Halo de luna [Luna Bosch]

por **Jade O'Favre** Lun Mar 24, 2014 11:58 am

Todo hombre es como la Luna: con una cara oscura que a nadie enseña.
Mark Twain.

El día anterior había desaparecido desde bien temprano al alba. Cada mes cuando la Luna anunciaba la llegada de la licantropía, Jade huía de las tierras pobladas y allí permanecía hasta que pasada la transformación, tras el pleno de la luna volvía a su hogar. Y justo aquella noche había sido la noche del caos. La noche que erizaba cada poro de su piel hasta terminar en un aullido doloroso de huesos rotos y un hambre voraz. La noche de la bestia, la luna llena.

Como siempre no se acordaba de nada, solo que esta vez al despertar junto el lago rojo por suerte no se encontraba bañado de sangre por algún animal o peor, persona. La bestia parecía no haberse cobrado ninguna vida. Suspiró al levantarse del suelo y aprovechando que apenas los primeros rayos del sol anunciaban la llegada de un nuevo día, entre la maleza escondida fue avanzando hasta llegar al campamento gitano, al lado mismo del circo. Asustada al caer en lo cerca que esta vez había llegado a estar del campamento, donde dormían todos los suyos, profirió un leve gruñido. A partir de ahora debería de irse mas lejos, hacer que su bestia fuera lejos. Solo si alguien aquella noche hubiese decidido ir al lago rojo, habría terminado muerto entre sus garras. Era en las mañanas donde se odiaba, sin embargo, su condición le servia para proteger a los suyos, o por lo menos lo que quedaba de los suyos.

Rápidamente bordeando el campamento y sus tiendas, llegó a la zona más alejada donde ella y su anciana madre habitaban, entrando apresurada para no ser vista, encontrándose con que su madre le aguardaba en la entrada, con los labios fruncidos de preocupación.

—Madre, envejeceréis más pronto con esa preocupación. —Al entrar en la cabaña le sonrío. —Ya llegué.

Y tras tomar la ropa que le tenia preparada su madre, fue a tumbarse exhausta en la cama, donde quedándose dormida, pernoctó toda la mañana, tiempo en el que su madre se quedó velando a su lado, orando a los dioses mientras preparaba antídotos y mezclas de hierbas, para sus clientes.

Al despertar y darse cuenta de lo tarde que se le había hecho. Ya debían ser mas de las siete de la tarde, las ultimas luces del sol se desvanecían, profirió una maldición por lo bajo, ya que aquel día debía de haber ido a buscar mas hierbas para su madre.

— ¿Madre? —Preguntó al salir de su zona de descanso, no obstante no había nadie. Fue hacia la mesa en la que hacia sus mezclas y tenia sus bolas y no se encontraban, solo en ella había un paquete preparado de hierbas y una nota mal escrita. “Para Luma”.

Jade sonrío entendiendo que debía de ser para Luna, y tomando la bolsa que parecía una mezcla de hierbas para sanar el resfriado, fue en su busca. Ya era de noche cuando pisó la tierra del campamento, todos los gitanos debían de andar en sus puestos, o en el gran circo. Luna esperaba que no estuviera y conociéndola, como la conocía fue hacia el lago rojo, aquel en el que se había despertado tras Luna llena y en efecto. Tras unos minutos de pasar entre el bosque y entre la maleza, allí la descubrió, sentada en la orilla, admirando como de pequeñas el reflejo de la Luna sobre el agua.

Al llegar a su lado, en silencio, tosió dando aviso de su llegada y con una sonrisa se plantó detrás de ella.

