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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Aaya Maciej Miér Oct 30, 2013 10:43 pm

“Pensaste que siguiendo la corriente de tus instintos la marea te llevaría lejos de mí. Pero te equivocaste, allí en el final, en la orilla de tu destino sigo estando, esperando por tu carne.”

Podía al fin descubrir lo mucho que era necesaria la sangre aún a aquella edad. Sabía que la necesitaba mínimamente, pero me había olvidado que tanto podía salir de mi cuerpo y ahora la estaba pagando caro. Mis sentidos estaban evaporándose a mí alrededor, junto con las contestaciones que deseaba regalarle al dulce gato que estaba sobre mi cuerpo. Intentaba mantenerlo prisionero de mis brazos, negarle salir de mi lado, pero mis manos flaqueaban, mis dedos se derretían con el toque de su piel. Y al final, supe que terminaría por dormirme. Sabía que terminaría inconsciente, ya que no me podía mover, pero mis oídos seguían escuchando. Sus palabras me hubiesen hecho reír de haber estado con movilidad. Pero de repente pensé en mi figura, siendo quemada por el sol, ardiendo para convertirse en cenizas. Realmente sería un espectáculo. No estaba dispuesto a morir tan fácilmente, pero de hacerlo, estaría feliz. Ya había vivido mucho tiempo, demasiado para ser verdad. Y el gato se merecía tener la chance de matarme de una vez. Pero por alguna razón sabía que no lo haría. Estaba solo a pasos, de hacerlo caer completamente a mis pies.


En un momento, no supe cuándo, dejé de escuchar. En mi cabeza me vi a mi mismo siendo arrastrado por un cuerpo más pequeño. Tironeando a más no poder hasta alcanzar lo que era un diván. Lo sabía por el tamaño, recordaba haber estado incomodo en el día, mientras dormía… mientras dormíamos. Pero también recordaba una calidez tan fría que quebraba mi piel y sentidos. Era una textura que yo bien conocía. Estaba enojado, la noche ya estaba por salir, lo sabía y por ello, antes de que el sol cayera mis ojos se abrieron. Allí lo tenía, la hermosa figura de aquel adicto al vino, estaba frente a mí, yo agonizaba del hambre; y por eso quería tomarle el cuello y estirarlo, para poder beberlo del todo, succionarle hasta la última gota de sangre, tal y como él había hecho conmigo. Pero no lo hice, mis colmillos, tan afilados, anchos y deseosos, estaban esperando por ser saciados y así salieron a la cacería. Olía la sangre por arriba, pero esa era la que había escurrido de mi organismo. Yo necesitaba sangre viva, sangre latiendo, bombeando en un corazón. Y por eso, con mis sentidos altamente agudos en ese instante, me deslicé por un costado. Sintiendo el aroma dulce de su fragancia impregnado en todo mí ser. En mis labios, la suave nitidez de un lienzo se hacía presente. Me relamía los labios, me excitaba sin ninguna otra experiencia y mis ojos se enmudecían del hambre.


No pasó media hora que había salido, justo cuando el sol terminaba de caer, cuando quedaba la sombra naranja pasando al otro lado del mundo. Allí se iba la bestia salvaje que podría acabar con todas nuestras vidas. Tomé lo primero que vi, una mujer y un hombre, dos amantes en medio de la nada, escapándose para demostrar su amor en forma de sexo. Ambos dos eran apetitosos, aunque en realidad era el hambre lo que los hacía ver como dos hermosos cerdos con una manzana en la boca. Me enamoré de ellos en un instante y los tomé por los cabellos, llevándolos a rastras hacia la casa de Deiran, sabía que él aún no se había despertado, lo sentía. En el camino, dejé al hombre inconsciente, un par de golpes bastaron para que quedara dormido por un buen rato y a la mujer la callé con mi mano. No quería perturbar el sueño de aquel hermoso felino. Así fue como me deslicé en el primer sillón que encontré, justo al lado de la habitación en la que dormía la princesa. Dejé al sexo masculino en el suelo y la mujer la cargué sublimemente en mis rodillas, tocándole los pechos, retorciéndole aquellos pezones para hacer un hermoso cúmulo de sangre y en un segundo estuve con los colmillos clavados en todo aquel seno. Succionando con ganas, mientras mis manos repartían caricias, darle una muerte placentera, eso es lo que hacía que la sangre de las víctimas te diera más poder.


Los jadeos se empezaron a escuchar, no le tapaba más pues mi mano estaba en su nalga y la otra en su cintura. Por mi parte, no tenía ninguna intención de darme placer propio, eso ya lo haría después. Cinco minutos fueron los necesarios para hacer que la mujer se corriera, frotándole su sexo con mi rodilla, mientras masticaba su otro seno, nada de sangre caía, todo iba directo a mi boca y cuando ya los latidos de ese corazón empezaron a debilitarse la solté, su cuerpo cayó secamente al piso y con ello mi cuerpo estaba completamente sano, tanto que era hora de tomar a aquel pequeño y maldito ser y destruirlo en la cama. —Deiran… Os preparé la cena, disfrutadla porque la necesitaréis… — Susurré en tanto miraba al suelo, sintiendo como todas mis fuerzas volvían y se deslizaban por mi columna como fuego frío.


“La venganza es tan dulce como tus mismo besos. Deseo de ti, todo aquello que no puedo obtener solo.”


Última edición por Josseph Pernd el Dom Ene 12, 2014 1:29 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Nov 03, 2013 9:52 pm

‘’Contigo mi maldición no acabará. Destinado a las garras del infierno arderé en el mar del Ades, sufriré con escarmiento por el deseo, destrozaré mi alma por mi mundano cuerpo, caeré y se desgarrará el mundo sin paz, miseria y condenación, dulce tentación ¡Corrupta alma! Abandona mi cuerpo porque testarudo en pelear soy y esas garras no van tocarme’’

Ahora como nunca quizás me arrepentía de lo que antes había dicho, en el diván con aquel oso. Después de mi amnesia episódica, la que había yo mismo mezclado para mi beneficio. Sus cabellos que daban a mi espalda me molestaban y yo que intentaba caer en sueño profundo ¿Quién era aquel demonio para hacerme esto? Mis labios sellados se quedaron perdidos, ladeando el rostro con los ojos abiertos sin poder conciliarle, por un momento quise despertarme pero no podía quería descansar ahí porque ese era mi lugar, además él, tan cómodo y hacerme esto. Lo odiaba. Su alma podrida me hacía escarmentar hasta que al final logré dormirme, esperando que para cuando ya anocheciese su cuerpo no estuviera metido en mis costillas así como ahora lo estaba percibiendo. 

Si tan solo hubiese podido retrasar un poco el tiempo, haberme redimido por lo que había hecho, haberle dejado ahí tirado y que el sol se hubiese encargado. Haberle encontrado hecho cenizas en aquella cama y después tenerle de exhibición en alguna de mis tiendas me hacía querer erizarme los vellos muertos de la espalda. Pero no, le había salvado, cargado y después de eso estar en esta incómoda situación que no me dejaba ni respirar en paz. Decía dentro de mí y reflexioné que no respiraba pero podía ser una analogía válida mientras nadie ni nada saliera de esta cabeza. Me creí loco. Después de un momento de quietud cerré mis ojos un poco con fuerza y volví a revivir aquel momento. Estando yo incrustado cerca en sus labios, besándole, aferrándome a su labio inferior y sublevándome con el pasar de los segundos. Lo que duró. Me negué aquello por qué hasta en aquel pseudo sueño que estaba viviendo le recordaba, aun no estaba dormido pero después de unos minutos caí.

Me desperté y estaba solo, miré a los lados y sonreí porque por lo menos había acertado por una vez en la vida con aquel diablo. Comencé a caminar a la puerta para salir a la sala de estar de la mansión. Ahí como siempre estaba la botella de vino esperándome y una copa pero cuando me acerqué, un molesto olor me inundó, noté que estaba todo extrañamente acomodado. La copa sucia y tomé la botella que estaba vacía. Molesto la lancé hasta una de las paredes haciéndola trizas en el acto  y comencé a moverme a velocidad rápida por toda la casa. Estaba vacía. Comencé a llamar a mi ama de llaves pero no podía sentir su presencia, ni su olor, nada. Estaba comenzando a perturbarme cuando de tirón abrí una de las puertas que comunicaba con el jardín y estaba él con todos los sirvientes a un costado muertos desangrados. Estaba desnudo bañado en sangre. Cuando apenas y salí de la rabia lo tenía a mi espalda, susurrándome en el oído ciertas palabras en un idioma que desconocía, seguramente era vikingo. Cuando iba a golpearle estaba frente mío besándome, sus labios mordieron a los míos y el olor a sangre comenzó a llenarme los sentidos pero la sangre era diferente, oí mi nombre, abrí mis ojos y un tanto sobrecogido miré a mi alrededor, mis manos se presionaron contra lo suave de mi diván. Había sido una pesadilla.
—Esto es el colmo- me dije para mí mismo molesto por aquel sueño pero inmediatamente me di cuenta que no estaba solo, había olor a sangre por toda la habitación. La molesta presencia de Josseph llamándome y otros dos más. De un solo levanté mi vista y me coloqué de pie ladeando el cuello haciendo sonar mis vertebras y viéndole de mal humor. —¿Qué es todo esto?- miré a una mujer tirada en una esquina a medio morir y el hombre inconsciente del otro extremo repudiándole aún más —Pensé que para esta hora estarías lejos- devolví mis ojos verdes hasta el hombre al entender que quería que bebiese de su sangre y me negué por completo yéndome sin pensar dos veces hasta el infortunado humano agarrándole del cuello y volviéndole de su inconsciencia asfixiándole con las garras que le enterraba hasta sentir manchar su sangre mi mano deslizándose por todo mi antebrazo explotándole la yugular y cayendo aquel ser a una esquina manchando la pared. Viéndole con ojos de ira miré al oso que estaba más vigorizado que nunca y lamí mi mano de una esquina a otra, tomando un poco de la sangre —Es completamente inaceptable- comencé a caminar a hacia la puerta —Sería demasiado bueno haber despertado y creer que te irías- detuve mi paso y le miré por encima del hombro, un tanto inquieto y molesto, detestaría que aquel sueño se convirtiera en mi pesadilla.
’’Será un simple sueño efímero porque jamás se te volverá realidad’’
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Mensaje por Aaya Maciej Miér Nov 13, 2013 8:50 am

“Estas garras murieron y renacieron solo para poseerte. Para incrustarse en su piel y hacerte brotar la más bella sangre. Tu piel existe para mí y te lo grabaré en cada centímetro de tu existencia. Todo lo que toco arde y tú no serás la excepción” 

El crujir de una madera penetró en mis oídos. Oh sí, él estaría furioso, le escuchaba levantarse y quise tirarme sobre él, sin dejar que tuviese tiempo a nada, bordearle el cuerpo, morderlo y succionarle todo de su cuerpo, incluso el alma, si es que quedaba algo de ella. Me relamí los labios y negué con ternura, haciendo mi mejor cara de ángel caído, de inocencia farsante. No había dudas de que la ira del gato se convertiría en la de un león. Pero estaba dispuesto a pelear, tenía las fuerzas renovadas, pues acababa de tirar a la mujer a mis pies, muerta, como un cadáver congelado. Sentía la energía pasando por mis venas, cerrando cada herida abierta que había tenido unos momentos antes. Incluso mi piel se tornaba de un color más humano, la textura cambiaba a un suave cobrizo. Me encantaba la sensación de poder en mi cuerpo, era algo que a pesar de que se sentía como una costumbre, no dejaba de sorprenderme. — ¿Qué es el colmo? ¿Has tenido un dulce sueño? Yo, en particular, tuve una erección matutina, nada de qué preocuparse. — Me burlé y le seguí con la mirada, quería ver que hacía, sus vertebras sonando solo me dieron más ganas de romperlo y escuchar aquel dulce crujir de huesos saliendo de su boca.

