AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Best part of me [Privado]
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Best part of me [Privado]
«No digas que no pienso en ti...»
Federico Moccia
En la vida de Elías existían varios problemas, al menos eso era lo que el licántropo veía. Sin embargo, ahora había aparecido un nuevo problema que simplemente no podía ignorar. Desde que el cazador hubiera conocido a Victoire bajo las peores circunstancias posibles, no había sido capaz de sacársela de la cabeza. Si bien le había quedado claro que ella no le deseaba cerca y más con todo le que la joven humana le contara y dijera antes de que no se vieran más, le era imposible no descubrirse a si mismo pensando en ella y preguntándose como se encontraría e incluso se cuestionaba si en el hermoso rostro de la humana aún quedaría la marca hecha por el vampiro que Elías destruye la noche de su encuentro; aún así cada vez que se descubría de manera consciente pensándola, se reprendía a si mismo y desviaba su atención a temas quizás más convenientes, sobre todo aquellos referentes a las presas futuras.
Con el pasar de los días y pese a que se dijera que las cosas se estaban calmando dentro de sus pensamientos, la verdad es que la idea de buscar a Victoire y hablar nuevamente con ella iba tomando mayor fuerza dentro de su mente todo gracias a que como siempre que se le metía algo en la cabeza, era imposible que se lo sacara. Elías comenzó incluso a llegar al punto en que pasaba algunas noches cerca del teatro sin atreverse a entrar, negándose aún a la idea de que le era necesario ver a la joven. El licántropo no era un hombre sentimental, mucho menos uno que planeara tener relaciones serias o que se interesara por otros, sin embargo parecía como que algo en la historia y la personalidad de la actriz que le llamaba a gritos. Elías resistió a mantenerse alejado de ella cerca de dos semanas, pero había sido demasiado para él.
Aquella noche se encontraba parado frente al teatro, en la mano derecha llevaba un pequeño ramo de flores que comprara para felicitar a la humana aquella antes de pedirle que le acompañase quizás a beber un café o a un lugar donde pudieran platicar sin la hostilidad del primer encuentro. Cierto era que aún se encontraba apenado por las mentiras contadas a la joven la noche de su primer encuentro y que usaría la excusa de compensarle para convencerla de que lo acompañara. En el corto lapso de tiempo que fue capaz de tratar a la actriz, Elías se dio cuenta de que no era una mujer fácil y que al igual que él, ella huía de algo en su vida solo que no se podía imaginar el por qué ni el para qué de eso. Decidido entonces a verla, entro en aquel teatro nuevamente y se sentó en el primer asiento libre que encontró; la función no demoro mucho en dar inicio y tal como lo esperaba, Victoire fue una de las actrices en aquella puesta en escena. Los ojos de Elías siguieron cada uno de los movimientos femeninos sobre el escenario y cuando la obra llegó a su fin, fue hasta donde se hallaban un grupo de actores a quienes pregunto si era posible que le dijesen a la actriz que se encontraba ahí y que deseaba verle. De todo el grupo, fue una joven la que con una sonrisa se ofreció a entregar el recado de su presencia a la actriz y tras escuchar el nombre de Elías, la chica desapareció, dejando al lobo a la espera de una respuesta por parte de Victoire.
Si la humana se negaba a verlo tenía planeado dejar las flores y abandonar aquel lugar pero no por ello planeaba rendirse ante ella. Victoire ya había mostrado su fuerza y su terquedad, ahora era el momento de que Elías demostrara la suya.
Federico Moccia
En la vida de Elías existían varios problemas, al menos eso era lo que el licántropo veía. Sin embargo, ahora había aparecido un nuevo problema que simplemente no podía ignorar. Desde que el cazador hubiera conocido a Victoire bajo las peores circunstancias posibles, no había sido capaz de sacársela de la cabeza. Si bien le había quedado claro que ella no le deseaba cerca y más con todo le que la joven humana le contara y dijera antes de que no se vieran más, le era imposible no descubrirse a si mismo pensando en ella y preguntándose como se encontraría e incluso se cuestionaba si en el hermoso rostro de la humana aún quedaría la marca hecha por el vampiro que Elías destruye la noche de su encuentro; aún así cada vez que se descubría de manera consciente pensándola, se reprendía a si mismo y desviaba su atención a temas quizás más convenientes, sobre todo aquellos referentes a las presas futuras.
