AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Some children died the other day || Edvin J. Pärt
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Some children died the other day || Edvin J. Pärt
No basta decir solamente la verdad, más conviene mostrar la causa de la falsedad.
Aristóteles
Aristóteles
Las noches agobiantes como las almas en penas que buscan un consuelo que calme esas lagrimas que en su interior llevan, Piedad a su sufrimiento más ¿existe la piedad? no hay consuelo para ellas, no hay palabras que apacigüen aquellas tormentas, no hay nadie que los pueda calmar, aun así la esperanza queda, esperanza de una vida nueva, el soñar o esperar algo mejor por cuenta de uno o por ayuda de alguien más.
20:00
La noche como la sombra se lleva al último paciente, quien sale por aquella puerta haciendo sonar la campanilla, su hermano se adelanta a salir para la casa dejando a ella que cierre todo el lugar, en aquel espacio, está la recepción pequeña con un escritorio a la entrada y varios sillones con una mesa en el centro que tiene un jarrón con flores, margaritas, y varias revistas sobre el vidrio, unos cuadros colgando de la pared pinturas abstractas, una pared de cristal divide la sala tras el escritorio de la recepción para dar paso a dos consultorios de lado lateral cada uno con su nombre inscrito en la puerta, el del lado izquierdo representa al de la mujer, dentro no parece un consultorio médico al contrario está lleno de conforto como si fuera un hogar, contra una de las paredes esta una biblioteca llena de libros médicos, junto a este un escritorio de madera oscura con una lamparita en tono verde y labores de flores, un diván negro amplio y un sillón junto a este, el piso está cubierto por una alfombra de color rojo tinto como la sangre, tres ventanales medianos al frente cubiertos por persianas a tono con las cortinas rojas, la habitación posee un color tenue, sombrío un poco, solo las luces de las lámparas ubicadas en mesitas por la habitación.
Sentada frente al escritorio estaba la mujer anotando en unos cuadernos negros algo sobre su ultimo paciente, para luego guardarlos en las gavetas de abajo de su biblioteca, luego de aquello decide acostarse sobre el diván descansando un poco retirándose los zapatos y desatando su cabello pensando en el trabajo que tiene en casa con su hermano, entre suspiros concilia levemente el sueño, olvidándose por completo del lugar de ella y solo recordando cuando estaba en su antigua natalidad pensando que se encontraba sola ¿o eso solo pensaba?
Tarja & Stephen Hauks- Humano Clase Media
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Re: Some children died the other day || Edvin J. Pärt
Llevaba anotada la dirección en un trozo de papel, con tinta negra y letra pulcra, la propia. Pero no hacía falta, la había aprendido de memoria y si de algo podía jactarse, era de tener una muy buena. Caminó con paso resuelto por las calles y avenidas de la ciudad que le había servido de hogar, fortaleza y refugio durante los últimos años. Y aunque ya conocía bien las entrañas de París, no dejaba de sentirse como un forastero.
¿A qué iba a ese sitio al que se dirigía? Sería interesante, esa era la cuestión real. Y si en su vida mortal, Edvin no hacía algo a menos que esto le fuera a dar una recompensa, ahora aquella actitud era el modus operandi diario. Aunque la recompensa no fuera otra cosa más que la satisfacción personal, que al final, ya era lo único que le quedaba, pues tenía la eternidad al frente como un maravilloso y terrible camino que debía ser andado; sin una meta y sin un final. La idea le parecía maravillosa, pero algo abrumadora también, no es que se acobardara. Alguna vez había pensado que su destino inequívoco era el de convertirse en vampiro y ahí estaba. Retando al destino, burlando al tiempo y a la muerte. Un paso a la vez.
Al final llegó. Ingresó al sitio sin prestar demasiada atención a los detalles. No por ahora, al menos y se plantó en el umbral de la puerta mirando a la mujer. Silencioso como el más hábil de los depredadores. La observó por unos segundos sin interrumpir. Breve, pero lo suficiente y luego tocó a la puerta delicadamente con el puño del bastón. Un toque quedo y sonrió con esa máscara que le sentaba muy bien.
