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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Adrik Ivanović Vie Abr 04, 2014 6:25 pm

Los osos pardos enfadados te van a parecer oseznos domados en comparación con la que te espera

La rabia, el dolor y las ganas de estrangular al culpable de su angustia, lo estaban condenando  a llenar su alma de oscuridad. Como si él realmente necesitase algo más que lo hundiera en su infierno personal. Desde su llegada a París, había recibido noticias casi diarias sobre lo que hacía su mujer en todo momento y lugar. No era que no confiara en ella. Más bien, sólo quería asegurarse de que no hacía ninguna estupidez. Había descubierto por las malas que Danna siempre tendía a hacer algo que la ponía en peligro, haciendo que él quisiera inmolarse bajo el sol, siempre que él desaparecía. Por eso se había asegurado de contratar a varios guardaespaldas, hombres cambiaformas que la seguirían sin necesidad de ser descubiertos por su mujer. Pero hacía un mes que el contacto se había roto. Decir que se había vuelto loco de angustia, era quedarse escueto. Era una bestia de ojos verdes, dispuesta a lanzarse a la yugular de cualquiera que osase decirle de nuevo que Danna había escapado de su lado.


Siempre había sabido que amar tanto a una persona sería un error. Lo sabía, pero aún así había caído en la trampa tan profundamente, que ya no podía pensar en él sin colocar un nosotros delante de cada frase. Estaban esperando un hijo, estaban casados. Unidos de la forma más estrecha en que podrían dos cuerpos y almas. Pero eso no era suficiente para él. No cuando ella insistía en arrancarle el alma a pedazos. ¿Qué haría si la habían atrapado los inquisidores?. Sus manos apretaron los antebrazos del sillón en el que estaba sentado, esperando a que Deiran y Yuna se presentaran ante él, buscaba alguna pista que le hiciera considerar errónea la idea de quemar vivos a todo hombre y mujer que se interpusieran entre su familia y él.


El sonido de la madera siendo destrozada entre sus dedos, hizo que desviara la vista hacia un espejo de cuerpo entero que había suspendido en la pared de la gran sala. Acababa de destrozar uno de los muebles del vampiro adicto al arte. Seguramente recibiría una mirada fría y llena de odio por  su acto descuidado, pero poco le importaba. No cuando era la misma imagen del odio. Su oscuridad lo bañaba. Miles de imágenes horrendas recorrían su  mente mientras miraba el reflejo de su propio rostro. Una belleza cruel y despiadada que creyó no volver a ver de nuevo. No cuando tenía a la luz de su alma en Escocia. ¡Oh, es cierto, ya no estaba allí!, gruñó para sí mismo mientras cogía el sillón y lo tiraba contra la pared.


Gruñó, dejando que su voz resonara contra las paredes de la habitación. Quería perturbar cada hogar de Francia, arrancar sus puertas y ventanas e impulsar su cuerpo en el interior, sólo para intentar hallar a Danna. Buscaría a aquellos que tenían a su mujer y los haría conocer el infierno. Oh, sí que lo haría.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Sáb Abr 05, 2014 2:41 pm

La joven vampiresa que residía en la mansión de Deiran Chassier mantenía una rutina cómoda, tranquila, tal vez tan aburrida que los sirvientes del lugar suspiraban de alivio. Sin embargo, cuando caía la noche y era tiempo de cazar, sus hábitos alimenticios ponían en prueba su gusto por la sangre, el asesinato y muy de vez en cuando la crueldad. Era una niña de engañosas intenciones. Resultaba imposible para los humanos que la conocían predecir sus estados de ánimo y lo que éstos la empujarían a hacer. Accidentalmente, pero hacía ya varios meses, había calculado mal su tiempo de caza y la sed la había atrapado en medio de un paseo nocturno. El cochero acabó tan mal que ni siquiera se atrevió a mostrar la evidencia a Deiran, aquel que la protegía incluso de sus propios impulsos. Desde hacía un tiempo atrás, la chica notaba a su compañero algo decaído, renuente a la compañía, malhumorado más de la cuenta. Le preocupaba verse ignorante de lo que lo atormentaba, aunque sospechaba que era poco lo que podía hacer para ayudarlo.

Así pues, se paseaba por la casa, leía, estudiaba, hacía lo que un intelectual de treinta años, quizás en un intento de compensar los años perdidos. Su capacidad de razonamiento era admirable, pero seguía siendo lenta para otras cosas. En la privacidad de su cuarto, recordaba el color azul intenso que los ojos de aquella cazadora tenían. El sabor de su sangre. Después enterraba el pensamiento en lo más profundo de su mente e intentaba olvidarle con presura. Incluso con esa extraña y alarmante depresión que acompañaba al vampiro más antiguo que residía en la casa, éste se empeñó en duplicar las instrucciones de pelea, de supervivencia, del simple vampirismo. Las cosas que aprendió con él en unas semanas no las hubiese sospechado en años. De pronto sentía que su cuerpo se acostumbraba al cambio; un ligero aumento de velocidad, de fuerza, sus reflejos cada vez más felinos. Lo que destacaba más que cualquier otra cosa, eran los daños físicos que podía resistir sin una sola queja. Incluso toleraba la sed sin daños colaterales.

El día que la mansión, los sirvientes, el propio anfitrión y su pupila recibieron visita, Yuna sufrió una descarga de curiosidad que ni los milenios de entrenamiento podrían frenar. Estaba en ella descubrir lo novedoso, romper algunas reglas. Así pues, la castaña llegó primero al despacho donde debían recibir una visita íntima como aquella. Mientras cruzaba el pasillo que conducía a la habitación, el largo vestido blanco perla rozaba el suelo y revoloteaba como las alas de una mariposa a la más mínima brisa. Sobre sus hombros llevaba un chal de encaje blanco con cintas verde menta, que se amarraban a una del mismo color debajo del busto. Era la imagen de la inocencia. Antes de tocar el pomo de la puerta escuchó con claridad el sonido de la madera astillarse, lo que la desconcertó de verdad. Sus ojos, por lo general somnolientos, se abrieron de par en par cuando abrió la puerta y descubrió a un hombre lanzando el hermoso sofá que Deiran tanto apreciaba.

Nada podía salvarse del mueble, salvo el tapiz. Nunca había visto una muestra de ira tal como la de ese hombre. "Ese vampiro", se corrigió a sí misma. La forma tan ligera en como había destrozado la madera no era propia de un mortal. Comenzaba a preguntarse por qué Deiran no le dio más detalles del visitante. Por el momento, se dijo mientras daba unos golpesitos a la puerta abierta con los nudillos, tendría que averiguarlo por sí misma.

