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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aaya Maciej Sáb Jun 22, 2013 12:48 pm

“Encontrarte era lo que yo deseaba. Poseerte como si fueses algo y no alguien. Mantenerte como un premio en mi repisa, poder tocarte suavemente cada vez que se me plazca y romperte en mil pedazos si es eso lo que quiero.”
 
Las cosas no fueron fáciles para mí. Ya había pasado casi un mes del encuentro con aquel desgraciado. Realmente estaba estresado de tanto pensar en aquel maniático gato. Me atormentaba cada vez que dormía, cada vez que follaba con alguna puta del burdel. Veía a las mujeres bajo mi lecho y simplemente intentaba imaginarlo a él. Tan suave, tan molesto, retorciéndose en mis brazos mientras hacía todo lo posible por no mostrarme que le dolía lo que le hacía. Pero luego nuevamente aparecía la cara de una mujer y pobre aquella, pues rompía su cuello en mil pedazos al sentir la ira recorrer mi espalda. Acababa en su interior y me salía como quien terminaba de masturbarse por una erección de la mañana. Pero eso no era lo peor, pues también deseaba tenerlo en mi regazo mientras trabajaba, acariciar aquella melena como si tuviese a mi mascota en las piernas, alimentarlo con cuidado. Recordaba el morder de sus colmillos en mi hombro y la excitación se hacía un camino en mis músculos bajos.
 
—Maldita la noche en la que no te maté, gato de alcantarilla.— Maldecía en lo que acababa de ducharme, pasaba la toalla por mi cuerpo y luego la tiraba contra un lado, mirando fijo a un espejo que me reflejaba completamente. Mis ojos color azul oscuro, mi barba que jamás podría quitarse, mi piel levemente tostada, perfecta en todo lo que abarcaba, mis músculos marcados, cada uno se notaba en su superficie, creaban una línea en el medio de mi abdomen. Y luego una V que se estiraba hasta mi virilidad de perfecto tamaño. Que había en mi malo? Quizá mi estúpido carácter? Pues no cambiaría, estaba claro que merecía ser así de arrogante, pues como fuese, era hermoso. Le sonreía a mi reflejo y suspirando le daba la espalda, dejando mi torneado trasero a la vista. Me estiraba y con ello comenzaba a cambiarme.
 
—Muy bien Deiran Chassier, hoy es tu noche de suerte.— Y con una risa seca termine de vestirme.  Acomodando uno de mis mejores trajes en mi cuerpo, la corbata fina la escondía entre las solapas y me ajustaba el saco. Peinando mis cabellos para dejarlos acomodadamente desacomodados. Y así empezaba a caminar, adentrándome a la parte del bosque, sabía perfectamente donde vivía, pues averiguarlo había sido más fácil que decir mi propio nombre.  Saboreaba mis labios cuando estaba cerca y allí pude ver la imponente mansión. Me recorría un escalofrío en mi bajo vientre y de un salto terminaba en uno de los balcones. Insistentemente olfateaba, buscaba su cuarto, allí donde pasaba las noches de soledad y cuando encontré el lugar adecuado me senté en el filo de la ventana, crucé mis brazos y me quedé observando sigilosamente por fuera. Esperando el momento para atacar. Como si fuese un depredador, mis colmillos estaban un tanto expuestos, mi cuerpo estaba jodidamente deseoso de atacar al felino, de romperlo en mil pedazos. Había traído conmigo algunos juguetes.— Hoy te educaremos como es debido Deiran… — Murmuré para mí mismo y relamí mis labios, mordí el inferior y sentí la oleada de poder que se hallaba frenéticamente en mis ojos, dejándolos de un color carmesí.
 
Me preguntaba que humor tendría él cuando me viera. Le había mandado varios abogados, había hecho disminuir sus ventas. Había jugado sucio al punto de intentar llevarlo a la quiebra, aunque claro que no había hecho eso completamente. Quería darle más pelea, verlo sufrir por un tiempo, hasta verlo quebrarse. Hasta escuchar que me pida que me detenga. Si eso… “Detente, no sigas” Eso quería oír, pero más quería que diga “No pares, más profundo”, eso sería mucho más excitante. Me relamí y reí para mi interior, dando gracias a que tenía aquel poder que repelía a los lectores de mentes. Pues de no ser así, seguro mis pensamientos se escucharían por cada rincón de la mansión.
 

“Deseo verte, con todas estas ganas, necesito atormentarte, eres mi gato, mi hermoso gato que está esperando por mí. Me ha extrañado? Porque yo solo he pensado en ti, en ti y en ese cuerpo que cargas.”


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Mensaje por Deiran Chassier Dom Jun 23, 2013 4:45 pm

‘’Las marcas que tu orgullo callaron de momento mi egocentrismo y abrieron mis dudas, tan serio y parejo, chantajista y burlón, qué era lo que me habías hecho? Estaba como león enjaulado en busca de una explicación a tu existencia, que me hiciste dudar de la mía, de momento me quedaba a resignarme con tu recuerdo porque si me topaba con tu presencia sería algo para lo que no estaba seguro cómo reaccionaría, aun así ardían las ganas por encontrarte, de ahogarme en tu enorme mar.’’


Hacía más de un mes que un hombre con sabor a maldad, odio y profano se había reunido con Deiran. Habían tenido la especie de conversación que ni él ni el ajeno esperarían que se hubiese dado, era algo prohibido. Después de eso el subconsciente de Deiran había bloqueado el recuerdo, aunque sus llagas aun le quemaran. Se despertaba en el diván soñando sentir la risa irónica de aquel oso que le rugía inmediatamente en el oído rompiéndole el tímpano y erizando cada vello a su frío tacto. Se despertaba con esa sensación de haber sido poseído porque lo que miles de veces tuvo que mandarse a hacer un diván nuevo, los destrozaba al meditarse arder en el mundo perverso de aquel ser, era un conejillo que estaba servido en bandeja desde ese entonces, recordó su despedida y sus aires incineraron su aliento aunque la posibilidad de que eso realmente sucediera eran nulas. Continuó con su diario sacrilegio, día a día era un incidente nuevo, parecía que estaba bajo un hechizo. Ulteriormente de ser su negocio en París un éxito, su fama y entrada monetaria en éste había descendido.

Un día era plagas en sus campos de cosechas que arrasó con toda su producción sectorial, se topaba con fraudes en sus cuentas como si su gente se hubiese vendido al demonio y le estuvieran pagando mal. Sus productores y compradores uno a uno iban desapareciendo, parecía estar maldito. Todo cobró sentido cuando los abogados del ‘’Señor Pernd’’ aparecían casi diariamente con instrucciones precisas para Deiran, hacerle firmar una carta de compra-venta del Viñedo. Después de que sus abogados entraran en un sin número de discusiones Deiran había intervenido en una y sin gracia le arrancó de una mordida el dedo a uno de los abogados de indeseable, cogiendo un sobre y sellándolo con su saliva le enviaba un claro mensaje. — ¿De nuevo tú?- se dijo para sí mismo y le quebró el cuello a uno de sus propios abogados de la ira —¡Inútiles! Jamás pueden hacer nada bien, mantengan a ese ser lejos de aquí!- tirando la puerta del lugar y saliendo como judío sin pueblo. Definitivamente sin estar él presente lograba atormentarle con solo su recuerdo.

Doce de la media noche, la leyenda cuenta que esa es la hora donde las almas sin paz salen a atormentar el mundo de los vivos y al parecer entre ellos mismos era la misma historia. Dong, Dong sonó doce veces el reloj de la sala de estar, Deiran estaba sentado en uno de los muebles frente a su copa de vino, claro, jamás podía faltar. Leyendo literatura Francesa que por días le animaba pues le parecía tosca y un tanto aburrida, su preferida era la inglesa. Estaba entretenido con una de sus piernas cruzadas apuntando al libro sus ojos, distraído en uno de los versos del texto ‘’Si me toca elegir entre estrellarme con tu cuerpo en mi rostro, mis manos rozarte, tu aliento fulminarme y huir de ti, obvio tomaría la segunda, pues así podría perderme jugando al gato y al ratón cazándome tú, las veces que quisieras…’’ cerró el libro con precisión pensando que era una verdadera estupidez. Se lo imagino a él de nuevo. Parecía que por más que luchase se lo encontraría cada que su consciente se lo permitiera.

Terminando aquella copa, dejó el molesto libro y comenzó a subir uno a uno los escalones de su mansión, era momento de rezar una oración al dios de los infiernos quizás ya no se atormentase así mismo con ese recuerdo. Girando la manecilla de su habitación entró, con una sensación extraña como si alguien lo vigilase, presionó sus dientes y se autocalmó, se sentía con paranoia, todo por haber recordado ese nombre que le había hecho sentir odio. –Idiota, espero te estés revolcando con alguna mujer que no sea de tu agrado…- dedicó aquellas palabras con nombre y apellido con una sonrisa extraña en su rostro y comenzó a desabotonarse la camisa de seda que le cubría el cuerpo tirando ya antes su chaqueta color negro a una de las sillas de la habitación, cerró sus ojos e hizo un movimiento de cuello haciendo que cada una de sus descolocadas vertebras volvieran a su lugar y respiró lentamente habiendo terminado con el último de los botones de la prenda y abriendo de forma apresurada los ojos –¡No puede ser….!- se dijo suave y comenzó a recorrer hacia una de las grandes ventanas cubiertas por una cortina de rojo bermellón y sus oídos percibieron una risa socarrona como la de un niño que es encontrado después de jugar al escondite. Lentamente con el cejo fruncido llamándose loco una y otra vez  apartando la cortina larga separó abriendo el ventanal de una vez por todas dejando entrar una ola de aire frío más que el que su cuerpo por naturaleza desprendía, viendo sus ojos verdes hacia el exterior una gran nada. Se quedó pensativo sin decir nada, algo no le convencía, un gélido susurrar se venía a sus espaldas, ladeo su rostro dándose la vuelta por completo y quedándose paralizado, el oso había entrado para hurtar y destruir.