—¿Señorita Hauks? —Preguntó por mera cortesía, sabía que era ella, lo sabía e ingresó al despacho sin ser invitado. Sólo un paso y el sonido de sus zapatos quedó amortiguado por la alfombra roja como vino—. Soy Edvin Pärt. Espero no sea demasiado tarde. Buscando por la ciudad, me han dicho que usted es la mejor a la que puedo acudir —su voz fue suave todo ese tiempo.
Se quedó de pie, apoyado ligeramente en el bastón. Firme y recto como pieza de ajedrez. Pero no era una pieza, era a quien le gustaba manejar el tablero.
¿A qué iba a ese sitio al que se dirigía? Sería interesante, esa era la cuestión real. Y si en su vida mortal, Edvin no hacía algo a menos que esto le fuera a dar una recompensa, ahora aquella actitud era el modus operandi diario. Aunque la recompensa no fuera otra cosa más que la satisfacción personal, que al final, ya era lo único que le quedaba, pues tenía la eternidad al frente como un maravilloso y terrible camino que debía ser andado; sin una meta y sin un final. La idea le parecía maravillosa, pero algo abrumadora también, no es que se acobardara. Alguna vez había pensado que su destino inequívoco era el de convertirse en vampiro y ahí estaba. Retando al destino, burlando al tiempo y a la muerte. Un paso a la vez.
Al final llegó. Ingresó al sitio sin prestar demasiada atención a los detalles. No por ahora, al menos y se plantó en el umbral de la puerta mirando a la mujer. Silencioso como el más hábil de los depredadores. La observó por unos segundos sin interrumpir. Breve, pero lo suficiente y luego tocó a la puerta delicadamente con el puño del bastón. Un toque quedo y sonrió con esa máscara que le sentaba muy bien.
—¿Señorita Hauks? —Preguntó por mera cortesía, sabía que era ella, lo sabía e ingresó al despacho sin ser invitado. Sólo un paso y el sonido de sus zapatos quedó amortiguado por la alfombra roja como vino—. Soy Edvin Pärt. Espero no sea demasiado tarde. Buscando por la ciudad, me han dicho que usted es la mejor a la que puedo acudir —su voz fue suave todo ese tiempo.
Se quedó de pie, apoyado ligeramente en el bastón. Firme y recto como pieza de ajedrez. Pero no era una pieza, era a quien le gustaba manejar el tablero.
Edvin J. Pärt- Vampiro/Realeza
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Re: Some children died the other day || Edvin J. Pärt
El tiempo es el mejor aliado de todos y cada uno de los que buscan su consuelo.
Entre meditaciones y sueños a medias los leves sonidos hacer que vuelva a tierra, al presente, al ahora, aquella mujer que se encontraba descansando abre sus ojos de pronto al percatarse de la presencia de alguien en su consultorio, gira la cabeza mirándole de lado, un joven de unos veinte y tanto años de pie junto a su bastón en un porte elegante y rígido lo que mostraba para ella que no le gustaba sentirse en familiaridad es decir que le gustaba controlar las situaciones y parte de ellos quizás sea porque no aceptaba el tener que estar en ese lugar buscando justo a ella, la dama se sentó mirando al joven colocándose los zapatos para acercarse, no mucho, al caballero.
-Buena noche Señor Pärt, entre siéntese- sonríe indicándole el diván para luego ella acercarse a su escritorio tomando el cuaderno de citas –Acaso teníamos una cita a esta hora…vaya veo que no, entonces ahora debo preguntar ¿en qué puedo ayudarle? Para que allá acudido a esta hora es por algo importante- suspira pensando en quizás negarle la consulta por el horario pero entre suspiros rechaza la idea por su trabajo esta antes que nada en esta vida, así que con calma se sienta frente a su escritorio anotando el nombre del caballero para comenzar su ficha –Sabe esto es algo inusual no recibimos pacientes a estas horas y menos así de improviso y por lo tanto espero no le moleste, pero como ve no tengo sus datos- indica la ficha, sabe que a muchos de sus pacientes les molesta eso pero es rutina médica –Así que espero que no le moleste si los vamos llenando para comenzar- con una sonrisa se levanta con la ficha en mano y un lapicero para tomar asiento en el sillón que estaba junto al diván.