Me acomodé en el sillón y crucé mis piernas, subiéndolas a una silla en tanto ponía mis brazos detrás de la cabeza, sosteniéndola. — ¿Eh? Lejos de aquí… Aquí estoy muy cómodo Chassier. Umgh, ¿qué estáis haciendo? ¡No desperdicies la comida! ¿Qué es esa clase de comportamiento?, uno trae una ‘ofrenda’ y así agradeces… — Me reí entre dientes, observando el hermoso explotar de la vena en el humano, la sangre en el brazo de Deiran provocó que mi cuerpo se retuerza de placer e involuntariamente me levanté, quise ir a él, arrastrarlo a la cama y darle unas cuantas lecciones de supervivencia. Pero su mirada me paralizó, no de miedo, más bien de sorpresa. Y luego me soslayé, negando a ambos lados que sin resistirme dejé mis pies casi volar hacía él, agarrándole por el pecho, acercándolo a mí. —Dormíais como un bebe en el diván, no sé por qué ahora estáis tan enojado…  Quizá un masaje relajante te haga sentir mejor. — Un susurro deseoso se coló por mi garganta, yendo directamente a su oreja y la mastiqué, la saboreé y lo apreté más a mí. No había posibilidades de que él se pudiese escapar de mis garras. Le estaba sujetando tan firmemente que pensé que quizá me sobrepasaría y lo rompería en la mitad.

— Te encanta que esté aquí, no tienes que mentir pequeño~ Pensé que el desayuno te haría estar de mejor humor. ¿Qué tal si lo arreglamos en la cama? Estoy muerto de ganas por vuestro ser — Pasando los dedos de forma candente por sus pectorales, hundiendo los dedos en las ramificaciones, gustoso por ese cuerpo tan bien formado, seguro en mi época humana, él hubiese sido un gran guerrero. Y yo lo hubiese tomado como un buen aprendiz, le hubiese dado ‘todo mi conocimiento’. Pensar en él como un pequeño humano provocó un nuevo estremecimiento y sentí mi falo arder por debajo de mis pantalones. Por lo que lo apoyé firmemente en su espalda, escociéndolo con su cuerpo. Mostrándole todo lo que provocaba en mí. —Sería demasiado bueno pensar en que ahora podríais estar cabalgándome firmemente. Y no me quejo. ¿Será que estáis esperando una botella de vino? Tengo grandes planes para esa botella… — Fue más broma que otra cosa, pero yo sabía bien que Deiran no me conocía haciendo bromas y por eso seguí el juego y le apreté con ganas una nalga, como dándole a entender que se la metería allí. Eso me provocaba dolor hasta a mí y tuve que aguantarme las dichosas ganas de reírme que tenía. Le acaricié con una mano su nuca y la apreté un poco, buscando llevarlo de nuevo hacia el interior de la habitación.

—Creo que extrañáis las esposas, ¿no? Se te veían muy bien, una lástima que no estén más en tu cuerpo. ¿Lo habéis pensado? Tu empresa sigue siendo interesante para mí, podríamos llegar a un acuerdo y quizá dejaría de torturarte y simplemente te mandaría a borrar la memoria para que ya no sufras. Y estarías feliz sentado en mi regazo… — Abrazándole que le tironeaba, llevándolo tontamente hacia el diván, buscando tirarlo allí para acostarme sobre su cuerpo. Efectivamente esa era mi forma más cómoda de dormir. Aunque estaba seguro de que el gato no pensaba lo mismo.


“Tus pesadillas se volverán realidad. Y tus sueños no serán más que simples ironías de una vida aburrida.”
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Nov 17, 2013 5:12 pm

‘’La piel sensible se estremece, se hace más pequeña y se encoje hasta caer en un delirio pidiendo más… Moriré de ansia, luchando con mi yo interno y este asqueroso exterior que se pinta como un ajedrez más elaborado, cantando victoria y no por mí. No lo acepto, la derrota jamás ha formado parte de mí y haré hasta lo imposible por hacerte sucumbir.’’

Quizás si hubiese estado vivo, la bilis dentro de mí hubiese brotado como fuente desde mis adentros, podría jurar que mi sangre hervía en medio del odio, se hacía más constante y por dentro un ligero malestar al verle a él todo repuesto me hacían querer vomitar sus huesos ya secos. El escenario era patético, los dos humanos conjugados con aquella bestia, qué pecado estarían pagando pero seguramente les costaría caro ni su vida sería suficiente para calmar la furia que me mí nacía, odiaba a todo el mundo, a ellos, al él, a todos, sólo pensaba en asesinar. Miré de manera desconcertada y espeté un crujido con mis dientes al escucharlo hablar. Estaba parado frente a mí tan natural, como si todo lo mío le perteneciese  y esa frescura como de alguna fruta recién cortada me animaba a dejarlo podrir. Mordí mi lengua hasta hacerla sangrar y negué a lo que su boca me confesaba —Lastimosamente ha sido una pesadilla y por lo que veo sigo en ella… Qué molestia ¿No tienes algo mejor que hacer? Eres un fastidio, todo tu- dije con un tono seco como si no me importase para que aquel no le encontrara el verdadero sentido a mis palabras.

Le miré con  mis ojos verdes que estaba tornados en un ardiente infierno, ¿qué tenía aquel ser que me hacía como una llama encender? Solo con que parpadeara me hacía romper en mil y despertar como león hambriento, trataba de auto calmarme pero lo que hacía era empeorar, es que él era como la dinamita que estalla a mis oídos. Estaba estático pero quería rondarle como un gato girando tras su presa, dando vueltas a su alrededor con deseo de saborear la sangre de quien merodea —No, si te estoy viendo muy cómodo, no es necesario que lo digas- mencioné con sarcasmo e ironía. Ya era muy tarde, la sangre de aquel ‘’inocente’’ estaba pagando por el pecado del diablo, sin quitarle los ojos de encima hice todo aquel ritual, como si se lo estuviese dedicando solamente a él. Tan serio como una piedra clavé mis ojos en los ajenos y negué —¿Ofrenda? No seas ridículo, pudiste al menos buscar algo que fuese más apetecible- murmuré casi gruñendo —Para ser un egocentrista te alimentas de cualquier cosa- ladee el rastro haciendo referencia a los dos cuerpos inertes que estaban en del otro lado. Estaba concentrado probando aquella sangre que de mi mano caía cuando menos acordé una leve ventisca sacudió mis cabellos, giré mis ojos y ya no estaba delante de mí y sus brazos me apresaron con fuerza quemándome de nuevo —¿Qué haces?- le miré de reojo tratando de obviar lo que antes había soñado y casi sin fuerza le dejé hacer. Observé sus ojos y recobré la ‘’confianza’’ de nuevo, me sentía como un niño desprotegido ante su piel pero no incapaz de hacer lo que tuviese a mi alcance —No quiero un masaje, quiero que te vayas, eso me haría tan feliz- murmuré sin poder despegar la vista de sus ojos y mis manos haciendo un intento por despegarse de sus ganchos asesinos.

El oírlo hablarme al oído me hacía calentar la piel, esto era con más facilidad que antes, estaba confundido y no sabía por qué. Me retorcía en mis adentros del dolor de perder con facilidad ante sus caricias, estar petrificado como una estatua sin poderle devolver ni media palabra, solo estar a la espera, estar a su merced. Cerré mis ojos ante sus caricias, esos dedos curiosos que se colaban encima de mi pecho ¿estaría el consciente que lo estaba disfrutando? Negué una y otra vez frunciendo el cejo y soltando un gélido quejido —Estoy colerizado de verte aún aquí, no necesito cama, tu cuerpo o lo que sea que…- cerré mis labios inmediatamente al sentir una prominencia que se colaba por encima de mis piernas –No puede ser -  me dije para mí mismo, de alguna manera sentía una sensación parecida y me sacudí con fuerzas hasta dar con el contra la pared aplastando mi cuerpo contra el suyo pero aun en sus brazos. —Eres despreciable, quizás la botella coja por otro sitio- murmuré molesto, sintiendo su mano juguetona tocarme los glúteos y mi aposento ardía, rogué al dios de los infiernos porque no me tocara más sino explotaría.

Sin esperar tanto mordí una de sus orejas y en cuestión de segundos estaba sobre mí en el diván donde le vi dormir como un dulce oso. Su cuerpo pesado me comprimía desde adentro y mi agitación por quitarlo encima de mí me hacía arañarlo una y otra vez, quemándome con sus ojos, carbonizando mis sentidos —Te excita tanto pensar en que podrías tenerme ¿no? Es más de lo que en tu podrida viva pudiste haber deseado. Quizás siempre todo te fue tan fácil y por eso ahora, que te vez en esta situación, te emociona, cual niño caprichoso con ansia quiere un premio, pues no, esto es diferente Pernd. Ni las esposas, ni tus sucios juegos de brujas, por primera vez en tu inmunda eternidad, ¡sé un hombre! - me fui contra sus labios besándole con furia, no había deseo en aquello pero si un enorme odio, ira mezclado con un no sé qué, molesto sin saber por qué lo hacía, mordiendo su cuerpo en compás de mi fuerza que hizo alzar mi cuerpo para quedar justo a su altura, de manera que nuestros rostros eran unos solo, juré a mí mismo que si me tocaba no podría controlar más lo que en mis adentros como conjuro pagano se consumía, había rezado por mantener a mi demonio controlado pero era demasiado tarde, no había prejuicio, no habían dudas, solo un deseo efímero por romper mi maldición, la misma que él había hace un tiempo quebrado.