Aún no había resignado mi alma a encontrarte de nuevo, a sentir tu aire de muerte y fanfarroneo, me temo que has venido con una meta, que mi cuerpo se embelesa, entre tanto en esta guerra, mi cabeza me comenta, que no es a nada bueno para lo que te acercas…


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Mensaje por Aaya Maciej Mar Jul 02, 2013 11:45 am

 “Descúbreme, descubre que estoy aquí, mímame, recuérdame, porque yo soy el único que tiene la cura para lo que estas sufriendo. Te daré la inyección más profunda y perturbadora que puedas sentir jamás. Haré de tu cuerpo mi marioneta y aun cuando te escuche gritar que soy tu dueño, no dejaré que pares de sufrir. Te prometo que lo disfrutarás” 

Le veía, mi cuerpo temblaba del placer, sus pasos se escuchaban desde el inicio de la escalera, como caminaba hacia la sala donde me encontraba, allí, esperándolo como buen cazador, sentía mis extremidades arder en deseos, estaba completamente mareado por él. “Maldito, maldito Deiran! Tú y tu maldita forma gatuna que me han hipnotizado, no veo la hora de destrozarte entero” Maldecía en tanto observaba descaradamente su cuerpo, su entrepierna, sus piernas largas, su pecho, el comenzar rosado de sus pezones abriéndose paso en cada lado de su pecho, gloriosamente puestos que me gritaban que los muerda. Como empezaba a quitarse la camisa y mi bulto tenía una guerra dentro de mis pantalones. Lo hacía lento, estaba seduciéndome? Mis labios eran mojados por mi lengua excitada y una risa socarrona salió de mis finos labios al notar como me encontraba, provocando aquello que mi lugar de escondite fuera dado de baja. En menos de un segundo en el que el otro se acercaba, utilicé toda mi destreza para dar una voltereta y  sigilosamente ponerme a su espalda. “Así te quiero tener, de espalda a mí, pero mordiendo la almohada” Pensaba en tanto me acercaba, mirando hacia afuera, como buscando que era lo que el otro buscaba, claramente era a mí. Pero era exquisito notarle tan… Tan perseguido, como queriendo dárselas de loco, que ni el mismo creía lo que estaba viendo o lo que había escuchado.
 
—Linda noche, no? Hermosa para pegar tu cuerpo al mío… — El susurro se desprendió como agua en su oreja, buscaba apoyar ambas manos en las cinturas ajenas, apretarlas hasta romperlas, pero él no me dio tiempo. Se giró para estar frente a frente conmigo, suspiré y me acaricié el cuello, entrecerrando mis dos mares, que eran mis ojos.  Apoyando una mano en la pared que estaba a su lado, al filo de la ventana. — Todas las mujeres son de mi agrado… Que os hace pensar que me importa cómo se vean mientras tengan un agujero por donde descargarme? Claro que últimamente busco mujeres bellas, para pensar que eres tú~ — Seductoramente me acercaba a su rostro, verlo así de perplejo solo provocaba que quisiera acosarlo. Lamía con la punta de mi lengua su mejilla, pasaba mi otra mano por la contraria, apretando los dedos sobre ella, mirándole fijamente, no apartaba la vista, estaba perdiéndome en aquellos orbes claros, que solo propagaban ira y malestar a todo su paso. — Habéis pensado que queréis hacer? Qué es lo que habéis decidido? No tengo más ganas de esperar una respuesta. Me la daréis ahora o sufriréis las consecuencias. Querido gato, aún tengo ganas de jugar con vuestro cuerpo. Oh~ Os ayudo? — Pasando la mano por su pecho, tiraba la camisa a los lados, buscando quitársela entera, me relamía los labios y me acercaba un poco más, desviando los pasos para poder acurrucarlo contra la pared. No me podía controlar, quería penetrarlo ahí mismo, hacerlo delirar con besos toscos y palmadas fuertes. Escuchar mi nombre desgarrándose en su garganta hasta que sienta que el clímax está por llegar y allí detenerlo, hacerlo sufrir hasta que explote.
 
—No os dais una idea de cómo he pensado en vosotros, no me he saciado y hoy lo haré. Entendido? He encontrado algo que os hará quedaros quieto. Hace una semana lo conseguí, estoy ansioso por probarlo… — Le movía, lo empujaba hasta dejarle contra la pared y allí ponía mis dos puños a los lados de su rostro, apegándome lentamente contra  él, lamiendo mis labios mientras olisqueaba su aroma, por el cuello, detrás de la oreja, los cabellos. Era todo un lujo. Reí insistentemente al pensar en las cadenas que había conseguido, perfectas para vampiros no tan antiguos. Hechas por brujas, eran cadenas que él solo podría romper luego de esforzarse demasiado y ya quería pasárselas por su cuello y muñecas. Pero aún no, aún quería divertirme con él de esa forma, ver como se desenvolvía el gato en su área. Suspiré y busqué sus labios, moviendo mi cabeza de lado a lado, para que no pueda evadirme. Juntándonos, buscando su lengua, acosándolo como bien yo sabía que a él le encendía. Estaba claro, que no le dejaría marchar jamás.

“Eres mío, lo sabes desde la primer noche en la que nos encontramos. Lo sabes porque hago que tu mundo de un vuelvo de ciento ochenta grados. Sé que tu cuerpo espera ansioso por mi intromisión. Estás buscando que te marque, que te obligue, para no tener que decir que tú mismo eres el que quiere. Y eso me enciende, te daré lo que quieras, porque a mis mascotas las malcrío.”


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Mensaje por Deiran Chassier Miér Jul 10, 2013 10:59 pm

‘’Tus labios danzaban para mí, como novillo sin tapujo, mi cuerpo dice que sí, en tanto me niego al hecho que mencionas con afán y artilugio, mientras tenga esta voluntad que aún no se consume, no te dejaré cumplir tu cometido. ¡Maldito monstruo, perecerás!’’

Sinceramente no sabía por qué sus pies no respondían. Se maldecía una y otra vez por estar petrificado ante la voz del demonio que ya con anterioridad había conocido. Y es que ni siquiera la rabia que lo dominaba desde aquel entonces podía hacer que sus dos pies que como piedras estampadas en el suelo se moviesen, quizá había algo más, que no sabía qué era y le daba un tanto de ira descubrirlo. Se negó una y otra vez los pensamientos aquellos, quizás estuviese soñando, por un momento lo pensó. Se llamó loco y empuñó la mano sintiéndose como en el desierto, cegado por un mal espejismo y nublado por la locura de un oasis que no eran precisamente los ojos ajenos. Suspiró intranquilo, descompensado sin saber por qué por su mente no podía pensar nada más que las palabras retumbantes de ‘Sr. Pernd’ era un hecho, no estaba en alguna especie de hipnosis o juego mental, él había llegado para quedarse. Trató de mantener la calma, se sentía estúpido, pues jamás le había sucedido, nunca había perdido el control de í mismo y menos por alguien más, se sentía molesto con ganas de arrancarle la cabeza al otro ser. Dio dos pasos vacilantes pero todo fue en vano, terminó sin moverse como antes. —Entonces estás aquí…- mencionó aquello sin creerlo tratando de discernir con raciocinio la manera de apartarse de ese ser. —Eres idiota? Pegar el qué? - ignorando las intenciones con las que mencionaba su propuesta y perdiéndole sentido a la conversación.

—Típico de ti, tratar de evacuar tus necesidades en lo que sea…. No me parece extraño, tu baja autoestima y pérdida de moralidad es lo único que delata, sabía desde siempre, desde que te vi entrar aquí de esta manera tan abrupta y malcriada, lo supe…- diciendo aquello en un tono tranquilo y calmado, había aprendido de sus errores no pensaba cometerlos de nuevo que sería un tanto difícil de cumplir. El pasado puede ser sabio porque puede enseñar. Sin esquivar su mirada, se negaba constantemente a que aquello estuviese pasando, se distrajo un momento y sintió la fría lengua lamerle la mejilla a lo que respondió con cierto desprecio y una mala cara haciéndose hacia atrás. —¿Por qué estoy retrocediendo? El que retrocede siempre lleva las de perder…- se dijo para sí mismo confundido -¿Por qué?- se volvió a cuestionar en silencio sin pensar demasiado siendo traído de vuelta al ver su camisa volar, definitivamente cada que se distraía era algo que siempre lamentaba así que procuraría no estarlo más. 


Irritado por el atrevimiento, llevó una mano furiosa al pecho ajeno y rasgó el traje que estaba bien ajustado al cuerpo del otro y la partió en dos, dejando ver el abdomen y tórax entrecubierto  por los pedazos rasgados de la prenda bien confeccionada, lo estaba provocando —Lo único que quiero hacer es romperte la mandíbula, hacerte añicos ese cuello, abrirte las venas y desmembrarte en pedazos, eso quiero…. Te apetece?- cuestionó con sarcasmo y lleno de molestia, era realmente un problema que se tenía que erradicar de raíz. Ya con una falsa seguridad había cogido de no sé dónde se hacía preso de sus caricias, mirando las manos entrometidas y quitándolas de manera rápida de su cuerpo, no lo toleraba, cada parte le quemaba.


—¿Saciarte? ¿Pero de qué hablas? - mal mirándole y suspirando desahuciado, definitivamente no sería una noche común y corriente. —Lo único que vas a probar es mis garras en tu espalda con un leve golpe en esa cara….. Porque a ti, no se te puede tratar como un ser educado…- musitó de sus labios para anexar algo más pero quedándose callado al escucharle — ¿Qué conseguiste qué?- miró de reojo unas cadenas que colgaban en sus manos con un brillo peculiar, con solo verlos percibía la energía de maldad así como la que irradiaba aquel hombre. Le miró y no supo en qué momento se encontraba acorralado y con él encima en sus labios, negándose a besarle sentía la lengua contraria muy entrometida en su cavidad, hacía fuerza y por dentro tragaba con fuerza el calor que ese beso le arrebataba, si quería detenerle tenía que apresurarse.

 
Mordiéndole los labios hasta hacerlos sangrar, como un reflejo incondicionado, su cavidad comenzó a sentir la sangre que con anterioridad ya había percibido y succionando aún más para después separarse, lamiéndose la boca y después limpiándosela con el antebrazo  y empujándole para darse más espacio, separándose de él y su fuertes brazos.—No sé qué sea eso o con que lo hayas curado y no me importa…. Vete vikingo de pacotilla….- arqueando una ceja y yendo hasta despacio a uno de los extremos de la habitación hasta su guardarropa siempre sin dejar de mirar de reojo al otro. 

’’No soy tuyo ni de nadie, ni lo seré, vamos a jugar de nuevo? Porque me cansa el mismo cuento, mejor vete por donde viniste y muerete en el camino, le harías un favor a la existencia de la humanidad….’’

 


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Mensaje por Aaya Maciej Vie Jul 19, 2013 5:33 pm

“El sentido del humor solo se me prende cuando estoy contigo. Esas ganas de hacerte sufrir, porque tú eres el equivocado. Todo tu ser, tu cuerpo y tu oscura y melancólica alma me dice que me quiere tener, que quiere estar conmigo y nadie más. Acéptalo, desde siempre he ganado esta batalla. No pereceré!” 