Con algo de nervios, como era habitual en ella miró la ficha y luego al joven -Y bien Monsieur desea llenarla usted o le pregunto, como usted prefiera, igual todo quedará en confidencialidad de paciente y médico- sonríe extendiendo la cartilla médica –No se preocupe son preguntas de rutina, como su nombre completo, edad, nacionalidad, dirección, padres, estado civil, si tiene hijos o no, si trabaja o no, en que trabaja, su preferencia sexual- en esa pregunta Tarja se sonrojó levemente por la circunstancia –nimiedades pero que es de importancia médica, para crear su historial- sonríe recordando cada vez que hace eso con sus nuevos pacientes –Aunque a usted no le agrade tener que dar esta información a una desconocida aun, en cuyo caso iríamos trabajando en ello poco a poco y por lo que entonces solo respondería a cuatro peguntas básicas-
Su voz sonaba tranquila y muy profesional, sobre todo profesional y eso se notaba no solo en su voz sino tambien en su porte, pues se sentó derecha con la espalda recta pero la diferencia era que estaba más relajada con la sonrisa cálida en sus labios que proyectaba en sus ojos, toda la serenidad y calma del mundo.
Tarja & Stephen Hauks- Humano Clase Media
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Re: Some children died the other day || Edvin J. Pärt
Asintió con una sonrisa y se movió lento y caballeroso por el lugar. Tomó asiento, como le fue pedido y observó todos los movimientos de la mujer. Trató de memorizarla, su rostro, su aroma, sus modos, porque sabía que se verían mucho después de ese día y eso significaba que podría divertirse con ella.
—Oh, lo siento. Si quiere puedo retirarme —hizo el amago de irse, sin intentarlo realmente—. Sé que es tarde, pero es la única hora que tengo disponible, mis muchas otras actividades me mantienen bastante ocupado, espero no sea ningún inconveniente —su voz fue calmada, educada todo el tiempo—. Si debo pagar más por este horario especial, no hay problema, sé comprender y el dinero no es problema —se removió en su asiento, para sentarse más cómodamente.
Su sonrisa —falsa todo el tiempo— se acentuó cuando ella comenzó con los protocolos. Quería decir que seguirían adelante. Alzó ambas cejas actuando sorpresa.
—Por supuesto, por supuesto. Creo que será que mejor pregunte y responderé —¿con la verdad? Eso Edvin no podía asegurarlo. Luego se quedó un momento pensativo—. ¿Qué de todo eso quiere que responda primero? —seguía manteniendo la máscara de hombre correcto. A veces, incluso, lograba disfrutar toda su actuación en sociedad, sobre todo desde que era inmortal, porque sabía que podía ser un monstruo, el monstruo que siempre había sido, cuando quisiera.
—No se preocupe, entiendo que es necesario para poder continuar con el procedimiento. Trataré de ser sincero todo el tiempo con usted —volvió a sonreír. Era increíble la capacidad que tenía para decir mentiras sin inmutarse—. Veamos. Edvin Juhan Pärt, 26 años, estonio, vivo en el centro de París por ahora, mis padres están en Estonia, soy soltero y sin hijos, mi trabajo es mantener una baronía rumana y soy heterosexual —respondió a todas las cuestiones de la mujer con prontitud. No le vio problema alguno a hacerlo. Ninguna de esas preguntas debelaba gran parte de él. Nada relevante o nada con lo que quisiera jugar; excepto su edad tal vez.
—¿Lo ve? Ha sido muy sencillo —se recargó en su asiento como si se tratara de un trono. Empuñó con fuerza el bastón como si fuera su cetro. Hasta ahora todo lucía sencillo, y por ende, aburrido, y aunque la paciencia no era una de sus virtudes, sabía que la situación esta vez era distinta y por eso sabría aguardar—. ¿Qué más necesita saber? No soy un hombre de muchos secretos —y ahí estaba de nuevo, su asombrosa capacidad de embustero.
La miró fijamente. Supo en ese instante lo que quería. Romper a esa mujer, su pose profesional y perfecta. Y ahí estaba su oportunidad.
—Oh, lo siento. Si quiere puedo retirarme —hizo el amago de irse, sin intentarlo realmente—. Sé que es tarde, pero es la única hora que tengo disponible, mis muchas otras actividades me mantienen bastante ocupado, espero no sea ningún inconveniente —su voz fue calmada, educada todo el tiempo—. Si debo pagar más por este horario especial, no hay problema, sé comprender y el dinero no es problema —se removió en su asiento, para sentarse más cómodamente.
