AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Luz de luna ~#Aitor
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Luz de luna ~#Aitor
El sol brillaba radiante en la cima, el día había amanecido claro y sereno sobre los campos italianos en una nueva ocasión de disfrutar del buen tiempo y del aire puro. Era cierto que mi vida no destacaba precisamente por las grandes emociones ni las grandes aventuras puesto que ésta era tranquila y apacible, cómo un lago en calma y, a pesar de que no tenía queja alguna en respecto a la que solía ser mi rutina, en algunas ocasiones deseaba algo mas, algo mas que la paz y la calma que siempre se había respirado en las tierras de mi familia, lugar en dónde permanecía la gran parte de mi tiempo. Si, los largos paseos a caballo por el bosque cercano al castillo me gustaban, igual que observar el claro y amplio cielo azul, notar la suave brisa del viento sobre la piel y oler los fragancias de la naturaleza. No podía negar que éste era, sin lugar a dudas, uno de mis lugares favoritos, puesto que, si bien había viajado de forma ocasional a visitar a mis hermanas en distintos puntos en dónde éstas se habían mudado a vivir, siempre había preferido el campo a cualquier bulliciosa ciudad por muchas cosas que se pudieran encontrar ahí que no se encontraban en el campo.
Por unos momentos, mi atención fue requerida del libro que me encontraba leyendo en dirección a las voces masculinas que se oían varias habitaciones mas allá de la biblioteca, en dónde me encontraba con mi propio libro. La primera de ellas, la reconocí con suma facilidad: la voz de mi padre, pero la otra no me parecía para nada familiar, siendo ésta la que realmente me había llamado la atención. Tras unos escasos minutos detecté de qué se encontraban hablando puesto que, al parecer, el dueño de la desconocida voz, iba a ocupar uno de los trabajos que se encontraba vacante. Dejando eso a un lado, volví a intentar concentrarme en mi lectura mientras oía finalmente que las voces se desvanecían, alejándose, probablemente dirigiéndose a los exteriores del castillo. Viendo que, realmente, una vez que mi concentración había sido rota por las voces, la curiosidad por el desconocido no hacía mas que llamear mas y mas. Dejando escapar un leve suspiro, y tras un momento, finalmente dejé el libro en su lugar y me dispuse a salir, a dar aunque fuera un paseo por los alrededores para despejar mi mente.
Sumida en mis propios pensamientos, me dirigí hacia los establos, lugar en dónde estaba siempre mi caballo preparado para montar, algo que en ese momento agradecí mentalmente, puesto que no estaba dispuesta a tener que esperar para que, alguien mas, lo preparara mientras yo esperaba. Sin decir nada a nadie, simplemente me alejé de las caballerizas, adentrándome en el pequeño pero frondoso bosque que conocía como la palma de mi mano. Éste siempre había sido un lugar especial, un lugar que me encantaba tanto por sus luces como sus aromas y que también contenía una cantidad enorme de buenos recuerdos, puesto que, entre estos árboles, era el lugar en dónde años atrás, durante mi infancia había jugado durante largas horas tanto con mis hermanas cómo con mi hermano... antes de que éstos crecieran. Llegando finalmente a un pequeño claro que se encontraba cerca de la linde del bosque, me desmonté del caballo y tras atarlo cuidadosamente en el tronco de un árbol, cerré los ojos y empecé a moverme por el lugar, al son de una música apenas audible, formada por el suave movimiento de las hojas movidas por el viento y los cantos y sonidos de los animales.
Por unos momentos, mi atención fue requerida del libro que me encontraba leyendo en dirección a las voces masculinas que se oían varias habitaciones mas allá de la biblioteca, en dónde me encontraba con mi propio libro. La primera de ellas, la reconocí con suma facilidad: la voz de mi padre, pero la otra no me parecía para nada familiar, siendo ésta la que realmente me había llamado la atención. Tras unos escasos minutos detecté de qué se encontraban hablando puesto que, al parecer, el dueño de la desconocida voz, iba a ocupar uno de los trabajos que se encontraba vacante. Dejando eso a un lado, volví a intentar concentrarme en mi lectura mientras oía finalmente que las voces se desvanecían, alejándose, probablemente dirigiéndose a los exteriores del castillo. Viendo que, realmente, una vez que mi concentración había sido rota por las voces, la curiosidad por el desconocido no hacía mas que llamear mas y mas. Dejando escapar un leve suspiro, y tras un momento, finalmente dejé el libro en su lugar y me dispuse a salir, a dar aunque fuera un paseo por los alrededores para despejar mi mente.
