AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sangre violeta (Lady Rain)
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Sangre violeta (Lady Rain)
Quizá sólo era un vacío más en mi efímera existencia, pero aquellas paredes frías y carentes de ventanas me deprimían ahora como nunca lo habían hecho. Al fin y al cabo nunca había sido mi hogar, sino que para mí más bien era como un hotel en el que poder ocultarme cuando el sol amenaza con destruir mi pétrea piel con sus rayos. Tan sólo la utilizaba para ocultarme, y de vez en cuando para hacer fiestas y alguna orgía. Pero realmente odiaba beber sangre allí, porque luego mis sirvientes tenían que limpiarlo todo y tirar los cadáveres. No me molestaba tanto el hecho de quedar expuesto a comentarios y sospechas de las mansiones vecinas como el problema de tener a todos mis sirvientes pululando por mi casa mientras yo me ocultaba de sol en mis aposentos, en la parte más alta de la mansión. Manías personales de viejo loco, supongo.
Así, hice que las revistieran de papel, pero quedó demasiado artificial. Era bano, tanto como una casa barriobajera en los callejones de París. Incluso parecía una casa de brujería de la Corte de los Milagros. Probé con el terciopelo, y algunas habitaciones se quedaron así. Pero era un sensación cálida y acogedora. No quería un hogar, nunca había pretendido que lo fuera. Así que finalmente no tuve más remedio que volver al mármol de siempre. Frío, pulido por los años, de una belleza marcada pero simple y sobre todo, fino y elegante. Al igual que yo. Tenía la vieja costumbre de poner una pizca de mí mismo en todo lo que poseía. Otra manía personal.
Sin embargo, pese a que fuesen así, no tenía motivo para dejarlas desnudas. Así, ofrecían un aspecto descuidado y de casa recién comprada que no me agradaba. Decidí, después de varios días, que encargaría alguna pintura. Así que allí estaba, en los callejones de París, en busca del consabido estudio de arte. Me habían dicho que la dama era extranjera, y que pintaba como los ángeles. Podría haber recurrido a pintores venecianos, o de Florencia. Incluso napolitanos. Pero para qué. Tan sólo sería un mero marco para una eternidad demacrada y sangrienta. Era un gasto innecesario.
Cuando entré en el estudio, me dí cuenta de que nada era como esperaba. Todo estaba desordenado, y ni mucho menos parecía tener el gusto exquisito y original de una artista. Todo era lóbrego, casi siniestro. El color predominante era el negro, además de cualquier oscuro, y había bastantes cuadros que ni de lejos era lo que yo buscaba para decorar las estancias de mi mansión. Aunque quizá, si le encargaba algo distinto pudiera lograrlo para mí. ¿Cuánto costarían aquellas pinturas? ¿Realmente habría alguien que pagase por ellas? Me ajusté la solapa de la camisa, blanca como siempre. Aquel día vestía un traje negro y largo, con un chaleco de terciopelo violeta. Sin embargo, no llevaba corbata, y llevaba la camisa con el primer botón desabrochado, disfrutando de la libertad de no llevar el cuello embutido.
Seguí paseando por el local. Había dos puertas. Supuse que una de ellas conducía al lugar donde la humana pintaba. Su olor me comenzó a llegar. Probablemente me había oído entrar. Olía a almizcle y moras, quizá algo de fragancia de romero. Era un olor auténtico, carente de perfume alcoholizado que tanto odiaba. Parecía una mujer joven, y sin duda, inexperta. Una media sonrisa se esbozó en mis labios, sedientos de un buen trago de la sangre más cálida. Continué mi paseo, fijándome en cada cuadro, en cada pintura, en sus texturas y colores, en sus formas. Todo llamaba mi atención, pero sabía que mi mansión no sería el lugar adecuado donde deberían estar colgados. Sin embargo, los retratos eran fabulosos. Quizá mereciera la pena pedir que me hiciera uno. Al fin y al cabo, era el único estudio artístico que permanecía abierto por la noche. Quizá eso sí marcara la diferencia en las paredes de mi hogar.
La bella Ophelia irrumpió mis pensamientos. Era tal y como me habían hablado. Piel blanca y aspecto frágil. Tan frágil como me gustaba. Su olor se hizo más fuerte, y en mi noche en ayunas la deseé con fuerza. Deseé su sangre y su dolor, pero no tanto como su placer. La miré penetrantemente y le sonreí, permaneciendo educadamente. Su vestido era adecuado para una mujer de su clase, e igualmente era precioso. Morado, casi violeta. A juego con mi chaleco, pensé. Llevaba los brazos descubiertos y la tez levemente maquillada. El pelo oscuro olía como ella, y a cada movimiento, aumentaba mi sed.
