AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Desesperé por ti [Deiran]
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Desesperé por ti [Deiran]
“No esperé jamás encontrar tal reacción ante estas circunstancias.”
El dolor carcomía lentamente mis huesos, que se presionaban unos con otros en mi pecho, perforaban diferentes órganos y me incitaban a vomitar la sangre que apenas estaba tragando. Mantenía un cuerpo con el corazón latente a mi lado, estaba con los brazos arrancados, había agarrado a aquel hombre mientras empezaba a escapar de aquella manada de inquisidores y le había tenido de inmovilizar de la forma que menos me molestara para seguir mi camino. Al final había resultado que los “hijos de dios” no eran tan débiles como pensábamos, hasta habían herido gravemente a los que eran muchísimo más antiguos que yo. Nos habíamos dejado estar un poco, pero estaba claro que habíamos semi-ganado o al menos eso había entendido yo cuando me tuve que dar a la fuga para no terminar quemado y decapitado. Lo único por lo que disfrutaba, era que me había llevado a varios conmigo, los había intentado matar de formas dolorosas y pecaminosas, humillándolos lo más que podía. Pero los golpes que me habían dado empezaban a volverse de colores morados y negros, mi ojo se sentía hinchado y tenía una perforación en mi hombro de una gran daga de madera. Sanaba mis heridas torpemente con la sangre de aquel hombre, pero me retorcía ante la imposibilidad de quitarme la maldita punta de madera bendecida de mi cuerpo.
Me había escondido en una de las casas de aquel lugar abandonado por la sociedad, muy lejos de la ciudad y de todo, que estaba habitada por una anciana a la cual le quité la vida apenas me adentré, no tenía tiempo para perder en ella o en alguna otra persona, y así comencé a tirarme sin más a la cama que aunque era pequeña y coja, me servía para calmar mi pecho, del cual no paraba de brotar sangre. Mis ojos se cerraban con furia, mi cuello se arqueaba, gruñía mientras tironeaba de la daga y me di cuenta que lo que intentaba hacer era una idiotez y que debería dejar aquella cosa dentro al menos hasta que el resto de mis heridas dejara de ser una hemorragia gigante. Mis ropas estaban levemente desgarradas, pero seguían en la labor de cubrirme. No escuché sonidos a mi alrededor y esperaba que nadie me haya podido seguir, había escondido todo pensamiento de mi cabeza y había levitado tan rápido y alto como había podido. Sin dudas había hecho más de mil kilómetros en tan solo unos segundos. Debían de estar muy lejos por ahora, pero el tiempo tenía que ser limitado o eso quería pensar, para así apurarme y no terminar durmiéndome en aquel colchón. Tomé del aire que en esos momentos de verdad necesitaba y me levanté un poco, para sentarme en la cama, con la espalda contra el respaldar. En aquella pocilga no había nada. Pude divisar un balde de agua y con las sábanas que allí estaban me podría vendar. Empecé a hacerlas girones, no tenía las fuerzas para levantarme de allí aún. Poco a poco formaba las telas blancas y bastante percudidas en tiras para cubrirme.
Me mantuve pensativo y dubitativo, con los ojos un poco idos y el color de mis labios comenzaba a tomar un tono entre blanco y violeta, necesitaba más sangre, pero aquel hombre estaba empezando a morirse, exprimí todo el elixir aún tibio en un vaso que estaba en la mesita de luz, lo bebí con cuidado, pero era obvio, necesitaba algo más fuerte, algo que penetre en mi sistema automáticamente y no aquella alma iracunda. Decidí que exteriormente sería la mejor manera de usarlo, y empecé a mojarme las heridas con la sangre ajena, eso calmaba el dolor, pero no estaba acelerando mi sanación. Probablemente necesitaría que mis huesos se separen para poder empezar a reconstruirme de mejor manera. Chasqueé los dientes de la ira y me pregunté por qué rayos había aceptado ir. Recordé que era la culpa de mi enojo y enfermedad. Estaba tan molesto con aquel inmortal pequeño que había decidido ayudar a la fraternidad con tal de matar un par de hombres que se defendieran. Simplemente para desahogar mis penas. Cuando me sanara pensaba ir a hacerle una visita, pero sin decirle que por él casi había muerto. No es que realmente lo quisiera esconder o mentir diciendo que había salido ileso, pero tampoco le quería dar de qué hablar. Tan solo quería su cuerpo una vez más y ver si con ello aquel gato dragón pasaba al olvido eterno.
“Quiero beber desesperadamente un poco más de ti.”
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: Desesperé por ti [Deiran]
‘’El círculo que comienza y termina en ti.’’
Desde hace un tiempo, confundido en el espacio, perdido entre papeles y olores a vino había llevado esos días en los que desapareció aquella bestia en forma de oso de mi radar. Las noches se hacían tan largas, todo parecía no pintar de la manera cómo quería. Porque desde el inicio siempre fue lo que quise ¿no? Paz mental y tranquilidad pese a que era todo lo contrario. Mortificado más de lo usual pasaban los días sin siquiera una noticia de la molesta personalidad del vampiro milenario y eran las razones que más carcomían mi cabeza. Sin lograr conciliar ni tan siquiera un poco de armonía para mis adentros. Mis demonios gritan con sed su nombre mientras mi inconsciente se negaba a la idea, en días era mi mal humor en cantidades industriales y otros era la ausencia de mi atención hacia los demás. La lluvia de ese día había mojado más que mi cuerpo y al parecer seguía sin secarse las heridas.
París seguía siendo tan caótico como él me lo había explicado, había una especie de toque de queda para nuestra especie, limitando la hora de caza, militarizado en las oscuridades por miembros de la inquisición que se abrían paso a nuestros terrenos. Por mi parte había tomado aquello de la manera más tranquila posible, como había dicho meses atrás quería mantener un perfil bajo en la sociedad, días alternos visitaba Camelia Vinn. Había contratado personal humano enteramente, engañado mentalmente con trucos y encantos de brujería para cerciorarme de su total lealtad a mí y eran éstos quienes fungían como mi voz en reuniones y actos públicos, no podía darme los lujos de ser tan aristócrata pese a que no era de los que adoraba la fama pero responsabilidades eran responsabilidades y me irritaba tener que dejar en alguien más mis deberes, no era lo mismo leer sus mentes para saber qué había sucedido, era claro que mi forma de manejar las cosas era completamente diferente a como ellos lo hacían pero no se podía pedir mucho en estos dorados tiempos. Después de la visita improvista a mi mansión del ahora esposo de la única licántropa con la que podía charlar sin pensar en hacerme un traje con sus pieles y la reunión rápida que tuve con ella poniéndome al día de cómo se encontraba por Escocia la situación del vaticano me orientó de manera precisa con el vampiro líder de la orden Ignis Fraternitatem la que no dudé ni un segundo en visitar.
El hombre cumplía con todas las características que el oso gruñón antes había descrito. Rápidamente aquel me explicó sus planes, dándome un voto de confianza porque era la duquesa de Escocia quien me había recomendado con una carta, de no ser así no hubiese encontrado entrada por la delicadeza del tema. Una pelea sería el comenzó del fin, cinco sobrenaturales al mando contra ‘’x’’ cantidad de elementos de la iglesia, observé la misiva de instrucciones y mis ojos agudamente se centraron en uno solo, sin darle importancia a los demás –Josseph Pernd- .