— Mi madre debió de soñar contigo y me ha dicho que te entregue esta mezcla. Llegan los resfriados o ella, es lo que predica estas noches. Ya la conoces, supongo que te sentará bien. —Dijo con una sonrisa, esperando que se diera la vuelta y tomará la bolsa.

por **Audrey de Médici** Miér Jun 04, 2014 7:28 pm

La vida pasaba lenta. Su lugar ahora estaba únicamente en París, se habían terminado sus andanzas de un lado a otro. El momento que había estado esperando llego de la manera en que menos se lo esperaba, sin Sol y sin nadie realmente con quien contar fue que dio con Carlos nuevamente, se encontró con Roham y todo entonces parecía haber sido de esa manera siempre.
Luna creía de manera firme que cada vez que miraba al cielo o veía los atardeceres, estaba viendo nuevamente a su hermana, quien seguramente le cuidaría por siempre desde donde estuviera.
Los otros gitanos del campamento también estaban ya acostumbrados a la presencia de ella, no como en los primeros días donde siempre le miraban con recelo y no se animaban a estar tan cerca de ellas. Desde que pisaron aquel campamento informaron que tarde o temprano partirían y que no estaban interesadas en forjar lazos o relaciones con nadie; pero esas ideas quedaron en el pasado y todos ellos eran conscientes de eso.

Ese día había sido tranquilo, tenía algunos días sintiendo que el cuerpo le dolía y Carlos le había dicho que permaneciera en el campamento mientras que él buscaba algo para ella, aunque por la manera en que se lo dijo, Luna inmediatamente supo que se trataba de algo más. Estaba claro que para Carlos existían días en los que controlar aquella maldición que cargaba era complicado y cuando no volvió para la hora de la comida, supo enseguida que lo vería hasta muy entrada la noche o el día siguiente.
No tenía hambre, así que fue directamente a los cojines que tenían y durmió.

Los ojos de la gitana se abrieron cuando la noche estaba cayendo ya sobre el campamento y aunque estaba dispuesta a dormir ese día y no salir de la carpa, al girarse sobre los cojines donde estaba, el colgante de su hermana se desato de su cuello y termino cayendo al suelo. Fue ese simple hecho lo que le dio fuerza para levantarse y salir de la carpa con rumbo al lago rojo.
Aquel lugar le brindaba una paz y una calma que era complicado explicar, para Luna, quien quisiera comprenderle debía sentir exactamente lo que ella sentía en esos momentos. Sus ojos se posaron sobre el reflejo de la luna en las aguas y permaneció pensando en su hermana, hablando como usualmente lo hacía con aquel astro.

Permaneció estática, sumida en su dialogo interno por un buen rato, quizás demasiado tiempo, pues para cuando recordó donde se encontraba ya no estaba sola.
Levanto el rostro para toparse con Jade.
Aquella joven debía tener aproximadamente su edad, nunca se atrevía a preguntarle eso pero algo que si sabía era que tanto ella como su madre eran demasiado amables, lo fueron desde que las Bosch llegaran a aquel lugar y ahora que se encontraba sola lo eran mucho más.
– Tu madre es un ángel Jade, ella siempre sabe cuando me encuentro mal – sonrió en respuesta a lo que ella le decía y se levanto, solo para girar y quedar frente a Jade – Pensé que se pasaría pronto, pero ahora que tu madre me ha enviado esto seguro que me recupero – estiro las manos y tomo la pequeña bolsa.

Jade era una mujer muy bonita, sus ojos verdes atraían la atención de cualquiera y no permitían que nadie se desviara de ellos. Incluso en noches como aquella los ojos de Jade resaltaban al igual que aquella aura fuera de lo común que siempre le rodeaba, pero en la cual tampoco pensaba indagar.
– ¿Cómo esta tu madre? y ¿Tú? – se quedo ahí frente a quien tan amablemente le llevo lo necesario para recuperarse.