Mis oídos zumbaban, estaban hirviendo por los malos pensamientos que el otro parecía tener. Estaba claro que yo no tenía ese don de escuchar lo que pensaba, pero a leguas se notaba en su expresión que estaba furioso, tan molesto que si no fuese porque sabía que yo era más fuerte y sería una pelea en vano, me podría llegar a arrancar la cabeza de un tirón. Pero no. No en este caso. Mi querido Deiran tendría que esperar mucho tiempo, la eternidad, para cumplir su cometido. Y claro que estaba dispuesto a pasar gran parte de ese tiempo junto a él. Le deseaba, le deseaba profundamente y me encantaba que él no pudiese notarlo. Porque mi mente estaba sellada con mi don oscuro y mis pensamientos eran, para siempre, solo míos. No estaba dispuesto a complacerlo, no le dejaría saber lo mucho que me había encendido aquella actuación de gato rabioso que me había dado tiempo atrás. Pero era notorio que le deseaba tener y más aún que le tendría. De no pensar que era capaz de poseerlo no me hubiese presentado en aquel lugar esa noche. —  Claro pequeño, no me veis aquí? O es que pensáis que me estáis imaginando? —

Le molesté un poco más, observando todo su cuerpo inmóvil, parecía una estatuilla de marfil, me revolvía las tripas imaginarlo bajo mi cuerpo, arañando por alejarse de mí. Si él supiera que con solo una mirada me derretía, seguro que no se sentiría tan frustrado como parecía estar. Tan desconcentrado que me obligaba a llamar su atención por movimientos brutos, porque de otra forma no podía decir que quería que me mirara solo a mí. Que dejara de pensar en lo que fuese que estaba pensando. Su mirada reprobadora me encendía y me hacía reír, tan desmedido como me encantaba hacer, provocarlo era lo que quería y funcionaba. Lo que me placía cuando y donde me placía. Esa era mi forma de vivir, desde tiempos inmemoriales. 
— Entonces os estáis considerando un “lo que sea”? Qué es lo que sabíais joven? No sabéis nada, así que, esa boquita, a mantenerla callada, sí? — Al final mi entrecejo se frunció, sus garras me desgarraban el traje de gala y por más que pudiese comprarme la cantidad que deseaba, me molestaba demasiado. Los debía hacer a medida y eso significaba modistas, telas que elegir y cosas que no me interesaban en lo absoluto. Pero intenté calmarme, enarqué mi ceja y le observé, como quien ve un hormiguero y espera el momento exacto para aplastarlo.

— Si os digo que me apetece no lo podríais hacer. Alguien tan débil como vos… Cuando rompéis una vena se cierra la otra y así, pequeñito. Mejor no imaginéis cosas que solo son una ilusión, pero yo si podría hacerlo. Lento, pausado, dejando que se te cierren las heridas un poco, para volverlas a abrir, así, una y otra vez. Que os parece? Demasiado para vos? — Le seguía tocando, por cada lugar que podía y en especial entremedio de esos pectorales que tanto me fascinaban, era el perfecto cuerpo de alguien de mi especie. Me preguntaba si en algún lado había sangre vikinga salida de él. Aunque seguramente no. Su personalidad era más la de un inglés mimado que cualquier otra cosa. Pero eso no importaba, el inglés mimado también me gustaba. — Hablo de muchas cosas, la principal sois vos. Y me encantaría sentir tus garras en mi espalda, mi nombre en tu boca y tus labios en mi cuello. — Susurrándole al oído que con una diversión absoluta no paraba de provocarlo, sin importar lo que hacía, le besaba, le tomaba y solo cuando el otro me pudo empujar lo suficiente le dejé unos momentos de libertad. Momentos que me parecieron una eternidad y girando las cadenas que tenía en mis manos le observé, delirando por poseerlo, en mi ojos se notaba el brillo del deseo.

 
—No pretendía que aceptéis este juego, ahora, quedaos quieto. — Cuando aquellos ojos que me veían de reojo se cruzaron con los míos dejé fluir la maldad, el dolor para que se tenga que agarrar la cabeza o al menos detenga sus movimientos, casi la mitad del dolor que era capaz de infringir por medio de la mirada le fue dado. Y con paso rápido y seguro, le tomé de la muñeca, tironeándole hacía mí. — Qué queríais? Vestirte? Eso no será necesario cariño, te quiero desnudo. — En su oreja susurré y le volví a mirar, volviéndole a dar dolor en tanto le esposaba una de sus manos, relamiéndome la sangre que antes me había sacado de la boca. Sus besos siempre eran sangrientos. Se llenaba de mi sangre y eso me encantaba, pero yo aún no había probado la suya, algo me decía, que de beberla me volvería adicto. Un olor fuera de lo normal, como si él fuese un poseedor de aquel don que hace a los humanos delirar. Y efectivamente también causaba algo en los vampiros. O era simplemente la obsesión que tenía por probar cada rincón interior y exterior de su cuerpo. — Pequeño, lo último que haré esta noche será irme de vuestro lado. Así que empezad a rezarle a quien queráis porque gritaréis mi nombre aún si es necesario grabároslo en la frente. — Y con un fuerte empujón le hice dar contra el guardarropa, llevando la única mano ajena que había cogido a su espalda, empujándole un poco más, dándole golpes contra la madera. Estaba enojado, muy enojado por no conseguir lo que quería y en ese instante me fui por detrás de él y apoyé todo mi cuerpo dejando que lo sintiera, gozando su cuerpo semi desnudo, violarlo en ese mismo lugar, sería placer absoluto.

 

“Me provocas aún con las cosas más cotidianas que eres capaz de hacer. Tu respiración para pasar por un ser normal, tus colmillos de inmortalidad, tu mirada de niño molesto. Todo. Absolutamente todo."


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Mensaje por Deiran Chassier Dom Jul 21, 2013 8:53 pm

‘’Me niego a caer, a morir en algo que sea tuyo, mientras mi orgullo no se quiebre me mantendré en lucha, aunque por dentro mi cuerpo a gritos te haya declarado ya el ganador…’’

Estaba disperso, no solía ser así, pensando mil veces por qué me había surgido la piedad en aquel momento en que tenía a Josseph entre mis garras y pude haberlo destrozado, quizás estaba soñando. Pero hace ya un tiempo me había dado cuenta que no. ¿Por qué? ¿Qué quería de mí? Era obvio que lo sabía pero me negaba. Dentro de mí se consumía el odio y la incertidumbre entre las risas de ese ser que me desconcentraba poco a poco con sus miradas y su mar tan profundo que podía navegar en él. Deslicé uno de mis dedos por mi barbilla negándome a mí mismo lo que sucedía al igual que sus palabras. Mi boca estaba muda a sus afirmaciones y palabras, estaba acorralado en su nicho. Inundado en su mundo de lujuria y maldición. Me arrastraba a su infierno en donde él era el dios del inframundo. Jamás había sido un peón pues a mí diestra siempre habían caído todos sin mucho problema, pero él, me hacía experimentar algo que por mucho me había negado. —Por un minuto pensé que mi cabeza me había jugado una mala broma…. Pero veo que no, tengo la desgracia de estarte viendo  los ojos de nuevo, de oír las sandeces que tu boca sólo sabe hablar… Por un momento pensé que caía en demencia….- dije aquello inseguro si había sido correcto lo que había hecho pero sea como sea ya todo estaba hecho.

Estaba petrificado sintiendo sus dedos quemarme la piel, haciéndome una llaga que me quebraba en pedazos poco a poco, me penetraba incesantemente y me hacía arder en aquella tétrica atmósfera. Mordí  mis dientes molesto y tironeaba de vez en cuando sus caricias con sabor a maldad despreciando la sonrisa que se marcaba en su rostro con placer, hasta que lo oí hablarme de nuevo con esas palabras que eran una bola de fuego a mis oídos. —No me pidas callarme, que no lo haré ¿te duele la verdad?- solté una risa que denotaba mi incomodidad por tenerle tan cerca que podía respirar su aire, sentir su palpitar que algún día lo mantuvo con vida. Irónico pero cierto. Y entonces rompí su traje, traté de sostener la vista al frente, aunque sabía que podía ser un peligro confortarle a los ojos por su extraño poder que me parecía más un acto de cobardía usarlo pero su radiante color con un brillo peculiar me hicieron caer unos segundos, a pesar de ser un viejo sin gracia se mantenía en forma, sus pectorales bien delineados uniéndose por en medio con una línea que viajaba desde su cuello hasta la punta de su ombligo y otras dos líneas que le marcaban la zona inguinal. Pensé ahí callado y me imaginé bebiendo su sangre de esa zona, era mi sitio preferido pues la sangre era tibia y muy amena, sacudí disimuladamente mi cabeza, ¿acaso aquella bestia podría haberme escuchado?

Me distraje tanto que solo escuchaba una mezcla de palabras amenazantes con sangre y venas y no sé cuántas cosas más, estaba más concentrado en lo que quería mantenerme desconcentrado pero es que aquella sensación de llenarme de él nuevamente me despertaba una cierta curiosidad que quería quebrarme uno a uno los huesos. Solté una sonrisa sarcástica y aluciné haber escuchado todo lo que me había dicho pero no le había puesto atención ni una tan sola vez. Sus besos me descomponían completo. Era molesto su sensación al querer encontrarse su lengua con la mía. Me separaba bruscamente de él. Viéndole con odio. —¿Mucho? Jamás es suficiente para la fuerza de voluntan Josseph , tú como un disque guerrero debería de saberlo no? O es que no te lo enseñaron? Porque ya estás viejo para eso….- le quedé viendo como si con esas palabras hubiese ganado la batalla pero lo siguiente que me había mencionado me hizo tambalear, me molesté y fruncí el cejo, mal mirándole devastado, ¿Me había leído los pensamientos o sólo había sido coincidencia? —Las tres cosas que me acaba de pedir, las haré únicamente cerciorándome que sientas mayor dolor posible… Que sean tus huesos los que he de roer, tu sangre de beber y tu piel desgarrar… - viendo las cadenas sospechosamente.
Estaba en desgracia, sabía que no se iría pero quería intentarlo. —No me pidas que me quede quieto que eso es lo menos que quiero y aleja esas cosas de mí… Detesto los brujos y sus cosas raras….- entre cruzando ambos la mirada navegando de nuevo en su basto mar, cuando comencé a sentir que poco a poco la cabeza me iba a estallar. En un abrir y cerrar de ojos mi descuido me tenía con él a  unos pasos cerca de mí, tomándome de mi muñeca y acercándome a su frondoso y basto cuerpo, como una cuna. —H-Hago lo que quiero, esta es mi casa y no suelo andar desnudo por ahí con ‘’’invitados’’ por más desagradables que sean…- trataba de esconder el dolor tensionando todo mi cuerpo y respirando más agitado para contraer mis venas. Fue inútil todo aquello, me tenía encadenado y yo viendo aquel artefacto que a pesar no ser de plata porque ni él mismo lo aguantaría me causaba cierto enfado, suspendí mi vista retorciéndome del dolor y mirándole con mis verdes ojos a sus azules profundo. —No creo en dios vejete, así que no tengo por qué rezar, así arda en el infierno te llevaré conmigo… Nos vamos a quemar….- yéndome de frente contra el guardarropa tronó aquello con fuerza como crujiendo y moviendo mis pies quería golpearle, sentí su pesado cuerpo detrás de mío, disfrutando y  yo me moría de ira. Mis manos estaban atadas. Con una de mis mejillas apoyadas en aquel mueble de madera le miraba por encima de mi hombro sospechoso. Sujeto de aquellas cadenas me reventaba de ira —¡Serás mucha mierda Josseph Pernd!- le grité conteniendo el aire quemándome en su infierno aunque mi cuerpo estuviese frío como el hielo.


