It's a Terrible Life (Deiran Chassier)

por **Alexia Voltaire** Mar Mar 18, 2014 3:50 pm

"El hambre le tortura en forma tal que comprende que
si no la apacigua en seguida enloquecerá.
Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la lengua, la tibieza de la sangre.
¿Se devoraría a sí misma, si pudiera?"

Cuando estaba a punto de anochecer, Alexia despertó sobre uno de los tejados de cualquier casa parisina. Había trepado buscando el calor que extrañamente producían los techos y haciendo uso de sus habilidades para trepar se había ocultado del mundo a través de ese pequeño ascenso. Se había acostado y cerrado los ojos intentando mitigar así el hambre y el sueño la acogió con prontitud. Al abrir de nuevo los ojos, miró hacia el cielo y se despidió del sol mientras bostezaba y se estiraba como si hubiera despertado en un lecho cómodo y común. Pero el hambre seguía. De repente se le ocurrió bajar a uno de los puestos del mercado de carnes, que estaba cerca, para procurarse un pedazo de carne cruda que sería lo más fácil de obtener y sobre todo lo que más la saciaría para poder dormir en paz. Se levantó, bajó con cuidado sosteniéndose de lo que podía a su paso y una vez en tierra firme salvó la balaustrada del jardín y fue hacia el otro extremo de las calles del mercado corriendo a toda marcha. Al llegar al nivel de los mostradores, gritó al pie de la escalera, haciendo un ademán de amenaza, -¡Quédate ahí!- dijo como si hablara con un perro que se quedaba arriba, detrás de ella. Descaradamente y con gesto convencido, se dirigió al primer dependiente que se encontró.

-Tenga usted la amabilidad de darme un hueso para mi perro- dijo poniendo tremenda cara de inocencia –Nada más que un hueso, aunque esté bien pelado; es sólo para que tenga algo que llevarse a la boca.- El hombre, que tendría al menos unos sesenta años a juzgar por sus cabellos canos y las arrugas que hacían su rostro amable, sin dudarlo un momento, le dio un buen hueso, un magnífico hueso, al que se adhería algo de carne, y ella sonriente se lo guardó en el bolsillo de su saco gris. Dio las gracias al hombre tan calurosamente, que este la miró asombrado como si no esperara tal reacción por apenas un hueso como ese. -No hay de qué- le dijo -No diga usted eso- balbuceo Alexia –es usted muy amable-.

Se despidió con la mano y salió corriendo de nuevo en dirección a las escaleras. Las subió como si la estuvieran persiguiendo aunque sonreía. Su corazón le latía con fuerza. Avanzó así un par de calles y luego se metió en un callejón, en el de los herreros, uno cualquiera pero poco visitado para esas horas en que ya los mercaderes se iban retirando a sus casas al igual que todos los trabajadores. La bruja sabía que ese callejón era el más solitario de todos por esa hora y se internó tan lejos como pudo ocultarse, y se detuvo ante la puerta carcomida de un patio sin luz. Completa oscuridad reinaba a su alrededor; pero al fin estaba sola. Se sentó en el suelo con la espalda recargada en la pared frente a la puerta carcomida y con ansiedad empezó a morder la carne del hueso.

No era agradable, despedía un nauseabundo olor a sangre vieja, y le dio vómito enseguida. Pero el hambre era tal que a la muchacha no le quedó otra opción e hizo una nueva tentativa. Si pudiera retener un trozo de carne, produciría su efecto, sabía. Probó de nuevo, pero fue inútil. Se enfureció, mordió violentamente la carne, arrancó un pedazo y lo tragó a la fuerza. De nada le sirvió. Tan pronto los pedazos de carne se calentaban en su estómago, ascendían. Apretó locamente los puños, lloró de desesperación, y mordió como una poseída; tanto lloró, que el hueso se mojó de lágrimas al igual que sus mejillas que funcionaban como afluentes y testigos del dolor y frustración que la bruja sentía; vomitó de nuevo, juró y mordió cada vez más fuerte; oró como si su corazón fuera a romperse, y vomitó otra vez. Ya entonces se ponía de rodillas a punto de rendirse, inclinó el rostro y apoyó la frente en la pared y las manos en tierra y en voz alta, se quejó y lloró como si algo le doliera demasiado.