-Bonnuit, mademoiselle. Lamento el horario en que vengo a visitarla -le dije utilizando mi encanto. Sus ojos azules, gélidos, se clavaron en los míos. Parecía serena, como un cordero que desconoce que el lobo la observa con avidez- Debéis ser la joven Ophelia, ¿me equivoco? Me han hablado muy bien de vos. -Ella me miró extrañada. Me acerqué a ella, y tomé su mano, acercando mis labios a ella, haciendo el cordial saludo que procedía- Dimitri Lumière.
Así, hice que las revistieran de papel, pero quedó demasiado artificial. Era bano, tanto como una casa barriobajera en los callejones de París. Incluso parecía una casa de brujería de la Corte de los Milagros. Probé con el terciopelo, y algunas habitaciones se quedaron así. Pero era un sensación cálida y acogedora. No quería un hogar, nunca había pretendido que lo fuera. Así que finalmente no tuve más remedio que volver al mármol de siempre. Frío, pulido por los años, de una belleza marcada pero simple y sobre todo, fino y elegante. Al igual que yo. Tenía la vieja costumbre de poner una pizca de mí mismo en todo lo que poseía. Otra manía personal.
Sin embargo, pese a que fuesen así, no tenía motivo para dejarlas desnudas. Así, ofrecían un aspecto descuidado y de casa recién comprada que no me agradaba. Decidí, después de varios días, que encargaría alguna pintura. Así que allí estaba, en los callejones de París, en busca del consabido estudio de arte. Me habían dicho que la dama era extranjera, y que pintaba como los ángeles. Podría haber recurrido a pintores venecianos, o de Florencia. Incluso napolitanos. Pero para qué. Tan sólo sería un mero marco para una eternidad demacrada y sangrienta. Era un gasto innecesario.
Cuando entré en el estudio, me dí cuenta de que nada era como esperaba. Todo estaba desordenado, y ni mucho menos parecía tener el gusto exquisito y original de una artista. Todo era lóbrego, casi siniestro. El color predominante era el negro, además de cualquier oscuro, y había bastantes cuadros que ni de lejos era lo que yo buscaba para decorar las estancias de mi mansión. Aunque quizá, si le encargaba algo distinto pudiera lograrlo para mí. ¿Cuánto costarían aquellas pinturas? ¿Realmente habría alguien que pagase por ellas? Me ajusté la solapa de la camisa, blanca como siempre. Aquel día vestía un traje negro y largo, con un chaleco de terciopelo violeta. Sin embargo, no llevaba corbata, y llevaba la camisa con el primer botón desabrochado, disfrutando de la libertad de no llevar el cuello embutido.
Seguí paseando por el local. Había dos puertas. Supuse que una de ellas conducía al lugar donde la humana pintaba. Su olor me comenzó a llegar. Probablemente me había oído entrar. Olía a almizcle y moras, quizá algo de fragancia de romero. Era un olor auténtico, carente de perfume alcoholizado que tanto odiaba. Parecía una mujer joven, y sin duda, inexperta. Una media sonrisa se esbozó en mis labios, sedientos de un buen trago de la sangre más cálida. Continué mi paseo, fijándome en cada cuadro, en cada pintura, en sus texturas y colores, en sus formas. Todo llamaba mi atención, pero sabía que mi mansión no sería el lugar adecuado donde deberían estar colgados. Sin embargo, los retratos eran fabulosos. Quizá mereciera la pena pedir que me hiciera uno. Al fin y al cabo, era el único estudio artístico que permanecía abierto por la noche. Quizá eso sí marcara la diferencia en las paredes de mi hogar.
La bella Ophelia irrumpió mis pensamientos. Era tal y como me habían hablado. Piel blanca y aspecto frágil. Tan frágil como me gustaba. Su olor se hizo más fuerte, y en mi noche en ayunas la deseé con fuerza. Deseé su sangre y su dolor, pero no tanto como su placer. La miré penetrantemente y le sonreí, permaneciendo educadamente. Su vestido era adecuado para una mujer de su clase, e igualmente era precioso. Morado, casi violeta. A juego con mi chaleco, pensé. Llevaba los brazos descubiertos y la tez levemente maquillada. El pelo oscuro olía como ella, y a cada movimiento, aumentaba mi sed.
-Bonnuit, mademoiselle. Lamento el horario en que vengo a visitarla -le dije utilizando mi encanto. Sus ojos azules, gélidos, se clavaron en los míos. Parecía serena, como un cordero que desconoce que el lobo la observa con avidez- Debéis ser la joven Ophelia, ¿me equivoco? Me han hablado muy bien de vos. -Ella me miró extrañada. Me acerqué a ella, y tomé su mano, acercando mis labios a ella, haciendo el cordial saludo que procedía- Dimitri Lumière.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Sangre violeta (Lady Rain)
Me hallaba felizmente atareada limpiando a fondo la pequeña cocina del estudio cuando alguien irrumpió en mi humilde taller. Salí aún secándome las manos en un poco elegante delantal antaño blanco para escuchar su galán saludo.
Le correspondí con una breve reverencia.