‘’Quizás este siempre fue el comienzo del fin…. Quizás…''


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Mensaje por Aaya Maciej Lun Ago 05, 2013 11:40 am

“Y por qué buscas enredarme en esta agonía? Tus palabras que como finas dagas penetran mi piel y yo me pregunto cómo he hecho para hacerte tanto daño? Soy un maldito demonio. Soy el demonio de tus sueños, el que quiere devorar tu corazón, arrancártelo hasta que no quede nada de ti.”


La risa se deslizaba al silencio cuando sus palabras inundaban mi templo. Mis dedos acariciaban la pared en donde estaba apoyado, mis orbes como dos grandes desgracias, se quedaban fijos en su barbilla, allí donde el movimiento de sus dedos me hipnotizaba y me quedaba pensativo. Me estaba dando el hermoso pie para hacerle trizas, para reírme infinitamente de sus palabras, para provocarle hasta que no quede nada. Pero algo me decía que era mejor un beso que su cara de frustración. Me acerqué, tomé esa barbilla entre mis dedos y la acaricié con mis yemas, relamiéndome los labios por el deseo que tenía. Comerlo, devorarlo entero. – Yo creo que ya habéis caído en demencia. Mmm? La verdad es la más dolorosa de las agonías. Siempre me ha dolido la verdad. – Espeté con la más sublime sinceridad y suspiré sobre su mejilla, acariciando su pecho con mucho cuidado, observando aquella línea divisoria que se marcaba en su pecho y provocaba que la sonrisa de hambre reluzca en mí. Tan hermoso que no me imaginaba un cuerpo tan perfecto en mi época. Quizá, sí más marcado, mucho más tonificado. Pero él estaba en el punto exacto. Listo para tragarlo, su carne suave y caliente me gritaba que lo haga, pero yo me negaba, me negaba a destruir esa obra de arte. Quería tenerla en mis brazos, en mi regazo y acariciarla como el gato que él era.


Esos ojos infalibles se deslizaban en mi cuerpo, mi ceja se arqueaba y yo reía sin sonido alguno. Qué eran esos hermosos orbes que me miraban con deseo. Fastidiado porque mi ropa había sido descompuesta, me dejaba hacer. Después de todo no pretendía andar usándola por mucho más tiempo. Acariciaba su nuca y negaba con dulzura. – Muy bien, si no os queréis callar no debéis… Puedo aguantarme tus horribles palabras en tanto te tenga quieto contra mí. – Declaré en tanto el dolor que provocaba salía a la luz, terminando por ponerle las infernales cadenas, sonriendo de lado por la frustración ajena. Sin duda alguna, si fuese al revés, me sentiría el hombre más molesto del mundo. Pero era su culpa, y se lo haría saber. – Si no fuese que no quieres que te toque no estaríais de este modo, atado. Es vuestra culpa por no querer ser mío. – Musité y con cariño acaricié su cintura, besando su hombro que lo tenía ya pegado contra mi cuerpo y no le soltaría jamás. Pensando seriamente en sus palabras, me disponía a cumplirle el deseo. No me importaba que tanto dolor él me quisiese dar, estaba seguro que me regeneraría cuando terminara. Había sobrevivido al sol, al fuego y a muchas estacas clavadas en mi cuerpo, menos en el corazón. Podía sobrevivir a los colmillos y garras de aquel gato furioso. – Hoy será la excepción a esa regla de andar siempre con ropa… Os veis mejor así. Ahora, venga, por donde queréis empezar a clavar vuestros colmillos? O es que quizá buscáis primero tocar mi pecho? Se veía interesado en él hace unos momentos. Ahh Deiran… Quien os dijo que yo ya no me estaba quemando en el infierno? Os puedo hacer un lugar en mi llama si a eso os referís.-


Besando su nuca un poco más y sus mejillas, le volteaba para verle, robando un beso rápido de sus labios. El contacto era hermoso, lamerlo me hacía delirar y morderlo me provocaba caer a sus pies. Pero en cuestión de nada, me separé y le miré con una casta sonrisa, acariciando su mejilla derecha en tanto me relamía. Suspirando vagamente. – Os parece que me siente en la cama? O más cómodo acostado? – Tironeaba de sus muñecas con una mano, haciéndole acompañarme a aquél colchón y me tiraba boca arriba con él, manteniéndolo entre mis piernas que estas se enrollaron en su cintura y lo apretaron contra mí. Observándolo con un deje de inocencia. Hacía cuanto tiempo tardaba tanto en follarme a alguien? Hacía cuanto tiempo que no disfrutaba de un beso tan casto como aquel? Me enfermaba y a pesar de ser alguien que no solía ocultar sus sentimientos… Esos que estaba sintiendo quería ahogarlos hasta que nada quede de él. – Tanta mierda que no entra ni en tu cama Deiran Chassier~ - Jugué y le robé un nuevo beso, apretando su mejilla, pasando una mano por su cintura para pegarla a mí con destreza. Bajando con mi cabeza para poder lamer su cuello, deleitándome por ese sabor. – Bien… Queréis desgarrar mi piel? Beber mi sangre y romper mis huesos? Hacedlo, solo lo podéis hacer con vuestra boca. Quiero observar como os deleitáis conmigo.  – Inquirí y me tiré sobre la almohada, pasando mis manos por detrás de mi cabeza, acomodándome para luego mirarle de reojo, riendo bajito por aquel gato que tenía contra mí. Haberlo escuchado tartamudear me había encendido, todo aquel cuerpillo había provocado que se sienta mi erección debajo de mi ropa. – A pesar de lo mucho que os quejáis, vuestras mejillas son hermosamente coloridas, el hambre en sus ojos se hace notoria. Mordedme, morded todo lo que queráis, estoy dispuesto a soportar el dolor sin separaros. Pero luego de ello cabalgaréis en mí. Es una promesa. –Advertí con la sonrisa pegada a mi rostro, esperando por sus gozosos colmillos.


 “Quizá es el fin, que da inicio a otro comienzo. O quizá, deberíais dejar de pensar.”


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Mensaje por Deiran Chassier Sáb Ago 10, 2013 2:47 am

‘’Si pudiera redimir mis males no dudaría dos veces en alejarte pero ya me tienes atrapado, ¿Qué quieres de mí? Me aprisionas como un oso a su presa y yo como un buen gato doméstico ronroneo a tus piernas. Y si me lo preguntas aún no sé de dónde me ha nacido tanto odio, es que desde siempre lo supe, desde ahora lo sé y aun no quiero enfrentarlo…’’

Era tan vano y vacío, sus palabras golpeteaban en mi cabeza una y otra vez y su risa me quebraba los huesos, mientras yo me quemaba de la ira escabullida con algo de confusión. Por dentro era un mal de hielo y fuego que se cruzaban el uno con el otro por ver quién era más fuerte, yo ya lo sabía, solo no quería aceptarlo. Sus caricias eran como un porrazo a mi estómago, cada que me tocaba el aire se desvanecía y me hacía falta, por dentro de comía entero, sus ojos lo sabían, seguro me estaba leyendo la mente y yo, yo daba pena, quería evitar lo inevitable, era una presa más de sus garras. Sus palabras de momento se volvieron calmas y serenas que me robaron el asombro, mis ojos se sobresaltaron y mi cuerpo seguía tieso a merced de sus garras. Me miraba de arriba hacia abajo y yo me quebrantaba en los adentros, ignoraba todo aquello que viniese de ese demonio, jugaba a ser el loco insano para evitar su escrutadora mirada. Sin siquiera pronunciar una palabra sentía que violaba cada uno de mis espacios y seguramente eso me dejaba expuesto pero haría hasta lo inimaginable para que aquello no suscitase. —¿Quién puede ser cuerdo contigo? Tenerte seguramente me hace sufrir de algún tipo de enfermedad…- abrí mis labios para musitar aquellas palabras cargadas de elevaciones y desequilibrios entre la respiración, el tono y la fuerza, estaba chocado. —La verdad puede ser tan dura como una roca y ligera como una pluma, todo depende del lado que quieras verla…- dije tratando de separarle de mi mejilla, su encuentro con la mía hacía que creyera que entre ambos había una ola de calor o algo parecido, la verdad era muy confuso, yo solo quería separarme de sus fauces.