Cuando se hubo calmado sólo hubo silencio. Ni un ser humano se escuchaba en las cercanías, ni una luz, ni un ruido. Llegó al colmo de la sobreexcitación, respiró pesada y ruidosamente, lloró de nuevo y rechinó los dientes cada vez que tenía que devolver los trozos de carne que quizás le hubieran reanimado un poco. No consiguiendo nada, a pesar de todas sus tentativas, arrojó el hueso contra la puerta y se sentó de nuevo en el suelo, con las rodillas recogidas y el rostro hundido en medio de ellas y rodeado por sus brazos. Llena de la más grande impotencia, terminó de llorar y apenas gimoteaba como si fuera una pequeña que se hallaba perdida y que se había resignado a que no encontraría su hogar.

Pero era como siempre, a sus peticiones nadie contestaba.

por **Deiran Chassier** Vie Mar 21, 2014 1:11 pm

Las lágrimas son la sangre del alma.
San Agustín

El olor a vino siempre llamaba mis más agresivos instintos a calmarse. Era por eso que era fan de tal exquisitez, todo era tan perfecto, tan calmo, adoraba eso, la perfección. Sentado frente a la mesa de mi enorme oficina hacía un buen rato había anochecido, el trabajo parecía poco y París siempre tan ruidosa como siempre. Escuchaba claramente las voces de los clientes, comprando un poco de lo que yo consideraba como un verdadero dios. Revisé unas cuantas facturas y los últimos movimientos de estos meses, no iba tan bien como quería, los tropiezos se pagaban con intereses, de eso estaba seguro, el medio siglo que llevaba encima me lo enseñaba. Extendí mis piernas y las crucé meciéndola en un rítmico movimiento y me fijé en el lujoso abanico que estaba en el techo dando vueltas por un rato me sentí hipnotizado.

Salí del trance y me dirigí hasta la ventana, observé un rato por ésta y por dentro bajo la seriedad de mi rostro y mis manos corriendo la cortina gruesa de tela española analicé a las posibles víctimas interesantes de la noche, lo llamaba hobbie me sentí muerto, claro, ya lo era. Después de todo, repudiaba estar todo el día metido en las cuatro paredes de este lugar actuando como uno de ellos, fingiendo ser uno de ellos, un humano. No encontré nada interesante, como comúnmente lo hacía, había llegado al punto de alimentarme sólo cuando realmente era necesario, la sangre había pasado a segundo plano desde hace un poco tiempo, quizás no sería el mismo deseo de hace unos años, la desesperación por ver la luz. -Oh Dios, eres tan injusto con tus creaturas- pensé en silencio haciendo una burla de aquel pensamiento, si dios existiera estoy seguro que nuestra estirpe estaría extinta.

Cerré la puerta y avancé con recelo por las estanterías de Camelias Vinn, dando una última vista al orden y revisando en la cabeza de mis empleados su ‘’sano jucio’’ para esta noche, aunque nunca me había encontrado con alguna sorpresa incómoda pero era más una manía, estar donde necesitaba. Le di las instrucciones finales al administrador, Charles, el cual manifestó que la señora de la panadería, una dama de edad avanzada y de modesta economía había dejado una encomienda para mí, alcé la ceja y vi una bolsa de color café en las manos del hombre, cogí un poco de aire e inmediatamente lo supe, pan y quesos secos junto con unas frutas de la temporada. El estómago giró sobre sí mismo sintiendo la necesidad de tirar aquello a la basura, desde más de medio siglo no necesitaba ese tipo de alimentos, ni siquiera por costumbre los ingería. Tomé aquello y agradecí con un gesto al hombre que me miró como si me hubiera leído la mente, pensé en tirarlo de camino a la mansión.

Las calles adoquinadas y las personas reían sin cortesía, unos bailaban, otros gritaban. ¿En dónde demonios está la diversión? Seguí mi camino con la bolsa en las manos pensando en que momento iba tirarla entonces noté algo que llamó mi atención una joven desalineada y de aspecto peculiar, corriendo con algo que llevaba escondido, ensombrecida con una enorme sonrisa, así que le seguí sin saber por qué. En una de las esquinas de aquellos callejones, en medio de la oscura noche, como ánima en grieta cubrí mi cuerpo bajo la falta de iluminación pero con buena vista a aquella jovencita. Minutos después los gritos de la joven eran tan escandalosos, su llanto grotesco y desgarrador y sus suplicas al parecer no eran escuchadas. Salí de la penumbra misteriosa y como viento en popa, justo donde estaba encerrada en aquel hoyo la pequeña muñequita de papel, golpeé con delicadeza su cabeza con la bolsa y susurré —Ese hueso parecía delicioso- miré hasta donde había rebotado el pedazo de nada —Tus ruegos jamás llegarán a sus oídos- confesé por sus oraciones y quise ver sus ojos que hasta el momento no había revelado, posterior a eso la noche siguió su paso como si nada pasase.