Pese al tiempo, me había cerciorado de no contaminarme con ninguna sangre ajena, había aprendido a controlar la sed y el deseo de alimento. Necesitaba mantener su linfa en mis venas para esta noche, la noche de la pelea. El lugar me era desconocido pero no era un estúpido, sabía la clase de pelea que se llevaría a cabo, no sería a la vista de transeúntes u humanos fisgones, tendría que ser tan lejos de la ciudad como para ser no rastreable por nadie. No tenía detalles de horas pero seguro la media noche para los religiosos creyentes les vendría bien así que esperé más tiempo del que podía dando espacio para no entrometerme en ningún plan que pudiese interrumpir con los de la orden. Avanzaba lo más rápido que podía, todo era sentido común, no quería llegar ni muy tarde ni muy temprano, rogaba por no estarme equivocando. Abriéndome paso entre la maleza y las enormes rocas, profundos acantilados y bosques espesos, corría lo más que podía, hasta donde mi velocidad sobrehumana me lo permitiera y justo dejando un pueblo atrás de mí un aire a sangre me penetró el bulbo olfatorio. Deteniendo el paso en seco fruncí el ceño ardiéndome cada articulación del cuerpo, era él. -¿Tan pronto?- Me dije torpemente mirando la luna y desviando el camino comencé a seguirle, su paso era rápido, jamás había corrido tras un milenario a penas y podía rastrear su sangre que hacía agua mi boca. Estaba herido, de eso estaba seguro, porque el olor era tan penetrante como si estuviese bebiendo de él en ese mismo instante.
Minutos más tarde después de unos cuantos giros, llegué a una aldea de ruinas y edificios a medio caer. Su olor era tan fuerte, con cuidado comencé a caminar, no era necesario llamar la atención, aunque mi radar me indicaba que estábamos solos, él y yo y unos cuantos desperdicios de humanos más. Su aura que siempre había sido un imán apenas y era perceptible lo que significaba dos cosas o se había dormido y había escondido su campo de energía para no ser rastreado o había muerto. Negué con una sonrisa, la última era imposible pero aun así la desesperación se apoderó de mí, su sangre olía por todo el ambiente, estaba desangrándose. Llegué hasta el foco de todos los aromas mezclados, el inicio de la desventura, tenía necesidad de saber qué había sucedido con él pero algo me refrenaba, no quería saberlo, no quería darme cuenta de mis miedos, pensar en un adiós. Tragué pesado, tal cual si me dieran plata y amargamente abrí la puerta viéndole tendido en una cama donde todo su cuerpo sobresalía de las medidas, era muy pequeña para él. Mi cara vuelta una roca le delineó. Su piel pálida y púrpura, casi grisácea era como si se estuviera descomponiendo, su ropa a medio rasgar y una estaca clavada en su hombro al parecer cerca de su pecho, desde la distancia en que estaba no podía determinarlo. Mi paso se hizo pesado y el otro no notaba mi presencia, no había nada de él que me diera indicios de esperanza ¿Esperanza? ¿En qué diablos pensaba? Era obvio, estaba vivo por los dos cuerpos que estaban lentamente descomponiéndose a un lado. Sin pensarlo dos veces arranqué un trozo de carne de mi muñeca exponiendo mis venas al aire dejando brotar la linfa, no había tiempo que perder, quería insultara mi presencia pero el olor era débil tampoco le hizo abrir los ojos, bebiendo de mí mismo rápidamente pues en ese estado ni acercándole mi fuente reaccionaría le di de beber de mis labios tanto como pude. Me aferré a sus asperezas mojándolas con la sangre que le bañaba la barbilla y golpeé levemente su pecho, sacudiéndole —Despierta descuidado…- un deje de despreocupación ocultaban lo contrario —Despierta o morirás- susurré acercando mi antebrazo para darle de tomar pasando unos dedos delineando la entrada de la daga bendita que perforaba su piel, ¿Dónde estaba su mar? Se estaba ocultando.
‘’Todo mi cauce se está desbordando por darte vida, demonio.’’
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Desesperé por ti [Deiran]
“Odio que me veas en tan humillante pesadilla”
Aún sentía los latidos de la sangre entrando por mis venas inmortales, como lentamente me asfixiaba todo, e imploraba por alguna razón, que me entrara aire al organismo. Suspiré, miré al techo, si me encontraban, ya me daba por muerto, si me mantenía allí el tiempo suficiente, quizá y solo quizá podría salir con vida. Pero el retumbe y el olor de otra persona se hicieron presente, por un momento, creí que se trataba de aquel dragón que escupía fuego, pero supe al instante que estaba delirando, cuando todo sonido existente desapareció. Maldije con ganas, me removí y busqué levantarme toscamente sin lograrlo en lo absoluto, las probabilidades de que sea un inquisidor condenado metiéndome en una ilusión barata eran muchas. Me tomé la cabeza con la mano, estiré mis cabellos y acaricié melancólicamente mis ojos en tanto bajaba por mi rostro sudado en sangre, nunca me había gustado la idea de morirme, aun habiendo vivido por miles de años, disfrutaba la existencia cada noche, como si fuese la última. — Si vas a hacerlo que sea rápido. — Carraspeé con el mismo egocentrismo con el que había peleado, quería una muerte sin preludios, aunque eso estaba lejos de la realidad, los inquisidores siempre hacían todo doloroso, aun cuando lo hacían en nombre de Dios. Suponía que ese dios, también quería venganza, no solo hacernos desaparecer.
Pero no se escuchó nada, el retumbe de unos zapatos era un simple delirio, pero yo sabía que había alguien allí, mis sentidos me lo decían, pero estaba tan débil, tan cansado que siquiera pude abrir los ojos, mantenía la otra mano en la estaca del hombro, pesadamente la agarraba y la retorcía cada tanto, buscando evitar quedarme dormido, pero hubo un momento de descuido, no sé bien cuando sucedió, pero me sumergí en un suave sueño. Era uno donde Deiran estaba y se acercaba, me acariciaba y sufría por mi perdida. Mi pie derecho se estiró como si me hubiese muerto. ¿Por qué pensaba en aquel niño de mierda cuando estaba a punto de morirme? Hacía más de una semana que estaba con la idea fija de que si no empezaba a darme la atención que deseaba de él, lo mataría de una sola vez. Como siempre, estaba negado a la idea de no conseguir lo que quería y probablemente mi mente me estaba jugando los mismos trucos por no haberlo conseguido. Jadeé suave ante el aroma pesado de sangre vieja, mis parpados que estaban caídos e inamovibles lentamente retomaron el comezón que los hacía parpadear, tenía el color de la sangre inundando mi rostro, incluso en la esclerótica se notaban las venas sacudiendo mi cuerpo. — ¿Qué haces aquí? Vete. — Era un susurro en vela, in-escuchable, mis labios apenas se separaban uno de otro, temblaba cuando sus manos delgadas pero pesadas se apoyaban en mi pecho, buscando alguna reacción por mi parte. Yo pensaba que me estaba moviendo lo suficiente como para ser escuchado, pero el otro parecía que se volvía loco.