-Me llena de orgullo que halláis oído hablar de mí. Sólo espero que no oyerais nada malo. -sonreí levemente. -A las gentes pobres de París les gusta hablar de los de clase alta, y normalmente no son cosas buenas. Menos de una extravagante artista como yo. -sonreí de nuevo de forma casi felina. - Aunque no parecéis el tipo de gente que trata con los de casta inferior. -alcé una ceja. -¿Me equivoco? -mi visitante no lo negó. No tenía nada en contra de los de clases menos favorecidas, pero a los de casta alta el desprecio a los "inferiores" era algo que les gustaba. Patéticos.
Lo cierto era que Lumière se trataba de un hombre muy elegante y refinado, y ese era un dato además de fabuloso, inexplicable. ¿Por qué un señor importante vendría a mi tétrico y modesto estudio?
Lo observaba atentamente, fija hasta en el último detalle de aquel caballero, estudiándolo en silencio.
Me encantaría... pintarlo. Últimamente mis modelos eran increíblemente apuestos... Sólo esperaba que este no intentara matarme.
Olvidé mis funestos pensamientos y le sonreí, tratando de parecer... normal.
-¿Y en qué puedo ayudaros, Monsieur Lumière?
Le correspondí con una breve reverencia.
-Me llena de orgullo que halláis oído hablar de mí. Sólo espero que no oyerais nada malo. -sonreí levemente. -A las gentes pobres de París les gusta hablar de los de clase alta, y normalmente no son cosas buenas. Menos de una extravagante artista como yo. -sonreí de nuevo de forma casi felina. - Aunque no parecéis el tipo de gente que trata con los de casta inferior. -alcé una ceja. -¿Me equivoco? -mi visitante no lo negó. No tenía nada en contra de los de clases menos favorecidas, pero a los de casta alta el desprecio a los "inferiores" era algo que les gustaba. Patéticos.
Lo cierto era que Lumière se trataba de un hombre muy elegante y refinado, y ese era un dato además de fabuloso, inexplicable. ¿Por qué un señor importante vendría a mi tétrico y modesto estudio?
Lo observaba atentamente, fija hasta en el último detalle de aquel caballero, estudiándolo en silencio.
Me encantaría... pintarlo. Últimamente mis modelos eran increíblemente apuestos... Sólo esperaba que este no intentara matarme.
Olvidé mis funestos pensamientos y le sonreí, tratando de parecer... normal.
-¿Y en qué puedo ayudaros, Monsieur Lumière?
Lady Rain- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2010
Edad : 31
Localización : París
Re: Sangre violeta (Lady Rain)
Las primeras palabras de la señorita Ophelia me dejaron descorcentados. Sí, era cierto. Las clases altas de París siempre se enorgullecen demasiado de lo que son, pero no era mi caso. Adoraba mi clase, sí, pero no me gustaba mucho fardar. Aunque ciertamente sí odiaba encontrarme en barrios bajos o en pueblos gitanos. Había tenido más de una mala experiencia con ellos, quizás.
-Bueno, lo cierto es que no me han hablado mal de vos -dije sonriendo finalmente. Observé sus pinturas a mi alrededor. Sí, quizá más bien de lo que se merece- Al parecer caéis bien a los individuos pudientes de la ciudad.
Permanecimos unos segundos en silencio hasta que ella me preguntó el motivo de mi visita.
-Realmente -comencé mientras seguí observando las pinturas que se dejaban caer en las paredes del pequeño estudio- estaba buscando algunas pinturas para mi mansión, pero creo que no... -callé de inmediato. El silencio me lo produjo un cuadro de unas dimensiones aproximadas de 90x120. El cuadro, majestuosamente pintado en colores negros y violetas, dejaba un claro en medio del lienzo que no tardé en identificar.- Mon dieu...
Una carita de niña, saliendo de un vestido celeste, yacía en medio de lo que pude interpretar como un bosque -era bastante difícil puesto que todo estaba en un monocromo oscuro- con los miembros desperdigados a su alrededor, y la cara a medio destrozar. Junto a ella, sin silueta alguna, dos ojos amarillos la observaban desde la lejanía.
-¿Ojos de lobo? -dije sin pensarlo, mientras me acercaba al cuadro más. Pude ver que de la cara de la niña salían algunos bucles pelirrojos que también sobresaltaban en medio del oscuro lienzo.
El cuadro parecía estar pintado desde dentro, puesto que los trazos se podían adivinar rápidos y sin ningún tipo de técina. Sólo sentimientos plasmados con óleo. De nuevo una dama inocente con un pasado interesante, me dije. Volví los ojos hacia la dama, por primera vez desde que había visto aquella pintura.
-¿Cuánto pedís por ella? -pregunté. Lo cierto es que no pensaba colgarlo en ninguna pared. ¿Qué dirían mis allegados cuando vieran aquello allí? No, quizá lo pondría en las bambalinas de mi teatro, sí. Allí donde sólo entraban los artistas capaces de ver más que óleo sobre aquel lienzo.
