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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Löwe Von Meer Miér Abr 23, 2014 7:18 pm

Las obras maestras del arte tienen a los ricos por esposos, pero a los pobres por amantes.


Como tantas otras veces, asistió a la subasta privada que tenía lugar en una vieja Iglesia de Francia. Los monjes del lugar se habían puesto de acuerdo en aceptar varios objetos de las hermosas jovencitas de alta clase, mujeres dispuestas a ayudar con objetos que no tenían interés para ellas ya que eran viejos recuerdos de sus antepasados. En esta época en la que todo tenía que tener incrustaciones de oro o plata para ser moderno, el cobre carecía de valor decorativo. Pero criaturas como él, que habían vivido mucho tiempo, sabían reconocer las joyas que los humanos descartaban en favor de los pobres. Porque como todo lo que organizaban, siempre había un elemento para ayudar a los pobres muertos de hambre que trabajaban para ellos en sus fábricas. ¿Cómo podían divertirse a costa de todos esos niños que morían explotados por los emprendedores comerciantes?. Pues haciendo obras benéficas como esta subasta. De la suma que consiguiera la Iglesia, ellos se quedarían con la mitad de las ganancias y el resto iría a los orfanatos de la misma congregación religiosa.


Entró en aquel amplio templo que muchos llamaban “sagrado”, mientras sonreía a una de las monjas y le daba una ligera inclinación con la cabeza. Varios hombres y mujeres ya estaban allí, reconoció a algunos humanos coleccionistas que habían tenido negocios con él por algún motivo en concreto. En lo personal, él adoraba coleccionar armas y libros. No importaba la época, aunque con las armas vikingas era siempre muy exigente. Cuando uno pertenecía a una época ya perdida, sabía cuándo algo era de verdad de su siglo o no. Incluso si había sido restaurado en algún momento. Y para su desgracia, muchas espadas habían sido manchadas por los soldados cristianos, borrando los símbolos sagrados vikingos  para poner el nombre de algún cruzado. Todos esos bastardos deberían arder en ese particular infierno que se habían inventado.


Mientras caminaba por los amplios bancos de madera que poseía la iglesia, saludó a varios conocidos  sin parar su avance. Pero sus pasos se detuvieron cuando vislumbró la figura de alguien que conocía muy bien. El frío y distante Deiran Chassier. Soltó una risa, casi un murmullo en aquel lugar, pero lo suficientemente audible para las personas que se encontraban cerca de él. Podía sentir sus miradas curiosas, así que desvió su mirada hacia una de las hermosas cristaleras de aquel edificio. A veces le sorprendía encontrar verdaderas obras de arte entre aquellas aburridas paredes. Aunque quizás lo único que era aburrido eran todos aquellos que pertenecían a aquel lugar. Eran los humanos lo que manchaba aquella pesada y vieja capilla.


Se deslizó entre las personas y comenzó a analizar los objetos que iban a ser subastados. Anotó en su libreto aquellos que le habían interesado y después se sentó en el lugar que le habían indicado, esperando que la puja diera comienzo para llevarse lo que había encontrado. Aunque sólo habían dos objetos que quería; un reloj de bolsillo de plata, con una inscripción que decía “ te regalo el tiempo que no pudimos tener” y un pequeño cuadro   de un gato. Sabía que habría una persona que estaría feliz con él.


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Mensaje por Deiran Chassier Mar Abr 29, 2014 2:51 am

No era tan afable para las veladas fuera de casa, incluso que no fuesen de trabajo y eso que era el dueño pero como tal no gozaba nada más que el vino, entre otros encantos. Quizás por placer, la apreciación de obras de arte en museos, un recital en el Teatro de los Vampiros o una degustación de vino en las afueras de París,  eran lo más cercano a diversión en público que tenía. Esta vez la invitación a la subasta de artículos milenarios siendo su anfitrión un vampiro longevo había llegado a la mansión. La primera vez que la vi opté por tirarla al basurero, no guardaría algo que no me serviría pero después de meditar el nombre del subastador y los tipos de cosas que en ese lugar estarían sinceramente me hicieron dudar. Con el ceño fruncido me negué a esos pensamientos pero quería ir para comprarle algo a ‘’Él’’ por muy incomprensible que se escuche pero sí estaba pensando en ese ser en ese instante y con la excusa de consuelo que podría comprar algo para las vampiresas de este aposento. Arrugué el pedazo de papel y lo tiré a un lado de la habitación girando levemente en la silla.
En pocos minutos había llegado, no necesitaba la misiva pero el lugar no podía negar estaba a reventar, jamás había subastado el dinero definitivamente no era un problema sino saber qué elegir. Pasé la vista por todos los estantes que había en el lugar cuando se me entregó un pequeño cuadernillo con un lápiz carbón además de una paleta con un número que era la especie de identificación al momento de iniciar las pujas. Mis ojos verdes se colaron por cada uno de las vitrinas observando con delicadeza preguntándome si realmente todo era original. Debía de serlo, aquí rondaba más de un inmortal y de cierta manera la estafa pero la sabiduría siempre nos caracterizaba como especie. Llegué a la sección de los objetos egipcios en donde tiaras, aretes y collares largos eran el mayor atractivo después de las estatuillas y una que otra alfombra. Anoté el número de unos aretes de rubí incrustados en una base de oro algo redondeados de los bordes y con pequeños jeroglíficos pensé en Yuna y sabía que quería perfectamente echo juego con sus cabello y piel, le harían brillar. Después me pasé por la sección Greco-Romana encontrándome una pieza realmente hermosa, cuando la encontré pensé en mi sangre, en Leer. Era un collar de oro oscurecido con barniz en donde su dije era una llave de forma antigua con unos detalles tallados a mano finamente encajados con unas alas que salían de los bordes ‘’Wings are heaven’’ . Anoté aquello también y directamente el temblor de entrar a la siguiente puerta se apoderó de mis pies; Guerreros Vikingos.
Entré al salón que estaba infestada de hombres probándose armaduras, midiendo el largo de espadas entre otras cosas, pasé mi vista por todo el lugar hasta toparme con la vista de unos ojos curiosos, un aura que yo conocía perfectamente, fruncí el ceño y la risa sonora inundó todo el lugar a lo que le di la espalda para guardarme la vergüenza sin que nadie se diese cuenta, no conocía la prudencia era un común denominador en los tipos de su época porque Josseph era así. Seguí mi búsqueda y encontré un anillo y un brazalete, muy rústico y elegante. No pude decidirme por ninguno de los dos, me sentía extraño comprando compulsivamente entonces salí de ahí para comenzar la disputa, pagaría cada franco para tener todo lo que quería.
A lo largo miré al vampiro vikingo imprudente y me senté en uno de los extremos de la misma fila donde él estaba bien separado, no quería escándalos. De cierta manera me ponía algo tenso el ambiente y él no sería de gran ayuda. Cruzando la pierna esperando a que el locutor comenzara con su grave voz a llamar a todos los participantes comencé a sacudirla para esperar más amenamente hasta que sentí que alguien estaba a mi par y seguro sonreía como idiota, sin girar mi rostro hasta él me quedé viendo el frente —Estás invadiendo mi espacio personal- dije secamente algo fastidiado teniendo en mano la combinación de los objetos que quería pedir color=cyan]—No pensé encontrarte aquí, todo es una locura, quiero irme ya- gruñí en lo más profundo viendo de reojo al otro vampiro sabiendo que con él la faena recién comenzaría.


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Mensaje por Löwe Von Meer Vie Ago 08, 2014 9:09 pm

“ - ¿Qué quieres ser de mayor niño?
- Feliz
- Creo que no has entendido la pregunta.
- Yo creo que usted no entiende la vida “


Caminó hasta uno de los asientos que estaban libres, marcando con su pluma el reloj que deseaba, colocó una equis sobre otro objeto que había viso interesante. Era un escudo de entrenamiento que le traía numerosos recuerdos de su niñez. Una vez él sostuvo uno de esos pesados bloques de madera gruesa, alzándolo para frenar el loco ataque de alguno de los hijos más grandes de los hombres de la aldea. Leónidas siempre le había obligado a luchar contra personas más grandes en edad y tamaño que él, así había aprendido a usar su escaso tamaño de entonces contra sus enemigos, trabajando con la agilidad y flexibilidad de sus piernas, antes de tener la fuerza necesaria para tumbar a sus contrincantes con un solo golpe del escudo.