por **Alexia Voltaire** Mar Abr 08, 2014 1:49 pm

"Todo vence el hombre, menos el hambre"
Séneca

¿El hambre extrema se puede comparar con la sed intensa en un vampiro? Es poco probable porque un vampiro llega a ese punto casi en un descuido y, un humano se ve esclavizado por la necesidad de ese círculo de cobre con el rostro de algún político muerto pero aún famoso y un trozo de papel moneda con características similares para poder obtener alimento. Que cosa más estúpida ¿A quién se le ocurrió cambiar el estilo de los clásicos trueques? Eso lo facilitaba todo, incluso alguien podría cambiarle las regordetas palomas que cazaba por una porción de pan, aunque fuese duro y, en el mejor de los sueños de la muchacha, quizás alguien se lo cambiaría por un pastelillo de limón y haría luego empanadas con su paloma. Por el contrario, en la actualidad el trabajo era la única opción para obtener dinero y a la bruja no le duraba mucho cuando empezaba a hablar "sola" o cuando comenzaba a comportarse de modos extraños que lograban que la despidieran en menos de una semana de cualquier lugar.

Con ese, ya iban casi tres días sin comer algo que realmente valiera la pena. Por el mercado las cosas estaban difíciles y se le complicaba escapar con los alimentos que caían al suelo por descuido de otros y que se convertían en su salvación más próxima. Adicional a ello, Alexia no era la única en esas condiciones y la cantidad de menesterosos que buscaban el mismo modo de alimento aumentaba considerablemente, reduciendo así lo que podría corresponder a cada uno. Eso explicaba por qué había inventado un perro para tejer su teatral escena y obtener algo de carne, aunque no pensó en ningún momento poder llegar a obtener una en tan mal estado. Para completar su problema, su gato Canelo llevaba días ausente y aquél animal solía llevar en sus fauces un par de ratas o aves que comía con Alexia luego que ella los asara un poco armando una pequeña fogata en la cripta en la que dormía. Los días eran cada vez más y más duros.

Ya estaba terminando sus gimoteos y por la debilidad incluso parecía dormirse en esa incómoda posición. Había cerrado los ojos y dejado caer el peso de su cabeza sobre sus rodillas hasta que algo le rozó el cráneo y la golpeo muy suavemente. Abrió los ojos sin sobresaltos y sin moverse ni un milímetro. Con prontitud, la voz de un hombre se hizo clara y a pesar de ser susurro pareció una burla ¿Cuánto tiempo llevaba observando la escena sin que ella se diera cuenta? su respuesta no dio espera y el tono molesto de sus súplicas aún continuaba latente -Pues comételo tú si tan rico te parece- espetó y levantó la cara para ver quién era el grosero que llegaba a burlarse de ella.

Alexia estaba acostumbrada a los malos tratos, sabía de algún modo que su manera de comportarse despertaba las burlas y la opresión de muchos y que seguramente ahora, como en tantas otras ocasiones, tendría que darse a la huida y correr lo más rápido que pudiera para evitar cualquier golpe o ser el centro de diversión de otro. -¿Qué te importa?- le dijo mirándolo y achicando sus grandes ojos verdes como si estuviera muy molesta y quisiera amenazarlo con aquello. -Déjame en paz- murmuró y volvió a hundir su cabeza entre las piernas y a cubrirse los oídos con los brazos cruzados. ¿Era realmente lo correcto? Desde que levantó la mirada el aura pálida del hombre lo catalogó como vampiro y la jovencita comprendió que sus piernas no serían lo suficientemente rápidas si pretendía huir, un golpe no sería jamás lo fuerte que era la parte más blanda del vampiro y sus pocas fuerzas presentes eran peor enemigo que el inmortal. Las dudas le plagaban la mente y aunque había salido bien librada de un par de encuentros con vampiros no podía generalizar. Su mal humor no le permitía moverse y afrontaría lo que viniera con tan mala actitud que mejor ni se esforzaba ¿Para qué? El destino ya estaba bastante ensañado con ella como para darle el gusto de verla cada vez más arrastrada. Esta noche no se le antojaba pelear, no quería huir, ya no quería llorar, sólo le importaba una cosa: Comer. Comer aunque luego muriera pero al menos con una sonrisa en los labios.