Si respira profundamente, quizás podamos salvar algunos otros tesoros de Deiran. ―Sugirió con una calma pasmosa. La lentitud con la que siempre hablaba la joven, más el acento inglés que no desaparecía con el idioma, conferían a sus palabras una seriedad carente de exigencias. Como una profesora a la que nada se le podía negar. Avanzó por el despacho, levantando la falda del vestido cuando pasó por encima de los trozos de madera, y se detuvo frente a un escritorio antiguo. Acarició los libros que descansaban encima y posó la mirada en el sombrío visitante.― Es sólo una suposición, pero... la furia no es la mejor amiga para una presentación. ―Lo inspeccionó sin dejar a un lado la educación y confirmó que la intimidante presencia no se debía sólo a la muestra de fuerza bruta, sino a algo más profundo. Una mente calculadora, quizás demasiado inteligente, sumada a una buena razón para sentir ira.
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Mensaje por Deiran Chassier Mar Abr 15, 2014 7:55 pm

Sentado en uno de los extremos de la habitación meditaba en la nada. El tiempo seguía impaciente su curso sin importarle lo que a su paso dejaba atrás. Las heridas no eran más que escombros de lo que un día fue un enorme muro impenetrable siendo un soplido el único capaz de poder deshacerlo en mil y una ruinas. Jamás gusté de ser bueno por eso escarmentaba el dolor de tener que pasar los días sin costumbre alguna. Todo era mal. Me molestaba el aire que me rozaba al despertarme, la presencia de las dos vampiresas en la casa, la servidumbre, todo. Trágicamente pagaban mi amargura con mi ausencia, el desprecio que no había poder de resarcir. La copa de vino era tan fina y casual, el líquido ‘’mágico’’ no era capaz de darme las mismas emociones de antes quizás por eso la confusión, además de todo lo que venía adjunto con esa suposición de vivir un día más. Era el compromiso lo que me molestaba, sentirme atado por mi indulgencia, el tiempo era molesto y el reloj de la estancia de aquella habitación lo hacía aún más con su tic tac imparable, la inmortalidad nunca antes me había estorbado como ahora, no estaba de humor para juegos si era necesario calmarme en sangre lo haría.
Una de las sirvientas tocó la puerta, no respondí simplemente me bastó con chasquear la lengua en los dientes y ver a la pálida mujer entrar con cierto nerviosismo. Mi vista se posó en ella y dos segundos más tarde el cristal estaba roto desparramándose el vino en mi mano lo que hizo que ella se sobresaltara viéndome extrañada sin poder musitar ni una palabra lo que fue peor para mi mal humor. Tener la ausencia de lo que se quiere es como un enorme abismo, siempre había obtenido lo que quería sin problema pero esta vez era diferente. Jalé de la mano a la mujer y mordí su cuello sin mediar palabras, abracé su cuerpo sin ser cuidadoso y rasgué su piel lamiendo la herida para morder una vez más esa piel. ¿Desde cuándo me alimentaba de la servidumbre? ¿Cuándo comencé a desvariar? ¿Cómo no podía controlarme? Y los recuerdos se almacenaban como álbumes de fotografías contando la historia que quería olvidar, ignorando los quejidos de la débil mujer que moría a mis manos. Solté agitado a la infortunada viendo el desastre y el horror. Había perdido el arte de alimentarme, qué desgracia, qué maldición me había caído encima con nombre y apellido.
Salí del lugar percibiendo en el aire la presencia de un desconocido lo que me irritó más. ¿Qué no había sido claro que nada de visitas? Limpie mis ropas y dejé tirado la chaqueta negra que estaba manchada de sangre quedándome informalmente en pantalones caqui y camisa blanca hueso encima los tirantes y corbata dándome un aspecto relajado lo opuesto a lo que tenía encima. Comencé a caminar y el aura de Yuna en la habitación me tranquilizó pero no podía obviar el sonido de los muebles romperse así que fruncí el ceño y sin más entré al despacho. —No esperaba a nadie. ¿Qué es este desorden?- notando la presencia del inmortal y de la vampiresa —Creo que es de mala educación romper lo que no te pertenece- confrontando la vista del hombre que parecía un manojo de ira, éramos ambos iguales solo que él un desconocido que se atrevió a hacer pedazos mi mueble italiano.
Cerré los ojos apretando el puente de mi nariz. No era que me importase el valor monetario del inmueble pero sí el valor que tenía este vampiro de llegar sin anunciarse y todavía actuar como si algo de aquí le perteneciere. Se había metido con el diablo equivocado. Abrí los ojos y me dirigí hasta Yuna —¿Es visita tuya?- y sin esperar respuesta devolví la vista hasta él —Tú ¿Qué haces aquí?- señalé con un dedo sintiéndome vulgar por responder de la misma manera sin educación alguna pero no estaba de ánimo para lidiar con intrusos y menos con altaneros que trataran de tirarse de listos conmigo por muy inmortales que fuesen. 
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Mensaje por Adrik Ivanović Dom Mayo 04, 2014 10:14 pm


Hacer de la interrupción un camino nuevo, hacer de la caída, un paso de danza, del miedo, una escalera, del sueño, un puente, de la búsqueda... Un encuentro.

Fernando Sabino

Era evidente que el sonido del mueble rompiéndose había hecho que los habitantes de aquella casa acudieran antes ante él, no debían estar acostumbrados a que las visitas rompiesen el mobiliario de aquella lujosa mansión. Sus ojos registraron el costo de aquello que había roto. Había tenido la mala suerte de romper un mobiliario original de otro siglo. Aquello seguramente le iba a costar caro, quizás más de lo normal. El resto de los muebles que componían aquella armoniosa habitación eran también originales de diversas épocas. Quizás productos de un coleccionista que amaba el arte y las buenas obras.


Se llevó las manos a la cabeza y suspiró. Le estaba costando demasiado el mantener la cordura, todos sus pensamientos eran una bola de sentimientos que se entrecruzaban, golpeándolo en diferentes direcciones. Quería matar, torturar y destrozar. Ansiaba perderse en la negrura de la noche y ofrecer contratos a cambio de un favor jugoso. Necesitaba el abrazo y los besos de una mujer que no sabía dónde se encontraba. Por desear, el quería que sucedieran muchas cosas. Entre ellas descubrir que ella estaba bien, que el hijo que llevaba en su vientre no había sufrido daño alguno. ¿Pero cuándo las cosas se solucionaban cuando uno quería?.


La voz de una mujer lo sacó de sus pensamientos. La miró sin evitar que sus ojos le mostraran el profundo odio y dolor que sentía en aquel momento. La conocía. Ella había estado en su boda con Danna, meses atrás, en Escocia. Recordaba que había otro hombre junto a ella. Uno elegante con un puchero en sus labios, como si siempre estuviese molesto, irritado o aburrido con la situación que viviese. Era el mismo que había ido a buscar, precisamente porque sabía por su mujer que él era un amigo de su infancia. Si ella hubiese ido a buscarlo, seguramente habría acudido allí a visitarlo o buscar su ayuda. Aunque no sabía que vivía con una mujer de su especie. Su juventud siempre lo abrumaba. Aún podía oler la humanidad en ella, lo que la hacía un blanco para que todas sus defensas se levantaran. Él no confiaba en el género femenino como norma general, pero tener a una neófita cerca le era abrumadoramente doloroso.


Retrocedió un paso y suavizó su expresión, logrando que la imagen que proyectara se convirtiera en la de un monstruo dispuesto a destrozar a cualquiera que se cruzara en su camino, cambiase sorprendentemente en la de un joven tranquilo y elegante. Alguien normal de clase alta, sin ningún rasgo que lo tachase de peligroso o agresivo. Las apariencias lo eran todo, ¿no solían decir eso?.


