desapareció de la escena, sin aviso previo. Sólo Margarite, que terminó convirtiéndose en su paño de lágrimas, supo de su paradero, pues fue quien la ayudó a huir. Su bebé nació en Noruega, y lo llamó Trevor. Trevor Anderson, pues su mejor amigo, le dio su apellido, a pesar de no encontrarse casados legalmente. Al dinero de los Bowes-Lyon y de los Anderson, conseguía milagros, y como pocos supieron del matrimonio anterior de Ágatha, fue fácil declarar su viudez y a nadie le llamó la atención el hecho de que Brandon se hiciera cargo del niño de aquella manera.
La maternidad no significó un obstáculo para continuar haciendo lo que mejor sabía hacer: cazar seres sobrenaturales.
-Dice que es viuda, aunque en realidad sigue casada con su esposo
-Es políglota
-Es atea
-Odia el té
-Es alérgica a las flores
-Le gusta fumar habanos
-Toca muy bien el arpa, aunque sólo lo reserva a su intimidad
-Es políglota
-Es atea
-Odia el té
-Es alérgica a las flores
-Le gusta fumar habanos
-Toca muy bien el arpa, aunque sólo lo reserva a su intimidad
Última edición por Ágatha Bowes-Lyon el Jue Abr 10, 2014 11:09 pm, editado 1 vez
Ágatha Bowes-Lyon- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 12/02/2014
Re: Ágatha Bowes-Lyon
FICHA EN PROCESO
POSTEA A CONTINUACIÓN CUANDO TERMINES TU FICHA PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF
PASE A REVISARLA Y TE DE COLOR Y RANGO SI TODO ESTÁ EN ORDEN. GRACIAS.
POSTEA A CONTINUACIÓN CUANDO TERMINES TU FICHA PARA QUE UN MIEMBRO DEL STAFF
PASE A REVISARLA Y TE DE COLOR Y RANGO SI TODO ESTÁ EN ORDEN. GRACIAS.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 5232
Fecha de inscripción : 01/03/2011
Edad : 34
Localización : Zona Residencia.
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Re: Ágatha Bowes-Lyon
FICHA TERMINADA
Muchas gracias
Muchas gracias
Ágatha Bowes-Lyon- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 12/02/2014
Re: Ágatha Bowes-Lyon
OBSERVACIONES:
TU FICHA ESTÁ CORRECTA, SOLAMENTE TE PIDO QUE SI VAS A CAMBIAR EL PB QUE HABÍAS REGISTRADO ANTES, PASES A HACER EL CAMBIO PARA QUE ASÍ COINCIDA CON LA IMAGEN DE LA CABECERA Y PODER APROBAR TU FICHA.
CUANDO ESTÉ LISTO, POSTEA A CONTINUACIÓN PARA DARTE COLOR. GRACIAS.
TU FICHA ESTÁ CORRECTA, SOLAMENTE TE PIDO QUE SI VAS A CAMBIAR EL PB QUE HABÍAS REGISTRADO ANTES, PASES A HACER EL CAMBIO PARA QUE ASÍ COINCIDA CON LA IMAGEN DE LA CABECERA Y PODER APROBAR TU FICHA.
CUANDO ESTÉ LISTO, POSTEA A CONTINUACIÓN PARA DARTE COLOR. GRACIAS.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
- Mensajes : 10717
Fecha de inscripción : 11/01/2010
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