Sumida en mis propios pensamientos, me dirigí hacia los establos, lugar en dónde estaba siempre mi caballo preparado para montar, algo que en ese momento agradecí mentalmente, puesto que no estaba dispuesta a tener que esperar para que, alguien mas, lo preparara mientras yo esperaba. Sin decir nada a nadie, simplemente me alejé de las caballerizas, adentrándome en el pequeño pero frondoso bosque que conocía como la palma de mi mano. Éste siempre había sido un lugar especial, un lugar que me encantaba tanto por sus luces como sus aromas y que también contenía una cantidad enorme de buenos recuerdos, puesto que, entre estos árboles, era el lugar en dónde años atrás, durante mi infancia había jugado durante largas horas tanto con mis hermanas cómo con mi hermano... antes de que éstos crecieran. Llegando finalmente a un pequeño claro que se encontraba cerca de la linde del bosque, me desmonté del caballo y tras atarlo cuidadosamente en el tronco de un árbol, cerré los ojos y empecé a moverme por el lugar, al son de una música apenas audible, formada por el suave movimiento de las hojas movidas por el viento y los cantos y sonidos de los animales.
Última edición por Eve D'Ascoli el Lun Jul 11, 2016 12:38 pm, editado 1 vez
Eve D'Ascoli- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Luz de luna ~#Aitor
El tiempo transcurría pero los recuerdos de Isabeau no podían erradicarse de su mente. Estaban presentes y le torturaban constantemente. Por otra parte, Aitor permitió que el lobo tomara el control cada noche de luna llena; no solamente era un desdichado que vivía tras la sombra de un amor perdido, era además un asesino. Darle el control a la bestia fue un paso muy grande en los principios del vitoriano, si bien era cierto que ya podía controlarlo era precisamente eso lo que lo convertía en asesino. Él sabía perfectamente que hacía el lobo, a quienes mataba y él dejó de hacer algo al respecto, era como si para estar en paz con la bestia le entregara una vida y quizá no estaba muy alejado de la realidad.
Viajó por toda Francia dejando una sombra de muerte a su paso, llegó a Italia a un año de la muerte de Isabeau, pero su llegada al condado D’Ascoli fue más tarde. El modo en que operaba Aitor era sencillo, llegaba después de una luna llena y trabajaba hasta que llegaba la siguiente luna llena. Fue en pleno amanecer cuando llegó presentándose ante el capataz. Un par de noches antes un leñador perdió la vida a manos de una manada de lobos o eso fue o que creyeron, mas la realidad fue que Aitor cometió el crimen, por lo tanto se había abierto camino para obtener el puesto que le había arrebatado junto a su vida al leñador. Sin embargo, antes de poder aceptarlo tenía que consultarlo con el Conde y Aitor frente a éste tenía que responder a una entrevista.
Antes de medio día el Conde recibió a Aitor, éste narró como llegó a Italia y su interés en trabajar para él, convencido le otorgó el puesto de leñador. Así fue como a medio día el vitoriano se encontraba en los ímites del bosque con su hacha y tirando árboles. Allí solo podía hacer uso de su fuerza sobrenatural, cortar el árbol con mucha facilidad y cargar lo que hombres comunes no podían cargar. Con una aparente tranquilidad trabajaba cuando escuchó que alguien se acercaba. Siguiendo los instintos del lobo se escondió, quien fuera el intruso pagaría por esa intromisión, esperó a que estuviera a su alcance y cuando presintió que estaba cerca salió de su escondite derribando al intruso, teniéndola en el suelo amenazándola con el hacha se dio cuenta de dos cosas, la primera. Era una bruja y la segunda no podía asesinarla, algo se lo impedía. Se quitó de encima y la ayudó a levantarse, Aitor comprendió que no podia dejarla ir, así como él la reconoció como bruja ella haría lo mismo con él como un licántropo y seguramente actuaría contra de él, eso le decía el lobo. —discúlpeme he sido muy brusco pero entenderá que he sufrido mucho en la vida tanto que no confió en las personas.