Con el pasar de los días y pese a que se dijera que las cosas se estaban calmando dentro de sus pensamientos, la verdad es que la idea de buscar a Victoire y hablar nuevamente con ella iba tomando mayor fuerza dentro de su mente todo gracias a que como siempre que se le metía algo en la cabeza, era imposible que se lo sacara. Elías comenzó incluso a llegar al punto en que pasaba algunas noches cerca del teatro sin atreverse a entrar, negándose aún a la idea de que le era necesario ver a la joven. El licántropo no era un hombre sentimental, mucho menos uno que planeara tener relaciones serias o que se interesara por otros, sin embargo parecía como que algo en la historia y la personalidad de la actriz que le llamaba a gritos. Elías resistió a mantenerse alejado de ella cerca de dos semanas, pero había sido demasiado para él.
Aquella noche se encontraba parado frente al teatro, en la mano derecha llevaba un pequeño ramo de flores que comprara para felicitar a la humana aquella antes de pedirle que le acompañase quizás a beber un café o a un lugar donde pudieran platicar sin la hostilidad del primer encuentro. Cierto era que aún se encontraba apenado por las mentiras contadas a la joven la noche de su primer encuentro y que usaría la excusa de compensarle para convencerla de que lo acompañara. En el corto lapso de tiempo que fue capaz de tratar a la actriz, Elías se dio cuenta de que no era una mujer fácil y que al igual que él, ella huía de algo en su vida solo que no se podía imaginar el por qué ni el para qué de eso. Decidido entonces a verla, entro en aquel teatro nuevamente y se sentó en el primer asiento libre que encontró; la función no demoro mucho en dar inicio y tal como lo esperaba, Victoire fue una de las actrices en aquella puesta en escena. Los ojos de Elías siguieron cada uno de los movimientos femeninos sobre el escenario y cuando la obra llegó a su fin, fue hasta donde se hallaban un grupo de actores a quienes pregunto si era posible que le dijesen a la actriz que se encontraba ahí y que deseaba verle. De todo el grupo, fue una joven la que con una sonrisa se ofreció a entregar el recado de su presencia a la actriz y tras escuchar el nombre de Elías, la chica desapareció, dejando al lobo a la espera de una respuesta por parte de Victoire.
Si la humana se negaba a verlo tenía planeado dejar las flores y abandonar aquel lugar pero no por ello planeaba rendirse ante ella. Victoire ya había mostrado su fuerza y su terquedad, ahora era el momento de que Elías demostrara la suya.
Elías Pharzuph- Licántropo Clase Media
- Mensajes : 46
Fecha de inscripción : 22/11/2013
Re: Best part of me [Privado]
Aunque ya llevaba más de dos semanas presentándose en el teatro. Todos los días le resultaba como su primera vez, el nerviosismo nunca cesaba, algo que la caracterizaba, y que siempre hacía sonreír a sus compañeros de escena. Victoire era una mujer fuerte, con un carácter dominante, y nunca se dejaba de nadie, por eso es que verla de esa manera a todos les causaba entre risa y ternura, menos a ella, quien era que vivían la tensión. Sin embargo todo resultaba perfecto la mayor parte del tiempo. Su canto resultaba ser tan hermoso, que todos a su alrededor quedaban conmovidos al escucharla. Encontrarse haciendo eso le hacía olvidar su maldición, la necesidad constante que había desarrollado por alejarse de las personas, y que jamás podría ser cien por ciento feliz, dado que no tendría la oportunidad de llegar a tener una pareja formal, una a quien verdaderamente amar.
Se había instalado en un camerino grande, mismo que compartía con un par de amigas que había hecho en su tiempo en aquel lugar, personas buenas que veían la luz que ella poseía dentro de ella, y que les gustaba tenerla cerca. Cada noche, después de la presentación, todos hacían una especie de fiesta de celebración, en la que agradecían su fortuna por haber llenado de nuevo el teatro recibiendo excelentes criticas. Se sonrisa se ampliaba cada que alguien se acercaba a darle una grata y sincera felicitación; sin duda había tomado la mejor decisión, y cada día se arrepentía menos de haber dejado su hogar en las montañas. Quizás su verdadero destino se encontraba ahí, en la ciudad. ¿Lo sería? Si, lo era. No se iba a lamentar para nada por sus decisiones, mucho menos por sus logros.