Su sonrisa —falsa todo el tiempo— se acentuó cuando ella comenzó con los protocolos. Quería decir que seguirían adelante. Alzó ambas cejas actuando sorpresa.
—Por supuesto, por supuesto. Creo que será que mejor pregunte y responderé —¿con la verdad? Eso Edvin no podía asegurarlo. Luego se quedó un momento pensativo—. ¿Qué de todo eso quiere que responda primero? —seguía manteniendo la máscara de hombre correcto. A veces, incluso, lograba disfrutar toda su actuación en sociedad, sobre todo desde que era inmortal, porque sabía que podía ser un monstruo, el monstruo que siempre había sido, cuando quisiera.
—No se preocupe, entiendo que es necesario para poder continuar con el procedimiento. Trataré de ser sincero todo el tiempo con usted —volvió a sonreír. Era increíble la capacidad que tenía para decir mentiras sin inmutarse—. Veamos. Edvin Juhan Pärt, 26 años, estonio, vivo en el centro de París por ahora, mis padres están en Estonia, soy soltero y sin hijos, mi trabajo es mantener una baronía rumana y soy heterosexual —respondió a todas las cuestiones de la mujer con prontitud. No le vio problema alguno a hacerlo. Ninguna de esas preguntas debelaba gran parte de él. Nada relevante o nada con lo que quisiera jugar; excepto su edad tal vez.
—¿Lo ve? Ha sido muy sencillo —se recargó en su asiento como si se tratara de un trono. Empuñó con fuerza el bastón como si fuera su cetro. Hasta ahora todo lucía sencillo, y por ende, aburrido, y aunque la paciencia no era una de sus virtudes, sabía que la situación esta vez era distinta y por eso sabría aguardar—. ¿Qué más necesita saber? No soy un hombre de muchos secretos —y ahí estaba de nuevo, su asombrosa capacidad de embustero.
La miró fijamente. Supo en ese instante lo que quería. Romper a esa mujer, su pose profesional y perfecta. Y ahí estaba su oportunidad.
Edvin J. Pärt- Vampiro/Realeza
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Re: Some children died the other day || Edvin J. Pärt
“Una mente llena de dudas no se puede concentrar en la victoria”.
Arthur Golden
Arthur Golden
Con el porte profesional sus piernas cruzadas, el dorso de su zurda siendo el reposo o descansador de su mentón y en esos labios rosados se dibuja una sonrisa acompañada de una mirada que dice “enserio” en forma de sarcasmo, su diestra sostiene un bolígrafo anotando cada palabra que aquel hombre dejaba entrever, si algo de lo que le enseñaron a esa mujer en la facultad de psicología fue que “todo el mundo no dice la verdad y esconde bajo las sonrisas los más siniestros secretos donde su labor radica en dejarlos salir”, la mujer repaso los datos con la mirada en segundos y entre un suspiro de complicidad sin serlo le miró al joven entrelazando ahora sus manos sobre su falda.
-Bien Monsieur Edvin Juhan Pärt- pronuncia cada letra de aquel nombre acariciándolas con su voz dejándole una confusión en su lengua pues su francés la delataba que no era de ahí por la poca fluidez de los acentos aun cuando ella llevaba años ya viviendo en Paris, no dejaba su acento materno, toma otra hoja que llevaba para sus anotaciones dejando solo el nombre del hombre frente a ella, no le miró para nada y solo se dedicó a escribir ¿qué? Bueno después de la ficha venía las apreciaciones de ella, anotaciones que solo los ojos femeninos verían eternamente, escribe dedicándole una leve sonrisa escondida, es de esas sonrisas que las aprecias solo si estas de suerte y solo si es para ti, de ellas era diestra Tarja para sus pacientes pues era su sonrisa de “todo está en orden ahora” pero nunca lo estaba; el silencio era único en ese lugar ¿por qué dejaba silencio entre ellos dos? Porque quería darle a pensar en lo que le llevó a ese lugar además de que estaba anotando cada una de las preguntas que él había formulado sin formular, leyendo tras las palabras del monarca además de darle algo de confort que se ambiente al lugar que sienta ese lugar como suyo porque estaba segura que muchas sesiones tendrían o quizás no pero eso el tiempo lo diría.