Creo que el mueble destrozado también opina que la furia no es adecuada presentación para nadie. Aunque en nuestro caso, Yuna, no es necesaria.- Sonrió con cierto cinismo, demostrando que mientras ella no sabía quién era él, él sí sabía quién era ella. Era una ventaja el jugar sobre terreno seguro por una vez y no verse sorprendido por la presencia de extraños a su alrededor. Agradecía ser él el que acudiese a ellos con conocimiento de la causa. Quizás cuando supieran lo que lo había traído allí, no le importaría tanto la pérdida del mobiliario.


La puerta se abrió en el instante en el que abría la boca para emitir su nombre y recordarle a la mujer de dónde se conocían. No quería hacer que sus “aliados” en aquella ocasión, se alarmaran y lo atacaran so pretexto de haberlos investigado. Él no los culparía si se llevaba unos golpes por su atrevimiento.


-He venido sin invitación. Lamento la pérdida de su mobiliario. Si lo desea, le conseguiré uno igual, del mismo siglo o en su defecto, el precio del mismo.- Su corrección al hablar sólo eran otras de sus armas. Una que usaba siempre que quería conseguir algo o sacaba su faceta de hacedor de contratos. En esta época sería algo similar a un prestamista, abogado o hijo del diablo. Ambos conceptos eran lo mismo a su parecer, aquellos que lo contrataban también terminaban de pensarlo cuando finalizaba el contrato.


La informal forma de tratarlo sólo demostraba que aquel hombre estaba demasiado molesto con él. Cuando Danna los presentó en su boda había sido un hombre terriblemente correcto, demasiado incluso para alguien como él. - Señor Chassier, quizás no lo recuerde ahora, pero nos conocemos. En realidad, nos conocemos todos.- Miró a la mujer que estaba junto a Deiran y después suspiró y regresó su mirada de nuevo al vampiro.- Soy Adrik Ivanovic, el esposo de Danna Dianceth. - Mantuvo una pausa silenciosa después de esas palabras. Sus ojos se cerraron, intentando encontrar el valor para lo que iba a revelar a continuación.- He venido a buscar vuestra ayuda, pues mi esposa a desaparecido de Escocia. Nadie la ha visto partir, ni a dónde fue. Os necesito para hallar a mi mujer y el hijo que porta en su interior. -
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Mensaje por Yuna Rutledge* Miér Mayo 07, 2014 5:48 pm

El cambio que percibió en el "cabellero destroza-muebles" sorprendió a la castaña. No porque realmente se creyera que había interpretado mal la muestra de poder e ira, sino porque no conocía a muchas personas que pudieran disimular tan bien sus emociones. Además, él no sentía una leve molestia o un enfado ocasional. Él estaba verdaderamente rabioso, tal vez impotente por algo. Le hizo recordar a los animales cazados durante las temporadas de invierno, más violentos que nunca al verse acorralados por los cazadores. Lo observó detenidamente, sin bajar la guardia por su repentina cordialidad. No le daba gracia verse en aquella desventaja, pues, a pesar de no recordar su nombre ni procedencia, reconocía de algún lado aquel rostro embustero.

No es visita mía. ―Respondió a Deiran, sin inmutarse por su repentina aparición. Comprendió con molestia que de los tres, ella sería la única verdaderamente razonable. Era una mala noticia si tomaban en cuenta su juventud y sus peligrosos caprichos. Entornó los ojos verdes, dejando en claro que no le gustaba aquella posición, y que el vampiro visitante tendría que ir con mucho tiento si no quería a una neófita atacando su yugular.― Supongo que si tuviera visitas, procuraría recordar sus nombres. ―Le echó un vistazo al pobre sofá y recordó, con gran pesar, que le gustaba sentarse en él para leer nada más caía el sol. Entonces escuchó de nuevo al extraño y no pudo hacer más que encogerse de hombros. Sería voluntad de Deiran lo que pasara con el pago en retribución de esa perdida. A ella le preocupaba más lo que pudiera desear de ellos un hombre con tales problemas de ira.― Ah... ¿nos conocemos? ―Repitió citando sus palabras, con aparente desinterés.

Se apartó de Deiran para poder analizar mejor aquella situación, que rayaba en lo absurda. Quizás para otras personas, la presencia y misión de Adrik Ivanovic fuera un tema sacado de una novela épica de romance y aventuras. Para Yuna, sólo era la última confirmación que necesitaba para creer que el amor era una co-dependencia que convertía a los monstruos en cachorros, y a los hombres decentes en bestias patéticas. No había nada más ridículo. Sin embargo, algo en el ruso le hizo reconsiderar la idea, puesto que no lucía como un enamorado cualquiera. Era obvio que no acostumbraba pedir ayuda. La muchacha buscó un sitio limpio de escombros donde sentarse, que a la vez no estuviera muy lejos de los varones.

Quizás sería mejor que nos sentáramos para discutir esto. ―Sugirió, dando una palmadita en el asiento continuo. La castaña suspiró y reacomodó un mechón de su cabello.― A todo esto, yo sólo soy una niña que apenas sabe reconocer rostros. ―Le dedicó a Adrik una sonrisa conciliadora.― No estoy muy segura que pudiera ser de mucha ayuda. Además, tengo entendido que la señorita Dianceth es conocida de Deiran. Yo realmente nunca he hablado con ella. ―Esta vez miró a su "hermano", preguntándose cómo le habría caído la noticia. ¿Estaría muy preocupado? Por primera vez en meses, deseaba desesperadamente que Deiran fuese una persona más expresiva. Si la desaparición de Danna significaba algo para él, quería saber qué tan importante era. De ello dependería que realmente ayudara al ruso a encontrarla. Las razones que pudiera tener la joven iban desde las más egoístas hasta las más filosóficas, pero en ese entonces no habría movido un solo dedo por simple amor a la vida. Significaba tan poco para ella que una mujer embarazada corriera peligro, que su expresión apenas cobró emoción por semejante petición. Lo único que enserio la tenía interesada, era la condición del hombre que ahora les pedía ayuda. "El hijo que porta en su vientre". Oh, sonaba tan poético. A sabiendas de que Deiran leería sus pensamientos, y que éste debía estar ya bastante molesto para hacer de mediador, no se molestó en fingir delicadeza al momento de decir:― ¿Y podemos al menos saber por qué se marchó? Tal vez ella no quiera ser encontrada. Si es así, ¿qué podemos hacer al respecto?
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Mensaje por Deiran Chassier Lun Mayo 12, 2014 10:38 pm