por **Deiran Chassier** Mar Abr 15, 2014 10:56 pm

La razón humana es una
gota de luz en un lago
de tinieblas.
Cammerson

Quedé un rato viéndole como si nada me importase ni siquiera sabía de dónde provenía mi buen humor, en un momento París estaba callado como dando a entender que por más que rogara por comida ese ser hecho huesos no lo conseguiría. Cerré los ojos y su aroma me envolvió. No era propio o agradable sólo me alertaba a que ella no era un ser común y corriente, tras esas vestidura de piel pegada a los pocos músculos que le quedaban había un arte oculto era bruja. Fruncí el ceño porque no entendí el afán de su dolor. ¿Acaso no era capaz de soltar un hechizo para por lo menos llevarse algo a la boca? Quizás su cabecilla blanca estaba vacía como su estómago que hacía unos sonidos extraños, era como si dentro de ella estuviese sembrándose una semilla que ruega por agua. Abrí los ojos para verle de nuevo y notar su aspecto, entrar en su mente, expandirme dentro de ella. Mis ojos que eran un verde gélido que definitivamente en ella no rastreaban ni una pizca de peligro, era como una amapola negra a la que todos le tenían miedo por no entender sus esporas, esbocé una sonrisa para mí mismo, vería hasta donde me llevaban sus alucinaciones.

Negando con la cabeza me coloqué hasta el otro extremo de la pared frente a ella, esperando a que la hambrienta bruja me diera la cara pero parecía estar sumida en sus pensamientos. —No soy tan fanático de la carroña, pequeña - entonces me encontré con sus ojos, unos claros y vacíos llenos de resentimientos y emociones. Eso, emociones. No entendía nada de lo suyo porque me olvidaba que ella era humana a pesar de su condición de bruja. Hacía tanto tiempo que las necesidades básicas de un ser vivo no formaban parte de mis hábitos, bebía sangre por placer o pero no porque sintiese hambre, ‘’Riqueza en la pobreza’’. Su cuerpo era tan frágil ni siquiera la podía ver como un posible prospecto a alimento seguro no habría terminado de clavar los colmillos en ella cuando con la mínima salida de sangre su pequeño corazón sucumbiría al querer bombea nada. —Prefiero líquido tibio- añadí restándole importancia al asunto pues según las respiraciones de ella me dejaban claro que sabía lo que era. —Estas llorando pudiendo hacer algo por esa hambre, nadie consigue nada sólo sentándose a dar lástima- ladee el rostro al ver su actitud y me agaché sentándome frente a ella.

Abriendo la bolsa de comida el olor comenzó a esparcirse por todo el callejón dándome una sensación de repulsión inmediata pues detestaba el queso —Puede que no me importe nada tuyo, es sólo un consejo, allá tú si quieres tomarlo- extendí la bolsa para que ella la tomara —Ten- ofrecí aquello sin esperar a que ella lo agarrar y se lo dejé justo en frente —Supongo que te sirve más a ti que a mí- alcé los hombros y esperaba ver su reacción —Tranquila que no voy a devorarte ni nada por el estilo- acoté de inmediato sin saber por qué daba explicaciones quizás era porque quería saber un poco más sobre su ‘’mala racha, su mala suerte’’. —Por cierto… Hay algo que no entiendo… Si el arte de la magia corre por tus venas, ¿Por qué no usas eso para conseguir por lo menos alimento? - alcé la vista hacia la luna que parecía ocultarse tras el rastro de una nube y el sonido de la calle volvió a distraerme por un rato olvidándome de la frágil bruja enfrente.

Perdido unos segundos algo al costado de mis piernas me hizo desviar la mirada, un pequeño gato delgado así como la joven mujer movía su cabeza como saludando lo que me causó molestia y le agarré de la delgada piel que parecía que iba a arrancársele. —¿Y tú?- el gato se tiró a mis piernas y cómodamente comenzó a rondarme dando círculos como si se fuera a dormir encima de mí, alcé la vista hacia la bruja y miré al gato nuevamente imaginando la relación entre ambos que era muy parecida.

por **Alexia Voltaire** Sáb Abr 19, 2014 4:49 pm

"Cosa sencilla es darle la felicidad a un loco"