Pensé nuevamente en que era una jodida ilusión, pero fue hasta que le escuché quejándose que di un suspiro quejoso, su sangre empañaba mis heridas, me palpaba con suavidad y las gotas o más bien el grifo de sangre se unía a mí. Tardé en reaccionar al elixir y cuando lo hice deseé morirme un rato más. La tos me sacudió por completo, los huesos que se habían incrustado unos con otros se separaban de forma dolorosa, me hacían retorcer y di un grito al cielo. Pensé en aquel entonces donde había aprendido mis poderes y habilidades y me odié por no haber apreciado la habilidad de la fortaleza física. De tenerla no me vería siendo humillado de tal vil manera. Di gracias a que no apareció lagrima alguna, pero sin duda era un dolor insoportable, tanto, que mis garras se hundieron un poco en su piel. Buscándole desesperadamente, hasta poder hacer contacto visual, era la única manera en la que podría aceptar que él estaba allí. — ¿Cómo llegaste? — Inquirí de un forma que mi garganta hizo crack y terminó de acomodarse, provocándome tos y unos desgarros que pensé que me matarían o quizá eso deseé. Pero algo bueno podía sacar de todo eso. Allí estaban sus ojitos preocupados, sus manos que se movían para darme su sangre, tonto él, si quería sanarme verdaderamente debería bebérmelo por completo. Pero no le separé, siquiera lo intenté, es más, mis dedos como sopapas se agarraron a su cintura y lo atrajeron un poco más. —Estoy vivo, se necesita un poco más que esto para matarme. —
Un murmullo dulce se mezcló mientras sorbía un poco más de él, mi lengua viperina le buscó y con una sonrisa demoníaca le miré, el dolor en mi hombro era insoportable, el ardor en mis ojos y los huesos quebrados intentando repararse no hacían más que recordarme el dolor aplicado. —No te ha seguido nadie, ¿no? Hay que salir de aquí, no tardarán… Mmfh… Mucho en encontrarnos. — Mascullé para no pegar el grito al cielo cuando se sangre abordó mi herida principal y le separé para no sentirle los dedos se me hundieron en la cama, mi cuerpo desbordaba por ese colchón de bajos presupuestos, me sentía como en una cama de pinchos que lentamente se hundían en mí. Quería salir de allí, pero no veía forma de que pudiese levantarme sin terminar desmayado por el camino y él, no creía que él pudiese levantarme. — Quítala, quita esta mierda de ahí, me está quemando. — Supliqué con doble dolor, el que me avecinaría y el que estaba presente. La estaca parecía estar envenenada, mi sangre ardía, parecía caliente y a punto de explotar por dentro. Maldije a la iglesia y a todas sus golfas malditas.
“Sáname el alma, que es lo que más duele por ti.”
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: Desesperé por ti [Deiran]
Pesadilla que también es mía
El goteo de las tuberías de la vieja casa eran un dolor de cabeza, la manera crujía con el peso y el olor a la sangre de los cuerpos humanos realmente era insoportable. Permanecía receptivo a cualquier movimiento posible de algo que me diera la señal que la inquisición había rastreado al vampiro inconsciente que tenía delante de mí o incluso a mí, esas alimañas eran de lo peor. Por un momento cerré los ojos tratando de tranquilizar mis pensamientos, jamás se tienen buenas respuestas cuando se está exaltado así que enfoqué mi energía en algo que me separase de la realidad, debía de pensar por ambos y concentrarme en el exterior pese a mi casi nula capacidad de percibir más allá de un radio de veinte kilómetros a la redonda podía decir por los momentos estábamos ‘’bien’’ pero… ¿Hasta cuándo? Tensé la mandíbula haciendo crujir los dientes y me esperaba lo peor, mentalmente estaba listo para morir allí de ser necesario. La iglesia había mandado a su arsenal sobrenatural contra los vampiros y demás miembros de la orden y para ver a Josseph Pernd, el egocéntrico y agrandado Pernd tirado como saco de papa en una cama viéndose tan voluble y maltratado era porque ellos no eran cualquiera, aún así mis colmillos ardían por esa sangre. –Van dos- pensé para mí mismo odiando al mundo, odiando todo.
Sus gruñidos me sacaron del infinito rem en el que me había sumergido sin tregua ninguna y volteando a verle el cuerpo volvió a hacer contacto con la tierra. Escruté nuevamente su cuerpo, estaba tan dañado que no valdría en ese estado ni un franco. Cerré los ojos e hice lo que debía de hacer porque así me lo dictaba algo que no estaba seguro qué era pero tenía la inequívoca necesidad de oír su voz clavándome con palabras y sus manos con caricias maliciosas que me hicieran irritar. Mi sangre se coló en su sistema y desde mis sentidos las soldaduras óseas se dejaban escuchar como fuertes reparaciones a sus fracturas que sanaban a paso acelerado algunas y otras tomaban su tiempo. —Iba camino a la concentración. Tu presencia lanzó agujas a mi piel y lo demás no vale la pena mencionarlo, terminaste aquí- miré el techo nuevamente. Descendí la vista y me topé con sus ojos que eran el infierno en vida, quería su mar pero era de cierta manera entendible, todo en él renacía aunque ahora todo era más lento que el comienzo, supongo que por la idea de mi inanición voluntaria, los meses de ayuno cuidando su linfa. Era lo que él bebía, su propia sangre tendría que recomponerle rápidamente pero no trabajaba tan eficaz como creía.
Cerré los ojos a su agarre dejando que despellejara la piel, que sorbiera hasta la última gota pero pronto fui alejado, quería guardan un poco la cercanía así que tomé asiento a su par y pensé el colchón cedería —Un poco más y estarías muerto. ¿Por qué te detuviste aquí? Ellos lo saben Josseph si vienen tras de ti y notan esta pocilga de mala muerte sabrán de tu necesidad de alimentarte y no dudarán en venir a asesinarte.- El viento azotó la ventana lo que hizo que me alertara rápidamente. Tener la putrefacción de la carne humana bajo el techo era una señal de humo que sería rastreable a miles de kilómetros. Pero su voz me distrajo de nuevo. Quería besar su boca de nuevo con la excusa de la sangre claro, por dentro estaba más calmado porque había reaccionado —Hay que deshacernos de esos cuerpos- señalé con la barbilla y su petición me caló los oídos negando —Si te saco esa daga vas a morir desangrado, deja que lo demás se arregle y veremos qué hacemos con esto- posé un dedo en la punta de la plata y el humo salió al quemarme la piel. Le devolví la mirada a sus ojos en busca de una señal del gruñón oso que me arrancaría de un manotazo la cabeza —Déjame que no tenemos tiempo y será inútil huir por el bosque, voy a enterrar esos cuerpos- tensando el agarre en una de las esquinas de la cama no quería irme, no quería dejarle ahí postrado en la cama como un niño malherido pero debía pensar por los dos o seríamos carne de carroña para la santa madre.
Saliendo de la cabaña a cargas de los dos humanos abrí la puerta haciéndome un panorama del ambiente a la lejanía, todo parecía tan tranquilo que me perturbaba entonces yéndome detrás de la casa tomé una pala vieja y oxidada. Alejándome del lugar tiré los dos cuerpos a un lado, quitándome el abrigo dejándome en una camisa blanca de lino arremangué ésta hasta los codos y envolví con la tela negra de la capa los cuerpos para evitar que su sangre manchara el pasto. Cavando con la mayor rapidez, volcando tierra a un solo lado, haciendo un agujero considerablemente grande sepulté ambos cadáveres y me cercioré que ni una pizca de olor quedara en el ambiente. Tirando la pala a un arroyo comencé a regresar a la cabaña con las ansias a mil. Necesitaba a ese oso repuesto aunque seguramente no sería hoy.
Entrando sin aviso llegué hasta la cama y le vi con un poco más de color. Cerrando los ojos me negaba a lo siguiente que le iba a pedir hacer pero era justo y necesario. Separándome de su alcance visual fui hasta la cocineta improvisada y abrí el grifo llenando un cazo con agua hasta la mitad. Rasgué una de las mangas de mi camisa y llegué justo a su frente —Tengo que limpiarte, los cuerpos están fuera de nuestro alcance solo faltas tú. Sino hago esto, sabes lo que pasará- algo en mis adentros quería palpitar. Imposible. —Ven- susurré tranquilo tratando de guardar la calma y sin esperar su respuesta positiva comencé a rasgar su ropa desde la camisa hasta su pantalón, abriéndose de par en par exponiendo su piel.