 El reflejo mío tras la luz de la luna que entraba con ímpetu a la habitación parecía hacer aquello una obra de teatro ensayada. Yo en mis adentros con aquel temple serio casi encolerizado trataba de mantener poco el tacto que no quedaba, estaba tan ensimismado que nada me importaba, solo correr de mala manera al intruso que tenía hecho trizas mi inmobiliario. Cerré los ojos canalizando todas mis energías. No podía ser así de impulsivo, jamás lo había sido pero las ganas de desgarrarle el cuello o coleccionar su corazón realmente eran tentadoras. La presencia de Yuna ahí levemente lograba tranquilizarme, ¿Qué ejemplo estaba dando ella?  Siempre había cuidado ese aspecto de mí aunque últimamente habían visto quizás, lo peor de lo que podía ser, encerrado en olvidos y palabras que no quise decir, traducido en abandono.  Mis ojos envueltos en un negro palpable volvieron de nuevo a su verde encendido oyendo la voz de Yuna, saliendo de ese estado donde había permanecido un buen tiempo. —Entonces, ¿Qué hace el aquí? — alcé la ceja esperando que ella me diera las respuestas pero era más que obvio que no sabía, su tajante y despreocupada actitud me lo decía. Sin cuidado miré prestando más atención al vampiro que estaba entre ella y yo con cierto aire de desespero y confusión. —Creo que el dinero no es lo importante aquí — dije aún sin verle enteramente el rostro , simplemente los escombros que yacían en sus pies y la llama seguía estirándose dentro de mis entrañas a poco tiempo de no poderla controlar —Ni el mueble. Sino su atrevimiento — cerré mis labios para dejarle escuchar mientras miraba de reojo a Yuna que se paseaba tan tranquila como delicada flor.
Apoyé mi cuerpo en el contramarco de la puerta la cual cerré esperando a que el vampiro continuara con sus explicaciones. Su voz de cierto modo se me hizo conocida, ¿cómo podía ser posible? Volví a poner la suficiente atención en ella y entonces lo supe. La ira sólo me había servido para cegarme. Cerré los ojos. De repente me vi rodeado de mucha gente desconocida. Música de piezas de baile de salón y risas por doquier. La noche, adornos, aire diferente. Él traía marcado Escocia en su cuerpo. Más tarde estaba de frente a ella, la niña de mi licor sabor a miel. Vestida de blanco completa con una enorme sonrisa.  Pasajes de conversaciones, su cálido beso y olor a lobo. A su par una tez fría, sonrisa impecable. —Adrik — susurré para mí mismo negándome a tomar asiento cuando Yuna lo ofreció. — Estoy bien aquí— fruncí el ceño pues esto no traería nada bueno. ¿Dónde estaba ella?
Miré con algo de irritación a Yuna como si con esto le ordenara que se callara, que era importante — Tienes que recordarlo Yuna, estuvimos en su boda meses atrás aunque en el momento de ella recorrer las mesas tu andabas en el ‘’tocador’’— murmuré con irritación pues no entendía ese afán, su fisiología había muerto hace vario tiempo pero no podía quitar el hecho que era una mujer y con eso el montón de cosas que me parecían vanidad. — ¿Cómo que ha desaparecido?— golpeé la puerta con el puño cerrado viendo al vampiro —¿En cinta? — traté  de encajar la piezas sin entender el raro enredo que había, era obvio ese hijo no pertenecía a su legítimo esposo, cosa que no me concernía. Miré enfurecido a Adrik sin saber la fuente de toda la ira  —¿Cómo has podido perderle la pista? Sabes perfectamente que por su condición es doblemente rastreable — golpeando una vez más la puerta haciéndola crujir por el azote —París es un infierno, la inquisición…  — cerré mis labios ¿Qué tan confiable era él? ¿Cómo un hombre pierde a su responsabilidad de sus ojos? Merecía morir. Mi promesa una vez más había fallado a la licántropa que juré proteger y que con un voto de confianza a ciegas había entregado al inmortal que tenía enfrente.
Todas las ideas se juntaron esfumándose al oír a Yuna la cual no sopesaba la gravedad. Claro, ella no sabía que la inquisición estaba asesinando sin escatimar sobrenaturales, me había limitado a mantener un bajo perfil y ordenar que los días de caza no fuesen consecutivos. —¿Cómo sabes que está en París? — alcé la ceja soltando una tercera interrogante sumándole más a las otras dos que Yuna había hecho. Tenía respuestas que iban como rompecabezas encajando pero ¿Quién era este Adrik Ivanovick? ¿Por qué Danna había huido? Antes de seguir tenía que despejar mis dudas para entender hasta qué grado podía hablar con el vampiro que había roto su palabra.
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Mensaje por Adrik Ivanović Jue Ago 07, 2014 7:59 pm

“ Ella: ¿llego tarde?
Él: Para mí, tú siempre llegarás tarde; porque siempre querré que llegues antes.".

Mi precio es ninguno, de Martín Casariego Córdoba.





Cuanto más tiempo permanecía de pie ante aquellos vampiros, más afirmaba lo que le había dicho a su esposa sobre sus amistades. Él no entendía su afán de ver la parte encantadora y buena en todo lo que la rodeaba, se ponía en peligro a ella y a su hijo. Pero ella no le hacía caso, porque era demasiado buena como para comprender que todos los vampiros eran seres de la oscuridad. Todos aquellos que necesitaban matar para alargar una vida que debió extinguirse años atrás, no podía ser calificada como “buena”. Por eso él estaba allí ante ellos, preguntándose, sin poder evitar el estremecimiento que le sacudió la columna vertebral, ¿cómo podría ella realmente decirle que ellos eran seres “inocentes”?. ¿No veía su oscuridad?. ¿Los ojos brillantes con pensamientos capaces hacer sacar la parte más agresiva de él al activar su instinto de protección?.

- En realidad, no soy visita de nadie.- Contestó para responder las palabras de ambos  y lo que parecían estar preguntándose el uno al otro. Su cuerpo seguía inmóvil, con una pose tranquila y relajada que era sólo una fachada para evitar que el dueño de aquel lugar saltase sobre él e hiciera lo que aquellos ojos negros le prometían mientras lo atravesaba con su mirada.  A pesar de que aquella mirada era la propia de un vampiro a punto de demostrar la bestia que realmente eran, no se dejó amedrentar. Él había visto horrores capaces de estremecer a cualquier vampiro de dos mil años. Si le disgustaba a Deiran por su personalidad, no  le preocupaba, sólo escondía su verdadera cara de ellos por respeto a su esposa y por algo aún más importante que ver quién era el vampiro más malvado de la habitación. Él necesitaba la ayuda de Deiran y Yuna, costara lo que costara. Incluso si era a cambio de mantener una fachada de hombre que no había asesinado a nadie jamás.

- Sí, nos conocemos…- Murmuró a Yuna, sólo para ser pisado en mitad de su frase por Deiran, quien le explicó exactamente en el momento en que él había aprendido el nombre de Yuna. Los recuerdos de su boda, su felicidad y todo lo hermoso que traía ella a su matrimonio; su amor, su bondad, su hijo, su luz. Cerró los ojos y se mantuvo en silencio, escuchando a ambos vampiros hablar entre ellos hasta que Yuna entresacó la posibilidad de que Danna hubiera escapado de él y no quisiera estar a su lado jamás.  La idea era tan absurda, que sólo la desechó antes de responder a esa pregunta, una que hacía que su corazón doliese en su pecho aún más de lo que ya lo hacía. El amor era peor que una enfermedad, pues te daba todo y a la vez, menguaba la vida. Jamás se había sentido tan feliz y angustiado antes de conocer a su mujer. A pesar de todo, él nadaba en aquellas aguas agridulces, ignorando la gran cascada que permanecía lejana, pero aún cerca de él. La posibilidad, ahora imposible para él, de que Danna no lo amara, no quería decir que ella jamás dejara de hacerlo. Sólo podía nadar. Flotar sobre las aguas y tener fe en que todo saliera bien.