Entonces, las pinturas del estudios me parecieron un poco menos horribles. Y comencé a vislumbrar más de una cabellera pelirroja en los lienzos de aquella dama. Ella pintaba por alguna razón, sin duda. Sí, había cuadros que no podría ver y otros que me enamoraban.
Mientras recorría de nuevo el estudio con la mirada repleta de un ansia casi monstruosa, decidí que me llevaría bien con aquella frágil muñeca. Era un foco de dolor que yo quería exprimir.
-Bueno, lo cierto es que no me han hablado mal de vos -dije sonriendo finalmente. Observé sus pinturas a mi alrededor. Sí, quizá más bien de lo que se merece- Al parecer caéis bien a los individuos pudientes de la ciudad.
Permanecimos unos segundos en silencio hasta que ella me preguntó el motivo de mi visita.
-Realmente -comencé mientras seguí observando las pinturas que se dejaban caer en las paredes del pequeño estudio- estaba buscando algunas pinturas para mi mansión, pero creo que no... -callé de inmediato. El silencio me lo produjo un cuadro de unas dimensiones aproximadas de 90x120. El cuadro, majestuosamente pintado en colores negros y violetas, dejaba un claro en medio del lienzo que no tardé en identificar.- Mon dieu...
Una carita de niña, saliendo de un vestido celeste, yacía en medio de lo que pude interpretar como un bosque -era bastante difícil puesto que todo estaba en un monocromo oscuro- con los miembros desperdigados a su alrededor, y la cara a medio destrozar. Junto a ella, sin silueta alguna, dos ojos amarillos la observaban desde la lejanía.
-¿Ojos de lobo? -dije sin pensarlo, mientras me acercaba al cuadro más. Pude ver que de la cara de la niña salían algunos bucles pelirrojos que también sobresaltaban en medio del oscuro lienzo.
El cuadro parecía estar pintado desde dentro, puesto que los trazos se podían adivinar rápidos y sin ningún tipo de técina. Sólo sentimientos plasmados con óleo. De nuevo una dama inocente con un pasado interesante, me dije. Volví los ojos hacia la dama, por primera vez desde que había visto aquella pintura.
-¿Cuánto pedís por ella? -pregunté. Lo cierto es que no pensaba colgarlo en ninguna pared. ¿Qué dirían mis allegados cuando vieran aquello allí? No, quizá lo pondría en las bambalinas de mi teatro, sí. Allí donde sólo entraban los artistas capaces de ver más que óleo sobre aquel lienzo.
Entonces, las pinturas del estudios me parecieron un poco menos horribles. Y comencé a vislumbrar más de una cabellera pelirroja en los lienzos de aquella dama. Ella pintaba por alguna razón, sin duda. Sí, había cuadros que no podría ver y otros que me enamoraban.
Mientras recorría de nuevo el estudio con la mirada repleta de un ansia casi monstruosa, decidí que me llevaría bien con aquella frágil muñeca. Era un foco de dolor que yo quería exprimir.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Sangre violeta (Lady Rain)
Era evidente que no le gustaban mis pinturas. Suspiré. ¿Un caballero como aquel interesado en mi oscuro arte? Era del todo descabellado desde el principio.
Cuando creía que iba a dar la vuelta y volver por dónde había venido, se quedó de piedra, con la mirada fija en uno de mis pinturas.
No sabía como tomármelo, ¿estaba horrorizado o encantado? Curiosa, me coloqué a su lado para seguir su mirada.
Miraba absorto uno de los cuadros en los que había reflejado el más profundo de mis traumas, el asesinato de la niña de bucles pelirrojos que tuve el horror de presenciar. Tan cerca de la muerte que creía que me llevaría a mí también.
Lo pinté hacía uno o dos años, así que era medianamente reciente, teniendo en cuenta que podía tardar varios meses hasta que consideraba una obra terminada.
Me encontraba yo también absorbida por la pintura cuando mi apuesto visitante desvió su atención hacia mí. Y, para más inri, preguntó el precio de la obra.
Sonreí encantada.
-¿Realmente vais a comprar una de mis divagaciones? Debéis ser el primero que compra un cuadro sin haberlo encargado antes. –comenté de buen humor. –Nunca me había parado a pensar un precio, pero supongo que por ser vos os lo dejaré gratis.
Eché a andar hasta el cuadro y lo cogí para entregárselo, encantada de que a alguien le gustara mis “paranoias sobre lienzo”.
-Supongo que ya lo sabréis, pero el óleo tarda años y años hasta secarse, tened cuidado con no manchar vuestras elegantes ropas, Monsieur. –iba a cederle la obra, pero la aparté de pronto. –Perdonadme, pero tengo que saberlo… ¿por qué lo queréis? Quiero decir, que se lo entrego de buen grado, pero... –hice una pausa, tras la que me lo pensé mejor, ¿había sido insolente mi pregunta? –Lamento mi indiscreción, es mera curiosidad, siempre podéis no responder. –me encogí de hombros, algo avergonzada de ser tan curiosa. Podía deberse a motivos íntimos, no debería haberlo preguntado…
En otras circunstancias hacía mil preguntas sin preocuparme, pero ahora que había encontrado un cliente, temía espantarlo con mi extravagancia.