Un trago pesado en mi garganta se deslizó con dificultad y sumergiendo el ahora trapo comencé a tallar su abdomen ascendiendo a sus pectorales en donde las heridas ya habían cerrado y solo quedaba sangre seca de camino. Mi cara estaba tan distante que solo quería concentrarme en acabar aquello pronto porque por una extraña razón su piel ardía a mi contacto. Repitiendo ese rito llegué a sus muslos, bajé a sus piernas y pies. Lavé sus brazos y me detuve en la parte de la daga entonces miré sus ojos y alzando la ceja me cuestioné miles de cosas —Es hora ¿listo?- sin esperar tomé el artefacto en mi mano y mi piel a su calor se comenzó a desprender. Tirando de ella con fuerza dejé que el pedazo de tela húmedo cubriera la herida y tiré mi cuerpo sobre él para sostenerle a lo que mi nariz chocó con la otra —Aquí- le sostuve con mayor presión para que no se moviese y soportara el dolor sin que fuese tan insidioso. No supe cuando la luz dejo de alumbrarnos solo supe de mi mano tirando un poco de su cabello hacia atrás sosteniéndole y unos labios fusionados a míos para que traspasara sumara sus quejidos a los míos.
¿En dónde voy a encerrarte oso grunón?
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Desesperé por ti [Deiran]
“Eres un maldito calvario lleno de las más intensas sensaciones de dolor y placer.”
Que capullo insufrible era el que tenía que aguantar ahora mismo, estaba a punto de terminar desangrado y la única cura que podía darme era enterrarme por unos cincuenta años bajo tierra. Pero no, el dragón no parecía estar dispuesto a hacer eso, me iba a revivir con su sangre y estaba tan seguro de eso que no me sorprendí cuando su elixir ingresó por mi cuerpo a paso rápido, me retorcí de dolor cuando los huesos se unieron en el lugar correcto, cortando mis órganos internos que se habían abultado unos con otros, usé toda mis fuerzas para no emitir sonido alguno, pero en mis extremidades se notaba el dolor, en mi agarre a la cama estaba escrito que quería enterrarme y no sufrir. Transpiré sangre y poco a poco abrí los ojos, escuchando sus respuestas que simplemente me hacían sentir insufriblemente molesto, él se había terminado uniendo a todo eso y obviamente no para estar conmigo, sino para proteger al vástago que había creado. Me hervía la sangre, la piel estaba de un tono blanco casi como una estatua, pero poco a poco se iba acalorando. Mis colmillos se incrustaban en mi labio inferior y no le miré, supe inmediatamente que él estaba levemente preocupado, pero no hablé sobre ello, no estaba en condiciones de divertirme con sus sentimientos. —Era esto o enterrarme, pero me duele el brazo como para hacer eso ahora mismo. — Confesé en tanto le miraba a los ojos, la cama estaba temblando y dando lo mejor de sí para soportarnos, suspiré y simplemente me dejé hacer por sus palabras, su rostro no estaba satisfecho y me pregunté que de todo era lo que le incomodaba.
—No te burles, me está quemando por dentro, esto es jodidamente insoportable. Ah… — Cuando estuvo levantándose de mi lado, mi mano herida atinó a agarrarlo, pero fue imposible, estaba con la punta de la daga que no permitía que mi cerebro haga contacto con mi extremidad, mi rostro se oscureció y me quedé allí observando cómo iba y venía, miré una vez más al techo, ¿cómo me había pasado todo aquello? Ah, sí, había intentado pelear contra muchos al mismo tiempo, hormigas que se movían en un compás alineado, qué estaban tan entrenados que no dejaban ni un hueco para destrozarlos, habían sido perfectamente capacitados y se conocían los unos a los otros, contrario a nosotros que apenas no habíamos visto una vez en la eternidad. Chasqueé los dientes, era obvio que éramos más fuertes que ellos por separado, pero juntos sin duda no era el mismo final. Busqué hacer crujir mi cuello y esperé a que regresara, seguramente los había enterrado profundamente, adiós al buen alimento que me había ganado. Cuando abrió la puerta me sentía un poco mejor, el color marfil de mi piel había escaseado y se notaba el suave amarronado que siempre me acompañaba, producto de haberme expuesto al sol con la idea de salir vivo, me había quemado y la cicatriz se había hecho uniforme con mi cuerpo. Estiré mis piernas y le sonreí extasiado. — ¿Qué haces ahora? Pareces ama de casa. —
Saqué mi lengua viperina y le sonreí negando, no quería volver a no tener ropa y tampoco tener sexo desenfrenado, con él era siempre romper y no terminar. Giré los ojos, supe que no había nada para decir, él siempre terminaba haciendo lo que quería. Mi ropa se tajeó y le vi a los ojos. — ¿Se supone que ahora vaya como hombre de la selva por ahí? No rompas el pantalón, no está tan sucio. — Le detuve cuando intentó tironear aquello y le vi seriamente, cosa que detestaba era que rompiera todo lo que tenía en su camino, al menos pude rescatar aquello, sus manitos se encaminaron por mi cuerpo en ese momento, disfruté aquel extraño baño y cuando se acercó a la daga lo vi reprimiendo un jadeo de dolor. —No, no estoy listo, no ¡Ah! — Grité y el humo salió como si de vapor se tratara, me consumía los bordes de la piel y la carne, estaba a punto de cortarme los ligamentos de hombro, estiré la cabeza hacia atrás. No supe que pasó realmente, de repente aquel gato estaba contra mí, cubriendo aquello con un intento de venda, apretando con tanta presión que se había tumbado en mi pecho y mis jadeos se escuchaban con eco sobre su rostro. — Esto es peor que quemarse con el sol. —Me quejé contra él, pero poco a poco me distraje con sus labios suaves y carnosos, los saboreé de adentro hacia afuera, los tironeé hasta sentir que eran míos. Intentando con ello no pensar en el maldito dolor que estaba quemando mi cuerpo. — Quítate. — Acentué al pasar de los segundos.
El agujero en mi hombro estaba chorreando sangre, pero el tintineo en mi cabeza me avisaba que a menos de cien kilómetros había un enemigo. Mi espalda crujió al levantarme, le sujeté por la cintura, observé con molestia a la distancia. — ¿Sabes volar? — Pregunté jadeando, sujetando con una mano aquella herida que al intentar sanarse se encontraba con el agua bendita y volvía a separarse. —Vamos, levántame un poco. — Tomé su nuca para ayudarme a pararme de aquella maldita cama que cedió cuando mi peso se puso en un punto fijo y partió la parrilla en mil pedazos. Enarqué la ceja y suspiré. Mi pecho estaba al descubierto, al igual que toda mi piel, pero no tardé mucho en cubrirme hasta la cintura. — Luego dejaré que me toques, hasta que deje de estar enojado contigo. — Le sonreí socarronamente, el mundo giraba alrededor mío, estaba tan mareado que por momentos vi dos Deiran parados frente a mí, me froté los ojos un poco y me quejé. Era imposible que haya dos, no podía aguantar tantos. — Súbete, si te chupo hasta la última gota llego a tu casa en un minuto. Y luego caigo muerto. — Tomando su cuello lo acerqué a mí, besé sus labios con calma y le sonreí de lado, pasando la yema de los dedos por su cuello, que quería arrancar y besar hasta quedarme dormido. Pensé que me desmayaría, pero estaba allí esperando por sus palabras.
“Es un deseo intenso que terminará en la muerte.”
Aaya Maciej- Cazador Clase Media
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Re: Desesperé por ti [Deiran]
‘’No hay redención para este pecado ni tú el instigador de mi caída.’’