Me quedé un rato en silencio, mirando a mí alrededor como si buscara algo que pudiese usar para contrarrestar esos artefactos que me causaban enfermedad, pero no, nada era útil y yo parecía desubicado en mi propia casa, aquel ser era un fastidio pero aún más cuando se acercaba tanto que compartíamos en esencia el aire que no necesitábamos. Mi cuerpo tirado frente a aquel armario era patético, deplorable, deseaba que me matara en lugar de estar ofreciéndole aquel espectáculo, lo más extraño era la sensación de querer estar con él. Sacudía mi cabeza alejándome de las ideas erróneas que por ratos se me cruzaban, no podía ser cierto, debía de estar equivocándome, hace mucho tiempo, más de doscientos años solo como para que esto me estuviese pasando, aquí y ahora y menos con él. —¿Mis horribles palabras? Todo lo que he dicho te lo has merecido, quizás me he quedado corto… Ni creas que esto cambiará la situación que me tengas de esta manera no quiere decir nada, jamás, nunca… Oso solitario…- sonreí de medio lado, era seguro, me había dicho aquello en un mal momento, quebrando aquel momento de pequeña pesares que en mí había nacido, él no había sido el mejor pero yo tampoco. Mi cejo se frunció al sentir el colocar de las cadenas terminando con lo que se traía consigo. Hice una mueca aún más fea de repulsión y molestia y le tiré de la cadena observándole entero comprendiendo que por más que sus palabrerías cambiasen siempre sería el mismo bruto, siempre de medio lado pero con más campo visual de su cuerpo y su sonrisa —¿Por qué? ¿Qué es lo que quieres de mí? Y no me digas que destruirme, mis empresas y esas cosas… No voy a dar mi brazo a torcer, no quiero ser… - le miré fijo y tragué saliva que la sentí como un puñado de clavos, poco a poco me daba cuenta que no estaba seguro de lo que quería —¿tuyo? No quiero serlo… Además esto es extraño, dos hombres…- mentía solo buscaba alejarlo, los prejuicios jamás habían sido un estilo de vida para mí. Sus caricias ardían por mi cuerpo y yo trataba a negarme a caer, en tanto con brusquedad movía mis manos para tratar de safarme de las cadenas y ser libre, mis alas estaban cortadas y sus manos me atrapaban. —Estás definitivamente loco…- su acento me robaba el aliento por poco no lograba disimularlo —No soy de ese estilo liberal, eso de andar… desnudo no me llama la atención la verdad…- arqueé una ceja a su ofrecimiento ignorando verle a la cara con los ojos cerrados, quizás así no iba a poder entrar en mí, más allá de lo que mis palabras develaban —No quiero tocar nada- volví a tragar con fuerza —Hasta tienes alucinaciones y después el loco soy yo…- abrí un ojo para verle y me volví a enfocar en su abdomen y perfectos pectorales —Si es que ya estoy condenado a vivir en el infierno prefiero la soledad a su compañía.-

Se me erizó la piel al tacto con sus labios y yo estiraba la cabeza tratando de sacudir sus caricias, sus labios se juntaron con los míos por un corto momento y yo naufragué perdido, como barco que encalla en las rocas. Me había ¿gustado? Se separó y me vio de frente como retándome ¿Quién era el cazador y quién era la presa? —Me parece bien que te vayas… Ni en la cama ni aquí o allá, en ningún sitio…- ya ni siquiera refunfuñeaba por sus malos tratos mientras me tironeaba como amo a su esclavo exigiéndole cumplir sus demandas. Mis pies descalzos se deslizaron por la alfombra y las muñecas me ardían por la cadena, no sabía ni qué cara poner —¡Qué decente…!- murmuré yéndome contra su cuerpo y sintiendo sus gélidos besos de nuevo, me quebraba por dentro y mis rodillas flaqueaban. —Lo que quiero es… matarte…- dije en voz baja como para mí mismo, grabándome su aroma de oso fortachón y grotesco, había algo en él. Mirándolo todo tirado en mi cama como un rey en su aposento me negué aquella imagen al pensarle y verle dormir ahí, así como me lo había imaginado un par de veces al entra a la habitación que siempre se encontraba vacía. —No quiero alimentarme de ti…- ¿o sí? Relamí mis labios al recordar su sabor y me fui contra su cuerpo colocándome sobre de él. Mis dos piernas de rodillas en la cama le apretujaban a sus costados y mis codos se apoyaban en la cama para quedar cara con cara, percibiendo como ambos poros se abrían a mis fauces. Mis colmillos me gritaban por romperle la dermis y mis ojos ya se habían tornado del color carmesí peculiar al alimentarme. —No quiero cabalgar sobre ti, o no vez que ya estoy sobre tuyo…?- con una mano le acaricié el cabello y le tiré del cabello, lamiéndole el cuello para clavarle mis colmillos sin inmutar palabras, solo quería saber por qué quería estar con él sin importar su forma de ser, sus maltratos, su inculto modo de ser. Sólo eso.

’’El placer y la razón jamás debieron de mezclarse, ¿Cuál de las dos se me ha olvidado? No sé, dímelo tú…’’


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Mensaje por Aaya Maciej Mar Ago 27, 2013 2:10 pm

“Si fueses un dulce gato, mis tratos serían más hermosos de los que nunca has sentido. Te acogería con toda la pasión del mundo, si tan solo dejaras de arañarme un poco. Porque eres una fiera, intensa e imposible de domesticar. Y por eso me encantas, me haces sentir que aún tengo desafíos por sobre pasar.” 

Era inevitable forzarlo a quedarse quieto, queriendo probar más de su piel, sonriendo ante las escurridizas palabras que se clavaban en mí ser. Más bien una maldita agonía era la que me embriagaba cuando el vampiro se negaba a estar junto a mí. Y eso me enojaba, mis ojos se volvían más oscuros, más carmesí y me relamía los colmillos negando estridente por sus excusas de plegaria. — La única enfermedad que tú puedes tener es la que solo yo puedo dar. El maldito deseo de tenerte, hará que solo en mi puedas pensar. Te aseguro que haré que no os podáis olvidar de mí, jamás. — Murmuraba en sus labios de una forma tal, que parecía que estaba escribiendo sobre un lienzo vacío. Mi piel hervía, parecía fuego maldito el que se cruzaba por mi piel y las ganas de poseerlo se volvían más y más factibles. De simplemente pensar que me iría de allí sin poder tocar cada espacio de su cuerpo me ponía los bellos de punta. Enojado y molesto. Cosas que concurrían en mi entorno normalmente, pero esta vez era algo extraño, no era común. Yo sentía que realmente estaba enojado y que con uno o dos golpes no cesaría. Era una cuestión de posesión. Donde yo quería ser el amo consentido y él debía ser el ciervo leal. — No intentéis confundirme con vuestras frases, no estoy en el humor necesario para seguirte aquel juego. —

Delineé con uno de mis dedos su cuello, observándolo caritativamente, tenía una sed que no había experimentado hacía más de mil años. Quejándome porque aún no daba su brazo a torcer, negando que cuando al fin quedó quieto, me deleité con su mirada, estaba pensativo, mirando hacía el techo, pensando las cosas que quería, escuchando sus palabras que simplemente me reía estridentemente. Negando algo eufórico, él me sacaba de mis casillas todo el tiempo. — No quiero oír de vos, cosas estúpidas como aquellas. Dos hombres! En mis tiempos, que un hombre te lo hiciera no era la gran cosa. En la guerra no hay mujeres, sabéis? — Inquirí sonriendo de lado, ciertamente era de ese modo, luego de las batallas siempre había hombres que terminaban encamándose con los esclavos que habían quedado de la batalla ganada. Quizá no era de lo mejor que les podía pasar, pero era un símbolo de que eran menor que nosotros. Claro que ahora eso ya no existía. Las personas se habían vuelto demasiado ortodoxas y era bastante molesto; no se podía ser natural, escondían el animal que había dentro llamado hombre. — Algunas veces pienso que os estáis esforzando demasiado en hacerme molestar. Pero estoy intentando recapacitar… Os mantendré así por toda la eternidad, hasta que aceptéis lo que os digo. — Declaré sin justificación alguna y le miré de reojo, intentando no llegar a la violencia nuevamente. Me estaba frenando todo lo que podía, pero claramente, se notaba en mis ojos, que deseaba estrangularlo hasta sacarle las palabras a la fuerza. Retorcerlo entre mis dedos, para que al fin supiera que es lo que debería hacer, decir y pensar.

Suspiraba acomodado en la cama, acariciando su cintura con el debido cuidado, observando sus ojos, sus ganas de estrangularme al igual que yo a él. Era divertido, jamás me había sentido tan vivo, siquiera cuando mi corazón latía y mi piel era caliente. Aún en esos días, yo era una bestia que nunca había sido domesticada, era una maldita aberración a la raza humana. Y ahora, de forma inmortal, me encontraba siendo suavemente amaestrado por unos colmillos pequeños, por un gato que apenas tenía unos años más de lo normal.
— No quieres… Claro que no. — Aceptaba sus mentiras con una sonrisa pegada a la cara, cerrando los ojos por esos labios, estirando más el cuello, lo dejaba a su disposición, me deleitaba con el aire a su alrededor, que aunque frío me quemaba. Le apretaba desesperado por un poco de él. Porque el solo pensar que sus hermosos colmillos se clavarían, me provocaba a desearlo más. Matarlo entre mis fauces era lo que deseaba con locura. Quizá era una simple tontería, algo que pasaría una vez lo hiciera mío. Me aburriría como siempre, pero quizá no. Aún tenía ambas dos posibilidades que se peleaban por ver cuál era la ganadora. — Ah… Ya, vengaros ahora, porque luego no os dejaré ni mirar a un costado. — Volví a provocarle, pero ahora con una extraña excitación, sonriendo de lado, acariciando su espalda, los tirones me hacían enfadar, porque me sentía un tanto sumiso en esas garras, pero lo aceptaría por el momento, no me dejaría influenciar por aquellos bajos instintos de animal que aún tenía en mi sangre. Y me aseguré de disfrutar. Mordiendo mis labios, haciéndolos sangrar, aquella frustración estaba acallada por el dolor y placer que estaba sintiendo, subí una mano a su nuca, y la aplasté más contra mi cuello. — Me aseguraré que queráis cabalgar sobre mí. U os obligaré en el acto. — Sonreí apenas y le sujeté con la otra mano por las caderas, haciéndole un movimiento para que salte solo una vez, para luego volver a disfrutar, acariciando su piel con gran deleite, esperando a que el gato termine su labor. Removiéndome un poco, desconcertado por estar dejándole hacer eso. Hacía tanto tiempo nadie me bebía la sangre que era casi algo nuevo. — Qué ya eres mío? Si, lo sé. — Cambié sus últimas palabras, y le miré, apretándole contra mi torso, buscando que sienta mi piel, que empiece a permitirme tocarle, tanto como yo lo deseaba o terminaría abusando de aquel muñeco que tenía sobre mí piel. 


“No importa, solo déjate llevar por mis garras hacia el más oscuro pecado.” 