‘’Entre el odio sin fin que se vuelve cada vez más turbulento mi mente se une a la oscuridad, me lleva hasta ti’’
 
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Mensaje por Aaya Maciej Vie Nov 22, 2013 2:47 pm

“Es un encuentro de dos cuerpos sin almas, que buscan tironear de cada luz en la profundidad ajena. Encuentra el delirio en esta tempestad, recae a tus instintos más bajos y déjate sofocar por el frío de mi piel que busca penetrarte lentamente hasta el filo de la locura.” 

Satisfacción. Ese sentimiento se podía notar en cada mísera parte de mi existencia física y espiritual, me relamía los labios como una vil serpiente que acababa de comerte un caballo entero. Me regocijaba en mí mismo por verlo tan molesto y el deseo insistente de violarlo me palpitaba las penas de la nuca. Pero mi sed de sangre debía calmar, me quebraba los huesos de los dedos, solo para tranquilizarme por ese incontrolable instinto que me decía que me le tire arriba como el depredador de era. — No tengo algo mejor que hacer, hoy es una noche especialmente organizada para pasarla contigo y para devolverte los favores. — Declaré como si fuese una guerra y le sonreí de lado, siguiendo con mi aura despreocupada, agachándome al cadáver de la mujer que reposaba en el piso, lo acaricie despacio por los pechos y lo tomé desde el pezón, levantándola para tirarla a un costado, limpiando el paso para allí poder dirigirme a él y seguir con mis ya pronosticadas acciones. Riendo con calma al escucharlo criticar mi comida, la verdad es que para mí, la sangre no tenía demasiada ciencia. La humana me hacía fuerte, la de vampiros me mantenía en equilibrio, no beber nada me dejaba igual que siempre. Durante tantos años me había mantenido solo a sangre de esclavos y cada tanto me daba el gusto con algún alma pura o alguna muy impura, ambas eran de las de mejor sabor. Pero él no entendía, en mis épocas de humano, en medio de la guerra, comíamos hasta la carne de nuestras víctimas.

—El niñito mimado… ¿Tienes esos gustos exquisitos de niño caprichoso? Eso es porque eres un crío. Pronto te enseñaré, que cuando hay hambre no importa que comas. El pequeño Chassier… Rodeado de oro y sangre de calidad, uh~ suena bien. — Me burlé en su oreja cuando ya estaba abrazado a su piel, apoyando todo mi cuerpo, deseando violarle allí de parado. Pero me estaba guardado, estaba acumulando todos mis deseos para que en cuanto se lo hiciera, no hubiese dudas de que lo dejaría tumbado allí por décadas. Le acariciaba la piel, olía la sangre de sus manos y deseaba probar aquella exquisitez, pero solo me detuve a verle con una sonrisita pícara. Como bien yo sabía, me estaba portando tan mal como a Deiran le gustaba. — No me iré, te haré feliz a mi modo, ya verás. Tu piel esta hermosa, hubiese deseado haber estado consiente para verte por más tiempo dormir… — Galante y persuasivo le susurraba en la oreja, mordisqueando su sabor, sintiendo como mi entrepierna no me daba tregua para notarse punzante contra mi pantalón. Las yemas de mis dedos viajaban en constante armonía y simetría por su cuerpo, deslizándose por debajo de su camisa, acercándose peligrosamente a sus pezones que solo palpaban los alrededores y bajaban por los costados de sus pulidas abdominales que tantos deseos me hacían largar. Y estaba por jadear y rogar que me deje violarlo, cuando sentí el empujón y luego mi propio empujón a él. Era una lucha de bestias y yo solo pude reír.


—Yo creo que sí, con urgencia lo necesitas, estas desesperado, que yo te lo daré. ¡No necesitas gritar más, Chassier! — Y en ese instante caímos en el diván y mis manos violaron su cintura, la apretaron contra mí, en tanto pasaba mis pesados dedos por su ropa y la desgarraba por completo. Allí estaba un cuerpo formidable, delgado, estilizado pero el de un hombre fuerte. Mi sangre estaba más excitada que yo mismo, que ni siquiera pude notar que el otro estaba sintiendo todos mis toques. Me relamí y asentí, él tenía razón y yo se la daba completamente. Hacía tanto tiempo que no tenía alguien así de testarudo en mis brazos que me daban ganas de penetrarle hasta las orejas. — ¡Me emociona! Sí, me emocionas, que te dejaré sin piernas. — Dije rápido, antes de sentir aquellos labios hermosos y suaves sobre los míos, era violento, pero así me agradaba y le mordí, le succioné y tironeé de su labio inferior, buscando evitar que caiga sangre, lo quería ver limpio, sin una mancha más, y me separé con fuerzas, tomando su brazo, doblándolo para de un tirón girarle en el diván, ver su espalda musculosa que en un solo movimiento lo acerqué entre mis piernas y abrí mi boca, la abrí como un leopardo asesino y el ruido de mis colmillos estirándose se hizo presente, no paso segundo alguno, pero las cosas se veían pausadas. Y me clavé en su yugular, sin responder a sus alaridos, succionando rápidamente pero no demasiado. Moviendo mis brazos que no lo dejaría sin ese placer.

Los jadeos salían desde mi garganta, mientras le sujetaba y mi mano derecha viajaba por su abdomen, subía y con la yema recorría toda el área del pezón, lo sujetaba tan solo un segundo, con fuerza, precisión y descaro y luego lo soltaba e iba al otro pezón. Lo torturaba consecutivamente mientras que mi mano izquierda acariciaba suavemente al costado de su pierna, en movimientos circulares, sin llegar al área principal. Lo apresé en mi nido, como un depredador que estaba protegiendo su cena de los demás y cuando paso un tiempo saqué los colmillos de allí, jadeando en su oreja, lambeteándola juguetonamente, moviendo mis caderas más contra él, dejando que sienta mi lujosa extremidad apoyada en el nido de su columna. 
—Hoy ya no puedes escapar.—



“Hoy no hay escapatoria para el tormento al cual desde siempre has sido convocado.” 
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Dic 08, 2013 12:00 am

‘’No se puede pasar de hoja y echar al olvido lo que recientemente se acaba de leer. Las yagas que antes había cerrado han vuelto a abrirse. Eres la sal de mi herida, mi terrible tormento, pongo en duda ahora hasta mi nombre, mi alma corrupta ha terminado de quebrarse y te ha elegido… Llévame a tu infierno porque ya estoy ardiendo ’’
—Maldito seas- fue lo único que pude murmurar ante sus ojos quemantes. Estaba furioso, su calma me llevaba al borde de la locura y lo peor, lo estaba gozando, en mis adentros moría por acercarme un poco y huir de mis prejuicios. Hubiese querido tener un trago amargo del peor alcohol que existiese en el mundo. No estaba dispuesto a develar la verdad que gritaban mis entrabas con cada rose de su piel fría que hacía quemarme. Recordé vagamente ciertos recuerdos de él y mi furia creció, quería despedazarlo. —Tengo entendido que, lo que me debes no se paga con una noche y mucho menos que yo quisiese de esta manera- respondí malhumorado a sus fastidiosas palabras —El precio es más caro-añadí quebrando mis nudillos. Mi cuerpo en contacto con él era una montaña de fuego congelado con una capa delgada de hielo que poco a poco iba cediendo al calor que le consumía. Solté un quejido leve al sentirle recorriendo con sus ojos mí cuerpo, mis manos temblaban podría jurar que era de ira.
—No soy mimado, pero si tengo la oportunidad de ser selectivo lo soy- le miré de reojo —No estamos viviendo los tiempos medievales en los que tú viviste vampiro de pacotilla- mofé casi instantáneamente como si eso me diese un poco de ventaja ante su comentario, en realidad para mí la sangre significaba un poco más que para él. Desde hace mucho que había perdido el norte y solo encontraba placer único en la muerte pura. La sangre humana especialmente de vírgenes o niños era lo más cercano a un orgasmo de felicidad que en el último centenario había conocido aunque no me podía negar que la rutina se había convertido insidiosamente en carne de carroña, nada tenía sentido, poco a poco aquello también perdía el sabor. Su susurro me sacó de aquellos pensamientos. Un calor frío recorrió todo mi ser. Pasmado como una estatua me servía a su merced, la ira contenida actuaba en mi contra dejándole todo el camino libre y me maldecía por eso. —¿Feliz?- dije con desconcierto y miré su mano recorrer mi pecho, erizarme. No muy antes de estar abatido contra el en la pared llevé una de mis manos a la suya, la que me recorría sin permiso y clavándole las garras le daba aviso que aquello no le sería fácil, que su objetivo estaba más lejano de lo que su entrepierna me confesaba a gritos por encima del pantalón y de lo que a mía me hacía sentirme como un verdadero ruin ante su conjuro de animal.
—No te daré ese placer de oírme gritar- murmuré con rabia cansado de aquella bélica escena entre ambos, mirándole con ojos enardecidos, llenos del fuego del Ades. Entre él y yo era simbólica la diferencia pero ambos compartíamos algo que no dejaría que pasase. Estaba odiando sin odiarlo enteramente. En el diván el encima de mí y después yo a la misma altura de él escarmentaba con dolor aquellas caricias que se colaban con prisa por mi cuerpo, mis manos le rompieron de nuevo la camisa de nuevo, dejando expuesto su  abdomen bien trabajado, perfectamente cuidado, digno de un guerrero vikingo. Era incapaz de percibir con claridad porque mis labios juntos a los ajenos, se peleaban el uno con el otro por succionar el ajeno hasta agarrarlos y desprenderlos si era posible. Un poco de sangre salió de los míos por alguna mordida que aquel me había confinado y mis ojos verdes tornados carmesí vibraban en su temple pecho que estaba endurecido como una tabla, podía sentir cada que rozábamos.  Fue tanto aquello que no entendí porqué mi cuerpo había una acción diferente a la que mi cabeza le ordenaba. Planeé tirarle del diván coger una estaca y clavársela pero no, estaba besándolo. Sus manos arremetieron con fuerza contra mis brazos y arqueé la espalda, lo estaba disfrutando y yo con ira miraba agitado sus ojos. Estaba sobre mí y con un leve gemido sentí sus colmillos rasgándome la yugular, bebiendo acelerado de mi sangre, en ese momento estaba inconsciente de qué hacía con él y qué era lo que éste hacía conmigo.
Le juré que no soltaría ni un tan solo quejido, no para darle el placer de estarme escuchando en tan penosa escena así que mordí mi lengua lo más que pude haciéndola sangrar, después mis labios, mientras aquel seguía absorbiendo parte de mi sangre, no podía sentirme débil pero esa posición y sus manos curiosas por debajo de mis piernas hacían sentirme molesto, más que antes porque si por alguna razón él quería tocarme se daría cuenta que estaba ardiendo por cada caricia suya. Tiré mi cuello al sentir que salió de mi pero sus cabellos me rozaron de manera presumida sobre mi oído. Sentía como palpitaba debajo de mis pantalones por sus palabras y sin poder moverme estaba a su merced. Deseaba su muerte pero por qué no se me venía nada en mente para pararle? —No cantes victoria tan pronto- dije mostrando una pseudo seguridad  viéndole por encima del hombro jadeando agitado y suave un tanto sobre saltado le mostré mis colmillos que parecían inocentes ante aquella enorme prominencia.
’Respiro por la herida ¿Tú vas a calmarme?’’
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Mensaje por Aaya Maciej Jue Dic 26, 2013 9:28 pm