Cuando creía que iba a dar la vuelta y volver por dónde había venido, se quedó de piedra, con la mirada fija en uno de mis pinturas.
No sabía como tomármelo, ¿estaba horrorizado o encantado? Curiosa, me coloqué a su lado para seguir su mirada.
Miraba absorto uno de los cuadros en los que había reflejado el más profundo de mis traumas, el asesinato de la niña de bucles pelirrojos que tuve el horror de presenciar. Tan cerca de la muerte que creía que me llevaría a mí también.
Lo pinté hacía uno o dos años, así que era medianamente reciente, teniendo en cuenta que podía tardar varios meses hasta que consideraba una obra terminada.
Me encontraba yo también absorbida por la pintura cuando mi apuesto visitante desvió su atención hacia mí. Y, para más inri, preguntó el precio de la obra.
Sonreí encantada.
-¿Realmente vais a comprar una de mis divagaciones? Debéis ser el primero que compra un cuadro sin haberlo encargado antes. –comenté de buen humor. –Nunca me había parado a pensar un precio, pero supongo que por ser vos os lo dejaré gratis.
Eché a andar hasta el cuadro y lo cogí para entregárselo, encantada de que a alguien le gustara mis “paranoias sobre lienzo”.
-Supongo que ya lo sabréis, pero el óleo tarda años y años hasta secarse, tened cuidado con no manchar vuestras elegantes ropas, Monsieur. –iba a cederle la obra, pero la aparté de pronto. –Perdonadme, pero tengo que saberlo… ¿por qué lo queréis? Quiero decir, que se lo entrego de buen grado, pero... –hice una pausa, tras la que me lo pensé mejor, ¿había sido insolente mi pregunta? –Lamento mi indiscreción, es mera curiosidad, siempre podéis no responder. –me encogí de hombros, algo avergonzada de ser tan curiosa. Podía deberse a motivos íntimos, no debería haberlo preguntado…
En otras circunstancias hacía mil preguntas sin preocuparme, pero ahora que había encontrado un cliente, temía espantarlo con mi extravagancia.
Lady Rain- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2010
Edad : 31
Localización : París
Re: Sangre violeta (Lady Rain)
El rostro de la artista permaneció inmutable, aunque en su voz sí pude notar un timbre más acelerado, quizá de sorpresa. Aunque la sopresa fue mía cuando me dijo que el cuadro era gratis.
-¿Gratuito? -pregunté sorprendido, alzando una ceja-. ¿Realmente vais a regalarme un cuadro surgido de vuestras más íntimas entrañas? -Aquella dama era extraña, sin duda, y su comportamiento revelaba quizá inexperiencia y poco trato con los clientes. Como ella misma había dicho, había sido el primero en interesarme por una obra suya sin haberla encargado antes. Ella fue a por el cuadro y lo observó, como despidiéndose de él.-No necesitáis advertirme de ello, mademoiselle -dije cuando me aconsejó que no lo tocara demasiado o podría mancharme.- Lo cierto es que tengo más contacto con el arte del que pueda parecer.
El recuerdo de Amelie, tan casual y bella como siempre, revoloteó por mi mente colocando la hermosa visión de ella pintando un cuadro en su estudio, vestida con una mera bata de gasa azul. El cercano encuentro había dejado una huella indeleble en mí, como cada vez que la visitaba. Volví al presente con un tirón de Ophelia, que me quitó el cuadro preguntándome por qué me había fijado en él. Oh, porque me he dado cuenta de que es la viva expresión de tu pasado mártir de los juguetones caminos del destino. O quizá porque los ojos de lobo representados en él, indicados como causante de la supuesta desgracia me hablan de tu impetuoso odio por su raza, casi tan natural como el mío.
-¿Y por qué no? La expresión es perfecta, dice mucho de vos, de vuestro interior. Una obra inusual, pero no por ello carente de interés. -preferí decir. Mis pensamientos y las palabras que verdaderamente decía confluían en una pelea de habladurías que mantenía mi mente ocupada.- Pero lo cierto es que no voy a conformarme con esto, mademoiselle. Debo deciros que por lo que puedo observar -dije mirando los retratos que pendían de la pared- tenéis unas aptitudes que os cuesta emplear y poner en práctica. Creo que me gustaría que hiciéseis algo así con mi rostro -sopesé la idea. Podría colgarla en la entrada del teatro, al fin y al cabo yo era su dueño y señor, y no estaría mal tener una representación propia en mis dominios. El problema sería cuando las jóvenes de alta cuna que hoy lo visitaban vinieran treinta o cuarenta años después y se diesen cuenta de que seguía igual que en el retrato de hacía años. Oh, los problemas tan insulsos de ser inmortal.- Por otro lado, no me importaría llevarme algún que otro cuadro de vuestro estudio. Os dejaré que pintéis lo que os plazca; cualquier cosa que se os ocurra, lo que yo mismo os inspire. ¿Aceptaréis mi encargo?