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Mensaje por Deiran Chassier Sáb Sep 21, 2013 1:10 am

’’Quizás sea un masoquista de tus malos tratos ya que mi brazo jamás se querrá dar a torcer, mi orgullo jamás perecerá ante tus palabras, tus acciones o tus mal tacto. ¿Qué quieres mostrarme? Yo no necesito ver nada,  ni que me muestres lo que según tus ojos yo necesite ver… Sólo quiero no estar seguro de lo que con tus sandeces me confirmas..’’
Sus labios como saetas cortaban poco a poco con filo mi cordura. Me hacía cuestionarme qué es lo que realmente quería o cuales eras mis convicciones en aquel momento, -¿Por qué? ¿Por qué me maldices de esta manera Josseph Pernd?- me dije para mí mismo mientras trataba de ignorar lo que con afán me murmuraba, me irritaba su tacto frío que quemaba mis vellos y me ponía erizado. En aquella posición estaba enrollado en su telaraña que me cortaba en pedazos con cada toque. Mis dientes se presionaron los unos con los otros como si quisiesen quebrarse en trozos pequeños y ahogarme para no poder comer jamás pero solo escondían el susurro de lo que estaba negando desde hace un tiempo. Era como una caja vacía que poco a poco descubría que nunca lo estuvo y que si no detenía aquello terminaría por rebalsar. —No seas ridículo, tu ‘’medicina’’ sería lo último que querría, sería mejor morirme en este encontronazo del que me encuentro mentalmente de soportarte y tenerte encima mío- decía entre labios unidos tratándolos de separar pero como imanes permanecían unidos y aquellas cadenas que apretaban más eran molestas, sentía que ardían mis manos. Como agua salada mis recuerdos se remojaban entre los músculos que no hacían nada por evadirle. -¿Por qué?- me volvía a cuestionar odiándome, recordando lo que había pasado hace unos meses en la vinería. —Te confundes porque quieres… Hablo claro, esto es muy sencillo, quiero que dejes tu arrogancia y sentido de pertenencia ¿Qué te hace pensarlo? ¿Qué te hace creer que te pertenezco? O mejor aún que lo mío te pertenece…- mirándole mal humorado aquello ya me tenía irritado y él tampoco se miraba feliz.
Su risa estridente como siempre me causaba mal, era como si de sí mismo brotara la ironía pura. Sus manos me recorrían y simplemente trataba de esconder aquella penosa escena siendo esa mano cruel objeto de mis cuestionamientos. —Es una pena que desde siempre te hayas comportado con tiranía y sin juicio. Follar con hombres….- me dije tanto para él como para mí -¿Por qué me afecta?- dije como queriendo encerrar mi secreto, era obvio para mí tampoco aquello era desconocido pero quien era él para saberlo y yo para decírselo, era de esos ‘’secretos’’ que son mejor jamás revelar. Fruncí el cejo al oír sus palabras, estas eran más graves que las anteriores, qué era lo que pretendía. Me cerré en mi mundo escuchándole hablar observando mi alrededor y todo aquello que me pertenecía y que éste quería tomar. Empuñé con fuerza mis manos en aquellas cadenas que me privaban de la libertad en mi propio aposento. —¿Eternidad? ¿De qué hablas? Esto terminará aquí y ahora, aunque seas tú o sea yo el que salga muerto de esta habitación…  A ver… - dije con un tono seco y molesto —¿Qué demonios es lo que quieres que acepte?- tiré de las cadenas para acercarlo más hacia mí y verle de frente esos ojos azules que invadían mi ser. —Entiende, las cosas no siempre se van a hacer como tú dices, el que escupe hacía arriba le espera seguro la saliva que ha lanzado… Tú quieres mostrarme tu supremacía ¿Con qué derecho Josseph?- me clavé en su mirada, así aquella  me crucificara.
El boom entre su piel contra la mía se incineraba, era un choque, ondas de frío y calor. Una  masa volcánica en un glaciar, encima suyo, el paladar me ardía, se corroía todo el pudor que en mí existía y mis demonios me gritaban con sed de odio por su sangre, la linfa que ya antes había probado. Su sangre se corrió por mi boca y su corazón sin palpitar me llenaba, en tanto le presionaba contra mí solo con el cuerpo. —Esto no es ni la mínima parte de mi venganza, de lo que pienso hacerte, de lo que maquino al probarte, al escucharte hablar… ¡¡¡No es nada!!!- dije lo último un tanto eufórico y extasiado con frenesí por su sangre delinear sus labios. El olor era intenso, como a fierro viejo pero de buen gusto y mis manos luchaban por acariciarle y comprimirlo más contra mí. —No voy a cabalgarte porque eso es lo que ya estoy haciendo- me quedé pausado un segundo y mis ojos salieron de sus órbitas como cometas al cielo y mi cabeza negó aquello, desenclavando mis colmillos con desesperación levanté mi vista y me junté de nuevo a la ajena. Queriendo comprender el mundo como un recién nacido era inconcebible aquello que estaba haciendo pero por dentro me sentía satisfecho y complacido. —¿T-Tuyo?- alcé mi ceja y tartamudeé. Mirándole de arriba abajo entendía lo que estaba pasando pero no quería creerlo, ese ser, ese repudiable monstruo que tenía abajo mío había abierto una puerta que desde hace mucho había cerrado y no quería abrir; la lujuria. Mis ojos se tornaron carmesí e impactado por la bélica noticia de la cual yo mismo acababa de descubrir volví a arremeter contra el pero esta vez en su hombro, rasgando su piel y músculo, hincándome  más en sus tejidos y succionando. Como loco salía de él y entraba en otra parte de su ser, brazos, manos, cuello y terminando en su pecho. Bañado en aquel desastre y su sangre me negaba a la idea y le odiaba más, quería despedazarlo.


‘’El ángel negro que llevas por dentro nos hunde a los dos, ahora me vas a buscar en el infierno, porque soy igual que tú…  ’’


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Mensaje por Aaya Maciej Vie Sep 27, 2013 1:04 am

“Es como si no te hiciera falta nada, pero sé que estás vacío. Te falta algo más profundo, más importante, que cualquier cosa que tengas en la mente. Y es aquel deseo profundo de vivir, de existir a costa de algo o alguien. No lo quieres aceptar, pero los años me han demostrado que se necesitan metas para vivir en la eternidad.”
 
Era un cuerpo de pecado. Una Calígula de cuerpo sedoso que despreciaba el movimiento silencioso de mi tacto encantador. La Sangri-La personificada, que descubría con su cuerpo de fino material, un rosado intenso que se aterciopelaba con mis labios, para que sucumban a un pecado arrollador. Unos manjares dignos de reyes que los pobres no pueden disfrutar. Me sentía como uno de ellos, mirando el banquete, queriendo robarlo, queriendo tomar el trono, el poder de su placer. Pero con esas preguntas confundía mi mente, me distraía del orgasmo visual que estaba pensando en disfrutar. En mi mente solo había dos cosas, su boca y su cuerpo. Pero él se molestaba, llamaba mi atención con sus alaridos y frases mezcladas, pues sus labios no parecían querer modular correctamente. —Si no me habláis fuerte y claro no tendréis nada de mí. — Rezongué arqueando una ceja, sonriendo de lado porque al final había terminado de entender un poco su punto, pero técnicamente, no tenía ninguna respuesta para darle. —Porque me place, Hahahaha. ¿Pensabais que había algo más? Si lo quiero y puedo tomarlo, es mío. No hay vueltas para darle. — Me expliqué y con cuidado pasé la mano por su pecho, mi mirada se calentó y con ello el deseo inesperado de poseerlo me arrulló el interior.
 
—Nadie va a morir hoy, ni mañana. Estáis equivocado, realmente creéis que alguien como vos y con esas cadenas, puede matarme? — Le jaloneé, abrazando su cuerpo con una extraña suavidad, pasando mis manos por su espalda, apretándola suavemente, sentía arder mi ser, mordía mis labios, pasaba mi mejilla rasposa contra la ajena, suave y perlada. Haciendo rodas mis ojos por su nueva forma de hablar, de pensar, de insistir en aquello que no se haría. Él estaba seguro de que yo terminaría por matarlo, pero eso no sucedería. No quería matar aquello que… “Quería”, ya sea como un objeto, como una persona, como un ente, yo le quería para mí. —Ningún derecho. Y qué? Es necesario? — Era lo satisfactoriamente importante lo que me movía en ese instante, estirando mi cuello, esperando a ser devorado mientras la cruel muralla se tiraba frente a mí para romperme en partes iguales, dejándome a la deriva ante la mismísima personificación del mal y la derrota. Él, si lo intentaba, lograría sacarme de su camino. Probablemente, si buscaba un poco más en su propio interior, encontraría la forma de hacerme desaparecer. Pero en sus ojos yo me divisaba, me encontraba con mi reflejo, diciéndome lo mucho que a él le gustaría tenerme dentro. Me haría una mansión en su interior, ocuparía todo y no me iría jamás. Proclamando aquellas tierras como mías.
 
Y encontrándome como un colador a mí mismo, me reía por lo bajo y no era de él. Era de mí, era porque estaba siendo despedazado por ese sujeto de ojos claros y bellos. Era un placer que hacía demasiado tiempo no sentía. Era el placer de darle a otro lo que quería. Me retorcía por sus mordidas, me acomodaba debajo de él, con mis manos sobre su cintura, apretándola, delineándola como bien me gustaba hacer. Dejando salir jadeos sin reprimir, dolorosos aullidos cuando se clavaba en venas que revivían por segundos mi cuerpo. Mi cerebro estaba andando como hacía tiempo no lo hacía. Sentía que se quedaría sin sangre, que me agotaría de tantas mordidas, de succiones, de músculos que se contraían los unos con los ojos. — Así que pensáis desangrarme? No moriré aún con eso. ¿Mmm? Pero si me vais a cabalgar así, al menos moveos un poco más, como para excitarme — Una risa suave salió absuelta de mí y cerré un ojo por una nueva mordida que provocó que mis labios se entreabrieran y dejara salir un quejido que fue castigado con mis colmillos clavándose en mis labios, maldito era aquel ser, ese vampiro que me hacía temblar de pies a cabeza. ¿Qué no se daba cuenta, que al final de todo, él tenía más formas de controlarme que yo a él? Pero no las sabía usar, se notaba que nunca había intentado controlar a alguien como yo. Eso me daba una ventaja, la cual usaría a mi favor desde ahora y para siempre.
 