Viajó por toda Francia dejando una sombra de muerte a su paso, llegó a Italia a un año de la muerte de Isabeau, pero su llegada al condado D’Ascoli fue más tarde. El modo en que operaba Aitor era sencillo, llegaba después de una luna llena y trabajaba hasta que llegaba la siguiente luna llena. Fue en pleno amanecer cuando llegó presentándose ante el capataz. Un par de noches antes un leñador perdió la vida a manos de una manada de lobos o eso fue o que creyeron, mas la realidad fue que Aitor cometió el crimen, por lo tanto se había abierto camino para obtener el puesto que le había arrebatado junto a su vida al leñador. Sin embargo, antes de poder aceptarlo tenía que consultarlo con el Conde y Aitor frente a éste tenía que responder a una entrevista.
Antes de medio día el Conde recibió a Aitor, éste narró como llegó a Italia y su interés en trabajar para él, convencido le otorgó el puesto de leñador. Así fue como a medio día el vitoriano se encontraba en los ímites del bosque con su hacha y tirando árboles. Allí solo podía hacer uso de su fuerza sobrenatural, cortar el árbol con mucha facilidad y cargar lo que hombres comunes no podían cargar. Con una aparente tranquilidad trabajaba cuando escuchó que alguien se acercaba. Siguiendo los instintos del lobo se escondió, quien fuera el intruso pagaría por esa intromisión, esperó a que estuviera a su alcance y cuando presintió que estaba cerca salió de su escondite derribando al intruso, teniéndola en el suelo amenazándola con el hacha se dio cuenta de dos cosas, la primera. Era una bruja y la segunda no podía asesinarla, algo se lo impedía. Se quitó de encima y la ayudó a levantarse, Aitor comprendió que no podia dejarla ir, así como él la reconoció como bruja ella haría lo mismo con él como un licántropo y seguramente actuaría contra de él, eso le decía el lobo. —discúlpeme he sido muy brusco pero entenderá que he sufrido mucho en la vida tanto que no confió en las personas.
Aitor Copado- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 09/04/2013
Re: Luz de luna ~#Aitor
La paz y la calma de la naturaleza de la que me gustaba disfrutar, duró bastante poco; era probable que en otras ocasiones me hubiera dado cuenta, poco o mucho de que no me encontraba sola, pero en esta ocasión no había sido capaz de ello. Desde el suelo, mi primer instinto había sido convocar las barreras a mi alrededor en modo de defensa, pero algo me había exhortado que no lo hiciera a pesar de que mi “agresor” enarbolara una hacha que podría hacerme pedazos con bastante facilidad. Mordiéndome ligeramente el labio, negué ligeramente con la cabeza en cuando me tendió la mano para ayudarme a levantarme de nuevo. En silencio, quité el polvo de mi vestido, completamente consciente de que le gustaba poco que regresara del bosque llena de polvo y aprovechando esa acción para ganar un poco de tiempo para pensar y asimilar sus palabras. Dejando escapar un suspiro, le dediqué una breve sonrisa cordial, intentando quitar hierro al intento de “ataque” que había sucedido momentos atrás.
—Quizás su experiencia le diga que no se puede o no debe confiar en nadie, pero las cosas no funcionan de esta manera dentro de los límites del condado D'Ascoli —dije con el tono suave y dulce que solía caracterizarme y por el que me conocía la gran mayoría—. Me consta que en otros lugares cualquier cosa que se salga de lo que muchos consideran “normal” es perseguido, pero no aquí —expliqué mientras apartaba un largo mechón de cabello rubio de mis ojos y esbozaba otra leve sonrisa. Tras dar un par de pasos de forma errante por el claro, me volví a girar para encararle— puede que ésta no sea la forma mas... formal y “correcta” de conocer a alguien, pero supongo que no hay de otra —dije en un intento de bromear levemente antes de hacer una leve reverencia tras esbozar otra sonrisa— la gran mayoría me conocen por Eve —me presenté por el nombre prefería usar en lugar de mi nombre completo. Era cierto que no tenía nada en contra del Evette con el que me habían bautizado al nacer pero, en la actualidad, el único que solía llamarme de esa manera de forma habitual era mi padre.