“Haré cerrar esa herida con mi sangre, los hilos de mi infierno arderán mientras voy cerrando el escozor de tu piel con una aguja sin filo. Sentirás mi consuelo de pies a cabezas y desearás nunca haber forzado tu entrada ante mi ser. Me bañaré en tu sangre y sudor cuando estés listo” 

Sus palabras, quizá también era eso lo que le hacía zambullirse en esa fragancia de muerte, lo reconocía, no había cosa más sensual que unas palabras duras endulzadas y aceitadas con un rostro miserable y lleno de regocijo. Estaba completamente seguro que de querer hacerlo, podría pisarle la espalda y quebrarla lentamente. El crujir de los huesos, había olvidado la sensación aquella, cuando la muerte recorría mis entrañas. Pero no, él era especial, el muchacho de ojos claros como el humo en contraste con el cielo, era completamente fuera del panorama de lo cotidiano. Él ocuparía una parte especial en la estantería en la que ponía mis trofeos. Relamiendo una y otra vez mis labios, escuchaba sus palabras como un sonar molesto de las campanas de una iglesia. Quería tomar su boca, darle unos cuantos besos hasta que sus músculos se destensaran y me dejaran paso libre a una expedición minuciosa de su cuerpo. — Eternamente maldito. ¿Y tú? ¡Ah! Tengo toda una eternidad para pagarte aquello que estás buscando. Instrúyeme en tus pedidos. — Agitando la mano me acercaba peligrosamente, el complejo era un ámbar minucioso en el que no se sabía quién estaba llevando las riendas de la situación hasta que uno de los dos daba el paso. Indudablemente, ese era yo.  — Los tiempos medievales eran una cosa, pero me encanta este mundo, agua caliente, comida al alcance de la mano y estás tú, creo que esta es mi década ganada. — Estirando los brazos, le mostraba todo lo que tenía, simplemente no necesitaba nada más. Siquiera extrañaba la luz del sol de la que tanto hablaban los libros y las pinturas. Ni la recordaba, ni me interesaba, vivir era mucho más interesante que todo aquello, no necesitaba siquiera la bendición de los dioses para seguir disfrutando de la eternidad.

Avancé una vez más, para tocar su pecho delicadamente, subiendo los hombros en una especie de indiferencia deliberada, sonriéndole con auténtica apatía. Sus ojos nunca paraban de desterrarme de sus tierras, como si quisieran, como si buscaran, hacerse entender, la suerte estaba de mi lado, desde siempre lo había estado. Esta vez había sido más difícil que las demás, pero sabía luchar contra aquello. Me negaba a pensar que por simples parloteos podía dar la media vuelta para siempre. No era alguien fácil de convencer, nunca lo había sido. — No necesito que grites con la boca, cuando tus ojos están largando chispas. ¿La sientes? ¿Notas como me quemo cuando te toco? — Preguntaba con inocencia, con calma, mientras entrecerraba los ojos, decidido a que aunque me clavara toda su mano, no me apartaría. Dejé salir un jadeo, nunca los controlaba, mi cuerpo, mi alma podrida, no tenía cadenas. La libertad era una de las pocas cosas que tenía para poder sobrevivir a la eternidad que tanto disfrutaba. Era un placer en potencia lo que se sentía en mi garganta, cuando al fin pude masticarle la esencia, con la yema del dedo pulgar acariciaba su pezón erguido, observando conmocionado aquel rostro con pálido y rígido, manteniendo los colmillos agazapados en su cuello, tironeando, buscando que sienta en sus huesos el quemar de mis heridas, de mis sentimientos. Los humanos, no eran los únicos que tenían el privilegio y sentía como caía en ellos. Siempre había aceptado vivir todas las emociones, etapas de la vida que llegaban tarde o temprano. Yo no era ningún cobarde y no me detendría aun sabiendo lo que él podría llegar a hacer en mí existencia.

—Compartiré la victoria contigo, creí haber dicho… O pensado que no quería que te mancharas de sangre los labios. Mmm — Negaba, me acercaba y lamía aquel líquido viscoso y carmesí que salía de su boca, fiándome de que no lograría morderme, terminé la labor y pase la punta de la lengua por su mejilla, llevándola a su oreja, la cual arañé un poco más y terminé por arremangarlo contra mi pecho. — He ayunado demasiado, eres un festín… ¿Lo notas? ¿De cuánto tiempo crees que se trate? Te degustaré lentamente, me demoraré en tus sabores y texturas, lo prometo… — El ruido aterciopelado calaba hasta el más fuerte bloque de hielo. Mientras viajaba por su espalda, me quejaba de la camisa rota, farrullando a medias, a medida que la quitaba de mi piel y la lanzaba a un costado. Luego le observé un tiempo más y deslicé la mano para montarla sobre su entrepierna, simplemente sintiendo aquel trozo de carne, casi sentía que me corría por aquella extensión y para demostrarle el placer hundía mis dotes en su arca, alzando la otra mano, sujetaba sus caderas, tironeaba sus pantalones y dejaba expuesta su hermosa piel. — Ulala, me he sacado la lotería. ¿Así se dice, no? En fin, levanta un poco, lo haré como si fueses una princesa… — Pensé que mi control se estaba rompiendo y tuve que sujetarle con más concentración, asolando su espalda con besos suaves, mordidas leves, mientras su pantalón promulgaba la liberación hacia la otra punta de la habitación. Su ropa interior era interesante, tanto que la dejé durar. Sin piedad, esperaba verlo transformado. Quería derretirlo en medio del placer, que la luz saliera de sus entrañas como el placer estaba arrollando las mías. Formé un trazo en su espalda con el dedo índice y tironeé de los interiores, removiéndolos sin pudor, observando mientras forcejaba contra él, mirando sus colmillos que eso solo había que me excitara más, pero él no lo sabría. Quise abrazarlo al tenerle desnudo y eso hice, lo apreté contra mí, hundiendo mi nariz en su piel, succionando su esencia, mientras mis caderas, aun cubiertas se frotaban contra su entrada imaginaria. Excitación, placer y unos sentimientos desmesurados por querer partir se hacían presentes en el círculo.

“Extiendo  mis  sueños  a  tus  pies.  Anda  con  suavidad porque estás caminando sobre ellos.” -Yeats
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Dic 29, 2013 8:59 pm

‘’La velocidad con la que el sonido viaja choca contra mi piel, enferma  mi ser, me llena de placer, ¿Qué es mi murmullo? Si en tus ojos se refleja… Cruje, chispea, se quiebra, todo dentro de mí, un susurro más y la muralla se hará pedazos todo con el sonar de tu nombre…’’
Rayando en lo trivial, le tenía al él viéndome como si devoraba a un pedazo de carne, disfrutándome en cada sonrisa que emanaba con diversión. Me quedé callado solo viéndole, su seguridad me rompía, era como si escalara de manera tranquila mis muros y los quebrase poco a poco. Todo atisbo de pudor eran desconocidos para el ajeno y yo encerrado con él entre esas cuatro paredes rogaba porque un rayo lo calcinara y dejara su juego del gato y ratón y fuese más serio hasta que su voz me despertó. —Estoy tan maldito como tú pero no tan podrido- hice una mueca de desagrado y ladee el rostro tanteando mis posibilidades pero ninguna era tan favorable, no había escapatoria o quizás sí pero era mi otro yo quien no quería huir de su mar, de esos orbes de vikingo eterno. —Te aseguro que ni la misma eternidad te hará pagar por todo esto, creo que…- sentía un ardor inmenso en la garganta y continue —La paga de mi error por no haberte dejado arder en el sol me estará costando caro- concluí mientras mis entrañas se revolvían desmesuradamente con cada sonrisa ajena y la ira era implacable. Maldije todo lo mal decible y tiré una mirada hacia el suelo, sintiéndome arder —Si decirte que quiero matarte es uno de mis deseos, estoy seguro que mis peticiones a tus oídos necios no serán escuchados- solté con sarcasmo aquel balde de agua fría que era más como un aire de resignación con confusión mental y enojo. —No me mires como si fuese un trofeo, vikingo obsoleto, ni siquiera te atrevas a incluirme en tu círculo de cosas porque jamás entraría a tu mundo- alcé una ceja para después fruncir el ceño y quedarme callado expectante, ¿realmente estaría él hablando en serio? Un temblor recorrió mi espalda y me quedé pasmado, tendría que llegar a medidas extremas o esto terminaría por matarme, me imaginé un futuro y no era tan prometedor así que negué su existencia.
Su roce era como una punzada que se clavaba dentro de mí y me hacía doler, entre la rabia y el desaire había maldad en sus ojos y yo imaginándome bañarme en su sangre era más peligro que cuando un león quiere romper a su presa. Sus ojos me recorrían después sus manos y mi piel se tensaba a su tacto haciéndome sentirme inútil a pesar de cualquier orden que mi cabeza quisiera ejecutar, era su muñeco. Sus palabras entraron como saetas cortantes por todo mi cuerpo, desde mis pies a la cabeza y la idea de escucharle, de haberme hecho saber cómo se sentía me hizo vibrar, estaba ocultando entre la rabia y el infortunio el deseo que tenía por sentirle aún más. —No siento nada, no me importa si te estas retorciendo de dolor cuando obscenamente me tocas como si algo de lo mío te perteneciese, como si tuvieses el derecho de hacerlo…- esperaba dejarle claro que era una bestia sin dominio y que no permitiría que ni él ni nadie entrara en ese terreno, iba a cambiar ese hecho de seguridad que tenía por alguna que se quebrara pero era demasiado tarde para dar pasos atrás. Mi tumba estaba cavada con su nombre. Sentirlo detrás de mi espalda, socavando con eso músculos endurecidos pegándome en la espalda y mi insufrible deseo de no soltar siquiera un gemido a pesar de sentirle recorrerme pretenciosamente por mis pezones me hacía perder el control que la sangre comenzaba a acumularse en mi boca, pues haría lo que sea para evitar que de mi saliera algún sonido que el interpretara como placer a pesar que debajo de mi todo iba en subida sin revancha. Sus colmillos causaban otra cosa que no fuera dolor pero estaba demasiado ocupado reprimiendo el deseo de querer mostrarlo para prestarle más atención. -¿Cuándo se iría?- me dije a solas y solté una mueca de dolor al despegarse, ¿por qué lo hacía? Temblaba cuando aquel se había separado.
Cuando él me atrapó con mis labios ensangrentados fue demasiado tarde para responderle algo porque ya se encontraba succionándolos, limpiando cualquier residuo que quedase en ellos y yo quise alcanzarle para romperlos pero se alejó de manera rápida como si él supiese lo que haría, con mis manos aferradas en aquella cama apenas y podía verle de lo jadeante y molesto que me encontraba pero su contacto de nuevo contra su pecho me hizo desvariar, deseé tocarlo y en ese momento supe que esta guerra la había perdido —¿D-De cuánto tiempo qué?- dijo entre suspiros cortos para no ser escuchados —No degustarás nada- pero mi templo flaqueaba a su cuerpo perfecto sobre el mío, era un gato acorralado, uno que sería comido por el oso. Rompí su camisa, me sentía victorioso pero mis ojos se quedaron cortos, al sentir tensándose mis piernas por el contacto ajeno contra mi entrepierna, era maligno, agaché mi cabeza y un nudo se hizo entre mi abdomen e ingle, sentí el placer quebrarme la espalda hasta adormecerme los labios, jadeé sin permiso alguno, sin poderlo ocultar más, me había descubierto. Su cuerpo hundiéndose cercano al mío me hechizaba y sin poder levantar el rostro contraía mi espalda para poder alejarme de él fallidamente, ni siquiera podía musitar una tan sola palabra. Me sentía avergonzado y excitado era un artilugio de emociones que no me dejaban en paz. Hice lo que me dijo ‘’levanté un poco’’ odiándome porque me tratase como una cosa más y jadeé contra el brazo ajeno, aquel que me amarraba. —Estúpido- dije intranquilo sin poder ver bien porque la vista se nublaba entre cada choque que él propiciaba. No iba a rogar por su perdón pero aquello me causaba temor, me lo imaginé a ‘’él’’, mi creador. Volví en sí con cierta locura encima, entonces mis manos tomaron fuerza y logré empujarlo un poco para llegar hasta las caderas ajenas y sujetar las bolsas de los pantalones que llevaba puesto él. Tiré con ímpetu haciéndoles romper en dos partes y dejándolo con una única prenda, lleno de ira y odio por haberme traído a ese ser al presente agitado por el recuerdo, alcé mi espalda haciendo un arco y llegué hasta sus labios, la ira me quemaba por una parte pero por otra estaba ardiendo de deseo, intenté besarlos pero fallé, tomé con una mano su glúteo y enterré mis garras dentro de sí sacándolas de inmediato y llevando los dedos ensangrentados de mi mano le delineé a él la espalda formando una ligera figura roja y llevándolos posteriormente a mi boca  saboreando su sangre. Fuese cual fuese lo venidero de una cosa estaba seguro, había despertado al demonio en mí ahora tendría que calmarlo.
 ‘’No pretendas que las cosas sean como deseas; deséalas como son.’’ -Epicteto
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Mensaje por Aaya Maciej Dom Ene 12, 2014 1:28 pm