por **Jade O'Favre** Sáb Jun 21, 2014 10:19 am

Su madre tenía aquel don, del que ella de pequeña tanto había anhelado y ansiado, como las polillas ansían la luz de la luna. Siempre, en cada uno de los pueblos en los que habían vivido, enseguida había hecho buenas migas con la gente gracias a las atenciones que deparaba a cada uno de ellos, dándoles y ofreciéndoles antes de tiempo, lo que necesitarían o dándoles de aquellos buenos consejos, que no eran más que el fruto de sus visiones y adivinaciones. Todos siempre le preguntaron cómo podía saber aquellas cosas. Hasta para los mismos gitanos, parecía sorprendente su acierta tan fiable. Normalmente muchas gitanas usaban trucos para la adivinación. El sonido de la voz de los clientes, la forma de sus facciones, que tanto o más perdida, triste, abnegada parecían los orbes ajenos. Era fácil descubrir que querían que les dijeran o que necesitaban oír y aquellos trucos algunas aún seguían usándolos. Jamás por ello su madre, que desde pequeña presentí aquel don. Por ello les contestaba que siempre lo había tenido, que había nacido así y la luna, era su inspiración.

Jade aún con esa sonrisa observó la luna que se reflejaba en aquel lago. Aún los últimos rayos de sol permanecían tintando el cielo de un hermoso atardecer, sin impedir por ello, que la luna ya saliera de su escondite. Otra noche y una luna distinta a la anterior; a la que Jade tanto odiaba y temía a partes iguales.

— Mi madre lo sabe todo siempre, su don le ayuda a ello. —Asintió con una sonrisa volviendo la mirada a la joven, alertada ya de su presencia.

Era normal para Jade seguir las instrucciones de su madre y que ciertamente, acertara en sus predicciones. Por ello cada palabra que ella le decía, las cumplía letra por letra, sin saltarse jamás u olvidarse de ellas.

Quedándose con la bolsa entre su mano alzada, ofreciéndosela, observó a Luna levantarse hasta quedarse frente a ella. No habían tenido muchos encuentros antes, lo que si es que desde aquel primer momento en que ella entró a vivir en el lugar, siempre la aceptaron. Tanto ella como su madre, siendo cuando la muerte de sus padres, que Jade se sintió más unida a ella por el hecho de haber perdido a su padre años atrás. — No creo haber llegado tarde para darte la bolsa, así que seguro que en breves te recuperas. —Admitió dejando que tomara la bolsa entre sus manos, observándola con preocupación. — Aun así ya fuiste al médico? Si te sientes mal no creo que sea lo mejor andar tarde y sin abrigo por los bosques, podrías empeorar.

Haciendo caso a su instinto, al tenerla frente si, dio un paso hacia ella llevando su mano a la frente ajena, asegurándose así de que no padeciera fiebre. Que por lo que parecía no era así. Es más de haber estado de ambas con fiebre habría sido Jade, por consiguiente de su alta temperatura por la licantropía que arrastraba de años atrás.

— No pareces tener fiebre…solo así me dejas más tranquila. —Susurró mirándole a los ojos, suavizando su preocupación. — Estamos bien. Mi madre sigue con sus predicciones y ya sabes como es. Te echa de menos, se queja constantemente de que ya no encuentras un hueco para visitarla. —Río dulcemente aquello relajando su postura, admirando por unos segundos como se veía aquel lago en la noche, con la luz de la luna filtrándose entre las ramas de los árboles, creando un ambiente soñador alrededor de donde se encontraban. — Y a mí me va bien, ya sabes… no es muy complicado vigilar que en las noches no ocurran desgracias entre los nuestros. Está muy tranquilo últimamente todo y lo celebro.

En aquel campamento gitano, parecían todos muy tranquilos, apenas se presentaban incidentes y aunque seguía atenta ante cualquier extraño desconocido o aura inmortal que pudiera parecer peligrosa, se encontraba más en lucha contra sus propios demonios que con la de los demás.

— Y tú Luna… ¿cómo estás? —Le preguntó fijando sus verdes orbes en los de ella. — Hace también demasiado tiempo que tampoco sé de ti.

por **Audrey de Médici** Dom Jul 27, 2014 11:29 pm

Los dones de los de gitanos no siempre eran reales, la amador parte del tiempo eran únicamente una farsa que se inventaban y que de cierta manera mantenían a los desconocidos alejados de ellos. Era bastante conveniente fingir tener alguna clase de magia en el interior, mucho más cuando fuera del campamento, existían personas que les amenazaban solo porque ellos tenían una manera de vivir la vida diferente a la que los del exterior creían.