Jamás había visto a un roble quebrarse en dos, era difícil de imaginarse, esa sólida estructura fracturarse en mil pedazos sin tener arreglo alguno, quizás era la comparación más cercana a la que tenía al ver a ese oso desplomado. La sabia se derramaba en su tronco deslizándose por todas sus ramas sanado lo que estaba roto, mágico elixir. Un gruñido salió de mi garganta al sentir sus colmillos clavarse en mis labios y fruncí el ceño tratando de mirar un punto indefinido en la pared, quería ignorar el hecho de que esto estaba sucediendo pero no, no podía darme ese placer porque debía estar alerta todo el tiempo aunque me costaba mucho colocar un alto fue él mismo quien se detuvo y miré sus ojos un momento relamiendo la sangre que aún se derramaba. Como siempre el orgullo en otras circunstancias hubiese sido mi mejor aliado, incluso el de él, pero estaba vez se había quedado guardado en alguna gaveta de nuestras habitaciones. Él era franco con sus palabras, no esperaba que tuviese compasión por su daño pero era sincero con el dolor que le habían hecho pasar ¿podía ser cierto? Eso me causó ira de manera repentina —Necesitas un pueblo entero para recuperarte de esa herida- señalé la de la daga —Es como si estuviera dragando tu sangre desde la punta y la llevase a un espacio negro. No me burlo de ti- fruncí el ceño con voz dura.
—No ha sido lo más inteligente que has hecho en toda tu longeva eternidad seguramente ¿brujo?- miré la estaca de plata clavada de él pero sus manos atrapándome de distrajeron y miré su hombro y sus ropas. —Eres un completo desastre. ¿En qué estabas pensando? Por los golpes se nota que no has tenido ni una pizca de cuidado al irte contra una grulla de inquisidores- pensé mirando hacia la ventana una vez separado de su regazo las cosas fluían de manera clara —¿Quería suicidarte? Porque eso es realmente estúpido.- gruñí nuevamente sin saber de dónde venía el mal humor. Si era preocupación lo que al inicio había sentido todo eso se había devuelto en un odio desmedido y claro, no contra él, sino una vez más contra los perros de la iglesia y su fortuita lucha contra los sobrenaturales. –Malditos perros- pensé para mí mismo. La impotencia de no poder hacer nada me desesperaba y comencé a revolver platos y trastes buscando quien sabe qué cuando oí su voz y su ‘’pareces ama de casa’’ me detuve en seco y salí de ahí después de haber cargado los cuerpos a las afueras y hacer un trabajo impecable o al menos es lo que yo creía.
Regresé con ese afán de seguir destruyendo cosas a mi paso, era obvio que no podía, debía mantener el más mínimo de los silencios para no ser descubiertos, era molesto pensarlo porque si la inquisición nos iba a dar cacería ni el ruido ni el olor serían impedimento para ellos, por ahora llevábamos ambos las de perder. Justo frente a su cuerpo rasgaba la sus ropas como en un acto de autocomplacencia —Quédate quieto que no lo hago por tus retorcidos deseos, son solo medidas de precaución- miré sus ojos con un rojo quemante en el iris que poco a poco se iba apagando. —Eres tan molesto cuando hablas, por veces hubiese deseado hacer todo mientras dormías, parecías un durmiente sin problemas y ahora escupes fuego por todos lados- el rito acabó con la liturgia del ‘’baño’’ y seguía algo que seguramente para el vampiro no sería para nada placentero. Mis manos se quemaron con la plata pero la ira impedía que sintiese dolor o quizás molestia. Le oí quejarse, esas cosas se hacen mejor cuando no se avisan así que esperaba que él no creyese que iba a contar hasta tres para darle el golpe de gracia a su piel.
El contacto se hizo más insano de lo pensado, nuestros cuerpos rozarse y los labios devorándose entre sí eran como una escena paralela al ardor de la daga que sonaba en seco al caer al suelo. Y eso hizo que separase mi cuerpo de él sintiendo molestia por la propia vida que tenía mi voluntad ante él. En aquel molesto trance noté los ojos del vampiro y algo en mí puso alerta. Nos habían descubierto. Cerré los ojos apretándolos tratando de sentir dónde, cuántos y todo lo preciso para buscar una posible solución pero no pude, eso quizás era por mi limitado poder en aquel sentido del espacio, lo que me dejó claro que debía de ser largo porque si mi máximo sentir eran veinte kilómetros a la redonda y no estaban ahí debían estar más allá de eso. Tiempo suficiente para actuar. Sus palabras me trajeron de vuelta e ignoré todo lo que me dijo —¿Cuántos son?- musité fuerte sin prestar ni un deje de preocupación en mi cara y me separé de él después de que me utilizara como bordón para colocarse de pie pero sus manos me atraparon y quedé inmóvil sintiendo el rozar de sus labios en mi cuello y después un beso que duró más que el otro a lo que me separé. —No, ¿estás loco?- negué de inmediato y miré su cuerpo, aún estaba destruido. ¿cuál sería la posibilidad de que Josseph Pernd sanase si succionaba toda mi sangre? Negué de nuevo a sus ojos y miré la ventana. —Iré yo por él o quienes sean los que están aquí- murmuré molesto con el infierno en los ojos quemándome y salí de ahí sin esperar su aceptación a la idea.
Mientras iba saltando entre techo y techo dando brincos altísimos para alcanzar las copas de los árboles y escalar ciertos páramos rocosos sus palabras iban en mis oídos retumbándome ‘’Luego dejaré que me toques hasta que deje de estar enojado contigo’’ sí que tenía humor hasta en los peores momentos y una sonrisa se dibujó a mitad de mis labios cuando avancé lo suficiente para notar a un hombre de mi misma complexión a la lejanía. Por su aura era un licántropo que olfateaba en el aire, no tardaría en rastrearme. Cerré los ojos usé de nuevo la habilidad de percibir, solo era él a veinte kilómetros a la redonda, un punto para mí que usaría con sabiduría. Acechando a aquel hombre desde la cima de un enorme abeto en aquel bosque escuché su risa. Sabía que yo estaba ahí —Baja, no es necesario la presentación- dijo al aire y yo sonreí usando la falta de luz por la densidad de los ramajes avanzando a velocidad sobrehumana apareciendo detrás encima de una rama donde él estaba —El perro viene a rezar su credo, mala noche ¿uhm?- sonreí tras sus orejas agarrándole del cuello y suspendiéndolo en el aire. Podía sentirlo, sentía la adrenalina recorrer mis venas muertas y el hueco en mi pecho por acabar pronto con eso. El lobo soltó un chillido ronco y yéndome sobre su cuerpo caímos a la tierra en un golpe seco donde algo en ambos se fracturo. Él mordió con agilidad mi brazo arrancando todo el bíceps desde su inserción y eso me hizo soltarle pero la mano diestra le cogió la tráquea, sabía que de esa forma no iba a poder transformarse a su lado bestia y el tipo sonreía como desquiciado —¿Crees que esto va a detenernos? Solo seré uno de un millón que andan tras su rastro y no, no vamos a tener piedad con nin… - la mano inservible atravesó su pecho sin esperar más y tiré de ella con fuerza despegando su corazón de toda su cavidad levantándolo al aire, casi mostrándoselo a la luna —Creo que así no terminaba la oración. Y líbranos del mal- susurré sin sentir ni el mínimo dolor por las ansias y unas gotas de aquella sangre cayó en mi rostro. Mordiendo aquel corazón escupiéndolo en tajos limpie mi boca —Amén- rompí la camisa haciendo un torniquete dejando que la ciencia de nuestra inmortalidad trabajase en reparar cada ligamento y comencé a avanzar más lento de como había llegado, no teníamos tiempo, seguramente si tomaba la palabra de ese oso podríamos salir ambos de esta encrucijada.