“Recuerdo el crujir de los huesos bajo mi mano, cuando la sangre que corría por mis venas hacía bombear mi corazón. Aún recuerdo como aullaban mi nombre en pos de la compasión. Una característica que hasta el momento no ha aparecido en mí.”
 
Pensé casi una fracción de segundo sus palabras, pero resultaron inminentes, entraron como salieron y la pequeña risa socarrona hizo eco en la habitación. Alzando la mano, acariciaba su cuello, lo apretaba fielmente, mientras un escalofrío volvía a recorrer mi parte baja, rogándome porque de una vez me estampe contra su cuerpo. — ¿Y eso te hace mejor? ¿Recuerdas que tanto me importa mi honor u orgullo? No soy como tú, a mí no me interesa. — Negaba mientras de mis labios dejaba salir un sonido de negación bastante aniñado, soñaba con sus ojos de humo. Reprimía mis ganas de succionar su alma destartalada. Y pensaba qué hubiese pasado si el sol hubiese dado en mi piel, probablemente el dolor me habría despertado. La carne y la sangre de mi cuerpo de tantos años habrían resistido la mínima parte que me daría la posibilidad de escapar hacia la oscuridad, dejándome solo con los huesos para la reconstrucción. Enterrarme en la tierra para poder sobrevivir, alimentarme de los bichos como en un pasado lejano había hecho. Y luego de cien años volvería a la vida y cobraría una hermosa venganza, que no se pagaría con la muerte. La muerte hubiese sido darle un regalo. Podría haberme divertido mucho, sin duda alguna, en el caso de haber sobrevivido. Pero aquello no había sucedido y de algún modo lo agradecía, por él mismo.
 
—Los dioses no le dan reembolso a los malditos, es tarde para arrepentirte. Ya estoy muerto, llegaste tarde a esa repartija. Pero verás que puedo hacer que te sientas morir y será casi lo mismo. — Con voz penetrante susurré tras él, sobre la oreja, mientras movía mis caderas a un ritmo ligero, apretaba los músculos de sus brazos, los recorría con un solo dedo mientras mi mano sujetaba con devoción el pedazo de carne que se escondía en sus interiores. La mera idea de tratarlo como un trofeo me parecía ridícula, pero era más fácil de esa forma, si no, sucumbiría a sus plegarías como un tonto. La presión en mi garganta hizo que la risa saliera rasposa y me clavé en sus ojos, era una mirada curiosa. — Un hombre con poder, consigue las cosas a la fuerza. Las guerras se dan por tierras, poder, son siempre para asumir el poder sobre los demás. Esto no es muy diferente. — Como un conquistador de tierras, expliqué un punto de vista que era completamente lógico para mí. Alcé la mano y apreté sus mejillas, robándole un beso rápido, mordiéndole un poco en tanto apretaba sus extremidades. Mi mano cabalgaba por su miembro, lo apretaba y palpaba hasta sentirlo duro y firme entre mis dedos. Mi entrepierna se irguió en ese momento, agrandándose sin duda alguna varios centímetros que luchaban contra la tela de mi ropa. Mis dedos pulgar y anular apretaron el amigo ajeno, en el medio del falo, allí donde se extendía el músculo en una pequeña montaña. Pensé que estaba en la gloria cuando aquella unión de labios se aclamó entre ambos, pero descubrí que había un dragón escondido entre aquel sistema gatuno.
 
Un grito salió, grave, profundo y rasposo, mientras intentaba mover las piernas, mi ropa nuevamente rota y unos dedos se clavaban en mi piel. Casi pensaba que podría haberse deslizado una lágrima por mi rostro, pero no había siquiera una mueca del dolor en sal. Jadeé y le observé, el arco de su espalda me daba la conmixtión de que estaba seduciéndome. Y con una pequeña sonrisa tomé sus testículos con una sola mano, los aplasté como quien quiere romper un par de almendras y los froté uno contra otro, sin controlar la fuerza que ejercía. Sus dedos eran curiosos y yo los dejaría pasar por donde quisieran. Con la otra mano recorría su pecho, aplastaba y tironeaba uno de sus pezones, observaba su rostro con total deslumbramiento. Mordía mis labios cuando no llegaba a mi rostro, enarcando una ceja, tenía un pequeño demonio entre manos. Uno que tenía demasiada fuerza y sin duda tenía escondidos muchos años de celibato. — De cuánto tiempo… Se trata, ¿hace cuanto que no lo haces? pequeño demonio. — Murmure a regañadientes y cerrando uno de mis ojos apreté aquella piel que unía sus testículos, la moví con fuerzas a ambos lados y luego la tironeé a mis caderas. Rompí un pedazo de tela con la mano libre y los colmillos, enlacé sus partes con fuerzas, alrededor de su falo y por la unión, apretando lo suficiente para poder controlar sus impulsos. — Ahora mismo, pareces una pequeña alimaña, me gustas. — Moví su cuerpo como si fuese una pequeña muñeca y le observé de lleno a la cara, aquel rostro que se sumía en la discordia. Tenerlo de frente hizo que mi miembro se termine de endurecer y mandé a volar de un movimiento la última prenda, dejando un miembro erguido y ancho a su disposición.
 
— Ven, apaga tu enojo sentándote sobre mí. Degusta tú mismo lo que te entrego. — Tomando sus muñecas, le acercaba moviendo mi cadera que esperaba hundirse en su cavidad, me acercaba más, hacer tener su pecho sobre mis labios, esperaba a que se moviera, pero al no poder quedarme quieto mis labios empezaron a vagar por su pecho, mordisqueando la piel, hundiéndose en sus pequeños puntos rosados. Me amamantaba con ira, con necesidad. Mi miembro sentía que estaba cerca de donde deseaba estar y se volvía loco, como si tuviese una brújula se elevaba más hacia el cielo. Mis manos dejaban sus muñecas, se apretaban a sus caderas y lo hacían bajar, intentando no obligarle, ya que de hacerlo terminarían haciéndolo sentar de una sola estocada.
 
“Imposible desear solo lo que se tiene, uno siempre ama más de lo que tiene.”
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Ene 12, 2014 5:55 pm

