I died everyday waiting for you || Privado

por **Guillermina Castellví** Jue Ago 22, 2013 9:39 am

<<Camina con la cabeza gacha>> se recordó antes de ingresar a su hogar, porque donde estuviera Boriska, estaba su hogar. El Sol se ocultaba tras la línea del horizonte, cuando traspasó la puerta. Diminutas gotas de sudor le caían por la piel, había encontrado un grupo de libertos africanos y se había unido a su compás de tambores y cánticos en sus lenguas nativas. Aún podía sentir la fiebre del ritmo subiendo desde sus pies hasta su cabeza, haciéndole contonear la cadera con frenesí. Había bailando con las negras pulposas, de labios carnosos y marcas de latigazos en la espalda, y había admirado a los hombres enormes con los estigmas de su anterior esclavitud. Guillermina se sentía a gusto con ellos, quizá todos la veían diferente por su color de piel y su ropa que, si bien no era elegante, era de buena calidad. Se había despojado de las enaguas y había saltado a la pista moviendo sus hombros como las había visto a las féminas de color, y a una le había hablado con su acento que tan atractivo le pareció a la joven de sonrisa desdentada, que terminó contándole que ella estuvo en una mansión en la zona de Madrid. La muchacha sólo se sonrió, conocía poco y nada su país natal, sólo le había quedado su forma de hablar, y bastante olvidada en el tiempo, pues casi ni marcaba las “zetas”. La charla no se extendió más, y volvieron a una pista de baile de pies descalzos y sonidos guturales, que emanaban de las gargantas de los cantores. Ella se soltó el pelo y, simplemente, se dejó llevar, perdiendo la noción del tiempo. Cuando el atardecer era inminente, tomó consciencia de que debía irse pronto. Boriska no se pondría contenta si despertaba y Guillermina no estaba en la casa. Debía ser agradecida y pensar en que no todos los sirvientes tenían sus libertades…

En el interior, alguien estaba encendiendo la caldera. El fuego se movió cuando pasó rápidamente. <<Debo apurarme, debo estar lista>> se alentó. Llegó a su habitación, y por poco, se arrancó la ropa para quitársela. No tuvo tiempo de calentar el agua de la tina. Toda la piel se le erizó cuando ingresó al líquido tibio. Se refregó con una esponja y un jabón de rosas que ella misma había fabricado, se enjuagó el pelo con una fragancia de jazmín que le compró por pocas monedas a una niña de la calle y salió con rapidez. La toalla le hizo arder la piel de tanto frotarla para secarse. Sacó un bonito vestido en marfil, sencillo pero elegante, que sabía que a su ama le gustaba como le quedaba. Había terminado de arreglarse en el preciso instante en que el último ápice de luz se escondía. Corrió hacia la puerta de la habitación donde descansaba Boriska, y allí se apoyó, con las manos entrelazadas apoyadas en la boca del estómago, y algunas gotas de su cabello mojado empapándole la nuca y arrancándole escalofríos. Aún la casa no se calentaba, y en el exterior, el frío comenzaba a escarchar las plantas. Podía sentir una corriente fresca que le mecía suavemente la falda, los dedos de sus pies estuvieron a punto de entumecerse, si no los hubiera movido bajo los chapines desgastados. Los apretó contra los zapatos, y se enderezó, al tiempo que refregaba sus antebrazos. <<Una ventana abierta…>> dedujo, sin un gran esfuerzo de inteligencia humana.

Recorrió el largo pasillo hasta que descubrió a la causante de sus estremecimientos, y no era, justamente, su dueña. Cerró la abertura y ajustó los postigos, asegurándose de que el viento que comenzaba a soplar, no volviera a hacer de las suyas. Observó el jardín, como las hojas secas y las flores marchitas, se arremolinaban en un juego ondulante con la ventisca. <<Muy apropiado para el despertar de mi señora>> pensó con una leve sonrisa tirando de sus comisuras. Regresó a paso rápido, y cuando su mano se apoyó en el marco, escuchó los sonidos del despertar inminente. No se había dado cuenta de lo fatigada que estaba hasta ese momento en que sus músculos comenzaban a relajarse tras el baño. <<No le gustará, no le gustará>>, reflexionó con temor. Sabía bien que para cuando su ama despertase, ella debía estar lista para cumplir con sus servicios y también descansada, para no quejarse de absolutamente nada, aunque, a veces, era inevitable. Los pasos que provenían del interior le aceleraron el corazón, estaba ansiosa por verla, como cada día en ese horario, como en esos segundos previos a reencontrarla. <<¿Mi señora sabrá lo que siento por ella?>> se preguntó con pesar y con anhelo, y no pudo más que pensar en sus manos, en su boca y en su cuerpo. Guillermina llevó su palma fría hacia su escote y la perdió entre sus senos, y pellizcó su pezón con el índice y el pulgar, y lo estimuló hasta que una corriente eléctrica se perdía en su entre pierna. Se sobresaltó cuando otra persona del servicio doméstico apareció de súbito. <<¿Me habrá visto?>> y no pudo evitar que sus mejillas se tiñeran de un carmesí indisimulable.