— Descarga esa ira Deiran! Saca todo eso que tienes ahogado, como mi presencia te perturba porque te encanta! Sí, eres mío, en el fondo lo sabes, lo sientes. Bebe más y hazte aún más mío de lo que ya antes eras. — Riendo de forma socarrona, estirando mi cuerpo, se sentía en el limbo, sabía que estaba provocando al infierno, hacía desde que le había conocido que no probaba siquiera una gota de sangre. Usualmente, bebía una vez a la semana, por el simple placer de hacerlo, yo no lo necesitaba, pero que me sacaran sangre si era un peligro. Mientras yo tuviese sangre dentro, no necesitaba de nueva, estaba tan muerto, tan viejo, que no la procesaba, no había formas de hacer mi piel más rosada, era fría, helada y blanca. Estaba tatuado con el sello de la inmortalidad. Pero él… Deiran estaba chupando mi vida, intentaba frenarlo un poco, pero parecía estar en su mundo, mordiendo mis muñecas, mi cuello, mi pecho, me arrancaba débiles jadeos que me mantenían al marguen, dejándome levemente débil, pero no se notaba, no aún, al menos, más que por las heridas, que tardaban apenas medio segundo más de lo normal en cerrarse. —¿Qué es lo que os tiene vivo Chassier? ¿Os gusta la inmortalidad? ¿Habéis tenido ya un o una compañía de eternidad? — Preguntaba en tanto seguía acariciando, pasando las manos por sus piernas, palpando aquellos músculos exquisitos, queriendo tocar esa entrepierna que seguramente me haría ver el paraíso, pero me detenía. Esperando por sus respuestas, mirándole fijo a los ojos cada vez que podía, para perderme en un insaciable deseo de dominarlo por completo. Y al mismo tiempo, ser dominado y amaestrado como alguna vez intentaron. —Acepta que me deseas. —
 

“Caigamos juntos a un mar que nos nuble la vista. Ahoguémonos en la inmortalidad que nos persigue, en el sol con nos aterra, en el fuego que nos acaricia.”


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Mensaje por Deiran Chassier Dom Sep 29, 2013 12:28 pm

¿Quién eres tú? ¿Qué soy yo? Estas encontrando entrada, descubriendo mis secretos, desboronando mi templo y ganándole a mi ansiedad. No quiero aceptar nada, no quiero y en efecto no tengo motivos para vivir ¿acaso la eternidad no me ha enseñado nada? Vivir sin un propósito es como una vara delgada tirada al fuego que está a punto de quebrarse.

Mi cuerpo temblaba con cualquiera de sus caricias y en el susurro en lo más profundo de mi quería salir el espíritu que había mantenido encerrado por casi doscientos años. Todos tienen algo que esconder y que no quieren que sea descubierto pero sabiamente ‘’Entre el cielo y la tierra no hay nada oculto’’ ¿Cuánto más podría seguir ocultándolo? ese era el origen de mi mal humor, del estrés que me hacía ácido y tosco, que por años me había hecho frío y rumiante, un pensador y cuestionador del pecado que todos llevamos por dentro. Él tenía la razón y claramente yo estaba perdiendo la cordura ¿por qué? Mi cara hacía gestos de molestia e incomprensión, ardiendo de ira por la actitud ajena, fresca y campante mientras yo por dentro me derrumbaba uno a uno. Parecía no prestarme atención pero de mi boca seguía escupiendo fuego observándole detenido y por ratos perdiendo la noción de lo que decía. No podía dejar de observar la cadena de lunares que le recorrían el cuello hasta su espalda, sus brazos y unos ojos que me pedían despellejarle ésos, sobre todo ellos eran lo que más me hundían en su retorcido mundo. —No voy a gritarte, ¿Qué quieres que todos se den cuenta de este espectáculo?- viéndome las cadenas con furia —Aunque si rompiéndote los tímpanos al hablarte harán que te vayas creeme que lo tomo como una fructífera propuesta- dirigí mi vista hasta la ventana por donde había entrado. Miré la mano curiosa que me recorría y rechisté con los dientes fulminándolo con una cara tiesa como las piedras. Era ya una costumbre. —No vas a tomar nada, no te saldrás con la tuya- murmuré molesto tirando un poco de las cadenas.
La noche cada vez se iba extendiendo con suma cautela por todo París y yo  perdiendo mi tiempo con el demonio que tenía debajo de mí me hacía mal, estaba enardecido porque no sabía por cuánto tiempo más podría seguir fingiendo el deseo que nacía a paso aligerado. Su risa me retumbaba y definitivamente ya no estaba seguro de nada. Estaba perdiendo de nuevo contra él ¿por qué? Mi cejo se frunció —Si no puedo matarte entonces mátame, mátame y termina de una sola vez con este patético circo- exigí sin quitarle la vista de encima chocando mi frente con la de él con suma fuerza y apartándole de mi cuerpo, sentía que me quemaba con cada rozar. —No entiendo qué es lo que quieres, no entiendo- dije ya un poco vencido pero siempre alerta y encarándome con él.
Mi paladar se llenaba de su sangre y por mis venas recorría la perversión del cuerpo ajeno, de la linfa endemoniada del demonio que tenía bajo mío, que me aprisionaba, me aferraba a su cuerpo y sin tener algún tipo de consideración arrancaba fragmentos de su piel que casi instantáneamente se curaban , le escuchaba jadear y eso me hacía continuar porque estúpidamente eso parecía gustarle hasta que no le escuchara gemir de dolor no cesaría. Quería arrancarle de a pocos la piel pero también quería besarle. -¿Besarle?- me aferré más a su cuerpo con ira por lo que en a mi mente se venía y quería terminar de una buena vez lo que parecía imposible. —Sé que estas mordidas son solo pequeñas pápulas que se forman como cuando a un niño le pica una hormiga, no busco matarte aunque ganas no me faltan- sin detenerme seguía con la tertulia —Esto no es para que lo disfrutes Bestia- encima de él mi cuerpo se arqueaba al sentirle y del cabello le tomaba lamiendo su piel y rozando mis manos a su pecho para sostenerle. Por un momento mis movimientos se detuvieron palpando de manera más amena aquel cuerpo y ensordecí ante eso.
Le escuchaba animarme y lo que hacía era desconcentrarme, definitivamente estaba gozando aquello y yo me sentía denodado y molesto por aquello —No me encantas- negué para él una vez y mil veces para mí por dentro y arremetía con más fuerza mis colmillos, mordiéndole más constante y de manera más rápida. De una u otra manera esa sangre me revitalizaba y por dentro sentía el vigor del cuerpo que estaba debajo de mí. —¡Cállate!- inquirí de manera posesiva porque tenían cierto grado de verdad sus palabras. Me mantenía más aferrado a su cuerpo y como un abrazo extraño le apretujaba contra mi, haciendo las cadenas un ruido extraño, con movimientos rápidos y resonantes rasgaba su piel y hacía sonido a mis oídos que me llenaba de éxtasis era casi incontrolable, no sabía cómo había llegado, jamás me había pasado siempre había sido cuidadoso y a mis oídos la especie de música infernal tocaba quebrándome. Aquel ritual fue detenido por sus preguntas que, internamente me respondí y una mirada se dibujó en mi rostro, precedida de ausencia —¿Mi motor de vida?- susurré —No lo sé, no tengo ninguno ¿acaso debería de encontrar algo?- dije con tono de sarcasmo pero que encerraba la dura verdad —Vivo porque así he sido condenado a estar, no porque lo desee, hace mucho se perdió el sentido de pertenencia a este mundo, no tengo atadura alguna a él. Detesto los vínculos, no quiero involucrarme con nadie- no podía creer que realmente estuviese teniendo esta conversación con ese tipo —Y….- de mis labios se dibujó una sonrisa que fue rota por la idea de mencionarle que sí, que la pareja que con anterioridad había estado fue mi creador. Cerré mis labios, no podía contarle aquello. —No, ¿no entiendes que no deseo vínculos con nadie? Entre menos personas a tu alrededor mejor vives, aunque esto ya no es vivir- me perdí en su mar azulado, reteniendo a esa bestia debajo de mi que se veía tan santo y angelical. Escuché lo último y se me quebró por dentro el mundo, tenía razón, lo deseaba, la fuerza con la que hace mucho tiempo las sensaciones en mí no nacían de esa forma relataban un mecanismo de defensa estúpido —¡No! Jamás eso sucedería- negué completamente y me fui de nuevo tras ese enorme cuerpo de oso y esta vez con mayor intensidad le arrancaba la piel y como ave de rapiña le tragaba.  Mi cuerpo se manchaba de su sangre, así como las sábanas blancas y sin notar la piel ajena tardaba más que antes en cerrar —¿Qué mantiene a ti con vida? ¿Qué mantiene al gran Josseph Pernd en esta mentira?- arrancándole un último fragmento de piel de su cuello esperando una respuesta, una que realmente le diera sentido a la mía.

‘’Estoy a punto de aceptar tus palabras pero no es a mí a quien debes de convencer, es al demonio que me protege y que tiene sed de tu alma…’’


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Mensaje por Aaya Maciej Sáb Oct 12, 2013 5:36 pm

“Quieres buscar cualquier tipo de excusa para hacerle caso a esos pensamientos encarcelados que tienes. Los mantienes al ras de la cordura. Pero no sabes que ellos están esperando poder tirarse al vacío. Tirarse a un mundo de descontrol donde solo el placer carnal y el de la vida libre son los reyes.”
 
— Sería todo un placer para mí, que los demás me vean encarcelando a su jefe. ¿Qué caras harían? Me gustaría haceros gritar para saciar mi curiosidad… — Respondí con cautelosa envidia, mientras sentía el crujir de las sabanas que vacilaban con caerse a los lados, manteniéndose a flote solo por nuestras oleadas de calor helado y febril, inflándose por mí excitar desde lo profundo de un pozo silencioso. Era algo más que un simple sentimiento en la parte baja de mis calzones. Yo me quería saciar en más de un sentido y por ello es que me dejaba estrangular y moretear. Era el placer del dolor el que me hacía recordar todos aquellos momentos de felicidad que había tenido hacía demasiados años como para recordarlo. Podía el ser mi cable a tierra? Mi interruptor hacia lo que era la verdadera “vida” como muchos mortales e inmortales le decían? En realidad no creía en ello, lo que era seguro es que mi intestino la estaba pasando demasiado bien. —Y qué sabéis vos cual es mi intención como para salirme o no con la mía? No tienes que entender, lo hago porque quiero, ya os lo he dicho. Ugh… — El golpe en la cabeza me dejó en un momentáneo silencio y suspirando volví a apretarle su cintura, sujetándole la espalda con cuidado, envenenándome al morderme la lengua. Era una venganza hacia mí mismo? Me estaba intentando lastimar por aquel pasado engañoso que había tenido? Era irritante, todo de mi me estaba empezando a molestar y por ello le miraba fijamente, intentando perderme en sus ojos.
 