‘’El fuego con fuego se apaga y quien vaya a sacar lo peor de ti puede que ya lo estés encontrando’’
Mi cuerpo ardía, la intensidad de sus palabras eran morbo para mi cuerpo y alimento para el alma, aquella parte de mí, cordura, se había ido tan lejos que no era capaz de saber dónde se había metido estaba preso del deseo y el placer, mezclado con rabia  ¿Qué estaba esperando él de mí? Yo sabía la respuesta pero me estaba negando tanto que no podía hacer salir a flote, sólo quería partirle su sonrisa cada que se acercaba a mi cuerpo me hacía quemar, estaba viviendo en su infierno, me dominaba con sus cadenas y me postraba a sus pies como un vil gato domado, sin darme revancha de alguna de sus acciones. Quería hundirme tanto en su piel cuando aterrizaban sus manos en mi espalda que no me daba ni tiempo de jadear y morder mis labios a la vez todo era una locura. Sus gestos me inspiraban quererme quedar viéndole porque con cada ‘’mimo’’ hacia que mi entrepierna subiera a tono sádico, era el amo con su voz. Trataba de negarme a la idea pero ya había luchado mucho contra esto, desde que lo vi lo supe, sus ojos mar me arrastrarían hasta lo más profundo de sus obscenas aguas. Estaba tan tenso que no sabía si lo estaba disfrutando, mis manos torpes no sabían si aferrarse con fuerza a las telas de aquel diván o agarrarse de su espalda para poder tener una mejor vista de sus cabellos resbalarme por la espalda. Quería saber qué estaba pensando pero era duro concentrarse más con sus manos jugando como un oso con un trozo de carne ahí debajo de mis piernas, era inclemente con sus movimientos, no me dejaba ni siquiera un respiro y no era que lo necesitara pero este ahogo era tan fuerte que no podía dejarlo salir sin que mis piernas se tensaran con cada toque y vaivén en sus manos a mis caderas.
Con dificultad pude acércame a su rostro para verle esa cara de salvaje, sin piedad, como no necesitara permiso para hacer lo que hacía. —Ya nada importa- le dije con dificultad agitado por sus caricias, el ruido era un indecente sonido que podía atravesar las paredes pero mi desesperación iba más allá, no me importaba. Sus susurros  me hacían flaquear, mis rodillas perdían el equilibrio queriéndose introducir con más fuerza tras su espalda y mis movimientos de espalda eran ligeros y destapados, sin nada que pudiera dejar de tocar, estaba extasiado.  Su voz gruesa sobre mí me hacía temblar deplorablemente, el hombre solemne que algún día creía que fui se desplomaba ante sus susurros, era su siervo, su comida. Me trataba como un objeto el cual poseer y después tirar las veces que quisiera y seguir en ese juego hasta saciarse, no sabía si esa idea me hacía más miserable o me hacía desearlo más era una especie de masoquismo abusivo irracional a cualquier mente que me escuchara. Sus besos me hacían arder que quería tenerlo un poco de tiempo  porque no soportaba jadear más por sus extenuantes caricias, estaba preso sin poder salir de sus manos pero no caía aun tan bajo porque no iba a implorarle que me soltara, llegaría al final de esto con algo de orgullo pero sin suplicas.
Preso de sus deseos no podía si quiera pensar en lo que me decía, sólo negaba sus palabras, quizás si en ese momento me hubiera repetido que quería mis empresas se las hubiera entregado sin rechistar, no estaba siendo consciente de nada de lo que me pasaba, simplemente la ira, el odio y el deseo y su maltrato por ser su enemigo lograban captar mi atención. Solté un gemido todavía más fuerte que callé sobre su brazo cuando quebraba como un par de bolas mi saco escrotal, estaba tan adolorido y boquiabierto que solo los jadeos se hacían eco de bullicio. Mi mano recorría su espalda mientras con un chillido de desesperación me ahogaba por llevar su sangre a mi boca relamía mis labios lleno de deseo y ya desinhibido el demonio juraba a flor de piel ser su fiel esclavo para que lo poseyera. Tantas noches antes de esta que me había negado a la idea de estar con alguien más de esta manera, reprimir los deseos carnales y atribuírselos a la sangre para no sentirme tan inútilmente muerto, su pregunta zumbaba. —¿Q-Qué? ¿A-Acaso eso… te interesa?- casi un cuarto de siglo sin sentir esto y él se atrevía a avergonzarme todavía más con esa pregunta —Puedes contar el tiempo desde que fui engendrado- dije con dificultad mientras saboreaba mis dedos con sabor al hierro de su sangre, mi vista no podía estar más escondida por aquella humillación. Me dominaba con control total en mi cuerpo, sentirle manipularme con aquel trozo de tela me hizo descender más la cabeza hasta la cobija y arquear de nuevo más la espalda, era mi titiritero y yo su magno títere. Pero entre movimientos terminé frente a sus ojos, su hondo mar que no me dejaba siquiera parpadear, entrecerré mis ojos para evitar sus ojos y me fui de nuevo a sus labios con desesperación, tomando su cabello y tirando un poco hacia atrás para deslizarme con la lengua hasta su pecho, rodeando su cuello con sublimación  mordiendo el lóbulo de su oreja de manera discrepante como si sabía que él no me permitiría mucho tiempo pasar de esa manera, fue un hecho.
Negué a su petición, no iba a ser yo quien hiciese tal cosa así que rompí un poco la piel de su pecho soltando una línea que recorría sus perfectos pectorales y descendía hasta sus abdominales plenamente tonificados , mi lengua jugó un rato ahí y yo me encontraba totalmente al desnudo a su merced. —No!- exclamé con voz frenética —Estás completamente fuera de cabeza- susurré hasta su oídos para detener sus impulsos que me hacía sentir cansado de esperar. Su lengua era tan hábil que me hacía querer estallar, sabía cómo tocarme, era como un esclavo preso de las muñecas y poco a poco sentía un enorme monstruo  bajo mi entrada, desesperado jadeaba y me aferraba más a su pecho sin descontinuar los movimientos que le provocaban para que de una vez por todas se decidiera, me presionaba a él y estiraba la espalda irguiendo el pecho  y tirando de su cabello, sus ojos ardiendo y yo rogando porque se descolocara de una vez el switch que le impedía encender el grito que por más de doscientos años mantenía oculto.
‘’Cerrado el trato más de deseo un poco menos de placer’’
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Mensaje por Aaya Maciej Miér Ene 22, 2014 7:00 pm

“Explícame, ¿qué es lo peor y qué es lo mejor? Algunas veces pienso que te confundes sobre lo que tú mismo eres” 

Sentí  que mi erección crecía y palpitaba como si estuviese a punto de eclosionar. Ya no llevaba calzoncillos, así que mi pene estaba disparado hasta mi ombligo, la carne trémula y húmeda se estremecía a sus pequeños movimientos y quejas insaciables. Lo deseaba y la sangre nueva corriendo por mis venas provocaba que una sensación de re juventud latiera dentro de mí. ¿Qué era todo ese maldito tiempo que había perdido? Esta eternidad malgastada en la que podría haber estado hundido en aquel pozo ajeno por años y años hasta que ambos dos desapareciéramos. Me relamía los labios y en esos segundos que tenía una mano libre me aplastaba el miembro para que no estallara. Lo masajeaba apenas, solo para calmar el engulle que estaba saboreando. Para así volver sin preámbulo alguno a aquel ritual. Hacer un lifting con sus pertenencias, estrangular su carne ovalada hasta que se olvide de quien es. Ese era mi deseo, que lo olvide todo para que solo sea mío. El pensamiento egoísta me ahogaba y me daba placer, me elevaba las hormonas que habían estado dormidas, jugueteando con simples muñecas durante más de mil años. Años en los que nunca había tenido verdadero placer a menos que la vida de alguien se acabase en mis manos, pero esa sensación duraba demasiado poco para lo que estaban experimentando mis testículos ahora mismo.

Con una sonrisa coqueta llena de intimidad, me acerqué a su boca, sin dejar lugar alguno sin explorar o acariciar, hundiendo mi lengua profundamente, sin lamentaciones a que fuese cortada en el ínterin. Pero el muchacho eléctrico debajo de mí lo contemplaba, lo seguía por culpa de una segunda intención que vi, pero ignoré. Apretando sus hombros con hambre mientras volvía a bajar y a sacudir aquel trozo de carne duro que estaba famélico por ser bombeado. Pero me rehusaba a dejar que acabara en tres minutos. Llenaría su tubo y lo dejaría bajar una y otra vez hasta que gritara por clemencia. Me preguntaba donde le dolería más y quería decirlo en voz alta, quería llenarlo de cólera. Pero incluso en ese instante no pude notar que yo estaba más deseoso que él.
— ¿Crees que te preguntaría algo que no me interesara? ¿Ah? Mmm… Entonces debes estar exquisito. — Fue una grata sorpresa saber que su cuerpo era casi tan casto como a mí me gustaba. Ser el primero en un agujero era algo que me llenaba de orgullo y deseo. Ya que no me preocupaba por el dolor que podría entregarle, estaba claro que dilataría cada poro de su piel y solo el placer iba a inyectarse en su entrada. Rompería su existencia con tal de que gima de verdad, con las ganas de una puta, pero siendo las sensaciones verdaderas y no solo una farsa para calentar al dispositivo.

Sentir su desesperación me llenaba de gozo, le vi emocionado trepar por mis pectorales, buscar mi cuello y darme unos cosquilleos que siempre había apreciado, me excitaba un poco más, mi tubo se elevaba solo, como si supiera donde quería ir, pero la piel lo retenía, estaba desesperado por chocar contra su interior, contra el frío de sus órganos muertos. Mi glande estaba justo en la puerta de sus instalaciones a un paso de bailar como los dioses del olimpo. Pero la mirada ajena se negaba a terminar el trabajo. Fue lamentable que no aceptara aquello que le ofrecía, y por ello mi mano bajó de sus caderas, enojado, incrusté el dedo índice con gran confianza y tranquilidad y lo puse en forma de gancho, bajándole su entrada hacia mi miembro erecto. Mi otra mano tomaba su dulce cuello, apartándole de aquel sabor metálico que salía de mí y parecía estar disfrutando. Y con los ojos inyectados de un rojo sangre bajé su cuerpo, hundiendo la espada en su real, perfecta y apretada funda. Dejaba el dedo metido, estirando su piel, abriendo sus puertas, estaba molesto por no haber podido sentir como el cuerpo bajaba solo hacia mi interior.
— Serás mi bonita funda, te limpiaré y lustraré todos los días, desde el interior y hacía afuera. — Jacté mi promesa, de forma que se podía notar lo real que eran las palabras y cuando hubo entrado la mitad de mi sable, saqué el dedo de su interior y escuché el pequeño “plof” que su piel roja hacía contra mi carne.

Fueron los dos segundos más largos de toda mi eternidad. Los esperé como buen hombre que era, fue ese tiempo el que me tomé para agarrar su cintura con ambas manos y apretarla. Mientras me levantaba un poco, me erguía y al siguiente pensamiento encarnaba todo lo que quedaba de mi virilidad en él. Le penetraba de tal forma que sus intestinos gritaran. Mis dídimos quedaban aplastados contra su piel. Dejé salir un jadeo grueso y rasposo y entrecerrando los ojos y de un nuevo salto, mi miembro salió completamente de él y volvió a entrar en unos segundos. Fueron varias veces, momentos en los que sentí que quizá eso era estar vivo. Y a la quinta vez de no haber escuchado nada más que el hermoso golpe seco de mi cuerpo en su interior me quedé allí y lo abracé, lo hundí en mí como si formase parte de ello y mis caderas empezaron a moverse apenas unos milímetros dentro y fuera, una y otra vez, en tanto aplastaba aquel miembro viril ajeno contra mi abdomen, lo sentía allí y lo frotaba vengativamente.
— No podrás escapar de mí nunca. ¿Lo sabes? — Pregunté, aclarándole lo obvio.