La madre de Jade, sin embargo, era diferente a aquellos que no tenían poder alguno. Esa mujer era demasiado especial, incluso cuando Sol desapareció de su vida fue la primera en aparecer y darle consuelo a Luna. La mujer había sabido antes que nadie lo que les deparaba a las Bosch. También había notado aquello que Luna siempre había querido evitar, sus propios dones. Una vez se lo comento pero ella decidió ignorar ese hecho porque lo único que podía diferenciar eran las auras alrededor de las personas, nada más que eso.
– Me alegra mucho que tu madre lo tenga, no se que haría si ella no estuviera pendiente de mi – sonrió a Jade, a pesar de que los ojos le comenzaban a arder y el cuerpo lo seguía sintiendo pesado – Deberás darle las gracias de mi parte y pronto le diré a Carlos que vaya a ver si necesitan que les ayude en algo, seguro que tu madre tiene idea de que ponerle a hacer y no dejes que se niegue, ya sabes que me gusta devolver los favores – Eso era algo que le hacía feliz, no podía siempre estar a expensas de otros y ahora que Carlos estaba a su lado, seguro que él desearía también recompensar en que ayudaran a su prometida.

Ya que había tomado la bolsita, miro a Jade con algo de culpabilidad. Tenía razón en que no era buena idea estar a esas horas en las afueras y mucho menos cerca del fresco del lago, donde seguramente solo terminaría por enfermar más.
– Lo sé, es solo que no podía estar cómoda en la tienda y salí a hablar con la luna – sonrió, tratando de que Jade no le reprendiera más por sus descuidos – Y no he ido al médico y tampoco creo que lo necesite porque tu madre siempre sabe que es lo que necesito. Tengo una confianza ciega en ella – admitió la menor y probablemente la única de las Bosch. La mano de Jade se dirigió a su frente y Luna le dejo que se cerciorara por si misma de que se encontraba bien. La joven de los ojos verdes era sin duda muy similar a su madre, ambas eran demasiado buenas y siempre se preocupaban por los demás por eso era que les deseaba toda la mejor de las suertes y de las vidas.

Se acomodo los cabellos a un lado. La madre de Jade tenía razón en que hacía mucho que no la visitaba.
– Te dije que no estaba tan enferma Jade, es solo quizás cansancio acumulado – suspiro – Soy una ingrata por no ir a ver a tu madre lo sé; pero ella sabe que le quiero y que iré a verla en el momento que menos lo espere, aunque seguro que ya sabe el día que iré a verla – rió al pensarlo. Por más que tratara de sorprenderla, la mujer aquella sabía perfectamente cuando es que aparecería Luna por aquellos lugares. Escucho con atención a la joven de los ojos verdes y suspiro. Era definitivo que Jade se arriesgaba demasiado, siempre vigilando todo y asegurandose de que en el campamento todos estuviesen a salvo. Era una de las jóvenes que aceptaban vigilar el lugar junto con algunos otros gitanos – Deberías descansar más. Y más razones para ello el hecho de que las cosas estén tranquilas en estas fechas, tampoco es como que muchos estén dispuestos a entrar con tantos vigilando el lugar. Deja que algunos otros cuiden por algunos días y has otra cosa.

Guardo silencio unos segundos.
– Pues aparte de ahora sentirme un poco enferma, he estado bien. Ocupada porque Carlos quiere que vayamos a un lado y otro – desde que hubiera aceptado casarse con él, no dejaba de planear una boda que Luna sentía realmente innecesaria. Ella sería feliz solo con una ceremonia gitana y nada más que eso – Solo eso y aunque no parece la cosa más complicada del mundo – suspiro – no se como es que las mujeres ricachonas que van a casarse soportan tanto, yo creo que enloqueceré en cualquier momento – rió – menos mal que Carlos me aceptara aunque este loca.

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