Al firmar la hoja de sus apreciaciones, no alzó la vista al contrario la mantuvo en la tercera hoja donde anotaría lo que aquel hombre indicara con sus palabras, porque desde que entró al lugar él estaba siendo analizado, observado y escuchado atentamente cada movimiento de él estaba siendo estudiado, desde su forma de sentarse, de sonreír y de usar ese bastón y cada apreciación de ellos lo había anotado Tarja en la segunda hoja, pero ahora tocaba lo más difícil para los pacientes abrirse con la doctora, la entrevista siempre era la más difícil para algunas personas, con un leve suspiro que pasaría desapercibido por el humano empezó su trabajo.
–El dinero no importa ni el horario, comprendo que tiene sus ocupaciones matutinas y vespertinas, no se preocupe será todo igual para usted, como si fuera uno de mis pacientes ahora con respecto a los “secretos” Si usted no es un hombre de muchos secretos indica que es leal y abierto con todos, un ser transparente que dice lo piensa y desea, además de que sus acciones no se basan en ocultarlas, todos saben todo de usted, no hay nada que no se sepa de su vida, su pasión o su muerte, como desea morir, si es tan accesible entonces dígame las razones de su visita, de mi trabajo, de usted- termina de anotar el nombre del paciente en la hoja alzando la vista dejando ver en sus palabras las apreciaciones que había anotado en la hoja anterior, un error fatal porque profesionalmente eso no se hace, jamás se da una sentencia ejecutoriada como esa, como si lo fuera, pero ella mantenía en su mente lo de “nadie es cien por ciento sincero en esta vida, siempre se oculta algo”.
Retomó su pose de elegante psiquiatra, esta vez un poco menos rígida, la mano que sostenía el bolígrafo seguía sobre el papel, presto y atento a cualquier anotación para hacer, su otra mano estaba sobre el reposabrazos del sillón, las hojas sobre sus piernas cruzadas, no bajaba la guardia con aquella sonrisa afable y tranquila presta a escuchar los “no secretos” de su nuevo y misterioso paciente.
-Si ha venido aquí es por algo y no creo que sea solo por “tener a alguien con quien conversar en la soledad”, ¿le importa algo al final?, Todo no siempre es sencillo ni es tan difícil, somos nosotros los que hacemos complicada nuestra existencia, pero no creo que quiera hablar de ello o sí, o quizás del clima, tenemos mucho tiempo- sonríe junto con su mano delicada sin hacer el menor ruido va moviéndose a las palabras y preguntas que formula y las que no pronuncia su boca pero su mente sí.
Tarja & Stephen Hauks- Humano Clase Media
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Re: Some children died the other day || Edvin J. Pärt
—Edvin —dijo rápido—, basta con que me diga Edvin. Olvidemos las formalidades, planeo visitarla a menudo y creo que ese tipo de cosas entorpecerían el avance —le sonrió de nuevo con gesto encantador y la miró fijamente, con ambas cejas levantadas. Observando detenidamente cada uno de sus movimientos.
Pero es que el recién convertido vampiro tenía esta asombrosa capacidad de no parecer un maniático, aunque lo era. De observar fijamente a las personas y no incomodarlas. Era siempre cortés y correcto, ¿qué malo podía tener que un caballero así mostrara interés en alguien? Jugaba bien sus cartas a pesar de su inexperiencia. Aun fallaba, pero sabía que incluso los vampiros más antiguos, podían cometer errores. Su meta era precisamente esa, que una vez que fuera un vampiro maduro, los errores en sus planes no existieran. ¿Cuáles eran sus planes? Ese era un misterio incluso para él. Hoy podía desear hacerse de alguna valiosa escultura, mañana podría querer conquistar el mundo.
Cambio el bastón de mano y recargó un codo en uno de los brazos del asiento que ocupaba. Ahí apoyó la cabeza, recargada en una mano, con el índice apuntando al cielo, pegado a su sien. Sonrió, en realidad, no había dejado de hacerlo todo ese tiempo.