Conforme hablaba, la mirada de Ophelia era más atenta y clara. Empezaba a preguntarme cómo sería el sabor de su sangre. Desde luego, su olor penetrante era fabuloso.
-¿Gratuito? -pregunté sorprendido, alzando una ceja-. ¿Realmente vais a regalarme un cuadro surgido de vuestras más íntimas entrañas? -Aquella dama era extraña, sin duda, y su comportamiento revelaba quizá inexperiencia y poco trato con los clientes. Como ella misma había dicho, había sido el primero en interesarme por una obra suya sin haberla encargado antes. Ella fue a por el cuadro y lo observó, como despidiéndose de él.-No necesitáis advertirme de ello, mademoiselle -dije cuando me aconsejó que no lo tocara demasiado o podría mancharme.- Lo cierto es que tengo más contacto con el arte del que pueda parecer.
El recuerdo de Amelie, tan casual y bella como siempre, revoloteó por mi mente colocando la hermosa visión de ella pintando un cuadro en su estudio, vestida con una mera bata de gasa azul. El cercano encuentro había dejado una huella indeleble en mí, como cada vez que la visitaba. Volví al presente con un tirón de Ophelia, que me quitó el cuadro preguntándome por qué me había fijado en él. Oh, porque me he dado cuenta de que es la viva expresión de tu pasado mártir de los juguetones caminos del destino. O quizá porque los ojos de lobo representados en él, indicados como causante de la supuesta desgracia me hablan de tu impetuoso odio por su raza, casi tan natural como el mío.
-¿Y por qué no? La expresión es perfecta, dice mucho de vos, de vuestro interior. Una obra inusual, pero no por ello carente de interés. -preferí decir. Mis pensamientos y las palabras que verdaderamente decía confluían en una pelea de habladurías que mantenía mi mente ocupada.- Pero lo cierto es que no voy a conformarme con esto, mademoiselle. Debo deciros que por lo que puedo observar -dije mirando los retratos que pendían de la pared- tenéis unas aptitudes que os cuesta emplear y poner en práctica. Creo que me gustaría que hiciéseis algo así con mi rostro -sopesé la idea. Podría colgarla en la entrada del teatro, al fin y al cabo yo era su dueño y señor, y no estaría mal tener una representación propia en mis dominios. El problema sería cuando las jóvenes de alta cuna que hoy lo visitaban vinieran treinta o cuarenta años después y se diesen cuenta de que seguía igual que en el retrato de hacía años. Oh, los problemas tan insulsos de ser inmortal.- Por otro lado, no me importaría llevarme algún que otro cuadro de vuestro estudio. Os dejaré que pintéis lo que os plazca; cualquier cosa que se os ocurra, lo que yo mismo os inspire. ¿Aceptaréis mi encargo?
Conforme hablaba, la mirada de Ophelia era más atenta y clara. Empezaba a preguntarme cómo sería el sabor de su sangre. Desde luego, su olor penetrante era fabuloso.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 25/07/2010
Re: Sangre violeta (Lady Rain)
Vampiro. Era lo único que podía pensar en aquellos días, después del incidente con Lemoine y las revelaciones que me hizo sobre las criaturas sobrenaturales. Más que los licántropos, que no eran más que bestias a la luz de la luna, me interesaban los vampiros.
¿Podría hacerle un retrato a Lumiere en forma vampírica? Era una idea, sin duda, original, pero tal vez algo infantil. No, no, tenía que pensar algo más serio que eso...
Pero él había dicho que pintase lo que me inspirase su persona. Me inspiraba... atracción. Era como la descripción que me había dado Frank sobre los hijos de la noche...
Por supuesto, no pensaba realmente que aquel elegante y cortés caballero fuera un asesino que se alimentaba de sangre inocente, eso sería absurdo. Lumiere no era un vampiro, creer eso sería una locura. Si lo pintaba en forma de vampiro tal vez se sintiera ofendido.
Tras pensármelo mucho, suspiré.
-Tal vez no lo conozca lo suficiente como para inspirarme nada, monsieur...
Comencé a caminar a su alrededor, estudiando cada ínfimo detalle de su postura, sus ropas, sus gestos... Cuando pasé por delante de él de nuevo, mantuve la mirada fija en sus ojos. Tenían un brillo extraño, no parecía humano, pero un vampiro era algo demasiado tétrico para Dimitri Lumiere.
Parecía más bien un ángel. Pero, a pesar de eso, sí que tenía un toque oscuro, como una sombra que cruzaba su mirada, ensombreciendo su luz. Un ángel caído sería más acertado.
Aquello me pareció, en mi extravagante gusto, una idea más elegante.