Se sentó y pensó en todo lo que su vida había cambiado desde entonces. El lugar en el que había nacido no sólo había cambiado de nombre en incontables veces, sino que todos los paisajes abiertos y salvajes habían desaparecido ante el avance rápido de las agrupaciones de casas y edificio cada vez más pesados, resistentes y elevados. La sociedad tenía nuevos mecanismos de lucha, costumbres y formas de subsistir. Nada era idéntico a su vida humana, pero a la vez, sí que lo era. Los hombres seguían cayendo en los mismos errores, la vida, en sí misma, era idéntica. Todos nacían, crecían y morían. Pero algo en lo más profundo de él añoraba la sencillez en la que antaño parecía rodearlo todo, ya todo comenzaba a perder su misterio, pero era algo que jamás reconocería. Un hombre como él siempre veía la vida como una aventura, un juego de dados en el que jugaba despreocupadamente, aceptando todo lo que le venía.

Vio cómo el olor del vampiro se acercó a él, a pesar de la distancia que le otorgaban los asientos que los separaban, podía jurar escuchar el rumor de sus pensamientos. Unos gruñidos que parecían maldecirlo por estar presente en la misma habitación que él. Es más, podría jurar que en aquellos momentos, quería no sólo marcharse de allí, sino darle una de sus miradas de “no te me acerques “. Era tan divertido, tan fácilmente irritable, que no podía evitar jugar a mojar al gato enfurecido. Reconocía que tenía una mala personalidad, pero el caso de Deiran le era interesante por ser precisamente como un monje aficionado a la bebida que se autoflagelaba mentalmente por seguir vivo. Jamás había visto algo igual y precisamente en eso residía el interés insano que había tomado en él.

Se levantó y caminó con lentitud hasta él, inclinó su cabeza hacia las damas que estaban presentes y se quedó de pie ante el vampiro que había decidido molestar. No entendía el por qué siempre lo hacía, quizás ya se había convertido en una costumbre, aunque en realidad él le gustaba. Tenía una mente sugestiva, veía los acontecimientos desde un punto de vista diferente al suyo, dejándole un planteamiento nuevo desde el que analizar el mundo. Aquello para alguien como él que siempre quería avanzar, absorviendo todos los conocimientos que le fuera posible, era algo peligrosamente inusual que no quería dejar escapar. Era como tener un consejero gratuito. Lo molestaba, recibía su arañazo y después se lamía mientras hablaban de algún tema serio. Podría llamar a esta relación como una amistad, pero era demasiado extraña para que encajara en algún precepto tradicional, sin contar con que un hombre como él, que había visto a padres vender a sus hijos o hermanos asesinarse entre sí para obtener una corona, no creía en las relaciones desinteresadas entre las personas. Todo era una alianza, por intereses comunes. Nada de medias tintas o ideas románticas de jóvenes.

- ¿Invadiendo tu espacio personal?- Preguntó con una risa implícita en su tono escandalizado. No pudo evitar pensar que él mismo había empezado a cavar su propia tumba, mientras apoyaba su mano en el respaldo de la silla de Deiran. Se inclinó sobre él como si quisiera contarle una intimidad, disfrutando de cuánto le molestaría aquello a alguien tan formal como él. - ¿ Es que has olvidado tus modales?. Niño malo y frío, ¿esa es forma de saludar a tu tan querido amigo?.- Sonrió y le dio un ligero golpecito al libro que tenía marcado con las cosas que iba a apostar.

Observó cómo lo miraba con cuidado, como si no quisiera hacerlo pero no pudiera evitarlo. Podía jurar que había cierto nerviosismo en él, cosa que lo sorprendió porque normalmente solía ser una escultura de mármol viviente. Ninguna emoción, ningún rasgo de interés. Sólo podía certificar que estaba “vivo” por el parpadeo de sus ojos. Pero hoy era diferente. ¿Qué ocurre en esa mente tuya, Deiran Chasier?, pensó con interés entrecerrando los ojos para analizar lo que podría ser.

Con decisión, se separó de él y se sentó a su lado, dejando que una de sus piernas se estirase y la otra quedase apoyada contra el suelo en un ángulo de noventa grados. Parecía un señorito pícaro de alta clase que era incapaz de sentarse bien sólo para molestar a su madre. Mostró una amplia sonrisa y golpeó el hombro de Deiran con un gesto que podría verse como algo afectuoso entre hombres.

- Vamos, vamos, no empecemos ya a protestar. Al menos deja que haga algo irritante para que empieces a recordarme lo despreciable que soy. – Abrió su libro de pujas y comenzó a escribir el precio que consideraba que podría valer cada pieza. – Disfrutemos de una puja sin que saltes a mi yugular, ¿de acuerdo?. Juro que no he hecho nada para verte aquí. Así que disfruta de mi presencia y comienza a derrochar dinero. – Levantó sus ojos del libro y lo miró con una sonrisa maliciosa.- Deja de comportarte como una niña mimosa frunciendo los labios, ambos sabemos que te diviertes.




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Mensaje por Deiran Chassier Dom Ago 17, 2014 12:22 pm