Regresé con ese afán de seguir destruyendo cosas a mi paso, era obvio que no podía, debía mantener el más mínimo de los silencios para no ser descubiertos, era molesto pensarlo porque si la inquisición nos iba a dar cacería ni el ruido ni el olor serían impedimento para ellos, por ahora llevábamos ambos las de perder. Justo frente a su cuerpo rasgaba la sus ropas como en un acto de autocomplacencia —Quédate quieto que no lo hago por tus retorcidos deseos, son solo medidas de precaución- miré sus ojos con un rojo quemante en el iris que poco a poco se iba apagando. —Eres tan molesto cuando hablas, por veces hubiese deseado hacer todo mientras dormías, parecías un durmiente sin problemas y ahora escupes fuego por todos lados- el rito acabó con la liturgia del ‘’baño’’ y seguía algo que seguramente para el vampiro no sería para nada placentero. Mis manos se quemaron con la plata pero la ira impedía que sintiese dolor o quizás molestia. Le oí quejarse, esas cosas se hacen mejor cuando no se avisan así que esperaba que él no creyese que iba a contar hasta tres para darle el golpe de gracia a su piel.
El contacto se hizo más insano de lo pensado, nuestros cuerpos rozarse y los labios devorándose entre sí eran como una escena paralela al ardor de la daga que sonaba en seco al caer al suelo. Y eso hizo que separase mi cuerpo de él sintiendo molestia por la propia vida que tenía mi voluntad ante él. En aquel molesto trance noté los ojos del vampiro y algo en mí puso alerta. Nos habían descubierto. Cerré los ojos apretándolos tratando de sentir dónde, cuántos y todo lo preciso para buscar una posible solución pero no pude, eso quizás era por mi limitado poder en aquel sentido del espacio, lo que me dejó claro que debía de ser largo porque si mi máximo sentir eran veinte kilómetros a la redonda y no estaban ahí debían estar más allá de eso. Tiempo suficiente para actuar. Sus palabras me trajeron de vuelta e ignoré todo lo que me dijo —¿Cuántos son?- musité fuerte sin prestar ni un deje de preocupación en mi cara y me separé de él después de que me utilizara como bordón para colocarse de pie pero sus manos me atraparon y quedé inmóvil sintiendo el rozar de sus labios en mi cuello y después un beso que duró más que el otro a lo que me separé. —No, ¿estás loco?- negué de inmediato y miré su cuerpo, aún estaba destruido. ¿cuál sería la posibilidad de que Josseph Pernd sanase si succionaba toda mi sangre? Negué de nuevo a sus ojos y miré la ventana. —Iré yo por él o quienes sean los que están aquí- murmuré molesto con el infierno en los ojos quemándome y salí de ahí sin esperar su aceptación a la idea.
Mientras iba saltando entre techo y techo dando brincos altísimos para alcanzar las copas de los árboles y escalar ciertos páramos rocosos sus palabras iban en mis oídos retumbándome ‘’Luego dejaré que me toques hasta que deje de estar enojado contigo’’ sí que tenía humor hasta en los peores momentos y una sonrisa se dibujó a mitad de mis labios cuando avancé lo suficiente para notar a un hombre de mi misma complexión a la lejanía. Por su aura era un licántropo que olfateaba en el aire, no tardaría en rastrearme. Cerré los ojos usé de nuevo la habilidad de percibir, solo era él a veinte kilómetros a la redonda, un punto para mí que usaría con sabiduría. Acechando a aquel hombre desde la cima de un enorme abeto en aquel bosque escuché su risa. Sabía que yo estaba ahí —Baja, no es necesario la presentación- dijo al aire y yo sonreí usando la falta de luz por la densidad de los ramajes avanzando a velocidad sobrehumana apareciendo detrás encima de una rama donde él estaba —El perro viene a rezar su credo, mala noche ¿uhm?- sonreí tras sus orejas agarrándole del cuello y suspendiéndolo en el aire. Podía sentirlo, sentía la adrenalina recorrer mis venas muertas y el hueco en mi pecho por acabar pronto con eso. El lobo soltó un chillido ronco y yéndome sobre su cuerpo caímos a la tierra en un golpe seco donde algo en ambos se fracturo. Él mordió con agilidad mi brazo arrancando todo el bíceps desde su inserción y eso me hizo soltarle pero la mano diestra le cogió la tráquea, sabía que de esa forma no iba a poder transformarse a su lado bestia y el tipo sonreía como desquiciado —¿Crees que esto va a detenernos? Solo seré uno de un millón que andan tras su rastro y no, no vamos a tener piedad con nin… - la mano inservible atravesó su pecho sin esperar más y tiré de ella con fuerza despegando su corazón de toda su cavidad levantándolo al aire, casi mostrándoselo a la luna —Creo que así no terminaba la oración. Y líbranos del mal- susurré sin sentir ni el mínimo dolor por las ansias y unas gotas de aquella sangre cayó en mi rostro. Mordiendo aquel corazón escupiéndolo en tajos limpie mi boca —Amén- rompí la camisa haciendo un torniquete dejando que la ciencia de nuestra inmortalidad trabajase en reparar cada ligamento y comencé a avanzar más lento de como había llegado, no teníamos tiempo, seguramente si tomaba la palabra de ese oso podríamos salir ambos de esta encrucijada.
‘’Luna cuartana, luna de sangre… Acuna su yugo mientras busco de beber’’
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Desesperé por ti [Deiran]
“Tú eres el único agujero negro que hay. Te metiste en mi cabeza y poblaste la oscuridad”
Era curioso cómo podía llegar a ser aquel gato dragón. Preocupado y al mismo tiempo intentando luchar con él mismo porque todo eso no se note. Guardando su orgullo para cuándo o estuviese todo reparado. Acariciando mi dolor que con punzantes muestras se hacía notar. Mis ojos aún tambaleaban cuando la herida se cerraba y abría, era la ecuación perfecta para estar días hasta sanarme. Pero era fuerte, de eso no había dudas, me habían perforado cada rincón de mi cuerpo en la antigüedad y había sobrevivido, esta sin duda no sería la excepción, aunque era la primera vez con tanta agua bendita, me quemaba de forma importuna, como si estuviese viajando por mis venas. Los ojos color azul intensos buscaban los de Deiran, no tardé mucho en reírme de forma inerte de su rostro descolocado. Al final, seguía siendo el mismo de siempre. —He hecho cosas peores, me metí en un nido de hombres lobos cuando tenía apenas unos siglos, en luna llena. Casi me despedazan, sus caninos son veneno. — Le susurré mirándole de reojo, observando cómo se alejaba, como meditaba y me regañaba, claramente no había sido prudente, pero ¿cuándo lo era? Mis estrategias se basaban en ser mejor que los demás, de modo que pueda atacar de frente. Aunque antiguamente había seguido reglas y estrategias, esa vez no había sido igual.
— Suicidio es que me parezcas adorable, es como enamorarme del sol. — Mis ojos quemaban al igual que mi lengua y él mismo me lo decía, pero sus orbes rojos solo hacían que más de mí se prenda en ganas de tomarlo. Aunque claramente era imposible que lo haga, de mover mis caderas dos veces terminaría cayendo inconsciente, pero al menos podía seguir deseándolo, con la mirada, con la imaginación, movía cada parte de mí de forma que toda piel posible rozara suavemente contra la ajena. Cuando se iba enojado mi sonrisa se marcaba más, cuando volvía peor, yo simplemente mostraba los colmillos y la mirada socarrona y alevosa. — Vaya a saber quién provoca que largue todo ese fuego… ¿No? — Respondí con simpleza, porque aún seguía molesto, todas las cosas que habían pasado habían dejado mis pensamientos hechos una maraña y yo nunca estaba de ese modo, me mantenía expectante, divirtiéndome con todo. Sabiendo que esa era la única manera de disfrutar la eternidad. Pero él se interponía entre mis placidos planes, buscaba siempre la manera de hacerme sentir como un mero punto en el universo. Yo era más que eso, mucho más que un simple vampiro, me consideraba una especie de ente. O al menos eso era antes de tenerlo entre mis brazos. — No vayas, no seas idiota. — Me quejé luego del dolor abismal que había sufrido con la estaca y su mano, siquiera sus labios habían podido hacerme olvidar de ello.