“Planto la semilla del deseo eterno en ti y te hago por siempre sumiso de mis pecados.” 
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Mensaje por Deiran Chassier Jue Ene 23, 2014 9:12 pm

Ni yo mismo entiendo el hoy ni el mañana, no sé que soy, quién o a qué pertenezco. Creía saberlo pero vino un maremoto color azul con su risa fanfarrona a poderme de cabeza el mundo que saboreaba como mío.
Ni siquiera podía describir las sensaciones que pasaban por mi piel en ese momento, solo era él y yo en esta maldita habitación, abriendo un eco en el espacio dejando detrás mil y una cosas que se me venían en mente por hacerle. Sus manos eran hábiles estaba a sus pies, tenía esa peculiaridad de quererme hacer estallar de una buena vez pero traté de tranquilizarme y disimular la oleada de excitación que acalambraba mis piernas. Mi cuerpo temblaba de manera deplorable, era un danzón con el que apenas y podía jadear, sentía como si hirviera por dentro, me sentía como un virgen poseído por un demonio de más de mil años y es que en realidad en una perspectiva bizarra era así. Estaba consumiéndome en sus cenizas y por bajo mi extensión lloraba ríos de desesperación hechos fluidos, jamás había estado tan húmedo.
Sentí su lengua con la mía, era una fiel pelea de titanes por quien era la mejor pero inútilmente no tenía fuerzas para batallarle aquello me doblegaba hasta en eso, era como si todo mi cuerpo estuviese a su servicio para lo que quisiera. Mis labios ávidos de deseo succionaban los suyos encumbrando  las mordidas haciéndolas más constantes quería sentir su sangre en mi boca de nuevo porque creía que de esa manera disiparía la prominencia de su entrepierna pero era innecesario, sabía precisamente qué era lo que quería y él se ofrecía sin ningún tapujo. —Hmmm…- gemí molesto por sus conclusiones mientras sentía el ardor en mi cara lleno de vergüenza por sus palabras. Por un instante me sentí aterrado era un inexperto. Me desconcentré sin saber cómo continuar y quise tirar de su pecho para aventarlo lejos pero me acercaba a él como pidiéndole más entonces fue cuando me enfoqué en su cuerpo endurecido a mis ojos.
Centrando un poco más en sus caderas gritaba de manera lastimosa dejándole el paso libre pero él estaba quieto, quería gritarle pero sus manos bajo mi mástil eran inescrupulosas y se movían con rapidez, mordí un par de veces su hombro, luego su cuello sin perforarle nada y después su mejilla, quería saborearlo, me sentía hambriento y sentía como si nada fuese a saciarme. Me había sometido tanto tiempo a inanición que era como un cadavérico cuerpo deseoso de carne y lo tenía justo bajo mis piernas, rozándome pretenciosamente. Sus niveles de mal comportamiento subían con cada caricia era un excelente maestro. Sentía como su enojo se hacía presente bajo sus manos, vibré al sentirme lastimado por su fuerte agarre era un masoquista por soportarle de mala gana sus roces. Su humedad llenó mi entrada, salté un poco y me sentí confundido lo que tanto había ocultado y que ahora deseaba con tanto desdén estaba justo queriendo entrar y entonces chocó contra esa circunferencia reducida, era imposible no entraría, desafiaba las leyes de la forma y el espacio.  Quizás se dio cuenta de mis nervios por aquella aberración queriendo hacerla entrar donde no había cabida entonces su dedo me tomó desprevenido haciéndome soltar un gemido fuerte que oculté con otra mordida que di a su hombro izquierdo y me aferraba a su espalda tenso por sentir aquello, mis ojos se juntaron con los ajenos que apenas y podía ver de qué color eran, cerré los ojos y mis piernas se adormecieron. Sentí como los huesos de mi espalda se abrían, mis piernas crujían y mis dedos se clavaban aún más en su espalda, gemí con más ganas como si fuese a perder la voz en aquel grito fue hasta vergonzoso y falto de gracia pero lleno de placer. —¡C-Cállate!- apenas y tuve fuerza para decirle aquello, sus palabras eran sucias, me sentía tan excitado por eso pero no quería que lo supiera, que descubriera aunque él lo sabía.
La presión dentro de mi cavidad era demasiado grande, pude percibir como hasta el estómago me iba a estallar, necesitaba el aire para soportar aquello, sus embestidas fueron tomando fuerza y yo no encontraba de donde sostenerme para no derramarme en su cuerpo, era tan diestro con los movimientos que sólo podía seguirle el paso y gemir cerca de su oído aferrándome a su cabello con las manos queriéndolo arrancar. El ruido de sus testículos chocar contra mi pared iban al unísono con sus penetraciones más y más constantes, quería verle y entonces logré abrir mis ojos para ver su cara con su tierna sonrisa malévola, solté otro gemido de placer, era tan perfecto y doloroso y apenas comenzaba, si no fuese inmortal pensaría en la posibilidad de quedar lisiado de por vida. Fruncí el ceño, la sola idea era una estupidez y no sabía porque pensaba en eso  mientras estaba siendo poseído por un oso endemoniado.  Cada vez que salía y entraba lo hacía con toda propiedad como si me marcara diciendo que yo era para él y mis manos se incrustaban en su espalda baja rogando por sus labios. Entrecerré los labios entonces entró hasta la cúspide de mis entrañas y me quebré tal cual él había prometido mi miembro estaba tan erecto y húmedo por los choques de su abdomen contra el mío quería estallar ahí mismo, de nuevo reprimí aquel acto no quedaría como un eyaculador precoz frente a él, me juré terminaría esto con honra y sin súplicas. Negué sus palabras que zumbaron con más fuerza y me fui hasta sus labios, besé su boca —Esto es cosa de una sola noche- dije con una sonrisa a medias sin estar seguro de mis palabras y mordí mi lengua para evitar gemir otra vez no soportaba hacerlo saber que lo disfrutaba más que él.
Sumiso el gato reinará el oso.

 
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Mensaje por Aaya Maciej Miér Feb 05, 2014 8:28 am


“Nunca supiste como eras, pero ahora es cuando toca el momento de conocer en verdad. Cuando las cadenas de tus demonios están sueltas.” 

El dolor que sentía por la insatisfacción rugía por mi piel con tal estrépito,  que empezaba a sentirme febril y enfermo. Estaba duro como una maldita roca caliente, me erguía con demencia al tiempo que veía aquellos enormes ojos respaldarme, parecía enfurecido y eso solo hacía que mi entrepierna se agite más contra el cuerpo ajeno. El calor invisible subía y bajaba por mi esternón, ahuecando los placeres que se encendían en mi hoguera. ¿Había forma de disipar todo ese cansancio en una sola ronda de sexo salvaje y enfermo? Dibujaba círculos en su cuerpo con mis ojos, me regocijaba en su aroma tal como lo haría un hambriento con el olor de la carne. La vara que estaba entre mis piernas quería zambullirse en él y por ello me acercaba más. Me divertía su expresión, era como un juego en el que yo era el titiritero. Siempre había tenido una afición por ser el que mandaba y sin duda esa no era la excepción aunque me sentía doblegar. Como si no le pudiese decir que “no”, a pesar de que me gustaba el juego del jale y empuje, simplemente él me obligaba, mediante esos magníficos ojos, a querer darle de todos los placeres habidos y por haber.

Su sola mirada me encendía un poco más y mi dedo grande, al igual que toda mi mano se estremecía al hermoso contacto de su piel, tan fina y dura como la todos los inmortales, con una pizca de calor que lo hacía indudablemente apetitoso. Su lengua era un órgano sexual y al tironearlo parecía temblar ante mi poder. ¿Estaba vivo? Quizá era mi imaginación pero parecía que el latir de un corazón giraba en nuestro entorno, claramente eso no era posible, pero ¿que había de malo con disfrutar la locura? Pronto estaría dentro de su cavidad húmeda y al hacerlo la serpiente penetraría todas las capas de orgullo que había allí, las destrozaría hasta dejar todo aquel dormitorio hecho añicos. Mi lengua filosa se estiraba al sentir esos colmillos en la superficie de mi cobertura por arriba de donde se escondía mi sangre, mis caderas se apretaban y mis nalgas se endurecían cuando profundizaban ese estrecho cuerpo. Cada movimiento era fuego azul y sus gemidos eran música relajante para mi cuerpo, de esa que me daba la bienvenida a un hogar. Claro que sí, esa era la cueva en la que quería vivir y para demostrarlo agité mi cintura, con rapidez, sin pensarlo, empuje dos, tres veces y me salí. Para luego de unos segundos volver a hacerlo y escuchar sus quejas sujetadas por su enojo. Era demasiado perfecto.

— Entonces, procuraré que la noche se alargue, a costa de tu placer. Te lo haré todo multiplicado por mil. Para juntar el tiempo que tus labios no me permiten estar aquí. ¿Sí? Y aunque grites una plegaria, solo escucharé un aullido de placer. — Le amenacé con una calma filosa, mientras hundía los dedos en su estómago, le apretaba y estiraba su espalda para poder meterme más adentro, mientras mis yemas pasaban por su columna vertebral, le agitaba con tal de que todo salga desmesuradamente bien. Los dedos de mi otra mano jugaban con sus cabellos, le estiraban la cabeza un poco, mientras seguía empecinado en romper todo lo que estuviese dentro de su interior, la sangre emanaba como un río clandestino y mis colmillos relucían por la sensación tan exquisita que me seducía hasta llevarme a un punto que simplemente no entendía qué era lo que estaba haciendo, lo único que estaba claro era que el calor que subía desde mi pelvis era real.

Mi espalda se hundió, tomé su falo entre mis garfios y lo sujeté, mientras movía aquel delgado cuerpo una vez más, lo separaba de mí, lo giraba con cuidado y tomaba una posición mucho más agradable, allí su entrada era angosta pero mis posibilidades de movimiento eran enormes. Su espalda se veía perfectamente blanca y podía sujetar su cintura para que no caiga. Odiaba no poder verle el rostro y por eso gruñí por lo bajo, pero poder caer más en él era demasiado placentero, profundo duro y estremecente, tanto que empecé a moverme con aquella fuerza sobre humana que me caracterizaba, lo hice hasta que empezaba a doler. El mueble estaba por quebrarse en pedazos y aun así no me importaba. Seguí desenfrenadamente rápido, apretando la base de su miembro, con fuerzas, sin dejar que nada circule por allí, manteniendo la extremidad excitada en mi poder. Si él no me aceptaba, tampoco lo haría su organismo. Y había un hecho que era completamente sabido. Cuando él llegara a la culmine del placer, me aceptaría, ya sea por puro instinto o estando consiente, lo haría y yo disfrutaría de su humillación y lo tomaría como mío por toda esa eternidad que a mí me placía conservar.
— ¿Lo odias? ¿Te gustaría que me detenga? Me correré si así lo quieres, terminaré en tu interior y te dejaré así, pero no podrás llegar jamás tu solo. Eso es una promesa. — En su oreja le murmuraba mientras volvía a clavar mi falo erecto, que estaba explotando en cualquier instante, solo estaba esperando una palabra, un sentimiento simple, que el placer sea aceptado. Para así dejar que mi cuerpo explotase en él. Permitirle saborear el placer olvidado.