Mi vista se mantenía fija en algo inespecífico, algo que me distrajese de la presencia del vampiro que sin ver sus facciones podría apostar estaría con su rostro de divertido empedernido, uno que, solo me invitaba a golpearlo y que por razones que no vale la pena justificar no hacía pero claramente estar rodeados de personalidades de la alta sociedad parisina, sobrenaturales y vampiros mayores a mi edad hacían una razón suficiente para guardarme el impulso. Cerré los ojos presionando levemente el puente de mi nariz. Me cuestioné los años que tenía de conocerlo y sinceramente no supe por qué seguía de cierta manera con esa relación de amistad si lo único que hacía era hacerme molestar con sus actitudes infantiles. Él desconocía cualquier vestigio de seriedad y por ratos me tocaba a mí recordárselo de las peores maneras. La sala comenzaba a llenarse, `poco a poco el silencio fue asesinado con las voces de las demás personas y fruncí el ceño levemente, miré de reojo un reloj de piso que marcaba las once de la noche y me cuestioné por qué tardaban tanto, qué hacía yo allí y por qué Löwe se había sentado a mi par habiendo una línea completa de asientos libres a nuestro alrededor.
Su cercanía me hizo volver en sí y le miré completamente con una cara de no muy buenos amigos. —Siempre haces lo que quieres, no sé por qué tengo la esperanza de que algún día pueda tener una conversación seria contigo - gruñí casi por lo bajo apartando mi cuerpo de su invasión —Te recuerdo que no soy afectivo- respondí por inercia dirigiendo mi vista al cuadernillo, uno similar al que me habían entregado y me maldije, ahora él comenzaría con su cuestionario de preguntas absurdas sobre ‘’para quién es eso’’ y el interrogatorio exhaustivo que terminaría con la obtención de información, cedía porque detestaba su molesta voz pidiendo ser escuchada y doblé levemente el trozo de papel donde tenía anotada las cosas que había visto para el vikingo. Tensé la mandíbula tratando de desviar los pensamientos hacia otro sitio, de una manera extraña él era como un perro sabueso, olía mis emociones y no quería que comenzara con el idilio que siempre montaba para obtener mi atención, no allí, no sin estar cerca de una copa de vino que me ayudara a pasar el trauma de comentarle lo que hace varios meses me atormentaba.
Esperaba demasiado y mi consuelo se hizo humo cuando se acomodó, le miré de reojo. Era un  niño encerrado en el cuerpo de un hombre, aunque claro, no podía negar que su experiencia era invaluable, algo que de vez en cuando sacaba provecho y solo cuando daba esos destellos fugaces de antigüedad, que eran raros y contados  —Tienes habilidad para irritarme, sabes que contigo no puedo controlar mi soberbio ánimo- aquello era más una reflexión para mí —Y menos cuando comienzas a insistir por cosas que no tienen caso mencionar- solté rápidamente como si estuviera preparando el terreno para cuando se diera cuenta delos objetos que quería llevar conmigo esta noche. —Jamás había estado en un lugar tan… concurrido- concluí —Y menos esperando. Sabes lo difícil que va a ser obtener lo que desees si los objetos que quieres están en la mira de otro como tú ¿no? Como veras no soy de los que se dejan ganar así que siempre me encuentro listo- alcé la ceja con cierto fuego carcomerme la boca del estómago y las luces se apagaron siendo un único reflector que iluminaba el estante donde estaría la pieza a subastar y el anfitrión.
—No me divierto en lo absoluto- murmuré sin verle justo cuando pasaron los aretes egipcios que había anotado para Yuna. Fui el primero en levantar la paleta con mi número de participación al sólo oír el precio en francos, no me importaba si exageraba, cada quien había cosechado su fortuna y el dinero no iba a ser impedimento. La voz del anfitrión era el eco constante a la lejanía, yo solo apostaba tanto que la puja subía de precio y por un rato me desconecté incluso del vampiro que tenía a un lado. Cuando finalmente la anciana con la que competía por dichas gemas desertó y me anunciaron ganador sonreí brevemente, se  podía notar por encima de mis poros la satisfacción que tenía por pisotear a alguien y curiosamente no había necesidad de haber estrangulado su yugular. —Bien- dije girando la cabeza hacia él. —¿Qué fue lo que te interesó?- miré el cuadernillo tachando de la lista la primera cosa y justo terminaron con la sección egipcia para comenzar con la greco-romana. Mi segunda puja estaría lista por lo que al mirar a mi contrincante, un hombre de mediana edad con aspecto desfachatado sabía lo tenía ganado y así fue.
Los minutos pasaron así como los objetos y yo sin darme cuenta arrugaba cada vez más la hoja de papel donde tenía anotado lo que llevaría para el vikingo. Cerré los ojos tirando un poco mi cuello hacia atrás en una especie de estirón y relajé las piernas cuando la voz rechinante del presentador anunció la sección vikinga. Colocándome alerta tragué pesado y enderecé de nuevo mi cuerpo como si se tratara de algo de muerte, nuevamente se me olvidó que estaba acompañado y ladeé el rostro para ver la cara del vampiro que me carcomía con la mirada —¿Qué sucede?- mordí con fuerza mi lengua palmeando con la mano una de mis piernas.


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Mensaje por Löwe Von Meer Mar Oct 07, 2014 11:20 pm


“Todos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma”




Continuó mirando los objetos de su listado, no quería que se le pasara ninguno de interés para él, no había tantas oportunidades como esta para conseguir recuerdos de un pasado en el que no solía pensar demasiado. Era improductivo hacerlo, su espíritu vikingo, mezclado con las enseñanzas espartanas, siempre le hacía eliminar todo aquello que no podía producirle un beneficio en su vida. Lo que no le permitía sobrevivir sencillamente debía ser eliminado, ése había sido siempre su filosofía personal. Pero había veces, como estas, en las que valía la pena tomar una parte de su pasado para compartirlo con alguien que jamás podría soñar siquiera con un mundo libre de ciudades tan grandes como las que existían en la actualidad.

- No puede ser…- Murmuró con su siempre buen humor latente en su tono de voz.- ¿ Tienes esperanzas de una conversación seria con este bufón?.- Se rió con suavidad, disfrutando de las primeras frases que le dirigía. Sabía que Deiran tenía muy malhumor, pero a veces podía ser tan encantador como un cachorrito, sobretodo en momentos como estos en los que se le escapaban palabras en las que había algo más que el odio que siempre prometía profesarle. No entendía el porqué de su silencio, ni siquiera su persistencia en no ser sincero, al menos esperaba que no se mintiera a sí mismo con la misma intensidad que lo hacía con él.

- Deiran, ¿es ése un intento de hacerme un mejor hombre?- Chocó su hombro con el de él, cerrando todo el espacio que el vampiro había puesto entre ambos, sonriendo como si fuera un niño levantándole la falda a una niña. – Si me muestras ése lado tierno tuyo, prometo que no responderé. Así que pórtate bien o será todo culpa tuya.- Su sonrisa se convirtió en una mueca perversa. Era más que evidente que estaba disfrutando de todo lo que sucedía entre ambos, con ese enfrentamiento que comenzaba con silencios tácitos, siendo interrumpidos por frases frías de parte de Deiran, pero burlas de parte de sí mismo. Eran casi como un matrimonio de ancianos, siempre dispuestos a lanzarse algo a la cabeza del otro sólo para ver cómo el herido mostraba esa mirada de orgullo dañado.


Guardó silencio cuando Deiran comenzó a hablarle con más de dos frases frías. Aquello lo desconcertó, el vampiro no solía dejar caer su fachada indolente. Así que él había tenido razón desde el principio, había algo que estaba provocando en su acompañante un nerviosismo tal, que le convertía en un hombre parlanchín. A veces se preguntaba si el mismo Deiran se daba cuenta de que a su lado siempre solía hablar más de la cuenta, ignorando que él siempre analizaba sus frases a la perfección para sacar todo aquello que realmente quería decir con todo lo que soltaba por esa boca insolente. Pues si algo sabía del dueño de tantos viñedos, era precisamente que jamás decía las cosas de una manera directa, siempre había que analizar cada uno de sus noes. Con Deiran un no jamás era un no, siempre era algo más. Por eso cuando se trataba de más de una palabra, sólo podía romper cada una de las letras, buscando el jugoso secreto que trataba ocultar con ellas.

Las luces se apagaron y él separó su mirada de Deiran, lo último que quería era llamar la atención de los demás sobre ellos sólo porque lo miraba con una intensidad digna de interés. Fue mirando los objetos que comenzaban a exponerse ante todos los presentes, ocultando su curiosidad cuando Deiran comenzó apostando por una joya indudablemente femenina. ¿Una amante o sólo una amistad digna de un objeto caro y único?. ¿Era Deiran acaso un hombre que deleitaba a los suyos con regalos?.

Eso lo hizo sonreír y sacudir su cabeza como si el mero pensamiento creara en su mente una imagen tan divertida, que tenía que mover la cabeza con brusquedad para alejarla y no hacer una escena al romper a reír a carcajadas sin ningún motivo. A veces le frustraba verse así, limitado, pero había decidido no crear expectación con su presencia en aquel lugar. Quería conseguir los objetos a un buen precio sin tener a más personas apostando por sus objetos sólo por conseguir la oportunidad de una mirada de sus fríos y poderosos ojos azules.

Cuando salió el cuadro del gato, nada en él cambió, mantuvo su relajada posición sobre el asiento, hombro pegado al de Deiran sólo para crearle la incomodidad necesaria para hacerlo estallar. Debía recordarle que seguía allí, más ahora que no tenía sus ojos en él. Levantó su voz sólo para decir un simple “aquí”, varias cabezas giraron sorprendidas al ver a alguien como él apostar por un escueto cuadro. Debía estar causando una conmoción en varios vampiros presentes, sabía que al igual que él, ellos podrían sentir el peso de su edad. Pero él no era de esos hombres que necesitaban estar rodeados por objetos de su era para demostrar lo viejo que era, así que sólo sonrió a sus observadores y se centró en la puja. A penas había personas interesadas en el cuadro, así que lo consiguió por un precio mucho más bajo de lo que había previsto.

- ¿Tienes miedo de que haya elegido el mismo objeto que tú?- Le contestó a la pregunta de Deiran mientras observaba cómo se llevaban el cuadro y llegaba el reloj que quería. Sorprendentemente había un vampiro que lo quería, así que dejó que apostara contra un humano y cuando el humano se retiró, levantó su mano y ofreció al vampiro una mirada que juraba asesinarlo si se atrevía a apostar contra él.