-Creo que ya tengo algo, aunque quizá sea algo demasiado… -no encontraba la palabra. -¿oscuro? No sé qué opinión os merecerá los ángeles caídos. Decidme, ¿sois muy religioso, Dimitri? –le pregunte en un susurro, empezando a preguntarme si había sido buena idea. ¿Se sentiría ofendido si lo retrataba como uno de los seguidores de Lucifer? En realidad, lo comprendería.
¿Podría hacerle un retrato a Lumiere en forma vampírica? Era una idea, sin duda, original, pero tal vez algo infantil. No, no, tenía que pensar algo más serio que eso...
Pero él había dicho que pintase lo que me inspirase su persona. Me inspiraba... atracción. Era como la descripción que me había dado Frank sobre los hijos de la noche...
Por supuesto, no pensaba realmente que aquel elegante y cortés caballero fuera un asesino que se alimentaba de sangre inocente, eso sería absurdo. Lumiere no era un vampiro, creer eso sería una locura. Si lo pintaba en forma de vampiro tal vez se sintiera ofendido.
Tras pensármelo mucho, suspiré.
-Tal vez no lo conozca lo suficiente como para inspirarme nada, monsieur...
Comencé a caminar a su alrededor, estudiando cada ínfimo detalle de su postura, sus ropas, sus gestos... Cuando pasé por delante de él de nuevo, mantuve la mirada fija en sus ojos. Tenían un brillo extraño, no parecía humano, pero un vampiro era algo demasiado tétrico para Dimitri Lumiere.
Parecía más bien un ángel. Pero, a pesar de eso, sí que tenía un toque oscuro, como una sombra que cruzaba su mirada, ensombreciendo su luz. Un ángel caído sería más acertado.
Aquello me pareció, en mi extravagante gusto, una idea más elegante.
-Creo que ya tengo algo, aunque quizá sea algo demasiado… -no encontraba la palabra. -¿oscuro? No sé qué opinión os merecerá los ángeles caídos. Decidme, ¿sois muy religioso, Dimitri? –le pregunte en un susurro, empezando a preguntarme si había sido buena idea. ¿Se sentiría ofendido si lo retrataba como uno de los seguidores de Lucifer? En realidad, lo comprendería.
Lady Rain- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2010
Edad : 31
Localización : París
Re: Sangre violeta (Lady Rain)
Las primeras palabras de Ophelia como respuesta a mi encargo no me convencieron para nada. ¿Nada? No podía no inspirar nada. Para una verdadera artista siempre había algo en que pensar, y más si se trataba de una persona. Sin embargo, enseguida recapacitó y me ofreció algo mucho más suculento.
-Oh, creo que es mi asignatura suspensa -dije con mi mejor sonrisa-. Le sorprendería saber cuán católica ha sido mi educación, pero me temo que no simpatizo mucho con el mundo de lo sobrenatural, ni de las creencias y fe. -dije sin pensarlo demasiado. Esperaba otra oferta, algo más serio, quizá algo que pudiera colgar a la entrada de mi casa, que dijera quién estaba dentro y a quién había que rendir homenaje si se quería permanecer en el interior de aquellos muros de mármol.- Aunque puede que no sea del todo una mala idea. Quizá pueda tomarse como alguna especie de símbolo, algo que hable sobre mí, sobre mi forma de ser y de pensar. -sopesé mis palabras, escogiéndolas para no herirla- En este momento vuestras palabras me dicen que me veis como una especie de ángel caído; la más siniestra mezcla entre dos esferas completamente opuestas pero que comparten límite: cielo e infierno. Es decir, soy un completo misterio para vos. Un ser neutral. -hice una pausa para que asimilase mis palabras- Quizá dentro de unos días, si me conociéseis más a fondo, tendrías una imagen bien distinta a la que hoy tenéis, o por el contrario os serviría para afianzar lo que ya creéis.
Me acerqué a ella utilizando mis habilidades persuasorias para convencerla de lo que iba a decirle.
-Os propongo algo distinto a lo que habéis hecho hasta ahora. De aquí para atrás supongo que habréis pintado miles y miles y de rostros sin más motivo que calcar una faz sobre un lienzo, plasmarla como si quisiéseis copiar lo que se refleja en vuestras pupilas al contemplar un rostro. Simples líneas que emulan a un espejo congelado, inmortal, pero sin la más mínima expresión ni significado. -Me situé detrás de ella y acerqué mi cabeza al hueco entre su cuello y hombro, sin llegar siquiera a rozarlo, y le susurré al oído señalando a los cuadros de su estudio- Todo esto me dice que tenéis una gran artista encerrada entre lienzos sin sentido que os obligan a estancaros sin poder dar rienda suelta a lo que verdaderamente lleváis dentro: una habilidad innata que pocas veces puede salir a la luz. Sé que tenéis un don, y quiero que lo plasméis conmigo.
Volví a separarme de ella para que mis palabras surtieran efecto.