Por un momento pensó decirle que si había de morderla, que lo hiciera ya, sin esperas de nada, sin burlas incluidas y sin tiempos intermedios que alargaran lo irreversible. No obstante, le dolía el pecho luego de tan intensa llorada y el estómago parecía replegarse sobre sí mismo generando una picazón que casi le llegaba a la garganta y que le quitaba las ganas de hablar. Ahí donde estaba, se veía más desgarbada de lo habitual; la palidez le marcaba unas ojeras de tono violáceo que hacían que sus grandes ojos parecieran hundidos en un rostro cadavérico e incluso su voz sonaba con mayor debilidad que siempre. Por el contrario, aquél inmortal parecía brillar a causa de la perfección propia de su especie. A lo lejos la piel lucía impecable y el cuerpo fuerte. Su estatura le daba imponencia y tratarla como a una miserable, también.

En el fondo, ella quería gritarle también que se fuera, quería decirle que no necesitaba sus palabras y que estaba allí sentada sola porque no quería que nadie la viera. -¿Tú qué sabes?- le dijo con una voz débil por más que intentó que sonara molesta. El vampiro se inclinó y ella lo miró de frente -Sólo vete, hasta tú me hueles a comida, como a queso, creo.- atribuyó el olor de la bolsa de pan que llevaba él como si el sujeto mismo fuera el que despedía tal aroma. No era de sorprenderse, si podía alucinar imágenes, los olores y sensaciones no serían cosa del otro mundo. Aún así, la duda fue aclarada cuando él le extendió la bolsa con la que antes le había golpeado la cabeza y ella se cruzó de brazos negando -No, gracias- pese a que tenía hambre, Alexia tenía claro que un favor se paga con otro y prefería morir de la debilidad antes que verse obligada a devolver lo que no había pedido del modo que el dador inicial pidiera. Ya había sucedido, en el pasado había tomado favores con gusto pensando que lo hacían sólo por ser buenos y, realmente había tenido decepciones lo suficientemente grandes como para no volver a aceptar nada. -No tengo dinero, no puedo pagarte. Además ¿Por qué pones esa cara? ¿Te da asco qué?- ella misma frunció el ceño y arrugó la nariz cuando notó el desagrado en la cara del inmortal. -Te llenaría más lo que hay en la bolsa que lo que hay en mis venas- soltó una carcajada leve en un cambio repentino de actitud y se limpió las lágrimas de las mejillas con la manga de su saco de lana. Ella siempre decía eso, cada que se encontraba con un vampiro creía que mencionarlo la salvaría, por más que era algo tan obvio y tan estúpido al mismo tiempo.

-Es que no sé...- respondió y estiró las piernas. -Nadie me dijo nada- respondió con sinceridad. Era cierto, ella había quedado huérfana a una temprana edad y por más que su madre era una bruja, poco recordaba de las veces que la vio recitar hechizos y dominar a los muertos. Lo poco que sabía se lo habían susurrado los espíritus o lo había espiado de otros, pero si no era bajo la posesión, su magia era cruelmente débil. Pero no debió decir nada, era un imprudente por ser tan sincera con un depredador como el que le conversaba de frente.

-¡Canelo!- el grito rompió el silencio y Alexia se abalanzó sobre el animal que hacía acto de presencia tomándolo en brazos y quedando ella de rodillas frente al hombre. Estrechó al gato entre sus brazos y el felino se lo permitió por un rato antes de intentar liberarse de su presa -Ayy Canelito mío ¿Dónde estabas?- las lágrimas se le escurrieron por las mejillas y lleno a su mascota de besos en la frente, en el hocico, en donde podía. El pequeño había traído de nuevo la sonrisa al rostro de la joven y olvidó el hambre, el dolor y hasta el peligro que podía representar el vampiro que tenía apariencia tranquila en medio de la muerte misma que de por sí representaba.

por **Deiran Chassier** Lun Abr 28, 2014 6:16 pm

Un hombre hambriento es un hombre enojado.

