El canto de la luna (Odile)

Ahhhh el glorioso anochecer en Paris, podría gemir de placer de tan solo encontrarme con mis pies reposando sobre sus gloriosas calles.
Había sido una noche tranquila, tan solo unos momentos antes había estado merodeando los callejones cazando uno de mis platillos favoritos: algunas putas de mala monta para cenar y bueno…a partir de la cuarta no voy a negarlo, fue por pura diversión. El observar sus repugnantes caras transformarse ante el terror cuando descubrían que, en vez de cliente erase yo un demonio, mmmmmm placer puro.
Amaba dejarlas correr con la ilusión de poder salvar sus vidas y de pronto saltar sobre ellas encerrándolas en algún callejón, cualquiera podría creer que yo soy un sádico  y cualquiera que así lo creyese estaría en lo correcto.
Después de este rato de sana diversión mi piel se encontraba viva y palpitante a causa la sangre fresca que corría ahora por mis venas, dotada con un tono casi rosado; me imagino sería por la ultima rata regordeta a la cual le hinqué el diente.
Me dirigí a la plaza Tantre para caminar un rato, ya saben por aquello de que hay que favorecer la digestión y para estirarme un poco antes de la diversión nocturna.
El empedrado de las calles se encontraba seco  y la hierba verde por la primavera; era una noche calurosa y el aire me traía los deliciosos aromas de los transeúntes que caminaban alegremente, aquellos pequeños bocadillos que no imaginaban los demonios que la noche albergaba y que bailaban entre ellos en los opulentos salones, pesadillas vivientes que no se ocultaban en la obscuridad si no que salían para divertirse con ellos y después… todos sabemos después lo que sucede.

Anduve con paso grácil y despreocupado a sabiendas de que el mundo era mío, que yo era un príncipe de las tinieblas y lo que no deseaba ser mío si lo quería, lo tomaba por la fuerza, jugando con mi bastón girándolo en el aire y sintiendo su deliciosa empuñadura de oro con forma de dragón  mientras mis ojos se paseaban sobre las exquisitas figuras de las diosas que pasaban a mi lado, admirando como sus divinas vestiduras ayudaban a resaltar sus vastos atributos dejándolos dispuestos a mi disfrute personal.

Varios locales se encontraban cerrados, más los cafés y salones se encontraban atestados de almas. Así fue que la vi a ella, la víctima de mis juegos esta noche, un ángel de rubios cabellos que caminaba cual si flotase en las calles, me decidí a ir a su encuentro aunque no sin antes una artimaña ¿Qué puedo decir? me encanta jugar con mis presas antes de atraparlas. Saque una rosa del interior de mi abrigo (siempre cargaba una para poder utilizarla como anzuelo, no siempre lo arrojaba pero esta noche me sentía particularmente juguetón) y la coloqué bajó mi manga en el momento justo la tiraría a espaldas de la hermosa criatura.

Pasé junto a ella y en el instante que me encontré a sus espaldas tire la rosa, pretendí hincarme para recogerla y así detener a mi nueva Venus…

-Disculpe mademoiselle o esta rosa se le ha caído o las Diosas como vos han decidido decorar el camino con sus flores- Toqué su hombro para llamar su atención muy delicadamente, para no parecer irrespetuoso de primera instancia aunque mi intención fuese otra. Al tenerla frente a mi impuse mi presencia varonil para cubrirla con mi cuerpo.

Que hermosa noche que era, podía sentir la esencia de cada persona que pasaba a mi lado. Sabía que sentían miedo cuando los miraba como si presintieran que en segundos yo podría acabar con su vida, los anteriores no tuvieron ninguna oportunidad. Una mirada, un gesto o una frase que me atraiga ya sellan su destino...la muerte.
Caminaba a paso ligero con una sonrisa en mis labios y la frente en alto. La gente me miraba y podía notar en sus ojos como pensaban "que hermosa y frágil criatura" Ja si claro "frágil". Seguí caminando mirando a mi alrededor buscando a alguien más que osara intentar atraerme, no pude evitar reírme, pobres idiotas realmente piensan que son mejores que él, que pueden lograr que sea suya...imbéciles.
Oí lo que el hombre dijo y sonreí (caen tan fácil) - Monsieur no creo que yo sea una diosa - le  dije con una sonrisa-Mas bien todo lo contrario- añadí mirándolo fijamente, era apuesto y se notaba que era un hombre de dinero, seductor, muy parecido a él...pero no era él. Decidí seguirle el juego y divertirme un poco-¿Puedo saber su nombre? - pregunté aún con mi mirada fija en él y con un dejo de seducción en la voz