- La palabra ya debería decirlo todo, señor Chasier. Desaparecida implica su ausencia del Castillo. Nada se sabe de ella, más que fue vista en el puerto de Escocia. - Dijo Adrik con tal suavidad que podría decirse que le estaba deseando un Buen día, cuando en realidad lo estaba mandando al infierno con una elegancia tal, que no pudo evitar darle una sonrisa infantil. Sus preguntas estaban empezando a  enfurecerlo, hasta que tuvo que pellizcarse el puente de su nariz con fuerza para no ceder a su impulso asesino. Ése que le decía que golpeara al vampiro que lo miraba como si fuera su culpa que Danna no estuviera a salvo.

- Me acusáis de mal comportamiento por romper un sillón, pero vos no sólo cometéis el mismo acto golpeando la   puerta como un muchacho malcriado, sino que llegáis al punto de insultarme al intentar decir que no cuido de mi esposa.- Su mano se separó de su nariz para darle una sonrisa capaz de hacer temblar al mismísimo demonio. – Pasaré por alto su descortesía esta vez por mi deplorable comportamiento inicial, pero no vuelva a cometer el mismo error dos veces. – Su voz siguió esa modulación pacífica y calmada, como si su sonrisa realmente no prometiera el golpearlo duramente incluso delante de su protegida.

Desvió el rostro de ellos y se concentró en uno de los cuadros que dominaba una de las paredes del cuarto. Mientras sus ojos seguían las líneas de cada pincelada, su mente intentaba darle un orden a todos los acontecimientos que habían ocurrido para que pudieran entender por qué estaba él allí, dispuesto por primera vez a suplicarle a alguien.

- Sé perfectamente lo que ocurre Señor, precisamente por eso estoy aquí esta noche.- Suspiró y volvió a mirarlos, mostrando un rostro manchado por el desconcierto que sentía por ver la forma en la que su esposa se había esfumado de la faz de la Tierra. – Los acontecimientos actuales en París me han hecho venir a mostrar ayuda con la situación. Dejé a la duquesa en Escocia, protegida por varios criados y unos hombres contratados personalmente para ser su sombra. – Guardó silencio durante unos segundos y comenzó a pensar que sería buena idea moverse para romper la tensión que se acumulaba en su interior.

Caminó hasta el asiento más próximo y se sentó en él, quedando frente a Yuna y a un lado de Deiran. Su movimiento fue tan rápido como sólo podría serlo un vampiro, un instante estaba de pie y en el otro, sólo estaba sentado frente a yuna, menando uno de sus pies como si toda la conversación hubiera transcurrido con él allí. Aquello sólo demostraba lo profundamente afectado que estaba.

- Nosotros tenemos siempre correspondencia diaria en aquellos períodos de tiempo en los que solemos estar alejados. Aunque las cartas lleguen con lentitud, tengo un secreto para que la correspondencia me sea enviada con inmediatez. – Paseó uno de sus dedos por su labio inferior, pensando en todo de nuevo. – El último reporte de su escolta, hombres que desaparecieron con ella, fue que mi esposa había ido al muelle de Escocia a dar un “paseo”.- Sonrió con tristeza, pensando que era uno de sus escusas más pobres.- Mi mujer obviamente iba a coger un barco, uno que iba al lugar en el que su esposo se encontraba. Puedo apostar mi corazón muerto a ello porque la conozco. Es tan obstinada que jamás podría quedarse en Escocia a esperarme. – Volvió a quedarse en silencio y después miro a Yuna y de ella a DEiran, esperando para decirle el  último retazo de información que había obtenido sobre su mujer. Uno que probablemente les afectaría tanto como a él.

- Hace unos días, uno de los escoltas me hizo llegar un mensaje diciendo que mi esposa había llegado sana y salva a París y estaba buscando a un contacto que la ayudara en un asunto que parecía no querer revelar a sus guardianes. – Apretó sus labios con fuerza, intentando no demostrar lo mucho que quería tenerla cerca para darle un castigo acorde a todo lo que estaba sufriendo al imaginarla en medio de París con todos los inquisidores que habían allí. La mano con la que se acariciaba el mentón cayó sobre el reposabrazos del asiento. Un movimiento que reflejaba el abatimiento que tenía en su interior.

- Está sola y en peligro, buscando a Dios sabe quién, volviéndome loco de preocupación con sus acciones egoístas.- Gruñó y miró a Deiran. – Pensé que al ser su amigo habría recurrido aquí, pero tus acciones me dicen que no la hallaré aquí. – Su voz se volvió un susurro oscuro, cargado con el odio que sentía hacia toda esta situación.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Dom Sep 21, 2014 3:04 am

Deiran estaba verdaderamente insoportable. La joven rodó los ojos más de una vez por su irritable mirada, teniendo que limitarse a resoplar con cierta resignación. Era imposible tratar con un hombre tan temperamental como Deiran, especialmente en una situación como esa. Se había preguntado si la noticia de la desaparición de Danna le había afectado enserio; había estado atenta a cualquier deje de melancolía o incluso una lágrima perdida. Pero no, Deiran debía ponerse como agua para chocolate. Aunque por otro lado, la muchacha no conocía todos los motivos de su "tutor" para ponerse tan malhumorado. La Inquisición no era ningún chiste en ese momento y, lo pareciera o no, Danna era una sobrenatural que cargaba encima demasiadas responsabilidades, sin mencionar su carácter rebelde e independiente que debía tener a Adrik como un lunático.

La ignorancia era el principal motivo de que Yuna se mostrara tan inflexible con aquella discusión, aunque no era tan malo si consideraban que, de los dos hombres ahí presentes, ninguno parecía querer mantener la compostura. Uno estaba demasiado enojado y el otro demasiado enamorado. ¡Malditos fueran los hombres!

Recuerdo su nombre y vagamente su color de cabello, Deiran. —Le respondió con sequedad, pues no servía de mucho tener tan poca información de la escocesa. Siguió escuchando la conversación y cuando el italiano propinó semejante golpe a la mesa, dio un respingo y se levantó del sofá como un resorte.— Te agradecería que no comenzaras a hacer rabietas, querido. —Le pidió tan amablemente como pudo a su hermano, avanzando en medio de él y el ruso y extendiendo las manos hasta casi tocar el pecho de ambos. Detestaba aquella situación, no sólo porque venía a dejar más caos del que ya se sentía en la mansión, sino porque la tensión en vampiros tan antiguos comenzaba a hacerla temer de verdad a la Inquisición. Sus ojos, sin embargo, intentaron disimular todo rastro de miedo infantil. Levantó la mirada a Adrik y la sostuvo con cautela.— Si la situación es tan delicada, milord, sería apropiado que ambos conservaran cierto grado de decoro y seriedad. Soy la más ignorante en todo esto, y precisamente por ello, preferiría que me pusieran al tanto sin tener que temer que se maten entre sí.

Dicho esto, imitó cortesmente los movimientos de Adrik y volvió a su asiento, deseando que Deiran hiciera lo mismo. Aunque en estas circunstancias no estaba muy segura que siquiera tocarlo fuera buena idea. Una palmadita en la espalda podía desencadenar su ira y ya no le quedaba mucha paciencia. Escuchó atentamente las palabras del ruso y lo miró con intriga. Nuevamente la chica sentía que aquello excedía un nivel apropiado de drama y sentimentalismo, pero como nunca antes en toda su vida, pudo sentir una pizca de empatía. El hombre que tenía enfrente parecía de verdad abatido y molesto, quien sabe si con su esposa o consigo mismo.