Esos labios eran como unas suaves rosas con espinas, me seducían y me lastimaban al separarse. Tenía la mirada bordó, tan oscura que parecía negra. Él acababa de irse sin siquiera terminar de escuchar lo que tenía que decir. Di dos paso hacía la puerta y un punzante dolor caló mis huesos. Me agarré el hombro y observé el asqueroso techo, pronto me vi cerrando los ojos, calculando lo que estaría sucediendo. No podía percibir demasiado, pero si lo suficiente como para que el aroma a sangre viajase a mí de ser necesario eso. El lugar era un desastre, había fluidos y telas rotas por todos lados. ¿Me quedaría allí como un idiota? Claro que no. Agarré una cuerda y la enrollé en mi hombro y brazo, tan fuerte que parecía una bondiola cruda. Me acerque entonces a aquel balde de agua y me lo tiré arriba, necesitaba despertarme. Y de esa manera salí de la pocilga. Mojado y con un brazo medio roto, salté y la gravedad casi llegó a cero a mí alrededor, el hecho de que pudiese levitar hacía las cosas más sencillas. Flameaba en las copas de los árboles, sentía a la distancia el olor a sangre. Estaba más que claro que habían lastimado a mi gato y eso no me hacía para nada feliz. Me apuré y volví a saltar. Pero poco a poco la sangre se detenía en mi sistema. Tuve que esperar en una rama de árbol, lamí mis labios, los sentía secos.
Pude oír en ese momento el sonido de la muerte. Obviamente no era Deiran, él ya estaba muerto. Sonreí y dejé salir una risa en seco. — Típico de ti. — Le hablé aunque estaba muy distante, me hice sonar los huesos y volví a alistarme, los saltos eran suaves, medidos y controlados para no gastar energía de más. Lo estaba haciendo bien, me felicité a mí mismo y calcule que en unos segundos volvería a encontrarme con él. No me equivoqué, allí venía él saltando con una herida en el pecho. Mis ojos negaron con molestia, busqué los iris de su rostro, tan perfectos y marcados, me relamí la boca en un gesto vulgar. Franeleando su cuerpo de solo verlo. —Tenías que jugar con tu presa, ¿hoy? Ven aquí lindo gato, nos vamos. — Esperé a que saltara a mi rama y si no lo hacía iría yo a tomarlo por la cintura. Apretarlo contra mí para olisquearle el cuello una vez más. Pasar mis dedos toscos por su marcada espalda, juntar su delicado cuerpo contra el mío hasta pensar que éramos una misma piel. — Respira profundo, el viaje será turbulento. Deberías aprender a volar. — Susurré sobrador, apretando su cuerpo, acariciando la nuca con extrema tosquedad. —Quítame la soga del brazo mientras viajamos, no me aguanto el dolor punzante. Van a venir más si no desaparecemos ahora. — Manoseé su pierna y cadera, apreté un poco, como si fuese esa la forma de pago por el tránsito y cerrando mis ojos volví a la gravedad cero. Esta vez busqué la rapidez y eficacia. No emití sonido alguno, aún si él me decía cosas, poco respondía, necesitaba enfocarme, íbamos casi tan rápido como en aquel momento que escapé de la pelea. Estaba claro que luego de llegar a destino caería como un tronco a dormir, pero estaba bien, me sentía seguro, irónicamente. —No hagas ninguna estupidez o te tiro. — Abrazándole como a una gema preciosa, esperé que su mansión aparezca entre mi horizonte.
“No debería hacerme ilusiones por un mal de amores”
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Re: Desesperé por ti [Deiran]
‘’Esa sonrisa es más profunda que la herida’’
Quien pensaría que iba a poder estar allí perdido en medio de la nada con Josseph Pernd a un lado tan desprotegido. La molestia que se colaba por mi piel era tal que no era capaz de sostenerle la mirada a los ojos azules de ese oso malherido, necesitaba sacar la astilla que estaba lastimando mis entrañas o terminaría ahogándome en mi propia sed de venganza, me estaba tragando mi propio veneno y no sabía para nada bien. Solté un chasquido en desaprobación por mis ideas de ir contra el mundo y acabarlos a todos, me sentí como cuando recién acaba de comenzar a ser un esclavo de la sangre, no podría ser tan impulsivo, costaría llegar a ellos, aguardaría con calma y pese a que quería aun no era el momento y debía de ser paciente, solo rogaba al cielo o lo que fuera por un poco más de tiempo y que él sanase tan pronto porque la iglesia no tardaría en pasar factura y atar todos los cabos que habían quedado sueltos. En ese momento quise preguntarle quiénes habían salido victoriosos, si ellos o los perros eclesiásticos pero no miraba la posibilidad de que me contestara después de haber retirado esa daga.
Creo tomar con buena señal de su recuperación que la ironía y el sarcasmo había vuelto a su boca sacando palabras que no me interesaban oír, él era así, hablaba de cosas que nunca entendía pero a pesar de sus incoherencias algo en el fondo de mí sabía qué significaba cada uno de sus letras y cuál era mi papel pero me negaba a creer que de él salieran tales cosas, era un vikingo y los de su naturaleza eran unos saqueadores despreciables, toman, hurtan y destruyen, no tiene espacio para creencias de moral, sólo importa así mismo. Y de repente entre conversación y contacto fue cuando todo quedó sintetizado a la nada. De repente nada importó en ese momento y la ira desapareció una fracción de instantes, no quería perder la cordura en ese lugar y menos con él ¿Qué diablos? Mis puños querían golpearlo pero en cambio mis manos se colaban por su espalda sucia, ensangrentada y desnuda hasta que oportunamente en el ambiente una energía fue percibida y separé todas aquellas posibilidades de verme sometido por ese demonio al cual odiaba. Sin pensarlo dos veces salí de ahí y lo que había sido reprimido sirvió para ser liberado.
En aquel espeso bosque de enormes agruras despertó la sed de venganza y no encontraba el momento de despedazar a ese animal que esperaba por mí. Justo cuando caía en la red del licántropo inquisidor oí su voz, tan distante que creí que estaba alucinando. Apreté mis puños y fue cuando acabé de una vez por todas con la alimaña de la naturaleza cristiana y mi vista se fundió de un negro tan profundo que me quemaba. Comencé a salir de allí con la velocidad algo reducida pero lo suficiente para encontrarme con él, lo sentía en el aire, su sangre era malditamente rastreable desde kilómetros de distancia. El brazo donde recibí la mordida comenzaba a palpitar mi miré de reojo la herida. Detestaba con el alma que no tengo a los licántropos y sus fauces sucias, las heridas tardaban tanto en sanar cuando sus dientes rasgaban nuestra piel. No me costó mucho divisar a lo lejano el cuerpo mugriento del Vikingo, di un salto más sobre otra de las ramas de los árboles, estaba tan cansado y había venido, no entendía a qué, solo iba ser un estorbo porque en esa condición lo acabarían pronto.