James Howell

La vida es algo fantasioso, en ciertos puntos puede llegar a ser sublime pero ver a jóvenes como la que tenía enfrente solo daban pena, los humanos eran unos seres tan patéticos que si no fuera porque representaban comida serian un desperdicio de espacio, comida y aire, oxigeno que él no necesitaba, algo ajeno a su vida y algo que no extrañaba, recorrió su rostro con una expresión de pena y asco, realmente necesitaba alimentarse pero al verle las ropas supo que era una posibilidad dudosa, algo de lo que no gozaba muy bien, andrajosa y hambrienta, así se miraba la bruja, aún así debajo de toda aquella figura deplorable sus enormes ojos azules parecían resaltar, zafiros apagados por la falta de sustento, si se le miraba bien no era alguien poco agraciada, pero su belleza estaba oculta bajo ojeras y la piel del rostro que parecía pegarse a los huesos faciales, suspiró un poco en señal de lastima, la comida de la bolsa no le ayudaría a él a sobrevivir sería de más utilidad lo que corría por las venas de la criatura de sangre caliente que se dejaba ver débil y patética ante sus ojos y naturaleza, superioridad que la veía desde cierta corta distancia, sonrió un poco al ver que trataba de parecer fuerte cuando en realidad solo seguía causando más lastima en él, su cuerpo la traicionaba, sus palabras eran una total mentira, no valía la pena matarla en ese callejón , de todas formas el destino la arrebataría del mundo tarde o temprano, un mezquino, un egoísta, alguien que no aceptaba excusas, le miró serio no al punto de verse molesto pero el encuentro ya rayaba en lo absurdo –Escúchame bien, no quiero ni necesito tu dinero bruja- sonrió levemente –Es solo una muestra de gratitud para que la muerte no te arrebate de la vida tan pronto- se encogió de hombros –Dime caritativo o como mejor te parezca me da igual- contuvo la risa, miro la bolsa de comida que aún dejaba al descubierto el olor a queso, algo repulsivo y que estaba encantando el aire que los rodeaba –No me gusta el queso, ese olor tan rancio y esa textura tan dura y salada parece como si se tratase de un animal muerto y petrificado, una rata en todo caso- hizo una mueca repulsiva –Pero a ti si te va a encantar deja de tratar de parecer ruda y tómala, no espero que me lo agradezcas ya te lo dije, no espero nada de ti, bruja- suspiró y finalmente algo que llamaba la atención el pulgoso gato, al soltarlo ella parecía una niña cuando se le regala una mascota, lo mimaba con tanta alegría que sonrió con ánimo, incluso parecía que todas aquellas ansias en ellas habían tomado un atajo sin retorno, los mortales se apegaban a sus cosas materiales o seres queridos como la garrapata al perro, sonrió viéndole a los ojos –Por cierto es una lástima que no te hayan instruido en tu condición- se inclino hacia al frente entrecerrando los ojos y susurrándole –Una pérdida de condición- miró al gato – ¿Canelo?- en sus adentros se rió –Bonito nombre el que le has puesto, realmente agradable- alzó la ceja -Deberías bañar a ese animal sus pulgas se te pueden pegar y realmente desearas no haberlo tenido nunca- dijo algo divertido miró hacia la salida del callejón se estaba aburriendo de las muestras desesperadas de lástima que mostraba aquella humana con condición de bruja, los ruegos eran desesperantes y a la vez patéticos pero es que así se comportaban los humanos al verse en apuros como cachorritos dispuestos a hacer piruetas por un poco de atención y de un hueso para roer, una situación con un sentido totalmente literal en su caso, recordó como la encontró royendo un hueso tratando de arrancarle la poca carne que lo rodeaba, parecía que si tuviera colmillos lo hubiera perforado para succionarle el tuétano y aún así se rehusaba a tomar la comida, algo muy interesante pero siendo totalmente tonto de su parte, se levantó pasándose las manos por los pantalones y el saco mirándole desde arriba con algo de molestia –¿Cómo te llamas?- le extendió la mano para que la tomara y se levantase –No es necesario que sigamos siendo hostiles ya te dije no me interesa que me pagues ni me interesas como presa esta noche y tampoco me gusta hablar con los demás usando palabras tan vagas que los hace parecer objetos- tensó la mandíbula–Si desconfías te diré el mío, me llamo Deiran Chassier- alzó la ceja viendo la bolsa de comida –Para ser alguien que añora comer desperdicias la comida- apretó los labios escuchando sus ruidos provenientes de sus entrañas –Hazme caso y aliméntate de eso que los sonidos que emiten tus entrañas son algo molestos- frunció el ceño un poco, la noche avanzaba, no se podía quedar con ella toda la noche esperando que aceptara su “obsequio” era una mujer adulta, no era una niña y él mucho menos su padre, el alba estaba pronta y los callejones no eran seguros sobre todo con un inmortal y una humana que sus ruegos y palabras necias solo la hacían inquietante.

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