Aunque no conozco a la señorita Danna lo suficiente para decir qué haría o qué no haría, sé que no recurriría a Deiran. —Apretó los labios y se encogió de hombros, como si se disculpara con su hermano.— Al menos, no de buenas a primeras. Debía saber que el señor Adrik vendría a buscarla inmediatamente aquí. La única alternativa es que tenga otro contacto en París... o más de uno. De todos modos, no estaría mal estar alerta a cualquier correspondencia  o visita inesperada. —Esto último lo dijo más para sí misma, ya que si Deiran viera a Danna rondando por ahí, seguramente no dudaría un instante en encerrarla por su propio bien. Mientras pensaba en esto, la vampiresa más joven sacudió la cabeza y torció el gesto.— Ahora, ¿alguno de ustedes podría decirme qué demonios está pasando en París? Creo que soy la única que no sabe nada.
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Mensaje por Deiran Chassier Vie Oct 31, 2014 11:30 am

Traté de ser lo más considerado que podía pero es que me podía de una manera inimaginable la irresponsabilidad, sea o no sea propósito, claro, Adrik no parecía de los que se fuera a echar a su esposa a la boca del diablo sólo por no querer cumplir su función pero yo no podía estar de parte de un desconocido, yo conocía únicamente a la licántropa desde que era una niña y era todo lo que valía. Debía de aceptar que quizás me había ‘’emocionado’’ demasiado por la noticia y no era algo que tomaba como positivo. La gravedad del asunto era más de lo que creía. Este mundo se estaba yendo por la borda arrastrando a seres que para mí eran importantes y que no estaba dispuesto a perder aunque por algo traté de guardar la compostura, una carta que había recibido hace no más de dos días que me decía que guardara la calma. Yuna por su parte parecía ser la madura entre los dos. ¿Cómo era posible? En un momento me sentí ridículo y negué para mí sin creer qué era lo que sucedía pero las palabras de él solo hacían encenderme más. Los demonios debían de darme paciencia después de todo yo tenía más respuestas que las que él parecía conocer.

–Es algo que probablemente si no me aclara no me daría cuenta. Adrik – musité con sarcasmo porque sabía que él también lo usaba solo que vestido como novia virgen siendo entregada en el altar. Qué educado. –No trato de reprocharle su descuidado trabajo. Conozco a Danna y sé lo persistente que puede ser por veces. Una cualidad que no es muy alabable de la duquesa. Es muy testaruda para seguir ordenes que solo buscan protegerle – recordó un par de historias que no venían al caso mencionar pero no pudo evitar regenerar el recuerdo en su memoria – Creo que ambos hemos tocado fondo con tal situación. No me lavaré las manos diciendo que no he hecho nada pero le recuerdo que esta es mi casa– fruncí el ceño viendo a Yuna que parecía fastidiada con la situación, hasta incluso exenta de responsabilidad. – Me encuentro calmado– sacando un poco de aire de la nariz traté de parecer natural cosa que salió más fingida de como creí y nuevamente admiré la apatía de la vampiresa, quizás era lo que necesitaba en ese momento pero claro que no podría.

–Al parecer algo aquí no encaja – musité viendo como el vampiro tomaba asiento y apostaba porque quería arrancarse el cabello por la falta de respuestas pero necesitaba un poco más, soy tan desconfiado hasta de mi sombra. Necesitaba estar seguro de qué lado estaba él. Al parecer la sinceridad de sus gestos hablaban por sí solos. Mis instintos orientaban a un solo punto y por lo general no me equivocaba. – ¿Danna sabe lo que está sucediendo con la inquisición, Adrik?– murmuré con algo de desconcierto solo para persuadirlo y la voz de Yuna hizo que volteara a verle.
– No te había comentado nada aún. Pero se está desatando una guerra a gritos. La inquisición ha decidido expiar sus pecados asesinando a los de su especie para redimir sus pecados– fruncí el ceño –Hay tanta enfermedad en este mundo – musité para mi mismo –Y están cazando sin escrúpulos a quienes se les pongan enfrente. Es por eso que he insistido tanto a ustedes dos porque no salgan de caza muy noche y jamás dos veces en el mismo sitio. Días alternos y todo lo demás que lo ven como un fastidio. Trato de cuidarles las espaldas. – caminé un poco más tranquilo hacia donde ellos dos se encontraban reunidos como si fuera viejos amigos y tomé asiento a un lado de Yuna, de frente al vampiro.

– Es por eso que ahora paso más en esta casa que en otro sitio, Yuna. No quiero levantar sospechas aunque ellos no son unos estúpidos, en este momento deben de saber incluso el jabón que usas para tu baño– gruñí mirando a Adrik y cruzando la pierna varonilmente negué –Yo sé dónde está Danna – recordé al cantante.

– Tenía que tomar mis precauciones, incluso de ti– fruncí el ceño – Como sabrás de en este mundo no se puede confiar en cualquiera y antes necesitaba montar un buen teatro para descubrir a un posible bufón– mi semblante se hizo más calmado.

–Hace unos días recibí una carta de un vampiro, Hero Jaejoong. Comentaba el haberse encontrado con una licántropa que venía de otro país y además estaba en cinta. Lo cual me pareció extraño pues si es algo común tampoco creo en las coincidencias. Confirmandolo por mí mismo se trataba de Danna. Ella desconoce que yo sé de su paradero pero el cantante ha sido prudente, necesita un perfil bajo y claro que tenerla con él le representa un problema – negué – Él y su amante fueron atacados por la inquisición. Por ahora solo busca pasar desapercibido, con ella le ha sido duro. Estaba esperando tu visita– sonreí como un bastardo, después de todo le había hecho pasar muy mal. –Disculpa lo de antes, Adrik como comprenderás también me importa Danna y haría lo que estuviera en mis manos y más para protegerla. Ella… está con una loca idea de luchar y claro, tendrías que saber también que ya se están organizando – miré de reojo a Yuna para ver si llevaba el hilo de la conversación y no parecía sorprendida a lo que cerré los ojos y masajeé mis sienes.  – Cuando estés listo podré llevarte con ella– el tono era un consuelo y me enderecé en mi lugar para verle fijamente mirando las delgadas manos de Yuna lo que provocó tomar una y ver en ellas teñidas un carmesí que era inexistente.
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Mensaje por Adrik Ivanović Sáb Nov 08, 2014 5:03 am


"Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama."

San Agustín



Tuvo que conservar toda su paciencia para escuchar a aquella joven sin seguir el impulso de levantarse y comenzar a caminar por la habitación como una bestia encerrada, no podía evitar sentirse inquieto mientras ellos lo miraban como si fuera el enemigo. Si bien lo entendía, no tenía tiempo de mostrarse cortés, que fueran los amigos de su esposa, no significaba por ende que tuvieran que caerle en gracia. En realidad, para ser exactos, no había nadie que le gustara personalmente, casi todos le eran indiferentes, indeseables, o meramente soportables. Era una criatura acostumbrada a estar sola, sin mostrar un leve interés en nada que no fuera su trabajo, y, ahora, Danna. Tenía contactos o algunas amistades con las que se cruzaba en los azares que el destino tenía para los seres eternos como él. En algún punto de la historia, todos los vampiros terminaban tropezándose unos con otros.