- Vamos…- Murmuró con una mirada tan fría que hizo que su compañero de raza girase su cabeza y desistiera de la puja. El dueño de la subasta le ofreció un asentimiento a Löwe, antes de anunciar la llegada de los objetos que pertenecían a los Vikingos.

Aquello podría haberle hecho perder todo interés en la puja y hacerle levantarse para ir a buscar sus objetos. Pero fue precisamente el movimiento que advirtió de Deiran, así como el inconfundible sonido de su garganta moviéndose para tragar saliva, lo que hizo que se quedara inmóvil, con sus ojos fijos en él. Lo había conseguido, ahora sabía el porqué de su incomodidad.

- Nada.- Le respondió con una voz suave, mientras su rostro le daba una expresión inocente. – Absolutamente nada, aunque…- Bajó su mirada a la mano que estrangulaba cruelmente el papel en el que lo había visto escribir antes.- ..Quizás debería recordarte que estás a punto de romper el libreto de pujas. – Parpadeó con un movimiento lento y sensual, levantando sus ojos del papel, sólo para hacer que sus ojos azules se cernieran sobre los de Deiran como los de un ave rapaz que sabe que ha atrapado a su presa.

Quién iba a decirme que vería al frío Deiran divertirse.- Separó sus ojos de los del otro vampiro y mantuvo su expresión ausente de cualquier sonrisa, intentando relajar al otro hombre como si hubiese perdido todo interés por lo que había advertido en él y hubiese vuelto a su costumbre de molestarlo sin razón.




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Mensaje por Deiran Chassier Vie Oct 31, 2014 11:39 am

Estaba esperando demasiado de él. Que se comportara como un adulto definitivamente era como pedirle al sol que nos dejase verlo. Gruñí bajo  por sus comentarios sacados de un circo mal planeado y pensé en que esto había sido una mala idea desde el inicio pero ya qué, estaba aquí con cosas que quería para seres que consideraba importantes. Analicé lo que estaba pensando y tensé la mandíbula ¿Importantes? Me repetí a mí deletreando la palabra lentamente comprendiendo su significado, entendía hasta cierto punto el idilio por las dos vampiresas que vivían conmigo pero ‘’Él’’ era como un sacrilegio. Andar en el pecho con un crucifijo de plata sería más fácil que aceptar lo que sentía por ese vikingo. No quería verme patético o débil pues hasta cierto punto sentía que las emociones eso era, un punto de quiebre, debilidad en donde dejarlo expuesto para cualquiera es que pudiera encontrar tu talón de Aquiles y hacerte caer cuando quisiera. Necesitaba una copa de vino o terminaría por golpear a Löwe que sonreía como loco sacado de un manicomio de mala paga. Seguro en sus adentros estaba analizando qué era lo que sucedía y por qué estaba más ‘’simpático’’ de lo normal.

– He llegado a la conclusión que para ti, todo lo que tenga que ver con irritarme te fascina– de reojo hablé interesado en una copa muy antigua que no había visto antes, hubiera sido una reliquia digna de presentar en Camelia Vinn pero lastimosamente ya se había oído la voz de ‘’vendida’’ en lo largo por lo que volví a verle a él – Seguramente si nos vieran nuestros otros conocidos nos verían como esas mujeres alocadas por la ropa nueva de la tienda, aunque claro, esto es diferente pero es muy parecido. Todos compitiendo como animales por lo que desea– cerré los labios unos segundos tratando de aguantarme una sonrisa al ver  a uno de los barones perder ante un vampiro que por su aspecto tenía muchos años caminando por el mundo. –Nunca pensé que esto fuera tan… extenuante, imagínate cuantos van a morir después de no obtener – negué – Un pecado– murmuré con falta de interés pues de algo era cierto, la naturaleza de nuestra raza era ruda y cuando a un vampiro se le metía en el entrecejo obtener algo se debía cumplir porque las palabras se las lleva el viento pero la sangre en nuestro cuerpo es permanente.

Prestando atención a lo que él había pedido fruncí el ceño. Vaya que era extraño.  Aún desconocía sus gustos personales, si estaba seguro que amaba los gatos y que su amante era uno pero después de todo así se había forjado esta ‘’amistad’’.  El sonido de las voces comenzó a ser solo eso, un eco que ignoré pensando en él y su malicia. Sinceramente no entendía qué tenía esa época vikinga en donde todos los conocidos de ese tiempo eran tercos y toscos. Pensé en si a él le iba a gustar el brazalete, si lo usaría, si lo iba a tirar. Sentí un escozor en la piel quemarme las sienes y apreté el puente de nariz colocándome alerta al solo oír que la sección vikinga venía de siguiente. Enderecé mi cuerpo en la silla sin ánimo de luchar. Todo lo que había querido había sido mío incluso tenía la oportunidad de quitarle a los demás lo que llevaban era una extraña competencia por quien tenía más. No me importaba pisotear a quien fuera. Oyendo la voz de Löwe volví a verle concentrando mis oídos en el número de cada uno de los objetos para que el vampiro no notara la extrema posesión por lo que había elegido.

–No es que me esté divirtiendo, te lo dije. Simplemente detesto perder creo que nadie en sus cinco sentidos lo desea. – concluí oyendo como un leve crujido de las hojas partirse en dos me hicieron desviar mi atención a estas y relajé el puño –Hmmmm –  le miré a él –¿De qué hacen esto? ¿De algodón?– negué cuando la pieza que había anotado salió a la vista de todos y casi sentí la boca resecarme. – Maldición– salió de mi boca como si estuviera preparándome para saludar a alguien de lo más cortes. No acostumbraba a maldecir, creo que había dejado en claro que mis costumbres y educación se anteponía ante todo – Aquí– murmuré cuando la puja comenzó viendo a mi contrincante, un hombre como el que tenía a la par. Cerré los ojos y negué. –No va a ganarme – me repetí en los adentros luchando un par de segundos con él por quien daba más a este paso el precio del objeto se había triplicado pero ambos seguíamos encaprichados en ello parecía que ninguno iba a ceder al otro.

– Lo voy a matar– estiré las piernas subiendo aun más el precio de la puja y viendo como la pluma que tenía en la mano se partía en dos y rechinando los dedos cerré los ojos. ¿Tan importante era? Ese vampiro era algo que nadie entendería, un oso dispuesto a rasgar la piel de cualquiera de una sola mordida. Matar, robar, renacer y morir una y otra vez. ¿Por qué tenía esa sensación tan vacía sin él?

A lo lejos una voz contaba en cuenta regresiva por la pieza.  ¿La había perdido? –¡No!– me levanté del asiento haciendo semejante ruido al correr la silla hacia atrás y levanté mi puja más alto de lo que cualquiera pagaría por ese brazalete cuando fijamente todos me observaban por  el acto de locura que había cometido negué y miré  de reojo a Löwe que parecía extasiado y sorprendido. Finalmente me declararon el ganador.


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Mensaje por Löwe Von Meer Miér Nov 05, 2014 11:48 pm


“ Siempre hace falta un golpe de locura para desafiar un destino”




No podía evitar guardar silencio ante tales palabras, tan certeras que a veces algo en su interior le gritaba que debía mantenerse alerta con Deiran. Aquel vampiro había llegado a conocer demasiado de su persona, así como de su punto débil, Maurice. Quizás no fuera siquiera inteligente el mantenerse a su lado, mucho menos cuando había hecho que su irritante amigo se convirtiera en su juguete favorito, provocando ése genio que siempre guardaba en su interior. Pero era inevitable, su forma de ser, esa obstinada manera con la que se abría paso por el mundo, jurando y perjurando que no había nada ni nadie capaz de provocarle el más mínimo sentimiento. Deiran realmente insistía en ser un muerto viviente, si existiera en el mundo una fórmula que le provocara la ausencia de sentimientos, aquel hombre se convertiría en un adicto a la medicina.