—Y, aunque no lo crea, tengo la extraña sensación de que le conozco de algún otro lugar. Aunque, de la misma manera, también juraría que nuestros caminos no se habían cruzado antes —musité y empecé a jugar con un mechón de mi cabello de forma distraída, mientras intentaba recordar de dónde provenía la sensación; mas habían sido las ocasiones en las que había tenido la sensación de conocer a alguien a quién veía por primera vez, pero nunca la sensación había sido tan... fuerte. Y si tenía en cuenta que las otras veces la sensación había sido inducida por algún sueño premonitorio del cual no había sido capaz de acordarme hasta que lo había vivido de forma consciente y lejos del mundo de los “sueños”; tendría que haber tenido mas de uno con respecto a él, pero que no era capaz de recordar de ninguna de las maneras... Ya intentaría recordar algo en cuando me encontrara de vuelta a mi habitación y con toda la calma del mundo... además quizás hasta ya había dicho demasiado con mis palabras con respecto a mis sensaciones.
—Quizás su experiencia le diga que no se puede o no debe confiar en nadie, pero las cosas no funcionan de esta manera dentro de los límites del condado D'Ascoli —dije con el tono suave y dulce que solía caracterizarme y por el que me conocía la gran mayoría—. Me consta que en otros lugares cualquier cosa que se salga de lo que muchos consideran “normal” es perseguido, pero no aquí —expliqué mientras apartaba un largo mechón de cabello rubio de mis ojos y esbozaba otra leve sonrisa. Tras dar un par de pasos de forma errante por el claro, me volví a girar para encararle— puede que ésta no sea la forma mas... formal y “correcta” de conocer a alguien, pero supongo que no hay de otra —dije en un intento de bromear levemente antes de hacer una leve reverencia tras esbozar otra sonrisa— la gran mayoría me conocen por Eve —me presenté por el nombre prefería usar en lugar de mi nombre completo. Era cierto que no tenía nada en contra del Evette con el que me habían bautizado al nacer pero, en la actualidad, el único que solía llamarme de esa manera de forma habitual era mi padre.
—Y, aunque no lo crea, tengo la extraña sensación de que le conozco de algún otro lugar. Aunque, de la misma manera, también juraría que nuestros caminos no se habían cruzado antes —musité y empecé a jugar con un mechón de mi cabello de forma distraída, mientras intentaba recordar de dónde provenía la sensación; mas habían sido las ocasiones en las que había tenido la sensación de conocer a alguien a quién veía por primera vez, pero nunca la sensación había sido tan... fuerte. Y si tenía en cuenta que las otras veces la sensación había sido inducida por algún sueño premonitorio del cual no había sido capaz de acordarme hasta que lo había vivido de forma consciente y lejos del mundo de los “sueños”; tendría que haber tenido mas de uno con respecto a él, pero que no era capaz de recordar de ninguna de las maneras... Ya intentaría recordar algo en cuando me encontrara de vuelta a mi habitación y con toda la calma del mundo... además quizás hasta ya había dicho demasiado con mis palabras con respecto a mis sensaciones.
Eve D'Ascoli- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Luz de luna ~#Aitor
Recuerdos, muchos recuerdos le traían estos campos. ¿Felices?, ¿dolorosos?; qué importaban, sí eran sentimientos intensos y que no podían salir de su corazón, pero, ¿Aitor realmente querría? Ni siquiera él lo sabía, o más bien se negaba a admitir esa verdad que a gritos prisioneros no podía salir, como si fuera algo peor que la bestia. Amaba a Isabeau estando muerta o sin estarlo. Esa incertidumbre de no saber que pasó con ella lo consumía. Si bien era cierto que su apariencia no cambiaba como en los humanos comunes que envejecen, en Aitor sólo se mostraba una tristeza en sus ojos que no podía ni quería ocultar. Así, como lo hiciera aquel día que conoció al amor de su vida pidió empleo y como sucedió se lo dieron.