- Si bien entiendo lo que expresa Señorita Rutledge, debe entender que aunque lo más probable fuera que Danna no acudiera a la Mansión del señor Chassier, eso no implica que él no tenga conocimiento de dónde esté durmiendo mi mujer. – Sus labios formaron una sonrisa que indicaba una inteligencia oculta capaz de rivalizar con el mismo demonio, él llevaba mil vidas intentando adelantarse a la maldad que podía ocultar los demás. Cuando habías sido profundamente traicionado como le ocurrió a él, sólo podían quedar heridas profundas en el alma. Lesiones que, después de 500 años, comenzaban a cicatrizar con el amor que le ofrecía Danna desinteresadamente. Ella era lo único puro de su vida, cuando decía que haría cualquier cosa por mantenerla a salvo, no mentía. Podría asesinar cruelmente sólo porque ella diera un suspiro más en este mundo.

Cuando la mujer pidió explicaciones sobre lo que ocurría en París, no pudo evitar sentir un regodeo maligno en su interior. A pesar de que su rostro seguía completamente calmado mientras se estiraba las arrugas inexistentes de su pantalón, por dentro reía ante el momento difícil que estaba teniendo Deiran. Era algo infantil, pero esperaba que la muchacha le hiciera pagar más tarde el haberla mantenido a parte de todo lo que pasaba a su alrededor, aunque era lo mismo que él había hecho con Danna, no le parecía justo que él fuera el único que tuviera que pagar las consecuencias de ello y Deiran no.

- Ahí está Señorita Rutledge, cuando todo parecía indicar que su preciado Chassier era desconocedor de mi infierno personal, muestra su verdadera naturaleza rastrera.- Su tono de voz se mantuvo dulce mientras descruzaba las piernas y se levantaba con calma, escuchando toda la explicación que Deiran le otorgaba, como si eso realmente le eximiera de culpa.

Caminó hasta las brillantes botellas de alcohol y sirvió dos copas, bebió de una de ellas, intentando ahogar el grito de guerra que comenzaba a ascender por su garganta mientras el vampiro relataba con paciencia que su mujer estaba con un vampiro que había sido atacado con anterioridad. Él se hacía llamar amigo de infancia, pero no veía en él ningún acto que revelase que así fuera, no cuando la había dejado en medio del peligro.

- Por supuesto que deseas protegerla, al fin y al cabo, mi más amada criatura desprende esa inocencia que incita a los hombres a cuidar de ella. – Sonrió y se acercó a Yuna, dejando una de las copas que había servido en sus manos. En sus ojos verdes danzaban llamas de hielo, el frío del odio y la más intensa de las emociones, esa que te guiaba a la locura.

- Hay un dicho en mi tierra natal, “Chto posyeyesh', to i pozhnyosh'.”- Dijo con aire ausente mientras bebía su copa y extendía hacia Deiran la última restante para que ellos bebieran con él. Miró el contenido de su copa y suspiró con placer, era una lástima que tuviera tan buen gusto con los vinos, eso sólo haría que le fuera más difícil hacer lo que pretendía. Con una sonrisa, dejó la copa en la mesa y miró a Deiran.

- ¿Quieres saber qué significa?- Se rió con suavidad, como si estuviera en medio de un juego infantil y supiera que iba a ganar. Pero en sólo unos segundos, su cuerpo se movió con tal rapidez que podría llegar a considerarse una estela en movimiento. Dejando atrás el asiento tirado en el suelo, Adrik levantó a Deiran por el cuello y caminó con él así hasta que la espalda del otro estuvo oprimida contra la pared. En su mano libre, un abrecartas robado brilló antes de clavarse cerca del corazón. Desgarró ropa, piel y músculo, asegurándose que doliera.

- Lo que sembrará, lo cosechará. – Dijo resolviendo su propio acertijo, antes de tirarlo contra otra pared como si fuera un muñeco de trapo. – El único motivo por el que aún conservas la vida es porque te necesito para encontrar a mi mujer, espero que la Señorita Rutledge sepa disculparme por tal lamentable espectáculo, pero los menores deben aprender a no decir mentiras, ¿verdad señor Chassier?.- Sonrió a todos y como si nada, después de arreglarse la corbata, se acercó de nuevo a Yuna y le palmeó la cabeza como si fuera una pequeña adorable.

- Bien, ahora que todo está claro, ¿ Por qué no vamos a buscar a mi mujer?. Estoy seguro de que no querrán que sufra otro berrinche por el camino si no la hallo pronto. – Le guiñó un ojo a Yuna antes de tomar la copa de ella y empujarla hacia sus labios.- Por favor, querida, beba algo. Espero no haberle quitado el apetito, sería una lástima desperdiciar tal ambrosía. – Sus ojos volvieron a Deiran y su sonrisa parecía incitarle a devolverle el golpe estando tan cerca de Yuna, pues no dudaría en desgarrarle la garganta a la muchacha si él no aceptaba su derrota. Su humor estaba al borde de convertirlo en un psicópata ávido de sangre.
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Mensaje por Yuna Rutledge* Jue Dic 04, 2014 1:56 am

Conforme la conversación avanzaba, rayando a veces en una grosera discusión y en otras en un intercambio de condolencias, la joven se dio cuenta que debía prestar más atención a su entorno. Reprochaba hasta cierto punto el silencio que Deiran había mantenido para con ella con respecto al alarmante problema de la Inquisición, pues la joven se había expuesto demasiado en medio de su ignorancia. Sí, Deiran le había advertido y le había procurado seguridad, pero debía estar consciente de lo mucho que le gustaba a la inglesa llevarle la contraria. Odiaba sentirse como una niña incapacitada.

No estoy alterada. —Susurró para sí misma, retirando la vista de su hermano cuando éste terminó de explicarle el problema. En sus adentros se formulaban un sin fin de preguntas; en algún rincón apartado de su mente, que todavía contenía esencia humana, lloraba del terror más profundo. No le temía a la muerte, pero sí al suspenso. Lo único que hizo para exteriorizar su deseo de lanzarse a los brazos de Deiran buscando refugió fue, irónicamente, apretar los puños sobre su regazo.

Permaneció en un silencio sepulcral, de pronto distante de la hostilidad que pudiera surgir entre ambos vampiros. Se hallaba tan ofuscada por la inesperada noticia que no tenía cabeza racional para oficiar como árbitro. Dada la naturaleza inmortal, sin embargo, fue capaz de prestar atención a las palabras de su hermano y, poco a poco, a las del extranjero. ¿Hero Jaejoong? El nombre no le sonaba de nada, pero no era extraño considerando la poca vida social que tenía en París. Esto le llevó a pensar, por un mínimo instante (y deseó que Deiran estuviera tan ocupado en la conversación que no lo notara en sus pensamientos), que de permanecer en Inglaterra toda aquella persecución no le haría mella.