Victoire se estaba retirando el maquillaje natural que le habían puesto. Su peinado pomposo también había pasado a ser sólo onduladas ondas que caían sobre sus hombros. Los vestidos ajustados a causa del corsé habían desaparecido, ahora sólo portaba tela que abrazaba su figura, eso le hacía sentir cómoda, la regresaba a la realidad. Perderse de lo real era bueno, pero nunca cuando llegaba a prolongarse más de la cuenta, porque era mejor sufrir en lo que se vivía, a pasar una vida de mentiras creadas de a conveniencia.
En medio de su cambio de vestuario fue interrumpida, y aunque la mirada de su compañera sólo pudo arquear una ceja. En un principio negó un par de veces, no deseaba tener que ver a ese hombre, le provocaba cierta inquietud, algo que no había experimentado, y que no deseaba experimentar. Tampoco quería ser grosera, y por eso después de agradecerle a su compañera, salió del camerino para encontrarse con aquel varón terco y persistente.
— Buena noche — Saludó con seriedad, pero en ningún momento con rechazo, grosería o enojo. Se estaba portando bien. — ¿Ha venido a ver la obra? ¿Le ha parecido buena? — Preguntó con curiosidad ¡Que torpeza! Claro que el hombre había ido a ver la obra, ¿para que otra cosa estaría ahí? — Me han comentado que deseaba verme, la última vez pensé que había quedado todo claro, espero que sea la última vez — Pidió, y no con reclamo, sino con inquietud, se sentía preocupada, sabía que la maldición siempre obligaba a que ocurrieran ciertas cosas, quizás ese era uno de los momentos.
Se había instalado en un camerino grande, mismo que compartía con un par de amigas que había hecho en su tiempo en aquel lugar, personas buenas que veían la luz que ella poseía dentro de ella, y que les gustaba tenerla cerca. Cada noche, después de la presentación, todos hacían una especie de fiesta de celebración, en la que agradecían su fortuna por haber llenado de nuevo el teatro recibiendo excelentes criticas. Se sonrisa se ampliaba cada que alguien se acercaba a darle una grata y sincera felicitación; sin duda había tomado la mejor decisión, y cada día se arrepentía menos de haber dejado su hogar en las montañas. Quizás su verdadero destino se encontraba ahí, en la ciudad. ¿Lo sería? Si, lo era. No se iba a lamentar para nada por sus decisiones, mucho menos por sus logros.
Victoire se estaba retirando el maquillaje natural que le habían puesto. Su peinado pomposo también había pasado a ser sólo onduladas ondas que caían sobre sus hombros. Los vestidos ajustados a causa del corsé habían desaparecido, ahora sólo portaba tela que abrazaba su figura, eso le hacía sentir cómoda, la regresaba a la realidad. Perderse de lo real era bueno, pero nunca cuando llegaba a prolongarse más de la cuenta, porque era mejor sufrir en lo que se vivía, a pasar una vida de mentiras creadas de a conveniencia.
En medio de su cambio de vestuario fue interrumpida, y aunque la mirada de su compañera sólo pudo arquear una ceja. En un principio negó un par de veces, no deseaba tener que ver a ese hombre, le provocaba cierta inquietud, algo que no había experimentado, y que no deseaba experimentar. Tampoco quería ser grosera, y por eso después de agradecerle a su compañera, salió del camerino para encontrarse con aquel varón terco y persistente.
— Buena noche — Saludó con seriedad, pero en ningún momento con rechazo, grosería o enojo. Se estaba portando bien. — ¿Ha venido a ver la obra? ¿Le ha parecido buena? — Preguntó con curiosidad ¡Que torpeza! Claro que el hombre había ido a ver la obra, ¿para que otra cosa estaría ahí? — Me han comentado que deseaba verme, la última vez pensé que había quedado todo claro, espero que sea la última vez — Pidió, y no con reclamo, sino con inquietud, se sentía preocupada, sabía que la maldición siempre obligaba a que ocurrieran ciertas cosas, quizás ese era uno de los momentos.
Victoire Vacquette- Humano Clase Media
- Mensajes : 35
Fecha de inscripción : 15/01/2014
Localización : Afueras de París
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