— Si, veo que no buscáis matarme, os diste por vencido cuando notasteis que no lo lograrías. Y tampoco lo haré yo contigo, de querer hacerlo, tus órganos ya estarían enlatados en diferentes frascos mientras estaríais al borde de la muerte pero te mantendría vivo con un poco de mi sangre para que veas como mueres. Satisfecho? No quiero matarte, me gustas “vivo”. — Las palabras se deslizaron de mi boca suavemente, con impertinencia, con letal seducción. Mis manos carnívoras querían aplastarlo y por eso lo apretaba. Siendo invadido por la impresión de saber que quisiera o no escaparme de ese sentimiento que estaba creciendo, nadie me escucharía, siquiera mis propios oídos. — He decidido disfrutar lo que me plazca y la bestia en estos momentos sois vos, por qué no os miráis?… No, mejor, os obligaré a miraros. — Decididamente me moví, tomé en reflejo lo más cercano a un espejo que tenía y lo puse frente a él. Sujetándole por la nuca para que no volteara la mirada, dejándole observar aquel rostro teñido en sangre que estaba manteniendo en ese momento. Mi cuello bañado en el mismo carmesí. Era una bella bestia y eso me excitaba demasiado, tanto que no pude evitar mover mis caderas, dejándole sentir el palpitar de mí entre pierna en sus muslos. —Quieres que me calle porque digo la verdad. Yo sé mejor que tú lo que es la inmortalidad y por eso puedo hablar de lo que se me plazca. Hermosa bestia, ¿no te sacia mi sangre? O deseáis que junto con ella te dé el placer en tu interior que seguramente tanto extrañas? —
 
Pasando mis manos por su cintura, por su espalda, aquellos retorcijones que daba intentando quitarse las cadenas, su perfecta y suave simetría en su cuerpo solo conseguían excitar mi placer en el sadismo. Y mi mirada lo recorrió nueva y completamente, era una mirada calculada, sin ninguna pasión desmedida, ningún “pulso acelerado”; solo sentí un ensombrecido sentimiento cuando mis ojos azules como el mar se posaron en su entrepierna y me revolví a sus ojos, negando un poco. — ¿Qué os sucede? ¿Estáis sintiendo algo, quizá? Una lástima que no queráis eso, porque hoy y ahora os estoy obligando involucraros conmigo. U-ughrm… Deiran… Pues seguro que no son vuestras mordidas… Las que me mantienen con vida — Con un encanto celestial le susurre al oído sonriéndole de lado, sentía como las sabanas se empapaban de sangre, la regeneración se hacía más tediosa, él se había molestado y por ello las mordidas eran más y más profundas. Y me preguntaba como zafarme de terminar de consumirme. Eso no me mataría, pero seguro que me dejaría completamente dormido por un buen tiempo. — La emoción de ver al mundo crecer. Eso es lo que me mantiene en esta “mentira” que en realidad es una gran verdad. Umghkmm… Ya deja. — En un hilo de voz casi suspendido en el aire le supliqué, lamiendo su mejilla, mientras caiga en la almohada, me acomodaba, cerraba los ojos y suspiraba. Las heridas estaban abiertas, se intentaban cerrar, pero volvían a ser abiertas y eso me causaba un dolor que se podía escuchar salir de mis labios. — Pequeña belleza~ Creo que… umf — Un intento de bufido escapó de mis labios, mientras las manos se me hacían más ligeras y quedaban sujetas a su cintura. Estaba duro, como un cadáver recién muerto. La sangre caía suavemente de la cama, dejando un hilo de rubí en el suelo, que se expandía entre las ramificaciones de la madera. 


“La ira puede provocar tantas cosas que ni siquiera puedes ser capaz de controlarla. Es un sentimiento de completa frustración, donde solo te dejas llevar por sentimientos misteriosos, ennegrecidos por un corazón sufrido y escatimoso.”


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Mensaje por Deiran Chassier Mar Oct 15, 2013 11:55 pm

‘’Las palabras van más allá de lo que realmente dentro de mí quiero expresar, es solo un cántico cerrado de labios cosidos. Un manantial de sensaciones bloqueabas por un gran muro de contención a punto de quebrajarse poco a poco, hundirse en la miseria, en donde tú eres el rey del averno.’
¡Maldito destino! ¡Maldito encuentro! ¡Maldito tú! Sin nada que decirle más que un silencio envuelto de ira, mi cuerpo se calentaba fríamente a sus caricias, que me recorrían sin ningún tapujo, se movían con el son de un ritmo afinado del campanear del reloj. Mientras en París muchos se dedicaban a dormir, yo estaba aquí, luchando con la bestia, con el oso de mil cabezas que me consumía. Evitaba verle a los ojos pero mi ira fluía y se desbordaba como un leve gruñido de insatisfacción. Me sentía como un gato enjaulado en entre sus cadenas. —Primero mato a todos los empleados de esta casa antes de tus deseos ser cumplidos- mencioné con repudio y franquee su vista sin medirme, era como la furia de los titanes. Un polo frío y grueso mientras en otro ardiente y deshecho. Sus palabras me apretujaban más que sus manos en mi cintura, me hacían sentir mal, como si fuese un niño castigado por hacer algo malo, en mi vida de humano jamás aquello había sucedido, nunca tuve una figura a quien respetar más solo aquella profana mujer que traicionó mi confianza y claro, mi creador. Fruncí mi cejo al descubrir que el vampiro que tenía bajo mis costillas era un domador que no se rendiría, una lucha de metal y fuego por ver quien cedía primero. Sus palabras retumbaron de nuevo como pesadas piedras que se me lanzaron, de nuevo se reafirmaba en contra mía, autorizándole, haciéndose mi apoderado y el malestar me fluía desde las entrañas queriéndole arrancar los ojos. Negué esos pensamientos patéticos, no, no podía ser ahora y no con él.

—Aun no me he dado por vencido- respondí rápidamente queriéndole interrumpir pero era obvio e inútil, lo que acababa era cierto, y no es que me haya hecho atrás porque no hubiese podido ganarle, porque hubiese ofrendado mi vida en el intento, era por otra razón aún más mundana. La retracción de mis cejas eran anormales, casi se unían las unas con las otras, mordí mi lengua en los adentros haciéndola sangrar. De todo lo que me había dicho, solo eso le había podido contestar, ¿Qué estaba de mal conmigo? Me quedé pensativo, ninguna respuesta se vino a mi cabeza, solo estaba el, con su mar hundiéndome en su sal. A pesar de estar arremetiendo contra él mis brazos no tenían más fuerzas para luchar, mientras le mordían me decía a mí mismo –‘’Eres el vampiro más patético Deiran’’- y con ira me iba contra él, como si la lucha fuese contra mi yo interno, me servía de colchón aquel cuerpo del pecado. Miré el artefacto que sostuvo en sus manos y observé mi reflejo, mi rostro ensangrentado me decía más de una cosa, con una mano boté aquel instrumento que mostraba al desnudo mi irracional comportamiento y volví a hacer lo que estaba haciendo, ignorando la verdad que como eco rompía mi muro impenetrable.  —No seas…  idiota, no deseo tu sangre por placer, la deseo por mismo dolor, aunque sea lo  más putrefacto que en mi cuerpo transite- hundiendo uno de mis dedos en la herida a la yugular —Eres nefasto- miré su cuerpo de nuevo, ignoré lo demás, era evidente mi mentira, solo necesitaba mantenerle un poco más ahí quizás así sus alaridos dejasen que quebrarme los huesos.

La conversación se había vuelto redundante y monótona, él mi verdugo y yo su esclavo aunque aquellos que espiasen por sobre mi ventana verían algo contrario, yo encima de esa fiera, arrancándole hasta el último penacho de carne que me encontrase, comiéndole vivo, saciándome el orgullo. Mis ojos se querían desviar de su desnudos pectorales, pero aun ensangrentados, así como yo bañado de su linfa generábamos el cuadro de terror más. Mi cuerpo subía a grados bajo la temperatura, muy erróneo pero ¿cómo explicar que mi cuerpo frío estaba ardiendo? —Jamás querré que sea esto lo que te mantenga con vida, como lo supuse, no tienes nada importante por lo cual seguir en esta mentira- mi piel vibró al susurrar de su estridente voz en mi oído, estaba ensimismado y de ser humano me hubiese quedado sin aire. Cerré mi boca antes abierta y solo pude contener mis ojos verdes en los suyos, sin emitir un sonido. Sus heridas eran más lentas al cerrarse. —¿Ver el mundo crecer?- le miré con cierto asombro, ya parando la tertulia y el danzón de las mordidas. Miré su rostro deprimido, ya un poco cayendo en sueño, la sangre que se iba secando dejaba manchas en mi pálida piel y yo aún aferrado a su cuerpo me quedé un momento lamiendo la herida. Alcé mi vista y sus ojos estaban cerrados —¿Josseph?- musité en un susurro y golpee su pecho levemente sin ninguna respuesta, era obvio, no estaba muerto, se había dormido tranquilamente como si fuese esta su cama y su casa. Amarrado con aquellas cadenas pero ya ‘’libre’’ porque sus manos no las sujetaban levante de manera súbita de su cuerpo y aquel demonio parecía un serafín, tierno e indefenso.

Me acerqué a la cama y le miré de cerca su rostro bien perfilado, descansaba calmadamente. Pensé con precisión. Matarle, sacarle el corazón, los cejos, el estómago y hacerlos comidilla de perro pero me contuve. Con desesperación peiné mi cabello hacia atrás y tranquilamente me dirigí hacia la puerta de salida de la habitación, dentro de unas horas clarearía y mi diván estaba esperándome. —Te quedarás aquí, el sol finalmente bronceará tu piel hasta rostizarle- dije en voz alta con un paso muy lento sin verle, iba a dejarlo ahí, que el máximo astro haga lo que tenga que hacer con ese demonio. Estaba por tomar la puerta y abrirla de un tirón y un quejido me distrajo, voltee la vista y le miré, hice una mueca de odio y antes que de me arrepintiera le estaba cargando. Su cuerpo desnudo rozaba con mi espalda, su peso era ligero como el de un gran oso, y le llevé hasta donde estaba mi diván, cerciorándome de que nadie viera aquello. Acomodándole a un lado le tire, pensé en no dormir en ese sitio pero la excusa más inútil era ‘’es mi diván dejaré que se quede con esto también’’ y me recosté a su par. Por un momento me sentí preso, ahogado en mi aposento. Mirándole de frente, dormir tan apacible, quité unos mechones de cabello que le cubrían el rostro. No podía creer cuan pacífico era el oso feroz. Mi mano sobre su rostro comenzó a temblar y la sensación de cercanía invadió mi espacio, tres segundos más tarde, mis labios estaban sobre los suyos, no por obra de él, sino mía. No dije nada, no pensé nada, me di la media vuelta y cerré los ojos intentando descansar, aunque era claro después de eso, ni mi existencia ni la suya volverían a ser iguales.

‘’Ya no sé qué es lo tuyo ni qué es lo mío…’’


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