- Lo fascinante no es irritarte, sino que caigas una y otra vez ante mis provocaciones. – Le sonrió y decidió no provocarlo con sus gestos, sabía que en lo que se refería a Deiran, las palabras hacían más efecto en él. Al fin y al cabo, aunque le taparan los ojos, aquel vampiro siempre colocaría una sádica sonrisa, sin olvidarnos de cierto tinte petulante en ella, al escuchar el sonido de su voz.

Te recuerdo que eres el único que insiste en castigarse cada vez que cedes a mis palabras. ¿Cómo podría no considerar adorable a alguien capaz de flagelarse sólo por divertirse?.- Se rió mirando su libro de apuestas, pasando las páginas como si realmente estuviera manteniendo una conversación poco interesante y tediosa, aunque la realidad era que sólo quería esconder su satisfacción de Deiran. No quería tentar a la suerte, de lo contrario, él podría poner fin a su encuentro y ya no podría ver cómo sus ojos se llenaban con el dilema que lo ponía nervioso.

- No seas absurdo, el único que podría compararse a una mujer histérica eres tú.- Hizo una mueca de desagrado con sus labios, no podía creer que él realmente los hubiera comparado con aquellas mujeres ansiosas de la alta clase. Sabía perfectamente a lo que él se refería, había visto un espectáculo lamentable entre dos mujeres cuyo vestido era “casualmente” idéntico. No hacía falta aclarar que quien había terminado pagando aquel error fue precisamente la mujer que había confeccionado los vestidos, lo más probable era que alguna de sus ayudantes de costura hubiera vendido a alguna doncella un vestido diseñado para una mujer concreta. De ahí que él se ofendiera, podría tomar a Deiran del cuello y arrastrarlo a la salida de aquella Iglesia sólo por considerar la idea de que él pudiera ser algo como esas criaturas insulsas.

- Por todos los Dioses, contrólate Deiran. Estás haciendo una escena innecesaria.- Le gruñó cuando vio que su amigo sacaba, como él había dicho, a la mujer histérica que llevaba en su interior. No sólo había arrugado y destruido su libreto de apuestas, sino que había comenzado a maldecir y moverse en la silla como si fuera una anguila fuera del agua, histérica por volver al medio de vida.

Observó cómo la puja aumentaba, haciendo que la sala se llenase con el rumor de las personas susurrando sobre el espectáculo que se estaba llevando a cabo entre Deiran y su oponente. Era como asistir a una de esas peleas ilegales que se celebraban en los locales de la baja clase. Personas sin normas que se golpeaban hasta que uno de ellos caía al suelo y no volvía a levantarse, ya fuera porque había perdido la vida o la mera consciencia.

- Deiran.- Susurró con una sonrisa mientras de un solo tirón volvía a sentar al vampiro, agarrándole de la chaqueta, dejando una arruga en la ropa que llevaba debido a la gran fuerza que había usado para que el hombre se controlase. – Te recuerdo que el futuro dueño de ese brazalete no agradecería el que llegaras a casa con las marcas de una pelea sobre tu cuerpo, ya es tuya, ahora coloca esa máscara adorable de nuevo en tu rostro.- Le ofreció una inclinación de su cabeza al vampiro con el que había luchado Deiran por el brazalete, recibiendo a cambio una fría mirada que prometía un “nos vemos fuera de la Iglesia”. Aquello lo hizo lanzar una carcajada con deleite, incluso se lamió el labio con anticipación. Si el comportamiento de Deiran le permitía tener una pelea con otro vampiro, más ese que olía como el coñac añejo gracias a los siglos que cargaba la sangre de su frío cuerpo, tendría que mandarle una botella de costoso vino a su Mansión como agradecimiento.

- No se os puede llevar a ningún sitio, te ponen cosas vikingas delante y pierdes la cordura.- Desvió sus ojos del vampiro desconocido a Deiran, mostrando una mirada que decía que había descubierto, no sólo su punto débil, sino el motivo de su nerviosismo. Lo único sorprendente era descubrir que la respuesta a la pregunta; ¿ Qué provoca ése estado ansioso en Deiran?, se contestaba, precisamente, con otro nombre.


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Mensaje por Deiran Chassier Dom Nov 23, 2014 9:34 am

Cansado de todo estaba a punto de tener una de esas crisis existenciales que nadie nunca había visto. Cerré los ojos repitiéndome que no era el lugar, además de que no estaba solo y por si fuera poco parte de la clientela de la vinería estaba aquí ¡por supuesto que no podía convulsionar de ira en este momento! Apreté los ojos oyendo los rumores y escándalos que se habían formado por lo acalorado que se había colocado todo. Era mucha farándula para mí que siempre había querido pasar desapercibido por noticias como estas. Miré a Löwe que estaba asesinándome con los ojos tratando de frenarme pero era como si quisieran calmar mis demonios con sangre de animal. Era una mentira la sed era más fuerte que la falacia de educación. Este era el verdadero vampiro que Josseph Pernd hacía que naciera y odiaba. Un aspecto que nadie conocía de mí y ahora tendría a Löwe como un anillo ahorcando mis salidas hasta que le diera explicaciones de por qué tenía que haber armado semejante zafarrancho. Me repetí que todo estaba bien. Ya me habían declarado ganador. Así que quise grabarme la cara del perdedor.

Mirando de reojo al milenario con suficiencia me comporté como uno de esos niños presumidos mostrándoles a todo su mejor juguete. Una sonrisa se dibujó en mi rostro aunque leve pero era una clara provocación como si no hubiese sido suficiente haberle avergonzado al ganar el brazalete vikingo y es que no había notado cuando mi iris dejó de ser verde para tornarse carmesí hasta que sentí como Löwe arrugaba la tela de mi traje haciéndome sentar de golpe. Mirandolo con el ceño fruncido le ofrecí una mirada asesina y gruñí por lo bajo —¿Qué dices? — a estas alturas ya no me importaba nada y se lo quería hacer saber —Él creía que  estaba frente a un crío— solté un poco de aire para llenarme de satisfacción. Me estaba comportando como uno y quizás irracional para Löwe —Por supuesto que no voy a fingir lo que no siento. Ese vampiro debe aprender bajar la cabeza — mi voz era igual de fría y ya más tranquilo había de nuevo recompuesto mi cordura volviéndome el típico serio tempano de hielo inamovible.

—No creo que a Pernd le importe — murmuré justo cuando noté que había dicho su apellido. Cerré los ojos maldiciéndolo pues era claro que este había  sido su fin desde el inicio y quise golpearlo, vaya forma de sacarme las cosas aprovechándose de mi euforia descontrolada por ganar.  — Claro no es algo que sea tu problema— rectifiqué rápidamente restándole importancia para que no fuera a preguntar más además ¿cuál era la posibilidad de que se conocieran? Sí, ambos eran vikingos y quizás Löwe un poco más joven que él así que no creo en la mala suerte porque eso es para los supersticiosos y yo definitivamente no lo era.  Siguiendo con la vista hasta donde llevaban la caja con el brazalete marcándolo con mi nombre enderecé la  espalda meditando en lo que había sucedido y justo fue una bomba  de fuego lo que se me estrelló en la espalda cargada de vergüenza. ¿Cómo había dejado que llegara tan lejos? Apreté los puños contra la tela del pantalón aguantándome las ganas de querer irme aun sintiendo los ojos puestos en ambos no podía pero entonces uno de los hombres de servicio llegó hasta donde ambos con unos papeles de autorización, una especie de cheques a firmar para poder retirar el dinero de cada una de las prendas que habíamos comprado.

Sin decirle nada a nadie terminé con la firma en el papel y me quedé en estado cero. No podía ser posible. El humano nos entregó unos comprobantes con lo que se nos haría llegar a cada casa los objetos y guardé aquello en el bolsillo del jaqué. —Todo se está tornando incómodo Von Meer- murmuré señalándole al vampiro que seguía viéndolo a él como si fuese Löwe quien le hubiera robado el brazalete. —Y no me siento con mucha paciencia- concluí para ponerme de pie abrochando los dos botones de la tela en dirección hacia la salida esperando que una sola provocación del vampiro para descargar la pesadez de tener que explicar el porqué de mi comportamiento.