Más tarde se diría a sí misma que Inglaterra sufría problemas similares debido al protestantismo y sus consecuencias, por supuesto, pero por el momento no podía pensar en otra cosa. Casi parecía indiferente a la conversación, como si no le sorprendiera nada en ella. Pero esta era sólo una buena fachada, la cual, a pesar de todo, se vio resquebrajada cuando su hermano le tomó la mano. La castaña suspiró. Sin duda, esos hombres tenían demasiada historia encima; les admiraba, hasta cierto punto.

Oh, ciertamente veo que ambos son un par de diablos, milord. —Respondió fríamente a las palabras de Adrik. Nada podía romper el cada vez mayor afecto que profesaba hacia Deiran, pero tenía razón. Esta falta de información sólo la hacía sentir apartada del vampiro con el que vivía; a veces, con quien compartía el baño. Por supuesto, no tenía por costumbre desviar su lealtad y darle la ventaja a un desconocido. Aceptó la copa de vino a regañadientes.

Lo siguiente parecía ir, en consecuencia a la tensa situación, como en cámara lenta. Yuna no había experimentado una sensación parecida desde la fatídica noche de su conversión. La muestra de poder de un vampiro mayor, la violencia y la sangre, el irremediable deseo de dolor y la ira desflorada. Si bien se levantó como un resorte del sillón, con la vista clavada en Deiran y la sangre que escurría de él, estaba demasiado impactada para mover un músculo. Demasiado asustada para ayudarle.

Yuna, que nunca lloraba ni se quejaba, sintió algo húmedo caer por sus mejillas. Ya no podían ser lágrimas saladas, pero el líquido rosado profería el mismo efecto de angustia. "Basta", quería decirle, "¡Basta!", le suplicaba con la mirada.

Oh... por supuesto. —Dijo con la voz rota, bebiendo de un sólo trago el dulce vino. Sin embargo, el sentimiento no podía ser más amargo. Estrelló con energía la copa contra el suelo.— No dudo, milord —Continuó, levantando la voz.—, que su esposa se sienta perfectamente orgullosa y contenta de su conducta. Lastimar a quien supuestamente es un viejo amigo de su infancia. Sí, que contenta ha de estar. —Le soltó con imprudencia. Ya no le importaba que Deiran la regañara después.— Y ya me supongo que como usted no es joven, se excluye de la regla de la honestidad, ¿cierto? Que infeliz su esposa. Quizás no era tanto el deseo de justicia el que la motivó a marcharse tanto como su desprecio a su orgullo. La compadezco, en verdad, pues sólo una santa podría tolerar su arrogancia.

Yuna se hallaría por siempre presa de su aspecto frágil, como una varita de nardo. Sin embargo, en ese momento decidió sin temor a represalias que odiaría infinitamente a Adrik Ivanovic.
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Dic 21, 2014 3:12 pm

Quizás había llevado demasiado lejos las mentiras. Había subestimado al vampiro y a Yuna excusándome con mi desconfianza y la poca credibilidad que tenía para todo el mundo. Desde que fui creado se me había enseñado a valerse por sí mismo, dejar atrás las expectativas y avanzar. Porque en la oscuridad hasta tu sombra te abandona. Cerré los ojos oyendo los parloteos del esposo de Danna. Entendía de cierto modo su preocupación, su molestia  e incluso su irritabilidad pero no eran excusas para haberla descuidado tanto. Sabía que con Hero estaba segura pese a no ser un vampiro fuerte él era astuto por veces y no se dejaría atrapar además de que siempre cambiaba de ubicación y me cercioraba que ambos estuvieran seguros.

La  crisis de ausencia de Yuna era algo invaluable, por ratos apreciaba su silencio más que sus palabras pero no ahora. Ella también debería de estar juzgando mis acciones y no la culpaba. Es difícil querer entender actitudes que no te benefician en lo absoluto o te hacen ver como un desvalido que no tiene voz ni voto pero tenía que entender que sólo lo  había hecho para protegerlas, a las dos junto con la otra vampiresa que llevaba mi sangre y era  de nuevo aquí donde se venían los aires de mal padre y mal hijo y mal hermano. Qué molesto.

Seguí con la vista los pasos de Adrik que servía más vinos. En mí había cierta neutralidad a sus palabras. No quería entrar más en detalles ya que había notado como su energía oscura había aumentado de intensidad, lo veía venir. Podía ser un poco más joven que él pero lo suficientemente listo para darme cuenta que en cualquier momento iba a reaccionar con el instinto aunque yo en su caso quizás hubiese reaccionado peor. La situación era algo molesta. Danna había roto su palabra y yo la estaba ocultando sin duda que se encontrara esperando de un hombre que no era este que tenía al frente solo hacía ponerla más en riesgo no tenía la habilidad de confiar en cualquiera, menos en esos que se juran amor eterno, había visto matar por menos, no sería una sorpresa.

Me quedé un rato pensativo, ignorando las miradas de odio por parte de Yuna, en todo si caso si iba a recibir algún tipo de reproche por haberle ocultado lo que pasaba a voces en París no sería ahora. Solo me concentraba en parecer neutro y ocultar la cara de culpa por hacer que el vampiro pareciese angustiado.

Estaba seguro que poco a poco la paciencia del vampiro iba a llegar  a su cenit. Miré sus ojos oscuros, ya con la rabia plasmada y lo siguiente que pasó fue algo que esperaba por no decir común. Por eso mismo es que detestaba expresar emociones, para no parecer un animal, lo que él ignoraba era el placer que sentía por el dolor, esa viveza que era lo único capaz palpable a mi frío tacto. Mis ojos se quedaron observándole con calma, incluso ni intenté detenerlo mientras apresaba mi cuello y buscaba como carroñero en la carne mi corazón. Era como volverme a sentir con vida y por un momento me desconecté. Quise sonreír, queriendo decir en voz alta lo que pensaba – Hazlo, Hazlo – al sentir sus manos buscando con rudeza desplomarme pero el insulso se detuvo y comenzó a jactarse de su tan ‘’glorioso’’ golpe. Los vampiros más antiguos no pensaban dos veces. Me sentía decepcionado.

Mirando el desastre de la sala y sintiendo el escozor en la carne al cerrarse juré por un momento haber escuchado una lenta melodía de piano, era lo que usualmente sucedía cuando hería mi piel. Poniéndome de pie para no parecer `precario noté como las lágrimas de Yuna salían con facilidad y negué, hasta ahora no había dicho nada porque sencillamente era innecesario. El escozor de un vestigio de rabia nació en la punta de mi garganta y dedicándole una mirada fría reprimí su debilidad. — No lo hagas— dije rápidamente arreglando un poco el desastre de la tela rota para disimular el encanto —¿ves? — señalé como todo se había reparado con velocidad y ni siquiera volteé a verlo a él para abrir la puerta  esperando a que él saliera y poder llevarle con Hero no sin antes acercarme a Yuna y quitarle la ridícula copa de vino que no había probado — Bienvenido a París Adrik Ivanóvic. Espero tu estadía sea placentera— murmuré con desaire sin ganas de sonar gracioso pues era más una advertencia que poco me interesaba. Tomando a Yuna de la mano le llevaba conmigo porque era seguro el único polo tierra para evitar desviar mis verdaderos intereses con respecto al vampiro.
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