“Aunque no lo aceptes esta es la cumbre más alta que alguna vez podrás escalar.” 
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Feb 16, 2014 6:22 pm

‘’El demonio que jugó a ser malo más se dio cuenta que había alguien más que le haría saber que no era nada, que bajo sus órdenes viviría’’
Todo se sentía tan pesado, su cuerpo, mi cuerpo, su choque melodioso contra mí, era extraño. Me sentía preso de su ser, era como si… le perteneciera. Sus manos eran tan hábiles, me querían hacer estallar de una vez pero yo me negaba  a la idea, esa sería la última prueba de mi orgullo roto, lo último que me quedaría. Sus movimientos afincándose contra de mí era una erupción volcánica sentía que se me partía hasta el alma pero detrás de todo aquel ‘’horror’’ estaba el placer. Mis manos se encarnaban en su carne en afán por sostenerse en su cuerpo. ¿Qué pecado estaría pagando? Aquello se sentía  tan bien, la explosión dentro de mí con cada entrada y salida, no podía pensar en otra cosa más que sus garras consumiéndome por completo. Gemía con propiedad ya casi desinhibido me hacía sentir tan bien que no me importaba lo ridículo que pudiese verme ante sus choques azotarme.
Giré la cabeza con un poco de dificultad, los movimientos eran extenuantes, claro, no para él o para mí,  éramos más que dos seres teniendo sexo desenfrenado. La sola idea me hizo sentirme incómodo, ¿Sexo? Medité aquello y otro gemido más se hizo ausente evitando morderme la lengua con cada salida suya. Realmente lo estaba haciendo, después de casi medio siglo lo estaba haciendo y no me sentía orgulloso pero ¿Cuándo fue que perdí el deseo? Y lo mejor ¿Cómo es que este oso gruñón había sido capaz de recuperar las ganas de sentirme un tanto vivo? Me sentía estúpido. Por un momento hasta hueco por estar pensando estas cosas pero era lo más cercano que tenía a una eternidad completa sin remordimiento a querer sentarme a esperar el sol. Mi boca se volvió a unir con la suya jugando con su lengua en una batalla de dioses por ver quién era la más fuerte. Luchaba con todas mis fuerzas pero él me domaba así de fácil sin siquiera yo quererlo, todo mi orgullo se rompía con sus jadeos que me hacían querer correrme ahí mismo. Mis labios ávidos de los suyos le besaban de manera impura como si no hubiese a haber mañana, es que había despertado en mí sensaciones que jamás creí tener nuevamente. Me sentía desesperado como si sintiese que todo fuese a terminar, no quería, lo necesitaba, quería que siguiera dentro de mí, castigando mi actitud. —Por favor…- susurré de manera deplorable maldiciéndome por rogarle —Aún no- volví a sonar lo más patéticamente posible mientras sus movimientos se hacían más rústicos contra mí, eran un son que bailaban al unísono de la música de nuestros jadeos, estábamos en la misma sintonía.
Mis labios de golpe fueron separados de los suyos y me encontraba a su espalda. Escuchaba como crujía aquel pedazo de madera acolchonado donde nos encontrábamos. Esta era la desesperación que antes sentía no poder ver su mar azul hundirme en lo más profundo de sus aguas pero definitivamente desde aquella posición me poseía con más facilidad. Era su juguete y yo… yo disfrutaba siéndolo. Mi espalda hacía arcos a sus embestidas, moviéndose a su  compás siguiendo sus movimientos. Quería estirarme pero su mano en mis cabellos me impedía moverme con libertad era mi amo. Fruncí el ceño y recosté mi frente en el colchón para romper con mis garras las telas y ahogando mis gemidos tras esas estructuras que parecían no resistir ni un minuto más.
Bajo sus garras mi falo era obediente. Vibraba con cada roce de su mano y endurecido dolía, Sentía cómo palpitaba estaba a punto de estallar, me quedé sin fuerza sin poder dar un grito más de placer, estaba llegando la hora de llegar a la cima del clímax. Cerré los ojos fuertemente y cuando estaba por terminar lo escuché hablar. Su voz me hizo quedarme sin el aire innecesario para seguir y apenas pude verle por encima de mi hombro mientras susurraba sus hazañas. —No lo soportaré más- avergonzado de nuevo confesé. ¿No entendía que me tenía en sus manos? Me entregué al demonio y ahora sufriría las consecuencias. Me había derrumbado en sus aullidos de oso hambriento. —¡Termina con esto pronto!- dije como un grito agónico ahogándome en el deseo y el éxtasis, sentía que temblaba. Un espasmo se vino y después otro, traté de reprimirlo entonces su embestida me hizo ver la luz. Sentí como me desvanecía, una sensación indescriptible se posó en mi boca entreabierta mientras soltaba el último gemido de placer, abrí los ojos pero todo era tan distante, era como si estuviese parado frente al sol, el último vestigio de fuerza se había ido con ese grito y me dejé ir en aquella cama sintiendo sus últimas sacudidas dentro de mí.
Cerré los ojos y no supe qué decir después. No sabía si levantarme o quedarme ahí. ¿Cómo después de esto vería de nuevo sus ojos? Con mi cara llena de humillación y cansancio me hundí en la oscuridad de la noche. ¿Qué? ¿Qué seguía? Seguramente se iría y esto quedaría como una vez más en las noches caóticas- rebeldes de Josseph Pernd y yo sin ninguna pizca de orgullo tocaría calarme este recuerdo por la eternidad maldiciéndome por haberme dejado seducir por el deseo y el placer, aún más, por este infierno que tenía sobre mío marcándome como suyo.
‘’El orgullo pisoteado está, no queda ni rastro de su existencia en mi alma que al parecer te pertenece’’ 
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Mensaje por Aaya Maciej Dom Feb 23, 2014 3:27 pm

“Los demonios están en todos lados, porque son esa parte de nosotros mismos que no aceptamos. Que intentamos ignorar y que siempre terminan por consumirnos. O los aceptamos o morimos en el intento. Y por ello. Soy inmortal.”
Sus plegarias eran tan adorables, insistentes y sumamente excitantes que no podía parar de penetrarle. Como si con ello exigiera mi parte de él, la que era por derecho divino, mía. Pasaba la mano por su espalda, lo elevaba un poco más y mi dedo índice y anular hacían presión sobre su falo, lo apretaban, lo hacían contraer y luego lo movía a los lados, buscando una eyaculación que sería detenía por mi pulgar antes que se pueda relajar. Me relamía los labios, mientras el puro placer invadía mi estómago. Mientras le continuaba entregando mi cuerpo, servido en bandeja, transpirando sangre. Deseando que aquel vaivén fuese eterno. Pero aquello, aunque de una forma poética pudiese ser realidad, era imposible físicamente. Nuestros cuerpos no lo soportaban o al menos el mío estaba llegando a su límite. Y aunque él insistía en finalizar aquello de una vez, yo busqué que dure lo máximo posible.

Ambas manos lo aprisionaban, lo hacía mío de una forma dulce, casi idolatrándole. Mis nalgas se contraían para poder ingresar más en su cuerpo. Era el olimpo hecho realidad, las ondas de placer me sumergían en su mente y aquella barrera que yo poseía se hacía delgada y trasparente, mostrándole lo mucho que le disfrutaba. Pero eran mis actitudes las que no podrían dejarle ver todo. Ya que lo estaba enloqueciendo, mis manos se aseguraban de mantener sus pezones torturados, mientras que el franeleo con sus sabanas hacía la orquídea de su entrepierna flamear. Mis movimientos provocaban con golpeteo de sus partes que hacían vibrar todo por dentro, y yo temblaba, aquella parte empezaba a escupir esencia, a llenarle como quien desea una copa de vino hasta el tope. Producía un franeleo excitante y terminaba por explotar en su interior. Sintiendo la descarga eléctrica que ingresaba a su cuerpo y lo hacía volar. Su gemido llegó a mis oídos como un canto de ángeles y una risa socarrona y egocéntrica se formó en mis labios. La pequeña marioneta seguía los pasos de mis dedos al pie de la letra.


Mis dedos delgados apretaban su miembro cuando aquel estremecimiento se hizo presente y procuré injertar la suficiente presión como para que su eyaculación fuese lenta y esporádica. La semilla salía lastimosamente, la presión de sus testículos que estaban agazapados y duros, se veían frustrados por querer sacar todo de golpe. Aquello me había excitado al punto de volver a moverme rápidamente varias veces más. Sacando todo de mí, golpeándolo las veces suficientes como para romper algo interno. Mi mano seguía aferrada a su cintura, mi miembro seguía empotrado cual sable envainado y como si de una batalla rápida se tratara salió de un golpe. Ambas manos se dirigieron a sus nalgas y las presionaron. — Quiero que todo quede dentro de ti hasta que te acostumbres a él. — Murmure en su oreja, mordiéndola con diversión, masajeando aquellas mejillas inferiores con suspicacia y miré a los costados. Era entretenido ver que no podía reaccionar. Quise besarle varias veces y lo hice en su cuello y en su espalda. Jadeando bajito, mientras miraba a los costados curiosamente, buscando algo. Allí encontré, no muy lejos, la botella de vino con el corcho a un costado. Lo tomé rápidamente y subí sus caderas. Injertando aquello como un tapón improvisado y le acaricié. Besando aquella parte, mordiéndola para luego abrazarlo con un cariño que era extraño de explicar.


— Nos veremos luego no te vayas a olvidar de que eres enteramente mío. — Mientras mi mano se paseaba por su falo, acariciándole la semilla desparramada, ensuciándole un poco más con ella, mi dedo anular empezaba a jugar con la punta. Masajeándola repetitivamente, buscando provocar espasmos en él. Sujetándole con fuerzas, mientras besaba su mejilla una y otra vez. Su mirada distante seguía siendo hermosa y con ello él se había ganado una sonrisa dulce de mi parte. Y un beso en sus labios lento, seguido por una mordida en la punta de su lengua. Así le apoyé en aquello que alguna vez había sido un cómodo sillón. Volví a deleitarme mirando su cuerpo y apreté toda su extremidad y parte de abajo con fuerzas, tironeándola desde aquel cuero y de mis ropas destrozadas saqué un pequeño anillo con colmillos en su interior. — Te bautizo, para que no puedas huir de mí jamás. — Y lentamente pasé el anillo dorado que tenía inscripto mi nombre en cursiva, y lo apreté para que los colmillos se clavaran. Hecho por una bruja, para que no pueda quitarse, solo el mismo que lo ponía lo podía sacar. Mis ojos brillaron y besé su extremidad, la mordí y luego de ello desaparecí. Volvería a verle y sabía que el odio sería extremo. Pero podría con ello, educaría a la mascota que conservaría por siempre. La haría mía, completamente.

“Es una guerra caliente, que solo terminará cuando te derritas en mis pies.” 


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Aaya Maciej
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