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Mensaje por Löwe Von Meer Dom Dic 14, 2014 8:29 pm

No podía creerlo, estaba viendo en Deiran por primera vez un estado anímico que no era la típica apatía con la que se tomaba la vida. Era absurdo, pero aquel vampiro era uno de esos hombres capaces de morir por saberse en medio de una fiesta, no por el mero hecho de estar allí entre más personas divirtiéndose, sino por ser uno de esos que sonreían sin ninguna razón. Y allí estaba, mirándolo con ése brillo que él conocía bien, el de la victoria. Podía entender perfectamente el que quisiera sonreír como un bastardo a toda la sala, pero le preocupaba el que quisiera hacer como un pavo real y extender sus plumas ante todos. Lo único que conseguía con ello era agitar un capote rojo delante del vampiro perdedor, lo que seguramente traería un ataque, como si fuera un viejo toro dispuesto a hundir sus cuernos en la carne de aquellos que habían robado su territorio.

- Deiran, ¿debo recordarte que tú eres la parte racional de este dúo extraño que formamos, afortunadamente para mi reputación, en limitadas ocasiones?.- Miró de reojo al vampiro que los enfrentaba con sus ojos, sabiendo que estaba a un instante de levantarse y arrojarse sobre ellos independientemente de que hubieran humanos de por medio. Por todos los guerreros de Valhalla, iba a tener la oportunidad de golpear a alguien hoy.

Rió como reflejo de sus pensamientos, disimulando sus carcajadas al ocultar sus labios con el libreto de las apuestas. No quería perder la posibilidad de salir de aquel lugar y poder dejar que el vampiro más antiguo pateara un poco el culo estirado de Deiran, así el muchacho aprendería a tener un poco de cabeza antes de dejarse llevar. Aunque le gustaba aquel lado de él, debía admitir que la idea de verlo en medio de una pelea le era aún más divertida. ¿Cuándo volvería a tenerlo así, tan entregado a sus instintos?. Probablemente nunca, así que decidió comportarse de una forma vil, provocando su enfado.

- Así que Pernd. – Su risa se terminó elevando dentro de aquel lugar sagrado, creando que los ojos del vampiro humillado se volvieran rojos al mirarlos a ambos. Pero el vikingo siguió riendo, llegando a revolver el pelo de Deiran cuando dijo que no importaba. – Claro que importa, al parecer esa persona saca lo peor de ti. Cosa que me alegro, iba a terminar estacándote para ver si morías o simplemente seguías manteniendo esa cara amargada hasta el final.

Aún entre risas, firmó los documentos que lo convertían en amo y señor de aquello que había comprado, levantándose junto a Deiran para así poder llegar a la salida. Pero los pasos del tercer vampiro levantándose para ir tras ellos, les hizo saber que iban a tener lo que él había estado esperando. Aunque esperaba que realmente fuera una pelea y no una de esas conversaciones estúpidas en la que los humanos intentaban solventar sus problemas. ¿ Dónde se había visto en la historia que la gente realmente solucionara las cosas sin un buen puñetazo de por medio que les permitiera recordar el dolor antes de abrir la boca de nuevo?.

- Mira lo que has hecho.- Murmuró sacudiendo su cabeza y adelantando a Deiran para así ser el primero en abandonar la Iglesia, y también así, el primero en esquivar al vampiro sediento de venganza. – Pernd estará muy disgustado con tu comportamiento. Pero prometo animarte cuando te pateen- Dijo con una mirada malvada antes de acelerar el paso y salir de la Iglesia, preparándose para así ver cómo Deiran se las arreglaba con el toro que había provocado el solo.



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Mensaje por Deiran Chassier Dom Dic 21, 2014 3:09 pm

Ahora era demasiado tarde para estar arrepentido de lo que había hecho. Del solo recordar lo idiota que había sido me hacía querer un golpe. Estaba entre molesto y desquiciado. No podía pensar bien y lo único que quería era irme por desgracia Löwe estaba conmigo y eso sólo sería una pequeña posibilidad que las cosas no saldrían tal cual quería. Miré a mi alrededor y los murmullos no cesaban a pesar de que el ‘’incidente’’ había pasado hace varios minutos. Detestaba el vulgo y sus ganas de comerse a los demás entre especulaciones e inútiles suposiciones. Precisamente por eso me gustaba pasar desapercibido delante de todos. Volví a prestarle atención a Löwe que parecía querer abrirme la cabeza y sacarme las palabras así como todos y ofrecí una mirada no tan amigable pensando en qué sería lo siguiente. Solo tenía en mente más problemas y no era nada bueno. La impulsividad no se me daba bien y no quería salirme de mis cabales, era como si hubiera obligado a mis instintos a prostituirse por nada y así los mantenía engañados. Con un polvo barato.

—Lo sé. ¿Crees que no me doy cuenta de qué es lo que acabo de hacer? —   ignoré su mirada y sintiéndome como un completo idiota aparte de raro. Por lo general entre Löwe y yo siempre era yo quien tomaba ese papel de ‘’conciencia’’ y ser ahora él el pacífico anclaje que me llevaba a la reflexión era como si estuviera queriéndome enterrar una gruesa estaca de plata en el centro del corazón. —No lo menciones. Me hace sentir más miserable — aclaré para que se detuviera mientras ordenaba el caos que en la cabeza tenía. No podía desvariar de nuevo aunque estaba a un poco de golpear al hombre que vino a hacernos firmar, todo por ofrecer esa mirada tímida y sumisa que tanto odiaba. Ignorando a Löwe que era lo mejor que se me hacía en ese momento traté de negarme a lo que antes le había dicho. Quizás no hubiera escuchado el apellido del causante de esto y decir ‘’causante’’ sonaba precario porque yo era dueño de mis actos pero pensar en algo que quería para él y ver como otro frescamente quería arrebatarlo me hacía querer desgarrarlo y comerlo lentamente por mucha ventaja de edad. Solo la idea era irracional y descabellada ¿Dónde había dejado mi sentido común?

—Hmph —  un sonido gutural  salió de mi garganta, viendo al vampiro con el rabillo del ojo y apreté los dientes. Así que sí había escuchado el apellido de Josseph pero fue sus alaridos en forma de carcajadas que me hizo llevar un puño hasta su costado y darle con algo de fuerza antes de que todos volvieran de nuevo a vernos como si de bichos raros se tratase. Miré al milenario que si pudiera se hubiera enrojecido de la ira creyendo que hablábamos de él y la ira se acrecentó —¿Te puedes callar? — gruñí negando con irritación entregué rápidamente  los papeles al humano porque unos minutos más y correría peligro cerca mío.  — No entiendo cuál es la gracia de esto. Que no ves que estoy a punto de enloquecer y tu…— le  señalé —No estas ayudando Von Meer, claro. Estoy pidiendo demasiado, lo sé — solté con resignación mientras nos podíamos de pie sintiendo las sienes palpitar y los puños vibrar.

Saliendo de la iglesia era casi indiscutible ver al otro inmortal caminar como una bestia enfurecida, quitando a todos de su camino.  Miré de reojo a Löwe que parecía agarrar buen puesto para algo que había provocado. Esperando el ataque del milenario supone la fuerza con la que azotaría en contra mía y fue tal cual lo había predicho. Su acertado puñetazo dio directo en mi columna, sintiendo como cada vertebra se rompía en dos haciéndome flaquear un poco. Con rapidez y torpeza me giré sobre un talón esperando que la magia vampírica hiciera su trabajo. Agarrando su pantorrilla le tumbé al suelo pero él pateó dos veces mi costado dejándome ahora en el suelo. No hice más, volvía a dejarme como cosa inerte al viento dejando que hiciera su voluntad, solo por placer a llenarme. Sus golpes iban directo a mi cara, estaba seguro porque una especie de adormecimiento sublime me bañaba las pestañas. Eso o la sangre que se escurría cual río desbordándose de su cauce. En un momento lo entendí y era como su anhelado castigo. No quería volver a desvariar.