Era un simple empleo, un peón en los campos. Se encargaría de recolectar el trigo que ya estaba en madurez, lo pondría en la mula y lo llevaría al granero, caída la noche y después de comer pan con lo que era más bien grumo que sopa, molería el grano para convertirlo en harina. No se trataba de alque ya no hubiera hecho. Se llevó la mula para aparentar pero realmente no la ocuparía, él podía con simples cañas de trigo así pesaran dos veces su propio kilo. El resto de trabajadores se ocuparon de otras labores por lo que Aitor estaría solo para hacer uso de su fuerza sin tener que cohibirse.
Llegó al final de los sembradios, a donde podía verse el campo abierto y uno que otro árbol que parecían los centinelas de la hacienda. El español no le dio importancia, se quitó su camisa para estar más cómodo, no le gustaba tener una camisa sudada después del trabajo y no se trataba por el querer oler bien o no, simplemente la húmedad le irritaba. Tiró la camisa al suelo y con el machete en mano tomó una caña y de un sólo golpe lo separó de la raíz; con esa pericia fue cortando y arrumbando una pila de trigo a un costado. El sol comenzaba a ponerse en lo más alto , el mediodía había llegado y sus oídos lobunos captaron el sonido de un caballo «los amos» pensó y se adentró en el sembradio a buscar la mula.
Cuando la encontró engarzó la carreta y guió al animal a donde estaba trabajando. Sin embargo, cuando llegó descubrió que no se trataba del amo o el capataz, sólo era una joven, quizás la hija o una pariente del amo. Como fuera, al parecer no venía a supervisarlo, aún así fue poniendo el trigo en la carreta escogiendo las suficientes cañas que cargaría un hombre promedio para despistarla. La carreta estaba a medio cargar, Aitor volteó a ver a la joven, bien podía irse y emigrar a otro sector pero ya había avanzado mucho así que tomó el machete y siguió con los fuertes golpes.
Era un simple empleo, un peón en los campos. Se encargaría de recolectar el trigo que ya estaba en madurez, lo pondría en la mula y lo llevaría al granero, caída la noche y después de comer pan con lo que era más bien grumo que sopa, molería el grano para convertirlo en harina. No se trataba de alque ya no hubiera hecho. Se llevó la mula para aparentar pero realmente no la ocuparía, él podía con simples cañas de trigo así pesaran dos veces su propio kilo. El resto de trabajadores se ocuparon de otras labores por lo que Aitor estaría solo para hacer uso de su fuerza sin tener que cohibirse.
Llegó al final de los sembradios, a donde podía verse el campo abierto y uno que otro árbol que parecían los centinelas de la hacienda. El español no le dio importancia, se quitó su camisa para estar más cómodo, no le gustaba tener una camisa sudada después del trabajo y no se trataba por el querer oler bien o no, simplemente la húmedad le irritaba. Tiró la camisa al suelo y con el machete en mano tomó una caña y de un sólo golpe lo separó de la raíz; con esa pericia fue cortando y arrumbando una pila de trigo a un costado. El sol comenzaba a ponerse en lo más alto , el mediodía había llegado y sus oídos lobunos captaron el sonido de un caballo «los amos» pensó y se adentró en el sembradio a buscar la mula.
Cuando la encontró engarzó la carreta y guió al animal a donde estaba trabajando. Sin embargo, cuando llegó descubrió que no se trataba del amo o el capataz, sólo era una joven, quizás la hija o una pariente del amo. Como fuera, al parecer no venía a supervisarlo, aún así fue poniendo el trigo en la carreta escogiendo las suficientes cañas que cargaría un hombre promedio para despistarla. La carreta estaba a medio cargar, Aitor volteó a ver a la joven, bien podía irse y emigrar a otro sector pero ya había avanzado mucho así que tomó el machete y siguió con los fuertes golpes.
Aitor Copado- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 09/04/2013
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