-Quiero que me retratéis tal y como soy, y no os hablo de la estima superficial. El cuerpo sólo es carne y células, pero no habla de lo que realmente somos; de nuestra esencia más ínfima. Pero para plasmar eso sobre un papel, tenéis que conocerme mejor, y así quiero que sea.
Giré el lienzo del cuadro que iba a llevarme hacia mí, y lo acaricié con suavidad, pasando los dedos por los ojos coloridos del lobo.
-Os recompensaré con creces, creedme. Pero el trabajo será largo y arduo, y a mí también me servirá para conocer mejor a la artista que pintará mi alma sobre un lienzo. -levanté los ojos de golpe para mirarla a ella, con la mirada más penetrante y furiosa que poseía. Quería su sangre, y la quería ahora. Pero mis más oscuros instintos tendrían que esperar... a que el trabajo estuviese terminado- ¿Aceptaréis?
Lo que le proponía era conocernos durante algún tiempo, quizá días o quizá semanas. Quería que hiciese una especie de biografía plasmada sobre un sólo retrato, que captase mi mirada y mis emociones para expresarlas en cada gesto de mi cara, en cada facción. A pesar de que había echado para atrás su idea de ángel caído, le había propuesto algo mucho mejor. Si ella aceptaba, probablemente sería el trabajo más importante de su vida y su consagración como artista.
-Oh, creo que es mi asignatura suspensa -dije con mi mejor sonrisa-. Le sorprendería saber cuán católica ha sido mi educación, pero me temo que no simpatizo mucho con el mundo de lo sobrenatural, ni de las creencias y fe. -dije sin pensarlo demasiado. Esperaba otra oferta, algo más serio, quizá algo que pudiera colgar a la entrada de mi casa, que dijera quién estaba dentro y a quién había que rendir homenaje si se quería permanecer en el interior de aquellos muros de mármol.- Aunque puede que no sea del todo una mala idea. Quizá pueda tomarse como alguna especie de símbolo, algo que hable sobre mí, sobre mi forma de ser y de pensar. -sopesé mis palabras, escogiéndolas para no herirla- En este momento vuestras palabras me dicen que me veis como una especie de ángel caído; la más siniestra mezcla entre dos esferas completamente opuestas pero que comparten límite: cielo e infierno. Es decir, soy un completo misterio para vos. Un ser neutral. -hice una pausa para que asimilase mis palabras- Quizá dentro de unos días, si me conociéseis más a fondo, tendrías una imagen bien distinta a la que hoy tenéis, o por el contrario os serviría para afianzar lo que ya creéis.
Me acerqué a ella utilizando mis habilidades persuasorias para convencerla de lo que iba a decirle.
-Os propongo algo distinto a lo que habéis hecho hasta ahora. De aquí para atrás supongo que habréis pintado miles y miles y de rostros sin más motivo que calcar una faz sobre un lienzo, plasmarla como si quisiéseis copiar lo que se refleja en vuestras pupilas al contemplar un rostro. Simples líneas que emulan a un espejo congelado, inmortal, pero sin la más mínima expresión ni significado. -Me situé detrás de ella y acerqué mi cabeza al hueco entre su cuello y hombro, sin llegar siquiera a rozarlo, y le susurré al oído señalando a los cuadros de su estudio- Todo esto me dice que tenéis una gran artista encerrada entre lienzos sin sentido que os obligan a estancaros sin poder dar rienda suelta a lo que verdaderamente lleváis dentro: una habilidad innata que pocas veces puede salir a la luz. Sé que tenéis un don, y quiero que lo plasméis conmigo.
Volví a separarme de ella para que mis palabras surtieran efecto.
-Quiero que me retratéis tal y como soy, y no os hablo de la estima superficial. El cuerpo sólo es carne y células, pero no habla de lo que realmente somos; de nuestra esencia más ínfima. Pero para plasmar eso sobre un papel, tenéis que conocerme mejor, y así quiero que sea.
Giré el lienzo del cuadro que iba a llevarme hacia mí, y lo acaricié con suavidad, pasando los dedos por los ojos coloridos del lobo.
-Os recompensaré con creces, creedme. Pero el trabajo será largo y arduo, y a mí también me servirá para conocer mejor a la artista que pintará mi alma sobre un lienzo. -levanté los ojos de golpe para mirarla a ella, con la mirada más penetrante y furiosa que poseía. Quería su sangre, y la quería ahora. Pero mis más oscuros instintos tendrían que esperar... a que el trabajo estuviese terminado- ¿Aceptaréis?
Lo que le proponía era conocernos durante algún tiempo, quizá días o quizá semanas. Quería que hiciese una especie de biografía plasmada sobre un sólo retrato, que captase mi mirada y mis emociones para expresarlas en cada gesto de mi cara, en cada facción. A pesar de que había echado para atrás su idea de ángel caído, le había propuesto algo mucho mejor. Si ella aceptaba, probablemente sería el trabajo más importante de su vida y su consagración como artista.
Dimitri Lumière- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/07/2010
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