Una voz se hizo presente en mi consciencia. Estaba por creerme loco y fue cuando mis manos volvieron a vibrar en una especie de corrientazo. Con fuerza tirando de él hacia atrás me fui en su contra. No sabía si iba a ganar, solo quería callarlo. Estaba cansado. Con furia casi ennegrecido mis manos se volvieron una saeta afilada y contra su abdomen comencé a escarbar con rapidez. Ávido de sangre desgarra el tejido subcutáneo con ligereza como si fuese a encontrar un tesoro al fondo de sus órganos. La sangre salpicaba el suelo, mi ropa, mi rostro. Como un desquiciado miré a Löwe necesitaba matarlo pero lo más probable era que la oscuridad se sumiera porque todo se había vuelto intocable.


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Mensaje por Löwe Von Meer Miér Dic 31, 2014 9:46 am

Sus ojos siguieron cada uno de los movimientos del vampiro desconocido y desafiado, todo en él reaccionó a aquella danza que tan bien conocía. Era como si por un instante todos sus recuerdos regresaran a aquella aldea perdida en su memoria, una que lo había visto nacer  y le había enseñado lo principal para sobrevivir: los hombres reaccionaban terriblemente cuando se sabían perdedores. No importaba si la afrenta venía directamente del pobre muchacho que recibía los puñetazos, pero ése sentimiento que ahogaba la garganta, que hacía a la sangre inflamarse, sólo provenía del instinto de saberse inferior. Pobres de aquellos que mostrasen debilidad, pues el mundo no sería jamás suyo. Ésa había sido su primera lección, quizás por ello era un bastardo orgulloso capaz de sonreír incluso cuando le arrancaban la piel. Pero él quería más, quería devorar el mundo, llevarlo para siempre en su interior y así jamás perderse en él.

La sangre, el sonido de los golpes martillando contra una carne mucho más dura que el mismísimo mármol, aunque la belleza de aquella tez pálida ahora manchada por la rojez de la sangre fuera idéntica a aquella. Los gruñidos del golpeador y ése ligero suspiro del hombre que los recibía. Música celestial para su cuerpo siempre preparado para una guerra que jamás llegaba, las puertas del infierno siempre se hallaban cerradas para él y sabía, por todos aquellos a los que había matado, que habrían muchos hombres esperándolo allí. Si tan sólo pudiera probar un poco del Caos, qué hermosa sensación. Cerró sus ojos e imaginó todo, el olor de la sangre sólo llevaba su fantasía mental a hacerse aún más real. La ansiaba, como un hombre perdido en el desierto un trago de agua.

Pero se recordó que él ahora tenía algo que perder, lo único que lo ligaba a permanecer aún en un papel demasiado humano para su gusto. Jefe de las Fuerzas Navales Francesas, hijo del mar, Príncipe de la salitre y las islas perdidas aún sin descubrir por los hombres. Vampiro humanizado para un fin que jamás llegó a creer hecho para sí mismo. ¿ Cuántas veces se había burlado de aquellos que hablaban de amor?. Pero lo sabía, desde el mismo instante en que Maurice había desgarrado su espalda para mostrarle hasta qué punto lo había herido, que aquel hombre se había convertido en una obsesión para su sangre. Sus manos lo buscaban en la oscuridad, sus labios formaban un nombre cuya garganta orgullosa no deseaba soltar, porque se sabía atrapado. Y para un Vikingo que amaba la libertad, sabía que no debía repetir dos veces aquellas palabras que atraerían la desgracia sobre ellos. Pues todos sabían que los nórdicos hablaban del poder destructor con el que los Dioses condenaban a los enamorados, una declaración de amor era suficiente, suficiente para toda la eternidad.

- Señores, damas y pequeñas criaturas de la noche.- Su voz se alzó en el aire, mientras sus ojos se abrían con lentitud, alejando sus pensamientos rosados de su mente, no le hacían falta ahora. No cuando tenía a Deiran convertido en un salvaje ángel vengador, dispuesto a convertir al otro vampiro en carne picada por el terrible delito de querer lo que era suyo. ¿ O debía decir, lo que era para aquel hombre que lo había convertido en alguien capaz de no desear morir sólo para destruir a aquel que casi lo había vencido?. Aquello sorprendentemente le hacía respetar a Deiran, aunque visto desde otra perspectiva, ambos debían reconocer que tenían cualidades que, aunque las ocultaban del resto, hacían que ellos siguieran con aquella extraña alianza. Podría fingir que era sus ganas de probar un buen vino lo que hacía que sus pies buscaran a aquel joven tranquilo, pero lo cierto era que él admiraba su orgulloso deseo de ser un monje censurado. No todos tenían el valor y la fuerza necesaria para conseguir ser lo que querían, aunque no entraba en sus planes admirar su tozudez sobre un tema tan absurdo como no permitirse ninguna alegría. Jesús, si él tuviera que privarse de sus pasiones, seguramente andaría destrozando la maldita ciudad.

- No han visto nada. Van a ir a sus casas, dormirán y mañana sólo recordarán que bebieron demasiado vino en la subasta y no recuerdan cómo llegaron a casa.- Sus ojos pasaron por todos aquellos que lo observaban, mientras Deiran seguía intentando destrozar el estómago del vampiro, adueñándose de la mente de todos para poder meterles dentro aquella orden de sus palabras. Cuando sus ojos se apartaron de ellos, todos comenzaron a marcharse como títeres de una función privada, para centrarse en Deiran.

Durante unos seundos los ojos de Deiran chocaron con los suyos, fue capaz de leer muchas cosas en aquellos iris enloquecidos por el deseo de sangre. Pero fue aquel ruego implícito el que hizo que se moviera hacia él, colocándose sobre su espalda para poder ayudarlo en aquello que debía hacer.

- Aguanta, recuerda el por qué estás sobre él.- Le susurró sobre su oído ahora que su cabeza se acunaba contra la de Deiran, su mano le recorrió el brazo y se colocó perfectamente sobre la que desgarraba la carne, aunque él entrelazó sus dedos con ella, dejando que sus dedos y fuerza la guiaran dentro del cuerpo del otro vampiro. Le soltó la mano durante un segundo para partir varias costillas y así poder moverse ambos hacia el órgano que deseaba tomar. – No lo olvides. Él quiso lo que era tuyo y debe pagar el precio. – Miró al vampiro que mostraba una expresión de pánico a las palabras que le decía al joven, como si realmente fuera un demonio provocador, incitándolo a matar.

Tomó su mano de nuevo y la colocó directamente sobre el corazón del otro vampiro. Sus dedos lo animaron a tocar aquel órgano que no se movía, pero que tenía el poder de atar a aquel vampiro a una vida que no merecía tener.

- Es tu  presa, tú decides si vive o muere. – Susurró con una voz demasiado cándida para lo que decía, mientras sus dedos, unidos dentro del cuerpo de aquel hombre, acariciaban un corazón que no era suyo.  - ¿ Qué será Deiran?.