—Tenía que hacer algo, ese animal solo iba a dar aviso a su fracción y aunque es obvio, ahora todo el aire apesta a bestia- dije rápidamente sin saber por qué me excusaba, miré sus ojos y posterior sus labios que comenzaban a tornarse violáceos nuevamente y fruncí el ceño, era un maldito oso irresponsable —Maldita sea, Josseph- murmuré con mucha molestia —¿Qué demonios haces aquí?- no recordaba desde hace cuánto no soltaba tantas frases de maldición en una sola oración, no soy de los que suelo hablar así con esa jerga tan vulgar, quizás solo cuando estaba molesto. Saltando a su rama para tener un poco de cercanía por si la gravedad cedía al peso de su cuerpo y caía. Sus palabras fueron caladas frías en ambas heridas y la escena sería patética, mi cuerpo encima del de el vikingo mientras avanzaba, me sentí un patético niño cuidado por su verdugo pero no había tiempo que perder. —Estoy en ello- respondí a su reclamo del por qué no sabía volar y en cierto modo tenía razón. Sus caricias no podían faltar, era tan malditamente carnal, nunca sería suficiente. Eligió hacer todo por tierra, su velocidad realmente era impresionante lo que me hizo aferrarme más sus brazos.
De camino por donde los árboles hacían figuras imposibles de reconocer negué, íbamos hasta mi mansión. ¿Sería seguro? Por un momento la irresponsabilidad se dejó caer en mis hombros mientras mis dedos soltaban el pedazo de cuerda que mantenía su hombro sujeto y miré su rostro con un deje de maldad inyectado. Me estaba desquitando por todas sus incómodas manos bajo su piel y miré a lo largo la mansión. Cerré los ojos un momento y todo estaba tan negro que parecía muerto. En un abrir y cerrar de ojos estábamos allí, en zona segura. Confiaba en que hasta el momento nuestras identidades estuvieran ocultas y así poder descansar por lo menos para recuperarse antes del siguiente amanecer. Una vez puestos casi me lancé de su agarre y abrí una de las puertas traseras de par en par para que pasase. Fruncí el ceño sabiendo que esta noche no podía descansar en paz —Entra- dije notando la soledad de los pasillos y la presencia la vampiresa que sería la razón por la que me mantendría en vigilia.
Ayudando el devastado cuerpo del vampiro milenario a llegar hasta una de las habitaciones bajo tierra que mantendría nuestros cuerpos ocultos del sol, noté el diván vacío y fruncí el ceño sabiendo que había una distancia bastante grande entre ambos demonios, ella estaría casi del otro lado de la mansión y yo, yo aguardaría con él en el infierno hasta que sanara lo suficiente.
‘’La elección es fácil aunque creas que no serás favorecido’’
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Desesperé por ti [Deiran]
“No sueñes con un mar que no te pertenece”
Sus ojos tan vivaces y llenos de odio eran dulces, eran un néctar que me enloquecía. ¡Qué risa me das Deiran Chassier! Me decía por dentro mientras lo observaba, tenía esa cara de no saber qué era lo que ocurría y eso me volvía loco. Y me hacía afirmar que esa noche, esa noche no moriría. Estaría muchos años más molestando su maldita existencia, revolcándome en su cordura hasta destruirla, encontrarle aquel punto en donde llore para que le posea. Todo eso es lo que pensaba cuando le miraba fijamente y mis ojos se avivaban como un fuego. Pero estaba tan cansado exteriormente, mi curación me quitaba demasiada energía, tanto que deseaba que no siga procesando las células para regenerarlas, necesitaba todo lo que quedara en mí para volar a un lugar seguro. Y de esa manera no podría hacerlo. Menos viendo como aquel gato egoísta iba con todo su ego en alto para jugar con un perro idiota. Tal como sus razas lo ameritaban, un gato rabioso y un perro imbécil y oloriento. Dejé que la risa saliera era chistoso pensarlo de esa manera y con dolor en mis costillas seguí el camino hasta estar a una distancia prudente de aquella pelea donde, a mi modo. Deiran había perdido. ¿Qué era eso de dejarse herir por ese ser? Licántropos, los seres más detestables que podían existir en ese mundo. No me caían bien, eran tan toscos, tan fáciles de provocar y parecía que a pesar de seguir vivos con corazones que bombeaban sangre, sus cerebros se habían muerto. —Oh vamos, podrías haberlo hecho sin dar tantas vueltas. Ahora tienes olor a perro hasta en la sangre. Ven, luego te lo quito. — Ironicé al respecto cuando al fin hicimos contacto y tan solo unas ramas nos distanciaban.
Arqueé una ceja cuando me maldijo y negué sobradoramente, sonriéndole aun estando mareado, aún sintiendo como me punzaban el cuerpo todas aquellas heridas. Moví las manos, las giré como si estuviese pensando un poco la respuesta que le daría. Parecía estar borracho, porque me tambaleaba a los lados. Pero estaba todo “fríamente calculado” y tan solo segundos más tarde él llegó a mi rama e hizo que todo en mí se estabilice a la fuerza. —Estoy aquí, para que nos vayamos ahora mismo, porque me dejaste jodidamente solo allá y estaba a punto de quedarme dormido como un bebe, uno bien abortado. — Me quejé tosca y asquerosamente y le agarré del brazo, fue allí cuando toqué todo lo que pude. Y al instante salimos de allí a los saltos largos, demasiado largos y rápidos. Siquiera le miré al momento que me quitaba las bandas de los brazos, tampoco chillaba, mi mente estaba en blanco, no sentía dolor, pero mi existencia era una flama pequeña, luchando por avivarse. Solo pensaba en llegar, me repetía que faltaba poco. Que tan solo un salto más. Así cada vez que daba uno y otro. Sentí que me caía a la nada en medio de un salto, como si me hubiese desmayado en medio del aire, pero al llegar a una rama volvía a despertarme y mis ojos se desorbitaban por momentos, perdiendo la sensibilidad, solo el hecho de tenerlo apretado a mi pecho me hacía notar que mis dedos tocaban algo hermoso. — Calla, yo puedo… — Balbuceé cuando el último salto se dio a lugar y estábamos frente a su hogar.
Mis ojos se semi-cerraban, daba un paso y sentía el veneno bendito en mi sangre, me quemaba por dentro, quería vomitar el líquido vital de mi interior, que quemaba como una maldita hoguera. Cuando se acercó, sin decir nada, le sonreí, mostré los colmillos y reí bruscamente, apretando su hombro un poco. —No desesperes, no me voy a morir. Te queda una eternidad para soportarme. Vamos, guíame. — Le acaricié la mejilla, puse la mano completa allí y apreté un poco, pasando luego los dedos por su cabello que suavemente se entrelazaban en las garras. Observé por un instante su hermosura y tan solo luego de sentir que mis rodillas flaqueaban, empecé a caminar. Ignoraba el hecho de que las cosas se pusieran dobles y siquiera pude oler lo que fuese que había alrededor, estaba al tanto de que Deiran miraba a un lado y al otro, parecía nervioso, pero aunque pensaba un millón de cosas, la única que me preocupaba era llegar a una cama y tirarme como un saco de papas. —Más vale que me saques esta mugre. Tengo más sangre ajena que mía chorreando por la espalda. — Como si fuese una obligación se lo dije y me afiancé a su cintura, en los últimos pasos ya veía venir en desmayo, pero no sucedió. Por lo contrario, su aroma me activó y besé su cuello, mordí su oreja y me reí sobre ella. — ¿Estás preocupado? Pareces una esposa aguantando el llanto. — Jugueteé hasta que la cama se hizo presente frente a mí y pude sentarme en ella. En ese momento se detuvo todo y mi cabeza explotó de dolor. Claramente el agua bendita había surcado por todos lados, apoyé el codo en la rodilla y la cabeza en la mano, suspiré y no dije nada, tan solo me recosté, poco a poco dejé que mi cuerpo haga lo suyo, tarde o temprano, me curaría.
“Recuérdame como más quieras, pero no te olvides de quien soy en realidad”
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