—Me ha descrito —apuntó cuando ella habló de alguien que no guarda secretos—. Pero ese es mi problema. A veces me preocupo demasiado —su voz suave sonó sincera y cualquiera le compraría la actuación. Pero si se veía desde fuera, sabiendo el verdadero monstruo que era el joven Barón de Rumanía, se sabía lo terrible que era escucharlo decir toda esa sarta de mentiras—. ¿No debería tener límites? Ser un poco más reservado y no tan trasparente, ¿tal vez? —Se escuchó dubitativo donde tenía que serlo y más firme también en las partes correctas de sus oraciones.
—Dicen que es bueno visitar a un psiquiatra, ¿no? Hacerlo aunque no se necesite —frunció ligeramente el ceño—, por eso estoy tan interesado en visitarla. No creí que alguien como usted cuestionara las motivaciones de sus pacientes —inclinó el rostro a un lado. Borró la sonrisa y aguardó por una respuesta.
Momentáneamente se sintió decepcionado. Les rogó a todos los demonios de los 7 infiernos que esta mujer no lo desilusionara. Era un niño pequeño caprichoso que ponía altas expectativas en algunas cosas y que aceptaba de muy mala manera el fracaso. Más le valía a esta mujer estar a la altura o su reacción podría ser impredecible. Podía ser este amable sujeto, la máscara que vestía para andar entre los vivos y capturar a sus presas.
Pero también era un demonio. Un voraz depredador. Un rey del caos, de la destrucción. Podía matar ahí mismo, o torturar por años a sus víctimas sin otorgarles el descanso del sueño eterno. Era como Jano, tenía dos caras, dos muy bien definidas y de verdad, la gente no quería ver ese otro lado de él.
Pero es que el recién convertido vampiro tenía esta asombrosa capacidad de no parecer un maniático, aunque lo era. De observar fijamente a las personas y no incomodarlas. Era siempre cortés y correcto, ¿qué malo podía tener que un caballero así mostrara interés en alguien? Jugaba bien sus cartas a pesar de su inexperiencia. Aun fallaba, pero sabía que incluso los vampiros más antiguos, podían cometer errores. Su meta era precisamente esa, que una vez que fuera un vampiro maduro, los errores en sus planes no existieran. ¿Cuáles eran sus planes? Ese era un misterio incluso para él. Hoy podía desear hacerse de alguna valiosa escultura, mañana podría querer conquistar el mundo.
Cambio el bastón de mano y recargó un codo en uno de los brazos del asiento que ocupaba. Ahí apoyó la cabeza, recargada en una mano, con el índice apuntando al cielo, pegado a su sien. Sonrió, en realidad, no había dejado de hacerlo todo ese tiempo.
—Me ha descrito —apuntó cuando ella habló de alguien que no guarda secretos—. Pero ese es mi problema. A veces me preocupo demasiado —su voz suave sonó sincera y cualquiera le compraría la actuación. Pero si se veía desde fuera, sabiendo el verdadero monstruo que era el joven Barón de Rumanía, se sabía lo terrible que era escucharlo decir toda esa sarta de mentiras—. ¿No debería tener límites? Ser un poco más reservado y no tan trasparente, ¿tal vez? —Se escuchó dubitativo donde tenía que serlo y más firme también en las partes correctas de sus oraciones.
—Dicen que es bueno visitar a un psiquiatra, ¿no? Hacerlo aunque no se necesite —frunció ligeramente el ceño—, por eso estoy tan interesado en visitarla. No creí que alguien como usted cuestionara las motivaciones de sus pacientes —inclinó el rostro a un lado. Borró la sonrisa y aguardó por una respuesta.
Momentáneamente se sintió decepcionado. Les rogó a todos los demonios de los 7 infiernos que esta mujer no lo desilusionara. Era un niño pequeño caprichoso que ponía altas expectativas en algunas cosas y que aceptaba de muy mala manera el fracaso. Más le valía a esta mujer estar a la altura o su reacción podría ser impredecible. Podía ser este amable sujeto, la máscara que vestía para andar entre los vivos y capturar a sus presas.
Pero también era un demonio. Un voraz depredador. Un rey del caos, de la destrucción. Podía matar ahí mismo, o torturar por años a sus víctimas sin otorgarles el descanso del sueño eterno. Era como Jano, tenía dos caras, dos muy bien definidas y de verdad, la gente no quería ver ese otro lado de él.