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Mensaje por Deiran Chassier Lun Ene 12, 2015 8:48 pm

La placentera sensación de estar bañado en linfa es el ensueño de cualquier vampiro retorcido y yo estaba en medio de una tina vampírica con ríos de sangre corriendo a su alrededor. El placer de deshacer en pequeños retazos aquella piel que no sería capaz de regenerarse en un buen tiempo hacía que mi alma se estremeciera sin poder pensar en siquiera las consecuencias. Solo estaba yo y el remedo de vampiro que había osado tocar algo que era mío y que por nada del mundo iba a permitir si quiera que tocara. Mis ojos perdieron el brillo volviéndose un gris ausente a un negro vacío, como si pudiera desquitarme con aquel despojo las cosas que siempre había reprimido por simple educación. Para no mostrar debilidad. Él era la pequeña recompensa que obtenía por dejar al demonio renacer de nuevo. Tantos años reprimiéndolo y finalmente salía para hacer alguna maldad ¿Hasta dónde podría de nuevo ejercer control? Miré mis manos rápidamente y brotaban pequeñas gotas de la sangre del inmortal. Relamiendo una de ellas probé el sabor de la victoria. Estaba perdido en medio del soy y el que quisiera recuperar pero no podía si quiera ordenarme, solo pensé en asesinar. Asesinar hasta saciarme. Asesinar hasta no ver a Josseph Pernd sosteniendo mi cuerpo para torturarlo en la cama.

Una voz distante retumbaba en mi cabeza. – ¿Qué  es lo que dices? – gruñí para concentrarme. Ya no era la sonrisa socarrona de Pernd que se dibujaba a lo lejano, era alguien más real haciendo advertencias. Sin detenerme seguía cavando despreciando al vampiro por haberme hecho salir de mis cabales y los trozos de carne comenzaron a volar en el aire cayendo a unos cuantos metros de los mismos a los que esa voz advertía porque se fueran. Les miré con el abismo taciturno plasmado en el hueco de donde debían de estar los ojos y ellos se horrorizaron. Eso era lo que necesitaba, olfatear su miedo o su desagrado para sentirme en paz pero una pequeña mano delgada tocó mi hombro. Los cabellos de ese ser que su cara no logré dilucidar traían una especie de cortocircuito a mis venas, dolía. Fue entonces cuando recordé quien era yo y lo que estaba haciendo. Parpadeando unas cuantas veces, dejando los labios entreabiertos estiré una mano al cielo para alcanzar a ese ángel que había sido fugaz sin percatarme que Löwe había despedido a la concurrencia y seguro tenía lástima por esa alma.

El cuerpo de mi compañero de Subasta estaba reclinado en mí. Tanto que me hacía sentir incómodo. Empujé un poco la espalda  hacia atrás para impulsarle a que dejara de tocarme pero su mano entrometida comenzó a escarbar en el agujero torácico del otro vampiro. Gruñí con fuerza porque no iba a dejar que terminara lo que yo había comenzado. Esa presa era mía y su muerte tendría que marcarse por mis manos, no las de otro. La voz de Löwe me hizo  girar para verle y de nuevo el demonio con forma de un osos se me vino a la memoria y apreté aquel corazón volviendo a empujar al que me estaba ayudando —No necesito clases de cómo asesinar — espeté con fuerza haciendo que su mano se retirara de dónde la tenía y apreté aquella bomba inerte. —Sea quien sea que se atreva a tocar lo que me pertenece. Ver, Respirar, si quiera pensar en lo mío merece morir — apretando los dientes  salió eso como una promesa que no tenía porqué el otro haberla escuchado.

—Es claro ¿no? — volviendo a empujarle de una vez para quitármelo de encima, me estorbaba su tono. Devolviendo la vista a la sopa de vampiro que tenía debajo sonreí negando y mis garras se clavaron en aquel suave músculo que se conservó por toda la eternidad. Enterrando más los dedos tiré de él hacia arriba en una especie de corrupta tracción y terminando de quebrar lo que quedaban de costillas saqué sin inmutarme su corazón —Muerte — susurré viendo como los quejidos cesaban y pronto aquel cuerpo se haría cenizas.

Colocándome de pie con aquella máquina entre los dedos la aventé a su dueño y limpié mis manos en lo que queda seco de la tela del pantalón. Caminando al lado opuesto del cadáver miré a Löwe de reojo, seguro sonriente o indiferente, no me importó solo quería meditar en lo que se había  desatado unos minutos atrás —Vamos Löwe. El último en llegar toma vino barato — sonreí como si hubiera cerrado un buen trato y suspiré porque eso era lo único que necesitaba para olvidar, una copa de vino.


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Mensaje por Löwe Von Meer Vie Feb 20, 2015 7:57 am

¿Que yo del vino soy devoto ciego?
       Y bien, lo soy.
¿Que soy infiel, idólatra del fuego?
       Y bien, lo soy.



La oscuridad que dominaba a Deiran la conocía perfectamente, él mismo se manejaba la mayor parte por ella. Todas sus acciones siempre estaban movidas por algún sentimiento pasional, era una criatura de extremos, para él no existía nada intermedio. O amaba u odiaba hasta la muerte. No estaba hecho para conocer una tonalidad gris, o era blanco o era negro. O era amigo o enemigo. Todos los inmortales antiguos sabían eso. Incluso aquellos que como él comenzaban a sentir cosas que podían calificarse como demasiado humanas al llevar definiciones innecesarias, comprendían que la amistad a veces no era más que una alianza. Todos eran criaturas destinadas a vivir, aunque algunos como Deiran se conformaban simplemente con estar hasta que alguien los eliminara, y, algunos como él, preferían vivir intensamente cada segundo de la inmortalidad.

Pero jamás había visto algo igual en el vampiro que seguía insistiendo en no necesitarlo. Incluso medio muerto insistía en mantenerlo lejos de él, de recordarle que era solo una existencia tolerable para aquel monje cruel. Era divertido ver cómo ese muchacho probaba una pequeña porción de lo que llevaba en su interior. Había insistido en muchas ocasiones a Deiran que solo los vampiros podían amar u odiar con todo el corazón y el arrojo necesario, pero como siempre solo fue ignorado con una sonrisa petulante de superioridad. Y allí estaba él, mostrando que jamás se equivocó. Que bien sabía el poder mirarlo con esa expresión que decía: “te lo dije”.

- Sí, sí. Ya lo entiendo. No me necesitas. – Rió con suavidad y simplemente se separó de él para que pudiera hacer lo que quería. Ni siquiera se sorprendió al ver que decidía tomar la vida del vampiro que lo había enfrentado, ya que él habría hecho lo mismo. Era curioso ver esa parte que Deiran insistía en guardar  en su interior. Era absurdo, pero después de esta noche él no podría seguir comportándose delante de él como si fuera un muñeco de trapo. Por el amor de todos los Dioses que habían luchado al lado de Odín, ¡ Le estaba arrancando el corazón a un hombre sólo por querer un brazalete que deseaba para su amante!.  

Rompió a reír a carcajadas y se limpió la mano manchada de sangre con uno de sus pañuelos. Afortunadamente Maurice hoy había estado de buen humor y le había colocado un pañuelo limpio en su chaqueta. Ya que a veces se encontraba alguna “sorpresa” dentro de sus pañuelos. Su amante tenía un pésimo sentido del humor, aunque suponía que sin esas acciones no tendría motivos para justificarle el azotar su trasero al regresar a casa. En el fondo eran dos masoquistas ansiosos por golpearse el uno al otro.

- ¿ El último en llegar a dónde? – Dijo mirando cómo las cenizas desaparecían en el aire después de que el vampiro hubiese dado el último grito de su existencia. Era una lástima no haber tenido la oportunidad de jugar con el cuerpo de aquel vampiro antiguo, seguro que sanaba demasiado rápido. Hubiera sido una pelea interesante.

- Yo no voy contigo a ningún lado sin que antes te asees un poco. – Puso cara de asco, mirándolo de arriba a abajo con una ceja que se alzaba lentamente como si fuera una madre mirando a su hijo. - ¿ Tienes idea de lo desagradable que es ver tu horrible cara, sumada a todo aquello que andas luciendo gracias a la ropa rota?.- Se rió y se quitó la chaqueta para tendérsela con una mirada petulante, pasando a su lado con tranquilidad hacia el carruaje que había dejado esperando cerca de la entrada a aquella capilla.

- ¿ Qué diría el Sr. Pernd si supiera que andas provocando con ese aspecto de vagabundo exhibicionista?. – Susurró con maldad, provocando a Deiran. Iba a usar todo lo ocurrido hoy durante mucho, mucho, pero que mucho tiempo.


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