Edvin J. Pärt

Demente, ¿pero por qué? Esa es la verdadera pregunta, no hay nada en su pasado que haya sido realmente traumático como para haberlo marcado así; es algo con lo que nació. Una sed de poder y sangre que estuvo ahí incluso antes de su transformación. Arrogante,  si antes miraba al mundo hacia abajo, ahora que es vampiro cree que el suelo que pisa no lo merece. Inteligente, culto y astuto, es difícil engañarlo aunque a veces le gana su propia juventud. Cruel, disfruta con el sufrimiento ajeno, y le gusta prolongarlo. Posesivo, aquello que ha marcado como suyo, nadie lo puede tocar. Caprichoso, le gusta que aquello que desea se le dé en el momento, odia esperar. Hipócrita, navega ante el mundo con bandera de caballero de alta sociedad, refinado, culto y amable, pero en realidad, detrás de su máscara, es un monstruo, ¿lo peor? Que siempre lo fue, la inmortalidad no lo cambió en ese aspecto. Impulsivo, es un chiquillo, ¿qué se podía esperar? Pendenciero, con el nuevo poder adquirido cree que es invencible. Pero poco a poco, también, se hace a la idea de su nueva condición y se ajusta. Está aprendiendo y aprende rápido.

Edvin es tipo que nunca careció de nada, que está acostumbrado a siempre tenerlo todo. Pedante, pero que logra convencerte de lo contrario. Conoce sus fortalezas, pero en general, parece pasar por alto sus debilidades. Ambicioso a tal grado que no le importa a quién tenga que pisar para lograr su cometido. Eternamente insatisfecho, lo que le produce un estado constante de frustración, eso podría explicar la cólera que conduce la mayoría de sus actos. La gente le parece aburrida y muy pocos logran llamar su atención, y si antes fue sociable, todo lo que su posición privilegiada en Estonia se lo exigía, fue por mera conveniencia. Nunca hace nada que sabe, no le traerá satisfacción personal.  Hedonista de siempre, el arte es uno de los pocos puntos blandos en su personalidad, le encanta, sobre todo el más oscuro y siniestro. En su enorme sed de conocimiento y poder, le intriga la magia de los brujos, busca aliarse con alguno para que le hable de sus secretos.

Nació en Tallinn, Estonia, región perteneciente al Imperio Ruso, hace 30 años. Hijo único de una pareja de prominentes comerciantes: Juhan y Alina, que en aquel punto clave entre San Petersburgo y el resto de Europa, tenían formado un imperio que constaba de varios, muchos navíos y  muchas propiedades. La hipocresía la aprendió desde la cuna; su padre, se declaraba ferviente servidor de la corona rusa, cuando en realidad, despreciaba a dicho gobiernos por una serie de razones que iban desde el simple hecho de que le expropiaron terrenos ya en territorio Ruso hasta la convicción de que le estaban robando lo que era suyo. Estonia era suyo y no sólo como su nación, la familia Pärt descendía de los antiguos monarcas que estuvieron ahí incluso antes de la llegada de los daneses; ésta arraigada idea se la heredó a su hijo, aunque Edvin es menos apasionado al respecto.

Fue educado con los estándares más rigurosos, instruido no sólo en ciencias, sino en artes también, siendo éstas su verdadera pasión, sobre todo las visuales. Desde temprana edad comprendió que el conocimiento es poder y se dedicó a leer cuanto documento se le puso enfrente. Así supo de los vampiros —una leyenda que se dedicó durante su adolescencia a comprobar que era verdad— y de la magia, asunto que le intriga, sobre todo por su cualidad de oscura. Fue comprometido, como todo muchacho de su estrato social, desde muy joven, pero jamás sintió verdadera pasión, si ternura por la chica destinada para él, a la que trataba con indiferencia que rayaba en la grosería. Desde joven, también, conoció los placeres mundanos de la carne, haciéndose asiduo a los burdeles. Muchos hombres de alta sociedad lo hacían, el problema era que Edvin alardeaba de ello, insultando así a su prometida. A los 18 años tuvo un encuentro con una mujer, Felicia se dijo llamar; comprobó que los vampiros eran reales.

Y aunque tenía un futuro más que asegurado, continuando con el emporio comercial de su padre, cuando una oportunidad mayor llegó, no la dejó pasar. Despertó el interés de un Barón rumano: Marius Ionescu, por su increíble inteligencia y perspicacia. El hombre, un viejo solitario, solicitó a los Pärt la compañía de Edvin y éste, viendo una puerta abierta la provechó, asegurando que regresaría a Estonia para contraer nupcias como estaba acordado. Ya en Rumania exprimió cuanto pudo a Ionescu, leyó su biblioteca entera y se instruyó en los modos de la realeza. Fue en esa tierra que se reencontró con Felicia, a quien también cautivó como a Marius y finalmente ella fue quien lo transformó.

Regresó con su protector, lo convenció de que el heredero más apto para sus bienes era él, Edvin y una vez que el hombre cambió su testamento, el joven lo mató. Fue su primer asesinato, pero no el último.

¿Estonia? Jamás regresó a Estonia, no sabe qué es de sus padres, mucho menos de la que fuera su prometida. Sigue buscando el poder y la gloria, lo que lo condujo hasta París, donde actualmente reside, ansioso de saber más de todo aquello que le intriga. Pero su patanería y arrogancia le han cosechado mucho enemigos.

→ Coleccionista de arte, entre más enfermo mejor, pero también aprecia las piezas tradicionales.
→ Camina con un bastón, no lo necesita, pero siente que lo empodera.
→ Careció de un maestro como tal, por lo que aún comete errores como vampiro. Su método es prueba y error.
→ Sigue devorando libros. Es curioso por naturaleza aunque a veces le desespera ser incapaz de saberlo todo.
→ Odia a los animales, sobre todo los de compañía. Allá en Estonia su casa estaba repleta.
→ Pero ante todo, es un excelente actor. Puede convencer a cualquiera de que es todo un cordero, sin imaginar el lobo que está debajo de esa piel.