Edvin J. Pärt- Vampiro/Realeza
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Re: Some children died the other day || Edvin J. Pärt
El destino de los hombres está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices.
-Friedrich Nietzsche-
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Formalidades, estas siempre son requeridas en cualquier trabajo ¿por qué? Porque una cosa es lo profesional y otro lo personal y nunca se mezclan ambas, además parte de los códigos de cada profesión plantean que jamás se debe ser uno amigo de un cliente o en este caso un paciente.
La doctora dejó de escribir, sus dedos se cruzaron al igual que sus piernas, su espalda recta contra el sillón mirando al caballero a los ojos con una sonrisa en sus labios ¿había que decir algo? No ya lo había dicho y ya había empezado a analizarlo con una pequeña palabra que dijo, cada reacción del joven, cada gesto, cada movimiento por más leve que fuera la doctora lo tenía presente. El silencio en la sala esta reinando nuevamente, quizás eso era, no tenía toda la confianza así que había que crear el “vinculo” paciente y doctor.
Regresa la mirada a sus notas sin responder a las preguntas de Monsieur Pärt, pero esta vez no escribe solo las lee poco a poco, hasta que decide cambiar el rumbo de la consulta, toma sus notas rompiendo su pose de psiquiatra para ir a su escritorio dejándolas ahí, sirve un poco de agua para ella y para el caballero –Gusta Monsieur?, No podría llamarle por su nombre, no es correcto- se acerca al joven a una distancia precavida extendiendo el vaso con el contenido, una sonrisa cálida y muy sincera se plasma en su rostro –Si fuéramos todos tan accesible no habría problemas en la sociedad, y claro todos sabríamos todo de todos, al final si es bueno tener ciertos secretos que hacen que no asustemos a los demás de quienes somos en realidad, quizás eso le preocupe, que si lo llegan a conocer les asuste lo que encuentre y por eso trata o quiere mostrarse transparente, ¿es eso lo que le preocupa?- da la espalda al joven volviendo a su sillón.
-Monsieur Pärt, no cuestiono en lo absoluto a mis pacientes al contrario disculpe si le di esa impresión, generalmente no recibo visitas médicas de la monarquía ya que tienen un miedo a ser descubiertos débiles o incapaces de dirigir naciones, pero parece que a usted eso no le molesta o le ataña los sueños y despierta mi curiosidad Monsieur Pärt, llevándome a cuestionar no a usted si no a mí por tal visita, lo sé quizás muchos no lo crean pero hasta los psiquiatras tenemos curiosidades por la visita de nuestros pacientes, ya que desde que entran por la puerta están siendo analizados y usted no es como los pacientes que generalmente vienen a visitarme- había roto su profesionalismo al comentarle sobre la “curiosidad médica” y con la sonrisa en sus labios, aquella sonrisa de “todo está bien, aunque no lo parezca” inclinó la cabeza hacia un lado mirando al caballero con una mirada curiosa enarcando una ceja –Disculpe si suenan mis palabras algo fuertes y directas, pero creo que con usted muchas de las terapias tradicionales de “confianza” y psiquiatría no darían resultado, lo que hace que me inquiete más su visita pues no ha dicho lo que generalmente me dicen los pacientes cuando los cuestiono al contrario usted lo ha tomado de otra forma, una forma que crea en mi mente preguntas- y nuevamente había roto el sello de su profesionalismo, se reclamó a sí mismo en la mente por ello retomando su trabajo con su sonrisa, aquella sonrisa profesional que se enseña de pequeños para ocultar los pensamientos y los verdaderas emociones del momento llega a su rostro pero esta vez se queda un buen tiempo, como si deseara desentrañar la mente de su nuevo paciente ¿quería hacerlo? Claro que sí.
Con un suspiro regresa al trato con su paciente, nuevamente lo toma como un paciente más, sus ojos se cierran y es su zurda la que soporta su cabeza –Los límites los pone usted según sus convicciones y sus deseos de acción-control y de control-sucesión- observa detenidamente el bastón del hombre –¿Cuál es su mayor anhelo realmente?-
Tarja & Stephen Hauks- Humano Clase Media
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